Filosofía y Ciencia


Ecce homo; Friedrich Nietzsche


ECCE HOMO.

Introducción.

  • Me basta hablar a cualquier persona culta que venga de veraneo para persuadirme de que yo no vivo... En esas circunstancias, es mi deber, contra el cual se rebelan mis hábitos, y aun más la fiereza de mis instintos, decir: ¡ Escúchenme, porque yo soy...tal! ¡ Sobre todo no confundirme con otros!.

  • Soy una naturaleza opuesta a aquella especie de hombres que hasta ahora fue venerada como virtuosa.

  • Prefiero ser mas bien un sátiro que un santo. Lo ultimo que yo querría prometer seria hacer mejor a la humanidad. Yo no he de levantar nuevos ídolos. Derribar ídolos es mi deber principal. Se ha quitado su valor a la realidad, se ha quitado su sentido, su veracidad, en la medida en que se ha inventado un falso mundo ideal... El mundo real y el mundo aparente; Esto significa: el mundo inventado y la realidad... La mentira del ideal ha sido la humanidad misma la que ha falsificado y viciado hasta en sus más profundos instintos.

  • ¿Cuánta verdad soporta, cuanta verdad arriesga un espíritu?. El error (la creencia de lo ideal) no es ceguera, el error es pereza... Toda conquista, todo paso adelante en el conocimiento, es consecuencia del valor, de la dureza contra sí mismo, de la limpieza de sí mismo.. Hasta ahora la verdad ha estado sistemáticamente prohibida.

  • Mi Zaratustra tiene un carácter independiente. No habla un profeta, uno de aquellos horribles híbridos de la enfermedad y de la voluntad de poder que se llaman fundadores de religiones. Porque: “Las palabras más tranquilas son las que levantan la tempestad; los pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el mundo”. “Los higos caen de los arboles, son buenos y dulces: al caer se desgarran su piel rosada. Yo soy un viento del norte para los higos maduros”. “Así semejantes a los higos, mis enseñanzas caen entre ustedes, amigos míos; ¡ Beban su dulzura, nútranse de su dulce pulpa! En torno a mí reinan los otoños y el cielo puro y meridiano.”

  • El hombre que busca el conocimiento no solo debe amar a sus enemigos, sino también poder odiar a sus amigos.

    Por que soy tan sabio.

    I.

    Para los indicios de la decadencia y del progreso yo tengo un olfato más agudo que los hombres alguno; en este punto soy maestro por excelencia, conozco ambas cosas, las soy yo mismo.

    Saben mis lectores en que medida considero yo la dialéctica como un síntoma de decadencia, por ejemplo, en el caso más famoso, en el caso de Socrates.

    En mi hay indudablemente, sin que pueda ser demostrada, alguna degeneración local; no tengo enfermedad ninguna del estomago que revisa carácter de lesión orgánica, aunque a consecuencia del agotamiento general mi sistema gástrico se haya debilitado profundamente. El mismo mal de la vista, que a veces linda peligrosamente con la ceguera, es solo un efecto, no una causa; así que cuando aumenta mi fuerza es solo un efecto, no causa; así que cuando aumenta mi fuerza vital, aumenta mi fuerza visual.

    Una larga, demasiado larga serie de años significa para mí la curación; pero significa para mí la curación; pero significa, desgraciadamente también recaída, decadencia, periodicidad de una especie de decadencia.

    II.

    Además del hecho de ser un decadente, también soy todo lo contrario de un decadente. Prueba de ello es, entre otras cosas, el que yo, instintivamente, elegí siempre los remedios justos contra las situaciones peores: mientras que el decadente elige siempre los remedios más nocivos para él.

    Yo me curaba a mí mismo; la condición para conseguir el éxito en este punto es la de estar sano en el fondo.

    He descubierto de nuevo la vida, me he comprendido a mí mismo, he gustado todas las cosas buenas, aun las pequeñas, como no es fácil que otros puedan gustarlas, y de mi voluntad de salud, de vida, hice mi filosofía.

    ¿Y en que se reconoce en el fondo la buena constitución? En que un hombre bien conformado agrada a mis sentidos; esta tallado en una madera a su vez dura y perfumada. Le place solo aquello que le favorece: su placer, su voluntad cesa cuando ha rebasado la medida de la utilidad.

    Lo que no le hace morir lo fortalece. Una suma de todo lo que ve, oye y vive.

    No cree ni en la degradación ni en la culpa; esta bien consigo y con los demás; sabe olvidar, es bastante fuerte para que todo deba realizarse con la mayor ventaja para él. Pues bien, yo soy lo contrario de un decadente, porque ahora me he descripto a mí mismo.

    III.

    Esta doble serie de experiencias, este acceso a un mundo aparentemente separado, se repite en mi naturaleza en todos los aspectos; soy un hombre doble; además del primer aspecto tengo también el segundo. Y acaso el tercero...

