Filosofía y Ciencia


San Agustín


Indice

Introducción 2

Biografía 3

San Agustín como persona 4

Sus principales ideas filosóficas 6

Teorías 7

Visión antropológica 10

Su paso por el maniqueísmo 11

Tesis de San Agustín 13

Obras 15

Agustinismo 17

Frases 19

Relación con la actualidad 20

Dinámica 21

Dinámica completa 22

Resumen 23

Opiniones personales 24

Bibliografía 26

Introducción

En este trabajo dedicado a la vida de San Agustín, vamos a destacar sobre todo sus razones para haber cambiado de principios, así como la acertada y buscada decisión de convertirse en cristiano tras rechazar la secta con la que él contó durante un periodo importante de su vida, el maniqueísmo.

Gracias a su filosofía, Agustín pudo tomar las decisiones más importantes de su vida. También la meditación y el tiempo que le dedicó a éstos momentos son admirables ya que todo lo que decidía era con unas buenas razones que en realidad, tomar ejemplo de ellas no vendría nada mal para reflexionar acerca de las cosas que nos inquieten.

Biografía

Nació en Ta­gaste (África) un 13 de Noviembre del 354 d.p.(siglo IV) y murió en el año 430 (siglo V) viviendo así 76 años. Tagaste era una pequeña población cerca de Numida y alejado del mar. Sus padres eran de cierta posición económica pero no ricos. Su padre, Patricio, era un pagano de temperamento violento y madre, Mónica cristiana. Agustín tenía varias hermanas. En 365 se trasladó a Madaura, donde estudió gramática y los clásicos latinos. En el año 369 volvió a Tagaste, y tras un año de residencia allí, se dirigió a Cartago, donde estudió retórica y comenzó a intere­sarse en problemas filosóficos y religiosos. En 374 regresó a Tagaste y poco después de nuevo a Cartago, donde abrió una escuela de retórica. En 383 partió hacia Roma, donde asimismo abrió otra escuela de la misma disciplina. En 384 se trasladó a Milán para enseñar retórica. En Roma y Milán trabó conocimiento con las doctrinas escépticas de la Academia platónica. Fue en Milán donde manifestó sus primeras fuertes inclinaciones a las creencias cristia­nas, en parte por la influencia de los sermo­nes de San Ambrosio. Las lecturas de los Evangelios y de San Pablo lo confirma­ron en su nueva creencia, reci­biendo el bautismo en 387. En esta época comenzó ya su intensa actividad de escritor, produciendo, entre otras obras, los libros Contra académicos, los SoIilo quia y el De inmortalitate animae. Agustín residió un breve período en Roma, y en 388 se tras­ladó a Cartago, donde residió hasta 391 como miembro de una comunidad monás­tica. En 391 fue orde­nado sacerdote en Hipona. En 395 fue consagrado obispo auxi­liar de Hipona, y en 396, a la muerte del obispo Valerio, obispo de dicha ciudad. En 400 comenzó a redactar los libros De Trinitate, y en 401 ex­tensos comentarios al Génesis. A partir de 411 sostuvo polémicas con­tra los pelagianos, y entre 412 y 426 com­pletó varias de sus más importantes obras (incluyendo De libero arbitrio y De civitate Dei). Hasta su muerte siguió desarrollando una intensa actividad literaria; el falleci­miento tuvo lugar durante el sitio de Hipona por los vándalos.

San Agustín como persona

Su personalidad y forma de ser.

Agustín, posee una gran inteligencia y un gran corazón. La descripción más importante y verdadera de él se registra en alguno de sus libros y que podremos ir comprobando a lo largo de su vida. Ésta dice que gozando de existencia, ya tenía vida que le hicieran tener unos sentimientos propios. Él se recreaba con su verdad y sus pensamientos. Que lo engañen era una cosa que no le gustaba nada. Tenía una muy buena memoria , se educaba en el lenguaje, le encantaba la amistad, huía del dolor, de la bajeza, de la ignorancia. Todas estas cualidades, manifestaba que eran dones de Dios, que no las había conseguido él. También era muy sensible y emotivo. No tenía un cerebro ni duro ni seco, aunque era un intelectual. Así era Agustín. Entendimiento y corazón siempre de la mano. Éste hombre jamás estuvo solo, porque le era imposible vivir feliz sin amigos. Tal vez esto se deba al sentimiento de solidaridad de los africanos.

  • Solo quería la verdad

Su pasión por la verdad se iba haciendo cada vez más grande, y se hizo un tenaz luchador para conseguir la verdad. Fuera de las controversias mostraba un gran sentido de la modestia. Él mismo declara en uno de sus escritos: “No pretendo que alguien acepte mis opiniones, de modo que él o ella me siga ciegamente, excepto en aquellos puntos en el que el lector ha llegado a la convicción de que yo no estaba equivocado.” Él mismo declaró que no era consecuente en todo. Él nunca fue perfecto, y simular la perfección en una de éstas obras sería más bien un acto de falsedad, cosa que no hizo y rechazó.

En una carta que escribió a una joven escribía que buscar todas las respuestas en él iba a ser algo totalmente absurdo, porque no se presenta como un maestro que todo lo sabe, sino como un hombre que busca la luz, para aquellos que habían solicitados ser iluminados. No quería que le confundiesen con un maestro porque él era simplemente un ser humano.

No nos debe quedar duda de que Agustín era un hombre que negaba las respuestas, simplemente por la razón de que él aún no las había encontrado. Cuando estas dudas que él tenía, dejaran de serlo, tenía claro que a los iluminados les iba a enseñar el camino. Su pasión por la verdad le hizo un gran luchador por las cosas que con más deseo quería descubrir. Esto nos enseña a que en esta vida no nos debemos rendir ante lo posible ya que al final encontraremos la respuesta verdadera que nos hará reflexionar y que lo más seguro es que aprendamos sobre ella.

Inquieta búsqueda del amor

Finalizados sus estudios en Tagaste, Agustín se fue a estudiar a Madaura, que tenía mayor nivel cultural que Tagaste. Al cumplir los 16 años decidió volver a su tierra. Fue un año de inactividad, y que cuyos sentimientos se anidaron en su cabeza y no había nadie que se los pudiese sacar de ella. Con la ayuda de Volusiano Agustín llegó a Cartago a estudiar Retórica, que era el arte de hablar y escribir, esto era la cumbre de la cultura en aquella época y una era una rama para acceder a las carreras políticas.

Agustín todavía no se había enamorado aunque suspiraba por amar. Para él amar y ser amado era una dulce ocupación, sobre todo si lograba disfrutar del cuerpo de la persona amada. Tras su hincapié, encontró una amante de rango social inferior a él, pero a la cual guardó fidelidad durante unos 14 años. Tuvieron un hijo llamado Adeodato que murió a sus 18 años de edad. En Cartago, a sus 19 años leyó un libro de Cicerón que elogiaba el amor a la sabiduría. Esto se le quedó bien marcado, a partir de ahí la búsqueda de la verdad y la sabiduría le inspiró durante toda su vida. El fallo que encontró en Cicerón es que allí no encontraba el nombre de Cristo, el cual le desilusionó bastante. Mucho más tarde se ve cumplido su sueño de ser monje y filosófico cristiano.

