Educación y Pedagogía
Relaciones sociales de los niños
RELACIONES SOCIALES:
Familia, escuela y compañeros
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Portada………………………………………………. 1
Índice………………………………………………… 2
Desarrollo del tema……………………………………3
Conclusión……………………………………………25
Bibliografía…………………………………………...27
A lo largo de este trabajo vamos a ahondar en las relaciones sociales que establecen los niños en torno a la familia, los iguales o la escuela. Las relaciones sociales van a ser determinantes en la vida de cualquier niño, para su realización como persona dentro de una sociedad cada vez más dura y cruel. Estamos convencidas que son estas relaciones, junto con la educación las que van a posibilitar el desenvolvimiento del niño a lo largo de su vida.
Al hacer mención a la educación, necesariamente hay que referirse a la entidad educativa y a los diferentes elementos que están involucrados en el proceso de enseñanza aprendizaje como los estudiantes, la familia y el ambiente social que lo rodea. La escuela, brinda al estudiante la oportunidad de adquirir técnicas, conocimientos, actitudes y hábitos que promuevan el máximo aprovechamiento de sus capacidades y contribuye a neutralizar los efectos nocivos de un ambiente familiar y social desfavorables. En el estudio sobre el " clima social escolar”, si las normas son flexibles y adaptables, los niños tienen una mayor aceptación, contribuyen a la socialización, a la autodeterminación y a la adquisición de responsabilidad, favoreciendo así la convivencia en el colegio y por tanto el desarrollo de la personalidad; por el contrario si éstas son rígidas, repercuten negativamente, generando rebeldía, inconformidad, sentimientos de inferioridad o facilitando la actuación de la persona en forma diferente a lo que quisiera expresar.
Mientras que las relaciones entre los compañeros de grupo son sólo uno de los muchos tipos de relaciones sociales que un alumno debe aprender, no es de sorprenderse saber que los estudios que analizan el estilo en que los padres educan a sus hijos nos permitan tener algunos indicios que ayudan entender el desarrollo de capacidades sociales dentro de un grupo social de niños.
Sobre el papel de los padres en el desarrollo de la competencia social, se refiere que los padres se interesan por las interacciones más tempranas de sus hijos con sus compañeros, pero con el paso del tiempo, se preocupan más por la habilidad de sus hijos a llevarse bien con sus compañeros de juego, asimismo se postula que en la crianza de un niño, como en toda tarea, nada funciona siempre, se puede decir con seguridad, sin embargo, que el modo autoritario de crianza funciona mejor que los otros estilos paternos (pasivo y autoritario) en lo que es facilitar el desarrollo de la competencia social del niño tanto en casa como en su grupo social. Los altos niveles de afecto, combinados con niveles moderados de control paterno, ayudan a que los padres sean agentes responsables en la crianza de sus hijos y que los niños se vuelvan miembros maduros y competentes de la sociedad. Probablemente, los niños de padres autoritarios, es decir, aquellos cuyos padres intentan evitar las formas de castigo más extremas (ridiculización y/o comparación social negativa) al criarlos, puedan disfrutar de éxito dentro de su grupo social.
Se han acumulado un convincente cuerpo de evidencia que indica que los niños alrededor de los seis años de edad al alcanzar un mínimo de habilidad social, tienen una alta probabilidad de estar en riesgo durante su vida.
Las relaciones entre iguales contribuye en gran medida no sólo al desarrollo cognitivo y social sino, además, a la eficacia con la cual funcionamos como adultos, asimismo, postulando que el mejor predictor infantil de la adaptación adulta no es el cociente de inteligencia (CI), ni las calificaciones de la escuela, ni la conducta en clase, sino la habilidad con que el niño se lleve con otros. Los niños que generalmente son rechazados, agresivos, problemáticos, incapaces de mantener una relación cercana con otros niños y que no pueden establecer un lugar para ellos mismos en la cultura de sus iguales, están en condiciones de alto riesgo.
Las limitaciones en el desarrollo de las relaciones sociales genera riesgos diversos, como: salud mental pobre, abandono escolar, bajo rendimiento y otras dificultades escolares, historial laboral precario y otros. Dadas las consecuencias a lo largo de la vida, las relaciones sociales deberían considerarse como la primera de las cuatro asignaturas básicas de la educación, es decir, aunada a la lectura, escritura y aritmética. En virtud de que el desarrollo social comienza en los primeros años, se considera que es apropiado que todos los programas para la niñez incluyan evaluaciones periódicas, formales e informales, del progreso de los niños en la adquisición de habilidades sociales.
En la actualidad diversos investigadores en el campo de la educación se dirigen a concienciar a la sociedad de la necesidad imperante de introducir una nueva dirección en la planeación, administración y evaluación del acto educativo. Lo anterior fundamentado en que los sistemas instruccionales no cumplen satisfactoriamente su cometido, los alumnos cada día almacenan más información y en forma mecánica la reproducen sin llegar a la adquisición de habilidades o estrategias que le permitan transferir sus conocimientos en la resolución de problemas académicos y de situaciones en su vida diaria.
Como una alternativa de respuesta a este problema se propone un enfoque dirigido a los estudiantes que pretende el desarrollo deliberado de habilidades para pensar. El pensamiento humano no debe concebirse en forma reduccionista como la capacidad de almacenar la información, ignorándose su potencialidad de procesamiento y transformación; la cognición puede y debe cumplir ambas funciones, organizar y almacenar información y transformarla en la generación de productos nuevos, y la educación debe proveer los medios necesarios para el logro de estos propósitos.
