Filosofía y Ciencia
La evolucion cultural
Índice
1- Introducción
2- Desarrollo {Evolución
{Cultura
{Evolucionismo cultural
{Desde la prehistoria hasta nuestros días
{Religión
{Culturas
{Costumbres
{Mitología
{Arqueología
3- Conclusión {Opinión personal
{Bibliografía
Introducción
Con este trabajo sobre la “Evolución Cultural”, lo que pretendo es ampliar mis conocimientos en este aspecto, al cual nunca le había dado tanta importancia como ahora, ya que será parte de mi nota en la asignatura de Filosofía.
Empezare con una concepción del hombre actual, en función de las influencias social, cultural, económica, religiosa y tecnológica.
- El Hombre como ser social.
El hombre, según decían los griegos, es un animal político, o sea, sociable y ciudadano. Es un animal que habla y que tiene ética y moral.
Plauto y Hobbes decían que el hombre no es sociable, sino que es agresivo y egoísta.
La verdad es que el hombre es, efectivamente, egoísta y agresivo, pero ha decidido vivir en sociedad para poder beneficiarse de las bondades de la organización.
- El hombre y la cultura.
La cultura es creada por los hombres y constituye una forma de poner en común el que hacer de las distintas personas. Todos los Hombres aportan a la cultura y se benefician de ella.
- El hombre como ser tecnológico.
La tecnología facilita el aspecto organizacional de la vida en sociedad. Permite, entre otras cosas, la concretización de elementos tan fundamentales para la sociedad como la comunicación, la libertad y la eficiencia.
A pesar de esto existen aquéllos que, por estar confundidos, ya sea por motivos religiosos o por otros de mayor magnitud, temen a la tecnología y se oponen a ella perjudicando a la sociedad.
- El hombre dentro de la estructura económica de la sociedad.
La economía es una forma de interacción que permite y facilita la vida urbana o socialmente compleja.
La importancia de la economía y de la capacidad económica de los individuos es relativa a los ideales personales de cada sujeto dentro de la sociedad. Así, hay personas para quienes los bienes conforman un primer plano en sus vidas; otros para quienes éstos representan solo un medio y no un fin en sí mismos. Y, por último, están aquéllos que reniegan del valor de los bienes económicos considerándolos absolutamente innecesarios.
- El hombre y la religión.
El hombre es un animal que llega a un nivel de inteligencia tan avanzado que es capaz de recordar y relacionar una gran cantidad de información. Como consecuencia de esto podemos decir que el hombre es racional y consciente. Esta característica hace que el hombre se plantee dudas y las responda. No obstante existen dudas, cuestionamientos o problemas que no pueden ser resueltos por la grande pero limitada inteligencia del hombre.
La religión tiene por objeto responder las preguntas incontestables, ser las respuestas que no existen, para así poder proporcionar al hombre sentimientos de paz, seguridad y felicidad.
Desarrollo
Para poder entender y saber de que va este trabajo, tendremos que entender la definición de Evolución y de Cultura:
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La Evolución, ateniéndonos a su significado originario (evolutio, del verbo evolvo), el vocablo “elvolucion” designa la acción y efecto de desenvolverse, desplegarse, desarrollarse algo. “Evolución” es uno de los términos en una numerosa familia de vocablos en cuya raíz halla la idea o la imagen de rodar, correr dar vueltas: “involucion” “devolución”,
“cunvolución” y otros similares. La idea o imagen que suscita “evolución” es la del despliegue, desarrollo o desenvolvimiento algo que se hallaba plegado (o replegado,
arrollado o envuelto. Una vez desenvuelta o desplegada, una realidad puede revolverse o replegarse. A la evolución puede suceder la involución. junto a la citada idea o imagen de desenvolvimiento de lo envuelto, encontramos en “evolución” la idea de un proceso a la vez gradual y ordenado, a diferencia de la revolución, que es un proceso de despliegue súbito y posiblemente violento. El proceso en cuestión puede, en principio, afectar a cualquier realidad. Puede afectar a las ideas o conceptos, de los cuales puede asimismo decirse que se desarrollan o pueden desarrollarse. Sin embargo, sería abusivo adscribir 'evolución. a las ideas o a los conceptos, salvo cuando nos referimos a la llamada «evolución histórica» . Pero entonces no son las ideas o los conceptos los que propiamente evolucionan : evolucionan mas bien las actitudes y las opiniones sobre tales ideas y conceptos. No hay inconveniente en ,hablar de «la evolución de una idea» siempre que tengamos presente que la idea no «evoluciona» al modo como puede «evolucionar» un organismo. Una idea o un concepto pueden mantener ciertos elementos que sólo se van manifestando sucesivamente. Pero es más adecuado decir que la idea o el concepto van explicitando lo que se hallaba en ellos implicito, y que en esta explicitación lo importante no es el proceso temporal, sino el paso de lo menos específico a lo más específico, de los principios a las consecuencias. Si nos atenemos solamente a las imágenes suscitadas por los correspondientes vocablos, podremos asentir a la idea de que los términos “evolución” e “involución” se hallan en su significado "intuitivo» muy próximos a términos como “explicación” e “implicación” , también “complicación”). Además, si consideramos la historia de los vocablos, tenemos que reconocer que han sido usados en muy diversos contextos. Por ejemplo, para algunos místicos de fines de la Edad Media y del Renacimiento, la palabra explicatio designa la manifestación o automanifestación de una realidad: la explicatio Dei Nicolas de Cusa) es equivalente a la teofania. Por otro lado, algunos autores han tomado el concepto de evolución en un sentido metafísico. como desenvolvimiento de una realidad o mejor dicho, de la Realidad.
Ejemplo de esta tendencia es la filosofía de Hegel, para quien lo real es
des-envolvimiento (Ent-wicklung). Finalmente otros autores que han estudiado la evolución en un sentido mas «concreto» , ya sea en un sentido predominantemente histórico (como sucede, varios filósofos de la Ilustración: Turgot, Condorcet, etc.). ya sea en un sentido biológico (como ocurre con las grandes teorías evolucionistas del siglo XIX).
En vista de todo ello, cabe concluirse que es mejor cualificar los distintos significados de “evolución” (o de términos cuyo significado es afín al de “evolución”) Puede hablarse entonces de evolución en sentido teológico. metafísico. histórico. Biológico, etc., o, como hemos indicado antes, de evolución en sentido «conceptual». Sin embargo, separar excesivamente los significados unos de otros llevaría a olvidar que hay elementos comunes en el concepto de evolución inevitablemente, estos elementos comunes son de carácter muy general cabe hablar de una historia de la evolución o, mejor dicho, del evolucionismo como doctrina según la cual la realidad entera o, cuando menos, ciertas realidades, tal como las especies animales, no son estéticas, o no siguen patrones inmutables ) eternos dentro de esta historia figuran algunos manifestaciones del pensamiento chino e indio, especialmente cuando se admite que hay algun principio último del cual han ido surgiendo todas las cosas -las cuales, por lo demas, pueden ser simplemente «apariencias» de tal principio-. Se ha observado que varios presocráticos, como Anaximenes y Anaximandro, se manifestaron en favor de la idea en que las plantas, los animales y los seres humanos se han originado -o ido originando- a partir de principios y fuerzas vitales básicas. En este respecto, una parte al menos de la filosofía presocratica concibe el mundo de un modo distinto, y más «dinámico», que Platón. e inclusive que Aristóteles, los cuales influyeron grandemente sobre la concepción «estética» y «fijista» del mundo y de las especies orgánicas. En los siglos XVI, XVII y XVIII resurgieron las teorías «evolucionistas», en particular las teorías concernientes al desarrollo del universo y a la evolución del sistema solar la astronomía, la geología y la paleontología contribuyeron a la difusión de ideas evolucionistas. Estas se desarrollaron a lo largo de varias líneas, de las que mencionaremos cuatro, no necesariamente en orden cronologico. Primero, las diversas doctrinas -«doctrinas ontogenéticas»- que se ingeniaron antes del siglo XIX para explicar como de un germen puede emerger un organismo entero. Leibniz había puesto ya de relieve que la diferencia entre el germen y
el organismo adulto parece muy grande sólo cuando no se tienen en cuenta las fases intermedias según la «ley de continuidad». Pero con ello Leibniz no hacia, sino indicar una «condición formal general», en el desarrollo -condición sin la cual, por lo demás, no puede hablarse propiamente de desarrollo-. Durante el siglo XVIII se discutió mucho cómo tiene efectivamente lugar la «evolución» del organismo: si mediante epigénesis
-o sucesiva incorporación mediante preformación; de un organismo ya formado al principio bien que en proporción mas reducida-. Se trataba aquí de dar cuenta del proceso ontogenético -como se había hecho ya, por lo demás, desde la antigüedad según puede verse en el De generatione animalium, de Aristóteles- La doctrina ontogenética preformista recibió el nombre de «evolucionista» por cuanto se suponía que había un auténtico desarrollo de lo previamente «arrollado». Tal doctrina, además, fue siendo elaborada y refinada al considerarse que el germen no tiene que ser forzosamente un modelo «en escala reducida» del organismo adulto, sino simplemente contener las substancias de las cuales va emergiendo del organismo adulto en relación con el medio. Las citadas doctrinas ontogenéticas son muy distintas de las posteriores doctrinas filogenéticas, según ha indicado Oscar Hetwig en su obra Génesis de los organismos (vol. 1, cap. 1), pero las primeras manejan a veces conceptos similares a los usados por las segundas.
Segundo, varias ideas surgidas a consecuencia de los trabajos de Linneo (Carolus Linnaeus: 1707-1778), Cuvier (Georges Leopold Chretien Frederic Dagobert, Baron de Cuvier 1769-
1832) y Buffon. En su Systema naturae (1735) Linneo presentó una detalla clasificación de plantas, animales y minerales; en sus Genera plantarum (1737) y Species plantarum ( 1753)
clasificó las plantas según características sexuales, y las describió según géneros y especies; y en una posterior (10.ª) edición del Systema naturae (1758) extendió el sistema adoptado para las plantas a los animales. En varias obras (Tableau élémentarie de l'histoire naturelle des animaux, 1798; Mémories sur les espèces d'éléphants vivants et fossiles, 1801-1805; Le regne animal distribué d'après son organisation, 1817), Cuvier presentó un sistema de clasificación zoologica fundado en gran parte en datos paleontológicos. De la l-listoire naturelle. de Buffon, hemos hablado en el artículo sobre éste. Como en todos estos casos se trata principalmente de taxonomías, parece que en principio no se compadecen con la idea de evolución de las especies. Lo que ocurrió, sin embargo, es que los trabajos de estos autores favorecieron considerar si ha habido o no cambios en las especies; en algunos casos, además, como ocurre en Buffon, había a la vez ideas en favor y contra el evolucionismo. Merece atención una observación de Bergson al respecto: « La idea del transformismo se halla ya en germen en la clasificación general de los seres organizados. El naturalista aproxima, en efecto. entre sí los organismos que se asemejan y luego divide el grupo en subgrupos en el interior de los cuales es aún mayor la semejanza, y así sucesivamente. En el curso de tal operación los caracteres del grupo van emergiendo como temas generales sobre los que cada uno de los grupos ejecutará sus variaciones particulares» , y ello de tal suerte que aun suponiendo el transformismo convicto de error, la doctrina no quedaría afectada en lo que tiene de más importante. En efecto, «la clasificación subsistiría en sus grandes líneas». Aunque se tratara de un parentesco ideal «habría aún que admitir que aparecieron sucesiva, y no simultáneamente, las formas entre las cuales se revela un tal parentesco»
Tercero, las ideas de «desarrollo», «evolución» y «progreso» introducidas en el siglo XVII y difundidas por varios filósofos de la Ilustración. Lovejoy (The Greaf Chain of Being; A Study of the History of an Idea, 1936; cit. por A.G.N. Flew, Evolutionary Ethics, 1967 , pág. 7) ha indicado que la hipótesis de la derivación de todas las especies a partir de un número reducido de antepasados fue propuesta por el Presidente de la Academia de Ciencias de Berlin, Maupertuis, en 1745 y 1751, y por Diderot en 1749 y 1754.
Cuarto, los intentos de concebir la evolución en relación con un devenir, sea de carácter orgánico y humano o de carácter universal y cósmico. El devenir de carácter orgánico y humano fue una de las ideas centrales en autores como Herder. La llamada «filosofía natural romántica» alemana, representada por Schclling y Oken, contribuyo a difundir las ideas de una evolución, y progreso, de «formas» a partir de «formas primitivas». Puede mencionarse en este respecto también la idea gothiana de la «proto-forma» (Urform). Es difícil considerar como «evolucionista» la, filosofía de Hegel, pero la insistencia hegeliana en el devenir y en el proceso contribuyó grandemente a la difusión de la idea de evolución, ésta implica transformación, y no es sorprendente que haya conexiones entre la nocion de evolución universal o cósmica y la de transformismo.
El evolucionismo orgánico o transformismo se desarrollo sobre todo en el siglo XIX. Es el tipo de evolucionismo que ha constituido el tema principal de discusi6n desde mediados del pasado siglo hasta la fecha. Los fi1ósofos en quienes la noción de evolución ha desempeñado
un lugar central (Nietzsche, Peirce, Dewey) han entendido fa evolución principalmente en un sentido orgánico, inclusive cuando han aludido a una evolucion universal o cósmica.
En muchos casos, la idea de evolución ha estado ligada a la de desarrollo de formas de alguna
manera «pre-existentes» , y estas formas son en la mayor parte de los casos de carácter orgánico. En De explicatión dans les sciences, Meyerson ha apuntado que «la imagen que constituye el fondo de estas locuciones [“evolución”, “desemvolvimiento” “desarrollo” e
inclusive “explicacion”] es de carácter pre-formista -y esto quiere decir “orgánico” o “biológico”.
Un período importante en la historia de la moderna idea de evolución y en la historia de las concepciones evolucionistas es el período 1809.1833. En 1809 Lamarck publicó su Philosophie zoologique y en 1815 su Histoire naturelle des animaux sans vertèbres. En estas obras, y especialmente en fa primera, Lamarck desarrolló una doctrina evolucionista que, aunque en general ha sido desplazada por la posterior de Darwin, ha seguido influyendo en bastantes autores, especialmente en Francia ; cuando se habla de evolucionismo puede éste entenderse o como un «lamarckismo» o como un "darwinismo». En 1830 tuvo lugar una resonante polémica entre Cuvier (Cfr. supra) y Geoffroy Saint-Hilaire (Étienne Geoffroy Saint-Hilaire:1772-1844). Se discutió sobre si había o no un plan orgánico en la formación de las especies. Geoffroy Saint-Hilaire Philosophie anatomique, 2 vols., 1818-1822) defendió la idea de semejante plan orgánico: Cuvier se opuso a ella. Geoffroy Saint-Hilaire defendió el llamado «uniformismo», mientras que Cuvier defendió el llamado «catastrofismo». En este debate los datos geológicos y paleontologicos eran tan importantes como, y hasta más importantes que, las taxonomías orgánicas. El geologo Charles Lyell (1797-1875, que influyó grandemente sobre Darwin, defendió el uniformismo en sus Principles of Geology (3 vols.. 1830-1833; reimpresos con frecuencia ), así como, luego, en su obra The Geological Evidences of the Antiqui of Man (1863), derrotado, o poniendo a la defensiva, a los partidarios del catastrofismo.
Darwin ha proporcionado un «Bosquejo histórico» del «progreso de la opinión sobre el origen de las especies» en una de las ediciones de The Origin of Species, en donde habla, entre otros, de Lamarck y Étienne Geoffroy Saint-Hilaire (así como de su hijo el zoólogo lsidore Geoffroy Saint-Hilarie [1805-1861]). Nos hemos referido en este «bosquejo» con más detalle en el artículo DARWINISMO, en donde hablamos asimismo, de la contribución de Alfred Russel Wallace a la teoría de la evolución. El año 1858, fecha de la presentación conjunta de las ponencias de Wallace y de Darwin, y el año 1859, fecha de publicación del Origen de las especies, son los dos años más importantes en la historia del evolucionismo moderno.
El término “evolucionismo”, puede tomarse en sentido relativamente amplio para designar el lamarckismo. el darwinismo, así como sistemas filosóficos del tipo de Spencer, a quien se refirio también a Darwin en el mencionado «bosquejo histórico" . Spencer definió “evolución” como «la integración de la materia y la disipación concomitante del movimiento por la cual la materia pasan de un estado de homogeneidad indeterminada e incoherente a un estado de heterogeneidad determinada y coherente». Puede hablarse en este caso de «evolución cosmica» o «evolución universal» y no solo de «evolucion biologica». Hay multitud de doctrinas filosóficas que tienen en cuenta, o inclusive se fundan en, el evolucionismo. En unos pocos casos, tienden, como Bergson, al lamarckismo. En la mayor parte de los casos tienden al darwinismo. Este último hecho y el que hubiese numerosas polémicas en torno al evolucionismo en relación con las teorias de Darwin explican por qué “evolucionismo” y “darwinismo” son empleados a menudo como sinónimos.
En la historia del evolucionismo a partir de Darwin destacan los nombres de Thomas Henry Huxley y Julian Huxley, Ernst Haeckel así como William Kingdon Clifford, G. J. Romanes, Karl Pearson, Eduard Westermarck. Una forma especial de evolucionismo es el darwismo
social. Las doctrinas evolucionistas, especialmente las de sesgo filosofico, tiene caracteres muy diversos. Algunas son mecanicistas y otras son vitalistas o «holistas». La idea de evolucion emergente ha sido defendida por Lloyd Morgan, así como por Samuel Alexande.
McDougall, H. Wildon Carr y Bergson. El evolucionismo «holista» o «holismo» ha sido defendido por Jan Christian Smuts (1870-1950: Holism and Evolution. 1926). Según Smuts, el universo puede describirse como un conjunto evolutivo formado por totalidades que dan origen. a su vez, en series emergentes, a nuevas totalidades. Boodin propagó también un evolucionismo emergentista y «holista».
Después de Darwin se suscitaron numerosos debates acerca del modo como se entiende que pudo tener lugar la evolución de las especies. Autores como Ernst Haeckel generalizaron las ideas fundamentales darwinianas proclamando el paralelismo de la ontogenia (evolución del organismo) y la filogenia (evolución de la especie o especies). Es lo que Haeckel (y otros) llamaron «la ley fundamental biogenéliea» , hoy día aceptada por muy pocos autores. Hugo de Vries (1848-1935: Die Mutationstheorie. Versuche und Beobachtungen uber die Entsteh- ung der Arten im Pflanzenreich. 2 vols., 1901-1903) propuso su «teoría de las mutaciones bruscas» en oposición al «continuismo» que prevalecía en muchas doctrinas evolucionistas biológicas. Autores como Louis Vialleton han llega lo a conclusiones más o menos antievolucionistas mostrando la imposibilidad de reducir a un tronco común las ramas paralelas de los distintos árboles genealógicos de las especies.
Un punto muy debatido dentro de la teoría evolucionista biológica es el de la llamada «herencia de los caracteres adquiridos». Es común el afirmar que, contrariamente a lo sostenido, o implicado, por el lamarckismo, no hay total herencia. Por otro lado, las doctrinas del V. Michurin y T. D. Lysenko defienden en parte la herencia de los caracteres adquiridos. Hoy se tiende a concluir que un carácter es adquirido sólo en tanto que los genes se desarrollan con un cierto medio. El medio es uno de los elementos del desarrollo del caracter. Segun manifiesta Theodosius Dobzhansky (Mankind Evolving: the Evolution, of the human especies, 1961) se puede afirmar que los cambios se dan por transmisión hereditaria (105 genes) con condiciones fijas (o normales). Cuando cambian las condiciones, cambian los caracteres. En suma, el carácter es el resultado de una interacción entre los genes y el medio. Por lo demás, debe advertirse que cuando se habla de evolución y de «caracteres» hay que distinguir entre la evolución de un organismo y la evolucion de la especie -lo que en el caso del hombre implica la diferencia entre la evolución del hombre y la de la especie humana-. Esta distinción no aparece siempre clara en las discusiones filosóficas sobre la idea de evolución. En las dos últimas décadas se ha abierto paso. entre biólogos y filósofos de la Naturaleza, la idea de que el concepto de evolución en los organismos biológicos es parte de un concepto más general de evolución que afecta asimismo a la naturaleza inorgánica y que culmina (pero no necesariamente termina) en el hombre y en la cultura e historia humanas. Este esquema evolucionista generalizado ha sido defendido tanto por ciertos autores que ven en la evolución un sentido espiritual, como por quienes adoptan un punto de vista ajeno a toda valoración. Entre los primeros destacan Pierre Leeomte du Noüy. Pierre Teilhard de Chardin.
Entre los segundos destacan los biólogos y filósofos que se han ocupado de los conceptos subyacentes en el llamado «neo-darwinismo» (Julian Huxley y otros). Iluminadores para esta última posición son los trabajos contenidos en fa obra colectiva en tres volúmenes publicada en Chicago con motivo de la celebración del centenario de la publicación del Origen de las especies. La evolución biológica aparece aqui (según ha manifestado Julian Huxley) como una fase en un proceso total evolutivo compuesto de tres distintos momentos la fase inorgánica o pre-biológica, la organica o biológica y la humana o post-biológica. Cada una de estas fases tiene sus propias peculiaridades y su propio tempo, aunque las tres están ligadas en un proceso evolutivo general.
Lo característico de la primera fase o evolución inorgánica, es la formación de elementos fisico-quimicos complejos hasta constituir las condiciones que hacen posible el mundo orgánico. Lo característico de la segunda fase, o evolución biológica, es la formación de organismos que surgen y se eliminan por medio de selección natural y que se van desplegando en unidades orgánicas de ordenes crecientemente más complejos. Lo característico de la tercera fase o evolución humana, es el proceso de la cultura y la posibilidad de una «filogenia de formas culturales». Si hay o no «proposito» en esta evolución, es asunto muy discutido y discutible. Por lo general, no se admite hoy dia una teleologia en el proceso evolutivo, pero se admite la posibilidad de procesos teleonómicos, esto es, de procesos que poseen su propia «dirección».
En su obra La alimentación, base de la biologia evolucionista (3 vols., 1. 1975), Faustino Cordón presenta una nueva síntesis evolucionista y monista en la que muestra los varios estados en la evolución -protoplasma. célula y animal- como niveles en los que se manifiestan los grados de integración, organización de los seres vivos. La captación de la materia y energía del medio con el fin de mantener su existencia es la caracteristica fundamental de un ser vivo. Cordón elabora un sistema conceptual destinado a sistematizar los resultados de las investigaciones biológicas en una concepción monista-evolucionista. Los epistemologos se han ocupado del problema de la explicación de los procesos evolutivos, especialmente en la evolución biológica. Se ha concluido al respecto que la explicación evolutiva no es, ni puede ser, una explicación de naturaleza deductiva, pero que puede haber explicaciones de los procesos evolutivos por medio de leyes que muestran cómo de un grupo de condiciones iniciales se desarrolla (o, mejor, «se ha desarrollado») un cierto proceso (Ernest Negel), que produce ciertas otras condiciones, a la vez regidas por ciertas leyes. Las obras de varios de los autores mencionados en el texto han sido indicadas en los artículos correspondientes. Para las obras filosoficas y el analisis de diversos problemas relativos a la evolución.
Una vez tenemos claro lo que significa evolución, tendremos que saber lo que es la cultura.
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La llamada “filosofía de la cultura”, es una disciplina relativamente reciente que se ha agregado a las muy diversas “filosofías de”. La idea de “cultura” como “cultivo” de capacidades humanas y como el resultado del ejercicio de nuestras capacidades según ciertas normas es, sin embargo, muy anterior a toda idea formal de una filosofía de la cultura y a las investigaciones sobre la estructura de la cultura dentro del sistema de la sociedad. Ya entre los griegos se disputo con frecuencia acerca de la diferencia entre lo que se ha llamado luego “el estado de natura” (naturaleza) y el “estado de cultura” (civilización) uno de los aspectos muy conocidos de esta diferencia es el contraste establecido por los sofistas entre lo que es “por
naturaleza” y lo que es por convención o por “ley”.
Muy diversas poblaciones se manifestaron: la cultura es un desarrollo de la naturaleza; la cultura es algo en principio contrapuesto a la naturaleza: la cultura es superior a la naturaleza; la cultura representa un obstáculo para el desarrollo “espontaneo” de la naturaleza, etc.
Cuando hoy de habla de “Naturaleza” y “Cultura” es principalmnte para los siguientes propositos: (1) Distinguir entre dos aspectos de la realidad: la no humana y la humana.
(2)Distinguir entre dos aspectos en el ser humano: el natural y el cultural. (1) y (2) pueden interpretarse ontológicamente o metodológicamente, o ambas a la vez.
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Lo mas corriente ha sido asociar la cultura con el ser humano. Sin embargo, se ha abierto paso recientement la idea de que si la cultura consiste, entre otras cosas, en poseer algun lenguaje para la comunicación, usar instrumentos, organizarse socialmente, etc
No hay razon para restringir la cultura al mundo humano. En muchas especies animales pueden observarse rasgos culturales.
La distinción entre “naturaleza” y “cultura” ha sido considerada a menudo, sobre todo en Alemania, como equivalente a una distinción entre “naturaleza” y “espiritu”. En muchos casos la filosofia de la cultura se ha desarrolado paralelamente a la llamada “filosofia del espiritu”. Concomitantemente, las “ciencias de la cultura”, han sido consideradas como “ciencias del espiritu”. La tradicion de la filosofia alemana a la que aludimos se ha manifestado a partir de Hegel y ha sido desarrollada por otros autores.
Algunos de estos autores, han insistido en que mientrasla naturaleza es indiferente a los valores, en la cultura se hallan incorporado valores, en la cultura se hallan incorporados valores. Aveces, un mismo objeto puede ser visto desde dos ángulos. Así. Una estatua es un trozo de marmol, de madera, etc..., cuyas caracteristicas son estudiadas por las ciencias de la cultura. Otras veces no se trata de objetos materiales, sino de “cosas” tales como mitos, creencias religiosas, leyendas, iudeas cientificas, y filosoficas, etc. En todos los casos se adscribe a estos objetos valores, que son considerados o subjetivamente u objetivamente.
Se tiende a distinguir entre los actos de producción de los objetos culturales y los objetos culturales mismos. Esta distinción tiene precedente en la distinción por Hegel entre espiritu subjetivo y objetivo.
Entre los problemas de la filosofia de la cultura se mencionan estos: (1) La producción y la transformación de los titulados “bienes culturales”. (2) La estructura de tales cienes culturales en tanto que se han “independizado” de los seres humanos que los han producido y constituyen, como ha escrito Simmel, “la provisión de espiritualidad objetivada por la especie humana en el curso de la historia”. (3) La relacion entre el espiritu objetivo y subjetivo.
Uno de los problemas de la filosofia de la cultura es la posibilidad deClasificar diversosw productos culturales, tales como la region, el arte, las institucuones politicas y sociales, la ciencia, etc.
Muchos filosofos han tenido a dar al vocablo “cultura” una acpcion sumamente amplia. Si con ello quieren dar a entender que las actividades biologicas, son actividades culturales, la amplia acepción de referencia es admisible. Ello puede ocurrir tanto si se quiere como si no se quiere romper una continuidad entre Naturaleza y cultura. En tal caso se puede llamar “cultura” a todo lo que haga el hombre que le lleve a “objetivizar” sus actividades en productos, los cuales pasan a formar parte de algun sistema cultural transmitido de una generacion a otra y oportunamente modificado y hasta a veces radicalmente transformado.
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El Evolucionismo cultural, término antropológico que en un sentido unilineal se esboza antes de Darwin, pero que en último término deriva del evolucionismo biológico que surgió a finales del siglo XIX. En su sentido clásico, teoría según la cual las sociedades `deben' pasar por sucesivos estadios de desarrollo. En un sentido más actual, se elimina la obligatoriedad del tránsito por etapas pero se mantiene contradictoriamente la existencia de alguna clase de diferenciación.
Sus orígenes, que van desde mediados hasta finales del siglo XIX, con Lewis Henry Morgan y Edward Burnett Tylor como principales teóricos, sostienen que la evolución de la humanidad pasa por tres fases: salvajismo, barbarie y civilización. Por lo tanto, los pueblos llamados `primitivos' son anteriores e inferiores a los de cultura europea.
Sin embargo, a raíz de la observación de campo y sobre todo a partir de la descolonización, se abandona por arbitraria y eurocéntrica la supuesta ineluctabilidad de este esquema. Hoy se mantiene la trivial evidencia de que las culturas evolucionan sin jerarquización alguna, prestando más atención a los fenómenos de aculturación.
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Desde la prehistoria hasta nuestros dias:
Desde que el hombre en la prehistoria es consciente de su existencia, hasta nuestros días, es lógico pensar que no ha vivido ninguna generación humana que no se haya cuestionado pública o privadamente, sobre los orígenes, existencia, naturaleza y “vida” del hombre, o mejor dicho, de los hombres.
Desde que el hombre es hombre siempre ha necesitado explicar el mundo que le rodea. Las primeras explicaciones del mundo necesitaban recurrir a fuerzas sobrenaturales, divinas, para intentar explicar el universo. Cada cultura tiene una explicación del mundo, que puede ser considerada como una explicación mítica por la importancia que conceden a los dioses y por la personalización en estos de las fuerzas de la naturaleza (Júpiter es el que lanza los rayos,...).
Lo original del pensamiento griego en el siglo VI a. de J.C. consiste en que una serie de pensadores van a intentar explicar el mundo (incluyendo seres vivos, objetos e ideas) prescindiendo de las fuerzas divinas a las que recurren las explicaciones míticas. De esta manera van a surgir las primeras explicaciones científicas, racionales, que si bien un tanto ingenuas en este momento, van a poner los cimientos de lo que hoy en día consideramos como ciencia Occidental
Los Griegos iniciaron la filosofía occidental, creyendo alguno de ellos que fueron los que descubrieron al hombre, ahora bien, el hombre para los griegos sólo es un ciudadano, porque fuera de la ciudad, pensaban, como Aristóteles, que el humano estaba entre animal y dios.
