Geografía
Sudán
Problemas de Sudán
Sudán tiene una gran cantidad de problemas que se pueden dividir en 2 grandes grupos
que pueden ser, problemas naturales y problemas políticos. Ambos bastante relacionados y que desencadenan en el hambre y la miseria que sufre este país subdesarrollado.
Problemas Naturales
Sudán cuenta con una gran cantidad de obstáculos para su desarrollo, de los que podemos destacar estos tres:
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El Agua: Una tercera parte del país se encuentra se encuentra en el norte de la isoyeta de los 300 mm de precipitaciones, que se puede decir, que es el límite de la agricultura de regadío. Es cierto que está bañado por las aguas del río Nilo, pero su utilización no es ilimitada, ya que tienen una cuota fijada con Egipto, y que sin duda, resulta insuficiente. Además el 35 % de los Sudaneses habitan en regiones que no reciben precipitaciones suficientes y la potencialidad a cuanto reservas subterráneas de agua, es reducida debido a la naturaleza de su subsuelo.
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Los transportes: La gran extensión de Sudán, hace de la organización de los transportes una cuestión vital para la economía del país. Las carreteras son escasas y deficientes, resultando inutilizabais en periodos de lluvia. El gobierno Sudanés, ha apostado claramente por el ferrocarril como medio de locomoción principal, y aunque ha puesto gran empeño en ello, son numerosas las regiones que aún permanecen aisladas. También los conflictos con el canal de Suez afectan a sus puertos, sobre todo al más importante Por Sudán.
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Los Capitales: Las múltiples tentativas por parte del gobierno por atraer los capitales extranjeros, no han dado los frutos deseados. La política interior, guerra civil y la falta de recursos tienen mucho que ver con esta reacción extranjera. A consecuencia de ello, el gobierno ha tenido que sustituir la ayuda de los inversores extranjeros por las inversiones públicas, y Sudán no se encuentra en un buen momento económico para realizarlas.
Hay también que destacar el problema de la agricultura para el desarrollo de Sudán, ya que más del ¾ de la población activa trabajan en ella, y esto es un factor importante de Subdesarrollo. El gobierno se decanta por una agricultura comercial, para la entrada de divisas, lo que hace que tenga una gran importancia la producción de algodón de calidad, (que por muy bueno que sea no se come), aunque se empieza a orientar hacia otros productos.
Factores que he dicho como la limitación hidroeléctrica, la ausencia de capitales extranjeros y los precarios transportes, sumado a la ausencia de minerales explotables y la escasa importancia de los yacimientos petrolíferos, ponen freno al desarrollo industrial, donde la escasa industria se dedica a tratar productos agrícolas y son administradas por el estado.
Problemas políticos
Un tema difícil de tratar, debido a la contraposición de la información que se puede encontrar acerca de él, de todos modos lo único seguro es que Sudán, para preservar su cohesión, ha de mantenerse a medio camino entre el mundo árabe y el mundo negro, lo cual, indudablemente genera conflictos, lo que acaba en una guerra civil.
1º acercamiento
En Sudán se libra una guerra que dura cuatro décadas y que ha producido, desde 1983, más de un millón de muertos, una gran cantidad indigente de desplazados y una crisis humanitaria constante. Después de alcanzar la independencia del colonialismo británico en 1956, Sudán ha conocido sólo 11 años de paz en los enfrentamientos entre el norte islámico y el sur no musulmán.
El conflicto entre el Gobierno y los grupos rebeldes cristianos y animistas del sur del país es aparentemente una lucha entre el intento del primero de imponer el Islam en el conjunto de la sociedad y los movimientos que se resisten. Sin embargo, en la parte sur con reservas de petróleo y tierras fértiles, que alberga a 600 subgrupos étnicos, las raíces del conflicto se encuentran en la competencia por recursos -algunos de ellos cada vez más escasos debido a la agricultura intensiva-, y en el racismo de los que se identifican como árabes hacia los negros africanos. El norte, tradicionalmente ha dominado el país, desde el punto de vista político, y ha intentado aprovecharse de los recursos del Sur.
Internacionalmente, Sudán tiene una alianza estrecha con Irán y problemas con Egipto por el apoyo de Jartum a los fundamentalistas islámicos que luchan contra el Gobierno de El Cairo y por el control de parte de la cuenca del Nilo. EE UU considera a Sudán como un Estado que impulsa el terrorismo, y por ello apoya a Etiopía, Eritrea y Uganda como forma de contención.
