Historia
Inmigración en Argentina
ARGENTINA : TIERRA DE ESPERANZA
Desde distintas partes del mundo llegaron al país grupos de inmigrantes.
Las colectividades se afincaron y formaron pueblos, barrios e instituciones, en los que trataron de conservar sus costumbres.
La gran inmigración al país estaba compuesta mayoritariamente por meridionales: Españoles e Italianos. Si bien no eran obreros calificados, afinidades idiomáticas y religiosas facilitaron su integración.
La utopía agraria propiciaba el poblamiento en espacios desiertos del mundo con extranjeros, que serían pioneros y civilizadores a la vez.
Para Europa la emigración fue una válvula de escape a muchos problemas locales. El auge de la navegación de vapor permitió un traslado transoceánico rápido y barato.
Bs.As fue la puerta de entrada entre 1869 y 1920 cuando duplicó su población. Entre 1881 y 1930 desembarcaron cuatro millones de personas. El criollaje vio invadido su escenario. Esa gringada, que se pensó iría a poblar el desierto, se concentro en la urbe y cubrió todos los puestos de trabajo. Hasta los policías eran extranjeros.
En el Litoral (Santa Fe, Entre Ríos y en menor medida, Corrientes) desde mediados del siglo anterior se venían instalando colonias de las diversas colonias de los más diversos orígenes étnicos: judíos, suizos, franceses, alemanes, eslavos y los omnipresentes españoles e italianos. Dieron origen a lo que se llamó Pampa gringa o Pampa sin Gaucho.
En 1912 apareció la llamada INMIGRACIÓN GOLONDRINA, donde los grupos de cosecheros atravesaron el Atlántico, trabajaron y luego regresaron a su patria llevando algún dinero para su familia. De modo que los inmigrantes se asentaron en las ciudades, en especial Buenos Aires y más tarde en Rosario.
El castellano era la lengua obligada para intermediar esa diversidad y sufrió las influencias de los distintos grupos extranjeros.
ORIGEN DE LOS INMIGRANTES:
En nuestro país se afincaron inmigrantes Italianos, Rusos, Polacos, Judíos, Sirios, Británicos, Libaneses, Alemanes, Armenios, Españoles y Franceses.
ITALIANOS
Desde 1889, la Argentina se acostumbró a genoveses y napolitanos. Los del norte de Italia eran mayoría en un principio, pero desde1913 arribaron los de Campaña (napolitanos, Calabria y Sicilia). Los septentrionales, sin embargo, solían retornar con mayor frecuencia a la patria. Italia vivía momentos de unificación.
Se decía que en los buques trasatlántico no venían italianos, sino piamonteses, genoveses, calabreses, napolitanos, friulanos. El sur de Italia padecía la falta de tierras y no existía ninguna política estatal para la emigración. Así, campesinos, peones y pequeños artesanos con baja clasificación, en su mayoría analfabetos emprendieron lo que dio en llamarse fuga de masa.
Construyeron sus casas en la Boca para luego radicarse a orillas del Riachuelo.
Al comienzo, fueron acumulándose viviendas de madera, luego de chapa. Para proteger de la intemperie esos materiales se usaba la pintura sobrante de los buques que ahí recalaban. Así nació la policromía de las paredes. Fue barrio de marineros, pero también de disidentes: republicanos, masones, anarquistas, activos militantes de sindicatos. En 1914, el contingente itálico se expandió, tomando Santa Fe.
ESPAÑOLES
Pese a su número merecieron menos atención ya que no significaban ninguna novedad entre nuestras etnias constitutivas.
Los gobiernos españoles no dejaban partir a sus connacionales.
Tres millones y medio de españoles, en su mayoría gallegos, cruzaron el mar en la gran migración. Ya contaban con los vascos, pastores y lecheros, arribados en el siglo XIX.
Estos dos grupos iniciales son importantes, porque establecieron lo que se ha dado en llamar la cadena migratoria.
