Literatura


Howard Phillips Lovecraft


Howard Phillips Lovecraft

Howard Phillips Lovecraft nació en Providence (Rhode Island, Estados Unidos), el 20 de agosto de 1890. De sus progenitores no hay mucho para elogiar. Su padre, Winfield Scott Lovecraft, era un viajante de comercio pomposo y dictatorial que practicamente nunca convivió con su hijo y que murió cuando este tenía ocho años. Su madre, Sarah Susan Phillips, de la que él fue el vivo retrato, era neurótica y posesiva y volcó todas sus muchas insatisfacciones en el pequeño Howard. Continuamente le decía que era muy feo, que no debía dar un paso lejos de sus faldas, que la gente era mala y tonta, que, como sus padres provenían de Inglaterra, él era de estirpe británica y, por tanto, ajeno al terrible país en que vivían. Como era de esperar, se crió medroso y súper protegido, siempre entre personas mayores, solitario, fantástico y reprimido. En su "Introducción a la literatura norteamericana",  Jorge Luis Borges nos dice que Lovecraft, «muy sensible y de salud delicada, fue educado por su madre viuda y sus tías. Gustaba, como Hawthorne, de la soledad, y aunque trabajaba de día, lo hacía con las persianas bajas.» Se crió sobreprotegido y solitario, leyendo en la gran biblioteca de su abuelo.
Apenas jugaba con otros niños y, cuando lo hacía, le gustaba representar escenas históricas o imaginarias. Los otros niños no le querían y él se refugiaba en los libros de la magnífica biblioteca de su abuelo materno. Desde muy pequeño sintió una morbosa aversión al mar ( según Wandrei, a partir de una  intoxicación por comer pescado en malas condiciones). Se alimentaba de dulces y helados y desde niño sufrió terribles pesadillas.
Siempre fue ateo. Hablando de sí mismo en tercera persona, dice el propio Lovecraft:
"A pesar de que su padre era anglicano y su madre anabaptista, a pesar que desde muy pequeño estuvo acostumbrado a los cuentecillos de rigor en un hogar religioso y en la escuela dominical, nunca creyó en la abstracta mitología cristiana que imperaba en torno a él. En cambio fue un devoto de los cuentos de hadas y de las Mil y Una Noches, en los que tampoco creía, pero los cuales, pareciéndole tan ciertos como la Biblia, le resultaban mucho más divertidos". Su afán de maravillas indica, sin embargo, que, tal vez por el ambiente, en que se educó, Lovecraft, radicalmente ateo, siempre sintió un profundo anhelo religioso que él mismo reprimió y sublimó.
A los seis años descubrió las leyendas del paganismo clásico y se entusiasmó, llegando incluso, como juego, a construir altares " a Pan y a Apolo, a Atenea, a Artemisa y al benévolo Saturno, que gobernaron el mundo en la Edad del Oro". A los trece años, influido por las novelas policíacas, fundó una "Agencia de detectives de Providence", que obtuvo cierto éxito entre los chicos del vecindario. Pero pronto se cansó de este juego y volvió a su soledad, a leer cuentos fantásticos y terroríficos, y también a escribirlos.
Su primer relato, La bestia de la cueva, imitación de los cuentos terroríficos de la tradición "gótica”, fue escrito a los quince años de edad. En su adolescencia, racionalista y lógico cien por cien, se dedicó a imitar a los escritores del siglo XVIII. Sentía predilección por todo lo antiguo, pero en especial por este siglo. Lovecraft era un reaccionario terrible. Sentía un miedo visceral por todo lo nuevo, e incluso deploraba la independencia de su país ( a la que denominaba " el cisma de 1776"). El se consideraba británico cien por cien.


