Filosofía y Ciencia
Niezstche y el vitalismo
NIETZSCHE Y EL VITALISMO
Tras una época de profundos cambios en la sociedad, la ciencia y la mentalidad del hombre, el siglo XIX se cierra con la aparición de una serie de corrientes de pensamiento opuestas al positivismo, dominante en la segunda mitad de siglo. El vitalismo es una de estas corrientes; en medio de la profunda crisis que sufre Europa como preludio de la Primera Guerra Mundial, y superando una concepción mecanicista del mundo, el vitalismo recupera valores que el positivismo había rechazado, colocando a la vida y al individuo en un primer plano.
El positivismo había sustituido al pensamiento romántico hacia la mitad del siglo XIX. La revolución industrial y el avance tecnológico habían traído consigo una serie de ideas que repercutirían en el pensamiento de la época:
El hombre es capaz de transformar la naturaleza, y debe hacerlo (una idea que en parte venía de Descartes). La naturaleza es un material de trabajo que los hombres deben utilizar y aprovechar, hasta llegar a ponerla a su servicio.
La ciencia pasa a convertirse en Física, la ciencia de la naturaleza, adquiriendo una gran importancia.
La técnica y las máquinas son la aplicación de la ciencia, y por tanto de la razón.
Por este tiempo la sociedad estaba sufriendo las consecuencias de la revolución industrial, que había echado abajo el Antiguo Régimen. La organización del régimen político basado en la religión dejó de ser válida, y la estructura social se había roto por el fenómeno industrial. De esta forma la sociedad estaba entrando en una época crítica, donde el sistema de ideas válido hasta entonces estaba perdiendo vigencia, mientras que otro nuevo orden iba a ser construido sobre un nuevo pensamiento: el positivismo. Las pretensiones de este pensamiento no se limitaban a ser una teoría del saber, ni a una ciencia determinada o a una sistematización de las ciencias, sino que aspiraba a ser una filosofía. Su fundador y máximo representante fue Augusto Comte, que en su obra Curso de filosofía positiva refleja claramente este pensamiento y expone con claridad sus puntos:
Propone una nueva forma de racionalidad: la racionalidad científica.
Confía en el progreso indefinido, como ya hacían los ilustrados. El progreso sería entendido como el paso de una época orgánica (en la que la sociedad está asentada sobre unas creencias firmes) a una época crítica (donde estas creencias se derrumban y una nueva sociedad se construye a partir de un sistema de ideas superior).
El positivismo pretendía mantenerse en el terreno de los hechos, es decir, los datos recogidos por los sentidos, y las leyes generales que se extraen de ellos.
Considera a la ciencia como la guía única de la Humanidad, e instrumento para cambiar la sociedad.
Optimismo tecnológico.
Hace una descalificación de la filosofía anterior, en la medida en que ésta era especulativa y no se apoyaba en los “hechos” que podían ser observados, sino que se intentaba ir más allá. Para Comte las interminables discusiones filosóficas, que no habían llevado a ningún tipo de conclusión, eran inútiles. La Metafísica se convierte entonces en un pensamiento estéril. Lo que él llamó “positivo” fue identificado con lo real, en oposición a lo fantástico, que sería el pensamiento anterior; se extiende la idea de que el hombre debe dedicarse a las investigaciones basadas en hechos experimentales, ya que son las únicas susceptibles de ser tratadas dentro de un marco científico y capaces de aportar certezas al conocimiento humano. Propone sustituir la búsqueda de la esencia de las cosas por un estudio de las leyes de la naturaleza. De esta forma, la filosofía positivista colocaba una nueva barrera para el conocimiento humano, al declarar lo metafísico incognoscible.
Por esta razón, el positivismo supone la renuncia al saber absoluto, para centrarse en la búsqueda exclusiva de las leyes que explican los hechos.
