Arte
Escultura en Grecia y en Roma
LA ESCULTIRA EN GRECIA
El periodo arcaico
Durante el periodo arcaico, al extenderse el mundo griego geográfica y económicamente, su mayor riqueza y los contactos con el exterior le condujeron al desarrollo de una arquitectura y escultura monumental. Ambas se hicieron con el mármol y la piedra caliza que abundaba en Grecia. Los templos albergaron imágenes de los dioses y estuvieron decorados con esculturas y pinturas. La pintura tuvo también su desarrollo en las vasijas, que fueron importantes objetos de comercio.
Los griegos empezaron a esculpir en piedra, inspirados en las piezas monumentales de Egipto y Mesopotamia. Las esculturas de bulto redondo compartieron la solidez y la característica posición frontal de los modelos orientales, pero, como podemos comprobar en la Dama de Auxerre y el Torso de Hera de Samos (periodo arcaico primitivo, c. 660 a.C.-580 a.C., ambas en el Museo del Louvre de París), sus formas fueron más dinámicas que las de la escultura egipcia. Las esculturas masculinas y femeninas, a partir aproximadamente del año 575 a.C., reflejaron en sus rostros la denominada sonrisa arcaica. Aunque esta expresión no parece obedecer a razones específicas en las personas o situaciones en las que aparece reproducida, quizás fue empleada por los griegos como un artificio que proporcionaba a las figuras un rasgo humano distintivo.
Las tres tipologías que predominaron fueron el joven desnudo de pie (kouros), la doncella vestida en pie (kore) y la mujer sentada. Todos ellos acentúan las características esenciales del cuerpo y expresan, cada vez más, un conocimiento preciso de la anatomía humana. La razón de ser de la representación de estos jóvenes fue por una parte de índole sepulcral y otra de carácter votivo. Algunos ejemplos conservados son el Apolo primitivo del Museo Metropolitano de Nueva York, el Apolo Strangford de Lemnos del Museo Británico de Londres, obra bastante más tardía, y el Kouros de Anavysos conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. En dichas obras, a diferencia de otras más antiguas, puede observarse un estudio más detallado de la estructura muscular y anatómica. Las figuras femeninas, vestidas y de pie, ofrecen una amplia variedad de expresiones, tal y como puede verse en las esculturas del Museo de la Acrópolis de Atenas. Sus ropajes están tallados y pintados con la delicadeza y la meticulosidad característica de la escultura de este periodo.
Los relieves escultóricos que se esculpieron con posterioridad a la escultura exenta o de bulto redondo, representaron a sus figuras en movimiento. Los frisos del Tesoro de los Siphnios, en el templo de Apolo en Delfos (Museo Arqueológico de Delfos), que muestran una de las batallas de la guerra de Troya, son uno de los ejemplos más excepcionales del periodo arcaico medio (c. 580 a.C.-535 a.C.). Otra muestra importante es el frontón del templo antiguo de Atenea en la Acrópolis de Atenas, conservado en estado fragmentario (Museo de la Acrópolis), que representa un combate entre dioses y gigantes. Entre los ejemplos del periodo arcaico tardío (c. 535 a.C.-475 a.C.) destacan las esculturas de los frontones del templo de Aphaia en Egina (actualmente en la Gliptoteca de Munich). Las figuras del frontón oriental parecen tan llenas de vida como los atletas que describió el poeta Píndaro. En el siglo XIX se comenzó a valorar el mérito artístico de la escultura del periodo arcaico.
Los escultores del periodo arcaico continuaron fundiendo esculturas en bronce. Los ejemplos del siglo VI a.C. describen los músculos de forma esquemática mediante la representación de un estrecho arco en el límite bajo del tórax y unas marcas horizontales. Las esfinges y otras formas realizadas en piedra sirvieron como florones, yelmos o lápidas.
