Derecho
Urbanismo de Madrid
INDICE
1. CONCEPTO DE CIUDAD
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), Madrid puede ser considerada una población urbana ya que es un municipio que consta de más de 10.000 habitantes. Concretamente, el área metropolitana supera los 3 millones de habitantes y la Comunidad de Madrid en conjunto, los 4 millones.
Madrid es una ciudad cosmopolita, centro de negocios, sede de la Administración pública central, del Gobierno del Estado y del Parlamento Español y residencia habitual de los monarcas.
Ocupa un primer orden en el sector bancario e industrial; este último se desarrolla principalmente en la periferia sur, donde se concentran importantes empresas textiles, alimentarias y metalúrgicas, entre otras. Cosmopolita y multiétnica, más de 3 millones de personas habitan en la capital, a la que hay que añadir más de 1 millón de población flotante.
Madrid se caracteriza por una intensa actividad cultural y artística y una vida nocturna muy activa.
En esta polis de tres millones de habitantes la población se suele distribuir en la llamada ciudad y los conjuntos poblacionales del extrarradio. Muchos de ellos comenzaron siendo pequeños pueblos alejados agricultores de la capital que, con el crecimiento se han transformado en pequeñas ciudades perfectamente comunicadas con el centro. Otras, incluso, han llegado a ser absorbidos por la ciudad y hoy día son barrios bastante populares.
Sus gentes son muy heterogéneas, ya que Madrid ha sido un importante foco de atracción de otras regiones. Por lo tanto, la mezcla de estilos, costumbres, gastronomía y acentos enriquece su cultura, siendo la hospitalidad una de sus principales cualidades.
2. EL PROCESO DE URBANIZACIÓN
2.1. La urbanización preindustrial:
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Prehistoria y Edad Antigua:
Las terrazas del Manzanares y del Jarama han estado habitadas desde hace trescientos mil años, pero las referencias escritas se limitan a los últimos 2.200. Para interpretar el larguísimo período anterior, conocido como Prehistoria, sólo cabe recurrir a los restos materiales acumulados a través de los tiempos: hachas de sílex, vasijas de cerámica, instrumentos de bronce y hierro, restos de enterramientos, de cabañas y de otras construcciones.
Las primeras noticias escritas, aun siendo poco abundantes, permiten incluir a estas culturas en la Historia, clasificada como Antigua hasta la invasión islámica del siglo VIII d.C.
Los pobladores más antiguos de la actual Comunidad de Madrid se asentaron en la confluencia de los ríos Henares, Jarama y Manzanares. En esta zona se han encontrado restos arqueológicos que abarcan desde el Paleolítico inferior a la Edad de Bronce.
A mediados del siglo II a.C. legiones romanas alcanzaron la Celtiberia. Era una región pobre, con clima extremado, y recursos naturales insuficientes para mantener una economía estable. No había ciudades, sólo pueblos pastoriles, que ni siquiera utilizaban monedas en sus intercambios comerciales. El ejército romano fijó campamentos frente a las principales acrópolis.
Con el cambio de era, siglo I d.C., se aceptaron algunas costumbres romanas, por estas fechas íntimamente ligadas al urbanismo. Toda la economía giraba alrededor de las ciudades, principales centros de distribución comercial. Allí vivían los personajes más importantes, encargados de costear las obras públicas para mejorar sus condiciones higiénicas y embellecerlas con templos y jardines.
Los romanos construyeron una completa red viaria, que unía entre sí, los principales centros de producción.
La actual provincia de Madrid carecía de atractivos económicos y su posición central en la Península la convirtió en paso obligado de algunas calzadas, por donde, además del comercio, llegó la cultura romana.
Las ciudades romanas solían ser de forma rectangular rodeadas de murallas. Los romanos dotaban a sus ciudades de sistemas de alcantarillado, acueductos para conducir el agua desde la montaña, termas, templos, anfiteatros, arcos de triunfo y otros monumentos.
Suevos, vándalos y alanos invadieron la Península en los primeros años del siglo V. Los primeros restos visigóticos de Madrid son del siglo VI. Por entonces, el comercio había decaído tanto que sólo la calzada entre Mérida y Zaragoza mantenía algún tránsito.
Cerca de Complutum se estableció una guarnición visigoda. El nuevo emplazamiento se convirtió en la población más importante entre Toledo y la sierra, hasta el punto que en ella se estableció una sede episcopal. Enterrada bajo la ciudad actual poco se sabe de su urbanización o superficie, peor la cercanía de siete necrópolis o cementerios, demuestran su abundante población durante los siglos VI y VII.
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Edad Media:
El período medieval comprendido entre los siglos VIII y XIII. Se caracteriza, en la Península Ibérica, por la coexistencia de los mundos musulmán (andalusí) y cristiano. A partir del siglo X se produjo la expansión de los reinos cristianos hacia el sur, lo que originó una larga etapa de luchas y conquistas, que ocuparon los otros cuatro siglos.
La actual provincia de Madrid formó parte de la zona fronteriza entre los reinos islámicos y cristianos, primero bajo el dominio de Al-Andalus (siglos VIII al XI) y después del reino de Castilla (siglo XII).
Los documentos medievales sobre la época andalusí son muy escasos, hay que apoyarse en los restos arqueológicos para reconstruir esa etapa histórica. Los esfuerzos de los últimos años han permitido localizar parte del entramado urbano, por lo general enterrado bajo los cimientos de las ciudades actuales o dispersos sobre promontorios alejados de las poblaciones.
La capital se situó en Toledo y las tierras al norte del Tajo tenían como principal objetivo vigilar los pasos naturales de las sierras de Guadarrama y Somosierra, para alertar a Toledo de las principales incursiones cristianas. Con este fin se rehabilitaron las calzadas romanas, se construyeron otras nuevas y se instalaron pequeñas fortificaciones y atalayas, destinadas a comunicar la sierra con Toledo. Pese a todo esto, las incursiones cristianas y las sublevaciones de Toledo continuaron, el emir envió refuerzos militares y fortificó los principales núcleos de población. De esta época datan la consolidación y el crecimiento urbano de Madrid y Talamanca.
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Edad Moderna:
Madrid no cobraría verdadera importancia hasta el momento en que Felipe II trasladó allí la corte (1561), atendiendo a sus favorables condiciones naturales y a su privilegiada situación geográfica en el centro de la Península.
Al establecerse la corte se hizo patente la necesidad de reformas urbanísticas que adecuaran la ciudad a sus nuevas funciones, pero la falta de previsiones a este respecto impidió un crecimiento ordenado.
En este período, Madrid experimentó un enorme incremento en su población, y que este incremento, que coincide con la decadencia demográfica de España, respondió a las funciones político-administrativas de la capital y creó una sociedad característica, en la que se apreciaron algunos defectos de la sociedad española (desproporción de la población doméstica, gusto por la ostentación, desprecio del trabajo como ocupación, abundancia de mendigos, vagabundos y desocupados, etc.).
La instalación definitiva de la corte y de los organismos centrales político administrativos en Madrid, llevó aparejado el rápido ascenso de la ciudad a foco principal de la vida artística y literaria española.
