Filología Hispánica


Español en América


ESPAÑOL EN AMÉRICA

TEMARIO

Tema 3: Fonética de las hablas americanas

3. FONÉTICA DE LAS HABLAS AMERICANAS

3.1. Vocalismo

3.1.1. Rasgos vocálicos generales

3.1.2. Fenómenos vocálicos especiales o más restringidos

3.2. Consonantismo

3.2.1. Rasgos consonánticos generales

3.2.1.1. El seseo

3.2.1.2. El yeísmo

3.2.1.3. Otros fenómenos consonánticos característicos

 

3.1. Vocalismo

 

En el primer módulo señalábamos que, dentro de la esencial homogeneidad del español, uno factor lingüístico intrínseco es la sencillez y nitidez de su triángulo vocálico con tres grados de abertura (o modo de articulación: abertura máxima /a/, media /e, o/ y mínima o cerrada /i, u/) y tres posiciones de la lengua en la cavidad bucal (o lugar de articulación: vocal central /a/, vocales anteriores o palatales /e, i/ y posteriores o velares /o, u/) (cf. Cuadros fonéticos y fonológicos del español). Tal es el subsistema fonológico general al que responden las diversas realizaciones o variantes vocálicas del español en América. Ni la nasalización vocálica, ni los cambios de timbre de algunas vocales finales en compensación por la pérdida de -s, aun siendo tendencias innovadoras de algunas variedades, constituyen rasgos fonológicos pertinentes ni modificaciones gramaticales.

Repasemos a continuación, por un lado, los dialectalismos generales y, por otro, aquéllos que, siendo importantes, tienen un alcance territorial o sociolingüístico más restringido.

 

3.1.1. Rasgos vocálicos generales

 

Fenómeno antiguo, de gran extensión y presente en todas las variedades dialectales, especialmente en las hablas rústicas y vulgares, es la inestabilidad vocálica, que afecta tanto a las vocales átonas como a las tónicas (aunque menos), incluidas las posiciones en diptongos, que se manifiesta en:

  • -          cambios de timbre de las vocales y abertura o cierre de los diptongos ei / ai: medesina, melitar, vistido, culumpio, dispierto, sospirar, escuro, empoya `ampolla', chobasco, estiya `astilla', semos `somos', rétulo `rótulo', asaite, paine, raina, beile, agüeitar `aguaitar' `vigilar';

  • -          supresión de vocales contiguas en hiato mediante cambios de timbre: tiatro, pasiar, cuete, tuavía; desplazamientos acentuales: cáido, máis, habián; consonantes epentéticas: tareda `tarea', vasido `vacío';

  • -          supresión de diptongos: pasénsia, vente, neva `nieva', quebras `quiebras'; o, por el contrario, diptongaciones: enriedo `enredo', ruempa `rompa', juegar `jugar', priesa `prisa', dientista `dentista'.

 

Otro fenómeno bastante extendido es la labialización del diptongo decreciente /we/ > [woၝ > [oၝ: [bwoénoၝ `bueno', [xwoéၧoၝ `juego', generalizado en los casos de pos `pues' y logo `luego', tan usados. Incluso en Chile (también en España) se labializan los fonemas /i/, /e/, como en [sœ], cuya vocal labializada puede tener sentido enfático, dubitativo o negativo, y en mire [mœhၝ para expresar mofa, desprecio o incredulidad.

 

También es un fenómeno generalizado el cierre de -e y -o finales de palabra por pérdida de fuerza articulatoria. Formas como lechi, nochi, anchu, muchu, gallu, características en España del área asturleonesa, se registran también en Nuevo México, Arizona, California, Michoacán y Puerto Rico.

 

En fin, frecuentes y extendidas son las alternancias vocálicas diversas que responden a fonética sintáctica: [bendrímpasíၢleၝ vendré impasible [la patrónorၤénaၝ la patrona ordena, [elၤomíŋgúltimoၝ el domingo último, [mandíĉoၝ me han dicho, [semáၧwenၝ se me agüen, [nwéၢjáňoၝ nueve años, [kásamaríyaၝ casa amarilla, [alkólၝ alcohol, etc.

 

3.1.2. Fenómenos vocálicos especiales o más restringidos

 

Otros fenómenos de realización vocálica, siendo significativos, no tienen un reparto tan amplio y común como los anteriores, pero son importantes para el análisis y la descripción dialectal de muchas áreas hispanoamericanas.

Ya nos hemos referido, a propósito del sustrato indígena, a las llamadas vocales caedizas (cf. Módulo 2) o debilitamiento extremo de las vocales, especialmente de las átonas, hasta su desaparición completa (palabr's, viej'sit `viejecito', pas-sté `pase usted', es'carrit's `esos carritos'), que es rasgo característico del altiplano mexicano (en contraste con la costa), aunque también abarca a regiones amplias con sustratos indígenas diferentes: Perú, Bolivia, El Salvador, Ecuador, Colombia, Santiago del Estero.

Se trata de un fenómeno condicionado por contacto consonántico, especialmente cuando se produce con s (antes [áņtǝsၝ, vamos [bámosၝ) y más frecuente en contexto s + vocal + s (reses [ŕésǝsၝ, ases [ásǝsၝ), manteniéndose la transición silábica entre plural y singular (res / reses [ŕés] / [ŕésǝsၝ, as / ases [ás] / [ásǝsၝ). También se da en otras posiciones: favorecido por consonantes sordas (anoche [anóĉǝၝ, diente [djéņtǝၝ; más frecuente ante pausa (vinieron todos.); puede afectar a los diptongos (estudios [eştúၤosၝ), y especialmente en voces muy frecuentes por su sentido fático (gracias [grás`sၝ, pues [pos, pဧs, p'sၝ; también entonces [-ņtóns-ၝ). Y, en fin, puede arrastrar en su debilitamiento a la r- agrupada con consonante (precisamente [pǝsísaméņteၝ, aproximadamente [aposimáၤaméņteၝ).

Según Lope Blanch, el fenómeno no está socialmente condicionado y existe gran polimorfismo en su realización, yendo de la identificación de la vocal debilitada o con relajación intensa [tóၤosၝ, [éştosၝ, hasta la pérdida total [tóၤ-sၝ, [éşt-sၝ (menos frecuente), pasando por la percepción de un elemento vocálico indiferenciado ([tóၤლsၝ, [éştლsၝ). La explicación tradicional del fenómeno aducía el sustrato del sistema vocálico del nahua (largas / breves), con grados de debilidad en las vocales breves y con una articulación tensa de la s que facilitaría el debilitamiento. Pero, además de que hay argumentos fonéticos en contra de la influencia del nahua (cf. Lope Blanch, 1983), se puede razonar más sencillamente por fonética interna, ya que se trata de la paulatina absorción de la vocal por la consonante, especialmente si la s es tensa o implosiva.

 

Otro fenómeno característico, restringido al área antillana, es el llamado «desdoblamiento fonológico del Caribe». Ya Navarro Tomás señalaba que la pérdida de la -s final ante pausa provocaba la abertura de la vocal que dejaba. Con su desaparición, las oposiciones de número (singular / plural) y de persona verbal singular (tercera / segunda) quedarían marcadas por la oposición entre el timbre cerrado o abierto de esa vocal. De manera que, para compensar la pérdida, las realizaciones abiertas y cerradas de /e/ y /o/ darían como resultado un desdoblamiento fonológico: /o/ y /e/ cerradas con valor singular (niño [níňoၝ, viene [bjéneၝ) frente a /o/ y /ę/ abiertas con valor plural y segunda persona singular del verbo (niños [níňoၝ; vienes [bjéneၝ).

 

A partir de aquí se propuso un sistema triangular de siete fonemas con cuatro grados de abertura, pero la espectografía dialectal reciente lo cuestiona ya que la abertura por pérdida de la -s no es sistemática, no se distinguen singulares y plurales en pares mínimos sólo por el timbre, e incluso la duración parece ser más importante. Pero tampoco tiene valor fonológico, sino expresivo o enfático, este alargamiento vocálico de las tónicas, rasgo que se halla muy extendido, particularmente en las Antillas, y que es sobresaliente en el español dominicano. Puede tener valor compensatorio, como en cansado [kansá:oၝ, y también tiene relación con la pérdida de la -s implosiva, de manera que la distribución interna se convierte en rasgo distintivo de la oposición: pescado [pe:káၤoၝ / pecado [pekáၤoၝ, pastilla [pa:tíyaၝ / patilla [patíyaၝ. Aunque se conviene en aceptar que la variación de timbre vocálico es redundante en la manifestación de superficie del número gramatical y persona verbal; por ejemplo: en la oposición singular / plural marcada por determinantes (el perro / lo(s) perro(s)), por el pronombre sujeto (tú canta(s) / él canta), por un modificador numeral (hace un pal de año(s); habían dieh casa(s)), por un núcleo nominal con pluralidad semántica (un grupo de zángano(s)), por un sintagma nominal cuya semántica exige un complemento plural (una institución para niño(s)), etc.

Un fenómeno que se da con especial intensidad y frecuencia en las Antillas es la nasalización vocálica, signo identificador del habla cubana, por ejemplo. Se produce en contextos fonéticos con nasal (pan ([pãŋၝ, lección [leksjõŋၝ, nota [nõtaၝ, niño [nĩňõၝ, mono [mõnoၝ), cuya metafonía puede afectar a todas las vocales de la palabra (San Juan [sáŋhwãŋၝ, salíamos [sãlĩãmõၝ); incluso la desaparición de la nasal implosiva puede dejar como huella una fuerte nasalización de la vocal (tapón ([tapõၝ, pelón [pelõၝ).

 

Entre otros casos particulares que se han registrado en la pronunciación vocálica en áreas concretas, sirva recordar que la presencia del golpe glotal alarga la vocal siguiente (no diga ([no?dí:gaၝ, le hace [le?á:seၝ).

