Economía y Empresa


Historia del pensamiento económico


INTRODUCCIÓN  

Economía, ciencia social que estudia los procesos de producción, distribución, comercialización y consumo de bienes y servicios. Los economistas estudian cómo alcanzan en este campo sus objetivos los individuos, los distintos colectivos, las empresas de negocios y los gobiernos. Otras ciencias ayudan a avanzar en este estudio; la psicología y la ética intentan explicar cómo se determinan los objetivos, la historia registra el cambio de objetivos en el tiempo y la sociología interpreta el comportamiento humano en un contexto social.


El estudio de la economía puede dividirse en dos grandes campos. La teoría de los precios, o microeconomía, que explica cómo la interacción de la oferta y la demanda en mercados competitivos determinan los precios de cada bien, el nivel de salarios, el margen de beneficios y las variaciones de las rentas. La microeconomía parte del supuesto de comportamiento racional. Los ciudadanos gastarán su renta intentando obtener la máxima satisfacción posible o, como dicen los analistas económicos, tratarán de maximizar su utilidad. Por su parte, los empresarios intentarán obtener el máximo beneficio posible.

El segundo campo, el de la macroeconomía, comprende los problemas relativos al nivel de empleo y al índice de ingresos o renta de un país. El estudio de la macroeconomía surgió con la publicación de La teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero (1936), del economista británico John Maynard Keynes. Sus conclusiones sobre las fases de expansión y depresión económica se centran en la demanda total, o agregada, de bienes y servicios por parte de consumidores, inversores y gobiernos. Según Keynes, una demanda agregada insuficiente generará desempleo; la solución estaría en incrementar la inversión de las empresas o del gasto público, aunque para ello sea necesario tener un déficit presupuestario.

Economía centralizada,

Sistema económico en el que la producción y la distribución de la riqueza de un país están dirigidas, fundamentalmente, por el gobierno. Estos sistemas no tienen un grado de control por parte del Estado tan elevado como en las economías de muchos países comunistas (o de los países autoritarios), puesto que se permite que las empresas funcionen independientemente, y también está reconocida la posesión privada de propiedades y de negocios. Ejemplos de economías planificadas son la Alemania nazi, Gran Bretaña durante la II Guerra Mundial, Francia desde 1945 hasta finales de la década de los años setenta, y la India desde su independencia hasta el inicio de las reformas económicas a principios de la década de los noventa. La nacionalización, los subsidios, las políticas de rentas y de precios, así como otras medidas encaminadas a eliminar la competencia, caracterizan las economías planificadas. Recientemente las economías planificadas han perdido adeptos. Se citan los casos de Francia y la India para ejemplificar los efectos adversos sobre la productividad y el desarrollo economico. Actualmente los diseñadoresde la política economica prefieren las economiade libre mercado
La economía, como ciencia moderna independiente de la filosofía y de la política, data de la publicación de la obra Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (más conocida por el título abreviado de La riqueza de las naciones, 1776), del filósofo y economista escocés Adam Smith. El mercantilismo y las especulaciones de los fisiócratas precedieron a la economía clásica de Smith y sus seguidores del siglo XIX.

HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO

Las cuestiones económicas han preocupado a muchos intelectuales a lo largo de los siglos. En la antigua Grecia, Aristóteles y Platón disertaron sobre los problemas relativos a la riqueza, la propiedad y el comercio. Durante la edad media predominaron las ideas de la Iglesia, se impuso el Derecho canónico, que condenaba la usura (el cobro de intereses abusivos a cambio de efectivo) y consideraba que el comercio era una actividad inferior a la agricultura.


La economía, como ciencia moderna independiente de la filosofía y de la política, data de la publicación de la obra Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (más conocida por el título abreviado de La riqueza de las naciones, 1776), del filósofo y economista escocés Adam Smith. El mercantilismo y las especulaciones de los fisiócratas precedieron a la economía clásica de Smith y sus seguidores del siglo XIX.

Hablar de economía, es hablar de la historia del hombre, debido a que de una u otra manera, esta se ha visto estrechamente relacionada con el ser humano desde los albores de la humanidad.

Todo individuo, requiere del intercambio de bienes y servicios para satisfacer sus necesidades, por lo que recurre a las diversas actividades económicas que le permitan obtener dichos satisfactores.

Por lo antes mencionado es que la economía como ciencia reviste especial interés y atención y todo aquel que pretenda adentrarse en cualquier tema de esta ciencia requiere conocer los fundamentos básicos para entender y discutir las diferentes filosofías que existen hasta hoy en día.

A continuación veremos un breve recorrido desde la época nómada del ser humano hasta la era actual.

 

LA VIDA NÓMADA

Por cada siglo que la humanidad lleva de sedentaria pasó 600 de nómada. La información que se posee sobre la conducta económica de las comunidades primitivas se ha obtenido mediante estudios arqueológicos, de pinturas rupestres, fósiles, y deducciones que reconstruyen su vida cotidiana y evolución. Los vestigios más antiguos de las organizaciones humanas encontrados en nuestra época nos indican la existencia de pequeñas agrupaciones nómadas, cuya vida era muy difícil y peligrosa.

Debido al atraso de sus conocimientos y aplicaciones de los mismos, su nivel de producción se reducía a la satisfacción de unas cuantas necesidades básicas, teniendo como consecuencia directa una evolución social y económica muy lenta.

La comunidad primitiva se caracterizó por una vida sexual promiscua, se practicaba la poligamia y la poliandria, en realidad la familia estaba constituida por todos los miembros del grupo, no existía la propiedad privada ni la herencia, la conducta diaria de todos los integrantes se orientaba hacia la lucha por la sobrevivencia grupal, las decisiones más importantes se tomaban en conjunto, los líderes en la caza y la guerra eran nombrados de acuerdo a sus capacidades comprobadas.

La primera gran división del trabajo aparece entre el hombre y la mujer, los hombres se adiestraban para la caza y la guerra, y la mujer era protegida para evitar la desaparición del grupo, sus labores se desarrollaban dentro de la cueva, cuidando a los animales domesticados, los ancianos y los niños, y en la recolección de frutos, y debía estar preparada para defender el patrimonio del grupo.

Las primeras relaciones de producción fueron de estrecha solidaridad entre los miembros del grupo, porque tenían como prioridad la sobrevivencia de éste, la propiedad individual estaba limitada por las necesidades colectivas, y se reducía a los utensilios domésticos, y las armas usadas en la caza y la guerra. El modo de producir de la comunidad primitiva se basaba en la propiedad colectiva sobre los medios producción, y la distribución del producto se realizaba en consideración de las necesidades personales, y de sobrevivencia grupal.

Cuando los grupos nómadas se establecían durante mucho tiempo en regiones con abundantes recursos, cerca de los bosques, ríos, lagos, y cerca de las costas, su vida cambiaba al descubrir como producir alimentos, do­mesticar animales, obtener medios de transporte, fabricar textiles, herramientas, armas, viviendas, y templos. Estos cambios representaron la primera gran revolución económica de la humanidad al permitirle abandonar la vida nómada e iniciar un proceso de vida sedentaria, caracterizado por el fortalecimien­to de la propiedad privada, que cambió radicalmente la historia de la especie, reconociendo el parentesco familiar, y la herencia.

 

LA VIDA SEDENTARIA

Al inicio de la vida sedentaria, el aislamiento seguía imperando entre los pueblos, no había caminos porque eran independientes económicamente y no necesitaban de relaciones permanentes con sus vecinos, muchas tierras agrícolas y forestales, siguieron siendo propiedad colectiva, de uso común, y sobre esta propiedad comunal, aparecida en todas las culturas con diferentes modalidades.

Los primeros asentamientos, generalmente, procuraban estar cerca de sus medios de producción.

 

La vida sedentaria evolucionó las relaciones de producción, y aumentó la división del trabajo, iniciada entre el hombre y la mujer durante la vida nómada, aparecieron otras formas de propiedad que provocaron un cambio de las comunidades primitivas basadas en la propiedad comunal, o de uso común, surgiendo formas como la individual, la familiar, la de los dioses usufructuada por sacerdotes, la de los reyes, la nobleza, y los guerreros.

ESCLAVISMO

 

La descomposición de la comunidad primitiva condujo a la humanidad hacia una sociedad más evolucionada en cuanto a la división del trabajo y la producción, pero completamente injusta en lo social, se trata de la página más oscura de la historia humana, la esclavitud.

En las nuevas sociedades, donde la producción dependía más del trabajo esclavo, se inicia un capitalismo primitivo que en la mayoría de los casos no llega a su máximo desarrollo por las enormes contradicciones engendradas, y por las relaciones de producción esclavas. El trabajador esclavo carecía totalmente de estímulos para hacer evolucionar las técnicas de producción, mantenía más en su mente la idea de la destrucción, que de la creatividad.

En esta época, la riqueza acumulada ya no sólo sirve para la ostentación, sino para producir más riqueza, ya no se produce únicamente para la familia y el intercambio del excedente a través del trueque, ahora se produce para el mercado, sin buscar directamente la satisfacción de una necesidad primaria, sino para un consumidor desconocido, intercambiando los bienes por dinero, porque el objetivo era la obtención de un beneficio monetario que permitiera comprar cualquier bien o servicio, originándose una casta comercial de gran influencia económica y política. Uno de los mejores ejemplos de la descomposición de la comunidad primitiva, lo encontramos entre el pueblo hebreo.

 

LA CULTURA HEBREA

 

Las bases de la religión hebrea se distinguieron por atributos básicos como la justicia y la piedad, y la alianza entre la divinidad y el pueblo, por lo cual, la concentración de la riqueza, produjo la pobreza del pueblo, y la condena de los profetas a las nuevas estructuras económicas y sociales, denunciando la avaricia, y tratando de convencer a la población de regresar a las viejas costumbres que les dieron origen.

Los profetas, con una visión idealista del cambio social, describieron y denunciaron las consecuencias del nuevo orden económico, pero pensaron que el cambio en el espíritu humano era suficiente, sin percibir que los males que condenaban, estaban enraizados profundamente en las condiciones materiales de la existencia, es decir, que en la producción social realizada por los hombres éstos establecen relaciones de producción que corresponden a un nivel de desarrollo de su poder de producción, sobre las cuales aparece una superestructura que condiciona la vida social, jurídica, política, y espiritual, que nos demuestra que no es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, sino, lo contrario, su existencia social es lo que determina su conciencia. Sólo cuando las relaciones de producción entran en conflicto con el desarrollo de las fuerzas materiales de una sociedad, sobreviene la crisis y el cambio que transforma la base económica y la superestructura social.

La solución de los profetas hebreos consistía en aceptar la ley divina, viviendo conforme a sus normas religiosas, algunos comprenden la imposibilidad del retorno al pasado y revelan terribles castigos, otros cifraron su esperanza en la llegada de un salvador que acabaría con la injusticia, por ello, el nacimiento del cristianismo representa la máxima condena a la sociedad esclavista que respondió con una intensa y permanente represión durante muchos años contra los que aceptaron las nuevas ideas religiosas, que significaban cambios económicos y sociales radicales, pero su idealización en extremo lo desvió de los problemas sociales de su tiempo, sin embargo, durante casi 2 mil años ha sido la fuente de inspiración de muchos pensadores para establecer la justicia social en este mundo.

Las diferencias sociales y la subordinación de los individuos a la religión y el Estado, hicieron que las cuestiones económicas estuvieran inevitablemente ligadas a la filosofía, la ética, la religión y el derecho.

Los temas económicos abordados por los pensadores de la sociedad esclavista se redujeron a la propiedad y el cultivo de la tierra, a la ganadería, a los méritos y deméritos de las diversas ocupaciones generadas por la intensa división del trabajo, las contradiccio­nes propiciadas por la aparición del monopolio como oposición a la competencia, la reglamentación de los precios como medio de impartición de justicia económica, el trabajo y los salarios, la pobreza, la falsificación de la moneda, los pesos y medidas, y los impuestos.

En la sociedad esclavista la riqueza o la pobreza se aceptaron sin protestas. En Asia, fiel representante del fatalismo económico, se creía que la felicidad era mayor si disminuían las necesidades, idea totalmente opuesta al pensamiento actual.

En Babilonia, el Código de Hammurabi, escrito alrededor del año 2 mil a. de C. fija las características de los salarios para artesanos, y los precios del ganado.

En China, Confucio, entre los años 551-479 a. de C., apoyó la regulación de precios por el Estado, propuso el retiro en la vejez, la igualdad y universalidad de los impuestos, y la abolición de las tarifas aduanales para facilitar el comercio entre las naciones.

 

LA CULTURA GRECOLATINA

 

Antes de que floreciera la cultura griega todo el pensamiento económico se redujo a moralizar ciertas virtudes y derechos, a exhortaciones éticas sobre algunos aspectos económicos y sociales, y a tratados sobre agronomía que ayudaban a la producción y a la administración del patrimonio familiar. La mayor parte de los pensadores griegos fueron poetas, filósofos, sacerdotes, legisladores, historiadores, y contribuyendo al desarrollo de la economía.

Sócrates es considerado como el fundador de la filosofía de lo universal y del procedimiento inductivo y definitorio, estimó a la ciencia como el saber conceptual, porque el concepto es lo que nos da el ser de las cosas, su conocimiento verdadero. El conocimiento por conceptos revela en forma impersonal y objetiva la esencia de las cosas que estudiamos.

Se afirma continuamente, en los círculos académicos, que la inmortalidad de la cultura griega no radica en sus éxitos sino en sus intentos por lograr lo que ninguna civilización había alcanzado, ya que sólo pudieran contestar algunas cuestiones que plantearon, pero el reto que heredaron a la humanidad aún es motivo de la investigación científica. Debido a la influencia griega en los pensadores posteriores, se abandonó la superstición institucional y se sembró el germen del pensamiento científico de incalculable valor para la humanidad.

La escuela de Platón representa una voluntad limpia de conocimiento, y la aspiración a una concepción racional y objetiva del mundo y de la humanidad, para él, toda la vida de los humanos debe estar regida por el pensamiento filosófico, y toda la vida moral debe ser reformada por la ciencia.

 

Las constantes guerras entre las ciudades-estado griegas por la hegemonía, y los conflictos internos entre la vieja clase dominante formada por aristócratas, que se decían descendientes de los dioses, con los grupos mercantiles cada vez más poderosos, y con una creciente influencia entre los campesinos y artesanos libres empobrecidos, aunada a la existencia de una enorme masa de esclavos, contribuyeron al colapso de la civilización griega. En el año 388 a. de C., el imperio macedónico de Alejandro el Magno, ya había conquistado a la Grecia clásica.

Muchos de los pensadores griegos, al igual que entre los profetas hebreos, no estuvieron de acuerdo con las nuevas características de las estructuras sociales que iban surgiendo en la evolución de las ciudades-estado, pero su éxito también fue muy relativo, porque no pudieron evitar el colapso final de aquella sociedad.

En el siglo VI a.de C., Solón, gran legislador griego, intenta combatir las peores consecuencias de las nuevas estructuras económicas, tratando de hacer posible la adaptación pacífica influida por el Estado, prohibe la esclavitud por deudas, y cancela algunas contraidas en determinadas condiciones, pero su esfuerzo por conciliar democráticamente a la caduca aristocracia con los comerciantes, campesinos y artesanos fue inútil.

Platón, decepcionado por la decadencia de la democracia, y la corrupción que imperaba en Atenas describe en La República, dando origen al socialismo utópico, al estado ideal en un plano hipotético, que daría a sus ciudadanos la felicidad, sosteniendo que sólo era posible alcanzarla en comunidad, manifiesta su desapego por la búsqueda de la riqueza, afirmando que el hombre bueno no necesita de ésta para ser feliz y virtuoso, condena la usura, y estima que es necesario limitar la riqueza para evitar males sociales, prohibe y restringe el uso de los metales preciosos, y limita a la propiedad privada en determinadas condiciones.

Para Platón el estado ideal debería dividirse en tres clases sociales; la inferior, integrada por los grupos de artesanos y campesinos, cuya virtud sería la templanza; la intermedia, constituida por los guerreros, cuya característica sería la virtud del coraje; la clase superior, integrada por los filósofos y los gobernantes administradores, cuya virtud sería la sabiduría, sin poder poseer propiedades, ni aún a su mujer e hijos, para evitar su corrupción; y finalmente se encontrarían los esclavos, que no formarían parte de ninguna clase, porque para este pensador, de origen aristocrático, la esclavitud de los no griegos era algo perfectamente natural, se trataba de instrumentos con vida, sin voluntad propia, en su sociedad ideal, no busca realmente acabar con las desigualdades sociales, sino subordinar el egoísmo natural de los humanos a los intereses del Estado.

Aristóteles, el discípulo más distinguido de Platón,favorece la igualdad entre los ciudadanos y recomienda la intervención del poder público, y está convencido de la necesidad de limitar la propiedad privada, aconseja que el Estado intervenga en la educación de la juventud, para que ésta pueda desarrollar sus potencialidades, recomienda que todo Estado tenga una constitución que ponga las bases de su organización política. En su obra, La Política, recopila 150 constituciones de diferentes ciudades-estado griegas, y se preocupa por el origen y la evolución del Estado desde la gran familia primitiva hasta la aldea para terminar en el conjunto de aldeas autosuficientes, y las ciudades-estado.

Aristóteles no acepta plenamente la existencia de la esclavitud, pero también, al igual que su maestro, la reconoce como necesaria, utilizando a los prisioneros de guerra.

Con respecto al Estado ideal lo acepta en parte, pero no acepta plenamente la visión comunitaria de Platón, porque la desaparición de la propiedad privada despojaría a los ciudadanos de un gran estímulo, propone un uso común condicionado de la misma, en aparente contradicción. Para este pensador es un error identificar los conceptos de riqueza, dinero, y bienestar, se puede ser rico y no tener bienestar.

Aristóteles manifiesta que la forma más recomendable para establecer una economía sana debe basarse en la agricultura y no en el comercio, que para él no era una actividad natural. Había dos formas de apropiarse de riqueza; era natural cuando tomaba de la naturaleza los medios de susbsistencia con el propósito de satisfacer sus necesidades vitales; y antinatural, cuando se adquiría a través del intercambio y el uso del dinero, porque provocaba un deseo ilimitado de acumulación que generaba gran desigualdad, aunque en alguno casos le daba cierta legitimidad. También, nos explica cuestiones de la evolución de la moneda, regida por los mismos principios que influyen en todas las mercancías, cuando vale por su valor intrínseco, y de la moneda que vale por lo que representa.