    IV

    Nunca fui hábil en el arte de prevenir a alguien contra mi-esto, aun cuando ello habriaredundado en mi interés. Se pude revolver mi vida en todos los sentidos, como se quiera, que no se encontrara en ella, sino muy rara vez, y en suma solo una vez, de parte de otros, hullas de malevolencia contra mí mismo; al contrario, mas bien se encontrara señales de buena voluntad.

    Mi experiencia me autoriza a desconfiar, de una manera general, de todo lo que se llaman los instintos desinteresados, de ese amor al prójimo, siempre dispuesto a socorrer y dar consejos. Este amor me aparece como una debilidad, como un caso particular de la incapacidad de reaccionar contra las impulsiones. La piedad no es una virtud mas que en los decadentes. Yo reprocho a los misericordiosos que faltan fácilmente al pudor, al respeto, a la delicadeza, al no saber guardar las distancias.

    Dominar la piedad es para mi una noble virtud. Yo he descripto, bajo él titulo de La tentación de Zarrapastra, el caso en que la compasión invade como ultimo pecado para hacerle infiel a sí mismo.

    V.

    Los que se callan carecen casi siempre de perspicacia y de finura de corazón. El silencio es una objeción: devora el despecho es una prueba de mal carácter: estropea él estomago. Todos los que callan son dispepsias.

    VI.

    Estar enfermo, es verdaderamente una forma de resentimiento. Contra todo esto, el enfermo no posee mas que un solo remedio, al que llamo el fatalismo ruso, ese fatalismo sin rebelión de que esta animado el soldado ruso que encuentra la campaña demasiado ruda, y termina por echarse en la nieve. No tomar nada ya, renunciar a absorber sea lo que sea; en general, no reaccionar. La gran razón de este fatalismo, que no siempre es solo el valor de la muerte, es la disminución del recambio, su retardo. Una especie de deseo del sueño invernal.

    El despecho, la susceptibilidad enfermiza, la impotencia de vengarse, la envidia, la sed de odio, son fuertes venenos, y para ser agotados son ciertamente las reacciones más peligrosas. De ello resulta un desgaste rápido de fuerza nerviosa, una recrudescencia morbosa de las secreciones nocivas.

    El enfermo debe evitar a cualquier precio el resentimiento, pero por desgracia esta es su inclinación más natural.

    Buda dijo: “No es por enemistad por lo que termina la enemistad: es por la amistad por lo que termina la enemistad”.

    VII.

    La guerra es otra cosa. Yo tengo por naturaleza aptitudes guerreras. El ataque es en mi un movimiento instintivo. Poder ser enemigo.

    La inclinación a ser agresiva forma parte de la fuerza tan rigurosamente como el sentimiento de venganza y de odio pertenece a la debilidad.

    La igualdad ante el enemigo:Primera condición de un duelo leal. Allí donde se desprecia, no se puede hacer guerra; allí donde se manda y se siente que algo esta por debajo de nosotros, no se debe hacer guerra.

    En mi el atacar es una prueba de benevolencia, y en cierto caso, de reconocimiento. Yo hago honor, yo concedo una distinción por el hecho de ligar mi nombre al de una persona o una cosa: y poco me importa que lo que haga para aprobar o para combatir.

    VIII.

    ¿Osare indicar otros rasgos de mi naturaleza que me crea muchas dificultades en mi relación con los hombres? Es una cualidad de mi carácter, yo compruebo fisiológicamente, huelo, la proximidad o lo que hay de más íntimos, lo que tiene en sus entrañas toda alma.

    Tengo por costumbre considerar la pureza para conmigo como condición de existencia; yo perezco en situaciones impuras; yo me baño y nado, constantemente en aguas claras. Esto hace que mis relaciones con los hombres sean para mi una no pequeña muestra de paciencia; mi humanidad es una perpetua victoria sobre mí mismo.

    Pero yo tengo necesidad de soledad; esto es, de curación, de retorno a mí mismo.

    Por que soy tan discreto.

    I.

    Las verdaderas dificultades religiosas no las conozco por experiencia. No me alcanza en que medida podría yo ser pecador. Así también me falta criterio atendible de lo que es un remordimiento.

    Yo no podría dejar en suspenso una acción después de haberla iniciado; prefiero eliminar sistemáticamente del problema del valor el mal éxito, las consecuencias. Cuando el éxito es malo se pierde fácilmente la exacta visión de lo que se ha hecho; un remordimiento me parece una especie de mala mirada. Honrar una cosa malograda, en cuanto se ha malogrado, esto seria mas bien lo que este conforme con mi moral.

    Dios es una respuesta burda, una indelicada para con todos nosotros los pensadores; en el fondo, una grosera prohibición que se nos hace; es como decirnos: ¡no deben pensar!.

    La salud de la humanidad: el problema es la nutrición.

    “¿Cómo debes alimentarte para llegar a poseer el grado máximo de fuerza, de virtud al estilo del Renacimiento, de virtud libre de todo elemento moral?”.

    En realidad en todos estos años de mi madurez siempre he comido mal; hablando un lenguaje moral; diría que he comido de un modo impersonal, desinteresado, altruista, para mayor gloria de los cocineros y de otros cristianos.

