Literatura
Ulrico y las puertas que hablan; Carlo Frabetti
Ulrico y las puertas que hablan.
ULRICO Y LAS PUERTAS QUE HABLAN
Ficha bibliográfica
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Título: Ulrico y las puertas que hablan
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Autor: Carlo Frabetti
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Editorial: Alfaguara
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Tema: Compañerismo y entrega.
Argumento
El príncipe Arlindo sabía que los siete enanos y la reina Blanca estaban cautivos en el castillo de la Gran reina Crudelia.
Cogió su espada, y aunque le hubiera gustado llevar consigo al enano Ulrico por su aguda inteligencia, llego al castillo de Crudelia para poder rescatar a los siete enanos y a la Princesa.
Para conseguir liberar a sus amigos el príncipe Arlindo debía conseguir una rosa negra, un perro verde y la pata de los huevos de plata.
Para conseguir la rosa negra el Príncipe Arlindo fue a la gran mansión del gigante Florencio que medía casi dos metros y medio y le pregunto que tenía que hacer para que le diese una rosa negra. Florencio luchó con Arlindo y viendo que de nada servía dar puñetazos a aquel gigante, Arlindo intentó otra táctica. Se puso al alcance de Florencio y, cuando éste le intentaba agarrarle, Arlindo le cogió el dedo meñique y se lo retorció con fuerza.
Arlindo no se daba por vencido, y después de una larga lucha, el gigante le concedió una de sus rosas negras.
La flor que, según decía Arlindo era muy bella, al aspirar su aroma, se dio un disgusto por su mal olor y Florencio lo admitió; y por esta razón no dejaba que nadie viese esas flores, debido a su mal olor.
Mientras Arlindo peleaba con Florencio, su amigo Urlico tenía que vérselas con una persona menos amenazadora que el gigante pero más cruel, la Gran reina Crudelia. Ulrico, al enterarse que Blanca y los siete enanos estaban prisioneros en las mazmorras de Crudelia, fue en busca del príncipe Arlindo para ayudarle en su tarea, pero antes de esto, debía arreglar el instrumento musical, los enanos. Cada enano daba una nota, Sabio entonaba el Do, Mimoso cantaba el Re y así con todos los enanos, a excepción del enano Mudo, que como era mudo, no cantaba la nota Si. Urlico no entendía por qué debía arreglar ese instrumento pero Crudelia le advirtió que si no lo hacía, no le dejaría libre. Más tarde, Crudelia volvió, y Ulrico, con su gran inteligencia hizo cantar el Si de Mudo, o mejor dicho, le hizo silbar, ya que éste lo hacía muy bien.
Después de muchas peripecias, el príncipe Arlindo se enteró de que la pata de los huevos de Plata estaba en poder de una famosa bruja a la que llamaban la Osa Liosa.
Arlindo fue a la casa de la bruja y le pidió la pata de los huevos de Plata, pero la bruja le confesó que en realidad la pata no daba huevos de plata, sino que al estar tan buenos sabían a plata, y la bruja sin más le dio la pata. Arlindo no lo tenía nada fácil ya que estaba en un hueco donde su brazo no alcanzaba, y de repente apareció Arlindo, que le abrazó como si de su hermano se tratara. Arlindo probó con un lazo para poder sacar a la pata pero ésta siempre se escabullía. Ulrico propuso una solución muy importante: “Nuestra amiga la Osa Liosa tiene que beber de vez en cuando, y también su pata. Por lo tanto, debe de haber un pozo por aquí cerca” “Un pozo, mi querido amigo, sólo sirve para dos cosas: para tirarse a él o para sacar agua. Y como nosotros no tenemos ningún motivo para tirarnos al pozo, sacaremos agua para poder llenar el hueco donde se encuentra la pata”. Ulrico y Arlindo se pusieron a buscar por los alredores para encontrar un pozo y, así fue, fueron llenando el hueco de la pata con agua del pozo para que el nivel del agua fuese subiendo y con él la pata de los huevos de Plata.