Entre la gran sociedad y la persona individual existen numerosos grupos pequeños, que son los principales agentes de socialización de la persona. El comienzo natural del proceso para cada niño recién nacido es su inmediato grupo familiar, pero éste pronto se amplia con otros varios grupos. En la historia de la humanidad, la familia ha sido la agencia de socialización más importante en la vida del individuo.
Algunos autores plantean que los cambios sociales producidos por los procesos de industrialización y modernización han llevado a una perdida relativa de su relevancia ante la irrupción de otras agencias socializadoras como el sistema educacional, los grupos de amigos y los medios masivos de comunicación. Sin embargo, su importancia sigue siendo capital. La familia es el primer agente en el tiempo, durante un lapso más o menos prolongado tiene prácticamente el monopolio de la socialización y, además, especialmente durante la infancia, muchas veces selecciona o filtra de manera directa o indirecta a las otras agencias, escogiendo la escuela a la que van los niños, procurando seleccionar los amigos con los cuales se junta, controlando /supuestamente/ su acceso a la televisión, etc. En este sentido, la familia es un nexo muy importante en el individuo y la sociedad. Toda familia socializa al niño de acuerdo con su particular modo de vida, el cual esta influenciado por la realidad social, económica e histórica de la sociedad en la cual está inserta. Hay autores que han señalado la existencia de diferencias en las prácticas de socialización, según sea la clase social a que pertenezca la familia. Es posible, distinguir dos tipos o modos de socialización familiar: en primer término, socialización represiva o autoritaria, que se da más frecuentemente en las familias de clase baja "la cual enfatiza la obediencia, los castigos físicos y los premios materiales, la comunicación unilateral, la autoridad del adulto y los otros significativos" ; en segundo termino, socialización participatoria, que se da con mayor frecuencia en familias de clase media y superior "en donde se acentúa la participación, las recompensas no materiales y los castigos simbólicos, la comunicación en forma de diálogo, los deseos de los niños y los otros generalizados".
Las influencias preescolares inciden sobre el niño desde diversos puntos. Los pequeños círculos de relaciones en que participa con sus padres, parientes, amigos, niñeras y otros, tienen su importancia para mostrarle como ha de ser un buen niño. El barrio, la escuela y en ciertos casos la parroquia son importantes agentes de socialización para los niños. En el proceso de la socialización uno de los factores principales es la educación; y más especialmente la formación social que se da dentro de la educación secundaria. Este punto podemos abordarlo desde varios ángulos:
El primero de ellos es el punto de vista del educador. Para conocer este punto de vista hemos conversado con diversos profesores de primaria, obteniendo importantes conclusiones. Respecto al contacto extraescolar profesor-alumno, la opinión general es que es positivo, ya que ayuda a un mejor conocimiento mutuo fuera del ambiente docente. Dentro de este trato, se puede incluir la atención personalizada, presente en tutorías, ayudas, interés por el desarrollo del alumno-compañero. Creando así una corriente interactiva muy productiva para la socialización y el rendimiento académico.
Otro elemento es la mentalización sobre temas tabú en nuestra sociedad. El ambiente académico parece más propicio a esta "enseñanza", ya que dentro del ámbito familiar existe, por una enseñanza tradicional, una mayor resistencia a tratar estos temas, con el consiguiente peligro para los jóvenes debido a que se ven obligados a buscar la información a través de métodos poco ortodoxos; sin embargo, dentro de la enseñanza puede ser incluido dentro de los distintos temarios que abordan las diferentes asignaturas. Estos valores se encuentran en permanente conflicto con la realidad social que se produce alrededor.
Otros medios de socialización tienen diversos y variados efectos en las diferentes fases de la vida de una persona. Como el aprendizaje social es un proceso continuado en todos los niveles de edad, la persona se ve constantemente refrenada en alguno de sus impulsos y estimulada en otros. Fracasos y satisfacciones, esfuerzos y readaptaciones, todo con experiencias que ayudan a aprender. La madre que explica las diferentes maneras como sus diversos hijos han atravesado las fases del crecimiento, indirectamente esta afirmando que ella misma ha aprendido no poco de estas experiencias.
Atendiendo al tema de los agentes de socialización examinaremos el rol que desempeñan los medios de comunicación de masas, en especial la televisión, como agencias de socialización. Un hecho fuera de discusión hoy día es que en el mundo actual los medios de comunicación han alcanzado una difusión sin precedentes. Los diarios, las revistas, el cine, la radio y, sobre todo, la televisión, son usados por una cantidad muy significativa y creciente de personas para satisfacer, principalmente, las necesidades de información y entretenimiento, dedicando un numero muy grande de horas a ver, escuchar o leer los mensajes difundidos por estos medios.
Para los niños, se ha dicho que al cabo del año están más tiempo frente al televisor que frente al maestro en el aula. Tal situación tiene un claro efecto socializador, planteándose que una buena parte de la construcción social de la realidad está determinada por los medios de comunicación masiva. Estos medios, particularmente la televisión, darían una imagen del mundo, elaborarían un mapa de la realidad, que resultaría de capital importancia en la conducta social. Se enfatiza que el usuario decide usar o no los medios, selecciona que medio usar, que programa ver, etc. Las preferencias en estas decisiones o selecciones están fuertemente determinadas por los valores, creencias o actitudes que han conformado otras agencias de socialización, particularmente la familia. Los padres y los educadores que se preocupan por el impacto que tales agentes causan en los niños ordinariamente, no caen en la cuenta de que ellos mismos siguen los ejemplos y las sugerencias y recogen las opiniones y las actitudes que le presentan esos medios. Se están socializando en forma subconsciente.