    Loa alcohólica me hace daño: un vaso de vino o de cerveza al día basta para hacer de mi vida un valle de lagrimas.

    Cosa extraña, mientras las pequeñas dosis de alcohol, fuertemente diluidas, me ponen en un extremado malhumor, me convierto en un marinero si se trata de dosis fuertes.

    Hacia la mitad de mi vida me decidí a rechazar rigurosamente cualquier clase de bebida espirituosa... El agua basta... para mí el espíritu se mueve sobre aguas.

    Estar sentados lo menos posible: no prestar fe a una idea que no haya nacido al aire libre y cuando estamos en movimiento, a una idea en la cual los músculos no tomen su parte de fiesta. Todos los perjuicios proceden de los intestinos. La sedentariedad es el verdadero pecado contra el espíritu santo.

    II.

    Con el problema de la aumentación esta estrechamente ligado el del lugar y el clima.

    Una pereza intestinal, por pequeña que sea, convertida en mala costumbre, basta por si sola para hacer de un genio un alemán; el clima alemán basta por si solo para debilitar vísceras fuertes y hasta inclinarlas al heroísmo. El ritmo del intercambio esta en relación con la movilidad o la parálisis de los pies del espíritu; el mismo espíritu no es mas que una forma de intercambio.

    El genio tiene por condición el aire fresco, el cielo puro, o sea un recambio, la posibilidad de proporcionarse siempre de nuevo grandes y hasta enormes cantidades e fuerza.

    La ignorancia, el maldito idealismo, es la verdadera fatalidad de mi vida; lo que en ella hay un superfluo y estúpido, cosa de que no ha nacido nada de bueno y para lo cual no existe ningún acomodo, ninguna compensación. Por las consecuencias de este idealismo comprendo yo todos los errores, todas las grandes aberraciones del instinto y las modestias que me tuvieron apartado de la misión de mi vida.

    Solo la enfermedad me condujo a la razón.

    III.

    En mi caso toda lectura me conduce a un recreo, por consiguiente, forma parte de lo que me separa e mi mismo, de lo que me permite ir a pasear por las ciencias y las almas ajenas, de lo que no tomo ya en serio.

    La lectura me deleita precisamente de mi seriedad.

    Hay que evitar toda contingencia, todo estimulo exterior, todo lo más posible; una especie de encerramiento en sí mismo es una de las primeras prudencias instintivas de la preñez intelectual.

    Stendhal, me ha proporcionado e la mejor frase atea que yo hubiera podido inventar: “La sola excusa de dios es que no existe”. Yo mismo he dicho en cierto pasaje: ¿Cuál ha sido hasta ahora la mayor objeción contra la existencia? Dios...

    IV.

    La más alta concepción de la lírica me fue proporcionada por Heinrich Heine. En vano busque a través de los siglos una música tan dulce y apasionada. Poseía aquella divina malignidad sin la cual yo no concibo la perfección: yo aprecio el valor de los hombres y de las razas por el modo como sabe necesariamente entender el dios inseparable del sátiro.

    Cuando busco mi formula mas alta para Shakespiare, no encuentro nunca mas que esta, la de que ha concebido el tipo de Cesar. Semejantes cosas no se adivinan: se es Cesar o no se es.

    No conozco lectura que lacere el corazón como la de Shakespiare: ¡cuánto debió sufrir aquel hombre para sentir de tal modo la necesidad de ser payaso! ¿Se comprende Hamlet? No la duda, sino la certidumbre, es la que vuelve loco... Pero para sentir así es necesario ser profundo, ser un abismo, ser filosofo... Todos nosotros tenemos miedo a la verdad: yo lo confieso aquí: yo estoy instintivamente seguro y consciente de esto.

    V.

    Aquí donde yo hablo del recreo de mi vida, necesito decir una palabra para expresar mi reconocimiento hacia lo que en mi vida me ha recreado mas profunda y cordialmente. Ello fue sin duda mi relación intima con Richard Wagner.

    Así como yo soy, extraño en mis más profundos instintos a todo lo que es alemán, de modo que la sola proximidad de un alemán me retrasa mi digestión, el primer contacto con Wagner fue también el primer respiro de mi vida; yo le consideraba y lo veneraba como país extranjero, como el contraste y la viva protesta contra todas las virtudes alemanas.

    Wagner era un revolucionario, huía ante los alemanes. En calidad de artista no hay en Europa otra patria que París; la delicadeza en todos los sentidos del arte que el procedimiento de Wagner supone, la mano para los matices, la morbidez psicológica se encuentra en París.

    El alemán es bonachón; Wagner no lo era de ningún modo.

    Lo que yo no he perdonado jamas a Wagner es que condescendiera con Alemania, que se hiciera alemán del Imperio. Por todas partes por donde va Alemania corrompe la civilización.

    VI.

