Filosofía y Ciencia


Política para Amador; Fernando Savater


POLÍTICA PARA AMADOR

Dedicado a todos aquellos que han visto la luz en la palabra de Savater.

Savater, Fernando (1947- ), filósofo y escritor español. Nació en San Sebastián y desde muy temprana edad manifestó su inquietud en el ámbito de las letras y el pensamiento, hasta el punto de conmocionar el panorama filosófico de su país al publicar en 1972 Nihilismo y acción y La filosofía tachada. En estos ensayos, que nada tenían de juveniles, se manifestaba ya, influido por Friedrich Nietzsche y por Emile Michel Cioran, su empeño por innovar los modos en que discurría la reflexión en España, obsesión a la que ha sido fiel a lo largo de la incesante actividad periodística, teórica, pedagógica y literaria que desarrolla desde entonces. De otra parte, al compaginar con ingenio, acierto e ironía crítica, filosofía y escritura, Savater ha cultivado diversas pasiones que articulan sus compromisos intelectuales y su evolución como pensador. En primer término, lo que le costó un periodo de exilio voluntario en Francia en los últimos años del régimen de Francisco Franco, situado en un antiautoritarismo radical, muy próximo a las tesis anarquistas; acto seguido, alternando sus preocupaciones críticas y estéticas con las políticas, lo que descubrió su faceta como cinéfilo y mitómano ilustrado que, descreyendo de géneros y fórmulas convencionales, reivindicaba el placer como alternativa emancipatoria frente a una modernidad asfixiada por la razón.

Más tarde, al conjugar sus inquietudes éticas con la elaboración de una teoría liberadora y crítica de la cultura y la política, polemizó con dureza con el filósofo Javier Sádaba, a propósito de los conflictos del independentismo vasco en particular y, en un orden más amplio, del poderoso renacer del nacionalismo y las doctrinas xenófobas, neofascistas y racistas en el mundo.

Publica ensayos de manifiesta intención divulgadora: Ética para Amador (1991) y, en consonancia con la exitosa línea del anterior, un atípico best-sellers en diversos países europeos, Política para Amador (1992). Polifacético, incisivo y heterodoxo, Savater es profesor en la facultad de filosofía de las Universidades de Madrid y Euskadi, tarea que compagina con su tarea como conferenciante, articulista asiduo en el diario El País y director de la revista Claves, verdadero foco de debate intelectual y filosófico.

PRÓLOGO

Hablar de actitudes éticas y políticas es hablar de cosas muy diferentes. Aunque son formas de ver cómo se van a hacer las cosas (¿recuerdas lo de la libertad?), la actitud ética es una cosa personal, de cada uno. Por el contrario, la actitud política busca otro tipo de acuerdo, no uno consigo mismo, sino con los demás.

Otro punto que diferencia ambos aspectos es el convencimiento. Sí, sí. Mientras que en la ética (moral) basta con convencerse a uno mismo, en la política hay que convencer y dejarse convencer, es decir, el convencimiento moral es íntimo y en político debe contar con el de muchas otras personas.

Siguiendo con las diferencias. El concepto LIBERTAD es muy distinto en ambos casos. En la ética, la libertad se “SIMPLIFICA” en la realización de acciones, en política se considera a la libertad la creación y estructuración de nuevas leyes, organizaciones...

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Ahora, la gente se va dando cuenta que la reflexión moral importa (¿?) y se desinteresa de la política, justo lo contrario de lo que sucedía años atrás cuando ser “políticamente correcto”, bastaba. Cada vez más el interés por uno mismo y el conocimiento de uno mismo es mayor y, aunque no lo creas, esa especie de egoísmo es muy importante en la vida, en la vida en sociedad claro, viviendo con los demás.

CAPÍTULO I: “HENOS AQUÍ REUNIDOS”

La sociedad está formada por ti y por tus semejantes que convivís para vivir humanamente. Vivir, es compartir, compartir tu vida con la de los demás, pero sólo con esto... si los humanos (suena muy frío), si las personas no hubiesen imitado, inventado... ¡El lenguaje! El mejor invento del hombre. Nos ha permitido comunicarnos, prepararnos e informarnos de lo que se avecinaba, una sociedad que formamos y transformamos nosotros para nuestro bien. Una sociedad que nos sirve, pero a su manera, que nos impone limitaciones. Entonces, ¿nos ha salido el tiro por la culata? Si la sociedad es para nuestro bien, es nuestro bien, ¿a quién co...? ¿Quién ha tenido la genial idea de crear esas leyes, esas restricciones que ponen un cerco a nuestra vida? Lo gracioso es que NOSOTROS mismos lo hemos hecho, o por lo menos nuestros antepasados. Son convenciones admitidas por todos, o eso creo, y que no se pueden tomar a la ligera porque muchas marcan el desarrollo de NUESTRAS vidas. Digamos que eso es lo que nos diferencia de los animales, esas convenciones, esos acuerdos que hemos podido hacer gracias a... ¡Premio! A nuestra capacidad de raciocinio. Digamos que sin ser capaces de razonar, a la hora de sacar el perro, no sabría cuál de los dos es más animal.