 

 

3.2. Consonantismo

 

3.2.1. Rasgos consonánticos generales

 

En Hispanoamérica, dentro del sistema consonántico del español, se da una variación fonológica importante, compartida con el andaluz y el canario, como consecuencia de la generalización del seseo. En las llamadas regiones distinguidoras de /s/ y /ၱ/, s y c-z en la escritura, respectivamente (casa / caza, poso / pozo, sien / cien), es decir, en el centro y norte peninsular, el sistema consonántico español consta de 19 unidades, mientras que en las regiones no distinguidoras (seseantes) consta de 18 unidades, al no existir el fonema interdental sordo /ၱ/ que, tras una larga evolución, desapareció ante la imposición de /s/, generalmente en el español meridional, canario e hispanoamericano. En estas latitudes, los ejemplos citados se unifican a favor de la solución seseante /kása/, /póso/ y /sjén/.

Las realizaciones de esos 18 fonemas (/p, t, k, b, d, g, f, s, x, y-j, m, n, *, r, rr, ĉ, l, λ/) (cf. Cuadro general de los fonemas y sonidos del español) ofrecen gran polimorfismo debido al contexto fonético, a factores históricos, geográficos y sociales (con diverso grado de aceptación social) y a las tendencias generales de la lengua histórica. La mayoría de tales variaciones están presentes en más de un territorio, americano o peninsular, y responden a procesos comunes en el proceso de su evolución fonética. Pero ninguna de las diferencias, a pesar de ser importantes, incluido el fenómeno del seseo, supone un riesgo para la esencial unidad lingüística. Antes de abordar este importante caso fonético-fonológico, junto con el yeísmo, hemos de ver, aunque más sintéticamente, otros fenómenos consonánticos que tienen interés dialectológico.

 

Sonorización de los sordos /p-, t-, k-/ delante de la vocal núcleo de sílaba. De extensión y vitalidad no muy bien conocidas, se ha registrado en el centro y occidente de Cuba, en la costa y la sierra de Ecuador, en Panamá, en la costa de Perú y en Yucatán (tras nasal). Ejemplos: pizarra [bisáŕa], pata [páၤa], campana [kambána], trompo [trómbo], monito [moníၤo], lócos [lógos], zapatos [saၢátos], diferente [diferéņde], capa [gápa], etc.

 

Reparto irregular, pero bastante extendido en el habla relajada, ofrece el debilitamiento de los sonoros /b, d, g/, aunque en algunas regiones, produciéndose un refuerzo, tienden a ser alófonos oclusivos en contextos donde el español general tiene fricativos. De su variada casuística por zonas vamos a limitarnos a presentar algunos ejemplos significativos: nido [níu], dedo [déo], asopado [asopáo] (Puerto Rico), médico [méiko], agujero [auxéro], aguja [aúxa] (Chile), chubasco [ĉuásko] (Colombia), taburete [tauréte]; y vocalizaciones: tabla [táula], agua [áwa] (Panamá). También es frecuente la elisión de la -d- en -ado, pero según zonas, pues, por ejemplo, en las regiones altas de Ecuador se suele conservar, frente a la costa [-ao]. Algo equivalente ocurre en Perú: en el habla costeña las fricativas sonoras desaparecen en posición intervocálica (todo [tóo] trabaja [traáxa], no puede ser [no pwée ser]), mientras que en la frontera amazónica se oclusivizan (la vida [la bída]), como en el norte de Uruguay, área «abrasilerad» (dedo [dédo]). En otros lugares, como el Caribe, las elisiones de fricativas (lodo [lóo], maduro [maúro]) están estigmatizadas, o como en México, donde se rechaza la relajación de la -d- desinencial del participio.

 

Aparte de este tipo de fenómenos, con frecuencia irregular y diferente casuística, pero más o menos generalizados, encontramos algunos alófonos específicos delimitados a regiones concretas. Es peculiar del habla chilena, frecuente en el habla culta, la pronunciación adelantada del fonema velar sonoro /g/ hasta una articulación prepalatal fricativa (guerra ([ýéra], guinda [jíņda], siguiente [siýéņte]. Realización adelantada paralela a la del velar sordo /k/, oída por extranjeros como [kj] (queso [kjéso]).

 

Del Yucatán son propias las oclusiones aspiradas del tipo [aphárte] aparte, [thjémpo] tiempo, [lo phíden] lo piden, [akhí] aquí; o los alargamientos de consonantes oclusivas: es pequeño [es p:ekéňo], no tengo [no t:éņgo], la carne [la k:árne]. Además de las oclusiones glotales entre vocales y consonantes con cierre de la glotis e inmediata explosión brusca de la laringe (llamada golpe o corte glótico [?]) que son propias de muchas lenguas amerindias y se dan en diferentes posiciones ([nó?tjéne] no tiene, [a?bér] a ver, [las?káye] las calles, [nos?besámos] nos besamos, [tu?íxa] tu hija, etc., se dan los dos alófonos glotalizados [t' k'] con un golpe glotal en el momento de la articulación. Son las llamadas oclusivas glotalizadas o «heridas» del maya. Así, se distinguen las mencionadas oclusiones glotales entre vocal y consonante ([la?kása] la casa) de la consonante glotalizada ([la k'ása] la casa). El yucateco tiene oclusivas glotales o heridas en voces de origen maya ([bút'o] [k'ól] [skatik'] o en voces aisladas de español sin consecuencias fonológicas.

 

Otro fenómeno con diferente tratamiento según países y aun zonas dentro de ellos es el referido a los sonidos oclusivos en posición final de palabra y a los grupos consonánticos agrupados o cultos. Mientras en las Antillas el debilitamiento de las implosivas (con neutralizaciones, aspiraciones, relajaciones, vocalizaciones o elisiones...) constituye una tendencia de aceptación bastante general, en Argentina los fenómenos rústicos y vulgares son desprestigiados, como la elisión de los grupos consonánticos. Por el contrario, en Chile la norma culta informal también tiende a la simplificación, con polimorfismo o neutralizaciones por ultracorrección (concepción, [konseksjón], absoluto [aksolúto]), y el habla popular a su vocalización (absoluto [aၢsolúto], cápsula [káၢsula], pacto [páၧto].

En Colombia mantienen fuerza los grupos consonánticos en el nivel culto, pero en el vulgar se dan también vocalizaciones ([táisi] taxi, [inyesjón] inyección). En la altiplanicie mexicana se respeta la articulación plena de tales grupos en todos los niveles sociolingüísticos ([abstrákto], [eksámen], [kápsula], [elípse]).

Panamá, por su parte, ofrece polimorfismo amplio en la neutralización de las oclusivas implosivas ([kápsula] cápsula = [apsorbér] absorber, [aridmétika] aritmética = [admisjón] admisión, [defégto] defecto = [ignoránte] ignorante.

En la costa peruana es frecuente la velarización (etapa intermedia antes de la elisión) de las implosivas ante consonante ([ogserbár] observar, [agmitír] admitir, [arigmética] aritmética, [ágto] acto.

Y en el habla informal de Venezuela, menos en la zona andina, las tres parejas de oclusivas (/p/ /b/, /t/ /d/, /k/ /g/) se neutralizan en sonido sordo [k] ante consonante sorda y en sonido sonoro [g] ante sonora (apto [ákto], absoluto [aksolúto], acto [ákto]; étnico [égnico], advertir [agbertír], ignorar [ignorár]). La neutralización más general se suele producir con la sonora: [éၤniko], [aၤbęrtír], [aၢsolúto], [aၢto], [áၧto], [iၧnorár].

Especial es el grupo consonántico -tl-, que ofrece varias realizaciones, pudiendo ser secuencia heterosilábica con pronunciación dental fricativa sonora del segmento implosivo, como en Puerto Rico ([ádlas] átlas), o, más extraña, tautosilábica ([á-tlas]). En México es grupo frecuente al principio y al final de palabras de origen indígena (tlaco `octava parte de la moneda real columnario', tlacuache `zarigüeya', tlazol `punta de la caña de maíz o del azúcar', Tlascala, tlascalteca, ixtle, tlapalería, cenzontle, náhuatl) pronunciado como explosivo, no sólo en indigenismos (Acati-tla, Oco-tlán); sino también a veces en helenismos cultos (a-tlántico, a-tleta). En otras regiones se producen vacilaciones, como en Santo Domingo, donde los campesinos pueden decir: [aplántiko] [aklántiko] [atrántiko] Atlántico, mientras que en otros países predomina la general partición bisilábica at-lántico, at-leta.

 

 

3.2.1.1. El seseo

 

En relación con los fonemas fricativos destacan los fenómenos del seseo y del yeísmo. El primero se produjo tras un largo proceso de reajustes que coincidió en parte con la primera nivelación antillana, de signo andaluz (cf. Módulo 2). Aunque no sea exclusivo del español americano, es su rasgo fonético más general. En efecto, el español de América se separa del castellano en rasgos que comparte con las hablas meridionales y canarias de España, como el resultado de los cuatro sibilantes medievales apicoalveolares y dentales en un solo fonema /s/ más cercano en su realización a la predorsal andaluza que a la apicoalveolar norteña. Para situar adecuadamente el fenómeno es necesaria, al menos, una sintética referencia histórica que parta de las dos parejas de sibilantes medievales implicadas:

Dentoalveolar africada

Alveolar fricativa

Sorda

Sonora

Sorda

Sonora

/ŝ/ c ç [ts] > /s/

/z^/ z [ds] > /z/

/s·/ ss

/ż/ s

crecer-creçer, caçar, açer, cielo-çielo, cinco

(como la italiana mezzo) hazer, vezino, nobleza

esse, assaz, siete, traviesso, passar

(como la catalana rosa) casa, peso, rosa

 

Mientras el castellano norteño, toledano y murciano tendía a conservar la distinción entre la sibilante dental convertida en interdental /ၱ/ (c, z: cielo, cabeza, pazo) y la apicoalveolar (s: silla, casa, tuviese), el andaluz occidental igualó las s, c, ç, z pronunciándolas con el predorso de la lengua convexo o plano, no cóncavo, y con el ápice levantado hacia los alvéolos superiores como en la s castellana. La dental africada sonora se confundía con las alveolares; a lo que se unió al progresivo ensordecimiento de las sonoras.