La Villa comienza a convertirse en una ciudad, y el siglo XVII tendrá especial importancia. La arquitectura civil y religiosa experimenta un gran auge, produciéndose además un gran esplendor cultural en todas las artes (lo que se dio en llamar el Siglo de Oro, con Cervantes, Quevedo, Lope de Vega,...).
El siglo XVIII implica el afianzamiento de la capital como ciudad más importante de España, sobre todo gracias al impulso que le otorga el llamado "Mejor Alcalde de Madrid", el Rey Carlos III, que inauguró bibliotecas, museos y jardines. Además de haberse transformado su fisonomía externa gracias a las reformas urbanas y edificaciones monumentales, la ciudad también varió de contenido social con respecto a la época de los Austrias. Se desarrollaron las capas liberales y artesanas; la nobleza abandonó su ociosidad y pasó a dirigir, junto con parte del clero y miembros de profesiones liberales, la vida intelectual. Sin embargo, las clases populares continuaron expuestas a crisis alimenticias periódicas.
2.2. La urbanización industrial:
En el siglo XIX, tiene lugar en la ciudad el primer alzamiento contra Napoleón, origen de la Guerra de la Independencia. El desarrollo urbano es importante, y configura buena parte de lo que hoy conocemos. Durante el siglo XX, continua el proceso evolutivo hacia la gran ciudad que es hoy en día, con el paréntesis de la Guerra Civil.
Los esfuerzos realizados por los Borbones para impulsar el desarrollo económico, urbanístico y cultural de la ciudad se vieron bruscamente truncados como consecuencia de las guerras napoleónicas. Madrid resultó perjudicada por el conflicto, y no recuperó su ritmo hasta la tercera década del siglo XIX. Madrid había atraído a negociantes y financieros, que pusieron las bases para convertir la ciudad en la capital financiera del país. Episodio importante de este proceso fue la desamortización eclesiástica, iniciada por Mendizábal, que transformó la fisonomía ciudadana. Los edificios eclesiásticos fueron adquiridos por la burguesía, por lo que se desencadenó una auténtica fiebre de construcción entre 1840 y 1850. Se edificaron viviendas y se abrieron nuevas plazas, calles y mercados.
A pesar del crecimiento demográfico, el recinto urbano continuó siendo prácticamente el mismo que el de la época de los Austrias.
Madrid tuvo una influencia decisiva en las luchas políticas para considerar el régimen liberal.
Durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, el crecimiento demográfico de Madrid no se debió como en otras ciudades al proceso de industrialización, ya que la mayoría de sus empresas industriales eran de escasas dimensiones. La distribución de la población asalariada mostraba también su carácter atrasado.
Madrid se afirmó definitivamente como gran centro burocrático y residencial del país. La consolidación de un estado liberal exigía la construcción de la red de ferrocarriles y de carreteras en forma radial.
El antiguo perímetro de la ciudad se vio desbordado a partir de mediados del siglo XIX, y el plan Castro de 1860 fue un primer intento de ordenación urbanística del nuevo ensanche.
2.3. La urbanización postindustrial:
A partir de 1975 se pudo comprobar una clara disminución del acelerado ritmo del crecimiento urbano en España, siendo especialmente visible en las ciudades que habían mostrado un comportamiento más dinámico, que eran las mayores. A partir de esa fecha, las mayores tasas de crecimiento se han empezado a registrar en los núcleos con una población comprendida ente los 20.000 y los 100.000 habitantes. Parece que se han alterado seriamente los comportamientos migratorios tradicionales.
Esta comprobado que desde la mitad de los años setenta se ha entrado en los países más desarrollados de Europa en una nueva situación, en la cual las grandes ciudades y áreas metropolitanas pierden población en función de movimientos espontáneos de descentralización a partir de ellas, dando lugar a un crecimiento importante de las ciudades medias y a la formación de amplias periferias suburbanas en los alrededores de las áreas metropolitanas.
Durante gran parte de los años cincuenta y sesenta Madrid tenía todas las características de una ciudad de reciente industrialización. Pero durante los años setenta Madrid alcanzó progresivamente la situación de un sistema industrial avanzado; es en ese momento cuando se produce un cambio de la centralización hacia la descentralización. Madrid está pasando de la fase de manufactura pesada, directamente a una economía dominada por el sector servicios.
3. LA MORFOLOGÍA URBANA
Al abrigo de la Cordillera central y de los montes de Toledo, la capital de España se sitúa en el centro de la Península Ibérica. Las dos Castillas rodean sus casi 8.000 km2 (aproximadamente el 1,6% del total del territorio español) y recuerdan un pasado muy cercano en el que formó parte de ellas.
El territorio en que se halla Madrid, cruzado por el río Manzanares, está encuadrado al noroeste por la sierra de Guadarrama y su rampa rocosa; al este por las campiñas y las vegas del Henares y el Jarama y más allá la altiplanicie alcarreña; al sur por los llanos de la Sagra toledana hasta el Tajo; al oeste por la divisoria con el río Guadarrama.
Al mirar en un mapa la Comunidad de Madrid, resulta como un triángulo equilátero, en cuyo centro se hallaría la ciudad. Parece que los límites geográficos resultan de considerar los elementos naturales: por un lado, el Sistema central, por otro el deseo de incluir el Real Sitio de Aranjuez (lo que llevó a extenderlo hasta el Tajo), y finalmente el tercer lado del triángulo, que resulta de la ruptura de las cuencas fluviales y otras unidades geográficas.
La ciudad de Madrid es el resultado de la combinación del plano, la construcción y los usos del suelo. En Madrid podemos encontrar diferentes tipos de planos. Por una parte tenemos el plano regular caracterizado por tener calles estrechas y plazas sin formas definidas; el plano radiocéntrico del que parten calles radiales cortadas por otras formando anillos en torno al centro; y por último el plano ortogonal, en cuadrícula o damero, formado por calles que se cortan en ángulo recto.
LA construcción incluye la trama urbana y la edificación. En Madrid la trama, es decir, la disposición de los edificios, es compacta cerrada cuando los edificios se disponen unos junto a otros a lo largo de grandes extensiones y abierta cuando los edificios dejan amplios espacios libres entre ellos. La edificación es colectiva (bloques y torres) e individual (viviendas exentas o adosadas); lo s usos del suelo son diversos (comercial y de negocios, residencial, industrial, de equipamiento, etc.).
4. LA ESTRUCTURA URBANA
4.1. El casco antiguo:
Madrid es una ciudad cuyo centro no tiene una estructura urbanística muy definida. Las calles tienen en su mayoría, y especialmente en el casco antiguo, una disposición un tanto arbitraria.
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Época preindustrial:
Los musulmanes construyeron un baluarte defensivo, en lo alto de un cerro, a la izquierda del río Manzanares. Este castillo, formaría parte de un cinturón defensivo desplegado entre el Macizo Central y la ciudad de Toledo. La fortaleza madrileña era una pieza capital en el funcionamiento de dicha red de Castillejos. El baluarte madrileño se planteó como una fortificación con recios y sólidos muros, torres vigías y una red de atalayas, y este sería el embrión del futuro Madrid.
Dentro del recinto de la medina podían diferenciarse tres áreas: al norte, el castillo; en el centro, un espacio vacío a modo de campo de maniobras, llamado luego Campo del Rey, y hoy Plaza de la Armería, que suele darse siempre en fortalezas importantes; y al sur, la “almudayna” o pequeña ciudad.