Sus principales ideas filosóficas

La mayor parte de las ideas surgieron al hilo de las polémicas teológicas y con vistas al establecimiento y esclarecimiento de las co­sas que han de ser objeto de fe. Debe tenerse en cuenta que en San Agustín la reflexión filosófica procede se­gún el Credo(creencia) en el sentido formulado por San Anselmo. San Agustín no cree por­que sí, y menos porque el objeto de la creen­cia sea absurdo . Tampo­co comprende por comprender, sino que cree para comprender y comprende para creer.

Desde sus primeras inquisiciones filosó­ficas San Agustín no sólo buscó una verdad que satisficiera a su mente, sino una que colmara su corazón. Solamente así pue­de conseguir la felicidad. Puede decirse qué San Agustín fue un éudemonista, este eudemonismo no consiste en alcan­zar ninguna clase de bienes temporales o en satisfacer las pasiones. No consiste ni siquiera en un placer o contento estable, moderado y razonable. Todas ésas son felicidades efímeras, incapaces de apaciguar al hombre.

La verdadera felicidad se encuentra Únicamente en la posesión dé la verdad completa —verdad que debe trascender todas las verdades par­ticulares, pues de lo contrario no sería, pro­piamente hablando, una verdad—. La Ver­dad perseguida por San Agustín es la medi­da (absoluta) dé todas las verdades posi­bles. Esta Suprema Medida es, y sólo puede ser, Dios.

La busca agustiniana de la Verdad no es solo contemplativa, sino también emi­nentemente «activa»; no implica sólo cono­cimiento, sino, fe y amor. La verdad debe conocerse no simple­mente para saber lo que es “Lo que Es”; debe conocerse para conseguir el reposo com­pleto y la completa tranquilidad que el alma necesita. La posesión de la Verdad, antes que ser objeto de ciencia, lo es de sabiduría. Y la búsqueda de la verdad no es un método, sino un camino espiri­tual .

Teorías

Dentro de este itinerario se desarrolla lo que podría llamarse la «teoría del conoci­miento» de San Agustín . Se halla orientada en la noción de certi­dumbre. Como ésta tiene que ser absoluta, no basta apoyarse en los sentidos. San Agus­tín no establece ninguna distinción entre experiencia sensible y saber; hay que ascender de la primera al segundo, para luego justificar por el segundo la primera. Al examinar los objetos sensibles que estos poseen propiedades comunes a varios: son los llamados ”sensibles comunes”. Como estos “sensibles comunes” no son directamente accesibles a los sentidos, San Agustín supone que hay un órgano de percepción de ellos que no es exterior, sino interior, una especie de “sentido íntimo” o “sentido de los sentidos” que unifica las percepciones exteriores. Al sentido interno unificador se sobrepone un órgano que puede llamarse «razón» o «intelección”. La importancia del sentido íntimo no consiste solamente en su función. Por medio de él se puede mostrar que es posible la certidumbre y, por lo tanto, que debe rechazarse el escepticismo. San Agustín tenía muy presentes los argumentos contra la posibilidad de una certidumbre completa formulados por escépticos y en particular por los académicos. De haberse aceptado tales argumentos no se habría podido obtener la certidumbre, y la felicidad del alma que proporciona. De ahí que San Agustín se esfuerce por probar que existe la posibilidad de superarla. Pero San Agustín no se detiene aquí. La certidumbre del propio errar y del propio vivir son insuficientes. Y verdad significa para San Agustín, como lo significó para Platón, lo que no muda ni se altera. Sólo el alma racional puede alcanzar la posesión de verdades eternas referidas a objetos eternos, es decir, verdaderamente existentes. Dichas verdades constituyen un “tesoro interior” que se hallan en el alma. Pero no como objetos de la imaginación, ya que de lo contrario sería ilusión y engaño.

La «teoría del conocimiento> de San agustín representa, con ello, la mezcla de dos ingredientes aparentemente en conflicto: por un lado, la afirmación de la realidad del alma como ser de las verdades; por el otro, la afirmación de la realidad de la verdad suprema como foco y origen de estas verdades. Esos dos ingredientes corresponden, en gran parte, a los dos principales elemen­tos con los cuales San Agustín ha elabo­rado su pensamiento filosófico: el cristia­nismo y la filósofía griega. La integración de estos elementos es consecuencia de una visión del alma como algo a la vez íntimo y racional, es decir, como experiencia y razón. La doctrina agus­tiniana de la “iluminación divina” como “iluminación interior” es la formu­lación de esta integración de dos verdades: la que viene del alma, y la que le llega al alma desde Dios.

Es posible hablar de una «fenomenología del conocimiento» en San Agustín, de un proceso que va de la sensación a la razón. Pero no se trata ni de una descripción pura ni de una dialéctica del conocimiento, sino del «itinerario espiritual». Como conclusión de tal «fenomenología» tenemos las dos proposiciones siguientes:

  • En el interior del hombre habita la ver­dad

  • La verdad es independiente del alma y trasciende a ésta

  • Estas proposiciones entran en conflicto sólo cuando no se tiene presente que el alma se trasciende a sí misma en la Verdad, esto es, en la Vida pri­mera, en la Sabiduría primera y en la Rea­lidad eterna e inmutable de Dios. En uno de los pasajes de San Agustín más frecuente­mente citados se lee que solamente le inte­resan dos cosas: el alma y Dios.

    La Verdad para San Agus­tín no puede conocerse sin la razón ni la fe, esta no tiene nada de irracional. No es tam­poco fe en algo particular, es iluminadora porque es fe en Dios y en Jesucristo; por lo tanto, en algo que trasciende toda inteligencia y la hace posible.

    La fe agustiniana no es una cuestión filosófica, sino aquello dentro de lo cual se hacen inteligibles las cuestiones filosófi­ça. Por lo demás, la fe está ligada no sólo a la razón, sino también y sobre todo, a la caridad . La fe hace posible el entendimiento; no se entra en la verdad sino por la caridad. La razón dejada a su propio albedrío es ciega; la luz que tiene, la recibe de la fe. Por eso no se puede probar la fe; sólo se puede probar en la fe. La fe es una creencia amante, descubridora de valores, una creencia de la cual brota, como una luz, la inteligencia.