Este pensamiento griego liderado por Platón dio importancia a la razón, considerando al hombre el único ser capaz de adquirir ciencia fundada en razonamientos, aunque Aristóteles precisó que existen tres cosas fundamentales: la naturaleza, el habito y la razón, ésta última es lo que utiliza el hombre para, si lo considera necesario o preferible, ir contra alguna de las otras dos y gracias a la ciencia desarrollarse, a diferencia de los animales que sólo pueden ser naturaleza pura con alguna pequeña cantidad de hábitos.
Este tipo de razonamiento ha persistido desde que el mundo es mundo y ya ha quedado instituido que el hombre es un animal racional tal como acordaron tanto filósofos griegos como cristianos medievales e incluso pensadores contemporáneos.
Han existido diferentes formas de acercarse al estudio del hombre que abarca desde la concepción de un todo indivisible hasta la contemplación de diferentes parcelas que pueden estudiarse por separado.
Marx Sheler fundador de la antropología filosófica pretende construir una idea unitaria del hombre mientras que Michel Focault fragmenta al hombre en diferentes estructuras de las que se ocuparan las diferentes ciencias.
Los griegos entendían el alma de dos formas distintas. Por un lado la consideraban cono principio de la vida, todos los seres vivos tienen alma, y por otro como principio del conocimiento racional.
Cuando Platón habla del alma, aunque entiende este concepto a la manera tradicional del mundo griego, va a insistir sobre todo en el alma como principio del conocimiento racional. Desde este punto de vista y recogiendo opiniones de filósofos anteriores, va a partir de que el alma es eterna, y que es la causa de la capacidad de pensar que tiene el hombre.
La visión del hombre de Platón, va a ser una concepción dualista, por un lado se encuentra el alma (principio del conocimiento racional), y por otro lado el cuerpo que va a ser considerado como el receptáculo (la cárcel) del alma. Platón se enfrenta con dos hechos que son obvios, por un lado el hombre tiene un cuerpo, y por otro lado tiene una capacidad de pensamiento, que le permite alcanzar el conocimiento
La identificación del hombre con el alma o espíritu que reside en un cuerpo es adoptada también por una corriente del pensamiento occidental representada por San Agustín y Descartes.
Sin embargo, otra tradición filosófica apunta al hombre como un ser corpóreo. De acuerdo con esta concepción Aristóteles dice que el alma no es sino la forma primera de un cuerpo natural organizado, es decir, la “función” que realiza ese cuerpo que se encuadra dentro de la naturaleza.
El hombre es para Aristóteles un animal social y político y la forma más perfecta de sociedad es la ciudad. Según éste, el bien tiene dos vertientes, una individual, que se trata en la Ética, y otra comunitaria, objeto de la Política. El hombre como ser social y político por naturaleza, no podrá alcanzar ni la virtud, ni la felicidad, sino es dentro de la ciudad, de ahí la gran importancia de la política en la concepción aristotélica, por medio de la cual podría estudiarse la naturaleza de los hombres.
Otros griegos clásicos pensaban que la Tierra ocupaba el centro del cosmos y que el hombre era una síntesis del universo, ocupando su centro o parte más importante. Esta grandiosa visión no es compartida por todos los pensadores, ya que algunos entendieron que el universo se rige por leyes y causas mientras que el hombre es el resultado de una evolución y no un fin.
Durante la Edad Media, la vida y el pensamiento giraban en torno a Dios, La preocupación por el hombre y la naturaleza va a determinar el desarrollo del pensamiento renacentista en su doble vertiente. Dios, si bien sigue siendo necesario para explicar el mundo, pasa a un segundo plano, ocupando el hombre y la naturaleza el primer lugar. Si bien Dios crea al hombre y a la naturaleza, el hombre, utilizando la razón, puede conocer y explicar tanto a Dios como a la naturaleza. Humanismo y naturalismo definen el pensamiento renacentista.
Descartes parte del convencimiento de que la razón humana es una, en el sentido de que es un instrumento que tiene la misma aplicación y el mismo funcionamiento en todos los hombres. De este modo, todas las ciencias no son más que diferentes aplicaciones de una razón única a distintos objetos.
Yo puedo dudar de todo, de que las cosas sean tal y como las muestran los sentidos, de que existan realmente cosas fuera de mí e, incluso de que mi propia razón funcione correctamente cuando piensa. Pero hay algo de lo que no puedo dudar y es de que yo dudo. Por tanto es evidente que yo dudo y, por tanto que yo pienso (Pensar, "cognitare", tiene en Descartes un significado amplio e incluye toda actividad mental). Tenemos pues una verdad indudable: "Yo pienso". Pero si yo pienso es necesario que yo exista puesto que para pensar es necesario existir. De este modo, en el propio acto de la duda encuentra Descartes la evidencia de su existencia y llega así a una verdad totalmente evidente e indudable: "PIENSO, LUEGO EXISTO"
Esta primera verdad servirá a Descartes como punto de partida, como cimiento a partir del cual poder construir deductivamente el edificio del conocimiento del hombre que era su proyecto originario.
En la Edad Moderna el hombre va a ocupar el lugar reservado a Dios (antropocentrismo). La Ilustración fue un movimiento cultural que se desarrolló en el Siglo XVIII, y que se corresponde con el ascenso de la burguesía. La razón, juega un papel importantísimo dentro del pensamiento Ilustrado. La razón es la que permite conocer y explicar no sólo el mundo físico, sino también la sociedad y el proceso histórico.
Es en Kant donde mejor se reflejan los ideales de la Ilustración y la explicación de lo que podría ser el hombre. Para Kant, es únicamente a través de la sociedad y, por lo tanto, de la Historia, donde el hombre puede desarrollar algunas disposiciones de su naturaleza, en concreto alcanzar la libertad. Pero esa libertad debe estar comprendida dentro de unos límites que permitan unificar el Poder del Estado y el Derecho, es decir se salvaguarde la libertad de todos los ciudadanos. La Historia, a la vez que nos permitirá finalmente ser libres e iguales, llevará finalmente a una sociedad de naciones (cosmopolitismo), donde finalmente brillara la justicia, tanto entre las personas como entre los pueblos.
Los existencialistas afirmaban que el hombre carece de naturaleza y era sólo libertad, contradiciendo de este modo el pensamiento clásico griego. Hoy día parece extendida la idea de que el hombre al nacer carece de naturaleza definida y tiene que irse haciendo así mismo escogiendo lo que quiere ser o, más bien, llegar a ser. La dignidad del hombre será pues no lo que la naturaleza le conceda al nacer, sino lo que pueda llegar a conseguir de acuerdo con las acciones que realiza en el marco de su libertad
La concepción de Hobbes, expresada en su celebre frase “homo homini lupus”, (el hombre es un lobo para el hombre), contiene su idea de ese estado inicial anterior a la sociedad, y su visión la "naturaleza" humana, basada en la fuerza y la violencia. El hombre "natural", sería un ser solitario, egoísta y brutal. En ese estado teórico, los hombres no podían vivir tranquilos ya que la inexistencia de leyes y autoridad hacía que reinase la ley del más fuerte. En ese estado el hombre era totalmente libre ya que podía hacer lo que desease, pero no había nadie que le garantizase esa libertad más que él mismo. El "estado de naturaleza", sería por lo tanto una situación de violencia y guerra de todos contra todos, por imponer cada uno su libertad. La sociedad, el Estado, tendría su origen por lo tanto en la cesión de parte de esa libertad, de manera voluntaria o forzosa, a la sociedad que a cambio le garantizaría el ejercicio tranquilo del resto.
De esa forma se configuraría el Estado cuya función sería garantizar el libre ejercicio de la libertad
La visión de Rousseau, en sus fundamentos se sitúa en las antípodas de la de Hobbes. El hombre ya no es un ser malvado por naturaleza, sino todo lo contrario, el hombre es naturalmente bueno, y es la sociedad la que le pervierte e inculca en él sentimientos de maldad.
Para Marx el trabajo es la verdadera esencia del ser humano, el hombre para poderse realizar como tal debe de realizar un trabajo socialmente productivo. Mediante el trabajo se humaniza la naturaleza y se realiza la dimensión natural (social) del hombre. La finalidad del trabajo, además de la realización del individuo es la producción (de mercancías). Realmente desde el punto de vista marxista, el valor (de cambio) de las mercancías viene determinado por el trabajo humano acumulado.
La filosofía moderna se caracteriza por bascular casi siempre en torno a dos posturas: El realismo, que es la postura que parte de una creencia básica: lo real es lo que existe independientemente del sujeto, es decir, lo que existe independientemente de que sea o no pensado por un intelecto, por una mente, y el idealismo, que es la postura contraria que considera que lo real lo es, precisamente, porque está presente a un sujeto.
Para Ortega y Gasset ambas posturas caen en el mismo error: la realidad se concreta en algo particular. En un caso la NATURALEZA (realismo) y en el otro caso el INTELECTO (idealismo).
Ortega sostiene que el “yo” es un ingrediente de la realidad pero no la realidad primaria. Lo mismo ocurre con las cosas. En el fondo, la realidad primaria y radical es “El yo con las cosas”. No se puede hablar de cosas sin yo ni de yo sin cosas. La realidad radical es ese quehacer del yo con las cosas que llamamos vida humana.
La vida es definida como lo que hacemos y lo que nos pasa. Este concepto de vida incluye por igual al sujeto y al mundo. Así lo expone el propio Ortega: "Yo me encuentro con las cosas en una circunstancia determinada teniendo que hacer algo para vivir. Me encuentro pues en la vida.". En este punto adquiere todo su sentido una famosa afirmación orteguiana: “YO SOY YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS"
Este concepto de CIRCUNSTANCIA es esencial en la filosofía de Ortega. Por circunstancia se entiende nuestra propia limitación, todo lo que no somos, todo aquello con lo que nos encontramos (incluido el propio cuerpo y el propio psiquismo). Toda la sociedad, hombres, usos sociales, creencias, ideas y opiniones de nuestro tiempo.
El YO no tiene sentido aparte de las circunstancias y es inseparable de ellas. La realidad circundante forma pues la otra mitad de mi persona.
De todo lo visto anteriormente, podemos deducir que el hombre es un misterio para el propio hombre, todo parece indicar que se tratara de un enigma indescifrable, porque se mire como se mire está demasiado cerca de sí mismo, está “dentro de él”.
Heraclito afirmó que “Me he buscado a mí mismo”, Sócrates se inspiró en el famoso “Conócete a ti mismo” y Ortega concluyó, “Yo soy yo y mis circunstancias”. Lo podemos conocer, intentamos explicarlo, pero es difícil comprenderlo.
El hombre es a la vez un individuo aislado y un grupo de entes dentro de la naturaleza, incluso organizado, jerarquizado, estatalizado. El hombre nace biológicamente terminado, pero al mismo tiempo con grandes carencias y deficiencias, inadaptado al ambiente y debe de hacerse así mismo a través de las circunstancias que le rodean. El hombre es a la vez poco y mucho. Esta es la gran diferencia del hombre con cualquier otro objeto o ser de la naturaleza, cuya vida parece prefijada y resuelta desde el principio.
Sin embargo, si tuviéramos que destacar una idea que subyace al intentar resolver el problema del hombre, al intentar encontrar su respuesta, esta sería la idea de su complejidad: cambia, se transforma continuamente, posee infinitas facetas, adquiere muchísimos aspectos,... y todas ellas y todos ellos a veces están de acuerdo y a veces se contradicen.
Luego... ¡qué difícil parece encontrar respuestas para este problema!
Cuando hablamos de cultura, nos referimos a Religión, Costumbres, Mitologia, etc.
La Religión, en términos generales, forma de vida o creencia basada en una relación esencial de una persona con el universo, o con uno o varios dioses. En este sentido, sistemas tan diferentes como budismo, cristianismo, hinduismo, judaísmo y shinto pueden considerarse religiones. Sin embargo, en un sentido aceptado de una forma corriente el término religión se refiere a la fe en un orden del mundo creado por voluntad divina, el acuerdo con el cual constituye el camino de salvación de una comunidad y por lo tanto de cada uno de los individuos que desempeñen un papel en esa comunidad. En este sentido, el término se aplica sobre todo a sistemas como judaísmo, cristianismo e islam, que implican fe en un credo, obediencia a un código moral establecido en las Escrituras sagradas y participación en un culto. En su sentido más específico el término alude al sistema de vida de una orden monástica o religiosa.
Es imposible encontrar una definición satisfactoria de religión o una forma realista de clasificar los diversos tipos de lo que llamamos religión a causa de las importantes diferencias de función entre los diversos sistemas conocidos. Un examen y comparación general de religiones sería por lo tanto engañoso si el material a evaluar fuera asumido en su totalidad como de la misma naturaleza. Es un accidente histórico que los primeros estudiosos europeos de culturas extranjeras o primitivas utilizaran el término religión para denominar un fenómeno del que sólo tenían un conocimiento rudimentario. Llegaron a la conclusión de que las otras culturas debían tener instituciones del mismo tipo y papeles que las que tenían el cristianismo o el judaísmo en sus respectivas culturas. Afirmaciones y creencias tan arraigadas como prematuras constituyen el origen de gran parte de tales discrepancias.
Un examen de las religiones a la luz de los conocimientos más avanzados debe comenzar por lo tanto limitando el término religión a aquellas instituciones para las que ha sido utilizado de forma habitual: el judaísmo y sus variantes, el cristianismo y el islam. Aunque esta limitación resulte algo arbitraria tiene sin embargo el mérito de facilitar una significación más clara limitándola a instituciones que tengan numerosos puntos de coincidencia.
El siguiente paso será examinar las llamadas religiones identificadas en otras culturas, fijando el grado de equivalencia con el término en su acepción más restringida y utilizando después nuevos sistemas para clasificarlas cuando no se haya encontrado correspondencia. Dicha correspondencia no es cuestión de acuerdo o desacuerdo doctrinal, por ejemplo, en cuanto a nociones de Dios o de conducta moral. Es cuestión de decidir si las instituciones a las que se ha llamado religiones tienen la misma función en sus diversos contextos culturales como, por ejemplo, las que cumple una institución como el cristianismo en Occidente.
Otra dificultad que se presenta al intentar examinar las religiones desde el punto de vista histórico es la noción común de la denominada religión primitiva, como forma de sentimiento y práctica religiosa humana más antigua y elemental. Sin embargo, no es seguro asumir que las formas no occidentales de cultura que carecen de desarrollo tecnológico sean por ello representativas de los primeros pasos en la carrera humana hacia las ideas espirituales. Cuanto más se sabe sobre diferentes criterios de culturas, más dificultades aparecen para adecuarlas en un sencillo esquema evolutivo o en un sistema de criterios claro.
Se va a relacionar el tratamiento de la religión con un informe comparativo de las tres formas principales de conciencia sobre la relación humana con el universo o la deidad; una fundada en las religiones primitivas, otra en las religiones definidas de una forma más común, y la tercera, en los diversos sistemas orientales de creencias y prácticas que pueden calificarse como 'caminos de liberación'. Los ritos sociales y morales quedan fuera del ámbito de este articulo.
Religiones primitivas
La diversidad de sentimientos y comportamientos conocidos como religión primitiva constituyen un tipo de conciencia que la civilización occidental ha perdido.
Mundo interior y exterior
El rasgo principal de la conciencia religiosa primitiva, según se ha estudiado en pueblos polinesios y africanos, es la ausencia de cualquier frontera definida entre el mundo espiritual y el natural, y por lo tanto entre la mente humana o ego y el mundo circundante. El filósofo francés Lucien Lévy-Bruhl llamó a esta ausencia de límites participación mística, indicando una sensación de fusión entre el organismo humano y su medio ambiente. Este sentimiento puede describirse como correspondiente en su campo a la moderna comprensión intelectual de la interrelación de la humanidad y la naturaleza en la ciencia de la ecología. Una ausencia de límites similar predomina también entre los mundos de la experiencia consciente y del sueño, o entre la voluntad individual y las emociones espontáneas y los impulsos de la psique. Como resultado, el mundo exterior en su conjunto está cargado de poderes que pueden llamarse mentales o espirituales. Los objetos materiales, como rasgos estables y comprensibles del mundo exterior, no existen, ya que todas las cosas parecen comportarse de un modo tan caprichoso como los acontecimientos en los sueños. Descontrolados, cuando los contenidos de la experiencia se encuentren en este estado de ánimo, parecerán tan vivos, misteriosos y fascinantes, así como terroríficos, que toda la naturaleza se verá bañada por una atmósfera impresionante y misteriosa. El historiador religioso alemán Rudolf Otto se refirió a una atmósfera así llamándola 'numinosa'.
Atmósfera numinosa
En un sentido más amplio, la atmósfera numinosa está ligada al mundo natural en su totalidad y a cada objeto dentro de él. Un buen ejemplo puede verse en shinto, una religión 'primitiva' que se practica actualmente en la sofisticada civilización de Japón. El término shinto (en japonés, shin, 'espíritu') significa 'el camino de los dioses' o 'el camino del espíritu'. Según shinto, cada roca, animal, o corriente tiene su propio shin o kami (en japonés, 'dios' o 'diosa'). Sin embargo, es una equivocación llamar dios a kami en alguno de los sentidos que la palabra tiene en Occidente; de igual forma el término shin significa 'espíritu' sólo en un sentido muy vago, ya que se utiliza con frecuencia como una simple exclamación, similar a '¡maravilloso!'. Shinto no tiene sistema de doctrina, credo, ni ideas religiosas formuladas; se preocupa por expresar admiración, respeto y temor hacia todo lo que existe. Esta preocupación implica el tratamiento de cada cosa como si fuera una persona, no siempre en el sentido de que esté habitada por algún fantasma o espíritu con forma humana, sino en el sentido de tener una vida misteriosa propia y autónoma que no hay que dar por supuesto.
Como es obvio algunas entidades como el sol, la luna, el océano y ciertas montañas y lugares de peculiar fuerza y belleza parecen cargadas con mayor fuerza de la atmósfera numinosa que otras. Como la intensidad de lo numinoso es distinta en cada lugar particular, también los aspectos o cualidades de la atmósfera difieren. Los antropólogos utilizan a menudo las palabras polinesias mana y tabú para tipificar los aspectos positivos y negativos de lo numinoso. Cuando aparece como mana es potente y práctica, pero si lo hace como tabú es temible y prohibida.
En las religiones primitivas no sólo las cosas externas y lugares sino también los seres humanos resultan a veces susceptibles de ser cargados con lo numinoso de una forma peculiar. El tipo de persona dotada de acceso especial al mana, o aspecto terrenal de poder en estas religiones, es el chamán o hechicero. Este papel es muy diferente del sacerdote o pastor en una religión como el cristianismo, ya que el poder del chamán no tiene un origen tradicional sino personal. Es su propio descubrimiento particular realizado en solitario a partir de las relaciones con los sueños.
Lo numinoso es más que la sensación de temor y misterio en presencia de un mundo extraño. La ausencia de una frontera clara entre la mente humana y su entorno, en un mundo en el que tanto los acontecimientos exteriores como los interiores parecen suceder, provoca éxtasis y miedos. Entre los navajos, por ejemplo, este aspecto cautivador de lo numinoso es llamado hozon, término referido a una sensación de intensa belleza y de paz, que puede ser evocada con rituales de canto, danza y pintura en la arena. Estos rituales de magia compasiva, ya sean para provocar hozon, lluvia o buenas cosechas, tienen su origen en el mismo sentimiento de fusión entre el mundo humano y el natural y entre los acontecimientos de la mente y los del mundo exterior.
Ritual
El ritual tiene un importante papel en las culturas primitivas, aunque no sea reconocible en sentido alguno como diferente de la llamada actividad práctica. Es más bien un intento para influir o armonizar uno mismo con el ciclo de la naturaleza mediante la representación dramatizada o simbólica de acontecimientos tan fundamentales como la salida y puesta del sol, la alternancia de las estaciones, el cambio de fases de la luna, la siembra y la cosecha anual. Además, el ritual supone la interpretación externa de los grandes temas míticos que en estas culturas ocupan el lugar de las doctrinas religiosas. El ritual, como aparece en las religiones primitivas, puede por lo tanto describirse como una forma de arte que expresa y celebra la significativa participación de la humanidad en los asuntos del universo y de los dioses.
En culturas donde prevalece este tipo de sentimiento sobre el mundo, ninguna esfera de la vida es reconocible de un modo concreto como religión. La religión está tan implicada en lo cotidiano que es imposible distinguir lo sacro de lo profano. Sólo aparecen grados mayores o menores de lo sagrado. La religión no existe como actividad específica y los miembros de estas culturas tendrían una enorme dificultad para referirse a su religión. No podrían distinguir los rituales previos a una buena caza de lo que la cultura occidental llamaría pura técnica de caza. Formas simbólicas de lanzas, barcos y utensilios domésticos no constituyen para ellos adornos superfluos sino partes funcionales del objeto, que evocan a mana para su uso práctico.
Mito
Estas culturas tampoco tienen doctrinas religiosas o conceptos abstractos sobre la naturaleza del numinoso y su diferencia de todo lo demás. Espíritu es un sentimiento más que una idea; su lenguaje más apropiado no consiste en conceptos sino en imágenes. Así pues, en lugar de doctrina religiosa hay mito, o un conjunto asistemático de historias transmitidas de generación en generación, puesto que estos relatos representan en forma indefinida el significado del mundo. Según las primeras interpretaciones antropológicas del mito, como la del antropólogo escocés sir James Frazer, los dioses y héroes míticos personifican los cuerpos celestes, los elementos; y los llamados espíritus de las cosechas y los rebaños y los mitos son explicaciones ingenuas de la naturaleza. Una interpretación posterior es la aportada por el psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, que sugirió que los mitos se basan en sueños y fantasías que dan expresión concreta a los procesos psicológicos inconscientes. Según Jung el inconsciente psicológico, como el cuerpo humano, tiene más o menos la misma estructura en todos los pueblos. Esta uniformidad justifica los extraordinarios parecidos entre los temas mitológicos de culturas de todo el mundo que no están relacionadas entre sí. Estaba convencido además de que esos procesos inconscientes determinan el desarrollo mental y espiritual de las personas, y que por esta razón la imaginería mitológica y su representación en el ritual, es un tipo de sabiduría destinado a consagrar el orden de la vida. Por eso, al creer que una danza tribal ayuda a la salida del sol, la representación del rito ofrece a los miembros de la tribu un significado, el de desempeñar un papel significativo en la marcha del universo en su totalidad.
Una explicación del mito, en cierto modo similar, ofreció el investigador cingalés Ananda Coomaraswamy en sus estudios sobre cultura india e indonesia; creyó que los grandes temas míticos eran parábolas de una filosofía intemporal, un conocimiento intuitivo del destino y la naturaleza humana que siempre ha estado accesible a quienes en verdad desean sondear las profundidades de la mente humana. La filósofa americana Susanne K. Langer sostiene que el mito proporciona el primer ejemplo de ideas generales y, por lo tanto, de pensamiento metafísico. Según Langer el lenguaje está mejor capacitado para expresar ideas nuevas por medios metafóricos que por medios literales. Quizá haya que abandonar la suposición de que los mitos solar y de la fertilidad son intentos rudimentarios para explicar fuerzas naturales, como las explica la ciencia. Así como las culturas con mitos no distinguen entre espíritu y naturaleza, o religión y vida, tampoco discriminan verdad simbólica o fantasía de verdad literal o realidad. No se trata de confundir mito con realidad, puesto que la idea de realidad literal aún no se ha planteado.
Las religiones
Las religiones surgen en culturas donde sus componentes han desarrollado un fuerte sentido de diferenciación entre mente humana y entorno natural, conciencia subjetiva y realidad objetiva, y por lo tanto entre espíritu y materia. Este sentido de diferenciación va ligado al desarrollo de civilizaciones agrícolas estables, donde la división del trabajo requiere que los individuos desempeñen papeles diferentes en la comunidad. En las culturas cazadoras, cada individuo varón es maestro en todas las artes necesarias para la supervivencia, pero en las culturas agrícolas se requiere un grado de cooperación mucho mayor entre individuos con diferentes artes y papeles. Tal cooperación exige a su vez formas más precisas de comunicación entre las personas y por lo tanto de convención, o común acuerdo, respecto a los símbolos de comunicación, en especial a lo que atañe al lenguaje y a su cometido.
Lenguaje, convención y roles
Un lenguaje es más eficaz cuanto más amplio es su vocabulario. Un gran número de palabras indica además un alto grado de conciencia en la distinción entre cosas y entre acontecimientos diversos. Cada palabra es el signo distintivo de un tipo de experiencia, y el fundamento de la clasificación consiste en que discrimina unas cosas de otras. La necesidad de desempeñar diferentes papeles en la comunidad también distingue a unos individuos de otros y para evitar confusiones requiere que los individuos se identifiquen con sus deberes. Muchos nombres, por ejemplo herrero, panadero, sastre, carpintero y calderero, indicaban en principio roles desempeñados en sociedad. La palabra latina persona procede del término que confería valor simbólico a las máscaras que llevaban los actores en el teatro grecorromano, y a su vez cada una de las máscaras identificaban los papeles que interpretaban los actores. Las personas desarrollaron una conciencia de su unicidad y separación de los demás, basada en parte en la aceptación de roles particulares en la sociedad.
La separación de los individuos por el rol y la creciente percepción de la distancia respecto al mundo por el lenguaje, se produjo a través de una convención, que es a la vez divisiva y cohesiva. Sin embargo las convenciones son complejas y se aprenden con cierta dificultad. Por eso las diferencias pactadas por la sociedad tienen que ser respetadas, lo mismo que ocurre con los niños, que deben ser disciplinados para aprender un idioma y para manejar las reglas de los juegos, del protocolo o las morales. La propia vida de la comunidad depende de la observación de las convenciones de comunicación. La instrumentalidad de una religión consiste además en garantizar el sistema completo de convenciones o las reglas de pensamiento y lenguaje, conducta y rol. Para el judaísmo y el cristianismo la idea de salvación es inseparable de la idea de pertenecer a una comunidad, la del llamado pueblo elegido; es decir, la Iglesia, considerada como un conjunto de miembros o una asamblea (en latín ecclesia) sea Israel o la comunión de los santos.
Las relaciones entre un sistema de convención social y un sistema de creencias sobre el universo requieren una explicación adicional. La convención social incluye recursos como gramáticas, vocabularios, números y signos, sin los cuales una persona puede percibir el mundo pero no pensar sobre él. El lingüista americano Benjamin Lee Whorf sugirió que la estructura del lenguaje, es decir del instrumento de reflexión de una persona, determina la opinión de ese individuo sobre la estructura de la naturaleza. Por eso es comprensible que tanto las tradiciones religiosas semíticas como la indo-aria conciban el universo como si hubiera sido creado por la palabra de Dios. Si el mundo es explicado, dominado y descrito por el pensamiento, es natural suponer que haya sido creado por el pensamiento, y que las leyes de la naturaleza que la reflexión descubre son la palabra o la ley de Dios, subyacente al mundo como una pauta primordial.
Puesto que una cultura elabora una imagen coherente y ordenada del mundo, es natural que sus miembros crean que el poder de lo numinoso que está tras el mundo sea coherente y ordenado, y que tenga unidad. Su comprensión progresiva de que el orden natural del mundo tiene un modelo inteligente aparece acompañada de la sensación de que ellos no inventaron este modelo, aunque lo hubieran descubierto, que alguien debe conocer en su totalidad. Por lo tanto ellos lo atribuyen a una inteligencia diferente de la propia. Cuanta más gente aprecia la complejidad del modelo más se maravilla de la inteligencia que hay en su trasfondo, y a partir de ahí se comienza a formular una concepción madura de Dios, como un ser que excede en sabiduría y poder, y que es inmensurable y más grande que cualquier mortal. De esta forma, contemplando la maravilla de su propia estructura física, el salmista de la Biblia escribió: "maravillosa por extremo es para mí esta ciencia; sublime; no la entiendo" (Sal 139,6).
Teísmo
Religión en este sentido, es teísmo, sin excepciones. Implica la creencia en un dios personal, vivo y espiritual, distinto del mundo que ha creado de igual forma que la mente humana se siente distinta de aquello que conoce. Existen, sin embargo, diversas formas de teísmo. El Antiguo Testamento muestra un progreso desde henoteísmo (creencia según la cual existe una deidad suprema y otras inferiores) a monoteísmo (creencia de que este dios es el único Dios y al que se debe temor y fidelidad absolutos). Otras variantes son el politeísmo, creencia en muchos dioses derivada del paganismo y que suele incluir al menos una vaga percepción de que lo mucho es un aspecto de lo uno; el panteísmo, creencia de que Dios engloba todas las cosas en el universo (aunque este tipo de creencia sea en la historia una idea filosófica más que una creencia religiosa); y panenteísmo, una creencia según la cual cada criatura es un aspecto o una manifestación de Dios, que es concebido como el actor divino que desempeña a la vez los innumerables papeles de humanos, animales, plantas, estrellas y fuerzas de la naturaleza.
La religión es por lo tanto fe comunitaria en, y conformidad con, el modelo que el pensamiento descubre o ha sido revelado, como voluntad o mandamiento de la inteligencia que se encuentra más allá del universo. La comunidad se vincula a este modelo como pauta de vida, que consiste en tres elementos: el credo, el código y el culto. Credo es la fe en el modelo revelado y en la inteligencia divina que lo constituyó. Código es el sistema de leyes humanas y morales que cuentan con sanción y autorización divina, que incluye las reglas de participación activa en sociedad. Culto es el ritual de ceremonias o actos simbólicos por medio de los cuales la comunidad pone su conciencia en armonía con la mente de Dios, ya sea mediante danzas ceremoniales o reconstrucciones dramatizadas de las acciones de Dios, o por el sacrificio de alimentos celebrados en común por Dios y su pueblo. La misa cristiana o la comunión procede de este último tipo.