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A otra cosa más “simple”. ¿Es el hombre simple? ¿Se tomó Dios toda una tarde (recuerda que Dios se tiró seis días para pensar qué podía crear y al final, el domingo después del fútbol le salió rana la cosa y creó al hombre) para crear algo sencillo? Lo dudo mucho. Una de las pocas virtudes y muchos defectos con los que Dios dotó al hombre fue la capacidad de inventar. El hombre por muy torpe que sea y aunque es el único “animal” que tropieza varias veces en el truco de la moneda pegada al suelo (para variar lo de tropezarse con una piedra), ha sido capaz de, a lo largo del tiempo, “complicarse la vida”, hacerla más compleja. Nunca al hombre tuvo una idea tan brillante.

CAPÍTULO II: “OBEDIENTES Y REBELDES”

La gente se “entretiene” en imitar a los demás, en inventar y en otras cosas que por la castidad de este trabajo no se pueden mencionar. Fuera de bromas, las personas repiten las cosas que ven, unas veces porque quieren y otras porque se ven obligadas a hacerlo. Es entonces cuando llegan los momentos en que... ¡BASTA YA!, ¿por qué tengo que hacer lo que (PONGA AQUÍ SU NOMBRE) me dice? En la sociedad uno también se rebela, no se encuentran motivos para obedecer, o no se buscan bien. Hay gente, en concreto los anarquistas, que piensan que gran parte de la culpa de estas rebeliones está en la autoridad (política) y que lo mejor es suprimirla, no dejar que unos pocos elijan lo que tenemos que hacer, cómo hacerlo y cuándo. ¡Que cada uno haga lo que quiera! ¡Así nadie desobedecerá! Y yo digo: ¿Seguro? ¿Sería eso posible? Creo que no. Las personas se relacionan unas con otras, se IMITAN, por ello muchas veces nos encontramos en situaciones en las que todos queremos lo mismo y claro, eso sólo lo pueden alcanzar unos pocos y entonces los conflictos surgen... ¡ y sin nadie que tenga el poder que nos diga qué hacer! ¡Ahí está el problema! Los conflictos siempre estarán ahí porque nuestros deseos se parecen mucho.

El problema también se puede deber a que somos “demasiado sociables”. El querer ser muy parecidos a los demás hace que rechacemos a los que sean distintos a nosotros, ya sea por raza, lengua, religión, etc...

Pero busquemos el lado bueno del asunto. Gracias a estos conflictos, la persona ha utilizado la razón, ha tenido que inventar algo que le permitiera no quedarse estancado ante el problema. Así nos damos cuenta que todos queremos lo mismo pero no de la misma manera, ya no somos todos iguales. Además la vida sería muy monótona sin conflictos, como un maratón de culebrones suramericanos. La vida, la vida en sociedad no sería la misma. Competimos unos con otros por que nos interesamos por los demás, nos importan. Es precisamente por lo mismo que ayudamos a los demás, porque nos preocupamos por ellos.

Entonces, no es la política la causante de esto, simplemente la política intenta reducir, de simplificar estos conflictos y evitar que crezcan. Para esto se creo, se necesitaban cosas que pusiesen el freno de vez en cuando. Pero la política no se limita a eso, se utiliza para prevenir males y para asegurar que cada persona tenga la posibilidad de saber y conocer qué es lo que ha pasado a lo largo de los siglos anteriores. Aunque la manera de hacer esto no esté muy bien vista por todos.