Así, mientras castellanos viejos, asturianos, gallegos y leoneses eliminaban estas sonoras, pero oponían su /s/ apicoalveolar sorda a la dental (o ya interdental /ၱ/), los vascos sesearían con [s] apicoalveolar o cecearían con [ŝ] predorso-dental, los andaluces eliminarían las alveolares reemplazándolas por las dentales /ŝ/ [ts] y /z^/ [dz] que pasarían de africadas a fricativas dentales sordas, a medio camino entre la [ŝၝ y la [ၱၝ. La igualación de tipo andaluz es la que se designa con los nombres de ceceo o seseo según el timbre que predomine.

Los ejemplos de la confusión se documentan desde finales del siglo XI y en el XVI se había generalizado (en los cancioneros, autores de procedencia andaluza se declaran çiervos de sus damas o se dirigen a las damas cazadas). Más o menos, sin acabarse de consumar este proceso fonético fue trasplantado el español a América donde comenzó a acriollarse en este plano con el predominio de la igualación seseante (aunque la sibilante ciceada también se ha registrado en puntos de Puerto Rico, México, Colombia y en zonas rurales de Argentina; más en El Salvador y Honduras; y común en las clases populares de Nicaragua y en las costas de Venezuela). (Cf. Mapa 1).

Dentro del amplio polimorfismo americano en la realización de la /s/, se registran tres variantes fundamentales, definidas técnicamente así:

  • A)              Dorsoalveolar convexa o predorsal, articulada con el predorso de la lengua en los alvéolos inferiores; es la típica andaluza difundida por el prestigio Sevilla y extendida por las Antillas, sur de México y Guatemala, Costa Rica, Panamá, sur de Venezuela y gran parte de Colombia, el Perú no andino, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Chile y Argentina.

  • B)              Ápicodental plana (coronal para Quilis), articulada con el ápice de la lengua cerca de la parte alta de los incisivos superiores, con el predorso plano. Menos extendida, aparece en Honduras, El Salvador, Nicaragua, norte de Venezuela, una zona del interior de Bolivia y en una pequeña franja occidental de Argentina.

  • C)              Ápicodental redondeada, variante de la anterior, que se da en zonas altas del continente.

  • D)              Apicoalveolar castellana en algún punto colombiano.

  •  

    Estas dos últimas variedades son menos importantes.

     

    Aparte de la situación general, sobre las particularidades por zonas, que son numerosas, baste con la ilustración de los siguientes ejemplos. En México predomina una pronunciación tensa, especialmente en la altiplanicie, y en Paraguay persiste un matiz ciceante entre ancianos. En Perú se da la s predorsal con aspiraciones en la costa, la apical en las zonas andinas, y alguna presencia interdental.

    En el español de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo y Asunción se oye la aspiración de la -s- intervocálica, incluso su elisión, normalmente en sociolectos descuidados (nosotros [nohótroh], las hermanas [lahemána] ese [éhe], sí señora [síheňóra] [síeňóra]). También en capas populares de Nuevo México, Colombia, Chile y otros países, la aspiración se propaga a la -s- intervocálica ([pahár] pasar, [cahah] casas, [nohotroh] nosotros), incluso a la inicial ([hjémpre] siempre), como en algunas hablas rurales extremeñas y andaluzas.

     

    La aspiración es propia y frecuente de la -s implosiva, final de palabra o de sílaba, llegando a su desaparición, con diversas alteraciones intermedias. Pero ofrece también amplia casuística. Se mantiene con fuerte silbo y tensión en el norte y la meseta mejicanos, regiones altas de América Central, Colombia y Ecuador, casi todo Perú, la mayor parte de Bolivia y las provincias argentinas de Jujuy, Salta y Santiago del Estero. La influencia culta ha impuesto en Buenos Aires y provincias del sur una -s menos tensa, aunque en la dicción popular abunde la aspiración o la pérdida.

    En el resto de Hispanoamérica (Nuevo México, litoral del Caribe, Centroamérica, zonas costeras del Pacífico, Chile y países del Río de la Plata) es general la aspiración ([ehkwéla], [bóhke], [otroh]) que se asimila con frecuencia a la consonante siguiente (mismo > mihmo > [mímmo] o [mímo]), o la ensordece (resbalar > rehbalar > [refalár] [repalár], más barato > [máh baráto] > [má faráto], disgusto > [dihguhto] [dihuhto] [dixúhto]). En Ecuador es significativa la aspiración ante conso­nante, llegando a la velarización fricativa ante velar (Cuzco [kúxko]). Tipo de asimilación que también se da, entre otros lugares, en Asunción (disco [díkko]) donde, como en otras áreas, se puede registrar su desaparición (seis pesos [séi pésoh], treinta y dos [treintai do], el bus [ęl búh).

    Cuando la aspiración desaparece al final de palabra la distinción entre el singular y el plural o entre la segunda y la tercera persona verbal singular se marca, como en el andaluz oriental y el murciano, mediante diferencias de timbre y duración de las vocales finales: campo / campos [kámpo / [campo:], dice / dices [díse / dísę:] (Puerto Rico), libro / libros [líbro / líbro:], diente / dientes [djéņte / dieņtę:] (Llanos Bolivia y Uruguay), la casa / las casas [la kása / la: kása:], etc.

     

    En conclusión, se dan muchas variedades de la -s implosiva, en general: la que mantiene la sibilante (continental interior) y la que ofrece todas las etapas del debilitamiento (costera o baja, donde llega al nivel culto).

     

    3.2.1.2. El yeísmo

     

    En la mayor parte de Hispanoamérica la lateral /λ/ (escritura ll), al deslateralizarse, se ha confundido con la /y/ (y escritura como consonante). Este fenómeno, llamado yeísmo, cuya realización puede ser mediopalatal o rehilada, es el rasgo que, también de signo meridional o atlántico, tiene en América una extensión cercana a la del seseo, aunque sin generalizarse como éste. Se atestigua en España desde época mozárabe, en México desde 1527 y en el Cuzco desde 1549. La deslateralización es un fenómeno románico general (portugués, francés, italiano…), que en Andalucía no es total, ni en Canarias hasta hace poco, pero que también va avanzando rápidamente hacia el norte peninsular.

    Se dan dos soluciones básicas al respecto. La distinción de ambas y la nivelación. Así, en los Andes hay zonas de distinción entre [λ] ll y [y] y, reforzada por los adstratos quechua, aimara y araucano. La /λ/ es de uso normal y prestigioso en una franja central de Colombia (Bogotá, Popayán), parte sur de la sierra ecuatoriana, zonas de las tierras altas, costa meridional del Perú, sur y norte de Chile; y en La Rioja, San Juan y el nordeste argentinos; en Paraguay, ligada a la conservación de [λ] en los hispanismos del guaraní (aunque éste no tiene /λ/]). La distinción fonológica general se da entre [λၝ y [yၝ (pollo / poyo [póλoၝ / [póyoၝ), aunque en Santiago del Estero y centro colombiano la realización de /λ/ es, frente a la de /y/, rehilada ([žၝ / [yၝ, [póžoၝ / [póyoၝ).

    La otra solución, mayoritaria, es la igualación de los dos fonemas en uno, con realizaciones diferentes del único segmento resultante (Caribe, México, Centroamérica, Venezuela, gran parte de Colombia y de Perú, occidente de Ecuador, Chile, casi toda Argentina y Uruguay). A su vez, esta nivelación, con pérdida de la lateral, presenta dos resultados:

    • -          yeísmo, el más extendido, con realización más o menos abierta (pollo = poyo [póyoၝ o [póioၝ;

    • -          žeísmo, con realización rehilada, característica de Río de la Plata, Uruguay y una pequeña zona interior colombiana ([póžoၝ).

     

    Entre las múltiples particularidades cabe destacarse que bastantes lugares yeístas (Nuevo México, norte y sur de México, parte de América Central, San Luis de Argentina) llega a desaparecer entre vocales, sobre todo en contacto con /í/ acentuada: gallina [gayína > gaína], silla [síya > sía], arroyito [arroíto], medallita [meၤaíta], semilla [semía]; como históricamente sucedió con REGĪNA > reyina > reina. También se da el fenómeno con la anterior media palatal, como en detalle [detáe], cebolla [seၢóa], estrella [eştréa], aquello [akéo].Y, en el norte de Perú: cuchillo [kuʃío], mantequilla [maņtekía].

    En el Río de la Plata (Uruguay, provincias argentinas de Entre Ríos, Santa Fe, La Pampa y Buenos Aires) el yeísmo con rehilamiento es general y el prestigio de Buenos Aires lo irradia hacia el interior hasta Tucumán, Salta y Jujuy. En la zonas zeístas, la rehilada sonora [z^ၝ ha experimentado un proceso de ensordecimiento [šၝ, frecuente en mujeres y sociolectos medios, general entre los jóvenes porteños: pollo / poyo [póžoၝ o [póšoၝ / [póyoၝ, calle [káše], ayer [ašér]). Curiosamente, entre la altiplanicie y en las tierras bajas de México, en cuya costa veracruzana se da un yeísmo muy abierto (con [iၝ), generalizado frente al refuerzo žeísta rehilante del interior (Oaxaca, Puebla, Ajusco, Guanajuato), existe una zona niveladora de transición donde las mujeres rehílan con [žၝ y los hombres abren la articulación con [iၝ.

    Aparte de particularidades como éstas, en síntesis, es mayoritaria la nivelación yeísta, con articulación más o menos abierta [yၝ o [iၝ, mientras que la distinción, minoritaria, se realiza sobre todo con [λၝ / [yၝ. (Cf. Mapa 2)

     

    3.2.1.3. Otros fenómenos consonánticos característicos

     

    Desde el punto de vista dialectológico es necesario señalar que el fonema /f/, aparte de su realización normativa ([f] labiodental fricativa sorda), presenta otras dos variantes con distinto grado de polimorfismo en cada territorio: [ၪၝ bilabial fricativo sordo y [h] aspirado. El bilabial, favorecido ante diptongo /ué/ [wé] (fuera [ၪwéraၝ, fuego [ၪwéၧoၝ) predomina en zonas antillanas, Panamá, Paraguay, Colombia (menos Bogotá), este de Ecuador, y es propia del español amazónico del Perú, donde llega a convertirse en labiovelar, como en enfermo [emၪwérmoၝ. En el español yucateco, el alófono bilabial [ၪၝ, presente en casi todas las regiones mejicanas, se oclusiviza en ocasiones, acercándose a una [pၝ, tal vez por influjo maya, aunque también ha aparecido en regiones con otras bases indígenas.