    La exist­encia de Dios no viene probada por un ra­zonamiento, pero tampoco es asunto de fe ciega. Dios aparece demostrado en la mis­ma estructura del alma poseedora de fe amante. Pero Dios no es una idea pura­mente inmanente en el alma. Dios personal, eterno e incorruptible. Sobre todo, inco­rruptible, que es como San Agustín lo buscó, pues de lo contrario no sería Verdad suprema, sino cosa en último término transitoria, por muy duradera que fuese. Este Dios infinita­mente perfecto posee en sí mismo las razones de las cosas creadas, al modo de ideas di­vinas. Esto es lo que se ha llamado el ejemplarismo agus­tiniano, de raíz neoplatónica, y de tan gran­de influencia en la filosofía de la Edad Me­dia, pero hay notorias diferencias entre el ejemplarismo neoplatónico y el cristiano a causa del rechazo por este último de la noción de emanación y su admisión de la de creación.

    Aunque San Agustín prestó menos aten­ción al problema de la estructura del mun­do que a los del conocimiento, la felicidad, el alma y Dios, se hallan en sus obras nu­merosas referencias al modo de creación del cosmos y a la estructura de éste, Importante al respecto es su insistencia en que no hay supuesta materia sin forma, pues Dios creó todo de la nada.

    Gran atención prestó San Agustín a las cuestiones relativas al mal y-a la libertad, ambas relacio­nadas entre sí. San Agustín no puede admitir que Dios sea el autor del mal. Por otro lado, no puede admitir que haya ningún poder capaz de quebrantar el poder de Dios. Su lucha contra los maniqueos, después de haber luchado contra el maniqueísmo en su alma, lo lleva, además, a excluir por completo toda reali­dad que no dependa de Dios. Pero como hay el mal, debe explicarse de modo que ni ten­ga origen divino ni tampoco origen en algún poder capaz de oponer su propia realidad a la de Dios. San Agustín considera que el mal se origina en el apartamiento de Dios, que es a la vez el apartamiento del ser y de la realidad. El mal no es una substancia, sino una pri­vación o un movimiento hacia el no ser. Por gozar de libre deseo, la voluntad humana puede elegir el mal, esto es, pecar. Por el pecado original, además, el hombre se ha colocado en tal situación, que para salvarse necesita la gracia . La sal­vación del hombre no se halla en sus manos, pero al mismo tiempo no puede decirse que el hombre se halle salvado o condenado, haga lo que haga. El hombre es libre, pero es libre de hacer libremente lo que Dios sabe que hará libremente. De este modo pueden acor­darse varias cosas que parecían incompati­bles: el absoluto ser y poder de Dios, y la existencia del mal; este absoluto ser y poder y el libre deseo humano; la gracia y la predestinación.

    Las anteriores nociones (libre albedrío, mal, pecado, salvación, condenación) y otras relacionadas con ellas, constituyen los elementos prin­cipales con los cuales San Agustín ha des­arrollado su filosofía de la historia, que es a la vez una teología de la historia y una teodicea. La historia no es para San Agustín la descripción de ciertos acontecimientos políticos, sino el modo como todos los aconte­cimientos políticos se organizan en torno al pro­ceso teológico. La idea de la Ciudad de Dios es aquí fundamental; el significado de esta expresión, las principales inter­pretaciones que se han dado de ella y el modo como fue usada por San Agustín se han discutido en el artículo correspondiente.

    La Ciudad de Dios siempre tendrá lugar en la historia del mundo la lucha entre la luz y las tinieblas, entre lo eterno y lo temporal, entre lo suprasensible y lo sensible, entre lo divino y lo antidivino. En su gran obra la Ciudad de Dios San Agustín, muestra cómo los poderes del bien tienen que luchar constantemente con los poderes del mal. Su sentido definitivo es el triunfo del bien sobre el mal.

    Visión Antropológica

    Los dos polos de la filosofía de Agustín son Dios y el alma: “Deseo conocer a Dios y al alma. ¿Nada más? Nada en absoluto” ( de la obra “Soliloquios”). El punto de partida de la búsqueda de la sabiduría está en el alma: ”No salgas fuera. En el interior del hombre habita la verdad”. Es una búsqueda interior, lo que se ha llamado “interiorismo”, expresión o consecuencia de la desvalorización del mundo (y de la naturaleza) realizada por el espíritu religioso cristiano: el alma y Dios.

    En el alma encontramos verdades eternas, inmutables, morales, metafísicas, matemáticas, que constituyen un “tesoro interior”. Como esas verdades son inmutables o absolutas, no pueden proceder de los sentidos, que no nos dan más que testimonios mudadizos. Estas verdades han sido depositadas de alguna manera por Dios en la mente humana. De este modo, la búsqueda en el interior encuentra por las verdades eternas algo que trasciende al alma hacia Dios. Es esta una doctrina típica del agustinismo y de las más oscuras. La ”iluminación” tiene alguna relación con la idea platónica del bien como sol de lo inteligible, y también con la afirmación del evangelio de San Juan: “El verbo es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”.

    Si Dios es la verdad y el conocimiento humano es posible por iluminación divina, se comprende que para Agustín no haya colisión entre fe y razón, sino perfecta armonía... La fe es la guía más segura: “Si no creéis, no llegaréis a comprender”, pero también la razón puede asistir a la fe: “comprende para creer, cree para comprender”. La fe no se opone a la razón como algo irracional, sino que busca la inteligencia. La fe orienta e ilumina a la razón, y ésta a su vez aclara los contenidos de la fe. Esto último es congruente con la filosofía neoplatónica, para la que el entendimiento puede conocer la realidad divina y las otras realidades inmateriales. Para Platón y para el neoplatonismo, son precisamente éstas el objeto más adecuado para el entendimiento humano.

    En el tema del hombre Agustín es impreciso. Fiel, por una lado a la tradición bíblica, considera al hombre como la unidad de cuerpo y alma. Pero cuando, por otro lado, aborda la cuestión desde un punto de vista filosófico adopta el dualismo platónico: “El hombre es un alma que se sirve de un cuerpo mortal y terreno” Pero rechaza la preexistencia del alma, la pluralidad de almas en el hombre y que la unión con el cuerpo sea consecuencia de un pecado anterior..

    En cuanto al origen del alma, circulaban en la época dos teorías cristianas: el traducianismo (el alma es engendrada o transmitida por los padres), puesta en circulación por Tertuliano, y el creacionismo de San Jerónimo(que sostiene que el alma viene directamente de Dios). Como este último parece chocar contra la existencia del pecado original, Agustín se inclina por el traducianismo (que tiene tal vez relación con el emanatismo neoplatónico): ”El alma se transmite de padres a hijos como se enciende una antorcha a partir de otra antorcha”.

    Su paso por el Maniqueísmo

    Agustín se convirtió en un ardiente buscador de la verdad, estudiando varias corrientes filosóficas antes de ingresar en el seno de la Iglesia. Durante nueve años (373-382) se adhirió al maniqueísmo, filosofía dualista de Persia muy extendida en aquella época por el Imperio Romano de Occidente. Con su principio fundamental de conflicto entre el bien y el mal, el maniqueísmo le pareció a Agustín una doctrina que podía corresponder a la experiencia y proporcionar las hipótesis más adecuadas sobre las que construir un sistema filosófico y ético. Además, su código moral no era muy estricto. Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueístas contradictorios, Agustín abandonó esta doctrina y dirigió su atención hacia el escepticismo.