Una vez capturada la pata, la bruja salió y les obligó a pagar un precio justo por el animal. Después de un a discusión se pusieron de acuerdo y Arlindo le dio un caballo blanco e inmaculado como la plata y la bruja lo aceptó junto con varios rubíes.
Ulrico y Arlindo ya tenían en su poder la rosa negra y la pata de los huevos de Plata, pero aún faltaba lo más difícil, conseguir un perro verde. En realidad un perro verde no existía, pero sí un perro de color marrón claro casi amarillento. Ulrico mandó buscar a Arlindo un perro con las características atrás nombradas y al cabo de un rato Arlindo apareció con un simpático chucho callejero de un color canela desvaído en la posada donde dormían.
Ulrico, y una vez más su ingenio, hizo transformar al perro marrón en verde con uno de sus trucos: Ulrico sacó un frasquito del zurrón (un tintero) y como su tinta era de color azul muy oscuro, al diluirla en el agua donde le perro se bañaría daría un color verdoso. No era un auténtico perro verde, pero sí serviría hasta que le creciese el pelo.
A la mañana siguiente, Arlindo y Ulrico emprendieron el viaje de regreso hacia el reino de Crudelia, pues ya tenían las tres cosas que la reina había pedido, pero en el viaje, y por el bosque, se encontraron con el bandido llamado Quebranahuesos. Seis individuos corrían hacia ellos entre los árboles, y en unos segundos los tuvieron enfrente cortándoles el paso.
El príncipe y el enano se dejaron conducir hasta el campamento de los bandidos. El Quebrantahuesos les dejaría irse y coger tres de sus pertenencias si contestaban tres preguntas correctamente. Urlico era muy sabio y contestó a las cuestiones sin ninguna duda, cogiendo la rosa negra, la pata y el perro verde.
Al cabo de un rato llegaron a un río que les cortaba el paso. No había ningún puente y no podían pasar nadando con la rosa, el perro y la pata. Echaron a andar siguiendo la orilla, con la esperanza de encontrar algún puente o un estrechamiento del río, y más tarde encontraron un pequeño bote de remos fuera del agua. Descubrieron que la barca estaba llena de agujeros que les impedían avanzar por el río.
Ulrico sacaba el agua del bote con su gorro pero había un problema, no podían controlar al perro, la rosa y la pata. Arlindo y el enano se pusieron de acuerdo y en cada viaje iría en el bote o la rosa, o el perro o la pata, Así lo hicieron y al final, llegaron al otro extremo de la orilla.
Sin más percances, Arlindo y Ulrico se presentaron ante el castillo de Crudelia. Ulrico saco su tintero y se tiño la barba y el pelo para que Crudelia no le descubriese. La Gran reina fue observando lo que traían y se fijó en Urlico, pero Arlindo le dijo que era su escudero, su mejor amigo.
El príncipe dejó en el suelo a los pies de Crudelia el primer objeto: la pata, y como ésta se dio un gran susto puso un primer huevo, de tal manera que Crudelia se dio cuenta de que la pata no era la que ponía huevos de plata. Arlindo se defendió diciéndola que era de plata en el sentido figurado, es decir, los huevos de la pata eran tan deliciosos que le dieron el nombre de “la pata de los huevos de plata”. Crudelia siguió observando los demás objetos, entre ellos la rosa negra.
Arlindo le ofreció la flor, pero Crudelia se la acercó a la nariz para olerla y la apartó con un gesto de disgusto debido a su mal olor. Arlindo se volvió a defender, le dijo que esta era una de las causas por la que el gigante Florencio no dejaba que nadie se acerquase a su rosal porque no quería que se supiera que sus rosas no huelen bien. Finalmente Ulrico le enseñó el perro verde. Era un perro teñido pero Crudelia no se dio cuenta y se lo quedo para sus aposentos.