    La f aspirada [h] está presente en las hablas colombianas (café [cahéၝ, familia [hamíljaၝ, con variante labiovelar (fácil [hwásiၝ) y en Panamá (hocico [hosíkoၝ). En Venezuela se registra en niveles vulgares (fuerte [hwérteၝ, fuego [hwéၧoၝ), donde también es frecuente en posición postnuclear: afta [áhtaၝ, naftalina [nahtalínaၝ. En Chile se produce tras nasal (confundió [konhundjóၝ).

    También se produce su velarización (con sonido de una j suave), como en Uruguay, en el habla rural y en los sociolectos urbanos incultos (fue [xwéၝ, afuera [axwéraၝ). Pero no se debe confundir la aspiración antigua procedente de la f- inicial latina con la aspiración de la f- moderna del español, pues son dos procesos cronológicamente independientes. La aspiración de la [h] procedente de la f- inicial latina se conserva con intensidad variable en el español vulgar y rústico de toda América, confluyendo con la aspiración de la /x/, escritura j, en casos como huir [huírၝ, hambre [hámbreၝ, heder [heၤérၝ, que son normales donde lo son también juntar [huntárၝ, dejar [dehárၝ, gente [héņteၝ, hambre [hámbreၝ, o [xeၤér]-[yeၤérၝ, [xéņteၝ-[yéņteၝ. En Puerto Rico su velarización ha dado lugar a nuevas palabras como las formadas sobre humo: juma [húmaၝ `borrachera', ajumarse [ahumárseၝ `emborracharse', o sobre huirse [huírseၝ / juirse o juyirse [huyírseၝ `desaparecer', con el sustantivo juyanga `huida clandestina o disimulada' (con muchas connotaciones).

    Respecto al fonema velar fricativo sordo /x/, escritura j + a, o, u; g + e, i, sirva decir que, en coexistencia con su alófono velar sordo [x] (en el norte peninsular y en otras regiones de Hispanoamérica), se da una realización más débil, menos velar que la castellana, pospalatal [ၣၝ o mediopalatal [ý] ante /e/, /i/ (Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, regiones de Bolivia, Perú, Ecuador y México). Asimismo, su debilitamiento llega a originar un alófono aspirado [hၝ (norte y sur de México, Antillas, América Central, Colombia, Venezuela, costa de Ecuador y costa norte de Perú, norte de California; como en Andalucía y Canarias).

    La pronunciación de x y g, j (grafías) como [hၝ aspirada es un fenómeno antiguo que se documenta en España, al menos, desde 1519, y en América desde 1558. Al reparto diatópico de estos alófonos, también con numerosas particularidades, hay que añadir otras alternancias condicionadas por distribución geográfica, como, por ejemplo, las de México, en cuyas zonas altas se hace más fricativo, en contraste con las bajas donde es más aspirado; o por la variable sexual, pues en Oaxaca la articulación uvular fricativa sorda o postpalatal es más propia de los hombres y la aspirada de las mujeres.

     

    Mención especial requieren los fonemas vibrantes /r/ y /ŕ/, escritura r y rr, respectivamente, ya que, en coexistencia con sus realizaciones normativas, se debilitan originando las articulaciones más peculiares del español americano: asibiladas, velares y neutralizaciones en posición implosiva.

    La realización asibilada de r [rၝ y rr [ŕၝ afecta sobre todo a la segunda variante, la múltiple. Al debilitarse y perder las vibraciones la lengua, convexa, se desplaza hacia los incisivos inferiores y deja de ser alveolar. Se da en Chile, Paraguay, norte de Argentina, suroeste de Bolivia y puntos limítrofes de Perú, franja central de Ecuador que continúa por la sierra hacia Colombia, Costa Rica, occidente de Guatemala e interior de México. Lenz explicó la asibilación chilena por sustrato (cf. Módulo 2); en Nuevo México se atribuyó al influjo inglés. Pero es una tendencia general del español la pérdida de las oclusiones con resultados variados (también se conoce en Aragón y sur de Navarra).

    Cierta relación con ese fenómeno tiene la palatalización del grupo -tr- (trabajo [trabáxoၝ, otro [ótroၝ), con oclusión alveolar seguida de fricación sorda (pronunciación cercana a [ĉ], escritura ch), que se documenta en la costa ecuatoriana, Tucumán argentino, puntos andinos de Venezuela y Colombia, así como, dentro de España, en el valle del Ebro.

    De las particularidades, también variadas y de interés, destaquemos como ilustración los casos de Argentina, donde la isoglosa de -rr- múltiple asibilada coincide bastante con la del žeísmo y, como él, se propaga desde Buenos Aires; Paraguay, donde dicha asibilación es mayoritaria; México, donde el polimorfismo de las vibrantes es complejo y la asibilación un fenómeno reciente propio de las mujeres.

     

    Otro resultado del debilitamiento articulatorio de la vibrante múltiple es su velarización [Rၝ, con una variante postdorsovelar fricativa sonora (como la típica `erre' parisina) y otra uvular (postdorso de la lengua contra la úvula) menos frecuente. Ajena al sustrato taíno o afronegroide, su velarización es un proceso espontáneo dentro del sistema consonántico del español como en otros idiomas (francés, portugués...). No tiene mucha extensión (centro de Cuba, República Dominicana (esporádicas), costas de Venezuela y norte de Panamá), siendo un caso especial en Puerto Rico, donde es antiguo y frecuente, especialmente en el español rural de la zona, y donde, como en la parte oriental de Cuba, también se han atestiguado recientemente velares fricativas precedidas o seguidas de aspiración [hR-ၝ [Rh-ၝ. Según López Morales, la [R] velar es rechazada en la opinión de los puertorriqueños por su carácter rural.

     

    También bastante característica de Puerto Rico y de las Antillas es la neutralización de la vibrante simple implosiva [-r] a final de sílaba o de palabra con el alófono [-l], de manera que su lateralización es frecuente en casos como verdad [bęldáၝ, amor [amólၝ, venir [benílၝ. Pero tiende a evitarse en los estilos cuidados y no constituye un rasgo general del español americano. Tiene presencia en Panamá y, con bajos niveles de aceptación, en Colombia, costa ecuatoriana, Venezuela, Argentina y centro de Chile. Tanto las islas como Tierra Firme del Caribe fueron asiento preferido por los emigrantes andaluces del siglo XVI y por los canarios antes y después (cf. Módulo 2). La neutralización de -r y -l implosivas o su omisión se encuentran atestiguadas en España desde el siglo XII y en América desde 1525 y 1560. La repartición es variada y con preferencias diversas. En la costa del Pacífico prevalece /-l/ > [-rၝ más o menos relajada ([árgo] algo) y es menos frecuente el inverso ([kalbón] carbón), éste favorito en las Antillas. En la pronunciación chilena se dan [olól] olor, [muhél] mujer, [querél] querer.

    También se produce su completa eliminación o su vocalización. Su cero fonético /-r/ > /჆/ es abundante a final de palabra en todas las zonas confundidoras (comprá, confesá, coló, Migué) y en los infinitivos es muy frecuente en la región guaranítica. En posición intersilábica origina geminaciones del tipo [kobbátaၝ corbata, [kánneၝ carne (Cuba y Caribe), [laggaၝ larga, [kwénnoၝ cuerno (Puerto Rico).

    Menor extensión tiene el alófono aspirado [h] de /-r/, esporádico en las Antillas ([péhlaၝ perla, [éhnjaၝ hernia, [fahmásjaၝ farmacia, [sohprésaၝ sorpresa. Y su vocalización es característica del área dominicana ([kwéịpoၝ cuerpo, [táịၤeၝ tarde, [muhéịၝ mujer), aunque se registra también en el resto de las Antillas y en Colombia ([kwáị] cual, [bweịၢo] vuelvo, [póịke] porque, [áịၧjen] alguien), también conocida en Murcia, Andalucía y Canarias, en la literatura clásica (Lope de Rueda) y, como el antiguo [dáịleၝ darle, presentes en la literatura costumbrista del siglo XIX. Aunque minoritaria, y propia de las hablas incultas del Caribe, es su asibilación (/-r/ > [sၝ) en casos como [kásneၝ carne.

     

    Antes de concluir este repaso dialectológico de las consonantes, hay que recordar, al menos, la tendencia a la velarización de la nasal implosiva [-nၝ (en la escritura -n o -m). Su realización es muy polimórfica en todas las variedades del español y su debilitamiento articulatorio es el que hace posible la velarización [ŋၝ ante cualquier consonante y en final de palabra, seguida o no de pausa. Esta tendencia en las hablas innovadoras, de origen andaluz, está condicionada por factores lingüísticos y sociales y llega a su culminación con la pérdida total de la nasal. Ejemplos: en aguas [eŋáၧwasၝ; en ojo, enojo [eŋóhoၝ, también [taŋbjénၝ (Antillas, Panamá, costa venezolana, Colombia, Ecuador y Perú).

     

    Por último, sirva mencionar que la realización del fonema palatal africado sordo (/ĉ/, escritura ch), como en ocho [óĉoၝ, noche [nóĉeၝ, cuchillo [kuĉíyoၝ, tiende a la pérdida parcial de la duración oclusiva, o total, hasta su articulación fricativa, en las Antillas y, menos frecuente, en puntos de Panamá, México, Chile o Colombia.

     

    IV. RESUMEN

     

    El español de América, en el plano fonológico, responde al sistema general de español, si hacemos excepción de la pérdida del fonema interdental sordo (c + e, i, y z + a, o, u, en la escritura) por la generalización del seseo.

    Así lo corroboramos en cuanto al subsistema fonológico de las cinco vocales, que en su realización hablada experimentan múltiples vacilaciones fonéticas, generales a todos los dialectos hispánicos, y en cuanto a algunos fenómenos característicos, más localizados diatópicamente: los cambios de timbre de las vocales finales por pérdida de -s implosiva; la fuerte nasalización en el Caribe; el debilitamiento extremo de las átonas favorecido por el contacto con una S tensa en una amplia zona que va desde el altiplano mexicano a las regiones andinas; y los cortes glóticos entre vocales en Yucatán.

