Periodismo


La generación del 14: Juan Ramón Jiménez


Tema 2. La generación del 14: Juan Ramón Jiménez

  • Introducción: ¿Generación del 14?

  • Para los amigos del orden, en todos los ámbitos de la vida, debe resultar doloroso que la literatura y los autores literarios no se hayan podido encuadrar definitiva y claramente en compartimentos estancos. Si cada uno de los escritores, de las corrientes artísticas, o de los movimientos que han pululado por el mundo de las letras estuviera perfectamente definido y clasificado, su estudio sería mucho más fácil y su relación con el resto no presentaría ningún obstáculo.

    Pero resulta que nadie es menos sujetable a las normas, a escuelas, a esquemas, a reglas, que los artistas. De esta manera, pese al noble y esforzado intento de multitud de críticos de todas las latitudes por reducir a parámetros universales la innumerable nómina de los creadores de arte, éstos se les escapan por los resquicios más insospechados de sus cajas chinas. Es como si incluso, mil o dos mil años después de muertos, se negaran a ser manipulados -por muy asépticamente que esta operación se realice-, manifestando así la independencia de su genio.

    Con todo, suele aceptarse, un tanto por la facilidad que proporciona al estudioso y al estudiante, otro tanto por la similitud de planteamientos ideológicos entre lagunos creadores, la existencia de escuelas, movimientos, “generaciones”, grupos, etc. algunas de estas tendencias parecen bien definidas, delimitadas y aceptadas ya como tales, pero otras bastante menos.

    Ortega y Gasset en Vieja y nueva política (1914) menciona por primera vez en nuestro país la “conciencia de generación”. En ese mismo año publicará Meditaciones del Quijote, donde formulaba las bases de su concepción filosófica. No por casualidad este libro estuvo al cuidado de Juan Ramón, quien dirigía las publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Tampoco por casualidad Ortega es el autor del prólogo de El pasajero, de Moreno Villa, editado entonces; ni lo es que Juan Ramón publique la edición abreviada de Platero y yo. En 1914, año en que Gómez de la Serna inicia sus celebérrimas tertulias en la cripta del café “Pombo”, concurre un número tal de acontecimientos culturales que Ortega, el filósofo del momento, se atreverá a proclamar en el madrileño teatro de la Comedia “el nacimiento de una nueva generación”; una generación (del `14) nacida a la reflexión de 1898, pero sin maestros, sin ambiciones personales, y especialmente austera.

    La línea así esbozada parece marcada por el ascetismo y, de algún modo, semejante postura concuerda perfectamente con los principios que emanan de la Institución Libre de Enseñanza, imbuida de la ideología krausista, también imperante en otros sitios de Europa. Lo cierto es que, pese a la contemporaneidad y la semejanza de muchos planteamientos de los supuestos miembros de la “generación del `14”, todos ellos fueron tan irreductibles y tan diferentes entre sí que no todos los críticos aceptan su nómina o la incorporación de alguno de ellos a la misma.

    Por otra parte, el mismo Ortega, teórico del “grupo”, hubo de admitir, como era de esperar (1917), que en cada época conviven siempre tres generaciones: la que está en trance de desaparecer, la dominante y la que se inicia. La suya propia, bien poco tiempo después de haber alcanzado, tras no poco esfuerzo, la floración y el cuestionamiento de la generación del '98, se verá amenazada a su vez por la del '27, cuyas características parecen mejor dibujadas.

    La “generación del `14” pues, con Ortega, Juan Ramón, D'Ors, Gabriel Miró, Moreno Villa, Pérez de Ayala, Gómez de la Serna y Manuel Azaña, entre otros, resulta un tanto apagada por el último rescoldo de la generación del '98 y por el vivo resplandor de la del '27. Huérfana de maestros, la “generación del `14” se sentirá, sin embargo, demasiado pronto a aceptar discípulos de la pujante generación subsiguiente.

    Miembro prototípico de esta posible generación, si hacemos caso a Ortega, Juan Ramón Jiménez se encuentra ayuno de antecedentes literarios, e inmerso en la casuística e ideología de la Residencia de Estudiantes. Allí conoce a algunos miembros del “grupo”, convive con otros, escucha a los mejores de la generación precedente, y va a dejar una huella imborrable sobre los de la venidera. Éstos verán pronto en el aún joven Juan Ramón Jiménez, el maestro necesario. En efecto Juan Ramón se convierte muy pronto en el modelo de esos jóvenes que hacia 1925 empiezan a publicar sus primeras obras. En su poesía, en su prosa, encontrarán Lorca y Alberti los motivos andaluces dispuestos para un tratamiento universal; Pedro Salinas y J. Guillén verán en él a un poeta “puro”, exquisito y magistral. V. Aleixandre y J. Bergamín (en especial este último) se considerarán durante mucho tiempo fervientes admiradores e imitadores. Altolaguirre se convertirá en digno sucesor de sus pautas impresoras. E. Prados tendrá en él un antecedente de su poesía mística.