Salvación
La salvación religiosa es en síntesis la idea de la incorporación a una comunidad divina, a través del sometimiento a los deseos de Dios. En fases posteriores de la tradición semítica, la salvación comenzó a englobar la idea de la supervivencia más allá de la muerte, primero mediante la resurrección milagrosa del cuerpo y después, como resultado de las influencias griegas, en virtud de la mortalidad inherente del alma. Sin embargo, la salvación quedaba subordinada y condicionada al ingreso en la comunidad divina. Después de la muerte, aquellos que no se han incorporado son proscritos espirituales enviados, por ejemplo, al gehena judaico, al infierno cristiano o al iblis islámico. Por otra parte, la salvación después de la vida mortal es concebida como un estado de íntima unión con Dios en el que, sin embargo, se mantiene la personalidad diferente de cada miembro.
Aunque se considera que salvarse depende del cumplimiento de una regla de vida, todas las tradiciones religiosas reconocen que por sus propias facultades las personas no puede cumplir las condiciones de salvación. Las escrituras hebreas, que judaísmo, cristianismo e islam consideran de revelación divina, contienen la idea de una caída inicial, o pecado original, cometido por el primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva, y como consecuencia, la voluntad humana está en esencia pervertida por el egoísmo y la soberbia. Por lo tanto, la salvación es imposible sin ayuda divina. Las tres religiones enseñan lo mismo, que Dios es sobre todo amor y misericordia y que su objetivo final es la redención de toda la humanidad. Cuando los individuos se arrepienten de sus faltas, Dios ofrece su gracia con generosidad; es decir, la salvación considerada como un premio para quienes no la merecen. En la tradición cristiana, el único mediador o dador de gracia es el Jesús de Nazaret histórico, considerado como la personificación humana o encarnación del propio Dios. Jesús ama tanto al mundo que viene a sufrir su dolor, a soportar su carga, y a transformarlo desde dentro.
Por lo tanto, en el presente esquema de clasificación, judaísmo, cristianismo e islam pueden llamarse las tres 'religiones mundiales', es decir, religiones que tienen como ideal la totalidad de la especie humana.
Otras creencias de carácter más local se adaptan a la definición de religión, aunque estén más vinculadas concretamente con determinados esquemas de cultura. Estas creencias surgen de la comunidad sij en India y el zoroastrismo, la religión de los persas, en India e Irán. Entre ciertas formas de religión, que ya no se practican, figuran los cultos de Ra y Osiris del antiguo Egipto y los misterios clásicos del mundo grecorromano.
Los caminos de la liberación
En Asia existen ciertos tipos reconocidos de experiencia espiritual que en Occidente tienen lugar sólo de una forma casual y con un reconocimiento mínimo de las tradiciones religiosas oficiales. Estos tipos de experiencia no deberían identificarse siempre con el misticismo, o el sentimiento de unión con Dios, que puede producirse en un contexto teístico y religioso. Por lo tanto parece más apropiado utilizar un concepto como 'caminos de liberación' para describir estas formas de experiencia espiritual, ya que todas ellas se ocupan de la emancipación de la conciencia humana de ideas y sentimientos provocados por los condicionamientos sociales. Es decir, por los propios sistemas de convención que garantiza una religión, en el sentido habitual del término. Estos caminos, sin embargo, no deberían ser considerados antirreligiosos, ya que no pretenden destruir la religión y la convención sino utilizarlas sin verse condicionados por ellas. Intentan superar el concepto del mundo, adquirido a través del uso del pensamiento y el lenguaje; consideran que este concepto favorece divisiones y diferencias y tiende a hacer que las personas desatiendan su inseparabilidad del universo total. Entre los principales caminos de liberación están los que aparecen en el hinduismo (de forma muy clara en el vedanta y el yoga), el budismo y el taoísmo.
Hinduismo
Dentro de la complejidad cultural del hinduismo, que se puede considerar panenteísta, existen una serie de darshana o puntos de vista también legítimos, que el individuo puede adoptar. Los más notables son el vedanta, basado en las doctrinas de los Upanisad, un conjunto de escritos poéticos; y el yoga, una forma de meditación que se considera nativa de la India. Tanto el vedanta como el yoga se ocupan de la liberación del mundo, considerado como una ilusión de realidad.
Lo más frecuente es que no se estudie el vedanta o el yoga hasta que el individuo ha llegado a la mitad de su vida, se ha establecido en su casta, que puede ser considerada su rol o vocación, y está preparado para transmitir sus obligaciones sociales a los hijos. Por eso el vedanta y el yoga no suelen enseñarse a los niños, como se hace con las Escrituras y las creencias de una religión como el cristianismo, sino sólo a los adultos ya disciplinados en los caminos de la sociedad. Estos caminos implican renunciar en concreto a la propia identidad, abandonar la tarea de mantener las obligaciones sociales y prepararse para morir, y esto se explica porque la muerte, cuando le llega a una persona que todavía cree que es un individuo aislado, se considera una calamidad.
Según el vedanta, la idea de que el mundo es una pluralidad de cosas distintas es considerada maya o una ilusión, producto de la forma convencional de pensamiento. Puesto que maya tiene la significación original de 'medir', el mundo se considera medido o señalizado por estas divisiones y clasificaciones de la experiencia humana, que hacen posible las palabras y las ideas. Para describir una curva complicada hay que medirla como si constituyera una serie de puntos distintos. De la misma forma, para describir y pensar sobre la naturaleza hay que desglosarla en unidades o términos manejables; es decir, cosas y acontecimientos. Este procedimiento, útil en todo caso, sugiere que los acontecimientos son separables entre sí, que uno podría suceder sin el otro, y que el placer podría existir sin dolor o la vida sin la muerte. Una impresión parecida predomina respecto a la separabilidad de las cosas.
El vedanta sostiene que todas las distinciones son relativas entre sí y que contrarios como el conocedor y lo conocido, o el sujeto y el objeto, son distinciones tan indisolubles como las dos caras de una moneda. En otras palabras, el mundo sólo se puede separar en cosas independientes mediante el pensamiento. En la realidad concreta el mundo es una unidad inseparable o, de forma más precisa, una no dualidad, ya que la unidad es también un pensamiento o idea que sólo existe en relación con la idea de diversidad. El verdadero estado del mundo no es unidad o multiplicidad. El verdadero estado del mundo es más bien inmensurable, indescriptible e indefinible.
Un hombre, por lo tanto, puede reconocer que en su más profunda consciencia (atmán, en hinduismo) no es ese individuo separado sino un brahman o la indefinible totalidad. Sin embargo ha sido inducido a considerarse como un ser separado por el necesario carácter divisivo del pensamiento. No se puede decir qué es el brahman, ya que la realidad básica del mundo no pertenece a clase alguna a la que se pueda aplicar una palabra. Aunque un brahman no pueda ser captado en palabras o ideas, puede sin embargo ser experimentado, y la realización de esta experiencia es la función del yoga. Esta realización consiste en la llamada unificación de consciencia; es decir, en la renuncia transitoria de todo pensamiento divisivo y en el abandono de todas las ideas y conceptos sobre la vida. El mundo podrá ser experimentado entonces en su estado original, real e inseparable.
Este tipo de experiencia no significa, como podría suponerse, dejar la mente en blanco, lo mismo que la realidad concreta de la naturaleza no es la colección de cosas separadas que concibe el pensamiento, ni un mero espacio vacío. Si el estudioso de las religiones comparadas fuera a preguntar a un cristiano y a un vedantista por sus ideas de lo que es real con carácter definitivo, el vedantista quedaría en silencio o diría lo que no es, mientras que el cristiano describiría los atributos positivos de Dios, es decir, su amor, sabiduría e inteligencia. El estudioso podría asumir por lo tanto que este último reconoce un Dios que existe de un modo demostrable, y el primero un dios que es casi nada en absoluto.
Se utilizan dos diferentes modos de hablar para caracterizar experiencias espirituales. La expresión religiosa se parece a intentar describir el color a una persona ciega diciendo con qué color podrían compararse, por ejemplo, las variaciones de temperatura. La vía de liberación intenta al parecer describir a la persona ciega lo que no es color. Ambas formas de hablar serían válidas. Una religión expresa la realidad última en términos específicos tales como los del pensamiento y la imaginación, y de este modo su concepto de Dios queda determinado y definido. Una vía de liberación dejaría el pensamiento al margen, en favor de la experiencia directa y del sentimiento, y por esta causa su concepto sería indeterminado e indefinido.
Budismo
El budismo, la doctrina de Gautama Buda, surge como un movimiento de clarificación y reforma del hinduismo.
En muchos aspectos, los objetivos del budismo son los mismos que los del vedanta y el yoga. Gautama Buda, sin embargo, evitó dar nombre, incluso el más simple, a aquello que se considera básicamente real, ya en su aspecto universal en cuanto brahman como en su aspecto humano, el yo más profundo o atmán. Creía que tales términos eran transformados en ideas y formas de pensamiento con tanta facilidad que restarían valor a la experiencia directa. Su doctrina era que las personas sufren a causa de la avidya, o ignorancia, de la total relatividad del mundo de las cosas y los hechos. El pensamiento es avidya ya que es un proceso de ignorancia, es decir, no puede concentrase en ningún aspecto de la experiencia sin ignorar todos lo demás. Es una forma de contemplar la vida faceta por faceta y no como totalidad, y conduce a su vez al apresamiento (trishna, en el budismo) o intento de arrebatar las partes deseables de experiencia del conjunto; sin embargo, puesto que el bien se halla siempre asociado al mal, esta separación jamás puede realizarse. Del mismo modo, no se puede experimentar un sólido sin un espacio circundante, estando espacio y sólido relacionados entre sí. Abandonar la codicia conduce al ideal budista de nirvana, que Gautama Buda se negó a definir excepto en términos negativos, como el vedantista define la liberación.
La doctrina de Gautama Buda conduce a un malentendido al que vedanta es propenso también: que se puede buscar la liberación como un escape del sufrimiento o como un permanente estado de beatitud. Líderes religiosos budistas posteriores, en especial los de la escuela Mahayana, corrigieron este malentendido señalando que la búsqueda del nirvana como un escape seguía siendo codicia. Por eso su ideal del individuo sabio iba más allá del más antiguo concepto hindú de abandono del mundo, es decir, del mundo social, como preparación para la muerte. Incluía el regreso a la actividad plena de la sociedad una vez liberado, hasta el punto en que, libre del miedo, uno pudiera dedicarse a practicar actos de compasión con quienes siguen en la esclavitud de maya. Sin embargo la doctrina budista propugna moralidad y piedad, no como un mandamiento sino como una acción voluntaria, a la que la persona libre se compromete sin esperanza de recompensa ni temor a recibir un castigo. En el budismo no aparece ningún pensamiento donde se presente la conducta moral como obediencia a un modelo divino, ya que considera las normas morales como reglas de gramática, es decir, convenciones humanas necesarias para la existencia social, aunque sin ninguna autoridad absoluta.
Aunque Buda no dio nombre a lo que consideraba realidad absoluta, los maestros budistas posteriores hablaron del verdadero estado del mundo como sunyata, o 'vacío', significando más en concreto 'vacío de cualquier característica definible' o 'inclasificable'. Esta actitud filosófica no equivale en sentido alguno al ateísmo o nihilismo occidentales, ya que lo que está vacío no es la propia realidad sino cada una de las ideas en que la mente humana intenta apresarla.
Taoísmo
Atribuido a los filósofos chinos Lao-tsé y Zuang-zi, el taoísmo es la forma específica china de un camino de liberación. En ciertos aspectos se parece al budismo y esa es la razón de que se utilizaran términos taoístas en la traducción de textos budistas del sánscrito al chino. Sin embargo, se aparta más aún que el budismo de los conceptos occidentales de una religión; debe su origen a filósofos adscritos a una corriente surgida del fácil de seguir escepticismo filosófico chino, que estudia la utilidad de la discriminación intelectual y lingüística, y tiene poco que ver con los dioses, los espíritus o los cultos. Como el vedanta y el yoga, el taoísmo fue adoptado en general por personas mayores que habían desempeñado su papel en sociedad según los esquemas básicos de convención proporcionados por el confucianismo en China. En común con el budismo Mahayana, el taoísmo permite el regreso del sabio liberado a los asuntos materiales. Su texto principal, el Tao Tê -King o Daodejing, atribuido a Lao-tsé, fue escrito como un manual de consejos para los gobernantes.
El verdadero taoísmo, tal como aparece en las doctrinas de Lao-tsé y Zuang-zi, debe distinguirse con el máximo cuidado del culto taoísta de adivinación, alquimia y magia, que solo tiene de taoísta el nombre; es más bien una supervivencia de la religión china nativa. El taoísmo puro nunca llegó a organizarse y ha seguido siendo la obra de investigadores y filósofos independientes, tanto en China como en Japón, durante más de 2.000 años. Considera el universo natural como la operación del tao, que elude toda comprensión verbal e intelectual. La experiencia del tao debe realizarse a través de guan ('contemplación silenciosa de la naturaleza') y de wu-wei ('la ausencia de tensión mental y física'), que representan el equivalente a la actitud budista del no apresamiento. El taoísmo subraya con insistencia la unión del individuo y la naturaleza, sugiriendo que el control del entorno puede lograrse no luchando sino cooperando con él, como un marinero que cambia el rumbo de su embarcación cuando el viento se pone en contra. El taoísmo es la filosofía subyacente en el jujitsu, la llamada forma cortés de defenderse basada en el empleo de la propia fuerza del adversario para derrotarlo. De la misma forma, enseña que uno debe controlarse confiando, más que oponiéndose, en los sentimientos e instintos naturales propios, canalizándolos en la dirección que uno quiera que tomen en lugar de resistirse a ellos.
Religión comparada
El estudio de las tradiciones religiosas del mundo coincide con la expansión política y económica de Europa occidental.
Primeros investigadores occidentales
Los misioneros jesuitas del siglo XVII incluían con especial relevancia a los italianos Matteo Ricci en China y Roberto de Nobili en India, y el español san Francisco Javier en Japón. En el siglo XVIII se despertó un gran interés entre los investigadores y los filósofos por las traducciones latinas de textos confucionistas y taoístas realizadas por los jesuitas. Durante cierto tiempo se idealizó la cultura china, especialmente por los deístas, que encontraron en ella pruebas para su tesis de que la moralidad podía crecer sin religión dogmática. Entre los pioneros en este campo están los filósofos alemanes Johann Gottfried von Herder y George Friedrich Wilhelm Hegel, y el filólogo británico Friedrich Müller. Su trabajo lo continuaron el filósofo británico Edward Caird en The Evolution of Religion (1894) y el teólogo holandés Cornelius Petrus Tiele en Elements of the Science of Religion (1897-1899). Pero debe destacarse la obra del filósofo y psicólogo estadounidense William James en Las variedades de la experiencia religiosa (1902), primer estudio serio de psicología de la religión.
Siglos XIX y XX
En los siglos XIX y XX hubo notables aportaciones especializadas al estudio de la religión comparada en los trabajos chinos realizados por el investigador francés Noël Julien, llamado Stanislas Julien, y por el misionero jesuita Leon Wieger; en los estudios budistas del indianista y filólogo holandés Jan Hendrik Kern y del orientalista británico Thomas William Rhys Davis; en el estudio del vedanta del filósofo e investigador de sánscrito alemán Paul Deussen; los estudios sobre taoísmo y confucianismo del misionero y sinólogo británico James Legge, y en los estudios relativos a la India del investigador sánscrito sir Monier Monier-Williams.
Gran parte de la obra sobre religiones comparadas la emprendieron misioneros que buscaban puntos en común entre las creencias ajenas y el cristianismo, así como algunas pruebas de la superioridad espiritual del cristianismo. Los filólogos realizaron otro trabajo, cuyo interés residía en la forma lingüística más que en el contenido de los escritos sagrados de otras culturas. Sin embargo, el conflicto progresivo entre religión y ciencia en el mundo occidental a finales del siglo XIX y principios del XX tuvo como resultado un general descontento de las variantes fundamentalistas de la creencia cristiana. Este descontento llevó a su vez a una actitud más comprensiva hacia el resto de las religiones. En este siglo, el estudio de las formas de liberación, en particular, ha realizado importantes avances, ayudado sobre todo por la obra de eminentes investigadores asiáticos como los indios Surendra Nath Dasgupta y sir Sarvepalli Radhakrishnan, los japoneses Daisetzu Teitaro Susuki y Junjiro Takakusu, el chino Fung Yu-lan y el cingalés Ananda Coomaraswamy.
En las tres décadas anteriores a su muerte, el nombre del historiador de las religiones norteamericano, de origen rumano, Mircea Eliade se convirtió en sinónimo de los estudios comparativos. Investigó lo sagrado en creencias, ritos y experiencias religiosas de todos los pueblos y de todas las culturas.
Las Costumbres, son reglas sociales que definen el comportamiento de las personas en una sociedad y cuya violación tiene como consecuencia una gran desaprobación o un castigo. Las costumbres se diferencian de las tradiciones de un pueblo (es decir, el comportamiento común a todos sus miembros) en que tienen una base organizativa y que cuando se transgreden son castigadas con mayor severidad. La violación de las costumbres conlleva la imposición de sanciones, tales como el aislamiento o el castigo físico. A finales del siglo XX, y especialmente en las sociedades occidentales, las costumbres tradicionales han pasado a ocupar un lugar menos destacado al adquirir las libertades personales una mayor relevancia.
La Mitología es el estudio y la interpretación del mito y cuerpo de los mitos de una cultura particular. El mito es un fenómeno cultural complejo que puede ser encarado desde varios puntos de vista. En general, es una narración que describe y retrata en lenguaje simbólico el origen de los elementos y supuestos básicos de una cultura. La narración mítica cuenta, por ejemplo, cómo comenzó el mundo, cómo fueron creados seres humanos y animales, y cómo se originaron ciertas costumbres, ritos o formas de las actividades humanas. Casi todas las culturas poseen o poseyeron alguna vez mitos y vivieron en relación con ellos.
Los mitos difieren de los cuentos de hadas en que se refieren a un tiempo diferente del tiempo ordinario (véase Cuentos tradicionales). La secuencia del mito es extraordinaria, desarrollada en un tiempo anterior al nacimiento del mundo convencional. Como los mitos se refieren a un tiempo y un lugar extraordinarios, y a dioses y procesos sobrenaturales, han sido considerados usualmente como aspectos de la religión. Sin embargo, como su naturaleza es totalizadora, el mito puede iluminar muchos aspectos de la vida individual y cultural.
Significado e interpretación
Desde los inicios de la cultura occidental, el mito ha planteado un problema de significado e interpretación, que ha generado controversias sobre el valor e importancia de la Mitología.
Mito, Historia y Razón
En la herencia griega recibida por occidente, el Mito o mythos siempre ha estado en conflicto con la Razón o Logos, que significaba el modo analítico y racional de llegar a una visión verdadera de la Realidad. Los filósofos griegos Jenófanes, Platón y Aristóteles, por ejemplo, exaltaron la Razón e hicieron críticas cáusticas del mito como una supuesta manera de conocer la Realidad.
En la tradición judeocristiana, la noción de Historia se opone a la de Mito. Esta oposición no es tan clara en tanto que el concepto de Dios de los hebreos y cristianos, aunque existen fuera del tiempo y el espacio ordinarios, se revela a la Humanidad dentro de la historia y la sociedad humanas. Por ejemplo, Dios se revela a Moisés en el Egipto de los faraones.
Las distinciones entre Razón y Mito y entre Mito e Historia, aunque fundamentales, nunca han sido absolutas. Para Aristóteles, algunos de los primeros mitos griegos sobre la creación, el logos y el mythos coincidían. Platón usaba los mitos como alegoría y también como emblemas literarios en el desarrollo de un argumento. Mythos, logos e Historia coinciden en el prólogo al Evangelio de San Juan, en el Nuevo Testamento; allí, Jesucristo es retratado como el logos, que llegó desde la eternidad al tiempo histórico. Los primeros teólogos cristianos, intentando comprender la Revelación cristiana, discutían sobre los papeles del Mito y de la Historia en la narración bíblica.
Tradiciones míticas occidentales
El debate sobre si Mito, Razón o Historia expresan mejor el significado de la realidad de los dioses, los hombres y la naturaleza ha continuado en la cultura occidental como un legado de sus tradiciones más antiguas. Entre este legado figuran los mitos griegos. Adoptados y asimilados por los romanos (véase Mitología romana), proporcionaron inspiración literaria, filosófica y artística incluso a periodos recientes como el renacimiento y la época romántica. Las tribus germanas proporcionaron otro cuerpo de tradición. Después de que estas tribus llegaron a ser parte de la Cristiandad, elementos de sus Mitologías persistieron como sustrato folclórico de varias culturas europeas.
Interés moderno en la Mitología
La Ilustración y el romanticismo estimularon el interés por el Mito, a través de teorías sobre su origen y la aparición de nuevas disciplinas académicas. Aunque la ilustración acentuaba la racionalidad de los seres humanos, dirigía su atención a todas las expresiones humanas, incluidas la religión y la mitología. Los estudiosos ilustrados intentaron dar un sentido a los relatos míticos aparentemente irracionales y fantásticos. Sus explicaciones incluían teorías históricas evolucionistas —la cultura humana avanzaría desde un primitivo estado de ignorancia e irracionalidad hacia la cultura moderna de la racionalidad— viendo a los mitos como productos de las primeras épocas de ignorancia e irracionalidad. Los mitos eran también analizados como resultado del evemerismo, es decir, la divinización de las virtudes heroicas de un ser humano. Sin embargo, se desarrollaron disciplinas sistemáticas dedicadas al estudio de la Mitología. En nuevos campos, tales como la antropología social y cultural y la historia de las religiones, los estudiosos se vieron obligados a enfrentarse con mitos de los más antiguos periodos históricos fuera de la tradición occidental, y comenzaron a relacionar el estudio del mito con una comprensión más amplia de la cultura y la historia.
El romanticismo se volcó en los mitos indoeuropeos más antiguos como fuentes intelectuales y culturales. Los estudiosos románticos tendieron a ver en el mito una forma irreductible de la expresión humana; para ellos el mito, como un modo de pensamiento y percepción, poseía un prestigio igual o a veces mayor que el dominio racional de la realidad.
El mito siempre ha formado parte de los estudios clásicos y teológicos en Occidente, pero desde el neoclasicismo, el interés por el mito, renacido con nueva intensidad, pudo ser observado en casi todas las disciplinas universitarias más recientes —Antropología, Historia, Psicología, Historia de las religiones, Ciencia política y Lingüística estructural. De estas disciplinas han surgido muchas teorías que se han difundido ampliamente.
Clases de Mitos
Los mitos pueden clasificarse según el tema dominante que revelan.
Mitos cosmogónicos
Habitualmente el mito más importante en una cultura, el que llega a ser el modelo ejemplar de todos los demás mitos, es el mito cosmogónico. Cuenta cómo fue el origen del mundo. En algunos relatos, como el primer capítulo del Génesis bíblico, la creación del mundo procede de la nada (creatio ex nihilo). Los mitos egipcios, australianos, griegos y mayas también hablan de la creación a partir de la nada. En la mayoría de estos mitos, las deidades son todopoderosas. La divinidad puede permanecer en el primer plano y convertirse en el centro de la vida religiosa, como con los judíos, o puede retirarse y llegar a ser una divinidad distante o periférica, como en los mitos de los aborígenes australianos, griegos y mayas.
Otros mitos cosmogónicos describen la creación como una eclosión de los mundos inferiores. Entre los navajo y los hopi, por ejemplo, la creación es el resultado de un ascenso progresivo desde los mundos inferiores, y la eclosión desde estos últimos es el avance final hacia el mundo de la humanidad. Un mito polinesio sitúa las diversas capas de tal avance en una cáscara de coco. Formalmente semejantes a éstos son los mitos del mundo surgido de un huevo, conocidos en África, China, India, el Pacífico Sur, Grecia y Japón. En estos mitos, la creación se encuentra simbolizada por la ruptura sucesiva del huevo fecundo. El huevo es el elemento potencial de toda vida y a veces, como en el mito del pueblo dogon del oeste africano, es definido como la placenta del mundo.
Otra clase de mito cosmogónico es el mito de los padres del mundo. En la historia babilónica de la creación, Enuma elish, los padres del mundo, Apsu y Tiamat, procrean hijos que posteriormente se opondrán y derrotarán a sus padres, surgiendo el mundo del cuerpo inmolado de Tiamat. En los egipcios, zuñi y polinesios, los padres engendran hijos pero permanecen unidos en un estrecho abrazo; los hijos viven en la oscuridad y, en su deseo de luz, empujan a sus padres, apartándolos y formando un espacio para que las divinidades creen un mundo humano.
En los mitos difundidos entre los pueblos altaicosiberianos, en Rumania y en India, la creación se produce a través de la acción de un pescador de tierra, un animal (tortuga o ave) que se sumerge en las aguas primordiales para subir una pequeña porción de tierra, de la que después esparcirá por el mundo.
Un tema de varios mitos cosmogónicos es el sacrificio. En el mito babilónico, el cuerpo sacrificado de Tiamat es la tierra, y en el mito hindú que se narra en el Rig-veda, el mundo entero es el resultado de un sacrificio a los dioses.
Relacionados con los mitos cosmogónicos, pero en el otro extremo, están los mitos que describen el fin del mundo (mitos escatológicos) o la entrada de la muerte en el mundo. Los mitos del fin del mundo son habitualmente producto de tradiciones urbanas. Suponen la creación del mundo por un ser divino moral, quien finalmente lo destruye. Llegado ese momento, los seres humanos son juzgados y preparados para una existencia paradisíaca o una de tormentos eternos. Estos mitos están presentes entre judíos, cristianos, musulmanes y seguidores de Zoroastro.
En las versiones germánicas de la Mitología indoeuropea se describe ampliamente una conflagración universal y una batalla final de los dioses. En la Mitología azteca los dioses crean y destruyen varios mundos antes de la creación del mundo humano.
Los mitos acerca del origen de la muerte describen cómo la muerte entró en el mundo. En ellos, la muerte no estaba presente en el mundo durante un largo periodo de tiempo, pero surge por un accidente o porque alguien simplemente olvida el mensaje de los dioses con respecto a la vida humana. En el Génesis, la muerte aparece cuando los seres humanos sobrepasan los propios límites de su conocimiento.
Mitos de los héroes culturales
Otros mitos describen las acciones y el carácter de los seres que son responsables del descubrimiento de un artefacto cultural o proceso tecnológico particular. Éstos son los mitos del héroe cultural. En la Mitología griega Prometeo, que robó el fuego a los dioses, es un prototipo de esta figura. En la cultura de los dogones, el herrero que roba semillas para la comunidad humana del granero de los dioses es semejante a Prometeo. En Ceram, Indonesia, Hainuwele es también una figura de esa clase: de los orificios de su cuerpo, ella abastece a la comunidad con abundancia de bienes imprescindibles y superfluos.
Mitos de nacimiento y renacimiento
Habitualmente relacionados con los ritos de iniciación, los mitos de nacimiento y renacimiento enseñan cómo puede renovarse la vida, modificar el tiempo y transformar a los humanos en nuevos seres.
En los mitos sobre la llegada de una sociedad ideal (mitos milenaristas) o de un salvador (mitos mesiánicos), los temas escatológicos se combinan con los temas del renacimiento y la renovación. mitos milenaristas y mesiánicos se encuentran en culturas tribales de África, Sudamérica y Melanesia, así como en el judaísmo, el cristianismo y el islam. Las Mitologías que acompañan los cargo cults (literalmente cultos del carguero) tienen invariablemente elementos milenaristas y mesiánicos. Se trata de movimientos religiosos, registrados en culturas tecnológicamente pobres, tales como las de Melanesia a finales del siglo XIX, basados en la esperanza de que llegue un envío o cargamento de los dioses. Según esta creencia milenarista, surgida entre los nativos en su contacto con los navegantes occidentales, llegará un día un navío cargado con toda clase de bienes deseables, procedentes de una sociedad opulenta.
Mitos de fundación
Desde la aparición de los centros urbanos, alrededor del siglo IV y III a.C., algunos mitos de creación han narrado la fundación de ciudades. Éstas se desarrollaron fuera de los centros ceremoniales, que se consideraban extraordinarias manifestaciones del poder sagrado. Esta manifestación permitía la expresión del poder en un lugar específico, lo que acentuaba el valor de la vida humana sedentaria. El mito de Gilgamesh en Babilonia y el de Rómulo y Remo en Roma son mitos de fundación.
Estudios sobre el Mito
La Mitología ha atraído a investigadores de muchos campos del saber. Algunos han estudiado los mitos con la ayuda de materiales de la Historia, la Arqueología, la Antropología y otras disciplinas. Otros han encontrado en los mitos materiales útiles para sus respectivas especialidades, como en el caso de la Lingüística y Psicología, por ejemplo.
Mito y lenguaje
Como el mito es una narración, muchos intentos de comprensión se han centrado en su estructura lingüística. Hay quien busca el significado del mito en la historia y estructura del lenguaje mismo.
El más famoso defensor del mito como ejemplo del desarrollo histórico del lenguaje es Friedrich Max Müller, un estudioso alemán que cumplió la mayor parte de su vida académica en Inglaterra, y cuyos trabajos más importantes tratan de la religión y los mitos de la India. Müller creía que en los textos védicos de la antigua India, los dioses y sus acciones no representan seres o hechos reales, sino que son productos de una confusión del lenguaje humano, de un intento, a través de imágenes sensuales y visuales, de dar expresión a los fenómenos naturales (como el trueno o el mar).
Más reciente es la construcción del modelo lingüístico estructural, a partir de las obras del lingüista suizo Ferdinand de Saussure, del rusoamericano Roman Jakobson y del folclorista americano Stith Thompson. Los lingüistas de esta corriente interpretan el significado total del lenguaje como un sistema lógico interno. Examinan en particular la relación entre dos niveles de lenguaje: por un lado, las palabras y el contenido que realmente transmiten, por otro, la estructura sistemática subyacente: gramática, sintaxis y otras normas de la lengua.