“Almudayna” significa también “ciudadela” (núcleo urbano fortificado), y las nueve hectáreas que había dentro de la muralla, eran suelo suficiente para un número de callejuelas y casas. En esta época las murallas tomaron gran importancia por su carácter defensivo y en la primera parte del siglo IX alcanzaba cerca de dos kilómetros. Dentro de ésta se abrían una serie de puertas de las cuales destacaban: la puerta de la Sagra, quizás solo de utilidad militar; la puerta de la Vega, al suroeste, que se situaba al final de la actual Calle Mayor, iniciando lo que en el callejero madrileño aún se denomina Cuesta de la Vega; y la puerta de la Almudena, al sureste.
Una de las primeras actuaciones que los cristianos llevaban a cabo en las ciudades musulmanes que conquistaban, era la de purificar y consagrar el culto cristiano y la mezquita mayor y otros templos que hubiese en la localidad. Lo más importante era consagrar el templo mayor a Nuestra Señora, protectora e impulsora de la reconquista cristiana, aunque en determinados casos, la catedral o el templo principal podían consagrarse a algún santo o apóstol. Además de las iglesias en esta época también destacan los palacios nobiliarios.
En la ciudad cristiana los planos eran variados: irregulares, radiocéntricos, lineales o en damero.
En el Renacimiento se crearon nuevos barrios con la intención de ensanchar y desahogar el tráfico de todo tipo de carruajes y gentes. También se crearon de manera espontánea las plazas mayores donde se instalaron primero el mercado y luego el ayuntamiento.
La razón por la que el Madrid de los Austrias carecía de plazas de cierto relieve era el crecimiento incontrolado que impidió la posible planificación por parte del ayuntamiento de plazas y espacios públicos. Surgieron ciertas plazuelas, estrechas e irregulares, en el encuentro o encrucijada de cuatro o cinco calles como la plazuela de San Juan, Antón Martín, San Joaquín o Lavapiés. La Puerta del Sol fue también un espacio no planificado, que apareció de modo espontáneo a lo largo del siglo XV como encuentro de caminos comarcales entre Hortaleza, Fuencarral, Toledo, Vallecas y Alcalá. El único espacio programado, planificado y llevado a cabo mediante un proceso urbanístico-arquitectónico fue la Plaza Mayor, que era el centro mercantil, comercial, gremial e incluso financiero del Madrid de los Austrias.
En esta época se levantaron grandes edificios, como el Convento de San Felipe el Real, el de la Victoria y el Hospital del Buen Suceso.
El crecimiento del casco antiguo se había operado siempre en dirección a levante, dadas las mejores condiciones del terreno, y ya en época de los Reyes Católicos, los límites del caserío llegaban a la Puerta del Sol por el oriente, a la Plaza de la Cebada por el sur, y a la Plaza del Callao por el norte.
El plano de la ciudad presenta forma regular de cuadrado, algo redondeado, por entrantes o salientes periféricos. Además tenía un aspecto de sistema o red radial debido a las grandes calles.
Urbanísticamente, el Madrid de los Borbones experimentó notables mejoras. Durante el reinado de Felipe V se llevó a cabo la construcción del Puente de Toledo y se inició en 1737 la del Palacio Real, que debía sustituir al Alcázar, incendiado en 1734. En esta época se puso gran empeño en las obras de saneamiento y embellecimiento de la ciudad: empedrado y limpieza de las calles, alumbrado público, vigilancia nocturna, etc.
Con Carlos IV prosiguieron las reformas urbanas, aunque en menor escala.
Los edificios construidos en Madrid por Pedro Ribera, Ventura Rodríguez, Juan de Villanueva y otros arquitectos renovaron el aspecto monumental de la ciudad.
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Época industrial:
En la primera mitad del siglo XIX el casco madrileño absorbió el incremento demográfico sin necesidad de extender el plano en superficie. La desamortización eclesiástica iniciada por Mendizábal transformó la fisonomía ciudadana, lo que permitió realizar reformas interiores como el ensanchamiento de calles y plazas y la reutilización de los edificios eclesiásticos para otras funciones como las diputaciones, delegaciones del gobierno, cuarteles, hospitales, centros culturales, bibliotecas y museos.
Desde mediados del siglo XIX el crecimiento urbano obligó a ensanchar la ciudad fuera de las murallas. Se abrieron grandes vías en los espacios más valorados por la burguesía y en sus edificios se instalaron funciones terciarias, de modo que se convirtieron en las calles principales de Madrid. La trama se densificó y la edificación se verticalizó mediante la sustitución de la vivienda unifamiliar de una o dos plantas por la vivienda colectiva con tres o cinco alturas más.
En la década de 1960 la trama urbana del casco antiguo se destruyó debido a una política de renovación. Se sustituyeron los edificios antiguos por otros de mayor volumen y altura que recibieron actividades terciarias.
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Época postindustrial:
Se caracteriza por la política de rehabilitación para conservar y recuperar la morfología tradicional. Esta revitalización se lleva a cabo mediante la peatonalización de las calles, ensanchamiento y ajardinamiento de las plazas. Todo esto sin dejar de implantar actividades innovadoras.
4.2. El ensanche urbano:
Necesidad del ensanche
Durante el siglo XIX se produjeron una serie de transformaciones económicas y sociales cuya repercusión en las ciudades, y concretamente en Madrid es palpable. La revolución industrial, aunque su importancia en el caso español es menor que en otros países europeos, supuso un fenómeno de fuerte influencia urbana, provocó importantísimo procesos de emigración del campo a la ciudad, introdujo el ferrocarril y con él las estaciones, que fueron ocupando un importante espacio en las ciudades, y por ello condicionando su crecimiento; la instalación de las industrias fue otro factor de ocupación espacial, así como tampoco conviene olvidar el interés de la burguesía por crear un nuevo espacio donde vivir alejados de las incomodidades de la ciudad.
En el caso concreto de Madrid, la primera y principal causa a tener en cuenta, al abordar la necesidad de un ensanche, es el fuerte crecimiento poblacional, ya que la Villa pasó de poco más de 170.000 habitantes, a comienzos de siglo, a 218.170 en 1857 y sucesivamente 400.531 en 1877, hasta superar con creces el medio millón en 1900.
Otra causa fueron las “hambrunas” o crisis de subsistencia, que se sucedieron a lo largo del siglo XIX con mayor o meno virulencia, y que dieron lugar a revueltas y barricadas como las de 1854.
Del recinto histórico salieron, desde comienzos del siglo XIX, los cementerios y las industrias de materiales de construcción por prohibiciones expresas de seguir instaladas en el casco.
Rasgos básicos del proyecto de Ensanche
La concepción urbanística en damero u ortogonal, adoptada por los ensanches, es uno de sus rasgos más característicos. Su uso no es nuevo en España, ya que se había utilizado desde el siglo XVII en ciudades coloniales de la América hispana, e incluso en ciudades de nuevo trazado durante el reinado de Carlos III.
Otro de los rasgos definitorios del Ensanche madrileño es la amplitud de superficie sobre la que se proponía realizar este plan, que sobrepasaba las 2.000 hectáreas, mientras que la ciudad histórica hasta ese momento no llegaba a las 800; era, por tanto, una intervención monumental. Los límites sobre los que se trazó el Plan de Ensanche, pueden observarse perfectamente en un plano actual de la zona norte y este de la ciudad.