CAPÍTULO III: “A VER QUIÉN MANDA AQUÍ”

¿Por qué la gente aguanta bajo el mandato de un ser despreciable, cuando lo más fácil es que, ya que son muy superiores en número podrían fácilmente deshacerse de él? ¿Es por dinero? Si fuese por eso se podía utilizar la táctica anterior. La unión hace la fuerza. Aunar esfuerzos permite lograr cosas que uno sólo no podría alcanzar. Un objetivo único permite esa colaboración que hace todo más fácil. Pero claro hay que tener un cierto control y que esa unión social sea estable, que no sea de un día para otro. Por ello tiene que haber alguien que tenga autoridad, que controle la situación y sepa reaccionar ante los conflictos que pudiesen surgir. Esa es otra, para eso están los jefes. Para decidir en que momento y de que manera actuar ante estas situaciones.

Actualmente está en desuso, pero en la antigüedad se consideraba a los jefes como algo superior al hombre. Bueno, así se solventaba el problema de que cuesta obedecer a un semejante, por eso de humillarte.

La autoridad está en todas partes. En tu familia, la autoridad corre a cuenta de los padres. Se depende de ellos, son más fuertes y saben más que tú. Gracias a eso nos preparan para una sociedad que tarde o temprano cuando seas adulto te hace volver a ser niño, a ser inseguro. Para que veas que no todo en la unión es bueno.

Un poco de historia. Remontémonos a los primeros siglos de vida. Ahí el concepto de autoridad era bien distinto. Lideraban los que tenían aptitudes para hacerlo. Principalmente eran los más fuertes y hábiles los que se autoproclamaban jefes porque nadie se atrevía a hacerles frente. Pero había otro “organismo” tanto o más importante que los jefes. Los ancianos. En esa época eran los únicos que contaban con la sabiduría suficiente para afrontar lo que podía pasar de una forma más o menos “razonable”. Su madurez les servía de algo. Estos eran los criterios por los que se elegían antiguamente a los merecedores del mandato: la fuerza y la sabiduría. Pero la sociedad se fue complicando, y los que optaban al liderazgo eran más. Además la tarea del jefe se complicó aún más: Aparte de lo ya dicho, se debía hacer frente a conflictos de todo tipo, había que mantener un ambiente de paz dentro de la “tribu”. Los criterios básicos en los que se basaba la sociedad eran cada vez más difíciles de cumplir. Pero para ayudar, o mejor dicho para complicar más las cosas, estaba la Ley. Regía al colectivo, basándose en lo que siempre se había hecho, indistintamente de si se solía hacer o si se quería hacer. Uno se solía fiar de lo ya probado en muchas ocasiones y cualquier idea revolucionaria había que hacerla pasar como algo ya antiguo. Siguiendo con la ley y la autoridad, pronto los jefes aprendieron a legitimarse, pensaban que quien sería el mejor jefe después de ellos que a la hora de fallecer éste ocupase el cargo. Nadie mejor que los descendientes. Lo único bueno que tenía esta “jefatura heredada” es que los conflictos por alcanzar el poder disminuyeron. Era gracioso, los que antes eran los más sabios y fuertes eran los jefes y ahora los jefes eran los más listos y fuertes.

Otros personajes importantes a lo largo de la historia fueron los sacerdotes: expertos del pasado y sabios conocedores de las divinidades eran piezas importantes en el terreno político. Muchas leyes estaban fundamentadas en la religión, provenían del cielo, ninguna era humana. Los miembros de la sociedad no importaban mucho. No podían cuestionar el poder absoluto de los que mandaban con las leyes divinas debajo del brazo. Y así se vivió a lo largo de mucho tiempo... Hasta que llegaron los griegos.

CAPÍTULO IV: “LA GRAN INVENCIÓN GRIEGA”

Siguiendo con lo de la jefatura heredada. Los que habían nacido para obedecer no podían entrometerse en las decisiones de los que nacieron para mandar. Los que llegaban al trono es porque lo “llevaban en la sangre” o en casos extremos a los que lo mereciesen de verdad. Hay situaciones como la que se cuenta en este capítulo que la opinión del pueblo no se tomaba en cuenta para nada y en realidad en este entresijo se encontraban similitudes con la democracia. Pero, ¿cómo? si en una democracia todos tienen igual voz y voto. La democracia fue una idea revolucionaria que se fue constituyendo poco a poco y apenas se parecía a la “democracia” actual. A ver, ¿cómo es que los hombres son todos iguales? Más bien todo lo contrario. Los hay de todo tipo. Lo que salta a la vista no es la igualdad con nuestros semejantes, sino la desigualdad tanto física como en la manera de actuar. Al principio estas ventajas se aprovechaban en beneficio de todos. Lo más importante era que el grupo funcionase. Más adelante, como ya he dicho antes, la sociedad se complicaba al igual que las desigualdades. Los hombres eran desiguales no sólo por como eran sino también por lo que tenían. Lo peor: esto era hereditario. Al venir al mundo había dos caminos posibles-obligatorios: el de obedecer y el de mandar. Además los que hacían leyes las hacían para los que tenían que obedecer, no para ellos mismos.