Un millón y medio de españoles eligieron nuestro país para migrar. Mayoritariamente eran campesinos, ejercieron la agricultura y otros se ubicaron en servicios. Se ocuparon, particularmente, como mozos de cafés y restaurantes y guardias de tranvías. En 1914 la décima parte de la población era española.
Cientos de vascos eran traídos en barcos, con la seguridad de encontrar un mundo diferente. Y no fueron defraudados ya que se los estableció proporcionándoles parcelas de campos y haciendas para ayudarlos a labrarse un porvenir cierto.
BRITÁNICOS
La inmigración es muy antigua y se vincula con las luchas independentistas. No sobresalieron en agricultura. En oficios y ocupaciones los Ingleses descollaron. Fueron banqueros, ingenieros y financistas. Echaron raíces en Buenos Aires y penetraron en el resto del país siguiendo el trazado de las líneas férreas, dejando el inconfundible estilo arquitectónico de sus estaciones ferroviarias.
Desde épocas tempranas tuvieron sus propios templos, donde se oficiaba en su lengua, y sus escuelas.
Trajeron innovaciones tecnológicas en la industria frigorífica y tuvieron gran influencia sobre la ganadería.
ALEMANES
Entre los inmigrantes de esta nacionalidad se destacan los llamados Alemanes del Volga.
Son alemanes sacados por la zarina Catalina la Grande para colonizar el Volga meridional en el siglo XVIII. Ejercieron obligadamente la agricultura, conservaron distintas confesiones religiosas (católica, evangélica, menonita) así como su lengua y buena parte de su acervo cultural.
En busca de lugares más favorables partieron hacia Argentina creando dos grandes colonias: Colonia Hinojo en el Partido de Olavarría (Bs.As.) y General Alvear (Entre Ríos).
La arquitectura alemana se revela en la edificación de la zona, donde es frecuente encontrar cúpulas en forma de cebolla.
Desde los grupo iniciales, la presencia alemana fue expandiéndose hasta La Pampa, Santa Fe, Chaco y Misiones.
ÁRABES
Cuando un árabe (vulgarmente llamado turco) llegaba al país, declaraba indefectiblemente ser de profesión comerciante. Al ver los registros, podía comprobarse que en verdad era agricultor en su tierra. Pero el paisano que lo llamaba le aseguraba su colocación en el comercio ambulante y el inmigrante asumía de antemano ese papel.
Se formaron verdaderas redes de distribuidores de telas y baratijas, a partir de un árabe con negocio instalado, que mandaba al interior a los recién llegados. Estos, con una caja o baúl al hombro, llegaban hasta apartados rincones rurales a ofrecer su mercadería, sabiendo poco y nada del idioma.
En 1906 el comercio ambulante sufrió una crisis en Buenos Aires, lo que hizo que los árabes se desplazaran hacia el interior. Pronto alcanzaron una distribución uniforme en todo el país.
En Córdoba y en el Noroeste fueron más que todos los otros extranjeros juntos.
En La Rioja superaban a los españoles. Debieron luchar contra la mala imagen que se les atribuía como comerciantes.
En 1914, el 72 % de los árabes habitaba en medio urbano. Los que prosperaron se interesaron en la industria y en otras actividades. Sólo en la segunda o tercera generación enviaron sus hijos a la universidad.
JUDIOS
Los judíos llegaron al país organizados gracias a la obra del barón Mauricio de Hirsch, que consiguió sacarlos de Rusia, donde sus vidas no estaban garantizadas, e instarlos en colonias agrícolas, la primera de las cuales fue Moisesville.
En Santa Fe y Entre Ríos prosperaron esos que Gerchunoff bautizó como los gauchos judíos.
Trabajaron también como artesanos (en el estereotipo popular, como sastres) y comerciantes. Muy preocupados por la educación utilizaron las facilidades de nuestro sistema educativo para destacarse como profesionales, científicos y artistas.
