Literatura


James Joyce


Instituto Presidente Errázuriz

Alcántara 445, Las Condes

Electivo Humanista II

Trabajo de Investigación sobre

JAMES JOYCE

Introducción

A lo largo de este trabajo de investigación vamos a ir analizando la vida y obra de James Joyce, el genial creador de Ulises.

Esperamos llevar a feliz término esta colosal empresa, aunque sabemos de antemano que sólo podremos dar unas modestas pinceladas respecto de la persona de este autor irlandés, pues sería una empresa más allá de nuestras fuerzas y capacidades el dar una antología cabal, tanto de la biografía como de las creaciones de Joyce.

Ponemos nuestra esperanza en que, al llegar al final de este trabajo, el lector se sienta satisfecho por tener entre sus manos una breve descripción de la realidad, tiempo y literatura del genio irlandés. Así obtendremos nuestra recompensa.

Los Autores

Biografía

Nació en Dublín el dos de febrero de 1882, el día de Santa Candelaria, patrona en casos de tormenta; paradójico, si se piensa que siempre le tuvo un terror ciego a los truenos y a las tormentas. Era el primogénito de una numerosa familia burguesa, y adquirió una sólida cultura clásica en un colegio de los jesuitas, al mismo tiempo que una educación rígida que había de dejar una profunda huella en su temperamento y su obra, marcada principalmente por el alcoholismo de su padre, funcionario acosado por la pobreza por no darles una mala vida a sus hijos, padre del que recibió severos castigos en su infancia.

Se formó en el Conglowes Wood College, en el Belvedere College y en la universidad de su ciudad natal. Educado con los jesuitas, estuvo a punto de ingresar al noviciado, luego de lo cual se transformó en una fervoroso apóstata de la fe cristiana, a pesar de haber sido criado con férreos principios católicos. Vivió la problemática compleja de los movimientos nacionalistas irlandeses, caracterizándose en su vida universitaria por violentos ataques contra el catolicismo y por la reiterada afirmación de su vocación artística en conferencias rebosantes de entusiasmo. Recibió la influencia de Aristóteles y Santo Tomás, así como de los grandes escritores románticos ingleses y, más tarde, de los simbolistas, del teatro universitario de Ibsen y de la novela francesa del siglo XIX; por el contrario, no sintió apenas simpatía por el “Renacimiento celta” de Yeats.

Durante su estancia en la universidad dedicó parte de su tiempo a aprender idiomas y llegó así a apreciar el auténtico valor de Dante, Giordano Bruno y Giambattista Vico, por los que sintió especial predilección.

En 1902 realizó un breve viaje a París, con el único objetivo de conocer y vivir en un ambiente cosmopolita. En esta ciudad comenzó a estudiar medicina, pero abandonó sus estudios por la poesía, además de que pronto se vio obligado a regresar a su patria a causa de la muerte de su madre, patria de la que más tarde se exiló, por motivos políticos, acompañado por Nora Bernacle, una camarera de Galway y futura esposa. Se estableció entonces en Trieste, donde vivió algo más de diez años salvo unos meses en roma y algún viaje a Dublín. Tuvieron un hijo y una hija y vivían con los escasos recursos proporcionados por su trabajo como profesor particular de inglés y con los préstamos de algunos conocidos.

Fue un apasionado viajero, visitó Zurich, Roma y París, pero viéndose siempre agobiado por continuas dificultades pecuniarias, así como por su naturaleza enfermiza y por las convulsiones de dos guerras mundiales.

En Trieste, donde enseñó inglés en la Berlitz School, terminó su poema lírico Música de Cámara(1907), y los Dublinenses (1914), colección de escenas y retratos de su ciudad natal y punto de partida de una forma narrativa audaz y violenta que luego cuajaría en su obra maestra Ulises(1922).

En 1914 debe huir de Trieste a Zurich por culpa de la guerra. En este momento ya tenía listo su Retrato de un artista adolescente, novela fuertemente autobiográfica

Luego de publicar Ulises este último, comenzó a trabajar en el indescifrable El despertar de Finnegan, que fue publicado en el año 1939.

En 1916 publicó Retrato de un artista adolescente, gracias a que su discípulo Ezra Pound logró “meter” la obra en una revista de Londres, “The Egoist”. En 1920 se estableció en París, donde publicó Ulises gracias al apoyo de la colonia anglosajona y particularmente de Sylvia Beach, pudo publicar el ya citado Ulises, libro simbólico naturalista que describe a su autor y a su ciudad en una transposición de los episodios de la Odisea. (Los primeros ejemplares de esta obra fueron publicados en Dijon, y llevados de contrabando a Londres).