    Juan Ramón fue durante un largo período el transmisor de un testigo poético y el introductor (o el motivador) de bastantes de ellos en la expresión lírica. Malentendidos, celos, recelos, choques y otras circunstancias negativas fueron convirtiendo aquella camaradería, aquella amistad, aquella cordialidad inicial, en tirantez, cuando no en enemistad. Nada, sin embargo, impide que siga siendo considerado maestro de la generación del '27, justamente, eso sí, con otro gran andaluz de difícil encasillamiento: Antonio Machado. Las palabras de Alberti lo confirman: “por aquellos apasionantes años madrileños, Juan Ramón Jiménez era para nosotros, más aún que Antonio Machado, el hombre que había elevado a religión la poesía viviendo exclusivamente por y para ella, alucinándonos con su ejemplo”.

  • Juan Ramón Jiménez.

  • Juan Ramón Jiménez Mantecón nace en Moguer, un pueblo de Huelva cercano a la desembocadura del Río Tinto, el 23 de diciembre de 1881, aunque él mismo solía posponer su fecha de nacimiento para hacerla coincidir con la de Jesús, autoconsiderándose así el Niño Dios, como su madre le llamaba. Fue el benjamín de una familia en la que hasta su nacimiento no faltaba de nada. Los malos negocios que fue haciendo su padre, Víctor Jiménez, de La Rioja (su madre, Mª Purificación, era de Osuna), le condujeron a la pobreza, y de vivir en la mejor calle del pueblo, la calle nº 2 de la Ribera (que daba al río, donde se escuchaba por las mañanas a los marineros cargar y descargar, algo que no soportaban ni su padre ni el mismo Juan Ramón años más tarde) se trasladaron a la Calle Nueva, más interior.

    Durante sus cuatro y cinco años Juan Ramón estuvo en el kindengarten de Dña. Benita Barroeta. Después acudió a la escuela de D. Carlos Girona, donde demostró ser uno de los chicos más aplicados (uno de los “siete sabios de Grecia” le llamaban) y mostró ya su personalidad introvertida y misántropa. A menudo se entretenía con ensoñaciones (su madre le llamaba Josefito) y con caleidoscopios. Se inclinó ya siendo niño por observar las cosas que había a su alrededor y por estudiar detenidamente a las mujeres que no eran del pueblo (¿complejo de Edipo?).

    Tras el bachiller su padre le envió con su hermano Eustaquio al colegio San Luis Gonzaga en el Puerto de Sta. María (donde también estudiaron otros literatos como Alberti). Allí se interesó enseguida por los libros que contenían algo de poesía como el Manual de retórica y poética en el que comenzó a escribir algunos versos y a hacer algunos dibujitos, sobre todo de asnos.

    Se hizo gran amigo de Fernando Villalón y tras aprobar el bachiller se matriculó en Sevilla en el curso introductorio a la carrera de Derecho y tomó también algunas clases de pintura. En el Ateneo asistió a numerosas conferencias ofrecidas por poetas posrománticos de segunda y tercera fila, aficionándose así a la poesía posmoderna. Pronto publicó sus trabajos de prosa y poesía en una revista onubense, firmando siempre con sus iniciales J. R. porque le daba vergüenza.

    Pero al poco tiempo de estar en Sevilla se truncaron sus estudios de Derecho por un problema de salud que le obligó a regresar a Moguer en busca de los cuidados de su madre. Se entregó entonces decididamente a la lectura, destacando entre sus preferencias la poesía arábigo-andaluza, los autores clásicos, autores románticos y posrománticos de la periferia, como Rosalía de Castro, Jacinto Verdaguer, y andaluces como Salvador Rueda o Bécquer, cuya poesía le influyó de manera notable en aquella época.

    Más tarde publica algún poema en Vida Nueva y pasa a ser conocido en toda España como uno de los seguidores de la nueva tendencia modernista junto a Reina, S. Rueda y R. Darío. Ante esto, Francisco Villaespesa le pedirá que se una al bloque de poetas actuales (donde también firmaba Darío) y Juan Ramón decide marcharse a Madrid acompañado de un libreto con unos cuantos poemas al que habría titulado Nubes si lo hubiese publicado. Llega a Madrid en Semana Santa de 1900 y pronto contacta con los que están en la línea de vanguardia (anteriores además de Valle-Inclán y Benavente), bastante noctámbulos. Lo cierto es que Juan Ramón no soportaba ese estilo de vida y aborrecía el ruido por lo que en mayo regresó a Moguer, sin embargo sus amigos se encargaron de publicar dos libros con los poemas que él llevó a Madrid, su Nubes se convirtió en Ninfeas, impreso en tinta verde, y Almas de Violeta, impreso en violeta, que con el tiempo el mismo Juan Ramón rechazaría por considerarlos muy primitivos.