El periodo clásico
El arte griego del periodo clásico, desarrollado desde la época de las guerras médicas hasta el final del reinado de Alejandro Magno, se mantuvo totalmente independiente de las influencias foráneas, y gracias a ello obtuvo una gran demanda en otros lugares.
La alta época clásica (c. 475 a.C.-448 a.C.)
Después de la victoria griega sobre los persas, la necesidad de reparar la devastación de la guerra, generó una gran actividad artística tanto en arquitectura como en escultura. Esto fue especialmente evidente en Atenas, centro neurálgico del poder político y económico.
La escultura de la alta época clásica no presenta la típica sonrisa o los suaves detalles característicos del periodo arcaico. En su lugar, se expresa una cierta solemnidad determinada por la nueva fuerza y simplicidad de las formas. Entre los mejores ejemplos se encuentran los frontones escultóricos del templo de Zeus de Olimpia (Museo Arqueológico de Olimpia), el Auriga (Museo Arqueológico de Delfos), el joven de pie o Efebo de Kritios —denominado así por el escultor ateniense Critius o Kritios— y la cabeza del Efebo rubio (ambos en el Museo de la Acrópolis de Atenas), así como el Idolino del Museo Arqueológico de Florencia.
Los escultores de esta época representaron sus personajes en el momento inmediatamente anterior o posterior a la culminación de una acción significativa. Las esculturas del templo de Zeus en Olimpia son una muestra: en el frontón oriental aparecen los preparativos, supervisados por Zeus, para la fatal carrera de carros ente las legendarias figuras de Pelops y Enomao; en el frontón occidental la batalla entre lapitas y centauros; y las doce metopas conservadas, describen los trabajos de Hércules ayudado por la diosa Atenea.
Muchas de las obras de la alta época clásica se perdieron en la antigüedad. Algunas han perdurado, sin embargo, en las copias realizadas por los romanos, para los que el estilo clásico tuvo un atractivo considerable. Entre algunas de esas copias se encuentran los Tiranicidas realizados por Kritios en colaboración con Nesiotes (Museo Nacional de Nápoles) y los numerosos trabajos de Policleto incluyendo el Doríforo, o portador de la lanza (Museo Nacional de Nápoles), el Diadúmeno (Museo Nacional de Atenas) y la Amazona Capitolina (Museo Metropolitano de Nueva York). En estas esculturas la postura frontal de las figuras del periodo arcaico se sustituye por posiciones más complejas y actitudes más naturales.
El periodo clásico medio (c. 448 a.C.-400 a.C.)
El clasicismo pleno se desarrolló durante la segunda mitad del siglo V a.C., especialmente bajo el patronazgo de Pericles, el estadista ateniense. La arquitectura y la escultura de Atenas alcanzaron entonces una perfección raramente igualada.
Fidias y Policleto fueron los escultores más importantes del periodo clásico medio. Según el parecer que sostuvo la antigüedad griega, Fidias fue el escultor de los dioses y Policleto el de los seres humanos o mortales. Fidias creó dos estatuas criselefantinas colosales, una de Zeus en Olimpia, considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo, y otra de Atenea en el Partenón. Aunque ninguna de las dos se ha conservado y ni siquiera existen buenas copias de las mismas, Zeus aparece en algunas monedas y la Estatua de Varvakeion se parece ligeramente a la de Atenea. La cabeza de la Atenea Lemnia (Museo Cívico de Bolonia) copia romana de una obra de Fidias, junto con el trabajo de sus discípulos Alcamenes y Agorácritos, permite deducir algunas ideas de su arte.
Paionios, con su Niké en vuelo de Olimpia y los trabajos posteriores del eminente escultor Mirón, son contemporáneos a la escultura del Partenón. El Discóbolo y Palas Atenea y Marsias, dos de sus esculturas más conocidas, estuvieron en un principio en la Acrópolis y son conocidas únicamente por las copias romanas conservadas.
El periodo clásico final (c. 400 a.C.-323 a.C.)