Ni Sócrates ni Platón ni Aristóteles abordaron los problemas centrales de la economía ni realizaron obras sistemáticas sobre ésta, porque las cuestiones económicas estaban estrechamente vinculadas a la filosofía, la ética, la religión y el derecho, y sólo fueron abordadas en forma colateral.

Ante la decadencia de la civilización griega, surge Roma como la gran heredera de sus conocimientos, constituida inicialmente como una república próspera y poderosa, que pronto se convirtió en el más temido imperio que condujo a la sociedad esclavista hasta a su máximo nivel de desarrollo, dentro de un capitalismo aún primitivo, que se destruyó posteriormente.

El imperio romano se extendió continuamente por todo el mundo antiguo divulgando los conocimientos griegos y propios, construyendo ciudades, estadios, escuelas, caminos, fortalezas, y monumentos de sus dioses y gobernantes, todos los pueblos conquistados fueron sometidos también culturalmente, imponiéndoles costumbres, leyes, idioma, artes, y religión. Su centralismo se combinó con una adecuada descentralización que finalmente dio origen a varias naciones.

A pesar de sus importantes aportaciones a la cultura occidental, la historia romana es la historia de la conquista, de una misión militar y política, desmedida, sin límites, oscilante entre la guerra y la diplomacia, pero su pensamiento económico fue tomado de los griegos, y en esto radicó parte de su decadencia, porque cometieron los mismos errores y excesos, al basar su economía en el trabajo esclavo, el desprecio al comercio, al trabajo manual, y al desarrollo de la industria, clasificando los oficios y las profesiones como liberales y vulgares, prohibiendo estrictamente estas últimas a los ciudadanos romanos.

A diferencia de los griegos, que se preocuparon por la búsqueda de una moral especulativa como camino para encontrar la verdad, los romanos no se interesaron demasiado por una definición teórica de ideales éticos, y consideraron a los griegos como frívolos, vanos, y faltos de energía, la mayoría de los ciudadanos romanos eran incapaces de sudar en los gimnasios, tocar instrumentos musicales, y enfrascarse en complicadas búsquedas filosóficas, prefirieron considerarse como hombres prácticos, guardianes de sus costumbres, hacedores de cosas, y determinantes de hechos en su realidad cotidiana.

Así, como entre los hebreos y los griegos, se levantaron voces de protesta y de alerta sobre de decadencia social, en Roma sucedió los mismo, pero el pensamiento romano no fue capaz de lograr transformar las estructuras económicas y sociales lo suficiente como para seguir evolucionando. Uno de los filósofos más destacados, Cicerón, de origen aristocrático, es reconocido como uno de los grandes juristas de Roma, y es la figura de mayor influencia en el pensamiento romano, escribió sobre la respetabilidad de las ocupaciones, consideró a la agricultura como la actividad más digna, despreció a la industria y al comercio, sobre todo, en pequeña escala, afirmando que se engañaba a los consumidores, también escribió sobre la formación de los precios, las inconveniencias de la libertad de comercio, el dinero, la división del trabajo, defendió a la propiedad privada, y vio como natural y necesaria a la esclavitud.

Los estoicos, que despreciaban al placer y al dolor, representados por Séneca y Plinio, principalmente, estuvieron en contra de la esclavitud, apoyaron el comercio entre las naciones, condenaron la avaricia y el lujo, y todos los excesos de los gobernantes, pero finalmente, también sus críticas resultaron infructuosas para el cambio.

La principal aportación romana al mundo científico se dio en las ciencias sociales, crearon una ciencia llamada Derecho, que con el paso del tiempo se ha convertido en la base legal de los sistemas políticos actuales. De 527 a 565, d. C., se codificaron las fuentes del derecho en el, Corpus Juris Civilis, con importante información sobre las instituciones económicas del imperio romano.

Los juristas romanos como Papiniano, Paulo y Gayo, influyeron en la economía positiva con sus investigaciones sobre la esclavitud, naturaleza y significación del dinero, el interés, la población, separaron el derecho de la religión, fundaron el derecho a la propiedad con la característica de uso y destrucción, y reconocieron la inmunidad del individuo ante los actos arbitrarios del Estado.

Los agrónomos, entre los que figuraron Catón y Columela, fueron otro grupo importante de pensadores, aportaron ideas sobre la economía agrícola, criticaron la concentración de la tierra, y su alquiler, y el aumento de la fuerza de trabajo esclavo en la producción agropecuaria, sin embargo su influencia política fue muy limitada.

 

LA DECADENCIA DEL IMPERIO ROMANO

 

Mas poblada del imperio, rodeada de romanos pobres, extranjeros y esclavos, carente de trabajos productivos por la falta de desarrollo industrial, se convirtió en una urbe consumidora, estéril económicamente, llena de rentistas ociosos, sedientos de acumular riquezas y disfrutar de los placeres mundanos.

 

En cuanto al comercio internacional con el Mediterráneo, la India y China, quedó bajo el control de las provincias orientales, y el déficit comercial creció constantemente, debido a la política de libre cambio y a la decadencia fabril de Egipto.

Al no poderse compensar el déficit con sus exportaciones tradicionales de hierro, plomo, y cobre, se saldaba con oro, provocando la escasez del metal amarillo, la depreciación de la moneda, el aumento de los precios que hacían menos competitivos sus productos, y un déficit fiscal que afectaba seriamente el financiamiento del imperio.

La necesidad de la estabilidad económica hizo que la búsqueda de minas de oro se convirtiera en una obsesión, y motivo de grandes y costosas campañas militares de conquista. Finalmente se intentó salvar al imperio sometiendo al individuo al Estado, considerando a éste como una entidad viva, representante de todos los ciudadanos, y dirigida por el emperador, y así, en nombre de la igualdad y la justicia, también se sometieron todas las actividades económicas a la protección imperial, dando origen a un estatismo que intentó dirigir a la economía y uniformarlo todo.

Entre los años de 235 a 268, la crisis del imperio se agudizó, la ideas de libertad y solidaridad fortalecían la idea de la democracia ante un Senado que ya únicamente representaba los intereses de la vieja aristocracia, tan sólo en 33 años hubo 23 emperadores impuestos por los senadores y militares.

El imperio que se había dividido en occidental con capital en Roma y en oriental con capital en Bizancio o Constantinopla, situada en la entrada del Mar Negro, región hoy conocida como Estambul, representó la sobrevivencia del imperio ante la conquista de Roma por los bárbaros, pero tampoco pudo transformar la vida económica y social, y gastó sus energías, en la época de la cristiandad, en resistir los embates de sus enemigos, hasta su destrucción y desaparición.

La sociedad esclavista romana fue incapaz de autotransformar­se, y el colapso, nuevamente, como sucediera con Egipto y Grecia, fue inevitable, y de nuevo la humanidad pospuso el cambio por varios siglos.

Otras de las causas que influyeron en la decadencia de su economía, podemos encontrarlas en las luchas internas de carácter agrario, entre los terratenientes, y los que demandaban reformas; guerras civiles apoyadas por miembros de su poderoso ejército; invasiones bárbaras que asolaron al imperio hasta que Roma fue capturada; rebeliones esclavas que debilitaron el proceso económico, ya afectado por la escasez de esclavos; la llegada del cristianismo a Roma fue como la puntilla para un toro moribundo, porque el pensamiento y la acción cristiana contradecía total y radicalmente al pensamiento romano, y a las bases que sustentaban a la sociedad esclavista.

En Roma existían muchos dioses, y para el cristianismo sólo había uno, el esplendor romano se había fincado en las guerras de conquista, y el cristianismo pregonaba el amor y la paz, inclusive para los enemigos; sí muy pocos trabajos eran dignos para los romanos, para el cristianismo había que ganarse el pan con el sudor de la frente; para los romanos sólo había una vida, y para los cristianos continuaba después de la muerte; en el imperio sólo había hombres libres, esclavos y castas, en cambio, en el pensamiento cristianismo todos los humanos eran iguales ante su dios. Hablar de libertad e igualdad en un sociedad basada en la esclavitud constituía un hecho notable y totalmente revolucionario para la especie humana.

Con semejantes ideas contrarias al orden político y cultural establecido por el imperio, la persecución de los cristianos se multiplicó con gran saña durante varios siglos, hasta que todo el territorio europeo se convirtió al cristianismo, y en el año 313, el emperador Constantino el Grande, mediante una ordenanza promulgada en Milán, proclamó la libertad del culto cristiano, designándose protector de la Iglesia Católica, y en el año 380 fue declarado religión oficial de un imperio que ya se desintegraba para transformarse, con la abolición de la esclavitud, en una sociedad diferente con relaciones de producción de servidumbre, dando inicio a una larga época llamada Edad Media, también conocida como Feudalismo.

 

 

FEUDALISMO

 

Desgraciadamente, la adopción del cristianismo por Roma, y la abolición de la esclavitud, no impulsó el cambio en las estructuras económicas hacia adelante, la concentración de la riqueza, representada en la concentración de la tierra agrícola y los metales preciosos, unidas a una población libre sumida en la miseria, creó poderes que pronto desafiaron al poder central del decadente imperio, para establecer un sistema social que retrocedió económica y culturalmente, y se perpetuó por mil años, el fanatismo y la ignorancia de apoderaron de Europa.

La filosofía feudalista pretende “disfrazar”, el sistema esclavista, pues si bien sostiene que los siervos son autónomos, al no contar con capital de trabajo, se vieron en la necesidad de suscribir contratos de arrendamiento de tierras y utensilios en condiciones de total desventaja para ellos y muy cómodas para el Señor Feudal.

 

 

EDAD MEDIA

 

Los términos de Edad Media y Medieval se originan en la división cronológica establecida en el siglo XVII sobre la base de la historia de Europa Occidental, aproximadamente entre los siglos IV y V, hasta los siglos XIV y XV, que dividió toda la historia en tres períodos:

a) La historia antigua, hasta el fin del reinado de Constantino el Grande, 337 d.C

b) La historia medieval, desde 337 d.C. hasta la caída de Constantinopla en 1453.

c) La historia moderna, desde 1453 en adelante

La libertad de los esclavos sin medios de producción los obligó a buscar protección, ante la inseguridad que sobrevino después de la crisis de autoridad del imperio.

Los terratenientes surgidos durante el proceso imperialista romano, constituyen el grupo social con mayor fuerza económica para resistir la decadencia económica y social, y la desintegración del imperio. En su rebelión contra el poder central dejaron de pagar impuestos y desobedecieron sus órdenes políticas, dieron protección a labriegos sin tierra y a los esclavos libres, crearon pequeñas poblaciones en torno a sus castillos con fortalezas, llamados feudos, y buscando su seguridad sólo estimularon la producción de los satisfactores de sus necesidades básicas, aislándose de los demás, manteniendo relaciones oscilantes entre la alianza y la guerra.

Para el siglo IX, el sistema feudal, ya se había generalizado en todas las exprovincias romanas de Europa, la población limitaba su libertad en función de los peligros más frecuentes, como eran las guerras y los asaltos, situación que los llamados señores feudales aprovecharon perfectamente para establecer una forma de esclavitud disfrazada, la servidumbre.

 

Los campesinos que cultivaban la tierra tenían que trabajarla de por vida, y a su muerte, la obligación se heredaba a los familiares, que no podían desatenderla, la posesión agraria los sometió al señor feudal creando obligaciones de servirlo en sus necesidades sin protestar, una ley sin escribirse que los encadenó convirtiéndolos en siervos.

Los señores feudales cobraron los derechos que deseaban los siervos, sí tenían tierra eran obligados a prestar servicio militar, aportando soldados de acuerdo con la cantidad de tierra que poseían. El siervo también aportaba parte de su producción, y hacía pagos en especie, trabajaba tierras ajenas, pagaba impuestos, y compartía a su familia con los señores feudales. Para viajar y matrimoniarse con personas de otros feudos se requería de permiso, la mayoría de los siervos nacían y morían dentro del feudo, sin viajar ni acudir a una escuela ni conocer otras costumbres y formas de pensar, el miedo al pecado y al infierno manipularon su existencia y sus emociones.

Los derechos sobre el siervo lo redujeron a una nueva esclavitud, pero el derecho de pernada fue el más humillante de todos, lo obligaba a ceder a su esposa en la noche de bodas al señor feudal, si éste lo solicitaba. La explotación de los siervos produjo grandes levantamientos armados en toda Europa en la decadencia feudal. Enre los más célebres pensadores del feudalismo están:

Santo Tomás de Aquino, San Agustín, Alberto El Grande, San Buenaventura, Enrique de Gante, Raymundo de Peñafort,, Nicolás Oresme, Egidio Colona, Francisco Petrarca, Engleberto de Stiria, Enrique de Langenstein, Pedro Dubois, Felipe Dubois, Raúl de Prelles, Felipe de Mazieres, Vicente de Beauvais, entre muchos otros de menor influencia Los pensadores de la época feudal tampoco hicieron obras sistemáticas de economía, sólo tuvieron consideraciones éticas y religiosas sobre algunos temas económicos el desarrollo del derecho canónico basado en el derecho civil romano, y al restablecimiento de la unidad perdida del imperio. Los principales pensadores vinculados con la Iglesia son místicos que renuncian a la vida material de las riquezas y los placeres mundanos, para entregarse a la contemplación y la plegaria. Este pensamiento dio nacimiento de la escuela exegética en Europa, que quiere despojar al pensamiento de cuanto no sea Dios, los monjes recorrían las poblaciones predicando la renuncia a la vida social, las consideraciones económicas carecían de importancia, la actividad económica sólo era una más de toda la actividad humana, y debería juzgarse de acuerdo a la costumbre. La economía tampoco tenía importancia como ciencia de la producción y del bienestar social. La Biblia sustituyó a la literatura greco-latina, y el cristianismo se fusionó con la filosofía aristotélica para dar origen a un grupo de pensadores conocidos como los escolásticos.

Para Santo Tomás de Aquino, llamado el príncipe de los escolásticos, todas las acciones humanas tenían que encaminarse al logro de un fin último, el paraíso y la felicidad en la contemplación de Dios, y ningún acto tendría valor en sí mismo sino era referido a este objetivo. Para Aquino, el hombre es un ente espiritual, y no debe desperdiciar sus esfuerzos en el logro de bienes materiales y sacrificar su objetivo con el fin de acumular riquezas.

Santo Tomás (1225-1274) nace en el seno de una rica y distinguida familia de la ciudad de Nápoles, estudió en el Convento de Monte Casino de la Orden de los Benedictinos, y en la Universidad de Nápoles por más de seis años, posteriormente ingresó a la Orden Dominicana. Su fama creció por los diálogos que sostenía con los aristotélicos de la Universidad de París. Para este pensador el hombre es por naturaleza un animal social, y por lo tanto todos los hombres son iguales por naturaleza.

Uno de los objetivos de Santo Tomás era demostrar que la fe cristiana tiene fundamentos racionales y que la filosofía no excluye al cristianismo.

Entre sus obras más importantes están la Suma Contra Los Gentiles y la Suma Teológica. En la primera de sus dos Sumas, el escolástico procura convencer a los filósofos naturalistas formados bajo la influencia griega-árabe. La segunda obra es un repertorio de argumentaciones teológicas, y responde al propósito universalista de los escolásticos, abordando otros aspectos.

Nicolás de Oresme,(1330-1382), es considerado precursor de Copérnico, Galileo y Descartes. Fue un obispo francés que se preocupó por el problema monetario en su libro Tratado de la Primera Invención de las Monedas, publicado en 1360. La moneda para Oresme tiene dos funciones primordiales; medir el valor y facilitar el intercambio, es un instrumento que permite medir el valor de las mercancías en forma objetiva, y logra que dos personas puedan hacer una transacción sin trueque. Criticó la práctica monárquica de alterar el valor intrínseco de las monedas disminuyendo el contenido de metal precioso, porque generaba inflación de precios en detrimento de todos los ciudadanos, pero principalmente de los más pobres.

El pensamiento económico feudal se basó teóricamente en el principio del justo medio aristotélico, el punto medio entre los extremismos, era la virtud, por lo tanto toda actividad, incluida la economía, tenía que apoyarse en ese principio. Si se fijaba un precio, debería ser justo, sin perjudicar al que vende, ni al que compra, los salarios deberían permitir la satisfacción de las necesidades del trabajador y su familia, sin perjudicar al que lo pagara.

Los pensadores medievales comprendieron la dualidad del valor de los satisfactores e intentaron influir, sin mucho éxito, en el libre juego de las fuerzas del mercado, la oferta y la demanda, afirmando que el valor de cambio no sólo se determinaba por la cantidad de tiempo de trabajo invertido en la producción, y dieron gran importancia al valor de uso, es decir, a la utilidad que tiene una mercancía para satisfacer una necesidad, y de ahí nace la idea de fijar precios justos que impidan el abuso del vendedor ante la necesidad del consumidor, aunque reconocieron que no siempre era posible fijar el precio justo con exactitud, pues la utilidad es algo subjetivo, cuya magnitud es diferente en cada consumidor. Para Santo Tomás de Aquino no habría cambio, si los hombres no tuvieran necesidades.

San Agustín, apoyaba la religión de Estado en contra de la libertad de conciencia, la represión contra los herejes, y la autoridad absoluta e indiscutida de la Iglesia.

San Agustín compadece a los trabajadores asalariados, y afirma que la persona que contrata a un trabajador le debe dar dos cosas; el alimento, para que no desfallezca, y el salario con que pueda disfrutar. Este pensador fue representante de la escuela Patrística, nació en Africa, fue autodidacta, y su obra máxima es La Ciudad de Dios, donde separa a la Iglesia del Estado, y la coloca fuera y por encima del poder temporal, para salvarla de la ruina que vendría sobre lo que quedaba del otrora poderoso imperio romano.

La rivalidad de Europa con el Islam duró mucho tiempo, los árabes invadieron los territorios del Mediterráneo y limitaron el comercio exterior europeo, e influyeron cultural y comercialmente a través de España, y los Balcanes.

La cultura islámica era muy superior a las de Europa, y opuso menos resistencia al desarrollo del conocimiento científico, fundando universidades en Constantinopla, Bagdad, El Cairo, y Córdoba. El Islam tomó parte de la cultura greco-latina, y de los conocimientos de Cartago y la India, y se extendió desde España hasta Java y Filipinas.

La empresa militar de recuperar los Santos Lugares, en manos de los infieles del Islam, conocida como Las Cruzadas, impulsó considerablemente a la economía medieval, abriendo mercados al conocerse nuevos productos, de tal forma que la repercusión económica de este movimiento fue más importante que la estrictamente religiosa.

