Historia
Historia de Roma Antigua
ÍNDICE
1. ESTRUCTURA SOCIAL Y POLÍTICA
ANTECEDENTES DE ROMA
Roma tuvo su origen en un pueblo del grupo indoeuropeo: los Latinos. Ya hemos hablado de los pueblos indoeuropeos en un capitulo precedente; ahora nos detendremos en las instituciones romanas, desde sus origines.
ESTRUCTURA SOCIAL Y POLÍTICA
La primera estructura social y política de los Latinos fue la familia: el padre (pater familias), la esposa (unidas al padre de familia por el rito sagrado de la torta), los hijos, las esposas de los hijos, los hijos de los hijos, y las hijas no casadas. De la agrupación de algunas familias del mismo tronco, surgieron las gens, y de un conjunto de familias surgieron las tribus. La familia esta formado por los más próximos (agnados), pero a medida que la familia se extiende se forma la gens o raza de un tronco común, integrada por la familia propiamente dicha (adnati) y por los gentiles, todos aquellos procedentes del mismo antepasado.
¿Como se produce la unión de los diversos grupos, sea de gens o de tribus? Cada grupo tiene un punto común de encuentro, generalmente para el culto religioso (aunque no exclusivamente a tal fin), punto que constituye el embrión de las civitas (ciudades).
LA CIUDAD
La fundación de Roma se atribuye a tres tribus: los Ramnes, los Ticios y los Lúceres. Estos tres grupos fundaron la llamada Roma Quadrata en el Monte Palatino. Otra ciudad fundada por otro u otros grupos en el Quirinal, se unió a la Roma Quadrata, surgiendo así la civitas llamada Roma.
A los primeros ciudadanos romanos se les llama Patricios o Patres, porque o bien son padres de familia (Pater familias) o bien son hijos de padres de familia vinculados a la obediencia paterna (los hijos varones no alcanzaban la condición de Padre de Familia hasta que el padre moría y se independizaban, pero se daba por descontado que alcanzarían esta condición). Los hijos de los Patricios, al cumplir 17 años (más tarde la edad fue rebajándose hasta los 14 años) adquirían la condición de ciudadanos plenos (con tal motivo celebraban una festividad en que dejaban de vestir la toga praetexta propia de los muchachos y se colocaban la toga virilis, propia de los hombres), pero continuaban sujetos a la potestad del padre hasta que este moría.
A los patricios corresponde el derecho pleno de ciudadanía: forman el pueblo y son de entre los habitantes los de clase social más elevada. Sus derechos eran: el sufragio, el desempeño de los cargos públicos políticos o religiosos, el derecho a asignación de tierras públicas, los derechos civiles propios de las gens (tutela, sucesión, potestad), el derecho de contraer matrimonio con otros miembros de las gens, el derecho de patronato, el derecho de contratación (el único que se extendía también a los no patricios libres) y el derecho a hacer testamento (el conjunto de estos derechos constituía el ius quiritium o ius civitatis). Como deberes citaremos: el servicio militar, y el deber de contribuir con ciertos impuestos al sostenimiento del Estado.
EL REY
Gobierna Roma un rey, representante de la institución monárquica, al que corresponde todo el poder (imperium) y dicta las ordenes (dictador), el cual era elegido entre el pueblo como jefe de una gran familia política (magister populi). Auxilian al rey los lictores, alguaciles que le precedían en sus actuaciones con el hacha y las varas. En su ausencia los poderes administrativos correspondían a un delegado (Praefectus urbis). Si el rey no designaba sucesor los ciudadanos designaban en el interregno, por un periodo de cinco días, a un Ínter rex, y después se elegía un nuevo rey, o bien se designaba un nuevo Ínter rex por otros cinco días con facultad de designar nuevo jefe.
EL SENADO
Frente al rey se erige la institución del Consejo de Ancianos (Senatus) para contrabalancear a la institución real.
Los primeros senadores son los representantes designados por cada gens. Tienen carácter vitalicio. Como el número de gens es invariables (las sucesivas familias surgen siempre de un tronco común y por tanto se integra en alguna de las gens existentes) también es invariable el número de senadores.
No obstante había una excepción: cuando un senador moría el rey estaba facultado para nombrar un sustituto temporal (hasta la designación del sustituto designado por la gens). La costumbre del nombramiento real, acabo concediendo a la institución regia la elección de los Senadores.
El Senado era un órgano meramente consultivo, pero como emanación del pueblo, el rey consideraba sus propuestas, y lo convocaba a menudo. Sus reuniones se celebran en el Comitium (Foro) en una sala llamada Bule.
DIVISIONES DE LA POBLACIÓN ROMANA. AS GENS Y LAS CURIAS
La división de la población se hacia desde las gens:
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10 gens constituían una Curia.
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10 Curias constituían la Civitas.
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El sistema decimal esta presente en otros aspectos de la sociedad romana:
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Cada gens contribuía con diez soldados de infantería (miles), uno de caballería (eques) y un senador.
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En las ciudades sometidas por Roma se establecía un Consejo de Cien Ancianos (Centumviri), cada uno de los cuales era el cabeza de diez casas (diez casas = una gens), de donde surge la denominación de decuriones.
El sistema decimal pues rige en la sociedad romana, aunque, si bien al principio debieron responder a una realidad, con el tiempo derivaron en una mera división teórica: pronto fue inexacto hablar de Curias con diez gens al introducirse nuevas familias, que aumentaban el numero de gens de las Curias existentes y más tardes el número de Curias. Tampoco correspondía a cada decurión el mando sobre diez casas. En cambio la aportación al ejercito se mantiene básicamente. Así pues, al pasar los años, los números primitivos dejan de corresponderse con la realidad pero se mantiene la tradición y así las gens y familias son aumentadas o divididas por “decreto”, pero la realidad se impone y la división deja de ser geométrica e inflexible.
Así, cuando el número de Senadores quedo fijado en trescientos, no quiere decir que existieran trescientas gens, sino que entre todas las existentes (cuyo número podía ser mayor o menor) se designaban trescientos senadores. Las Curias dejan de ser diez para pasar a un número indeterminado (luego 30), cuyo conjunto forma la ciudad. También los tres mil infantes y trescientos caballeros que formaban el ejercito salían del conjunto, y no considerando cada gens (así unos aportaban más y otros menos). La misma situación se reproduce en las ciudades sometidas a Roma.
Las Curias (diez gens) constituyeron muy pronto la base de la ciudad. Las Curias se reunían en una Asamblea dirigida por el Curio, y en presencia de un sacerdote (Flamen Curialis). El reclutamiento y los impuestos se hizo desde muy pronto sobre la base de las Curias.
Los miembros de las Curias eran los ciudadanos que votaban, y a las votaciones se las llamaba “Comicios Curiales”, celebrándose las votaciones por separado en cada Curia. Normalmente se celebraban comicios el 24 de Marzo y 24 de Mayo de cada año.
LOS COMICIOS
Las decisiones en Roma se adoptaban en los Comicios, es decir en las votaciones de las Asambleas.
Los comicios más antiguos son los Comitia Calata, convocados por el rey para solemnizar ciertos actos religiosos.
Los comicios políticos eran aquellos en los que votaba la población organizada en Curias (inicialmente una curia eran diez gens). Se convocaban el 24 de Marzo y 24 de Mayo y cuando el rey lo consideraba conveniente. Decidían sobre la elección de monarca, asuntos políticos importantes y la concesión del derecho de ciudadanía. El convocante presentaba una propuesta y los ciudadanos de la curia con derecho (probablemente un voto por cada padre de familia) la votaban. Cada Curia era un voto y se precisaba el de 16 curias (de un total de 30) para la aprobación.
CIUDADANOS PLENOS. ONORARIOS Y CLIENTES
Junto a los ciudadanos plenos (Patricios, entendiéndose como tal los cabezas de familia y sus hijos varones), estaban los ciudadanos “honorarios”, invitados de otras ciudades que renunciaban a su antigua ciudadanía y aceptaban la ciudadanía honoraria romana. También estaban los clientes de los Patricios y los esclavos.
El grupo de los clientes estaba formado básicamente por esclavos liberados por sus amos Patricios, y que después de su liberación permanecían vinculados (ellos y sus descendientes) a su antiguo amo (y a sus herederos), quien ejercía sobre ellos cierta tutela y proteccionismo paternalista, a cambio de ciertos servicios y lealtades. En este grupo se integraron también algunos extranjeros (habitantes de ciudades derrotadas a los que no se permitía residir en su ciudad pero tampoco habían sido declarados esclavos, y que constituían como un grupo cliente de toda la ciudad de Roma) y exilados sujetos al patronazgo de un Patricio.
LOS IMPUESTOS
Existían diversos tipos de impuestos:
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Uno de ellos, llamado la Moenia (de “muros”) consistía en prestaciones en las fincas reales, en edificios de la ciudad y en obras publicas. La palabra moenia ha quedado como sinónimo de una prestación.
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Otros impuestos concretos eran percibidos por el rey:
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El que perdía un pleito pagaba una parte del valor del litigio (Sacramentum).
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Los colonos que no tenían la ciudadanía romana (llamados aerarii) pagaban una renta.
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Existía un impuesto sobre las aduanas marítimas.
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Se pagaba un impuesto por los dominios públicos, sobre todo consistentes en zonas de pasto de ganados (scriptura).
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Y devengaba también impuesto el arriendo de tierras del Estado (vectigalia).
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Además, en casos urgentes, se imponía a la ciudad un tributum, es decir una contribución extraordinaria, el cual era reembolsable en tiempos más favorables.
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EL EJERCITO
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PATRICIOS Y PLEBEYOS
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LA CONSTITUCIÓN DE SERVIO TULIO Y LAS NUEVAS DIVISIONES DE POBLACIÓN. LAS TRIBUS
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1ª clase: Los que por sus posesiones aportaban una armadura (classici). Correspondía esta clase a los que poseían un heredium en pleno dominio (la mitad de las tierras romanas correspondían a los heredium poseídos en pleno dominio, mientras la otra mitad se había ido fraccionando por sucesivas particiones hereditarias o por ventas; un heredium era una finca rústica cuya extensión mínima era de veinte yugadas, es decir cinco hectáreas y cuarenta centiáreas, o sea que la medida romana de la yugada era equivalente a 2.700 metros cuadrados). Iban armados con lanza (hasta), yelmo (galea), coraza (lorica), escudo (clipeus) y polainas (ocreae), Esta primera clase debía comprar y mantener un caballo de donde fueron llamados Equite es decir caballeros.
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2ª clase: Los que poseían tres cuartos de heredium (o sea al menos 40.500 metros cuadrados).
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3ª clase: Los que poseían la mitad de heredium (al menos 27.000 metros cuadrados).
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4ª clase: Los que poseían un cuarto de heredium (al menos 13.500 metros cuadrados).
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5ª clase: Los que poseían un octavo de heredium (al menos 6.750 metros cuadrados).
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EL CENSO
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EL DERECHO
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LA JUSTICIA
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Los Duoviri Perduellionis para la insurrección.
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Los Quaestores paricidii para el asesinato.
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Unos funcionarios especiales, llamados los Tres Viri Nocturni se ocupan de las cuestiones relacionadas con incendios nocturnos, policía de seguridad y vigilancia de ejecuciones.
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La tortura solo puede aplicarse a los esclavos.
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La detención preventiva es la norma general.
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A los testigos falsos se les arrojaba desde una altura.
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A los ladrones de mieses se les colgaba.
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A los incendiarios se les quemaba vivos.
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Existía el derecho de recurso (provocatio). El indulto correspondía al pueblo.
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El que se arrodillaba ante un sacerdote de Júpiter no podía ser apaleado en veinticuatro horas.
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El que entraba encadenado en su propia casa debía ser desatado.
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El criminal que al dirigirse a una ejecución se tropezaba con una vestal (virgen especie de sacerdotisa), era perdonado.
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LA PROPIEDAD Y LOS CONTRATOS
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LA RELIGIÓN
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DIOSES ROMANOS
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LOS SACERDOTES. AUGURES. PONTÍFICES Y FECIALES
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PRACTICAS RELIGIOSAS. SANTUARIOS Y TEMPLOS
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DIOSES EXTRANJEROS
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AGRICULTURA
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INDUSTRIA
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COMERCIO
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MEDIDAS Y PESOS
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MEDIDAS DE SUPERFICIE
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MEDIDAS DE LONGITUD
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MEDIDAS DE PESO
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MEDIDAS DE SÓLIDOS Y LÍQUIDOS
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Modius (1 modius = 8,754 litros).
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Semodii (0,5 modius o 4,377 litros).
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Congius (3 congius = 1 modius).
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Hemina (igual a medio sextarius, o sea 32 hemina = 1 modius; o 1 hemina = 0,274 litros).
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Acetabalum (un cuarto de hemina o sea 128 acetabalum = 1 modius o 1 acetabalum = 0,068 litros).
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Cyathus (192 cyathus = 1 modius).
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Se mantuvieron el quartarii (64 quartarii = 1 modius; o 1 quartarii = 0,137 litros) y el sextarius (16 sextarius = 1 modius o 1 sextarius = 0,547 litros).
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El congius, el sextarius, y el cyathus eran medidas de líquidos, y las dos últimas servían también para los sólidos.
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LA UNIDAD DE CUENTA
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EL CALENDARIO
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LA ESCRITURA
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FIESTAS ROMANAS
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LA REPÚBLICA
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EL CONSULADO. LOS CÓNSULES Y EL DICTADOR
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DELEGACIÓN DE FUNCIONES. LEGADOS. QUESTORES. PROCÓNSULES. PROCUESTORES Y PROPRETORES
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SACERDOTES Y PONTÍFICES
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LOS PLEBEYOS EN LAS CURIAS
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COMICIOS CURIALES Y COMICIOS CENTURIADOS
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Actos formales o que interesan solo a particulares.
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Recibir juramentos de fidelidad de cónsules y dictadores.
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Autorizaciones para testar (Adrogación).
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La elección de cónsules y senadores y después también otros magistrados (si bien, algún tiempo después, la elección de cuestores, ediles y otros magistrados inferiores paso a los comicios por tribus).
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La declaración de guerra y aprobación de acuerdos de paz.
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La admisión o rechazo de leyes.
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Las apelaciones en causas criminales.
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EL SENADO REFORMADO
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Religiosos.
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Elección de magistrados extraordinarios.
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Resolución de conflictos entre magistrados.
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Cuestiones de policía.
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Algunos casos criminales que comportaban pena capital, cuando el acusado era perdonado, o era conmutada su sentencia, o bien era liberado.
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Cuestiones militares.
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Cuestiones financieras.
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Negociaciones con Estados extranjeros y firma de tratados después de la paz. El Senado debía aprobar los cambios territoriales pactados por los Cónsules u otros magistrados con el enemigo.
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LOS PUBLICANI
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LA TIERRA
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LOS POSEEDORES
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ESTABLECIMIENTO DEL TRIBUNADO
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EL TRIBUNADO. OS TRIBUNOS
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Podían permitir a un plebeyo sustraerse al servicio militar.
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Podían impedir que un plebeyo fuese arrestado por deudas.
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Podían demandar a través de los alguaciles (Viatores) a cualquier ciudadano romano, incluyendo a los Cónsules y altos magistrados hasta entonces exentos de responsabilidad en el ejercicio de su cargo.
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NUEVA DIVISIÓN POR TRIBUS (DISTRITOS)
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LOS PLEBISCITOS
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LOS DECENVIROS Y LA CONSTITUCIÓN DE LAS DOCE TABLAS
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LOS CENSORES Y LOS CUESTORES
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ELECCIONES
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LOS CAMPESINOS Y LA TIERRA. L TRIBUTUM
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LAS LEYES LICINAE-SEXTIAE
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Las funciones judiciales fueron atribuidas a un Pretor, que sería patricio.
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Los asuntos de mercados, policía y fiestas cívicas, atribuidas a los ediles curules, en principio patricios, pero a cuyo cargo pronto tuvieron acceso los plebeyos.
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LA TIERRA Y LOS IMPUESTOS
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LA ARISTOCRACIA
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LAS ASAMBLEAS
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PÉRDIDA DE ATRIBUCIONES DEL CONSULADO. LOS PRETORES Y DICTADORES
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MAGISTRATURAS CURULES. LA CENSURA. LOS TRIBUNOS DEL PUEBLO
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EL ORDEN SENATORIAL
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LAS COLONIAS
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LOS ALIADOS DE ROMA. LOS LATINOS. EXPANSIÓN TERRITORIAL
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LOS DEDITICIOS
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LA MARINA ROMANA
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LAS CIUDADES DEPENDIENTES DE ROMA
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EL GOBIERNO DE ITALIA. LOS CUESTORES. LOS MAGISTRADOS DE LAS CIUDADES. EL LATÍN
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LA CENSURA AUMENTA SU PODER
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LA MONEDA
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EVOLUCIÓN DE LA LEY
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NUEVOS DIOSES
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MODIFICACIONES EN EL EJERCITO
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LA GRAN PROPIEDAD
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EL COMERCIO
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LA CONCENTRACIÓN DEL CAPITAL
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POLICÍA. VÍAS PÚBLICAS
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NUEVAS MODAS
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LOS JUEGOS
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LIBROS
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MODIFICACIONES EN EL CALENDARIO
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ROMA: RESUMEN DE CARGOS E INSTITUCIONES DE LA REPÚBLICA
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EL SENADO
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LOS COMICIOS
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DERECHO DE CIUDADANÍA
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EJERCITO
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IMPUESTOS
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Moenia: prestaciones en fincas del Estado, de hecho inexistente con la República.
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Sacramentum: pago de una parte del valor del pleito por el perdedor del mismo.
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Renta de los Aerarii: Renta pagada por los colonos sin derecho de ciudadanía.
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Aduanas: Impuesto sobre las Aduanas marítimas.
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Scriptura: Impuesto sobre los pastos comunales del Estado, de hecho desaparecido.
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Vectigalia: Percepción del Estado sobre las tierras del mismo concedidas en arriendo.
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Tributum: Impuesto reembolsable extraordinario para casos de guerra.
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Manumisiones: Impuesto establecido después que gravaba la liberación de un esclavo con el 5% de su valor.
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LOS CÓNSULES
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LOS TRIBUNOS DEL PUEBLO
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LOS CENSORES
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LOS CUESTORES
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EL PRETOR
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TRIUNVIROS NOCTURNOS
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EL PREFECTO
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LOS EDILES CURULES
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LOS PLEBISCITOS
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La penetración romana en Hispania
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LAS DESTRUCCIONES
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ANÁLISIS DE LA DESTRUCCIÓN
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LA RENOVACIÓN IMPERIAL (284-410)
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DIOCLECIANO Y SUS SUCESORES
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LAS REFORMAS DE DIOCLECIANO
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CONSTANTINO
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EL TIEMPO DE DIOCLECIANO Y CONSTANTINO
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SOCIEDAD EN EL SIGLO IV
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SUCESORES DE CONSTANTINO
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CONSTANTINO II
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CONSTANTE
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MAGNENCIO
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CONSTANCIO
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JULIANO
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JOVIANO
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VALENTINIANO
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GRACIANO
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MÁXIMo
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VALENTINIANO II
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EUGENIO Y ARBOGASTO
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TEODOSIO
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HONORIO Y ESTILICÓN
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SIGLO IV
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LA POLÍTICA IMPERIAL
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Actitud social
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Las cargas que conlleva el ejercicio de cargos públicos, que exigen una fianza, y ciertas inversiones para la elección y para mantener el "status". Estas cargas son lo primero de lo que tratan de descargarse los ricos en un periodo de crisis.
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La necesidad de una mayor dedicación a sus actividades para evitar el empobrecimiento. Los esclavos y trabajadores rinden poco, el consumo ha disminuido y se precisa toda la atención del amo para evitar descensos dramáticos de producción emparejados a descensos de las ventas.
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La política militar defensiva oficial, que repugna a esta clase burguesa, muy acomodada con la añorada paz anterior, aunque en el fondo comprenden la necesidad de tal política y son quienes mas tienen que perder de no realizarse.
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La hostilidad de la población a las personas que ejercen algunos de estos cargos, que conllevan impopularidad (abastecimientos, impuestos, fiestas) y serias dificultades para cumplir el cometido.
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La presión fiscal a que ha de someterse a la población; como el Estado ha agotado sus fuentes de ingresos, aumenta alarmantemente la presión fiscal, y deja a los cargos públicos entre dos fuegos: la orden de recaudar (de la que ellos mismos no están eximidos) y las dificultades de la gente para pagar.
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El bandidaje
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Mejoría en la situación económica
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La población de las ciudades
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Los curiales (generalmente medianos propietarios, comerciantes, funcionarios, o ejercientes de ciertos oficios bien remunerados), que no pueden desvincularse de su condición, y que constituyen una clase media tendiente a la proletarización.
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Los pequeños propietarios, que han podido mantenerse libres de deudas (al menos de deudas importantes) y han conseguido evitar la perdida de sus tierras, constituyendo un grupo social poco numeroso y con tendencia a ser absorbido por los grandes propietarios. Viven en la ciudad al ubicarse sus tierras no muy lejos de ella.
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Los comerciantes, que gracias a la comercialización de ciertos productos locales, o de otros importados de gran demanda, han conseguido sobrevivir a la crisis, y a menudo enriquecerse (lo cual intentaban disimular para no ascender a la clase de los curiales, mucho más gravosa).
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Los artesanos, ejercientes de los diversos oficios , clase también reducida, pero algunos de cuyos miembros han logrado enriquecerse, mientras otros se mantienen a duras penas. Es de destacar que ciertos oficios fueron declarados hereditarios, con lo cual el que los ejercía no podía liberarse de ello, aun no siendo rentable.
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Y finalmente la clase más baja, formada por algunos oficios marginales (prostitutas, adivinos) y por jornaleros o braceros del campo, al servicio de aquel que les ofrezca un salario (generalmente en especie).
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El campo
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Los artesanos, que trabajan en su oficio para el señor a cambio de un salario en especie, de conservar una parte de su producción y de la asunción por el amo de las cargas y obligaciones tributarias.
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Los colonos, que cultivan la tierra para su señor y le ofrecen servicios personales, a cambio de conservar parte de la cosecha para uso personal y de la asunción por el amo de las cargas y obligaciones tributarias. Proceden de tres grupos distintos: los campesinos sin tierra a los que el propietario ha confiado una porción a cambio de la cosecha; los campesinos con tierra que cedieron temporalmente la propiedad de la misma al amo conservando el usufructo sobre el uso de la totalidad de la tierra y sobre parte de sus frutos; y los campesinos con tierra que entregaron la propiedad de la misma al amo, recibiéndola después en arriendo perpetuo a cambio de gran parte de la cosecha.
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Los braceros, contratados para trabajos eventuales para los que es necesaria más mano de obra, a cambio de un salario en especie. Generalmente se les contrataba durante los periodos de recogida de la cosecha, o eventualmente para formar milicias.
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Y los esclavos, en numero muy reducido, y cuya condición tiende a asimilarse a la de los colonos, si bien un esclavo no tiene libertad personal o jurídica, y a cambio de su trabajo reciben solo la manutención.
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Las aldeas
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Las pequeñas ciudades
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Los Fundus
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Las montañas
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Los Potentes
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Los magnates
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Los curiales
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Los comerciantes.
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Los artesanos de los fundus
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En el ramo de la administración, los escribientes (encargados de llevar la administración).
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En el ramo de la construcción y mantenimiento, los albañiles (que construían las edificaciones y las reparaban, haciendo además de marmolistas, picapedreros y demás actividades propias de la construcción antigua, seguramente con la excepción de cristaleros, aunque probablemente el cristal era un elemento muy escasamente utilizado en Vasconia).
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En el ramo de las telas y similares, los fabricantes de vestidos y calzados, los hiladores y tejedores, los bataneros (que desengrasaban y enfurtían los tejidos) y los teñidores.
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En el ramo de las pieles y el cuero, los curtidores y en general trabajadores de las pieles y del cuero, talabarteros (encargados de cinturones y correajes) y guarnicioneros (encargados de los elementos para los animales, sobre todo para los caballos, pues los arreos aun no se habían inventado).
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En el ramo de la madera, los carpinteros y talladores (fabricaban muebles, herramientas de madera, estacas, etc.) y los leñadores.
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En el ramo del metal, los herreros y forjadores.
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En el ramo del mimbre, los cesteros (que fabricaban cestos, pero también sombreros, sillas y otros objetos).
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En el ramo del barro, los alfareros.
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En el ramo de la alimentación, los encargados de la carne, las hortalizas, los productos derivados de los cereales, los forrajes, la leche, los huevos, los quesos, la miel (apicultores), la cera y los intestinos de los animales (mondongueros), los despenseros, los molineros (encargados de moler el pan), los panaderos (encargados de hacer el pan) o los tahoneros (encargados de moler y hacer el pan), y los encargados del vino.
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En el ramo de la limpieza, los jaboneros o encargados de fabricar jabón.
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En algunas haciendas podía haber medico, adivino y maestro.
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Los artesanos de las ciudades
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Los pequeños propietarios
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Los campesinos sin tierra
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Los colonos
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Pagar una renta anual normalmente en especie.
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Prestar servicios personales al Dominus.
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Reintegrar al Dominus el importe del tributo personal.
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Ocasionalmente prestar servicio militar.
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La milicia y los funcionarios
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Los servicios públicos
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LA DESTRUCCIÓN DE LA ESTRUCTURA SOCIAL ROMANA EN EL SIGLO IV
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LA CRISTIANIZACIÓN
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PRIMEROS PASOS DEL CRISTIANISMO
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EL CRISTIANISMO BAJO CONSTANTINO
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LA IGLESIA EN EL PODER DEL IMPERIO
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RETROCESO DEL CRISTIANISMO
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RENACIMIENTO DEL CRISTIANISMO
Como hemos visto integraban el ejercito tres mil infantes y trescientos caballeros.
Los trescientos caballeros (centuriae flexuntes o centuriae celeres) del ejercito (Legio), estaban bajo el mando de tres tribunos de la Caballería (Tribuni Celerum). El jefe supremo de la Caballería era el Magister Equitum.
Las divisiones de infantes también estaban mandados por tres tribunos de la Milicia (Tribuni Militum). El jefe supremo de la infantería era el rey.
Desde el principio de Roma, los Patricios y sus familias constituyen el primer eslabón social. Estos patricios poseían esclavos, probablemente muchas veces en gran número. Los Patricios están en la base de la fundación de Roma y por tanto son ciudadanos romanos.
Más tarde el derecho de ciudadanía se extiende a las llamadas minores gentes, es decir a los que procedentes de otras ciudades o dentro de la misma ciudad sin ser patricios, adquirieron la ciudadanía romana.
Junto a los Patres y las Minores gentes, están los llamados “habitantes” (incolae), es decir aquellos que pueblan la ciudad pero no tienen derecho de ciudadanía. Básicamente los habitantes están formados por los clientes de los Patricios (casi todos antiguos esclavos liberados o sus descendientes, pero también habitantes de ciudades derrotadas y exilados sujetos a patronazgo de un patricio), a los que se sumaban algunos extranjeros establecidos en Roma con sus familias, sin derecho de ciudadanía, a los que se llamaba los hospitium.
El numero de clientes es muy importante, y los lazos de dependencia se aflojan al cabo de algunas generaciones (o bien la familia Patricia se extingue). Pasado el tiempo los incolae (clientes y hospitium) constituyen una clase social, la Plebe, y sus integrantes son los llamados plebeyos.
El tiempo consolidó pues dos clases sociales: los Patricios y los Plebeyos, que marcaran la historia de la Roma republicana.
El rey Servio Tulio estableció que el servicio al ejercito y el pago del tributum (cuando por razones de urgencia se impusiere) no afectaría solo a los ciudadanos personalmente, sino que se tendría en cuenta sus propiedades: Todos los ciudadanos que cultivan un dominio (Adsidui) o lo poseen (Locupletes), sean o no ciudadanos romanos, están obligados a la prestación del servicio militar. Los designados para cumplir las tareas militares se elegirían entre una nueva división por propiedades. Así los soldados (entre 16 y 60 años) serían distribuidos en cinco clases (classes):
El armamento de las clases sucesivas era cada vez más ligero. Tras las cinco clases estaban los que no poseían nada (capite censi) que colaboraban en la milicia como carpinteros, herreros, músicos, etc. Por cada 80 soldados de 1ª clase, debían salir 20 de clase 2ª, 20 de clase 3ª, 20 de clase 4ª y 28 de clase 5ª.
Los soldados eran movilizados para la campaña, y terminada esta eran licenciados. En cambio los caballeros permanecían en el ejercito de forma continuada, y sus integrantes salían de las familias de ciudadanos con mayor riqueza.
Las diversas clases formaban la población susceptible de actuar militarmente y se reunían en Asamblea, en los llamados Comicios Centuriados (Comitia Centuriata).
A fin de facilitar las levas la constitución de Servio Tulio dividió la ciudad en cuatro circunscripciones territoriales llamadas tribus, cada una con una población similar.
Los soldados fueron divididos en dos categorías: los jóvenes (juniores) entre 16 y 25 años; y los veteranos (seniores), de más de 25 años.
Se estructuraban en Legiones, formando una legión 3.000 soldados (classes) y 1. 200 auxiliares (Velites), Las legiones operaban en formaciones constituidas por filas de soldados: las cuatro primeras filas estaban integradas por soldados con armadura completa (hoplites), Una legión (4.200 hombres) se dividía en centurias (hasta un total de 42). Casi la mitad de los hombres de una Legión disponían de armadura completa (el número de hoplites era de 2.000 por cada legión). Otros mil hombres eran soldados de 2ª y 3ª clase. El resto, los auxiliares (Velites) eran soldados de 4ª clase (en número de 500) y de 5ª clase (en número de 700).
En una legión había 1.050 hombres de cada una de las cuatro “tribus” en que se dividía la ciudad; y en las centurias, cada tribu aportaba 25 hombres.
En esta época Roma disponía normalmente de cuatro legiones (dos de ellas en campaña y dos de guarnición). Cada legión contaba con trescientos caballeros.
Todo lo que los soldados ganaran en la lucha, fueran muebles o inmuebles, pasaba al Estado romano.
Este sistema de reclutamiento en razón de los bienes poseídos, hizo necesario establecer un censo de propiedades y transmisiones, que se revisaba cada cuatro años. Un efecto inmediato fue el de dividir a la sociedad Romana: a la división ya existente entre Patricios y Plebeyos, se añadía ahora la división entre propietarios (los que tienen tierra, sean ciudadanos o no) y proletarios (es decir los que crían hijos, mayoritariamente plebeyos, pero también con algunos ciudadanos arruinados o desposeídos por sucesivas particiones).
El censo se hacía cada cuatro años. Al año siguiente se hacían sacrificios (Lustrum) y los encargados del censo o censores resignaban su cargo.
La jurisdicción se concentra en la ciudad, y en la fase monárquica en el Rey, que tiene su “Tribunal” y ordena (ius) en los días establecidos (dies fasti) sentándose en la llamada Silla Curul (Sella Curulis) auxiliado por los alguaciles (lictores), y frente a las partes litigantes (rei).
Algunos delitos tienen jueces especiales:
La pena capital era aplicable a quien alterara la paz pública, y por otros delitos, Tenia varias formas:
Se daban además algunos tipos especiales de indultos:
Las penas aplicadas más frecuentemente eran las multas (pagadas con la entrega de bueyes u ovejas) y el apaleamiento.
Los juicios civiles eran juzgados por el rey o por un comisario designado por este. La reparación se verificaba a menudo por vía de transacción, y si no había acuerdo la pena (poena) era fijada por el juzgador.
En caso de robo el ladrón podía pagar una reparación satisfactoria. Si no podía o era irreparable el ladrón se convertía en esclavo del robado. En los casos de injurias se concertaba una indemnización. En los casos de lesiones podía reclamarse el Talión (es decir provocar el mismo daño).
Según el derecho romano la propiedad, fuera mueble o inmueble, era esencialmente transmisible entre vivos (ínter vivos) o a causa de muerte (mortis causa).
En las transmisiones por causa de muerte la herencia recaía por partes iguales sobre todos los hijos, y una parte igual a la de cada hijo para la viuda. Un hijo no podía ser desheredado arbitrariamente. Por ello los testamentos se hacían con consentimiento del pueblo. Solo el voto popular podía autorizar al testador a que no dejara la herencia en partes iguales para sus hijos y cónyuge. Pero más adelante se estableció la posibilidad del fideicomiso consistente en la transferencia de las propiedades a un tercero para que este las distribuyera, a la muerte del testador, conforme a la voluntad que este le hubiera expresado.
La propiedad no estaba sujeta a más limitaciones que las servidumbres impuestas (derechos de paso, de pasto, etc.). En caso de deuda la propiedad era entregada en prenda al acreedor que debía administrarla como propia pero bajo palabra de no poder enajenar (fiducia) hasta cumplido el plazo fijado para la devolución del importe de la deuda; si el importe era devuelto, el acreedor debía devolver la propiedad, pero si no la adquiría en plenitud.