El estudioso más importante del mito desde esta perspectiva fue el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss. Para él, el Mito representaba un caso especial de uso lingüístico, un tercer nivel más allá de la narración superficial y de la estructura subyacente. En el Mito, descubrió ciertos grupos de relaciones que, aunque expresados en el contenido narrativo y dramático, obedecen el orden sistemático de la estructura del lenguaje. Afirmaba que la misma forma lógica está presente en todos los lenguajes y culturas, en obras científicas tanto como en mitos tribales. Véase Semántica.
Mito y conocimiento
Las teorías que afirman que el mito constituye una forma y una vía de conocimiento son tan antiguas como la interpretación misma del mito. Los filósofos clásicos griegos señalaron la imbricación de los modos mítico y racional, lo que puede también observarse en la insistencia de Orígenes, un padre de la Iglesia del siglo III, en que la revelación cristiana de Dios en Cristo puede comprenderse mejor en términos míticos.
En las formulaciones de la relación entre mito y conocimiento, se presentan dos tendencias fundamentales. En la primera, el mito es examinado como un asunto intelectual y lógico. En la segunda, el mito es estudiado en su significado imaginativo e intuitivo, sea como un modo de percepción diferente de las formas racionales y lógicas de conocimiento, o como uno que precede al conocimiento racional en la evolución intelectual humana.
Una de las figuras fundamentales de la antropología británica, sir Edward Burnett Tylor, pensaba que el mito en las culturas arcaicas estaba basado en una ilusión psicológica y en una inferencia lógica errada, a partir de una confusión de la realidad subjetiva y objetiva, de lo real y lo ideal. Tylor creía que el mito, aunque ilógico, tenía valor moral.
El lingüista francés Maurice Leenhardt explicaba el mito como una expresión de la experiencia vivida de la comunidad. Leenhardt, que pasó gran parte de su vida entre los melanesios, observó que éstos respondían pasivamente a las realidades no humanas de su entorno. No buscaban dominar el medio ambiente conceptual o tecnológicamente, sino que intentaban adaptarse y conciliarse con sus poderes y fuerzas. Acuñó el término cosmográfico para esta actitud y asoció los mitos de los melanesios a su experiencia cosmográfica del mundo.
Marett se refería a su teoría como preanimismo, para distinguirla de la de Tylor, quien había llamado a la suya animismo. Marett situó el significado del mito en una fase intelectual anterior al surgimiento de la conciencia racional. El filósofo francés Lucien Lévy-Bruhl desarrolló posteriormente la noción de mentalidad prelógica como una explicación del mito. Lévy-Bruhl sostenía que la gente de las culturas arcaicas experimenta el mundo sin la ventaja de las categorías lógicas, que ellos alcanzan su conocimiento del mundo a través de la participación mística en la realidad, y que este conocimiento se expresa en mitos.
El investigador escocés del siglo XIX, Andrew Lang, y el antropólogo alemán Wilhelm Schmidt advirtieron en la literatura etnográfica la presencia frecuente de un dios superior, una divinidad que creaba el mundo y después se distanciaba de él. Observaban en los mitos una distinción entre este tipo de divinidad y las otras divinidades y espíritus. Argumentaban que este concepto de un creador provenía de la contemplación metafísica e intelectual y no de una evolución del pensamiento de lo prelógico a lo racional. En su formulación, los mitos abarcan algo lo racional-lógico y lo intuitivo al mismo tiempo.
El rumano Mircea Eliade, historiador de las religiones, ofreció una visión comprensiva y definitiva del mito como algo lógico-racional e intuitivo-imaginativo al mismo tiempo. En la interpretación de Eliade, el mito revela una ontología primitiva, una explicación de la naturaleza del ser. El mito, por medio de símbolos, expresa un conocimiento que es completo y coherente; aunque los mitos puedan trivializarse y vulgarizarse a través de los siglos, la gente puede usarlos para volver al principio del tiempo y redescubrir y volver a experimentar su propia naturaleza. Para el filósofo francés Paul Ricoeur, el mito, expresado en símbolos, es necesario para una seria valoración de los orígenes, procesos y abismos del pensamiento humano.
Mito y sociedad
La comprensión filosófica y especulativa del mito, plantea la cuestión del vínculo entre mito y sociedad, como la del filósofo italiano Giambattista Vico, en su Scienza nuova (La nueva ciencia, 1725), Vico expuso una teoría de cuatro etapas para el desarrollo del mito y la religión en Grecia. La primera etapa expresaba la divinización de la naturaleza: el trueno y los cielos se convierten en Zeus, y el mar se convierte en Poseidón. En la segunda etapa, aparecen los dioses relacionados con la domesticación y la dominación de la naturaleza: Hefesto, dios del fuego, Deméter, diosa del grano. En la tercera etapa, los dioses encarnan las instituciones y grupos civiles: Hera, por ejemplo, es la institución del matrimonio. La cuarta etapa se expresa en la total humanización de los dioses, tal como se encuentra en Homero.
El sociólogo francés Emile Durkheim, al examinar la relación del mito con la sociedad, recurre a datos de las culturas aborígenes australianas. Durkheim rechaza la noción de que el mito surge de manifestaciones extraordinarias de la naturaleza. Para él, la naturaleza era un modelo de regularidad y, por tanto, es predecible y representa el ciclo de lo ordinario. Concluía que los mitos surgen como respuesta humana a la existencia social. Expresan la manera como la sociedad representa a la humanidad y al mundo, y constituyen a la vez un sistema moral, una cosmología, así como una historia. Los mitos y los ritos derivados de ellos sostienen y renuevan estas y otras creencias morales, evitando que sean olvidadas, y fortaleciendo a las personas en su naturaleza social.
El antropólogo británico nacido en Polonia Bronislaw Malinowski elaboró aún más esta concepción sociológica del mito. Para Malinowski, el mito cumple en las sociedades arcaicas y tribales una función indispensable: expresa, incrementa y codifica la creencia, salvaguarda y refuerza la moralidad, y contiene reglas prácticas para la guía de los individuos en estas culturas.
La aceptación del significado sociológico del mito es universal entre los antropólogos. Esta aceptación no implica, sin embargo, que se considere al mito como una función de la sociedad humana. En realidad, mito y sociedad coexisten; el orden sociopolítico puede entenderse como un reflejo inexacto del orden social o cósmico que se encuentra en los mitos, y éstos dan legitimidad al orden de la sociedad.
El antropólogo británico sir James Frazer, en The Golden Bough (La rama dorada, 1890), sugirió primero la relación del mito con el ritual. Su teoría sirvió para explicar el significado del mito en las sociedades letradas. El holandés Henri Frankfort, el estadounidense Theodor Gaster y el danés Thorkild Jacobsen aplicaron los hallazgos antropológicos para comprender la religión y la sociedad de las culturas del antiguo Oriente Próximo, donde se desarrollaron algunas de las más arcaicas sociedades agrícolas de la historia humana. Jacobsen señaló que la imaginativa percepción mítica de las plantas era la base práctica y filosófica para la domesticación de la vida vegetal, y que la agricultura misma formaba parte de una percepción tanto del orden cósmico como de la estructura de la sociedad.
Gaster sostenía que ciertos mitos y ritos tenían como función específica la reposición de la vida y la vitalidad. En las sociedades agrícolas, tales mitos y ritos estaban tan generalizados en su relación con el orden cósmico y social que otorgan un significado religioso y mítico a la cultura en su conjunto.
El lingüista francés Georges Dumézil, llevó a cabo extensas investigaciones sobre el mito indoeuropeo en las culturas india, griega, romana, alemana y escandinava, entre otras, y dedujo una estructura cosmosociológica común a cada una de esas variantes míticas. Encontró en todas las formas del mito indoeuropeo una estructura tripartita, con un sacerdote o soberano en la cúspide de la jerarquía, guerreros en el medio, y granjeros, pastores y artesanos en la base. Estas clases estaban relacionadas con divinidades cósmicas, y en la forma narrativa de la épica aparecen dramatizadas las interrelaciones, antagonismos y conflictos entre estas tres clases. Dumézil no afirma que todas las sociedades indoeuropeas posean esta estructura social empíricamente, sino que esta estructura actúa como un lenguaje arquetípico para la enunciación de significados ideales dentro de las culturas indoeuropeas.
El filósofo alemán Ernst Cassirer elaboró las nociones acerca de los aspectos lógico-intelectuales e intuituivo-imaginativos del mito en su estudio de los significados del mito y del grupo social. Apoyó además a quienes dicen que el mito surge de las emociones. Insistió, sin embargo, en que el mito no es idéntico a la emoción de la que surge, sino que es expresión -objetivación- de la emoción. En esta expresión u objetivación, la identidad y valores básicos del grupo reciben un significado absoluto. Cassirer creía que el mito y los modos míticos de pensamiento forman un profundo sustrato en las culturas científicas y tecnológicas de Occidente.
Mito y psicología
La psicología encontró en el mito material para delinear la estructura, el orden y los mecanismos tanto de la vida psíquica de los individuos como del inconsciente colectivo de la sociedad. Sigmund Freud utilizó temas de las estructuras mitológicas más antiguas para ejemplificar los conflictos y mecanismos de la vida psíquica inconsciente (por ejemplo, en sus complejos de Edipo y de Electra). Carl Jung, en sus interpretaciones psicológicas del vasto cuerpo de mitos recogidos de diferentes culturas de todo el mundo, consideró evidente la existencia de un inconsciente colectivo que todos comparten. Desarrolló la teoría de los arquetipos —modelos de influencia decisiva, y a la vez emociones e ideas —que se expresan en conducta e imágenes. Tanto Jung como Freud consideraron los sueños como expresiones de la estructura y mecanismos de la vida del inconsciente. El sueño, señalaban, se asemeja en muchos de sus detalles a la narración del mito en culturas en las que éste aún expresa la totalidad de la vida.
Géza Róheim, un antropólogo húngaro, aplicó la teoría freudiana a la interpretación de mitos y religiones arcaicas y, más en general, a la explicación del desarrollo de la cultura humana. El estudio más extenso de los mitos desde la perspectiva de la psicología, sin embargo, corresponde al investigador estadounidense Joseph Campbell. En Las máscaras de Dios (4 vols., 1959-1967), combinó hallazgos de la psicología profunda (sobre todo jungiana), teorías de difusión histórica, y análisis lingüísticos —desde la perspectiva de los mecanismos que se encuentran en las formas míticas de expresión—, para formular una teoría general del origen, desarrollo y unidad de todas las culturas humanas.
En el mundo, existen y han existido diferentes culturas, de las cuales solo veremos unas pocas.
Arte y arquitectura de Egipto, conjunto de edificios, pinturas, esculturas y artes aplicadas del antiguo Egipto, desde la prehistoria hasta la conquista romana en el año 30 a.C. La historia de Egipto fue la más larga de cuantas civilizaciones antiguas florecieron en torno al Mediterráneo, extendiéndose casi sin interrupción desde aproximadamente el año 3000 a.C. hasta el siglo IV d.C. La naturaleza del país, desarrollado en torno al Nilo, que lo baña y fertiliza, junto al casi total aislamiento de influencias culturales exteriores, produjo un estilo artístico que apenas sufrió cambios a lo largo de sus más de 3.000 años de historia. Todas las manifestaciones artísticas estuvieron destinadas, básicamente, al servicio del Estado, la religión y el faraón, considerado como un dios sobre la Tierra. Desde los primeros tiempos, la creencia en una vida después de la muerte dictó la norma de enterrar al muerto con sus mejores pertenencias para asegurar su tránsito hacia la eternidad. La regularidad de los ciclos naturales, la crecida e inundación anual del río Nilo, la sucesión de las estaciones y el curso solar que provocaba el día y la noche fueron considerados como regalos de los dioses a los habitantes de Egipto. El pensamiento, la moral y la cultura egipcias estuvieron arraigadas en un profundo respeto por el orden y el equilibrio. El arte quería ser un arte útil; no se hablaba de piezas u obras bellas, sino eficaces o eficientes. El cambio y la novedad nunca fueron considerados como algo importante por sí mismos; así, el estilo y los convencionalismos representativos del arte egipcio establecidos desde un primer momento continuaron prácticamente invariables durante más de 3.000 años. Para el espectador contemporáneo el lenguaje artístico egipcio puede parecer rígido y estático (hieratismo); su intención fundamental, sin embargo, no fue la de crear una imagen real de las cosas tal como aparecían, sino captar para la eternidad la esencia de la persona, animal u objeto representado.
Periodo predinástico o arcaico
Los primeros pobladores prehistóricos se asentaron sobre las terrazas o mesetas formadas por los sedimentos que el río Nilo iba depositando en su recorrido. Las herramientas y útiles dejados por estos primeros habitantes de Egipto muestran su paulatina evolución desde una sociedad de cazadores-recolectores seminómadas a agricultores sedentarios. El periodo predinástico abarca desde el 3200 a.C. al 2755 a.C. aproximadamente.
Se han encontrado restos de asentamientos organizados que datan de este periodo, así como diversos materiales asociados, sobre todo, a enterramientos. Tales objetos se introducían en la sepultura junto con el cadáver a fin de que su espíritu pudiera disfrutar de ellos en la siguiente vida; gracias a eso se han conservado una gran cantidad de efectos personales, cerámica, útiles diversos y armas. La cerámica se solía decorar con pinturas que reflejaban la vida y costumbres de la época. Entre los motivos representados se incluyen imágenes de los pájaros y animales característicos de las zonas próximas al Nilo, así como también, ya al final del periodo predinástico, minuciosas representaciones de embarcaciones con remeros sobre las aguas del río. El cobre forjado se utilizó, en pequeñas cantidades, para la elaboración de collares y algunas herramientas, aunque la mayoría de los elementos se
obtuvieron de la piedra. Las espátulas hechas de piedra se utilizaron para pulverizar la pintura de ojos. Se tallaron pequeñas esculturas y figurillas en marfil y hueso, así como también en arcilla.
Imperio Antiguo
El Imperio Antiguo de Egipto, dominado por las dinastías III a VI, abarca los cinco siglos comprendidos entre los años 2755 y 2255 a.C. Hacia el año 3100 a.C. el país se unificó bajo el mando de poderosos caudillos del sur, pero la idea de un Egipto dividido en dos zonas bien diferenciadas (Alto Egipto al sur y Bajo Egipto al norte) persistió durante algún tiempo. Es la época conocida como tinita, dominada por las dinastías I y II, y en ella destaca el rey Narmer (algunos historiadores lo identifican con el rey Menes), artífice de la unificación y fundador de la I Dinastía. En la Paleta de Narmer (c. 3100 a.C., Museo Arqueológico de El Cairo), en piedra tallada, se puede ver al propio faraón portando la corona del sur y subyugando a las gentes del norte, con dos animales entrelazados que significan la unificación de las dos zonas de Egipto bajo el mando único del faraón.
-Arquitectura
Durante las primeras dinastías se construyeron importantes complejos funerarios para los faraones en Abidos y Saqqara, a imitación de los palacios y templos (la tumba era una síntesis de la noción de templo y de mansión privada). La gran cantidad de cerámica, trabajos en piedra y tallas de marfil o hueso encontrados en estas tumbas atestigua el alto grado de desarrollo de esta época. Los jeroglíficos (escritura mediante dibujos), forma de escribir la lengua egipcia, se encontraban por entonces en su primer nivel de evolución, y ya mostraban su carácter de algo vivo, como el resto de la decoración.
En la III Dinastía la capital se trasladó a Menfis y los faraones iniciaron la construcción de pirámides, que sustituyeron a las mastabas como tumbas reales. El arquitecto, científico y pensador Imhotep construyó para el faraón Zoser (c. 2737-2717 a.C.) el conjunto de Saqqara; se trataba de una necrópolis integrada por una pirámide escalonada de piedra y un grupo de templos, altares y dependencias afines. La gran pirámide escalonada donde reposan los restos del faraón está compuesta de varias mastabas superpuestas, y es el ejemplo más antiguo de arquitectura monumental conservado en la actualidad; ilustra también una de las fases en el desarrollo de la pirámide como tipología arquitectónica.
La arquitectura del Imperio Antiguo puede considerarse monumental, dado que la caliza y el granito locales se utilizaron para la construcción de edificios y tumbas de grandes
dimensiones. Desarrollaron una extraordinaria técnica arquitectónica. Empleaban bloques colosales de piedra, que se ajustaban a la perfección sin utilizar argamasa, y empleaban medios de elevación que desconocemos. La bóveda era conocida pero no se empleaba en la arquitectura en piedra. De los templos construidos durante este periodo apenas se conservan unos pocos ejemplos.
El conjunto monumental de Gizeh, donde fueron enterrados los faraones de la IV Dinastía, pone de manifiesto la destreza y habilidad de los arquitectos egipcios a la hora de construir monumentos que han permanecido como una de las siete maravillas del mundo, y muestran el esplendor de la civilización egipcia. Snefru emprendió la construcción de la primera pirámide sin escalones. Keops fue su sucesor y artífice de la gran pirámide, que llegó a alcanzar en su momento 146 metros de altura y está formada por cerca de 2,3 millones de bloques de piedra con un peso medio, cada uno, de 2,5 toneladas. Su hijo Kefrén levantó una pirámide menor, y Mikerinos fue el artífice de la tercera gran pirámide de este conjunto monumental.
El fin que se perseguía con las pirámides era preservar y proteger los cuerpos de los faraones para la eternidad. Cada pirámide formaba parte de un conjunto en el que figuraban un templo en el valle, un embarcadero y un corredor de comunicación entre unos espacios y otros, así como también un espacio reservado para realizar los ritos religiosos previos al enterramiento. Alrededor de las tres pirámides mayores de Gizeh (Keops, Kefrén y Mikerinos) creció una necrópolis (ciudad de los muertos) integrada por sepulcros denominados mastabas (en árabe mastabah, `banco de adobe'). De cubierta plana y paredes inclinadas, recibieron ese nombre por su semejanza con las casas egipcias de adobe en forma de pirámide truncada. Las mastabas fueron las tumbas de los miembros de la familia real, altos mandos, cortesanos y funcionarios. Exteriormente parece una pirámide truncada de planta rectangular que consta de una pequeña sala denominada sirdab, donde se guardaba la estatua del difunto, considerada como un ser vivo, y la falsa puerta que comunicaba el mundo de los muertos y de los vivos. Delante de ella se depositaban las ofrendas y se realizaba el culto funerario. Bajo tierra se encontraba la cámara sepulcral, a la que se accedía por un pasaje que se sellaba una vez depositado el cadáver.
Frente a la relativa abundancia de restos monumentales de carácter funerario conservados, apenas hay ejemplos de arquitectura doméstica y construcciones civiles de las ciudades egipcias del Imperio Antiguo; puede suponerse su disposición sobre calles bien trazadas y planificadas, tal y como se hizo en las necrópolis, pero la utilización del adobe (ladrillos de barro mezclado con heno o paja y cocidos al sol) para levantar los palacios y viviendas no ha permitido su conservación hasta nuestros días. De este modo, los templos y tumbas, edificados en piedra y construidos con una clara idea de eternidad, proporcionan la mayor
y casi única información acerca de las costumbres y forma de vida de los antiguos egipcios.
-Escultura
Desde las primeras figuras de arcilla, hueso y marfil del periodo predinástico, la escultura egipcia se desarrolló con gran rapidez. En la época de Zoser (2737-2717 a.C.) se hicieron grandes estatuas de los faraones y gobernantes sobre las que debían reposar los espíritus que perpetuaran la memoria de los difuntos. Hieratismo, rigidez, formas cúbicas y frontalidad son las características esenciales de la escultura egipcia. Primero se tallaba un bloque de piedra de forma rectangular, y después se dibujaba en el frente y en las dos caras laterales de
la piedra la figura objeto de representación. La estatua resultante era, en consecuencia, una figura destinada a ser vista principalmente de frente (ley de la frontalidad). No había necesidad, pues, de esculpir la figura por todos sus lados, ya que el objetivo era crear una imagen eterna que representara la esencia y el espíritu de la persona retratada, para lo cual bastaba una composición frontal de la misma.
El artista egipcio no buscaba la representación del movimiento. Desde los primeros tiempos del periodo dinástico se tenía un perfecto conocimiento de la anatomía humana, pero se le daba una forma idealizada. La estatua sedente del faraón Kefrén (c. 2530 a.C. Museo Arqueológico de El Cairo), artífice de la segunda pirámide más grande del conjunto funerario de Gizeh, engloba en sí misma todas las características que hicieron memorable a la escultura egipcia de carácter regio. El faraón aparece sentado sobre un trono decorado con el emblema de las tierras unificadas, con las manos sobre las rodillas, la cabeza erguida, rígida y de frente, y los ojos mirando al infinito. El halcón que representa al dios Horus aparece detrás de la cabeza de Kefrén, simbolizando que es él, el faraón, el `Horus viviente'. La estatua, tallada en diorita, presenta en su conjunto una gran unidad y equilibrio, creando una potente imagen de la majestad divina.
Las representaciones de individuos y personajes particulares ofrecen diversos modelos y formas. Además de las figuras individuales sedentes o en pie se hicieron otras emparejadas y también formando grupos escultóricos en los que el difunto aparece con los miembros de su familia. Los materiales utilizados fueron la piedra, la madera y, en menor proporción, el metal. Las superficies se pintaban; los ojos eran piezas incrustadas de otro tipo de material, como el cristal de roca, que realzaba la apariencia de realidad que pretendía transmitir la estatua. Tales representaciones iban destinadas exclusivamente a los personajes importantes; existió otro tipo de obras, no obstante, que representaban a los trabajadores en sus diversos oficios y a las mujeres ocupadas en sus tareas domésticas. Todas tenían un destino común: la tumba del difunto. A finales de la IV Dinastía se introdujo una tercera posición escultórica, tan asimétrica y estática como las dos anteriores (de pie y sentadas):
la del escriba sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Otra invención del Imperio Antiguo es el retrato de busto.
La escultura en relieve servía a dos propósitos fundamentales: en los muros de los templos para glorificar al faraón; en las tumbas para preparar al espíritu en su camino hacia la eternidad. En las cámaras funerarias de las tumbas privadas es frecuente la decoración con escenas del muerto ocupado en las actividades cotidianas que desarrolló en vida. La forma de representación del cuerpo humano en dos dimensiones (frente y perfil), tanto en relieve como en pintura, vino determinada por el deseo de preservar la esencia de lo representado. Se buscaba, por encima de todo, la eternidad frente a lo transitorio. Como resultado de esto, se combina en las figuras la disposición de perfil para la cabeza y extremidades inferiores con la frontal de los ojos y el torso. Esta regla o canon se aplicó a los faraones y miembros de la nobleza, mientras que para los sirvientes y campesinos no se llegó a utilizar de manera
tan exhaustiva. Los relieves solían pintarse para dar una mayor sensación de realidad, siendo frecuente la inclusión en ellos de diversos detalles sólo pintados, sin necesidad de haberlos tallado previamente en la roca. La pintura de carácter meramente decorativo aparece muy raras veces en las piezas del Imperio Antiguo que se han descubierto hasta el momento presente.
El conocimiento que poseemos sobre la mayor parte de las costumbres y modo de vida de los egipcios se ha conseguido gracias a estos relieves de las tumbas. Las variedades de comida y sus formas de elaboración, los métodos de pastoreo, la caza de animales salvajes, la construcción de embarcaciones y muchos otros oficios están perfectamente representados en estos relieves. Dispuestos en la pared por medio de bandas o registros, podían leerse fácilmente como una narración continuada; tales representaciones no fueron concebidas tanto como acontecimientos acaecidos en un momento determinado, sino como ocupaciones y oficios en general, con un claro carácter de atemporalidad y eternidad. Para la escultura en relieve, al igual que para la exenta o de bulto redondo, los escultores trabajaron formando equipos o talleres con diferentes niveles de trabajo asignado a los distintos integrantes del grupo.
-Artes decorativas
En la cerámica, la rica decoración del periodo predinástico se reemplazó por bellas piezas no decoradas, de superficies pulimentadas y dentro de una gran variedad de formas y modelos destinados a servir de objetos para uso cotidiano. En la antigüedad, la cerámica servía para los mismos propósitos para los que hoy utilizamos el cristal, la loza, el metal, la porcelana o el plástico; en consecuencia, el abanico de posibilidades abarca desde vasijas y recipientes para comer y beber hasta grandes envases y contenedores de almacenaje o incluso depósitos o cubos para la fermentación de bebidas.
Las joyas se hicieron en oro y piedras semipreciosas, incorporando formas y diseños animales y vegetales. En toda la historia de las artes decorativas de Egipto hubo una gran predilección por tales asuntos o motivos artísticos. Se han conservado pocos ejemplos por lo que se refiere al mobiliario, pero la abundante presencia de los mismos en las imágenes de las tumbas nos proporciona abundante información sobre el diseño de sillas, camas, escabeles, sillones y mesas. Generalmente los diseños fueron simples, sencillos, incorporando formas vegetales y garras de animales para rematar los acabados inferiores de los muebles (patas de sillas y mesas, por ejemplo). No se utilizaban clavos, sino que las piezas se unían mediante espigas y mortajas o se pegaban. Destacan los cabezales rodeados de genios para proteger el sueño. El más bello conjunto de muebles del Imperio Antiguo es el de la tumba de la reina Heteferes, madre de Keops, que destaca por su grandiosidad y sobriedad.
Al finalizar la VI Dinastía el poder centralista de Egipto había disminuido; los gobernantes locales decidieron emplazar sus sepulcros en sus propias provincias en lugar de enterrarse cerca de las necrópolis de los faraones a quienes servían. De esta dinastía data la estatua en
metal más antigua que se conoce en Egipto: una imagen en cobre (c. 2300 a.C. Museo Arqueológico de El Cairo) de Pepi I (reinó c. 2395-2360 a.C.). El primer periodo intermedio (VII a X dinastías) fue una época de anarquía y agitación. Hubo un débil intento por mantener las tradiciones artísticas de la edad de oro del Imperio Antiguo, pero hasta la reunificación del país con los faraones de Tebas, en el sur, no se pudo reanudar la actividad artística para igualarla a su anterior época de esplendor.
Imperio Medio
Mentuhotep II, faraón de la XI Dinastía, reinó entre los años 2061 y 2010 a.C., y fue el primer faraón del nuevo Egipto unificado del Imperio Medio (2134-1570 a.C.). Creó un nuevo estilo o una nueva tipología de monumento funerario, probablemente inspirado en los conjuntos funerarios del Imperio Antiguo. En la orilla oeste de Tebas, al otro lado del Nilo, en el lugar denominado Dayr al-Bahari, construyó un templo en el valle conectado por un largo camino real a otro templo que se encontraba adosado a la ladera de la montaña. Formado por una mastaba coronada por una pirámide y rodeado de pórticos a dos niveles, los muros fueron decorados con relieves del faraón en compañía de los dioses.
-Arquitectura
La arquitectura del Imperio Medio no está bien representada, dada la escasez de ejemplos conservados. No obstante, una pequeña construcción vinculada a Sesostris I (1962-1928 a.C.), faraón de la XII Dinastía, ha sido recuperada de uno de los últimos pilonos (puertas monumentales) del templo de Karnak, para el que se utilizaron sus ladrillos como material
de relleno. Esta pequeña capilla puede considerarse como el ejemplo típico del estilo de la época. Esencialmente cúbica en su diseño y construida bajo un riguroso sistema de pilares y estructuras adinteladas, este pequeño edificio tiene una pureza de líneas y unas proporciones tan equilibradas que le otorgan sin lugar a dudas un carácter de eternidad. Los entrepaños están decorados con bellos relieves del faraón y divinidades egipcias.
-Escultura
La escultura del Imperio Medio se caracteriza por su inclinación hacia el realismo. Las primeras obras de este periodo imitan claramente los ejemplos del Imperio Antiguo en un intento por restablecer las viejas tradiciones, pero la escultura de la XII Dinastía muestra un renovado interés por la realidad. Los retratos de faraones como Amenemes III y Sesostris III son muy diferentes de aquellos otros faraones del Imperio Antiguo.
Durante la XII Dinastía las imágenes del faraón no se idealizan hasta el punto de convertirlo en dios. La gravedad e importancia de su alto rango se reflejan de forma clara en el rostro. La estructura ósea se insinúa bajo una superficie rígida, produciendo un tipo de realismo que nunca se había dado con anterioridad en el arte egipcio. Las estatuas de personajes privados tienden, como en todas las épocas, a imitar el estilo de las de los faraones; así lo
vemos, por ejemplo, en los retratos de la nobleza de la XII Dinastía, tendentes también hacia el realismo.
-Pintura
La costumbre entre los nobles de enterrarse en tumbas construidas en sus propios centros de influencia en lugar de hacerlo en la capital, se mantuvo vigente. Aunque muchas de ellas estuvieron decoradas con relieves, como, por ejemplo, las tumbas de Asuán, en el sur, otras como las de Beni-Hassan, en el Egipto Medio, fueron por regla general decoradas exclusivamente con pinturas. Los ejemplos conservados muestran el trabajo de los artistas y artesanos locales en su intento por adherirse a los modelos de los talleres regios. Aparecen algunas novedades en los tipos y formas representativas, aunque los viejos modelos todavía servían de guía para muchos temas y composiciones. La pintura también decoraba los sarcófagos rectangulares de madera típicos de este periodo. Los dibujos eran muy lineales y reflejan una gran minuciosidad en los detalles.
-Artes decorativas
El Imperio Medio fue también una época en la que se produjeron magníficos trabajos en artes decorativas, en particular joyas realizadas en metales preciosos con incrustación de piedras de colores. En este periodo aparece la técnica del granulado. El barro vidriado alcanzó gran importancia para la elaboración de amuletos y pequeñas figuras. Quizá lo más
conocido fueron los hipopótamos de barro vidriado en color azul decorados con pinturas de plantas acuáticas.