    Hacia el año 383 se trasladó de Cartago a Roma, pero un año más tarde fue enviado a Milán como catedrático de retórica. Aquí se movió bajo la órbita del neoplatonismo y conoció también al obispo de la ciudad, san Ambrosio, el eclesiástico más distinguido de Italia en aquel momento. Es entonces cuando Agustín se sintió atraído de nuevo por el cristianismo. Un día por fin, según su propio relato, creyó escuchar una voz, como la de un niño, que repetía: "Toma y lee". Interpretó esto como una exhortación divina a leer las Escrituras y leyó el primer pasaje que apareció al azar: "... nada de comilonas y borracheras, nada de lujurias y desenfrenos, nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias" (Rom. 13, 13-14). En ese momento decidió abrazar el cristianismo. Fue bautizado con su hijo natural por Ambrosio la víspera de Pascua del año 387. Su madre, que se había reunido con él en Italia, se alegró de esta respuesta a sus oraciones y esperanzas. Moriría poco después en Ostia.

    Maniqueísmo, antigua religión que tomó el nombre de su fundador, el sabio persa Mani (c. 216-c. 276). Durante varios siglos representó un gran desafío para el cristianismo. La doctrina fundamental del maniqueísmo se basa en una división dualista del universo, en la lucha entre el bien y el mal: el ámbito de la luz (espíritu) está gobernado por Dios y el de la oscuridad (problemas) por Satán. En un principio, estos dos ámbitos estaban totalmente separados, pero en una catástrofe original, el campo de la oscuridad invadió el de la luz y los dos se mezclaron y se vieron involucrados en una lucha perpetua. La especie humana es producto, y al tiempo un microcosmos, de esta lucha. El cuerpo humano es material, y por lo tanto, perverso; el alma es espiritual, un fragmento de la luz divina, y debe ser redimida del cautiverio que sufre en el mundo dentro del cuerpo. Se logra encontrar el camino de la redención a través del conocimiento del ámbito de la luz, sabiduría que es impartida por sucesivos mensajeros divinos, como Buda y Jesús, y que termina con Mani. Una vez adquirido este conocimiento, el alma humana puede lograr dominar los deseos carnales, que sólo sirven para perpetuar ese encarcelamiento, y poder así ascender al campo de lo divino. Los maniqueos estaban divididos en dos clases, de acuerdo a su grado de perfección espiritual. Los llamados elegidos practicaban un celibato estricto y eran vegetarianos, no bebían vino y no trabajaban, dedicándose sólo a la oración. Con esa postura, estaban asegurando su ascensión al campo de la luz después de su muerte. Los oyentes, un grupo mucho más numeroso, lo formaban aquellos que habían logrado un nivel espiritual más bajo. Les estaba permitido contraer matrimonio (aunque se les prohibía tener hijos), practicaban ayunos semanales y servían a los elegidos. Su esperanza era volver a nacer convertidos en elegidos. Con el tiempo, se conseguirían rescatar todos los fragmentos de la luz divina y el mundo se destruiría; después de eso, la luz y la oscuridad volverían a estar separadas para siempre. Durante el siglo que siguió a la muerte de Mani, sus doctrinas se extendieron por el este hasta China, y fue ganando adeptos en todo el Imperio romano, en especial en el norte de África. San Agustín fue maniqueo durante nueve años antes de su conversión al cristianismo. Más tarde escribiría documentos importantes contra el movimiento, que además había sido condenado por varios papas y emperadores romanos.

    Tesis de San Agustín

    a. Verdad

    b. Dios

    c. Creación.

    d. Alma.

    e. El Bien.

    f. La Ciudad de Dios.

  • Verdad: San Agustín hizo triunfar la posibilidad de conocer la verdad. Los escépticos dicen "no existe la verdad; de todo se puede dudar"; a lo que San Agustín replica "se podrá dudar todo lo que se quiere; de lo que no se puede dudar es de la misma duda". Existe pues la verdad con lo cual queda refutado el escepticismo. San Agustín busca el prototipo de la verdad en las verdades matemáticas, cuando dice, por ejemplo, que la proposición 7+3=10, es una proposición de vigencia universal para cualquiera que tenga razón. Aquí donde se ve que 7+3 tiene que ser igual a 10, halla San Agustín lo que también en otros casos debe ser verdad para todo espíritu racional, a saber, las reglas, ideas y normas conforme a las cuales registramos y leemos lo sensible y al mismo tiempo lo estimamos y rectificamos. Estas reglas son algo apriorístico, en lo cual el hombre, frente al mundo y su experiencia, se demuestra superior, libre y autónomo.

  • Dios: el mismo San Agustín que busca la verdad en el interior del hombre, dice a la vez con no menor énfasis: “Dios es la verdad”. San Agustín se eleva de lo verdadero singular a la verdad una gracias a la que todo lo verdadero es verdadero para tener participación en ella. Considera esta ascensión como prueba de que existe Dios y el mismo tiempo de lo que Dios mismo es: el todo de lo verdadero, el ser bueno de todo lo bueno, el ser de todo ser. Así Dios es todo, pero a la vez no es nada de todo, pues sobre puja a todo, ninguna categoría se le puede aplicar.

  • Creación: este concepto no es filosófico sino teológico. Por tanto, cuando San Agustín trata de pensarlo, se le ofrecen inmediatamente dificultades filosóficas. En este caso, habría que admitir también en Dios lo mutable. Por otra parte, la creación proviene de un acto libre de la voluntad de Dios, y no es por tanto, una procesión necesaria, como con frecuencia sé repitió contra la teoría de la emanación. San Agustín deja por fin la cuestión en suspenso. Ve que no se puede resolver con nuestros conceptos espaciales y temporales.

  • Alma: El alma tenía para él especial interés. "A Dios y al alma deseo conocer". El alma tiene un efecto el primado frente al cuerpo. Cierto que San Agustín no es ya pesimista acerca del cuerpo: el espíritu del cristianismo y su doctrina de la creación no lo permiten. No obstante, para San Agustín el hombre es propiamente el alma. Y así, seguirá pensándose, aun después de que en la alta edad media prospere la formula aristotélica de la unidad del cuerpo y el alma.

  • El Bien: cuando San Agustín habla en lenguaje religioso, el bien no es para él otra cosa más que la voluntad de Dios. Pero cuando trata de descubrir los fundamentos más profundos, dice: "El bien se da con la ley eterna". Son las ideas eternas en la mente de Dios que, como para los platónicos, también aquí constituyen el fundamento de conocer, del ser y del bien. Son un orden eterno. No solo el hombre es bueno, también los seres son buenos y el conocimiento es verdadero, con tal que se orienten conforme a este orden eterno.