Los contratos con el Estado se conciertan por obligaciones de los ciudadanos y podían tener fiadores (praevides). El contrato de esponsales (un padre promete a su hija en matrimonio) en caso de ser incumplido, supone una indemnización a pagar por el padre.
La venta (mancipatio) se realiza con entrega del bien y el precio simultáneamente y ante testigos, y entonces es perfecta. Si no se cumplían los términos acordados el infractor debía satisfacer a la otra parte lo mismo que si hubiera hurtado la cosa.
El préstamo es también la entrega de una suma ante testigos y la obligación (nexum) de quien lo recibe de devolver el capital más los intereses (que en general eran un 10% anual). Si la deuda era con el Estado y el deudor incumplía, sus bienes eran vendidos. Si la deuda era a un particular, la reclamación de este (vindiciae) debía ser examinada previamente.
Cada litigio examinado exigía un deposito previo (Sacramentum) que perdía la parte condenada y era equivalente al 20% del valor del litigio. El deposito era adjudicado a los sacerdotes para sacrificios públicos. La parte perdedora tenía treinta días para el pago de la prestación o de la deuda reclamada; si no lo hacía, se pasaba a la vía de ejecución y se le obligaba a pagar salvo que aportara nuevos testigos que justificaran su derecho (vindex). Si se obstinaba en no pagar o no podía hacerlo. se convertía en esclavo. pero durante un periodo de sesenta días la sentencia quedaba en suspenso por si alguien se compadecía de el y pagaba la deuda. en cuyo caso quedaba libre. Si nadie se compadecía y pagaba, el vencedor del juicio lo recibía en propiedad, y podía matarlo, venderlo como esclavo en el extranjero o guardarlo para si (en tal caso, al pasar a ser esclavo, esta condición se transmitía a sus descendientes), pero siempre para usarlo fuera de los muros de Roma. Más tarde desapareció el paso a la esclavitud en favor del acreedor, y aquel que no podía o no quería pagar era encarcelado en las llamadas Lautumiae (cárceles).
El Estado ejercía la tutela de los menores y de los incapaces.
Los esclavos podían ser manumitidos, esto es liberados. La liberación podía ser privada (en cuyo caso el amo tenía derecho a retractarse y recobrar al esclavo), o pública (en cuyo caso era perpetua e irrevocable).
Los romanos disponían de numerosos dioses. De ellos citaremos solo a los principales:
Júpiter o Jovis (dios principal del cielo resplandeciente) y su compañera Juno (diosa del nacimiento y de la prole), Marte (dios de la guerra), Jano (dios del acceso a la casa), Vesta (diosa del hogar). Los Penates (dioses de la despensa). Los Silvanos (genios de los bosques y las selvas). Los Lares (genios de la casa), Hércules Itálico (dios de la alquería cultivada en paz, más tarde dios de la buena fe), Vertumno (dios del año y sus estaciones), Saturno (dios de la Sementera), Ops (dios de los Campos), Flora (diosa de las flores), Bellona (diosa de la guerra), Terminus (dios de los limites), Juventus (dios de la juventud), Salus (diosa de la salud), Fides (diosa de la fe), Concordia (diosa de la concordia), Fors (diosa de la Fortuna), Las Camoneae (diosas de las fuentes) y Dea o Ceres (diosa de la fecundidad).
El primer rey romano, Rómulo, fue elevado a la categoría de dios, con el nombre de Quirino y este dios era el principal junto a Júpiter y Marte, más tarde sustituidos por la triada Júpiter, Juno y Minerva, ya con influencias exteriores (eran los dioses de Latinos, Etruscos y Sabinos respectivamente).
Existían además dioses negativos: Vejovis, Laverna (diosa de los ladrones), dioses del aire pestilente, de la fiebre, de las enfermedades y otros, También existían los fantasmas (Lémures) que despertaban un gran temor en el pueblo.
Para las actividades humanas existían dioses muy específicos:
Así el campesino invocaba al dios del barbecho, al de la labor, al de los surcos, al de las sementeras, al de los enterramientos de simientes, al dios de escardar, al de segar, al de trillar, y al de encerrar el trigo en los graneros (entre los dioses agrícolas citemos a Runcina, Messia, Tutulina, Terensis, Tellumo vervactor, Tellumo obarator, Tellumo occator, Tellumo Messor, Tellumo convector, Tellumo promitor, etc. ). Los ganaderos disponían también de divinidades propias: Bubona (que velaba por los rebaños de bueyes), Epona (que velaba por las yeguadas), Pales (que velaba por los rebaños de carneros), Flora y Silvanus (dioses tutelares de los pastores), Puta y Pomona (diosas tutelares de jardineros y hortelanos) etc.
También tenían dioses específicos el matrimonio, el nacimiento y otros actos de la vida.
Así los Numina eran los dioses o genios protectores del nacimiento y desarrollo del hombre: Educa y Pontina eran los dioses del comer y del beber; Cuba el dios de guardar la cuna; Ossipago el dios robustecedor de los huesos; Carna, el dios que fortalecía la carne; Statanus el dios que enseñaba a tenerse en pie; Abeona y Adeona las diosas que enseñaban a andar; Fabulinus, Farinus y Locutius los dioses que enseñaban a hablar; Terduca el dios de la escuela; Domiduca la diosa que lo llevaba a casa; Mens, Catius, Consus y Sentia eran los dioses de la comprensión; Voleta y Stimula eran los dioses de la voluntad; Pollentia, Peragenor, Praestrana y Strenia eran los dioses que daban fuerza para ejecutar los actos, etc.
Los Numina de la vivienda familiar eran los Forculus (que guardaban las puertas). Los Limentinus (que guardaban los umbrales), Cardea (de los goznes), etc.
Los romanos creían que las almas de los muertos (las manes) bajaban como sombras donde estaba el cuerpo del difunto, y después volvían al fondo de los abismos, sin comunicación con el mundo de los vivos.
Existían diversas organizaciones religiosas para cada divinidad, con sus correspondientes sacerdotes:
Así al dios Marte correspondía el Flamen Martialis (sacerdote de Marte), mientras que los jóvenes que bailaban y cantaban la danza de las armas eran los Salii (saltadores o Salios), El dios Quirino tenía también su sacerdote (Flamen Quirinalis) y un grupo de jóvenes danzantes (Salii Colini); estaban también los hermanos de los Campos (Frates Arvales) encargados de pedir en el mes de Mayo los favores de la diosa de la fecundidad Dea o Ceres, los sacerdotes encargados de la vigilancia de los fuegos sagrados de cada curia (Flamines curialis), los sacerdotes de la tribu de los Ticios, etc.
Se celebraban diversas festividades, destacando la fiesta del lobo (Lupercalia) en honor al dios de los socorros Faunus, y en que los danzantes eran los Luperci; la fiesta de Hércules, con las cofradías de los Poticianos y los Pinarianos; la de Júpiter Capitolino (cuyo sacerdote era el Flamen Dialis y tenia carácter vitalicio). Las fiestas en honor de Roma estaban presididas por seis vírgenes llamadas Vestales. La fiesta de Marte se celebraba del 1 al 23 de Marzo; la fiesta de la diosa Tellus (diosa de los campos sembrados) era el 15 de Abril y se llamaba Fordicida. El 19 de Abril eran las fiestas de Ceres (Cerialia) y el 21 de Abril era la fiesta de la Parilia, dedicada al dios de los rebaños Pales. Otras fiestas eran las Vinalia (23 de Abril). Las Robigalia (25 de Abril), las Saturnalia (17 de Diciembre), las Compitalia y otras. La principal fiesta romana eran los Juegos (Ludi Romani o Ludi maximi o Ludi Magni), costumbre importada de Etruria.
Los sacerdotes principales (Flamines maiores) eran los dos sacerdotes de Marte y el de Júpiter, y se elegían entre las mejores familias de la ciudad. Para su mantenimiento los diversos templos disponían de tierras propias, y contaban además con los ingresos procedentes de los depósitos judiciales.
Los sacerdotes (Flamines) tenían por objeto el culto. Junto a ellos estaban los adivinos (Augures) que interpretaban el vuelo de las aves y otros signos considerados como signos enviados por los dioses (lo que les permitía retrasar ciertos actos si declaraban que los auspicios no eran favorables, y hasta podían lograr la anulación de votaciones, lo que les hacía muy influyentes). Y finalmente estaban los Pontífices (literalmente los constructores de puentes) que formaban el calendario, los días de fiesta, los días propicios, las solemnidades, los días de culto y los destinados a la justicia, y concedían la palabra en reuniones y otros actos. Con el tiempo los pontífices fueron los guardianes supremos del culto y sus anexos. El Colegio de los Pontífices era elegido entre personajes respetados por todos.
Otra institución vinculada a la religión era la de los Feciales o Mensajeros del Estado, que perpetuaban por tradición oral los tratados concertados con otras ciudades, emitían dictámenes sobre violaciones y sobre derechos relativos a los tratados.
En la religión romana no se practicaban los sacrificios humanos, salvo en casos de criminales.
A los dioses se les dedicaron santuarios (Aedicula) y Templos (Templum), y en algunos de ellos se encontraba la estatua del dios correspondiente.
La maldición religiosa (sacer = excomulgación) tenía fuerte incidencia en la vida del ciudadano romano. La maldición la lanzaban los dioses contra el que incumplía ciertas normas: el marido que vendía a su mujer, o el padre que vendía al hijo; el hijo o la nuera que herían al padre o al suegro; el patrono que violaba la fe jurada al huésped o al cliente. Independientemente de la pena civil correspondiente, los pontífices lanzaban el anatema, que aunque era cuestión privada influía moralmente en las personas que creían ciegamente en ello. El anatema público. más infrecuente. causaban gran conmoción en la población.
La religión romana dictaba para los difuntos la necesidad de incineración.
A la religión romana de los primeros tiempos se fueron añadiendo cultos y dioses extranjeros: Los Lascivus, genios buenos, de origen etrusco; Minerva, diosa de la Memoria, la razón, el calculo y la invención, también de origen etrusco; Castor y Polux (dioses de los navegantes); Esculapio (dios de la salud); Mercurio (dios del comercio); Liber (dios del vino); Plutón (dios de los Abismos); Proserpina (la que hace germinar); Diana (diosa de la caza); Neptuno (dios del mar), Vulcano (dios de los rayos), Apolo o Aperta (dios bienhechor que cura las enfermedades) y otros.
Los agricultores eran el núcleo de la sociedad romana. Al principio los romanos poseían la tierra en usufructo y su riqueza (pecunia) se medía por los rebaños, y los ahorros personales eran el peculium (haber en ganado). Más tarde se introdujo la propiedad privada de la tierra.
Las primeras tierras de los romanos se llamaban heredium de herus (dueño), y en un principio no superaban las dos yugadas (5.400 metros cuadrados), aunque aparte estaban la casa, las cuadras, la barbechera y los pastos. Estas pequeñas porciones de tierra pronto fueron superadas y si en algún caso se mantuvieron fue para los cultivadores antiguos de las ciudades dominadas, pero no para los ciudadanos romanos.
Las tierras de Roma se incrementaban periódicamente con aproximadamente un tercio de las tierras que se quitaban a las ciudades vencidas. Además los vencidos debían cultivar los dos tercios restantes para contribuir a las cargas y servicios como propietarios no ciudadanos. El tercio que correspondía a Roma (ager publicus) era traspasado en parte a ciudadanos romanos.
Cuando se sometía o fundaba una ciudad (o colonia) se hacían las asignaciones de tierra. En el ager publicus se formaban las colonias con ciudadanos romanos como propietarios de al menos veinte yugadas, y de hecho se consideraba no rentable una propiedad de menos de siete yugadas (entre 17.640 y 18.900 metros cuadrados). El cultivo principal eran los cereales y las leguminosas. Más tarde se introdujo la vid, y aun más tarde se llego a las viñas y se importo el olivo. Como arboles frutales destaca la higuera.
Los campesinos araban la tierra con su familia. Los arados eran tirados por bueyes. Solo los campesinos que poseían muchas tierras usaban esclavos o jornaleros. Los rebaños eran apacentados en pastos comunales. Al trabajo sucedía el descanso: cuatro veces al mes, cada ocho días (Nonae) el campesino detenía su actividad y se dedicaba a las compras en la ciudad y otros asuntos. Las fiestas se hacían después de la sementera de invierno, y el descanso duraba entonces un mes tanto para el amo como para el esclavo y los animales (se llamaba a esta fiesta las Paganalia derivación de pagus o sea campo).
Para que las tierras no amenguasen, las bodas se hacían frecuentemente entre la misma familia. Los coherederos continuaban en general administrando la heredad en indiviso, y no fueron frecuentes las grandes particiones. La costumbre perduro, e incluso a fines del Imperio los fundus tenían el nombre de un solo propietario. A menudo el Estado atribuyó tierras a estos copropietarios evitándose así la partición al cabo de pocas generaciones.
La adquisición de tierras por algunos propietarios, las escasas particiones, y las herencias de otras ramas familiares extinguidas, llevaron a la existencia de algunas grandes propiedades. En estos casos el dominio era parcelado, quedando una parte para el propietario que los cultivaba (a menudo por medio de esclavos) y el resto mediante parcelas cedidas en usufructo a parientes (hijos del Pater familias generalmente), clientes o esclavos. Si el usufructuario era libre el arriendo duraba el tiempo que estimaba el arrendador, que la poseía en un estado similar al llamado más tarde precario; en caso de que el propietario deseara poner fin a la cesión no había forma legal de oponerse, si bien en contrapartida a menudo el usufructuario no pagaba censo por el uso, y eludía frecuentemente las prestaciones establecidas mediante entrega de una parte de los frutos (lo que le aproximada a la condición de arrendatario, sin serlo al no existir un termino para la utilización). Al depender del amo la continuación del uso de la parcela, el lazo de clientela se acentuaba.
El gran propietario estaba unido a la gleba como el campesino. Era una aristocracia agraria y no una nobleza ciudadana. Su casa estaba donde su hacienda (aunque poseía alojamiento en la ciudad, donde acudía periódicamente para arreglar sus negocios o para pasar el verano).
La masa de los proletarios se componía de los antes citados precaristas, hombres libres de familias decadentes (con derecho de ciudadanía), de ciudadanos de ciudades sometidas, o bien clientes o esclavos liberados. Los campesinos libres de ciudades sometidas actuaban a menudo como jornaleros, aunque muchos poseían su porción de terreno. Cuando los campesinos de ciudades sometidas eran convertidos en esclavos, lograban obtener frecuentemente su libertad y se convertían en precaristas. El conjunto de campesinos libres pero no propietarios llego a ser muy numeroso y proporcionaba al Estado un núcleo de gente siempre dispuesta para la colonización en las tierras sometidas, En las ciudades sometidas la mayoría de los campesinos eran propietarios y libres, siendo rara la esclavitud salvo allí donde todos los antiguos ciudadanos habían sido declarados esclavos de Roma. Los esclavos de los ciudadanos romanos provenían generalmente de las capturas de enemigos en las guerras; en su mayoría eran altivos y se hacía difícil lograr que obedecieran; al ser buenos trabajadores se les asignaban tierras como precaristas, y como ya hemos dicho era frecuente que se les acabara liberando.
Los pastos eran comunales y propiedad del Estado, pero solo podían disfrutarlos los ciudadanos romanos, siendo la excepción el disfrute por no ciudadanos, aunque fueran propietarios.
Al principio las industrias se organizaron en Roma en siete ramos de actividad o gremios: los músicos, los plateros, los cobreros, los carpinteros, los tintoreros, los alfareros, los zapateros y los bataneros. Los hilados correspondían a las mujeres.
Más tarde se incluyeron en los gremios los médicos y los panaderos, y después los herreros y otros oficios.
Para el comercio se organizaban mercados periódicos, uno cada nona o sea cada ocho días, llamados Nundinae. Existían otros mercados periódicos como ferias, llamados Mercatus.
Al principio el pago de grandes cantidades se hacía en bueyes y carneros (1 buey = 100 ases = 10 carneros; 1 carnero = 10 ases), el bronce (aes) fue también adoptado como tipo de cambio (de donde aestimatio). Como productos importados, junto a algunos de escasa incidencia en la población y limitados a los altos círculos del Estado (las joyas de oro, el cristal fundido, los objetos de alabastro, los huevos de avestruz pintados, las perlas de vidrio o de ámbar, los perfumes, los adornos, telas, púrpura, marfil e incienso) estaban los de uso común entre los que citaremos: los vasos de cobre, los cántaros (amphora o ampulla), las copas (crátera), el aceite, la gula (commissari), la artesa (obsoninium), la masa (massa) y otros comestibles (lucuns, placenta, turunda), los platos (patina), la grasa (arvina), el cuero (lorum), y otros.
Los romanos pesaban, contaban y medían en libras (peso = libra), ases (todo = as), pies (pes), todos divididos en doce unidades (un as = doce unciae). Sin duda los romanos optaron por el sistema decimal (aun vigente) por los dedos de las dos manos (un uno es un dedo, el cinco la mano abierta y el diez las dos manos cruzadas, I-V-X), El uso del sistema duodecimal fue seguramente por los doce ciclos lunares.
Medida de superficie era el actus o acta geodésica (equivalente al trabajo de mediodía) y el jugerum (de jugum = yunta o yugo, que equivalía al trabajo de un día completo). Un actus era equivalente a 120 pies cuadrados. Aunque teóricamente medidas de superficie eran más bien medidas de trabajo.
Inicialmente la medida de longitud era el pie dividido en doce partes.
Más tarde por influencia griega, se cambiaron la unidades (persistiendo solo las de superficie) y el pie romano que era 24/25 partes del griego, fue igualado a este. El pie siguió dividido en doce partes, pero también se introdujo la división en cuatro partes (palmus), y en dieciséis pulgadas (digitus).
Inicialmente la medida era la libra dividida en doce partes. Los pesos se pusieron también en concordancia con los griegos y cuatro libras romanas pasaron a valer tres minas áticas.
No se conocen los nombres primitivos de las medidas de los sólidos.
Las medidas de los cuerpos fueron tomadas también del griego:
Ya hemos señalado que la unidad inicial de cuenta era el as dividido en doce onzas.
El primitivo calendario romano fijaba la duración de los meses en 29 días, 12 horas y 44 minutos con meses lunares de 29 o 30 días. El mes era la fracción mayor, y el día la menor, aunque después se dividió en horas.
Los romanos consideraban que se iniciaba un día a medianoche. Al establecerse el año (de annus = anillo) le fijaron una duración de 10 meses, pero más tarde, por influencia griega, se paso al año de 12 meses, con 368 días y ¾ de otro, con meses de 30 y 29 días alternativamente, y cada dos años un año con 13 meses, ajustándose progresivamente el sistema suprimiéndose o agregándose días. Así se estableció un año que comenzaba en primavera (en el mes dedicado a Marte, o sea el mes Martius = Marzo), luego seguía el mes que se abre (Aprilis = Abril), el del crecimiento (Majus = Mayo) y el del florecimiento (Junius = Junio). Luego los meses seguían por orden del quinto al décimo: Quinctilis (Julio), Sextilis (Agosto), September (septiembre), October (Octubre), November (Noviembre) y December (Diciembre); seguía el mes de apertura de los trabajos agrícolas (Januarius = Enero) y el mes de las purificaciones (Februarius = Febrero). Si se añadía otro mes, este no tenía nombre pero se le llamaba Mercedonius por estar consagrado a la paga.
Con los progresivos reajustes se fijaron meses de 31 días (Marzo, Mayo, Julio y Octubre), de 28 días (Febrero, que cada cuatro años tenia 29 días) y de 29 días (los demás), intercalándose un mes de 27 días cada dos años. Así el primer y el tercer año del ciclo tenían 355 días cada uno; el segundo año 383 días; y el cuarto año 382 días, o sea en total 1.474 días. Cada mes se dividía en semanas de entre 4 y 9 días; la segunda y cuarta semana del mes eran de 8 días, la tercera de 9 días salvo en Febrero que eran 8 y en el intercalar que eran 7) y la primera semana era de 6 días en los meses de 31 y de 4 en los demás.
El anuncio de la duración de la primera semana se llamaba anuncio de las Calendas y a las semanas de nueve días el noveno día se llamaba Nonae o Nonas; al primer día de la tercera semana se la llamaba Idus o Ides.
A cada periodo de cinco años se le llamaba lustro debido a que se hacían sacrificios (Lustrum) el año después de la revisión del censo que era cada cuatro años.
Roma introdujo el actual alfabeto, importado de los griegos de Sicilia y perfeccionado después.
Se escribía con una tachuela en bronce (scribere) o se pintaba (linere) sobre hojas vegetales (folium), sobre cortezas (liber) o maderas (tabula, album), y más tarde sobre cobre y sobre lienzos.
La palabra escritura procede de scriptura, que era la marca que se hacía al ganado que se enviaba a pastar.
Ya hemos señalado algunas de las fiestas que celebraban los romanos, pero vamos a detenernos brevemente en su desarrollo.
La principal fiesta romana (Ludi maximi o Ludi Magni, es decir los Grandes Juegos) empezaba con una procesión tras la cual iban las imágenes de los dioses y detrás los guerreros; seguían las comparsas de bailarines (Ludii) con túnicas rojas (y los hombres adultos con cascos y armaduras, los adolescentes con pieles de ovejas; después venían los músicos (el colegio de los Músicos o Collegium Tibicinum era tan antiguo como el de los Salii o saltadores danzantes, pero tenía una consideración inferior).
Esta fiesta se celebraba en otoño, al regreso de las tropas en campaña, y era una fiesta para celebrar la victoria.
En el carnaval popular (Saturae) se usaban mascaras. La música se hacía con flautas (Tibia).
En las fiestas se celebraban combates y carreras de carros. Los vencedores recibían una palma como corona lo cual era considerado un gran honor, y un romano se enterraba siempre con las palmas o coronas ganadas.
También destacaba entre las diversas fiestas la de los Manes, dedicada a los muertos.
Todas las fiestas tenían un desarrollo similar, cada una con sus particularidades.
En circunstancias históricas poco claras, que no podemos entrar en detallar, la monarquía romana fue abolida el 509 a. C. y sustituida por la República. Característica del cambio fue que la administración de la ciudad y sus distritos rurales quedó regulada en el derecho de apelar al pueblo (ius provocationis) contra cualquier decisión de un magistrado concerniente a la vida o al estatuto jurídico (asput).
La administración ejecutiva quedo dotada de Imperium o poder omnímodo el cual tenía un origen religioso que arrancaba del propio dios Júpiter.
Abolida la monarquía, sus funciones fueron ocupadas por dos magistrados anuales, llamados Colegas (Cónsules, literalmente los que saltan juntos) con iguales plenos poderes cada uno. Todos los cargos de la República (magistraturas) eran ejercidos por funcionarios (magistrados) en cuyo escalafón superior se situaban los Cónsules.
Su fecha de entrada en funciones era variable, no siendo habitual la fecha de 1 de Marzo (inicio del año), pues en general al concluir su mandato justo al año de su nombramiento, sus funciones se prolongaban unos días hasta la ceremonia de renuncia, formal, oficial y solemne.
El cónsul, al terminar su función, estaba sometido a la Ley.
Los reyes disponían del derecho de hacer cultivar sus tierras mediante prestaciones impuestas a los ciudadanos, y los no ciudadanos eran de hecho clientes de los monarcas. Estos dos derechos desaparecieron, y ya no fueron poseídos por los cónsules.
En materia judicial, en los delitos que comportaban multas fuertes o penas corporales, el rey debía juzgar al acusado, y decidía si tendría derecho a apelación y al indulto. La Ley Valeria (509 a. C. = 245 de Roma) obligaba a los cónsules a conceder la apelación a todo condenado con penas corporales o con la pena capital, salvo que la sentencia hubiera sido dictada por tribunales militares. Más tarde (hacia el 451 a. C. = 303 de Roma) la obligación se extendió a las multas fuertes.
Eventualmente, siempre en casos graves, las funciones de los dos cónsules podían ser asumidas por un único magistrado, con el titulo de Dictador, funciones que se ejercían por seis meses o menos. Un dictador ostentaba el poder de cualquiera de los cónsules, pues estos disponían de todo el poder individualmente, y aunque podían repartirse las funciones, también podían ejercerlas en su totalidad cada uno de ellos. El Dictador se diferenciaba en que no tenía el contrapoder que representa un magistrado con idénticas funciones.
Los Cónsules eran Patricios. Si algún cónsul tenía la osadía de enfrentarse a su clase, los sacerdotes (también Patricios) podían crearle muchas dificultades, además de que su magistratura podía ser suspendida nombrándose a un Dictador. Por otra parte, su corto periodo de magistratura, al final de la cual volvía a ser un simple ciudadano que debía obedecer a los nuevos magistrados, le impedían de hecho cualquier decisión contraria a su clase. Pero para más seguridad se estableció la costumbre de que las decisiones de los Cónsules debían ser refrendadas por el Senado, permitiendo a este controlar todos los tratados políticos, la administración, la división de tierras públicas y en general todos los actos que trascendían más de un año; incluso el Tesoro Público no puede ser tocado por el cónsul, o en su caso por el Dictador, sin permiso del Senado. La administración de las arcas del Estado fue confiada a dos funcionarios permanentes (Cuestores), nombrados por los cónsules pero sujetos a las ordenes del Senado.
En los casos de guerra los cónsules podían delegar el mando del ejercito en un lugarteniente que ostentaba sus funciones como Legatus (Legado).
En la administración de la ciudad los cónsules tenían prohibido delegar ciertas funciones, mientras que para otras estaban obligados a designarlos. Así los cónsules debían delegar los juicios civiles, los asuntos criminales, la administración del Tesoro (como ya hemos visto confiada a dos Cuestores) y la administración de los archivos públicos.
En cambio en el ejercito era frecuente la designación de delegados: Procónsules (Pro-consule), Propretores (Pro-praetore) y Procuestores (Pro-quaestore).
Los cónsules “aconsejaban” en la elección del sucesor, suponiéndose que de hecho imponían a su candidato. No obstante la elección formal correspondía a las Asambleas Curiales.
El nombramiento de los sacerdotes, antigua función de la monarquía, correspondió desde el inicio de la República al Colegio de los Pontífices (que tuvo también la jurisdicción sobre las sacerdotisas de Vesta), El Colegio también designaba al Pontifex Maximus, un Pontífice Supremo que tomaba ciertas medidas domesticas y disciplinarias que convenía fueran adoptadas por una sola persona.
Una vez abolida la monarquía las curias, formadas por patricios y plebeyos (es decir aquellos que tenían ciudadanía romana y aquellos que no la tenían, con exclusión por tanto de los esclavos y los extranjeros) mantuvieron sus atribuciones legislativas.
Desde el 493 a. C. (261 de Roma) la plebe, reunida en Asamblea, pudo emitir un voto regular, perdiendo importancia las Asambleas de Curia donde los patricios y plebeyos se reunían conjuntamente.
No obstante, inicialmente, los Comicios Curiales conservaron la importancia que tenían con la monarquía.
Pero los Comicios Curiales perdieron atribuciones en favor de la nueva división por ciudadanos sujetos al servicio militar o Centurias (llamados Comicios Centuriados). Así hubo un fraccionamiento de las funciones de los Comicios o Asambleas Curiales en favor de los Centuriados.
Los Comicios o Asambleas Curiales conservaron las siguientes funciones:
A las Asambleas o Comicios Centuriados correspondió:
Las votaciones en los Comicios Curiales eran igualitarias. Cada padre de familia un voto. La admisión de los plebeyos había dado la mayoría a las capas humildes. Por esto las reformas tendieron a quitar poderes a estas Asambleas en favor de los Comicios Centuriados, donde no era preponderante la influencia de la nobleza o patriciado, pero si de los ricos, y donde se votaba por centurias (cada centuria un voto); al votar las seis centurias de caballeros (de familias distinguidas) las primeras, decidían casi siempre la votación, Las centurias de caballeros y las de primera clase reunían la mayoría. Además todas las votaciones de los Comicios Centuriados debían ser refrendadas por la Asamblea de Patricios.
La entrada de los plebeyos (o sea no ciudadanos) en las Curias, les concedía algunos derechos de ciudadanía, pero no eran elegibles para funciones civiles o sacerdotales, ni tenían derecho a las tierras comunales de pastos. Se permitió a los plebeyos asumir los cargos militares, y, como luego veremos, se les reservaron puestos en el Senado, además de permitir su voto en los Comicios Curiales (voto que perdió su importancia, tal como hemos visto, al perder atribuciones dichos comicios). Pero existía aun una gran diferencia entre ciudadanos patricios y no ciudadanos plebeyos y la prohibición de matrimonios entre ambas clases se mantuvo.
El Senado varió su composición, Inicialmente estaba formado por trescientos miembros de la nobleza (todos los senadores, salvo algún caso excepcional eran Patricios), pero ahora se reservaron ciento sesenta y cuatro plazas a los plebeyos o nuevos admitidos (Conscripti).
Los Senadores eran consuetudinariamente vitalicios, pero la costumbre derivo en ley para los Patricios. Como el Senado representaba a la nobleza patricia y había en el miembros plebeyos, se relego a estos dentro del Senado a un papel secundario. Si alguno se oponía, en las revisiones cuadrienales de senadores que efectuaban los cónsules, eran o podían ser eliminados; además los plebeyos que entraban en el Senado, no era en general por méritos, sino por riqueza, y sus intereses de clase eran coincidentes con los de la nobleza patricia.
Se distinguían entre los Senadores dos grupos: los provenientes del ejercicio de magistraturas; y los que no las habían desempeñado (Pedarii).
El nombramiento de los Senadores correspondía desde el inicio de la República, a los Cónsules o Dictadores.
Al Senado correspondía el refrendar todas las propuestas importantes políticas o administrativas de los cónsules y otros magistrados que hubieran obtenido el voto afirmativo de los Comicios Asamblearios correspondientes. Cuando el acto debía ser ejecutado como parte de los deberes del magistrado no precisaba refrendo senatorial. Aunque al principio las decisiones del Senado fueron llamadas Consulis senatusque sententia, más tarde los dictámenes del Senado dejaron de ser consultivos y adquirieron fuerza siendo llamados Senatus consultum y Senatus sententia. El cónsul debía obedecer al Senado, pues en caso contrario podía ser privado de fondos, se podía nombrar un dictador, y otras medidas que daban preeminencia al Senado sobre los altos magistrados.
Correspondía al Senado decidir sobre los siguientes asuntos:
El Senado era convocado por cualquiera de los magistrados que podían consultarle (principalmente Dictadores, Cónsules, Prefectos de la ciudad, Pretores, Tribunos del pueblo y después Tribunos con potestad consular). El convocante presidía la reunión.
La convocatoria se hacía bien públicamente por pregones (praecones) o por edictos, o bien por un aviso a cada senador (era obligatorio que tuvieran residencia en Roma). A veces en una reunión se convocaba la siguiente. Los que no asistían sin justa causa (la asistencia era obligatoria) podían ser sancionados con multa. Las reuniones se celebraban en edificios públicos, generalmente en el Capitolio (Curia Calabra), el Comitium (Curia Hostilia luego Curia Julia) o el Templo de Júpiter Capitolino. Los Senadores permanecían sentados y el presidente ocupaba un lugar central sobre una silla elevada.
Las reuniones no podían coincidir con la celebración de comicios y duraban de sol a sol. Las votaciones debían celebrarse antes del ocaso.
La sesión se abría con unos sacrificios religiosos consultando los auspicios. Los asuntos a tratar eran determinados por la presidencia, pero los religiosos tenían preferencia.
El Estado empezó pronto a ceder los impuestos indirectos, gastos y operaciones complicadas a los llamados Publicani (Capitalistas o Negociantes), que por una suma liquida prefijada, realizaban la administración por su propia cuenta. A este sistema accedían los ricos y los enriquecidos, sin distinción de origen patricio o plebeyo, que ofrecen seguridad al Estado. Los Publicani constituyeron una clase que con el tiempo fue incrementándose.
El uso de las tierras públicas, sobre todo de los pastos comunales, pertenece exclusivamente a los patricios. Con la República la exclusión de los plebeyos se mantiene. Los patricios que usaban estos terrenos de pastos comunales debían pagar una pequeña suma (scriptura) cuya percepción fue cayendo en desuso cuando el control de las arcas públicas paso a los Cuestores (que eran patricios).
Las nuevas conquistas de territorios siguieron aportando nuevas tierras (ager publicus) con las que se siguieron haciendo repartos entre los ciudadanos pobres y los plebeyos, si bien la mayor parte continuo en manos del Estado (de estas tierras publicas arrebatadas a las ciudades sometidas, una parte eran tierras de cultivo destinadas al reparto, y otra parte estaban dedicadas a pastos comunales).
De los terrenos sujetos a reparto, el Estado efectuaba una parcelación y procedía a su entrega a plebeyos y ciudadanos pobres. Poco a poco los repartos fueron haciéndose menos numerosos, y de parcelas más pequeñas. Con el tiempo el reparto de las tierras ya no se hizo mediante parcelas en propiedad, sino mediante el sistema de la ocupación, que permitía al ocupante al que se entregaba, y a sus herederos, el disfrute de la tierra, pero mantenía el derecho del Estado al retracto sin necesidad de justificación y obligaba al poseedor al pago de un diezmo de las mieses o del quinto del aceite y vino, convirtiendo el dominio publico, de hecho, en un sistema de posesión en precario (precarium).
