Historia
Primera Revolución Industrial
La Primera Revolución Industrial se caracterizó por el nacimiento de la industria textil, la máquina a vapor, la invención de la locomotora, la revolución agraria y el crecimiento de la población y comprende los años 1760 a 1860. La segunda etapa de cambios se vivió a partir de 1860, época donde se registran avances en la evolución de la ciencia y la tecnología, producido por el desarrollo de las ciencias naturales. Este segundo periodo es denominado Nueva Revolución Industrial o Segunda Revolución Industrial, caracterizado por la aplicación de la tecnología a todos los aspectos de la existencia humana.
Revolución Industrial I.
Orígenes del Maquinismo.
Los primeros síntomas de la Revolución Industrial y el nacimiento del régimen fabril (relativo a la fábrica), tiene sus orígenes en la máquina textil.
El punto de partida tuvo lugar en Inglaterra, país que poseía ricos depósitos de carbón y de hierro y que podía obtener enormes cantidades de materias primas procedentes de sus muchas colonias dispersadas en el mundo. Esta nación, en el siglo XVIII se había convertido en la potencia mercantil e industrial más importante del mundo. Sus posesiones se extendían por todo el globo por lo que las flotas inglesas recorrían todos los mares y sus comerciantes traficaban en todas las latitudes.
Dicha situación aumentó la demanda de muchos artículos, entre los que se contaban los tejidos de algodón y que por provenir en su mayor parte de la India, se les llamaba indianas. Debido a que la industria inglesa, basada en el simple trabajo manual de sus obreros, no alcanzaba a satisfacer las necesidades crecientes del mundo, y porque no podía competir con el bajo costo de la obra de los hindúes, los industriales de la región de Lancashire -vecina al pueblo de Liverpool- ofrecieron importantes premios a quienes lograsen crear nuevos procedimientos que fuesen más eficientes que la antigua rueca y el primitivo telar. A partir de estas ofertas surgieron las primeras máquinas para hilar, para tejer y para desmontar el algodón.
La primera máquina para hilar algodón fue lograda por James Hargreaves, carpintero-tejedor de Blackburn. Durante los años 1764-1767, inventó un torno o maquinaria simple, movida a mano y por medio de la cual una mujer podía hilar, al principio seis o siete, pero después hasta ocho hilos a la vez.
En la misma época, Richard Arkwright, barbero y confeccionador de pelucas de la ciudad de Preston, construyó en 1768 el "bastidor". Era una máquina hiladora movida por una rueda que era impulsada por una corriente de agua y que producía un hilo más resistente que la de Hargreaves. La tercera máquina para hilar algodón fue la de Samuel Crompton, un tejedor de Bolton.
El inventor de la primera máquina para tejer algodón fue el clérigo y poeta inglés Edmund Cartwright, quien en 1784, diseñó un telar provisto de una lanzadera automática, movido por una energía proporcionada por caballos, ruedas hidráulicas o bien máquinas a vapor.
Con la aparición y perfeccionamiento del hilado y el tejido del algodón aumentó la demanda de ese textil. De ahí que la creación del norteamericano Eli Whitney se estandarizó rápidamente. Whitney logró inventar la primera máquina desmotadora de algodón, es decir, una máquina que quitaba las semillas y las pelusas que naturalmente se encuentra en él.
Todos estos inventos provocaron trastornos. El telar hidráulico, la hiladora mecánica y el telar mecánico se transformaron en máquinas de gran peso y de grandes dimensiones, que no cabían en casas. De esta forma, nació la necesidad de emplazarlas en amplios edificios y, a la vez, contratar obreros que las hicieran funcionar bajo la vigilancia del dueño o de un administrador. Comenzó, entonces, a desarrollarse el régimen fabril
La edad del vapor.
La aparición de la máquina a vapor se ha considerado como el inicio de la Revolución Industrial. La aplicación de esta fuente de energía realmente transformó el sistema de trabajo imperante en el siglo XVIII.
Al comenzar el siglo XIX, tanto Inglaterra como Francia y Estados Unidos comenzaron a tener un acelerado desarrollo en su industria manufacturera y el aprovechamiento de esta nueva energía pronto se utilizó en los buques y ferrocarriles.