En abril de 1996 se firmó un frágil acuerdo de paz entre el Gobierno y cinco facciones rebeldes, que prevé celebrar un referéndum de autodeterminación para el sur en cinco años. Por otra parte, el SPLE principal grupo armado opositor del sur, se ha aliado con grupos tradicionalistas del Norte en su lucha contra el Gobierno de imposición militar.
Raíces del conflicto
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El legado colonial
El conflicto se ha venido describiendo en términos de rivalidad étnica y religiosa entre el norte de Sudán, árabe e islamita (alrededor del 50-60% de la población), y las comunidades negras del sur, donde el cristianismo convive con las creencias animistas. Las tensiones entre comunidades se remontan al siglo XIX cuando árabes y musulmanes del norte realizaban expediciones hacia el sur para capturar esclavos entre la población de origen africano.
Todos los gobiernos postcoloniales de Jartum, democráticos o no, han intentado "arabizar' Sudán en diversos grados y en algunos casos extender el modelo de Estado islámico y centralizado a todo el país. En el norte encuentra la mayor parte de la actividad comercial, así como las redes de transporte ferroviario terrestre y marítimo. El sur se halla aislado, pero tiene recursos de petróleo y recursos de agua.
Desde que el general golpista Omar Hasán Al-Bashir tomó el poder en 1989, el régimen de Jartum se ha empeñado en someter a los rebeldes cristianos del sur a la horma musulmana basada en la sharia islámica), y ha desarrollado su propia visión de un "renacimiento musulmán" en el que Sudán es el centro nueva revolución islámica y la demonización de EE UU, un arma útil.
Gran Bretaña, en su época colonial, decretó que el sur del país sería una zona cerrada, con la idea, que nunca llegó a materializarse, de secesionaria. Esa región quedó bajo la influencia religiosa de misioneros cristianos. Después de la Segunda Guerra Mundial, Londres realizó una descolonización apresurada y decidió que el Sur y el norte debían unirse. Sin embargo, para entonces la división se había profundizado. En 1955 estalló la guerra civil.
En Sudán, la identidad étnica no coincide necesariamente con la etnicidad.
Muchos Sudaneses son hijos de árabes y africanos, y su identidad a veces no tiene que ver con sus rasgos, lo que no deja clara la dimensión del conflicto.
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Lucha por los recursos naturales
La guerra entre el Gobierno y los grupos rebeldes cristianos del sur es, en gran medida, una lucha control de los recursos naturales de Sudán. El colapso de la economía del norte por la sistemática explotación del suelo ha obligado a las elites mercantiles norteñas -los Jellaba- a expandir sus actividades económicas hacia el sur. Es allí donde se encuentran las fértiles tierras de Renk, la zona petrolífera de Bentiu y los yacimientos de níquel y uranio. Sólo el 5% del suelo sudanés es cultivable, lo que agudiza la lucha por el territorio útil.
El cultivo mecanizado de las tierras en el noreste del país se inició a mediados de los años 40 y se desarrolló en décadas posteriores gracias a préstamos fáciles en petrodólares de los países de Oriente y la maquinaria de Occidente. En 1981, el sorgo se convirtió en el cereal más lucrativo de Sudán, en la base alimentarla del país y en su segunda principal exportación -después del algodón-, impulsado por los subsidios de Arabia Saudí, y también este país fue su mayor punto de exportación.
Pese al rápido aumento del volumen de las exportaciones, la deuda externa de Sudán creció, en parte debido a la bajada del precio de las materias primas en los mercados internacionales durante los años la crisis del petróleo, en esta época la agricultura intensiva ha sido devastadora.
El impacto medioambiental y la degradación ecológica provocados por la agricultura intensiva han dado espacio a los cultivos masivos y, al ritmo actual de la erosión, todos los bosques de la zona nororiental del país se habrán esfumado al finalizar el siglo. Por el contrario, las ricas y extensas sabanas y bosques meridionales -habitado por pastores y pequeños agricultores que dependen de las lluvias y practican una economía de subsistencia- se han mantenido más o menos intactos por el aislamiento histórico de la zona y su pobre infraestructura vial.
Son estas riquezas las que interesan a Jartum, que en las últimas tres décadas apenas ha invertido en infraestructuras ni en transportes, mientras desviaba fondos estatales a cuentas privadas. Su estrategia en el Sur se ha centrado en practicar deportaciones masivas de poblaciones negras hacia zonas inhóspitas y recolonizar los territorios fértiles recién despoblados con grupos de origen árabe. Organizaciones humanitarias de defensa de los derechos humanos acusan al Gobierno de Sudán de practicar el genocidio, de desplazar masivamente a grupos humanos, condenándolos al hambre por falta de recursos, y de capturar niños para adoctrinarlos religiosa y militarmente. Según algunas estimaciones, alrededor del 85% de la población del sur de Sudán ha sido desplazada.