  • La Ciudad de Dios: siempre tendrá lugar en la historia del mundo la lucha entre la luz y las tinieblas, entre lo eterno y lo temporal, entre lo supra sensible y lo sensible, entre lo devino y lo antidivino. En su gran obra la Ciudad de Dios San Agustín, muestra cómo los poderes del bien tienen que luchar constantemente con los poderes del mal. Su sentido definitivo es el triunfo del bien sobre el mal.

  • Obras

    La importancia de san Agustín entre los padres y doctores de la Iglesia es comparable a la de san Pablo entre los apóstoles. Como escritor, fue productivo, convincente y un brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía Confesiones (400), donde narra sus primeros años y su conversión. En su gran apología cristiana La ciudad de Dios (413-426), Agustín formuló una filosofía teológica de la historia. De los veintidós libros de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera como oportuna sucesora del paganismo. En el año 428, escribió las Retractiones, donde expuso su veredicto final sobre sus primeros libros, corrigiendo todo lo que su juicio más maduro consideró engañoso o equivocado. Sus otros escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina, fechadas entre el año 386 y el 429; sus tratados De libero arbitrio (389-395), De doctrina Christiana (397-428), De Baptismo, Contra Donatistas (400-401), De Trinitate (400-416), De natura et gratia (415) y homilías sobre diversos libros de la Biblia.

    En el año 395, después de la muerte del obispo Valerio de Hipona, San Agustín, fue consagrado como su reemplazante, allí procedió a establecer la vida común regular de su propia casa y exigió a todos los sacerdotes que vivían con él que renunciaran a sus propiedades y se atuviesen a las reglas.

    El santo fundó una comunidad femenina, a la muerte de su hermana, que fue la primera "abadesa", escribió una carta sobre los primeros principios ascéticos de la vida religiosa. En esa epístola y en dos sermones halla comprendida la llamada "Regla de San Agustín"(ver reglas de san Agustín) , que constituye la base de las constituciones de tantos canónigos y canonesas regulares. El santo obispo empleaba las rentas de su diócesis, como lo había hecho antes con su patrimonio, en el socorro de los pobres. Posidio refiere que mandó fundir los vasos sagrados para rescatar cautivos, como antes lo había hecho San Ambrosio.

    Las características de su obra

    El obispo Agustín llevó una vida muy ajetreada, y ocupando por completo todo su tiempo en la predicación, enseñanza… Aún así el Emperador había encomendado una tarea más para Agustín que era la de juez local, cuyo oficio era siempre realizado por los obispos. Apenas le quedaba tiempo para escribir pero por la noche cuando no tenía ninguna tarea pendiente se dedicó a escribir. Sus obras abarcan unas 12.000 páginas recogidas en: 113 libros, 247 cartas, y más de 500 sermones. La Biblia cuenta con un gran papel en la su obra. Se podría decir que se la sabía de memoria ya que para él era la verdad y el centro de toda vida cultural y espiritual. Su teología es bíblica. Su propósito era que a través de él se oyese la voz de Dios. Muy pocos son los libros que escribió por su propia iniciativa, ya que la mayoría estaban inspirados por otros libros.

    Textos anti-maniqueos

    Agustín consideró imprescindible hablar de la secta en la que él se había visto involucrado durante un periodo importante de su vida. Quería recuperar a sus antiguos amigos maniqueos para convertirles al cristianismo. Porque fue una idea equivocada por la que él había optado fue unos de sus primeros escritos. Él se sentía culpable de dejar solos en el Maniqueísmo a sus amigos, por esa razón trató de convertirlos.

    Escritos anti-donatistas

    En el siguiente periodo de su vida no pudo descuidar el escribir sobre un triste problema: el cisma dentro de la iglesia norteafricana. Todavía no se había ordenado sacerdote cuando tuvo que hacer frente a la separación del Cristianismo en Donatistas y Católicos. En cada ciudad había una iglesia Donatista y otra Católica, así como distintos obispos que en total formaban unos 300 obispos por cada parte.

    Los Donatistas pretendían formar la única iglesia inmaculada. A los Católicos los tomaban por traidores de la ley del cristianismo. Los Donatistas utilizaban los mismos recursos que los Católicos. A los cristianos de África los dividía exclusivamente el odio, y el conflicto se le podría denominar una guerra civil. Agustín desprendió una gran energía para restaurar la paz aunque jamás logró un éxito pleno y esto a pesar del hecho de que la Conferencia Episcopal en Cartago en el 411, mediante la presidencia de Marcelino, condenó a los Donatistas. Años más tarde Marcelino fue ejecutado en el mismo Cartago. Esto fue un duro golpe para Agustín que le hacía cada vez más perder la esperanza y el entusiasmo por unir a la Iglesia Católica y al Imperio Romano.

    Escritos anti-pelagianos

    En el año 411,a Agustín le aguardaba otra controversia, ahora del Pelagianismo. Pelagio era un siervo de Dios, inspirador de una vida cristiana más radical y ascética. Acentuaba el papel del libre albedrío y de los esfuerzos que los seres humanos debemos hacer para alcanzar la perfección, y esto resultaba ser algo obligatorio. Para él esto resultaba ser una cobardía y una relajación. Pelagio, por cierto, no negaba la gracia de Dios.

    A los ojos de Agustín la situación humana le ofrece mucha más complejidad. La libertad humana no le parecía una cualidad estática. La libertad humana está en un constante devenir: la libertad, por naturaleza es una libertad limitada. Agustín tenía fe en la doctrina del pecado original, la existencia de culpa colectiva, debido la cual es la responsable del mal del mundo.

    Su última obra, incompleta al morir iba contra el Pelagiano de el hijo de un obispo italiano. Éste fue el más hábil contrincante de Agustín. El debate con dicha persona fue sin duda el más dramático de su vida, y del cual ambas posturas llegaron a ser más inflexibles aún.

    Agustinismo

    La influencia de San Agustín ha sido considerable; una historia algo detallada del agustinismo ofrecería dificultades casi tan grandes como una historia del platonismo

    En las grandes discusiones teológicas y filo­sóficas de los siglos XVI y xvii sobre proble­mas tales como los del libre albedrío, la gracia y la predestinación, las po­siciones agustinianas y las diversas inter­pretaciones de las mismas fueron casi siem­pre decisivas. El agustinismo es también un elemento importante en varias de las direcciones de la filosofía cristiana con­temporánea. Sin oponerlo forzosamente al neoplatomismo, algunos autores intentan, en efecto, destacar los problemas, soluciones y, sobre todo, el índole de ánimo o carácter agustinianos; otros autores procuran acor­dar las dos tendencias.