    En definitiva, las vocales hispanoamericanas son fonólogicamente orales, con cambios de timbre y alofonía nasal, cuando se producen, condicionados por el contexto fonético. Pero son diversas y significativas sus realizaciones fonéticas en la pronunciación, debidas a factores dialectales o sociolingüísticos, en algunos casos por interferencias lingüísticas.

    En cuanto al subsistema consonántico del español de América constaría de 18 unidades sin el fonema fricativo interdental sordo /ၱ/, aspecto compartido con las hablas andaluzas y canarias, originado por la generalización del seseo, con una articulación mayoritaria de [s] predorsodental, aunque también se dan otras articulaciones.

    El segundo fenómeno en importancia y extensión es el yeísmo, o nivelación de /λ/ y /y/ en el palatal fricativo [yၝ, con zonas de realización žeísta [žၝ, con evolución hacia el ensordecimiento [šၝ.

    Es general la tendencia al debilitamiento consonántico, que se manifiesta en sonorizaciones de las oclusivas sordas (zapatos [saၢátos], monitos [moníၤos], loco [lóၧo]); elisiones ([déo] dedo, [méịko] médico, [aúxa] aguja, frente a [aၢuxéro] agujero); en diversas soluciones de la vibrante múltiple prenuclear -alveolares fricativas, asibiladas y velares- ([ŕetebwéno] retebueno, [kaŕéra] carrera, y debilitamiento orgánico de la -r implosiva ([kaloR] calor, [argún] algún, [amól] amor, [bení] venir; en la velarización de la nasal implosiva y en su elisión ([eŋáwas] enaguas, [koŋbwén] con buen); en la aspiración de la -s implosiva que puede llegar hasta su elisión ([kóhta] costa, [mó:ka] mosca, [mímo] mismo), etc.

    Por otra parte, hay zonas de alofonía especial del español por contacto con las lenguas amerindias, como Yucatán y zonas andinas, que está sobre todo en relación con voces indígenas pero sin repercusión fonológica en el español monolingüe de la zona. Así se observan fenómenos fonéticos como oclusiones glotales ([nó?tjéne] no tiene, [las?káye] las calles), alófonos glotalizados o letras heridas ([la k?ása] la casa), y oclusiones aspiradas ([aphárte] aparte, [es p:ekéno] es pequeño, [la k:arne] la carne).

    En fin, si relacionamos los fenómenos vocálicos y consonánticos, podemos observar dos tendencias en distribución complementaria que se reparten en Hispanoamérica: el debilitamiento del consonantismo final, por una parte, y el fortalecimiento del vocalismo, por otra. En el Caribe y amplias zonas de México y Centroamérica, más en las costas de casi toda América del Sur, se encuentran diferentes casos de debilitamiento consonántico, especialmente los segmentos /s/ /n/ y /r/); en cambio, presentan un sistema vocálico de gran firmeza, si exceptuamos la intensa nasalización antillana.

    Tema 6: Zonas dialectales de Hispanoamérica

    6. Zonas dialectales de Hispanoamérica. Teorías y áreas

    6.1. Introducción al tema

    6.2. Sustratos indígenas y áreas dialectales

    6.3. La teoría «climática» y la división tierras altas / tierras bajas-costa

    6.4. Clasificación dialectal basada en la cronología de los asentamientos coloniales

    6.5. Clasificaciones basadas en rasgos fonéticos y morfológicos

    6.6. Clasificaciones basadas en datos léxicos

    6.7. Otros modelos de clasificación

     

     

    6. Zonas dialectales de Hispanoamérica. Teorías y áreas

     

    6.1. Introducción al tema

     

    En varias ocasiones nos hemos referido a la gran homoge­neidad de la lengua española que, tanto en América como en España, se pone de manifiesto especialmente en las hablas de los niveles socioculturales altos y medios. Pero son muchas las diferencias de todo tipo, y a veces muy marcadas, entre los sociolectos populares y rurales. Algo natural en cualquier lengua histórica y especialmente en el caso de la española extendida por un inmenso territorio sometido a diversas y complejas vicisitudes geográficas, históricas, sociales y culturales.

     

    Con el fin de ordenar la variación geográfica y social en la pronunciación, en la morfosintaxis y en el vocabulario (aspectos que hemos tratado en los Módulos 3, 4 y 5), los estudiosos del español en América han tratado de encontrar esquemas de clasificación dialectal basados en diversos criterios que van de lo geográfico y climático (tierras altas / tierras bajas) a lo político (la división por países), pasando por lo histórico (cronología de los asentamientos, procesos de colonización e inmigraciones europeas posteriores), lo cultural (mayor o menor aislamiento o relación con focos culturales) y lo etnoligüístico (distribución de las poblaciones indíge­nas y / o los contactos del español con las lenguas indígenas).

     

    Rehuyendo genera­lizaciones superficiales, la consideración de tales aspectos, en conjunto o por separado, ha dado lugar a contribuciones importantes para la comprensión global del español en América y de la formación de los patrones lingüísticos hispanoameri­canos, aunque, recordando a Orlando Alba (1992), en lo referido más estrictamente al establecimiento de zonas dialectales precisas, los intentos de división realizados han resultado insatisfactorios debido a que muchas veces es difícil y contradictorio el manejo de las variantes diatópicas (geográficas) junto con las diastráticas y diafási­cas. A lo que se añade que no todas las modalidades dialectales americanas ni rasgos lingüísticos importantes (como la entonación) son igualmente conocidos ni, por tanto, tenidos en cuenta en las diversas clasificaciones.

     

    En fin, aunque es muy larga la lista de quienes se han ocupado de la dialectología del español americano, el número de clasificaciones es relativamente reducido y está unido directa o indirectamente a unos pocos autores sobresalientes de la lingüística hispanoamericana, pioneros muchas veces en su investigación dialectal, algunos de los cuales han propuesto más de una clasificación o han ido evolucionado en sus planteamientos dialectológicos a lo largo del tiempo y de la actualización de conocimientos lingüísticos.

     

    De manera sintética y razonada, repasaremos en los siguientes subapartados las propuestas más importantes o cono­cidas para la zonificación dialectal del español americano.

     

     

    6.2. Sustratos indígenas y áreas dialectales

     

    El primer intento relevante en el establecimiento de zonas dialectales para el español de América, debido al dominicano Pedro Henríquez Ureña (1921), se basó en la supuesta influencia de los sustratos prehispáni­cos dominantes, según los cuales distinguía cinco zonas:

  • 1)       Sustrato nahua. El sur y suroeste de los Estados Unidos, Méjico y las Re­públicas de América Central.

  • 2)       Sustrato arahuaco-caribe. Las tres grandes Antillas españolas (Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo), la costa y los llanos de Venezuela y, probablemente, la parte septentrional atlántica de Colombia.

  • 3)       Sustrato que­chua. El centro de Suramérica: la región andina de Venezuela, el interior y la costa occi­dental de Colombia, Ecuador, Perú, la mayor parte de Bolivia y quizá el norte de Chile.

  • 4)       Sustrato tupí-guaraní. Argentina, Uruguay, Paraguay y quizá parte del sureste boliviano.

  • 5)       Sustrato mapuche-araucano. La mayor parte de Chile.

  •  

    Cf. Mapa 1.

    Estas cinco zonas estarían condicionadas por la proximidad geográfica de las comarcas que las componen, sus lazos políticos y culturales durante el período colonial y, en especial, el contacto con una lengua indígena principal.

    Los elementos diferenciales radican sobre todo en el léxico, pues fonéticamente ninguna zona de las se­ñaladas es rigurosamente uniforme. Además, dentro de las zonas se pueden multiplicar las subdivisiones. Fue una clasificación provisional llevada a cabo en unos años en que no se disponía del acopio de conocimientos lingüísticos actuales, que presentan otro panorama dialectal.

    En conclusión, se trata de una hipótesis poco sólida por su inexactitud demográfica y geográfica, porque en las zonas propuestas las diferencias son mayores que las coincidencias (sólo el Caribe y Chile presentan más unidad inherente que diversidad) y por la distinta persistencia de dichas lenguas y de la acción de sus hablantes: en el Caribe tuvieron poco influjo; en Venezuela, Argentina, Uruguay y Chile las hostiles poblaciones indígenas fueron desplazadas lejos; en Colombia y Costa Rica, y en las costas del Perú y de Ecuador, los colonos españoles tuvieron contactos mínimos con los indígenas. Contrastan Paraguay, México y las zonas andinas, donde las lenguas perviven con vitalidad hasta la actualidad y donde muchos colonos aprendieron las lenguas nativas (cf. Módulo 2).

     

     

    6.3. La teoría «climática» y la división tierras altas / tierras bajas-costa

     

    Sobre una hipótesis que, por su simplificación, Henríquez Ureña (1921, 1932) y Wagner (1920, 1927) se achacaron mutuamente, Ángel Rosenblat formalizó el esquema dialectal entre «tierras altas» (continentales y frías) y «tierras bajas» (costeras y calientes), que con imagen de régimen alimenticio caricaturizaba así: «las tierras altas se comen las vocales, las tierras bajas se comen las consonantes» (1962: 34).

    En efecto, las diferencias de pronunciación entre ambas zonas son notables, de manera que en México capital, con dos mil metros de altitud, la pronuncia­ción de cualquier consonante es precisa, mientras que las vocales átonas son breves y tienden a desaparecer (viej'sit' `viejecito', p's `pues', p'sioso `precioso', caf'sito `cafecito', ntons's `entonces'; cf. Módulo 3); en cambio, en Veracruz, en la costa yucateca, las vocales reaparecen más nítidas y son las consonantes las que tienden a relajarse (aspiraciones, pérdida de -s implosiva y debilitamiento de otros sonidos finales -l, -r, -d).

    Fenómenos parecidos pueden señalarse en otras comarcas americanas, entre tierras altas (Quito, La Paz, Bogotá) y costeras (Antillas, Venezuela, Río de la Plata, costa centroamericana y suramericana del Pacífico hasta el norte de Chile).