African Rights, organización no gubernamental con sede en Londres, denunció en 1996 al Gobierno de llevar a cabo una campaña de exterminio de los Nuba, en la región meridional de Kardofan. En esta provincia montañosa viven alrededor de un millón de personas que practican la agricultura, tienen diversas religiones y se dividen en alrededor de 10 grupos lingüísticos. Los Nuba han competido desde el siglo XIX con sus vecinos árabes, los Baggara, por el agua y la tierra de esta zona. El SPLE tiene una de sus bases más fuertes entre la población Nuba.
En su campaña de dominación, las autoridades sudanesas se han valido de recursos letales: los choques interétnicos, las ofensivas del Ejército regular, el uso de la ayuda internacional como arma y la hambruna de la mayoría negra de Sudán, agravada por sequías cíclicas. El Gobierno ha alentado con armas y dinero las divisiones entre las facciones del SPLE, intensificándose las confrontaciones entre los dinka, los nuba y los nuer entre 1991 y 1993.
"La guerra", afirma el especialista en cuestiones de desarrollo Mark Duffield, "ha exacerbado las tensiones tribales, ha promovido el conflicto entre los grupos y ha polarizado las diferencias étnicas". Asimismo, se han destruido las formas tribales de poder y de resolución de conflictos, basadas en la autoridad de los jefes y los ancianos.
Como denuncia Médicos sin Fronteras, desde 1992 se ha practicado la política de relocalizar a los sudaneses que abandonasen las zonas controladas por el SPLA en supuestos "pueblos de paz" que son, en realidad, campos de trabajos forzosos represivamente controlados.
El Ejército Popular para la Liberación de Sudán (SPLA), rama militar del Movimiento Popular para la Liberación de Sudán (SPLE), es la principal organización rebelde. Surgió en 1983 como reacción al dictador Yaafar Al-Numeiray, quien decidió imponer la ley islámica y trasladar las escasas fuentes de desarrollo del sur al norte.
Al-Numeiray bloqueó los planes para explotar localmente el yacimiento de petróleo de Bentiu -descubierto en la región meridional del Alto Nilo por la compañía estadounidense Chevron- y, en su lugar, construir un refinería en Port Sudán, al norte del país, comunicada con el pozo por un oleoducto de 1.400 kilómetros. Los sudaneses sureños veían crecer a sus compatriotas del norte mientras sus vidas cambiaban irreversiblemente a peor. El SPLE, liderado por John Garang, un cristiano dinka adiestrado en EE UU cuando todavía era miembro de las Fuerzas Armadas del Estado, dirigió sus primeros ataques contra las prospecciones de Chevron, que desde 1983 decidió suspender indefinidamente sus operaciones.
Hasta diciembre de 1996, la ofensiva rebelde, encabezada por el SPLE y cuya principal base étnica son los ganaderos dinkas, estaba localizada en las regiones más meridionales del país: Ecuatoria Oriental, e sur del Bahr al Ghazal, Alto Nilo y Kurdufan meridional. Pero el 12 de enero de 1997, el SPLE abrió un nuevo frente al noreste, con el apoyo de la Alianza Democrática Nacional (ADN), que coordina las actividades de toda la oposición al régimen islamista de Jartum. El ADN está integrada por los dos más grandes partidos tradicionalistas del norte: el Umma y él el Khatimiyah, y agrupa también a sectores modernizadores. La alianza entre el SPLE y el ADN es inestable. El primero lucha por un Sudán secular; la segunda quiere derrocar a la dictadura pero mantiene sus prevenciones hacia el sur. Este acuerdo entre las facciones rebeldes ha permitido a Garang extender su guerra a dos provincias: Kassala, en la frontera con Eritrea, y Nilo Azul, donde se encuentra la estratégica presa d Roseras, que abastece a Jartum de electricidad.
Implicación de los países vecinos
La escalada de tensión que se registra desde octubre de 1996 entre Sudán y sus vecinos africanos hace temer que este conflicto desestabilice toda la región del Cuerno de África y sumerja al mayor país del continente en una desintegración similar a la que soportó Somalia a principios de los años 90. "No es una exageración" - afirma el experto en la región John Prendergast- " prever la posibilidad de que una guerra de más grandes proporciones se desarrolle en torno a la ideología y a los recursos. especialmente por la propiedad y el uso de las aguas del Nilo".