Imperio Nuevo
La XIII Dinastía tuvo faraones débiles e ineficaces, alcanzándose un número de unos 50 en 120 años. El segundo periodo intermedio (XIII a XVII dinastías) fue de nuevo para Egipto una época de gobierno dividido. Los hicsos, pueblos venidos del Asia occidental, entraron en Egipto proclamándose a sí mismos faraones. Impusieron su poder gracias a la utilización de caballos y carros de guerra. Esta circunstancia tuvo una prolongada influencia, ya que los hicsos llevaron a Egipto nuevas tecnologías a la vez que también proporcionaron una visión más amplia de su lugar en el mundo mediterráneo. Una vez más, sin embargo, Tebas instigó la reunificación del país, los extranjeros fueron expulsados y se restableció el poder central de la monarquía. El Imperio Nuevo (1570-1070 a.C.) comenzó con la XVIII Dinastía, y fue una época de gran poder, riqueza e influencia, como lo evidencia su importante comercio exterior y sus conquistas en el extranjero.
-Arquitectura
Los faraones de las dinastías XVIII a XX fueron grandes constructores de arquitectura religiosa. Tras el restablecimiento de la capital en Tebas la realeza divina de los faraones se asoció al dios local Amón, que llegó a ser la divinidad suprema más importante de Egipto y
reinaba sobre los dioses secundarios. Casi todos los faraones del Imperio Nuevo se preocuparon por ampliar y hacer nuevos añadidos en el conjunto de templos de Karnak,
centro del culto a Amón, convirtiéndose así en uno de los más impresionantes complejos religiosos de la historia. El mayor de todos ellos es el de Karnak; sus gigantescos pilonos, la gran sala hipóstila, los vestíbulos plagados de columnas, los obeliscos y las estatuas dispuestas en numerosos lugares, llevan directamente a pensar en el poder y majestuosidad del faraón y el Estado de aquella época. Próximo a este conjunto destaca también el templo de Luxor, con una fachada compuesta de dos enormes muros macizos que flanquean la entrada y conducen al patio. Ya en el interior encontramos una serie de recintos y capillas, dispuestos simétricamente, que albergan el sanctasanctórum, una sala cuadrada con cuatro columnas.
En la ribera occidental del Nilo, cerca de la necrópolis de Tebas, se construyeron templos para el culto y honras fúnebres de los faraones. Durante el Imperio Nuevo, los cuerpos de estos faraones se enterraron en tumbas excavadas en la roca en el entorno denominado Valle de los Reyes, ya en pleno desierto, con los templos funerarios o mortuorios a cierta distancia fuera del valle. De estos templos, uno de los primeros y más insólitos fue el de la reina Hatshepsut en Dayr al-Bahari, levantado por el arquitecto Senemut (muerto hacia el
año 1428 a.C.). Situado frente a los acantilados del río Nilo, junto al templo de Mentuhotep II, de la XI Dinastía, y probablemente inspirado en él, el templo es una extensa terraza con numerosas capillas para los dioses y relieves representando los éxitos logrados por Hatshepsut a lo largo de su reinado. Otros faraones no siguieron este precedente, y construyeron sus templos al borde de las tierras fértiles, lejos de los escarpados riscos del desierto.
Las tumbas del Valle de los Reyes fueron excavadas en el interior de la roca, en un esfuerzo —casi nunca conseguido— por ocultar los sepulcros donde reposaban las momias de los faraones. Largos pasajes y corredores, escaleras y cámaras funerarias fueron decorados con relieves y pinturas de escenas de textos religiosos destinados a proteger y amparar el espíritu del difunto para su próxima vida.
Durante la XIX Dinastía, en época de Ramsés II, uno de los más importantes faraones del Imperio Nuevo, se levantaron los gigantescos templos de Abu Simbel, en Nubia, al sur de Egipto. Fueron excavados en el interior de la roca, sobre la falda de una montaña y con las fachadas custodiadas por cuatro figuras monumentales del faraón y su esposa respectivamente. Entre 1964 y 1968 ambos templos tuvieron que ser desmontados en bloques y trasladados a un lugar más elevado con el fin de salvarlos de su inmersión bajo las aguas de la nueva presa de Asuán.
Como en todas las épocas, la arquitectura doméstica y palaciega se hizo fundamentalmente con materiales más baratos que la piedra, como el adobe. No obstante, se han conservado los suficientes restos como para dar una idea aproximada de la planificación de los palacios y sus múltiples estancias con pinturas y decoraciones diversas en suelos, paredes y techos.
Las viviendas de las clases privilegiadas formaban amplios conjuntos urbanos integrados por edificios residenciales y para el servicio. Ejemplos de casas modestas para los obreros
pueden aún encontrarse, agrupadas junto a los pueblos, muchas veces como las del Egipto actual.
-Escultura
Durante el Imperio Nuevo la escultura alcanzó una nueva dimensión. La rigurosa y severa estilización del Imperio Antiguo y el áspero realismo del Imperio Medio fueron reemplazados por un estilo cortesano en el que se combinaban perfectamente la elegancia y la cuidadosa atención hacia los detalles más delicados. Iniciado durante los reinados de Hatshepsut y Tutmosis III, este estilo alcanzará su madurez en tiempos de Amenofis III. Los retratos de los faraones y de los cortesanos fueron obras plenas de gracia y sensibilidad.
El arte en la época de Amenofis IV, hijo de Amenofis III, refleja la revolución religiosa promovida por el faraón. Amenofis adoraba a Atón, dios solar, e imaginó y proyectó una
línea artística encaminada hacia esta nueva dirección, es decir, a eliminar el hieratismo tradicional del arte egipcio. Al comienzo de su reinado se utilizó un realismo casi caricaturesco, pero poco a poco fue derivando hacia un estilo de sutil belleza y profunda ternura, cualidades perfectamente ejemplificadas en la cabeza de piedra caliza pintada de su esposa, la reina Nefertiti (c. 1360 a.C. Staatliche Museen, Berlín).
-Pintura
Mientras que el relieve se utilizó en el Imperio Nuevo principalmente para la decoración de edificios religiosos, la pintura predominará en la decoración de las tumbas privadas. La necrópolis de Tebas es una rica fuente de información sobre la lenta evolución de la tradición artística, así como también de excelentes ilustraciones de la vida de aquella época.
El medio pictórico permitió mayores posibilidades que el escultórico, al conceder al artista la posibilidad de crear coloristas imágenes de la vida alrededor del Nilo. Los funcionarios aparecen representados inspeccionando los exóticos tributos llevados a Egipto desde todos los rincones del mundo conocido. Los oficios de los talleres regios están representados con meticuloso detallismo ilustrando la elaboración de todo tipo de objetos, desde grandes esculturas a delicadas joyas. Los ritos funerarios, desde el cortejo fúnebre hasta las últimas plegarias elevadas a los espíritus, también se representan. Uno de los elementos comunes en la pintura de las tumbas tebanas, conocido ya en el Imperio Antiguo, es la representación del difunto cazando y pescando entre los papiros de las marismas, entretenimientos y actividades de las que desearía gozar durante toda la eternidad.
-Artes decorativas
Durante el Imperio Nuevo las artes decorativas, al igual que la pintura y la escultura, alcanzan las más elevadas cotas de perfección y belleza. Los objetos de uso cotidiano utilizados por la corte real y la nobleza fueron exquisitamente diseñados y elaborados con
gran destreza técnica. No hay mejor ejemplo para ilustrar esta afirmación que el ajuar funerario de la tumba (descubierta en 1922) de Tut Anj Amón, donde con ricos materiales
—alabastro, ébano, oro, marfil y piedras semipreciosas— se crearon múltiples objetos de consumada habilidad artística. La cerámica del Imperio Nuevo ofrece también este mismo gusto decorativo, con sus superficies frecuentemente pintadas con motivos vegetales. En esta época se produce el apogeo del vidrio, técnica en la que los artesanos mostraron una gran originalidad. En general, y a tenor de los restos conservados, se puede decir que los egipcios de esta época encontraron un particular deleite en la riqueza ornamental y en los vivos colores de las pinturas y artes decorativas.
Época tardía
A los poderosos faraones de las dinastías XVIII, XIX y parte de la XX les reemplazaron débiles monarcas que sumieron al país en una nueva etapa de crisis y decadencia, con continuas usurpaciones del poder. Ramsés III, fundador de la XX Dinastía (1198-1166 a.C.), levantó un enorme templo funerario en Madinat Habu, cerca de Tebas, en la orilla occidental del Nilo, cuyos restos son de los mejor conservados en la actualidad. La existencia de un palacio junto al templo indica que el faraón frecuentó y habitó aquel lugar en bastantes ocasiones. Escenas de batallas relatando las campañas de Ramsés III contra los invasores extranjeros (pueblos del mar) aparecen representadas con gran viveza en relieves distribuidos por los muros del templo.
Las dinastías XXI a XXIV están consideradas como el tercer periodo intermedio, un lapso de tiempo de más de 350 años en el que diversos monarcas se establecieron paralelamente en Sais, Tanis y Bubastis, capitales del delta del Nilo, en un momento de división política del país. La reunificación llegó con los faraones de la XXV Dinastía; éstos fueron etíopes que penetraron desde Nubia avanzando hacia el delta y ocupando Tebas. Respetaron las creencias y divinidades egipcias, asumiendo también sus costumbres con la idea de ser ellos quienes tenían la obligación de restablecer la gloria y el esplendor de Egipto. Restauraron los viejos templos y construyeron otros nuevos dedicados a sus dioses. Tomaron los nombres de los antiguos faraones y en sus producciones artísticas copiaron e imitaron escenas y motivos de épocas pasadas. Recuperaron la tipología de la pirámide como lugar de enterramiento. Durante su reinado los asirios, acaudillados por Asaradón, llegaron hasta Tebas en el año 671 a.C., pero fueron rechazados.
Poco después de este primer intento fallido, el rey asirio Assurbanipal conquista Egipto convirtiéndolo en provincia asiria, hasta que Samético I (664-610 a.C.) libera al país de la dominación asiria y crea una nueva dinastía, la XXVI, denominada saíta. Continuando la labor de restauración de viejas tradiciones iniciada por los etíopes, durante el periodo saíta tiene lugar un florecimiento de las artes. Destacan los trabajos escultóricos en bronce, de gran suavidad y blandura en el modelado, con tendencia hacia formas contorneadas. Tuvieron contacto con los griegos, algunos de los cuales habían servido en el ejército
egipcio como mercenarios. También con los judíos, a través de una colonia que éstos poseían en el sur, cerca de Asuán. El arte de la XXVI Dinastía utilizó muchas formas y
modelos del pasado, copiando a veces literalmente los motivos de los antiguos monumentos.
La XXVI Dinastía acaba con la invasión del Imperio persa, y, salvo breves periodos, Egipto nunca recuperó su libertad de manos de la dominación extranjera. La conquista del país por parte de Alejandro III el Magno en el 332 a.C., y por los romanos en el año 30 a.C., introdujo a Egipto dentro de la órbita del mundo clásico, aunque persistieron sus antiguas tradiciones artísticas. Alejandro (que había fundado la ciudad de Alejandría, que
se convirtió en un importante foco de la cultura helenística) y sus sucesores aparecen representados en los muros de los templos como si fueran auténticos faraones en un claro estilo egipcio. Los templos construidos durante el periodo tolemaico (la dinastía fundada por Alejandro el Magno) repiten los modelos arquitectónicos tradicionales de Egipto.
El arte egipcio ejerció también una poderosa influencia sobre las culturas de sus invasores. En los primeros artistas griegos se reconoce una clara deuda con Egipto. Los romanos también mostraron gran interés por el arte de este país, se llevaron a Roma piezas originales extraídas de los templos y tumbas, e imitaron su estilo en numerosas esculturas realizadas por artistas romanos. La influencia de Egipto, su cultura y su arte, así como la fascinación que despiertan sus antigüedades, ha persistido hasta nuestros días.
Cultura Asturiense, cultura epipaleolítica (entre el paleolítico y el neolítico) del norte de la península Ibérica, que fue definida por el conde de la Vega del Sella en 1914, a raíz de la excavación del yacimiento de El Penicial. Se manifestó en cuevas próximas al litoral del oriente de Asturias y oeste de Cantabria, en cuyas entradas, casi cegándolas, comparecen enormes depósitos de conchas de moluscos fruto de la actividad recolectora de sus ocupantes. Su superposición respecto al aziliense, por ejemplo en La Riera, acredita al asturiense como un epipaleolítico avanzado, más bien boreal (c. 7500-5000 a. C.), que sorprende por la tosquedad y pobreza de su instrumental más representativo: grandes herramientas talladas sobre canto, como el 'pico asturiense', y escaso utillaje leptolítico y de asta. Los asturienses, que se dedicaban también, sobre todo en verano, a la caza del ciervo, practicaban el marisqueo a lo largo de todo el año, inclusive en invierno.
Cultura de los Castros, también cultura castreña, denominación expresamente reservada a los numerosos poblados fortificados o 'castros' protohistóricos del noroeste de la península Ibérica, aun cuando es éste un tipo de hábitat relativamente común durante el I milenio a.C. en casi todo el territorio peninsular. Se extiende, desde el bajo Duero, por el norte de Portugal, por Galicia y, hasta el Navia, por el occidente de Asturias, siendo impreciso su límite con la Meseta. El sustrato de muchos de esos asentamientos (Torroso) se remonta al bronce final (último periodo de la edad del bronce), mas el apogeo castreño viene a situarse avanzada la segunda edad del hierro, cuando prácticamente todos los poblados o citanias (Sabroso, Santa Trega) se protegían tras fosos y murallas concéntricas mejorando sus, ya de por sí, buenas condiciones defensivas. Por su interior se distribuyen, sin gran orden, las viviendas, circulares, comúnmente de piedra en seco y a veces con vestíbulo, así como algunos edificios singulares, alargados y con conducciones de agua, que debieron cumplir la función de saunas (Briteiros, Santa Mariña, Coaña) y que se adornaban con unas grandes losas labradas en forma de fachada de casa, las pedras formosas. Otras manifestaciones escultóricas típicas son los célebres guerreros, de piedra y esculpidos en bulto redondo, que se muestran en actitud de parada militar exhibiendo tanto su armamento —espada corta, escudo pequeño circular— como sus adornos personales —torques y brazaletes—, y ciertas representaciones zoomorfas, los verracos, que, a diferencia de los del área vettona, exentos, servían como adorno de las casas empotrados en sus paredes. La cerámica, pese a lo pintoresco de algunas de sus decoraciones (estampados de patos y círculos, sogueados incisos), constituye una de las manifestaciones menos brillantes de los artesanos galaicos, aún desconocedores del torno. Por el contrario, en el trabajo del oro se alcanzaron cotas excepcionales, bien visibles en torques (Burela), arracadas, diademas (Ribadeo) y lúnulas. La conquista romana, producida en un momento de gran esplendor económico, demográfico y cultural del mundo castreño, lejos de doblegarlo, produjo simplemente su transformación, dando lugar a una sincrética cultura galaico-romana de muy lento declive.
Cultura Celtibérica, propia de los celtíberos, grupo de pueblos prerromanos que habitaron en la península Ibérica en torno al sistema Ibérico. Hunde sus raíces en el sustrato indígena del bronce final (última fase de la edad del bronce) y del primer hierro (inicios de la edad del hierro), momento este último en el que, como evidencian sus necrópolis, habrían iniciado su andadura, en torno al siglo VI a.C.; su final se sitúa, convencionalmente, en el 133 a.C., fecha de la caída de Numancia ante los romanos.
Sus hábitats ocupan, por lo general, lugares estratégicos y de fácil defensa, contribuyendo a ésta, además, obras artificiales tales como murallas, torreones y fosos. Las viviendas, de piedra, son rectangulares, tienen varias estancias y se ordenan en manzanas en torno a calles. Las diferentes categorías y dimensiones de los asentamientos son reflejo de una ordenación jerárquica del poblamiento.
Sus necrópolis, próximas al hábitat, mantienen la tradición incineradora de los 'campos de urnas', depositándose directamente los restos de la cremaciones, en compañía de un ajuar, en hoyos o en urnas; las tumbas se protegen, en ocasiones, con túmulos, señalándose, más raramente, mediante estelas que, excepcionalmente, se ordenan en calles. Los ajuares incluyen cerámicas a mano y a torno, así como objetos metálicos de bronce y hierro, tales como armas (espadas y puñales de antenas, soliferrea) y adornos (broches de cinturón y fíbulas de tipología diversa), cuya cantidad y calidad ponen de manifiesto una estratificación social en la que destacan, por su alto estatus, los guerreros.
Los celtíberos, que hablaban una lengua celta, adoptaron tardíamente la escritura, sirviéndose para ello del alfabeto ibero. Desde el siglo II a.C., asimismo, acuñaron moneda, incorporando también los tipos de los iberos. Por extensión, el término 'cultura celtibérica' se aplica a los restantes pueblos prerromanos del valle del Duero (vacceos, vettones, y otros), en particular tras la adopción por parte de los mismos, ya en la segunda edad del hierro, del torno del alfarero, las cerámicas oxidantes pintadas y el molino circular.
Cultura Chancay, cultura precolombina situada en los valles de Ancón, Rímac y Chancay, en la costa central de Perú, a unos 60 km al noroeste de la actual ciudad de Lima, que floreció aproximadamente durante el siglo XIV. La mayor parte de la información que poseemos procede del registro arqueológico y, sobre todo, del contexto funerario. Se caracteriza por una cerámica tosca, de paredes delgadas, recubierta de pintura blanca sobre la que destacan dibujos geométricos en negro o sepia. Las formas son muy simples: vasos globulares en forma de cantimplora y figuras antropomorfas y zoomorfas estilizadas, entre las que merece la pena destacar las chinas (vasijas globulares cuyo gollete se transforma en una cara con las facciones pintadas) y los cuchimilcos (figuritas femeninas de cortos brazos, peinado rectangular y ojos achinados). La rudeza de la cerámica contrasta con la excepcional calidad de sus tejidos. Hay gasas soberbias, finas y transparentes, decoradas con delicados motivos, y tejidos bicolores realizados con telar mecánico.
Cultura Cicládica, cultura que tuvo lugar en un pequeño grupo de islas, las Cícladas, situadas en el centro del mar Egeo, las cuales desarrollaron una civilización única y distintiva que floreció aproximadamente desde el 3200 hasta el 1500 a.C., durante el periodo histórico conocido como edad del bronce. Pruebas arqueológicas, principalmente procedentes de cementerios, permiten a los eruditos reconstruir algunos de los aspectos de esta importante civilización.
Parece ser que los habitantes de estas pequeñas y áridas islas vivían en poblados muy bien fortificados. Sus recursos se basaban en una economía mixta de labranza, ganadería y pesca. Según parece realizaban actividades marineras, como demuestra la presencia de productos cicládicos en Creta, Ática, el Peloponeso y Asia Menor, así como las representaciones de barcos en la cerámica y el descubrimiento de maquetas de piedra o cuero ilustrado con técnicas de construcción naval. Tecnológicamente, el desarrollo más importante que tuvo lugar durante este periodo fue la expansión de la industria metalúrgica.
Su cerámica estaba decorada de forma característica con grabados, bien rectilíneos o curvilíneos (espirales y círculos), que a veces están rellenos con una masa blanca. La forma más común encontrada en las tumbas es un pequeño frasco redondo, mientras que la más extraña es la llamada sartén, normalmente decorada con complicados motivos en espiral y rara vez con descripciones de barcos. Características de este periodo son las jarras con pitorro para beber.
Sin embargo, los productos más atractivos de la cultura cicládica estaban hechos de mármol, que se puede encontrar en abundancia en muchas de estas islas. Los primeros escultores usaron el mármol de la zona como la mejor forma para expresar sus inquietudes artísticas, incluso hoy atractivas para el gusto moderno. El mármol fue usado tanto para bases como para figuras. Los cuencos de mármol y las vasijas con elegante cuello (los llamados candiles) se encuentran frecuentemente en tumbas como ofrendas al difunto.
Los productos en mármol más característicos incluyen figuras de diferentes tamaños y formas. Las primeras muestras son muy esquemáticas, y adoptaron más adelante formas más naturales. Las figuras normalmente son femeninas y aparecen desnudas, con sus brazos cruzados sobre el vientre. Las cabezas son ovoides e inclinadas hacia atrás, con tan sólo la nariz marcada escultóricamente. Hay algunas variaciones como los músicos sentados o de pie, que normalmente tocan el arpa o la flauta, o los cazadores-guerreros. El análisis estilístico de las características de las figuras ha permitido a los especialistas identificar a varios escultores, que deberían ser considerados como los primeros artistas europeos de la edad del bronce.
La sencillez de sus formas ha influido a artistas modernos como Picasso, Modigliani y Brancusi, pero también ha atraído a coleccionistas, quienes a lo largo de los años han fomentado las excavaciones ilegales y las exportaciones de un gran número de ellas para colecciones privadas. Esta falta de contexto impide entender su función. Sin embargo, muchas estatuillas han sido halladas en tumbas y por ello lo más probable es que estén asociadas a ritos funerarios, pero hay algunas de mayor tamaño que proceden de poblados o santuarios. Las características femeninas predominantes en la mayoría de las figuras sugieren una divinidad relacionada con la Gran Madre en el papel de diosa y guardiana del difunto.
La cultura cicládica llegó a su fin hacia el 1500 a.C. Tras dominar el Egeo durante más de 1.300 años, el desarrollo independiente de las pequeñas islas Cícladas fue reemplazado progresivamente por la influencia de la Creta minoica.
Cultura de Cupisnique, cultura prehispánica, situada en la costa norte del actual Perú, que se desarrolló entre los años 800 y 300 a.C., conformándose como una sociedad agrícola bajo la dirección de una elite especializada en las tareas de gobierno. Adoraban una divinidad con cuerpo humano y cabeza de felino y enterraban a sus muertos en tumbas junto con un abundante ajuar de lujo que comprendía vasos de cerámica y joyas. Se conservan algunos restos arquitectónicos construidos en piedra, con adobes cónicos, o con ambos materiales. La escultura alcanzó un considerable grado de desarrollo con tallas en hueso y piedras duras (granito, cuarzo y turquesa), con las que elaboraban orejeras, narigueras, agujas, etc. Sus mejores logros artísticos los realizaron en cerámica, siendo sus vasijas, de gran belleza y variedad, el más claro antecedente de las cerámicas mochica y chimú.
Cultura de Gallinazo, cultura prehispánica, situada en la costa norte del Perú, que se desarrolló en el valle del Virú (del que también toma el nombre, en ocasiones) entre el 500 a.C. y el 350 d.C. Recibió la denominación de cultura de Gallinazo por llamarse así su principal yacimiento. Se trataba de agricultores que practicaban la irrigación artificial y vivían en comunidades bien organizadas. Construyeron grandes pirámides de adobe y practicaron la metalurgia del oro y la plata, siendo su rasgo cultural más característico la elaboración de una cerámica pintada en negativo, donde los motivos eran cubiertos de cera, y desaparecían durante la cocción, dejando la decoración en el color original de la arcilla. Recibió, sucesivamente, influencias de otras culturas predominantes en la zona a lo largo de los siglos: la mochica (moche), la de Tiahuanaco y la de chimú.
Cultura de Hallstatt, cultura de principios de la edad del hierro, extendida por Europa central y occidental y por los Balcanes. Recibió su nombre de la localidad austriaca de Hallstatt, aproximadamente a 225 km de Viena. En 1846 y 1899 se excavó una necrópolis en Hallstatt que contenía más de 2.000 tumbas con un importante ajuar.
Hallstatt fue una antigua comunidad centrada en torno a minas de sal en forma de pozo, que alcanzaron aproximadamente 400 m de profundidad, cuyo origen se remonta hacia el final de la edad del bronce, pero que se desarrolló fundamentalmente entre los siglos VIII y V a.C. Esta cultura se caracterizó por sus elaborados ritos funerarios, que comprendieron, en diferentes etapas, la incineración y la inhumación. En general, la cultura de Hallstatt estuvo marcada por el uso creciente del hierro debido a una progresiva destreza en su fundición, a pesar de que en ocasiones reaparecieron viejas técnicas y materiales de la edad del bronce. El arte de Hallstatt desarrolló, ante todo, los herrajes, los trabajos de bronce y la cerámica, por lo general decorada con motivos geométricos, simetrías rígidas y repetitivas, usada como decoración de las tumbas.
El periodo cubierto por esta cultura transcurrió desde aproximadamente el 750 hasta el 450 a.C. y, geográficamente, su mayor desarrollo se alcanzó en la Alta Austria y Baviera, más tarde se extendió hacia occidente, a Suiza, Francia, Renania, y llegó incluso hasta el sureste de Inglaterra.
Cultura de Longshan (o Long-Shan), cultura neolítica china que se desarrolló aproximadamente durante el periodo comprendido entre los años 2000 y 1850 a.C. en el curso medio del río Huang He; posterior y más desarrollada que la cultura de Yangshao, es posible que derive de esta última, aunque algunos eruditos creen que se trata de culturas independientes. Los pueblos de la cultura de Longshan, que apareció en el norte de China, vivían en poblaciones estables rodeadas por extensos muros de barro. Eran agricultores que cultivaban mijo y arroz, y criaban cerdos, ovejas, cabras y vacas. La gran calidad de los objetos de artesanía Longshan sugiere un cierto nivel de especialización que a su vez hace suponer una evolución de la estratificación social. El número de muertes violentas entre la población también hace pensar en periódicos conflictos sociales.
En el campo de las artes, la cultura de Longshan se caracteriza por su hermosa alfarería negra, parecida a la encontrada más tarde en Persia y Asia Menor. También se entronca con el periodo que supuso la aparición de la escritura en China, en forma de inscripciones sobre huesos de animales utilizados en la escapulomancia, un rito en el que se adivinaban mensajes de los antepasados. La cultura se extendió rápidamente por el sur hasta Cantón (Guangzou) y Taiwan.
Cultura Mochica (o moche), cultura precolombina que tuvo lugar en la costa septentrional del Perú durante el periodo transcurrido, aproximadamente, durante los siete primeros siglos de la era cristiana, y que recibe el nombre de uno de los valles más importantes donde se desarrolló (Moche). Ocupó una franja costera de unos trescientos kilómetros que iba desde el valle de Lambayeque hasta la cuenca del río Nepeña, siendo la zona central la comprendida entre los valles de Chicama y Trujillo. La base de su economía fue la agricultura por irrigación que les permitió ampliar los terrenos utilizables más de un 50 por cien. Las grandes construcciones de ingeniería hidráulica —como el reservorio de San José, el acueducto de Ascope y la acequia de la Cumbre—, la utilización de fertilizantes (guano) y una racional organización del trabajo permitieron la obtención de excedentes y la formación de una sociedad compleja. La economía se completaba con un comercio muy activo, la pesca, la recolección de productos vegetales y la domesticación de animales como el pato, el cuy y la llama.
Sus realizaciones arquitectónicas fueron monumentales y de una gran complejidad. En el valle de Moche encontramos las huacas del Sol y la Luna, inmensas plataformas de carácter piramidal construidas en adobe. Otros centros importantes son Pañamarca, en el valle de Nepeña, Huaca Cortada, Huaca Blanca y Mocollope. La cerámica ha sido dividida en cinco fases (de Mochica I a Mochica V) y tanto su decoración pictórica como escultórica han permitido conocer con bastante precisión la vida y el pensamiento de aquellas gentes. En ellas encontramos personajes, templos, viviendas, escenas cotidianas, rituales, mitológicas, animales y plantas. Su organización política fue estatal, predominando los estamentos militares y sacerdotales, y contando con especialistas y artesanos capaces de plasmar en diferentes soportes los mensajes fundamentales destinados al grupo. Una visión de su concepción religiosa nos la proporciona la excavación de la tumba del Señor de Sipán (1987) donde un importante monarca aparece enterrado en compañía de dos mujeres y dos hombres sacrificados para acompañarle. Está cubierto de mantas preciosas, abanicos, pectorales y adornos de oro, plata y cobre. La cultura mochica es considerada el precedente de la denominada cultura chimú.
Cultura de las Motillas, cultura de la edad del bronce española, extendida por las llanuras manchegas de la Submeseta sur. Su mejor exponente son ciertos poblados, denominados morras o motillas por su relevancia paisajística, que constan de una gran torre central y de varias murallas concéntricas, entre las que se distribuyen cabañas de ramaje. Las más representativas son las de Los Palacios, El Azuer y El Acequión, que conocieron su apogeo en el bronce pleno. Fueron, pues, coetáneas de El Argar, y ello, unido a su vecindad respecto al sureste peninsular, justifica la similitud de su equipamiento —parecidas cerámicas lisas y piezas metálicas, idénticos adornos de marfil— y de sus costumbres funerarias, ya que las tumbas, individuales y de inhumación, yacen comúnmente en el interior del hábitat.
Cultura Nazca, cultura prehispánica, la cual, junto con la cultura mochica, es una de las más representativas del antiguo Perú. Asentada en la desértica costa sur, floreció dentro del periodo llamado de desarrollo regional o intermedio tardío (100-800 d.C.), aunque en realidad supone una continuidad con el periodo formativo tardío y más concretamente con la cultura de Paracas (600-100 a.C.), caracterizada por sus grandes necrópolis funerarias, viviendas semisubterráneas, pirámides de uso ceremonial y sus inigualables tejidos. La economía estaba basada en la agricultura, la pesca y la ganadería, ocupando el comercio y la guerra un lugar muy destacado. Para sus construcciones utilizaban muros de adobe, de forma cónica, con los que realizaban casas de planta rectangular que se agrupaban formando poblados. Existen también construcciones públicas con templos piramidales rodeados de plazas y habitaciones, de entre los cuales destacan los restos de Cahuachi.
La cerámica es el rasgo más conocido y característico de esta cultura hasta el punto de que los investigadores han realizado numerosas clasificaciones estilísticas. La más aceptada es la que distingue Protonazca (200-100 a.C.) con marcadas influencias de la cerámica
Paracas; Nazca temprano (100 a.C-200 d.C.), donde aparece el estilo propiamente nazca; Nazca medio (200-300 d.C.), evolución hacia motivos cada vez más simbólicos; Nazca
tardío (300-600 d.C.), auge de los motivos complejos, donde incluso se alcanza a cubrir casi toda la superficie cerámica con dibujos (el denominado horror vacui, `horror al vacío'); y Nazca final (600-700 d.C.). La decoración, dispuesta en frisos, era realizada antes de la cocción, y se plasmaba en todo tipo de formas, en platos, cuencos, vasos y jarras. Se distinguen tres estilos básicos: uno geométrico dispuesto en frisos; otro naturalista con representaciones vegetales, animales y humanas; y uno simbólico y abstracto con motivos fantásticos, antropo-zoomorfos, de difícil interpretación.