    Su padre muere de una ataque al corazón mientras dormía en julio de 1900, algo que para el joven J. R. supone el regreso a la mala salud, ante lo que se le recomienda que no escriba. En Madrid contacta con un especialista que le envía a Burdeos, donde se interna en un castillo reconvertido en sanatorio, la Maison de Santé du Castel d'Andorte, donde parece ser que tuvo alguna aventura con alguna encargada además de un affaire con la mujer del médico (parece ser que en algunos de sus poemas cantaba a Francine, algo que podría considerarse una abstracción de las mujeres de Francia, pero Zenobria se encargó de destruirlos). No sólo aprovechó esta época para curarse en salud, también marchó a Lourdes, escribiendo algún poema al respecto. En cualquier caso resultó ser una época curiosa, de definición, entre la carne y el espíritu.

    Después de mejorar algo en salud, se trasladó en 1902 al Sanatorio del Rosario en Madrid que regentaba en Dr. Luis Simarro. Allí encontró algunas novicias interesantes a las que dedicó poemas, además de descubrir a algunos capellanes cuyas vidas no eran ejemplares, haciéndose por ello más anticlerical. El amor romántico que pudo tener con alguna de las enfermeras lo reconvirtió en 1903 en Arias Tristes, con el que se considera que el modernismo triunfa en España, más tarde, en 1904, escribe la también modernista Jardines Lejanos.

    A la muerte de la mujer de Luis Simarro, considerado más que un médico, un humanista, su discípulo Nicolás Achúcarro y el propio Juan Ramón se van a vivir con él, algo que vino muy bien a la hipocondría de J. R.. Se sentía pues feliz de vivir con un médico, por lo que fue una época tranquila en la que se dedica a escribir sin preocuparse de publicar (ya lo hace por él Gregorio Martínez Sierra).

    En 1905 regresa a Moguer y vuelven al mismo tiempo los ataques, no obstante encontró un bálsamo en la hija de un médico a quien escribió poemas donde aparecía idealizada como Mª Almonte. Pero los problemas no cesan y poco después de su llegada se desborda el Río Tinto destrozando las tierras de regadío y llevándolos a todos a la ruina. Durante esta estancia en su pueblo natal colabora con la revista Renacimiento que le dedica un número en 1907 y a menudo se dedica Juan Ramón a dar paseos montado en un burro plateado (al que más tarde poetizaría como Platero y que no era suyo, sino del casero), la gente del pueblo empieza a verlo como un joven extraño y los niños cuando le ven por la calle le tiran cosas y le llamaban “el loco”, algo que parecía no molestar en exceso a J.R. Cada cosa que se le ocurría la iba escribiendo con intención de publicarlo, no como Platero y yo, sino como Baladas de primavera, la segunda parte de la trilogía que planeaba.

    Allí en Moguer recibía pocas visitas, una de ellas fue la del pintor Joaquín Sorolla, que pasó un tiempo en el monasterio dominico de La Rábida, donde vivía Zenobria con su padre, a quien conoció J. R. Jiménez. Empieza a trabajar por aquel entonces en Soledad Sonora, Poemas Mágicos, Laberinto y Melancolía, entregándose al arte por completo.

    En diciembre de 1912 regresa a Madrid, poniéndose antes en contacto con Ramón Gómez de la Serna para que le buscase una casa próxima a una casa de socorro, pero el ruido de los vecinos le resultaba insoportable y se mudó al poco tiempo. No tuvo demasiada suerte en ese sentido en su nueva casa, donde tenía como vecinos a un matrimonio americano que de vez en cuando celebraba alguna fiesta. No obstante, una noche pudo escuchar entre el ruido una risa especial, la risa de una joven que le llamó la atención por su voz. A partir de ese momento empezó a investigar de quién podría provenir, y aquella joven resultó ser Zenobria Camprubí, una chica catalana, educada en América, seis años más joven que él. Se enteró de que Zenobria se había matriculado en un curso de Geografía y Literatura en la Residencia de Estudiantes y él hizo lo mismo, empezó así el acoso y derribo, pero ni ella ni su madre parecían estar muy por la labor y Juan Ramón comenzó a investigar cómo podía enamorarla. Una noche se puso en la plaza de su casa y empezó a darle cartas a quien fuese a visitarla para que se las hiciese llegar.