Los padres contribuyen en el proceso de socialización al menos de tres modos diferentes: asumiendo el papel de ofrecer amor y cuidados; actuando a veces deliberadamente como agentes de socialización activos, y participando en el desarrollo del concepto de yo en el niño. Los distintos teóricos han enfatizado diferentes aspectos de los roles de los padres, pero cada uno probablemente tenga una función en la aceptación del niño de las actitudes y valores culturales. Sin embargo, los niños no son piezas de arcilla pasivas, que puedan moldearse con los fuertes dedos de la formación y ejemplo de los padres.
Ser padres es primeramente sentir cosas respecto a los hijos, sentimiento que en la mayoría de los casos adopta la forma intensa y positiva llamada apego. Pero ser padres es también actuar con los hijos, encauzar su comportamiento en una determinada dirección, asegurarse de que no actúen de una determinada manera, poner límites a sus deseos, procurarles satisfacciones y hacerles soportar frustraciones. Este conjunto de conductas reciben el nombre de estrategias de socialización, porque su objetivo se relaciona muy directamente con moldear a través de la intervención educativa el tipo de conductas que los padres valoran como apropiadas y deseables para sus hijos, tanto para su desarrollo personal como con vistas a su integración social.
La tarea de socializar es evolutivamente posterior al establecimiento del apego y requiere por parte de los padres una serie de tomas de decisión, una serie de comportamientos y de tensiones que típicamente no se dan en las relaciones de apego. Las estrategias de socialización tienen que ver también con el tono de la relación, con el mayor o menor nivel de comunicación, con las concretas formas que adopta la expresión de afecto, etc. Así, los estilos de socialización son en realidad estilos de relación entre los padres y los hijos, sino situados en el contexto más amplio de la comunicación y la conducta.
La familia es el primer agente socializador que interviene en el niño. La interacción del niño con la madre, y más tarde con los demás familiares, resulta fundamental en la constitución de su personalidad, ya que la imagen del mundo que desarrolle será acorde con la que posee el grupo familiar.
Más adelante, el niño toma contacto con agentes de socialización exteriores a la familia.
Cada vez cobra mayor importancia un grupo de agentes socializadores impersonales, creados por la técnica moderna. Se trata de los medios de comunicación de masas (el cine, la radio, la televisión, los periódicos…) que acosan al individuo con un flujo continuo de información y modelos ideológicos, y contribuyen en gran manera a la interiorización de los contenidos culturales.
Existen grupos primarios, o comunidades, en los que los miembros se conocen entre sí personalmente. Las relaciones entre ellos se viven predominantemente como emocionales, no como utilitarias. La familia, el círculo de amistades, son grupos primarios de por sí.
En la comunidad la relación es informal y relajada, y los contactos son íntimos, personales y totales. El miembro del grupo primario se desenvuelve en él mostrando por completo su personalidad.
En los grupos secundarios, o sociedades, las relaciones son más fragmentarias e impersonales, y suelen hallarse guiadas por un utilitario.
En los grupos primarios, lo importante es la relación en sí; en los secundarios, el objetivo perseguido. La distinción entre ambos tipos de grupos no es absoluta; ya que en todos los grupos se mezclan características primarias y secundarias. Llamaremos primario al grupo en el que predominan las relaciones afectivas, y secundario a aquel en el que prevalecen los objetivos.
En las sociedades primitivas predominan los grupos primarios. La sociedad industrial tiende, sin embargo, a dar cada vez más importancia a los grupos secundarios, en detrimento de los primarios. Una familia, por ejemplo, desarrolla sus capacidades según ritmos y obligaciones que le imponen grupos secundarios: la empresa donde trabaja el padre, la escuela a la que acuden los hijos… El individuo se encuentra cada vez más sometido a las imposiciones de los grupos secundarios, al tiempo que se ve, por razones ”prácticas”, obligadamente alejado de su familia y de los restantes grupos comunitarios a los que pertenezca.
La Familia es el grupo comunitario más importante. Presenta grandes variaciones en su estructura y contenido, la familia es una formación grupal que surge siempre allá donde existe una sociedad humana.
La familia cumple cuatro tipos de funciones fundamentales: sexuales, procreadora, de agente socializador y de cooperación económica.
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De cualquier forma, el papel de la familia como agente socializador es sin duda el que le confiere un papel decisivo en el conjunto de la estructura social, pues es dentro del marco familiar donde el niño comienza a tomar contacto con el mundo exterior, y donde su personalidad empieza a adquirir forma. En este sentido, las modernas corrientes psicopedagógicas tienden a resaltar la importancia que para el desarrollo armónico del ser humano representa la existencia de un equilibrio emocional y afectivo durante su infancia, equilibrio que sólo podrá conseguirse mediante la adecuada coordinación entre las instituciones socales y los padres; a éstos, pues, corresponde en gran medida la tarea de proporcionar a sus hijos la formación y el apoyo indispensable para que puedan llevar a cabo su plena integración en la sociedad.
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La función de cooperación económica también tiene lugar en la familia, adquiriendo dos aspectos fundamentales: como unidad productora y como unidad consumidora. En las sociedades no industrializadas, la mayor parte de las familias se constituyen en unidades de producción, bien sea agriculturas o artesanas.