Trabajaron el metal en láminas de cobre, plata y oro, conociéndose también técnicas más complejas como la fundición a la cera perdida, el labrado, el repujado y la incisión.
Quizá su realización más conocida sean los famosos dibujos o líneas de Nazca, situadas en las Pampas de Ingenio y Soccos, donde, sobre una extensión de 500 km2, se realizaron en la roca dibujos lineales que representan animales y plantas relacionados con el movimiento estelar, permitiendo así la elaboración de un calendario agrícola.
Cultura Nok, cultura de la edad de piedra que se desarrolló en Nigeria aproximadamente entre el 500 a.C. y el 300 d.C. A finales de la década de 1920, se descubrieron fragmentos de una serie de figuras de arcilla cocida (terracota) durante las labores de extracción de estaño en las laderas de la meseta de Jos-Bauchi, en el centro de Nigeria, en la localidad minera que da nombre a la cultura (Nok). Cuando se reconstruyeron, resultaron ser animales y también cabezas humanas, con características faciales muy estilizadas. Algunas esculturas humanas eran de tamaño natural, y los fragmentos de otras partes del cuerpo sugieren que originalmente formaban figuras humanas completas, aunque ninguna se ha encontrado intacta.
Cuando se descubrieron, no había ningún arqueólogo profesional trabajando en Nigeria, y el mayor interés provino de los historiadores del arte. Los hallazgos se agruparon juntos como vestigios de la cultura Nok pero, debido a que habían formado parte de la minería industrial y se desconocían sus contextos originales, fue imposible establecer su verdadera edad y sus relaciones.
Recientemente, las excavaciones arqueológicas sistemáticas han aclarado la situación. Dos yacimientos (Taruga y Samun Dukiya) contenían típicas esculturas de arcilla Nok, cerámica de uso corriente y cuchillos de hierro, puntas de flecha y brazaletes. Las excavaciones también mostraron que el hierro se fundía y forjaba en las villas. Las fechas del radiocarbono para estos yacimientos señalaron las villas que estuvieron ocupadas entre el siglo V y III a.C. La mayoría de los arqueólogos que trabajaron en la región creyeron que el mismo tipo de artefactos se continuó fabricando y utilizando hasta el 300 d.C.
El estilo artístico Nok es una prueba importante de las tradiciones culturales precoloniales de África occidental y también de los antecedentes de una habilidad posterior: las cabezas humanas de latón y terracota realizadas en Ifé y Benín muchos siglos después. Además, la prueba de la forja del hierro en los yacimientos excavados y la probabilidad de que estos pueblos fueran agricultores que vivían en un asentamiento permanente, son pistas importantes
en la búsqueda tanto de los orígenes de la agricultura como de la metalurgia en África occidental.
Cultura de Paracas, antigua cultura peruana que tuvo lugar en el actual departamento costero y meridional de Ica, cuya datación a cargo de los especialistas ha ofrecido distintas cronologías que oscilan, para su nacimiento, desde el 1200 a.C. hasta el 600 a.C., y, para su final, desde el 100 d.C. hasta el siglo VI de nuestra era. Se trata del antecedente directo de otra importante cultura precolombina, la Nazca. Sus vestigios fueron descubiertos en 1927 por el arqueólogo peruano Julio César Tello, quien observó la existencia de dos yacimientos de características diferentes que representaban aparentemente dos fases sucesivas de desarrollo: Paracas Cavernas y Paracas Necrópolis, nombres que responden a las distintas tipologías de los enterramientos que contienen los hallazgos. En tanto que en Paracas Cavernas los cadáveres aparecen en pozos excavados en la roca, en Necrópolis lo hacen en verdaderos mausoleos en forma de grandes cámaras funerarias de arquitectura más compleja. En cualquier caso, aunque hay evidentes indicios de evolución entre una y otra fase, lo más destacado del conjunto son los objetos de cerámica y, principalmente, los bellos tejidos de
lana o algodón de vivos colores, que suponen unas elevadas dotes de calidad técnica en la confección textil. Los temas que aparecen en esas ropas son mitológicos o simbólicos, combinándose el naturalismo con lo geométrico, todo ello con una utilización variadísima de numerosos colores y tonos.
Cultura Talayótica, desarrollada durante las edades del bronce y del hierro en las islas españolas de Mallorca y Menorca. Toma su nombre del término mallorquín talayot (atalaya).
El periodo pretalayótico (c. 3000-1400 a.C.) comenzó con una economía neolítica y hábitats en cueva. Poco después del año 2000 a.C. se introdujo el cobre junto a influencias campaniformes. En la etapa final, a partir del 1700 a.C., aparecieron los poblados de navetas —habitaciones naviformes de planta alargada—, que se mantuvieron durante el arranque del periodo talayótico, como Son Oms. Los enterramientos, de inhumación, se realizaban en hipogeos y en cuevas. Proliferaron los puñales triangulares, los aros, los punzones y las puntas de flecha, todos ellos de bronce procedente del comercio exterior.
Alrededor del año 1400 a.C. se produjo un significativo cambio sociocultural, iniciándose la cultura talayótica, fuertemente vinculada a Córcega y Cerdeña. Se edificaron numerosos poblados fortificados que mostraban una jerarquización y extrema división del territorio. Mejoraron las técnicas de fundición del bronce e irrumpieron una más variada gama de productos metálicos, como espadas o pectorales. Se construyeron los talayots, grandes torres defensivas de mampostería, troncopiramidales o troncocónicas, en inicio erigidas individualmente y rodeadas de cabañas. Desde el año 1000 se agruparon los lugares de hábitat y se amurallaron, caso de C'an Jordi o Es Pedregar.
En el siglo VIII a.C. se introdujo el hierro. Entre el 500 y el 100 a.C., fase final de la cultura talayótica, se manifestó una aculturación exterior, primero púnica y luego romana. Las taulas, —recintos religiosos con un gran monumento central en forma de T— son exclusivas de Menorca y aparece una sola por poblado. Habrían sido introducidas a finales del siglo IV a.C.,
aunque continuaron en uso hasta el siglo II d.C. Destacaron las de Sa Torreta de Tramuntana, Trepucó y Torralba d'en Salord.
Cultura de Villanova, también llamada cultura vilanoviana o vilanoviense, cultura de principios de la edad del hierro, que se desarrolló aproximadamente desde el 1000 hasta el 700 a.C. en el valle del Po, Toscana y el norte del Lacio (todas ellas regiones de la península Itálica). Recibió su nombre de la ciudad de Villanova, cerca de Bolonia, donde se encontraron restos de esta cultura en un cementerio en 1853. Más tarde, se descubrieron vestigios similares en otros emplazamientos, en el norte de Italia. Los artefactos de Villanova reflejan avances notables en las técnicas del trabajo del metal, en comparación con las utilizadas por los habitantes de las viviendas lacustres de la edad del bronce, que habitaron zonas cercanas, en la cuenca del río Po.
Se cree que el pueblo que desarrolló la cultura de Villanova, similar a la cultura de Hallstatt de Austria, procedía de Europa central. En los ritos funerarios, los muertos eran incinerados y las cenizas se colocaban en urnas de cerámica tosca, decoradas con diseños geométricos.
Después se enterraban en sepulturas, por lo general junto con artículos de hierro y bronce. La civilización etrusca reemplazó a la cultura de Villanova.
Cultura de Yangshao, cultura neolítica que se desarrolló en China desde aproximadamente el 3950 hasta el 1700 a.C. y que recibe su nombre del yacimiento homónimo situado en la actual provincia de Henan. Originaria del centro-este de China, principalmente de las actuales provincias de Shaanxi (Shensi), Shanxi (Shansi) y Henan (Ho-nan), se trataba de una civilización de campesinos que utilizaban los métodos de tala y quema. Vivían en poblaciones semipermanentes de estructuras de zarzo y revestimiento, cultivaban mijo y trigo y, al parecer, también practicaban una primitiva forma de crianza del gusano de seda. Aunque poseían cerdos, perros y, en menor medida, ovejas, cabras y vacas, casi toda su alimentación seguía procediendo de la caza y la pesca. Sus herramientas de piedra eran pulidas y muy especializadas. Existían al menos dos clases sociales (los dirigentes y los súbditos), y existen pruebas de una incipiente organización gremial.
Lo más típico de la producción artística de Yangshao es la cerámica de color blanco, rojo y negro, por lo que esta cultura es también conocida como `cultura de la cerámica pintada'. Esta cerámica hecha a mano, es decir, sin la ayuda de un torno alfarero, se distingue por sus dibujos geométricos. Es posible que se utilizara principalmente como ofrenda a los muertos.
Actualmente hay una ciencia que estudi la evolución cultural, esta ciencia se llama Arquologia.
La Arqueología (del griego archaios, `viejo' o `antiguo', y logos, `ciencia'), es una disciplina que se dedica al estudio de viejas o antiguas culturas humanas. La mayoría de los arqueólogos del pasado, que retrotrajeron el origen de su disciplina a los estudios de los anticuarios, definieron la arqueología como el “estudio sistemático de los restos materiales de la vida humana ya desaparecida” otros arqueólogos enfatizaron los aspectos conductistas y definieron la arqueología como “la reconstrucción de la vida de los pueblos antiguos”. En algunos países, especialmente en Estados Unidos, la arqueología ha estado considerada siempre como una subdisciplina de la antropología; mientras que ésta se centraba en el estudio de las culturas humanas, la arqueología se dedicaba al estudio de las manifestaciones materiales de dichas culturas. De este modo, en tanto que las antiguas generaciones de arqueólogos estudiaban un antiguo útil de cerámica como un elemento cronológico que ayudaría a datar la cultura que era objeto de estudio, o simplemente como un objeto con un cierto valor estético, los antropólogos verían el mismo objeto como un instrumento que les serviría para comprender el pensamiento, los valores y la cultura de quien lo fabricó.
La investigación arqueológica ha estado vinculada fundamentalmente a la edad de piedra y a la antigüedad; sin embargo, durante las últimas décadas la metodología arqueológica se ha aplicado a etapas más recientes, como la edad media o el periodo industrial iniciado a finales del siglo XVIII y principios del XIX. En la actualidad, los arqueólogos dedican ocasionalmente su atención a materiales actuales, investigan residuos y vertederos urbanos, con lo que está naciendo la denominada arqueología industrial.
La moderna arqueología entra en relación con otras disciplinas científicas; así, los arqueólogos, para establecer la cronología, suelen utilizar métodos de datación desarrollados por otras ciencias: el sistema del carbono 14 (radiocarbono) fue desarrollado por los físicos nucleares, las técnicas de datación geológica se deben a los geólogos y las técnicas de estudio de los restos de fauna son obra de los paleontólogos. Además, para reconstruir antiguas formas de vida, los arqueólogos se sirven de procedimientos utilizados por la sociología, la demografía, la geografía, la economía o las ciencias políticas.
Historia
La historia de la arqueología puede dividirse en seis grandes periodos. Durante el primero, que se inicia en el renacimiento y acaba en el siglo XVIII, los anticuarios coleccionaban obras de arte y otros objetos, y se establecían postulados poco científicos sobre su significado, aunque se asumió que los antiguos útiles de piedra eran obra del hombre. Tres hechos acaecidos en torno a 1800 marcaron el inicio de una nueva etapa: John Frere descubrió una serie de hachas paleolíticas (más tarde reconocidas como propias del periodo achelense) en una cantera de Sufolk, en un depósito intacto que contenía huesos pertenecientes a animales de gran tamaño ya extinguidos, lo que le permitió atribuir a esos útiles una cronología muy antigua. En 1807 se fundó el Museo Nacional de Dinamarca y sus piezas fueron clasificadas por Christian Thomsen, que estableció la clásica división de la prehistoria en tres periodos: edad de piedra, edad del bronce y edad del hierro. Más tarde, el erudito francés Jacques Boucher de Crèvecoeur de Perthes halló y estudió entre las décadas de 1840 y 1850 útiles antiguos de piedra, asociados con total certeza a restos de animales extinguidos, en los depósitos de grava del valle francés del Somme; su investigación condujo finalmente a la aceptación de la existencia de las culturas primitivas.
Todos estos estudios estaban basados en el trabajo de geólogos de finales del siglo XVIII y principios del XIX, como Charles Lyell, que había liberado a los estudios geológicos de los límites de una cronología bíblica que confinaba a la historia en un periodo de 6.000 años, iniciado con la creación divina en el 4004 a.C. Casi de forma simultánea, el desciframiento de la inscripción jeroglífica en la piedra de Rosetta, logrado por el egiptólogo francés Jean François Champollion, y de la escritura cuneiforme persa en la trilingüe inscripción de Behistún por el profesor británico Henry Creswicke Rawlinson, posibilitaron el estudio de las culturas bíblicas y las situaron sobre una base histórica sólida.
Hacia 1859 comenzó una nueva fase, cuando Charles Darwin y Alfred Russell Wallace publicaron sus teorías sobre la evolución orgánica, con sus obvias implicaciones para la evolución cultural. Con el paso del tiempo, los estudios iniciados en Francia desembocarían en la clasificación del paleolítico efectuada por el investigador Gabriel de Mortillet. Al mismo tiempo se llevaron a cabo excavaciones en el Oriente Próximo y en las regiones características del mundo clásico; la más famosa de éstas fue la excavación de Heinrich Schliemann en Troya, descubrimiento tras el que los arqueólogos estadounidenses iniciaron investigaciones en la Grecia continental, los franceses en Delfos y los británicos en Creta y Egipto. Como resultado de las investigaciones en Europa (trabajos en el norte de Italia y Suiza sobre asentamientos lacustres, excavaciones y análisis daneses en la zona del Báltico así como los realizados por Augustus Pitt-Rivers de túmulos, poblados y fortalezas en Gran Bretaña) se desarrollaron importantes técnicas y métodos arqueológicos. Los arqueólogos comenzaron a trabajar en América, intentando unos determinar el origen de los constructores de túmulos, mientras que otros buscaban testimonios del paleolítico en el Nuevo Mundo.
Nuevas tendencias y grandes descubrimientos
Los primeros años del siglo XX vieron el nacimiento y el desarrollo de meticulosos estudios estratigráficos, además de métodos adecuados de excavación y trabajo de campo. Los pioneros fueron William Matthew Flinders Petrie en Egipto, Robert Koldewey en Babilonia y Pitt-Rivers en Gran Bretaña. Estas técnicas se llevaron al Nuevo Mundo desde Europa, en particular por el arqueólogo de origen alemán Max Uhle, que llevó a cabo excavaciones estratigráficas en yacimientos de grupos concheros californianos y en Perú, donde estableció la primera cronología regional.
Durante el periodo de entreguerras (1919-1939), se realizaron grandes proyectos en el Mediterráneo oriental y en el Oriente Próximo. Sir Leonard Woolley realizó excavaciones en Ur, sir Arthur Evans en Cnosos, James Breasted en Megiddo, Howard Carter en Egipto y Claude Schaeffer en Ugarit; algunas de estas excavaciones sacaron a la luz impresionantes restos. Por lo que respecta a la arqueología en el mundo clásico (Grecia y Roma), la primera actuación destacada quizá sea la excavación del ágora de Atenas, realizada por un equipo estadounidense. Al mismo tiempo se produjeron desarrollos cruciales en la metodología para recuperar información sobre el pasado; así, se generalizó el uso de la fotografía aérea para descubrir y estudiar yacimientos, o la palinología para la datación de restos a través de la vegetación de la antigüedad.
Por último, poco después de acabada la II Guerra Mundial, la aparición del método de datación del radiocarbono (o carbono 14), desarrollado por el químico estadounidense Willard Frank Libby supuso una autentica revolución en el mundo de la arqueología puesto que, gracias al mismo, fue posible obtener fechas absolutas a partir de materias orgánicas y de este modo se pudo establecer un cuadro cronológico firme de la prehistoria.
La nueva arqueología
La obra Estudio de la Arqueología (escrita en la década de 1940) del arqueólogo estadounidense Walter Taylor originó otra revolución, pero en este caso de diferente carácter; su autor expresaba el descontento que los antropólogos mostraban por la forma en que se desarrollaba la arqueología estadounidense, y proponía que la arqueología debería ir más allá de la mera clasificación y análisis de los objetos encontrados, para intentar conocer a la gente que los hizo; esta opinión arraigó en muchos jóvenes arqueólogos que intentaron investigar cómo y por qué se produjeron los cambios culturales, en vez de limitarse a describirlos y datarlos; éstos consideraban que la finalidad de la arqueología debía ser la formulación de las leyes del cambio cultural, lo que la convertiría además en una disciplina científica. En su opinión, la comprensión de los procesos de cambio cultural en una zona objeto de estudio arqueológico, proporcionaría unos principios básicos que podrían hacerse extensivos a otras áreas. El líder de este nuevo movimiento, Lewis R. Binford, trató este tema hacia 1960, dando inicio a la llamada `nueva arqueología'.
Sus características básicas son el uso explícito de la teoría evolucionista, la utilización de sofisticados conceptos culturales y ecológicos que en ocasiones requieren una aproximación interdisciplinar en el trabajo de campo y precisan de la informática para el análisis de los datos, y el uso de la teoría de sistemas. A pesar de que en las décadas de 1970 y 1980 ya se hizo evidente que la nueva arqueología había fracasado en su pretensión de convertir la arqueología en una ciencia generadora de leyes, no deben minimizarse las aportaciones que la década de 1960 hizo a esta disciplina, facilitando, en gran parte, la estructura de la arqueología actual.
En la década de 1970, arqueólogos europeos reconocieron que la cronología de la prehistoria establecida a partir del carbono 14 era incorrecta, debido a las imperfecciones del método. Se han propuesto otros sistemas cronológicos que han dado como resultado no sólo la datación de monumentos concretos sino además (según palabras del arqueólogo británico Colin Renfrew), “un nuevo enfoque del desarrollo cultural a lo largo de la prehistoria”. Anteriormente se consideraba que ciertos logros culturales, como el inicio de la metalurgia, habían sido irradiados desde un único punto de origen localizado en Oriente Próximo; en la actualidad se defiende la existencia de numerosos focos de irradiación cultural, dando lugar a la idea de que el hombre es mucho más innovador de lo que se creía en un principio.
Durante la década de 1980 y comienzos de la de 1990, los arqueólogos estadounidenses, australianos y neozelandeses han sido requeridos, de forma incesante, para que adapten sus estrategias de investigación a los deseos e intereses de los pueblos indígenas, que no sólo exigen la devolución de ciertos objetos y de restos humanos para volver a ser inhumados, sino también el respeto de sus valores culturales en las excavaciones que realizan. La adecuación de las estrategias científicas de investigación a la sensibilidad de las culturas tradicionales señala una nueva dirección en la actividad arqueológica y supone un desarrollo que apenas se contemplaba hace unas décadas, cuando se consideraba que la rígida objetividad científica dominaría en breve plazo la arqueología.
Métodos y técnicas
El trabajo del arqueólogo puede dividirse en sucesivas fases: obtención de datos, descripción de los mismos, análisis preliminar e interpretación.
Obtención de datos
El trabajo de campo está precedido por una exhaustiva revisión de la literatura científica existente; antes de iniciar la excavación se consultan textos antiguos, artículos modernos y estudios geológicos y medioambientales; luego se realiza un prospección arqueológica con el fin de localizar los yacimientos que van a proporcionar los datos, procedimiento que tradicionalmente se ha basado en los hallazgos casuales y en la investigación histórica. La fotografía aérea es, desde mediados del siglo XX, un método de reconocimiento adicional muy importante. A partir de la década de 1970 se han sumado un número notable de nuevas y sofisticadas técnicas, como el uso del radar para estudiar el subsuelo, de sensores de rayos infrarrojos, resistencias eléctricas, magnetómetros de protones y sensores remotos por satélites. Por lo que respecta a la arqueología submarina, la introducción de un nuevo sonar y de equipos sensores eléctricos ha permitido mejorar la detección de los restos de barcos hundidos. En el campo de la arqueología terrestre, el objetivo es localizar yacimientos intactos, con depósitos estratificados y sus correspondientes materiales. Desde un punto de vista ideal, la aparición de los materiales en un contexto estratigráfico claro permite establecer una cronología precisa y reconstruir (teniendo la suficiente información contextual), todo el sistema cultural en los distintos niveles históricos; cuanto mejor sea la investigación inicial, más fácil será la excavación y en general todo el trabajo de campo.
Esta labor preliminar conduce directamente a una intensa recogida de datos, llevada a cabo principalmente mediante una excavación realizada de forma sistemática. El objetivo de una excavación es doble: establecer una cronología y observar el contexto. El viejo y fiable sistema para establecer la cronología consistía en la excavación de yacimientos con estratigrafía clara, estableciendo los distintos niveles de ocupación que se hallaban superpuestos. En la actualidad, se han desarrollado otros muchos sistemas para obtener una cronología relativa o absoluta. Gracias a técnicas interdisciplinares es posible conseguir tales datos en cualquier yacimiento, estratificado o no. La obtención del contexto de los distintos niveles de ocupación requiere unas cuidadosas técnicas de excavación, prestando particular atención a la localización de cada artefacto y ecofacto (restos de antiguos materiales orgánicos); toda esta actividad debe ser complementada con datos medioambientales obtenidos mediante el uso de técnicas interdisciplinares, a partir de estudios zoológicos, botánicos, geológicos, edafológicos y climáticos, con el objetivo de definir el ecosistema y el medio ambiente donde se va a realizar la excavación.
Descripción y análisis preliminares
Los análisis de laboratorio y la descripción constituyen normalmente el paso siguiente a la recopilación de datos, aunque la realización simultánea de todos estos trabajos puede mejorar en gran medida la excavación. Los análisis preliminares durante la recopilación de datos pueden revelar huecos en la cronología y en el contexto e indicar dónde se deberían recoger más datos para completar las lagunas de información. No obstante, los análisis más importantes tienen lugar más tarde. Al igual que durante el proceso de recopilación de datos, su finalidad es doble: cronológica (por la que se establece las fechas absolutas o relativas) y contextual (por la que los datos son situados en su contexto cultural).
Establecimiento de la cronología
Aunque el uso de técnicas interdisciplinares pueda determinar un marco cronométrico ajustado, la cronología debe estar determinada fundamentalmente por la secuencia de los objetos procedentes de los distintos niveles estratigráficos excavados. No obstante, la estratigrafía no es el único medio para determinar la cronología relativa. La datación de los objetos según la fecha de su estrato geológico, según su asociación a restos fósiles de animales o de polen, o por su relación con otros objetos datables, constituyen otros sistemas para establecer la cronología relativa. Desde luego, en ciertas ocasiones es posible obtener una cronología absoluta gracias al uso del carbono 14, de la dendrocronología (sistema de datación basado en las capas de los troncos de los árboles), de la termoluminiscencia, o del arqueomagnetismo. En la actualidad se utilizan el espectrómetro de masas, el acelerador de partículas y otros métodos radiométricos para datar los objetos encontrados.
Establecimiento de los contextos culturales
Una vez fijada la cronología se procede al estudio analítico del contexto cultural y medioambiental, un proceso más complicado cuya finalidad es reconstruir los sistemas culturales y ecológicos. Cada artefacto es considerado, desde este punto de vista, no como un elemento cronológico sino más bien como resultado de la actividad humana en el tiempo en que fue fabricado. La ubicación física de un artefacto puede ser determinada por medios relativamente simples, como una excavación cuidadosa, pero determinar con exactitud qué actividad lo produjo y como esa actividad encaja en la antigua cultura de su hacedor es a veces problemático. La obtención de datos interdisciplinares pueden revelar dónde y en qué parte del ecosistema se localizaron las materias primas del artefacto y, lo que es más importante, pueden establecer una relación entre la cultura y el medio ambiente. Restos de desechos (por ejemplo huesos y restos de plantas) proporcionan información sobre la forma de vida de quién los tiró, sobre los elementos del ecosistema, sobre la estacionalidad de los patrones de asentamiento o sobre las relaciones comerciales. Las formas de enterramiento y los ajuares de las tumbas aportan mucha información sobre el pasado, particularmente en aspectos como la concepción de la realeza, la jerarquía, el rango social o las prácticas religiosas; cada objeto refleja las actividades realizadas en el periodo en que los hombres ocuparon el yacimiento.
Interpretación
Con toda esta información, el arqueólogo intenta sintetizar las cronologías regionales en una secuencia de culturas y ecosistemas de áreas más amplias o de regiones relacionadas entre sí. Esto conlleva idealmente la descripción dinámica de los procesos que pueden ser analizados para determinar las causas del cambio cultural, es decir, no sólo cómo suceden los cambios, sino también por qué se producen.
El registro arqueológico
A continuación se presentan algunas de las conclusiones a que han llegado los arqueólogos al estudiar el pasado del hombre y se describen algunos de los yacimientos y objetos más importantes descubiertos en los dos últimos siglos.
El Oriente Próximo
Ya desde los comienzos de la investigación arqueológica realizada de una forma sistemática, el Oriente Próximo (de Mesopotamia a Egipto, desde los tiempos más antiguos hasta la época islámica) ha constituido una de las principales zonas de investigación y quizás sea la región donde se han producido los descubrimientos más espectaculares.
Mesopotamia
La investigación arqueológica en Mesopotamia comenzó con los trabajos que realizó C. James Rich en Babilonia y Nínive. Guiado por sus informes, el cónsul francés Paul Émile Botta inició las excavaciones en las ruinas de Nínive y en Jursabad (Jorsabad) entre los años 1843 y 1845. Dos años más tarde, el viajero británico Austin H. Layard siguió los mismos pasos en Nínive y en Nimrud (la antigua Calach). Ambos fueron apoyados por sus respectivos gobiernos. Henry C. Rawlinson, Edward Hincks y otros eruditos, apoyándose en el desciframiento de la escritura cuneiforme persa por el primero de ellos, tradujeron la escritura cuneiforme asirio-babilónica, con lo que pudieron leerse los textos grabados en piedra y en cientos de tablillas de arcilla halladas en Nínive, y reconstruir la historia de los distintos reinos. Los grandes palacios, con numerosísimos relieves esculpidos, demostraban el poder de los reyes asirios, sólo conocido antes por referencias bíblicas y de textos griegos. Las excavaciones en los palacios asirios han continuado de forma esporádica hasta el presente.
Doce campañas de excavaciones arqueológicas británicas entre 1949 y 1963 en Nimrud han sacado a la luz cientos de placas de marfil bellamente grabadas (decoración de mobiliario), botín de los ejércitos asirios. Un equipo alemán excavó (1903-1913) las ruinas de Assur, capital del Imperio asirio; con gran habilidad fueron desenterrados los vestigios de templos y palacios construidos con adobes y fechados desde el III milenio a.C. hasta el siglo III d.C. Esas estructuras mostraron la cultura de la antigua Asiria y su dependencia de Babilonia; además, las numerosas inscripciones proporcionaron una importante información histórica. Un poco más al sur, otra misión arqueológica alemana, dirigida por Robert Koldewey, trabajó desde 1899 hasta 1914 en Babilonia y desveló la planta de la ciudad en su apogeo, es decir, durante el reinado de Nabucodonosor II; la Puerta de Istar, recubierta de azulejos con motivos animalísticos en relieve, el templo de Marduk, el palacio real, la muralla de la ciudad y un puente que en su día cruzaba el Éufrates fueron los principales hallazgos.
En 1877, el cónsul francés Ernest de Sarzac descubrió en la ciudad de Lagash (la actual Tell al-Hiba, en Irak) una serie de magníficas estatuas del gobernante sumerio Gudea (c. 2144 a.C.-2124 a.C.), lo que proporcionó importantes pistas sobre el elevado nivel cultural que allí floreció hacia el 2130 a.C. y aumentó el interés por Sumer y su civilización. Una expedición estadounidense inició su trabajo en Nippur en 1887 y encontró miles de tablillas en escritura cuneiforme, con notables composiciones literarias en sumerio. La labor de Leonard Woolley en Ur, entre 1922 y 1934, permitió descubrir las tumbas de los reyes sumerios (c. 2500 a.C.) con espléndidos ajuares y unas casas bien construidas (c. 1800 a.C.). El arqueólogo francés André Parrot excavó en Mari (actual Tell Hariri), en el Éufrates medio, un gran palacio datado hacia el 1800 a.C. que además de una serie de edificios, trajo a la luz diversas esculturas del III milenio a.C. Los hallazgos alemanes en Uruk (actual Warka) desde 1928, han demostrado la gran capacidad técnica de arquitectos y artesanos del IV milenio a.C. También han permitido la obtención de los textos escritos conocidos más antiguos. El trabajo ininterrumpido desde la II Guerra Mundial ha ampliado el conocimiento de todos los periodos, especialmente de los más antiguos (c. 6000-3000 a.C.), correspondientes a los primeros asentamientos en Babilonia.
La investigación sobre los vestigios de los imperios de los partos y de los reyes Sasánidas (c. 250 a.C.-650 d.C.) han descubierto edificios palaciegos y templos en Hatra, Ctesifonte y Kis (todas ellas en Irak). Se han excavado, o al menos prospectado, yacimientos islámicos como Samarra y Wasit; también se han restaurado los restos arquitectónicos que permanecen en pie.