La ocupación de las mejores y más grandes fincas recayó en los privilegiados o ricos, y pronto dejaron de pagar con exactitud y regularidad el diezmo o el quinto debido y en cambio accedieron a los pastos comunales mediante concesiones individuales que si bien no fueron muy frecuentes, acabaron por alcanzar a todos los grandes terratenientes plebeyos. El pago de los impuestos se recargó sobre las ocupaciones medianas o pequeñas, sobre las que también recayó el importe que el Estado dejaba de ingresar por la falta de percepción de la scriptura, mientras que estas ocupaciones no disfrutaban del derecho a los pastos comunales. La disminución y casi desaparición de entregas de nuevas tierras a los pobres, provoco que las tierras ocupadas tuvieran que servir a una familia cada vez más extensa (en el supuesto normal de que no se dividieran en casos de herencias). Los grandes propietarios iniciaron el proceso de explotación mediante el uso exclusivo de esclavos, prescindiendo de jornaleros asalariados, colonos y precarios, y los lazos de clientela entre el gran propietario y los pequeños agricultores desaparecieron.
Algunas guerras desgraciadas y los servicios e impuestos que resultaron de las mismas, arruinaron a los poseedores de predios medianos y pequeños y a los medianos y pequeños propietarios, que se vieron arrojados de sus tierras y posesiones, o convertidos en asalariados o esclavos de un nuevo propietario u ocupante, que generalmente era el antiguo acreedor del propietario o poseedor moroso. A menudo los pequeños propietarios o poseedores, agobiados por las deudas, se vieron obligados a pagar un arrendamiento por un plazo determinado a sus acreedores. Los capitalistas aprovecharon la situación de penuria de la clase poseedora precarista y de los pequeños propietarios, y muchos de aquellos adquirieron grandes propiedades (que a veces reunieron con las que ya poseían). Pero la mayoría de los capitalistas se convirtieron en acreedores de los pequeños propietarios o poseedores, a los que dejaban la posesión de la tierra, pero tenía en sus manos su persona y sus bienes ya que no podía pagar la deuda, y debía servir al acreedor, quien, en caso contrario, se hubiera posesionado de la tierra (la Ley Romana había sido pensada para evitar la acumulación de deudas y hacer que pesasen las cargas sobre el poseedor real de la tierra, por lo que se había desechado el sistema de hipoteca y en caso de impago de una deuda la propiedad debía pasar inmediatamente a manos del acreedor).
Hacia el 500 a. C. una rebelión militar amenazó con fundar una nueva ciudad plebeya en Crustumerium.
Para evitarlo se dictaron medidas sobre la perdida de la propiedad o la posesión a causa de deudas, se crearon colonias y se entregaron tierras, y se estableció el Tribunado.
El Tribunado del Pueblo (Tribuni Plebis, que no hay que confundir con los Tribunos militares ya existentes, con funciones en el ejercito) fue establecido como un contrapoder plebeyo en el interior de la ciudad al poder patricio de los cónsules. Fuera de la ciudad solo tenia poder (Imperium) el mando militar de los Cónsules, o del Dictador en su caso.
Como los Cónsules, los tribunos populares eran dos, siendo elegidos por las Curias.
Los Tribunos podían anular cualquier decisión de un magistrado romano (incluyendo los cónsules) que fuera perjudicial para un plebeyo. Disponían de amplias facultades en materia de justicia criminal. Además, al cabo de poco tiempo, los Tribunos pasaron a dirigir las Asambleas Plebeyas por Tribus y sus votaciones.
Como principales facultades de los Tribunos (Tribunitia potestas) citaremos:
Los Tribunos disponían de unos oficiales auxiliares para temas judiciales poco importantes (donde solo pudiera ser impuesta como pena una multa) llamados Ediles de la Plebe (Aediles plebei) para distinguirlos de los guardas de edificios oficiales llamados también Ediles (Aediles); otros auxiliares de los tribunos fueron los Judices Decemviri o Decemviri litibus judicandis, cuyas funciones no son bien conocidas.
Los Tribunos tenían también mando militar lo que les daba derecho a la convocatoria de las Asambleas por Centurias. Pero pronto se decidió un nuevo sistema de Asamblea y votaciones, mediante reuniones por tribu. Pero como las cuatro antiguas tribus existentes eran demasiado extensas y constituían un número par, se dividió el territorio romano en veintiún distritos o tribus (495 a. C. = 260 de Roma). Las tribus se dividían en urbanas (la Succusana luego Suburrana, la Collina, la Esquilina y la Palatina), y rústicas. Los Tribunos fueron declarados inviolables (sacrosancti) e inamovibles.
Los tribunos no tenían la consideración de magistrados romanos ya que sus facultades al principio eran meramente negativas. Como tales no podían sentarse en las sillas curules reservadas a los magistrados y debían sentarse en los bancos. A diferencia de los cónsules no disponían de lictores, de toga galoneada de púrpura, ni de insignias de magistrado. Los Tribunos no podían votar en el Senado ni formar parte del Consejo de la Ciudad (Curia).
Su cargo era anual y terminaba cada año el 10 de Diciembre. En general el cargo de Tribuno recaía en plebeyos ricos. Los Tribunos no eran senadores.
Pero la institución Tribunicia no soluciono la situación de los campesinos pobres. Al enfrentamiento entre patricios y plebeyos de antaño, siguió la oposición entre ricos (en su mayor parte patricios pero también con cierto número de plebeyos) y pobres (plebeyos).
Las cuatro primeras tribus o distritos representaban a las antiguas circunscripciones de la ciudad y alrededores. Otras dieciséis comprendían los campos o Pagos (Pagi) ocupados desde hacía tiempo por familias romanas. Y el último correspondía al distrito de Crustumerium, lugar elegido por los plebeyos para fundar una nueva ciudad.
Los votantes en las Asambleas de Tribu y los de las Asambleas por Centurias eran básicamente los mismos: todos los domiciliados en cada tribu, patricios o plebeyos, votaban por tribus, y de ellos los aptos para el servicio militar en las Centurias. Pero en las votaciones por tribus desaparecía la distinción entre grandes y pequeños propietarios, y los ricos no votaban los primeros. Además los Tribunos dirigían la Asamblea y las votaciones.
Estas Asambleas por Tribus fueron reconocidas formalmente como validas por la Ley Icilia (492 a. C. = 262 de Roma) aunque sus votaciones (Plebi scita = lo que agrada al pueblo) no tuvieron fuerza de Ley. Con el tiempo, sin embargo, las votaciones tribunicias acabaron adquiriendo rango de ley
El 486 a. C. (268 de Roma) el cónsul patricio Espurio Casio intento un reparto de tierras, poner fin al sistema de ocupaciones, y retener una parte de las tierras con un censo en favor del Tesoro. Pero la nobleza patricia se opuso tenazmente y Casio murió, abandonándose la Ley, pero haciendo crecer la oposición de los plebeyos que desde entonces aprovecharon cualquier ocasión para incrementar el poder de los tribunos, mientras la nobleza intentaba destruir la institución.
Hacia el 481 a. C. (273 de Roma) se privó a uno de los cónsules (al menos) del derecho de designar sucesor para que el pueblo lo eligiera en los Comicios Centuriados. El mismo año un Tribuno llamado Gneo Genucio fue asesinado el mismo día que iba a lanzar la acusación contra los dos cónsules. Hacia el 471 a. C. (283 de Roma) lo más tarde, el numero de Tribunos paso de dos a cinco, quizás en ocasión de la aprobación de la Ley Publilia que concedió la elección de los Tribunos a los Comicios Tribunados (Comitia Tributa) quitándosela a los Comicios Curiales. El 457 a. C. (297 de Roma) el número de Tribunos paso de cinco a diez.
El plebiscito fue en su origen, una decisión adoptada por la plebe en exclusiva, sin intervención de los patricios. La Asamblea estaba presidida por un plebeyo, un tribuno popular o un edil popular. Todos los votantes eran plebeyos, y la norma votada era solo para los plebeyos no obligando a nadie más. El acuerdo adoptado es solo un acuerdo (scitum) y la Asamblea no tiene el carácter de comicios sino de consejo (concilium).
A diferencia de las leyes, no precisa de los auspicios previos, ni tampoco de refrendo del Senado.
Después de un intento legislador iniciado a propuesta del Tribuno Cayo Terentilio Arsa, con una comisión de cinco ciudadanos (Quinque viri), y del plebiscito Iciliano, que repartió tierras en el Aventino entre los pobres, por fin el 454 a. C. (300 de Roma) se decidió entre los dos bandos (patricios y plebeyos) proceder a la redacción de un Código de Leyes: una embajada marcho a Grecia para informarse de las Leyes de Solón y otros legisladores helenos. Al regreso de la embajada se nombraron diez nobles (Decemviri = Decenviros) con la misión de redactar las leyes de Roma (año 451 a. C. = 303 de Roma) y poner fin al largo enfrentamiento entre patricios y plebeyos, regulando el acceso de estos a los derechos de ciudadanía. Se confió a los Decenviros la autoridad suprema en lugar de los Cónsules, y se suspendió el Tribunado y el derecho de apelación (la desaparición de los Tribunos tendría como contrapartida la sujeción de los cónsules a un código de leyes escrito).
Los Decenviros redactaron las Leyes a las que en adelante debía sujetarse el ejercicio de las altas magistraturas romanas, y fueron votadas y grabadas en diez tablas de bronce, clavadas luego en el Forum. Como aun parecía insuficiente, se eligieron nuevos decenviros para el siguiente años (450 a. C. = 304 de Roma) que redactaron dos tablas complementarias. Así surgió la Ley de las Doce Tablas, especie de Constitución o Código legal romano.
Aunque la nueva Ley no supuso grandes innovaciones, dulcifico la suerte de los campesinos pobres al fijar un tipo de interés máximo (10%) y amenazarse con graves penas a los usureros. Se mantuvo la prohibición de matrimonios entre patricios y plebeyos. La supresión de la potestad tribunicia dejo el derecho de apelación en manos de los Comicios Centuriados. Los Cónsules debían sujetarse a un derecho escrito con una ley igual y común para todos.
Pero unos acontecimientos extraordinarios (ciertos abusos de poder cometidos por el decenviro Apio Claudio, rodeados de leyenda) provocaron una rebelión militar y aconsejaron restablecer el Tribunado, pactándolo así ambas facciones; si por una parte los cónsules quedaban sujetos a las restricciones de la Ley escrita, por otra los Tribunos no podían oponerse a las ordenes del Dictador. El Tribuno conservo la competencia sobre los juicios cuya sentencia fuese de multa. En cambio los Comicios por Tribus o Tribunados perdieron su competencia en causas capitales pero todo magistrado romano, en compensación, debía conceder el recurso de alzada como medida general al tomar posesión.
Poco después a los cónsules se les privó de la administración de la Caja militar cuyo cuidado paso a los Tesoreros militares (Quaestores Militum) designados de entre los ciudadanos patricios por los Tribunos Populares (desde el 447 a. C. = 307 de Roma) y votados por las Asambleas Tribunadas. Esta decisión fue la primera en que un plebiscito adquirió rango de ley. Más tarde los tribunos obtuvieron voz consultiva en el Senado, a cuyas sesiones podían asistir, y oponerse a los “Senado consultos”.
Poco después por medio de la Ley Canuleya (445 a. C. = 309 de Roma) se permitió el matrimonio entre Patricios y Plebeyos (y los hijos de estas uniones desiguales se situarían en la misma casta que el padre). También se dispuso que los Plebeyos podrían ocupar cargos públicos.
La misma Ley Canuleya dispuso el 445 a. C. la creación de los Tribunos militares con potestad consular (Tribuni Militum cum consulari potestate), en número de seis (existían ya los tribunos militares simples, que eran seis para cada legión), elegibles por los Comicios Centuriados, por el mismo plazo que los cónsules (un año), y de extracción plebeya.
Cada cuatro años correspondía a los cónsules fijar los presupuestos, hacer las listas de los ciudadanos y la distribución de los Impuestos.
El años 435 a. C. (319 de Roma) los Comicios Centuriados, a propuesta de la nobleza patricia de su seno, eligió unos nuevos magistrados, llamados Censores, que ejercían su cargo por un máximo de dieciocho años. Ello derivaba de la Ley Ovinia que, además reconocía el derecho a ser Senador a los que habían desempañado una magistratura curul (Cónsules, dictadores, censores, pretores y ediles curules, es decir todos los que podían sentarse en una silla curul, silla que acompañaba al magistrado).
La Censura se convirtió pronto en una magistratura apetecible. A sus funciones presupuestarias, de listas y distribución de impuestos se agregó el derecho de proveer las plazas vacantes en el Senado y en el orden ecuestre, o revocar los senadores existentes (precisando para cualquiera de estos actos el acuerdo de ambos censores). Como la modificación de la composición del Senado se establecía cada cinco años, con motivo del censo, la duración mínima del cargo era de un lustro. De hecho, la gran cantidad de magistraturas curules hacía que buena parte de los Senadores ocuparan su cargo por haber ejercido tales funciones, o ejerciendo magistraturas no curules (Ediles del Pueblo, Tribunos del Pueblo y Cuestores).
En el año 421 a. C. (333 de Roma) existían cuatro Cuestores, todos ellos patricios: dos de ellos (Quaestores) ejercían por delegación de los Cónsules la administración del Tesoro Público; otros dos (Quaestores Militum) eran los encargados de la caja militar, siendo nombrados por los Comicios Tribunados a propuesta de los Tribunos (pero de entre los patricios). La nobleza intento transferir el nombramiento de los Cuestores encargados del Tesoro Público, de los Cónsules a los Comicios Centuriados, pero fracaso y su nombramiento recayó en los Comicios por Tribus, que designaban también a los Cuestores Militares. A su vez estos dejaron de corresponder en exclusiva a los patricios, y desde entonces para el cargo de Cuestor del Ejercito pudo ser elegido un plebeyo.
Desde mediados del Siglo V a. C. la nobleza empezó a practicar acciones fraudulentas: para asegurar el triunfo de un patricio en una votación presentaban a varios candidatos plebeyos (dividiendo entre ellos el voto plebeyo); se impedía con coacciones u otros medios, la presentación de candidatos plebeyos populares que pudieran hacer sombra a un candidato patricio; y si todo fracasaba se anulaban los comicios por los sacerdotes, alegándose alguna infracción religiosa.
Por tanto, aunque desde el 445 a. C. los plebeyos podían ser elegidos Tribunos Militares con potestad consular, y desde el 421 a. C. podían ser elegidos Cuestores Militares, ningún plebeyo resulto elegido hasta pasados muchos años. El primer cuestor militar plebeyo fue elegido el 409 a. C. (345 de Roma) y el primer Tribuno Militar con potestad consular fue elegido el 400 a. C. (354 de Roma).
Como los repartos de tierra se hicieron por motivos políticos, controlaron el descontento y evitaron el estallido social, pero no impidieron el empobrecimiento progresivo de los campesinos medios o pequeños.
La guerra con Veyes (406-396 a. C.) y el incendio de Roma por los Galos (390 a. C.) aceleraron de nuevo el empobrecimiento durante medio siglo contenido.
Desde el 406 a. C. (348 de Roma) ya no basto con movilizar a los soldados en verano sino que hubieron de permanecer en armas también en invierno. Las Asambleas Centuriadas parecían decididas a rechazar nuevas guerras. Para solventar los problemas derivados de esta situación, el Senado decidió el pago de una cantidad (sueldo, derivado de solidus) a los soldados, con cargo a las rentas públicas indirectas y al producto de los dominios estatales, cesando de costear al ejercito las tribus, las cuales solo pagaban la tasa (Tributum) cuando existía insuficiencia de fondos en el Erario, considerándose como un empréstito forzoso reembolsable después. Pero como los dominios estatales eran poco rentables y el Tesoro no disponía de fondos para el pago del sueldo, la recaudación del Tributo se generalizó, y golpeó las débiles economías de los campesinos medios y pequeños, que, junto a la carga de entregar brazos al Ejercito, debía pagar unas cantidades o prestaciones que, aun siendo recuperables, de momento lo dejaban sumido en la miseria.
Las Leyes de los Tribunos Cayo Licinio y Lucio Sextio establecieron la abolición de los Tribunos con potestad consular, y determinaron que en adelante uno de los dos cónsules sería plebeyo y el otro patricio,. Los plebeyos podrían ser sacerdotes en el Colegio de los Decenviros Sagrados (uno de los grandes colegios sacerdotales junto con el de los Pontífices y el de los Augures), que los plebeyos podrían pastar en los terrenos del Estado, y que nadie podría usar estos terrenos de pasto comunales para más de cien bueyes y quinientos carneros; que ninguna parcela cedida a titulo de ocupación podía exceder de quinientas yugadas (126 Hectáreas); que los propietarios de tierras estarían obligados a emplear siempre trabajadores libres en número proporcional a los esclavos; y que los intereses pagados por los campesinos serían imputados a capital, pudiéndose pagar el resto en determinados plazos.
La aprobación de estas leyes se produjo el 367 a. C. (387 de Roma) y supusieron de hecho la abolición del patriciado, al equipararse a plebeyos y patricios en casi todos los aspectos, con la excepción del acceso a dos colegios sacerdotales y algunas funciones menores que siguieron reservadas a los patricios.
Los cónsules perdieron algunas atribuciones:
Ya un año antes (368 a. C.) se estableció que un plebeyo podía ejercer el mando de la caballería. Desde el 356 a. C. (398 de Roma) los plebeyos pudieron acceder a la Dictadura. Los plebeyos tuvieron acceso a la censura civil el 351 a. C. (403 de Roma) y a la pretura el 283 a. C. (471 de Roma). En un momento indeterminado se estableció que uno de los dos censores sería necesariamente plebeyo.
El 339 a. C. (415 de Roma) el Senado perdió el derecho a refrendar o rechazar las leyes votadas en los comicios centuriados (Ley Publilia). El 300 a. C. (454 de Roma) los plebeyos alcanzaron el acceso al Colegio de Pontífices (cuyo número fue aumentado a ocho) y al Colegio de Augures (cuyo número paso a nueve), con un número de puestos equivalente entre patricios y plebeyos.
El único privilegio que conservaron los patricios era el voto en primer lugar en los Comicios Centuriados (el sentido de los primeros votos generalmente arrastraba a los siguientes).
Las leyes Licinia-Sextia autorizaron las ocupaciones de las tierras públicas susceptibles de cultivo. Como la percepción del diezmo de las mieses o el quinto del vino y aceite no fue modificado, el Estado obtuvo poca rentabilidad de la medida.
Un nuevo impuesto se estableció el 357 a. C. (399 de Roma), gravando las manumisiones con un 5% del valor del esclavo. Era el primer impuesto que afectaba básicamente a los ricos, y su efecto principal fue limitar la liberación de esclavos.
El 347 a. C. (409 de Roma) el interés máximo legal de un préstamo fue rebajado al 5% anual. El 342 a. C. (414 de Roma) el interés en los préstamos llego a ser prohibido totalmente, pero la medida no tuvo efectividad, y de hecho el interés normal se situó en el 12%, si bien, en caso de que el interés fuera superior al fijado por la Ley, las demandas judiciales para el cobro no eran admitidas. Hacia el 320 a. C. la Ley Poetilia (entre 326 y 313 a. C.) permitió a los deudores insolventes renunciar a todas sus propiedades pero conservar su libertad; en cada caso la suerte del deudor insolvente debía ser examinada por un jurado.
La fundación de numerosas colonias aliviaron la situación de los campesinos (350 a 250 a. C.). Los beneficios de las guerras victoriosas evitaron que el Estado tuviera que recurrir al cobro del Tributum extraordinario para sostener al ejercito. Los dominios públicos siguieron concediéndose en régimen de ocupación a las familias patricias y a la aristocracia plebeya.
De la alianza entre la antigua aristocracia patricia (los ricos entre los antiguos ciudadanos) y la aristocracia plebeya (los ricos entre los ciudadanos nuevos) surgió un nuevo gobierno aristocrático de la nobleza romana, frente al cual se situaban la mayoría de los plebeyos (de pequeña fortuna o pobres) y algunos patricios empobrecidos.
Las Asambleas ciudadanas conservan el poder pero desde el 449 a. C. (305 de Roma) la Ley estableció idéntico valor para los Comicios Centuriados y los Tribunados, salvo en la elección de cónsules y censores, que correspondería exclusivamente a las Centurias, donde no se votaba por individuos como en las Tribus, sino según la riqueza (para votar en ambos comicios era necesario ser propietario). Las modificaciones legales de Quinto Fabio Ruliano aseguraron la preeminencia de los propietarios en las tribus (que habían pasado a ser 31 el año 241 a. C.) , y estableció el servicio militar para los hombres libres no propietarios, a los que se permitió entrar en las centurias.
Los cargos electivos aumentaron. El 362 a. C. el pueblo designaba a los tribunos de una de las legiones. El 301 a. C. ya designaba a los de cuatro legiones.
Las Asambleas aumentaron sus atribuciones: concesión de los honores del triunfo a los generales victoriosos, anulación de los Senado-consultos, declaraciones de guerra, y hacia el 287 a. C. los tratados de paz y alianza.
Pero este aumento de atribuciones no correspondía al aumento en influencia, pues eran los magistrados que dirigían los comicios los que determinaban su resultado (como hemos visto el magistrado era el que convocaba la Asamblea y presentaba la proposición).
El consulado fue perdiendo atribuciones en favor de otras magistraturas menores, cuyos titulares eran elegidos en las Asambleas (incluso el nombramiento de Dictador paso al Senado). Las tres funciones principales del Estado se dividieron: un cónsul tenía el poder ejecutivo, otro el militar, y el pretor el poder judicial. Además los cónsules se dividían la autoridad en los territorios sometidos o provincias (de común acuerdo o por suertes).
La multiplicación de magistraturas dividía el Imperium, o sea el poder uno e indivisible que otrora tuvieron los reyes y que al principio de la República conservaron los cónsules. Cuando en casos excepcionales era designado un Dictador, solamente lo era para solventar una dificultad especifica (conflictos religiosos, legales, militares, etc. pero no todos a la vez).
Desde el 342 a. C. (412 de Roma) se prohibió la reunión en una misma persona de varios cargos curules, y el desempeño de la misma magistratura antes de diez años de haberla desempeñado por primera vez. La censura, que de hecho había pasado a ser la magistratura más importante, aunque no lo era de derecho, no podía ocuparse dos veces. Aunque estas disposiciones fueron infringidas en alguna ocasión, en general se respetaron.
Los Tribunos del Pueblo, que en principio no eran magistrados, alcanzaron la consideración de tales ya desde poco después de su creación. Más tarde obtuvieron el derecho de asistir a las reuniones del Senado sin voto, y posteriormente el derecho de convocarlo y presentar mociones y hacer votar Senado-consultos. Con ello adquirió una posición entre la aristocracia gobernante que le alejaba de sus primitivas funciones de auxilio a la plebe, que nominalmente conservaba pero que de hecho no ejercía. Llegado a este punto el tribunado no tenía sentido ni misión pero no fue abolido para no herir la sensibilidad de las capas humildes.
La designación de las vacantes del Senado, designadas primero por los cónsules, pasó a los Censores. Su funcionamiento fue regulado por la Ley Ovinia.
Las promociones al Orden Senatorial (Ordo Senatorius) quedaron abiertas a todos los ciudadanos que hubieran sido antes Edil Curul, Pretor o Cónsul (los cónsules ya tenían derecho a ser Senadores con voto). El Censor estaba obligado a incluir en la lista de nuevos senadores a los cónsules que habían dejado el cargo, salvo que por precepto legal pudieran proclamar su exclusión motivada. Pero como los ciudadanos que podían ocupar un puesto en el Senado no eran suficientes para cubrir las bajas que se producían por fallecimiento o exclusión, y el número de senadores no podía bajar de trescientos, los censores podían elegir libremente entre aquellos que no habían ejercido una magistratura de las citadas, si bien los designados debían haberse distinguido por su valor, haber matado a un jefe enemigo o salvar a un ciudadano romano; a estos senadores se les llamaba Subalternos (Senatores Pedarii), y tenían derecho a voto pero no participaban en la discusión.
El Senado, aunque teóricamente supeditado a las Asambleas, era el que dominaba en materia de legislación, de elección y de gobierno.
Los proyectos de ley eran sometidos previamente al Senado. El Senado, al disponer del poder ejecutivo, podía poner o no en ejecución un plebiscito votado. Incluso pudo legislar sin que las leyes fueran ratificadas por la Asamblea en “los casos urgentes”, sin perjuicio de ulterior ratificación, que a menudo ya no era solicitada.
El Senado se adjudico la designación de Dictador (cuyo nombramiento correspondía antes a los Cónsules), y asumió también la prorroga de cargos (el cónsul cesante que no se encontraba en Roma en el momento del cese, seguía en funciones como procónsul; lo mismo ocurría con los pretores que continuaban como propretores) lo que llevó en la practica a una reelección encubierta (desde el 307 a. C. = 447 de Roma, un Senado-consulto bastaba para prorrogar una magistratura). Además, en las elecciones, la aristocracia apoyaba a los candidatos del Senado.
El Senado decidía sobre la guerra, la paz, las alianzas, la fundación de colonias, las asignaciones de tierras públicas, los trabajos públicos, el sistema de rentas, la asignación de departamentos a los magistrados, el contingente del ejercito, el presupuesto de los departamentos, etc. Los cuestores no podían hacer pago alguno sin un senado-consulto (con algunas excepciones para los cónsules).
Cuando Roma se fue engrandeciendo y sometiendo ciudades, se reservaba una parte de los territorios conquistados (Ager publicus), que se repartía entre ciudadanos pobres que no podían esperar tierras en el Lacio (donde predominaba la gran propiedad territorial) y se fundaban colonias a las que se atribuía una parte del ager, que se repartía entre los colonos.
Los pobladores de las colonias romanas eran considerados ciudadanos romanos. En las colonias quedaban incluidas los terrenos de dueños locales, terrenos que formaban parte de la colonia, y cuyos titulares pertenecían a ciudades aliadas pero gozando del conjunto de derechos de colonia.
La ciudadanía romana fue extendiéndose y los magistrados de las colonias de derecho latino obtenían la plena ciudadanía al terminar su mandato. Otras ciudades podían negociar el derecho de ciudadanía por separado.
La primitiva alianza entre Roma y la Confederación Latina se concertó en pie de igualdad. Alternativamente nombraban cada una al general en jefe, y era este el que elegía su estado mayor (Seis tribunos militares por cada una de las cuatro divisiones). El botín se distribuía en partes iguales y también las tierras. Las guarniciones establecidas eran mixtas y las nuevas poblaciones creadas se poblaban también por mitad con ciudadanos romanos y latinos, y obtenían su asiento (y el voto) en la Asamblea federal.
Pero con la República romana el pacto federal fue revisado hacia el 493 a. C. (261 de Roma), y Roma asumió los asuntos de guerra y paz, y se arrogó en exclusiva el derecho a nombrar comandante en jefe del ejercito confederal. Una parte de los oficiales del contingente Latino pasaron a ser romanos (los oficiales latinos eran 12 Praefecti sociorum, encargados seis de ellos del ala derecha y seis del ala izquierda). Los contingentes de cada ciudad latina tenían su jefe local, los llamados decuriones de las Turmas (Decuriones Turmarum) y Prefectos de las Cohortes (Praefecti cohortium).
Progresivamente las nuevas ciudades y colonias que fueron fundándose, aunque dotadas del derecho latino, eran pobladas en su mayoría por romanos, los cuales eran leales a su patria.
Los ciudadanos latinos gozaban de los derechos de ciudadanía pasiva (municeps) en Roma y en cualquier otra ciudad de la confederación que no fuera la suya. Por tanto, y salvo las magistraturas, gozaba de todos los derechos privados, y hasta participaba en algunos casos en los comicios tribunados.
Hacia el 384 a. C. (370 de Roma) la Liga perdió derechos políticos y cuando el 343 a. C. se rebeló (solo Laurentum permaneció leal a Roma), fue disuelta. Todas las colonias de derecho latino, con la excepción de Velitres, permanecieron fieles a Roma.
La antigua Liga político-militar paso a ser una confederación de carácter religioso, y se concertaron pactos independientes entre Roma y cada una de las ciudades latinas.
Por la misma época Roma sometió la Campania y el País de los Volscos, y después venció a los samnitas, y con ello incorporó otros extensos territorios en el Sur, el Este y en Toscana. Después la guerra con Pirro, rey de los Molosos de Épiro, supuso la incorporación de nuevos territorios en el Sur.
Cuando una ciudad se sometía a Roma a discreción, sus ciudadanos quedaban con el estatuto jurídico de Dediticios (Dediticius). Aunque la mayoría de las ciudades sometidas a discreción lo fueron después de la primera guerra púnica, probablemente la institución es anterior.
Roma se reservaba la soberanía eminente sobre estas ciudades, pero les devolvía el usufructo, con excepción del ager publicus. Roma reconoció la autonomía de alguna de estas ciudades pero sus tierras quedaron sometidas al diezmo de la cosecha, y en caso de exenciones, estas se daban a titulo personal (por ejemplo a los habitantes de una ciudad aunque cultivaran tierras en otra ciudad). El diezmo se pagaba generalmente en especie y el beneficio permitido al recaudador era limitado.
En el año 311 a. C. se instituyo la figura de los almirantes (Duoviri navales) para dirigir la pequeña marina romana, formada por unos pocos navíos (galeras sobre todo), y por los contingentes marítimos de las ciudades aliadas que poseían marina (como Nápoles).
El 267 a. C. se instituyeron los cuatro cuestores de la marina (Classici quoestores), con sedes respectivas en cuatro puertos: Ostia, Cales (en Campania), Ariminium (Rimini), y otra sede cuyo nombre y situación no es conocido.
Las ciudades sometidas a Roma, con su territorio rural incluido, no tienen derecho a declarar la guerra por su cuenta, pero debían declarar la guerra forzosamente en caso de que Roma lo hiciera. También tenían prohibido hace convenios de ningún tipo con otros Estados o Ciudades. Además no podían acuñar moneda y eran las monedas romanas las que tenían curso legal en todas las ciudades dependientes de Roma.
Había varios tipos de ciudades vinculadas a Roma: ciudades de derecho romano; ciudades latinas; ciudades sin voto y ciudades confederadas no latinas.
Algunas ciudades recibieron el derecho completo de ciudadanía romana (civitas optimo jure), especialmente las antiguas ciudades aliadas de la Liga Latina, las ciudades Sabinas y gran parte de las del País Volsco. Junto a ellas estaban las colonias que disfrutaban del derecho de ciudadanía.
Las ciudades sujetas llamadas Latinas eran las otras ciudades de la Liga Latina que no habían recibido el derecho de ciudadanía, y las colonias de derecho latino (es decir las colonias que no tenían derecho de ciudadanía). Los latinos y los romanos eran iguales en sus relaciones privadas, en los negocios, el comercio y las sucesiones.
Estaban en tercer lugar las ciudades con derecho de civitas pero sin voto (civitas sine suffragio), que aunque podían llamarse ciudadanos, debían soportar todas las cargas cívicas (reclutamiento militar, impuestos ordinarios, servicios y contribuciones especiales) sin compensación (sin derecho a votar). Estas ciudades estaban administradas para los asuntos judiciales por un Prefecto anual designado por el Pretor de Roma. Su administración civil estaba en manos de sus propios magistrados locales, generalmente de la aristocracia.
Finalmente estaban las ciudades confederadas no latinas, cuyos derechos quedaban establecidos por los tratados particulares concertadas con cada una de ellas. Estas ciudades suministran contingentes al ejercito en cuantía prefijada de antemano, siendo el equipamiento del contingente a cargo de la ciudad. Igualmente estas ciudades estaban gobernadas por magistrados locales surgidos de la aristocracia.
Para controlar los contingentes militares de las ciudades sujetas a Roma, se instituyeron unos Cuestores llamados Itálicos, con competencia censorial para las ciudades sujetas, encargados de asegurar el servicio de la Marina, recaudar las rentas de los dominios del Estado y vigilar la leva de los contingentes.
Los magistrados supremos de cada ciudad estaban obligados a fijar el censo de su área de gobierno, cada cuatro o cinco años (al igual que los censores romanos).
El establecimiento de colonias latinas (de derecho latino y pobladas por romanos y latinos) en tierras no propiamente latinas, hizo avanzar el latín por toda la península italiana, aunque nunca fue impuesto como lengua oficial.
Las facultades de los Censores fueron extendiéndose. A sus responsabilidades iniciales sobre el censo (listas de ciudadanos) y presupuesto, se añadió el nombramiento de las vacantes del Senado.
Más tarde adquirieron nuevas atribuciones: los impuestos sobre el lujo, los castigos por hechos censurables o escandalosos (privación de derechos u honores políticos) y hasta la sanción del descuido en el cultivo de un campo.