Las Cruzadas, no sólo estimularon al comercio internacional, también contribuyeron a la formación de poderosos grupos económicos dedicados al comercio y a la industria, mientras que la agricultura iba perdiendo importancia lentamente, al igual que el prestigio y la influencia de los señores feudales, que veían surgir a las ciudades, y a los nuevos Estados Nacionales apoyados por la Iglesia, con una ideología nacionalista que pronto se opondría al localismo feudal.

La apertura del comercio entre los feudos y con el exterior dio lugar al fortalecimiento de los burgos o ciudades, formados por la población libre del tutelaje feudal. Algunas ciudades famosas al norte de Roma fueron Londres, Colonia, Aquisgrán, Ausburgo, Ratisbona y Salzburgo.

El crecimiento acelerado y la prosperidad urbana estimuló cambios en la productividad agrícola, y la migración campo-ciudad. Los feudos producían cada vez más para el mercado, representado por el constante aumento de la población urbana, viéndose obligados a ceder ante las presiones de sus siervos, disminuyendo sus obligaciones, y en algunos casos, pagando salarios como estímulo productivo.

Los gremios de artesanos agruparon a la gente más productiva, en talleres de producción, con una división del trabajo muy definida y experimentada, a donde se ingresaba con la categoría de aprendiz realizando únicamente determinadas actividades del proceso productivo, sin conocerlo totalmente, el resto se mantenía en secreto hasta llegar a los grados de oficial y maestro.

Los integrantes de los gremios deberían mantener en secreto los procesos de producción, los bienes producidos eran homogéneos, fijaban los precios, y no había competencia entre los talleres que integraban el gremio, porque dada, su escasa productividad por la escala de producción, y el atraso tecnológico, sufrían pérdidas, pero el hecho de no aceptar a la competencia, los privaba de la obligación de innovar las máquinas y herramientas para aumentar la productividad y la calidad de sus productos, deteniendo la evolución de la industria.

Las aldeas de agricultores se fueron aislando ante el crecimiento urbano, donde la libertad se impuso a la servidumbre, haciendo florecer el pensamiento filosófico, el arte, la industria y el comercio, con los gremios y comerciantes, que estaban creando las bases de otra economía, y del gran movimiento cultural que liberó al mundo del oscurantismo, llamado Renacimiento. Las ciudades destruyeron lentamente a la economía cerrada establecida por del sistema señorial, sustento del régimen político feudal, afirmando a las monarquías iniciadas desde el siglo XIII en Europa occidental.

 

EL RENACIMIENTO

 

Cuando Bizancio fue ocupada por los turcos en 1452, los sabios huyeron a Italia con sus escritos greco-latinos sobre literatura, filosofía, y derecho, transformando primero la cultura en la península itálica al rescate de la grandeza greco-latina.

La filosofía griega tomó dos cursos hacia el pensamiento de la teoría científica; el primero se orientó hacia el sentido del ser, entendiendo lo que es; y la segunda hacia lo que es el ente en sí mismo, en total.

Los pensadores medievales practicaron el encierro como reclusos para meditar en la soledad sobre aspectos metafísicos. Muchos filósofos del Renacimiento fueron grandes figuras públicas, políticos, artistas, docentes, diplomáticos.

Pero el triunfo definitivo de la verdad, sobre el oscurantismo medieval, para los europeos, llegó hasta el siglo XVI, cuando Nicolás Copérnico demostró que la Tierra giraba en torno al sol, y los grandes navegantes la redondez del planeta, realidades que desmentían al pensamiento medieval.

El año mil es considerado como el principio de un período de desintegración del sistema feudal, del siglo XI al XV, y de afirmación de la autoridad central representada por la Iglesia. Los estados nacionales europeos tenían reyes nombrados por derecho divino, La Iglesia tenía gran poder, pero el oscurantismo ya cedía al Renacimiento en el occidente europeo, sin embargo, en Europa central el feudalismo se prolongó por varios siglos.

La economía se desarrollaba con muchas dificultades, pues el control del comercio con el oriente se había perdido por el bloqueo musulmán en el Mediterráneo, que dejó en Venecia el monopolio del comercio con Asia, y el Medio Oriente, haciendo decaer a las ciudades, a los gremios, y al comercio en el resto de Europa. Era necesario un impulso económico para la nueva sociedad que emergía de la decadencia feudal.

El comercio europeo con Asia había sido monopolizado, desde el siglo XII, por las ciudades de Génova y Venecia, a través de dos rutas; una por tierra, dominada por la primera ciudad, conocida como "vía de las seda" conectaba a China con el mar Negro y Siria, y el centro de Asia; la otra ruta era por mar, dominada por la segunda ciudad, conocida como "ruta de las especias", que partiendo de puertos chinos iban a Ceilán y de ahí al Mediterráneo, a la ciudad de Alejandría, y al mar Rojo.

Europa, aislada de oriente, inició la búsqueda de nuevas rutas marítimas hacia la India y China, y el descubrimiento de tierras con minas de oro. En esta época renacieron las ideas romanas de disminuir y desaparecer el déficit comercial, acumulando metales preciosos como símbolo de la riqueza nacional, a través de impedir su salida, sustituyendo las importaciones, y limitando la competencia extranjera. La fuerza del Estado resurgió para ejercer un tutelaje nacionalista sobre el desarrollo de la economía, el desarrollo económico basado en el metalismo y el comercio exterior, adoptó diferentes nombres en cada nación, actualmente es reconocido con el nombre genérico de mercantilismo, fue adoptado por los nuevos Estados nacionales, que como su madre Roma, querían ser grandes y poderosos imperios, y se sentían herederos, en mayor o menor grado, de las glorias greco-latinas, y del culto cristiano

Los progresos técnicos, al inicio del siglo XV, como fue el conocimiento de la brújula traída de China, y el astrolabio árabe, la fabricación de barcos con galeras más potentes, y la instalación de cañones, permitió a los navegantes viajar en alta mar, hacer viajes más largos, explorar, y tener aventuras de conquista de tierras desconocidas hasta entonces por la Europa medieval.

 

MERCANTILISMO

 

Con el fortalecimiento de las nuevas naciones, Europa basó su prosperidad en la acumulación de los metales preciosos, obtenibles a través del comercio internacional, minas coloniales, e incluso, la piratería.

El comercio exterior más importante para los mercaderes europeos era el oriental, los relatos de Marco Polo(1271-1291) en el Libro de Las Maravillas, sobre las riquezas asiáticas, despertó la codicia en todos los reinos de Europa. La ignorancia medieval por el oscurantismo de tantos siglos había olvidado que Catay, como llamó a China Marco Polo, era la nación que Tolomeo denominó Sérica, y que el griego Eratóstenes determinó en su tiempo que la Tierra era una esfera con una circunferencia de 40 mil Km, aproximadamente.

 

El desarrollo de los modernos nacionalismos a lo largo del siglo XVI desvió la atención de los pensadores de la época hacia cómo incrementar la riqueza y el poder de los estados nacionales. La política económica que imperaba en aquella época, el mercantilismo, fomentaba el autoabastecimiento de las naciones. Esta doctrina económica imperó en Inglaterra y en el resto de Europa occidental desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII.

Los mercantilistas consideraban que la riqueza de una nación dependía de la cantidad de oro y plata que tuviese. Aparte de las minas de oro y plata descubiertas por España en el continente americano, una nación sólo podía aumentar sus reservas de estos metales preciosos vendiendo más productos a otros países de los que compraba. El conseguir una balanza de pagos con saldo positivo implicaba que los demás países tenían que pagar la diferencia con oro y plata.

Los mercantilistas daban por sentado que su país estaría siempre en guerra con otros, o preparándose para la próxima contienda. Si tenían oro y plata, los dirigentes podrían pagar a mercenarios para combatir, como hizo el rey Jorge III de Inglaterra durante la guerra de la Independencia estadounidense. En caso de necesidad, el monarca también podría comprar armas, uniformes y comida para los soldados. Esta preocupación mercantilista por acumular metales preciosos también afectaba a la política interna. Era imprescindible que los salarios fueran bajos y que la población creciese. Una población numerosa y mal pagada produciría muchos bienes a un precio lo suficiente bajo como para poder venderlos en el exterior. Se obligaba a la gente a trabajar jornadas largas, y se consideraba un despilfarro el consumo de té, ginebra, lazos, volantes o tejidos de seda. De esta filosofía también se deducía que era positivo para la economía de un país el trabajo infantil. Un autor mercantilista tenía un plan para los niños de los pobres: “cuando estos niños tienen cuatro años, hay que llevarlos al asilo para pobres de la región, donde se les enseñará a leer durante dos horas al día, y se les tendrá trabajando el resto del día en las tareas que mejor se ajusten a su edad, fuerza y capacidad”. Desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, cuando aparecieron los modernos Estados nacionales, el capitalismo no sólo tenía una faceta comercial, sino que también dio lugar a una nueva forma de comerciar, denominada mercantilismo. Esta línea de pensamiento económico, este nuevo capitalismo, alcanzó su máximo desarrollo en Inglaterra y Francia.

El sistema mercantilista se basaba en la propiedad privada y en la utilización de los mercados como forma de organizar la actividad económica. A diferencia del capitalismo de Adam Smith, el objetivo fundamental del mercantilismo consistía en maximizar el interés del Estado soberano, y no el de los propietarios de los recursos económicos fortaleciendo así la estructura del naciente Estado nacional. Con este fin, el gobierno ejercía un control de la producción, del comercio y del consumo.

La principal característica del mercantilismo era la preocupación por acumular riqueza nacional, materializándose ésta en las reservas de oro y plata que tuviera un Estado. Dado que los países no tenían grandes reservas naturales de estos metales preciosos, la única forma de acumularlos era a través del comercio. Esto suponía favorecer una balanza comercial positiva o, lo que es lo mismo, que las exportaciones superaran en volu fortaleciendo así la estructura del naciente Estado nacional. Con este fin, el gobierno ejercía un control de la producción, del comercio y del consumo.

La principal característica del mercantilismo era la preocupación por acumular riqueza nacional, materializándose ésta en las reservas de oro y plata que tuviera un Estado. Dado que los países no tenían grandes reservas naturales de estos metales preciosos, la única forma de acumularlos era a través del comercio. Esto suponía favorecer una balanza comercial positiva o, lo que es lo mismo, que las exportaciones superaran en volumen y valor a las importaciones, ya que los pagos internacionales se realizaban con men y valor a las importaciones, ya que los pagos internacionales se realizaban con oro y plata. Los Estados mercantilistas intentaban mantener salarios bajos para desincentivar las importaciones, fomentar las exportaciones y aumentar la entrada de oro.

Más tarde, algunos teóricos de la economía como David Hume comprendieron que la riqueza de una nación no se asentaba en la cantidad de metales preciosos que tuviese almacenada, sino en su capacidad productiva. Se dieron cuenta que la entrada de oro y plata elevaría el nivel de actividad económica, lo que permitiría a los Estados aumentar su recaudación impositiva, pero también supondría un aumento del dinero en circulación, y por tanto mayor inflación, lo que reduciría su capacidad exportadora y haría más baratas las importaciones por lo que, al final del proceso, saldrían metales preciosos del país. Sin embargo, pocos gobiernos mercantilistas comprendieron la importancia de este mecanismo.

LAS RUTAS COMERCIALES

 

La Europa renancentista necesitaba urgentemente del comercio oriental para proseguir su desarrollo económico, pero el imperio otomano les impedía el paso por tierra y mar, por lo que, el descubrimiento de nuevos mercados y rutas marítimas comerciales, cobró gran importancia.

Es aquí donde el poderío naval cobra especial interés entre las diversas culturas que contaban con cierto grado de civilización en esos tiempos, capaces de establecer eficientes rutas de navegación.

 

IDEOLOGIA MERCANTILISTA

 

El pensamiento mercantilista era simple, había que vender mucho y comprar poco, para que la balanza comercial tuviera siempre un saldo a su favor en términos de metales preciosos, se trataba de vender productos manufacturados y no sus materias primas, y de comprar éstas últimas para transformarlas en la industria, y exportarlas, y así obtener más oro.

Si a un país entraba más oro, por el aumento de las exporta­ciones, todas las variables de la economía aumentaban, producien­do prosperidad, y en el país del que salía, se producía una baja en la actividad económica, por esto, los primeros pensadores mercantilistas proponían la prohibición de la salida de metales preciosos, reduciendo las operaciones del comercio exterior a los pagos por trueque, sin percibir que se obstaculizaba no sólo el comercio, sino el crecimiento y el desarrollo económico a nivel internacional.

En Inglaterra el mercantilismo se inició cuando esta nación era sumamente pobre, padecía de inflación crónica por la degradación y devalua­ción continua de las monedas de oro y plata, en ese tiempo una oveja valía más que un hombre, los campos fueron desalojados de campesinos, y se sembraron de pastos para la cría de ovejas, para la exportación de lana hacia Holanda, repercutiendo en la carestía y escasez de alimentos, pero representaba uno de los mejores negocios de los terratenientes ingleses.

El desempleo en las ciudades abarataba el trabajo y estimulaba la inconformidad social, se exportaban las materias primas, y se compraban en el continente productos manufacturados en el resto de Europa. La lana se vendía a los industriales holandeses para que después éstos la regresaran como prendas de vestir, y cobijas, que se pagaban en metales preciosos. Este hecho fortale­ció el pensamiento mercantilista inglés, observando que la salida de los metales bajaba la actividad económica, agudizando la pobreza, y sí aumentaba la prosperidad económica del país receptor.

La siguiente frase popular, clásica del mercantilismo inglés, nos ilustra este pensamiento. "El hombre es un medio para el logro de un fin, y el fin es engrandecer al Estado." Los pensadores del mercantilismo inglés utilizan el lenguaje y la mística de los tenderos, transportistas, comisio­nistas, mercade­res, con una tendencia y postura nacionalis­ta, pero la base de su economía no provenía de América, como el fue caso español, ni de su numerosa población como Italia, ni de la industria como sucedió en Francia, sino del comercio exterior y la navegación.

Uno de los libros mercantilistas más leídos en Inglaterra fue el escrito por Jonh Gells, en 1540, titulado; Compendio o Breve Examen de Ciertas Quejas de Algunos de Nuestros Conciudadanos en la Actualidad. Gells muestra a través de diálogos entre los principales protagonistas de la economía inglesa, el descontento popular por la depreciación del dinero y el alto costo de la vida, analiza las causas de la decadencia del Estado e intenta reconciliar a los que polemizan. El terrateniente decía que el culpable era el comerciante que aumentaba los precios, obligándolo a dejar la producción de alimentos por sembrar pastos para ovejas, el granjero culpaba al terrateniente que cercaba las tierras y cobraba mayores rentas, el comerciante se quejaba de la decadencia del comercio, y los artesanos industriales lo hacían por los elevados salarios pagados a sus obreros, y que éstos consideraban bajos.

Gells recomendaba la reducción de las importaciones, fomentar la producción nacional, eliminando del mercado a los productos extranjeros, prohibir la exportación de materias primas.

| Plantea un balance monetario activo, pero no desarrolla la idea del saldo favorable de la balanza comercial, que después habría de exponer con claridad Thomas Mun(1571-16541), miembro de la Compañía de las Indias Orientales, en su obra titulada, Disertación Sobre el Comercio de Inglaterra, publicada en 1609, y reeditada en 1664, con el nuevo titulo de La Riqueza de Inglaterra Creada por el Comercio Exterior.

Los mercantilistas de la segunda generación impulsaron la idea de permitir la salida de los metales preciosos, pero manteniendo un saldo favorable en la balanza comercial, no importaba que saliera oro, sí entraba seda, té o algún bien de igual o mayor valor, no habiendo encontrado en América metales preciosos en cantidades que pudieran resolver su problema económico. En la armada había piratas respaldados y financiados por la Corona, éstos, se adueñaban de los metales preciosos que las colonias hispanoameri­canas mandaban a Europa, y violaban la prohibición que les impedía comerciar con otras naciones

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Francia, gracias al intervencionismo del Estado, contó con fábricas poderosas que le permitieron lujos y excesos en la Corte, que para los ingleses era casi imposible, su industria textil de paños era de bajísima calidad, muy inferior a las del continente, sus exportaciones se basaron en costos bajos ocasionados por los bajos salarios de los obreros.

En la segunda mitad del siglo XIX, los ingresos de los trabajadores eran de subsistencia, provo­cando fuertes movimientos sindicales contra los bajos salarios, jornadas excesivas, lugares insalu­bres de trabajo en las fábricas, y en las minas, que afecta­ban a hombres, mujeres y menores de edad.

La modernidad de la industria se impulsó con la llegada de artesanos, comerciantes y fabricantes que abandonaron Francia por la persecución religiosa, haciendo que numerosos industriales holandeses se radicaran en la isla. Holanda se había convertido en una nación poderosa gracias a su flota transpor­tista, su sistema financiero, y a la llegada de gente perseguida por cuestiones religiosas, de España y Francia, principalmente.

Durante el reinado de Luis XIV, Francia, se encontraba agotada por las continuas guerras y derroches sin medida del monarca y su Corte. La integración francesa nacional ya tenía un buen trecho recorrido, pero la existencia de prácticas feudales retrasaba la unión total.

Las alcabalas, impuestos que cobraban los señores feudales al comercio en su territorio, y los derechos de peaje, hicieron de las provinc­ias francesas monopolios feudales.

En el siglo XVI, los franceses establecieron importantes facto­rías con fines de exportación, aprovechando disposiciones gubernamentales sobre normas de calidad, incentivos fiscales y financieros, y de otras medidas que protegían determi­nadas actividades económicas, las aduanas france­sas impedían la salida de materias primas y estimu­laban la exportación de manufacturas, con valor agregado. El Estado era intervencionis­ta, y se procur­aba por atraer materias primas de calidad del exterior para transformarlas en productos de exportación. El Estado francés otorgaba incentivos a la apertura de nuevas instala­ciones industriales, pero también imponía severas y exageradas sanciones al incumplimiento de las disposiciones de calidad. Las industrias suntuarias, lujo, se establecieron en Tolosa y Ruan, grandes polos de desarrollo industrial y comercial en esa época. El Estado estableció las manufacturas reales como una figura jurídica de empresa mixta de participación estatal y privada.

En 1615, Antoine Montchrétien, publicó un Tratado de Economía Política, dedicado a los reyes de Francia, utilizando por primera ocasión el término Economía Política en Europa occidental. Propone la investigación y el análisis de los problemas económicos fuera del ámbito de la economía del señor feudal. Consideró al comercio como la actividad económica más importante, se opuso a la compra de artículos suntuarios que provocaban importantes salidas de metales preciosos.