Al original destino agrícola siguió la migración hacia las ciudades, itinerario común de nuestros campesinos. Allí se dedicaron al comercio y a la industria.
En general, los oriundos de Damasco y Alepo se ubicaron en el barrio porteño del Once, dedicados a la confección y comercio de textiles.
JAPONESES
Pero no todos los inmigrantes vinieron de Europa. A comienzos de siglo un convenio con el imperio japonés trajo a algunos comerciantes de aquel país al nuestro. En 1914 los orientales eran poco más de mil, la mitad de ellos residían en Buenos Aires y grupos menores en Santa Fe, Córdoba, Salta, Mendoza y Jujuy. Hacia 1933 eran 15.000 y hoy se los estima en 33.000.
En 1920 crearon un instituto para enseñar su idioma y en 1937 fundaron la Escuela Japonesa de Buenos Aires, bilingüe.
La mayoría provenía de la isla de Okinawa, cercana geográfica y culturalmente a China, mucho más abierta al extranjero que el territorio central.
Hacia 1920 se definió la inserción japonesa en el mercado laboral: fueron floricultores, horticultores y tintoreros. Popularmente se los sitúa en esta última profesión, pero no siempre fue así.
En 1912 una mujer recorría las casas pidiendo ropa para lavar. Allí comenzó el camino de la colectividad hacia la tintorería. Pero cuando en 1935 se creó la Unión de Propietarios de Tintorerías la reunión se realizó en la Federación Gallega y no había japoneses afiliados.
En 1939 un dirigente se refería a éstos como una amenaza, pidiendo se limitara su ingreso. Según él, los precios bajos que cobraban los orientales se basaban en un ritmo de trabajo inhumano, esclavista y en la falta de ambiciones y de sentido social. Sólo en 1948 los japoneses ingresaron masivamente en la Unión.
NUEVA INMIGRACIÓN:
Las hijas del sol:
Ya no bajan de los barcos. Ahora llegan en aviones. Mujeres jóvenes, solas. Expulsadas por el hambre o abandonadas por sus hombres, cuidan hijos ajenos para enviar dinero a los suyos, que quedaron en sus países al cuidado de algún pariente solidario.
Ellas buscan fuera del país el pan o la libertad que les faltaba, las dos fuerzas que impulsan los destierros.
Muchas eluden las restricciones legales amparadas en el trabajo a puertas cerradas, el de las empleadas domésticas.
En Argentina, arribaron antes paraguayas y bolivianas, ahora lo hacen las peruanas, obligadas en su mayoría por la crisis económica que atraviesan sus países. Comenzaron a llegar a partir de 1992 atraídas por la propaganda oficial, los elogios a la situación económica del país y los altos salarios comparados con los de su patria. Por orgullo o para evitar sufrimientos, el inmigrante nunca admite ante sus familiares o amigos las dificultades.
Vienen en una proporción de seis mujeres por cada cuatro hombres.
Las peruanas se acercan a pedir ayuda a instituciones humanitarias, especialmente las iglesias. Son urbanas, se instalan en el centro de la ciudad, en hoteles o piezas de alquiler. Tienen estudios secundarios, en algunos casos universitarios. En sus domingos de soledad, caminan en grupo por los parques de la ciudad. En los sábados corren ansiosas a correos privados que lucran con sus nostalgias. Estas empresas envían y reciben correspondencia y encomiendas en los que viajan palabras que relatan los propios acontecimientos y comida con el sabor concreto de la identidad.
LA DECADENCIA Y CRISIS DE LA INMIGRACIÓN
Durante la 1º guerra mundial se generalizó la opinión que en ella se produciría una acentuada influencia de inmigrantes hacia el Río de la Plata. Los factores favorables a la inmigración europea fueron los de orden moral, político y económico. La influencia de extranjeros no satisface a quienes desearon la colonización del país.