La Censura duraba en esta época cinco años, pero los sucesores de cada censor podían renovar o aceptar sus normas (o bien anularlas). Ello coloco la magistratura en la escala más alta de consideración social.
Roma introdujo en primer lugar la moneda de cobre, creando la libra de cobre.
Una de las unidades monetarias romanas era el as (1 as = 1/88 libras), del que Mommsen fija el valor en 1.855 en 0,252 pta., (3.020 ases = 216 táleros = 762,09 pesetas). El as es equivalente al sestercio o sextercio (surgido posteriormente como moneda de plata), que Mommsen valora en la misma época en 0,2521 pta., (3.360 sextercios = 240 táleros = 847,06 pta.).
Desde 269 a. C. Roma acuñó monedas de plata llamadas denarios (1 denario = 10 ases = ¾ de libra de cobre) y sestercios (1/4 de denario = 1 sestercio = 2,5 ases) que sustituyeron al as. Pesaban 1,137 gramos. Siglos después el sestercio se acuño en bronce.
Las leyes fueron evolucionando y así vemos que el ladrón sorprendido in fragranti podía librarse de una condena pagando el doble de lo robado.
La Ley Petalia modificó también el procedimiento ejecutivo contra los deudores.
La disposición inter-vivos siguió ilimitada, y el consentimiento popular para los actos mortis causa (testamento) fue suprimido.
Si el padre de familia efectuaba tres ventas sucesivas, sin efectuar ninguna compra, el hijo podía emanciparse si tal era su deseo. De ello derivó la emancipación legal concedida por el padre a un hijo, sin necesidad de la causa que inicialmente debía motivarla.
El matrimonio civil fue consagrado y se estableció un impuesto para los solteros.
El establecimiento de un magistrado especial de Policía (cuyo ámbito de actuación se extendió pronto a toda Italia) llamado Edil, traspaso a este la potestad sobre litigios relativos a compras y ventas en mercados públicos (de productos, ganado, esclavos). Su jurisdicción se extendía también a otras cuestiones de orden que podían ser sancionadas con multas.
Para las clases más bajas, y para ciertos delitos menores, existían los Triunviri o Jueces Nocturnos (Tres viri nocturni) cuyas competencias fueron aumentando, y pasaron a ser elegidos en los Comicios tribunados desde el 289 a. C.
Para las causas civiles menores en las ciudades sujetas (civites sine suffragio) se establecieron unos magistrados llamados Jueces Menores, cuya competencia se extendió después a toda Italia.
Los magistrados definían el punto del derecho (ius) pero su aplicación (judicium) correspondía a otro ciudadano. Pero los juicios lentos y complicados se limitaban a los casos destacados, y para esclavos y gentes de clase social baja se aplicaba un procedimiento más corto.
Con el paso de los años nuevos dioses se unen al culto romano. Entre ellos citaremos a Argentinos, dios de la plata, hijo de Aesculanus, dios del bronce (cuyo culto era más antiguo); el culto de los Castores (de origen griego); el culto a Venus (versión romana de la diosa griega Afrodita); el culto a Esculapio (de origen griego); y el culto a Aruspides (de origen etrusco).
Las legiones se organizaron con los hoplitas en el centro y las caballerías en las alas, en la llamada Legión manipular.
Las dos primeras filas van armadas con la lanza conocida por Pilum, de punta triangular o cuadrangular; la tercera fila dispone de lanza (asta).
Los soldados de las tres primeras clases fueron divididos en tres órdenes según la edad: Los Hastati. Los Príncipes (estos dos grupos en lugar de la lanza o hasta llevaban el arma arrojadiza o lanza conocida por Pilum) y los Triarii. Cada orden se dividía en diez manípulos, cada manipulo (con un oficial al mando) en dos centurias (con centuriones al mando).
Los pertenecientes a las otras clases eran considerados Velites (auxiliares) y agregados a los manípulos de los tres órdenes citados. Las tres órdenes tenían diverso espesor y se componían en general de cuatro filas. Por su frente la legión se dividía en los manípulos o pelotones.
Cuando el ejercito se detenía por la noche se rodeaba de una circunvalación a modo de fortaleza.
El mando de la Legión correspondía a los seis tribunos militares elegidos entre los ciudadanos de clase alta. Estos tribunos mandaban sobre los jefes de manipula, y estos sobre los centuriones. Desde el 362 a. C. tanto los oficiales superiores como los inferiores fueron elegidos por los Comicios (anteriormente los oficiales eran designados por el general).
En el ejercito se estableció la pena de muerte para los que incumplían la disciplina.
Cuando un recluta accedía al ejercito era incluido en una manipula como auxiliar (separándose del grupo a los rorarii u honderos) y después, según el tiempo de servicio, eran incorporados a una de las tres órdenes.
Solo los soldados veteranos formaban parte de alguna de las tres órdenes. El peso de la lucha correspondía a los Hastarios o Astarios, y a los Príncipes, mientras que los Triarios intervenían para decidir el curso de la batalla.
Durante algún tiempo el escudo cuadrado fue sustituido por el redondo, pero finalmente se adopto definitivamente el escudo cuadrado, al estilo de los samnitas.
Las grandes propiedades agrícolas y el cultivo a gran escala, alcanzan notable desarrollo. El uso masivo de esclavos ha de ser combatido por la Ley del 367 a. C. que obligaba a tener un número similar de jornaleros asalariados libres y de esclavos.
Se cree que el desarrollo del cultivo en gran escala se debió a la introducción del cultivo del trigo en lugar del espelta.
El cultivo de la vid y el olivo se desarrolla en el Lacio, pero el trigo es mayoritariamente importado de Sicilia.
Los intercambios comerciales, antes pagados en bueyes u ovejas, ahora se pagaban en moneda de cobre. La primera moneda fue la libra de cobre y después vinieron las monedas de plata (denarios y sestercios).
Los capitales tendían a concentrase en pocas manos, debido a que los mas poderosos acaparaban el comercio y la industria, que ejercían a través de libertos, clientes y esclavos, a los que financiaban, reservándose 1/3 o 2/4 de los beneficios. Los mismos capitalistas ejercían de prestamistas y llevaban las empresas de trabajos públicos.
Si un capitalista alcanzaba cierta posición y no poseía propiedades, pronto invertía en ellas (y se convertía en terrateniente) porque la tenencia de la tierra era tradicional e incluso casi obligada su posesión para el ejercicio de derechos políticos. Los patronos emancipaban a sus esclavos a los que dedicaban al comercio y a la industria y les exigían una parte del beneficio (un esclavo rendía más si era libre y por tanto el beneficio era mayor).
El control de policía se acrecienta: alcantarillado, empedrado, limpieza pública, edificios ruinosos, animales dañinos, circulación de carros (solo permitida de noche), comunicaciones, abastecimiento de los mercados, control de calidad de mercancías, control de monedas y pesos, baños públicos, tabernas y casas “sospechosas”, son sus ámbitos de actuación.
La red de vías públicas (caminos), acueductos y fortalezas se desarrolla.
Caen en desuso los tejados de tablas y las casas se hacen de piedra.
Las vajillas de plata, cuya posesión había sido considerada escandalosa anteriormente, aparecen con frecuencia.
Se generaliza la costumbre griega de comer recostados (antes se comía sentados en un banco). La hora habitual de la comida era hacia las dos o las tres de la tarde (mientras que anteriormente los romanos comían hacia el mediodía).
Los grandes juegos romanos (Ludi Maximi) existentes con la monarquía, duraban un solo día. Con el tiempo se les fueron añadiendo días (un día el 387 a. C. otro el 260 a. C. y otro el 245 a. C.) y se paso a los cuatro días. Su organización se encomendó a los Ediles Curules.
El espectáculo principal era la carrera de carros, que se celebraba el último día. Los otros días eran de fiesta popular, habiéndose introducido las representaciones teatrales en tablados de madera. Los músicos y mímicos recorrían las calles. El oficio de cantor, poeta, bailador y arlequín impedía a quien lo ejercía el acceso a la milicia y votar en las Asambleas populares.
Los registros oficiales se recopilaban en unos libros llamados Fasti (Fastos) y en los Liber Annalis (del año, de donde Anales). Cada ciudad latina poseía, por su parte, su propio registro oficial.
El calendario solar griego contaba 365 días y medio, mientras el latino contaba 368 días y tres cuartos de otro. Para adaptarse a esta situación y al ciclo ático de ocho años, en vez de añadir 59 días cada cuatro años se añadieron 90 días cada ocho años.
El mes de Febrero de 29 días fue reducido a 24 días (y cuando Febrero tenía solo 28 días paso a tener 23), con lo que el año solar romano paso a tener 366 días y un cuarto de otro.
Para comprender en unas líneas la situación de las instituciones y los cargos de la República Romana, haremos una breve exposición a modo de resumen.
Surgido como una institución consultiva con la monarquía, formado exclusivamente por patricios (un representante de cada gens), adquiere mayores prerrogativas con la República, en que pasa a refrendar los actos de los cónsules y va extendiendo su competencia a los actos de otros magistrados y Comicios, temas religiosos, conflictos entre magistrados, policía, crímenes con pena capital cuando esta era conmutada, cuestiones militares y financieras y tratados internacionales.
Con el acceso a los derechos ciudadanos de los plebeyos, el Senado perdió el derecho a refrendar los actos de los Comicios centuriados. Pero por contra se arrogo el derecho de nombrar dictador, y pronto legislo sobreponiéndose a las Asambleas Tribunadas, alcanzando un gran poder.
Los Comicios Calata, sobre temas religiosos, desaparecieron con la República.
Los Comicios Curiados (es decir de las Curias, siendo inicialmente una Curia igual a diez gens, alcanzando un número de unas treinta) eran los comicios políticos desde la monarquía, y aumentaron sus facultades con la República, al principio de la cual correspondía a estos comicios legislar y además el nombramiento de los Cónsules.
La creación de los Comicios Centuriados les hizo perder parte de sus atribuciones y solo conservaron actos menores y el recibir el juramente de los cónsules. Desaparecieron lentamente, y a fines del Siglo III a. C. ya no constituían ningún poder.
Los Comicios Centuriados adquirieron las funciones de los Curiados, Elegían cónsules, senadores y magistrados, decidían sobre la guerra y la paz, legislaban y decidían sobre apelaciones. El auge de los Comicios Tribunados les hizo perder parte del poder, conservando la elección de los cónsules y censores. Al principio sus decisiones debían ser refrendadas por el Senado, pero a finales del Siglo III a. C. ya no era necesario.
Los Comicios Tribunados surgieron como reuniones de la plebe (dividida en 4 tribus o distritos, luego aumentados a 21, y más tarde hasta 53) sin poder decisorio, Pero con el tiempo sus acuerdos se convirtieron en leyes y sus decisiones sustituyeron a las de otros comicios. Primero convirtió sus votaciones en leyes; consiguió el nombramiento de algunos magistrados; más tarde pudo conceder honores, anular decisiones del Senado y hasta asumió la competencia en los tratados de paz y alianza. Pero a finales del Siglo III a. C. el Senado, formalmente supeditado a los Comicios Tribunados, había adquirido el control de estos.
Los magistrados eran elegidos en los comicios correspondiente por los ciudadanos con derecho a sufragio. Cada magistrado que pretendía ser elegido presentaba unas propuestas de gobierno o intenciones con las que aseguraba que ejercería el cargo, especie de programa electoral, llamado entonces edicto.
Al principio el derecho de ciudadanía se extendía solo a los patricios y sus hijos varones, y se concedía también a otros en casos excepcionales. Los patricios más distinguidos constituían la nobleza, y el resto eran una especie de aristocracia local.
Los restantes habitantes (Los incolae) o residentes (los hospitium) no tenían derechos de ciudad. Conjuntamente formaron la Plebe.
Los Plebeyos alcanzaron los derechos de ciudadanía, y los más ricos de entre ellos se situaron al nivel de las aristocracia patricia.
Sin derechos estuvieron siempre los esclavos.
Las legiones (inicialmente 4, más tarde incrementadas), estaban formadas por infantes y caballeros (aparte de algunos cuerpos especializados de honderos o similares).
El mando supremo de la caballería correspondía a un Magister Equitum, y el de la caballería de cada legión a los Tribunos de la Caballería.
El mando supremo de los Infantes correspondía inicialmente al rey y después a los Cónsules o Dictadores (o a los Legatus). El mando de los infantes de cada legión correspondía a los Tribunos de la Milicia.
Los infantes fueron divididos en cinco clases según su armamento (en función de la riqueza personal) siendo las tres primeras llamadas hoplitas (por la armadura) y las otras dos Velites (auxiliares).
Más tarde las tres primeras clases de hoplitas fueron divididos en tres ordenes: Hastarios, Príncipes y Triarios. Cada orden se dividía en diez manipulas y cada manipula en dos centurias.
Cuando se proclama la República, a su frente se colocan dos cónsules, con iguales atribuciones, cada uno como un rey.
Progresivamente van perdiendo atribuciones: primero algunas facultades judiciales civiles y criminales (delegadas en Cuestores o Decenviros nombrados en cada caso); después sus decisiones debieron ser refrendadas por el Senado; después perdió la administración del Tesoro (en favor de los Cuestores) y la de los archivos públicos; después perdió el control de las arcas del ejercito (en favor de los Cuestores Militares); más tarde perdió sus funciones de censor (en favor de los Censores) y de nombrar las vacantes del Senado (también atribuidas a los Censores); después perdió la facultad de nombrar Cuestores (que paso a los comicios tribunados); luego perdió otras atribuciones judiciales (en favor del Pretor); después las competencias sobre fiestas, policía y mercados (en favor de los Ediles Curules), y también la facultad de nombrar dictador (que paso al Senado). Al final solo conservaba algunas funciones menores, el poder ejecutivo de las leyes y el mando del Ejercito.
Los Cónsules fueron patricios hasta las Leyes del 367 a. C. (387 de Roma). Del 387 al 412 de Roma, la cuestión es debatida, con alternativas; del 412 al 581 de Roma, hubo un cónsul patricio y uno plebeyo; desde el 582 de Roma, ostentan el cargo bien un patricio y un plebeyo o bien dos plebeyos, y nunca dos patricios.
Los Dictadores podían ser plebeyos desde el 398 de Roma, pero si era plebeyo el Jefe de la Caballería debía ser patricio.
Los jefes de la Caballería (Magister Equitum) pudieron ser plebeyos desde el 386 de Roma, pero si eran plebeyo el Dictador, caso de haberlo, debía ser patricio.
Los Tribunos del Pueblo surgieron como contrapoder de los cónsules, en número de dos y para defender a los plebeyos. Su nombramiento correspondía a los Comicios Curiales.
Más tarde se amplio su número a 5 y luego a 10, y llegaron a tener facultades consulares. Después se volvió al número de dos, y habiendo alcanzado los plebeyos sus objetivos, su función tendió a hacerse innecesaria, al representar más a la aristocracia plebeya que a los humildes, pero no fueron suprimidos. Su elección paso a los comicios tribunados.
Las funciones del censor estaban inicialmente confiadas al Cónsul, que podía delegarlas. Se ejercían cada cuatro años más un año de sacrificios llamado Lustro.
Después se crearon los dos censores, con funciones de al menos cinco años (elegibles por dieciocho años al principio), a los que se atribuyó además el nombramiento de las vacantes del Senado. A fines del Siglo III a. C. era la magistratura más importante.
Hasta el 403 de Roma la magistratura censorial correspondió exclusivamente a los patricios, pudiendo después ejercerla los plebeyos o patricios indistintamente.
Los primeros Cuestores fueron jueces encargados de los casos de asesinato y de insurrección o alta traición. Con el tiempo su denominación más común fue Decumviri Perduillionis et parricidii. Eran nombrados para cada caso y no constituían una magistratura permanente.
A fines del Siglo III a. C. los Decumviri o Cuestores perdieron sus atribuciones judiciales que pasaron a los Triunviri nocturni.
Simultáneamente a estos Cuestores judiciales existieron los Cuestores administrativos, en los cuales delegaba el rey la administración de los fondos públicos. Con la república sus funciones pasaron a los cónsules que las delegaron en dos cuestores civiles (para el Tesoro público) y dos cuestores militares (para las arcas del Ejercito). Más tarde su nombramiento paso a los Comicios Tribunados.
Estos cuatro cuestores eran patricios hasta que el 345 de Roma, los plebeyos pudieron ocupar tres de las cuatro plazas.
También existieron cuatro Cuestores de la Marina, encargados de la administración de las cuatro bases navales romanas.
Finalmente se establecieron, junto a los cuestores existentes, los Cuestores Itálicos, con competencias para coordinar los censos de la parte de Italia sometida a Roma.
El Cónsul perdió las funciones judiciales civiles en favor de un magistrado curul designado como Pretor, por plazo de un año. Su nombramiento recayó en los Comicios centuriados. Al Pretor correspondían además las funciones consulares cuando los cónsules estaban ausentes.
El Pretor era patricio hasta el 417 de Roma (337 a. C.) en que pudieron acceder a la pretura los plebeyos. Progresivamente los plebeyos ostentan la magistratura en la mayoría de las ocasiones.
Más tarde surgió un segundo Pretor (llamado Praetor Peregrinus) encargado de resolver los asuntos civiles planteados entre ciudadanos y visitantes no ciudadanos.
Inicialmente se ocupaban de vigilar las ejecuciones, asuntos de policía y de los incendios nocturnos.
Más tarde, con la República, asumieron la competencia en los delitos menores de las clases bajas y su designación paso a los Comicios Tribunados.
Desaparecidos los Cuestores o Decenviros asumieron las competencias de estos.
Se cree que fue una magistratura accesible a los plebeyos desde tiempos muy antiguos.
El Prefecto asumía las funciones del rey en ausencia de este. Más tarde hizo lo mismo con las funciones consulares (hasta que tal misión paso a los Pretores).
La creación de la Pretura determino la perdida de importancia de esta magistratura que solo conservo las organización de las festividades latinas.
Los Ediles Curules surgieron durante la República, inicialmente para organizar algunas celebraciones. Eran designados por los comicios tribunados.
Inicialmente ejercieron la magistratura alternativamente patricios y plebeyos; después la designación fue independiente de la clase; el 541 de Roma se volvió a su designación alternativa (patricios en los años impares y plebeyos en los años pares) Más tarde asumieron funciones policiales, sanitarias, morales, abastecimientos, mercados, precios, calidad, y organización de juegos.
Inicialmente decisiones tomadas por la plebe, adquirieron mayor relieve progresivamente. El 465 el dictador Quinto Hortensio hizo votar por los Comicios centuriados la Ley que obligaba a todos los ciudadanos a acatar los plebiscitos. Aunque no se precisaba el asentimiento del Senado, fue generalmente solicitado.
El plebiscito en su origen designaba a los jefes plebeyos, votaba normas de su interés (inviolabilidad de tribunos, protección de las Asambleas, derecho de voto, etc. ) y ejercía jurisdicción criminal sobre los plebeyos de las tribus.
Más tarde extiende su competencia a asuntos de interés general, (precisándose primero desde el 283 a Roma o 471 a. C. el consentimiento del Senado para la presentación de la moción, consentimiento que después desaparece hacia el 462 o 449 a. C. aun siendo frecuentemente solicitado) y el plebiscito adquiere fuerza de ley, sin obligar a los patricios, y más tarde (465 de Roma o 289 a. C.) obligando a todos los ciudadanos.
Antes de la primera guerra púnica los cartagineses habían hecho acto de presencia en una parte de la Península Ibérica al Sur del Ebro, aunque su dominio se limitaba a Gades e Ibiza.
La familia cartaginesa de los Barca inició después de la guerra, la sumisión efectiva que se extendió a buena parte de la península, sobre todo el Sur y el Levante, sumisión lograda mediante tributos, alianzas, matrimonios o por la fuerza.
La segunda guerra entre Cartago y Roma se inició por la disputa sobre la hegemonía en Sagunto, ciudad costera helenizada, presuntamente aliada a Roma, o gobernada por un partido favorable a Roma (aunque situada probablemente en el territorio de influencia cartaginesa). Después la guerra continuó con la expedición de Aníbal a Italia.
Roma envió a Hispania tropas al mando de Cneo y Publio Escipión.
Cneo Escipión fue el primer romano que llego a Hispania, Empuries o Ampurias fue el punto de partida de Roma en la península. Su primera misión fue buscar aliados entre los iberos. Consiguió firmar algunos tratados de alianza con jefes tribales iberos de la zona costera, pero probablemente no logró atraer a su causa a la mayoría. Así por ejemplo sabemos que la tribu de los Ilergetes, una de las más importantes al Norte del Ebro, era aliada de los cartagineses. Cneo Escipión sometió mediante tratado o por la fuerza la zona costera al Norte del Ebro, incluyendo la ciudad de Tarraco, donde estableció su residencia.
El primer combate importante entre cartagineses y romanos tuvo lugar en Cissa (218 a. C.) probablemente cerca de Tarraco, aunque se ha pretendido identificarla con Guissona en Lleida. Los cartagineses, al mando de Hannon, fueron derrotados por las fuerzas romanas al mando del propio Cneo Escipión. El caudillo de los Ilergetes, Indíbil, que combatía en el bando cartaginés, fue capturado. Pero cuando la victoria de Cneo era un hecho, acudió Asdrúbal Barca con refuerzos y disperso a los romanos, sin derrotarlos. Las fuerzas cartaginesas regresaron a su capital Cartago Nova (la actual Cartagena), y los Romanos a su base principal, la ciudad de Tarraco.
El 217 a. C. la flota de Cneo Escipión venció a la de Asdrúbal Barca en las bocas del Ebro. Poco después llegaron refuerzos procedentes de Italia, al mando de Publio Escipión y los romanos pudieron avanzar hasta Sagunto.
A Cneo y Publio Escipión hay que atribuir la fortificación de Tarraco y el establecimiento de un puerto militar. La muralla de la ciudad se construyo probablemente sobre una muralla anterior, llamada Ciclópea; se aprecian en ella marcas de picapedrero ibéricas, ya que para su construcción debió emplearse la mano de obra local.
El 216 a. C. Cneo y Publio Escipión combatieron contra los iberos, probablemente de tribus del Sur del Ebro. Los ataques de estos iberos fueron rechazados.
El 215 a. C. los cartagineses recibieron refuerzos al mando de Himilcón, y se dio un nuevo combate en las bocas del Ebro, al parecer cerca de Amposta o Sant Carles, en la llamada batalla de Hibera o Ibera. La flota romana obtuvo la victoria.
La rebelión de Sifax en Numidia (Argel y Oran), en combinación con Roma, obligó a Asdrúbal a volver a África con sus mejores tropas (214 a. C.) dejando el campo libre en Hispania a los romanos, Asdrúbal Barca, ya en África, obtuvo el apoyo del otro rey númida, Gala, señor de la región de Constantina, y con ayuda de este (y del hijo de Gala, Masinisa), derroto a Sifax.
El 211 a. C. Asdrúbal Barca regreso a la península. Le acompañaba Masinisa con sus guerreros númidas.
Quizás entre el 214 y el 211 a. C. Cneo y Publio Escipión remontaron el Ebro, pudiendo llegar a territorio vascón. Sólo sabemos seguro que el 211 a. C. los Escipiones contaban en su ejercito con un fuerte contingente de mercenarios celtiberos, compuesto de varios millares de combatientes. Los celtiberos actuaban frecuentemente como soldados de fortuna, y ello no era de extrañar, pero parece probable que para contratarles los romanos se acercaran al territorio de sus vecinos. Las fuerzas cartaginensas se estructuraron en tres ejércitos mandados respectivamente por Adrúbal Barca, por Asdrúbal, hijo de Giscón, y por Magón hijo de Amícar.
Los romanos también se organizaron en tres grupos, mandados por Cneo Escipión (frente a Asdrúbal Barca), Publio Escipión (frente a Asdrúbal hijo de Giscón y a Magón), y Tito Fonteyo (con las fuerzas más allá del Ebro), Asdrúbal hijo de Giscón, y Magón, apoyados por el númida Masinisa, vencieron a Publio Escipión, que resulto muerto, Cneo Escipión hubo de retirarse al desertar los mercenarios celtiberos, a los que Asdrúbal Barca ofreció una suma mayor que la pagada por Roma (y logró con ello su retirada), Cneo murió durante la retirada, y los cartagineses estaban a punto de pasar el río Ebro cuando un oficial llamado Gayo Marcio Séptimo, elegido como general por las tropas, les rechazó. El escenario de estos combates es incierto, pero sabemos que Indíbil combatía de nuevo con los cartagineses. El combate tuvo lugar el 211 a. C. El 210 a. C. una expedición al mando de Claudio Nerón logró capturar a Asdrúbal Barca, pero este traicionó su palabra y huyó deshonrosamente.
El Senado romano decidió enviar un nuevo ejercito al Ebro, para evitar el paso del ejercito cartaginés hacia Italia. El mando de este ejercito fue confiado a Publio Escipión, hijo del general de igual nombre, muerto en combate el 211 a. C.
Publio Escipión (hijo) llegó a Hispania acompañado del procónsul Marco Silano (que debía suceder a Claudio Nerón) y del consejero Gayo Lelio, jefe de la escuadra.
A su llegada los tres ejércitos cartagineses se hallaban situados así: el ejercito de Asdrúbal Barca tenia sus posiciones en la zona del nacimiento del Tajo; el ejercito de Asdrúbal hijo de Giscón se situaba en Lusitania, cerca de la actual Lisboa; y el ejercito de Magón quedaba ubicado en el estrecho de Gibraltar.
Publio Escipión, en un golpe audaz, dejó desguarnecido el Ebro, y atacó Cartago Nova por tierra y mar. La capital púnica peninsular, dotada de una guarnición insuficiente al mando de un comandante llamado también Magón, hubo de ceder, y la ciudad quedó ocupada por los romanos. Publio Escipión regresó a Tarraco antes de que Asdrúbal pudiera traspasar las desguarnecidas líneas del Ebro.
Tras esta audaz operación una buena parte de la Hispania Ulterior se sometió a Roma, Publio Escipión supo atraerse a varios caudillos iberos, hasta entonces aliados de los cartagineses, como Edecón (enemistado con Cartago desde que su mujer y sus hijos fueron tomados como rehenes), Indíbil (por la misma causa), y Mandonio (afrentado por Asdrúbal Barca).
En el invierno del 210 al 209 a. C. Publio Escipión avanzó hacia el Sur, y chocó con el ejercito de Asdrúbal Barca (que a su vez avanzaba hacia el Norte) cerca de Baeza, en la aldea de Baecula, Publio Escipión se atribuyó la victoria (lo cual es dudoso), pero, si tal fue el caso, no logró impedir que Asdrúbal Barca siguiera el avance hacia el Norte con la mayor parte de sus tropas. En su avance hacia el Norte Asdrúbal llego a los pasos occidentales pirenaicos.
Así pues sabemos que Asdrúbal avanzo por el país, y lo cruzó. ¿Como aliado? Probablemente Asdrúbal intentó concertar una alianza; estos no tenían medios para oponerse al ejercito cartaginés, y aun siendo hostiles no hubieran podido impedir el paso de Asdrúbal y sus tropas; además actuaban descoordinadamente, sin unidad política. No cabe duda de que Asdrúbal pudo llegar sin problemas a los pasos de los Pirineos, y cruzarlos. Si se concertó algún tipo de alianza, fue efímera. Tal vez algunos engrosaron el ejercito de Asdrúbal, por la fuerza, como aliados o como mercenarios, pero no hay constancia de ello.
Asdrúbal acampó en el Sur de las Galias, y después paso a Italia (209 a. C.) .
El 208 a. C. Magón, el hijo de Amílcar, se retiró con sus fuerzas a las islas Baleares, y Asdrúbal, el hijo de Giscón, se mantuvo en Lusitania.
El 207 a. C. reorganizados los cartagineses, y con refuerzos procedentes de África al mando de Hannon, pudieron recobrar la mayor parte del Sur de la península. Tras someter Hannon esta zona, regresó Magón con sus fuerzas, y se trasladó a la zona Asdrúbal hijo de Giscón.
Pero poco después las fuerzas de Hannon y de Magón fueron derrotadas por el ejercito romano mandado por Marco Silano, Hannon fue capturado, y Asdrúbal hijo de Giscón y Magón hubieron de fortificarse en las principales plazas fuertes.
Asdrúbal hijo de Giscón y Magón recibieron nuevos refuerzos desde África (206 a. C.) , y por su parte reclutaron un contingente de indígenas, y presentaron batalla a los romanos en la misma aldea de Baecula, cercana a la actual Baeza, donde ya se libró una batalla en el invierno del 210 al 209 a. C. pero en esta ocasión Publio Escipión hijo obtuvo una clara victoria, Magón y Asdrúbal hijo de Giscón se refugiaron en Gades, y Publio Escipión quedo dueño de todo el sur peninsular, y pudo cruzar a África donde se entrevistó con el rey númida Sifax, que antes le había visitado en Hispania (206 a. C.) .
Una enfermedad de Publio Escipión fue aprovechada por una unidad del ejercito para amotinarse en demanda de sueldos atrasados, y esto, a su vez, fue aprovechado por los Ilergetes y otras tribus ibéricas para rebelarse, al mando de los caudillos Indíbil (de los Ilergetes) y Mandonio (de los Ausetanos), rebelión dirigida esencialmente contra los procónsules L, Léntulo y L, Manlio, Publio Escipión apaciguó el motín y puso un final sangriento a la revuelta de los iberos, Mandonio fue preso y ejecutado (205 a. C.) ; Indíbil logró escapar.
Magón y Asdrúbal hijo de Giscón abandonaron Gades con todos sus barcos y sus tropas para acudir a Italia en apoyo de Aníbal, y tras la salida de estas fuerzas. Roma quedó dueña de todo el Sur de Hispania (205 a. C.). Roma dominaba ahora desde los Pirineos al Algarve, siguiendo la costa, pero aun no dominaba en el territorio. El dominio romano alcanzaba hasta Huesca, y desde allí hacia el Sur hasta el Ebro y por el Este hasta el mar.
Desde el 197 a. C. la península ibérica sometida a Roma quedó dividida en dos provincias: la Citerior, al Norte (la futura Tarraconense, con Tarraco por capital), y la Ulterior (al Sur), cuyo gobierno correspondería a dos procónsules (llamados también pretores o propretores) bi-anuales (lo que a menudo resultará incumplido).
Ya el mismo 197 a. C. la provincia Citerior fue teatro de una rebelión, que el procónsul Quinto Minucio tuvo dificultades para controlar. La provincia Ulterior escapó del control de Roma, muriendo su gobernador.
Roma hubo de enviar (195 a. C.) al cónsul Marco Catón, quien cuando llegó a Empúries encontró toda la provincia Citerior en rebeldía, con las fuerzas romanas controlando solo algunas ciudades fortificadas. Catón venció a los rebeldes en el verano de este mismo año y recobró la provincia pero no logró atraerse a sus naturales, ni a los celtiberos que actuaban como mercenarios de quien requería sus servicios. Pero la sumisión de los indígenas era aparente, y cuando corrió el rumor de la salida de Catón hacia Italia, la rebelión se reanudó. Catón actuó con decisión, venció a los sublevados y vendió a los cautivos como esclavos. Todos los indígenas de la provincia fueron desarmados. Otro procónsul de Hispania, Marco Fulvio combatió después otras rebeliones.
Se acometió después la conquista de Lusitania, con dos destacadas victorias: el 189 a. C. la obtenida por el procónsul Lucio Emilio Paulo, y el 185 a. C. la obtenida por el pretor o procónsul Cayo Calpurnio (esta última más que dudosa). La conquista de la zona central, la región llamada Celtiberia, se acometió el 181 a. C. por Quinto Fabio Flacco. Este venció a los celtiberos y sometió algunos territorios. Pero la empresa fue obra principalmente de Tiberio Sempronio Graco (179 a 178 a. C.) que conquisto treinta ciudades y aldeas, algunas mediante pactos y otras valiéndose de la rivalidad de los celtiberos con los habitantes del Norte, con los cuales probablemente concertó las alianzas necesarias para facilitar la dominación romana en la región de Celtiberia.
Quizás en esta época algunas de las aldeas o ciudades ya habían sido sometidas (o lo fueron posteriormente) pero una parte importante de los habitantes debió acceder al dominio romano voluntariamente, por alianza. Tiberio Sempronio Graco fundó sobre la ciudad ya existente de Ilurcís la nueva ciudad de Graccuris o Gracurris o Graecuris (probablemente la actual Alfaro, en la Rioja, o la ciudad de Corella en Navarra), de estructura romana, donde parece ser que fueron asentados grupos celtiberos organizados en bandas errantes. Esta fundación se situaría en el 179 a. C. si bien la referencia escrita es posterior. Se cree que la fundación de esta ciudad tenía como finalidad la civilización de la zona celtibérica y la difusión de la cultura romana.