Egipto
El conocimiento exhaustivo del antiguo Egipto comenzó cuando Napoleón I Bonaparte llevó consigo científicos para estudiar el país durante la campaña de 1798. El descubrimiento de la piedra de Rosetta (un bloque de basalto, ahora en el Museo Británico), que presentaba una inscripción en escritura jeroglífica, demótica y griega, permitió a Jean François Champollion descifrar en 1822 los jeroglíficos egipcios y a partir de ese momento se pudieron leer las inscripciones de los monumentos. Karl R. Lepsius y otros investigadores comenzaron a estudiar los monumentos que aún permanecían en pie, trabajos que continúan siendo valiosos hoy día porque muchos de estos monumentos han sufrido daños o han sido destruidos. Al mismo tiempo, la expoliación a gran escala de objetos para colecciones particulares o públicas han originado la pérdida de mucha información. En 1858 se fundó el Museo Nacional de Egipto en El Cairo y se fue controlando progresivamente el saqueo de los yacimientos. Finalmente, en 1880, Flinders Petrie comenzó las excavaciones sistemáticas e interpretó sus hallazgos de forma más metódica.
La investigación en el sur del país, desde la década de 1960, ha localizado yacimientos donde las poblaciones del paleolítico superior cultivaron cebada en los primeros intentos de aprovechar los ricos suelos de la cuenca del río Nilo. Más tarde, las culturas neolíticas iniciaron la auténtica agricultura, la producción de cerámica y de tejidos, que culminó en la cultura tasiense (del yacimiento arqueológico de Tasa), que en su fase final se mezcla con el inicio de la metalurgia de la cultura badariense (del yacimiento de Badari), momento en que se utilizó por primera vez el cobre. También aparece en Egipto una cerámica de superficie pulida de color rojo con su borde superior en negro. El hallazgo entre 1894 y 1895 de 3.000 tumbas en Nayada (Nagada) realizado por Petrie permitió conocer el periodo inmediatamente anterior al inicio de la etapa histórica egipcia (c. 3400 a.C.); estudios posteriores han diferenciado la cultura del sur de Egipto de la del norte, donde las influencias asiáticas occidentales fomentaron el progreso de la cerámica (pintada con representaciones de figuras humanas y de barcas) y de la metalurgia.
Según la tradición, el rey Narmer (quizás al que denominaron Menes los griegos) unificó el Alto y el Bajo Egipto al comienzo del periodo dinástico (c. 3100 a.C.). Una serie de paletas de pizarra de cosméticos de esa época representan escenas grabadas de batallas y de caza; la más importante es la denominada paleta del rey Narmer (c. 3100 a.C.). Grabados similares en cabezas de mazas y en asas, de piedra o marfil, revelan contactos con otras culturas del Oriente Próximo; los textos jeroglíficos conocidos más antiguos proceden de esta época. La historia más lejana del norte de Egipto era virtualmente desconocida hasta que recientes excavaciones han revelado testimonios de los periodos predinástico y dinástico. Con la aparición de poderosas familias de gobernantes, surgen las primeras tumbas egipcias con ricos ajuares. Las necrópolis de Nayada, Abidos y Saqqara suministran testimonios considerables sobre la historia y cultura de esta época. Las grandes pirámides escalonadas (mastabas) de Saqqara son los antecesores de las grandes pirámides posteriores, como la de Keops en Gizeh, que se construyen en bloques uniformes. A pesar de haber sido saqueadas a lo largo del tiempo, las pirámides hablan de la habilidad de los canteros y de la maestría de los ingenieros para desplazar esos bloques en época tan remota. El mobiliario funerario de madera con planchas de oro de la reina Heteferes (c. 2600 a.C.), enterrada de nuevo tras haber sido saqueada su tumba, fue brillantemente restaurado a partir de una masa de fragmentos por George A. Reisner, de la Universidad de Harvard, entre 1924 y 1927. El rey Mikerinos (Micerinos) es conocido por su bella estatua, hallada por Reisner, que en la actualidad se conserva en el Museo de Bellas Artes de Boston.
Hasta hace poco, la arqueología egipcia se centraba en las tumbas y en los templos, puesto que los antiguos poblados continúan habitados. Por lo general, se hallan situados en las tierras húmedas del valle del Nilo, donde los materiales perecederos no se conservan; los enterramientos se realizaron en el desierto, cuyo ambiente seco ha conservado los restos y materiales orgánicos. Los útiles de madera usados en las actividades domésticas y depositados en las tumbas, las pinturas y grabados murales y los objetos enterrados con el cadáver nos han proporcionado una visión más completa de la vida en el antiguo Egipto que en cualquier otra civilización. La tumba de Tut Anj Amón (reinó en 1334 a.C.-1325 a.C.) destacó por la riqueza del ajuar hallado; la mayor parte de éste se exhibe en el Museo Nacional Egipcio en El Cairo. Cientos de tumbas desde la I Dinastía han mostrado las formas de vida de los distintos grupos sociales.
Próximo a los sepulcros reales del Valle de los Reyes se encuentra un poblado completo donde vivieron generaciones de constructores de tumbas y artesanos. Ha sido excavado de forma científica y sus casas complementan el material hallado en las tumbas, se han encontrado numerosas notas garabateadas en trozos de cerámica o lascas de piedra que identifican a algunos de los obreros y sus casas, proporcionándonos datos sobre su trabajo, alimentación y creencias.
Las creencias religiosas monoteístas de Ajnatón (Amenofis IV), le hicieron fijar una nueva capital en Ajtatón (ahora Tell el-Amarna). El hallazgo casual en 1887 de unas 400 tablillas de arcilla con escritura cuneiforme llamaron la atención sobre el lugar; estas tablillas constituían la correspondencia mantenida entre los principales estados del Oriente Próximo desde el 1375 a.C. hasta el 1330 a.C. La excavación de la ciudad ha sacado a la luz casas de obreros, además de ricas villas. El arte de este periodo está caracterizado por un naturalismo inusual en el Egipto faraónico, como ilustra el exquisito busto de Nefertiti, la reina principal de Ajnatón IV.
Los estudios de los grandes templos de Karnak y Luxor han desvelado las distintas fases de construcción de los mismos, y con frecuencia han conducido a la recuperación de bloques esculpidos reutilizados, lo que supone un autentico enigma para los actuales estudiosos, especialmente en la zona del delta del Nilo. Ramsés II y sus sucesores vivieron en Pi-Ramsés, situada en el Delta. Al principio, los arqueólogos buscaron la ciudad en Pelusio (Pelusa) y más tarde en Tanis, donde la abundancia de bloques de piedra labrados con el nombre de Ramsés sugería que la ciudad había estado allí. Esos bloques fueron transportados a Tanis en el periodo que abarca desde la XI Dinastía hasta el siglo VIII a.C., periodo en el que esta ciudad fue la capital de Egipto. La moderna investigación sugiere que las piedras de Ramsés II proceden de Qantir, 29 kilómetros al sur de Tanis, donde Ramsés tuvo con certeza un palacio; de hecho Qantir ha sido identificado con Pi-Ramsés.
Los arqueólogos han detectado contactos comerciales entre el mar Egeo y Egipto desde el siglo XV hasta el XIII a.C. La asociación de cerámica micénica con tumbas de reyes egipcios conocidos es vital para el estudio de los inicios de la arqueología griega, aunque no del todo satisfactoria. Comerciantes, mercenarios e incluso viajeros griegos estuvieron en Egipto desde el siglo VII a.C., y dejaron testimonios de su presencia. Al conquistar Alejandro Magno Egipto, la lengua griega comenzó a sustituir a la egipcia. Se han encontrado miles de papiros en las ciudades de la región de Fayum, cerca de El Cairo, abandonadas cuando el sistema de regadíos dejó de funcionar; en otros yacimientos se han encontrado miles más. Estos papiros recogen todos los aspectos de la vida con sorprendente detalle y además constituyen las copias más antiguas de muchos libros griegos y del Nuevo Testamento.
Siria y Palestina
Los descubrimientos en Siria y Palestina son de particular importancia para el estudio de los inicios de la vida sedentaria y, particularmente, por estar asociados a toda una rama del estudio histórico que es conocida como arqueología bíblica. Se han encontrado cuevas mesolíticas y yacimientos en terrazas pertenecientes a la cultura natufiense (c. 10.800-8500 a.C.) en Monte Carmelo, excavados por la arqueóloga británica Dorothy Garrod entre los años 1929 y 1934 y también en el desierto de Judea. Los restos de casas en el valle del Alto Jordán y de estructuras en Jericó son otros ejemplos de grupos natufienses. Durante la transición del mesolítico al neolítico surgieron varias comunidades agrícolas, como la de Mureybat en el Éufrates medio, yacimiento excavado a mediados de la década de 1960 y en los primeros años de la de 1970. En algunos yacimientos neolíticos donde no se fabricaba aún cerámica utilitaria, se enterraron bajo el suelo de las casas mascarillas de barro, modeladas con delicadeza sobre los cráneos de los difuntos. Una vez que el uso de la cerámica se extendió durante el neolítico (c. 6000-4000 a.C.), llegaron una serie de estímulos culturales procedentes del norte, situación que continuó en los inicios del calcolítico, representado en Palestina por los yacimientos de Gasul, en el valle del Jordán, y otros próximos a Beersheba. Se han descubierto ciudades con cierta planificación, fechadas en el bronce antiguo (c. 3200-2200 a.C.) en Biblos, Tell el-Farah y Jericó, en Palestina. Todas estas ciudades estaban amuralladas y contaban con torres cuadradas o semicirculares muy cercanas unas de otras; el magnífico palacio de adobe de Ebla data de finales de este periodo. Los archivos reales, con sus documentos escritos en una lengua semítica y cuneiforme sumerio, sobre tablillas de arcilla, iluminan brillantemente la historia de Siria desde el año 2500 hasta el 2200 a.C. aproximadamente. Los sellos cilíndricos y diversos objetos tallados en piedra, concha o madera, atestiguan el alto nivel de la producción artística en Ebla.
Tras una etapa de declive, asociada por muchos investigadores a los movimientos de los amoritas, las ciudades de la zona volvieron a florecer desde el 1900 hasta el 1200 a.C. Las excavaciones francesas en Ugarit (en la costa siria), realizadas desde 1929, han aportado un buen ejemplo de una gran ciudad cananea. Aquí, las cerámicas chipriota, cretense y griega demuestran la existencia de un comercio marítimo hacia el oeste, y han aparecido otros objetos que indican relaciones con Egipto y Babilonia. Los escribas utilizaron papiros en jeroglíficos egipcios, babilonio (un dialecto del acadio), y lo hicieron en cuneiforme hurrita sobre tablillas de arcilla. Para escribir en su propia lengua, el ugarítico, usaban (c. 1400 a.C.) una escritura alfabética de 30 signos que está considerada como el primer alfabeto, en el que se escribieron documentos de toda clase, también mitos sobre sus dioses que nos dan una imagen única de la religión cananea.
Los edificios incendiados y arrasados testimonian la violenta destrucción de Ugarit y otras ciudades del bronce final a principios del siglo XII a.C., llevada a cabo por los invasores conocidos en los documentos egipcios con el nombre de los `pueblos del mar', entre los que se encontraban los filisteos y otros pueblos. La edad del hierro ha sido estudiada de forma mucho más intensiva en Palestina que en Siria; en el río Orontes, una expedición danesa descubrió entre los años 1931 y 1938 una ciudadela cuyos edificios habían sido destruidos por tropas asirias en el 720 a.C. así como piedras y marfiles con grabados. Más al norte, las excavaciones dirigidas por el Museo Británico en Karkemish, en la frontera sirio-turca, desenterraron estelas de piedra y una estatua de estilo neohitita probablemente esculpida en el siglo IX a.C.
Todavía permanecen en pie algunos edificios monumentales de los periodos helenístico y romano en Siria y Palestina que han llamado durante mucho tiempo la atención de los investigadores. En Petra (Jordania), capital de los nabateos, las tumbas excavadas en la roca muestran una mezcla de motivos orientales y griegos; otros ejemplos de esta fusión de estilos pueden ser observados en Palmira, ciudad comercial situada en Siria, donde se han llevado a cabo extensas excavaciones y en donde es evidente la planificación urbana siguiendo criterios romanos, como en muchas otras ciudades de la región. Los edificios datados en el Bajo Imperio, las iglesias bizantinas, las sinagogas y los posteriores edificios islámicos a veces están adornados con mosaicos en sus suelos. La Gran Mezquita de Damasco está erigida en el lugar de un antiguo templo romano, que luego fue una catedral cristiana; su patio está decorado con exquisitos mosaicos que representan jardines y edificios al lado de un río. Los primeros gobernantes musulmanes aprovecharon la destreza de los artesanos locales, como demuestran los mosaicos y el trabajo en piedra de la villa Omeya (c. 740 d.C.) de Qirbert al-Mafjar, cerca de Jericó; otras villas y fortalezas en el desierto sirio son ejemplos de los conocimientos existentes en los inicios de la arquitectura islámica.
Varias instituciones gubernamentales de Siria, Líbano, Jordania e Israel patrocinan excavaciones realizadas con personal propio o por cualificadas misiones arqueológicas extranjeras; las excavaciones están proporcionando continuamente nuevos hallazgos.
Otras zonas del Oriente Próximo
Turquía fue escenario de una de las más famosas excavaciones en los comienzos de la arqueología, cuando Heinrich Schliemann trabajó en Troya. La joyería de oro encontrada por aquél y las placas de oro halladas en tumbas de Alaca prueban la gran habilidad de los habitantes de Anatolia durante la edad del bronce antiguo. Las observaciones realizadas por viajeros condujeron al descubrimiento de Hattusa (ahora Bogazköy, al este de Ankara), capital del Imperio hitita (c. 1800-1200 a.C.). Arqueólogos alemanes comenzaron a excavar allí en 1906 y los trabajos continúan aún. En el interior de la ciudad, fuertemente amurallada, hay complejos palaciegos y templos, en algunos de los cuales han aparecido cientos de tablillas de arcilla con textos escritos en lengua hitita.
Más antigua que Troya es Çatal Höyük, excavada entre 1961 y 1965. En este lugar, habitado por una comunidad agrícola y ganadera, se creó durante el mesolítico y neolítico un poblado formado por pequeñas casas, muy estrechamente unidas, a las que se accedía por el techo; algunos pequeños santuarios estaban adornados con relieves que representan a la diosa madre, figuras animalísticas y pinturas murales de escenas de cacería. Todos estos descubrimientos, favorecidos por nuevas técnicas para recuperar restos de plantas, han iniciado una nueva fase en el conocimiento de los primeros asentamientos humanos en Anatolia.
La península Arábiga, desde el punto de vista arqueológico, la zona peor conocida de la región. Se han recogido útiles de piedra del paleolítico en diversos lugares, pero apenas han sido hallados materiales que antecedan a la cerámica del tipo ubaidí (de El-Obeid) mesopotámico (c. 4000 a.C.). Hay un intervalo de unos 3.000 años antes de la siguiente etapa documentada, en la que las ciudades del suroeste se enriquecieron gracias al comercio de incienso. Las excavaciones en Adén y Yemen han desvelado templos construidos en piedra, inscripciones propias del sur de Arabia y objetos de metal que indican la existencia de relaciones comerciales con Roma y la India.
Europa
La secuencia de los periodos correspondientes al neolítico, calcolítico (edad del cobre), edad del bronce y a la edad del hierro describe la evolución de la civilización europea sobre la base del material más empleado en la fabricación de útiles; esta evolución se produjo con un ritmo más rápido y bajo circunstancias diferentes tanto en la zona del mar Egeo como en la Grecia continental. La historia de esta zona aporta fechas correlativas para el resto de Europa, donde la edad del bronce duró desde el 2000 hasta el 700 a.C. aproximadamente.
Por lo general, la práctica de la arqueología en Europa ha crecido de forma evidente en la última generación. Cientos de investigadores de países de todo el mundo trabajan en disciplinas que hoy son fundamentales para la arqueología.
Grecia
La arqueología de Grecia comprende el estudio de la edad del bronce centrada en la denominada civilización del Egeo, que protagonizaron las culturas minoica y micénica, al final de la cual se desarrolló en Grecia la edad del hierro. El estudio de la arqueología griega durante la edad del hierro está dividido en cinco periodos: protogeométrico (c. 1050-900 a.C.); geométrico (c. 900-700 a.C.); periodo arcaico (c. 700-500 a.C.), denominado así por el estilo artístico que se desarrolla; periodo clásico (c. 500-330 a.C.), etapa que vio destacables logros en el arte, la arquitectura y en la literatura, convirtiéndose en un punto de referencia clásico para muchas civilizaciones posteriores; y, por último, el periodo helenístico (c. 330-50 a.C.), en el que la cultura griega se difundió a lo largo de gran parte del Mediterráneo central y oriental, en una expansión iniciada por las campañas de Alejandro Magno y continuada por sus sucesores. Durante todos estos periodos, que abarcan unos 1.000 años, la civilización griega desarrolló formas artísticas, arquitectónicas, literarias y políticas que han tenido un impacto muy duradero, especialmente en la cultura occidental.
Los periodos protogeométrico y geométrico se desarrollaron en Grecia continental y en la costa jónica de Asia Menor. A finales del geométrico y durante gran parte del periodo arcaico, las ciudades-estado griegas, incitadas por el crecimiento de las actividades comerciales y quizá por un notable crecimiento demográfico fundaron colonias en Sicilia, en el sur de Italia (que fue conocido en la antigüedad como Magna Grecia) y en la zona del mar Negro. Los arqueólogos han podido establecer la cronología de todo este periodo al relacionar las fechas de fundación de esas colonias en las fuentes literarias antiguas con los materiales hallados en las excavaciones, particularmente en Sicilia y en la Magna Grecia. Las cronologías del periodo clásico y posteriores tienen un respaldo mayor en las fuentes literarias ya que éstas son más numerosas. Mientras que el centro de la cultura griega arcaica y clásica se localiza en Grecia continental, principalmente en ciudades como Atenas, Esparta y Corinto, el periodo helenístico cuenta con sus centros más importantes hacia el este y el oeste, en ciudades como Éfeso (en la costa de Asia Menor), Alejandría (Egipto), Siracusa (Sicilia) y la propia Roma.
Recientes excavaciones en la isla de Creta han aportado un amplio testimonio material de los inicios de la edad del hierro que, en ausencia de documentos escritos, ha sido denominada en ocasiones como la `edad oscura'. Estas investigaciones, así como las realizadas en otros yacimientos prehistóricos y clásicos a lo largo del Mediterráneo han estado favorecidas por el desarrollo y aplicación de amplios estudios topográficos, de análisis palinológicos (estudio de restos de polen) y arqueozoológicos (estudio de los restos de animales).
Las excavaciones en Sicilia, particularmente en su costa oriental, y en Italia (desde el sur de Nápoles) han sacado a la luz cerámica y otros objetos que muestran claras relaciones con la Grecia continental desde finales de la edad del hierro en adelante; es especialmente abundante la cerámica de Corinto y Atenas, muy apreciadas en el comercio. La ciudad de Atenas en particular sobresale en el conocimiento que se tiene de la Grecia continental, puesto que sus ciudadanos han legado un copioso número de textos escritos en miles de inscripciones, libros y obras que han pervivido a lo largo de los años. Atenas ha sido también el centro de la investigación arqueológica desde hace siglo y medio, cuando fue nombrada capital de la moderna Grecia en 1834. El trabajo de los arqueólogos ha permitido conocer una cantidad ingente de objetos: esculturas, figurillas, cerámica, joyas, monedas y utensilios de la vida cotidiana, además de restos arquitectónicos que ilustran la civilización ateniense con gran detalle. Se han efectuado otras investigaciones en varios centros griegos, entre ellos Corinto y Esparta, dos de las más poderosas ciudades-estado, y los grandes santuarios (o lugares sagrados) de Olimpia y Delfos, excavados desde finales del siglo XIX por misiones alemanas y francesas respectivamente. Las recientes excavaciones, realizadas por arqueólogos griegos en el norte de Grecia, especialmente en las enormes necrópolis en las ciudades de Vergina y Pella, han aportado información novedosa sobre el nacimiento del reino de Macedonia, cuyos reyes Filipo y su hijo Alejandro expandieron la civilización helénica a lo largo del Mediterráneo oriental y el norte de la India. Véase también Arte y arquitectura de Grecia; Periodo helenístico.
Roma
La arqueología de Roma ha sido dividida en diversas fases: la edad de hierro, que abarca casi el mismo lapso cronológico que en el mundo griego; el periodo arcaico, en el que Roma estuvo gobernada por una serie de reyes; la República y, por último, el Imperio. El periodo arcaico acabó a finales del siglo VI a.C. (según la tradición en el 509 a.C.), cuando la monarquía dio paso a la República. El final de la República y el inicio del Imperio se fechan, de forma convencional, en el 31 a.C., con la victoria total de Octavio (el futuro emperador Augusto) sobre sus rivales y la acumulación del poder en manos de una sola persona.
Durante siglos las enormes ruinas de la Roma imperial y la inmensa cantidad de textos escritos centraron la atención de los arqueólogos sobre la historia tardía de Roma, pero las investigaciones llevadas a cabo en el siglo XX han sacado a la luz numerosos restos arqueológicos de la edad de hierro y de la época republicana. Las excavaciones en la colina Palatino (una de las siete colinas de Roma) han mostrado un modesto poblado de la edad del hierro caracterizado por una serie de casas simples, similares a cabañas. La arqueología también ha desvelado el proceso por el cual este poblado y los otros cercanos se unieron para formar una ciudad que, con el paso del tiempo, reemplazó el dominio etrusco sobre Italia central. Durante este periodo, equivalente al periodo arcaico griego, se desarrolló en Roma una arquitectura monumental y la fase inicial de un área urbana central planificada, en la que había un sofisticado sistema de drenaje.
Durante el periodo de la República, Roma sometió toda Italia y Sicilia, y gradualmente expandió su dominio durante la época helenística hacia el Mediterráneo oriental. La arqueología ha trazado el crecimiento de Roma siguiendo la construcción de monumentos en la ciudad, donde la mezcla de las formas locales con las adoptadas del mundo griego originaron un estilo arquitectónico propio que hace su aparición en esta época. Una de las mayores contribuciones de Roma a la arquitectura fue el uso de un material similar al hormigón, que liberó a los arquitectos de las restricciones impuestas por el rectilíneo sistema adintelado, al permitirles construir estructuras abovedadas como la cúpula del Panteón.
Quizá el más importante y completo testimonio arqueológico de finales de la República y comienzos del Imperio procede de las ciudades sepultadas de Pompeya y Herculano, al sur de Nápoles; destruidas por la erupción del Vesubio entre el 24 y el 25 de agosto del 79 d.C. y enterradas por materiales volcánicos, estas ciudades fueron descubiertas en el siglo XVIII por medio de excavaciones que aún hoy continúan realizándose aunque de forma más meticulosa que hace 200 años. Ambas ciudades han ofrecido un testimonio de gran valor sobre todos los aspectos de la vida, no sólo en estas ciudades de provincia sino también de la misma capital. Las pinturas murales de Pompeya, de gran importancia para la historia del arte, han servido a los arqueólogos para establecer la clasificación y cronología de la pintura romana de finales de la República y comienzos del Imperio.
El emperador Augusto y sus sucesores continuaron extendiendo las fronteras del Imperio romano, que, con el paso del tiempo, abarcaría casi todo el territorio comprendido desde las islas Británicas hasta el mar Caspio. Las legiones romanas construyeron nuevas ciudades en todos los rincones del Imperio. La investigación arqueológica de muchas de ellas ha revelado una sorprendente uniformidad en su planificación, a pesar de las variaciones locales. Basada en un sistema reticulado, la ciudad tipo romana presenta un centro oficial que comprende la basílica (edificio rectangular para el desarrollo de múltiples actividades), templos sobre un podio elevado, termas de gran tamaño, gimnasios, estadios, teatros, bibliotecas, mercados al aire libre y cubiertos, y, en muchos casos, sistemas de conducción de agua y de alcantarillado por medio de cloacas; junto a estas características generales existen fuertes elementos de carácter local. Las excavaciones en estas ciudades han aportado información sobre la vida y sociedad hasta los inicios de la edad media. Véase también Urbanismo; Foro romano; Arte y arquitectura de Roma.
Otras zonas europeas
El neolítico y el calcolítico son los periodos en que se introdujeron la agricultura y ganadería en Europa, que más tarde, se adaptaron al clima templado de la Europa transalpina. Como en Grecia e Italia, la edad del bronce constituyó en el resto de Europa la fase de formación de la que emergerían los patrones de posteriores y más diversificadas culturas. Debido a la ausencia de testimonios escritos, la identificación de pueblos y de culturas específicos continúa siendo objeto de investigación. Los nombres usados por los autores clásicos contemporáneos para referirse a determinados pueblos, a pesar de tener probablemente una representatividad limitada para las antiguas poblaciones europeas organizadas en tribus, son todavía útiles: celtas para los habitantes de Europa occidental, pueblos germanos para los habitantes de Europa central y escitas para las tribus de las estepas al sur de Rusia, entre los Cárpatos y el Cáucaso. Sus construcciones (también las fortificaciones) eran de madera y por tanto muy efímeras. La pintura y la escultura eran ajenas al interés de estos pueblos, si bien su habilidad en la confección de manufacturas gozó de una impresionante calidad artística a finales del I milenio a.C.
La cultura de Hallstatt (denominación procedente de un yacimiento austriaco) es el nombre que se utiliza para referirse a la primera fase de la edad del hierro en el centro y suroeste de Europa (c. 750-450 a.C.). La excavación de tumbas de túmulos han desvelado complejos enterramientos, con ricos ajuares formados por cuencos, joyas y armas de metal, además de productos de lujo importados de zonas tan alejadas como Grecia; incluso se han encontrado carros. Estos enterramientos sugieren la existencia de una estratificación social y los inicios de una economía mercantil europea relativamente sofisticada.
La fase siguiente, que se extiende por Europa central y Noroccidental, se denomina La Tène (c. 450-58 a.C.) por el nombre de un yacimiento localizado en un lago suizo donde se hallaron armas, útiles y joyas. En ocasiones, la decoración en los objetos de La Tène no es figurativa y presenta complejos motivos circulares, que en muchos casos proceden de prototipos mediterráneos. Todo ello, junto a las representaciones expresionistas de animales derivadas del arte escita, constituye un importante estilo por ser precursor del estilo `bárbaro' que floreció durante las migraciones de los pueblos germánicos durante los primeros siglos de la era cristiana.
Por lo que respecta a los territorios que actualmente conforman España, su suelo ha sido generoso en aportaciones a la ciencia arqueológica, permitiendo conocer sus más remotos orígenes. El paleolítico inferior (con sus restos culturales y humanos asociados) está bien representado en los yacimientos del Aculadero (Puerto de Santa María, Cádiz), Orce (Granada) y especialmente en el de Atapuerca (Burgos), donde los nuevos hallazgos realizados en la década de 1990 anuncian una auténtica revolución de los conocimientos existentes sobre la prehistoria, no ya española sino europea. Destacados son igualmente los restos arqueológicos del paleolítico medio (cueva de Morín, Cantabria) y superior, en cuya transición hacia el neolítico se sitúan las muestras artísticas de los ciclos de pintura levantina y macroesquemática, así como de la denominada cerámica cardial.
Profusos son los estudios arqueológicos de la edad de los metales en España: desde la muy antigua cultura del cobre de Los Millares, hasta las brillantes muestras del bronce de El Argar y Las Motillas, y las del hierro, tales como la cultura de los castros o la baleárica cultura talayótica.
Asia
En tanto que en algunas regiones de Asia la investigación arqueológica se inició hace más de 100 años, otras regiones son desconocidas desde el punto de vista arqueológico. Por consiguiente, la calidad y cantidad de los datos arqueológicos en este continente varían cronológica y espacialmente.
Suroeste asiático
El subcontinente indio pudo haber sido poblado por migraciones procedentes del norte que cruzarían la meseta irania, o bien por otra corriente migratoria a través de la costa suroccidental desde África. Los restos humanos más antiguos (un fragmento de cráneo de un arcaico Homo sapiens) fueron hallados en el valle del río Narmada (antiguo Narbada) en la India central. Aunque el cráneo de Narmada no estaba asociado a restos materiales de ningún tipo, hay varios yacimientos arqueológicos que potencialmente lo fechan con una antigüedad superior a los 300.000 años. La India y el Sureste asiático manifiestan la presencia más oriental del achelense, fase cultural del paleolítico inferior que también aparece en África, Europa y Próximo Oriente. Los yacimientos achelenses se caracterizan por numerosos útiles de piedra como bifaces, choppers y perforadores, así como una amplia variedad de lascas usadas para cortar y raspar. Son raros los hallazgos de restos fáunicos y de plantas, pero indudablemente esos grupos humanos eran cazadores-recolectores. En las regiones más al norte, los yacimientos donde no se han encontrado bifaces han sido atribuidos a la cultura soaniense (así denominada por haber aparecido principalmente sus restos en el valle del río Soan), aunque poseen útiles similares. Existen diversos estadios pertenecientes al paleolítico medio y superior a lo largo del sur de Asia, pero se sabe poco de sus patrones culturales, ya que son escasos los lugares de habitación y los datos medioambientales. La información obtenida de diversos yacimientos sugiere que la tecnología paleolítica y la forma de vida cazador-recolectora persistieron en el sur de Asia hasta alrededor del 10.000 a.C., e incluso en época más moderna.
Hace unos 25.000 años, en pleno desarrollo de la tecnología lítica, se produjo la sustitución de los grandes útiles por instrumentos más pequeños y con formas geométricas, denominados microlitos, que se utilizaron para cortar, raspar, perforar, hendir y grabar. Los yacimientos en que se encuentran estos microlitos evidencian la explotación de todos los recursos naturales disponibles; este utillaje aparece en campamentos temporales o estacionales en los que, a causa de una más larga ocupación, se encuentran también diversos enterramientos. Las estructuras varían según las zonas: desde sencillas tiendas a cabañas de techo de paja recubierto con barro, realizadas en madera, en bambú o con ambos materiales a la vez. Se documenta hacia el 5000 a.C. la fabricación de cerámica y objetos de adorno personal, como pulseras y anillos en el valle del río Ganges. La asociación de útiles de hierro con grupos de cazadores-recolectores, como en Langhnaj, cerca de Ahmadabad (India), indican que éstos mantenían relaciones con otros grupos con un mayor desarrollo tecnológico y social; incluso algunos pueblos se habían dedicado a una incipiente agricultura. Hay indicios de que el arroz estaba siendo cultivado en Koldihwa, en el valle del río Ganges, antes del 5000 a.C.
