Derecho


Cuestión foral y nacionalismos


Historia del Derecho Foral Valenciano (prácticas)

Curso 2001-2002

4ª práctica:

La cuestión foral en los ss. XIX-XX en relación con los nacionalismos

Índice:

Introducción histórica

La cuestión catalana

La cuestión vasca

La cuestión valenciana

La cuestión gallega

Conclusiones

Bibliografía

Introducción histórica

Este cuarto trabajo abarca un periodo bastante extenso (1875-1931), tradicionalmente llamado “Restauración borbónica”. Cuatro son, a nuestro parecer, las características esenciales para ayudarnos a entender el fenómeno nacionalista:

1.- Implantación y desarrollo del sistema canovista: vuelven los Borbones con Isabel II articulándose un sistema político en parte novedoso, cuyo objetivo es conseguir una estabilidad política que permita desarrollar y asentar los intereses de los grupos oligárquicos conservadores o liberales. El aparato de poder se construye, pues, sobre una Constitución, ciertamente flexible, como es la de 1876, contando con el apoyo de la Iglesia, de un ejército al que se intenta profesionalizar y de personajes civiles dedicados al exclusivo ejercicio de la política; pero en ningún caso se pretende integrar otras fuerzas políticas que, sin embargo, han ido perfilándose en la etapa anterior.

2.- Estas mencionadas fuerzas políticas opositoras, pese a su situación marginada, van a ir adquiriendo una mejor organización, una entidad propia y una conciencia política, como fue por un lado el caso del nacionalismo, especialmente el caso catalán; y por el otro, el movimiento obrero, que se definirá a partir de dos opciones políticas muy diferenciadas: la anarquista pivotando entre CNT y AIT, y la socialista organizada alrededor del PSOE y UGT.

3.- Pese al desarrollo económico que caracteriza a la Restauración, el desastre colonial de 1898 despierta al país a una triste realidad nacional: los avances del sector industrial lo fueron a costa de una hipoteca con el exterior (fundamentalmente Inglaterra, Francia, Bélgica y Estados Unidos); y en el sector agrario, si existía un relativo avance, mantenía el lastre de la persistencia de sistemas arcaicos y fuertemente arraigados (latifundismo, jornalerismo). Es entonces cuando comienza a ser cuestionada la validez del sistema canovista.

4.- Es a partir de este momento (1898) cuando los diferentes sectores, unos apoyando a la Restauración y a la oposición otros, inician un proceso de claro enfrentamiento. La tensión estallará en tres importantes momentos: 1898 (Desastre de Cuba), 1909 (Semana Trágica) y 1917 (la gran crisis, los intentos revolucionarios obreros y militares, más de 800 atentados). El vaso lo colmará el desastre de Annual (1921), con 12.000 pérdidas humanas en la cada vez más odiosa campaña de Marruecos. En este momento se conjugan cuatro elementos en crisis: ejército, fuerzas parlamentarias, fuerzas nacionalistas y el movimiento obrero. La descomposición del sistema político creado en 1874 derivará a la fórmula de emergencia que supuso la proclamación de una dictadura (1923, Primo de Rivera), solución propuesta ante la incapacidad de resolver aquellos problemas sociales que, existentes con anterioridad, adquirían una gravedad cada vez mayor.

La opción dictatorial estuvo en la línea del contexto histórico del momento: se buscaba como fuera preservar el orden y tal vez conseguir una cierta estabilidad económica aunque con los defectos de un sistema autoritario. La feroz represión de Primo llevó a todos los partidos de corte republicano a un frente común contra los partidos monárquicos; la convocatoria de elecciones municipales en abril de 1931 y el triunfo de las fuerzas de progreso (republicanas) ante la sorpresa de los convocantes, que daban por segura la victoria del grupo en el poder y que determinará la salida de España del rey Alfonso XIII. Este será el tributo a un impresionante desgaste político provocado por la histórica resistencia de la Corona a permanecer inactiva. Valoramos el voto republicano como unas ansias de cambio más que una voluntada conscientemente republicana, un “no” a una monarquía que había propiciado una solución militar como colofón a una etapa de gobierno de la Restauración durante la cual no se habían resuelto ninguno de los problemas pendientes del país.

Sin embargo, respecto al tema que nos ocupa, la República no será la solución definitiva. Los grandes propietarios eran reacios al más mínimo cambio que supusiera la pérdida de su poder hegemónico y tampoco tuvieron un eco favorable las ansias nacionalistas y autonómicas incluso entre los mismos republicanos (como veremos en la práctica 5ª).