Para Montchrétien, el comercio exterior incrementaba la riqueza de una nación, defendió a los comerciantes nacionales, considerando negativa la participación de los extranjeros que sacaban riquezas del país, pero también llamó la atención sobre la situación de los campesinos dedicados a la agricultura que levantaban y arrastraban todo el peso del Estado, y al igual que todos los mercantilistas, confundió al dinero con la riqueza, pero se distingue de la mayoría de los mercantilistas al considerar que la riqueza del Estado no radicaba en la abundancia de oro y plata, sino en los bienes necesarios para vivir y vestir.

Jaun Bautista Colbert(1619-1683) es considerado como el artífice del mercantilis­mo al frente de la hacienda pública, dirige las finanzas públicas por sugerencia del cardenal Mazarino, y pretende hacer de su país una potencia en el plano político y económico, estableció las compañías de las Indias Occidentales y de las Indias Orientales, encargadas de comerciar con los colonias.

Impulsó la creación de obras públicas para la infraestructu­ra, sentó las bases de la marina mercante francesa casi inexistente, fue partidario del poblacionismo, los jóvenes que contraían matrimonio a los 20 años pagaban menos impuestos hasta por 5 años y a los padres de 10 hijos o más, se les dispensaba a perpetuidad toda la carga fiscal.

Colbert apoya la idea de que no es posible que haya bienes­tar económico en una nación si se descuida el sector agrope­cuario, pero era mayor su afán de desarrollar la industria, insiste en la necesidad que tiene la industria para su desarrollo de adquirir la materia prima y los alimentos a precios bajos, para que no suba el costo de la producción y los precios, dejando de ser competitivos en el extranjero sus productos.

Italia en los siglos XVI y XVII, debido al desarrollo de la sociedad feudal, estaba fraccionada en numerosas unidades políticas y económicas, sin embargo la nación estaba impregnada por el espíritu renacentista, los negocios ya no atemorizaban ni era un pecado acumular riqueza, el mercantilismo italiano es la manifes­tación econó­mica del renacimiento, se caracterizó por ser poblacio­nista, industrial y comercial.

Italia, al igual que Inglaterra, no tenía minas, carecía de fuentes naturales de metales preciosos, pero promovió el comercio exterior y la navegación, captado metales preciosos a través de la exportación de artículos industriales. Con esta idea atrajo al igual que Inglaterra a industrias extranje­ras, y capacitaron a los artesanos.

España es el mejor representante del pensamiento mercantilista, sin embargo no sacó los mejores beneficios de los metales preciosos, la empresas reales no funcionaron con éxito, y no se desarrolló una industria competitiva que pudiera salvarlos en el caso de perder sus minas y colonias de América. El mercantilismo en España repitió la vieja idea de impedir la salida del oro y la plata, pero su alto consumismo le impidió cumplir con la prohibición, los metales de las minas de América dieron grandes beneficios a sus competidores y enemigos a través de sus cuantiosas importaciones. Debido a los extensos territorios que conquistó en América contó con un mercado colonial cautivo en lento pero seguro crecimiento, mantuvo aisladas a sus colonias de competidores y enemigos, y prohibió en éstas la producción de varias mercancías como fueron los vinos y las telas de seda.

Uno de los más importantes mercantilistas de España fue el monje Jesuita, Mariana, Nacido en Talavera en 1537, y fallece en Toledo en 1623, con su obra titulada Tratado y Discurso sobre la Moneda de Vellón, escrita en latín, y considerada excep­cional. Sostiene que la moneda tiene dos valores, uno intrínseco que llama natural según la calidad del metal y peso que tiene en el cuño. El segundo valor es legal y extrínseco, el que el rey le pone por su ley, pero éste no debía alterar unilateralmente el contenido de metal precioso de las monedas, porque dañaba los intereses de los súbditos, sólo podría hacerlo en casos graves y temporales.

Los monarcas españoles, siguiendo la vieja tradición feudal, devaluaban continuamente la moneda, disminuyendo el conteni­do de oro o de plata en cada pieza provocando la elevación de precios y el descontento popular, y daban mayor valor a las extranjeras para atraerlas.

Mariana propuso disminuir los gastos suntuarios de la Corte, en las mercedes concedidas por el Rey, estuvo a favor de la moralización de los funcionarios públicos, había de exigirles que diesen cuentas exactas de su riqueza personal, recomendó que el Estado se encargara de los pobres y menesterosos, e impulsara la vida económica de la nación en especial en el campo de la agricultura.

 

Para navegar hacia a América se necesitaba la autorización de la Casa de Contratación se Sevilla, que imponía múltiples requisitos, que su vez se convirtieron en buenos pretextos para negar los permisos. Para evitar actos de corrupción y de mala intención, ante las quejas expuestas, la solución de las disputas se dejó en manos del Consejo de Indias, multiplicando las dificultades burocráticas en la solución.

Los reyes de España, Fernando y Isabel, establecieron una serie de requisitos para realizar el comercio colonial, mediante un documento dictado el 20 de enero de 1503 en Alcalá de Henares bajo el título de "Instrucciones para Facer una Casa de Contratato .

El comercio fue monopolizado y centralizado por la metrópoli y las mercancías que llegaban a los puertos del Pacífico y el golfo de México elevaban considerablemente sus precios, por el comercio triangular de España, el tiempo, la distancia, los impuestos y el alto costo de las escoltas militares. Al término del viaje se instalaban ferias comerciales, donde los grandes comerciantes de la colonia acaparaban las mercancías para vender durante todo el año a precios aún más altos, resultando marginada la mayoría de la población novohispana.

Carlos V permitió el comercio de varios puertos españoles con el de Veracruz, pero sólo fue en forma transitoria, porque Felipe II emitió reales cédulas en 1561 y 1564 limitando el comercio de la Nueva España con los puertos de Cádiz y Sevilla, y el puerto de San Lúcar, sobre el río Sevillano. En el siglo XVIII Carlos III de Borbón liberalizó en buena parte el comercio colonial, reanudó el comercio entre Perú, Nueva España, Nuevo Reino de Granada y Guatemala, sin embargo las medidas fueron tardías, el derrumbe del imperio español era inevitable.

Las múltiples prohibiciones y reglamentaciones de los reyes españoles no pudieron evitar que las materias primas de sus colonias llegaran a otros países y se procesaran para vendérselas a mayores precios, como tampoco pudieron evitar que las ideas liberales penetraran en la tierras colonizadas.

El aislamiento que produjo el mercantilismo español en sus colonias fue de grandes consecuencias cuando invadió el campo de las ideas y la educación. Todo libro escrito en inglés y francés cuyo contenido fueran las ideas liberales no podía circular en las colonias, y su posesión representaba un grave delito contra el orden establecido por la metrópoli, todos estos libros deberían ser destruidos, y todas las embarcaciones revisadas para evitar su introducción. En la Nueva España, las manufacturas fueron limitadas, se prohibió el cultivo y la elaboración de telas de seda, dearrollándose los telares de lana y algodón. La industria textil y del tabaco fueron los primeros en desarrollarse. El crecimiento de los obrajes estuvo limitado por el reducido mercado interno, la producción artesanal de las comunidades indígenas y la producción de la metrópoli. Las condiciones de trabajo en los obrajes llegaron a ser peores que en la agricultura, se reclutaba a delincuentes que tenían que purgar penas corporales, conservando su situación jurídica de prisioneros, también se introdujeron esclavos negros.

El trabajo en las minas siempre fue mejor que en las haciendas y los obrajes, el minero se mantenía libre de movimiento y residencia, y cobraba los salarios más altos, y podía convertirse en buscón, y percibir un ingreso mayor, proporcional a la cantidad de metal extraído, pero el trabajo minero era el más peligroso, y sujeto a las altibajas de la bonanza y el agotamiento de los minerales, la incertidumbre era un riesgo más de los que enfrentaba todos los días en las galeras.

 

La centralización del poder colonial, con su mercantilismo decadente, el dispendio administrativo de la metrópoli, y su lucha permanente contra Inglaterra y otras potencias imperiales por la hegemonía, unido al despojo de tierras comunales en favor de las haciendas latifundistas, el racismo, y la explotación desmedida del trabajo, propiciaron la guerra de independencia en todas las colonias americanas.

El mercantilismo español no tuvo el mismo éxito que el inglés, el francés o el italiano. Al finalizar el siglo XVIII, España se encontraba sumida en la pobreza, y su población había disminuido, se carecía de industr­ia, la agricultura y ganadería estaban poco desarrolladas, el comercio estaba en manos de extranje­ros, el hambre se había generalizado entre el pueblo. La economía española fracasó porque no supo capitalizar debidamente la conquista de América, aprovechando la riqueza minera de sus colonias. El enrique­cimiento rápido les permitió abandonar el trabajo como fuente de riqueza, y la creación de una industria próspera.

El mercantilismo fue una tendencia importante del pensamiento econó­mico europeo, pero su nivel de estudio se quedó en la esfera de la circulación, cayendo en el común engaño de confundir la riqueza con el dinero, sin embargo, por medio de sus estrategias, la mayor parte de los países europeos durante los siglos XVI, XVII y XVIII, acumularon importantes cantidades de metales precio­sos provenien­tes de las minas de América, Africa y Asia.

El mercantilismo fomentó el proteccionismo, y provocó guerras comerciales, originando la piratería. El economista norteamericano R. L. Heilbroner afirma que la reina Isabel de Inglaterra, con las ganancias obtenidas como accionista de la empresa naviera Golden Hynd dirigida por Francis Drake, pagó la deuda externa, niveló su presupuesto, e invirtió el resto en el extranjero, que a un interés compuesto equivaldría a toda la riqueza de Gran Bretaña en 1939. España perdió su larga guerra contra los ingleses, en 1588 la Armada Invencible desapareció para siempre frente a la costa inglesa, convirtiendo a Inglaterra en la dueña de los mares.

Tomás Moro en su libro Utopía, en el capítulo VI, representa una sociedad donde el oro y la plata no tienen el valor económico que le dieron los mercantilistas. Quizá Moro escuchó algún relato de marineros sobre Mesoamérica, y aprovechó para fustigar la desmedida ambición de sus contemporáneos por los metales preciosos que despertó el mercantilismo en Europa.

En Inglaterra se produjo la primera revolución liberal contra las ideas feudales y mercantilistas, cuando Oliverio Cromwell, representando al Parlamento, con un ejército de trabajadores urbanos y campesinos, derrotó y ejecutó al rey Carlos I, cortándole la cabeza, fiel representante del poder feudal, en enero de 1649, y proclamó la república. Al aumentar la libertad de expresión se publicaron nuevas ideas que defendían a los grupos de poder vinculados con el comercio, la manufactura y las finanzas.

Las nuevas ideas inglesas, con respecto al comercio internacional, planteaban que su industria debería prepararse para competir libremente con las de otras naciones, la Gran Bretaña ya poseía un concepto totalmente opuesto al mercantilismo ya decadente, que tuvo su función histórica importante, cuando liberalizó el comercio interno, debilitando las estructuras feudales, para crear un mercado nacional, y servir de base para la acumulación de capitales comerciales, que permitieron financiar a la revolución industrial.

 

FISIOCRACIA

Esta doctrina económica estuvo en boga en Francia durante la segunda mitad del siglo XVIII y surgió como una reacción ante las políticas restrictivas del mercantilismo. El fundador de la escuela, François Quesnay, era médico de cabecera en la corte del rey Luis XV. Su libro más conocido, Tableau Économique (Cuadro económico, 1758), intentaba establecer los flujos de ingresos en una economía, anticipándose a la contabilidad nacional, creada en el siglo XX. Según los fisiócratas, toda la riqueza era generada por la agricultura; gracias al comercio, esta riqueza pasaba de los agricultores al resto de la sociedad. Los fisiócratas eran partidarios del libre comercio y del laissez-faire (doctrina que defiende que los gobiernos no deben intervenir en la economía). También sostenían que los ingresos del Estado tenían que provenir de un único impuesto que debía gravar a los propietarios de la tierra, que eran considerados como la clase improductiva. Adam Smith conoció a los principales fisiócratas y escribió sobre sus doctrinas, casi siempre de forma positiva.

El término fisiocracia se aplica a una escuela de pensamiento económico que sugería que en economía existía un orden natural que no requiere la intervención del Estado para mejorar las condiciones de vida de las personas. La figura más destacada de la fisiocracia fue el economista francés François Quesnay, que definió los principios básicos de esta escuela de pensamiento en Tableau économique (Cuadro económico, 1758), un diagrama en el que explicaba los flujos de dinero y de bienes que constituyen el núcleo básico de una economía. Simplificando, los fisiócratas pensaban que estos flujos eran circulares y se retroalimentaban. Sin embargo la idea más importante de los fisiócratas era su división de la sociedad en tres clases: una clase productiva formada por los agricultores, los pescadores y los mineros, que constituían el 50% de la población; la clase propietaria, o clase estéril, formada por los terratenientes, que representaban la cuarta parte, y los artesanos, que constituían el resto.

La importancia del Tableau de Quesnay radicaba en su idea de que sólo la clase agrícola era capaz de producir un excedente económico, o producto neto. El Estado podía utilizar este excedente para aumentar el flujo de bienes y de dinero o podía cobrar impuestos para financiar sus gastos. El resto de las actividades, como las manufacturas, eran consideradas estériles porque no creaban riqueza sino que sólo transformaban los productos de la clase productiva. (El confucianismo ortodoxo chino tenía principios parecidos a estas ideas). Este principio fisiocrático era contrario a las ideas mercantilistas. Si la industria no crea riqueza, es inútil que el Estado intente aumentar la riqueza de la sociedad dirigiendo y regulando la actividad económica

ESCuela CLÁSICA  
Como cuerpo teórico coherente, la escuela clásica de pensamiento económico parte de los escritos de Smith, continúa con la obra de los economistas británicos Thomas Robert Malthus y David Ricardo, y culmina con la síntesis de John Stuart Mill, discípulo de Ricardo. Aunque fueron frecuentes las divergencias entre los economistas desde la publicación de La riqueza de las naciones (1776) de Smith hasta la de Principios de economía política (1848) de Mill, los economistas pertenecientes a esta escuela coincidían en los conceptos principales. Todos defendían la propiedad privada, los mercados y creían, como decía Mill, que “sólo a través del principio de la competencia tiene la economía política una pretensión de ser ciencia”. Compartían la desconfianza de Smith hacia los gobiernos, y su fe ciega en el poder del egoísmo y su famosa “mano invisible”, que hacía posible que el bienestar social se alcanzara mediante la búsqueda individual del interés personal. Los clásicos tomaron de Ricardo el concepto de rendimientos decrecientes, que afirma que a medida que se aumenta la fuerza de trabajo y el capital que se utiliza para labrar la tierra, disminuyen los rendimientos o, como decía Ricardo, “superada cierta etapa, no muy avanzada, el progreso de la agricultura disminuye de una forma paulatina”.

El alcance de la ciencia económica se amplió de manera considerable cuando Smith subrayó el papel del consumo sobre el de la producción. Smith confiaba en que era posible aumentar el nivel general de vida del conjunto de la comunidad. Defendía que era esencial permitir que los individuos intentaran alcanzar su propio bienestar como medio para aumentar la prosperidad de toda la sociedad

En el lado opuesto, Malthus, en su conocido e influyente Ensayo sobre el principio de la población (1798), planteaba la nota pesimista de la escuela clásica, al afirmar que las esperanzas de mayor prosperidad se escollarían contra la roca de un excesivo crecimiento de la población. Según Malthus, los alimentos sólo aumentaban adecuándose a una progresión aritmética (2-4-6-8-10, etc.), mientras que la población se duplicaba cada generación (2-4-8-16-32, etc.), salvo que esta tendencia se controlara, o por la naturaleza o por la propia prudencia de la especie. Malthus sostenía que el control natural era “positivo”: “El poder de la población es tan superior al poder de la tierra para permitir la subsistencia del hombre, que la muerte prematura tiene que frenar hasta cierto punto el crecimiento del ser humano”. Este procedimiento de frenar el crecimiento eran las guerras, las epidemias, la peste, las plagas, los vicios humanos y las hambrunas, que se combinaban para controlar el volumen de la población mundial y limitarlo a la oferta de alimentos.

La única forma de escapar a este imperativo de la humanidad y de los horrores de un control positivo de la naturaleza, era la limitación voluntaria del crecimiento de la población, no mediante un control de natalidad, contrario a las convicciones religiosas de Malthus, sino retrasando la edad nupcial, reduciendo así el volumen de las familias. Las doctrinas pesimistas de este autor clásico dieron a la economía el sobrenombre de “ciencia lúgubre”.

Los Principios de economía política de Mill constituyeron el centro de esta ciencia hasta finales del siglo XIX. Aunque Mill aceptaba las teorías de sus predecesores clásicos, confiaba más en la posibilidad de educar a la clase obrera para que limitase su reproducción de lo que lo hacían Ricardo y Malthus. Además, Mill era un reformista que quería gravar con fuerza las herencias, e incluso permitir que el gobierno asumiera un mayor protagonismo a la hora de proteger a los niños y a los trabajadores. Fue muy crítico con las prácticas que desarrollaban las empresas y favorecía la gestión cooperativa de las fábricas por parte de los trabajadores. Mill representó un puente entre la economía clásica del laissez-faire y el Estado de bienestar.

Acerca de los mercados, los economistas clásicos aceptaban la “ley de Say”, formulada por el economista francés Jean Baptiste Say. Esta ley sostiene que el riesgo de un desempleo masivo en una economía competitiva es despreciable, porque la oferta crea su propia demanda, limitada por la cantidad de mano de obra y los recursos naturales disponibles para producir. Cada aumento de la producción aumenta los salarios y los demás ingresos que se necesitan para poder comprar esa cantidad adicional producida.

La doctrina de Adam Smith  Las ideas de Adam Smith no sólo fueron un tratado sistemático de economía; fueron un ataque frontal a la doctrina mercantilista. Al igual que los fisiócratas, Smith intentaba demostrar la existencia de un orden económico natural, que funcionaría con más eficacia cuanto menos interviniese el Estado. Sin embargo, a diferencia de aquéllos, Smith no pensaba que la inustria no fuera productiva, o que el sector agrícola era el unico capaz de crera un excedente economico, por el contrario, consideraba que la divison del trabajo y la ampliación de los mercados abrian posisbilidades ilimitadas para que la sociedad aumentara su riqueza y su bienestar mediante la producción especializada y el comercio entre las naciones

Así pues, tanto los fisiócratas como Smith ayudaron a extender las ideas de que los poderes económicos de los Estados debían ser reducidos y de que existía un orden natural aplicable a la economía Sin embargo fue Smith más que los fisiócratas, quien abrió el camino de la industrialización y de la aparición del capitalismo moderno en el siglo XIX.