En 1997, la guerra entre el Gobierno sudanés y las fuerzas rebeldes ha traspasado las provincias del sur para extenderse a las fronteras orientales con Eritrea y Etiopía, donde los insurgentes del SPLE y otros grupos están logrando las mayores victorias militares de los últimos seis años. Uganda, Etiopía y Eritrea apoyan a los insurgentes. Se está produciendo, así, una creciente internacionalización del conflicto.
El avance rebelde alarmó a las autoridades sudanesas, que llamaron a la yihad (guerra santa), apelando al sentimiento patriótico de los sudaneses para sufragar una guerra que cuesta 1,5 millones de dólares al día, y acusaron a los Gobiernos vecinos de Etiopía, Eritrea y Uganda de albergar bases insurgentes en sus territorios y de proporcionar apoyo logística a la guerrilla. Sudán, un país con escasos aliados, vio así crecer su número de enemigos.
Las relaciones entre Etiopía y Sudán se agriaron en 1995, cuando el régimen de Jartum fue acusado de estar implicado en el intento de asesinato del presidente egipcio Hosni Mubárak e Addis Abeba, la capital etíope, y desde entonces han sufrido un deterioro imparable.
Por su parte, Eritrea -que recibió incalculables apoyos de sucesivos Gabinetes sudaneses durante los años de la lucha independentista frente a Etiopía- se ha convertido en el oponente más implacable de los militares de Jartum. El Gobierno de Asmara sostiene que, en sus intentos por exportar el islamismo, los fundamentalistas sudaneses se han infiltrado en su territorio, han lanzado ataques contra la población civil han fomentado la inestabilidad fronteriza. Eritrea ha acogido abiertamente a la ADN, cuya sede está e Asmara, y al legendario Sadeq Al Mahdí, ex primer ministro sudanés y el disidente más destacado del régimen de Jartum.
Por último, Uganda, que no oculta sus simpatías por la guerrilla antiislamista de John Garang, ha servido de retaguardia a sus milicianos y los ha abastecido de armas y municiones. En 1997, Jartum ha acusado a las autoridades ugandesas de lanzar ataques aéreos sobre su territorio, aprovechando las bases del entonces rebelde zaireño y aliado de Kampala, Laurent Kabila, en el noreste del antiguo Zaire (ahora República Democrática del Congo).
Estas ofensivas han permitido a los rebeldes sudaneses apoderarse de dos ciudades sureñas y ha supuesto una grave amenaza para los pozos petrolíferos controlados por Jartum. Sudán se ha vengado del apoyo proporcionado por Uganda armando a los grupos rebeldes que desafían a las autoridades ugandesas, entre ellos, al Ejército de Resistencia del Señor (Lords Resistance Army), cuya violencia traiciona la palabras de Youeri Museveni, quien afirma ser el primer presidente poscolonial que ha logrado pacificar Uganda.
Los intereses de los diferentes Estados vecinos de Sudán hacen que el único foro de negociaciones existentes, la Autoridad intergubernamental sobre la Sequía y el Desarrollo (AISD), promocionada por Kenia, Uganda, Etiopía y Eritrea, se vea debilitada.
Dimensión internacional del conflicto
El Cairo está interesado en mantener la unidad territorial de Sudán, ya que, según representantes egipcios, "la seguridad de Egipto comienza en el Sur sudanés y la seguridad de Sudán comienza en Alejandría". De hecho, el Gobierno de Mubárak se niega prestar apoyo militar a la rebelión sudanesa, aunque acoge a numerosos líderes y miembros de la oposición. El Cairo concede también especial importancia a cualquier amenaza contra sus fuentes de agua
La mayor preocupación es la posibilidad de una intervención militar iraní en apoyo de los fundamentalistas de Jartum. En los últimos años, Sudán se ha convertido en la pieza clave de la estrategia iraní en la región del Mar Rojo: el ideólogo de la dictadura sudanesa, Hasán al Turasi, que reclutó guerrilleros para la guerra de Afganistán en la década de los 80, se ha convertido en el principal defensor de la postura iraní en África. Sudán recibió al entonces presidente de Irán, Hashemí Rafsanyani, en dos ocasiones, más de un centenar de políticos y misiones militares iraníes han visitado Jartum desde 1992. Ambos país han firmado una treintena de acuerdos oficiales: desde el lanzamiento de empresas conjuntas en agricultura, hasta cursos de formación para el Ejército y la inteligencia sudanesa en Irán. Además de abastecer de petróleo y armas al Gobierno de Jartum por valor de 180 millones de dólares.