Pero los griegos seguían obstinados en que todos se parecían y tuvieron la idea de fundar las polis, comunidades en las que gobernaban la libertad de los hombres. En ellas las leyes estaban creadas por todos y les afectaban por igual. Así que debían de tener cuidado. De esta manera se crearon sociedades circulares en las que todos tenían los mismos derechos políticos no como los sistemas piramidales que aún hoy existen y en los que el poder se concentran en unos pocos que están por encima de una sociedad más o menos estructurada en diferentes grupos. Pero volvamos a lo de antes, a lo de todos tienen los... eso. ¿Todos? Más bien los que cumplían una serie de requisitos a los que no accedían ni las mujeres ni los esclavos.

La democracia tenía muchos problemas: si hacia caso de los pocos inteligentes que sí se preocupaban el pueblo estaba en descontento, mientras que si el pueblo era el que decidía se formaba un gran escándalo en el que todos querían hablar y ser escuchados. Pero claro, aunque hablando numéricamente la decisión del pueblo debía ser llevada a cabo, la de estos cambiaba cada dos por tres y así, ¡no hay quien pueda! Vale, que manden los fuertes, los ricos, los listos, los... ¡pero no todos! Está visto que lo único que se conseguía con este sistema era aumentar el número de conflictos. ¡Pero es que una idea de esta envergadura no se puede tomar a la ligera!

Entre los griegos surgió la tendencia a mirarse los unos a los otros, a mostrar virtudes y defectos a los demás, algo impensable es sociedades tipo pirámide donde nadie podía cuestionar a sus superiores. Así se creó el teatro y el deporte. El deporte para mostrar que para competir con los demás hay que igualarse con ellos y que se necesita a los demás, no se puede competir sólo. Y el teatro, (que mostraba la vida de los demás de muy variopintas maneras) una reflexión democrática sobre la persona que, olvidándose de los demás, debe gobernarse a sí mismo.

CAPÍTULO V: “TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS”

Las formas políticas siguieron evolucionando y el imperio romano creó “el derecho”, regulaciones de los intereses de los individuos, sus conflictos, etc... aunó bajó una misma ley todos los territorios conquistados consiguiendo así una sociedad formada por individuos políticamente iguales y por qué no decirlo, humanamente iguales ya que consiguió reunir personas de diferentes razas y religiones.

Bueno dejemos de hablar de historia, pero era necesario para poder comprender lo que viene ahora. El concepto de individuo y Estado. Muy relacionados entre sí hasta tal punto que el individuo forma parte del Estado, lo lleva dentro, y el Estado no es nada sobrenatural sino que está formado por nosotros, individuos. Pero lo más normal es escuchar que sean la cara y la cruz. Se echan la culpa de lo que pasa el uno al otro. Pero empecemos desde el principio. El Estado no ha sido sino la modernización de la comunidad entre humanos. Las primeras se basaban mayoritariamente en las reglas de la naturaleza, lo que importaba era el grupo, no el individuo (qué raro me recuerda a la película “Hormigaz”, muy interesante). En las sociedades siguientes, el poder sólo lo tenían unos pocos que no podían ser cuestionados por nadie. Luego aparecieron los griegos y... de eso ya se ha hablado. Las sociedades han ido evolucionando, han ido dependiendo más del hombre, de su asociación. Antes “todos somos uno”, ahora se le está dando más importancia a cada uno, a cada individuo. Antes la jerarquía social venía determinada por la naturaleza, por los dioses, ahora nos estructuramos mediante instituciones que nosotros mismos inventamos por lo que en cualquier momento podemos modificarlas y ¿por qué no cambiarlo?

Hablamos de nuevo del individuo y del Estado, siempre tan contrapuestos. Cuando domina uno sobre otro... ¡uf! Si domina el individuo, los mejores se aprovechan de los más débiles y la mayoría se sienten acosados, perseguidos. Si predomina el Estado, el individuo no se siente responsable de su vida, cada uno se siente algo que no tiene importancia, de nuevo al “lo que importa es la colmena”.