Por ello, es frente al centralismo donde comenzarán a surgir los movimientos nacionalistas modernos en la Península. Vamos a detenernos someramente en cada uno de ellos y ver con qué intenciones se levantó la bandera de los derechos forales en la búsqueda ideológica de su nacionalismo, regionalismo, o mera supervivencia de la estructura burguesa liberal.

La cuestión catalana

Un sentimiento preexistente de identidad regional avivado por un proceso de adaptación capitalista

En el siglo XIX la gran burguesía agraria había construido su estado liberal sobre un modelo centralista poco congruente con la tradicional heterogeneidad de los pueblos de España. Mientras ese Estado trataba de perfeccionar sus aparatos y cuerpos legales en ese sentido (Constituciones, Codificación, Abolición de fueros, sistema de telégrafo eléctrico, de ferrocarriles, centralización de la prensa...) se apuntaban rasgos de una tendencia diversa a través del federalismo catalán, tras la supresión de los fueros y paralelamente a un proceso de transformación de la sociedad, cuando todavía el burgués catalán medio aceptaba con agrado una tregua durante el periodo de la fiebre del or o(hasta 1882-83). Valentí Almirall será quien se separará en 1881 de Pi y Margall, creando al año siguiente el Centre Català. De ese federalismo y del tradicionalismo de Torras y Bages, surge el catalanismo de clases medias. En 1885 la presentación del Memorial de Greuges supone la incorporación de la burguesía industrial al movimiento. En 1888 el sector burgués conservador se separa del Centre para formar la Lliga de Catalunya, efectuando en ese mismo año peticiones concretas a la regente en (oficialidad de la lengua, tribunales propios...), pero será todavía un mensaje de la burguesía media. La alta burguesía (Girona, Comillas...) sigue formando el llamado grupo catalán de Madrid.

En 1891 se creó la Unión Catalanista, como confederación de diversos grupos nacionalistas catalanes, dirigida principalmente por la Lliga. Fue este grupo quien organizó la asamblea de Manresa(marzo 1892)de la que salieron los que fueron considerados los fundamentos del programa de autonomía catalana, redactados por Prat de la Riba. No obstante, las bases de Manresa no eran enteramente representativas de la burguesía industrial catalana, la fuerza más importante residía aún en los grandes propietarios y en el grupo intelectual, acaudillado por el mismo Prat de la Riba.

Habrá que esperar a la guerra de Cuba para que se produzca una evolución en la conciencia burguesa catalana. Todavía buena parte de ella no querrá romper con el poder central y apostará a la dudosa carta del general Polavieja; la mayoría de la burguesía industrial se sumará a las juntas de adhesión del general, las cuales acabarán transformándose en Unión Regionalista. Se crea el Instituto Agrícola Catalán, la Sociedad Económica de Amigos del País, Ateneo de Barcelona y otros organismos.

La experiencia de tendencia centralista de Polavieja no tiene grandes resultados, y en consecuencia la burguesía catalana se hará definitivamente catalanista(nacionalista), para lo cual la Unión Regionalista se fusionará con el Centre Escolar Català, formado por los jóvenes intelectuales que antes habían abandonado la Unió Catalanista. Ya en vísperas de las elecciones de 1901 se formará la Lliga nueva, partido interclasista y catalanista(con Prat, Cambó, Vergader, Carner,...) que durante tres o cuatro lustros tratará de hegemonizar el catalanismo e impedir la fusión de este con la izquierda.

La cuestión vasca

En el País Vasco en cambio el Fuerismo fue lo que tuvo mayor importancia con relación a los movimientos nacionalistas. La supresión de los fueros fue considerada como un ataque a los vascos en lugar de a los carlistas. La sociedad vasca se modernizaba a gran velocidad, las condicione económicas mejoraban considerablemente y las ciudades crecían. En esta coyuntura Sabino Arana sirve de detonador a un grupo nacionalista surgido en 1893, que extenderá rápidamente su influencia. En 1894 se fundó la primera sociedad nacionalista, el Euskaldun Batzokija, y en 1895 se constituyó el Bizkai Buru Batzar, directorio supremo del nacionalismo vizcaíno (que será luego vasco); el Partido Nacionalista Vasco es fundado por Arana en 1897. Su primera implantación se realizó en medios de pequeña burguesía y profesionales de Bilbao y su provincia. En 1895 Arana fue elegido diputado provincial por Bilbao y gozó por ello del apoyo del grupo de los llamados euskalerriacos, al frente de los cuales estaba Ramón de la Sota, que a finales de dicho año entrará en el PNV.