Un aspecto interesante, es el de la asignación de funciones diferentes a cada zona del ensanche, que el propio Castro dejó claramente indicadas. Con ello se daba un paso decisivo en la segregación horizontal, hasta entonces desconocida en la ciudad antigua. En ella se compartía el espacio de trabajo y el de residencia y ésta no estaba separada espacialmente por grupos sociales. La división de barrios prevista por Castro era la siguiente:
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La Castellana: zona aristocrática y elegante
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Chamberí: fabril e industrial
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Salamanca y Argüelles: clase media acomodada
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Sur de la carretera de Aragón (calle Alcalá): clase obrera
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Vallehermoso: construcciones militares
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Embajadores y Puente de Toledo: depósitos y abastos
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Manzanares: zona agrícola
También se señala la distribución de los edificios ocupados por servicios como hospitales, hospicios, cárceles, etc., y los lugares previstos para iglesias, teatros y salas de conciertos, que Castro sitúa en las zonas verdes o en las dedicadas a esparcimiento. Esta zonificación y división de funciones en el plano de la ciudad, va configurando una zona norte residencial y burguesa, y otra sur asignada para los grupos sociales con menor poder adquisitivo.
El trazado de las calles es otro de los elementos que definen el Ensanche, no sólo por la simetría de su cuadrícula, sino sobre todo por su anchura, mucho mayor que la que tenían las calles de la ciudad antigua: 30 metros para las de primer orden, 25 y 20 para las de segundo y tercer rango.
Otra de las aportaciones de los ensanches es el concepto de manzana como base de la edificación, puesto que la casa casi nunca se da aislada en la ciudad.
Otro rasgo importantísimo de los ensanches es la legislación urbanística a que dieron lugar. Difícilmente podían llevarse a cabo los proyectos con la legislación existente; en julio de 1864 se logró favorecer la construcción en la zona del Ensanche, lo que permitía la expropiación de terrenos, y con ellos el interés público se superponía al privado.
Un Plan de ensanche: el Plan Castro, 1860
El Plan Castro es contemporáneo del Plan Cerdá de Barcelona y sólo nueve años posterior al Plan Haussmann que configuró el París que hoy conocemos. Es un Pan que formaliza y engrandece la ciudad burguesa.
Morfológicamente, desapareció la muralla que rodeaba Madrid y quedó sustituida por amplias vías: al Norte, los bulevares (actuales calles de Alberto Aguilera, Carranza, Sagasta, Génova); al Este, los paseos y al Sur, las rondas. A partir de aquí se proyectaba un ensanche que dejaba delimitado Madrid por las actuales calles de Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela y doctor Esquerdo. Era, pues, un crecimiento planificado hacia el Nordeste. El ordenamiento se hacía a partir de la cuadrícula, de tal manera que las calles se cortaban en ángulo recto. Está claro que el momento barcelonés de Ildefonso Cerdá pesa en el proyecto de Castro.
El Plan Castro conseguía dos objetivos muy impotentes del urbanismo burgués: una impresión de utilización racional del espacio urbano cara a los ciudadanos y una mayor eficacia en el funcionamiento económico de la ciudad. El ordenamiento permitía una reducción de inversiones y una posibilidad de asignar a la fuerza de trabajo una localización de acuerdo con su tarea específica, lo que acarreaba la segregación social dentro de la ciudad. Así, en torno al eje Castellana-Serrano se asentaban la aristocracia y la gran burguesía; parte de ésta y la alta burguesía en el barrio de Salamanca; la burguesía media en la zona de Argüelles, construida por el contratista Pozas; el artesano, en Chamberí; el proletariado, al sur de la calles de Alcalá y se dejaba como “zona agrícola” la que iba de Embajadores a los Carabancheles.
Sin embargo, sólo parte del Plan se llevó a la práctica: las dificultades administrativas y técnicas fueron muchas, el crecimiento demográfico sobrepasó las previsiones y la especulación hizo posible el establecimiento proletario en las zonas asignadas. Por el contrario, en los núcleos agrícolas situados en las salidas de Madrid se acumulan desordenadamente edificaciones pobres y sin servicio alguno: los límites, propósitos del Plan, quedaban rebasados en su época y, si buscamos sus huellas en la actualidad, veremos que la magnifica trama ortogonal del Ensanche ha sido macizada en superficie y altura, y sus paseos y bulevares han desaparecido.
La “Ciudad Lineal” de Arturo Soria, 1892
El proyecto de Arturo Soria y Mata para su “Ciudad Lineal” escapa a los modelos imperantes, a la vez que constituye la aportación española más original a la cultura urbanística.
Soria parte de los problemas que el tráfico y el transporte ocasionan en las ciudades modernas, los más difíciles de abordar en su opinión, y cuya solución sería más idónea si se planificara “ex novo” y no sobre un casco urbano que no fue pensado para las necesidades de la vida del siglo XIX. Por eso, su primea realización fue un tren-tranvía de circunvalación.
Peor la “Ciudad Lineal” es mucho más que un esquema urbano para la solucionar el transporte y también va más allá de una simple “ciudad jardín”. En el proyecto de la “Ciudad Lineal” se trasluce toda una concepción e la sociedad y de las relaciones humanas donde se conjugan el liberalismo avanzado y la herencia del socialismo utópico. El habitante de la “Ciudad Lineal” debía encontrar en ella condiciones de habitabilidad y desplazamiento, pero también los servicios, complementos, ámbitos urbanos y contacto con los ambientes naturales para desarrollar su dimensión personal y su vertiente social en una convivencia no segregada por razón de las clases sociales.
La “Ciudad Lineal”, madurada como proyecto desde 1882, se pone en marcha en 1892 con la constitución de la Compañía Madrileña de Urbanización. El escaso eco oficial de la idea obligó a su gestión privada. De los 50 Km. Previstos en torno a la capital (desde Fuencarral a Pozuelo), sólo se urbanizaron 5,2.
4.3. La periferia urbana actual:
Introducción
Inmediatamente después de terminarse la guerra civil española se hizo de la vivienda un argumento político como consecuencia del apoyo ideológico a la familia, receptáculo de las esencias espirituales y conservadoras del hombre. Era frecuente en los discursos políticos de aquel entonces hacer alguna referencia al hogar, además naturalmente de aquellos en que se trataban específicamente de la vivienda social.
Posteriormente y hasta 1961 se construyeron gran cantidad de viviendas, importando más su número que su calidad, pero con una serie de objetivos teóricos que podemos resumir en los siguientes: actuación en las periferias, coordinación con el transporte, cooperativismo, municipalismo, arquitectura alternativa a la llamada ciudad burguesa a través de una progresiva racionalización de tipos de habitación y de su proceso de producción, planeamiento físico como instrumento de planificación de control, intervención coordinada del poder de la Administración con los intereses de un sector distinto del capital.