Bueno desenredemos un poco la relación que hay entre Estado e individuo. El Estado está para ayudar al individuo pero nunca al revés. ¿Por qué? Simplemente porque es del individuo de donde proviene el Estado. A esto se le llama individualismo (¿?), a la manera de colaborar con la sociedad, en el desarrollo de ésta... Y hay dos maneras de formar parte de la sociedad; una perteneciendo a ella, es decir entregándose a ella, identificándose con ella, es lo que ocurre en casos como: pertenecer a una familia, pertenecer a un equipo de fútbol... Y la otra manera es participando en ella, algo voluntario que se hace porque se quiere y porque no se siente uno obligado a la lealtad de seguir en el colectivo sino le conviene. Resumiendo: pertenecer es sentirse identificado, participar sirve para conseguir una serie de objetivos que conseguimos uniéndonos a un grupo.

Y eso es lo que necesitamos, tenemos que saber que nos necesitan, saber que contarán con nosotros si pertenecemos a un grupo “x”. Así nos sentiremos identificados con algo.

Pero lo que más importa no es pertenecer a un determinado grupo, lo más importante es relacionarse con los otros pertenecientes al grupo más importante, la especie humana y para esto se crearon los Derechos Humanos, unas reglas para tratar a los hombres como tales. Pero, ojo estos como tales que son, es decir aplicables a todos los individuos no se pueden emplear en beneficio de una única especie o grupo por muy buenas que sean las intenciones. Entre los problemas que pueden surgir como consecuencia de esto, es el establecimiento de jerarquías, como aquí se indica, estructuraciones en la sociedad, delimitando o diferenciando a unos de otros. Es el caso del racismo, personas que creen que por lengua, color, etc. nos debemos diferenciar unos de otros cuando en realidad estas características no impiden que todos pertenezcamos a una misma especie, sino que se lo pregunten a “Lucy”, nuestra madre de la que se cree que hemos evolucionado TODOS. Por esto, en realidad todos somos iguales, hablando racialmente, pero en cuestión de ética y política otro gallo es el que canta... ¿Y por qué ocurre esto? La gente se siente incómoda con los que son diferentes, ya sea por lengua, religión, raza... por ello deberíamos decir que no existe el racismo en sí, deberíamos decir que la gente es xenófoba. (Miedo al extranjero). Pero lo llamemos como lo llamemos, lo cierto es que estas diferencias no son muy reales.

Hablemos de nuevo sobre el tema de los grupos y todo el rollo ese. Lo más normal para pertenecer a un grupo, a una sociedad, (no por ello menos peligrosa) es lo llamado “nacionalismo”, el conseguir una Nación, formar parte de ella. Pero los problemas que la acompañan son que siempre los nacionalistas le echan la culpa a los demás, a otras naciones o a otros grupos que han surgido dentro de la misma nación, del Estado. El pensamiento pues de los nacionalistas es conseguir expandir sus ideas fuera de los limites del mismo Estado. Pero esto no es en la realidad lo importante, o por lo menos no tanto como saber qué es lo que te ofrece el Estado, colaboración con otros, protección...

Cambiando de tema, ya vimos el sist. Político en la antigua Grecia en la que todos votaban individualmente y obligatoriamente. Las cosas han cambiado y votar ahora ya es cuestión de si uno quiere. Pero el cambio más importante son las personas. Sí, si las personas, el crecimiento demográfico desde la antigua Grecia hasta nuestros días no se puede comparar. Ahora los Estados están formados por millones de personas que si se representasen a sí mismos sería un caos. Por eso éstos son convocados para elegir a sus representantes los que verdaderamente discutirán sobre el régimen político. Esto tiene una serie de ventajas ya que a diferencia de los griegos nosotros nos debemos a nuestras tareas profesionales, a la vida familiar y no gozamos de tanto tiempo como ellos para reflexionar sobre las cuestiones políticas. El problema es que estos representante, autoformando partidos políticos, llegan a convertirse en los que deciden qué está bien y qué está mal. Por ello hay que crear sistemas alternativos a esto: asambleas, reuniones laborales, lo que sea o limitar el campo de dominio de estos partidos. Elige la que más te gusta aunque lo ideal sería que mediante la primera se consiguiese la segunda, es una opinión mía. ¡Uf, menos mal! Un capítulo menos.