Toda la obra de Joyce, marcadamente autobiográfica, está inspirada, al parecer, en sus experiencias del período dublinés y en una profunda añoranza de Irlanda.

Cultivó así mismo el teatro, y en 1918 publicó, a la manera de Ibsen, un drama, Desterrados, de gran importancia y que aumentó su fama extraordinariamente, especialmente a partir de su estreno en Nueva York.

Después de vivir varios años en París, cuando los alemanes invadieron Francia al principio de la Segunda Guerra Mundial, Joyce se trasladó a la parte inocupada de Francia y luego a Zurich, donde murió el 13 de enero de 1941.

Obras

Escribió: Dublinenses (1914), una serie de retratos de figuras locales expuestas a través de varios relatos realistas, en que se describe el fondo social sobre el que se desenvolvía el autor, y El retrato de un artista adolescente (1916), obra autobiográfica en que describe los años en que iba madurando su vocación.

Inicialmente se había dedicado a escribir versos publicando en Londres su primera composición, Música de Cámara; colección de 36 poemas de amor, muy elaborados, que reflejan la poesía lírica isabelina y la influencia de los poetas de finales del siglo XIX.

Su fama aumentó extraordinariamente, de manera particular luego del estreno de su drama Desterrados (1918) y, sobre todo, de la aparición de Ulises (1922), en que Joyce, mediante la moderna reelaboración del mito de Ulises, creó una obra enciclopédica, espejo no sólo de su patria, sino también de toda Europa; al relatar todo cuanto le sucede a un agente de publicidad de Dublín en un día cualquiera de su vida, Joyce se sumerge en la realidad del mundo y del hombre de nuestro tiempo, alterando todos los esquemas de la novela moderna con una técnica que utiliza a menudo el monólogo interior, la lentitud proustiana, y que rompe con el lenguaje en un alarde de fantasía innovadora. Se ha dicho que la revolución de Marx, Freud y Einstein tiene en la obra más madura de Joyce su propia síntesis, hasta el punto de haber influido en toda la literatura contemporánea. El Ulises, sin embargo, no fue muy favorablemente recibido por el puritanismo inglés, que condenó la obra por los rasgos de subversión que latían en el fondo de la misma.

En El despertar de Finnegan (1939), libro en el que Joyce trabajó durante cerca de veinte años, la comprensión se hace dificilísima, pues, a diferencia de Ulises, que abarca un día de la existencia de Leopoldo Bloom, desde que se levanta hasta que se acuesta, El despertar de Finnegan nos narra las vivencias oníricas de su personaje de una manera totalmente indescifrable, siendo como una corriente dinámica, que arrastra todos los convencionalismos observados tradicionalmente y, en sus múltiples planos, en retorcido y audaz lenguaje, el autor continúa sintiendo la añoranza de su Dublín natal transformado en mito lejano e imposible de alcanzar.

Sus últimas obras publicadas han sido Stephen, el héroe, de 1944 y que es una primera versión de Retrato de una Artista Adolescente. Más tarde, su biógrafo Richard Ellman publica un original inédito titulado Giacomo, que se considera el antecedente de Ulises.

Es innegable, con todo, que tales obras han supuesto un fuerte impacto en la técnica novelística, proporcionando a la destacada personalidad creadora del autor irlandés un puesto de excepción en la literatura moderna.

Estilo General

El estilo de Joyce está profundamente marcado por la añoranza de su vieja Irlanda, que cruza de parte a parte toda su obra, caracterizada por un realismo puro, que muestra las cosas tal como son, y que es capaz de narrar en 700 páginas un día en la vida de una persona, con cada detalle, cada palabra.

En Dublineses, por ejemplo, se presenta la intención, según sus propias palabras, de escribir un capítulo moral de la historia de su país, y si escogió Dublín es porque le parece el centro de la parálisis. Cada uno de los quince relatos descubre una historia de frustración, donde todas las cosas suceden a medias, los personajes se detienen en el aire. El autor evita premeditadamente todo lo que pueda parecer un acontecimiento.