Probablemente a Tiberio Sempronio Graco hay que atribuir la mayoría de los tratados concertados. En general los pactos establecían para las ciudades o aldeas un tributo pagadero en plata o productos naturales. Cada ciudad o aldea debía aportar un contingente prefijado para el ejercito. Solo algunas ciudades conservaron el derecho a emitir moneda (ninguna en territorio vascón).
Pero los habitantes de las ciudades sometidas por la fuerza no eran casi nunca súbditos tributarios: Cuando ofrecían resistencia y eran derrotados eran vendidos como esclavos. Cuando se sometían antes de su derrota total, eran incluidos como ciudadanos de su ciudad pero sin derecho de ciudadanía romana.
Cuando las ciudades se sometían libremente, los habitantes tenían la condición de ciudadanos, y la ciudad conservaba su autonomía municipal y a veces la exención de impuestos.
Los procónsules (llamados también pretores o propretores), es decir los gobernadores provinciales, tomaron la costumbre de enriquecerse a costa de su gobierno. Los regalos forzados y los abusos eran norma general. En sus viajes el pretor o procónsul, y otros funcionarios, se hacían hospedar gratuitamente; a veces se hacían requisas. Los pretores imponían suministros de granos a precios bajos. para sus necesidades y las de los funcionarios y familiares, y a veces también para los soldados. Las quejas eran tan fuertes que el Senado. tras oír una embajada de provinciales hispanos, emitió el 171 a. C. unas leyes de control:
Los tributos no podrían recaudarse mediante requisas militares; los pagos en cereales eran admisibles pero los pretores no podrían recoger más de un quinto de la cosecha; se prohibía al pretor fijar por si solo el valor en tasa de los granos; se limitaban las peticiones para sufragar las fiestas populares de Roma; y se mantenía la aportación de contingentes para el ejercito. No obstante como el enjuiciamiento de los procónsules que habían cometido abusos correspondía al Senado a través del Pretor de la Ciudad, rara vez algún procónsul fue juzgado.
A la provincia Tarraconense le afectaron singularmente las invasiones de bárbaros germanos. Éstas fueron muy devastadoras y se destruyeron durante ellas numerosas ciudades (prácticamente ninguna se libró, y el saqueo fue sistemático).
Algunos estudiosos sugieren que los esclavos y los siervos y las clases mas desfavorecidas de la población se sumaron a los invasores, pues de otra forma no se explica que unos miles de bárbaros practicaran una destrucción tan sistemática como la que parece desprenderse de las pruebas arqueológicas.
El abandono de las tierras fértiles ante el peligro que suponía la existencia de hordas germanas saqueando el territorio, fueron una consecuencia inmediata. El producto no podía comercializarse por la inseguridad de los caminos y el escaso poder adquisitivo general; era posible perderlo todo ante los germanos, que para alimentarse recurrían a las cosechas de los campesinos de las zonas devastadas; y superados ambos obstáculos, la mayor parte había de entregarse al Estado para el Ejercito y los funcionarios (Annona) o como tributos, que ante la devaluación monetaria y la inflación, el Estado tendía a hacer cada vez más frecuentes e importantes, y del que los soldados y funcionarios abusaban, pues sus sueldos, aunque aumentados, nunca llegaban a acomodarse con la inflación.
El bandidaje existente, propio de épocas de crisis, había obligado desde principios del siglo III, a multiplicar los puestos de guardia con funciones policiales, en todas las vías y puntos estratégicos (puentes, mercados, vados). Estos puestos de policía estaban ocupados por soldados imperiales, generalmente de las fuerzas auxiliares. Con el incremento del bandidaje a medida que el siglo avanzaba, fue necesario adscribir más y más soldados a estos puestos, y su dispersión seguramente fue un factor que posibilito el avance de los bárbaros, que mucho más numerosos que bandidos aislados o bandas de malhechores, no encontraban una resistencia adecuada.
Rápidamente se reconstruyeron las murallas, o cuando no fue posible se construyeron de nuevas. Algunas ciudades de defensa difícil o dañadas gravemente fueron abandonadas.
La falta de datos, tanto escritos como arqueológicos, es notable, pero de lo poco que sabemos podemos deducir que la detención del crecimiento de las ciudades, y del cese de la construcción de edificios, públicos o privados, no fue obra exclusiva de las invasiones, pues el estancamiento de las ciudades y el cese de construcciones se produce también en lugares que no fueron afectados por ellas, como el puerto de Ostia o la provincia de África. Las ciudades de Britania, que no fue afectada por las invasiones, también inician su decadencia, sin duda a causa del deterioro económico, pues la decadencia afecta igualmente a las villas del campo, En cambio una provincia muy afectada, como Panonia, presenta síntomas de construcciones en villas campestres (probablemente las provincias más afectadas tuvieron un desplazamiento de población desde la ciudad al campo, marcando una tendencia acentuada por todo el Imperio en el siglo siguiente).
Las múltiples invasiones que afectaron al Imperio en el periodo que ahora tratamos ya han sido enunciadas brevemente. La primera invasión que afecto a las provincias de la península ibérica, se inició el al año 253 (o tal vez el 254), cuando grupos de alamannos y francos cruzaron el río aprovechando la ausencia de las tropas que guarnecían la frontera del Rhin. Cuando las legiones de Mesia proclamaron Emperador a Emiliano (253) frente a Treboniano Galo, este último pidió ayuda a Valeriano, jefe de las fuerzas de la frontera del Rhin. Las luchas entre romanos, dejaron por tanto sin vigilancia la frontera renana y grupos de germanos, francos y alamannos, aprovecharon para cruzarla. Los alamannos lo hicieron por Mannheim y penetraron en Renania y Palatinado, y los francos asolaron la región de Metz, Reims y hasta París, siendo controlados en La Galia hacia el 254 y pasando entonces al Sur, llegando hacia el 257 hasta la Tarraconense, donde asediaron Tarraco. La invasión no fue de gran magnitud, aunque los invasores provocaron importantes destrucciones principalmente gracias a la falta de respuesta. Quizás el peso de la destrucción recayó en la Tarraconense pues en la Galia no será hasta una posterior invasión (la del 276) en que las ciudades precisaran construir murallas defensivas y concentrarse dentro de su perímetro.
Poro después Valeriano, que había triunfado en las luchas civiles y era Emperador, cedió la parte occidental del Imperio a su hijo y asociado Galieno, reservándose para si mismo la parte oriental.
Así pues, fue Galieno el encargado de hacer frente a las bandas de Francos y Alamannos. Por su parte Valeriano poca ayuda podía ofrecer a su hijo pues se vio inmerso en una guerra con Persia (desde el 255), además de sufrir también diversas incursiones de los bárbaros.
Galieno hubo de luchar con sus propios medios, escasos y poco adecuados, pese a lo cual el 257 había conseguido restablecer la frontera del Rhin, cortando el paso de nuevas invasiones (durante unos años los germanos afluyeron en grupos que más tarde acabaron reuniéndose) y consiguió también eliminar a los alamannos.
Así pues Galieno, el hijo de Valeriano, en su campaña contra los alamannos y los francos, había restablecido la situación hacia el 257, expulsando o matando a los invasores, y recobrando los pasos del Rhin, aunque no la zona fronteriza (limes) más allá de este río. Los francos hubieron de abandonar el asedio de Tarraco para evitar ser aniquilados por Galieno.
El 258 Galieno hubo de hacer frente a la rebelión de Inganul (Ingenuo) en la zona Danubiana, (Panonia), y el gobernador de la Prefectura de las Galias. Póstumo, aprovechó para independizarse y crear un Imperio (258) que después (259) abarcó Hispania y Britania.
El 258, Galieno abandono la zona, dejando el mando de la región a su hermano Salonino.
El 259 volvió a romperse la frontera renana, que estaba al mando de Salonino (el hermano de Galieno) el cual cayo en manos de Póstumo en Colonia y fue ejecutado. Los Alamannos volvieron a asolar Nórica y Retia, y los Sármatas y Cuados asolaron Panonia. Los francos, quizás contratados por Póstumo, volvieron a penetrar en Las Galias (sin que llegaran a su parte Occidental) y penetraron seguidamente (probablemente el 259 o el 260) en la Tarraconense (y después en la Bética, alcanzando África), donde destruyeron Tarraco (la ciudad seguía en ruinas en el siglo V).
Las luchas en el Imperio favorecían a los Francos, que llevaron a cabos sus depredaciones con notable impunidad, pues no podían ser combatidos por fuerzas imperiales y eran muy superiores a las milicias locales. La Galia sufrió un saqueo sistemático y unas destrucciones amplísimas, y tras ello cruzaron los Pirineos y continuaron la misma política en Hispania.
Es muy probable que desde Tarraco, siguiendo la vía entre esta ciudad y Astorga, remontaran el Valle del Ebro y alcanzaran el territorio vascón, y probablemente llegaron hasta Galicia. Su consecuencia inmediata fue la construcción de murallas desde Lucus Augusti (Lugo) hasta Barcino (Barcelona), además de otros mucho puntos.
No fue solo en la Tarraconense donde se construyeron murallas. Por todo el Imperio las ciudades quedan circuidas de fortificaciones de todas clases, y la vida urbana se contrajo al interior de estos recintos.
¿Cuanto tiempo duraron las destrucciones de los francos? Nada se sabe seguro, pero la falta de respuesta imperial, la amplitud de la destrucción y la rapidez con que la provincia se sometió a Póstumo, parecen indicar que las depredaciones duraron algún tiempo. Probablemente asolaron la Tarraconense el 259 o 260 y la Bética en las mismas fechas, volviendo tal vez a la Tarraconense hacia el 261. Las fechas son muy confusas, y a veces los hallazgos arqueológicos tienden a hacer más difícil su esclarecimiento. En general podemos ubicar la época de invasiones en la Tarraconense entre el 254 y el 279, con tres momentos extremos, uno aproximadamente entre el 253/54 y el 257, otro entre el 259/60 y el 261/? y otro entre el 276/77 a 278/79. Algunos historiadores indican que duraron unos doce años y fueron derrotados por Claudio el Gótico (hacia el 270), pero como es dudoso que Claudio gobernara la Tarraconense, habrá que tomar la noticia con reservas.
El 260, la desaparición de Valeriano en la guerra con Persia, hizo surgir Emperadores en varias provincias, haciendo más difícil combatir a los bárbaros que ya estaban en el interior del Imperio, que con su potencia militar y su movilidad, podían campar a sus anchas. No obstante en algún momento en los años siguientes (262-266), seguramente con tropas reunidas por Póstumo, debió liquidarse el peligro. La época marca una época de consolidación de Póstumo como Emperador reconocido en Britania. Las Galias e Hispania. No obstante nada seguro se sabe de la suerte de los francos, y algunos opinan que pudieron seguir saqueando diversos puntos durante años.
El poder de Póstumo decae el 266 cuando una parte de su ejercito proclama Emperador al General Ulpio Cornelio Loliano. Póstumo le combatió y al año siguiente (267) ocupó la capital de Loliano. Maguncia, pero murió (junto a su hijo Póstumo II y a Loliano) a manos de sus propios soldados, que se rebelaron al no permitirles Póstumo que saquearan la ciudad. Victorino fue proclamado Emperador y asocio al trono a su madre Victorina. ¿continuaban mientras tanto los francos asolando Hispania y Las Galias?. El nuevo Emperador murió el 270 y fue proclamado en su lugar el herrero Marco Antonio Mario, que fue asesinado a los dos meses. Accedió entonces al trono el gobernador de Aquitania, Tétrico I (que asocio a su hijo Tétrico II) hasta que el 273 fue vencido por Aureliano (que se había impuesto ya en el resto del Imperio) en Catalaunum (Châlons sur Marne), Tétrico I se sometió a Valeriano unos meses después (274) en Tréveris.
Aureliano fue asesinado en una conjura (275) y se produjo un interregno hasta que el Senado acordó designar Emperador a Marco Claudio Tácito (25 de Septiembre del 275) el cual fue aceptado por el ejercito. Tácito tuvo también un gobierno breve y fue asesinado en Abril del 276 sucediéndole su hermano uterino Marco Antonio Floriano, sobre el que se impuso otro pretendiente llamado Marco Aurelio Probo (julio 276), Floriano fue asesinado.
Con todas estas convulsiones grupos de germanos volvieron a cruzar el Rhin en gran número. El 276 los francos penetraron de nuevo en La Galia, esta vez en mayor número y con mayor violencia si cabe. Las ciudades galas occidentales hubieron de dotarse de murallas defensivas. La invasión llegó probablemente también a la Tarraconense aunque quizás aquí fue menos destructiva que la de 259-260. Finalmente Probo logró conducirlos al centro y oeste de La Galia, donde masacró a muchos miles (unos cuatrocientos mil), reduciendo a otros al cautiverio (unos sesenta mil se establecieron en territorio galo) y admitiendo a muchos de ellos (unos 16.000) en el ejercito.
Como el final de la invasión coincidió prácticamente con la rebelión de los bagaudas (desarrollada intermitente con anterioridad) en las Galias, es tentador suponer que existía una alianza social entre los campesino pobres y los germanos, y que derrotados éstos, los campesinos hubieron de tomar la iniciativa. En todo caso no hay que dudar que las condiciones de vida a las que estaban sometidas, si bien empeoraron con las invasiones, debían ser ya muy extremas con anterioridad para llevarles a la rebelión.
Las invasiones dieron origen a ciertas situaciones especificas. Así sabemos que hubo muchas mujeres violadas pero más interesante para comprender el alcance de la destrucción es saber que muchos notables que eran despojados de sus bienes. saqueaban después los de otros (y sin duda en muchas ocasiones se aprovecharía la situación para saquear sin haber sido previamente víctima); también se sabe que los bárbaros raptaban a muchas personas (a menudo hombres o mujeres libres). y que era habitual que algunos oportunistas se apropiaran de estos prisioneros para convertirlos en esclavos (desconocemos en que forma aunque puede suponerse que si se hacía pacíficamente sería mediante una compra a bajo precio. y si se hacía violentamente. sería mediante escaramuzas; quizás muchos de estos prisioneros eran abandonados cuando habían cumplido su cometido o cuando su marcha retrasaba el avance de la horda). No cabe duda también de que muchas personas se unieron en sus destrucciones a los bárbaros. de forma temporal. quizás arrastrados en el torbellino de una situación excepcional. pues se constata que los que se unieron a los bárbaros formaban una especie de casta. lo que indica que volvieron a sus puntos de origen. o que solo colaboraron con los bárbaros mientras éstos estuvieron en la zona del colaboracionista.
El obispo Gregorio de Neocesarea prescribió la actitud que debía adoptarse con las vírgenes violadas por los bárbaros. lo que incita a suponer que el hecho era relativamente frecuente; también prescribió la actitud a adoptar con los que saqueaban a los demás después de ser saqueados ellos mismos; con los que se quedaban como esclavos a personas raptadas por los bárbaros; con los que se habían unido a los invasores; con los que les habían indicado los caminos; y con los que habían guardado botín del que los bárbaros habían dejado atrás al retirarse.
Es evidente que muchos ciudadanos colaboraron con los bárbaros indicándoles el camino. Una primera impresión sugiere que trataban de alejarlos de sus tierras. desviar sus saqueos a otra parte. y naturalmente que tenían miedo; pero por encima de ello se deduce que existía un sentimiento de hostilidad y resentimiento contra las autoridades romanas. y que se enviaba sin duda a los invasores (de cualquier grupo) contra las ciudades base del poder romano.
Cuando los bárbaros partían había quien se apoderaba de botín. Según Gregorio se trataba de botín abandonado por los bárbaros; pero si tal era el caso. o bien era abandonado por carecer de valor o bien a causa de la persecución por las tropas imperiales (lo que debía ocurrir raramente); entonces ¿de que botín podían apropiarse?. Sin duda se trataba del botín que habían escondido familiares. amigos o vecinos. muertos durante las incursiones. o de aquel que se tomaba de haciendas no saqueadas. culpándose a los bárbaros. o de aquel que los bárbaros habían olvidado.
Las murallas fueron construidas apresuradamente. Los restos arqueológicos y las pocas reseñas históricas que conocemos así lo indican. Muchas veces cuando los bárbaros estaban ya cerca. usándose toda clase de materiales. como en las murallas de Barcino. donde se usaron materiales de las casas situadas más allá de las murallas. estatuas. mármoles. sillares. etc. En el reforzamiento de las murallas de Atenas. reparadas por primera vez desde el 86 a. C. se usaron sillares para fortificar una zona al Norte de la Acrópolis y se destruyó el conjunto arquitectónico de la ciudad. En muchas ocasiones no dio tiempo a la construcción de muros defensivos. y los bárbaros penetraron sin oposición. saqueando. violando e incendiando. Ante el temor de su regreso pudieron construirse apresuradamente las murallas de algunas ciudades. Otros conjuntos amurallados son de mejor construcción. probablemente construidos con calma cuando el peligro principal ya había pasado. pero no era descartable que volviera a suceder. o cuando aun había tiempo.
Los estudios arqueológicos en la Tarraconense. muestran un grado de destrucción muy amplio. Ya no es tanto la construcción de las murallas. las cuales pudieron ser construidas apresuradamente ante la llegada de los bárbaros. o en previsión de su regreso. de forma rápida y por tanto utilizando toda clase de materiales. sino los indicios de destrucción que se percibe en ciertas construcciones. Evidentemente la construcción de murallas requirió que muchas edificaciones que ocupaban su lugar. o que quedaban fuera de ellas. fueras destruidas para utilizar sus piedras. pero por doquier se observan rastros de incendios.
Sin duda los bárbaros. que actuaban en grupos relativamente numerosos (varios miles) llegaban a una ciudad. donde escasa resistencia podía oponérseles (incluso cuando las murallas ya estaban construidas. no tenían la envergadura suficiente. se carecía de fuerzas para su defensa efectiva. y se desconocían las tácticas defensivas de las fortalezas). Una parte de la población había huido a los montes más cercanos y el resto no eran combatientes. Los bárbaros saqueaban casa por casa. matando a quien les hacía frente. violando a las mujeres jóvenes y llevándose algunos esclavos o esclavas. Al abandonar la ciudad (cuyos habitantes ya habían escondido sus bienes más preciados. generalmente oro o plata. en escondrijos cercanos a la ciudad) se desparramaban por el campo. entrando en las haciendas. en las que acampaban y de cuyos productos se abastecían. Los habitantes de las haciendas habían huido. pero si intentaban defenderse. eran masacrados. y las edificaciones (y a veces la cosecha probablemente) incendiadas. Cuando los bárbaros abandonaban el lugar. sus moradores. escondidos en zona protegidas cercanas (montañas. cuevas). regresaban (algunos debían ser encontrados y capturados. y probablemente asesinados). Los bárbaros se llevaban consigo el ganado y las cosechas almacenadas (que a veces eran destruidas). Seguramente alguna de las ciudades y haciendas sufrieron el asalto dos o más veces. En caso de salvar la cosecha o el ganado. no tardaba en producirse la requisa para los soldados. No obstante el grueso de las fuerzas romanas estaban ausentes: las legiones combatían en las luchas civiles o en las fronteras orientales; las fuerzas auxiliares habían sido enviadas a reforzar a las legiones; las pequeñas unidades locales. dispersas en las estaciones de las calzadas. unidades asignadas a ciertas ciudades para misiones concretas. etc. no tenían capacidad individualmente de actuar. Sin duda los soldados integrantes de estas pequeñas unidades huían ante los bárbaros como la mayoría de los ciudadanos que podían hacerlo. Si no huían morían combatiendo. La tarea defensiva paso casi en su totalidad a estas pequeñas guarniciones del interior. reforzadas con milicias ciudadanas. pero poco adaptadas para luchas con enemigos fuertes. Las murallas o bien no existían (por no haberse llegado a construir por innecesarias). o bien se habían eliminado en los largos años de paz. Cuando existían murallas no estaban en estado de defensa. y cuando se construyeron apresuradamente no estaban terminadas adecuadamente para ser eficaces.
Las invasiones iniciadas el 253 se prolongaron en la Tarraconense varios años (con interrupciones fijaríamos la época de las invasiones entre el 257 (lo más tarde) y hasta después del 276 con toda probabilidad. según ya hemos visto más arriba. La destrucción que causaron fue muy intensa tal y como los atestiguan los hallazgos arqueológicos que muestran un nivel de destrucción correspondiente a esta época. difícilmente imaginable para un estado que se suponía fuerte y prospero como el Imperio Romano y para una provincia destacada y productiva. Es significativo el hallazgo de monedas y tesoros correspondientes a esta época. debido a que la gente. al conocer el avance de los francos. escondía sus pertenencias mas valiosas con la esperanza de volver a recuperarlas mas tarde y evitar su expolio; muchas personas que escondieron tesoros no pudieron volver para recuperarlos. probablemente por haber muerto. La destrucción que se practicó fue sistemática; las casas fueron quemadas. los bienes robados; las mujeres violadas y los hombres asesinados. Los hallazgos arqueológicos de la época atestiguan el nivel de destrucción. apreciándose que las casas (y las ciudades en conjunto) fueron luego reconstruidas aunque muchas quedaron abandonadas (y algunas ciudades ya no se recuperaron). La destrucción sobrepasó con mucho la que pudieran causar guerras o conflictos. Fue total. sistemática y prolongada en el tiempo durante años. Los bárbaros. a medida que avanzaban o retrocedían. practicaban la destrucción y el salvajismo en grado extremo. aunque no permanecían largo tiempo en el mismo lugar; pero no cabe duda de que después de algún tiempo. cuando el lugar destruido estaba recobrándose de la catástrofe. volvían y efectuaban una nueva destrucción. Sin duda algunos lugares fueron arrasados no una. sino varias veces. durante el espacio de una generación. Después de una segunda destrucción el deseo de reconstrucción que aun pudiera quedar en la gente desaparecía. y algunos lugares se abandonaban en beneficio de zonas menos castigadas. La catástrofe fue de tal amplitud que se duda que fuera obra de unos miles de francos. que a lo largo de su viaje y de los años. irían perdiendo efectivos (aunque fueron varias remesas y tal vez durante sus campañas eran apoyados por nuevas aportaciones procedentes de Germania). Parece probable que los esclavos y quizás las capas humildes de la población. aprovecharan la ocasión para rebelarse y se unieran a los invasores para robar a sus amos y/o vecinos.
No hay pruebas concluyentes de ello. porque si bien parece evidente que en la destrucción tuvieron que participar mas gente no hay respuesta para la siguiente pregunta ¿Que fue de los rebeldes cuando marcharon los francos?. ¿Se unieron a ellos? ¿Fueron víctimas de la venganza de los afectados? ¿Pasaron a ocupar una posición preeminente con las fortunas acumuladas por el saqueo y con su organización militar recién adquirida?. Ningún testimonio permite responder a todo ello. si bien las indicaciones de Gregorio de Neocesarea (que evidentemente habla de otra zona y desde el punto de vista de una confesión religiosa) aconseja a los cristianos tratar a los traidores con indulgencia. Durante años reinó en las ciudades y en las quintas del campo una gran inseguridad. Tras la primera invasión y consiguiente destrucción. con muchos muertos en la familia y perdida de bienes. y con las plagas subsiguientes de hambre y epidemias. cundió el desanimo. Se inició la reconstrucción. y cuando las aguas parecían volver a su cauce se sufrió el segundo zarpazo; nueva desolación; ya nada se reconstruyó; se vivió en una situación provisional a la espera de mejores tiempos. y en cierto aislamiento. pues nadie se arriesgaba a recorrer los caminos infestados de bandidos. La producción se redujo dramáticamente y la gente se empobrecía aun más; los intercambios comerciales. a consecuencia de la inseguridad de las vías de comunicación. se redujeron a la mínima expresión. y se practicaba una economía de subsistencia. más chocante después de un largo periodo de paz. Los precios continuaron subiendo de forma desmesurada y descontrolada. al faltar muchos productos; y la moneda siguió devaluándose. Las ciudades. que a causa de la inflación y la crisis económica ya habían cesado las obras públicas. se convirtieron en recintos amurallados. Las obras particulares se limitaron a lo mínimo para guarecerse.
Los monumentos característicos de la época imperial (acueductos. estatuas. edificios. etc.) son todos anteriores a esta época. Así se mantienen durante años. sufriendo a buen seguro nuevas incursiones de los francos o de los rebeldes. La "pax romana". la larga y dorada pax romana. ha llegado a su fin. Los esfuerzos antes destinados al confort y al bienestar se aplican ahora a las obras de defensa. únicas que se realizan: se construyen o reconstruyen las murallas de las ciudades. dentro de las cuales se encierra la población. reducida en su número. y sin posibilidad de vivir en seguridad fuera del abrigo que ofrecen las murallas defensivas que protegen de las incursiones. La superficie de las ciudades se concentra en el perímetro de las murallas. bastante reducido. Las fincas y lugares aislados quedan abandonados. muchos de ellos para siempre. Para la construcción o reconstrucción de murallas se utiliza toda clase de materiales: restos de edificios. acaso destruidos por los bárbaros o demolidos por quedar fuera de la muralla o en el lugar que esta ocupa; esculturas. columnas. piedras y trabajos artísticos. etc. Se ha perdido el valor de lo bello para usarlo en necesidades perentorias vitales; el valor artístico de los materiales empleados no preocupa a las autoridades que ordenan la construcción de las murallas. ni a quienes deben ser protegidos por ellas. o al menos les preocupa menos que un nuevo asalto de los francos o de los rebeldes. La construcción de las murallas de Pamplona reforzaron el papel de la ciudad como capital del territorio vascón. Pero el poder romano en la zona esta debilitado: las zonas no romanizadas. menos accesibles y no castigadas por las depredaciones. recibieron cierta afluencia de refugiados; seguramente a ellas también fueron a parar esclavos huidos o rebeldes que habían participado en las destrucciones y que no podrían regresar a sus lugares de origen. Muchos de estos refugiados y huidos están romanizados. pero la mayoría son bilingües (vascón-latín). y al asentarse permanentemente en zonas de costumbre y lengua vascona. recuperan sus hábitos ancestrales y su lengua original. pero al mismo tiempo sirven como agentes para extender la romanización a territorios hasta entonces muy escasamente romanizados. Todos estos hechos pusieron de manifiesto la vulnerabilidad del poder romano. Roma conservó el poder tras los nefastos años de las invasiones. pero no cabe duda de que para los pueblos sometidos. para los esclavos y para las capas mas humildes de la población. todo ello significo una seria advertencia que influyo en un cambio de pensamiento apreciable desde finales del Siglo III.
A partir del 284 lo peor de la situación de crisis parece haber pasado. Aunque se han superado las dificultades militares. básicamente creadas por peligros externos. sin un grave quebranto territorial. se hace necesaria una reestructuración o restauración (en el lenguaje de la época se llamo renovatio más que restauratio) que permita superar las dificultades cotidianas. Por otra parte la situación interna del Imperio tiene también dificultades. con el problema nunca resuelto de la sucesión y el desarrollo de la secta de los cristianos.
Con la elección del General Valerio Aurelio Diocleciano para gobernar el Imperio (284) éste pareció recuperarse (de hecho la recuperación ya se había iniciado en los últimos años).
Diocleciano había nacido en Dioclea (Dalmacia) hacia el 240. hijo de un escribano. y nieto de un liberto (incluso se ha especulado con que el propio Diocleciano era el liberto de un senador). quien se alistó joven en el ejercito. y efectuó una brillante carrera militar. ostentando los cargos de gobernador de Mesia. cónsul suffectus y jefe de la escolta imperial.
Se cree que siendo un simple soldado. una sacerdotisa le profetizó que sería Emperador cuando matara a un jabalí (en latín Aper). y durante su vida aprovechaba cualquier ocasión para cazar a estos animales y darles muerte. No obstante cuando dio muerte a Arrio Aper se apercibió de que se trataba de éste a quien se refería la profecía. y por ello mató a Aper de propia mano.
Vencido probablemente por Carino. el asesinato de éste le permitió ser reconocido unánimemente. Diocleciano no expropió ni desterró a sus rivales.
En la propaganda oficial que saluda el acceso a un nuevo Emperador. Diocleciano fue llamado Parens Aurei saeculi (Padre de una nueva edad de oro). y aunque este título no tenía valor (los Emperadores anteriores usaron frecuentemente lemas alusivos a la paz. la prosperidad. la felicidad. la abundancia. etc.) en esta ocasión se asemejó más a la realidad (se abrió una nueva época. no una edad de oro pero si una restauración. si bien también se sentaron las bases para la destrucción social que dieron paso a la Edad Media. El nuevo Emperador confió el gobierno de Occidente al General Maximiano con el titulo de “Cesar” (1 de Marzo del 285) y en tal ocasión tomó el título de Jovio. mientras Maximiano tomó el de Hercúleo.
Maximiano sofocó la rebelión de los bagaudas de las Galias (285) y el 286 fue proclamado “Augusto” y después (293) asoció al gobierno. como “Cesar” al General Constancio Cloro. si bien la Tarraconense quedo incluida en la zona de gobierno directo de Maximiano (Diocleciano tomo como César a Galerio). Las importantes reformas de Diocleciano son tratadas en otro epígrafe.
Diocleciano. que ya había tomado el titulo de Dominus (acabando con la ficción de un ejercicio del Imperio como delegación del Pueblo). abdicó el 305 junto a Maximiano (día 1 de Mayo) y pasaron a ser “Augustos” Galerio y Constancio Cloro. quienes designaron respectivamente como “César” a Maximino Daya y a Flavio Valerio Severo.
Constancio Cloro murió el 306 y los soldados aclamaron “Augusto” a su hijo Constantino (25 de Julio del 306) pero en Italia (y África) fue reconocido Majencio. hijo de Maximiano (que arrepentido de su abdicación fue llamado por su hijo y volvió a ejercer como Augusto). ignorándose los derechos del Cesar Flavio Valerio Severo. Galerio reconoció a Constantino y a Severo como Augustos. y se pronunció contra Majencio. Pero Severo fracasó ante Majencio. y lo mismo le ocurrió a Galerio. Severo abdicó en favor de Liciano Licinio. Maximino Daya y Licinio se proclamaron “Augustos” y así llego a haber seis Augustos: Galerio. Maximino Daya. Licinio. Constantino. Maximiano y Majencio. Maximiano (suegro de Constantino) fue encarcelado súbitamente por su yerno (308) que después le hizo matar (310). Galerio. Licinio y Constantino promulgaron el edicto de tolerancia de todas las religiones (311 el primero y 313 los otros). Galerio murió poco después de promulgar su edicto. Majencio fue eliminado el 312 y Maximino Daya el 313. ocupando su lugar Licinio. quien después entro en lucha con Constantino. quien le venció repetidamente. ajustándose la paz (314) en base a un reparto del Imperio muy favorable para Constantino. y renunciando Licinio (que carecía aun de hijos) a nombrar sucesor. El 319 (Licinio había tenido un hijo hacia el 315 llamado Luciano) se reanudaron las querellas y estalló la guerra el 323. Finalmente Constantino venció a Licinio. que capituló (18 de Septiembre del 324) siendo después ejecutado (325). y el vencedor quedó como único Emperador. con su hijo Crispo que ya ostentaba el título de “César”. Crispo murió posteriormente ejecutado. así como también su sobrino Luciano. El 335 Constantino repartió el Imperio entre sus tres hijos Constancio. Constantino y Constante (con el título de “Augustos”) y un sobrino. Dalmacio. (con el título de “César). correspondiendo la Tarraconense al hijo mayor Constantino II. El Emperador Constantino I. conocido por el Grande. murió dos años después (22 de Mayo del 337) y los derechos del sobrino Dalmacio (y su hermano Anibaliano). y otros miembros de la familia imperial. fueron pronto suprimidos con su asesinato por los soldados. siendo reconocidos únicamente los tres hijos de Constantino. Todos los familiares de Constantino (incluido su hermano Julio Constancio y sus sobrinos Dalmacio y Anibaliano y otros miembros de la familia imperial excepto dos niños llamados Galo y Juliano. hijos de Julio Constancio y de Basilina. y una niña. hermana de ambos. que se casó con Constancio II) resultaron muertos por la soldadesca.
El año 340 murió Constantino II y sus territorios pasaron a Constancio. que acabó como único Emperador (353). El 355 nombró a un primo llamado Juliano como “César” y le cedió el gobierno de Occidente con la Tarraconense. Juliano se rebeló y a la muerte de Constancio quedó como único Emperador. pero murió el 363 y le sustituyó el General Joviano. muerto poco después (364). accediendo al trono el General Valentiniano. que asoció a su hermano Valente. al que cedió el Oriente. Muerto Valentiniano (375) le sucedieron sus hijos Graciano y Valentiniano II. Graciano nombró el 19 de Enero del 379 al General Teodosio con el título de “Augusto”. La Tarraconense quedó en manos de Graciano. que fue asesinado el 25 de Agosto del 383 tras la rebelión de Magno Clemente Máximo en Britania. Teodosio reconoció a Máximo. y Valentiniano II (por el cual gobernaba como regente su madre Justina) permaneció neutral. Máximo expulsó poco después a Valentiniano II (386) y se apoderó de Italia. pero Teodosio le atacó. lo derrotó y lo ejecutó (388). restableciendo como Emperador de Occidente a Valentiniano II. que contaba 17 años (y cuya madre ya había muerto). aunque el gobierno de facto correspondió a Teodosio. quien pensaba ejercerlo a través del general Arbogasto.