    Aunque no puede decirse que haya ha­bido una completa identificación entre el agustinismo y las tendencias filosóficas y teológicas defendidas y desarrolladas por los franciscanos, es sabido que muchos de éstos han sido agustinianos. Ejemplos importantes al respecto son Alejandro de Hales, Juan de la Rochela, San Buenaventura y Tomás de York —pertenecientes a lo que algunos autores han llamado “la antigua escuela franciscana”, y Juan Pecham, Mateo de Aquasparta, Ricardo de Media-villa y Pedro Juan Olivi —pertenecientes a lo que se ha llamado a veces «la escuela franciscana posterior»—. Hay que tener en cuenta, sin embargo, dos cosas. Primera, que algunos de los citados autores pueden no ser considerados como agustinianos. Se­gún Gilson, San Buenaventura es un agus­tiniano, pero E. van Steenberghen difiere de esta opinión. No niega que haya habido influencias agustinianas en su pensamiento, pero éstas son sólo uno de los elementos en la filosofía bonaventuriana, en la cual se descubren importantes influencias aristoté­licas. Segunda, el término `agustinismo' designa un conjunto de doctrinas muy variadas lo que se ha llamado «un complejo doc­trinal»; entre éstas figuran posiciones procedentes del aristotelismo y de algunos filósofos árabes y judíos.

    De todos modos, junto con los francis­canos, el «agustinismo» fue defendido y elaborado por muchos dominicos hasta lo que se ha calificado de «triunfo del tomismo». La oposición al albertismo y al tomismo por Roberto Kildwarby es un ejemplo de la resistencia que ofrecían mu­chas dominicos a la penetración de las doctrinas tomistas y, en general, a la cre­ciente influencia del aristotelismo y a la absorción de algunas tesis averroístas. Al­gunos autores indican inclusive que el término `agustinismo' solamente cobra un significado preciso cuando se emplea como designación de las posiciones adoptadas por varios teólogos y filósofos en el período de las grandes polémicas entre agustinia­nos y tomistas durante. Aunque este uso es asimismo recomendable, debe advertirse que es co­rriente emplear `agustinismo' en un sen­tido más general. Desde este último punto de vista puede hablarse de agustinismo en autores que no pueden ser considerados como agustinianos, pero que han sido in­cluidos en la tendencia a consecuencia de su adhesión a varios aspectos del men­cionado «complejo doctrinal»: es el caso de muchos escotistas y occamistas. Autores como Gilson consideran inclusive a Enri­que de Gante, a Juan Duns Escoto y a los primeros escotistas como pertenecientes a una «segunda escuela agustiniana».

    En lo que toca a las doctrinas conoci­das bajo el nombre de «agustinismo». las discusiones al respecto son muchas. Según el M. De Wulf, pertenecen al complejo doctrinal del agustinismo doc­trinas como las siguientes: primado de la voluntad sobre la inteligencia en Dios y en el hombre, producción de ciertos cono­cimientos sin presencia de objetos del mundo externo que habitualmente se con­sideran como su causa u origen, concep­ción del conocimiento como situado dentro de la zona alumbrada por la luz divina, actualidad de la materia prima con inde­pendencia de la forma, depósito de razones seminales en la materia, hilemorfismo uni­versal en las substancias creadas, plurali­dad de formas en las mismas y particular­mente en el hombre, identidad del alma y de sus facultades, estrecha unión de filo­sofía y teología en el marco de la sabiduría. Algunas de estas doctrinas, escribe de Wulf, proceden efectivamente de San Agustín: es el caso de la idea de sabiduría , del primado de la voluntad y de la iluminación del alma. Otras doctrinas tienen su base en San Agus­tín, pero son interpretadas en formas muy diversas y con gran independencia del modo como aparecieron, en la letra o en el espíritu, en los escritos del Santo: es el caso de las teorías sobre la materia y la forma, procedentes del aristotelismo árabe y judío. Es curioso comprobar que cada vez en mayor proporción fueron con­sideradas como agustinianas las doctrinas que menor relación tenían con las posi­ciones del propio San Agustín; así, por ejemplo, la doctrina del hilemorfismo uni­versal y la de la pluralidad de formas en el hombre, que fueron las tesis más deba­tidas por los filósofos y teólogos medie­vales de las épocas referidas originalmente menos agustinianas que otras ciertas posiciones que pasaron a un segun­do plano y que estaban más próximas a la letra y al espíritu de San agustín.

    Frases

    Tolle, lege.
    Toma y lee.

    Si nemo ex me quareat scio, si quarenti explicare velim nescio.
    Si nadie me pregunta lo sé, si trato de explicarlo no lo sé.

    Pondus meum amor meus; eo feror, quocumque feror.
    Mi amor es mi peso; por él soy llevado adondequiera que soy llevado.

    Si fallor sum.
    Si me equivoco existo.

    Populus est coetus multitudinis rationalis, rerum quas diligit concordi ratione sociatus.
    El pueblo es la unión de una multitud racional, asociado en razón de las cosas que comunmente ama.

    Deum et animam scire cupio, nihilne plus? Nihil omnino.
    Quiero saber a Dios y al alma, ¿nada más? Nada más.

    Noli foras ire, in te rede, in interiore hominis habitat veritas.
    No salgas fuera de ti, vuelve a ti, en el interior del hombre habita la verdad.

    Salus extra Ecclesiam non est.
    Fuera de la Iglesia no hay salvación.

    Dilige et quod vis face.
    Ama y haz lo que quieras.

    Audi partem alteram.
    Escucha a la otra parte.

    Cum dilectione hominum et odium vitiorum.
    Ama a los hombres y odia sus vicios.

    Roma locuta, causa finita.
    Roma pronuncia, cuestión acabada.

    Qui ergo fecit te, non te iustificat sine te.
    Quien te creó sin ti, no te justifica sin ti.

    Relación con la Actualidad

    A pesar de que el maniqueísmo, como religión, desapareció del mundo occidental a principios de la edad media, se puede seguir su influencia en la existencia de grupos heréticos medievales con las mismas ideas sobre el bien y el mal como los albigenses, bogomilos y los paulicianos. Aún sobreviven muchas de las concepciones gnósticas-maniqueas del mundo, desarrolladas por movimientos y sectas religiosas modernas, como la teosofía y la antroposofía del filósofo austriaco Rudolf Steiner.

    San Agustín fue proclamado Santo y esta es la oración que los católicos le rezamos:

    Alza a Dios nuestras almas, ¡oh inmortal triunfador! Y enciende en los que te aman tu amor de serafín. ¡Oh luz, la fe te implora! ¡Oh amor, salva el amor! Oye nuestras plegarias, ¡oh gran Padre Agustín!

    Agustín dejó tres grandes aportaciones a la filosofía

  • Dios, el amor y la caridad van en un primer plano en la vida intelectual. El pensamiento y la filosofía están movidos por la razón. La fe busca la comprensión.