El análisis de las redes sociales permite conocer la estructura, el contenido y la amplitud de los contactos sociales que mantienen los miembros de la familia. Las personas que componen las redes sociales pueden ser familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc., todos ellos son personas significativas para uno mismo y con las que se establece algún tipo de relación o se realiza alguna actividad. Las relaciones sociales que se establecen pueden desempeñar diversas funciones y tener distintos significados para familias con diferentes necesidades, circunstancias, expectativas y recursos. La función principal de las redes sociales es que pueden aportar un apoyo muy valioso para los padres a la hora de afrontar las diversas tareas relacionadas con el cuidado y la socialización de los hijos.
En contra de lo que ocurre en otros países, unas relaciones sociales frecuentes e intensas impregnan a toda la sociedad española. Las personas de nivel socioeconómico más alto tienden a relacionarse menos con familiares y más con amigos; en consecuencia, cuanto más bajo es el nivel socioeconómico más se establecen las redes de relación con familiares y vecinos, y más reducida es la red de amigos. Los adolescentes y jóvenes son los que muestran una mayor tendencia a establecer relaciones con personas no familiares.
La importancia que las relaciones sociales tienen para la familia española puede obtenerse del análisis de los estilos de ocio predominantes en nuestra sociedad. Aunque el disfrute del ocio está evolucionando hacia el marco del hogar, salir de copas con los amigos y visitar o recibir visitas en casa siguen apareciendo entre las actividades realizadas de forma cotidiana por la mayoría de las familias españolas. Los ocios mayoritarios de la población española son ver la televisión y estar con familiares y amigos. Los jóvenes y las personas de mayor nivel de estudios suele presentar patrones más extrahogareños, en los que el disfrute del tiempo libre en compañía de los amigos, con la asistencia a espectáculos diversos y con el turismo.
Se pueden clasificar las actitudes de los padres en tres categorías: permisivas, autoritarias y democráticas. Estas actitudes serán determinantes en la educación del niño.
Los hijos de los padres autoritarios son, desconfiados, poco cordiales, retraídos, y con un bajo nivel de competencia social. Los de padres permisivos son más dependientes, inmaduros y confiados en sí mismos, pero tienen poca capacidad para valerse con autonomía. Los padres democráticos estimulan un desarrollo más positivo, y sus hijos demuestran una gran responsabilidad ya durante los primeros años de la niñez, así como una gran habilidad para lograr ayuda de los demás.
La vida cotidiana de los niños y niñas tiene un antes y un después definido por el acceso a algún tipo de contexto extrafamiliar estable al que también asisten con otros niños y niñas de la misma edad. Que una niña o un niño concreto crezca exclusivamente en el contexto familiar o lo haga en algún contexto extrafamiliar de este tipo, depende de la edad que tenga.
Existen tres formas de agrupar a los niños y a las niñas:
Niños y niñas pasan la totalidad del día en su casa al cuidado casi exclusivo de la madre. La presencia de otras figuras de cuidado es prácticamente irrelevante, por lo que podría etiquetarse a este grupo como el de niños y niñas en casa sólo con la madre. Casi la mitad de los niños pertenecen a este grupo.
Niños y niñas que pasan la casi totalidad del día en su casa, al cuidado sobre todo de la madre, pero con una importante presencia diaria del padre (por la tarde) como co-responsable de los cuidados y la atención al niño; además, se trata de familias que tienen frecuentes relaciones con amigos y vecinos con los que el niño tiene también contacto cotidiano durante unas horas. Podría etiquetarse a este grupo como el de niños y niñas en casa casi cuidados por ambos padres y con más contactos sociales. Estos niños representan la tercera parte.
Niños y niñas que pasan una buena parte del día en un contexto extrafamiliar, las escuelas infantiles (básicamente, toda la mañana). Del tiempo que están en casa, la atención fundamental proviene de la madre, pero con alguna implicación del padre, implicación menor que la del segundo grupo, pero mayor que la del primero. Además, los abuelos tienen un contacto diario con el niño, de cuyo cuidado pueden ser responsables durante algunas horas. Podría etiquetarse a este grupo como de niños y niñas en casa (casi exclusivamente con la madre) y también en escuelas infantiles, con algunas horas adicionales con los abuelos. Este grupo representa algo menos de la cuarta parte.
Aparte de su actividad laboral, hombres y mujeres mantienen diversas relaciones con el contexto social: con la familia extensa, con los amigos y en agrupaciones de distinto tipo, relaciones que también se ven afectadas por la transición a la paternidad. En este sentido, igual que se modifican hábitos personales y familiares, la llegada del bebé puede ejercer ciertos efectos sobre las relaciones sociales habitualmente mantenidas por los padres, en algunos casos para intensificarlas (generalmente con la familia), y en otros disminuyéndolas (saliendo menos con los amigos, por ejemplo). Además, las numerosas y a veces desconocidas tareas que requiere el cuidado del bebé, sobre todo si se trata del primer hijo, hacen de la transición a la paternidad un momento propenso para solicitar y recibir apoyo y ayuda de las personas más cercanas. La mayoría de los estudios ponen de relieve un incremento y estrechamiento de las relaciones entre los nuevos padres y sus familias de origen, al mismo tiempo que los padres buscan y reciben de distintas personas (familias y amigos) tanto apoyo emocional como ayuda material. En ambos aspectos, estas consecuencias se observan en caso de sujetos que se convierten en padres por primera vez, existiendo pocos cambios en este ámbito en las sucesivas transiciones a la paternidad.