El 392 el General Arbogasto fue destituido y se rebeló asesinando a Valentiniano II (15 de Mayo del 392) y colocó en el trono de Occidente a un noble romano pagano llamado Eugenio. Pero una vez más Teodosio atacó y venció (5 y 6 de Septiembre del 394). suicidándose Arbogasto y siendo ejecutado Eugenio. Teodosio murió poco después (17 de Enero del 395) y dejó Occidente a su hijo Honorio. que solo contaba 11 años de edad. confiando su custodia al Magister Militum Estilicón. un vándalo romanizado que gozaba de gran prestigio en el ejercito por sus brillantes dotes militares. Estilicón cayó asesinado víctima de una intriga palaciega (23 de Agosto el 408) y probablemente en la misma época se sometió la Tarraconense a Constantino. proclamado Emperador en La Galia.
El establecimiento del Dominado (de Dominus = señor) fue un paso muy importante para sustraer a la corona de la voluntad de las legiones. El trono se concedía no tanto por la fuerza de las armas como por voluntad divina (Diocleciano tomo el título de Joviano es decir hijo de Júpiter). El Senado fue privado del derecho de designar a los Emperadores y quedó como una institución consultiva. si bien los senadores. como clase social. mantuvieron su prestigio. El Emperador se revistió de los hábitos propios de las monarquías orientales. singularmente la persa. La diadema con perlas incrustadas. manto de oro y púrpura con pedrería. cetro y globo. e incienso. Se hicieron habituales las genuflexiones de los súbditos y el recogimiento en las audiencias y ceremonias oficiales. mantenido rigurosamente por un cuerpo especial llamados los silentarii. todo lo cual contribuía a hacer patente la elevada majestad del Emperador. Los ciudadanos pasaron a ser meros súbditos. que ya no mantenían sus libertades políticas. y que perdieron además su libertad social y económica. siempre para asegurar la supervivencia del Imperio.
Las invasiones y la situación de Imperio obligaron a una reorganización administrativa en tiempos de Diocleciano. Se crearon las Prefecturas (territorios con ciertas vinculaciones. que abarcaban muchas provincias) y las diócesis (agrupaciones de Provincias). y el número de provincias fue aumentado (la Tarraconense fue reducida y se creo la provincia de Galecia. que abarcaba la actual Galicia. Asturias y León o la parte de Castilla la Vieja al Norte del Duero). La Prefectura era gobernada por el Prefecto del Pretorio y la Diócesis por el Vicario mientras las provincias siguieron en manos de procónsules o legados. llamados también Praesides. a los que se designo un auxiliar para las funciones militares con el titulo de “Dux”. La desaparición de provincias senatoriales (reducidas a Asia y África) hizo disminuir aun más el poder del Senado. convertido en órgano consultivo no vinculante. En algunas provincias podía haber varios Duces pero un solo Praeses. El número de provincias llegó el 297 a noventa y seis. cuando el 284 eran cincuenta y siete. Más tarde aun aumentaron más (hasta 120 a principios del Siglo IV).
La reorganización administrativa conllevaba un aparato burocrático subordinado al Emperador. encargado de imponer su voluntad en cualquier rincón del Imperio. El centralismo se hizo norma. y se produjo una unificación en todo el Imperio (siendo una característica del uniformismo la supresión virtual de las diferencias entre provincias senatoriales o públicas e Imperiales). Pero la administración era compleja. y con ella vino la burocratización. y a menudo la paralización de la vida del Imperio.
En primer lugar. para atender a las nuevas necesidades administrativas. surgió un cuerpo de funcionarios. formados con arreglo a un plan de estudios jurídicos y teóricos. estructurados conforme a una escala jerárquica rigurosa. Así los funcionarios que fueron ocupando sus puestos tenían una conciencia rigurosa de su cargo. y a menudo exageradamente jerárquica. La complejidad. la estructura jerárquica y los largos tramites entorpecieron en gran medida la actividad normal del Imperio. Estos funcionarios tenían sus títulos según el rango: vir perfectissimus. clarissimus. spectabilis e illustris. Algunos cargos llevaban aparejado el acceso a una clase similar a la senatorial. otros a la curial. y en general a la clase de los Honestiores. El rango más elevado era el de Patricius. título meramente honorífico. muy distinto a los antiguos patricios. y que no correspondía a ninguna función predeterminada. Las tareas de los funcionarios estaban perfectamente determinadas. con una fuerte distinción entre las funciones civiles y las militares. Los que alcanzaban los títulos más elevados. generalmente grandes propietarios (o que después llegaban a serlo). fueron adquiriendo diversos privilegios. y entre ellos el de que quedaban eximidos de pertenecer a la Curia.
Un prefecto pretoriano tenía a su cargo a unos seiscientos funcionarios. y el prefecto sustituto mandaba sobre unos trescientos.
¿A que era debido la existencia de tantos funcionarios?. En primer lugar a las tareas de control de la recaudación. En segundo lugar a un control que los funcionarios ejercían entre ellos mismos. recíprocamente.
Para que el sistema funcionara se crearon los Magistri officii. civiles y militares. con funciones de secretarios de lo que llamaríamos ministerios en el aspecto civil. y como jefes militares. en el militar. quienes debían refrendar las ordenes de los funcionarios o oficiales en los temas específicos.
La desconfianza creada entre funcionarios llevaría al establecimiento progresivo de una policía secreta. los agentes in rebus. que se ocupaban inicialmente de las funciones normales de correspondencia gubernamental y de policía (estos funcionarios llevaban listas de todas las personas que pudieran ser hostiles al Imperio. desde los enemigos políticos hasta los cristianos). para avanzar después en una función de control de la opinión pública. El Estado estableció la censura de la correspondencia. y aumentó el número de espías y delatores. bajo cuyas acusaciones cayeron muchos notables. iniciándose pronto una época de temor sobre todo entre las clases altas. Diocleciano estableció. según se cree. el crimen de laesae majestatis. aunque no se sabe hasta que punto fue utilizado.
Los cuatro ramos principales de la administración (central. imperial. provincial y militar) fueron reestructurados.
La administración central. basada en la residencia imperial. constituía el núcleo dirigente de la política general. Tras el propio Emperador estaba el Magister Officiorum. encargado de los cargos cortesanos. la administración central. las relaciones exteriores. la policía secreta y la guardia imperial montada (scholae palatinae). Tras este cargo se situaba el Qaestor. con funciones judiciales y de Estado. por el cual debían pasar todas las suplicas al Emperador. Había dos encargados de finanzas: uno. encargado del antiguo fiscus. tenía el control de los ingresos privados del Emperador (comes rerum privatarum) y otro encargado del antiguo Aerarium. tenía el control de las finanzas públicas (comes sacrarum largitionum). A las ordenes de estos dos funcionarios trabajaban diversos empleados de la administración central. distribuidos en diversas secciones o negociados (scrinia). El Consejo Imperial (sacrum consistorium) estaba formado por los citados cargos. algunos altos dignatarios. oficiales y juristas. Las sesiones del Sacrum consistorium se denominaban silentium y preparaban las principales decisiones de carácter político o administrativo.
Frente a estos cargos centrales se alzaban los cargos regionales: los cuatro prefectos (Praefecti praetorio). que gobernaban sus prefecturas y. en sus respectivas áreas de gobierno. tenían el control del reclutamiento para el ejercito. Tras los prefectos estaban los vicarius (que gobernaban las diócesis. primero doce y después diecisiete). y después de estos se situaban los gobernadores provinciales (consularis. proconsularis. corrector o praeses). Los gobernadores provinciales habían perdido sus competencias militares. que eran ejercidas en cada provincia por el Dux. comandante del ejercito (de todo este sistema fueron excluidas Roma y seguramente Nicomedia y más tarde sin duda Bizancio o Constantinopla. administradas por los Praefecti urbi de rango senatorial y bajo dependencia directa de vicarius imperiales).
La institución de Comitatus quedo formalizada. Diocleciano organizó una guardia personal (paralela a los Pretorianos) llamada Milites Palatini o Milites Comitatenses.
El ejercito fue aumentado en número. pasando de trescientos cincuenta mil hombres a cerca de quinientos mil. y el número de oficiales aun aumento más proporcionalmente. Cada legión disponía ahora de menos soldados. pero de más tribunos. El Emperador tenía el mando supremo del Ejercito. Tras el venían los Magistri Militum presentales.
Las guarniciones fronterizas tenían una estructura diferente a las legiones de campaña. Las tropas de frontera quedaron formadas por los llamados limitanei o ripenses. reclutados en la zona. El ejercito de campaña (exercitus comitatensis). formado por tropas de élite en su mayoría mercenarios extranjeros (germanos sobre todo). estaba constituido básicamente por tropas móviles a caballo. Mientras las legiones se reducían en número de efectivos (a una tercera parte). aumentaron las formaciones auxiliares compuestas de bárbaros. La caballería acorazada. a imitación del mismo cuerpo persa. fue reforzada y organizada en vexillationes y asumió las principales tareas operativas.
Otra reforma importe. necesaria para hacer frente a los gastos ocasionados por la ampliación del ejercito. fue la renovación del censo. con bases nuevas para las evaluaciones (indictiones) periódicas (que primero fueron cada cinco años. pero después se aumentaron a cada quince desde el 312). basadas en la calidad del terreno. con una nueva unidad fiscal variable (jugum caput. millena. centuria) que comprendía tierras de diversa naturaleza y extensión. pero que tenían el mismo valor fiscal. y producían por tanto un tributo de igual valor. El impuesto a pagar en función de las indictiones era mixto sobre la tierras y las personas (capitatio - iugatio) y sustituyó a los impuestos sobre el suelo y sobre las personas. Las indicciones sirvieron también para tasar la Annona. que como luego veremos quedó regulada como impuesto fijo. La primera indicción se efectuó el 297. Lactancio en su obra De mortibus persecotorum describe vívidamente como los funcionarios encargados de las indicciones y los encargados de la recaudación aparecían por todas partes y procedían a las mediciones y evaluaciones de las tierras (midiéndose las superficies cultivadas respectivamente por cada producto). y a contar a los animales y personas. Los informes calculaban detalladamente la capacidad económica de las unidades fiscales. aunque a menudo no tenían en cuenta la estructura social local. con lo que en diversos puntos el sistema se hizo muy duro para la población. pero era un sistema más equitativo que el anterior. y fue la base de la recaudación durante siglos. La corrupción. siempre presente en el funcionariado. provocó desajustes en el sistema. agravados por el incremento de las cargas que conllevaba la ampliación del número de funcionarios.
El procedimiento de cobro quedó regulado. La suma fijada a cada circunscripción fiscal por los censores y aprobada por funcionarios imperiales. era comunicada a los Consejeros municipales (Curiales) de la ciudad en la que se ubicaba. Los curiales dividían el importe de todas la circunscripciones fiscales de su zona entre todos los propietarios de su jurisdicción (salvo aquellos que solo poseían un pequeño huerto). y entre todos los arrendatarios de tierras públicas que de hecho eran dueños. y cuidaban personalmente de su recaudación. siendo responsables de la entrega de la suma correspondiente. o en su defecto habían de satisfacerla de su patrimonio personal. sistema que parece haber estado en vigor desde unos años antes.
El impuesto de aprovisionamiento (Annona) se convirtió en el principal. pues ante a dificultad de recaudar los tributos en oro. se optó por el sistema de pago en especie. Las provisiones se entregaban en las stationes de las vías principales para ser utilizadas por las tropas y los funcionarios de paso. o se enviaban a los ejércitos en los carros del cursus publicus.
La Annona se transformo en un impuesto legalmente establecido. del cual estaban prefijadas las cantidades a entregar. pudiendo pagarse como antes en especie.
Los tributos. que antes se recaudaban básicamente en dinero (salvo en determinadas regiones muy pobres donde se usaba la entrega de productos) pasaron a pagarse básicamente en especie. ¿Que motivó este cambio?. Aunque existen opiniones divergentes. parece claro que el motivo principal fue la mala calidad de la moneda (hemos visto como la proporción de oro o plata había ido descendiendo); consecuencia de ello fue que el Estado se negara a admitir su propia moneda. y exigiera el impuesto o bien en especie o bien en oro. Como no había oro suficiente el impuesto de abastecimiento o Annona se convirtió en el principal.
Los impuestos sobre herencias y manumisiones desaparecieron definitivamente. pero se aumento el impuesto sobre las ventas en general.
La obligación de las ciudades para reclutar soldados. se había cumplido sin demasiados problemas. y los reclutamientos forzosos no eran necesarios más que en ocasiones limitadas. Los soldados reclutados por las ciudades eran llamados tirones termino equivalente a reclutas. y cuando existían problemas para encontrarlos se podía colocar en su lugar a sustitutos. normalmente aldeanos o esclavos. llamados vicarii. o bien pagar una suma que liberaba de la obligación de aportar soldados. Como el reclutamiento se hizo difícil en las ciudades (la disminución de la población y el hecho de que los posibles candidatos se habían ido alistando en los años anteriores. fueron las causas principales). se procedió al reclutamiento por la fuerza y la admisión de bárbaros fue haciéndose habitual. El pago de la suma sustitutoria. que se convirtió de hecho en un impuesto fijo. el Aurum Tironicum (oro del reclutamiento).
Los funcionarios al servicio directo del Emperador (silentarii. cubicularii. eunucos. servidores. etc.) pasaron a ser coordinados por un Cubiculario Mayor (Chambelán Mayor. o Praepositus sacri cubiculi). cuyo rango era equivalente al de un alto dignatario. y que era desempeñado generalmente por un eunuco.
El tema de la sucesión fue abordado por Diocleciano. Desde el principio asoció al trono a su amigo Maximiano y le confió el Occidente. Los diversos peligros y problemas que afectaron al Imperio. aconsejó un nuevo reparto del poder (293). nombrándose dos “Césares”. cada uno de los cuales dependería de un “Augusto” y en caso de fallecer éste. le sucedería automáticamente. y designaría un nuevo “César”. Los Césares estaban supeditados a sus Augustos. que los adoptaban. Un edicto determinó la divinidad de los Emperadores que se titularon Diis geniti et Deorum creatores (hijos de los dioses y creadores de los dioses). El pueblo y el ejercito debía jurarles fidelidad. La divinidad de los Emperadores les venía dada por el dios persa Mitra. dios del Sol. dispensador de tronos.
Diocleciano trató de acuñar monedas con una aleación de oro o plata correcta. pero se desarrolló inmediatamente la falsificación de moneda y las monedas con baja aleación (falsas) suplantaron a las nuevas emisiones. Como monedas de cobre surgió el follis utilizado en las transacciones diarias menores.
La inflación siguió aumentando. entre otras cosas debido a la inseguridad sobre el valor real de la moneda. lo que repercutía en el Estado que había de aumentar los sueldos. y carecía a menudo de fondos suficientes. Por ello Diocleciano fijó los precios de los artículos por un Edicto fechado el 301 (Edictum de pretiis rerum venalium). y prohibió efectuar ninguna venta por encima del valor fijado. so pena de ser condenado a muerte. También fijó el precio de los salarios por las diversas prestaciones. Pero la consecuencia fue la desaparición del mercado de todos los artículos con precio limitado y más tarde el edicto hubo de ser derogado por Constantino.
De Diocleciano se conocen unos mil doscientos rescriptos. ninguno de ellos redactado por el Senado.
Diocleciano hubo de hacer frente a la secta de los cristianos. que habían alcanzado un poder notable. extendiéndose por todas las provincias y capas sociales. minando la lealtad del pueblo hacia el Estado. y negándose a adorar al Sol. a Mitra y a los Emperadores.
Eusebio en su Historia ecclesia narra como en este periodo muchas personas afluían hacía la secta. que sus líderes eran respetados. que muchos cristianos ocupaban cargos de auxiliares con los altos dignatarios. y que las iglesias. antes humildes. se hacían espaciosas y espléndidas.
El año 302 fueron depurados de cristianos el ejercito y la administración. El 24 de Febrero del 303 Diocleciano publicó un Edicto ordenando la destrucción de los templos y libros cristianos. la disolución de sus comunidades y la confiscación de sus bienes. y prohibió a los adeptos las reuniones múltiples (bajo pena de muerte). excluyéndolos además de todos los cargos públicos; los esclavos cristianos no podían ser manumitidos. y los jueces debían acoger cualquier denuncia que se formulara contra cristianos. y rechazar sus alegaciones para defenderse. No se sabe que ocurrió pero se acusó a los cristianos de amotinarse y prender fuego al palacio imperial de Nicomedia (se dice que la acusación partió de Galerio y que fueron sus hombres quienes provocaron el incendio). y de favorecer una rebelión militar en Siria. Diocleciano emitió entonces un segundo edicto. ordenando la inmediata destrucción de los libros sagrados a los líderes locales de la secta (obispos. sacerdotes y diáconos). y la prisión para aquellos que se negaran. Tampoco debió tener mucho éxito este segundo edicto. pues poco después un tercer edicto ordenaba la liberación de todos los prisioneros que quisieran volver a la religión pagana. mientras que los que persistieran en ser cristianos deberían seguir encarcelados. El 304. estando enfermo Diocleciano. y actuando como regente Galerio. se emitió un cuarto edicto (refrendado por Diocleciano pero inspirado por Galerio) que ordenaba a todo el pueblo. incluidos los cristianos. que hicieran sacrificios a los dioses. prescribiendo para los infractores penas muy severas. El edicto tuvo un cumplimiento irregular según las regiones y quien las gobernaba. siendo casi inoperante en Las Galias y Britania (gobernadas por Constancio Cloro). En las provincias de Hispania. el prefecto Daciano hizo cumplir el edicto y hubo numerosos “mártires”. y entre ellos. en la Tarraconense. Felix (en Gerunda). Cucufate (en Barcino) Engracia y Vicente (en Cesaraugusta) y Centola y Elena (en el país de los Turmogos).
El sistema del Dominado alcanza su concreción con Constantino. Es difícil distinguir entre las creaciones de Diocleciano y de Constantino. pero la simbología de una monarquía oriental. iniciada sin duda con Diocleciano. llegó con Constantino a un nivel que la hacía semejante a los absolutismos orientales. La genuflexión ante el Emperador y el recogimiento en las recepciones. audiencias y ceremonias oficiales. impuestos por el cuerpo de los Silentarii. se mantienen como mínimo. cuando no se acentúan. Si con Diocleciano el poder es divino. con su sucesor absoluto. Constantino. el carácter religiosos de la monarquía aumenta: como Dios y los Santos el Emperador es representado con el nimbo. símbolo de majestad. La figura del Emperador alcanzó con Constantino la representación de Dios en la Tierra.
El proceso que llevó a Constantino a asumir como propia la religión cristiana. convertida por ende en religión del Imperio (aunque sin carácter oficial). fue largo y complejo. Inicialmente fue un seguidor probablemente convencido del Sol Invictus. acercándose después a un culto de Apolo. con tendencias monoteístas. La progresiva asunción del monoteísmo por la sociedad (no solo a causa del cristianismo. que era una religión minoritaria. solo estimable en la parte oriental del Imperio) le llevarían poco a poco al conocimiento de las religiones monoteístas orientales. y entre ellas el cristianismo. Esta religión salió fortalecida de la persecución de Diocleciano. con renovada confianza en su fuerza; frente al ejercito romano los cristianos oponen su fuerza colectiva como “Milicia de Cristo”. Cuando un cristiano es ejecutado. a menudo lleva su muerte con dignidad. recibe el calor de sus correligionarios. y muchos de éstos se ofrecen también para el “martirio”. Inútil es la persecución. pues con cada muerto la secta se fortalece y se desarrolla. y opone a la injusticia el perdón y el amor. Galerio. furibundo anticristiano. se percató de la imposibilidad de destruir la secta. y de que en caso de continuar su persecución la haría más fuerte. Por ello el 311 promulgó el Edicto de tolerancia de Sárdica . que permitía libremente las actividades del culto cristiano. en igualdad a las demás religiones. con la condición de que rezaran a su Dios por la permanencia y bienestar del Imperio. Galerio. en sus últimos meses. comprendió que era mejor tener a la fuerza cristiana y a su Dios al lado del Imperio. que gastar energías en combatirlo: la extensión del Imperio y su diversidad hacía muy difícil que por medios violentos se hubiera logrado suprimir la creencia en un tiempo limitado. A lo largo de las persecuciones Constantino entraría en conocimiento de la doctrina cristiana. y probablemente la admiración de los sectores cultos de la época hacia la política de resistencia pasiva de los cristianos. había ido calando tanto en él como en personas influyentes de su entorno. Por ello el 313. Constantino y Licinio confirmaron en Milán el edicto de tolerancia de Sárdica y precisaron sus términos . En las palabras de este edicto aun no se detecta un decantamiento definitivo del Emperador hacia los cristianos. decantamiento que se operará con posterioridad. ¿Utilizó Constantino a la religión cristiana para sus fines de renovación?. Esta tesis prevaleció durante mucho tiempo. pero en la actualidad se tiende a desestimarla por cuanto. siendo el cristianismo una religión minoritaria. era imposible aventurar su posterior florecimiento; no obstante téngase en cuenta que ya se habían hecho diversos intentos de establecer una religión estatal (el último protagonizado por Diocleciano con el Sol Invictus) dentro del sistema del paganismo. con dioses inicialmente con pocos seguidores. y Constantino pudo simplemente cambiar el sistema: un dios preferente dentro de un conjunto con cabida para otros muchos dioses. y unas enseñanzas moralmente superiores y con gran fuerza y atractivo. Será probablemente la profundización en la religión. y el exclusivismo cristiano. los que obligaran a Constantino a asumir personalmente la religión cristiana como propia y a favorecerla por encima de las demás. Se cree que en aquel momento los cristianos representaban entre el 5% y el 10% de la población del Imperio.
Extraordinariamente conocida es la noticia de que el año 312. a las puertas de Roma. Constantino tuvo un sueño que le indicaba que vencería a Majencio con el signo de la cruz. y que ordenó colocarla en sus estandartes. obteniendo la victoria. La versión de lo ocurrido nos ha llegado por vía de cristianos y por tanto es incierta. Se sugiere que Constantino pudo hacer una prueba para ver si la nueva religión le ayudaba y por tanto la favorecía (lo que indicaría que realmente no creía en ella). aunque es dudoso que se aventurara a hacer una prueba en un momento tan decisivo. Existía el peligro de que sus soldados no quisieran combatir bajo un signo cristiano. o que el dios cristiano no influyera en el curso de las batallas. Tal vez Constantino sabía que entre las filas de su rival había cristianos (más o menos en secreto). y que con la cruz les hacía saber su deseo de favorecer a los cristianos. y les pedía implícitamente que desorganizaran las filas de Majencio. Aun un año después (313) no se advierte en Constantino una convicción cristiana profunda. y el edicto de Milán fue promulgado conjuntamente con Licinio que gobernaba una zona donde el cristianismo era numeroso. y éste en cambio se mantuvo pagano. En el texto del Edicto. según Lactancio. puede leerse: “Que a los cristianos y a todos los demás les sea dada la posibilidad de confesar libremente la religión por ellos elegida. para que lo de divino y celestial que exista sea propicio a nosotros y a nuestros súbditos”. El 313 el cristianismo entró en una situación de religio licita (como la practica totalidad de las demás religiones) perdiendo su carácter de culto ilegal. y recobrando los bienes confiscados. pudiendo operar desde entonces libremente y hacer proselitismo. y su jerarquía pudo alcanzar los mismos privilegios jurídicos que el clero pagano. Entre el 313 y el 319 se operó en Constantino el cambio ideológico que le llevó a asumir personalmente el cristianismo como religión propia. y prácticamente del Estado. y que le convirtieron en un cristiano decidido y claramente convertido integralmente. aunque sin la espiritualidad que podemos esperar en un cristiano. y vinculando siempre sus decisiones políticas y religiosas. Sin embargo no renunció a su cargo de Pontifex Maximus de la religión pagana (y el paganismo no fue perseguido y muchos funcionarios paganos siguieron detentando casi todos los puestos importantes). En sus monedas aparecen los signos cristianos. y en sus leyes se favorece claramente a los miembros de esta religión. Constantino presionó a los donatistas y arrianos. desgajados de la Iglesia principal. para reunificarse. Fue enterrado en un mausoleo dispuesto por el mismo en Constantinopla. junto a la Iglesia de los Santos Apóstoles. decorado con símbolos cristianos. La situación de formal tolerancia de todas las religiones duró hasta después del 378. pero pocos años después del Edicto de Milán el cristianismo podía considerarse la religión del Estado y la del soberano . El decantamiento de éste hacia una religión concreta. favoreció el espectacular desarrollo de ésta. y al mismo tiempo propició el declive de las religiones politeístas (paganas) y de las otras religiones de misterio o revelación de Oriente.
Constantino benefició con sus leyes a los cristianos: el domingo (de dominus = señor). fiesta de los cristianos. fue convertido en fiesta oficial del Estado; las comunidades cristianas podían recibir legados y herencias y constituir sus patrimonios. para lo cual recibían además donaciones (algunas de la propia casa imperial); los Obispos obtuvieron el derecho de decidir en algunos juicios civiles. Las leyes contrarias al celibato fueron suprimidas. La política de los consejeros del Emperador se orientaba a la consecución de una unidad entre el Imperio y el Cristianismo (el lema era: un Imperio. un Emperador. un Dios). vinculando el cristianismo a la eternidad del Imperio Romano. La iglesia. al vincularse al Estado. perdió una parte de su independencia (como más tarde pudo comprobarse cuando los Emperadores intervinieron en las decisiones religiosas). pero ganó en poder y riqueza. aunque ya no podía hacer gala de la superioridad moral con la que se había presentado tras las persecuciones de Diocleciano y Galerio. Las divergencias teológicas provocaban a su vez la formación de partidos apoyando una u otra interpretación. y no hubiera sido extraño que se hubiera llegado a la guerra en defensa de las respectivas posiciones.
El lenguaje oficial revela asimismo el carácter teocrático del poder supremo: su autoridad le viene de dios; el palacio pasa a ser el Sacrum Palatium; las promulgaciones imperiales divina institutiones; y el presupuesto anual impositivo pasa a ser divina delegatio.
Las luchas de gladiadores fueron abolidas por Constantino. y los condenados ya no eran arrojados a las fieras sino obligados a trabajar en las minas del Estado. Otras leyes de Constantino restringieron el divorcio y castigaron (muy severamente) el rapto; protegió a los pupilos tutelados. extendió el derecho de herencia materno y el uso de los codicilos; estableció penas para los que provocaran litigios sin fundamento e introdujo en los pleitos el juramento de los testigos. Las penas de crucifixión y de marcar la frente fueron suprimidas. Prohibió el embargo de animales o herramientas de labranza por deudas al fisco y dispensó a los campesinos de los servicios personales en tiempos de recogida de las cosechas.
Un carácter más general tienen otras disposiciones: libertad de contratación. organización de la administración de justicia. higiene de las prisiones. rebaja de los intereses. etc.
Constantino trasladó la capital a una nueva ciudad. fundada sobre la antigua Bizancio. a la cual dio su nombre: Constantinopla; fue inaugurada el 11 de Mayo del 330. Sustituyó de hecho a Nicomedia. verdadera capital con Diocleciano (las capitales utilizadas por la tetrarquía fueron: Tréveris o Colonia Augusta Trevirarum; Milán o Mediolanum; Aquileya o Aquileia; Sirmium; Sofía o Sárdica y Nicomedia). Roma continuaba hasta aquel momento siendo la capital oficial del Imperio. pero apenas era visitada por los Emperadores (solo para celebrar algún triunfo. y para determinados actos). pero la nueva capital tenía voluntad de sustituirla en todos los aspectos (no era solo la residencia de Constantino. era la capital en el sentido más amplio). Además Roma se consideraba un centro del paganismo. mientras la nueva capital nacía como centro del cristianismo y el culto pagano no estaba permitido en ella. Para Constantinopla se estableció un Senado. un capitolio. catorce tribus (distritos). distribución de alimentos gratuitos para las clases más humildes. y naturalmente un palacio imperial y edificios oficiales. No obstante no se despojó del rango de capital a Roma pues en la mentalidad de la época la ciudad era la aeterna urbs y su eternidad se vinculaba a la del Imperio (aeternitas imperi).
Constantino intentó una estabilización de la moneda y acuño una nueva pieza de oro llamado el solidus. que pesaba unos cuatro gramos y medio. cuya estabilidad contribuyó a una posterior recuperación económica (su valor fue estable hasta después del 1080).
A Constantino hay que atribuir el definitivo establecimiento de las clases (Ordo) entre el funcionariado. que recibieron los siguientes títulos: Illustres. spectabiles. clarissimi y perfectissimi.
El Emperador modificó levemente el impuesto sobre tierras y personas. y estableció el impuesto sobre productos industriales (chrysargyrum).
Constantino celebró su veinte aniversario en el trono (vicennalia) asistiendo a las fiestas en Roma. pero absteniéndose de acudir a las celebraciones paganas. Ello provocó un gran descontento en la ciudad y en el Senado local. Se colgaron pasquines injuriosos en las puertas de palacio. Por la misma época se produjo la ejecución de Crispo (habido de su primera esposa Minerva. ejecución instigada. según algunos historiadores. por la segunda esposa Fausta) y de un hijo de Licinio de 12 años. llamado Luciano (hijo de Licinio y de su esposa Contancia. hermana de Constantino. enlace celebrado en Milán el 313). Parece que Elena. madre del Emperador. convenció a éste de la falsedad de las acusaciones lanzadas contra Crispo. y de que la emperatriz había cometido adulterio con un mozo de cuadra. y entonces Constantino ordenó la muerte de Fausta.
En el ejercito introdujo ciertas reformas. Disminuyó los efectivos de las legiones. y aumentó el de las milicias que fueron divididas en tres clases: la milicia palatina (domestici. protectores. scolares) con funciones similares a la antigua guardia pretoriana; el ejercito de línea (comitatenses) con muchos bárbaros y distribuido en pequeñas guarniciones en diversas ciudades. a punto de intervenir donde se les llamara; y las tropas de frontera (riparienses. castriciani. limitanei) reclutadas entre los bárbaros y las clases más humildes de la población.
Constantino aumentó aun más el número de provincias. La Tarraconense fue dividida el 332. segregándose la zona de las actuales comunidades de Castilla-La Mancha. Murcia. y parte del País Valenciano y de Andalucía. que formaron la provincia Cartaginense. El territorio vascón siguió incluido en la Tarraconense.
A pesar de haber instaurado el cristianismo. Constantino no se convirtió oficialmente hasta pocos días antes de su muerte. en que recibió el bautismo de manos del Obispo arriano Eusebio.
La evolución de la sociedad en el siglo IV quedó profundamente marcada por las reformas políticas de Diocleciano. continuadas por Constantino. y por el establecimiento de la nueva religión que afectaba a la conducta de una parte importante de los ciudadanos. Junto al poder secular (saeculum) estaba el poder religioso. raramente enfrentados.
La economía agraria en las ciudades tomó el relevo de las actividades industriales y comerciales. En las pequeñas ciudades. donde el comercio y la industria no jugaban un papel importante el cambio fue menos profundo. pero fue evidente un desplazamiento de los centros de actividad hacia las haciendas agrícolas ubicadas a menudo a cierta distancia de las ciudades. Las ciudades pasaron a ser fundamentalmente centros administrativos. religiosos y políticos. con una vida urbana mucho menos desarrollada que durante el periodo imperial de la pax romana.
En muchas ciudades se había producido un empobrecimiento de las clases superiores (hasta el punto de que algunos personajes ricos llegaron a la mendicidad) fruto de la disminución del comercio. de los problemas de la agricultura dañada por las invasiones y las luchas sociales. y de la creciente presión fiscal y las requisas. La Annona tenía que alimentar a más de trescientos mil soldados y a medio millón de beneficiarios de la asistencia pública. El establecimiento de un impuesto mixto para tierras y personas. aunque más justo que el anterior. resulto muy oneroso para la población. Junto a ellos se desarrollaron los impuestos a la producción (Collatio Lustralis) y el sistema de tributos en especie y prestaciones personales (munera) para el aprovisionamiento del ejercito. La corrupción de algunos funcionarios llevaba a abusos en las recaudaciones y prestaciones exigidas. Se recurría a toda clase de abusos para obtener mayor recaudación. incluyendo la tortura. la delación y el espionaje. No era raro el caso de tener que entregar hijos como esclavos para pagar los impuestos. o bien dedicar a las hijas a la prostitución. Los recaudadores se enriquecían a menudo y solo una parte de la recaudación llegaba al Erario público. Como las demandas fiscales superaban a menudo las posibilidades de los contribuyentes. se recurría al fraude. La Iglesia y el clero (y los gramáticos y retóricos) estaban exentos de impuestos. y algunos grandes terratenientes. que por su poder local eran de hecho invulnerables. estaban exentos de ciertas obligaciones. Como esta exención disminuía la recaudación. aumentaba consiguientemente la presión sobre las clases productivas. Los pequeños propietarios (y a veces también los medianos) se endeudaban y los intereses llegaron al 50%. provocando la desaparición de muchas pequeñas propiedades y el descenso inmediato de la recaudación. tras lo cual volvían a exigirse mayores prestaciones a los que quedaban. Para evitar el pago se utilizaron diversos sistemas. entre ellos la huida a tierras no controladas (iniciada en Egipto con la huida al desierto para vivir como anacoretas). que hubo de ser condenada por el Estado. legislándose que todos los huidos fueran encontrados y reintegrados a sus lugares de origen y obligados a contribuir a las cargas fiscales del Imperio. Para evitar el fraude se regularon más exactamente las prestaciones de servicios debidas por cada ciudadano. y se les vinculó a su puesto de trabajo. Los curiales garantizaban la recaudación y las prestaciones fijadas por el Estado. si era necesario con ayuda de sus propios fondos.