CAPÍTULO VI: “LAS RIQUEZAS DE ESTE MUNDO”

Una diferencia importante entre los animales en estado salvaje y nosotros (quieras que no seguimos siendo mamíferos aunque racionales y civilizados, algunos) es la necesidad. Los animales tienen muy claro cuales son pero nosotros, al contrario, no. Es decir en realidad sí pero las vamos complicando más y más hasta hacerlas imposibles. Los animales una vez satisfecha una necesidad, la deja a un lado hasta que toque el siguiente turno. Nosotros siempre la tenemos ahí y buscamos la manera de satisfacernos más y mejor. Ahí está el problema, que en realidad no sabemos lo que necesitamos porque no sabemos lo que queremos. QUERER 1º necesidad del ser humano, por eso vivimos porque queremos o algo así. ¡Ahhhhhh! Creo que mis neuronas necesitan un poco de respiro, ¡ya sé¡ Tomaré unas “Savatinas” (pastillas contra la congestión neuronal, pero atención tiene efectos secundarios, te hace vestir como él, o sea a lo Paco Clavel)..............¡Ya está! Sigamos con el tema. Bueno a todo esto, a esta complicaciones de la vida no sé por qué las llamamos cultura o para más inrri, civilización. Muchos piensan que lo más fácil y lo mejor era volver a los principios naturales del hombre, pero ese afán por el “más y mejor” nos persigue allí donde vayamos. Por eso cosas que ya están “inventadas” que no has surtido el efecto esperado entre nosotros no se “desinventan” sino que se mejoran, se perfeccionan.

Otra cosa que a lo largo del tiempo nos ha creado comederos de cabeza ha sido la propiedad. El limitar una cosa y decir “esto es mío” ha llevado una serie de conflictos en la sociedad. Esto, es decir la propiedad privada, cosas de uno, ha traído ventajas y desventajas. Los defectos, que ha hecho que las personas se identificasen con lo que tiene y no como lo que son, fomenta las desigualdades... Pero también ha contribuido a que las personas se independizasen. Debido a esto, en las ciudades hay mucha desigualdad económica (no política) pero se pueden conseguir vidas muy distintas a las de nuestros antepasados. ¡Ah el dinero! Tan insignificante pero tan importante en nuestras vidas (dirás que no). Bueno... pero hay que decir con esto que por muy problemática que sea la propiedad siempre ha existido, sea individual o colectiva, lo que quiere decir que problemas económicos siempre ha habido. Y claro ¿qué hay detrás de los problemas económicos? El trabajo. Siempre esclavizados por el trabajo y, ¿para qué? Trabajamos para saber lo que nos va a ocurrir, tememos lo que pueda pasar y tratamos de asegurarnos un buen mañana, justo lo contrario que antes cuando nuestras acciones se movían según lo ocurrido tiempo atrás. Pero claro el trabajo nunca ha sido repartido por igual. Siempre algunos han conseguido que alguien trabaje por ellos, por la fuerza, por sobornos o por otro tipo de estratagemas. Y así ha sucedido a lo largo de la historia. Incluso con la llegada del capitalismo, una innovadora reforma económica en la que lo importante era conseguir beneficios a costa de cualquier precio. Nadie podía estar en contra por ello los trabajadores se reunían en sindicatos no para destruir este sistema, sino para mejorarlo. Repartir lo mucho que tenían unos pocos gracias a muchos que tenían poco. Así pasó el tiempo y gracias a Karl Marx, con sus pensamientos se pudo instaurar un capitalismo algo mejor después de varios pasos en falso.