FACTORES QUE FAVORECEN LA INMIGRACIÓN
Desde siempre el hombre se adaptó al medio en el que vive, suavizando sus asperezas, o, si no puede soportarlas, emigra a sitios más propicios para el desenvolvimiento de sus actividades. La cultura actual ha modificado el cuadro, pero no lo ha borrado ni lo borrará nunca. Pero ahora, el viaje no se basa a razón del rigor del clima, si no que se busca el bienestar económico. Los habitantes de naciones de extraordinaria densidad de población siente atracción por los países ricos por su suelo y grandes por sus libertades políticas y religiosas. La Argentina reúne todo los factores que favorecieron el establecimiento de fuertes corrientes de inmigración: factor físico, suelo, clima, temperatura, lluvia, factor demográfico, factor económico y factor político.
ACTUAL POLITICA MIGRATORIA
La política migratoria ha estado siempre orientada en el sentido de intensificar las corrientes inmigratorias.
Aparte de las expresiones reiteradas por los diversos poderes ejecutivos que ha tenido la Nación, deben destacarse las gestiones realizadas en todas las épocas para lograr el pronto arribo de obreros y técnicos europeos.
También deben destacarse la gestión del Comité Intergubernamental de Migraciones Europeas (CIME), dependiente de la UN. La Argentina está adherida a este organismo cuya función es la de radicar al inmigrante en condiciones favorables para el desarrollo de sus actividades.
Actualmente la mayor afluencia inmigratoria corresponden a uruguayos, paraguayos y chilenos. El aporte inmigratorio no contará con una mayor contribución europea, es más, gran número de profesionales argentinos partieron hacia Europa en los últimos años atraídos por los pueblos culturales.
LOS INMIGRANTES EN LA CIUDAD
De una manera general, puede afirmarse que el crecimiento urbano se ha producido por la inmigración y sólo en parte ha sido generado internamente por el incremento natural de su población. Es cierto que en algunas ocasiones la llegada de los inmigrantes y, en la época contemporánea, la disminución de la mortalidad ha mejorado el crecimiento vegetativo urbano. Pero son los inmigrantes quienes han seguido asegurando, en lo fundamental, la expansión de las ciudades.
Los inmigrantes encontraban en la ciudad nuevas oportunidades de empleo. Y se integraban también rápidamente desde el punto de vista demográfico, contrayendo pronto matrimonio con los nativos. Desde la baja edad media y durante toda la edad moderna las ciudades europeas se caracterizaron por un índice bajo de masculinidad, es decir un exceso de mujeres, lo que se traduce, a su vez, en cifras más elevadas de celibato femenino y en una menor fertilidad. Eso daba oportunidades a los inmigrantes varones. Por esa razón, dichos inmigrantes podían encontrar de forma relativamente rápida una esposa, lo que desde luego era más difícil para las mujeres. En todo caso, los matrimonios entre personas de diferentes procedencias geográficas eran un fenómeno generalizado.
Las migraciones fueron, sin duda, el factor clave en la regulación de las poblaciones urbanas en la sociedad preindustrial. La ciudad necesitaba de la inmigración para mantener su población estable y más aún para aumentarla. Y en muchas ocasiones dicha inmigración era verdaderamente esencial.
En primer lugar, cuando se producían episodios de fuerte mortalidad por epidemias; lo cual generaba elevados aflujos de población que rápidamente reemplazaba a la fuerza de trabajo que moría, y que podía suponer la pérdida del 20 al 40 por 100 de su población. Y también cuando aumentaba el dinamismo de su economía por la realización de nuevas inversiones.
La situación demográfica de las ciudades empezó a experimentar cambios significativos en el siglo XIX, ante todo en los países que más tempranamente realizaron la Revolución industrial y demográfica. En efecto, a partir de fines del XVIII las ciudades inglesas, primero, y otras, más tarde, dejaron de experimentar tasas negativas de crecimiento vegetativo, gracias a la reducción de la mortalidad. Pero no por ello los movimientos inmigratorios desaparecieron. De hecho se mantuvieron o aumentaron, lo que, como es sabido, aceleró considerablemente el crecimiento de la población urbana.