Cuando una familia tiene más de un hijo, uno que otro conflicto entre hermanos es inevitable. Los niños pueden discutir por cualquier cosa (juguetes prestados, tener su propio espacio, privacidad, quién controla el mando a distancia, quién se sienta en el mejor lugar y con mayor frecuencia, quién recibe mayor atención de los dos). Al mismo tiempo, los niños también pueden ser muy cariñosos, serviciales y fuentes de apoyo entre sí. Los hermanos que parecen siempre estar luchando pueden crecer y convertirse en amigos auténticos. Las relaciones con los hermanos ejercen un fuerte impacto en el desarrollo; sientan las bases y proporcionan un modelo para las relaciones en el futuro.
La rivalidad entre hermanos puede empezar a una edad muy temprana, con frecuencia al nacer un hijo menor, o un poco después. Los niños en edad preescolar y los bebés, al no estar acostumbrados a la competencia, podrían sentir que están recibiendo menos atención por parte de su madre, y es probable que respondan exigiendo atención o haciendo algo “malo” para recibirla.
Algunos niños pueden regresar a comportamientos de cuando eran más pequeños, tales como querer dormir en la cuna, mojar la cama, hablar como bebés… Debido a que todos los niños desean y necesitan el amor y la atención de sus padres, tener que compartirlos con los hermanos puede ocasionar celos. Para los padres de familia, atender las necesidades de un niño sin ser negligentes con sus otros hijos es un complicado acto equilibrista.
La rivalidad entre hermanos tiene beneficios: Los padres ejercen una gran influencia como modelos a seguir, y pueden demostrar cómo encontrar soluciones a los problemas y desacuerdos diarios de formas respetuosas y no agresivas. A través del “toma y daca” en las relaciones con los hermanos, los niños aprenden muchas habilidades que transfieren a sus relaciones con sus compañeros en la escuela y en otras situaciones de sus vidas.
Con la guía de los padres, los niños aprenden a:
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Compartir objetos y la atención de los padres.
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Enfrentarse a conflictos y desacuerdos.
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Comprender y respetar el punto de vista de otra persona.
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Exhibir un comportamiento empático.
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Hacer concesiones, negociar y controlar la agresión.
Las relaciones entre hermanos: Los niños, inclusive los de la misma familia, son diferentes, y si los padres son sensibles a los temperamentos individuales de sus hijos, pueden evitar conflictos. Algunos niños tienen un temperamento ligero y se adaptan fácilmente a nuevas situaciones; otros tardan en acostumbrarse a la situación; y otros son melindrosos, se frustran fácilmente y se tensan en nuevas situaciones o al efectuar cambios. A este último grupo pertenecen los niños que tienden a experimentar fricciones con sus hermanos. Este también es el caso de algunos niños que presentan áreas de debilidad (en el lenguaje, atención o interacción social). Cuando los padres están en sintonía con los temperamentos y necesidades de sus hijos, se dan cuenta de que algunas situaciones pueden provocar conflictos entre hermanos.
El entorno familiar también tiene un efecto. Si los padres de familia son empáticos y trabajan juntos, constituyen modelos de cooperación y resolución positiva de problemas. Por otro lado, si los padres tienen problemas matrimoniales o si la composición de la familia cambia como consecuencia de un divorcio, de que alguno de los padres se vuelva a casar o por cualquier otra circunstancia, la relación entre los hermanos podría tener un mayor número de conflictos.
Se ha observado que los hermanos son los compañeros de juego más estables. Ellos establecen las normas y mantienen normas, se aconsejan unos a otros, desempeñan roles complementarios (practican habilidades sociales) y se presentan apoyo en los momentos difíciles.
Abramovitch y sus colaboradores estudiaron patrones de interacción entre los hermanos y llegaron a algunas conclusiones:
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Los niveles de interacción en las parejas de hermanos con edades comprendidas entre uno y cuatro años, eran altos. Estos niveles se encontraron en el comportamiento prosocial, de rivalidad y de imitación.
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Los hermanos mayores tenían más comportamientos prosociales y de rivalidad que los más pequeños.
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El sexo resultó ser un factor importante en la interacción. En parejas de hermanas se daba más comportamiento social que agresivo; en los hermanos había más comportamientos agresivos que sociales. En las parejas mixtas, los niños eran más agresivos que las niñas, pero éstas tendían a ser más prosociales que los varones.
Las relaciones con los adultos y con los iguales se desarrollan estrechamente, cumplen funciones totalmente diferentes y ninguna puede ser sustituida por otra. Con los adultos se resuelven las primeras tareas evolutivas, a partir de las cuales se adquieren la seguridad, la inseguridad básica y la capacidad para orientar la conducta hacia sus propios objetivos. Del mismo modo, los compañeros comienzan a influir en las habilidades más complejas por lo que se ha llegado a la conclusión de la necesidad del niño para la cooperación, negociación, el intercambio, la competición, su defensa, la creación de normas… que se desarrollan fundamentalmente entre compañeros y fuera del ámbito familiar.
Sin embargo, existen situaciones en las que el grupo de iguales no cumple adecuadamente las funciones anteriormente expuestas:
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Cuando no existen oportunidades para interrelacionarse.
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Cuando comienzan a relacionarse con iguales, sin haber adquirido las competencias necesarias para establecer relaciones simétricas.
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Cuando las relaciones entre iguales sustituyen a las relaciones con los adultos.
En este último caso, los iguales se convierten en una fuente de seguridad, en la función que deberían cumplir los adultos, y no pueden proporcionar el contexto para adquirir las habilidades sociales más completas e importantes.