Las obligaciones (munera) de las ciudades se habían ido estableciendo a lo largo del Siglo III. para abastecer al Ejercito y a las grandes ciudades: prestaciones para obras públicas. para mantenimiento y alojamiento de las tropas y funcionarios. para los viajes oficiales incluyendo el suministro de caballos y carruajes. para el transporte de cereales y para el aprovisionamiento de Roma y otras grandes ciudades. Igualmente habían sido sometidos al control del Estado los principales gremios vinculados al transporte y abastecimiento. La participación en los gremios era obligatoria para todos los dedicados a la actividad del mismo y hasta algunos gremios estaban militarizados. Ningún miembro del gremio podía abandonarlo ni siquiera con el consentimiento de todo el resto del gremio. Más tarde un edicto de Constantino (332) vinculó a la explotación agrícola a los colonos. que solo debían prestaciones a su señor. el dueño de la tierra. pero cuya vinculación a la gleba aseguraba el mantenimiento de la recaudación.
El Estado creó algunas empresas estatales; la explotación de las minas. generalmente en manos del Estado. se llevó a cabo mediante condenados; se crearon fabricas de armas (servidas por el gremio de los fabricenses. militarizados) y de vestidos.
Los pequeños propietarios eran los más perjudicados. y para sobrevivir se produjo el llamado movimiento de los patrocinios. que se difundió primero en Oriente pero que llegó a la Tarraconense en la segunda mitad del Siglo IV. Por este sistema los agricultores libres con tierras se ponían bajo la protección de altos funcionarios civiles y militares (patrocinium potentiorum) que eran terratenientes. Los grandes propietarios que desempeñaban funciones importantes. extendieron su protección a los campesinos libres (con pequeños territorios) de los alrededores de sus haciendas. siguiendo. con ciertas diferencias. un sistema que ya se utilizó en algunas provincias por los grandes propietarios. en los momentos más duros del siglo III. cuando las pestes y los bárbaros devastaban los campos. Se había utilizado el sistema de usufructo por el propietario. y producción para el amo. Ahora pequeños campesinos individuales. pero también comunidades enteras. entregaban sus tierras a un gran propietario con influencia. Éste las arrendaba a sus antiguos propietarios. y les aseguraba en contrapartida la protección frente a los abusos de la recaudación y la brutalidad de los medios empleados. Así disminuyó significativamente (por segunda vez) el número de campesinos libres. que quedaron convertidos de hecho en colonos. El movimiento del patrocinium se extendió también a algunos oficios (herreros. carpinteros. molineros. etc.) que pasaban directamente al servicio de los Potens. Incluso los curiales de las ciudades se acogieron al sistema (los curiales entregaban sus tierras y posesiones. y al no poseer bienes estaban incapacitados para ejercer el cargo). y se produjo un significativo desplazamiento de la población de las ciudades hacia el campo. Iniciado el movimiento con los terratenientes que desempeñaban un cargo. el movimiento continuó (sin tratarse estrictamente de un patrocinio pero con los mismos efectos) hacia los grandes propietarios en general. Cada gran hacienda se convertía en una pequeña entidad autárquica. donde podían encontrarse todos los servicios esenciales. Los productos más rentables (ganadería. viña. olivo y huerta) se concentraron en la hacienda principal. y los colonos cultivaban los cereales. Los grandes haciendas (fundus) constituían pues un conjunto de múltiples explotaciones individuales. Los productos de los fundos eran comercializados y abarcaban no solo la producción agrícola. sino también productos de alfarería. telas. metal. carne. grano molido. lana. cuero. pieles y otros. Los grandes propietarios. cuando sus posesiones no eran continuas. dejaban las secundarias en manos de Procuratores (administradores) o Conductores (arrendatarios).
Contra el movimiento de los patrocinios también se legisló: se ordenó que todos los que se acogieran al movimiento pagarían una multa (cinco libras de oro si era curial. y una libra si era gremialista). y los terratenientes debían despedir a todas las personas que se hubieran acogido al sistema (aunque naturalmente no afectaba a los pequeños propietarios). A los curiales se le prohibió ausentarse de su ciudad. so pena de perder sus posesiones en favor del consejo local a menos que regresaran en cinco años.
Para evitar la entrada en el servicio eclesiástico también se dictaron normas. y el paso fue prohibido para determinadas profesiones.
Durante unos años las nuevas medidas económicas produjeron un choque en el funcionamiento económico general. Al retroceso de los años 240-280. seguidos de una reactivación entre el 280 y el 320 aproximadamente. siguió una nueva regresión que abarcó al menos a una generación (320-350). para iniciarse una nueva remontada en la segunda mitad del siglo IV. basada sobre todo en las explotaciones autárquicas y la consolidación progresiva (y engrandecimiento) de las grandes explotaciones. que permitió alcanzar una recaudación tributaria suficiente para cubrir las necesidades del Estado.
El fortalecimiento de la nueva moneda de oro (el solidus) no fue ajeno a la recuperación observada en la segunda mitad del siglo IV. Los precios de la carne y los cereales y otros productos básicos. cayeron en picado. No obstante. como se había introducido la costumbre de pagar los salarios se especie. fueron las clases altas las que más se beneficiaron de esta estabilidad. De hecho en la zona de Vasconia la economía monetaria ya no se restableció íntegramente (aunque no desapareció del todo). pero si renació de nuevo en Oriente.
Las clases sociales se dividían en dos grandes grupos: los honestiores o potentes (dentro del cual estaban los Senadores y los Curiales) y los humiliores o populum. Pero progresivamente estas clases. aun manteniéndose. ya no lo fueron en razón de nacimiento. sino en razón del oficio y la actividad.
La clase más alta de los honestiores. que constituía una especie de aristocracia entroncada con la antigua clase senatorial. había ido desapareciendo a lo largo del siglo III para dar paso a una hornada surgida de familias enriquecidas procedentes de la antigua clase de los caballeros y algunos supervivientes de la clase Senatorial. Pero esta clase fue diezmada en la segunda mitad del Siglo III. y dio paso a una clase latifundista (Potentes) surgida de los altos cargos militares y políticos y los sobrevivientes de la antigua clase más alta. junto con algunos enriquecidos durante los conflictos del Siglo III. surgidos de la clase alta de las ciudades (homines novi o clarissimi novi). Todos estos honestiores o potentes (el título de senadores no se perdió) tenían normalmente el título de vir clarissimi y fueron adquiriendo privilegios considerables: exención de impuestos locales. posesión de organismos judiciales propios. no pertenencia a la Curia y otros. El proceso de formación de esta nueva clase formada por los restos de la vieja aristocracia agraria (Senadores). la nobleza militar y administrativa poseedora de tierras. y familias del orden ecuestre enriquecidas (homines novi). que en el lenguaje usual de la época se designo como potentes. abarcó todo el siglo IV. Salvo casos aislados los Curiales. que constituían la clase dirigente de las ciudades. perdieron rango. y aunque se mantuvieron (salvo excepciones) dentro de los honestiores no podían considerarse Potentes.
A la clase los honestiores se accedía por nacimiento o por promoción (sobre todo a través del ejercito). Los Potentes y los honestiores conformaban el grupo de los divites (ricos) frente a los humiliores o Plebei o Populum considerados los pauperes (pobres).
Algunas grandes explotaciones se ubicaron en Navarra. aunque es difícil precisar su numero. Más tarde veremos algunas localizaciones. Unas señalizaciones (generalmente piedras) delimitaban la extensión del fundus que en la practica quedaba administrativamente separado de la ciudad en cuyo territorio se ubicaba. El poder económico de los grandes propietarios de Vasconia. fue sin duda menor que el de los grandes propietarios de África o Asia. El dueño (dominus = señor) del fundus. se dedica a los paseos. las cacerías (realizadas con numerosos acompañantes. para el rastreo. el acorralamiento. etc.). las finanzas de su propiedad. y los contactos externos. a menudo con gente culta. La potencia económica derivada de la posesión de oro y tierras y exenciones de impuestos. y de los múltiples servidores (colonos o arrendatarios. esclavos) les aseguraba una influencia política importante. y a menudo accedían a los altos cargos imperiales. Su poder local les permitía. si llegaba el caso. negar el pago del impuesto a los curiales encargados de la recaudación. quienes carecían del poder necesario para su cobro; a lo largo del siglo IV consiguieron que el traspaso de la recaudación de los impuestos debidos por los Potentes pasara al Officium del gobernador provincial. seguramente más manipulable y menos exigente o corrompido que los curiales (que siendo responsables personales no podían avenirse a ninguna transacción). En las grandes haciendas surgieron milicias privadas (bucellarii) y un sistema judicial autónomo. y allí donde la religión cristiana tenía incidencia. también se edificaron pequeñas iglesias (capellae) dependientes nominalmente del Obispo de la ciudad. pero aisladas y. en la practica diaria. bajo el control del dominus.
Frente a esta clase social estaba el Populum. los llamados humiliores (o tenuiores). También esta clase se reorganizó a lo largo del siglo III y en el siglo IV. Las huidas de esclavos. su alta mortandad. la dificultad de reposición (faltaban esclavos y el comercio no era regular). las manumisiones de los cristianos. y otras causas hicieron descender el número de esclavos. Los que quedaron. al trabajar básicamente en las grandes haciendas. se asimilaron a los colonos. hasta el punto de que en ocasiones era difícil saber quien era esclavo y quien era colono (el colono. a diferencia del esclavo tenía libertad personal y jurídica. pero esta libertad era teórica). El número de esclavos descendió de manera importante. y pasaron a ser una pequeña minoría con escasa incidencia social. El número de campesinos libres también descendió de forma dramática (aunque menos que los esclavos). Muchos campesinos (rusticus). aldeanos (vicanus) o trabajadores agrícolas con pequeñas propiedades (agrícolas) hicieron entrega formal (precario) de sus propiedades a los dueños de los fundus. y se pusieron bajo su patrocinio o se constituyeron en colonos. Pero una parte importante del campesinado resistió y los pequeños propietarios. mermados en número y poder económico. subsistieron. aunque con una tendencia natural de las grandes propiedades a absorberlos. Los colonos. campesinos sin tierra. que tenían arrendadas parcelas a un gran propietario a cambio de toda o parte de la producción y de servicios personales (corvatae) quedaron sujetos a la tierra. es decir que no podían abandonar su explotación. que debía transmitirse a sus descendientes. manteniéndose perpetuamente la sujeción al dominus. La situación jurídica de los campesinos que entregaban sus tierras y se convertían en arrendatarios colonos. y de los que no poseyendo tierra alguna arrendaban parcelas y se convertían en colonos. tendió a una asimilación completa. Pronto el régimen del colonato fue considerado el único tanto para los colonos propios. como para los arrendatarios de sus propias tierras. como para los esclavos colocados en la explotación de una parcela de la finca. Los campesinos ofrecieron sin duda una resistencia más o menos activa a esta situación. Junto a los campesinos libres que pudieron mantener su situación. quedaron elementos de las capas bajas de las ciudades (algunos artesanos y braceros o jornaleros. y algunos esclavos). Los curiales que no pudieron acceder a la clase de los Potentes fueron menguando su poder y riqueza bajo el peso de la presión fiscal. las confiscaciones. las exacciones. las entregas forzosas. las dificultades del comercio. y las cargas que comportaba la elección para una función en el Consejo. La clase de los curiales también redujo considerablemente sus efectivos: una parte emigro al campo. y se puso bajo patrocinio de los grandes; otra parte ingreso en la religión; otros se empobrecieron y se convirtieron en proletarios. La clase burguesa de las ciudades quedo prácticamente deshecha y los comerciantes y artesanos que constituían la clase media. cuando no se empobrecieron. procuraron disimular su suerte para no entrar en la categoría de curiales. Finalmente las clases bajas se mantuvieron a duras penas. trabajando en las pequeñas industrias de elaboración de productos alimenticios. telas (lino. lana. algodón. piel) y otros productos (metales. mobiliario. herramientas) o al servicio temporal de los propietarios. habitualmente o en épocas de recogida de las cosechas.
Desde principio del siglo IV todas las actividades que fueran de interés para el Estado quedaron reguladas. Anteriormente se había pretendido establecer responsables para el cumplimiento de determinadas prestaciones. Pero los intentos de eludir las responsabilidades y escapar del control de las corporaciones gremiales. obligaron a ir más lejos. Se trataba de establecer la dependencia hereditaria de cada individuo a un determinado oficio y grupo social. Así los funcionarios fueron los primeros cuyos hijos quedaron obligados a seguir la profesión de sus padres (estuvieran éstos en servicio o no). También los soldados tendrían carácter hereditario: los hijos de los soldados deberían ser soldados (y para evitar fraudes eran marcados en el brazo. y si se mutilaban cortándose los dedos. deberían ocupar las funciones de los decuriones o curiales en ejercicio). Después se convirtió en hereditario el oficio de Curial (Curialis). y si moría sin descendencia el cargo pasaba a su heredero (si éste era incapaz económicamente debía indemnizar a la Curia); si el curial entraba en religión debía colocar en su lugar a un pariente próximo al que debía transmitir todas sus propiedades. o bien entregar todos los bienes a la Curia; si alteraban su vinculación hereditaria al cargo entrando en otra casta hereditaria. era obligado a reintegrarse a su casta primitiva. El acceso a la condición de Curial por matrimonio también quedo regulado: si un curial no tenía hijos varones. el marido de su hija pasaba a ser curial. El sistema hereditario se extendió a muchos oficios. para todos los cuales se dictaron similares normas que para los curiales en evitación de que se sustrajeran de sus obligaciones. A los gremialistas se les prohibía emigrar y en caso de hacerlo debían ser devueltos a su lugar de origen. Cuando el ejerciente de ciertos oficios (panaderos. navegantes. empleados de la construcción. carniceros y otros) moría dejando herederos menores de edad. se eximía a éstos de realizar las funciones paternas hasta los veinte años. pero el lugar del fallecido debía ser ocupado por alguien contratado a costa de todo el gremio. Cuando se incorporara el menor (a los 20 años) el contratado seguía ejerciendo el oficio. Finalmente se estableció que los colonos no podrían abandonar su tierra y que el propietario gozaba de amplios derechos para obligarle a regresar. Las funciones eclesiásticas estuvieron a punto de ser declaradas hereditarias bajo Constante. pero finalmente la idea fue desestimada.
El cambio de clase social (Ordo) se hizo dificultoso. La toma de posesión de determinados cargos suponía la inmediata entrada en la clase superior. No obstante se legisló para evitarlo. estableciéndose que el que hubiera alcanzado la condición de spectabilis o illustris mantendría sus honores y privilegios pero el que siendo decurio alcanzara en el futuro la condición de spectabilis debería mantener sus funciones de Decurio. y sus hijos (nacidos después del acceso al rango superior) también estarían sujetos a la doble obligación.
El cumplimiento de las funciones hereditarias podía ser impuesto también ante los tribunales.
El gobierno de la zona occidental incluida la Tarraconense correspondió al hijo mayor de Constantino. llamado igual que el padre y conocido por “El Joven”.
Había nacido en Arelatum el 317 y fue nombrado César el 323 y Augusto el 335. Durante su gobierno se mostró partidario de la fe de Nicea (es decir la acordada en el Concilio de Nicea) en contra de las doctrinas arrianas que predominaban en la parte oriental.
El 340 murió en la lucha con su hermano Constante en el Norte de Italia y la sucesión (al no dejar hijos) recayó en dicho hermano.
Constante había sido nombrado César el 333. y gobernaba como Augusto desde el 335. Vencedor de su hermano Constantino II. se apoderó de las provincias que éste gobernaba y dominó sobre todo el Occidente. El 350 se rebelo el general (probablemente de origen bárbaro) Magnencio en Autun. y se hizo proclamar Augusto. Constante acudió a combatirle pero sus tropas se pasaron al rebelde. siendo apresado y ejecutado. Murió sin dejar hijos.
Flavio Máximo Magnencio era probablemente un galo de origen franco que había llegado a un mando importante del Ejercito (Jefe de los Jovianos. una de las dos agrupaciones principales del ejercito. siendo la otra la de los Hercúleos. Proclamado Augusto y asesinado Constante. fue reconocido en Las Galias. Hispania. Britania. África e Italia. y se pronunció por la fe de Nicea contra el arrianismo. pero al mismo tiempo restableció numerosas practicas paganas (volvió a consultar a magos y adivinos y autorizo de nuevo los sacrificios a los dioses paganos). La rebelión de Nepotiano. proclamado Augusto. fue sofocada a los 27 días. pero el gobierno de Magnencio fue breve. Constancio reunió fuerzas y le derroto en Mursa (351) y la rebelión fue sofocada en los meses siguientes. Magnencio se suicidó en Agosto del 353.
A la muerte de Constante. Constancio venció a Magnencio y sofocó la rebelión de Vetranión. que el 1 de Marzo del 350. tras la rebelión de Magnencio. se había proclamado Emperador en Iliria. Tras ambas victorias restableció la unidad imperial. Su primo Galo había sido nombrado César de Oriente (351) pero como causó diversos conflictos. ordenó asesinarle (354). nombrando entonces César a su otro primo Juliano (hermano de Galo y único varón vivo de la familia. hijo de un hermano de Constantino y casado con Elena. hermana de Constancio) dándole la prefectura de las Galias. donde después fue proclamado Augusto por los soldados. Constancio murió el 361 evitándose así una guerra contra Juliano.
Salvado milagrosamente de las matanzas del 337. el joven Juliano se educó en Asia Menor. y dedico su juventud a la letras. Tras la muerte de su hermano Galo. Constancio. que desconfiaba de él. tras una entrevista. le permitió residir en Atenas (355). pero poco después le llamo a la capital y le hizo casar con su hermana Elena. confiándole la prefectura de las Galias. dándole diversos consejeros que se suponía serían los verdaderos gobernantes. Pero una vez en el cargo. Juliano (con solo 25 años) demostró dotes de estadista y militar. Obtuvo numerosos triunfos sobre los germanos que invadían las Galias (Autun 356; Colonia 4356; Sens 356-357; Lyon 357; Rhin 357; Argentoratum o Estrasburgo 357; y Germania transrenana 359). reconstruyó la flota del Rhin y las fortalezas destruidas. repobló con prisioneros los campos de Las Galias. redujo (en un 75%) el impuesto de indicciones. y administró personalmente las regiones devastadas. El 359 Constancio llamó a Juliano para que acudiera con tropas para combatir en la frontera persa. Al conocerse la noticia. los soldados. reclutados en su mayor parte en Las Galias. y cuyo único deseo era defender la frontera del Rhin para evitar las devastaciones en su tierra. se rebelaron. Era un claro síntoma de un sentimiento regional. pero sin conciencia de ello. Los soldados proclamaron Augusto a Juliano. quien primero se negó pero ante la actitud amenazadora de los soldados. hubo de acceder. Escribió a Constancio explicándole lo sucedido y prometiéndole fidelidad si le ratificaba la confianza (360). Pero Constancio exigió la sumisión completa e incondicional de Juliano y éste pasó rápidamente a la ofensiva antes de dar tiempo a su rival a prepararse. Constancio, que estaba en la frontera persa, regresó apresuradamente, pero murió de fiebre en Mopsuestia o Mopsócrenes (3 de Noviembre del 361). Juliano desde entonces, se declaró firme partidario del culto pagano (hasta entonces había sido formalmente cristiano pero en privado ya había manifestado su preferencia por las creencias paganas), tal y como le aconsejaban su preceptor Mardonis y el filosofo Máximo. Consideraba el cristianismo como un elemento disolvente de la sociedad romana.
Acogido con entusiasmo en todo el Imperio (incluso en la parte oriental) por las referencias de su buen gobierno en la Prefectura de las Galias. Juliano empezó expulsando a numerosos elementos de la corte de Constantinopla, reduciendo el personal a lo estrictamente necesario y tomó en sus manos la administración financiera y judicial. Rechazo el titulo de Dominus y restableció el ceremonial propio de las magistraturas republicanas. La religión pagana fue convertida en religión del Estado, y los demás cultos serían tolerados. Lo esencial de la religión pagana no eran, a diferencia de la religión cristiana, el dogma o la revelación, sino su valor moral asequible a todos los ciudadanos. Por un edicto se ordenó que todos los bienes concedidos a la Iglesia cristiana fueran restituidos a las antiguas instituciones que fueron despojados de ellos, que los eclesiásticos desterrados por herejes, regresaran del destierro, y suprimió los privilegios del clero. Además trató de establecer para la religión pagana una estructura similar a la cristiana: maestros paganos (los maestros deberían pertenecer exclusivamente a esta religión), sacerdotes paganos (los sacerdotes oficiales debían ser paganos), instituciones benéficas paganas (las instituciones benéficas se financiarían con fondos del Estado), magistrados paganos (los magistrados deberían provenir exclusivamente del paganismos, y se prohibió el acceso de los adeptos de otros cultos a las magistraturas), etc. Redactó una plegaria al Sol y creo una organización jerárquica del paganismo en todas las provincias, con un Pontífice Máximo o Superior en cada una de ellas, Sus reformas llevaron pronto la discordia a las comunidades, y hubo enfrentamientos entre paganos y cristianos.
El 362 marchó en campaña contra los persas y tras numerosas victorias murió en una escaramuza el 26 de Julio del 363,
Como Juliano no dejaba herederos, soldados cristianos se apresuraron a aclamar Augusto a un general de la guardia imperial (primus ordinis domesticorum) llamado Joviano, decisión que fue aceptada por el conjunto de los generales del Ejercito.
Joviano no era la persona adecuada para el momento. Firmó una paz humillante con los persas y ordenó la retirada. Promulgó un edicto restituyendo a los cristianos todos los privilegios que habían sido abolidos por Juliano.
Murió en Bitinia antes de regresar a Constantinopla (364).
Los generales del ejercito eligieron como nuevo Emperador a Valentiniano, otro oficial de la guardia, natural de Panonia (26 de Febrero del 364), que, a petición de los soldados nombró segundo Augusto a su hermano Valente, al que cedió el Oriente, reservándose para sí el Occidente.
Valentiniano, cristiano confeso, no parece haber beneficiado como Emperador a ninguna religión en especial. Restableció la tolerancia de la religión pagana sin tratar de introducirla de nuevo, y se mantuvo por encima de las controversias teológicas.
Creo la figura del defensor civitatis encargado de defender a los humildes contra los abusos de los poderosos.
Consiguió notables victorias sobre los invasores germanos en Las Galias, y, por medio de su general Flavio Teodosio en Britania y África.
Valentiniano murió súbitamente cuando acudía en ayuda del General Teodosio (hijo de Flavio Teodosio) que combatía con éxito en Panonia y Mesia, (Noviembre del 375), y el ejercito proclamó a sus hijos Graciano (16 años) y Valentiniano II (solo 4 años).
Graciano gobernó Occidente, excepto Italia, África e Iliria, que cedió a su hermano Valentiniano, bajo regencia de su madre Justina.
El 376 los visigodos, empujados por los hunos (que ya habían sometido a los ostrogodos) penetraron en el Imperio, y pidieron establecerse como federados. Obtuvieron el permiso de Valente pero el 377 estalló el conflicto y los visigodos vencieron a Valente en Adrianópolis y le dieron muerte, abriendo el camino hacia Constantinopla. Graciano, a quien correspondía la sucesión de Oriente, envió a la zona al General Teodosio, quien en diversos combates parciales, logró el exterminio de una parte de los visigodos y la salvación de la capital (aunque finalmente los visigodos se establecieron en Panonia, Mesia, Tracia y Macedonia como aliados el 382).
El 19 de Enero del 379 Graciano cedió Oriente, como Augusto, al General Teodosio y se reservó para si la Prefectura de las Galias.
Desarrolló una política abiertamente cristiana y contraria al paganismo, cuyos templos confiscó. Desterró de nuevo a los acusados de herejía (3 de Agosto del 379) y tomó otras medidas favorables a los cristianos y desfavorables a los paganos, a pesar de lo cual perdió el apoyo popular por su indolencia y su favoritismo hacia los soldados bárbaros.
El 27 de Febrero del 380 promulgó (junto a Teodosio) un edicto que declaraba la fe de Nicea como la principal del Estado con el nombre de Religión Católica (derivado del griego Katholikós, formado por las palabras Katá, comprensión, y Holos, todo). En el edicto se amenazó a los cristianos disidentes con la venganza divina y con persecuciones terrenales. El 10 de Enero del 381, el culto católico quedó establecido como religión única, prohibiéndose todas las demás.
El 382 fueron formalmente anulados todos los privilegios del sacerdocio pagano, la supresión de las subvenciones para sus templos y se confiscaron todos sus bienes, prohibiéndoseles dejar legados. Poco después Graciano renunció a su dignidad oficial de Pontífice Máximo.
El 383 se rebeló en Britania Magno Clemente Máximo, quien pasó con sus tropas a La Galia. Las fuerzas de Graciano le abandonaron y fue asesinado (25 de Agosto del 383) por Andragato, gobernador de la Lyonesa, que reconoció a Máximo.
Reconocido en la Prefectura de las Galias, Máximo inició su gobierno dictando severas medidas contra los partidarios de la herejía priscilianista, condenada en un concilio en Cesaraugusta (380) y que afectaba a las provincias de Galicia y Lusitania (parece no haberse extendido apenas hacia la Tarraconense).
Parece que estableció a unos cien mil britanos, que llegaron con él, en la Armórica (años después se trasladaron a ella más britanos huyendo de las invasiones, y se convirtió en Bretaña).
Reconocido por Valentiniano II y Teodosio, se le exigió a cambio que respetase los dominios de aquel, pero aprovechando el descontento creado por las decisiones favorables a los arrianos del joven Emperador (a instancias de su madre) invadió Italia y obligó a Valentiniano a huir a Grecia.
Gala, hermana de Valentiniano y esposa de Teodosio, incitó a su marido a restaurar al soberano depuesto, y con un fuerte ejercito el Emperador de Oriente invadió los dominios de Máximo, le venció varias veces y finalmente lo capturó en Aquileya y lo hizo ejecutar (Julio del 388). Su hijo Flavio Víctor, que había recibido ya el titulo de Augusto, conservó el poder en Las Galias, pero poco después fue vencido por las fuerzas de Teodosio (al mando del general probablemente franco Arbogasto), quien le asesinó por orden del Emperador de Oriente.
Teodosio reintegró a Valentiniano en el gobierno de todo Occidente, y lo dejó bajo la custodia del franco Arbogasto (que sustituyo en estas tareas a la madre, Justina) que llevó el titulo de magister militum y fue el ministro principal de Valentiniano.
Valentiniano otorgaba los cargos a los magnates romanos mientras Arbogasto, que tenía el apoyo del ejercito, favorecía a los bárbaros a menudo paganos como él.
Arbogasto apoyó una petición de restablecimiento de los antiguos cultos paganos y el Emperador la rechazó y destituyó a su ministro principal. Arbogasto rechazó a su vez la destitución, alegando que no había recibido su investidura, dignidad y honores de Valentiniano, y poco después ordenó matar al Emperador (15 de Mayo del 392), e hizo circular el rumor de que se había suicidado, llevando al trono al retórico Eugenio. Teodosio, a pesar de las peticiones de Gala, hubo de asumir los hechos consumados,
Eugenio intentó por última vez restablecer la hegemonía de los dioses paganos. Se dictaron numerosas disposiciones que favorecían a los paganos y contrarias a los cristianos. El culto oficial de los dioses paganos fue restablecido.
Teodosio se sintió obligado a declarar la guerra a Occidente (394). Arbogasto, brillante estratega, derrotó completamente a las fuerzas de Teodosio, pero con la traición de Arbitrims, que atacó a Arbogasto por la retaguardia, y la coincidencia de un huracán, el ejercito occidental se desbandó, y Eugenio fue capturado y ejecutado en el acto. Arbogasto huyó y se suicidó antes de ser capturado.
Casi toda la obra de gobierno de Teodosio se desarrolló en Oriente. El 394, tras vencer a Eugenio y Arbogasto quedó dueño del Occidente y ordenó el cierre, destrucción o confiscación de todos los templos paganos, y la prohibición de su culto (gentilitia supertitio), Un año antes, en el marco de su política contra el paganismo, había suprimido los Juegos Olímpicos. Los paganos fueron privados de algunos derechos civiles. Desde entonces el paganismo inició un descenso numérico relativamente rápido.
Teodosio había reorganizado el Ejercito desde sus tiempos al servicio de Graciano. Se componía en total de 135 legiones y 108 cuerpos auxiliares formando un total de 140 unidades de infantería. Había además 88 regimientos de caballería (en total 180.000 soldados de infantería y 44.000 de caballería). De estos efectivos había en Occidente 22000 caballeros, es decir aproximadamente la mitad. Las demás tropas estaban repartidas desigualmente. A las ordenes del Magister Militum de la prefectura de las Galias estaban 40000 hombres. Aparte de las fuerzas militares existían las fuerzas de defensa de las fronteras compuestas de 317 unidades de infantería y 258 de caballería, y diez flotillas fluviales, con un total de unos 250.000 hombres para la infantería y 25.000 para la caballería aproximadamente. De estas fuerzas fronterizas la mayor parte se encontraban en Oriente (154 unidades de caballería frente a 96 en Occidente).
Poco después de reunificar el Imperio murió Teodosio (17 de Enero del 395) en Milán, sucediéndole en Occidente su hijo Honorio, bajo la tutela de su magister militum el vándalo Estilicón.
Honorio contaba solo once años de edad, y el gobierno efectivo quedó en manos de Estilicón.
Primeramente venció a los visigodos, con los que luego negoció, por lo cual se enemisto con las autoridades de Oriente, especialmente Rufino, que ocupaba su mismo cargo en la parte oriental del Imperio.
Sofocó la rebelión del conde Gildón en África (396-38) y después casó a una de sus hijas, llamada María, con Honorio que había llegado a los catorce años (Honorio casó más tarde con otra hija de Estilicón llamada Termancia).
El 402 rechazó la invasión de los visigodos en Italia, y en las fiestas de la victoria en Roma permitió la celebración de juegos en los que participaron gladiadores, a lo que los cristianos se oponían, siendo linchado uno de ellos por la multitud (el eremita Telémaco, que bajó a la arena para impedir las luchas), si bien después ya no se celebraron más combates de gladiadores, que fueron prohibidos definitivamente por un Edicto imperial el 404. La corte hubo de trasladarse a Rávena, que ofrecía mayor seguridad que Roma o Milán.
Hacia el 405 Radagaiso, al frente de vándalos, suevos, borgoñones, alanos y hérulos, invadió Italia, pero Estilicón los sitió cuando estaban acampados cerca de Florencia y les obligó a rendirse, siendo Radagaiso ejecutado, y sus hombres vendidos como esclavos.
Estilicón destacó por su tolerancia religiosa, lo que le valió la enemistad de los cristianos y del partido nacionalista romano (hostil a los mandos bárbaros) quienes empezaron a conspirar. Algunos conspiradores le acusaron de querer traicionar al Imperio al negociar con el rey visigodo Alarico y se hizo circular el rumor de que quería colocar en el trono a su hijo Euquerio. Honorio, convencido por los conspiradores, envió asesinos para liquidar al general, quien se refugió en una Iglesia de Rávena. Se le prometió salvar la vida si salía, siendo asesinado al abandonarla (23 de Agosto del 408).
Unos meses antes se había rebelado en Britania Constantino, quien hacia el 408 consiguió la sumisión de La Galia, y probablemente tras el asesinato de Estilicón se le sometió también Hispania o parte de ella (la Tarraconense con toda seguridad). Constantino que había nombrado César a su hijo Constante, lo nombró Augusto y le concedió el gobierno de Hispania, Honorio reconoció como Augusto a Constantino, Constante designó como comandante de las fuerzas que defendían los pasos Pirenaicos al general Geroncio, quien no tardó en rebelarse y proclamo Emperador a su amigo Máximo, Geroncio atacó a Constantino en Arlés pero fue vencido y huyó a Hispania donde se suicido, Máximo perdió Hispania poco después ante suevos, vándalos y alanos. Las tropas de Honorio, al mando de Constancio, vencieron a Constantino, y éste y su hijo Juliano fueron asesinados en Rávena (411).