Educado en un santo temor al género humano (exceptuando de éste a las "buenas familias" de origen anglosajón), creía que nadie es capaz de comprender ni de amar a nadie y se sentía un extranjero en su patria. Para él, "el pensamiento humano... es quizá el espectáculo más divertido y más desalentador del globo terráqueo. Es divertido por sus contradicciones, y por la pomposidad con que intenta analizar dogmáticamente un cosmos totalmenteincógnito e incognoscible, en el cual la humanidad no constituye sino un átomo transitorio y despreciable, es desalentador porque, por su misma índole, nunca alcanzará ese grado ideal de unanimidad que permitiría liberar su tremenda energía en provecho de la raza humana". Unas líneas más abajo escribe: "El conflicto es la única realidad ineludible de la vida". Y él, incapacitado para la lucha, se encerró en el pesimismo de su soledad impotente, entre dos viejas tías solteronas, rodeado de muebles antiguos, y empolvados. Hasta los treinta años no pasó una noche fuera de su casa. Filosóficamente, se consideraba "monista dogmático" y "materialista mecanicista" y era en realidad un escéptico radical, absoluto, autodestructor. Para él, el colmo del idealismo era pretender  mejorar la situación del hombre.
Y así fue su vida, que luego se convirtió en leyenda: una vida de penuria económica, de represión y soledad, de amargura y pesimismo. Odiaba la luz del día. Pero en las noches revivía para leer, para escribir, para pasear por las calles solitarias - sin enemigos ya - y, sobre todo, para soñar. Lovecraft vivía por y para sus sueños. En ellos experimentaba "una extraña sensación de expectación y de aventura, relacionada con el paisaje, con la arquitectura y con ciertos efectos de las nubes en el cielo". Este goce estético fue el que, según Derleth, le impidió suicidarse.
A los veintitantos años, Lovecraft abandonó su estilo dieciochesco y adoptó el de su gran ídolo de entonces: lord Dunsany. Los Cuentos de un Soñador, El Libro de las Maravillas y Los Dioses de Pegana se convirtieron en sus libros de cabecera. Y en 1917, a los veintisiete años de edad, publicó su primer relato fantástico: Dagon, en la revista Weird Tales. A éste siguieron otros, la mayor parte de los cuales se publicó en la misma revista.
En 1921 sucedieron dos que habrían de cambiar la vida del joven Howard. La pequeña fortuna familiar se había ido agotando y, por fin, cayó por debajo del mínimo vital. En el mismo año que falleció su madre, que hasta entonces lo había tenido poco menos que secuestrado. Howard se sintió en el vacío, perdido en el mundo, solo ante la sociedad hostil. Pero reaccionó en forma positiva. El sólo sabía una cosa: escribir. Y decidió ganarse la vida como escritor de cuentos de miedo, como crítico, como corrector de estilo, como lo que fuese, con tal que tuviera relación con la pluma. Y así, entre su flaca renta,  y sus magros ingresos profesionales, fue tirando con más duras que maduras.
El trabajo, sin embargo, abrió notablemente su panorama social. A la fuerza tuvo que relacionarse con gente y, aunque sus cuentos pasaron inadvertidos para el gran público, hubo quienes se interesaron por ellos y escribieron al autor. Y este hombre tosco y aburrido que decía aborrecer al mundo - cuando lo que le pasaba en realidad es que se sentía o se creía rechazado por él - se convirtió de pronto, en sus cartas, en un muchacho alegre y entusiasta, capaz de escribir larguísimas epístolas a cualquier lector adolescente y desconocido.
Y entre sus corresponsales - escritores conocidos, noveles o aficionados - se fue creando el que más tarde se llamaría "Círculo de Lovecraft". Lovecraft exultaba.
Sus cartas eran realmente prodigiosas y en ellas hacía gala de una gran cultura, de inagotable fantasía e incluso de un magnífico humor. Bautizó a sus corresponsales y amigos con nombres sonoros y exóticos: Frank Belknap se convirtió en Belnapius, Donald Wandrei en Melmoth, August Derlet en al Conde d`Erlette, Clark Ashton Smith en Klarkash-Ton, Robert bloch en Bho-Blok, Virgil Finlay en Monstro Ligriv, Robert Howard en Bob-Dos-Pistolas.

El mismo firmaba sus cartas como "el sumo sacerdote Ech-pi-El" (transcripción fonética inglesa de sus iniciales H.P.L.), como Abdul Alhazred o como Luven-Kerapf. "Sus fórmulas de despedida - dice Ricardo Gosseyn - son casi siempre como éstas: Suyo, por el Signo de Gnar, Abdul Alzared; Suyo, por el Pilar de Pnath, Suyo, por el Ritual Gris de Khif, Ech-Pi-El". Los que sólo lo conocían por carta lo pintan como un hombre afable, bondadoso, cordial. Los que llegaron a viajar para conocerlo en persona corroboran esta impresión. "Era un hombre inteligente y objetivo"(Robert Bloch). "Era uno de los hombres más humanos y comprensivos que he conocido en mi vida" (Clifford M. Eddy Jr.).
"Poseía un encanto y un entusiasmo juveniles" (Alfred Galpin). "Jamás y de ninguna manera fue un hombre solitario y excéntrico. La lógica y la razón gobernaban todas sus actividades" (Donald Wandrei). Robert Bloch dice que, si bien es cierto que Lovecraft fomentó su propia leyenda, también lo es que viajó, que se escribió con mucha gente, que estaba al corriente de la filsofía, la política y laciencia de su época. "El cuadro del hombre retraído.




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Enviado por:Hermione
Idioma: castellano
País: España

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