Los historiadores de la población mundial han mostrado el ritmo y las diferencias regionales de ese proceso. Y han estudiado esas "gigantescas migraciones" desde las áreas rurales hacia los nuevos núcleos mineros, las áreas portuarias y las fábricas textiles y metalúrgicas de las ciudades. Entre 1800 y 1930 unos 40 millones de europeos abandonaron el Viejo continente para ir a vivir otros países.
Casi todos los países americanos, más Australia, Nueva Zelanda y algunas regiones de África colonizada por los europeos se convirtieron en áreas de fuerte inmigración en el XIX, y recibieron a masas de inmigrantes de múltiples nacionalidades.
LA CIUDAD Y LA MOVILIZACIÓN SOCIAL
La ciudad es también el lugar de la movilidad social, del ascenso social. Respecto a esto los datos son igualmente concluyentes. Las posibilidades que ofrece la ciudad en ese sentido son siempre infinitamente mayores que las que se dan en el campo. Los testimonios sobre ello son abrumadores en ciudades de diferentes épocas históricas y de diferentes países.
La movilidad social en la ciudad se ha producido incluso en sociedades que mantenían la esclavitud y fuertes diferencias sociales durante el siglo XIX. Así, por ejemplo, con referencia al Brasil de la primera mitad del siglo XIX se ha podido escribir que "no obstante el carácter limitado de los núcleos urbanos y el escaso desarrollo del artesanado y del comercio interior, éstos crearon oportunidades de emancipación para el esclavo urbano y una relativa movilidad de las capas inferiores de la sociedad. El artesanado, el pequeño comercio, los servicios, constituirían los vehículos de la ascensión social de esos grupos. En la ciudad el esclavo deambulaba por las calles, uniéndose a compañeros de la misma condición, entraban el contacto con negros y mulatos libres, se asociaba a cofradías o hermandades que funcionaban como sociedades de mutuo auxilio. En las ciudades conseguían más fácilmente que en las zonas rurales acumular algún peculio".
SEGREGACIÓN SOCIAL Y CONFLICTO
Pero todo ello, es decir, la incorporación e integración del inmigrante a la vida urbana, no se hace sin conflictos. Se trata de otra realidad, el conflicto social, que es también una característica permanente de la ciudad, como de la sociedad en general.
Las profundas diferencias sociales, la segregación y los ghetos son igualmente una constante de las ciudades desde la antigüedad. Los grupos marginales o vencidos se situaban normalmente en lugares aparte: barrios de parias, judíos, morerías, barrios indígenas en las ciudades coloniales.
La existencia de enclaves étnicos en la ciudad preindustrial aparece reconocida por los datos disponibles, y se integra en los modelos sobre ese tipo de ciudad, como el de G. Sjoberg.
LUGARES DONDE SE ESTABLECÍAN
Los inmigrantes se agruparon en colectividades, desarrollando una activa vida social y cultural, a través de numerosas instituciones.
Algunas de las instituciones colectivas:
1-Asoc. Española de Socorros Mutuos. 10-Iglesia Danesa.
2-Centro gallego. 11-Iglesia Sueca.
3-Casal Catalán. 12-Iglesia Noruega.
4-Centro Asturiano. 13-Club Francés.
5-Club Español. 14-Club Sirio Libanés.
6-Monumento a Mazzini. 15-DAIA (Entidades judías)
7-Unione e Benevolenza. 16-AMIA (Mutual judía)
8-República de la Boca. 17-Club Hebraica.
9-Iglesia de la Ortodoxa Rusa. 18-Gran Sinagoga.
EL CONVENTILLO:
Se designaba ese nombre, derivado de una expresión irónica española (convento como prostíbulo), a una casa que alquilaba cuartos a inmigrantes.