Aplicaciones
De ahí que se ha estimado que pocas invenciones han gravitado tanto sobre el curso de la historia como la máquina a vapor. Los primeros intentos de aprovechamiento de vapor datan de 1698, cuando Thomas Savery construyó la primera bomba accionada por esta fuente. Luego, en 1712, Thomas Newcomen, inventó el motor de balancín; en 1769, Nicolas Cugnot desarrollo un remolque de artillería propulsado por vapor; en 1780, James Watt ideó la primera máquina a vapor de "doble acción"; 1787, John Fitch construyó el primer buque a vapor, y en 1804, Richard Trevithick hace funcionar la primera locomotora arrastrada por una caldera a vapor. En el área automovilística, en 1769, Cugnot construyó en Francia y condujo el primer vehículo movido a vapor.
El barco a vapor:
El primer modelo se denominó "Clermont", construido por el ingeniero estadounidense Robert Fulton. Dicha embarcación hizo por primera vez un servicio de regular de pasajeros en 1807, en el río Hudson, entre las ciudades de Nueva York y Albany, a razón de 8,5 kilómetros por hora. El modelo pesaba 150 toneladas y estaba equipado con una máquina a vapor y un rueda de pala. A partir de este barco, la navegación a vapor hizo rápidos avances en Estados Unidos y Europa, y en 1819, el "Savannah" cruzó el Atlántico. Paralelamente, se vio un auge en la construcción de canales, entre los cuales destacaron el Suez en 1869 y el de Panamá, puesto en servicio en 1914.
(Ver Anexo N° 1)
El primer submarino:
El mismo creador del barco a vapor, Robert Fulton, fue quien ideó los planos, que presentó a un directorio francés, de un buque sumergible llamado Nautilus. En 1801 se realizaron las primera pruebas de submarino primitivo quedando el artefacto bajo el agua casi una hora.
Ferrocarril:
Aunque la primera locomotora utilizable fue originada por Richard Trevithick en el 1801, el primer ferrocarril verdadero fue construido por George Stephenson, en 1814 (en la imagen, la locomotora Rocket construida por Stephenson). Su creación arrastró, sin dificultad, algunos vagones de carbón, y en sólo unos años, en 1825, corrió el primer tren de carga y de pasajeros a una velocidad de 24 kilómetros. A nuestro país, el primer prototipo de ferrocarril llega recién en 1851, fecha en que se inaugura el primer ferrocarril de Chile y del hemisferio sur que tuvo su recorrido entre Copiapó y Caldera.
(Ver Anexo N° 2)
Imprenta a vapor:
En 1814, el Times, diario londinense, instaló la primera imprenta de vapor, que le permitió cumplir en dos horas el trabajo que antes exigía un día.
Hasta la aparición de estos inventos, las únicas máquinas existentes eran accionadas por el viento, el agua y los músculos de hombres y animales.
El maquinismo se desarrolló, primeramente, en Inglaterra hasta la caída de Napoleón en 1815, pues a partir de esa fecha y en el transcurso de los siglos XIX y XX, las máquinas fueron invadiendo los demás países de Europa y del mundo.
Desde fines de la pasada centuria, la revolución maquinista tuvo, como fundamental escenario, a los Estados Unidos, donde se realizaron los más trascendentales adelantos de carácter mecánico. Se inventaron nuevos medios de comunicación y de transporte. Se crearon artefactos de uso doméstico que modificaron las condiciones de vida diaria. Por último, se perfeccionaron las máquinas a vapor y se inventaron los motores eléctricos y de explosión.
La revolución agraria
Mucho antes de que el ruido de la máquinas estremeciera la tranquila vida de los europeos, en los campos de Inglaterra, y más tarde en los de Francia, se desarrollaba un importante proceso agrario. Los predios comenzaron a cercarse, se vieron las ventajas de la rotación de la tierra, se mejoraron las empastadas y la crianza del ganado se perfeccionó.