La narración de Joyce, a veces como en cámara lenta, se ajusta a la naturaleza paralizante de cada situación, y en esta articulación se logra una extraña doctrina apocalíptica que asigna al autor y a los personajes un papel pasivo: el autor observa, los personajes aparecen y todo el acento radica en la técnica de exposición. En cierto modo, las perspectivas tangenciales de Dublineses, primeros brotes de una palabra de mayor alcance, son tan esenciales al tema general de Joyce- el artista desterrado en la ciudad- como el corte en profundidad de Ulises.

La influencia de Joyce ha sido extraordinaria; los poetas Hart Crane, Dylan Thomas, T.S. Eliot, Ezra Pound y Gertrude Stein están más o menos vinculados a la estética del irlandés y su influencia en la narrativa ha sido decisiva para William Faulkner y Virginia Woolf. Sus audaces innovaciones se relaciones asimismo con la obra de Marcel Proust y Thomas Mann.

James Joyce escribe con un realismo profundo, tan profundo que lo sobrepasa y lo transforma en algo casi mágico, cultivando el infrarrealismo.

Joyce atiende con lupa en mano a cada detalle de la vida de sus personajes, de su realidad. Hace protagonista del drama vital a los “barrios bajos” de la atención, lo que de ordinario desatendemos. Este autor, con su estilo tan especial, produce un quiebre en toda la narrativa, un antes y después.

Referencias Críticas

  • El Retrato de un artista adolescente

  • Una excelente sorpresa puede deparar esta novela de adolescencia a todos cuantos asimilen con terror el nombre de su autor, James Joyce, a dificultades lingüísticas y trabalenguas literarios.

    En efecto, poco pareciera tener que ver la transparente belleza de este relato autobiográfico- en la medida en que pueda ser “transparente” y “autobiográfica” cualquier obra artística- con el gran hito en la literatura de nuestro siglo que Ulises, sobre todo en el ámbito de la innovación técnica ubicable a principios de la centuria.

    Desde luego, aquí hay un manejo idiomático ya apreciable, que se afinca en lo medular de la sicología humana, lo que de algún modo se verá intensificado hasta la dislocación total en la narrativa posterior de Joyce, concretamente en la obra mencionada más arriba. Pero lo que llama la atención del lector corriente no es tanto el uso de determinados recursos asociativos que buscan la aprehensión total del tiempo y el espacio del relato, como la validez misma que esta aproximación asume para todo un período de la vida. Plasmado a menudo con más de una distorsión pedagógica por parte de los escritores muy “bien intencionados” en lo humano, aunque no siempre logrados en cuanto artistas, el goce que provoca esta visión adolescente “desde adentro” tiene, sin duda, sus raíces en la gratuidad y, por ende, en la verosimilitud de lo vivido y lo narrado. Inolvidables resultan, por eso, las visiones que de su propio mundo interior y externo va entregando en estilo indirecto Stephen Dedalus, a cuyo proceso de maduración el lector asiste línea a línea no sólo con interés sino, incluso, con el genuino asombro de lo bello (y lo bueno), irremediablemente crean, sin proponérselo.

    Ana María Larraín, “Cariola” nº153. 7-ix-1985.

  • La musicalidad de la obra de Joyce.

  • Junto con la profundidad de su reflexión, lo más sobresaliente de la escritura de Joyce es su musicalidad. Cierta vez la escritora Virginia Woolf escuchó al poeta T. S. Eliot recitar su poema “La tierra baldía”, y al concluir comentó: ” Sólo queda su sonido en mis oídos, pero me gusta el sonido”. Lo mismo se puede decir de la literatura de Joyce, sólo que su melodía- en Ulises al menos- es caótica como la mayor parte de la música docta del siglo XX.

    En sus historias las canciones siempre juegan un rol esencial. El Ulises parte con un personaje que entona unos versos en latín, y su cuento Los Muertos termina cuando la esposa del protagonista escucha una balada que la devuelve al pasado.

    Iván Quezada; la Tercera, domingo 7-ii-2000.

  • Finnegan`s Wake

  • En Finnegan`s Wake, Joyce intentó, entre otras cosas, resumir libremente la historia universal y la irlandesa, e indagar en las construcciones del lenguaje, particularmente durante el sueño. Por eso, cada personaje son mil personajes a la vez, y cada palabra remite a otras mil palabras de un número indeterminado de idiomas.