    En el verano de 1913 rechazó una beca para volver a Moguer, cerca de La Rábida, donde iba a estar Zenobria que se ofreció voluntaria allí para dar clases, algo que le hizo ser muy querida allí. En noviembre de ese mismo año, Juan Ramón fue invitado a la Residencia de Estudiantes, donde conoció a la intelectualidad del momento: su obra empezaba a ser considerada.

    En ese mismo año, 1913, recibe el Nobel de Literatura Rabindranath Tagore, autor de The Crescent Moon, obra que traducía Zenobria y que Juan Ramón pulía, entrando en contacto con la literatura y la filosofía del indio. Lo cierto es que la relación con Zenobria no era nada fácil, sobre todo frente a la oposición de la madre de ella, presentando numerosos altibajos hasta llegar al acuerdo, en 1915, de que es algo serio. A finales de 1915 Zenobria y su madre se marchan a Nueva York, donde esperan a Juan Ramón que llegará el 21 de enero del año siguiente. Se casan en St. Stephen el 21 de marzo de 1916 y un año más tarde, en 1917, publica Diario de un poeta recién casado, obra que reúne las notas que el poeta llevaba escribiendo desde que llegó a Nueva York. Se publica también en aquella época la edición completa de Platero y yo.

    En 1924 viajan a Granada invitados por Federico García Lorca, donde conocen también a Falla, y en 1925 funda la revista , de la que sólo publica un número. Los jóvenes poetas que se empiezan a mover en la vanguardia lo toman ya como referente de la generación, sin embargo su introversión y apartamiento harán que sea rechazado en cierta medida. A finales de 1927 acude a Sevilla a un encuentro en torno a la figura del torero Ignacio Sánchez Mejías, que les pagó el viaje, a quien Juan Ramón consideraba un poeta adherenadizo. En 1933 se intenta sacar a la luz el primer número de Los cuatro vientos, revista por la que se movían fundamentalmente Gerardo Diego y Jorge Guillén, en honor a Bécquer; si bien J. R. Jiménez iba a colaborar en un principio, al enterarse de que la colaboración de Unamuno iban a ponerla antes, retiró dicha colaboración, retirándole también su amistad a los dos jóvenes poetas.

    Cuando estalla la Guerra Civil y durante el tiempo que ésta duró, Juan Ramón y Zenobria se dedican a recoger niños de la calle y hospedarles en su casa. Más tarde J. R. será nombrado agregado cultural de la embajada española en Washington, de modo que a partir de 1936 da comienzo su etapa americana y desde este momento sus crisis nerviosas serán constantes y los momentos de tranquilidad los que menos. En 1944 publica Los españoles de tres mundos y en el 46 La estación total. En Miami estuvieron viviendo en Coral Gables, y allí publicará, en 1948, Los romances de Coral Gables, tras lo cual se marchan en un viaje de norte a sur. Aquella estancia en Coral Gables será su último momento realmente bueno, tras haber sido reconocido como el mejor poeta vivo de la lengua castellana.

    Su estancia en Puerto Rico la estrena con una conferencia sobre “poesía abierta y poesía cerrada” y allí escribe a la revista malagueña Caracola acerca de los poetas del '50, entre los que destacó a Rafael León, Bernabé Fernández Canivell (de quien dijo que era un poeta ágrafo), Mª Victoria Atencia y Vicente Núñez.

    En 1953 Zenobria enferma de cáncer de pulmón, lo que supuso para J. R. Jiménez un duro golpe ya que era ella la que le sacaba una y otra vez de sus depresiones. Su mujer morirá el 27 de octubre de 1956, dos días después de que le concedan el Premio Nobel. En silla de ruedas desde una caída y encerrado solo en un cuarto a oscuras, Juan Ramón Jiménez muere el 29 de mayo de 1958 en Puerto Rico. Serán enterrados juntos en Moguer.

  • Su obra.

  • Ciertamente la obra de Juan Ramón Jiménez es vastísima y resulta bastante complicado reunirlas y clasificarlas de acuerdo a géneros. No obstante, podemos distinguir seis fases:

  • Período inicial: poemas escritos en torno al 1900.

  • 1900-1903

  • Poemas primerizos influenciados por el romanticismo y el posromanticismo, sobre todo por Bécquer y Rubén Darío.

      • Ninfeas

      • Almas de Violeta

      • Rimas

      • 1903-1913

      • Se ha asentado su forma de escribir, se aleja de los románticos y lo atrae la música y el impresionismo.

          • Arias Tristes

          • Jardines Lejanos

          • Elejía

          • Pastorales

          • Período de maestría (1914-1916)

          • Se ve influenciado por Zenobria.