En función de lo anteriormente expuesto, puede comprenderse que la adaptación socio-emocional dependa, en buena parte, de las relaciones que los alumnos mantienen con sus compañeros. Probablemente, es por eso que desde los ocho años el rechazo de los compañeros en la escuela predice el abandono prematuro, incluyendo la falta de rendimiento escolar y lo que esto conlleva.
El rechazo de los compañeros no se limita al contexto escolar, en el que habitualmente se evalúa, sino que se extiende también a problemas más graves de adaptación socio-emocional durante la vida adulta:
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La delincuencia.
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Graves conductas autodestructivas, que pueden conducir a la drogodependencia, al suicidio…
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Los que subyacen en la demanda de asistencia psiquiátrica.
La peculiaridad de las relaciones familiares limita las posibilidades de aprender a negociar en dicho contexto. El niño debe aceptar y aceptarse en sus relaciones con padres y hermanos. Al salir de la familia, el niño descubre múltiples posibilidades para seleccionar a sus compañeros de juego y puede negociar sus propios vínculos y contextos sociales. Aprende también que sus iguales no le aceptan fácilmente, debe convencerles de sus méritos como compañero y, en ocasiones, deberá anticipar y aceptar la exclusión.
Estudios realizados para averiguar que características distinguen a los niños o adolescentes más aceptados por sus compañeros, demuestran que éstos tienden a elegir aquellos que les permiten ejercer el control de la relación, lo cual resulta congruente con la naturaleza de las relaciones entre compañeros y las convierte en la mejor oportunidad para aprender a negociar y colaborar.
En la competencia general necesaria para hacerse amigos desde el comienzo de la escuela primaria parecen estar incluidas cuatro habilidades básicas que permiten:
Llevarse bien al mismo tiempo con adultos y con iguales. Los niños más aceptados por sus compañeros se diferencian por ocupar una posición positiva en el sistema escolar, logrando hacer compatible su relación con tareas y profesores, con la solidaridad hacia sus compañeros. El niño con capacidad para tener al mismo tiempo éxito y amigos suele participar con frecuencia y eficacia en las tareas propuestas por el profesor, sabe recibir su reconocimiento dentro de ciertos límites, sin que ésta atención sea buscada por el niño, ni manifestar ansiedad por conseguirla.
Colaborar e intercambiar el estatus. La relativa ambigüedad del estatus que caracteriza a las relaciones entre iguales, hace que en gran parte de las conductas que entre ellos se producen estén destinadas a negociar los papeles asimétricos. El niño rechazado suele tener grandes dificultades para soportar la incertidumbre que suponen los cambios de papel y de poderlos negociar. Desde los seis o siete años se observa que los niños a los que sus compañeros piden más información, son también a los que más se les da. En este mismo sentido, cuando se pregunta a los niños si ellos pueden enseñar algo a otro niño, suelen mencionar a sus amigos, los mismos a los que se hace referencia cuando se les pregunta si algún otro les podría enseñar algo a ellos; demostrando así que entre iguales sólo se permite a otro que ocupe un estatus superior si él también lo conoce. Los niños que tratan continuamente de controlar, de dirigir a otros niños, suelen ser rechazados por sus iguales. Cuando se pregunta a los compañeros por qué no quieren estar con ellos suelen decir “porque son unos mandones”, “porque siempre hay que hacer lo que ellos dicen”… cuando se observa a estos niños se comprueba que efectivamente suelen tener dificultades para colaborar, no piden información a sus compañeros y tratan con frecuencia de llamar la atención sobre sí mismos, en lugar de tratar de centrarse en la tarea. Es importante tener en cuenta la capacidad para colaborar intercambiando los papeles de quien manda y quien obedece se adquiere sobre todo entre compañeros que se consideran amigos mutuamente. De ahí la importancia que tiene conseguir que todos los niños tengan al menos un buen amigo entre sus compañeros, con el que desarrollar estas importantes habilidades sociales.
Expresar aceptación: el papel de simpatía. Los niños más aceptados por sus compañeros de clase se diferencian de los niños rechazados por ser mucho más sensibles a las iniciativas de los otros niños, aceptar lo que otros proponen y conseguir así que los demás acepten. Cuando se observan las relaciones entre niños se comprueba que la conducta con la conducta que un niño dirige a sus compañeros está muy relacionada con la que recibe de ellos. Los niños que más animan, elogian, atienden y aceptan, suelen ser los que más elogios, atención y aceptación reciben. Esta simpatía reciproca hace que al niño le guste estar con sus compañeros y encuentre en esta relación oportunidades de gran calidad para desarrollar su inteligencia social y emocional. Por el contrario, los niños que son rechazados por sus compañeros suelen expresar con frecuencia conductas negativas hacia ellos, como agresiones físicas o verbales, críticas… y reciben conductas similares de los otros niños. Esta antipatía reciproca suele provocar una escalada que hace que las conductas negativas aumenten con el paso del tiempo.