Las empresas arquitectónicas disminuyeron cuando Atenas, derrotada en la guerra del Peloponeso, perdió su hegemonía política en el ámbito griego. En las artes plásticas la nueva y detallada caracterización de las figuras reflejó un interés por el individuo, hecho que corroboran los poetas y filósofos de aquel momento.
La escultura del último clasicismo estuvo dominada por Lisipo, Praxiteles y Escopas. Lisipo esculpió ágiles atletas, como el desaparecido bronce del Apoxiomenos (c. 330 a.C.). Quizás el más excepcional de los tres sea Praxiteles, que trabajó en un estilo delicado y elegante. En su Hermes con el niño Dioniso (c. 330 a.C.-320 a.C., Museo Arqueológico de Olimpia) el tronco del árbol en el que se apoya Hermes está integrado en la composición, manteniendo las curvas voluptuosas de la figura. Su Afrodita Cnidia (350 a.C., copia romana en los Museos Vaticanos de Roma) aparece cubriéndose con la mano derecha el centro del cuerpo, en un gesto púdico que sirvió de pauta para los desnudos femeninos posteriores. Su expresión combina la dignidad, el encanto delicado y la frivolidad mundana. Sus párpados inferiores están remarcados únicamente por medio de una talla ligera y la superficie de la figura está esculpida de tal forma que produce un suave juego de luces y sombras.
La escultura del siglo IV a.C. llevó más lejos los logros de Policleto. Lisipo introdujo un nuevo canon de proporciones consistente en alargar el cuerpo y reducir la cabeza. Además, como escultor de la corte de Alejandro Magno, hizo que las estatuas de los gobernantes se introdujeran en el repertorio artístico. Escopas, su contemporáneo, tal y como podemos observar en las esculturas conservadas del templo de Atenea Alea en Tegea (hoy en el Museo Nacional de Atenas), abandonó gradualmente la expresión serena del periodo clásico introduciendo en los rostros de sus figuras una expresión pasional y emotiva.
Se han conservado muchas estatuas en terracota sin esmaltar del siglo IV a.C. Estas piezas proceden fundamentalmente de ajuares funerarios y fueron denominadas figurillas Tanagra, ya que Tanagra (Boecia) fue el lugar donde se encontraron por primera vez. Muchas de ellas están huecas porque se realizaron con moldes. Están pintadas al temple y muestran temas diversos como actores cómicos, mujeres vestidas con elegancia, enanos y dioses en miniatura.
Las lápidas áticas de los siglos IV y V a.C. consistían en una losa decorada en relieve, con personajes que transmiten la tristeza de la partida. A menudo, las figuras estaban flanqueadas por pilastras coronadas por una cornisa.
El periodo helenístico
Los ejércitos de Alejandro Magno, tras conquistar las ciudades-estado de Grecia, llevaron su cultura por todo Oriente Próximo. Como las polis griegas sufrieron un declive político y económico, la religión oficial y la conciencia cívica menguaron, apareciendo en todas las esferas un mayor énfasis subjetivo. Los griegos fueron receptivos a las nuevas influencias orientales, como podemos observar en las decoraciones lujosas y las religiones místicas. En las ciudades ricas de Asia Menor, así como en Alejandría (Egipto), se desarrolló un nuevo helenismo, mezcla del espíritu griego y de los estilos orientales.
Con la conquista de oriente por Alejandro Magno, los artistas cuestionaron la estrechez de miras del arte griego, seleccionando como temas posibles para sus obras a personas de tipos étnicos diferentes, como persas o indios y sus diferentes estados físicos, incluyendo la vejez, la enfermedad o la deformidad. La disolución del imperio de Alejandro propició el alzamiento de varias dinastías rivales, y los reinos independientes que se originaron crearon sus propias escuelas artísticas. Por ejemplo, la dinastía tolemaica de Egipto perpetuó las tradiciones del periodo clásico desde el siglo IV a.C. Los atalidas de Pérgamo (actual Bergama, Turquía), en Asia Menor siguieron la escuela de Escopas, representando el cuerpo humano en las escenas de combate retorciéndose en movimientos violentos. Un ejemplo notable es el friso de más de 100 m del altar de Zeus en Pérgamo (Museos Estatales de Berlín), que muestra la lucha entre dioses y gigantes. Este trabajo fue levantado en Pérgamo por encargo del rey Eumenes II, hijo de Atalo I, que ganó numerosas batallas contra los gálatas y el rey selyúcida Antíoco III el Grande.