              • Sonetos espirituales

              • Estío

              • Platero y yo

              • Diario de un poeta recién casado

              • Recién casado-Guerra Civil (1916-1936)

              • Es un buen momento, marcado por el benéfico influjo de Zenobria. Busca y consigue casi siempre la desnudez total en la poesía (eliminar todo lo que no es poesía, todo lo que resulta prosaico).

                  • Eternidades

                  • Piedra y cielo

                  • Poesía

                  • Belleza

                  • La estación total

                  • Canción

                  • Etapa americana (1936-1958)

                  • Fundamentalmente se publican recopilaciones de textos que escribe poco a poco y que van saliendo en revistas.

                      • Españoles de tres mundos

                      • Dios deseado y deseante

                      • Estética y ética estética

                      • Leyendas

                    Otros consideran tan sólo cuatro períodos:

                  • P. Primerizo (hasta 1915)

                  • Hasta Platero y yo

                  • Matrimonio Guerra Civil (1916-1936)

                  • Diario de un poeta recién casado

                  • P. Altibajos (1936-1938)

                  • Dios deseado y deseante

                  • Hasta la muerte (1938-1958)

                  • Se preocupa más por el acercamiento a Dios que él se ha forjado en su viaje a Argentina.

                    También hay quien divide su obra en tres períodos:

                  • Hasta 1915 (Platero y yo)

                  • Boda-Guerra Civil

                  • Etapa americana

                  • Platero y yo

                    Platero y yo se adscribe al género que podríamos definir como prosa poética. Lo escribe en Moguer entre 1905 y 1907 y la primera edición (edición príncipe, no completa) se publica en 1914. Tres años más tarde se publicará una nueva edición, más completa, pero que tampoco contiene la obra en su totalidad y hoy en día aún las ediciones que se publican son incompletas, versiones de 137 capítulos.

                    Platero y yo es sin duda una de las obras maestras de la literatura del siglo XX, no obstante, ha sido poco leída, el motivo principal es que a menudo se ha pensado que se trata de un cuento para niños y este carácter infantil se debe precisamente a Acebal, editor de cuentos juveniles, que propone a Juan Ramón publicar la obra.

                    Escrita entre los 24 y 30 años, siendo el autor un joven adulto, curtido ya en el arte de escribir, se puede sentir una cierta influencia krausista proveniente del compromiso ideológico de Juan Ramón por aquella época con la Institución de Libre Enseñanza, presidida por Francisco Giner de los Ríos.

                    Un lector sin prejuicios puede pensar que la obra es una simple suma de capítulos, pero esto es cierto sólo en parte, ya que el autor introduce criterios cronológicos en el libro: la historia empieza y acaba en primavera.

                    Los protagonistas son, sin duda alguna, Platero y yo, ¿pero quiénes son ellos? Platero bien puede ser una síntesis de diversos asnos que pasaron por casa de Juan Ramón y que en cierto modo se concentran en el último burro del casero con el que se paseaba por las calles de Moguer. El yo es una suma del Juan Ramón niño (las vivencias de su infancia), el Juan Ramón adulto (el contemporáneo entre 1905 y 1911), que nos proporciona un sentimiento profundo de su tierra, de Moguer y de Andalucía, y el Juan Ramón ficticio-escritor. Pero más que de una simple adición o síntesis, se trata de una superposición: el ficticio sobre el adulto y éste sobre el niño. Además aparecen otros personajes totalmente reales, como sus sobrinas.

                    En la obra podemos encontrar también dos visiones distintas del mundo focalizado en Moguer: el Moguer de la infancia y el Moguer contemporáneo. El primero es un lugar idílico, mientras el segundo es todo lo contrario, un pueblo animado por la actividad del hombre, como le ha ocurrido a las contaminadas aguas del Río Tinto.

                    Es destacable también el hecho de que Juan Ramón esté constantemente hablándole al asno, le dice cómo podría vivir mejor, le ofrece datos, le da consejos,... es como si se tratara de un Yo (Juan Ramón) guía y Platero fuese su discípulo. Se trata de la dicotomía clásica entre el maestro y el discípulo, el senex y el puber, que podemos encontrar ya en obras maestras como El Quijote. A este respecto es curioso mencionar que en 1903, cuando J. R. Jiménez estaba aún en Madrid, se cumplía el tercer centenario de la publicación de la primera edición del Quijote y los intelectuales de la época se dedicaron por aquel entonces a pensar y reflexionar mucho acerca de la obra, tras esto, Juan Ramón vuelve a Moguer y escribe Platero y yo. Deducimos entonces que quizá la obra de Cervantes sirviera de base al libro que comentamos, es más, en un momento de El Quijote Sancho habla con su Rucio igual que Yo habla con Platero, pero sin embargo no podemos catalogar éste como el único antecedente de Platero y yo.