Repartir el protagonismo y la atención. Uno de los bienes más valorados en las situaciones sociales, es la atención de los demás. Comprenderlo y aprender a repartir de forma excesiva (niños pesados y por ello rechazados), ni pasar desapercibidos (niños aislados), es una de las más sutiles habilidades sociales. La capacidad de un niño para adaptarse a las situaciones grupales suele evaluarse observando como trata de entrar en un grupo ya formado. Los estudios realizados sobre esta capacidad, reflejan que los niños más aceptados por sus compañeros suelen adaptar su comportamiento a lo que el grupo esta haciendo, sin tratar de acaparar la atención de los demás ni interferir en lo que hacen, comunicándose con ellos de forma clara y oportuna. Los niños que suelen ser rechazados, por el contrario, manifiestan menos interés hacia los otros niños, suelen hacer comentarios irrelevantes, expresan frecuentemente desacuerdo, son ignorados por el grupo e intentan llamar la atención sobre sí mismos. Por eso, los problemas de los niños rechazados por sus compañeros pueden volver a producirse cuando van a un nuevo grupo. Para superar estos problemas suele ser necesario ayudar a que estos niños adquieran habilidades sociales necesarias para hacerse amigos.
Desde la edad de un año pueden detectarse con frecuencia en los niños conductas utilizadas intencionadamente para conseguir algo de los demás. La primera de estas estrategias sociales, suele ser el llanto, y su desarrollo próximo consiste en pedir o proponer directamente lo que pretende, una de las estrategias más frecuentes que los niños emplean con sus padres.
Las relaciones entre iguales suelen suponer un fuerte impacto en la adquisición de estrategias sociales. Con sus compañeros, los niños descubren que para conseguir un objetivo, no basta con pedirlo directamente. Así, desde los seis años, la mayoría de los niños llega a darse cuenta de la necesidad de dar algo a cambio; y, más tarde, de utilizar las negociaciones.
Para evaluar el conocimiento que los niños tienen sobre estrategias de relación con los iguales, se les suele preguntar cómo pueden resolverse diversas situaciones conflictivas. Las estrategias que proponen los niños más aceptados por sus compañeros, reflejan un conocimiento mucho mayor de la peculiaridad de estas relaciones, suponen mejores consecuencias para todos los niños implicados y permite resolver con más eficacia el conflicto por el que se pregunta. Los niños rechazados por sus compañeros suelen proponer, por el contrario, estrategias más simples y directas, de carácter más negativo y menos eficaces para alcanzar el objetivo propuesto.
Desde los once años aproximadamente, la capacidad de los niños para resolver conflictos sociales se refleja en la habilidad que tienen para controlar las emociones negativas que dichos conflictos implican, especialmente en situaciones ambiguas en las que son posibles varias interpretaciones.
Se ha observado que los niños agresivos suelen tener dificultades ara interpretar correctamente determinadas señales ambiguas procedentes de sus compañeros cuando, por ejemplo, reciben un pisotón en una fila, soliendo interpretarlo como una acción intencionada del otro niño y descartando inmediatamente la opción de que pudiera haber sido sin querer. Esta interpretación, hace que el niño responda con agresión a estas situaciones y es lo que impide establecer relaciones sociales adecuadas.
La conducta de los niños rechazados en la escuela primaria suele ser muy visible y, con frecuencia, problemática, tanto para el profesor como para los compañeros. Surge, a menudo, por la necesidad que estos niños tienen para llamar la atención, por tener menos oportunidades de protagonismo positivo que tienen sus compañeros, no saber conseguir esta atención de forma positiva y la tendencia a hacerlo creando problemas (molestando, agrediendo, saltando las normas, interrumpiendo…). Uno de sus principales riesgos es que con el tiempo aumente este comportamiento antisocial; para evitarlo, es preciso proporcionar al alumno rechazado oportunidades positivas para conseguir la atención de los demás, ayudarle a diferenciar de lo que obtiene asó de lo que consigue cuando crea problemas, haciendo que no necesite ésta última actitud.
El niño aislado se caracteriza por no ser aceptado ni rechazado, sino que es ignorado por sus compañeros, entre los que pasa desapercibido; está como fuera de lugar, al margen de lo que hacen sus compañeros, a los que parece evitar. Suele manifestar miedo y ansiedad al permanecer inmóvil, en silencio, moviendo los pies con nerviosismo y evitando el contacto con otros niños. Estas conductas son similares a las de cualquier niño de tres a cinco años, que lleva poco tiempo en una escuela infantil y que refleja el miedo que le produce una situación nueva a la que van adaptándose poco a poco. Es por esto que, sólo pueden considerarse como señal de un problema de aislamiento cuando el niño lleva con el mismo grupo, como mínimo, más de tres meses.
El aislamiento priva al niño de relaciones entre iguales y, de esta forma, de oportunidades para aprender importantes habilidades sociales. La mayor parte de los niños aislados suelen darse cuenta de que no tienen amigos, con el riesgo que conlleva esa infravaloración personal. Para ayudar a un niño a superar este problema conviene darle confianza, hacer que comience a relacionarse con sus compañeros t elogiarle por ello. Al principio, puede resultar necesario reducir la dificultad de la relación para darle confianza y seguridad, favoreciendo que empiece a jugar con otro niño más pequeño o promoviendo activamente su participación en un juego en el que el papel del niño aislado quede muy claro y sea fácil de asumir.
Durante las dos últimas décadas se ha recopilado suficiente información para fundamentar la importancia de que los niños y niñas, a la edad de seis años, hayan adquirido la habilidad de socializarse por lo menos en un grado mínimo, ya que de lo contrario, estos tendrían una alta probabilidad de riesgos en diversos ámbitos de su vida adulta. Es conveniente la adaptación emocional y social de un niño a largo plazo, así como su desarrollo académico y cognitivo y su sentido de ciudadanía son estimulados por constantes oportunidades para fortalecer la competencia social durante la niñez.