    Si he de decir la verdad, mi juventud no me habría sido tolerable sin la música wagneriana. Pues bien: yo tenia necesidad de Wagner. Porque es el antídoto contra todo lo que es alemán por excelencia, es un veneno no lo niego. Para un hombre como Wagner, ser más sano equivale un retroceso.

    El mundo es pobre para el que nunca ha estado bastante enfermo para disfrutar esta voluptuosidad de los cielos.

    Lo que nos unió, es que habíamos sufrido los dos profundamente y que habíamos también sufrido el uno por el otro. Si Wagner no es entre los alemanes mas que una incomprensión, yo lo soy y lo seré siempre con la misma seguridad.

    Primeramente les harían falta dos siglos de disciplina psicológica y artística, señores alemanes... Pero dos siglos no se recuperan.

    VII.

    Lo que exijo de la música en definitiva es que debe ser serena y profunda como un mediodía de octubre. Ha de ser singular, exuberante y tierna, de modo que su coquetería y su gracia hagan de ella una mujercita.

    Cuando yo busco otra palabra para decir música, encuentro únicamente la palabra Venecia. Yo no sé hacer diferencias entre las lagrimo y la música; tengo la suerte de no poder pensar en el Sur sin un estremecimiento de terror.

    VIII.

    En todo esto, en la elección del matrimonio, del lugar y del clima, del recreo, domina un instinto de conservación que se explica mas claramente como instinto de la defensa de sí mismo.

    No ver ni oír muchas cosas, no dejarlas que se acerquen, esta es la primera sabiduría.

    La palabra corriente para este instinto de autodefensa es gusto. Su imperativo nos manda no solo decir que no cuando él si seria un desinteresarse, sino también decir que no las menos veces posible.

    Cuando se persiste en el penoso estado de defensa, podemos llegar a ser bastante débiles para no poder ya defendernos.

    Otra sabiduría y defensa de sí mismo consiste en reaccionar las menos veces posible, sustraerme a las situaciones y a las condiciones por las que nos veríamos condenados a suspender en cierto modo nuestra libertad, nuestra iniciativa, para volverse un simple órgano de reacción.

    El sabio gasta toda su fuerza en aprobar y en contradecir, en criticar cosas que han sido pensadas por otros que no él; pero el mismo no piensa jamas... El sabio es un decadente.

    IX.

    ¿Cómo se llega a ser lo que se es?. En efecto si admitimos que la tarea, la determinación, el destino de la tarea rebasan en mucho la medida media, no habrá mayor peligro que conocerse a sí mismo.

    Desde el punto de vista moral: el amor al prójimo, la vida al servicio de los demás y de otra causa, puede llegar a ser medidas de seguridad para conservar el más resistente egoísmo. Este es el caso excepcional en que, contra mi regla y mi convicción, tomo partido por los instintos desinteresados: ellos trabajan aquí al servicio del egoísmo y de la disciplina personal.

    Entre mis recuerdos no encuentro nunca el de haberme esforzado, no se encuentra en mi vida ninguna huella de lucha: yo soy todo lo contrario de una naturaleza heroica. Querer es una cosa, esforzarse por una cosa, tener por delante de los ojos un fin, un deseo, son cosas que yo no conozco por experiencia. En este mismo momento miro el porvenir, como se mira un mar en calma: ningún deseo lo encrespa.

    X.

    Estas pequeñeces: alimentarse, lugar, clima, recreo, toda la casuística del egoísmo, son además de lo que se puede imaginar, más importantes que todo lo que hasta ahora fue considerado como importante. Aquí precisamente es donde se debe empezar a cambiar la doctrina. Lo que hasta ahora ha tomado en serio la humanidad no es realidad, es simplemente imaginación, o, son mentiras derivadas de malos instintos de naturalezas enfermas, y con una tendencia profundamente nociva: todos los conceptos de Dios, alma, virtud, pecado, mas allá, verdad, vida eterna... Pero se ha creído ver en ellos la grandeza de la naturaleza humana, su divinidad.

    No solo se debe soportar lo necesario y no ocultarlo -todo idealismo es mentira frente a lo necesario-, sino amarlo.

    Por que escribo tan buenos libros.

    I.

    De las cosas (entre ellas los libros) nadie puede comprender mas de lo que ya sabe. Carecemos de oídos para las cosas a las cuales no nos han dado aun acceso los acontecimientos de la vida.

    El que cree haber entendido cualquier cosa de mí, se ha formado de mi una idea que responde a su imagen; con frecuencia se ha creído que yo soy lo contrario de lo que en realidad soy, por ejemplo, un idealista. El que no ha entendido nada de lo que yo digo, niega que yo deba ser tomado en consideración.

    II.

    Todos nosotros sabemos, y algunos por experiencia propia, que cosa es un animal de orejas largas. Pues bien, yo me atrevo a comprender que tengo las orejas más cortas. Esto les interesa no poco a las mujercitas; me parece que se sienten mejor comprendidas por mí. Yo soy el antiasno por excelencia -y, por consiguiente, soy un monstruo de la historia mundial-; yo soy, en griego, y no solo en griego, el Anticristo...