                    Debido a la influencia de la Institución de Libre Enseñanza, es esta una etapa de su vida en la que más imbuido en la religión está. Se trata de un período ascético del autor en el que se desprende de lo material y la importancia radica en el espíritu. Hay por tanto que prescindir de todo aquello que no sea necesario. Un ejemplo de ello es la importancia que Juan Ramón da a la naturaleza, mucho más que a la vida de los hombres que en las festividades religiosas se emborrachan mientras él permanece aislado. Algunos paralelismos bíblicos en Platero y yo son por ejemplo las persecuciones injustas que sufre Jesucristo o la manera en que Cristo vino al mundo para traer caridad, algo que se refleja en el libro cuando los protagonistas ayudan a una muchacha. Lo cierto es que en el libro hay un período de peregrinaje en el que Platero va superando distintas etapas educativas. El Platero de características infantiles va evolucionando, va comprendiendo, teniendo sentimientos, hasta que finalmente muere. Después resucitará cuando Yo va a visitar su tumba y observa una mariposa blanca revoloteando junto a un lirio, símbolos de su alma pura.

                    Diario de un poeta recién casado

                    En 1915 Juan Ramón Jiménez y Zenobria Camprubí se prometen y empiezan entonces a preparar la boda. Por aquel entonces Zenobria estaba traduciendo The crescent moon y otras obras de autores ingleses, como Shakespeare, al español. Juan Ramón se encargaba del servicio de publicaciones de la Residencia de Estudiantes, poco después la editorial Calleja advirtió la buena composición de las obras publicadas por Juan Ramón y le invitó a ocuparse de sus colecciones. Al recibir un sueldo y tener un cierto prestigio se siente ya animado y dispuesto a casarse. Limadas las asperezas con la madre de Zenobria ambas se marchan a Nueva York en diciembre de 1915, después llegaría Juan Ramón que antes viaja desde Madrid a Moguer.

                    Está contento Juan Ramón, es un hombre inspirado y decide escribir un diario, en principio poético, en el que incluye prosa y verso “según los vientos de la inspiración”, apuntando todo lo que le apetece.

                    Pensó en dividir ese Diario en cinco partes, acorde con su ideal de composición (que heredarán los poetas del `27) y que le permite escribir sobre un eje. Así la estructura inicial (que no salió finalmente como él quería) resultaría una estructura simétrica en torno a cinco capítulos:

                  • “Hacia el mar”. Explica el viaje Madrid-Cádiz (Sevilla-Moguer).

                  • Reúne poemas escritos entre el 17 y el 29 de enero de 1916. Es un viaje eufórico, ha hecho muchas veces ese viaje, pero nunca se ha sentido tan inspirado, todo le recuerda a su amada (los almendros en flor son su pureza, la Giralda su belleza,...).

                  • “Amor en el mar”. Viaje Cádiz-México.

                  • Se observan dos momentos:

                  • Responde a la postura vital del poeta, la alegría esperanzada por encontrase con su amada.

                  • Aquella alegría se va convirtiendo el melancolía, soledad y aburrimiento. Todo lo ve negro, su marcha le resulta tediosa, el mar, comparado con la tierra, es como una mancha de agua insoportable por la que avanza como Don Quijote en busca de Dulcinea. Ni siquiera en los últimos poemas se muestra un cambio de actitud.

                  • “América del este”. Es el más amplio y más importante, donde se inscriben los poemas que escribe antes (Boston y California) y después (costa este de EEUU) de la boda.

                  • Se distinguen sobre todo los que se refieren al antes y el después de conocer a los amigos y familiares de Zenobria y a los poetas imaginistas estadounidenses. También visita Boston, que le resultará impactante, no le gustará por el frío, pero el romanticismo de sus cementerios, los teatros,... le apasionan. Se casa el 2 de marzo en St. Stephen´s de Nueva York, no hay información de los dos primeros días de casados, además de los problemas de los días siguientes a la boda se advierte un problema durante los primeros días de casados.

                  • “Mar de retorno”. Desde que zarpan de Nueva York, el 7 de julio, de regreso a Cádiz.

                  • Se produce una reconciliación con el mar, que pasa a ser el principio y fin de su existencia. Después de consumado su amor, el mar ya no es negro, si no azul. Para Juan Ramón el mar es además una especie de enciclopedia que contiene en sí mismo toda la historia de la humanidad.

                    Tras la influencia de los poetas imaginistas americanos, se preocupa de desnudar la poesía, eliminar todo lo accesorio.

                  • “España”.