     

    Los dialectos costeros muestran gran homogeneidad de rasgos fonéticos a lo largo de grandes extensio­nes geográficas, en contraste con la considerable variación entre los dialectos de las tierras altas, a la vez que, entre unos y otros, aun dentro del mismo país y a pocos kilómetros de distancia, se observan notables diferencias.

     

    El rasgo de la relajación o pérdida de las consonantes finales fue muy utilizado en la antevista polémica sobre el andalucismo del habla hispanoamerica­na (cf. Módulo 2). Y, en efecto, las similitudes fonéticas entre el español americano de la costa y el español andaluz y meridional son evidentes, por lo que se relacionaron las diferencias entre tie­rras altas y tierras bajas con el origen regional de los colonos espa­ñoles que habrían buscado en el Nuevo Mundo un clima similar al de sus lugares de procedencia: los castellanos, de regiones más altas y frías habrían emigrado a las ciudades montañosas del interior, mientras que los andaluces, de regiones más bajas y cálidas se habrían asentado en las costas.

    Pero en España no se da una correlación como puede darse en Hispanoa­mérica entre formas de pronunciación y zonas climáticas. Por ejemplo, en Extremadura, donde se reducen las consonantes, es montañosa y fría, y está alejada del mar, mientras que la topografía y el clima de algunas partes de An­dalucía son similares a ciertas regiones altas de Hispanoamérica; además, no es probable que los recién llegados a las colonias estuvieran dispuestos emprender largos y dificultosos recorridos sólo por encontrar un clima apropiado, máxime si lograban asentarse en uno de los primeros lugares en donde recalaban.

     

    El esquematismo de la teoría dio lugar, no obstante, a otro planteamiento mucho más razonable, como es la diferenciación entre un «español marinero» o de las costas («de las flotas», decía Menéndez Pidal) y otro de la «administración». Puesto que, como se dijo anteriormente, la colonización fue dirigida desde Castilla y gestionada desde Andalucía (y Canarias), de donde salía la mayor parte de las flotas, y con las condiciones ya descritas (cf. Módulo 2), es lógico suponer que gran parte de los colonos sureños y costeros -marineros, artesanos, etc.- se asentaran preferentemente en las ciudades portuarias de América, mientras que, dada la estructura política de la España de la época, los altos cargos de gobierno y de la Iglesia y el personal universitario, procedentes sobre todo del norte peninsular, se instalarían en los centros administrativos coloniales, situados normal­mente en las regiones del interior, Ciudad de México, Guatemala, Bo­gotá, Quito, etc., por lo que los patrones del habla de estos lugares se inclinarían más hacia los del español peninsular norteño.

     

    En relación con la procedencia geográfica de los colonizadores está, en parte, el planteo general e histórico-cultural de J. J. Montes Giral (1­986), quien, al considerar toda la lengua española a efectos de división dialectal, establece un Superdialecto A, constituido por los dialectos del centro y norte peninsulares y los continentales o del inte­rior de América; y un Superdialecto B, constituido por las hablas meridionales de España, por el andaluz y el canario, junto con el español insular y costero de América. Es decir, la diferenciación entre un español de características conservadoras (A) y un español de características innovadoras (B), sin separar para el caso al España de América.

     

     

    6.4. Clasificación dialectal basada en la cronología de los asentamientos coloniales

     

    Los españoles que colonizaron América llevaron consigo las características lingüísticas de sus lugares de origen y también de su época en unos siglos en que la lengua española estaba experimentando una evolución considerable al tiempo que se iba aclimatando a los diferentes lugares del Nuevo Mundo (cf. Módulo 2).

     

    Canfield (1981) presenta un panorama general de la diferencia­ción dialectal del español de América según las fechas de los asen­tamientos iniciales y el mantenimiento del con­tacto sociocultural con la metrópoli en los años posteriores. Teniendo en cuenta que determinados rasgos binarios tenían correlatos topo­gráficos claros, como la aspiración de -s, mientras que otros, como la asi­bilación de /ŕ/ (rr en la escritura) (cf. Módulo 3) ofrecían una distribución más irregular, Canfield observó que, en general, los lugares alejados de las rutas comerciales mantuvieron el carácter andaluz del siglo XVI y que, posteriormente, recibieron los cambios que surgieron después, en el siglo XVII y aun en el XVIII. Lo que se refleja, por ejemplo, en ciertas semejanzas entre México y Ecuador, entre Argentina y Centroamérica, entre Bogotá y Guatemala o entre Cuba y Guayaquil.

     

    A pesar de que es difícil determinar con rigor la cronología de los cambios fonéticos que se dieron España entre los siglos XV y XVIII (ensordecimiento de las sibilantes, velarización de las prepalatales, desarrollo de la interdental /ၱ/, primeras etapas del yeísmo) y, sobre todo, de otros más modernos (debilitamiento de la /-s/ implosiva, la velarización de la /ŋ/ final de palabra, neutralización y / o pérdida de /l/ y /r/ final de sílaba) (cf. para todos estos fenómenos y su reparto Módulo 2), Canfield divide el español de América en tres categorías, que se corresponden, a grandes rasgos, con el desa­rrollo del español peninsular en América en tres momentos elegidos como hi­tos al respecto: 1550, 1650 y 1750.

     

  • 1)       1550: zonas altas de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Mé­xico, Venezuela; noroeste de Argentina; Costa Rica y Guate­mala. Con mantenimiento de la -s final de sílaba, asibilación de /r/ y /ŕ/, ocasional pronunciación al­veolar de /tr/ y debilitamiento en muchos dialectos de las vocales átonas.

  • 2)       1650: Paraguay, oeste de Argentina, la región del Río de la Plata, sur de Chile, la región centroamericana: El Salvador, Honduras y Nicaragua. Zona heterogénea, pues aunque hay voseo en todos los dialectos, varias características fonéticas son exclusivas de determina­dos subconjuntos (conservación de /λ/ (ll en la escritura) en Paraguay, žeísmo en el Río de la Plata, yeísmo con una /y/ intervocá­lica muy débil en Centroamérica.

  • 3)       1750: Antillas, zonas costeras de México, Venezuela, Colombia (con todo Panamá), Ecuador; centro de Chile, St. Bernand Parish (Louisiana). Zona que abarca los dialectos en que -s, -r y -l finales de sílaba se debilitan y con frecuencia desaparecen.

  •  

    Esta clasificación tripartita se basa en la idea general de que las zonas apartadas lingüística y culturalmente mantienen más las características de la época en que se formó la comunidad lingüística y en la hipótesis particular de que las regiones agrupa­das bajo cada uno de los hitos sufrieran el aislamiento respecto a las innovaciones del español peninsular. Pero, además de que raramente hay núcleos lingüísticos que permanezcan totalmente ajenos a los cambios evolutivos, la demografía colonial y el contacto con la metrópoli no siempre apoyan dicha clasificación. Por el contrario, como puntualiza Lipski, el habla de algunas regiones donde los asentamientos iniciales tuvieron lugar a principios del período colonial, y que después se vieron apartados de las principales rutas comerciales y estructuras administrativas, presen­tan rasgos «modernos», mientras que otras zonas, que disfrutaron de una relación comercial y política floreciente con la metrópoli durante toda la colonia, presentan características «antiguas» (cf. Lipski, 1996: 39) a la vez que el contacto entre las capitales americanas del interior continental y España fue ininterrumpido.

     

    En conclusión crítica, los «dialectos de 1550» son prueba del mantenimiento de un contacto sociocultural con España lo bastante intenso como para que se haya transmitido la mayoría de los cambios fónicos peninsu­lares. La categoría de «1650» es dema­siado heterogénea para postular una correlación entre la cronología de los contactos lingüísticos de Hispanoamérica y las evoluciones fo­néticas; algunas regiones que fueron pobladas pronto en el período colonial (interior de la República Dominicana, el Chocó y la Península Guajira de Colombia, noreste de Panamá, las regiones costeras de Ecuador, interior montañoso de Puerto Rico) también manifiestan los rasgos innovadores propios de la zona de «1750»; y, en fin, ninguna zona de América se mantuvo tan alejada del contacto continuo con España como para ser impermeable a las innovaciones lingüísticas que tenían lugar en la metrópoli.

    En consonancia con lo propuesto respecto al «español marinero» / «español de la administración», resultan de más peso los factores de la naturaleza del gobierno y del comercio de cada región para comprender sus características lingüísticas.

     

    6.5. Clasificaciones basadas en rasgos fonéticos y morfológicos

     

    Aparte de descripciones fonéticas o de algún acercamiento limitado a la dialectología hispanoamericana a partir de claves fonéticas (Canfield 1962, 1981; Honsa 1975), hay que citar a Resnick (1975) por plantearla de manera más sistemática combinando variables fonéticas sociales y regionales reducidas a distinciones binarias para reformular las combinaciones de los rasgos resultantes.

    Resnick, aplicando jerárquicamente las oposiciones, identificó cuatro variables fundamentales:

    • -          mantenimiento de /-s/ final de sílaba o de palabra;

    • -          pronunciación de la /ŕ/ como vibrante múltiple;

    • -          pronunciación de la fricativa posterior /x/ con aspiración débil;

    • -          y distinción fonológica entre la palatal lateral /λ/ y la central /y/.

     

    Tales variables producen dieciséis combinaciones que se integran después en un sistema cuaternario adi­cional basado en oposiciones cuyos valores son:

    • -          pronunciación oclusiva de /b/ tras /l/;

    • -          pronunciación alveolar de /n/ final de sintagma;

    • -          distinción entre /l/ y /r/ finales de sílaba;

    • -          y sonoridad plena de todas las vocales en posición átona, final de sintagma y entre consonantes sordas.

    Lo que supone un total de 256 combinaciones, que, desde el punto de vista teórico, constituyen una clasificación dialectal preliminar.

    La propuesta de Resnick, que posibilita emplear la base de datos tabular para la identificación de la probable región de origen de una muestra de habla o de un hablante, constituye una novedad respecto al planteo geográfico de otras clasificaciones dialectales y puede apor­tar nuevas perspectivas sobre las relaciones de implicación entre dis­tintos rasgos fonéticos que permitan delimitar y definir dialectos sin la presencia de isoglosas o sin consideraciones geopolíticas preconcebidas.