    Muchos exégetas se han dado el trabajo de contar la cantidad de idiomas comprimidos en cada palabra inventada por Joyce, pero no han logrado ponerse de acuerdo. Del mismo modo, otros se han dedicado a buscar los 800 o 1.200 nombres de ríos que Joyce aseguró haber “enterrado” en ese capítulo. Pero, más allá o más acá de curiosidades, arcaísmos o erudición inútil, la lectura de este texto se puede transformar en un interesante ejercicio poético para los interesados en las posibilidades musicales del español, en donde no faltan, sino más bien sobran las carambolas y el ingenio de un escritor impresionante.

    Pamela Biénzobas; El Metropolitano, 27-vi-1999

  • El temible e inspirador padre de James Joyce.

  • La reciente publicación de “John Stanislaus Joyce. The voluminous life and genius of James Joyce`s father”, de John Wyse Jackson y Peter Costello, por una vez ha convertido en protagonista a John Joyce, más conocido por ser el padre de James que por sus propios méritos. En una reseña de esa biografía, publicada en el Sunday Times, James Woodwall, autor de “The man in the mirror of the book” (una biografía de Jorge Luis Borges), evoca la terrible y, a la vez, simpática silueta de aquel padre.

    La figura de John Joyce, que quedó absolutamente relegada por la de su genial hijo, tiene sin embargo gran interés por mérito propio y, por supuesto, para los que se interesan en la vida del autor de Retrato de un artista adolescente.

    Curiosamente, en los años 30, cuando James Joyce se había hecho famoso en todo el mundo por la publicación de Ulises, su nombre resultaba casi obsceno en la Irlanda católica y libre; y John, movido por su oscura personalidad y, probablemente, por cierta envidia, calificaba al hijo de “pillo”, a pesar de que lo admiraba profundamente. Esa admiración, teñida de sentimientos menos nobles, perduraría hasta el final de la vida de John.

    El padre de James era originario de Cork, pero se trasladó tempranamente a Dublín y se transformó en uno de los personajes pintorescos de la ciudad en la época eduardiana. John tenía legiones de amigos y conocidos en todos los barrios y tabernas de Dublín. Por supuesto, era un ardiente nacionalista y, en su hogar, un jefe de familia intolerante e intolerable. Naturalmente, era alcohólico, como muchos de los dublineses de aquel entonces y de hoy. Su agresividad no era sólo verbal: golpeaba a su mujer y a sus hijos con frecuencia, y hacía insoportable la vida doméstica a todos los que compartían su pan y su techo. Cabe aclarar que no había mucho pan que compartir en casa de John, ya que su alcoholismo y su mal carácter fueron disminuyendo sus ingresos.

    En 1903, May, la madre de James y esposa de John, falleció, lo que contribuyó a hacer más difícil el clima familiar. John y May habían tenido doce hijos, tres de los cuales habían muerto; otro falleció de tifoidea en 1911. En octubre de 1904, james no pudo soportar más la situación general de Irlanda, ni tampoco la del hogar paterno, y se escapó a Trieste, acompañado por Nora Bernacle, la mujer que se convertiría en una de las principales figuras femeninas de su existencia. A pesar de la responsabilidad que le cupo a John en la muerte de sus hijos y de su esposa, James trasladó al libro los aspectos más humanos y conmovedores de su personalidad. John fue la fecunda inspiración de Finnegan`s Wake.

    La Nación (Argentina); 2-xi-1997.

  • Ulises

  • “La novela de Joyce es una manifestación suprema que nos demuestra que todo está en todo. Cualquier palabra o gesto depende de otras palabras o gestos pasados. Nada es fortuito ni producto de la casualidad. Ulises es el mejor ejemplo en ficción de cómo en la vida está todo en todo. Esta visión choca con nuestra visión lineal y unidireccional de los acontecimientos”.

    La mayor dificultad en la lectura de Ulises no son las referencias homéricas, ni los conocimientos enciclopédicos que Joyce presupone al lector; tampoco reside en la técnica creativa, sino en algo más simple, y al mismo tiempo más complejo, como es encontrar sentido y pericia para poner orden en el aluvión de detalles e información que Joyce colocó en la novela.

    Gregorio García; El Mercurio, 3-x-1999.

  • Recuerdos de Dublín

  • Cada libro de Joyce es un amargo regreso a la infancia: el tema de sus cuatro libros más importantes es su natal Dublín, lo que para algunos analistas refleja el deseo de reemplaza con su literatura los lugares y la gente que recuerda.