                  • “Todo desnudo sobre el mar morado”, ha conocido ya el mar y la mujer en su intimidad, es la iniciación de la poesía pura, desnuda. Empieza a verlo todo con ojos renovados (“sencillez, hija fácil de la felicidad”). Ya en España comienza a tomar conciencia de muchas cosas, sabe que no ha tratado bien a su madre y le escribe un sentido poema.

                    Más tarde añadió otro, además de un apéndice:

                  • “Recuerdos de América del este”. Poemas escritos “aquí”, en España, sobre asuntos de allí.

                  • Tras completar las cinco partes que formaban su estructura ideal, sigue escribiendo, sobre todo en prosa. Se nota además una cierta injerencia de las traducciones que estaba realizando de Emily Dickinson. También escribe algunos textos caricaturescos, engarzando esta sexta parte con algunos textos de Platero y yo y de Españoles de tres mundos.

                  • “Apéndice”.

                  • Españoles de tres mundos (España, América, la Muerte). Panorama de mi época.

                    Se trata de la obra más representativa en prosa de la 2ª etapa del autor, con la que no sólo crea un género nuevo (aunque no le pertenezca en exclusiva: Quevedo, José Martí,...), sino que ensalza la prosa española del siglo XX siguiendo además la corriente artística de la época plasmada, por ejemplo, en las obras de Picasso. La concluyó en 1942, en Buenos Aires, tras un períodos de gestación de dieciséis años (1914-1940). Los textos breves se fueron publicando prensa, tanto en España como en América, y la primera edición se publicó en el '61.

                    Se compone de 61 caricaturas y esperaba llegar a los 150 textos, no obstante sólo escribió alrededor de 130 referidos a 107 personajes (21 de ellos se repiten dos veces y Jorge Guillén aparece hasta tres), todos hispanos, la mayoría de ellos escritores, además de artistas, algunos científicos, educadores, políticos, etc..., pretendiendo separar a los ya muertos (que conocía de “leídas”), a los españoles y a los americanos, claro está, el problema venía a la hora de retratar a los exiliados. La obra se divide en 5 partes:

                  • Muertos transparentes

                  • Rudos y entrefinos del `98

                  • Internacionales y solitarios

                  • Entes de antro y dianche

                  • Estetas de limbo

                  • 15 de los textos son retratos, más relistas, en los que hace descripciones de rasgos físicos y psicológicos sin modificarlos. Los demás son todos caricaturescos, exagerando algunos rasgos, son siempre caricaturas líricas, en las que Juan Ramón empleó un lenguaje muy poético.

                    Podemos encontrar caricaturas de personajes:

                  • Precedentes:

                  • Gustavo Adolfo Bécquer

                    Rosalía de Castro

                    José de Espronceda

                    Miguel de Unamuno

                    Antonio Machado

                    Menéndez Pidal,...

                  • Consecuentes (generación del `27):

                  • Vicente Aleixandre (a quien retrató sin mala idea por ser discípulo suyo)

                  • Contemporáneos:

                  • Ramón Gómez de la Serna

                    Juan José Pomenchina

                    Moreno Villa

                    Antonio Espina,...

                  • Americanos (dos generaciones):

                      • Antecedentes: Rubén Darío, José Martí,...

                      • Descendientes: Pablo Neruda, César Vallejo, Eugenio Florit,...

                      • Amigos (pocos):

                      • Nicolás Achúcarro

                        Cada texto se configura de forma diferente, realizando una síntesis del personaje y exponiendo unos planteamientos distintos en cada caso. No obstante podemos señalar algunas generalidades:

                        • establece un marco cronológico y espacial en el que situar a los personajes,

                        • utiliza diferentes planos en los que retratar a cada personaje:

                        • planos lejanos,

                        • primeros planos: solos o acompañados.

                        • aporta algunos detalles del mundo interior de los personajes.

                        Suele basar las caricaturas y los retratos en metáforas muy brillantes y en ocasiones encontramos algún matiz curioso en cuanto a la sintaxis que en algunos momentos parece deshilvanada, seguramente porque el texto se abandona sin terminar y se rcupera más tarde.

                        Dios deseado y deseante

                        La obra nace en 1948, durante su viaje norte-sur por el Atlántico. Para Juan Ramón es ésta una etapa de meditación, ya no es un niño y empieza apensar qué puede encontrar más allá de la muerte. Si bien nunca ha abandonado sus creencias católicas, sí que ha recibido una notable influencia de la filosofía oriental, fundamentalmente hindú, a través sobre todo de la literatura de Tagore, de modo que tiene una visión del mundo que ha ido evolucionando. Él mismo distingue varios momentos en su relación con Dios:

                      • Mutua entrega (28 años). Soledad sonora es exponente de esta situación, en la que se marca la influencia de los místicos y ascetas clásicos españoles (Fray Luis de León, San Juan de la Cruz,...).