Cantidad de conventillos en la ciudad de Buenos Aires:
Superficie promedio por persona
¿Cómo eran los conventillos?
Se habían instalado en antiguas mansiones venidas a menos, cuyos moradores se trasladaron al Barrio Norte durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871. Otras eran casas construídas para alquilar cuartos.
¿Cómo dormían?
En las piezas vivían familias enteras, a veces con cinco o seis hijos. Algunas traían sus muebles de Europa. Otras solo tenían algunos catres, baúles o cajones.
Las paredes eran empapeladas con diario y colgaban imágenes de los santos patronos de cada pueblo de origen.
El patio:
Lugar de convivencia de personas, de lenguas e idiosincrasias diversas, también fue sede de reclamos comunes y de sociabilidad. Allí se forjaban nuevas familias y a veces ocurrían dramas pasionales. En sus fiestas nació el tango y un genero teatral : El Sainete.
La vida en común:
Cuando regresaban los hombres del trabajo se tocaba la guitarra y el acordeón, se tomaba vino, se hacían reuniones para discutir los problemas comunes y en las noches de buen tiempo, había baile.
Los animales domésticos:
Abundaban los perros, los loros y las gallinas (muchos inmigrantes eran de origen rural), se paseaban por las piezas, los pasillos y el patio.
Las peleas:
Habitaban, además de trabajadores, todo tipo de delincuentes. A las querellas personales se sumaban las discusiones políticas. Aunque mas que el conventillo, el lugar de residencia política de los inmigrantes fueron el sindicato y el comité.
La cocina:
En alguno casos habían cocinas comunes, pero lo mas frecuente era que se cocinara en los cuartos. También se destinaban a la cocina, los rincones del patio.
Las cobranzas:
El alto precio de los alquileres fue convirtiendo a los conventillos porteños en focos de conflicto. Los cobradores debían pasar a cobrar custodiados por la policía.
Alquiler mensual de un cuarto......$5.80
Sueldo promedio por obrero......$2.50
Los baños:
No había cloacas, tanto el retrete como el lavabo eran comunes. Había, en los barrios de Once y La Boca un servicio cada 10 cuartos aproximadamente, según las estadísticas de 1919. Ésta situación provocaba epidemias como el cólera, la fiebre amarilla, el paludismo, los parásitos y las infecciones.
Los desalojos:
El inquilino moroso era desalojado por la fuerza pública. Los muebles se subían al carro municipal para transportarlos a un depósito. En el trance se observaba la solidaridad de los iguales; y el episodio solía terminar en batallas campales.
LA INSERCIÓN SOCIAL:
Con excepción de algunos proyectos colonizadores el acceso de los inmigrantes a la propiedad de la tierra fue escaso. Quienes tenían algún dinero preferían arrendar una extensión mayor antes que comprar una pequeña parcela. Cuando empezó el “boom” agrícola, muchos fueron al campo a trabajar como peones. También las ciudades mas dinámicas, en particular Buenos Aires, ofrecieron múltiples posibilidades de trabajo, en especial en la construcción, servicios urbanos, transportes, fábricas y talleres. Los inmigrantes demostraron que estaban dispuestos a trasladarse de la ciudad al campo y viceversa, o a cambiar de oficio y aprovechar las cambiantes ofertas de trabajo.
LA INMIGRACIÓN EN EL TRÉBOL
Los primeros colonos que llegaron a nuestra colonia fue hacia 1989, luego cuando El Trébol tenia distrito propio, el censo nacional de ese año le adjudicó 3.303 pobladores rurales y 333 en el casco urbano. Esta notable incremento poblacional estaba representado por inmigrantes dedicados a la agricultura, aunque también había comerciantes y artesanos de oficios diversos.
Era en su mayoría italianos, auque también españoles, franceses, alemanes, suizos, yugoslavos, rusos, turcos, que llegaron en los barcos con pasajes de tercera y en la mayor parte de los casos sin otro capital que su fuerza de trabajo y sus esperanzas de labrar un porvenir de dignidad y bonanza para sus descendientes.