    En Retrato de un artista adolescente, la inferioridad física, la humillación pública, el sentimiento de injusticia, el desprecio a lo establecido y el deseo de justificación ante sí mismo, reflejan la actitud de Esteban, (el protagonista) y, en definitiva, de Joyce, hacia la sociedad y hacia sí mismo.

    Considerado su libro más célebre, en Ulises el autor hace recorrer a sus dos personajes una gran ciudad moderna: Dublín. Cada uno satisface la carencia del otro. Las aventuras que conducen a la unión de estos dos personajes a la unión de estos dos hombres ocurren en un día; cada hora tiene su episodio, y corresponden a un canto de “La Odisea”. Cada episodio tiene su centro de sensaciones en una parte del cuerpo humano: cerebro, orejas, nariz, etc., y sobresale una idea símbolo (caballo, virgen, madre, prostituta, tierra).

    Cristian González; La Tercera, 26-iii-1996.

  • La apoteosis del lenguaje dormido.

  • Hay que ser inglés culto o dominar muy profundamente la lengua inglesa para probar el asalto a Finnegan`s Wake con una mínima garantía de éxito. Tengo la edición de 1975 de Faber and Faber, un volumen de 628 páginas, de letra menuda y apretada. De vez en cuando lo tomo, lo hojeo al azar, me propongo descifrar alguno que otro pasaje. Nunca lo he conseguido. Es para mí un libro codificado del que no sé la clave. Joyce lo escribió entre 1922 y 1939, después de culminar su monumental Ulises, la gran novela límite de la luz diurna.

    Pero Joyce no se conformó con poner a la novela burguesa contra las cuerdas. En Work in Progress -así tituló el nuevo texto hasta publicarlo en un libro- quiso nombrar los espectros innombrables de la noche y explorar los arcanos del sueño, al mismo tiempo que condensar la historia pasada, futura y actual de Irlanda en sus múltiples urdimbre y, a través de ella, la memoria de la humanidad entera.

    Como se puede ver, el mismo proyecto era ya una quimera. Nunca la ambición del artista de la palabra había llegado tan lejos en un solo libro y mediante las disponibilidades del lenguaje. El resultado fue un delirante "cafarnaúm”. La novela en tanto que género alcanzó la disolución de los subterráneos de su propio infierno. Para algunos, la hazaña de Joyce fue un error: una novela que a base de contener lecturas múltiples y entremezcladas no puede leerse, se niega a sí misma.

    Para los exégetas de Joyce, Finnegan`s es la demostración -como lo hizo Picasso en la pintura- de una forma expresiva soberana que certifica su arte por agotamiento. Siendo así, después de Joyce nadie debería caer en la osadía de narrar una historia diciendo que se trata de una novela. Los hechos demuestran que sí es posible aunque, por supuesto, sin olvidar la experiencia creadora/destructora creadora por el genio de Joyce.

    Robert Saladrigas; Literatura y Libros, La Época. 23-iv-1995.

  • Joyce y Dublín.

  • Antes de acometer las inmensas aventuras verbales del Ulises, Joyce publicó el año 14 Dublineses, un volumen de cuentos insuperables que retrata a la gente sencilla de Dublín con un colorido que envidiaría Maupassant y una sensibilidad que recuerda a Chejov.

    Tal como en un laborioso encaje de miles de detalles, ahí está todo: la vida más bien gris de una ciudad provinciana, el dolor callado de un amor nunca dicho, la reacción altanera de una dignidad herida, el tedio de vidas sin horizontes, la imposibilidad de torcer un destino inapelable, el humor de la vida sensata y ordinaria, la ironía de un proyecto ambicioso y malogrado.

    Joyce nació a comienzos de 1882 en un suburbio de Dublín y a los 20 años dejó Irlanda para trasladarse al continente en busca de mayores horizontes. Con ocasión del funeral de su madre volvió a su tierra el año 1904, por poco tiempo, el suficiente para escribir los quince relatos de Dublineses.

    “Cuando el alma de un hombre nace en este país -dice Stephen Dedalus en Retrato del artista adolescente, su primera novela- hay redes que lo atrapan para impedirle volar lejos. Me habla usted de nacionalidad, idioma, religión. Yo trataré de volar a pesar de esas redes”.