Las ideas de Smith y de los fisiócratas crearon la base ideológica e intelectual que favoreció el inicio de la Revolución industrial, término que sintetiza las transformaciones económicas y sociales que se produjeron durante el siglo XIX. Se considera que el origen de estos cambios se produjo a finales del siglo XVIII en Gran Bretaña.

La característica fundamental del proceso de industrialización fue la introducción de la mecánica y de las máquinas de vapor para reemplazar la tracción animal y humana en la producción de bienes y servicios; esta mecanización del proceso productivo supuso una serie de cambios fundamentales: el proceso de producción se fue especializando y concentrando en grandes centros denominados fábricas; los artesanos y las pequeñas tiendas del siglo XVIII no desaparecieron pero fueron relegados como actividades marginales; surgió una nueva clase trabajadora que no era propietaria de los medios de producción por lo que ofrecían trabajo a cambio de un salario monetario; la aplicación de máquinas de vapor al proceso productivo provocó un espectacular aumento de la producción con menos costes. La consecuencia última fue el aumento del nivel de vida en todos los países en los que se produjo este proceso a lo largo del siglo XIX.

El desarrollo del capitalismo industrial tuvo importantes costes sociales. Al principio, la industrialización se caracterizó por las inhumanas condiciones de trabajo de la clase trabajadora. La explotación infantil, las jornadas laborales de 16 y 18 horas, y la insalubridad y peligrosidad de las fábricas eran circunstancias comunes. Estas condiciones llevaron a que surgieran numerosos críticos del sistema que defendían distintos sistemas de propiedad comunitaria o socializado; son los llamados socialistas utópicos. Sin embargo, el primero en desarrollar una teoría coherente fue Karl Marx, que pasó la mayor parte de su vida en Inglaterra, país precursor del proceso de industrialización, y autor de Das Kapital (El capital, 3 volúmenes, 1867-1894). La obra de Marx, base intelectual de los sistemas comunistas que predominaron en la antigua Unión Soviética, atacaba el principio fundamental del capitalismo: la propiedad privada de los medios de producción. Marx pensaba que la tierra y el capital debían pertenecer a la comunidad y que los productos del sistema debían distribuirse en función de las distintas necesidades.

Con el capitalismo aparecieron los ciclos económicos: periodos de expansión y prosperidad seguidos de recesiones y depresiones económicas que se caracterizan por la discriminación de la actividad productiva y el aumento del desempleo. Los economistas clásicos que siguieron las ideas de Adam Smith no podían explicar estos altibajos de la actividad económica y consideraban que era el precio inevitable que había que pagar por el progreso que permitía el desarrollo capitalista. Las críticas marxistas y las frecuentes depresiones económicas que se sucedían en los principales países capitalistas ayudaron a la creación de movimientos sindicales que luchaban para lograr aumentos salariales, disminución de la jornada laboral y mejores condiciones laborales.

A finales del siglo XIX, sobre todo en Estados Unidos, empezaron a aparecer grandes corporaciones de responsabilidad limitada que tenían un enorme poder financiero. La tendencia hacia el control corporativo del proceso productivo llevó a la creación de acuerdos entre empresas, monopolios o trusts que permitían el control de toda una industria. Las restricciones al comercio que suponían estas asociaciones entre grandes corporaciones provocó la aparición, por primera vez en Estados Unidos, y más tarde en todos los demás países capitalistas, de una legislación antitrusts, que intentaba impedir la formación de trusts que formalizaran monopolios e impidieran la competencia en las industrias y en el comercio. Las leyes antitrusts no consiguieron restablecer la competencia perfecta caracterizada por muchos pequeños productores con la que soñaba Adam Smith, pero impidió la creación de grandes monopolios que limitaran el libre comercio.

A pesar de estas dificultades iniciales, el capitalismo siguió creciendo y prosperando casi sin restricciones a lo largo del siglo XIX. Logró hacerlo así porque demostró una enorme capacidad para crear riqueza y para mejorar el nivel de vida de casi toda la población. A finales del siglo XIX, el capitalismo era el principal sistema socioeconómico mundial. EL LIBERALISMO

 

Hacia el final del siglo XVIII, las ideas renacentistas habían llegado a todos los ámbitos de la actividad humana, y la economía no podía ser ajena a los anhelos de libertad, en contra del orden feudal, con el absolutismo de los reyes y la Iglesia, donde todo estaba reglamentado de tal forma que se obstaculizaba la libertad económica y de pensamiento.

En la liquidación de la sociedad feudal contribuyeron muchos factores como el surgimiento de los Estados nacionales, el advenimiento del reformismo religioso con Lutero y Calvino, la revolución liberal de Cromwell en Inglaterra, el creciente aprecio por el avance científico y las riquezas terrenales, fueron importantes puntos de apoyo para la transformación del orden social superando la tradición medieval, liberaron el ingenio humano situándolo en una nueva cultura, apoyada en la búsqueda del beneficio individual, a través del mercado libre.

Fueron los ingleses los primeros en emprender la construcción de un capitalismo industrial, y de una teoría económica que daría más importancia a la producción que a la circulación de mercancías, basada en las ideas liberales. El Estado debería ser sólo un vigilante y no intervenir en los negocios, dejando las actividades económicas a los particulares, y la formación de los precios al libre juego de las fuerzas del mercado. La revolución liberal acabaría con la influencia económica y política de la Iglesia, el rey, y los señores feudales.

El principio mercantilista de vender mucho y comprar poco, encerraba una gran contradicción que lo condenó a desaparecer; sí un primer país compraba mayor cantidad de la que vendía, se descapitralizaba, por el contrario, si vendía más de lo que compraba, descapitalizaba a sus socios comerciales las nuevas ideas en un libro titulado "Investigación Sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones", dirigido contra los mercantilis­tas, y apologético del individualismo y la competencia.

Adam Smith fue hijo único de un funcionario de aduanas, nació en un pequeño puerto llamado Kirkcaldy, al norte del estrecho de Forth, se educó y enseñó en las mejores universidades inglesas, radicó en Francia y conoció a los ideólogos del liberalismo francés, a su regreso a Inglaterra dedicó casi una década a escribir su obra maestra, nunca contrajo matrimonio, y paradójicamente, terminó sus días cobrando impuestos aduaneros, como lo hizo su padre.

El mercado en total libertad formaría los precios y distribuiría los recursos, satisfactores, y beneficios, como si se tratara, según palabras del propio Smith, de la intervención de una mano invisible que guiaba eficientemente a los personas al tomar sus decisiones. La naturaleza humana buscando su interés personal, generaba un beneficio social. Cada individuo debería dedicarse a realizar aquello en lo que tenga ventaja sobre los demás, porque obtendría un gran beneficio personal, resultando también beneficiada su comunidad.

Las experiencias negativas con el Estado medieval, le hacen pensar en la supremacía del individuo sobre el Estado, éste solo tendría que vigilar. Para este pensador eran innecesarias las organizaciones de trabajadores y de patrones, nada debería interferir en el libre juego del mercado, los monopolios no deberían existir, retrasaban el progreso

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La competencia debería basarse en un gran número de competidores de tamaño semejante, que fabricarían, como los gremios medievales, un bien homogéneo, que al determinar su precio por el libre juego de la oferta y la demanda, los obligaría a respetarlo. Sí un competidor vendía por arriba o por abajo del precio establecido, perdería, e inevitablemente se impondría la ley del mercado. La única forma de aumentar el beneficio o ganancia, era a través del abatimiento del costo de producción, por cambios en la división del trabajo, y la creación de nuevas máquinas y herramientas, obligando a la competencia a realizar los mismos cambios, o a mejorarlos, para seguir dentro del mercado.

En el modelo de Smith, las mercancías aumentarían constantemente su calidad y bajarían de precio, de acuerdo a la competencia, resultando beneficiados los consumidores. Los productores estarían al frente de sus propios negocios, y trabajarían por mantener sus tasas de ganancia por medio de las innovaciones técnicas y administrativas, invirtiendo los beneficios ahorrados para acrecentar la riqueza. De esta forma el Estado no tendría porque intervenir en la economía, el incremento constante de la productividad crearía abundancia de mercancías, símbolo de la riqueza nacional, la economía llegaría al pleno empleo de todos los recursos, y la humanidad a la felicidad. Desgraciadamente las condiciones fundamentales del modelo de Smith, en cuanto a la competencia y la intervención del Estado, fueron rápidamente modificadas y casi desaparecidas en el siglo XX, por la concentración del capital y la aparición de la competencia monopolista, y los experimentos estatistas y socialistas.

El razonamiento de Smith sobre el comercio exterior también era muy sencillo; ¿por qué fabricar en casa lo que se podía comprar en la calle de mejor precio y calidad? ¿por qué usar recursos en industrias que no tenían la capacidad de competir con las extranjeras?. ¿ no sería mejor emplearlos en las actividades económicas en las que se tuvieran ventajas absolutas y relativas en los costos de producción?

Había que especializarse, como los individuos, cada país lo haría en aquello donde pudiera obtener el mayor beneficio, sí el mundo se adaptaba a una división internacional del trabajo, todas las naciones saldrían beneficiadas, al tener más satisfactores de mejor precio y calidad, el nivel de producción, empleo, consumo y del comercio internacional aumentaría constantemente.

Smith inicia la Riqueza de la Naciones con el tema de la división del trabajo, a la que atribuye el progreso más importante en las facultades productivas del trabajo. Consideraba que la división del trabajo, por ser tan obvia, había sido menos observada. La división del trabajo aumentaba cuando lo hacía el tamaño del mercado, mientras mayor fuera el número de consumidores mayor tenía que ser la producción, obligando a incrementar la productividad, mejorando la división del trabajo, las herramientas, las máquinas, las operaciones, ahorrando materiales y tiempo. El liberalismo creó una frase que se convirtió en ley y dogma, gracias al francés Juan Bautista Say (1767-1832), que resume en pocas palabras el funcionamiento de la economía; "toda oferta crea su propia demanda". Cuando un productor invertía su capital en producir tenía que comprar materias primas, trabajo, herramientas, combustibles, etc., y generaba un ingreso que servía para adquirir lo producido. El dinero utilizado por el productor se convierte en ingreso para otros, los que reciben los pagos, lo que es gasto para uno, es ingreso para otro.

El ingreso sólo podía disminuir, por el ahorro y el pago de impuestos, que pronto volverían a la circulación monetaria convertidos en inversión y gasto público, respectivamente, cerrando la brecha de la demanda. La oferta siempre sería igual a la demanda, todo lo que se produjera sería vendido sin riesgo de sobreproducción, el liberalismo sólo aceptó la existencia de desequilibrios transitorios, que se corregían por la misma acción libre de las fuerzas del mercado, lo escaso sería caro, y lo abundante barato, bajo la influencia de la utilidad y el costo.

Sí en una rama de la producción, la oferta fuera superior a la demanda, los precios tenderían a bajar ocasionando pérdidas a los productores que se retirarían a otras ramas de la economía, nivelándose las fuerzas del mercado, y sí sucediera lo contrario, que la demanda fuera superior a la oferta, entonces los precios subirían atrayendo productores por las altas ganancias, nivelando nuevamente el mercado.

En la época de Smith, al final del siglo XVIII, el comercio entre la ciudad y el campo aún era evidentemente ventajoso para ambos, sin embargo, muy pronto esto cambiaría para siempre, la Revolución Industrial, durante los siglos XIX, y XX, se produjo en las ciudades símbolo del capitalismo industrial, y en ellas se acumuló el capital, haciendo suya la mayor parte del producto y el ingreso de una nación, dejando en el olvido a la cultura rural, transformada por la migración a las ciudades.

El modelo de Smith, regido por el mercado libre, la competencia de muchos, el interés individual, la productividad y la eficiencia, era la representación abstracta de una realidad futura, que se enfrentaba a la simple práctica cotidiana, defectuosa e insuficiente de la realidad presente, en su modelo. Por ejemplo, no tenían lugar el desempleo, la inflación, ni el desequilibrio campo-ciudad, monstruos apocalípticos de la economía mundial en el siglo XX, mientras la oferta fuera igual a la demanda, hubiera competencia y se impusiera la ley del mercado.

 

DAVID RICARDO

 

A la muerte de Adam Smith, 50 años después, apareció otro importante pensador inglés, judío de origen holandés o español, llamado David Ricardo(1772-1823), hijo de un corredor de la bolsa de valores de Londres, sólo realizó estudios básicos de comercio, y desde lo 14 años ayudó a su padre, y antes de cumplir los 30 estaba considerado como un experto banquero, y uno de los millonarios más conocidos de Londres. Su obra más importante es Los Principios de Economía Política y Tributación, publicada en 1817, con una tercera edición definitiva en 1821.

Ricardo sigue el pensamiento de A. Smith, pero para él, lo más importante de la economía política, ya no era saber como se acrecentaba la riqueza de las naciones, sino como se distribuía en la sociedad, por lo cual su principal aportación está en la teoría del valor y la distribución, afirmando que el valor de cambio de las mercancías es directamente proporcional a la cantidad de trabajo empleado en la producción, e inversamente proporcional a la fuerza productiva de este trabajo.

Smith consideró que el valor determinado por el trabajo y utilizado en el pasado debería sustituirse por el costo de producción, dejando pendiente la forma de determinar el valor por el tiempo real de trabajo invertido, y por el valor de la fuerza de trabajo, que en las sociedades precapitalistas eran idénticas, pero diferentes en esta época, cuando el trabajo que se compra es mayor que la cantidad de trabajo incorporado en los salarios que se paga por él, haciendo aparecer un excedente propiedad del comprador del trabajo.

El valor comprado, actual o pasado de las mercancías, determina la cantidad de éstas producida por el trabajo, y no las cantidades que se le dan al obrero a cambio de su trabajo. Ricardo señala la diferencia entre el valor y el valor de cambio, el primero es el tiempo de trabajo invertido para producir la mercancía, y el segundo es la relación de intercambio entre dos mercancías. Estos dos pensadores se ubican dentro de la escuela objetiva del valor, contraria a la escuela subjetiva, donde es la utilidad la determinante del valor. La teoría del valor-trabajo desarrollada inicialmente por la fisiocracia en Francia, y A. Smith, es utilizada por David Ricardo en sus análisis, sin dejar de considerar que la utilidad influye también en el intercambio.

 

David Ricardo define a la economía política como la investigación de las leyes que determinan la división del producto de la industria entre las clases que concurren en su formación, quiso conocer las relaciones entre las clases de la sociedad en el proceso productivo, y sobre todo la dinámica del sistema económico. Desarrolla las teorías del valor y la distribución, de los salarios, las utilidades, la renta de la tierra, la acumulación, el desarrollo económico, y diversos temas como el dinero, la banca, y el comercio exterior. Después de los 40 años se dedicó a escribir con la idea de liquidar los viejos obstáculos feudales representados en los terratenientes.

En el Análisis de las causas del valor de las mercancías descubre el origen del excedente y su distribución, llegando a conclusiones que no convenían a los intereses económicos y políticos que respaldaba.

Ricardo desarrolla la teoría de la renta diferencial, que resulta de la desigualdad que existe entre el valor de los productos cultivados en tierras de diferente fertilidad y localización. Sí bien la agricultura está se encuentra estrechamente relacionada con la fertilidad, ésta decrece con el tiempo, refutando el pensamiento fisiócrata y de A. Smith, de que la renta agraria salía de la tierra como un don divino, originando un excedente que se distribuía entre los grupos sociales.

Ricardo sostiene que la renta agraria y el valor se originan en el trabajo invertido, y utiliza a la renta para analizar el comportamiento global de la economía inglesa, considerando que la tierra es un factor fijo que baja su productividad por el uso, obligaba a cultivar las tierras menos fértiles haciendo subir el precio de los alimentos, presionando al alza los salarios, bajando la ganancia, la inversión y el empleo, produciendo el estancamiento de la economía nacional.

Para Ricardo, los salarios eran un punto de partida muy importante para el análisis, el salario no sólo representaba el precio de la fuerza de trabajo, sino la suma de los precios de los bienes con los que los trabajadores reproducen su facultades físicas y mentales que los vuelven aptos para trabajar en un mínimo nivel de subsistencia.

Pagar salarios por arriba del nivel de subsistencia significaba un mayor número de hijos que después no encontrarían trabajo, y harían bajar los salarios, provocando problemas sociales. Todos los pensadores del liberalismo estuvieron de acuerdo con este principio de los salarios de subsistencia, mientras la otra clase social emergente de la Revolución Industrial, los trabajadores asalariados luchaban por la libertada de asociarse, mejores remuneraciones a su trabajo, la disminución de la jornada laboral, el derecho de huelga, y mejores condiciones de seguridad e higiene en los centros de trabajo.

David Ricardo, al igual que su antecesor, A. Smith, consideró a la nueva economía como algo natural y eterno, y en la pugna entre los terratenientes y los capitalistas industriales, tomó partido por los últimos, al promover la derogación de las leyes cerealeras que aplicaban altos impuestos a las importaciones de alimentos baratos, porque elevaban los precios de éstos, disminuyendo el poder adquisitivo del dinero y los salarios, bajando las ganancias y las inversiones en la industria, en beneficio del rentismo semifeudal que había logrado, en 1815, la protección legal del Estado, en perjuicio de las nuevas clases sociales con intereses contrarios.

PENSAMIENTO ACERCA DEL EXCEDENTE ECONOMICO

Con el surgimiento de la economía política inglesa, hubo una gran polémica sobre el origen del excedente económico que se manifestaba en la renta de la tierra y las ganancias de los industriales, y su distribución entre los grupos sociales.

En Inglaterra, como en el caso de todos los países que siguieron el modelo clásico de industrialización, la propiedad de la tierra quedó acumulada en un pequeño grupo de terratenientes y la población campesina despojada de sus tierras emigró hacia los centros urbanos para emplearse como obreros asalariados de la naciente Revolución Industrial, transformando completamente su situación económica, pasando de propietarios a desposeídos trabajadores.

En Francia, en el siglo XVIII, los fisiócratas consideraron a la agricultura como el origen del excedente económico que sostenía a toda la sociedad, afirmando que los otros productores eran necesarios socialmente pero improductivos, señalando a los terratenientes feudales como un grupo social improductivo que se apropiaba de una parte de la riqueza social sin dar nada a cambio.

El principal ideólogo fisiócrata, fue médico de la corte del rey Luis XV, para él la tierra era la única fuente de riqueza, el comercio y la industria sólo transportaban y transformaban los productos del suelo, proponía que la economía funcionase con total libertad, poniendo de ejemplo al cuerpo humano, donde la sangre circula sin obstáculos. Para la fisiocracia la base de la organización económica debería basarse en la propiedad, seguridad y libertad, ejercieron importante influencia sobre el autor de la Riqueza de las Naciones en su estadía en Francia.