En 1939 se creo el Instituto Nacional de la Vivienda (I.N.V.) con la misión de fomentar la construcción de viviendas y asegurar su aprovechamiento. Sus principales funciones eran las siguientes:
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Dictar ordenanzas de construcción de viviendas protegidas
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Formular planes generales de construcción
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Distribución y reparto de los beneficios económicos directos
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Fijar el valor en venta de alquileres de las viviendas
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Aprobar y calificar los proyectos de construcción de las viviendas protegidas
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Intervenir y concertar los préstamos a conceder por las entidades de crédito
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Ejercer la inspección de proyectos aprobados
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Vigilar el cumplimiento, aprovechamiento y conservación de las viviendas
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Imponer
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Proponer las reformas legales en materia de viviendas protegidas
Junto a la creación del I.N.V., se inauguró el régimen Viviendas Protegidas. En el preámbulo de la Ley que crea el I.N.V. se dice: "El nuevo Estado va a dar facilidades para que determinadas entidades, aquellas que puedan concentrar más esfuerzos y estén más interesadas en la solución de este problema (Corporaciones provinciales y locales, Sindicatos, Organizaciones del Movimiento), puedan encontrar el capital preciso para acometer en gran escala la construcción de viviendas protegidas; orientarán esta construcción con una visión unitaria de las necesidades nacionales por planes comarcales, dentro de un plan de conjunto a cuya elaboración colaborarán todas ellas, sin olvidar que el problema de la vivienda no se resuelve con la construcción de la casa, sino que se necesitan los servicios complementarios y las comunicaciones precisas que son fundamentales para la vida de los que hayan de habitarlas".
Se definió la "Vivienda Protegida" como aquella que siendo de renta reducida y estando incluida en los planes generales formulados por el I.N.V. fuese construida con arreglo a proyectos que hubiesen sido redactados u oficialmente aprobados por éste, por reunir las condiciones higiénicas, técnicas y económicas determinadas con las ordenanzas comarcales. Las condiciones para ser beneficiario de las viviendas protegidas eran: ser español, mayor de edad, dedicarse a un oficio, empleo o profesión liberal, o ser pensionista del Estado. Esto no cabe duda planteó problemas de acceso a la población recientemente inmigrada que, lógicamente, antes que trabajo buscaba una vivienda. Los beneficios económicos de las viviendas protegidas eran de dos tipos: directos, anticipos sin interés y primas a la construcción; e indirectos, bonificaciones fiscales y tributarias y de expropiación forzosa, contratos y negocios jurídicos relativos a la adquisición de los terrenos en arrendamiento o cesión, construcción, contratos de préstamo y anticipo, emisión de obligaciones, herencias y legados. Gozaban de esta reducción también las contribuciones, impuestos o arbitrios del Estado, provincia o municipio. Las viviendas protegidas se podían adquirir en venta o alquiler.
Plan Nacional de Vivienda
Se programó el I Plan Nacional de Viviendas para el decenio 1944-1954. De la cifra total el I.N.V. sólo podría proteger el 25%. Sin embargo, las cifras reales de viviendas construidas en éste periodo fueron bastante más bajas. No se alcanzó más que la mitad de la cifra total deseada. Podemos señalar como causas determinantes:
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Falta de la debida colaboración en ésta época de la iniciativa privada
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Dificultades de financiación tanto por falta de capital privado inversor como falta de créditos oficiales suficientes
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Carácter fragmentario de la industria de la construcción
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Falta de técnicas constructivas avanzadas y racionalización de las mismas
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Escaso poder adquisitivo de la demanda, más inclinado a las viviendas en alquiler que en compra
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Falta de suelo urbanizado y precios asequibles del mismo
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Estructura económica deficiente de los sectores básicos del país
Viviendas bonificables
En 1944 se promulgó la disposición relativa a viviendas bonificables. Dicha Ley tenía por objeto la construcción de viviendas para la clase media e impulsar la construcción entre la iniciativa privada para intentar paliar el problema del paro que entonces empezaba a tener caracteres graves por la fuerte inmigración de mano de obra no cualificada procedente del campo. Se pretendía estimular tanto la construcción de viviendas nuevas como las existentes. Se fijaron los máximos de renta mensual en 500 pesetas para las superficies comprendidas entre 110 a 150 m2 y 200 pesetas para las menores de 60 m2. No se exigía ningún requisito esencial para ser beneficiario.
El destino de estas viviendas era en régimen de arrendamiento, aunque podían ser objeto de uso propio o venta. Teóricamente se apoyaba el sistema de renta desde el momento en que si en la solicitud inicial no se explicaba el deseo de venta, se renunciaba a este derecho. Sin embargo, el resultado fue la venta de viviendas a una clase de economía desahogada, que permitió obtener buenas ganancias a promotores que se beneficiaban de subvenciones y préstamos a largo plazo. Son ejemplos de viviendas bonificables el barrio del Niño Jesús y Mirasierra para clase media alta y el Barrio de la Estrella y Concepción para clase Media.
Década de 1940
La reconstrucción de la ciudad tras el final de la Guerra Civil marcó la tónica de los años 40 en Madrid, en un ambiente de penuria y escasez en el que las colas, las cartillas de racionamiento, y el fraude eran las características dominantes del ambiente de la ciudad. Entre las clases menos pudientes la desnutrición, la lucha por la vida, y el sobrevivir en un ambiente inhóspito era el horizonte cotidiano. Todo ello dentro de un ambiente de paz social fundamentado en el desmantelamiento del movimiento obrero, la represión, el miedo, y la sensación de derrota.
La Junta de Reconstrucción de Madrid se dedicó al problema de la vivienda, que era el más urgente debido a las destrucciones que se habían producido. Se adaptaron los barrios de la carretera de Extremadura, Puente de Toledo, Usera, la estación del Norte y Entrevías, y los pueblos de Las Rozas, Majadahonda, Aravaca, Pozuelo, Carabanchel Bajo y Villaverde.
Con el primer procedimiento se expropiaban los terrenos, construía la infraestructura y los servicios, y se convertían en solares que eran adjudicados a entidades constructoras mediante subasta. Con este sistema se construyeron: La Ventilla, Quintana-Pueblo Nuevo, Canillejas y el polígono de Santamarca.
El segundo sistema se utilizó para el ensanche de la Avenida del Generalísimo (Paseo de la Castellana), donde se emplazaba a los propietarios a asociarse, urbanizar y edificar. Si éstos no realizaban las tres operaciones se les expropiaba para cederlo a la iniciativa privada con un plazo de edificación.
En 1948 se proyectó el sector de la prolongación de General Mola (Príncipe de Vergara), en la zona donde se encontraban numerosas colonias de viviendas unifamiliares, aún hoy existentes en parte (Cooperativa de la Ciudad Jardín, colonia Primo de Rivera, Cruz del Rayo, etc.). Otras actuaciones de la Comisaría fueron el sector de la Prosperidad, limitado por López de Hoyos, el barrio de la Estrella.
La industria, que se encontraba dispersa en Madrid, aunque predominaba en Delicias y Tetuán (pequeña industria), se trató de agrupar en zonas especiales y urbanizadas a tal fin. Así la Comisaría actuó en Canillejas y Vallecas.
Década de 1950
El cambio de modelo económico iniciado en los 50 se acompañó de un nuevo empuje migratorio hacia la capital. Ello tuvo importantes repercusiones en el espacio urbano.