Al mismo tiempo, la escultura evolucionó hacia formas abiertas, formas que obligaban al espectador a trasladarse más allá del espacio de las figuras, en un estilo lleno de emotividad. El sátiro dormido (Palacio Barberini en Roma), la Victoria de Samotracia y la Afrodita de Melos, más conocida como la Venus de Milo (ambas en el Museo del Louvre de París) son algunos ejemplos destacados. Además, la escultura del periodo helenístico experimentó nuevos recursos compositivos. Una de las disposiciones favoritas, llamada posición en aspa, representa la figura humana con el torso retorcido, esto es, la cabeza y los miembros dispuestos en direcciones contrarias. Este recurso se empleó en los grupos escultóricos, como Menelao portando el cuerpo de Patroclo (Loggia dei Lanzi, Florencia), donde los artistas invitan al espectador a moverse alrededor de la composición. Otras esculturas similares son el Heracles Farnesio o Las manzanas de las Hespéridas que Heracles lleva sobre su espalda (Museo Nacional de Nápoles) y el Hermafrodita dormido, con su sexualidad ambigua (Museo de las Termas, Roma).
Muchas de estas innovaciones en la escultura griega se adecuaron al estilo romano donde se copiaron muchas obras, modificándolas según su gusto e incluso añadiendo una o más figuras subsidiarias, como puede verse en el Laocoonte (Museos Vaticanos de Roma). Durante la época romana, la mayoría de los escultores griegos continuaron la tradición helenística en Grecia, Asia Menor, África e Italia.
LA ESCULTURA EN ROMA
A lo largo de todo el mundo romano las estatuas y relieves escultóricos adornaron los edificios públicos y privados. De hecho, algunas construcciones romanas fueron poco más que soportes monumentales para la escultura.
Los arcos de triunfo
Los arcos de triunfo levantados en todas las partes del imperio se destacan como uno de los monumentos más importantes. Aunque casi ninguno de los grandes grupos escultóricos (a menudo cuádrigas) que alguna vez remataron estos arcos ha subsistido, el propósito originario de tales construcciones fue únicamente servir de soporte a la estaturaria honorífica. Los arcos primitivos eran muy sencillos pero bajo Augusto y los emperadores posteriores se fueron complicando. Con el tiempo se convirtieron en verdaderos soportes propagandísticos, recubiertos con series extensas de bajorrelieves, anunciando las victorias y las grandes hazañas de los emperadores. Las imágenes solían representar acontecimientos históricos concretos, pero frecuentemente se desarrollaron también temas alegóricos en los que el emperador podía aparecer en compañía de los dioses o recibiendo el homenaje de los pueblos conquistados.
Entre los arcos más importantes conservados en Roma están el de Tito (c. 81 d.C.), en el foro romano y el de Constantino (315 d.C.) cerca del Coliseo. En los dos bajorrelieves del arco de Tito se representa el desfile triunfal del emperador, los tesoros del gran templo de Jerusalén. El arco de Constantino presenta una mezcla de relieves reutilizados de monumentos más antiguos y otros realizados especialmente para dicho arco. Los medallones y frisos muestran una gran cantidad de temáticas, incluyendo escenas de batalla, sacrificio y distribución de dádivas. En los relieves antiguos la cabeza de Constantino fue labrada en sustitución de las de sus predecesores. Esta remodelación de los relieves antiguos fue algo corriente en la Roma imperial. Los monumentos de los emperadores condenados a título póstumo por el Senado (damnatio memoriae) fueron modificados o destruidos.