Con alguna que otra excepción, como las señaladas, la gran burguesía no tomará parte en los movimientos nacionalistas, sino que se integrará económica y políticamente en el bloque oligárquico central. Oscilará durante la Restauración al sol que más calienta. El volumen de inversiones, la concentración y la naturaleza de sus explotaciones (siderurgia, energía eléctrica...) le plantea la necesidad de dominar todo el mercado español.

La doctrina de Sabino Arana se basa en dos antítesis, un principio y una evolución. La primera antítesis se establece entre la religión y el liberalismo, y la segunda entre España y el País Vasco. La evolución la plantea Arana en su trabajo El partido carlista y los fueron vasconavarros. El nacionalismo es esencialmente antiespañol y antimonárquico. Los Fueron no pueden ser solamente un derecho adicional, sino las leyes del País Vasco. El principio del nacionalismo lo aprendió Sabino Arana en Barcelona.

Euzkadi es una confederación de seis “pueblos”: Bizcaia, Araba, Guipuzkoa en territorio ahora español con Nabarra-Benabarra; y en el País Vasco francés Laburdi y Zuberoa además de la Navarra transpirenaica. Arana creó la bandera bicrucífera blanca y verde sobre fondo rojo (ikurriña), que era la bandera para Vizcaya que luego se aplicó a todo el País Vasco.

El ideario de Sabino Arana aparece en varias fuentes como la Doctrina política y el Ami Vasco, editado tras la muerte de Arana.

El nacionalismo vasco radical se basa en tres tesis fundamentales:

1.- La exaltación político-religiosa. Se propone un sistema más radical que el del Antiguo Régimen y se instaura una verdadera teocracia.

2.- El racismo integral. El sistema político que defiende el derecho de la raza vasca a vivir con independencia de toda otra raza. Rechaza los matrimonios de vascos con personas de otras regiones.

3.- El radicalismo antiespañol. Arana se equivoca totalmente en su interpretación histórica cuando afirma que nnca ha existido una vinculación entre españoles y vascos.

El lema del Partido Nacionalista Vasco consiste en la expresión Dios y Leyes Viejas.

Las “Leyes Viejas” son los Fueros. Este término a veces se dice en plural y a veces en singular. Significa privilegio privativo otorgado por la Corona o por el titular de un Señorío.

Los Fueros Vascos son el conjunto de los fueros particulares de cada una de las Provincias Vascongadas. Nunca ha existido un Fuero unificado para todo el País Vasco. Cada uno de los fueros provinciales tiene sus peculiaridades, pero todos poseen rasgos comunes.

Los Fueros se van formando por la costumbre durante la fase histórica en que las Provincias Vascongadas eran independientes de ningún poder externo. Cada uno de los fueros provinciales adquiere fuerza de ley cuando cada provincia se incorpora a la Corona de Castilla. Los fueros se transmitían por tradición oral, pero después del pacto de cada provincia se ponían por escrito.

Entre las adiciones posteriores se incluían como fueros algunas que contradecían a disposiciones forales anteriores. Al no estar las Provincias completamente romanizadas, la nacionalidad de sus dirigentes no tiene el mismo sentido que entre los pueblos romanizados.

La transcripción de los Fueros Vascos no fue simultánea. La identidad fundamental de los Fueros Vascos no se puede aplicar sin más a los Fueros de Navarra. A partir del siglo XVIII hubo cierta coordinación foral entre las provincias, que no una identidad política común.

Las características comunes del régimen foral se esquematizan en:

1.- Los reyes juraban los Fueros de cada una de las Provincias y de Navarra, aunque para asuntos importantes tenía un representante en cada una, excepto en Álava.

2.- El autogobierno para asuntos privativos de cada provincia lo ejercían los órganos forales.

3.- Las instituciones forales provinciales las formaban los representantes de las entidades locales.

4.- Éstas mismas instituciones ejercían un autogobierno limitado.

5.- Las Tres Provincias poseían una institución básica, el pase foral.

6.- Eran numerosas las disposiciones forales que regulaban la vida económica de las Provincias.

7.- Los Fueron Vascos establecían un conjunto de exenciones fiscales

8.- Los habitantes de las Provincias tenían la exención del servicio militar, aunque no era absoluta.

9.- Las Provincias poseían un derecho civil propio, pero variado. La propiedad privada posee un sentido más familiar que individual.

10.- En Vizcaya y Guipúzcoa todos los vascos eran nobles.