Alquilando primero y adquiriendo después laboriosamente las chacras que crearon a partir del parcelamiento de las grandes extensiones desprendidas de antiguas estancias de la zona. Construyeron en núcleo humano mas numeroso y sus necesidades de abastecimiento e intercambio dieron rápido impulso al desarrollo de las comunidades rurales antes inexistentes debido a que el paisanaje satisfacía en el mismo establecimiento sus inquietudes sociales y sus escasas demandas de consumo.
La colonización agrícola prospero sobre la base de nuevas normas jurídicas que favorecían la transformación de la tierra desocupada. La ley de “venta de tierras” establecía que toda venta se hará bajo condición de población, previéndose la duplicación del impuesto de contribución directa para quienes no cumplieran con este requisito. Ésta explicaba detalladamente el procedimiento a seguir por los interesados en la adquisición de tierras fiscales y contenía dos capítulos especiales dedicados a la fundación de colonias. Al respecto señalaba que los concesionarios introdujeran diez familias por cada legua cuadrada, debiendo cada familia componerse por lo menos de tres individuos.
Don Francisco Bertolé dejo escrita en unas memorias incompletas los duros sucesos que le toco atravesar en su largo deambular de inmigrante, trabajador rural, chacarero y comerciante, que concluyó luego como obrero de la construcción, empleado ferroviario y ayudante de veterinario. Después del accidentado viaje desde Italia y sus comienzos como maquinista rural, arrendatario y empresario de trilladora en distintas chacras y colonias de la provincia, Bertole recalo en el Trébol dispuesto a incursionar el negocio de bebidas y hospedaje.
El artículo de nuestra liberal Constitución brindaba al inmigrante el absoluto amparo: podían gozar de la libertad de trabajo, de navegación, y de comercio, de petición a las autoridades, de libre transito por todo el territorio, de publicar sus ideas sin censura previa, enseñar y aprender, asociarse con propósitos útiles, coronando este cuadro de derechos, el de propiedad sin trabas ni condiciones y fundamentalmente, la igualdad ante la ley.
Los inmigrantes que poblaron nuestra zona tuvieron características distintas de acuerdo al lugar de Europa de donde provenían. Algunos se asimilaron con rapidez, mientras que otros conservaron sus usos y costumbres de sus países de origen. Si algo hubo que los identificó fue la voluntad para utilizar sus brazos destinados al trabajo, sus espíritus dispuestos al sacrificio y una definición de moral con honestidad. La mayoría de ellos, ignorantes hasta de las primeras letras, hacían sus firmas con una simple cruz.
Italianos, españoles, alemanes, ingleses, yugoslavos, polacos, árabes, vinieron para fundir su sangre con autóctona , demostrando en la descendencia toda la grandeza de sus aportes destinados al suelo generoso que los acogió con tan buena voluntad. Supieron valorizar los sentimientos de amor a la patria adoptiva con su laboriosidad y sentido de sacrificio, dejando una herencia de prosperidad y progreso
La vida rural:
“Hemos pasado mala vida” solían así recordar los primeros colonos inmigrantes. Cada día que transcurría en la tarea rural, significaba un duro esfuerzo. La jornada comenzaba muy de madrugada y en la oscuridad de la noche debían conocer a la perfección los caballos destinados al tiro del arado, de manera que cada uno ocupara el lugar para que había sido adiestrado previamente.
Por la mañana se determinaba un tiempo de trabajo tal que no provocara el excesivo cansancio de los animales, regresaban a la casa y luego del almuerzo se iniciaba una segunda etapa hasta culminar la tarde. Después de una rápido aseo, llegaba la hora de la cena. Era la ocasión para que se reuniera la familia entera en torno a la larga mesa; el padre sentado a la cabecera, su esposa a un costado y los demás ocupando los extensos bancos de madera a lo largo de la mesa.