Algunos arcos decorados con suntuosidad pueden contemplarse también fuera de Roma. En Benevento, en el sur de Italia, se levantó hacia el 114 d.C. un gran arco con 14 placas en las que se rendía homenaje a Trajano. En Orange, Francia, el arco de Tiberio (225 d.C.) se decoró con representaciones de las tropas militares y de los prisioneros fronterizos, escenas de los romanos luchando contra los galos, escudos y armas de los prisioneros. En España se conservan en la actualidad los arcos de Bará en Tarragona, el de Caparra en la ciudad antigua de Capeta (Cáceres) y el de Medinaceli en Soria. El primero de ellos presenta un único vano central, el segundo de ellos, de finales del siglo I d.C., presenta una configuración cuadrifonte y el tercero una estructura tripartita, con un arco central más grande flanqueado por otros dos de menor tamaño.
Las columnas rostrales y los altares
Ocasionalmente se levantaron también columnas historiadas, con frisos de bajorrelieves en espiral, relatando con gran detalle las campañas militares de los romanos. La primera y más grande de ellas fue la del foro de Trajano (113 d.C.) de Roma, levantada por el arquitecto Apolodoro de Damasco. Describe las actividades de la armada romana en su guerra contra los Dacios, en la frontera septentrional del Imperio (actual Rumania). Los relieves históricos adornaron también grandes altares como el Ara Pacis de Augusto (fechado en Roma del 13 al 9 a.C.), cuyos relieves celebran el inicio con Augusto de la pax romana, la gran época de paz y prosperidad del Imperio romano.
Los estilos escultóricos
El estilo de los relieves escultóricos del imperio se extiende desde el consciente neoclasicismo griego de los frisos del Ara Pacis al esquemático, frontal e hierático estilo de los nuevos bajorrelieves labrados para el arco de Constantino. En muchos monumentos pueden contemplarse dos o más estilos superpuestos. Como se ha señalado anteriormente, la historia del arte romano fue ecléctica hasta su final y ningún periodo tuvo un estilo unificado. De hecho, las construcciones oficiales a menudo difieren, como se aprecia en los monumentos coetáneos de la capital y las provincias.
Los relieves funerarios
Los encargos privados de esculturas en relieve se hicieron por lo general en contextos funerarios. Los comerciantes prósperos, como el panadero Eurysaces, hicieron inmortalizar en sus mausoleos las actividades comerciales realizadas en vida. Durante el final de la República y el inicio del Imperio se labraron relieves escultóricos de los libertos para las fachadas de sus sepulcros comunales. En los siglos I y II d.C. los retratos en relieve se colocaron generalmente en los altares funerarios o alrededor de las tumbas.
Los relieves sepulcrales más importantes, utilizados a partir de mediados del siglo II tanto por las clases medias como por las altas, decoraron los sarcophagi (literalmente carnívoros), sarcófagos, producidos en Roma y otras metrópolis importantes del Mediterráneo, incluyendo Atenas y varias ciudades griegas. Muchos de los relieves de los sarcófagos conservados están compuestos únicamente de guirnaldas y otros motivos decorativos, pero se representaron también gran variedad de temas narrativos. Los relatos mitológicos, como Las labores de Hércules, Meleagro cazando el jabalí de Calidonia y La leyenda de Niobe y sus hijos, fueron particularmente estimados. El Museo Arqueológico Nacional de Madrid conserva un sarcófago procedente de Husillos (Palencia) realizado en tiempos de Adriano, en el que sus relieves escultóricos muestran una temática relacionada con el mito de Orestes y su venganza, y el Museo Arqueológico de Barcelona conserva otra pieza procedente de Alicante que representa el rapto de Proserpina (siglo II d.C.). A menudo se sustituyó el retrato del fallecido por el busto de un héroe o heroína mitológica. Algunas veces los relieves sepulcrales fueron también de naturaleza pseudobiográfica de modo que el cliente pudiera elegir, a partir de un catálogo, las representaciones de escenas de guerra, sacrificio y matrimonio. La composición de estas escenas se basaba en los relieves imperiales, que podían mostrar al emperador haciendo sacrificios a los dioses oficiales o recibiendo a los emisarios de los bárbaros.