Teherán ha enviado al régimen sudanés unos 1 0.000 pasdaranes -Guardianes de la Revolución- para apoyar las ofensivas contra el sur. Y según un acuerdo de 1997, Irán desplazará a Sudán a miles de muyaidines -paramilitares- para ayudar a construir infraestructuras. En Port Sudán, en la costa del Mar Rojo, Marina iraní cuenta con el único puerto donde atracar fuera de su país, y recientemente se ha puesto funcionamiento un puente aéreo entre Teherán y Jartum que ha permitido a los aviones de carga iraní transportar comida, medicamentos y, según fuentes occidentales, material militar al país africano.
El respaldo sudanés a lrak durante la Guerra del Golfo indignó a los saudíes, que decidieron suprimir sus inyecciones de petrodólares. Arabia Saudí acusa además a Sudán de haber favorecido las ambiciones del Islam chií del antiguo presidente iraní Rafsanyani, adversario de las petromonarquías de Oriente Medio.
Desde 1993, la Unión Europea decidió suspender la ayuda de 214 millones de dólares al año que concedía a Sudán en el marco de los acuerdos de Lomé lV. El Banco Mundial (BM) se niega a prestarle ayuda hasta que la situación interna no permita lanzar un programa económico saneado.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) es aún más severo con el Gobierno sudanés: critica su política fiscal, reclama la reducción del gasto público y la liberación total de las tasas de cambio en las operaciones d importación y exportación. A principios de la década de los 90, Jartum fue expulsado de este organismo al que debe 1.700 millones de dólares sobre una deuda externa total de 16.000 millones.
Falta de crédito en la mayor parte de Occidente, Sudán ha vuelto su mirada al Este. Las empresas estatales China National Petroleum y Petronas de Malasia, junto al grupo canadiense Arakis Energy Corporation, firmaron recientemente un acuerdo de explotación petrolífera con Sudán por valor de 1.000 millones de dólares. Pekín está además interesado en la prospección aurífera de la región de las Colinas Rojas, cercana Mar Rojo, donde el oro es de mejor calidad que el sudafricano. Pero los rebeldes del sur no están dispuesto a aflojar el nudo sobre las autoridades islamitas. El ADN advirtió en marzo de 1996 que considera objetivos militares legítimos todas las empresas extranjeras que operan en Sudán, en especial las compañías de crudo.
Intereses de Estados Unidos
Washington, que en 1997 está retomando posiciones en el África subsahariana, califica a Etiopía, Eritrea y Uganda, de "Estados en primera línea" por sus fronteras con Sudán, país al que considera el segundo impulsor del terrorismo internacional contra intereses estadounidenses, después de Irán. En consonancia con esto, en noviembre de 1996 la Casa Blanca concedió ayuda militar por valor de 20 millones de dólares a estos tres Gobiernos africanos que ejercen políticas de contención frente a Jartum.
EE UU ya suministró en los años 80 equipos militares a la guerrilla anticomunista angoleña de UNITA, pero este es el primer caso de la posguerra fría en el que Washington proporciona material militar a países africanos que han expresado su intención de contrarrestar a otro Gobierno del continente. Según alguna fuentes, Israel, con el consentimiento de EE UU, también le concede ayuda al SPLE.
Eritrea y Uganda recibirán cada uno 3,85 millones del aporte militar de Estados Unidos. Etiopía obtuvo año pasado 106 millones de dólares en contribuciones globales de la Administración estadounidense.
Desde que los extremistas islámicos de Sudán se vieron implicados en el fallido asesinato de Hos Mubárak, la Casa Blanca ha endurecido su política hacia Jartum y, aunque logró que la ONU le impusieran algunas sanciones diplomáticas, considera que el país africano sólo ha incorporado ligeros cambios cosméticos en su política terrorista para evitar condenas más severas.
Según funcionarios estadounidenses, antes que derrocar al régimen de Al Bashir, Washington busca aislar, presionar y contener a Sudán para obligar al Gobierno militar a modificar su comportamiento. Pero estas diferencias de estrategia que establece EE UU parecen poco claras, puesto que el propio Gobierno de Bill Clinton admite que los tres Estados destinatarios de su ayuda están intentando provocar un golpe de Estado en Jartum.