La ambición del proyecto de Comte radicaba en su intención reformista: pretendía convertir el desorden revolucionario del siglo XIX en “orden” y “progreso” por medio de la filosofía positiva. La etapa anterior se convirtió entonces en la “infancia de la filosofía”, una etapa preparatoria e inútil, pero a la vez necesaria e inevitable, que ahora debía ceder el paso a la ciencia. Todo saber queda reducido a saber científico (cientifismo) y la realidad es sólo aquello que puede ser conocido por la ciencia (reduccionismo). Este espíritu positivista se generaliza, convirtiéndose en un sustituto de la filosofía.
Sin embargo, antes del cambio de siglo, una fuerte reacción contra las teorías de Comte se dejará notar. Las primeras críticas surgen desde la propia ciencia. Heisenberg, en 1955, expone con claridad lo que había ocurrido. De acuerdo con sus argumentos, la ciencia había empezado reconociendo su validez dentro de unos estrechos límites en los que sus enunciados eran aplicables. Al intentar convertir la ciencia - la Física - en una filosofía, sus enunciados se estaban considerando válidos sobre todo el conjunto de la Naturaleza. La ciencia no estaba guardando conciencia de sus límites. Heisenberg dice: “Si la Física deja en suspenso la decisión sobre qué son los cuerpos, la materia, la energía, etc. - y sólo con esa condición -, entonces puede alcanzar conocimientos sobre las propiedades singulares de los fenómenos”.
Esto se vería plasmado más adelante en el ámbito de la ciencia: se demuestra que la verdad no se corresponde con la realidad empírica, tal y como afirmaban los positivistas. Las geometrías no euclideas demuestran que las proposiciones fundamentales de la geometría pueden ser hipótesis no evidentes; la teoría de la relatividad de Einstein, más tarde, niega la existencia de sistemas de referencia absolutos y extiende la idea de relativismo; en general, los científicos insisten en el carácter convencional de las teorías físicas, y de esta forma las explicaciones que la ciencia daba hasta ahora de los fenómenos no son ya leyes fijas, sino sólo probables e indeterminadas.
En el campo de la filosofía, surgirán corrientes como el vitalismo, pragmatismo, el historicismo, espiritualismo e incluso una prolongación del idealismo alemán. Un profundo cambio tiene lugar en la mentalidad del hombre europeo, que determina esta época de transición. Nacen todas estas explicaciones no mecanicistas, intentando recuperar valores que habían sido enterrados por el positivismo: la vida, la libertad, el individuo, el espíritu,…
Se llama vitalismo al sistema filosófico que considera la vida, y especialmente la vida humana, como la realidad primordial o central. Aunque agrupó bajo este término a filósofos muy diferentes, todos ellos tienen un denominador común: la oposición al mecanicismo y al positivismo, la consideración de la vida coma la realidad radical, y por lo tanto, insustituible e irreductible a cualquier otro tipo de realidad. El vitalismo puede, sin embargo, referirse a la vida desde dos puntos de vista diferentes: el biológico y el biográfico(la vida como existencia humana vivida). Los filósofos más destacados fueron Nietzsche, Bergson, Dilthey y Ortega y Gasset.
El vitalismo de Dilthey está fuertemente ligado al historicismo. Plantea el concepto de vida como:
Realidad radical y sólo comprensible desde sí misma.
La vida es un flujo incesante en el que se funden hombre y mundo. Desde este punto de vista la filosofía se convierte en una “hermenéutica de la vida”, ya que las categorías estáticas que se estaban utilizando (“substancia”, “yo”, “sujeto”) no encajan con el dinamismo de la vida. La filosofía es entonces exigida por la propia vida, y debe ocuparse de abordar el enigma y los problemas de la vida. La mejor forma de
aproximarse a esta respuesta es la reflexión sobre las manifestaciones históricas.
3. Defiende que la vida y la historia son prácticamente lo mismo: la historia es la vida concebida desde el punto de vista del conjunto de la humanidad, y el hombre es una esencia histórica. “La vida misma es un enigma que exige una interpretación y una comprensión, y para ello los hombres parten de sus vivencias repetidas”. Tiene una
concepción cíclica de la historia, y cree que toda comprensión debe de realizarse desde ella; nada puede verse fuera de un contexto histórico. La historia es, por tanto, un conjunto de estructuras históricas dinámicas, de forma que cada época histórica constituye un horizonte cerrado, pero transitorio.