     

    Años antes, Henríquez Ureña (1921), además de conceder una importancia fundamental a los sustratos indígenas, especialmente en el plano léxico, para determinar la formación dialectal del espa­ñol americano, también dedicó gran atención al estudio de las variables fonéticas: /d/ intervocálica, /g/ ante [u], /λ/ y /y/, fricativa posterior /x/, /h/ aspirada al comienzo de palabra procedente de /f-/ inicial latina, velarización de la /n/ al final de palabra, pronunciación de vibrante múltiple /ŕ/, de líquidas -r y -l y de -s implosivas. Pero sólo relacionó la /-s/ final con una distribución geográfica que le llevó a hablar de la clasifi­cación informal del español americano en dialectos de las «tierras al­tas» y de las «tierras bajas». Asimismo, aunque concedió importancia dialectológica al voseo pronominal y verbal, y elaboró una descripción bastante precisa de las regiones que voseantes con sus paradigmas verbales, tampoco la utilizó para la clasificación de los dialectos del español de América.

     

    Por el contrario, J. P. Rona (1964) innovó los análisis dialectológicos hispanoamericanos al sintetizar el voseo y los rasgos fonéticos regionales basándose en las isoglosas de cuatro variables: yeísmo, žeísmo (con pronunciación fricativa rehilada o africada), presencia del voseo y de sus correspondientes formas verbales. Rona clasifica los tipos de voseo de la siguiente manera:

  • A)      -áis, -éis, -ís (1ª, 2ª y 3ª conjugación. respectivamente);

  • B)      -áis, -ís, -ís; C) -ás, -és, -ís;

  • C)      -as, -es, -es (formas del )- (cf. Módulo 4).

  •  

    Con la combinación de estos datos delimita dieciséis zonas dialectales.

     

    Zona dialectal yeísmo žeísmo voseo tipo

  • 1.         México, Antillas,

  • Venezuela, costa caribeña

    de Colombia + - -

  • 2.         América Central, incluido

  • SE. De México y O. de Panamá + + + C

  • 3.         Costa del Pacífico de

  • Colombia, interior de Venezuela + - + C

    4. Andes colombianos - - + C

    5. Costa de Ecuador + + + C

    6. Altiplano de Ecuador - + + B

    7. Costa de Perú + - -

    8. Altiplano de Perú - - -

    9. S. de Perú + - + B

  • 10.     N. de Chile, NO. de Argentina,

  • S. de Bolivia - - + B

    11. Resto de Bolivia - - + C

    12. Paraguay, NE. de Argentina - + + C

    13. Chile central + - + B

    14. S. de Chile - - + B

  • 15.     S. y centro de Argentina,

  • S. de Uruguay + + + C

    16. N. de Uruguay + + -

     

    A estas zonas añade seis más, no estrictamente castellanas, que representan territorios bilingües (Nuevo México, región fronteriza de Uruguay y cercana a la frontera brasileña, ciertas partes de Paraguay, Santiago del Estero y, curiosamente, Cuba y Puerto Rico). Cf. Mapa 2.

    La división en zo­nas contiguas geográficamente no es resultado de una convergencia casual de isoglosas y constituye un avance res­pecto a las clasificaciones dialectales por países, pero Rona no prestó mucha atención al hecho de que los mismos rasgos afecten a más de una zona. Además de que también la utilidad de la clasificación disminuye a medida que nos alejamos del Cono Sur (considerado una zona única), sólo el voseo pronominal, con dimen­siones continentales y marca americana, es válido para una clasificación del español de América, como puntualizaban Zamora y Guitart (1982: 181).

     

    Sin embargo, las variantes del voseo bien analizadas, junto con otros rasgos que dividieran toda Hispa­noamérica con el mismo nivel de detalle, podrían ser­vir para delimitar zonas dialectales, regionales y sociales, y para re­construir indirectamente la trayectoria histórica de los dialectos del español de América.

    Precisamente, tomando el voseo de tipo pronominal (independientemente de la morfología verbal que lo acompañe) y otros rasgos característicamente «americanos», como la articulación velar o glotal de /x/ frente a faríngea, la /s/ sibilante frente a la redu­cida (aspirada o elidida) en final de sílaba, y la variable de la presencia en una zona tanto del vos como del , Zamora y Guitart (1982, 181-184) proponen una nueva diferenciación dialectal en nueve zonas, con el siguiente resultado:

     

    Zona /s/ debilitada /x/=[h] vos

    1. Zona caribeña, incluida costa + +
    de México, Colombia, E. de
    Panamá
    2. Tierras altas de México — — —
    3. Centroamérica, O. de Panamá + + +
    4. Interior de Colombia, — + +/—
    Venezuela andina
    5. Costa del Pacífico de Colombia, + + +/—
    Ecuador
    6.Costa del Perú + + —
    7. Altiplano de Perú, Ecuador, — — +/—
    Bolivia, NO. de Argentina
    8. Chile + — +/—
    9. Paraguay, E. de Bolivia, + — +
    Uruguay, mayoría de Argentina

     

    Cf. Mapa 3.

    Zamora y Guitart completan su clasificación binaria con otra serie de rasgos fonéticos caracterizadores de cada una de las zonas (yeísmo, žeísmo, asibilación de /r/ y /ŕ/, neutralización de /l/ y /r/ a final de sílaba, velarización de /n/ [ŋ] y las variantes de pronun­ciación de /ĉ/), obteniendo como resultado una división del español de América que, li­mitada a las nueve zonas indicadas, separa algunas fonéticamente similares (por ejemplo, el Caribe y la costa del Pacífico de Colombia y Ecuador) y agrupa, en cambio, otras con una considerable variación interna (por ejemplo, Centroamérica; Paraguay / Río de la Plata).

     

     

    6.6. Clasificaciones basadas en datos léxicos

     

    Exceptuando la atención de Henríquez Ureña al vocabulario indígena para apoyar su teoría dialectal sustrática, y a pesar del gran nú­mero de estudios léxicos regionales que incluyen isoglosas sobre la distribución de determinadas palabras, las variables léxicas apenas han sustentado clasificaciones dialectales panamericanas.

    Vacío que se puede atribuir a factores diversos, entre los que destaca la regionalización y el enmarañamiento de muchas variables léxicas, mientras que otras deli­mitan regiones demasiado amplias para resultar útiles. A ello se añade que la dialectología léxica comparada ha estado limitada a datos escasos e imprecisos, cuando no pintorescos o exóticos (la mayoría de los estudios léxicos regionales recoge muchos indigenismos, africanismos o anglicismos, elementos jergales o coloquiales de origen incierto, etc.).

    Otros factores de la falta de estudios en este sentido son la posible frecuencia textual baja de unidades léxicas claves y la tendencia de los estudios regionales a la sobrege­neralización e indiferenciación, pues presentan como «regionales» palabras que tienen una distribución mucho más amplia, mientras que olvidan regionalismos legítimos que pueden pasar desapercibidos.

     

    En ese marco, Cahuzac (1980), que representa una excepción notable, toma como criterio de clasificación dialectal, no propiamente un conjunto de términos de las hablas rurales, sino los tér­minos empleados con que se designa en diccionarios de americanismos y glosarios regionales a los hombres de campo: campero, campuso, campista, campiruso, campusano, gaucho, guajiro, charro, huaso, jíbaro, llanero, chimarronero, chacarero, etc.

    A partir de tres categorías de palabras para designar a los campesinos, a saber:

  • a)       términos considerados neutros muy extendidos;

  • b)       designaciones peyorativas, más regionalizadas;

  • c)       palabras de actividades agrícolas, ganaderas o ar­tesanas);

  • establece una división preliminar de los dialectos del español de América en cuatro grupos:

  • 1.         Entre los términos charro (norte de México) y llanero en el extremo sur: Nuevo México hasta las regiones costeras de Ecuador y Perú en el sur, incluyendo también Centroamérica, las Antillas, la costa caribeña suramericana, el centro de Venezuela y ciertas partes de Colombia.

  • 2.         Con chacarero y paisano como característicos: zonas andinas.

  • 3.         Centrado en los términos huaso y campañista: Chile.

  • 4.         Con gaucho como término definitorio: Argentina, Uruguay y Paraguay, además de las regiones fronterizas de Brasil.

  • Cf. Mapa 4.

     

    Este principio de clasificación abre la posibilidad de descubrir isoglosas léxicas con valor explicativo que, como en este caso, se trata de términos directamente relacionados con una dimensión fundamental de la actividad económica y cultural en Hispanoamé­rica. Pero la forma en que se ha planteado resulta demasiado general y, a la vez, compartimentada, ya que algunos términos se hallan muy extendidos mientras que otros resultan irrelevantes científicamente (términos peyorativos raramente usados, arcaísmos, etc.).

     

    6.7. Otros modelos de clasificación

     

    Además de analizar cada una de las teorías y resultados de la zonificación sintetizada en los puntos anteriores, Lipski recoge el acercamiento a la dialectología hispanoamericana mediante el modelo de «principios y parámetros», como consecuencia de las aportaciones de la lingüística contemporánea, y propone también una clasificación dialectal integradora de los fenómenos de corte sociolingüístico.

     

    En relación con el primero, recuerda que la dialectología hispánica ha empezado a incorporar las nuevas perspectivas teóricas aplicándolas sobre todo a las cuestiones fonológicas (realización de /-s/ implosiva, velarización /n/ final de palabra, reducción de las vocales átonas, pronunciación de /r/ y /ŕ/, realización de los fonemas /y/ y /λ/, pronunciación oclusiva / fricativa de /b/, /d/ y /g/ postconso­nánticas), pero prestando relativa­mente poca atención a la variación sintáctica en los dialectos del es­pañol.

    Y sugiere cuestiones de interés para el estudio sintáctico dialectal de estructuras que vienen llamando la atención de los estudiosos como: el comportamiento de los pronombres clíticos de objeto directo y su duplicación o elisión; los infinitivos con sujetos nominales, frecuentemente tras para, las preguntas sin inversión del tipo ¿qué tú quieres?, y la alta frecuencia de pronombres sujeto en algunos dialectos hispanoamericanos, etc. (cf. Módulo 4).