En Mehrgarh, cerca de Sibi (Pakistán), se identificaron restos de diversos cereales cultivados, como trigo y cebada, y de animales domesticados, especialmente ganado vacuno, pero también cabras y ovejas. Este antiguo poblado con estructuras construidas con adobe tiene una fecha anterior al 6500 a.C. Sus pobladores también realizaron diversas actividades artesanales,como la cestería, el trabajo de piedras semipreciosas, ornamentos en cobre y, a partir del 5000 a.C., la producción de cerámica; las necrópolis fueron localizadas dentro del propio pueblo. Algunas de las tumbas descubiertas contienen objetos artísticos y restos de cabras domesticadas.
La edad del bronce antigua en el noroeste vio la aparición de diversos grupos agrícolas característicos: las culturas de Amri, Sothi y Kot Diji (que reciben su nombre de sus respectivos yacimientos), todos ellos en Pakistán. Cada una tiene su propio estilo en la cerámica y son abundantes los objetos de piedra, hueso, concha y metal. Sus habitantes vivían en poblados de casas de adobe, y sólo unos pocos yacimientos son lo suficientemente grandes como para poder ser calificados como ciudades. Estas culturas mantuvieron ciertos contactos entre ellas, reflejados en el comercio de conchas marinas, objetos metálicos y piedras semipreciosas, síntomas de que existieron otros tipos de relaciones. Aunque cada una de estas culturas compartieron rasgos característicos comunes con la civilización del valle del Indo, no existe consenso entre los investigadores para señalar en particular a una de ellas como la precursora directa. Con el paso del tiempo, algunas de estas culturas sobrevivieron y fueron contemporáneas de la civilización del valle del Indo.
La civilización del valle del Indo (2500-1700 a.C.), también conocida como cultura de Harappa, según el nombre de la antigua ciudad de Harappa, se extendió por todo el valle de este río. El yacimiento más importante de esta civilización es la ciudad de Mohenjo-Daro, al sur de la actual Larkana (Pakistán), excavada por el arqueólogo británico John Marshall en la década de 1920. Los centros urbanos se caracterizan por una gran similitud entre los objetos, como la cerámica roja y negra, joyas, utensilios metálicos, pesas de piedra y sellos con una escritura característica aún sin descifrar. Todos los asentamientos tienen edificios públicos y una planificación urbana, aunque aún no se han encontrado ejemplos definitivos de templos, palacios o cementerios reales. Los cambios ecológicos ocurridos después del 2000 a.C. forzaron el abandono de muchos asentamientos del valle del Indo, especialmente las ciudades, por lo que se produjo una corriente migratoria desde el este hacia el valle del río Ganges y desde el sur hacia la región de Gujarat. La última etapa de la cultura de Harappa se caracterizó por la aparición de pequeñas comunidades agrícolas. Se conocen algunos grandes poblados pero todavía no han sido excavados. Continuó la producción de los objetos característicos de esta cultura y se detecta un aumento de las variaciones regionales, aunque los sellos y la escritura parecen más inusuales en esta época final y no se conocen ciudades del periodo tardío de esta cultura.
Los inicios del periodo histórico estuvieron caracterizados por el surgimiento de una organización estatal, el uso de instrumentos de hierro y al menos dos tipos nuevos de cerámica: la cerámica gris pintada (1100-300 a.C.) y la cerámica bruñida negra del norte (500-100 a.C.). Los productores del primer tipo vivían principalmente en poblados de casas de adobe y de ramaje recubierto de barro; en algunos yacimientos esta cultura era contemporánea de la fase final de la cultura de Harappa, y por tanto enlaza el bronce final con la fase inicial de la edad del hierro. Durante el periodo de la cerámica bruñida negra se constituyó el Imperio de la dinastía Maurya y los documentos escritos complementan los datos arqueológicos. Véase también Arte y arquitectura de la India.
China
Los restos de un Homo erectus hallado en la cueva de Zhoukoudian, cerca de Pekín, asociado a huesos de animales, útiles líticos usados para cortar, raer y hendir y huellas de hogares, han sido datados con una fecha que se remonta a casi medio millón de años. La mayor parte de los huesos encontrados en la cueva fueron posiblemente llevados allí por animales carnívoros, seguramente hienas. Los sencillos hogares en este lugar representan el testimonio más antiguo del uso del fuego por seres humanos, al margen de escasos y controvertidos casos en África. El hombre llegó al Lejano Oriente procedente de Asia central o del Sureste asiático, donde se han hallado ejemplares de Homo erectus primitivos de hace 1,8 millones de años. Poblaciones de este homínido quizá persistieran hasta unos 250.000 años en China, mucho más que en ninguna otra parte.
Es reducido el número de testimonios de grupos de cazadores y recolectores a finales del pleistoceno en China; tan sólo en el norte se han encontrado algunos yacimientos, como el de Sjara-osso-gol, zona que hace unos 30.000 años estaba ocupada por grupos que establecieron campamentos cercanos a recursos acuíferos al aire libre y que vivían, probablemente, en sencillas chozas y empleaban útiles líticos para raer y cortar; se han conservado algunos restos de animales. Durante la época posglacial proliferaron los asentamientos a lo largo de ríos y lagos, especialmente en el sur, cuyos habitantes explotaron las plantas y animales que había alrededor de ríos y lagos; con el paso del tiempo acabarían por plantar semillas.
La primera etapa de producción de alimentos en China se fecha entre el 7000 y el 5500 a.C. en Pengtoushan, en el valle medio del Yangzi Jiang, donde los arqueólogos han identificado granos de arroz cultivado. Entre el 5000 y el 3000 a.C. surgió la cultura agrícola de Ma-xia-pang, en la región del lago Tai Hu, en el valle bajo del Yangzi Jiang; allí se localizan poblados de casas de madera en elevaciones del terreno o sobre túmulos artificiales cercanos a los recursos acuíferos. Los cultivos principales fueron el arroz y las calabazas, y se domesticaron el perro, el búfalo de agua y el cerdo, aunque continuó siendo importante la actividad recolectora y la caza. Además de los útiles líticos, los arqueólogos han encontrado hachas, azuelas y azadones de hueso, una variedad de instrumentos de madera, bambú y de hueso de cornamentas, así como cerámica. La llamada cultura Ho-mu-tu, localizada en una pantanosa región al sur de Shanghai, se desarrolló paralelamente a la anterior; este grupo construyó palafitos de madera y produjo cerámica cordada impresa, de la que se han hallado variedades regionales en los primeros poblados agrícolas a lo largo del este y sur de China. Hacia el 5000 a.C. un grupo similar en Taiwan (Formosa) se dedicó a la pesca y recolección de conchas marinas y al cultivo de cereales. Grupos agrícolas semejantes se expandieron por el sur y este de China hacia el 3000 a.C.; las excavaciones de enterramientos en esta zona muestran el nacimiento de sociedades jerarquizadas, fenómeno que continuó durante la edad del bronce al desarrollarse los primeros poderes políticos. El resto de los datos arqueológicos de estos grupos son insignificantes.
En el noroeste de China y hacia el IV milenio, se localizan los poblados agrícolas de la cultura de Yangshao, en torno al valle del río Huang He (o río Amarillo), que han sido también asociados a la cerámica cordada impresa. Los investigadores dudan sobre el grado de desarrollo de la agricultura en esta cultura. Los pobladores explotaron las plantas silvestres y la fauna de la zona en especial el cultivo del panizo común y la domesticación de perros y cerdos. El yacimiento de Banpocun en la provincia de Shaanxi, prototipo de asentamiento de esta cultura, estaba rodeado por un foso y poseía numerosas construcciones de habitación de zarzo recubiertas de barro y parcialmente subterráneas. En el centro del poblado había una estructura grande y elaborada que acaso fuera la casa de un importante personaje o quizá un edificio público. Además de la agricultura, los pobladores criaron gusanos de seda, tejieron hilo, tallaron jade y en las últimas fases elaboraron una característica cerámica pintada. Dado que los objetos hallados en los distintos yacimientos son sorprendentemente similares, algunos investigadores piensan que surgieron grupos socioeconómicos de artesanos especializados.
Tras una serie de complejos cambios sociales, políticos y económicos que afectaron a los grupos de la cultura de Yangshao, surgió la cultura de Longshan en el norte de China. Como en la cultura anterior existe una gran similitud entre los objetos hallados en los distintos poblados de la cultura de Longshan, especialmente en la bella cerámica negra. Los poblados aumentaron de tamaño, los rodearon de grandes murallas y estuvieron habitados durante más tiempo. Continuó el cultivo de cereales y se introdujo el arroz, procedente del sur. También hay testimonios de la fabricación de armas y de muertes violentas, lo que induce a pensar en la existencia cada vez más frecuente de conflictos sociales. Aparece por vez primera la escritura sobre huesos que servían de oráculos y tenían grabados símbolos cuyo significado está relacionado con técnicas adivinatorias. La excelencia de los objetos de artesanía, la escritura, las murallas y la variada riqueza de ajuares funerarios sugieren la compleja estratificación social de la cultura de Longshan.
Los cambios internos que se produjeron en la cultura Longshan permitieron su evolución gradual hasta dar origen a la primera civilización china, que engloba las dinastías Xia y Shang. La mayor parte de la información sobre este periodo procede de los yacimientos cercanos a Zhengzhou, y durante la dinastía Shang aparecen los primeros documentos escritos, al igual que la arquitectura monumental, la especialización artesanal, las ciudades y una notable jerarquización social y política: Anyang, la segunda capital de la dinastía Shang, tenia un recinto amurallado que aislaba a las residencias nobiliarias, mientras que los artesanos y los agricultores vivían en el exterior; estos artesanos fabricaron los objetos característicos de este periodo, entre los que destacan las manufacturas de bronce.
Cerca de Anyang se han excavado el centro administrativo y ceremonial de Xiaotun y la necrópolis real de Xibeigang; estos yacimientos de la dinastía Shang han proporcionado miles de huesos utilizados para la adivinación que ofrecen nueva información sobre esta cultura. Los espectaculares objetos de arte y otros signos de riqueza, además de los indicios de numerosos sacrificios humanos aparecidos en el cementerio real, muestran el poder político y económico de la nobleza. Todos los rasgos característicos de la civilización china estaban ya establecidos en el momento en que la dinastía Shang fue sustituida por la Zhou a finales del II milenio a.C.
Véase también Arte y arquitectura de China.
Otros países asiáticos
Los fragmentos de Homo erectus hallados en el Sureste asiático, especialmente en Java (Indonesia), han sido fechados en 1.800.000 años atrás. Los restos culturales del paleolítico se limitan a dispersos hallazgos de bifaces, choppers, raederas sobre lascas y cuchillos, que evidencian la actividad de grupos cazadores y recolectores. Parece que entre el 15.000 y el 10.000 a.C. se explotaron intensivamente plantas silvestres como el arroz, la batata y el taro (planta de la zona cuyos tubérculos son comestibles) además de la caza. En la cueva del Espíritu (Tailandia, 7000-5700 a.C.) uno de estos grupos cazadores-recolectores fabricó azuelas de piedra, cerámica y una especie de cuchillo de pizarra, que ha sido asociado en periodos posteriores al cultivo del arroz, aunque no se han evidenciado testimonios directos del cultivo de cereales. Otros yacimientos en Tailandia que indican un probable cultivo del arroz son: Khok Phanom Di, en la costa (entre el 2000 y el 1400 a.C. aproximadamente), la cueva del valle de Banyan en el norte, con depósitos que pueden ser datados entre el 5500 a.C., como fecha más antigua, y el 800 a.C. como fecha más reciente, y Non Nok Tha en el río Mekong (c. 3000-2000 a.C.), donde existen pruebas de la domesticación de ganado. La polémica rodea la aparición de la metalurgia en Tailandia. Se han encontrado sofisticadas hachas de bronce en el cementerio real de Non Nok Tha, fechado inicialmente en el 3700 a.C. pero cuya cronología se considera en la actualidad que abarca desde el 2000 hasta el 1000 a.C. aproximadamente. Algo parecido ocurre con los sofisticados bronces de la necrópolis de Bang Chieng, en el norte de Tailandia, que fueron fechados inicialmente en torno al 2100 a.C., fecha que también ha sido cuestionada. Recientes excavaciones en Non Pa Wai en el noreste de Tailandia han revelado amplias actividades de fundición de cobre que se han datado aproximadamente en el 2000 a.C. como fecha más antigua. Se han recuperado objetos de bronce similares a éstos en yacimientos vietnamitas, fechados en el II milenio a.C.
Japón estuvo habitado durante el pleistoceno, han aparecido en muchos yacimientos útiles líticos similares a los de la culturas asiáticas de este periodo. A finales del pleistoceno, grupos de cazadores y recolectores explotaron los recursos marinos y plantas silvestres, tendencia que persistió hasta la introducción en el sur del cultivo del arroz y de la cebada poco después del 1100 a.C. Los miembros de la cultura jomon, como es conocido este periodo, vivían en pequeños poblados de casas semienterradas, asociadas a montículos concheros, donde se han encontrado restos de cerámica datados en el 14.000 a.C., los primeros conocidos en el mundo antiguo. En Honshu, la principal y más grande de las islas que conforman Japón, también se ha hallado cerámica jomon muy sofisticada en grandes grupos de casas bien construidas en madera, que se fecha aproximadamente poco después del 5000 a.C. El periodo jomon pervivió hasta el 350 a.C. aproximadamente y fue seguido por el periodo yayoi, durante el cual se fue conformando la cultura tradicional japonesa. Véase también Arte y arquitectura de Japón.
El continente americano
Los estudios arqueológicos en América han revelado cinco etapas, generalmente sucesivas aunque a veces se superponen, de la prehistoria de este continente: los periodos lítico, arcaico, de formación, clásico y posclásico.
El periodo lítico
Esta primera etapa comenzó cuando grupos cazadores-recolectores, probablemente mongoloides, alcanzaron el continente americano cruzando el estrecho de Bering, antes tierra firme, que unía Asia y América durante el periodo glacial; los primeros seres humanos quizá llegaron hace unos 50.000 años. Las evidencias arqueológicas sugieren cuatro oleadas migratorias, aunque modernos estudios lingüísticos sobre tribus actuales consideran que fueron sólo tres.
Los arqueólogos han estado profundamente divididos sobre cuándo llegaron por primera vez esos primeros pobladores del continente americano. Algunos mantienen que no hay testimonios sólidos de una presencia humana anteriores a los 11.500 años, fecha de las puntas de lanza halladas en Clovis (Nuevo México); otros consideran que los hallazgos arqueológicos en lugares como Meadowcroft Rockshelter (Pennsylvania) o Monte Verde (Chile), fechados hace 16.000 y 13.000 años respectivamente, prueban una presencia anterior a la de Clovis, lo que permite establecer una fecha incluso más antigua para otros hallazgos de naturaleza más fragmentaria.
Los útiles de este periodo lítico, procedentes de hallazgos escasos y dispersos, muestran una progresión generalizada durante el transcurso de 20.000 años, desde los cantos de piedra y huesos trabajados por una sola cara, pasando por puntas bifaciales en forma de hoja hasta llegar a las puntas con estrías, como las utilizadas por los habitantes de Clovis, con las que cazaban mamuts y otros grandes animales hasta el final del pleistoceno; en algunas zonas, como la Tierra del Fuego, el periodo lítico perduró hasta tiempos históricos.
El periodo arcaico
Al extinguirse la macrofauna pleistocénica, muchos grupos abandonaron la caza mayor y se dedicaron a la recolección; esta nueva situación ofreció muchas posibilidades de subsistencia que a veces condujeron a formas de vida dependientes de las diversas estaciones climatológicas. Quizá el modo de vida más característico de este periodo fue el adoptado en el este de Estados Unidos entre el 9000 y el 4000 a.C., donde los grupos humanos, en ocasiones asentados a lo largo de los ríos, desarrollaron técnicas especiales para la caza mayor y menor con utilización de dardos, propulsados por una especie de arco. También aprovecharon los recursos acuáticos, usando frecuentemente redes con plomadas; recolectaron raíces que molturaban con piedras de moler y usaron diversas clases de raederas con filo en forma de uña para múltiples funciones.
Los grupos recolectores de los bosques boreales de Canadá y Alaska y los de la costa del océano Ártico hasta el estrecho de Bering mantuvieron cierta relación con los anteriores; también procedían de Asia y representaron un nuevo sistema de vida en la parte más septentrional de Norteamérica. Entre sus utensilios más significativos destacan diversas clases de microláminas en forma de lengua hechas con huesos de frutas, similares a las encontradas a menudo en Siberia, Mongolia y Japón. Practicaron la caza mayor con dardos y lanzas, capturaron animales pequeños con trampas y se dedicaron a la pesca en los lagos. El pueblo de tradición microlaminar del noroeste, que vivió fundamentalmente en tierras del interior, contrasta con el que habitó a lo largo de la costa, que pertenecía a la tradición microlítica; aunque con el paso del tiempo fabricó microlitos, puntas de flecha y otros objetos adaptados para la caza del caribú en las tierras interiores y para arponear animales acuáticos.
Durante este periodo, tanto en el norte como en el sur del continente, muchos pueblos se adaptaron a la vida en las zonas costeras, donde se han encontrado grandes montículos formados por conchas, sin embargo existen muchas diferencias locales entre estos grupos. Los del noroeste del Pacífico trabajaron la pizarra y construyeron una especie de canoas, los grupos californianos se hicieron sedentarios y recolectaron moluscos, mientras que los pueblos que habitaron la costa atlántica de América del Norte decoraron dagas hechas en hueso y placas de pizarra y enterraron a sus muertos realizando ceremonias complejas en las que destaca el uso de pintura roja. En Mesoamérica algunos grupos comenzaron a construir botes con los que quizá alcanzaron las Antillas. Otros grupos, como los peruanos, explotaron ciertas áreas (lomas) del interior de las regiones costeras en una estación y el mar en otra.
En general, los pueblos del periodo arcaico del desierto suroccidental de Estados Unidos y de las tierras altas de México y Perú contrastan de forma muy notable con los grupos recolectores descritos anteriormente. Aunque también pueden ser considerados recolectores, su entorno medioambiental les ofrecía plantas potencialmente cultivables y sus actividades de carácter estacional, en las que explotaban diferentes ambientes, requerían sistemas de almacenamiento; algunos de estos grupos comenzaron a cultivar plantas. Con el paso del tiempo, estos primeros cultivos condujeron a la agricultura y con ello a la vida urbana y a la fabricación de cerámica, características propias del periodo de formación. No obstante, la vida urbana agrícola del periodo de formación nunca llegó a desarrollarse en muchas zonas, como las tierras bajas tropicales de California, la Gran Cuenca (Great Basin) estadounidense, la Pampa argentina o los bosques del norte de Canadá. En todas ellas perduró bastante tiempo el periodo arcaico.
El periodo de formación
La fase Woodland, desarrollada en el este de Norteamérica, constituye uno de los primeros estadios del periodo de formación. Comenzó hacia el 500 a.C. y continuó hasta el siglo XI de nuestra era; estuvo caracterizada por sus rituales con tumbas en forma de túmulos y una cerámica tosca a veces decorada con impresiones cordadas. A la fase Woodland sucedió, especialmente en el sur y sureste de Estados Unidos, una segunda etapa caracterizada por templos en túmulos, una agricultura más avanzada, cerámica incisa y grandes poblados con empalizadas, similares a las del posterior periodo clásico.
Quizá la cultura más características de este periodo de formación sea la desarrollada por los hoy llamados indios pueblo, en el suroeste de Estados Unidos, y sus diversos predecesores, así como los denominados `hombres de las cavernas' (poblaciones agrícolas que cultivaron y molieron maíz y judías y produjeron una hermosa cerámica blanca y negra, también policromada, con motivos geométricos). Este periodo de formación de los indios pueblo, iniciado a comienzos de la era cristiana, perdura hasta el presente.
Contemporáneos son los grupos del este de Estados Unidos que usaron una cerámica sin pintar y practicaron una agricultura de subsistencia. Aunque cultivaron las mismas plantas, su agricultura era menos intensiva y sus poblados no estaban construidos con piedras o tapias sino con troncos de madera sin descortezar.
El periodo de formación comenzó entre los pueblos que habitaron las Grandes Llanuras de Estados Unidos y Canadá más tardíamente, incluso ya iniciada la era cristiana. Estos pueblos fabricaron cerámica tosca y sin pintar y la mayoría no practicó la agricultura o lo hicieron de forma muy superficial, su economía se basaba en la caza de búfalos. Sólo a lo largo del río Missouri desarrollaron una vida urbana y agrícola justo antes del inicio de la época histórica.
Más al norte existieron otros grupos que parecen pertenecer a este periodo de formación, aunque realmente no es así; los inuits, por ejemplo, usaron la cerámica y junto a los aleutianos vivieron en poblados, pero en lugar de la agricultura desarrollaron una economía fundada en la caza de ballenas. Los pueblos de la costa noroeste también dependían de los recursos marinos para su subsistencia y además emplearon barcos de navegación de altura. Vivieron en poblados de casas de tablones de madera, no desarrollaron la cerámica, pero son famosos por sus tótems y objetos tallados en madera; a pesar de no practicar la agricultura (el rasgo más característico del periodo de formación), su nivel de vida era ciertamente más elevado que el de los pueblos del periodo arcaico.
El auténtico periodo de formación se inició principalmente en América Central y sus proximidades; su zona más destacada se extendió, no obstante, desde México hasta Perú. Los pueblos de este área desarrollaron una vida urbana con casas estables y con características pirámides, una cerámica cuidadosamente pintada y figurillas de arcilla. Practicaron una agricultura de subsistencia cuyos alimentos básicos eran maíz, judías (frijoles) y diversas frutas; en México cultivaron amaranto, aguacates, habichuelas y otras diversas plantas; en América Central, en la zona septentrional de América del Sur y en las Antillas se cultivó tapioca como elemento adicional a esos productos básicos; en Perú se cultivó la patata (papa) y el cacahuete (maní) y se domesticaron la alpaca, la llama, los cobayas y el pato.
En el núcleo central de esta zona, todos estos progresos del periodo de formación desembocaron en la formación de culturas más complejas en la última etapa del periodo, pero fuera de él, en el sur, en la Amazonia, el norte de Chile y Argentina, sus pobladores continuaron manteniendo el nivel de vida de este periodo de formación hasta épocas históricas.
El periodo clásico
Sólo en el área mencionada anteriormente, después del periodo de formación surgieron culturas más complejas, con la creación de pueblos y auténticas ciudades que requerían una organización política muy jerarquizada y una división social del trabajo, aparecieron trabajadores especializados a tiempo completo, no solo en el sector textil (como en Perú), sino también en la metalurgia (Colombia y América Central) y en el trabajo de la piedra para la realización de sus obras arquitectónicas y escultóricas (Guatemala y México). Gran parte de todos estos avances tuvieron lugar inmediatamente antes del inicio de la era cristiana. Esta fase llegó hasta el 700 o 1100 d.C. pero en Centroamérica y el norte de Sudamérica perduró hasta la conquista española.
El periodo posclásico o imperial
Sólo en Mesoamérica (concreta y principalmente, en México y Guatemala) y en la zona central andina (Perú, norte de Bolivia y sur de Ecuador) el desarrollo nativo alcanzó este último periodo, caracterizado por el nacimiento de estados o imperios y de una autentica civilización. Los dos mejores ejemplos de este periodo son los aztecas de México y los incas de Perú, pero ambos tuvieron precedentes culturales en otros grupos vecinos. Los predecesores de los aztecas fueron los olmecas y los toltecas. Entre otros grupos contemporáneos en Mesoamérica, destacan los mixtecos y los mayas. En Perú, la civilización asentada en la ciudad de Huari y la cultura chimú precedieron al Imperio inca. Todos ellos muestran las características básicas del periodo posclásico: la existencia de estados organizados, ciudades, una especialización del trabajo, división en clases sociales, sistemas económicos y comerciales complejos, arquitectura monumental, sistema numérico y una agricultura intensiva. Eran civilizaciones urbanas cuyo apogeo cultural fue cortado bruscamente por la conquista española en el siglo XVI. Véase también Pueblos indígenas americanos; Chavín de Huantar; Chichén Itzá; Machu Picchu; Monte Albán; Palenque; Arte y arquitectura precolombinas; Tenochtitlán; Teotihuacán; Tiahuanaco; Tula.
África
Los arqueólogos se enfrentan en el África subsahariana con miles de lugares de ocupación conocidos que retrotraen a los inicios de la vida humana, además de multitud de problemas relativos a los orígenes del ser humano, a las migraciones y a la existencia de múltiples culturas. También se encuentran con el problema de la ausencia de una de las fuentes básicas de datos arqueológicos: los habitantes de África realizaron sus construcciones con materiales perecederos, en especial madera y adobes. Excepto en Etiopía, Zimbabwe y África oriental, los arqueólogos han de trabajar con una mínima parte de los testimonios disponibles con los que trabajan sus colegas del Oriente Próximo.
Los arqueólogos que investigan en África oriental, entre los que han sobresalido los paleoantropólogos Louis Seymour Bazett Leakey, Mary Douglas Leakey y Richard Erskine Leakey, han encontrado restos de los más antiguos ancestros conocidos del hombre. Uno de los descubrimientos más destacable es el hallazgo en Etiopía, en 1974, de los restos del esqueleto de un Australopithecus afarensis femenino al que dieron el nombre de Lucy, datado en 3.180.000 años, y que constituye el primer homínido conocido, así como el de un Homo erectus joven de 1.600.000 años, hallado en Kenia en 1984. Se han identificado cientos de asentamientos paleolíticos por toda África, aunque sólo unos pocos han sido estudiados con profundidad. Se ha utilizado el método de datación del potasio-argón en África oriental para determinar la cronología de restos de homínidos y de útiles líticos hallados en la garganta de Olduvai (próxima al lago Victoria), en Tanzania, y en Hadar (Etiopía).
El descubrimiento y estudio detallado de una serie de yacimientos de la edad del hierro en el sur de África meridional durante este siglo, ha revolucionado el conocimiento de la historia y desarrollo del pueblo bantú. Los yacimientos de la edad del hierro, fechados entre los siglos XI y XIII, a lo largo del río Limpopo, en Bambandyanelo y Mapungabwe, han demostrado la existencia de relaciones comerciales con la costa oriental, en las que el marfil y el oro fueron las principales mercancías intercambiadas. El yacimiento de Broederstroom, al suroeste del Transvaal, aportó pruebas de las relaciones mantenidas entre los bantúes y el grupo de población conocido con el nombre de khoisan desde el siglo IV hasta el VII. Se han llevado a cabo excavaciones en Lydenberg, yacimiento fechado entre los siglos V al VIII, donde se encontraron unas cabezas de terracota únicas; en Mzonjani (provincia de Natal), que ha proporcionado el yacimiento más meridional de África, de comienzos de la edad del hierro (siglo III); en el yacimiento del siglo VIII de Phalaborwa en el Transvaal Oriental (actual Mpumalanga), que ha aportado numerosos objetos de hierro y cobre; y en el de Toutesewemogale, en Botswana, donde se ha localizado un gran poblado del siglo VII que demuestra la importancia que ya por entonces tenía el cuidado del ganado.
Sólo en pocos yacimientos del final de la edad del hierro en África han pervivido estructuras de piedra de edificios, de monumentos o de estelas; el mejor ejemplo es el antiguo reino de Aksum. En otras partes de Etiopía, estructuras de piedras testimonian la evolución social acaecida durante 1.500 años. Otro área importante es el sur de Zimbabwe, donde se han detectado restos de poblados y fortalezas construidas en piedra en las cimas de cerros; la Gran Zimbabwe, construida por los pueblos shona y rozwi (siglos XI-XVIII), con sus vastos muros ciclópeos, edificios interconectados y con sus torres cónicas, es el mejor ejemplo de construcción pétrea al sur de Sudán. Los constructores musulmanes de África oriental también han dejado hermosos ejemplos de edificios en piedra, como es el caso de la ciudad de Gedi (siglos XI-XVI), en Kenia.
Los hallazgos arqueológicos en otras partes de África son más modestos. Se han descubierto los cimientos de edificios en yacimientos donde se supone estaban las capitales de los imperios de Ghana y de Kanem-Bornu. Se han excavado varios de los numerosos círculos de piedras hallados en la zona de Senegambia y se han encontrado restos humanos y diversos objetos fechados en el siglo XIV. Los fragmentos de cerámica procedentes de distintos yacimientos han permitido a los investigadores especular sobre migraciones bantúes. Nigeria ha proporcionado gran información, en especial en el terreno artístico: la cultura Nok (c. 500 a.C.-300 d.C.) ha sido reconstruida parcialmente a partir de los descubrimientos en la región de Bauchi, en el norte de Nigeria; las numerosas terracotas y estatuas de bronce y de piedra de estilo naturalista, junto con numerosos objetos hallados en Ifé, confirman el elevado grado cultural de los yorubas. Los bronces procedentes de Benín muestran un panorama notable del pasado del reino, desde el siglo XIV en adelante, y los descubrimientos en Igbo-Ukwu, realizados en 1959, revelan la existencia de un poderoso reino al sur de Nigeria a partir del siglo IX.
Desenlace
Este trabajo, se me a echo un poco pesado, debido a su extensión. Una vez ya he terminado, me doy cuenta que he aprendido cosas que no sabia o en las que estaba de cierta manera equivocado. Mi opinión es que el tema en el cual me a tocado trabajar es interesante lo que pasa es que es difícil encontrar información que sea útil para su elaboración.
Para la elaboración de este trabajo, he tenido que emplear todos los medios que han estado a mi disposición. Toda la información que este trabajo contiene, la he sacado de:
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Internet
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Enciclopedia Multimedia Encarta '99
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Enciclopedia Multimedia Encarta 2000
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Enviado por: | Pedro Perez |
Idioma: | castellano |
País: | España |