    III.

    El cinismo; hay que conquistarlos empleando tanto los dedos más delicados como los puños más potentes.

    “ A ustedes, audaces investigadores, tentadores, y a quien alguna vez se embarco con astuta velas por mares espantosos;

    A ustedes, ebrios de enigmas, a quienes les gusta la luz vacilante, cuya alma se siente atraída por el sonido de las flautas hacia todos los abismos peligrosos;

    Porque no quieren buscar con mano perezosa un hilo conductor, y allí donde pueden adivinar odian la argumentación...”.

    IV.

    El estilo bueno en si es una pura locura, un puro idealismo, como lo bello en si, lo bueno en si, la cosa en sí.

    V.

    Las proporciones sobre las que en el fondo todo el mundo esta de acuerdo, aparecen en mis libros como errores ingenuos: por ejemplo, la creencia de que no egoistico y egoistico son términos opuestos, mientras que el egoísmo es simplemente un embrollo superior, un ideal... El hombre tiende a la felicidad; o la de: la felicidad es la recompensa de la virtud; o esta otra: placer y desplacer son sentimientos opuestos.

    Hay que estar bien firme en sí mismo, hay que poder sostenerse bravamente sobre las propias piernas, de lo contrario no se pudiese amar.

    La mujer es indeciblemente mas mala que el hombre y más discreta; la bondad en la mujer es ya una forma de degeneración.

    La lucha por la igualdad de derechos es ya un síntoma de enfermedad; cualquier medico lo sabe. Toda mujer, cuanto más mujer es, se defiende con las manos y con los pies de los derechos generales: el estado de naturaleza, la eterna guerra entre los sexos les asigna desde luego el primer puesto.

    El amor es, en sus medios, la guerra; y su fundamento, el odio mortal entre los sexos. ¿ Se ha comprendido mi respuesta a pregunta de cómo se cura, de cómo se salva una mujer?. Dándole un hijo. La mujer tiene necesidad de los hijos, el hombre no es mas que un medio.

    La emancipación de la mujer significa el odio instintivo de la mujer malograda. Las emancipadas son las anarquistas en el mundo del eterno femenino, las malogradas, en las que el instinto más bajo es la venganza.

    Quiero expresar una tesis sacada de mi código moral contra el vicio: “ La predicación de la castidad es una excitación publica a la contranaturaleza. Todo desprecio de la vida sexual, todo empacamiento de la misma con la noción de impureza, es un delito de lesa vida, es el verdadero pecado contra el espíritu santo de la vida”.

    El origen de la tragedia.

    I.

    La tragedia es precisamente la prueba de que los griegos no fueron pesimistas.

    II.

    Nada de lo que existe debe ser infamado, nada es superfluo; los lados de la existencia negados por los cristianos y por otros nihilistas son de un orden infinitamente mas alto en la jerarquía de los valores que lo que el instinto de decadencia debe aprobar y llamar bueno. Para comprender esto se necesita valor, y, como condición del valor, un exceso de fuerza, se acerca el hombre a la verdad.

    III.

    “La afirmación de la vida, aun en sus más extraños y dirás problemas; la voluntad de vivir complaciéndose en sacrificar sus más altos tipos a la propia estabilidad: No para que eliminemos el terror y la compasión, no para purificarnos de una pasión peligrosa mediante una vehemente descarga, sino para nosotros mismos”.

    IV.

    En sentido psicológico, todos los rasgos decisivos de mi naturaleza están también impresos por mí en la de Wagner: el divorcio de las fuerzas más luminosas y fatales, la voluntad de poderío como no la poseyó hombre alguno, el atrevimiento sin limites en las cosas del espíritu, la fuerza ilimitada de asimilación sin que por ella sea oprimida la voluntad de acción.

    Las consideraciones intempestivas.

    I.

    El primer ataque fue dirigido contra la cultura alemana, que yo no miraba entonces por encima del hombro con desprecio y sin contemplación alguna. La consideraban carente de sentido y de una sustancia: una simple opinión física.

    La segunda intempestiva pone de manifiesto lo que hay de más peligroso, lo que corroe y envenena la vida en nuestro modo de cultivar la ciencia: la vida enferma de este engranaje y mecanismo deshumanizado de la impersonalidad del laboratorio, de la falsa economía de la división del trabajo.

    En la tercera y en la cuarta intempestivas son contrapuestas, como indicio de una alta idea de cultura, de una construcción del concepto de cultura, dos figuras del mas duro egoísmo, de la disciplina de sí mismo, tipos intempestivos por excelencia, plenos de soberano desprecio por todo lo que alrededor de ellos se llama imperio, cultura, cristianismo, éxito, etc.

    II.

    De estos cuatro atentados, el primero tuvo un éxito extraordinario.

    Nadie ha querido desde entonces tener litigios conmigo. Se guarda silencio, se me trata en Alemania con sombría prudencia: desde hace años he hecho uso de una absoluto libertad de palabras, para la cual hoy nadie, al menos en el imperio alemán, tiene la mano bastante libre.