Cambiando un poco de tercio, actualmente oímos hablar de lo llamado “estado de bienestar” formado por las pensiones, los planes de trabajo, la seguridad social... de lo cual se debe ocupar el gobierno. Pero estamos ante un gran problema con esto: el paro. Con la llegada de las máquinas al trabajo, muchos “infelices” saltaron y gritaron: “¡por fin podré dedicarme a la política como los griegos”. Ahora están en la calle con un cartel en el cuello pidiendo limosna o en el mejor de los casos trabajando como camarero en un bar durante el verano. Generalizando este tema, ¿por qué estas desigualdades a escala mundial? En nuestro afán de más y mejor, los países ricos “abusaban” de los pobres, exprimiéndoles hasta la última gota de zumo. La falta de recursos no es la causa porque hay zonas en los que hay de sobra, el comercio con multinacionales tampoco. Entonces es algo más difícil que empieza en la raíz, en el mismo lugar. Diversos son los problemas, un sistema político mal organizado, una mala base educativa y el mayor problema: la superpoblación que afecta principalmente a los países menos favorecidos. ¿Para qué se quiere tanto hijo si luego no va a poder vivir en condiciones? Por eso las ayudas que provengan de fuera deben venir acompañadas con fuertes ataques (en el mejor sentido de la palabra) contra el resquebrajado sistema político para que, de una vez por todas, se dé cuenta de que algo está haciendo mal. Pero ¡Cuidado! ¿Qué pasaría si invitásemos a todos a exigir lo que exigimos nosotros, a exigir avances tecnológicos, industriales y demás? ¿No dañaríamos nuestro “alquiler” más preciado? No contentos con la explotación a la que se ve sometida, ¿no nos gustaría degustar todo lo que nos puede ofrecer la Tierra en detrimento suyo? Esto nos lleva a hablar de los ecologistas que se pueden diferenciar en dos tipos: los ecologistas-ecologistas, que son los que nos intentan dar a entender que la Tierra debemos de cuidarla ya que se ve en peligro de extinción (y con ella nosotros), y los ecologistas-ecólatras que dicen que el ser humano no tiene ningún derecho especial, que los derechos humanos son exactamente igual de importantes que los derechos animales y/o vegetales... Y fíjate que son los países más ricos los que se preocupan más por los temas ecológicos. Pero lo hecho, hecho está y no creo que nadie se atreva a decir que los tropecientos hombres que podrían sobrar en la Tierra debieran ser eliminados. Eso ya ocurrió con otros fines distintos y la verdad, los resultados no fueron muy buenos ni para nosotros ni para la Tierra.

CAPÍTULO VII: “COMO HACER GUERRA A LA GUERRA”

¿Sabes cuál es la diferencia entre el ser humano y el animal? (Lo habré dicho un montón de veces). Pues la razón. ¿Y de qué surge la razón? Pues de lo que aquí se menciona, el “todo vale”. Gracias a éste, que hemos ido perfeccionando a lo largo de los tiempos, estamos donde estamos. Pero vamos a centrarnos en el tema en concreto sobre el que voy a hablar: la guerra. La guerra ha acompañado al ser humano a lo largo de su existencia y, hay que decirlo, ha sido una de las peores compañías de las que ha dispuesto el hombre. La mayoría la critican, pero esto depende del punto de vista con el que se mire. Es “buena”, mirándola desde un punto de vista colectivo porque “acongojando” a la sociedad, ésta se disciplina (o al menos eso se espera aunque no sean esos los motivos por los que surge). Mirándola desde un punto de vista individual, se ve a la guerra como “mala” ya que hace peligrar nuestra vida y la de nuestros familiares. Poco a poco se dice que la guerra ya no es lo que era. Sólo unos pocos conservan aquel ambiente bélico entre sangre y cadáveres. Entonces, digo yo ¿por qué se sigue gastando tanto dinero en ejércitos, en armas, etc.?

Actualmente aún el mundo está bajo el peligro de una destrucción nuclear, pero lo de antes no es como lo de ahora. Hay grupos de personas que se oponen a que las sociedades resuelvan sus problemas con armamento bélico. Se puede diferenciar entre dos tipos de personas:

- Los pacifistas: piensan que la guerra no tiene justificación alguna puesto que surge de la codicia y del orgullo. El problema es que esta resistencia es peligrosa ya que se enfrenta al “mal” de “malas maneras”. Como dice el libro al final del párrafo, este pacifismo ayuda a quien lo practica a sentirse mejor que el mundo que lo rodea pero en ningún caso ayuda a mejorar al mundo.

- Los antimilitaristas: Una actitud totalmente política al contrario que la anterior que era explícitamente religiosa. Considera a la guerra como un mal indudable, pero no como el peor de los males. El antimilitarista favorece cuando:

1.Consigue suprimir el servicio militar por ejércitos profesionales.

2.Apoyan a organismos destinados a sustentar el derecho común de los individuos por encima del de la nación.

3.Fomentan el control de armamento.

4.Se consiga extender mundialmente los avances de la modernidad para todos.

CAPÍTULO VIII: “¿LIBRES O FELICES?”