El 4 de noviembre, el gobierno de EEUU hace oficiosa una orden ejecutiva en la que suman a Sudán al seno de su política de castigo, mediante embargo económico internacional, a paises islámicos que se le resisten Irán, Libia, Irak y ahora Sudán.
Como de costumbre, la razón que se esgrime para ello es el supuesto apoyo del gobierno a grupos terroristas que operan en los países vecinos. En este caso se acusa al gobierno de Jartum de ocultar a quienes perpetraron un atentado fallido contra Hosni Mubarak en 1995.
Recientemente Sudán ha sido víctima (conjuntamente con Afganistán) de un bombardeo aéreo oficiado por EEUU a supuestas bases terroristas en este país, que consideran el foco del terrorismo internacional contra sus intereses. A estos bombardeos sobre Sudán, el gobierno español se mostró de acuerdo ante la acción llevada a cabo. Al mismo tiempo señalan por voz de Abel Matutes que «España siempre se encontrará del lado de sus aliados en la lucha contra el terrorismo internacional», manifestendose increíblemente de esta manera ante un ataque al margen de las Naciones Unidas y del derecho internacional. La agresividad económica y la política imperialista de los EE.UU que día es mas patente, a la que nadie se atreve hacer frente.
Negociaciones con el SPLA
Un nuevo intento negociador para poner fin a la guerra que asuela Sudán. El Gobierno y la guerrilla del SPLA han acercado posiciones sobre el tema de la autodeterminación. Llegaron a un acuerdo sobre el principio de autodeterminación del sur de Sudán, en el que será objeto de un referéndum organizado bajo la supervisión de la comunidad internacional, aunque no se ha fijado fecha alguna para su celebración.
Los dos grandes temas que dividían a las partes en conflicto al comienzo de las conversaciones eran la autodeterminación del sur sudanés y la exigencia del SPLA para separar la religión del Estado. Son profundas las divisiones religiosas, culturales, políticas y raciales que alimentan la guerra sudanesa. Ni Jartum ni el SPLA han logrado ponerse de acuerdo sobre las regiones que participarán en esa consulta tras dos días de discusiones en la capital de Kenia destinadas a poner fin a la guerra civil. Ambas partes se encontrarán de nuevo en la capital de Etiopía.
Según el comunicado leído por el ministro keniano de Asuntos Exteriores, Bonaya Godana, en una conferencia de prensa, el Gobierno sudanés ha propuesto un alto el fuego para permitir el acceso de ayuda humanitaria, pero el SPLA quiere que la tregua se negocie de forma separada.
Godana dijo que la Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo (IGAD), el grupo regional que auspicia las conversaciones, daba la bienvenida al acuerdo para la "autodeterminación para el pueblo del sur de Sudán que será ejercida mediante un referéndum supervisado internacionalmente al finalizar un periodo de transición".
Los rebeldes del SPLA quieren un Sudán sur más extenso del que ofrece Jartum y en el que estén incluidas las provincias de Bahr el Ghazal, Equatoria y el Alto Nilo, mientras que el Gobierno sudanés desea que se mantenga la línea divisoria en los límites marcados por la independencia en 1956.La última ronda de conversaciones organizada por el IGAD, que agrupa a siete naciones, incluidas Kenia y Sudán, finalizó sin conclusiones definitivas el pasado mes de noviembre. El ala política del SPLA, y su brazo armado el SPLE, afirmó al finalizar la nueva ronda negociadora que los rebeldes habían capturado la guarnición de Wadega en el estado sureño del Nilo Azul, mientras se llevaban a cabo las negociaciones.
Aunque detrás de todo esto, el fondo parece no buscarse la inmediata liberación del sur - la autodeterminación que reclama muchos de sus seguidores-, sino derrocar al Gobierno de Al Bashir y crear un Estado laico. Pese a las sucesivas victorias logradas a principios de 1997, los rebeldes admiten que tienen pocas posibilidades de vencer al régimen por la fuerza. Su estrategia es ejercer suficiente presión para desatar una revuelta militar, u levantamiento popular y que el proceso no avance en ninguna de las dos direcciones y se produzca, como en otros escenarios de África subsahariana, la desintegración del Estado.
Este conflicto se está volviendo insostenible y requiere la actuación de los representantes nacionales y de la comunidad internacional: desde los jefes tribales y las iglesias locales hasta Naciones Unidas, pasando por la Autoridad intergubernamental sobre la Sequía y el Desarrollo (AISD), la Organización para la Unidad Africana (OUA), la Liga Árabe, EEUU, ONU y la Unión Europea.
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