    En mi acto encontró su primera expresión una forma completamente nueva de la libertad de espíritu, hasta hoy nada me ha sido mas extraño y menos afín que toda la especie europea y americana de librepensadores.

    También ellos quieren, a su modo, hacer mejor la humanidad, conforme a su imagen; ellos harían a lo que yo soy, a lo que yo quiero, una guerra implacable, en caso de que lo comprendieran; todos ellos creen aun en el ideal... Yo soy el primer inmoralista.

    III.

    Que las dos intempestivas conocidas con los nombres de Schopenhauer y de Wagner pueden servir esencialmente para comprender o siquiera para plantear el problema psicológico de estos casos.

    El escrito Wagner en Bayreuth es una visión de mi porvenir; en cambio, en el Schopenhauer educador se describe mi historia mas intima, mi devenir.

    Expresa el sentimiento de la distancia, la profunda seguridad sobre lo que en mi puede ser deber, o bien puede ser simplemente medio, intermedio y pieza accesoria. Mi sabiduría consiste en haber sido muchas cosas y haber estado en muchos lugares, para poder llegar a ser uno, para poder volverse uno. Yo tenia que ser también por algún tiempo un docto.

    Humano, demasiado humano.

    I.

    Humano, demasiado humano, es el momento de una crisis.

    Él titula significa: “Allí donde ustedes ven cosas ideales, yo veo cosas humanas, demasiadas humanas”... Yo conozco mejor al hombre.

    Se descubre un espíritu implacable, que conoce todos los escondites en que se refugia el ideal, en que el ideal tiene sus rincones y, por decirlo así, su ultimo baluarte. Un espíritu que lleva una antorcha en la mano, pero cuya llama no vacila, proyecta una luz cruda en ese mundo subterráneo del ideal. Es la guerra, pero la guerra sin pólvora ni humo, sin actitudes guerreras, sin gestos patéticos ni contorsiones, pues todo esto seria idealismo.

    II.

    ¿Qué había sucedido?¡Se había traducido a Wagner al aleman!El wagnerismo había conseguido una victoria sobre Wagner. ¡El maestro alemán! ¡La cerveza alemana!. Nosotros, los que sabíamos perfectamente a que refinados artistas, a que cosmopolitismo del gusto habla únicamente el arte de Wagner, estabamos fuera de nosotros mismos al encontrar a Wagner vestido de virtudes alemanas.

    III.

    Lo que en aquel momento se decidió no fue mi ruptura con Wagner; yo adquirí conciencia de una aberración general de mis instintos, cuyo error principal ya se llamara Wagner. Se apodero de mí la impaciencia de mí mismo; comprendí que era tiempo de meditar sobre mí mismo.

    La realidad faltaba absolutamente en mi provisión de ciencia, y las idealidades no valían un comino.

    Entonces fue cuando adivine también por primera vez la correlación que existe entre esta actividad escondida contrariamente al instinto natural, entre lo que se llama vocación, cuando nada le llama a ella.

    Una mirada con precaución dirigida a mí alrededor me hizo descubrir que una turba de jóvenes sufren del mismo mal.

    IV.

    En este momento, mi instinto se ha pronunciado implacablemente contra él habito que yo había adquirido de ceder, de seguir, de engañarme acerca de mí mismo. No importa él genero de vida, las condiciones más favorables, la enfermedad, la pobreza: todo esto me aprecia preferible a ese desinterés indigno en que yo había caído por ignorancia, por exceso de juventud, al cual me había aferrado luego por indolencia, por yo no sé que sentimiento de deber.

    La enfermedad me confirió además el derecho de cambiar completamente todos los hábitos; me permitió, me ordeno entregarme al olvido; me hizo el homenaje de la obligación de permanecer acostado, de estar ocioso, de esperar, de tener paciencia... Pero eso es justamente lo que se llama pensar.

    V.

    Humano, demasiado humano, ese momento de una rigurosa disciplina de sí mismo, por lo cual puse bruscamente fin a todo lo que había infiltrado en mi delirio sagrado, de idealismo, de bellos sentimientos y de otros feminismos.

    VI.

    El hombre moral no esta mas cerca del mundo inteligible que el hombre físico, pues no hay mundo inteligible.

    Aurora, reflexiones sobre los prejuicios morales.

    I.

    Se sale de la lectura de este libro con una desconfianza sombría respecto de todo lo que se veneraba y aun de todo lo que se adoraba hasta el presente bajo el nombre de moral; y sin embargo no encontramos en este libro ni una negación, ni un ataque, ni una malignidad; todo lo contrario: se extiende al sol, feliz y liso, como un animal marino que toma un baño de sol entre los arrecifes.

    Hay tantas auroras que aun no han alboreado.

    En una transmutación de todos los valores, por la cual el hombre se emancipara de todos los valores morales reconocidos hasta entonces, dirá si osara creer en todo lo que hasta el presente, estuvo prohibido, fue desperdiciado, maldito. Este libro todo lo confirma, esparce su luz, su amor y su buena conciencia, su derecho soberano, superior a la existencia. La moral no esta atacada; ya no entra en cuestión.