  • El hombre en el mundo, el cual tiene una conciencia moral. El mismo debe conocer y querer la ley.

  • Alma, es espiritual; la facultad de entrar en sí mismo. La facultades del alma: memoria, inteligencia y voluntad o amor.

  • Dinámica

    • Nació en ................ , su madre se llamaba ............ y su padre ..............

    • San Agustín era un tenaz buscador de la .............

    • Fue ..............., pero luego luchó contra ellos y se convirtió al ................

    • El maniqueísmo es una antigua religión fundada por el sabio persa .............

    • La teoría del .................... de San Agustín mezcla la afirmación de la realidad del alma con el ser de las verdades y la afirmación de la .............................. con el origen de éstas verdades.

    • “A ........... y al ........... deseo conocer”

    • “Se podrá dudar todo lo que se ...........; de lo que no se puede dudar es de la misma ..........“

    • Para San Agustín Dios es impersonal, ............ e incorruptible.

    • La ........... esta en el interior de cada persona.

    • La verdad suprema es ............. e implica ..................... y amor.

    • Era realista, pues su postura se fundamenta en ..................................

    • La posesión de la Verdad, antes que ser objeto de ciencia, lo es de ..............................

    • Su obra más conocida es su autobiografía llamada ...........................

    • Los poderes del .......... tienen que luchar constantemente con los poderes del ...........

    Dinámica completa

    • Nació en Tegaste , su madre se llamaba Mónica y su padre Patricio.

    • San Agustín era un tenaz buscador de la Verdad

    • Fue Maniqueista, pero luego luchó contra ellos y se convirtió al Catolicismo.

    • El maniqueísmo es una antigua religión fundada por el sabio persa Mani

    • La teoría del Conocimiento de San Agustín mezcla la afirmación de la realidad del alma con el ser de las verdades y la afirmación de la Verdad Suprema con el origen de éstas verdades.

    • “A Dios y al alma deseo conocer”

    • “Se podrá dudar todo lo que se quiera; de lo que no se puede dudar es de la misma duda“

    • Para San Agustín Dios es impersonal, eterno e incorruptible.

    • La verdad esta en el interior de cada persona.

    • La verdad suprema es Dios e implica conocimiento y amor.

    • Era realista, pues su postura se fundamenta en el cuerpo y el alma

    • La posesión de la Verdad, antes que ser objeto de ciencia, lo es de la sabiduría

    • Su obra más conocida es su autobiografía llamada Confesiones

    • Los poderes del bien tienen que luchar constantemente con los poderes del mal

    Resúmen

    Nació en Ta­gaste (África) un 13 de Noviembre del 354 d.p.(siglo IV) y murió en el año 430 (siglo V) viviendo así 76 años. Sus padres eran de cierta posición económica pero no ricos. Su padre, Patricio, era un pagano de temperamento violento y madre, Mónica cristiana. Agustín era un persona con muchos amigos y le gustaba mucho estudiar latín. Estudió retórica en Cartago (arte de hablar y escribir) y mas tarde abrió una escuela.

    Tiempo después, a sus 19 años, leyó un libro de Cicerón en base al cual comenzó la búsqueda de la verdad y la sabiduría las cuales lo inspiraron durante toda su vida. Formó parte del Maniqueísmo, fundada por el persa Maqui, en donde había un dualismo del bien y el mal. El bien era el ámbito de la luz (espíritu) que era gobernado por Dios y el mal era el ámbito de la oscuridad (problemas) gobernado por Satán. Un día el mal invadió el bien y desde allí tienen una constante pelea. La forma de llegar a la salvación es mediante el conocimiento del ámbito de la luz, en donde el alma puede dominar los deseos carnales y así ascender al campo divino. El maniqueísmo destaca dos grupos según el grado de perfección espiritual: los “elegidos” ( que tenían un nivel alta) y los “Oyentes” (que tenían un nivel mas bajo). Con el tiempo se conseguirían rescatar todos los fragmentos de la luz divina y el mundo se destruiría, volviendo a separar la luz de la oscuridad.

    Las razones por las cuales San Agustín se convirtió al Cristianismo son:

  • La madre era muy cristiana y le enseño desde chico a orar

  • La influencia de San Ambrosio, quien lo ayudó a comprender los textos bíblicos

  • Una tarde creyó escuchar una vos, como la de un niño, que le repetía: “Toma y lee”. Interpretó esto como una exhortación divina a leer las escrituras y leyó el primer pasaje que apareció al azar : “... nada de comilonas y borracheras, nada de lujurias y desenfrenos, nada de rivalidades y envidias. Revestios mas bien del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (Rom. 13, 13-14).

  • En el alma encontramos diversas verdades, las cuales forman el tesoro interior del hombre. Agustín se inclina por el traducianismo (teoría cristina) la cual establece que el alma se trasmite de padres a hijos.

    Dentro de este itinerario se desarrolla lo que podría llamarse la “teoría del conoci­miento” de San Agustín . Se halla orientada en la noción de certi­dumbre. Como ésta tiene que ser absoluta, no basta apoyarse en los sentidos. San Agus­tín no establece ninguna distinción entre experiencia sensible y saber; hay que ascender de la primera al segundo, para luego justificar por el segundo la primera.

    Su obra mas importante fue “Confesiones”, a la cual le sigue “La ciudad de Dios” y “Retracciones”. Ambas muestran los excesos de su conducta y sus errores cometidos a lo largo de los años. Los escritos de San Agustín comienzan planteando como encontrar la felicidad absoluta.

    Agustín dejó tres grandes aportaciones a la filosofía

  • Dios, el amor y la caridad van en un primer plano en la vida intelectual. El pensamiento y la filosofía están movidos por la razón. La fe busca la comprensión.

  • El hombre en el mundo, el cual tiene una conciencia moral. El mismo debe conocer y querer la ley.

  • Alma, es espiritual; la facultad de entrar en sí mismo. La facultades del alma: memoria, inteligencia y voluntad o amor.

  • Opiniones Personales

    San Agustín

    Bestilleiro, Vanesa

    Estoy de acuerdo con un aspecto del maniqueísmo, ya que para mi el mal y el bien existen y son dos polos opuestos pero no concuerdo con San Agustín cuando dice que Dios está exhausto del mal ya que él si es el creados del todo también lo es del mal.

    Me parece muy correcto cuando dice “Creer para comprender y comprende para creer” ya que la fe y la razón están relacionados entre sí y se complementan.

    Opino que la verdad es también para mi un elemento que satisface la mente y lograr así que el corazón tenga armonía.

    Sobre la teoría del conocimiento me parece coherente cuando dice que hay que ascender de lo primero a lo segundo para luego justificar por el segundo a la primera.

    En síntesis, me agradó ya que me parece un filósofo interesante, en el cual en varios aspectos me veo reflejada.