El proyecto de Dilthey fue, en cierto modo, análogo a aquel que se había propuesto Kant, en el sentido de que intentó hacer una “Crítica de la razón histórica”. Intentó determinar la especificidad de lo que el denominó las ciencias del espíritu (historia, política, literatura, arte,…). Su intención última consistía en el esclarecimiento de la naturaleza y estructura de la vida humana y su dimensión histórica. “Historia” y “vida” son los conceptos fundamentales en su filosofía, que tiende, a partir de la historia, a una concepción sistemática de la vida como realidad radical.
Su filosofía, al tiempo que conecta con la idea de sus contemporáneos de conciencia histórica, recuperación de ciertos valores y exaltación de la vida, es también una escapada de parte de lo que se estaba viviendo en aquel momento:
La positivización del saber y las ciencias, que se debía, según Dilthey, a una confusión de las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu. Para él es un error ontológico entender la vida como algo natural.
El escepticismo que reinaba en el momento, el cual era consecuencia de la anarquía de los distintos sistemas filosóficos, que se contradecían. Para Dilthey el fallo de la filosofía anterior estaba en la pretensión de llegar a respuestas absolutas y en el intelectualismo. Pero también hay una crítica por su parte al escepticismo y relativismo que predomina tras la desvalorización de la filosofía, de forma que intentará escapar de ellos.
Por otra parte, Henri Bergson unirá varias corrientes de su época: el evolucionismo (inspirado en Spencer), el espiritualismo francés, el pragmatismo(James), el positivismo y las aportaciones de la ciencia, y el vitalismo. En general, la síntesis que realiza de estas corrientes quiere luchar contra la concepción mecanicista y positivista de la realidad; es, por tanto, una superación del positivismo, que intenta “legitimar” a la metafísica como experiencia humana plena y total.
En las primeras obras de Bergson se aprecia una reacción contra la consideración positivista de los fenómenos psíquicos. Bergson defiende que los estados de conciencia no pueden ser medidos más que cualitativamente: no pueden ser estudiados cuantitativamente ni ordenados en el espacio, porque se funden y se interpenetran en una continuidad inseparable: el flujo de la conciencia, que ya había sido mencionado por James. De esta forma, la duración (durée) de la vida interior no puede ser medida físicamente. Como aportación del espiritualismo francés, encontramos en Bergson una defensa de la libertad, posicionándose así en contra del determinismo: la vida interior no está regida por leyes o procesos causales, sino por motivos; decir que está determinada por un motivo es afirmar que la persona se determina por sí misma, es decir, que es libre. Pero por encima de todo la filosofía de Bergson ve una distinción clara entre el espíritu y la materia, con la consiguiente valoración del espíritu que el positivismo había despreciado. La existencia de este espíritu es independiente, y su vida es “duración” fluida y continua. La vida interior o espiritualidad que reivindica se caracteriza por:
Estar constituida por este continuo devenir o flujo de los estados de conciencia
No es espacial ni calculable cuantitativamente; es un devenir cualitativo e indivisible
Ausencia de determinismo: libertad imprevisible. De esta forma se rechaza el mecanicismo que impregnaba el pensamiento de la época: la vida interior es pura e imprevisible creatividad espontánea. No existe ni necesidad ni mucho menos finalidad alguna.
Existirán entonces para Bergson dos facultades del conocimiento:
La inteligencia, facultad que el hombre ha venido utilizando para la ciencia: divide la realidad, la congela, la cosifica, la coloca en un espacio y un tiempo, la mide,…Permite fabricar instrumentos, y hace por tanto que el hombre sea más un homo faber que homo sapiens. La inteligencia no está adaptada para el conocimiento acerca de la vida porque intenta diseccionar una realidad que no puede entenderse mas que como un devenir de acontecimientos.