    II.

    Nace la convicción de que la humanidad no sigue el camino recto, que no esta de ninguna manera gobernada por una providencia divina; que, muy al contrario, bajo sus concepciones de los valores más sagrados, se ocultaba de una manera insidiosa el instinto de la negación, el instinto de la corrupción, el instinto de la decadencia. El problema de los valores morales es para mi una cuestión de máxima urgencia, porque el porvenir de la humanidad depende del. La obligación de creer que todas las cosas se encuentran en las mejores manos, que un solo libro, la Biblia.

    Así hablaba Zaratustra.

    El dolor no esta allí presentado como una objeción contra la vida: “¡Si ya no tienes felicidad que darme, tienes aun tu dolor!”.

    Para comprender este tipo, hay que darse cuenta ante todo de su primera condición psicológica: lo que yo llamo la gran salud.

    Otro ideal surge ante nosotros, un ideal singular, tentador, lleno de peligros, un ideal que no queríamos recomendar a nadie, porque a nadie reconocimos fácilmente el derecho a este ideal: es el ideal de un espíritu que se regocija ingenuamente, es decir, sin intención, y porque su plenitud y su poderío desbordan de todo lo que hasta el presente se ha llamado sagrado, bueno, intangible, divino; para el que las cosas mas altas, que sirven, con razón, de medida al pueblo.

    ¿Tiene alguien, a fines de este siglo XIX, la noción clara de lo que los poetas llamaban en las grandes épocas de la humanidad inspiración?.

    La palabra revelación, entendida en este sentido de que repentinamente se revela a nuestra vista o a nuestro oído alguna cosa, con una indecible precisión, con una inefable delicadeza, algo que nos conmueve, que nos derriba hasta lo mas intimo de nuestro ser, es la simple expresión de la exacta realidad. Se oye, no se busca; se toma, no se pide.

    Se paga muy caro ser inmortal: es preciso morir muchas veces mientras se vive.

    Existe algo que yo llamo el rencor de la grandeza; todo lo que es grande, una obra, una acción, se vuelve, inmediatamente de realizada, contra su autor. Por el hecho mismo de realizarla, este se hace débil, ya no es capaz de soportar su acción, ya no mira nunca de frente. Se siente detrás de uno algo que nunca se quiso, algo a lo que se ata el nudo en el destino de la humanidad..., y desde entonces se tiene que padecer su peso...Casi nos sentimos aplastados...¡El rencor de la grandeza!.

    Aquí a cada minuto el hombre es superado, la idea del Superhombre se ha hecho aquí la más alta realidad.

    Mas allá del bien y del mal.

    El libro es, en sus partes esenciales, una critica de la modernidad, de las ciencias modernas, de las artes modernas, sin excluir de ellas la política moderna.

    La famosa objetividad, la compasión por todo el que sufre, el sentido histórico, con su sumisión ante el gusto extranjero, su vulgaridad ante los pequeños hechos, el espíritu científico.

    Dios mismo fue el que en forma de serpiente se oculta detrás del árbol del conocimiento, cuando hubo terminado su obra; de este modo descansaba de ser dios. Todo lo que había hecho, lo había hecho demasiado hermoso... El diablo no es sino la ociosidad de Dios, cada siete días...

    Genealogía de la moral.

    La verdad de la primera disertación es la psicología del cristianismo: el nacimiento del cristianismo en el espíritu del odio, y no, como se podría creer, en el espíritu... Dondequiera si esencia es un movimiento de reacción, la gran insurrección contra la dominación de los valores nobles.

    La segunda disertación presenta la psicología de la conciencia: esta no es, como podría creerse, la voz de dios en el hombre. Es el instinto de la crueldad que vuelve sus ojos al pasado, cuando ya no puede desahogarse exteriormente. La crueldad, considerada como uno de los más antiguos y necesarios fundamentos de la civilización, es aquí explicada por primera vez.

    La tercera disertación resuelve el problema del origen del ideal aséptico y de su gran poder, el poder del ideal del sacerdote, aunque este ideal sea el ideal nocivo por excelencia, una voluntad del fin, un ideal de decadencia. Este poder del sacerdote no proviene del hecho de que dios esta detrás del.

    “Pues el hombre prefiere la voluntad de la nada a la falta de voluntad en absoluto...”.

    El ocaso de los ídolos.

    Lo que en la portada es llamado ídolo, es precisamente lo que hasta el presente se ha llamado verdad. Ocaso de los ídolos, esto significa: el fin de las verdades antiguas comienza...

    El hombre bueno tenia precisamente la menor conciencia del buen camino.

    Yo soy el alegre mensajero de esta cultura... Por esto mismo soy una fatalidad.

    Por que soy una fatalidad.

    Yo conozco mi destino. Yo no soy un hombre, yo soy la dinamita. Y a pesar de esto, estoy muy lejos de ser un fundador de religiones. Las religiones son la cosa del populachero.