                      • Fenómeno intelectual de conquista mutua (48 años). La etapa de Poesía y belleza y Antología poética II está marcada por la colaboración con Zenobria.

                      • Camino vocativo (67 años). Su camino hacia Dios es como cualquier otro y responde a su llamada. Se da cuenta de que avanzar en poesía es avanzar hacia Dios, porque Dios es poesía y la poesía es Dios, y en este sentido, si el hombre crea la poesía, el hombre también crea a Dios.

                      • Dios deseado y deseante se compone de cinco partes, respondiendo a su ideal de composición:

                      • “Ciudades” (de América del Norte)

                      • “Mar abajo”

                      • “Ciudades” (del Mar de Plata)

                      • “Mar arriba” (Mar Caribe)

                      • “Ciudades”

                      • El Dios de Juan Ramón es, por lo que ya hemos comentado, el Dios cristiano, pero visto también desde otras culturas panteístas y corrientes filosóficas. No obstante, Juan Ramón Jiménez se acerca a él como hacen los místicos, en su viaje a América “toca” a la divinidad, lo que transforma también su poesía, pues el poeta fabel, que escribe tras la conmoción y el éxtasis, se convierte en el poeta furens, que escribe con la conmoción y el éxtasis. No obstante encontrará en su camino hacia Dios a través de la poesía el problema de la inefabilidad, pues no encuentra palabras con que poder expresar en lenguaje natural la grandeza de Dios, de modo que se sirve, al igual que hicieran los místicos, de metáforas y alegorías que le permiten utilizar el lenguaje cotidiano.

                        El mar del viaje a Buenos Aires es mucho más extenso que el de Cádiz-Nueva York, no obstante ha descubierto ya su eterna belleza, su plenitud, y que todo está dentro de sí en realidad. El sentimiento de júbilo que el autor plasma en los versos sobre este viaje (en comparación con la melancolía del otro) no es más que el éxtasis místico, aunque algo más profano. Así, en la primera y segunda parte se puede observar fácilmente la influencia de la Biblia y la aparición de los elementos naturales (aire, fuego, agua y tierra). A partir de ahí, Dios se va alejando del hombre (o viceversa), que está cada vez más cerca del infierno. Pasa entonces Juan Ramón a tratar asuntos personales, no sin dejar de manifiesto su estado de júbilo y felicidad. Ya en Buenos Aires recibe un homenaje de aquellos españoles exiliados que le adoraban como escritor, manteniéndose el júbilo místico que lleva a escribir en un lenguaje equívoco (decir algo queriendo decir otra cosa) a través de metáforas. Concluye definiéndose como “un hombre del sur”, no obstante, y para eliminar sentidos peyorativos, aclarará que encontró “el norte en el sur”, dando además una nueva definición del Yo que tiene que ver con su influenciada visión panteísta.

                      • Otros aspectos de la poesía ramoniana.

                      • Junto a Dios deseado y deseante escribió un largo poema en prosa titulado Espacio, que será el relato fruto de su encuentro con Dios y en el que aclara, entre otras cosas que “los dioses no tuvieron más esencia de la que tengo”. En otros manuscritos anteriores a Espacio que quedaron en Puerto Rico vuelve a afirmar: “Yo soy como los dioses, como Dios”, dejando de nuevo patente su actitud panteísta e indicando que llegar al conocimiento de Dios es ser como él. El poeta además no está sometido a leyes físicas, es por eso Dios, que es Poesía.

                        Comienzan a confluir en él todos los seres del pasado, por lo que éste deja de existir, pero también desaparece el futuro, sólo existe el presente en continuo devenir, sin llegar nunca al mañana, pues siempre es hoy.

                        Ética y estética reúne en una sola obra, publicada a título póstumo, toda una serie de artículos, poemas y textos en la que se define el pensamiento crítico del autor, además de su buen hacer literario. Por su propia constitución resulta un libro variopinto en el que los textos no están explícitamente relacionados. Encontramos algunos referentes a la Guerra Civil, sobre la que escribió de acuerdo a sus preocupaciones por la gente y por la poesía, afirmando que un poeta no puede escribir en guerra (le molestaba excesivamente el ruido), ni identificarse con ningún bando, pues el poeta debía ser libre. Acerca de la calidad de la poesía escribió: “La poesía, principio y fin de todo, es indefinible”; la poesía es Dios, y si hubiese alguien capaz de definirla sería su dueño, sería Dios. Lo mejor por tanto de su poesía, como respuesta a aquellos que criticaron su obra sin molestarse en leerla, es la fusión exacta entre forma y fondo.




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    Enviado por:Jara
    Idioma: castellano
    País: España

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