El deseo fisiócrata de considerar a la agricultura la principal actividad económica la identifica con el régimen feudal, apoyando al absolutismo ilustrado, pedían el arriendo de las tierras a los campesinos preservando el terrateniente el derecho de propiedad, y el abandono de la política mercantilista, creando un mercado libre que permita exportar trigo, haciendo recaer la carga fiscal en la renta de los terratenientes. El programa agrario fisiócrata no tuvo éxito en la práctica.

 

Al refutar David Ricardo el punto de vista de los fisiócratas y de su antecesor Adam Smith, definió a la renta agraria como la parte del producto que se paga al terrateniente por el uso de las energías indestructibles del suelo, afirmando que no se origina en la generosidad de la naturaleza, sino en su avaricia, por el decrecimiento de su fertilidad, introduciendo en su teoría la ley de los rendimientos decrecientes, apoyada Robert Malthus, y otros importantes miembros del Club de Economía Política de Londres, que no fueron capaces de vislumbrar los cambios científicos y tecnológicos, a pesar de vivir en los albores de la Revolución Industrial.

 

Robert Malthus, influenciado también por la ley de los rendimientos decrecientes, y el supuesto de que la población crece en progresión geométrica, y los alimentos en progresión aritmética, dedujo que la falta de medios de producción provocaría la escasez de alimentos, limitando el crecimiento económico de la sociedad, deprimiendo su nivel de vida, ocasionando una crisis social y un decrecimiento de la población, para volver a iniciar el proceso alternativo de progreso y retroceso de la felicidad humana:

 

 

John Stuart Mill(1806-1873), analizó las fuerzas que influyen en el incremento de los rendimientos a escala, y basándose en la teoría de los rendimientos decrecientes formuló su teoría sobre la distribución de la riqueza.

 

Las leyes cerealeras en 1815, que gravaban con altos impuestos los cereales importados, agudizaron las críticas a los terratenientes por el Club de Economía Política de Londres, planteando que era necesario cambiar la estructura agraria para acelerar el desarrollo industrial, convirtiéndose en voceros de la industrial inglesa y europea.

Los pensadores del liberalismo se equivocaron en su apreciación sobre progreso técnico en la producción de alimentos, y estuvieron acertados en la necesidad de cambiar la estructura agraria en beneficio del desarrollo de la industria. La historia contemporánea nos demuestra el error, pues los aumentos de la productividad por superficie cultivada y por hora-hombre, en países industrializados, han sido notables, al grado de originar una tendencia a la contracción de las áreas cultivadas, y disminución del número de trabajadores empleados, en las actividades primarias de la economía, principalmente las agropecuarias, y la pesca.

A la discusión sobre el origen del excedente y por consiguiente de la renta agraria se agrega el alemán Carl Marx (1818-1883), argumentando que es el trabajo, al venderse como mercancía, lo que produce un valor excedente sobre el valor de cambio de la fuerza de trabajo, y no la generosidad o avaricia de la naturaleza, conjuntamente con la acción de la naturaleza unida al capital.

 

ROBERT MALTHUS

Aparte de Smith y Ricardo, está otro importante pensador inglés llamado Robert Malthus(1776-1834), hijo de un propietario rural, fue admirador y amigo de David Hume y de Jean-Jacques Rousseau, en 1788 se ordena como sacerdote anglicano, en 1798 publica su obra más conocida Primer Ensayo sobre la Población y sus Efectos Sobre el Futuro Mejoramiento de la Sociedad, en 1805 es designado profesor de historia y economía política en el East India College recién fundado por la Compañía de las Indias Orientales, 1821 junto con David Ricardo y James Mill funda el Club de Economía Política de Londres.

Podría considerársele como padre de la Demografía, por ser uno de los primeros que recopila y publica información sobre el crecimiento de la población tratando de descubrir sus relaciones con la economía, pero al carecer de un método y criterio científico, su aportación fue poco importante.

Malthus se opuso a la importación de alimentos, apoyaba las leyes cerealeras, favorecía al poder real, a los terratenientes, al clero, y culpa a los trabajadores de su pobreza y sufrimiento, los desempleados sobraban, al igual que aquellos que no podían asegurar su subsistencia. Se ordenó como religioso a los 23 años, ejerciendo el sacerdocio hasta los 68, y recomendó el abstinencia sexual, como forma de control natal, hasta después de los 30 años, y tener pocos hijos, apoyó el pago de salarios de subsistencia a los trabajadores para evitar el acelerado crecimiento de la población.

MARXISMO

  La oposición a la escuela clásica provino de los primeros autores socialistas, como el filósofo social francés Claude Henri de Rouvroy conde de Saint-Simon, y el utópico británico Robert Owen. Sin embargo, fue Karl Marx el autor de las teorías económicas socialistas más importantes, manifiestas en su principal trabajo, El capital (3 vols., 1867-1894).

Para la perspectiva clásica del capitalismo, el marxismo representó una seria recusación, aunque no dejaba de ser, en algunos aspectos, una variante de la temática clásica. Por ejemplo, Marx adoptó la teoría del valor trabajo de Ricardo. Con algunas matizaciones, Ricardo explicó que los precios eran la consecuencia de la cantidad de trabajo que se necesitaba para producir un bien. Ricardo formuló esta teoría del valor para facilitar el análisis, de forma que se pudiera entender la diversidad de precios. Para Marx, la teoría del valor trabajo representaba la clave del modo de proceder del capitalismo, la causa de todos los abusos y de toda la explotación generada por un sistema injusto.

Exiliado de Alemania, Marx pasó muchos años en Londres, donde vivió gracias a la ayuda de su amigo y colaborador Friedrich Engels, y a los ingresos derivados de sus ocasionales contribuciones en la prensa. Desarrolló su extensa teoría en la biblioteca del Museo Británico. Los estudios históricos y los análisis económicos de Marx convencieron a Engels de que los beneficios y los demás ingresos procedentes de una explotación sin escrúpulos de las propiedades y las rentas son el resultado del fraude y el poder que ejercen los fuertes sobre los débiles. Sobre esta crítica se alza la crítica económica que desemboca en la certificación histórica de la lucha de clases.

La “acumulación primitiva” en la historia económica de Inglaterra fue posible gracias a la delimitación y al cercamiento de las tierras. Durante los siglos XVII y XVIII los terratenientes utilizaron su poder en el Parlamento para quitar a los agricultores los derechos que por tradición tenían sobre las tierras comunales. Al privatizar estas tierras, empujaron a sus víctimas a las ciudades y a las fábricas.

Sin tierras ni herramientas, los hombres, las mujeres y los niños tenían que trabajar para conseguir un salario. Así, el principal conflicto, según Marx, se producía entre la denominada clase capitalista, que detentaba la propiedad de los medios de producción (fábricas y máquinas) y la clase trabajadora o proletariado, que no tenía nada, salvo sus propias manos. La explotación, eje de la doctrina de Karl Marx, se mide por la capacidad de los capitalistas para pagar sólo salarios de subsistencia a sus empleados, obteniendo de su trabajo un beneficio (o plusvalía), que era la diferencia entre los salarios pagados y los precios de venta de los bienes en los mercados.

Aunque en el Manifiesto Comunista (1848) Marx y Engels pagaban un pequeño tributo a los logros materiales del capitalismo, estaban convencidos que estos logros eran transitorios y que las contradicciones inherentes al capitalismo y al proceso de lucha de clases terminarían por destruirlo, al igual que en el pasado había ocurrido con el extinto feudalismo medieval.

A este respecto, los escritos de Marx se alejan de la tradición de la economía clásica inglesa, siguiendo la metafísica del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, el cual consideraba que la historia de la humanidad y de la filosofía era una progresión dialéctica: tesis, antítesis y síntesis. Por ejemplo, una tesis puede ser un conjunto de acuerdos económicos, como el feudalismo o el capitalismo. Su contrapuesto, o antítesis, sería, por ejemplo, el socialismo, como sistema contrario al capitalismo. La confrontación de la tesis y la antítesis daría paso a una evolución, que sería la síntesis, en este caso, el comunismo que permite combinar la tecnología capitalista con la propiedad pública de las fábricas y las granjas.

A largo plazo, Marx creía que el sistema capitalista desaparecería debido a que su tendencia a acumular la riqueza en unas pocas manos provocaría crecientes crisis debidas al exceso de oferta y a un progresivo aumento del desempleo. Para Marx, la contradicción entre los adelantos tecnológicos, y el consiguiente aumento de la eficacia productiva y la reducción del poder adquisitivo que impediría adquirir las cantidades adicionales de productos, sería la causa del hundimiento del capitalismo.

Según Marx, las crisis del capitalismo se reflejarían en un desplome de los beneficios, una mayor conflictividad entre trabajadores y empresarios e importantes depresiones económicas. El resultado de esta lucha de clases culminaría en la revolución y en el avance hacia, en primer lugar, el socialismo, para al fin avanzar hacia la implantación gradual del comunismo. En una primera etapa todavía sería necesario tener un Estado que eliminara la resistencia de los capitalistas. Cada trabajador sería remunerado en función de su aportación a la sociedad. Cuando se implantara el comunismo, el Estado, cuyo objetivo principal consiste en oprimir a las clases sociales, desaparecería, y cada individuo percibiría, en ese porvenir utópico, en razón de sus necesidades.

ESCUELA NEOCLÁSICA

 La economía clásica partía del principio de escasez, como lo muestra la ley de rendimientos decrecientes y la doctrina malthusiana sobre la población. A partir de la década de 1870, los economistas neoclásicos como William Stanley Jevons en Gran Bretaña, Léon Walras en Francia, y Karl Menger en Austria, imprimieron un giro a la economía, abandonaron las limitaciones de la oferta para centrarse en la interpretación de las preferencias de los consumidores en términos psicológicos. Al fijarse en el estudio de la utilidad o satisfacción obtenida con la última unidad, o unidad marginal, consumida, los neoclásicos explicaban la formación de los precios, no en función de la cantidad de trabajo necesaria para producir los bienes, como en las teorías de Ricardo y de Marx, sino en función de la intensidad de la preferencia de los consumidores en obtener una unidad adicional de un determinado producto.

El economista británico Alfred Marshall, en su obra maestra, Principios de Economía (1890), explicaba la demanda a partir del principio de utilidad marginal, y la oferta a partir del coste marginal (coste de producir la última unidad). En los mercados competitivos, las preferencias de los consumidores hacia los bienes más baratos y la de los productores hacia los más caros, se ajustarían para alcanzar un nivel de equilibrio. Ese precio de equilibrio sería aquel que hiciera coincidir la cantidad que los compradores quieren comprar con la que los productores desean vender.

Este equilibrio también se alcanzaría en los mercados de dinero y de trabajo. En los mercados financieros, los tipos de interés equilibrarían la cantidad de dinero que desean prestar los ahorradores y la cantidad de dinero que desean pedir prestado los inversores. Los prestatarios quieren utilizar los préstamos que reciben para invertir en actividades que les permitan obtener beneficios superiores a los tipos de interés que tienen que pagar por los préstamos. Por su parte, los ahorradores cobran un precio a cambio de ceder su dinero y posponer la percepción de la utilidad que obtendrán al gastarlo. En el mercado de trabajo se alcanza asimismo un equilibrio. En los mercados de trabajo competitivos, los salarios pagados representan, por lo menos, el valor que el empresario otorga a la producción obtenida durante las horas trabajadas, que tiene que ser igual a la compensación que desea recibir el trabajador a cambio del cansancio y el tedio laboral.

La doctrina neoclásica es, de forma implícita, conservadora. Los defensores de esta doctrina prefieren que operen los mercados competitivos a que haya una intervención pública. Al menos hasta la Gran Depresión de la década de 1930, se defendía que la mejor política era la que reflejaba el pensamiento de Adam Smith: bajos impuestos, ahorro en el gasto público y presupuestos equilibrados. A los neoclásicos no les preocupa la causa de la riqueza, explican que la desigual distribución de ésta y de los ingresos se debe en gran medida a los distintos grados de inteligencia, talento, energía y ambición de las personas. Por lo tanto, el éxito de cada individuo depende de sus características individuales, y no de que se beneficien de ventajas excepcionales o sean víctimas de una incapacidad especial. En las sociedades capitalistas, la economía clásica es la doctrina predominante a la hora de explicar la formación de los precios y el origen de los ingresos.

NEOCLÁSICOS

Alfred Marshall

 

Ninguna introducción a Alfred Marshall puede superar a la aportada por uno de sus discípulos más brillantes, John Maynard Keynes en su biografía publicada el año de la muerte de su maestro (1924) y de la que tomamos los siguientes apartados a modo de introducción:

"Igual que sus colegas, Henry Sidgwick y James Ward en la cátedra de ciencias morales de Cambridge durante las últimas décadas del siglo XIX, Alfred Marshall pertenecía a la tribu de los sabios y los pastores; ahora bien, dotado como ellos de una doble naturaleza, era también un científico. En su condición de predicador y pastor de hombres no poseía nada especial que lo elevara por encima de otras naturalezas afines. En su condición de científico fue en su campo, el más grande que el mundo conoció en un todo un siglo. Sin embargo, le gustaba dar preferencia al primer aspecto de su naturaleza. Este yo (pensaba) debe dominar, el otro servir. El segundo yo buscaba el conocimiento por el conocimiento; el primero subordinaba los fines abstractos a las exigencias de un progreso práctico. Los ojos penetrantes y las alas inquietas del águila eran a menudo llamadas a tierra para cumplir el voto del moralista.

Pero, bajo otro aspecto, esta duplicidad constituyó una ventaja absoluta. El estudio de la economía no parece que requiera dotes especialmente relevantes. ¿No es acaso, en el aspecto intelectual, una materia extremadamente fácil, en comparación con los estudios más elevados de la filosofía o de la ciencia pura? Y, sin embargo, un buen economista, o simplemente competente, es una auténtica rareza. Materia fácil en la que pocos destacan.

Tal vez, la paradoja encuentre su explicación en el hecho de que, en economía, el maestro debe poseer una rara combinación de dotes. Debe alcanzar un nivel elevado en distintas direcciones, combinando capacidades que, a menudo, no posee una misma persona. Debe ser, en algún modo, matemático, historiador, estadista, filósofo; manejar símbolos y hablar con palabras; contemplar lo particular bajo el prisma de lo general, abordar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo de la idea. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con la vista puesta en el futuro. Su mirada ha de abarcar todas las partes de la naturaleza y de las instituciones humanas. Debe ser, simultáneamente, interesado y desinteresado; distanciado e incorruptible como el artista, y no obstante, a veces, tan pegado a la tierra como el político. Si no plenamente, sí en muy buena parte, Marshall poseía ese ideal poliédrico. Pero, por encima de todo, esta variedad de educación y de naturaleza le otorgaba el don más esencial de cuantos le son precisos al economista: era en sumo grado historiador y matemático, estudios, a la vez, de lo particular y de lo general, de lo temporal y lo eterno." (Keynes, Ensayos Biográficos, p.185)

Nuestra exposición, menos ambiciosa, se concentrará sólo en algunos aspectos fundamentales de la obra principal de Marshall: Principles of Economics, 1890. Esta obra, sorprendentemente rica y sutil, desafía una presentación general y cualquier intento de resumen. Cualquier síntesis, delante de tal densidad, y cualquier selección de algunos temas corre el riesgo de parecer reduccionista. La ambición de Marshall, así como sus preocupaciones por la relevancia práctica sin renunciar a una sólida orientación teórica, son circunstancias que ayudan a explicar el grado de complejidad de la obra, y porqué razón, para un observador desprevenido, los Principios pueden parecer faltos de coherencia y de lógica interna. Marshall era un matemático competente y emplea las técnicas algebraicas y geométricas para analizar situaciones concretas a partir de supuestos e hipótesis establecidos con precisión. Sin embargo, el autor no se daba por satisfecho con el estudio puramente mecánico de las tendencias y los equilibrios. Marshall era, por encima de todo ello, un hombre realista, plenamente consciente de la complejidad de la vida económica, dotado del rigor necesario, pero también convencido de que la realidad nunca se dejaría encerrar en los límites estrechos de un modelo. Además tuvo la suerte de ser comprendido por un público cultivado de hombres de negocios, empresarios y políticos, para quienes escribió su obra. Por eso, relegará los desarrollos más técnicos a las notas de pie de página y a los apéndices matemáticos dando a veces la impresión de que escribió dos libros: uno con el texto principal y otro con las ecuaciones, las notas al margen y todo lo demás

Sin ánimo de abarcar toda la obra de Marshall, y aun menos la contenida en los principios, en estos apuntes nos limitaremos a ver con algún detalle la teoría de los precios.

Concepción General del valor y los Precios:

Los elementos que gobiernan el valor se deben buscar, de una parte, en la utilidad aportada por los bienes consumidos, y, de otra, en los esfuerzos y sacrificios implicados en la producción. Estas satisfacciones y costes subjetivos son susceptibles de una evaluación por parte del mercado: el dinero da una medida de las mismas. De este modo, en el mercado, la utilidad gobierna la demanda y los costes gobiernan la oferta. Estas dos hojas de la tijera, como dice Marshall, determinan los precios. Nosotros las analizaremos en su orden.

La Teoría de la Demanda :

La concepción marshaliana de la demanda difiere fundamentalmente de la concepción clásica. Para los clásicos, la demanda se refiere a cantidades necesarias para satisfacer necesidades particulares. Hay así "una demanda de subsistencia" para alimentar la población, una "demanda de trabajo productivo" correspondiente a la acumulación deseada de capital, una "demanda efectiva que permite la remuneración de los factores a sus tasas naturales y hace entonces venir los bienes sobre el mercado, una "demanda de bienes de lujo y de trabajo improductivo" eventualmente para garantizar desembolsos suficientes, etc. De esta concepción resulta dos consecuencias. La primera es que la demanda no es un concepto general. Existen demandas correspondientes a campos particulares y poniendo en juego comportamientos específicos que se deben articular, pero que son, de partida, distintos. La segunda es que las demandas están difícilmente relacionadas con los precios de mercado. La mayor parte del tiempo son rígidas, inelásticas. La población debe ser alimentada, lo que determina la demanda de trigo; se acumulará un cierto volumen de capital, lo que determina la demanda de trabajo productivo; el arbitraje entre la prodigalidad y la parsimonia determinará para los capitalistas y los propietarios de la tierra la demanda de bienes de lujo y de trabajo improductivo... En efecto, como hemos visto, la reflexión de los clásicos se dirige esencialmente hacia las fuerzas que gobiernan el precio natural, los cuales dependen esencialmente de la oferta.