La forma en que los niños interactúan y la manera en que son tratados por sus compañeros de clase, suele tener un fuerte impacto en las relaciones que estos niños establecen. Sin embargo, un desarrollo social sano no requiere que ese niño sea una simple mariposa social. Los niños, incluso los que son rechazados, desarrollan una relación de amistad cercana que puede aumentar el grado de sentimientos positivos hacia la escuela a través del tiempo.
Las maestras y los maestros pueden observar y controlar interacciones entre niños y dejar, que aquellos que rara vez tienen dificultades con otros niños, traten de resolver sus propios conflictos por sí mismos antes de intervenir. El desarrollo socio-emocional actual y a largo plazo, así como el desarrollo cognitivo y académico son claramente afectados por las experiencias sociales de cada niño con sus compañeros, familia y la escuela. Aún así, la familia sigue siendo el núcleo más importante y dónde mejor se desenvuelve el niño en el plano afectivo. Sin embargo, a partir de los cinco años van cobrando mayor importancia las relaciones que se establecen en el ámbito escolar.
Entre los cuatro y los seis años la figura de del maestro cobra una importancia vital. En muchos casos es el punto de referencia y se busca su cariño y su aprobación casi conyugal intensidad que la de los padres. Es una nueva etapa de su desarrollo y el hecho de que consiga establecer una buena relación con su maestro y la escuela le ayudará a sentirse seguro en el ámbito escolar.
Poco a poco la escuela se convierte en un segundo marco social en el que el niño debe buscar su sitio. El maestro es fundamental en el primer proceso de adaptación a este nuevo entorno. Conviene mantener un diálogo constante con el profesor de la escuela infantil para seguir unos mismos criterios de comportamiento. Así vuestro hijo no se verá enfrentado a dos posturas contradictorias con la consiguiente intranquilidad que producen estas situaciones.
La metodología para el desarrollo de habilidades cognitivas en los estudiantes debe destacar, en primera instancia, al propio alumno como centro de atención durante la clase, así como la necesidad de concentrar el proceso educativo en el aprendizaje, más que en la enseñanza. Esto significa que el docente debe utilizar estrategias para el diagnóstico del progreso de sus alumnos paralelamente a la estimulación de los mismos durante la conducción de su clase. Se trata de lograr que el alumno aprenda a aprender y a regular conscientemente sus procesos de adquisición de conocimientos y el desarrollo de habilidades. Para el logro de dichos propósitos debe existir la fragmentación del acto educativo en cuatro factores fundamentales:
El rol del profesor como mediador del proceso y como facilitador de aprendizaje.
La metodología de enseñanza basada en procesos.
La orientación en el diseño de los materiales instruccionales del docente y del alumno.
Así como el monitoreo y transferencia del aprendizaje a otras áreas académicas y a la vida cotidiana del alumno.
Finalmente cabe hacer mención que la perspectiva de aplicación y acción docente no se limita a la construcción de una asignatura específica para el logro de lo expuesto, plantea un objetivo institucional de inclusión a lo largo de su propio currículum bajo una perspectiva inter y transdisciplinaria.
Como conclusión a nuestro trabajo realizado sobre las relaciones sociales del niño en años escolares, ya hayan sido con la familia, con la escuela o con los iguales, hemos llegado a una conclusión que nos ha llevado a desarrollar una lista de características sociales que deben cumplir los niños, tanto en su casa rodeados de su familia, como en la escuela con los profesores y con los iguales, sus compañeros de clase o de juego. Hemos dividido esta lista en tres apartados diferenciados, las características individuales, las características de las habilidades sociales y, por último, las características de relaciones entre iguales.
Características individuales:
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Usualmente está de buen humor.
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No es excesivamente dependiente de los adultos.
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Va a la escuela, usualmente, de forma voluntaria.
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Maneja los desaires y contratiempos de forma adecuada.
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Muestra capacidad para establecer empatía.
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Establece relaciones positivas con al menos uno o dos de sus compañeros, mostrando a su vez capacidad para preocuparse por ellos y extrañarlos si no están presentes.
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Muestra tener sentido del humor y sabe aceptar bromas.
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No parece estar severamente solo.
Características de las habilidades sociales:
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Se acerca a otros de forma positiva.
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Expresa sus deseos y preferencias de manera clara y da explicaciones sobre la razón de sus actitudes y acciones.
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No es fácilmente intimidado por niños violentos o agresivos.
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Expresa sus derechos, necesidades y obligaciones en forma apropiada.
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Expresa sus frustraciones y desalientos de una manera efectiva sin llegar al extremo de discutir o agredir a otros.
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Se gana el acceso a los grupos de juego o trabajo.
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Participa de forma efectiva en discusiones activas sobre algún tema y hace contribuciones relevantes a actividades puestas en marcha.
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Toma turnos fácilmente.
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Muestra interés por otros, solicita e intercambia información con los demás.
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Negocia y convence a otros adecuadamente.
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No llama una atención inapropiada sobre sí mismo.
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Acepta y disfruta las relaciones con compañeros y adultos de diferentes grupos sociales.
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Interactúa con otros de forma no verbal, por medio de risas, gestos, etc.
Características de relaciones entre iguales:
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Usualmente es aceptado en vez de abandonado o rechazado por otros niños.
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Algunas veces es invitado por otros niños a jugar, a iniciar una amistad o a trabajar.
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Otros niños mencionan su nombre como parte del grupo con quien les gusta jugar y trabajar.
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Enviado por: | María Barbero |
Idioma: | castellano |
País: | España |