El mármol blanco fue el material preferido por los romanos para los relieves escultóricos, pero en muchas ocasiones emplearon variedades menos costosas de piedra. Por lo general, los relieves se policromaron y en ocasiones incluyeron piedras de colores como el pórfido, material predilecto en el siglo IV, sobre todo en los sarcófagos imperiales.
La escultura exenta
En la estatuaria de bulto redondo utilizaron los mismos materiales pétreos, aunque se hicieron también gran cantidad de estatuas en bronce o incluso en oro y plata. Se conservan relativamente pocas estatuas en bronce y casi ninguna en oro o plata, ya que muchas de ellas se fundieron en la edad media y periodos posteriores. La estatua ecuestre en bronce (c. 175 d.C.) del emperador Marco Aurelio en la plaza del Capitolio en Roma (conservada únicamente porque se creyó que representaba a Constantino), el busto en oro del mismo emperador en Avenches (Museo Cantonal de arqueología e historia, Lausanne, Suiza) y el busto de plata (Museo de Antigüedades de Turín, Italia) de Lucio Aurelio Vero, corregente (161-169 d.C.) con Marco Aurelio, son excepciones notables.
También se realizaron estatuas de dioses, héroes y seres humanos en una amplia variedad de contextos. Cada templo tuvo su estatua de culto. Las imágenes en mármol y bronce de dioses y héroes, originales romanos o copias de las antiguas estatuas griegas, fueron comunes no sólo en los lugares públicos como las termas, sino en los atrios, jardines y estanques de viviendas privadas. Los edificios civiles importantes solían poseer un retrato del emperador vivo y a veces incluso de su mujer e hijos. Así por ejemplo en el Museo Arqueológico de Córdoba se conserva una cabeza que representa a uno de los hijos del emperador Tiberio y en el Museo Arqueológico de Tarragona un retrato de Livia.
Los retratos escultóricos
El retrato escultórico romano compone uno de los grandes capítulos en la historia del arte antiguo. Los retratos conservados varían en tamaño, desde bustos pequeñísimos a enormes estatuas como la de Constantino (c. 315 d.C.-330 d.C.), ubicada en su basílica del foro romano. Durante la República fue costumbre que los miembros de la familia portaran imágenes del fallecido durante el cortejo fúnebre. Recientes estudios sugieren que la representación de hombres y mujeres ancianos asociados con monumentos funerarios no son retratos concretos del fallecido sino convenciones culturales sobre su imagen. Esta costumbre se complementaba con los actos conmemorativos y otros eventos como la presencia de sus imágenes en espacios públicos. En cualquier caso, la representación veraz se incluía para completar el compendio de virtudes republicanas. Otra teoría ha sugerido que estas imágenes fueron esculpidas por artistas griegos cuya propia hostilidad hacia los romanos les impulsó a exagerar estos convencionalismos hasta el límite caricaturesco. El concepto simbólico de las imágenes continuó en el periodo de la Roma imperial, tal como revelan las imágenes de Augusto. Cuando el primer emperador murió en el año 14 d.C. a la edad de 76 años, sus retratos oficiales todavía lo representaban como un hombre joven. Aunque la representación oficial varió a lo largo de su vida en innumerables ocasiones, ninguna le muestra como un monarca anciano. Con el tiempo, sin embargo, las imágenes de los emperadores se volvieron más figurativas.
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Enviado por: | Victor Gil Gazapo |
Idioma: | castellano |
País: | España |