El concepto de demanda extraño al análisis clásico juega el papel central en el análisis de Marshall. En primer lugar, porque la determinación de los precios de mercado (y no el precio natural) es uno de los principales problemas de estudio, de modo que la demanda toma un sitio natural al lado de la oferta. de otro lado, porque la demanda se convierte en un concepto general, pertinente para el conjunto de los mercados (productos, factores, bienes y servicios, activos reales y financieros,...)

La concepción marshaliana de los "bienes económicos" que son objeto de una demanda rompe radicalmente con a tradición clásica. Esquemáticamente, podríamos decir que una economía produce menos "bienes", "satisfacciones" o "utilidades", que los que los consumidores buscarán obtener en el mercado. Así, los servicios, igual que los bienes materiales, satisfacen ese criterio. Un "bien económico" es el que se compra en el mercado; su valor es el precio al que se compra. En esta óptica, la distinción bien servicio carece de contenido analítico: "a veces se dice que los comerciantes no producen: que, en tanto que el carpintero produce los muebles, el mercader se limita a vender lo que ya está producido. Pero esta distinción carece de base científica. Los dos producen utilidades y ninguno de ellos puede hacer más" (p.53). Una consecuencia anexa pero importante se deriva inmediatamente: la antigua distinción clásica entre trabajo productivo e improductivo desaparece. "Si se trata de tomar un nuevo punto de partida, es preferible considerar todo trabajo como productivo, con excepción de aquel trabajo que no consigue el objetivo al que se dirige y que, por ello, no produce utilidad alguna"

Evidentemente la naturaleza de la demanda va a cambiar. Ya no se trata de una simple cantidad requerida para la satisfacción de una necesidad particular, sino de una relación que expresa, antes de toda transacción de mercado, la evolución de las cantidades demandadas de acuerdo con los distintos precios posibles. Es entonces un concepto ex-ante y es también una función que puede expresarse en una curva.

Sin duda esta noción se impone ahora con la fuerza de lo evidente; pero no podemos olvidar que al final del período clásico fue una formulación innovadora. Por supuesto las curvas de demanda fueron trazadas antes de Marshall por Cournot pero es el primer autor el que logró el mérito de desarrollar una teoría en este campo.

La teoría de la demanda de Marshall es esquemática e incompleta y se concentra en la demanda de un bien, o un grupo de bienes, frente a un entorno vagamente definido. La función de utilidad del individuo se define como:

u(x) + w(y) Donde x es el nivel de consumo del bien X, e y es el gasto en todos los demás bienes medido en dinero de poder adquisitivo constante. El cómo se define tal índice y si el precio de x está o no incluido en su cálculo es algo que no se aclara. Asumiendo la utilidad marginal decreciente del consumo del bien X y del bien Y, podemos deducir el gasto máximo e que el individuo está dispuesto a hacer para asegurarse el consumo de x unidades del bien X, cuando dispone de un ingreso total de m para gastar en todos los bienes. Esta función se define implícitamente como: u(x) + w(m-e(x,m))-w(m)=0 Así, puede obtenerse la función inversa de demanda del bien x como:

f(x,m) = ex(x,m)=u´(x)/w´(m-e(x,m))

Puede comprobarse con facilidad que la demanda aumenta con el ingreso y disminuye con el precio del bien X. La demanda de mercado se obtiene simplemente agregando las demandas individuales.

Si los individuos pueden comprar x unidades del bien X al coste monetario total de c(x), entonces, el excedente del consumidor que éste obtiene con la compra es igual a: s(x,m)=e(x,m)-c(x)

Evidentemente, este excedente se mide en dinero. La ganancia en términos de utilidad está dada por: b(x,m)=u(x)+w(m-c(x))-w(m)

Si cada unidad puede adquirirse a un precio fijo, p, y si el consumidor maximiza su bienestar dado p, entonces: c(x)=x.p = x.f(x,m)=x.ex(x,m) En consecuencia:

s(x,m)=e(x,m)-xex(x,m)

Esta fórmula es exactamente la misma que obtendríamos al calcular la renta del suelo, en cuyo caso e(x,m) es el producto obtenido de la utilización de una cantidad x de factor variable, al que se le paga por su productividad marginal y m es el equivalente de la cantidad de tierra. Precisamente por esa analogía, Marshall utilizó hasta 1898 el término renta en lugar del, ahora más familiar, de excedente del consumidor.

Para Marshall, este caso general resulta de poca utilidad práctica ya que depende demasiado de elementos imposibles de observar en el comportamiento ordinario de los individuos. Por eso, formula a continuación un caso especial que puede ser útil como una aproximación, introduciendo el siguiente supuesto simplificador: admitamos que el bien X es poco importante en el consumo y que, por lo tanto, e(x,m) y c(x) son cantidades despreciables con respecto al gasto total m. En este caso, es válida la siguiente aproximación: w(m-z)-w(m) = zw´(m)

Además, la función de demanda puede expresarse como:

f(x,m)=u´(x)/w´(m)

y, el excedente del consumidor como:

s(x,m)=b(x,m)/w´(m)

Así, la función de demanda es proporcional a la utilidad marginal y el excedente del consumidor al beneficio en términos de utilidad (a b); el factor de proporcionalidad en ambos casos es el recíproco de la utilidad marginal del ingreso (1/w'(m)). Este resultado supone entonces que la utilidad marginal del ingreso es constante y es fundamental para la teoría de la demanda de Marshall y para sus aplicaciones a la economía del bienestar.

Si la utilidad marginal del dinero es constante, el análisis de la demanda se simplifica notablemente. Por ejemplo, cuando un precio baja, el ingreso real aumenta. La restricción presupuestaria se desplaza y los gastos pueden aumentar. Entonces, la utilidad del último franco gastado disminuye. En la teoría microeconómica esto es denominado efecto renta y analiza la influencia de una variación del ingreso sobre el consumo de un bien y sabemos que en el caso de bienes inferiores este es negativo. En la derivación de su curva de demanda Marshall descarta este efecto renta. Los bienes que él estudia son "de poca importancia" de manera que las consecuencias sobre el ingreso real de una variación del precio son descartables. La utilidad marginal del dinero se puede considerar en estos casos constante. Así es posible derivar la curva de demanda de un bien en función de su precio. La idea subyacente es que pariendo de una situación de equilibrio U´i/pi = U´m la disminución del precio significa que ahora U´i/pi > U´m como U´m es constante hace falta una disminución de U´i para restablecer el equilibrio. Esta baja se obtiene aumentando el consumo del bien i.

Pero aparte de que este razonamiento supone una utilidad marginal del dinero constante. Todo el análisis se conduce con la hipótesis de independencia de los bienes, de lo que resulta, una función de utilidad aditiva. Así que la demanda del consumo de cada bien puede tratarse con independencia de la demanda de los demás bienes. Marshall subraya que ciertos bienes son complementarios (sólo pueden utilizarse en conjunto de acuerdo con una relación técnica fija), y otros son sustitutivos (procuran indiferentemente la misma satisfacción). Tener en cuenta todas estas interdependencias lleva necesariamente a otra función de utilidad y hace más compleja la determinación del óptimo del consumidor. Esa será la perspectiva de Edgeworth en su trabajo del Giornale degli economisti (febrero 1891). A pesar de que Marshall menciona los trabajos de Edgeworth en las reediciones de sus principios se mantiene en su concepción. Él pensaba que las funciones de utilidad generalizadas "podrían tener un gran poder de atracción para los matemáticos" pero añadía "parecen menos adaptadas (que las funciones aditivas) para la representación de la realidad económica diaria”.

La teoría de la demanda planteada arriba parece demasiado restrictiva; aunque parece indispensable generalizarla a un número mayor de bienes Marshall no optó por ese camino, al menos en su obra publicada. Evidentemente, aunque cada bien puede tener una participación muy pequeña y despreciable en el gasto total, el consumo de todos esos bienes si puede afectar la demanda de los demás y la utilidad marginal del consumo. Los principios de Marshall nos ofrecen entonces una visión intuitiva del problema de optimización del consumidor, pero no de su traducción en las distintas funciones de demanda. Marshall, prefirió guiarse por objetivos más pragmáticos y esto no le impidió admitir, por ejemplo, la existencia de bienes sustitutivos o complementarios, e incluso la excepción de los bienes Giffen, todos ellos incompatibles con la teoría expuesta más arriba.

La Teoría de la Oferta:

La oferta de bienes nace de la combinación de servicios productivos por parte de las empresas. Podemos establecer una simetría entre la lógica marshaliana de la determinación de la demanda y la de la oferta de servicios productivos. Así como los consumidores se benefician de la utilidad de los bienes que adquieren los oferentes de servicios productivos soportan desutilidades ligadas a la oferta que proponen, Así como las utilidades crecen a ritmo decreciente las desutilidades crecen a ritmo creciente. En suma, la producción implica costos y sacrificios que en la mayor parte de los casos crecen por unidad producida medida que la producción aumenta.

A esta idea general de la oferta de servicios productivos debe añadírsele otra. Marshall supone que en principio existe todo un abanico de usos posibles para los factores productivos, El trabajador puede elegir su empleador, el capital el sector de su empleo. De ello resulta que los demandantes de servicios productivos compiten por su obtención. Estos servicios irán a quien más les pague y lo haga más rápido y con mayor seguridad. Frente a la utilización alternativa, un principio de sustitución los conducirá naturalmente hacia la rentabilidad más alta y más cierta.

La teoría Marshalliana de la empresa tiene dos aspectos principales. El primero se refiere al modo en que el empresario combina los factores de producción. El segundo a los ajustes que pueden efectuarse cuando se modifican las condiciones de mercado. El primero puede tratarse inmediatamente: los empresarios son racionales y tratan de maximizar sus beneficios bajos restricciones. En tanto prevalecen las condiciones de la competencia, crecen de poder sobre los precios de sus productos y sobre las remuneraciones de los factores. De modo que, para un nivel dado de producción, la racionalidad conducirá a elegir el método menos costoso de producción. El segundo punto, el de las posibles respuestas de una empresa a la modificación de su entorno, es más complejo. Es aquí donde Marshall introduce el tiempo distinguiendo tres, o cuatro, períodos.

El "período de mercado" es un período tan corto que la totalidad de las ofertas es fijas. La empresa no puede responder a un cambio de la demanda ajustando la oferta; será el precio el que se adapte. Este caso es evidentemente analíticamente el más simple: cuando la oferta fija la cantidad la demanda fija el precio. En el "corto período", el tamaño y el equipo de las empresas está dado (es decir su capacidad de producción). Sin embargo son posibles los ajustes de producción, ya que los obreros pueden hacer horas suplementarias o contratar algunos nuevos y comprar las materias primas necesarias. Estos ajustes factoriales permiten aumentar la producción con beneficios cuando crece el precio pero esto se hará sin duda con costes marginales crecientes. En el "período largo", es la capacidad de producción de la empresa la que es variable. En efecto, si el crecimiento de la demanda se mantiene, puede ser ventajoso para las empresas el bajar el conjunto de sus costes y aumentar la capacidad. A estos tres períodos, tradicionales en el análisis Marshallianos, podríamos añadir, apoyándonos en el propio Marshall, un período más largo de tiempo en el que las técnicas de producción se modifican.

A menudo se ha subrayado, y es importante, que estas distinciones temporales no son de "calendario" si no "funcionales". Aun en el caso general y para un sector determinado, el horizonte de corto plazo es más próximo que el de largo plazo, las "duraciones" son fundamentalmente diferentes de una rama a la otra, de una empresa a la otra. Este el marco temporal en el que se desarrolla la teoría de la oferta de Marshall. A continuación nos concentramos en el análisis de la oferta de largo plazo.

La teoría de la oferta de largo plazo:

Para Marshall, la producción está organizada por las empresas, casi siempre negocios familiares, en una permanente pugna por minimizar sus costes de producción modificando sus métodos de producción de acuerdo con el llamada "principio de sustitución". Este principio en Marshall es muy similar a las leyes de selección natural y de supervivencia de los mejores. Las empresas de Marshall no cuentan con libre acceso a las tecnologías de producción disponibles para todos y más bien deben experimentar y probar permanentemente distintas alternativas. La curva de oferta de largo plazo se define, para Marshall, para un estado general dado de los conocimientos científicos y tecnológicos, pero cada empresa debe explorar el modo de utilizar tales conocimientos.

En general, aunque la distinción no es del todo clara en Marshall, pueden identificarse dos casos extremos de la teoría de la oferta a largo plazo. Por comodidad podríamos referirnos a ellos como el caso de la agricultura y el caso de la industria. El primero es mucho más fácil de analizar ya que se trata de un sector en el que los procesos productivos son relativamente simples, no hay o son mínimas las economías internas de escala, los bienes son homogéneos y fáciles de comercializar, etc. El tamaño óptimo de la empresa es pequeño, de modo que existe una elevada competencia y la gestión da poco margen a la innovación de modo que no hacen falta habilidades especiales. A medida que crece el mercado, aumenta el número de empresas idénticas o muy similares a las anteriores.

El precio de oferta de largo plazo de cada bien al que el sector puede abastecer el mercado es justamente el necesario para cubrir los costes de producción en la situación de mínimo coste, de modo que se consiga la adquisición de los insumos productivos necesarios, para inducir la preparación adecuada de los trabajadores que en el futuro remplazarán a los actuales, para sustituir la maquinaria y los demás bienes de capital. El precio de la tierra debe también ser suficiente para prevenir que esta se destine a usos alternativos, etc. En el largo plazo, a medida que crece la producción el precio tenderá probablemente a crecer por la necesidad de atraer al sector factores más escasos, como la tierra. Tal tendencia podría ser mitigada por la sustitución de factores y por la existencia de posibles economías externas debido al aumento de la eficiencia que se consigue, no dentro de cada empresa, sino por la expansión del sector. Sin economías o deseconomías externas la renta total generada por el sector será el área triangular sobre la curva de oferta y bajo la curva de precio. Un resultado que evidentemente no se aplica en presencia de economías externas.

Como en el caso de la demanda, la oferta de largo plazo depende del entorno general en el que se desenvuelve el sector; pero, al igual que en la teoría de la demanda, este entorno no es considerado en detalle por Marshall. Simplemente, se asume que los precios están expresados en dinero con poder adquisitivo constante, lo que no impide considerar la existencia de interrelaciones entre los distintos sectores que Marshall no desarrolla con una teoría más completa.

El caso de la industria, es muy diferente. Los productos son ahora diferenciados, su comercialización es difícil y las empresas deben construir una reputación en el mercado que les permita mantener la conexión con el cliente. También hay, por lo anterior, importantes economías internas de escala en la producción y la gestión de las empresas requiere habilidades especiales y escasas. En su origen las empresas aparecen como negocios familiares, organizados por un fundador excepcional y, en su desarrollo posterior pasa por un ciclo vital de crecimiento, consolidación, auge y decaimiento, a medida que el negocio familiar pasa a manos de las distintas generaciones de propietarios de la misma familia. Aun en el caso de las sociedades anónimas, es muy probable que las empresas maduras caigan en el anquilosamiento y la burocratización. Por todo lo anterior, un sector está formado por una multiplicidad de firmas, de distinto tamaño, con bienes diferenciados y en distintas fases de su ciclo vital.

La curva de oferta de largo plazo no es una simple relación entre un precio único y las cantidades ofrecidas. El precio a considerar es ahora un índice de todos los precios de las distintas empresas del sector. Por supuesto, este precio debe reunir las características del precio agrícola, garantizando la renovación de todos los factores productivos. Pero, además de lo anterior, también debe permitir la renovación constante de unas empresas por otras y, en equilibrio, mantener la distribución por edades de las empresas. Ahora, en el caso industrial, ninguna de las empresas se encuentra en una situación de equilibrio estático.

Las nuevas empresas se establecerán siempre que los beneficios esperados durante todo el ciclo vital justifiquen el coste de oportunidad de la nueva inversión, considerando que en las primeras etapas, mientras la empresa establece su lugar en el mercado, los saldos de explotación serán negativos. Por todo esto, Marshall propone el concepto innovador de la empresa representativa: una parábola que evita el tener que considerar toda la distribución de empresas diferentes que conforman un sector. Por definición, la curva de oferta de largo plazo representará el coste medio de la empresa representativa. Marshall, estaba convencido de que un observador atento podría identificar con facilidad la empresa del mercado asimilable a la firma representativa.

El coste medio y el tamaño de la empresa representativa cambia a medida que crece la producción del sector por dos razones principales. En cuanto mayor sea el sector, es más probable que existan mayores economías externas, disminuyendo el coste de cada empresa particular. En segundo lugar, y más importante, en cuanto mayor sea la demanda, mejores serán las perspectivas para una nueva empresa que desee construir un mercado para su producto y mayor será entonces el tamaño que alcancen las empresas antes de empezar su fase de decaimiento. Por ambas razones, lo más probable es que la curva de oferta a largo plazo sea decreciente, a pesar del coste que supone atraer nuevos recursos y talentos escasos para el sector. Las curvas de demanda derivadas de todos los factores pueden servir para explicar las rentas que estos generan, pero su relación con el excedente total del productor es confusa ya que éste, ya no puede ser representado por un área triangular a partir de la curva de oferta de largo plazo.

Lejos de los esquemas simples de competencia atomística y perfecta, esta forma de concebir la oferta de largo plazo es muy próxima a ideas posteriores de competencia monopolística, desarrolladas algunas décadas después por autores de la escuela de Cambridge e incorporadas sólo recientemente en las teorías endógenas del crecimiento económico. Los bienes son diferenciados y las empresas no son precio aceptantes, ya que cada una de ellas se enfrenta a una curva de demanda decreciente en su mercado particular. Aunque las empresas crezcan rápidamente y puedan aprovechar las crecientes economías de escala, no podrán vender su producto sin construir lentamente una clientela y una reputación en el mercado que permita, a su vez, construir una curva propia de demanda. Todo esto toma un tiempo considerable comparado con la vida de la empresa aunque, en casos excepcionales, el proceso se consolida rápidamente dando lugar a un monopolio o a un número limitado de empresas que interaccionan estratégicamente en un mercado.

Equilibrio de Mercado y Períodos de Análisis:

El intento de Marshall de reconciliar los resultados de la competencia perfecta con los rendimientos crecientes es complejo y problemático. Su concepto de economías de escala externas a la empresa es sin duda innovador pero su análisis está lejos de ser completo. Marshall estaba convencido que numerosas empresas podrían beneficiarse de las economías internas de escala. En ese contexto, la empresa está motivada a crecer con una oferta cada vez mayor a precios más bajos y aumentando al mismo tiempo su participación en el mercado. Por ello, al menos en principio, es esperable que el mercado termine dominado por un número limitado de empresas de gran tamaño. Además, la existencia de economías externas, relativas al sector, acentuará este proceso de concentración: las grandes empresas estarán en mejores condiciones para beneficiarse de ellos que las pequeñas.