La idea del "Gran Madrid" empezó a tomar cuerpo en 1950 cuando se agregaron a la ciudad municipios como Aravaca, Barajas, Canillas, los Carabancheles, Hortaleza, Vallecas, Vicálvaro, etc. Se consolidaba la segregación espacial de Madrid que ya venía de decenios anteriores. Entre 1956-1960 se acentuó claramente la división norte-sur de la ciudad que encontró proyección en el área metropolitana.
El chabolismo se extendió por todo el cinturón de Madrid. Los antiguos suburbios madrileños exteriores al paseo de Ronda (Tetuán, Prosperidad, Guindalera, Vallecas, etc.) disponían de una red de vías, alcantarillado y suministro de agua, aunque no siempre hasta las viviendas.
Estos suburbios madrileños vieron surgir entre sus calles nuevos edificios en altura, que guardaban las alineaciones convenidas. El Estado reaccionó de dos formas: con nueva legislación y con promoción o protección de viviendas.
La primera legislación legal reguladora de las Viviendas de tipo social, se promulgó en 1954. Se encomendaba al I.N.V. su relación y ubicación, fijando el número de 100.000 viviendas anuales. En 1956 se mantenía el número total de viviendas, al mismo tiempo que se actualizaba la superficie y los precios de las mismas.
Los beneficios eran directos o indirectos. No se precisaba ningún requisito especial para ser beneficiario. Las entidades promotoras eran entidades sin afán de lucro en la construcción de viviendas, como Ayuntamientos, organizaciones del Movimiento, sociedades benéficas, empresas para sus trabajadores, etc., y se daba preferencia a los tramitados por la Obra Sindical del Hogar.
Las Viviendas de Renta Reducida y Mínima surgieron en 1954 y se encomendaba con carácter exclusivo su construcción a la Obra Sindical del Hogar en colaboración con el I.N.V. en 20.000 viviendas anuales. Los beneficiarios tenían que estar encuadrados en la Organización Sindical.
El gran paso de la política de la vivienda se produjo en 1954, año en el que nacieron las Viviendas de Renta Limitada. Se estableció una clasificación de viviendas sociales, y sobre todo se pretendió unificar la legislación existente, cancelando los regímenes existentes hasta entonces de viviendas protegidas y bonificables. También se facilitó la participación de la iniciativa privada en la construcción de este tipo de viviendas. Las Viviendas de Renta Limitada se definían como las que, estando incluidas en los Planes Generales formulados al efecto, se construyesen con arreglo al proyecto o anteproyecto aprobado por el I.N.V. por reunir condiciones que se señalasen en el Reglamento o en las ordenanzas que se dictasen para ello.
No se exigían requisitos especiales para poder ocupar o poseer una vivienda de renta limitada aunque existían limitaciones en cuanto al uso y destino. Los promotores se clasificaban en los que tenían afán de lucro de los que no lo tenían. Estos últimos podían ser, además de los organismos públicos, las sociedades privadas que tuviesen como móvil dar vivienda a sus asociados o a determinados estamentos o clases sociales sin medios suficientes para entrar en el mercado libre de la vivienda.
Las viviendas tenían una clasificación provisional para la aprobación del proyecto y una definitiva a la terminación de la obra. El régimen duraba 20 años a partir de ésta última. En cuanto al destino se contemplaba la posibilidad de que pudiesen ser cedidas gratuitamente en alquiler o venderse al contado.
Dentro del régimen de Viviendas de Renta Limitada, se crearon las Viviendas Subvencionadas. Estas viviendas subvencionadas podían ser de uso propio, en alquiler y venta.
El Gobierno autorizó al I.N.V. en 1955 la realización del II Plan Nacional de Vivienda. Los resultados, como en el I Plan Nacional de la Vivienda, fueron muy diferentes de los propuestos pues sólo se construyeron la mitad de las viviendas programadas.
Ante tal abundancia de legislación, programación y organismos, el Estado centralizó su política de vivienda, creando un nuevo Ministerio en 1957.
En 1957 se aprobó el Plan de Urgencia Social de Madrid; según palabras del propio ministro de la Vivienda, José Luis Arrese, "se trata de enfrentarse con el problema de la vivienda en Madrid, para resolver no la parte normal de un crecimiento ordinario, sino aquella otra que a lo largo de unos años se ha ido acumulando sobre nuestra capital, y que hoy entre chabolas, realquilados y casas ruinosas, suman la gravísima cifra de 60.000 viviendas". El déficit pues, estaba calculado en esta cifra y se dio como plazo dos años para eliminarlo.
Las grandes orientaciones del Ministerio de la Vivienda fueron:
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Conseguir la máxima participación de la iniciativa privada
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Ordenar la construcción urbana de Madrid, ajustándose a la capacidad de ahorro, materiales, mano de obra, y suelo existente, para un mejor aprovechamiento de este esfuerzo
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Conseguir, en colaboración con el Ayuntamiento de la capital y demás organismos (Comisaría de Urbanismo, Canal de Isabel II, Delegación de Industria, Organización Sindical, Canalización del Manzanares, Etc.), la limitación y descentralización de Madrid para impedir la inmigración y desarrollo anormal del suburbio
Finalmente se crearon los Poblados Mínimos de Absorción. Se concibieron estas viviendas para los afectados sin medios económicos de los Planes de Ordenación Urbana que estaba llevando a cabo la Comisaría para la Ordenación Urbana de Madrid y su Alrededores. Por tanto, se encargó a esta última que promoviese viviendas con esta finalidad. Eran viviendas que supuestamente temporales para su población, de dimensiones, como su nombre indica, mínimas y los barrios carecían de servicios comunitarios elementales.
A partir de la segunda parte de la década, la Comisaría sólo actuó como urbanizadora y cedía los terrenos a otros organismos o a la iniciativa privada, mediante subasta, para que promoviesen la construcción.
En el período 1939-1961 se puede resumir la actividad oficial en sus dos vertientes: preparación del suelo y protección a la vivienda. En cuanto a la primera, el organismo encargado era la Comisaría de Ordenación Urbana de Madrid y sus Alrededores. Actuaba habilitando el suelo directamente o supervisando la iniciativa privada y la de otros organismos oficiales.
Década de 1960
A pesar de la ley del suelo de 1956 los precios del suelo se elevaron desorbitadamente, fruto de la especulación desatada, dejando en manos de la iniciativa privada el desarrollo urbano de Madrid.
Surgió una nueva periferia, en la que confluyeron las barriadas estatales, las edificaciones privadas para las clases trabajadoras, las unidades de absorción, o las aglomeraciones de chabolas con importantísimas carencias infraestructurales. Los enormes déficit de estas barriadas obreras sentaron las bases del posterior auge de las asociaciones de vecinos y su marcado carácter reivindicativo creció de manera significativa en los años finales de la dictadura franquista y en los inicios de la transición democrática, dando lugar a una fuerte movilización social en la que se demandaban mejoras en la calida de vida y en las condiciones de habitabilidad de los barrios que encontraron respuesta en las operaciones urbanísticas que los ayuntamientos democráticos y la Comunidad Autónoma de Madrid pusieron en marcha en los años ochenta.
Podemos decir, que entre los decenios de los años 40 y 60, se produjo un progresivo aumento en el proceso de segregación del territorio, que se proyectaría a lo largo de los años setenta, agravando el desigual comportamiento económico y demográfico de la región metropolitana madrileña, cuyos efectos todavía pueden ser percibidos a pesar de las profundas transformaciones que desde el punto de vista de la ordenación del territorio ha supuesto el restablecimiento de la democracia, con la constitución de los ayuntamientos democráticos, y la creación de la Comunidad Autónoma de Madrid.