La luz de un candil a kerosene alumbraba la escena, que en las frías noches invernales adquiría toda la tibieza que proporcionaba el suave calor de la cocina económica.
El descanso reparador de unas horas de sueño permitía reiniciar a la mañana siguiente un nuevo ciclo de labores, la lluvia les proporcionaba la ocasión de descanso, la siembra se hacia a pie y con una bolsa colgada del hombro que contenía las semillas. En el campo trabajaban todos sin excepción, los mayores, los chicos, el padre y la madre. Los varones se dedicaban a los trabajos mas pesados, dejando a las mujeres tareas como el ordeño de las vacas, la fabricación de pan, el cultivo de la huerta, la cría de las aves del corral y por sobre todo, la cocina.
Las familias eran numerosas y el poder económico escaso, por eso las mujeres confeccionaban vestidos, remendaban la roma y tejían.
Vida urbana:
Al poco tiempo transcurrido desde la fundación del pueblo ya comenzaron a hacerse notar las diferencias entre el ámbito rural y urbano. Los primeros habitantes de la zona urbana fueron también italianos, los que se radicaron para ejercer el comercio. En el origen, la economía familiar urbana no atrasó a la rural; la base de la alimentación fue la misma, de ahí la crianza de las aves de corral, conejos, patos y gallinas.
Las familias urbanas fueron tan numerosas como las rurales, si algo los diferenciaba era precisamente la reunión en la mesa, porque tanto en el campo como en el pueblo, solían ocuparlas 10, 12 o 15 personas. Por lo demás, los esfuerzos y las aplicaciones fueron distintas. El ámbito urbano estaba poblado por comerciantes necesitados básicamente del consumo rural para su prosperidad.
En la zona urbana, aunque los horarios no estaban reglamentados oficialmente, no se conocían los madrugones y los descansos eran mas dilatados.
CONVERSACIÓN CON UN FAMILIAR:
Esta conversación fue hecha a una de las hijas del señor Hermenegildo Lerin, el cual arribó a este país en busca de una nueva vida, un nuevo trabajo e incluso escapar de La Primer Guerra Mundial, emigró de su país en el lapso que ocupó la guerra, no supieron decirme exactamente el año.
Las causas que lo motivaron a emigrar de su país fueron muy diversas, buscaba seguridad y protección en un país neutral, como lo fue Argentina; su viaje fue muy tranquilo, no sufrió demasiados inconvenientes para llegar hasta aquí, solo se detuvo unos meses para poder realizar el trámite para poder sacar su pasaporte.
El grupo familiar estaba compuesto por su padre, Don Elevio Lerin, su madre Doña Mercedes de Lerin y sus hermanos; los cuales arribaron al país con posterioridad.
Cuando descendieron del barco se ubicaron en un pequeño conventillo, mas tarde su residencia fue en una pequeña parcela de tierra, donde comenzaron a trabajar la tierra.
Su primer oficio fue como peón de campo cuando comenzó el “boom” agrícola, pero luego pudieron trabajar en sus propias tierras. El trabajo como peón era muy duro, pasaban horas bajo el sol y en toda clases de climas.
Algunos factores que dificultaron la integración en el país fue el idioma y los saberes culturales, tanto que debieron acostumbrarse a vivir otra vida, debieron aprender el idioma y cambiar y/o modificar su cultura. Con respecto a la religión, no fue un factor que dificulto la integración, ya que cuando vinieron al país la cambiaron a través del tiempo.
Mas tarde, él se caso con Doña Juana Bonardo, que residía en la ciudad de El Trébol y tuvieron dos hijas, Mirta y Mabel.
Pudieron cumplir con todas sus expectativas ya que tuvieron sus propias tierras, casa, coche y pudieron mejorar su calidad de vida cada vez mas...
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Enviado por: | Flopitabb |
Idioma: | castellano |
País: | Argentina |