La intuición es la otra facultad del conocimiento que permite conocer la realidad misma de la vida interior, como vida y duración. El conocimiento que aporta la intuición es un conocimiento que, al contrario que el de la inteligencia, no maneja conceptos. Penetra en la profundidad de la existencia, captando el devenir, la duración y la vida como un flujo continuo en su totalidad. La intuición es aquella facultad sobre la cual puede construirse una metafísica bien fundamentada. Permite comprender que el mundo es vida y duración, y que el fondo de la realidad no se encuentra en partículas orgánicas, como afirmaba el positivismo, sino vida, impulso vital (élan vital). El hombre es capaz de superar la dominación de la inteligencia y llegar al impulso vital, que, de acuerdo con sus palabras, “es de Dios, si no es Dios mismo”.
Bergson se incorporó de esta forma a los filósofos que reaccionaron frente al positivismo intentando encontrar en la dimensión espiritual y la experiencia vital el motor de su filosofía. Otro de estos filósofos fue Ortega y Gasset.
Ortega y Gasset, posterior a Dilthey y Bergson, también haría hincapié en el concepto de vida como realidad radical, de la siguiente forma: creía que nada, ni siquiera el pensar, (al contrario de lo que creía Descartes, es anterior a la vida. Por lo tanto la vida se convierte en la realidad más indudable del universo. Cualquier realidad que pueda considerarse presupone la vida como realidad que la fundamenta. La filosofía pasa a ser con él una “forma particular del vivir que supere el vivir mismo”
Pero Ortega no pretendía simplemente potenciar este concepto de vida, ni tampoco trataba de describir la vida (como había hecho la fenomenología), sino que había una teoría de la realidad, radicalmente distinta de la tradicional, escondida detrás de dicho concepto. Para ello jugará con dos conceptos: perspectiva y circunstancia.
Para Ortega el ser del mundo es perspectiva, es decir, las perspectivas individuales, personales e intransferibles, constituyen un conjunto o pluralidad de perspectivas irreductible. La única forma de acercarse a la realidad del mundo es mediante la aceptación de esta pluriperspectiva(rechaza de esta forma la perspectiva eterna anterior). Por otra parte, Ortega une la perspectiva a una determinada circunstancia, tanto humana como histórica. El individuo elabora entonces en su circunstancia su proyecto humano, es activo dentro de ella. Así, la base de la teoría de la realidad es la vida humana, que da diversos sentidos sobre lo real. Al mismo tiempo, Ortega define y expone una serie de categorías de la vida: finalidad, proyecto, libertad, temporeidad, …
Podemos encontrar claras afinidades con Nietzsche, tanto en el concepto de perspectiva como al señalar la temporalidad de la vida, y de nuevo hay un punto de afinidad en una crítica (aunque más ligera que la nietzscheana), a Sócrates. Ortega pensaba que Sócrates había puesto la razón pura por encima de la vida, por desconocer que eran dos realidades diferentes que limitaban entre sí. Lo que el denominó “El tema de nuestro tiempo”, título de una de sus obras, consistía en someter la razón a la vitalidad, localizarla dentro de lo biológico, supeditarla a lo espontáneo. En este sentido podría decirse que su vitalismo es biológico; sin embargo, Ortega se defendió contra los que consideraban su pensamiento como un vitalismo argumentando que no había por su parte una pretensión de reducir todo lo humano a pura biología, ni tampoco desvalorizar la razón.
Pero tampoco pretende imponer las estructuras de la razón, por lo que no puede ser considerado racionalista. En vista a esto, se define su pensamiento como raciovitalista, de forma que reconoce el valor de la razón pero también la intuición, siendo su objetivo hacer que “la razón pura ceda su imperio a la razón vital”. También hay algo de historicismo en él: “el hombre no es naturaleza sino historia”, ya que “la vida no es lo que hacemos sino lo que nos pasa”. En este punto podrían encontrarse analogías entre él y los análisis existencialistas, en especial los de Heidegger: vivir es encontrarse en el mundo, entre las cosas, ocupándose de ellas y dándoles finalidad, etc.