5. CRECIMIENTO DE LA CIUDAD Y ÁREA METROPOLITANA
Antes de considerar el crecimiento demográfico es pertinente hacer referencia al incremento del término municipal de Madrid, dadas sus múltiples repercusiones. Ya antes de la Guerra Civil se especuló en numerosas instancias acerca de la necesaria ampliación del municipio madrileño, ya que las barriadas periféricas ocupaban parte de los municipios vecinos. Hubo muchas opiniones favorables al crecimiento de Madrid a costa de los limítrofes, y entre ellas destaca la de Arturo Soria y Mata, que veía ventajas para su barriada de la Ciudad Lineal en el seno de un municipio grande, lejos de los caciquismos imperantes en los pequeños Ayuntamientos. No obstante, hubo muchas cautelas frente a la ampliación, como lo muestra la propuesta de Zuazo y Jansen en 1929, que pensaba sólo en una anexión parcial de los municipios limítrofes.
En los años cuarenta se produjo un cambio decisivo en el tono del debate, disminuyendo mucho las opiniones y pasándose a la dinámica de los hechos. En la lógica política de favorecer a la ciudad capital del Estado, se optó por la solución maximalista de incorporar todos los municipios colindantes, salvo por el oeste. Entre 1948 y 1954 se produjo la anexión, que permitió a Madrid pasar de los 68 km2 iniciales a los 607 km2 que reúne la superficie actual. Con estas 60.000 hectáreas, el municipio adquiría unas dimensiones adecuadas para organizar de un modo eficiente todas las esferas de la actividad urbana. Entre los municipios anexionados, merecen especial atención El Pardo, al noroeste, que contenía el encinar y antiguo cazadero real de 15.000 hectáreas, y Vallecas, al sureste. Con su nuevo término municipal, la capital registró un fulgurante crecimiento demográfico, de modo que en 1970, con tres millones de habitantes, triplicaba la cifra inicial de 1940. El aumento fue desigual a lo largo de las tres décadas, pues un millón de incremento se acumuló en los últimos diez años, el decenio comprendido entre 1961 y 1970, en tanto que el otro millón se repartió en las primeras dos décadas, en el período 1941-1960. Los factores de semejante crecimiento, que colocó a Madrid a la cabeza de las urbes españolas, son varios.
En orden de importancia creciente, la aportación demográfica de los municipios anexionados era apreciable, ya que éstos reunían 320.000 habitantes. Y mayor, sin duda, fue el efecto motor de la inmigración, con no menos de medio millón de saldo migratorio positivo. Madrid atraía a los inmigrantes no sólo por las clásicas razones de capitalidad, con su abundancia de servicios, sino que añadía el atractivo de la industria, que crecía en determinados distritos de la capital después del inicial fomento a cargo del Estado. Por fin, el saldo del crecimiento natural de esos treinta años frisa el millón de habitantes, gracias a unos ritmos muy altos de natalidad, en parte propiciados por la coyuntura del desarrollismo, pero que obedecían también a una estructura de edades rejuvenecida por la inmigración.
El crecimiento de la ciudad central fue muy fuerte hasta 1970, pero casi se detuvo en torno a esa fecha, y Madrid sigue frisando hoy los tres millones de habitantes. En el protagonismo del crecimiento, el municipio central se ha visto suplido por los núcleos emergentes del área metropolitana, delimitada en 1963 y que desde 1965 ha crecido en no menos de un millón y medio de habitantes. Se trataba, en su mayor parte, de pequeños pueblos que, desde cifras muy bajas, alcanzaron números superiores a los 100.000 habitantes ya en 1975. En la actualidad, superan tal cifra un total de seis municipios: Alcalá de Henares, Alcorcón, Fuenlabrada, Getafe, Leganés y Móstoles, ninguno de los cuales tenía categoría de urbano hacia 1960, con la salvedad de Alcalá, vieja ciudad universitaria y militar. Se ha tachado de "salto metropolitano" el crecimiento del área metropolitana, basado en la demanda que la vivienda popular ejercía sobre los núcleos próximos a Madrid. Y en los últimos quince años hay que contabilizar la pérdida de habitantes del municipio central, parte de cuyos componentes busca en los núcleos del área metropolitana una vivienda más acorde a sus posibilidades y, por lo común, más barata.
En la actualidad, el derrame de la población por el territorio es continuo. Si en 1940 había una gran ciudad central rodeada de encinares o campiñas por todos sus aires, hoy Madrid está rodeada de un conjunto de ciudades dormitorio por el sur y el este, y de una aureola de vivienda unifamiliar por el oeste.
A pesar de la llanura dominante y de la homogeneidad de las arenas sedimentarias, el crecimiento urbano en el área metropolitana no ha sido uniforme. Hay un evidente obstáculo para el crecimiento en el sector noroeste, el monte de El Pardo, todavía tapiado e inaccesible. Y tampoco ha resultado fácil progresar hacia el sureste, donde se unen las vegas de los ríos Manzanares y Jarama. Este espacio intersticial, entre las carreteras nacionales de Valencia y de Andalucía , pretende mantenerse libre de usos urbanos por el procedimiento de declararlo espacio natural.
6. PROBLEMAS DE MADRID
Problemas de vivienda
En Madrid, especialmente en algunas zonas la adquisición o el alquiler de una vivienda resultan caros debido a los altos precios del suelo y a la especulación urbana. La solución a estos problemas debe venir de la capacidad reguladora de las políticas de urbanismo y planificación. Una de las estrategias llevadas a cabo ha sido la extensión de la protección oficial a la rehabilitación de viviendas antiguas.
Problemas de abastecimiento y equipamiento
Con esto nos estamos refiriendo al grandísimo consumo de energía y agua q en los últimos años ha aumentado considerablemente, esto hace necesario promover el ahorro.
Además, ciertas zonas urbanas demandan una mejora de sus equipamientos recreativos, culturales, sanitarios y zonas verdes y ello requiere fuertes inversiones.
Problemas de tráfico
Están causados por la necesidad de abastecimientos diversos y por desplazamientos pendulares residencia-trabajo, que ocasionan atascos en las horas punta y problemas de aparcamiento. Para evitarlo se toman medidas como la creación de vías de circunvalación, grandes extensiones de aparcamiento, o la limitación del uso del automóvil a favor del transporte público colectivo.
Problemas ambientales
Se concreta en diversos aspectos como por ejemplo la creación de un microclima urbano siendo Madrid foco calorífico ocasionado por el tráfico, las calefacciones y la industria y a pesar de que las precipitaciones son superiores a las del campo, resultan poco efectivas ya que el agua desaparece enseguida por los sumideros.
Otro aspecto sería la contaminación atmosférica que afecta a la salud, a las plantas y a los edificios.
El ruido de las grandes ciudades, como es el caso de Madrid acarrean trastornos como insomnio, cefaleas y sordera. Para solucionarlo el ayuntamiento ha tomado una serie de medidas tales como la reducción del tráfico en ciertas zonas, la instalación de paneles y de zonas verdes, etc., que actúan como pantalla contra el ruido.