El conjunto de Fueros representaba una forma de ser con claros orígenes medievales, que para los vascos era como una segunda naturaleza.

Desde los tiempos de Arana el nacionalismo vasco no se comprende en sus orígenes sin la presencia del integrismo clerical. Al fin de la década de los cincuenta, al empezar el desarrollo económico y social de la época de Franco, una parte de la Iglesia es determinante para el nacimiento de ETA, por parte de un grupo de alumnos de los jesuitas descontentos con los dirigentes del Partido Nacionalista Vasco.

La cuestión valenciana

Es muy tardía, de la década de 1920, hija de una estructura caciquil (de pucherazo y clientelismo político) y de un desarrollo capitalista de tipo mediterráneo, con bastante retraso respecto al nor-europeo.

A diferencia del catalán, el nacionalismo valenciano no arraigó entre los sectores populares -la pequeña burguesía en especial- y afianzarse como un amplio movimiento interclasista. Su localización geográfica (casi exclusivamente la ciudad de Valencia) complicaba más las cosas. La incapacidad que mostraron, por otra parte, los dirigentes del valencianismo político de la capital para establecer nexos de unión con las otras dos provincias, “... parece confirmar la falta de vertebración de este territorio, atribuible tal vez en parte a la gran diversidad socioeconómica de sus tierras desde tiempos remotos” y seguía pendiente en vísperas del estallido de la I Guerra Mundial.

En la fase más avanzada de su desarrollo, se movió torpemente ante una disyuntiva que subsiste todavía hoy, una alternativa que novedosamente no se plantea entre los otros movimientos nacionalistas: “...afirmar su personalidad específica, incluso frente a Cataluña; o por el contrario, integrarse en el movimiento pancatalanista, disyuntiva que no llegará a resolver antes de 1936”.

La cuestión gallega

En Galicia se partió también de un Rexurdimiento cultural en el que la obra de Rosalía de Castro, Curros Enríquez, etc., contribuyó a revigorizar el idioma y al desarrollo literario. De ahí se pasó a los planteamientos políticos en la obra de Alfredo Brañas, de evidente inspiración foralista e incluso carlista, y de Manuel Murguía, que preside desde 1890 la Asociación Regionalista Gallega. Además de estas corrientes, de importancia predominantemente intelectual, el problema central gallega, al terminar el siglo, seguirá siendo el de las rebeldías campesinas y el atraso estructural: “...mientras que los regionalismos catalán y vasco eran los movimientos de protesta de regiones desarrolladas, el gallego significó la protesta de una región deprimida, abandonada por el Estado central”.

Conclusión

No cabe duda de que España vive hoy las consecuencias de un problema nacional aún no resuelto, secuela de un complejísimo proceso histórico. Al ejercicio de los poderes propios por los históricos reinos hasta el siglo XVIII, siguió la tendencia centralizadora de los Borbones, mantenida por la burguesía decimonónica. El fracaso evidente de esta forma estatal provocó la aparición de los entonces llamados “regionalismos”. Gran parte de esos viejos problemas siguen pendientes, y otros nuevos han surgido (sin más, mírense los acontecimientos de los últimos 20 años). Para España, la clave de su futuro está en su solución.

Bibliografía

Artigues, A.: Lucha de clases y movimientos nacionales en España, Madrid, 1988

Artola, M.: Partidos y programas políticos, 1808-1936. I. Los partidos políticos, 2 vols., Madrid, 1991, I

Carnero, T.: “Economía y poder político en el País Valenciano, 1870-1914”, en Debats, nº 8, Valencia, 1984

Carr, R.: España, de la Restauración a la Democracia, 1874-1931, Barcelona, 1983

vv.aa.: Historia del pueblo valenciano, 3 vols., Valencia, 1988, III

Artigues, A.: Lucha de clases y movimientos nacionales en España , p. 37

Tesis tomadas de Carr, R.: España, de la Restauración a la Democracia, 1874-1931 , pp. 102-103

Carnero, T.: “Economía y poder político en el País Valenciano, 1870-1914”, en Debats, nº 8, p.11

Cerdá, M.: “Represión, reformismo y protesta social” en VV.AA.: Historia del pueblo Valenciano, III, p. 784

Artola, M.: Partidos y programas políticos, 1808-1936. I. Los partidos políticos, I, p. 438

Carr, R.: España, de la Restauración a la Democracia, 1874-1931. , p. 103

1




Descargar
Enviado por:El remitente no desea revelar su nombre
Idioma: castellano
País: España

Te va a interesar