     

    En cuanto a una clasificación dialectal con enfoque sociolingüístico, también recuerda que, frente a la tradición dialectológica que se centraba en los hablantes rurales como base de la clasificación dialectal, dada la evolución del perfil sociolingüístico de Hispanoamérica en nuestra época, una herramienta clasificatoria, virtualmente valiosa dentro de una perspectiva más amplia, habría de ser la gama de registros sociolingüísti­cos de un determinado grupo de hablantes. Por lo que postula invertir el orden jerárquico de las etique­tas clasificatorias y colocar los registros sociolingüísticos como crite­rio de primer orden y relegar el origen regional a un estatus subordi­nado. Y añade: «Por ejemplo, una clasificación del tipo `Español de la Ciudad de México —variedad de la clase media-alta—` sería reemplazado por `clase media urbana —educada localmente—` de Ciudad de México». En esta línea, a la par que la creciente conciencia de la primacía de la diferenciación so­ciolingüística para la caracterización del español de América, se está manifestando el interés de los estudiosos que ya van produciendo estudios parciales, como los de Silva-Corvalán (1989) e Hidalgo (1990).

     

    Finalmente, por completar el cuadro que venimos viendo, y porque ha sido una práctica inveterada en la descripción de los dialectos del español de América y es un modelo al que los americanistas raramente se substraen, hay que referirse a la clasificación dialectal por países.

    Cierto que, como recuerda Lipski, ningún estudioso serio defendería que las fronteras nacionales contemporáneas formen la variable fundamental para la determinación de las zonas dialectales hispanoamericanas, pues la mayor parte de éstas rebasa los límites nacionales y dentro de cada país podemos encontrar variables lingüísticas de muy diferente tipo, como ya hemos tenido ocasión de comprobar a lo largo de múltiples referencias en los módulos anteriores. Las naciones más grandes de Hispanoamérica (México, Colombia, Argen­tina y Chile) integran zonas dialectales completas, e incluso pe­queñas naciones como Ecuador y Costa Rica contienen islas dialecta­les dentro de sus fronteras.

    Pero no es menos cierto que se conce­de utilidad y valor al hecho de organizar las presentaciones por países con fines descriptivos o didáctico, por escaso que sea al respecto el fundamento teórico de las identidades nacionales ya que, como el mismo Lipski reconoce, es el camino más corto entre la bibliografía existente y la sínte­sis descriptiva. Además, hay que recordar que este criterio también puede tener un fundamento histórico-cultural, pues muchas de las fronteras políticas modernas se corresponden a grandes rasgos con demarcaciones establecidas en la época colonial, sin que haya habido una excesiva migración interterritorial, si descontamos la afluencia de emigrantes europeos a determinadas zonas, como la de italianos entre finales del XIX y comienzos del XX a lugares del Río de la Plata.

    Entre los múltiples ejemplos que se pueden aportar de este modelo (cf. la bibliografía sobre el español de América de Solé, 1990), sirva recordar el esquema de trabajo de Canfield (1981) y la aún reciente edición presentada y coordinada por Alvar (1998).

     

     

    IV. RESUMEN

     

    En varias ocasiones nos hemos referido a la gran homoge­neidad de la lengua española que, tanto en América como en España, se pone de manifiesto especialmente en las hablas de los niveles socioculturales altos y medios. Pero las diferencias de todo tipo son muchas, y a veces muy marcadas, entre los sociolectos populares y rurales. Algo natural en cualquier lengua histórica y especialmente en el caso de la española extendida por un inmenso territorio sometido a vicisitudes geográficas, históricas, sociales y culturales diversas y complejas.

     

    Con el fin de ordenar la variación geográfica y social en la pronunciación, en la morfosintaxis y en el vocabulario (aspectos que hemos tratado en los módulos 3, 4 y 5), los estudiosos de español de América han tratado de encontrar esquemas de clasificación dialectal basados en criterios varios que van de lo geográfico y climático (tierras altas / tierras bajas) a lo político (la división por países), pasando por lo histórico (cronología de los asentamientos, procesos de colonización e inmigraciones europeas posteriores), lo cultural (mayor o menor aislamiento o relación con focos culturales) y lo etnoligüístico (distribución de las poblaciones indíge­nas y / o los contactos del español con las lenguas amerindias).

     

    En conclusión, a la vista de los modelos teóricos y sus resultados prácticos, lo más sensato para un conocimiento completo de la dialectología hispanoamericana es necesario rechazar esquemas maximalistas y atender a la multiplicidad de perspectivas desde las que se puede analizar con más profundidad y rigor.

    GLOSARIO ESPAÑOL DE AMÉRICA

    Acriollamiento: A partir del verbo «acriollarse» 'adaptarse un extranjero a las costumbres de un país', utilizamos este término para definir el proceso por el que la lengua española se fue adaptando a las nuevas circunstancias en América, especialmente sociolingüísticas y culturales, por las que comenzó a configurarse en sus variantes americanas características. Utilizamos aquí este término en sentido lato, pues no debe confundirse con 'lengua criolla' o 'idioma criollo', es decir, idioma europeo -el castellano, en este caso- adaptado como instrumento de comunicación con los indígenas o como lengua mixta entre lengua europea y lengua africana negra.

    Adstrato: Término que designa el influjo mutuo de dos lenguas vecinas, o de una sobre la otra, que conviven juntas durante un tiempo.

    Afrocriollismo: Voz de procedencia del África negra adaptada a las condiciones sociolingüísticas de otro lugar. En lo que aquí interesa, la voz incorporada al español americano procedente del habla de los negros ya criollos.

    Afronegrismo: Voz tomada en préstamo de las lenguas de los negros africanos.

    Alófono: Variante combinatoria o forma que adopta la realización física de un fonema. Variantes en la pronunciación correspondientes al mismo fonema

    Asibilación: Fenómeno fonético por el que un sonido se hace sibilante (acercándose a la pronunciación de una s). Más técnicamente es el desarrollo de un elemento fricativo silbante (alveolar o palatal) tras una oclusiva, en ciertas condiciones. Referido a la r-, rr-, -r, es consecuencia de un debilitamiento articulatorio de las vibraciones de la lengua.

    Clíticos: Pronombres átonos (la, lo, le, se, etc. y sus flexiones) que se apoyan o descansan en una forma verbal: si van delante de ella se llaman «proclíticos» («se lo dices»); si van detrás se llaman «enclíticos» («díselo»).

    Dialecto: Sistema lingüístico derivado de otro, normalmente con una concreta limitación geográfica, pero sin diferenciación suficiente frente a otros de origen común para ser considerado como sistema lingüístico independiente o autónomo. No suele tener difusión culta y es convive simultáneamente con el sistema que sí alcanza el nivel lengua y de la que no constituye sino una variante en su realización diatópica. Lengua y dialecto, que se coimplican en múltiples aspectos, constituyen diferentes niveles de abstracción. Una de esas implicaciones es el ciclo dialecto-lengua-dialecto. Toda lengua ha sido antes dialecto (como el castellano del latín antes de llegar a convertirse en español). Por diversos factores un dialecto puede llegar a constituirse en lengua (como el castellano, el catalán o el gallego) y, asimismo, determinado sistema considerado en un momento de su histoiria como lengua, puede ir quedándose restringido en su evolución a variante dialectal (leonés, aragonés, navarro, etc.). Todo dialecto resultante de la disgregación de una lengua puede reabrir el ciclo.

    Diglosia: Bilingüismo o existencia de dos lenguas en un mismo territorio pero, en especial, cuando una de ellas goza de prestigio o privilegios sociales o políticos superiores a la otra.

    Geminaciones (o geminadas): En lingüística, las repeticiones inmediatas de un elemento lingüístico -sonido, sílaba, palabra- en la pronunciación o en la escritura.

    Isoglosas: La línea imaginaria que en un atlas pasa por todos los puntos en que se manifiesta un mismo fenómeno lingüístico; ej. el límite de la aspiración de la -s implosiva en España; o los lugares en que se usa el término <chacarero» en América.

    Koiné: Lengua común que procede de la reducción a unidad, más o menos artificial, de ciertas variedades idiomáticas. También se emplea en un sentido más general como lengua de comunicación intercontinental extendida a una gran mayoría de gentes y países.

    Lexicalización:

    Proceso lingüístico por el que se convierte en uso léxico general el que antes era figurado o con una naturaleza semántica y sintáctica ya propia; ej: «frutilla» en América, no ya como 'fruta pequeña' sino como sinónimo completo de «fresa»; o «armadillo», procedente de una denominación metafórica (derivado de «armado») a dicho mamífero propio de la América meridional. También se refiere al caso en que un conjunto de monemas que forman un sintagma equivalen a una unidad léxica: ej.: «a duras penas» 'trabajosamente', «de pronto» 'súbitamente'.

    Lunfardo: Jerga que originariamente empleaba en la ciudad de Buenos Aires y en sus alrededores gente marginal o de mal vivir. En parte, se difundió posteriormente por las demás clases sociales y por el resto del país y se dignificó por cierto cultivo poético y por su utilización en letras de tangos y milongas.

    Papiamento:Lengua criolla de la isla de Curaçao, al norte del litoral venzolano, con base negro-luso- española con la incorporación de algunas palabras holandesas.

    Pochismo: Palabras o expresiones inglesas españolizadas por los «pochos» o residentes de origen mexicano en Estados Unidos que todavía no se han asimilado al país y usan un español con abundante mezcla de inglés españolizado.

    Poligenético: Que tiene varios orígenes. La «poligénesis» en lingüística se refiere a la producción de un mismo fenómeno idiomático en áreas separadas y sin relación entre sí. En el caso de rasgos americanos caracterizadores y paralelos a los del español meridional de España, aquéllos serían independientes de éstos y no «monogenéticos» (cf.).

    Tautosilábico: Grupo vocálico o consonántico que se encuentra en una sola sílaba.

    ESPAÑOL EN AMÉRICA

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    Idioma: castellano
    País: España

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