Otro problema son los residuos sólidos urbanos, cada vez más voluminosos, que se entierran o queman en basureros como por ejemplo en el vertedero de Valdemingómez de Madrid. Una medida para mitigar este problema es el fomento del reciclaje.
Problemas de delincuencia y marginación social
La ciudad favorece los comportamientos sociales marginales, debido a que los individuos están más expuestos a la publicidad, el estrés, el aislamiento, el desempleo y el desarraigo. Para atajarlo se están adoptando campañas de prevención, dirigidas especialmente a la juventud.
7. LA PLANIFICACIÓN URBANA
En la segunda mitad del siglo XIX
Los primeros intentos de la planificación se produjeron cuando el crecimiento urbano rebasó las murallas que rodeaban Madrid. Desde entonces se proyectaba un ensanche que dejaba delimitado Madrid. Era un crecimiento planificado hacia el nordeste. El ordenamiento se hacía a partir de la cuadrícula, de tal manera que las calles se cortaban en ángulo recto, las cuales tenían grandes paseos y bulevares. La trama era ortogonal.
El Plan Castro de 1860 conseguía dos objetivos muy importantes del urbanismo burgués: una impresión de utilización racional del espacio urbano cara a los ciudadanos y una mayor eficacia en el funcionamiento económico de la ciudad. El ordenamiento permitía una reducción de inversiones y una posibilidad de asignar a la fuerza de trabajo una localización de acuerdo con su área específica, lo que acarreaba la segregación social dentro de la ciudad. Así, en torno al eje Castellana-Serrano se asentaban la aristocracia y la burguesía; parte de esta y la alta burguesía en el barrio de Salamanca; la burguesía media en la zona de Argüelles; el artesanado, en Chamberí; el proletariado, al sur de la calle Alcalá y se dejaba como “zona agrícola” la que iba de Embajadores a los Carabancheles.
También se llevaron a cabo planes de saneamiento como el alcantarillado, el abastecimiento de agua, la limpieza de calles y la recogida de basuras. Y una mejora de los servicios y equipamientos urbanos en parques públicos, tranvías, edificios utilitarios, alumbrado y pavimentación.
En el siglo XX hasta 1975
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En la época de la autarquía (1939-1959)
Concluida la Guerra Civil, el nuevo régimen político crea la Junta de reconstrucción de Madrid que inicia los estudios para redactar un Plan de Ordenación de la ciudad a través de una Oficina Técnica.
El nuevo Plan considera que la capitalidad debía de expresarse a través de revalorizar la “fachada del Madrid Imperial”, situando en la cornisa del Manzanares los órganos supremos de la nación: la Catedral, el Palacio Real y el nuevo edificio de Falange. El marco previsto quedaría completado con las tres entradas representativas de Madrid: “Vía de la Victoria”, “Vía Europea” y “Vía Imperio”.
La estructura de la ciudad vendría representada por la ordenación ferroviaria, los accesos y la zonificación. Se proyectan dos grandes estaciones de clasificación: Getafe y Fuencarral.
El Plan de accesos viene determinado por las seis carreteras radiales que se establecerían “dejando a un lado los suburbios nacidos a lo largo de las carreteras actuales”. Se dividió la ciudad en cinco zonas: zona especial, comercial, residencial, verde e industrial.
Se establecieron dos anillos concéntricos, entre los que quedaba encerrado el denominado suburbio, separado así del centro y del extrarradio. Las grandes zonas industriales se situaban a lo largo del ferrocarril. Las zonas de anillo verde proyectadas en el Plan para delimitar el crecimiento de Madrid, fueron desapareciendo bajo la especulación del suelo y la construcción de viviendas oficiales.
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En la época del desarrollo (1960-1975)
El nuevo Plan general de Ordenación Urbana del Área Metropolitana de Madrid tiene como objetivo delimitar el área metropolitana, mantener la tutela urbanística y absorber las competencias urbanísticas sobre una serie de municipios de la periferia madrileña más inmediata. El Plan comprende veintidós municipios de los alrededores de Madrid entre los que existían importantes desproporciones.
El Plan de 1963 propone para Madrid y sus alrededores una forma que se podría comparar con el sistema planetario. Propone una ciudad central, de mayor tamaño, rodeada de un cinturón libre que la aisla de los restos de lo núcleos exteriores, poblados satélites, situados en sus proximidades que serán industriales y de residencia proletaria en el sur y en el este y solo para residencia burguesa el cuadrante noroeste. Para que el sistema funcione como conjunto, habrá una red de comunicaciones básicamente radioconcéntrica, que estará compuesta por las seis carreteras nacionales radiales y por dos anillos de circunvalación, uno que rodee a la ciudad por el interior y otro más exterior.
El sentido principal que se le dio al Plan era el de la descongestión de las áreas centrales. En este estaba prevista la necesidad de compactar el casco mediante la edificación de sus solares vacantes y reedificación de los edificios en estado deficiente, después de su demolición. Y también mediante la creación de polígonos de descongestión en las principales vías de acceso a la ciudad. Lo que suponía que la densidad de los núcleos de descongestión tenían que ser menores que los de la ciudad central. Sin embargo esta densidad fue creciente desde el centro a la periferia, con edificación en altura y escasos espacios verdes.
En la época postindustrial (desde 1975)
El urbanismo en esta época se caracteriza por pasar a ser competencia de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos. Intenta acabar con la especulación del suelo e incorpora la revitalización económica y la calidad de vida en las ciudades.
La Comunidad Autonómica de Madrid tiene que elaborar su propia legislación, que debe ser seguida por el Ayuntamiento. A este le corresponde la labor de elaborar los planes urbanísticos de sus municipios mediante el Plan General de Ordenación Urbana, planes parciales y planes especiales.
El Plan General de Ordenación Urbana proyecta el desarrollo urbano para los usos del suelo de cada zona, la clasificación del suelo en función de su uso, la edificabilidad o densidad edificatoria permitida, la red viaria, los equipamientos generales y las medidas de protección del medio ambiente natural y urbano. El desarrollo de este Plan se hace mediante planes parciales que concretan para cada zona del plano, la trama. La red viaria, los equipamientos, los espacios libres locales, etc. También puede hacerse mediante planes especiales para ordenar aspectos específicos como las áreas vacías, las degradadas, el casco antiguo, etc.
El intento de acabar con la especulación del suelo mediante la liberación urbanística, obligó al gobierno a aprobar una ley estatal sobre el régimen del suelo. Con la cual el suelo que el gobierno intenta promover es aquel que no posee recursos naturales o interés ambiental y es urbanizable por sus propietarios. La finalidad de esta medida es aumentar la oferta del suelo.
La crisis económica lleva a la situación de crear los planes revitalizadores. Con ellos se intenta promover todas las potencialidades de la ciudad con el fin de hacerla atractiva para nuevas inversiones. Pero también se forman organizaciones ciudadanas que reclaman mayor participación de la ciudadanía en la planificación urbana y la adopción de medidas para mejorar la calidad de vida en las ciudades y en sus propios barrios. De este modo gana importancia el planteamiento desde abajo a través de planes especiales para la rehabilitación del patrimonio urbano, la mejora de la calidad residencial, el incremento de la dotación de servicios y de espacios públicos y el control de las actividades contaminantes de la ciudad de Madrid.
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