Ya entregadas las peticiones de la reina Crudelia, Urlico y Arlindo se dirigieron hacia las mazmorras del castillo donde había dos puertas, cada una tenía una cara, pero una era alegre y otra era triste. Crudelia les había presentado ante dos puertas que hablaban, cada una de las puertas tenía un enano o un león hambriento y si las descifraban, iban liberando a cada uno de los prisioneros, los siete enanos y la princesa Blanca.
Para liberar a todos los prisioneros de Crudelia, Arlindo y Ulrico se las tenían que ingeniar para descifrar cada grupo de dos puertas. En el primer grupo de puertas, la puerta alegre dijo que detrás de ella estaba el enano y detrás de la puerta triste estaba el león, pero no era tan fácil, porque una de las puertas mentía y la otra decía la verdad. La inteligencia de Ulrico y la ayuda de Arlindo llevaron al desciframiento del primer grupo de puertas donde consiguieron liberar al primer enano: Mudo.
Al segundo día Crudelia les llevó de nuevo ante las puertas parlantes. La puerta alegre dijo que detrás de ellas había algún enano y la puerta triste dijo que detrás de ella no había ningún enano. Ulrico, gracias a sus reglas de lógica, fue descifrando poco a poco, y con ejemplos para explicárselo al príncipe, el enigma para conseguir liberar a otro enano. Después del descubrimiento de la puerta idónea, Arlindo abrió la puerta Alegre, donde salió el enano Dormilón.
El tercer día Crudelia les llevo otra vez hasta las puertas que hablan y les dijo que ambas decían la verdad o ambas mentían, y sin más dilaciones, les dejó solos ante las puertas. La puerta alegre dijo que no había ningún enano detrás de las puertas y la puerta triste dijo que detrás de ella había un enano. Ulrico se dio cuenta de que Crudelia les había puesto las cosas muy fáciles y que se estaba
reservando para la jugada final. Esta vez, Arlindo con poca ayuda fue descifrando el entresijo y más tarde consiguió abrir la puerta, de la cual salió Mocoso, otro enano que con una ráfaga de viento huracanado abrió la puerta de golpe.
Al cuarto día, Crudelia le dijo a Arlindo que hoy sólo las puertas dirían o un “sí” o un “no” y solo se podría hacer una pregunta a cada puerta. Ulrico, al ver que el príncipe no se enteraba de nada, fue explicándole cada paso hasta llegar a la solución. Una vez más consiguieron sacar al enano Gruñon.
El quinto día el enano y el príncipe tuvieron las cosas más difíciles todavía. Tras una puerta había un león hambriento y tras la otra puerta había un enano. Una mentía y la otra decía la verdad y las puertas solo podían responder con un si o un no, por lo tanto solo podían hacer una pregunta que se respondiese con las repuestas anteriores. La dificultad comenzaba, Ulrico no lo veía nada bien. Después de un largo ajetreo, Urlico consiguió la solución y otro enano salió: Mimoso.
Al sexto día Crudelia les dijo que tras una puerta estaba un enano y tras la otra estaba un león hambriento. Una miente y otra dice la verdad y sólo pueden contestar un sí o un no. Ulrico se dio cuenta de que las características eran las mismas y procedió a resolver en enigma. Más tarde el príncipe abrió la puerta Alegre y salió un enano más: Bonachón.
En el séptimo día Crudelia les dijo que hoy también eran las mismas características a excepción de que o las dos decian la verdad o las dos mienten. Ulrico efectuó la misma pregunta e hizo salir a otro enano: Sabio.
El octavo día era el último y el más difícil. Había tres puertas, la puerta nueva era la serena. Ésta vez Crudelia les dejo un pergamino con unos apuntes, los necesarios para descifrar el enigma. Urlico y Arlindo fueron resolviendo poco a poco y al final consiguieron liberar a Blanca, la princesa.
Finalmente los enanos y la princesa Blanca fueron liberados de las garras de Crudelia.
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