Prácticamente toda la filosofía de Nietzsche está impregnada de vitalismo. Encontramos en Nietzsche, por encima de todo, una clara reivindicación de la vida. Hará una serie de críticas a aquellas posturas filosóficas o del pensamiento en general en cuanto que engloban actitudes hacia la vida con las que él está en desacuerdo.
En su crítica a la moral, Nietzsche ataca a la moral contranatural, es decir, aquella moral que se opone a los instintos del hombre, a sus inclinaciones; en este punto su posición recuerda bastante a la de los sofistas Trasímaco y Calicles. Este tipo de moral, según Nietzsche, se dirige contra los instintos de la vida, y es, en último término, una condena hacia esos instintos, y por lo tanto hacia la vida misma. Critica directamente a la moral cristiana, impuesta como norma de conducta, y también al orden moral del mundo; en su filosofía este orden proviene del hombre, el cual posee metas y leyes, siendo éstas parciales y humanas. Dios ha sido, en este sentido y durante siglos, la gran objeción contra la vida. Utilizó para referirse a esto la metáfora de Apolo (el dios de la lógica, la razón) y Dionisio (dios del placer y la desmesura). Durante siglos la moral contranatural intentaba crear hombres tomando como modelo a
Apolo; el nuevo hombre deberá ser una síntesis de los dos donde el carácter que prime
sea el de Dionisio.
En cuanto a la metafísica tradicional, un aspecto fundamental de la crítica de Nietzsche radica en la valoración de la vida misma: mientras que en la tradición platónica la vida era un mero tránsito, un castigo para el alma que anhelaba llegar al mundo suprasensible, para Nietzsche no existe tal mundo. Sería una simple invención que sirvió durante siglos como fórmula de escape para el hombre en el enfrentamiento con la realidad, con la vida, que además había optado por despreciarla. Para Nietzsche la única realidad es la terrenal. Por otra parte, Nietzsche, al igual que Ortega y Gasset, creía que la vida era perspectiva. La metafísica tradicional, por el contrario, consideraba al ser como algo fijo e inmutable; la movilidad que aporta la pluriperspectiva había quedado reducida a lo sensible, lo falso en la filosofía platónica. Por lo tanto Nietzsche critica a esta filosofía por oponerse al devenir de la vida, a su dinamismo. Se opone también al uso de conceptos, por ser éstos demasiado individuales y prescindir de la vivencia personal e individualizada. El concepto no puede captar esta realidad de la vida, en constante devenir y cambio. (Coincide con Bergson). Propone en su lugar un lenguaje metafórico que explique la realidad desde la perspectiva individual. Dirige de la misma forma su crítica hacia las ciencias positivas, al igual que el resto de los vitalistas citados, por su visión cuantitativa de la vida, su intromisión en la moral, y la relación con el estado.
El nihilismo fue otro de los blancos de Nietzsche. Es la cristalización lógica e inevitable de la cultura de Occidente. El nihilismo es desorientación y duda tras el derrumbamiento de la filosofía platónica. Pero a la vez la época nihilista es necesaria para la llegada de una nueva perspectiva, una nueva valoración sobre la vida y el hombre.
Además de toda esta crítica, hay una serie de propuestas en la filosofía nietzscheana que
muestran con claridad la reivindicación por la vida y la experiencia personal. Hay una exaltación de la expresión individual y el uso de metáforas, de la creatividad artística, que constituye lo que el llamará la voluntad de poder. Reivindica también una filosofía autobiográfica; apoya una
transmutación de los valores que conduzca a la recuperación de los instintos vitales del hombre, a
afirmar la tierra, la vida total, en todos sus aspectos; también hay en él una defensa del error como parte de la vida; y de hecho una de sus ideas principales, la del superhombre, es la expresión máxima de la pasión por la vida y por el hombre.
COU A Nº 35
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Enviado por: | Catarina |
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