    Yo no quiero creyentes; creo que soy demasiado maligno para ello; yo no creo en sí mismo. Yo no hablo jamas a las masas.

    Yo no quiero ser tomado por un santo; preferiría que se me tómese por un muñeco.

    Pero mi verdad es espantosa, pues hasta el presente lo ha sido llamado verdad es la mentira.

    Solo a partir de mi habrá en el mundo una gran política.

    Y el que quiera ser creador en el bien y en el mal deberá primero ser destructor y quebrantador de valores.

    El supremo mal forma parte del soberano bien; pero el soberano bien es creador.

    En el fondo, la palabra inmovilista encierra para mis dos negaciones. Yo soy todo lo contrario, por una parte, de un tipo de hombres bueno, benévolo, caritativo; por otra parte, soy todo lo contrario de una especie de moral que ha adquirido importancia, que ha llegado a ser poderosa como moral en sí: la moral de la decadencia; para expresarme de una manera mas precisa, la moral cristiana. La segunda contradicción aparece ya como un resultado de la decadencia, como síntoma de debilidad, como incompatible con una vida que se eleva y que se afirma. Una de las condiciones esenciales de la afirmación es la negación y la destrucción.

    La condición de existencia del hombre bueno es la mentira.

    “Los hombres buenos no dicen nunca la verdad. Los hombres buenos enseñan falsas certidumbres. Ustedes han nacido y han sido educados en las mentiras de los buenos. Todo ha sido fundamentalmente deformado y pervertidos por los buenos”.

    “ Hombres superiores que mis ojos encuentran, esta es la duda que me inspiran y mi secreta risa: adivino lo que llaman a mi superhombre: ¡Demonio! Son tan ajenos a la grandeza en su alma, que el superhombre parecerá terrible en su bondad...”.

    Lo que me delimita, lo que me pone aparte del resto de humanidad, es haber descubierto la moral cristiana. Se ha enseñado a despreciar todos los primeros instintos naturales de la vida; se ha imaginado por la mentira la existencia de un alma de un espíritu, para hacer perecer el cuerpo; en las condiciones primeras de la mas profunda necesidad del creciendo, en el severo amor de sí mismo, se ha querido ver un principio malo; malo; por contrario, en el signo típico de la degradación y de la contracción de los instintos, en el desinterés, en la perdida del punto de apoyo, en lo impersonal y en el amor al prójimo, se quiere ver el valor superior: el valor por excelencia.

    El concepto del mas allá del mundo-verdad no ha sido inventado mas que para despreciar el único mundo que existe, para no conservar ya a nuestra realidad terrenal ningún objetivo, ninguna razón de ser, ningún fin. El concepto de alma, de espíritu, y en fin de cuentas, también de alma inmortal, ha sido inventado para despreciar el cuerpo, para ponerlo malo, para hacerlo sagrado, para apartar a todas las cosas que merecen ser tomadas en serio en la vida: las cuestiones de alimentación, de alojamiento, de régimen intelectual. Los cuidados a los enfermos, la limpieza, la temperatura. La más espantosa incurría. En vez de la salud del alma, quiero decir una locura circular que va desde las convulsiones de la penitencia a la histeria de la redención. La noción del pecado ha sido inventada al mismo tiempo que el instrumento de tortura que la completa, el libre albedrío, para extraviar los instintos, para heces de la desconfianza para con los instintos una segunda naturaleza. En la noción del desinterés, de la renuncia a sí mismo, entramos el verdadero emblema de la decadencia.

    Por ultimo, en la noción de hombre bueno nos declaramos a favor de todo o lo que es débil, enfermo, malogrado; a favor de todo lo que sufre de sí mismo, de todo lo que debe desaparecer.

    Conclusión.

    Estaba convencido que los valores tradicionales representaban una “moralidad esclava”, una moralidad creada por personas débiles y resentidas que fomentaban comportamientos como la sumisión y el conformismo porque los valores implícitos en tales conductas servían a sus intereses. Nietzsche afirmó el imperativo ético de crear valores nuevos que debían reemplazar los tradicionales, y su discusión sobre esta posibilidad evolucionó hasta configurar su retrato del hombre por venir, el `superhombre'.

    De acuerdo con Nietzsche, las masas se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, que refleja la fuerza e independencia de alguien que está emancipado de las ataduras de lo humano “envilecido” por la docilidad cristiana, excepto de aquellas que él juzga vitales.

    Nietzsche sostenía que todo acto o proyecto humano está motivado por la “voluntad de poder”. La voluntad de poder no es tan sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno mismo, algo que es necesario para la creatividad. Tal capacidad se manifiesta en la autonomía del superhombre, en su creatividad y coraje. Al concepto de superhombre se le pude reprochar ser el fruto de un intelectual que se desenvuelve en una sociedad de amos y esclavos y ha sido identificado con las filosofías autoritarias.




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    Enviado por:Florencia Pavon
    Idioma: castellano
    País: Argentina

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