    Radicado luego en diversas ciudades europeas, Joyce llegó tal vez más lejos que nadie en la literatura del siglo pasado, hasta que la muerte lo sorprendió en Zurich, el 13 de enero del 41. Pero, en términos de humanidad, en Dublineses ya estaba todo dicho. Qué relatos. Qué ciudad.

    Mundo Diners; febrero de 1994.

  • Ulises.

  • A través de las 710 páginas de Ulises se cuenta una sola jornada de Leopoldo Bloom, su mujer y sus amigos. Mas es una jornada azarosa, vista a través de la copia de sus imágenes de la conciencia, en una odisea donde los críticos han podido encontrar, a la vez, la Biblia, la Divina Comedia, Don Quijote y el Judío Errante, antecedentes literarios y religiosos de la civilización occidental.

    Las decenas de personajes del libro actúan con sabia incoherencia. La complejidad y la fantástica profusión verbal desanimaron a los lectores, muchos de los cuales no pasaron jamás de la centésima página.

    X. P. C.; La Nación, 19-vii-1967.

  • Novela de controversia

  • El 2 de Febrero de 1922, cuando james Joyce cumplía cuarenta años, entregó a sus editores los manuscritos de su controvertido “Ulises”, cuya aparición ese mismo año provocó un escándalo mayúsculo, pocas veces visto en el mundo de las letras. Muchos consideraron la obra indecorosa, inmoral, impúdica, obscena. Tan grandes fueron el rechazo y la aversión entre algunos sectores puritanos de Inglaterra y Estados unidos, que el libro impreso en parís sólo pudo circular clandestinamente en estos dos países. Otros sectores, en cambio, más tolerantes y liberales, desde su irrupción consideraron “Ulises” la mejor obra narrativa del siglo.

    La llamada novela-controversia narra 20 horas de la vida de Leopoldo Bloom, judío dublinés, y del joven estudiante Esteban Dedalus. La acción se desarrolla el 16 de junio de 1904, en Dublín, y no sucede nada excepcional, nada extraordinario, nada sobrenatural. El asunto es la epopeya del hombre moderno en su ciudad y en su mundo. No obstante, con tan escasos motivos, Joyce elabora el relato técnicamente más complejo de nuestro siglo. Un clásico que, a 75 años de su nacimiento, sigue despertando torrentes de críticas, alabanzas y comentario encontrados. Incluso hoy hay quienes se atreven a decir que el libro es un gran fraude, una gran tomadura de pelo, sobre todo por la gran cantidad de yerros y gazapos que se han detectado con el correr de los años, entre los que se destacan errores de puntuación, palabras oraciones e incluso frases incompletas.

    Antonio Landauro; El Mercurio, 2-ii-1997.

  • Chamber music

  • "Habiéndose perdido en la juventud de James Joyce varios cuadernos de sus poesías, entre ellos los titulados Humor y Resplandores y Oscuridad, ahora sólo podemos juzgarlo como poeta merced a Música de Cámara (1907) a Pomes Penyeach (1927) y a algunos poemas dispersos, como "The Holy Office" (1904), "Gas from a Burner" (1912) y "Ecce Puer" (1932). Sin olvidar, eso sí, la prosa poética de Giacomo Joyce, escrita hacia 1920 y publicada en 1968, ni tampoco el sólido concepto joyceano de que la poesía (dramática o lírica) es el más alto género artístico; opinión que no varió al someter todas sus composiciones en prosa a un aliento poético, y al conservar, en la concepción global de sus libros, en la estructura sinfónica de ellos, o en el ritmo y sonoridad del lenguaje, la poesía como ideal. De ahí que el símbolo y el mito, concreciones de la poesía, hayan sido su espléndido medio de expresión de principio a fin."

    “Poesía Completa”. Prólogo, Carlos E. Zavaleta Instituto Nacional de Cultura, 1986

    Análisis de su obra

    “Araby” (Cuento del libro “Dublineses”).

  • Resumen

  • El narrador es un niño en edad escolar, que vive en una casa que anteriormente había pertenecido a un sacerdote, ubicada en un callejón sin salida, North Richmond Street.

    Él está enamorado de la hermana de un amigo, que habita en la casa de enfrente de la suya. Se pasaba las tardes espiándola a través de las persianas de la ventana del vestíbulo. Nunca le había hablado, pero lloraba de amor por ella.

    Una tarde, inesperadamente ella le habló. Le habló acerca de la feria de “Araby”, a la que no podría asistir. Él le ofreció que si iba le traería algo.