    Palopoli, María Florencia

    Desde mi punto de vista veo que San Agustín fue un hombre muy culto que tenia mucha sabiduría ya que él siempre fue en busca de la verdad, lo que lo llevaba a estudiar y conocer muchas religiones, corrientes filosóficas, diferentes doctrinas de la vida, etc... Yo creo que lo que hizo es bueno e interesante, porque al estudiar tantas y diferentes formas de ver y vivir la vida logró mostrar como mejorarla.

    Realmente me gustó mucho estudiar su trabajo. El maniqueísmo me pareció muy interesante. La lucha constante del bien y el mal me parece una explicación posible para explicar la maldad y la bondad.

    Estoy de acuerdo con que la verdad absoluta implica conocimiento, fe y amor y que en necesaria para conseguir la tranquilidad del alma.

    Bibliografía

    Enciclopedia de los filósofos

    http://www.terra.es/personal/ofernandezg/agustín.htm

    http://personales.com/espana/sevilla/moral/sanagustin.htm

    http://www.agustinosrecoletos.com.co/sanagustin.htm

    Consejos de San Agustín de Hipona a la Juventud del Siglo IV

    San Agustín
    Si te dedicas al estudio, debes mantenerte limpio de cuerpo y espíritu; alimentarte de comida sana, vestirte con sencillez y no consumir supérfluamente.

    San Agustín
    A la sobriedad en las costumbres, le debe corresponder la moderación en las actitudes, la tolerancia en el trato, la honradez en el comportamiento y la exigencia para contigo mismo.

    San Agustín
    Ten siempre presente que la obsesión por el dinero es veneno que mata toda esperanza.

    San Agustín
    No actúes con debilidad, ni tampoco con audacia.

    San Agustín
    Aleja de ti toda ira, o trata de controlarla, cuando corrijas las faltas de los demás.

    San Agustín
    Sé el centinela de ti mismo: Vigila tus sentimientos y tus deseos para que no te traicionen.

    San Agustín
    Reconoce tus defectos y procura corregirlos.

    San Agustín
    No seas excesivo en el castigo, ni tacaño en el perdón.

    San Agustín
    Sé tolerante con los que tienden a mejorar y precavido con los que tienden a empeorar.

    San Agustín
    Ten como miembro de la familia a los que están bajo tu potestad.

    San Agustín
    Sirve a todos de tal modo que te avergüence dominar, y domina de modo que te agrade servir.

    San Agustín
    No insistas ni molestes a los que no quieran corregirse.

    San Agustín
    Evita cuidadosamente las enemistades, sopórtalas alegremente, termínalas inmediatamente.

    San Agustín
    En el trato y en la conversación con los demás, sigue siempre el viejo proverbio: "no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti".

    San Agustín
    No busques puestos de mando si no estás dispuesto a servir.

    San Agustín
    Procura progresar siempre, no importa la edad y las circunstancias en las que te encuentres.

    San Agustín
    Durante toda tu vida, en todo tiempo y lugar ten amigos de verdad, o búscalos.

    San Agustín
    Da honor a quien se lo merece, aunque él no lo desee.

    San Agustín
    Aléjate de los soberbios; esfuérzate tu por no serlo.

    San Agustín
    Vive con dignidad y en armonía con todo y con todos.

    San Agustín
    Busca a Dios; que su conocimiento llene tu existencia, y su amor colme tu corazón.

    San Agustín
    Desea la tranquilidad y el orden para desarrollar tu estudio y el de tus compañeros.

    Pide para ti y para todos, una mente sana, un espíritu sosegado y una vida llena de paz.

    Algunas oraciones del libro “Confesiones”

    Grande eres, Señor.

    Con esta oración comienza San Agustín el libro de “Las Confesiones”. Invoca a Dios y le dedica la inmortal confidencia y memoria de la obra divina que Dios ha obrado en su vida.

    Grande eres, Señor, y laudable sobre manera; grande es tu poder, y tu sabiduría no tiene numero. ¿Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación, y precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios? Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le excitas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti.

    ¿Quién me dará descansar en Ti?

    El santo Obispo de Hipona ha descubierto que nada ni nadie puede darle reposo fuera de Dios. Y como Moisés desea ver su rostro. Por eso quiere morir para tener vida que no se acaba.

    ¿Quién me dará descansar en Ti? ¿Quién me dará que vengas a mi corazón y le embriagues, para que olvide mis maldades y me abrace contigo, único bien mío? ¿Qué es lo que eres para mí? Apiádate de mí para que te lo pueda decir. ¿Y qué soy yo para ti para que me mandes que te ame y si no lo hago te aíres contra mí y me amenaces con ingentes miserias? ¿Acaso es ya pequeña la misma de no amarte? ¡Ay de mí! Dime por tus misericordias, Señor y Dios mío, qué eres para mí. Di a mi alma: "Yo soy tu salud." Que yo corra tras esta voz y te dé alcance. No quieras esconderme tu rostro. Muera yo para que no muera y pueda así verle.

    Angosta es la casa

    San Agustín tuvo la experiencia de buscar la felicidad por todos lados, y todo fue en vano. Ni el pecado ni los placeres del mundo que todos buscan con tanta ansia. La frustración sobrevive al espejismo mundano. Descubriendo él que estaba habitado por Dios mismo, se siente humilde e indigno.

    Angosta es la casa de mi alma para que vengas a ella: sea ensanchada por Ti. Ruinosa está: repárala. Hay en ella cosas que ofenden tus ojos: lo confieso y lo sé; pero ¿quién la limpiará o a quién otro clamaré fuera de Ti? Tú lo sabes, Señor. No quiero contender en juicio contigo, que eres la verdad, y no quiero engañarme a mí mismo, para que no se engañe a sí misma mi iniquidad.

    Tarde te amé

    Nuestro santo va descubriendo sus cegueras y sorderas. Resulta ser una de las oraciones más famosas y encendida del San Agustín y la más recurrentemente citada a la hora de enumerar las que hicieron llorar a los conversos formales y morales.

    ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y abraséme en tu paz. 

    Ay de mí

    La lucha interna entre el bien y el mal siempre esta presente y San Agustín pide misericordia. Conmueve por lo edificante la humildad de este quejido de amor y la claridad que trae al alma sufriente.

    Cuando yo me adhiriere a ti con tomo mi ser, ya no habrá más dolor ni trabajo para mí, y mi vida será viva, llena toda de ti. Mas ahora, como al que tú llenas lo elevas, me soy carga a mí mismo, porque no estoy lleno de ti. Contienden mis alegrías, dignas de ser lloradas, con mis tristezas, dignas de alegría, y no sé de qué parte está la victoria. Contienden mis tristezas malas con mis gozos buenos, y no sé de qué parte está la victoria. ¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! ¡Ay de mí!

    Trabajo Práctico de Antropología

    - San Agustín -

    San Agustín




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    Enviado por:Palo
    Idioma: castellano
    País: Argentina

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