Hablemos ahora de los Estados totalitarios, aquellos que pretenden acabar con la libertad individual. Al individuo le da miedo su libertad, las cosas que puede hacer con ella...si quiere. ¡Qué difícil es tener que elegir las cosas que hacer uno mismo! Pero lo que más miedo da, seguro, es la libertad de los demás. ¿A quién no le gustaría saber que es lo que va a hacer el que está al lado para saber de antemano cual es la mejor manera de reaccionar? Muchos seguro que estarían dispuestos a renunciar a su libertad para sentirse seguros, es decir que los demás tampoco disfrutaran de la misma. Por eso hay que darse cuenta que, en muchas ocasiones es el ciudadano el que le pide al gobierno que restrinja “su” libertad. La libertad conlleva ser responsable (Véase Ética para Amador) saber responder ante lo que se haga. Responder, suena a hablar con otro ¿no?. Pero aunque uno tenga buenas razones para hacer algo y aunque esté dispuesto a responder luego, se debe estar dispuesto a escuchar a los demás y a aceptar sus razones si las de uno no están bien construidas sobre una base estable. Luego el irresponsable es el que siempre le echa la culpa a algo o a alguien. ¡El nunca ha hecho nada! Varias excusas tienen para decir: “Es que el gobierno..., mi mamá me dijo que así..., en la escuela esto estaba bien...” Pero claro esto solo sale cuando la situación no es del todo deseable. Cuando algo está hecho bien es él, el primero que dice “¡Lo he hecho yo solito!” Será... Otro tipo de irresponsabilidad es el fanatismo. Cuando uno hace algo y no da explicaciones para nada. Otra irresponsabilidad muy extendida es la llamada “burocratica”, típica de instituciones gubernamentales en las que nadie da la cara por nadie. ¡Son los superiores los que ha hecho esto!

En definitiva, el irresponsable es aquel que no admite la libertad, que no admite las responsabilidades, el que no tiene autocontrol. ¡Ah se me olvidaba! Hay otro tipo de irresponsables, los llamados infantiloides que o bien tienen miedo a los demás, o bien se tiene miedo a sí mismos. Los irresponsables creen en lo llamado “la tentación irresistible”. Algo a lo que uno no se pué aguantá. Y hay muchos casos que poner como ejemplo, la adicción a las maquinitas, la peor la adicción a las drogas,... Todos piensan que estas tentaciones deben ser prohibidas y esto hace el efecto contrario, las fomenta. Pero hay que ser tolerantes con las cosas. Vivimos en una sociedad democrática en la que hay cosas que no nos agradan. Hay que tolerar al otro, no sus opiniones ni su fe sino a la persona en sí.

EPÍLOGO: “HASTA AQUÍ PODÍAMOS LLEGAR”

Aquí se habla principalmente de la juventud, de que hay varios tipos, de cuales son sus obligaciones... pero lo más importante es que es aquí donde se nos da una definición de “utopía”, un lugar que no existe no porque no lo hayamos conseguido todavía sino porque sería imposible conseguirlo, porque está formada por piezas incompatibles, al igual que en el terreno político en el que no todas las ventajas son ventajosas. En política “utopía” se definiría como un sistema político en el que predomine algún ideal tipo igualdad, justicia... pero sin ninguna desventaja.

A lo largo de este libro se ha pretendido que te des cuenta de donde vienes y como has llegado a donde estas. Nunca se ha hablado del futuro porque, sencillamente, no se sabe como es (mejor dicho como será). Lo demás habrá que ir inventándolo...

¡Alabado sea Savater! Bueno, bueno. Dije que leería este libro y aquí estoy escribiendo una opinión sobre él. La verdad es que comprender las ideas ha sido más difícil aquí, que en “Ética para Amador” (si algún mortal no ha leído todavía este libro es que no sabe que es “darse la buena vida”) pero aún así me ha resultado interesante lo expuesto. Sin ánimo de pelotea estoy seguro que leerlo me ha servido para algo, porque estamos constantemente bombardeados con temas que se comentan aquí y se explican de una manera detallada. Ahora eso sí, ha habido veces en las que me he desesperado con la lectura porque cambiaba de tema dejando el anterior pendiente de un hilo. Esto valdría en una novela de misterio pero en este librito me alteraba perder la cuenta de lo que en él se estaba contando. Por cierto si es verdad que el año que viene toca leer otro libro de Savater me jubilo anticipadamente y mira que los libros son buenos y no hay dos sin tres, pero las pocas neuronas supervivientes a tal pelotón de ideas me piden un descanso de un par de años como poco. Para finalizar quería decir que hamos escogido el buen camino, Savater nos indica qué es lo correcto ¡omm!, y para ello nos deleitó con varios de sus libros y con su esperada aparición en la TV, en una serie de dudosa calidad en una cadena de dudosa calidad en la que lo único bueno que emiten son las continuas reposiciones de “Marco”, “Heidi” y “Pipi Calzaslargas




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Enviado por:Amador Sotoca López
Idioma: castellano
País: España

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