Aceptado lo anterior, resulta que Marshall nos ofrece un conjunto de conceptos que terminan por poner en duda, sino por cuestionar claramente, la existencia de la competencia perfecta. A partir de la teoría de la oferta de largo plazo es legítimo preguntarse si debemos aceptar la imposibilidad de la competencia y resignarnos a la aparición necesaria de los monopolios. Además, si hay rendimientos crecientes, qué debemos entender por equilibrio, etc. Marshall rechaza las posibilidades anteriores y encuentra sus razones para ello en su concepto del ciclo vital de las empresas. Las empresas nacen, crecen, se consolidan, decaen y mueren y, en el curso de tal evolución, se encuentran en la imposibilidad de captar indefinidamente las economías externas. Esta es, para Marshall, una ley casi biológica aunque reconoce que las sociedades anónimas pueden ponerla en duda. La comparación que hace Marshall entre la vida de las empresas y el ciclo vital de los árboles en el bosque es esclarecedora al respecto (Principios de Economía Política, p.263): en un momento dado, las economías de escala (internas y externas) de las empresas en pleno crecimiento pueden estar compensadas por los rendimientos decrecientes de la empresas en declive.

Precisamente por ello, es crucial el concepto de empresa representativa: concebida como: "aquella que tiene la existencia normal y el éxito medio, dirigida con habilidad normal y con acceso normal a las economías internas y externas" (p.265) La hipótesis del ciclo vital y su corolario, la empresa representativa, permiten, para Marshall, reconciliar la existencia simultánea de economías internas y externas y del equilibrio competitivo en el largo plazo.

A modo de resumen de la representación de Marshall, puede decirse que la demanda (relacionada con la utilidad) y la oferta (que depende de los costes de producción) determinan los precios, cualquiera que sea el período de análisis: en el mercado corriente, el corto y el largo plazo. Podría añadirse que la existencia de economías de escala no impide en el largo plazo la existencia de un equilibrio competitivo. Utilizando la metáfora célebre de Marshall, puede decirse que "las dos hijas de la tijera" participan en la determinación de los precios y "resulta conveniente discutir si es la hoja inferior o la superior la que corta el trozo de papel, para saber si el valor está determinado por la utilidad o por el coste de producción". Así, "en cuanto más corto sea el período de tiempo que consideremos, mayor atención debemos prestar a la influencia de la demanda sobre el valor y en cuanto más largo sea dicho período, mayor será la influencia del coste de producción sobre el precio.

 

Los neoclásicos no dieron mucha importancia al valor objetivo, absoluto, de las mercancías, su interés se centró en la formación de los precios de las mercancías y de los factores de producción, porque en los mercados libres éstos se situaban por abajo o por arriba del verdadero valor de cambio medido objetivamente, influidos por su utilidad, es decir, por la apreciación subjetiva del consumidor, influida por la magnitud de la necesidad. De esta forma, al decrecer la utilidad en el proceso de satisfacción de la necesidad, también lo hará el precio, cada unidad agregada al consumo, la unidad marginal, tendrá menos utilidad y menor precio. La utilidad marginal será siempre decreciente hasta llegar a cero, cuando la necesidad queda debidamente satisfecha.

Los neoclásicos introducen la sicología en los estudios económicos para conocer la conducta de los consumidores, de los inversionistas, de los administradores de empresas, y tomar las mejores decisiones, disminuyendo el riesgo al mínimo, intentando prever acontecimientos debido a los cambios en la forma de pensar de los consumidores y los empresarios.

El método gráfico es otra aportación neoclásica a la economía, por medio de éste se representan las relaciones entre dos y tres variables, representado los cambios, y las posiciones de equilibrio. Dicen que una gráfica vale por más de mil palabras, y que es mejor ver una vez que oir mil.

La influencia del cálculo diferencial, con la derivada y los cambios infinitesimales en las relaciones entre variables, creó el concepto marginal, las variaciones podían medirse por pequeñas o grandes que fueran, los cálculos serían exactos. La primera derivada del ingreso total sería el ingreso marginal, mostrándonos el comportamiento del ingreso total, su tasa de cambio. La primera derivada del costo total seria el costo marginal, mostrando el comportamiento del costo total, y de nueva cuenta se trata de una tasa de cambio, del ritmo en que crece o decrece la variable del costo. Cuando el ingreso marginal es igual al costo marginal, (Img = Cmg) significa que el ingreso total y el costo total están cambiando a la misma tasa, y la empresa está optimizando sus recursos obteniendo el máximo beneficio, en las condiciones de competencia en que se encuentre.

Los agentes económicos estudiados por los neoclásicos son la empresa y el consumidor, las células del sistema económico, su conducta económica, sus decisiones son determinantes en el comportamiento de la economía. La empresa debe estudiar los determinantes de la demanda y la oferta para actuar en una zona de producción que le permita llegar a su equilibrio, obteniendo el máximo beneficio, que representa la optimización del proceso económico. El consumidor también debe optimizar su ingreso, obteniendo el mayor grado posible de utilidad, de satisfacción, por lo cual, investigar sus preferencias significa caminar sobre seguro para vender más y obtener mayores beneficios.

El análisis neoclásico se basa en modelos simplificadores de la realidad, apoyándose en la abstracción teórica y experimental. Los modelos matemáticos, cuya interpretación estadística permite obtener conclusiones válidas para el mundo real, son representados por un sistema de ecuaciones e incógnitas, convirtiendo a la economía en una ciencia experimental donde los resultados por determinados cambios podían ser observados, ayudando a tomar las mejores decisiones. La abstracción teórica da el soporte científico, utilizando el método deductivo a través de la argumentación y la interpretación de las conclusiones, formulando hipótesis, y teorías capaces de predecir y explicar correctamente.

 

LOS GRANDES PENSADORES NEOCLASICOS

 

La escuela neoclásica se puede dividir en tres corrientes independientes, la escuela austriaca, la escuela inglesa y la escuela matemática:

La llamada escuela austriaca, está representada por Carl Menger (1840-1921), Eugen Von Bohm-Bawerk (1851-1914) y F. Von Wieser (1851-1926). La escuela matemática, conocida también como la escuela de Lausana, por la ciudad suiza, fue representada por León Walras (1834-1910) junto con Wilfredo Pareto (1848-1923). En la escuela inglesa, conocida también con el nombre de Cambridge, surgieron, Alfred Marshall (1834-1910) y Stanley Jevons (1835-1882).

William Stanley Jevons(1835-1882), nacido en Liverpool, es uno de los fundadores de la Teoría de la Utilidad Marginal(Umg), llega a ser profesor de la universidad de Londres, y casado con la hija de un importante editor se convierte en uno de los pensadores más influyentes de su tiempo. El enfoque de Jevons es considerado como sicológico y hedonista, relacionando la actividad económica con el placer y el dolor, aumentar el primero y disminuir el segundo era lo importante. Considera que los hombres tratan de satisfacer sus necesidades con el mínimo de esfuerzo. La utilidad es definida como la cualidad de satisfacer una necesidad, y varía en sentido inverso a la escasez, mientras más abundante es un bien su utilidad es menor y, mientras más escaso es ese bien, su utilidad es mayor.

León Walras(1834-1910), francés, hijo de un profesor de filosofía del Colegio Real de Caen, también interesado en la economía, aporta la aplicación de las matemáticas a la economía, demostrando que es posible usarlas en la teoría económica porque es un método útil de razonamiento ordenado y secuencial, que proporciona técnicas que expresan las relaciones económicas en forma simple. La economía es una secuencia de mercados interdependientes, en los que la oferta, la demanda, y el precio se influencia entre si.

Carl Menger(1840-1921), nacido en Galicia, estudio en la universidad de Cracovia, fue profesor de la universidad de Viena, y es el fundador de la escuela austriaca, utiliza la sicología para investigar temas económicos. Desarrolla el aspecto teórico sobre la formación de los precios a partir de la investigación de las necesidades humanas. Con respecto a la utilidad dice que lo más importante no es la utilidad en general de los bienes, sino la utilidad de un bien específico para una necesidad en concreto, la fuente del valor económico es la relación entre una necesidad y los bienes disponibles.

Alfred Marshall(1842-1924), el más destacado de los neoclásicos, representa a la escuela inglesa, estudió en el Colegio de St. John de la Universidad de Cambridge, y fue profesor de matemáticas en Clifton School y en Cambridge, continuó, a la muerte de sus iniciadores, el análisis de la utilidad marginal(Umg), usó el método matemático, el álgebra y la geometría para mostrar y teorizar sobre las relaciones económicas exactas entre las diferentes variables definidas. La principal obra de Marshall es Principios de Economía.

Marshall mostró a la economía como una disciplina fructífera, con la capacidad de predecir y explicar el proceso económico por medio de hipótesis, teorías, y leyes, y organizó a la Asociación Británica de Economistas.

El enfoque de Marshall tiene relación con la ética, hace consideraciones sobre la población de más bajos ingresos, tratando de enseñar economía a los empresarios para mejorar las condiciones de vida de todos, la economía debería terminar con la pobreza como uno de sus principales objetivos. También considera que el sistema de libre empresa es sano y eficiente.

El método del equilibrio parcial como un instrumento sistemático de investigación y análisis, es una de las tantas aportaciones de este pensador. En el análisis del valor y la distribución, sostiene, al igual que sus antecesores, que la naturaleza humana se mueve en torno al placer y al dolor, e intenta medirlos con fines de precisión teórica. La economía es una ciencia que estudia la conducta de los agentes económicos cuyas decisiones tendrán un efecto.

Marshall dio más importancia a la oferta que sus colegas dedicados al estudio de la demanda, considera que la oferta y la demanda son como las dos hojas de un tijera, es inútil discutir cuál de las dos es la que corta; sí detrás de la demanda están los consumidores, la utilidad marginal, reflejada en los precios de demanda de los compradores; detrás de la oferta está el esfuerzo de los productores, y el sacrificio marginal, reflejados en los precios de oferta. El análisis del excedente del consumidor fue iniciado por este pensador, utilizado para demostrar los efectos de los impuestos sobre las mercancías.

La Teoría Austríaca del Capital

 

Tratándose de la teoría del capital, y más generalmente de la remuneración de los factores, hay dos teorías contrapuestas, que podemos denominar la economía del desvío y la economía de la sincronización. La primera es la de la Escuela Austríaca representada por Eugen Böhm-Bawerk (1851-1914) y descansa sobre la noción de período de producción poniendo en evidencia la doble naturaleza del capital: el volumen invertido y la duración de la inversión. Esta concibe entonces el capital como un conjunto de bienes inmovilizados durante un cierto tiempo en un desvío de producción. En esta teoría, como veremos, la tasa de interés está determinada por el rendimiento marginal del desvío de producción más largo que da lugar a beneficios. En cuanto al salario, es la remuneración, en la forma de bienes de subsistencia, de la contribución de los trabajadores a la producción de bienes futuros y corresponde a la productividad marginal del trabajo en el proceso de producción de duración óptima.

La economía de sincronización es la de la escuela americana, representada por J. B. Clark (1847-1938). Esta trata el capital como un fondo de valores permanente, lo que permite razonar en una economía en que la regla es la sincronización de insumos y productos. Esta teoría involucra un principio general de determinación de las remuneraciones de los factores capital y trabajo según sus productividades marginales.

E. Böhm-Bawerk (1851-1914): Capital e interés En Capital and Interest (1884) y la Teoría Positiva del Capital (1889), Böhm-Bawerk se consagra al estudio de la naturaleza y la medición del capital así como a las razones de su existencia y la determinación de su remuneración (el interés). Estas cuestiones podrían parecer un tanto técnicas, sino estrechas, pero Böhm-Bawerk hace de ellas los problemas centrales de la economía política. El primer objetivo por tanto es el de ofrecer un análisis preciso del papel del capital en la economía. Vimos antes que los fisiócratas sólo consideraban un factor de producción (la tierra). En cuanto a los clásicos y a Marx, ellos pensaban que el trabajo era el factor determinante. Böhm-Bawerk, a su vez, retoma el problema. Él cree que la tierra y el trabajo son efectivamente dos factores de producción "originales", ya que la oferta de tierra es fija y la de brazos depende de decisiones que se toman por fuera de la esfera económica. En cuanto al capital, este es un factor producido con la ayuda de los factores originales. Contrariamente a estos últimos resulta de decisiones económicas.

Por qué utilizar capital?

El capital se utiliza porque conduce a métodos más productivos de producción: una cantidad igual de factores originales produce una mayor cantidad de un bien dado cuando ejercemos la opción de transformar una parte en capital. Entonces, el capital aparece entonces como un bien intermedio, un desvío de producción que aumenta la productividad física de los factores originales. Pero el capital también produce valor. En un proceso productivo que utiliza capital, el valor del producto final es superior al de los factores originales utilizados para su producción.

Este desvío de producción pone claramente en evidencia el papel del tiempo. El capital no es solamente un intermediario funcional, es también un intermediario cronológico. De modo que, según Böhm-Bawerk, "el capital no es nada más que el conjunto de bienes intermedios que aparecen en proceso alargado de producción".

En esta definición aparecen también las características del capital: su naturaleza física y, por lo tanto, heterogénea, y su función de intermediario que explica las etapas, y en consecuencia la duración del proceso productivo. Doble dimensión entonces del capital: la de la inmovilización material durante cierto tiempo. El capital no puede definirse sin tener en cuenta esta doble dimensión. Veremos como nuestro autor trata esta cuestión.

Para Böhm-Bawerk, la experiencia de la vida práctica enseña que los métodos prolongados son más productivos que los directos. Sin duda no tendremos dificultad en admitir este postulado. Pero Böhm-Bawerk va mas lejos. Él plantea tres principios que también para él se derivan de la experiencia práctica. El primero es que el aumento de la productividad está directamente relacionado con la prolongación del proceso productivo. El segundo es que tal aumento se consigue con tasas decrecientes. El tercero es que el desvío de producción no se puede prolongar sin capital suplementario y que, inversamente, todo capital suplementario prolonga el proceso de producción.

Evidentemente, es posible contestar estos principios. Por ejemplo, como hace Böhm-Bawerk, apelando a la experiencia práctica, es posible concebir que la productividad aumente con inversiones de capital que abrevian la duración del ciclo de producción. Böhm-Bawerk rodea esta dificultad considerando que el capital se reduce al capital circulante. Como dice Blaug. "La función del capital circulante no es la de cooperar con el trabajo en la producción, sino la de mantener el trabajo en el intervalo entre la utilización de insumos y la aparición del producto final"(p.587). Si imaginamos, excluyendo la tierra por simplicidad, un proceso de producción que utiliza un flujo periódico de trabajo, en este caso prolongar la duración del proceso de producción significará más capital circulante sobre el conjunto del período. Simplificando aun más, como hace Böhm-Bawerk, y suponiendo que la economía se reduce a un único sector de producción de bienes de consumo, el capital se compondrá simplemente de bienes de subsistencia que deben darse por adelantado a los trabajadores y de un stock de bienes semielaborados de consumo de diferentes generaciones.

Como quiera que sea, utilizar capital es rentable. Además el capital se remunera por el tipo de interés. De esto surgen dos cuestiones: por qué existe el tipo de interés positivo y cómo se determina.

Sobre la primera cuestión, Böhm-Bawerk adelante tres razones para explicar la existencia de un tipo positivo de interés. La primera es que los individuos prefieren un bien inmediatamente disponible al mismo bien disponible con certidumbre en el futuro. Los bienes son por tanto menos apreciados en cuanto más alejada sea su disponibilidad. La segunda razón es la miopía de los agentes económicos que les conducirá a subestimar sus necesidades futuras. Böhm-Bawerk atribuye esta miopía a la falta de imaginación, a una voluntad limitada y a la certidumbre y brevedad de la existencia. Estas dos razones son de carácter simétrico. A la subestimación de las necesidades futuras que constituye la segunda razón, la primera permite ver una sobrestimación de los recursos futuros.

Además, en ellas está el fundamento de "la preferencia por el presente de los individuos". La consecuencia es que todos aquellos que deseen obtener bienes presentes más allá de sus ingresos deberán pagar un "agio" (interés), en tanto que, a la inversa, no aceptarán a renunciar a su consumo presente en beneficio de su consumo futuro salvo que reciban una compensación en forma de interés. Podría pensarse que estas dos primeras razones de orden psicológico, explican que el comportamiento de los empréstitos esté inversamente relacionado con el tipo de interés y que, inversamente, el de los prestamos lo esté directamente. Este segundo aspecto es particularmente importante: tenemos en él el fundamento de la teoría neoclásica del ahorro (el ahorro es función creciente del tipo de interés).

La tercera razón de la existencia del tipo de interés reside en la superioridad técnica de los bienes presentes sobre los bienes futuros. En efecto, los bienes presentes se pueden invertir ahora, en tanto que los bienes futuros solo lo pueden ser mañana. Pero, si como hemos visto aceptamos con Böhm-Bawerk de hacer depender la producción de la duración del desvío de producción, de ello resultará que la producción obtenida de bienes presentes invertidos será siempre superior a la producción obtenida de las mismas inversiones realizadas más tarde. Por esta razón, los bienes presentes se prefieren a los bienes futuros. El interés representa el valor de esta preferencia; es el precio a pagar por obtener del hoy las inversiones que no podremos obtener mañana, y que serán por eso más productivas. Esta tercera razón explica entonces porque existe una demanda de crédito para financiar las inversiones y porqué esta se relaciona inversamente con el tipo de interés.

El Período óptimo de producción y el tipo de interés.

Habiendo establecido estos elementos fundamentales, es posible determinar el desvió óptimo de producción y el tipo de interés asociado, a condición de precisar el concepto de "período medio de producción".

Tratándose de medir el capital debemos tener en cuenta su doble dimensión: volumen y duración. Esta idea en efecto es anterior a Böhm-Bawerk. Jevons, en la Teoría de la Economía Política, ya lo definió como un stock en un momento dado, como la "cantidad de capital situado" que es igual al stock que multiplica la duración de la inmovilización de los elementos que lo componen. Pero Böhm-Bawerk es más preciso que Jevons, la solución que propone es la del período medio de producción

Supongamosn bien de consumo que se produce con un desvío de producción de t períodos a través de aplicaciones sucesivas de entradas de trabajo y por una entrada final de trabajo en el presente (t=0). Por ejemplo:




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T

Pasado

Presente

Períodos

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Enviado por:Leidy
Idioma: castellano
País: Venezuela

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