En los años iniciales del siglo XVII se inició el empleo de nuevos métodos y técnicas que permitieron intensificar el cultivo y aumentar la productividad. A la vez, el transporte adquirió mayor importancia y las comunicaciones abrieron otros mercados a los productos agrícolas.
Algunos inventos.
Hasta avanzada la Edad Media, el arado era lo más sobresaliente que se había inventado para trabajar la tierra. A comienzos de 1700, el agricultor inglés Jetro Tull creó una máquina sembradora que distribuía la semilla en forma regular por hileras y luego la cubría de tierra, sistema que permitió apurar las siembras y reducir la cantidad de granos que había que sembrar.
Pero las mejoras técnicas no fueron tan espectaculares. La agricultura ofrecía poca oportunidad para la especialización, y el empleo intensivo de la maquinaria en el campo llegó tan sólo en el siglo XX. Alrededor del 1780, nuevos tipos de arados se introdujeron al mercado, y un constructor de molinos de Escocia inventó una trilladora más eficiente. El aumento de la producción de hierro ayudó a sustituir la madera por el metal en la confección del arado y, en 1803, un arado de acero se puso a la venta en el mercado inglés.
A fines de 1770, un ganadero inglés logró producir ganado vacuno que daba mayor cantidad de carne, caballar con más fuerza y lanar de mayor tamaño y peso. Se introdujeron nuevas variedades de pastos y abonos. El inglés Charles Townshend descubrió que había ciertas plantas, como el trébol y los nabos, que enriquecían el suelo y evitaban que éste perdiera fertilidad. Haciendo una rotación adecuada de los cultivos, se podía aprovechar la tierra todos los años, sin tener que dejar buena parte en barbecho o descansando(en la imagen, la evolución del arado).
Gracias a esta revolución agraria se pudo alimentar a una masa humana cada vez más creciente, que empezó a concentrarse en los centros urbanos, industriales y mineros.
(Ver Anexo N° 3)
Crece la población
A la par con los procesos de industrialización, expansión del comercio y mejoramiento de los sistemas agrarios, en casi toda Europa explotó la llamada revolución demográfica o aumento masivo de la población, que pasó a ser uno de los fenómenos más interesantes de la historia contemporánea.
En Inglaterra, el número de habitantes se elevó de cuatro millones con que contaba en 1600, a seis millones en 1700; a fines del siglo XVIII alcanzó nueve millones. La población francesa subió de 17 millones a 26 millones entre 1700 y 1800.
Un clérigo inglés, Thomas Malthus, que dedicó gran parte de su tiempo a estudiar este fenómeno, llegó a la conclusión, en 1798, que la población aumentaba en progresión geométrica (1,2,4,8,16, 32...), mientras que la producción de los medios de subsistencia sólo crecía en progresión aritmética (1,2,3,4,5...) Como Malthus pensó que esta ley era inalterable, el futuro de la Humanidad estaría señalado por el hambre y la miseria.
Las causas.
Los historiadores consideran que esta explosión demográfica no fue el resultado de un cambio sustancial en la tasa de natalidad (índice de nacimientos). Entre 1740 y 1830, la tasa de natalidad varió muy poco. Fue un descenso de la mortalidad lo que hizo que se incrementara la población. Muchas influencias actuaban en ese entonces para reducir este índice. Al introducirse el cultivo de tubérculos, se pudo alimentar mayor cantidad de ganado durante los meses de invierno y así se pudo surtir a la gente de carne fresca durante todo el año. La sustitución de algunos cereales inferiores por el trigo, y el aumento en el consumo de legumbres, aumentó la resistencia contra las enfermedades. Niveles más altos de limpieza personal, aunados a más jabón y ropa interior de algodón más barata, disminuyeron los peligros de infección. El uso de ladrillos, pizarra y piedra como materiales de construcción, en lugar de paja y madera de chozas y casas de campo, redujo el número de epidemias.
Las ciudades más importantes, que comenzaban a recibir grandes cantidades de campesinos atraídos por la mecanización de algunas actividades, vieron sus calles pavimentadas, fueron dotadas de alcantarillado y de agua; se desarrolló la medicina, aumentaron los hospitales y se puso más atención a la destrucción de basuras y al adecuado entierro de difuntos.
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