    El protagonista vio en esto la oportunidad perfecta para darle a conocer sus sentimientos y agradarle en algo, de modo que esperó ansioso el día de la feria. Vivió todos los días previos en la esperanza de la feria, hasta que finalmente llegó el día esperado.

    El muchacho, que vivía con sus tíos, tuvo que esperar a su tío para pedirle dinero para la feria. Éste no llegó hasta ya entrada la noche, de manera que partió rápidamente en dirección al edificio donde se realizaba.

    Llegó tan tarde, que la mayoría de los quioscos habían cerrado ya, y cuando se disponía a recorrer la feria, daban por parlantes el aviso de que ya se estaban apagando las luces.

  • Comentario

  • Llama la atención en este cuento de Joyce la minuciosa descripción que se hace del ambiente, del entorno. Para él todo tiene valor, valor que debe ser destacado a través de la narración.

    En esta historia, el narrador nos cuenta su frustración: Luego de llevar tal vez años esperando por el momento de acercarse a su amada con una excusa, con un obsequio que le abriera las puertas de su amor, esta oportunidad se ve truncada por un hecho fortuito, tan accidental como cotidiano: La persona que le tiene que entregar el dinero llega inesperadamente tarde.

    Es la vida misma, sin maquillaje, sin adornos; es aquello que sucede miles de veces alrededor del mundo. Esta es una de las “gracias” de Joyce: las cosas cotidianas, las que nadie ve porque son demasiado comunes, pero que sin embargo tienen un valor inmanente, esas cosas tan pequeñas, Joyce las muestra de manera magistral

    Y nótese que no es una manera magistral porque su consumación requiera de algo extraordinario, sino todo lo contrario: simplemente da vuelta la perspectiva. Como dice Ortega y Gasset, el escritor invierte la jerarquía de los valores, y hace que lo cotidiano se vea como extraordinario, dándole un nuevo cariz a la vida.

    Esto no significa que cualquiera pueda hacer lo que hizo Joyce en su obra. Es más bien un don entregado a ciertas personas, una gracia que alegra y vivifica el corazón, pues quiebra la rutina, y nos hace sentirnos acompañados en nuestros problemas, dándonos cuenta que es algo demasiado cotidiano para preocuparse de él.

    Noté también algo especial en esta lectura: Las cosas se detienen a la mitad. En vez de darnos a conocer lo que pasó después de encontrarse con la feria cerrada, o contarnos su reacción posterior, Joyce detiene la narración en el preciso momento en que podría suceder algo que quiebre lo cotidiano, justo cuando lo ordinario se transforma en extraordinario, El autor no detiene y nos dice: “Así es la vida. Cuando llega el sufrimiento, llega para quedarse, y cuando se sufre, el tiempo se detiene, y ese pequeño momento queda dando vueltas en nuestra realidad por mucho tiempo más. Como dije anteriormente, es la vida sin nada accesorio, es la vida misma. Tal vez al final del relato hubiera cabido una recepción en brazos de la madre, o una entrega incondicional del amor tan anhelado, pero no. Joyce nos muestra la realidad, nada más que eso. De nosotros depende si el personaje sigue sufriendo o es reconfortado. Joyce a través de toda la narración nos entrega los elementos necesarios para que una vez terminada la lectura, podamos sentarnos tranquilamente y pensar, meditar…

    Conclusiones

    A través de este trabajo hemos aprendido a valorar los pequeños detallas que constituyen la vida. Nos hemos dado cuenta que, así como Joyce hizo un libro de 700 páginas con un solo día de la vida de un hombre, cada día de nuestra vida es una gran novela, que sin tener nada extraordinario ni sobrenatural, tiene un valor intrínseco, por el cual merece la pena de ser vivida.

    Los Autores

    Bibliografía

  • Enciclopedia Monitor, editorial Salvat.

  • Enciclopedia Universal Sopena.

  • “Dublineses”, James Joyce. Editorial Coyoacán.

  • Artículos web.

  • Biblioteca nacional, sección Referencias Críticas.

  • Indice

  • Introducción: 2

  • Biografía 3

  • Obras 6

  • Estilo General 8

  • Referencias Críticas 9

  • Análisis de Obra 21

    • Resumen 21

    • Comentario 22

  • Conclusiones 24

  • Bibliografía 25

  • Índice 26

  • 17

    26




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    Enviado por:Jorge Lembach
    Idioma: castellano
    País: España

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