El advenimiento de Diocleciano no fue especialmente estimado. Los Emperadores pasaban pero ninguno conseguía mejorar la situación. Aunque la Tarraconense pasó a ser gobernada por el general Maximiano, las reformas del Emperador Diocleciano se hicieron sentir en Vasconia al igual que en otros sitios. Evidentemente las nuevas medidas recaudatorias disgustaron, como seguramente también molestó a las clases bajas la represión de los bagaudas en La Galia, pues se daba una agitación social (estrictamente un bandidaje social). La persecución contra los cristianos tuvo unos efectos inciertos. Si aceptamos como cierto que una parte de los hispanos romanizados se habían convertido al cristianismo en los últimos años, la persecución (303-307) los eliminó sin duda de la zona, pero a costa de la perdida de popularidad; si la conversión fue muy minoritaria, apenas tendría incidencia. No obstante la ferocidad de la recaudación contribuyó a minar la popularidad de Diocleciano. si bien por otra parte se observa una mejora de la situación económica y militar que hace pensar que también tendría cierto prestigio. Seguramente durante su mandato pudo empezarse a controlar el bandidaje en Vasconia. Muchos salteadores resultaron muertos, otros eran ya viejos, y otros enriquecidos se retiraban. La nueva situación social hacía que apenas aumentaran sus efectivos. Los últimos grupos de bandidos acabarían refugiados en los poblados aislados, mezclados a la población local, muchos años después.
El breve gobierno de Constancio Cloro no dejo huellas en Vasconia. El carácter tolerante del Emperador es bien conocido; pero desde luego no tuvo tiempo para reducir la recaudación, cosa que quizás hubiera hecho.
La proclamación de Constantino pudo ser bien acogida. Su padre gozaba de simpatías generales y él mismo era un general prestigioso, y fue reconocido inmediatamente en la provincia. No cambió las medidas de Diocleciano (en todo caso las hizo más duras) y su único mérito parece ser el inició de una época de tolerancia de los diferentes credos religiosos. Como las religiones mayoritarias en Vasconia (la pagana y los cultos locales) no habían sufrido hasta entonces ninguna represión, y debió parecerle intranscendente la promulgación de los edictos de Sárdica y Milán. Por contra, las medidas tomadas no mejoraban apreciablemente la situación económica, y ello contribuyó a la perdida de prestigio de Constantino. Su muerte debió ser acogida con cierto alivio. Hacia esta época los habitantes de las aldeas que entraban en el ejercito empezaron a lograr ascensos, y algunos llegaron sin duda a los grados superiores, y se convirtieron en terratenientes en su región, llegando a las más altas clases sociales. A pesar de su favor a los cristianos parece ser que en Vasconia el cristianismo no prosperó.
Constantino II y Constante fueron perdiendo el apoyo popular del que pudieron gozar al principio de sus gobiernos. Las cuestiones teológicas ocuparon parte de sus reinados. Mientras en muchas ciudades del Imperio empiezan las discusiones sobre los asuntos candentes de la religión, en otras siguen anclados en sus temas de siempre: las cosechas y el clima y las pequeñas vivencias locales.
Como Magnencio, que se declaró cristiano, favoreció levemente a los paganos, pudo obtener el apoyo de éstos. Pero fue derrotado y se suicidó y Constancio ocupó el poder brevemente. No debió ser popular en Vasconia, que había apoyado a Magnencio. El nuevo Emperador siguió los pasos de sus hermanos Constantino y Constante, pero por breve tiempo, ya que confió el gobierno de la Tarraconense a su primo Juliano como César. Juliano, quizás no muy bien recibido, desarrolló un acertado gobierno del que probablemente Vasconia se benefició. La reducción de los impuestos (que no sabemos si afecto a la Tarraconense) supondría un alivio para los ciudadanos, y su eficaz defensa aseguraba la tranquilidad que de nuevo volvía a estar amenazada por nuevas incursiones de los bárbaros que en cualquier momento podían alcanzar la provincia. Cuando Juliano fue proclamado Augusto y se decantó por los cultos paganos. Vasconia, aun pagana a pesar de que el cristianismo empezaba a penetrar, le seguiría también. Además la situación económica empezaba a mejorar, y por todo ello Juliano fue ampliamente apreciado. Como reacción, a la muerte de Juliano, serían hostiles a su sucesor cristiano Joviano, que gobernó brevemente. Su sucesor, Valentiniano no se mostró demasiado hostil a los paganos, y tomó algunas medidas favorables a las clases inferiores, que aliviarían la situación del pueblo en un momento de recuperación económica.
Con Graciano, que favoreció claramente el cristianismo, que fue aceptado como religión oficial, la posición de la mayoría de los hispanos, aun paganos, hubo de ser hostil. Por otra parte Graciano favorecía en el ejercito a los bárbaros frente a algunos ciudadanos romanos que no lograban ascensos.
Su sucesor, Máximo, persiguió la herejía priscilianista. Aunque pudieron apoyarle, seguramente la mayoría se mostró indiferente.
Valentiniano II quedó oscurecido por la figura de Arbogasto, quien se ganaría el apoyo de los habitantes, al favorecer al paganismo. La figura de Arbogasto se superpone también a la de Eugenio, que como su protector, era pagano, aunque no persiguió a los cristianos. La muerte de ambos a manos de Teodosio, pudieron decantar les contra éste, a pesar de tratarse de un personaje originario de una provincia cercana. No obstante el gobierno de Teodosio fue breve, y solo se caracterizó por la definitiva imposición de la religión católica, a cuya fe se resistieron, salvo en el valle del Ebro, donde penetró lentamente.
Honorio, que le sucedió, era demasiado joven. En su lugar gobernó el vándalo Estilicón. Tolerante con los paganos y con costumbres salvajes. A su muerte la provincia Tarraconense se sometió a Constantino de Britania, que envió a su hijo Constante.
Durante el Imperio no cambia la consideración que a finales del Siglo IV son calificados de "salvajes y ladrones" y como "gente inquieta". Los adjetivos de "ladrones" y de "inquietos" son novedosos entre las diversas calificaciones otorgadas.
Se cree que una parte practicaba la rapiña, al principio impelidos por la pobreza de la zona montañosa que habitaban, y más tarde como costumbre al aumentar las urbes romanas y los viajeros o lugares donde robar. No obstante las pequeñas correrías de los salvajes nunca tuvieron repercusión social.
Pero más tarde, quizás aprovechando el debilitamiento del poder romano en el siglo III, la rapiña se extiende y el pueblo en general se muestra inquieto. La presión fiscal y la pobreza alteran los ánimos, y seguramente las invasiones marcan el detonante.
Revueltas y huidas de esclavos y su paso al bandidaje, junto al de mucha gente humilde o arruinada, marcan el inicio de una agitación social en pequeña escaña, sin llegar a una bagaudia como en Las Galias. En las aldeas y zonas montañosas se producen reuniones tribales y alianzas, y hasta probablemente luchas.
Las fases del conflicto marcan alteraciones del status social (bandidos enriquecidos, propietarios arruinados o convertidos en arrendatarios o colonos, comerciantes que se empobrecen junto a otros que se enriquecen según el producto que tratan, etc.). Las clases humildes poco romanizadas parecen estar presagiando que se acerca el momento propicio para recobrar la libertad. El momento (hacia 260-270) es coincidente seguramente con un crecimiento importante de la población en las zonas montañosas, debido a que por su aislamiento no fueron afectadas por las pestes y las invasiones, y el crecimiento venía ya sostenido anteriormente por los largos años de paz durante la dominación romana, y de relativa prosperidad dentro de su pobreza extrema, prosperidad que a partir del 260-70, es ganada a fuerza de asaltos y saqueos.
Las capas humildes de la población, y los habitantes de las aldeas cercanas a las ciudades, afectados por la crisis y las invasiones, sienten un fuerte deseo de cambio. Parece que al empezar el siglo IV se ha producido un vuelco en la situación, y que la vieja y tradicional amistad de habitantes y romanos ya es solo un recuerdo vago, y la hostilidad de la población al poder romano, quizás con exclusión de los elementos romanos o romanizados dominantes, es mayoritaria.
En las ciudades el poder ha sido ostentado durante siglos por la burguesía romana o romanizada; pero después de las invasiones de la segunda mitad del Siglo III, esta burguesía rechaza el poder por diversas razones que trataremos de enumerar:
No son estos los únicos motivos pero nos dan una idea de como surge un nuevo sistema político. Puesto que nadie desea los cargos, y solo los ocupa a la fuerza, estos pasan a ser hereditarios para no quedar vacantes. Es probablemente en esta época cuando muchos medianamente ricos pero poco o nada romanizados, acceden a ciertos cargos, y con ellos aumenta la influencia de los no romanizados en la sociedad.
Los propietarios romanos o romanizados (romanizados desde hacia siglos) dejaban el poder político en las ciudades a otros menos romanizados e incluso a artesanos y profesionales (ciertas profesiones bien remuneradas), que acaparaban los cargos públicos.
Las edificaciones carecen ahora de la magnificencia de antes. Son sencillas y austeras. La ciudad y el campo apenas se relacionan. Muchas villas del pagus destruidas por los francos o por esclavos fugitivos o bandidos, ya no se reconstruyen, y las explotaciones anexas quedan abandonadas. Otras se recuperan con gran dificultad, y su producción es muy baja, ante la carencia de herramientas, trabajadores motivados, infraestructura (comunicaciones fáciles, sistemas de riego).
La decadencia de la romanidad es evidente, y las tendencias particularistas renacen y arraigan cada vez más como reacción a la antigua dominación decadente. El latín ya no progresa mientras que se extiende el vascón. Hasta el arte recupera antiguas tendencias.
La suerte de los humildes va empeorando cada vez más. A medida que pasan los años las cargas fiscales, el empobrecimiento general, la alta inflación y otras circunstancias hacen difícil la vida. No cabe duda de que fue la situación social, más que las devastaciones de los francos (que en todo caso solo fueron un detonante) la que empujo a muchos humildes hacia el bandidaje y hacia las bandas organizadas de ladrones.
Los esclavos y humildes afrontaron durante las invasiones del Siglo III las penalidades de sus amos o se unieron a los invasores ¿Que otra cosa podían hacer? Los que huyeron fueron un número importante aunque desigual según las zonas y los amos individuales. La mayoría abandonaron a sus amos más por oportunismo que por rebeldía. Algunos los abandonaron por miedo a los bárbaros; otros se dejaron arrastrar en el torbellino de los saqueos y después no quisieron regresar por miedo a la represalia; una minoría abandono por verdadera necesidad, por vivir en tan pésimas condiciones que un acontecimiento externo les facilitaba la liberación que de otra forma solo encontraban con la muerte.
Pero una parte de los esclavos y muchos humildes permanecieron en su puesto a la espera de que se restableciera la situación anterior. Sus esperanzas fueron defraudadas pues cuando cesaron las depredaciones de los bárbaros, tras años de angustia, sus condiciones no volvieron a ser las de antes, sino que al contrario siguieron empeorando: largas jornadas de trabajo agotador para mantenerse a duras penas y mantener a la familia; condiciones de vida de gran dureza; desaparición del confort y el ocio de antaño. A menudo se vieron obligados a colaborar en trabajos de defensa o de reconstrucción. Algunos de ellos envidiaban a los audaces que habían huido con los francos, se dedicaban al bandidaje o se habían refugiado en los valles donde ahora eran libres y no llegaba el poder romano. Pero sin un enemigo exterior el poder de Roma era la suficientemente fuerte como para impedir nuevas huidas de esclavos o rebeldía de la gente humilde. Las cargas fiscales que agobiaban a los ricos y a las clases intermedias repercutían rápidamente en un endurecimiento de las condiciones de vida de los humildes, mientras que los salvajes de las montañas estaban libres de toda tributación. Muchos humildes de las ciudades y zonas romanizadas tenían parientes y amigos en las aldeas y en los valles y caseríos ahora no sujetos de hecho (aunque si de derecho) a Roma; conservaban el contacto ocasional con ellos y muchos acabaron regresando a sus aldeas de origen. A estas aldeas podía llegar ocasionalmente algún esclavo huido, generalmente maltratado, pero la huida de esclavos no tenia un carácter masivo general, y los casos eran esporádicos (más bien tenían un carácter individual), y la suerte que les cabría una vez huidos, si lograban llegar a alguna zona libre, era más bien incierta (seguramente algunos fueron sacrificados y otros se convirtieron en esclavos de los jefes).
El regreso a las aldeas de proletarios (y otros) no tuvo ni mucho menos un carácter masivo, pero contribuyó a la desorganización de la economía. Sin embargo la vida en las aldeas vasconas no era mejor que en la peor de las zonas romanizadas. Los recién llegados, básicamente bilingües, adoptaron pronto la forma de vida ruda y salvaje de sus parientes, pero algunos (con menos orgullo o que no estaban amenazados) no pudieron adaptarse y regresaron para malvivir en las ciudades o en las grandes haciendas (como colonos). Algunos se vieron favorecidos por el mayor poder que correspondía a ricos poco romanizados, pero el poder al que estos accedían no impidió que los hispanos fueran dejando las ciudades y pasaran a residir en el campo a lo largo del Siglo IV. Los hispanos poco romanizados que ejercían algún poder favorecían a determinados elementos, casi siempre también hispanos poco romanizados que constituían sus amigos, creándose un clientelismo que les permitía aumentar su influencia y poder en las ciudades, poder que por otra parte los romanos y romanizados dejaban gustosamente en sus manos.
Muchos humildes no tuvieron ninguna oportunidad de estabilización, y hubieron de recurrir al robo. Las bandas de ladrones fueron al principio de unos pocos individuos (entre uno y media docena a lo sumo). Como los robos en las zonas romanas eran peligrosos sin un refugio seguro (y la represión muy efectiva y cruel), surgieron bandas mayores (veinte individuos o mas) que tenían como base zonas de difícil acceso; es decir el clásico bandidaje de montaña, iniciado primero para asaltar a viajeros o carromatos, para ganar en audacia y asaltar alguna quinta campestre poco protegida y con poco personal que pudiera ofrecer resistencia. Estos robos eran básicamente de subsistencia; realizaban sus ataques y corrían a refugiarse en sus bases, fuera del alcance de las milicias o de los servidores de los propietarios asaltados.
La religión romana antigua estaba en decadencia frente al avance de las sectas orientales (luego dedicaremos un capitulo a la extensión del cristianismo) y frente al renacimiento de los cultos tradicionales (la luna, los ríos, el fuego, el canibalismo, y otros a los que también nos referiremos en un próximo capitulo), que nunca habían sido abandonados en el campo, pero que casi habían desaparecido de las ciudades.
Los bandidos que han operado durante años han constituido verdaderas tribus. Al principio estuvieron formados por individuos aislados desesperados, esclavos huidos y algunos grupos salvajes de las montañas (primera mitad del siglo III).
Más tarde se formaron pequeños grupos constituidos por algún bandido al que se unían esclavos huidos o bien uno o varios individuos o cabezas de familia que precisaban de esta actividad para sobrevivir y alimentar a sus familias (antes del 260).
Estos grupos crecieron después por nuevas llegadas, especialmente de esclavos, pero también de campesinos pobres, y de gente que colaboró con los bárbaros (hacia 270). Es evidente que estos grupos contaban con complicidades (familiares, amigos) en las ciudades, con cooperación de los aldeanos, y con la alianza de las tribus salvajes.
Como la situación no mejoraba y la situación se prolongaba (algunos llevaban operando en las montañas entre diez y veinte años) las familias se unieron progresivamente a ellos en sus inaccesibles campamentos. Se constituían así una especie de aldeas móviles cuyos habitantes tienen como tarea más habitual el saqueo, pero donde no debió descuidarse una agricultura de subsistencia, y la cría de algunos animales.
Su aislamiento los convierte en hispanos salvajes y rudos, muy parecidos a los que habitan las zonas montañosas inaccesibles, con los cuales seguramente conciertan alianzas cuando se trata de saquear alguna hacienda fuertemente defendida.
Aunque los bandidos tienen sus bases en zonas protegidas, allí las condiciones de vida son también muy duras. Aquellos que regresan a sus aldeas o ciudades se encuentran con una falta absoluta de medios de vida, y se ven en la necesidad de realizar trabajos muy pesados con un salario en especie que apenas cubre sus necesidades, o convertirse en colonos. Los que van retornando entran pronto al servicio de los grandes propietarios y su situación como colonos es casi como de esclavos. Los años de convivencia con los hispanos mas salvajes del campo hace que aporten a las ciudades o haciendas aquellas costumbres rudas de los pueblos montañeses que estaban siendo eliminadas de las ciudades. La falta de perspectivas empuja a la rebelión, pero tampoco se dan las condiciones objetivas para esta. Aunque algunos regresan a las montañas y vuelven al bandidaje, y los que allí permanecen constituyen bandas que se dedican al robo y al pillaje, el proceso es minoritario, y durante años las capas humildes van saliendo adelante como pueden.
Cuando las bandas aumentan en numero y en peligrosidad, (entre 270 y 300 aproximadamente) no dudan en asegurarse refugios seguros en los valles y caseríos de difícil acceso, que les sirven de "santuario" y de base para sus robos a los escasos viajeros o a las quintas del campo menos protegidas.
Sabemos que en esta época los hispanos "están inquietos" y esta referencia no debía hacerse solo a un estado de animo general. Para palpar el estado de animo general tendrían que producirse hechos individuales en numero suficiente que permitieran presagiarlo. Así no es difícil suponer que había enfrentamientos entre elementos al servicio de los ricos propietarios romanizados y bandidos apoyados por hispanos del campo. Probablemente también había enfrentamientos entre los Dominus (y su familia) de una parte, y de otra los esclavos, colonos, y en general dependientes humildes a su servicio que no se resignaban a su suerte; las huidas de esclavos debían ser frecuentes y las posibilidades de recobrarlos muy escasas; también era difícil sustituir estos esclavos, pues su precio habría aumentado y la oferta seria escasa; solo el temor a los desconocido en los valles y lugares inaccesibles de los hispanos libres impidió que las huidas no afectaran a la totalidad de los esclavos.
La falta de esclavos y el bajo rendimiento de los que quedaban en las explotaciones hacia disminuir continuamente la producción y contribuía al empobrecimiento general. Esta situación no era exclusiva de Vasconia, pero aquí el descontento tenia una válvula de escape al poder refugiarse los descontentos en los "santuarios" hispanos o lugares aislados poco romanizados, donde a veces contaban con parientes o amigos que les apoyaban.
A las primeras bandas organizadas de ladrones se unen estos esclavos fugitivos y los descontentos en general. Pero la situación aun no ha escapado de las manos de las autoridades. Prolifera el bandidaje pero los ladrones no tienen el poder político, y no pueden arriesgarse a incursiones a las ciudades o aldeas pues no cuentan con la suficiente fuerza.
Sabemos que el ejemplo vascón se propago a las regiones vecinas (Aquitania, Vardulia, Caristia) más romanizadas, de las cuales escapaban también esclavos y descontentos que se refugiaban en el inaccesible territorio vascón libre. Esta propagación demuestra que existían las condiciones sociales para el desarrollo de la agitación. Pero Roma aun ejerce el dominio político y puede mantener las estructuras básicas de Estado.
Las bandas mas o menos organizadas hacen inseguros los caminos y asaltan a viajeros o fincas aisladas, pero las ciudades no sufren sus incursiones, aunque sus habitantes están dominados por un descontento amplio.
El bandidaje o agitación social debió alcanzar su periodo de máximo florecimiento entre el 270 y el 300 aproximadamente, para ir descendiendo luego.
¿Cuales fueron las causas del descenso? La administración romana se había reorganizado y se disponía de tropas suficientes para proteger las vías y las haciendas insuficientemente fortificadas y con escaso personal para defenderlas. Algunos de los bandidos habían envejecido y se mantenían inactivos en sus campamentos o se retiraron a sus aldeas o ciudades originarias; otros enriquecidos vuelven a las ciudades o aldeas; algunos se unen a los hispanos salvajes, a veces mediante enlaces matrimoniales o alianzas, o simplemente por cercanía. Otros han muerto en las escaramuzas durante los saqueos o con tropas romanas, o por otras causas. Seguramente después del 280 los grupos ya no engrosaron sus filas con nuevos esclavos huidos (los esclavos que habían podido huir ya lo habían hecho, y los que quedaban eran un número muy reducido) y con pobres desesperados (lo peor de la situación había pasado, y quien había logrado resistir tenía ahora mejores perspectivas). La reproducción natural, es decir los hijos y nietos de los primeros bandidos, es el único incremento en su número.
Pero en el Siglo IV, la situación es distinta. Las fuerzas coercitivas romanas están mejor organizadas y las haciendas, reconstruidas, están dotadas de fortificaciones, y defendidas por una red constituida por los múltiples colonos y, en ocasiones, por las milicias privadas organizadas por los propietarios. Las guarniciones romanas pueden perseguir a los grupos y acorralarlos. Poco a poco los grupos, reducidos en número, reducen también su actividad. Se han ejercitado en el bandidaje durante generaciones y viven como los hispanos libres de las montañas y con ellos se mezclan progresivamente, mediante integración o alianza.
El bandidaje como fenómeno social quedaría totalmente controlado en tiempos de Constantino, si bien como fenómeno marginal aun subsistió seguramente durante unos años más, con acciones de carácter individual. Cuando el bandidaje es controlado, las últimas “tribus” de bandidos acaban fundiéndose a los hispanos libres o regresando a sus aldeas.
Pero esta fusión ha hecho aumentar el número de los hispanos salvajes. Los bandidos al integrarse han conservado sus técnicas, sus odios, sus conocimientos, que con ellos se han transmitido a los habitantes de las aldeas, y de los poblados montañeses. Incluso en las ciudades los bandidos, que habían tenido un amplio apoyo social en las capas humildes, y numerosas complicidades individuales, dejan su impronta.
La situación económica mejora a lo largo del Siglo IV, sin que haya datos suficientes para percibir en que medida y en que años.
No obstante parece que ya en tiempos de Constantino pudo controlarse el bandidaje y a partir de este momento las haciendas aumentaron su producción.
Pero la situación ya no volverá a ser la misma. Aunque las tribus se muestran pacificas, los bandidos cesan en sus actividades y la hostilidad campesina manifestada en las huidas de esclavos y en el paso de muchos humildes a la condición de bandidos, se atenúa, el rencor permanece. La semilla está sembrada.
Parece que la situación económica en las haciendas fue mejorando a lo largo del siglo, mientras el nivel de vida descendió en las ciudades, parte de cuya población fue trasladándose al campo, a las haciendas como colonos, a las aldeas, o en pequeñas explotaciones aisladas. La población de las ciudades de Vasconia a principios del siglo V, estaba seguramente por debajo de las cinco mil personas. Mientras en el campo superaba las cincuenta mil personas. Unos treinta mil hispanos al menos vivían libres en las montañas.
En las ciudades, reducidas en su población, se perciben claramente cinco grupos sociales:
A la condición de curiales llegaron algunos hispanos enriquecidos (a menudo por el bandidaje o por carreras militares), a veces poco romanizados. Después el cargo, al hacerse hereditario, se transmitía a sus descendientes. Algunos de estos curiales se enriquecieron (bien por su actividad privada o aprovechando el desempeño de un cargo desarrollado sin escrúpulos) y llegaron a las categorías superiores, a las que ya algunos hispanos poco romanizados habían tenido acceso a través de la realización de altas funciones, básicamente militares. Otros en cambio, se arruinaron, y contribuyeron a aumentar el descontento social. Es curioso observar que en los primeros tiempos de la romanización, el servicio en el ejercito suponía la asunción de la cultura y estilo de vida romanos, transmitido luego a sus parientes y dependientes, y asumidas por éstos con alegría. La decadencia de Roma es perceptible, y ahora, a pesar de muchos años de intensa convivencia con la romanidad, los hispanos recuperan sus costumbres ancestrales cuando pierden el contacto con ella, sin duda influidos por un ambiente sociológico en el cual las administración romana es odiada y su forma de vida despreciada.
En ocasión de las invasiones del Siglo III, Pamplona perdió una parte de su población. Una parte de la población quedó excluida de la ciudad al quedar fuera de ella sus viviendas, acogiéndose únicamente a la protección de sus muros en ocasión de los ataques. Pasados los peores años. cuando el peligro de una incursión de los francos era constante, muchos se trasladaron definitivamente al campo y se establecieron en cabañas aisladas. Durante aquellos años muchos murieron en ocasión de las pestes que asolaron el país, y causaron una gran mortandad, mientras otros fallecieron a causa de las luchas y violencias producidas; hubo algunos que fueron llevados con los francos como esclavos, o se unieron a ellos; un número no despreciable se refugió en las aldeas de origen, o en las zonas montañosas, o marchó de la ciudad para dedicarse al bandidaje. Cuando la situación se estabilizó los grandes propietarios abandonaron la ciudad para fijar su residencia definitiva en el campo. en sus haciendas. que antes solo visitaban periódicamente. En estas haciendas procuraron disfrutar de las mismas comodidades y servicios que tenían en las ciudades y que ahora ya no podían ofrecerles. El movimiento de desplazamiento, que afecto no solamente a Pamplona sino a otras ciudades, no fue inmediato. A principio los grandes propietarios debían acudir a menudo a la ciudad para sus negocios y para adquirir productos de los que no disponían en sus haciendas. La ciudad les ofrecía también un refugio seguro ante un eventual ataque, al abrigo de sus murallas. Como la agitación social estaba en pleno desarrollo, las haciendas eran víctimas de ataques aislados de grupos armados que se llevaban animales o cosechas, o los excedentes de producción durante los traslados a los mercados, lo cual impedía consolidar el establecimiento de los grandes propietarios en sus residencias campestres. Pero a medida que el bandidaje fue controlado, que las obras defensivas en las haciendas (desde cercados a fortificaciones) fueron realizándose (incluso a veces pudieron organizarse milicias privadas), que fueron fabricándose la mayoría de los productos de los que antes se carecía, y que la ciudad iba perdiendo importancia, los grandes propietarios fijaron definitivamente su residencia en las villas, y a lo largo del siglo IV las dotaron de ciertas comodidades y lujos.
Detallaremos la composición de la ciudad, que a grandes trazos ya hemos indicado en el apartado anterior:
Los curiales, generalmente propietarios medianos (progresivamente los grandes propietarios quedaron eximidos del desempeño de los cargos curiales), que además se dedicaban a menudo al comercio o a ciertas profesiones (funcionarios, médicos, mercaderes, panaderos) eran una clase reducida. Aquellos que estaban en el desempeño de un cargo municipal hacían frente a cargas considerables y aunque alguno se enriqueció, la mayoría acababan empobreciéndose. Hubieron de vender parte de sus tierras a los grandes propietarios y contratar menos trabajadores, y como además la producción descendió, se empobrecieron considerablemente. La tendencia era hacia su proletarización. Los intentos de escapar a su condición social fueron atajados por el Estado que además convirtió su condición en hereditaria. De esta clase quedaron en Pamplona alrededor de medio centenar, que con sus familias da una cifra de unas trescientas personas, más o menos estable a lo largo de todo el siglo IV.
Los mercaderes y comerciantes, que a menudo poseían tierras, constituían un grupo separado, al no alcanzar la riqueza requerida para ser curial. La crisis comercial del Siglo III arruinó a muchos de ellos. que se empobrecieron y hubieron de mantenerse a base de productos locales más baratos. A menudo hubieron de vender todas o parte de sus tierras a los grandes propietarios (más raramente a los curiales más ricos). Su número quedó reducido por las muertes (peste, violencia), y porque algunos se arruinaron y pasaron a la condición de pequeños propietarios o de colonos; una minoría pudo enriquecerse (tal vez al tratar con el producto adecuado) aunque probablemente no hasta el punto de convertirse en un gran propietario, y en caso de llegar a la riqueza requerida para ser curial procuraban disimularlo para no tener que asumir las cargas y obligaciones que comportaba la pertenencia a esta clase. Su número (incluyendo a las familias) a lo largo del siglo IV, rondaría el centenar de personas.
Los pequeños propietarios habían quedado muy mermados. Primero una parte hubo de entregar sus tierras a los grandes propietarios para pagar sus deudas (conservando el usufructo pero convirtiéndose en la practica en colonos). Luego muchas familias quedaron mermadas por las muertes de peste o por las luchas con los bárbaros, y no pudieron llevar su explotación que hubieron de vender a los grandes propietarios. Cuando la situación se estabilizó, fueron frecuentes víctimas de algunos bandidos, pero sobre todo hubieron de hacer frente a las enormes cargas tributarias impuestas por el Estado, y a las deudas que habían contraído. Incapaces de resistir esta presión alrededor de la mitad hubieron de entregar sus tierras a los grandes propietarios (a lo largo del Siglo IV) y se convirtieron en colonos, residiendo fuera de la ciudad (de hecho muchos de ellos ya residían fuera de la ciudad desde la construcción de las murallas, y solo se acogían a la ciudad en momentos de peligro). Algunos desesperados integraron también las bandas de bandidos y ladrones. El número de pequeños propietarios que continuaron residiendo en la ciudad fue pequeño y su número fe reduciéndose a lo largo del Siglo IV, situándose entre un máximo de un millar (incluidas las familias) a principios de siglo y un mínimo de trescientos (incluyendo siempre las familias), hacía el 409.
Los hombres libres sin tierra también quedaron muy mermados por las pestes y las invasiones. Cuando se construyeron las murallas la mayoría quedaron fuera y hubieron de construirse refugios en el campo o regresar a sus aldeas. La mayoría de los dedicados a la agricultura se convirtieron en colonos recibiendo tierras adquiridas por los grandes o medianos propietarios y que nadie podía levar. Una parte continuo al servicio de los propietarios medianos o curiales (aunque a menudo como colonos) que sin embargo perdieron muchas tierras y redujeron el numero de trabajadores. Muchos profesionales se pusieron también al servicio de los hacendados, pues sus oficios o productos no tenían salida en el mercado de la ciudad, por la escasa capacidad adquisitiva de la población y la carestía (los que ejercían un oficio hereditario hubieron de mantenerse). De la clase proletaria salieron la mayoría de los bandidos. Los que ejercían oficios y quedaron en la ciudad fueron reduciendo su número progresivamente, pasando (contando las familias) de unos cuatrocientos a un centenar. Los dedicados a la agricultura casi desaparecieron por completo. quedando solo algunas decenas.
La vida cotidiana quedo muy reducida. Las tareas de aquellos que ostentaban cargos en el Consejo se limitaba a la recaudación fijada por los funcionarios imperiales de acuerdo a los resultados de las indicciones, y a la organización de los abastecimientos y mercados y obras de reconstrucción o defensivas. También debían atender al cursus publicus. La actividad se trasladó a las haciendas y las propiedades individuales. Las indicciones periódicas reunían a la población en las ciudades. Los baños públicos, y las actividades culturales habían desaparecido por completo. La religión se practicaba privadamente. La enseñanza quedó reservada a las familias de los grandes propietarios.
Además de las clases que encontramos en las ciudades, están los latifundistas del campo, o potentes (Potentes), poseedores de grandes extensiones de tierra y de un capital en oro procedente de las ventas de sus productos. Constituyen una clase separada en cuyos dominios se vive autárquicamente, apareciendo las diversas clases como en las ciudades:
Aparte de las grandes propiedades también trabajan el campo: los medianos propietarios (muchos de ellos curiales) generalmente con trabajadores contratados y algunos colonos y casi nunca con esclavos; los pequeños propietarios, que trabajan ellos mismos y sus familiares; los aldeanos, que de hecho constituyen pequeños propietarios con una producción reducida y con escasos excedentes difíciles de comercializar; y los campesinos asalariados, que cultivan pequeños huertos en laderas de montañas o zonas sin dueño.
En las aldeas se mantiene un campesinado extremadamente pobre y con pequeñas extensiones de tierra. La falta de contacto con las ciudades, encerradas en sus murallas y con los caminos inseguros, hace que los efectos de la romanización desaparezcan de los hispanos de las aldeas. Muchos individuos (con sus familiares) que se dedicaron al bandidaje, regresaron más tarde a las aldeas de donde habían salido, o en las que tenían parientes.
Las aldeas perdieron buena parte de su población por las pestes sucesivas que afectaron a la zona en el Siglo III, pero en cambio apenas fueron afectadas por las invasiones, dada su pobreza. Muchos habitantes de las ciudades se trasladaron a vivir a las aldeas, viviendo miserablemente como los aldeanos cultivando pequeños huertos y apacentando algunos animales, pero estas aportaciones no compensaron la alta mortalidad causada por las epidemias.
No cabe duda de que la carrera militar propició el ascenso de algunos de las aldeas (y de las ciudades) a puestos importantes, y que algunos llegaron a poseer grandes extensiones de tierras y funciones destacadas. Así es como hispanos poco romanizados llegaron a ejercer cierto poder en el campo. Aunque los que dejaban el ejercito tras una brillante carrera militar eran pocos y estaban romanizados íntegramente, generalmente conservaban las tradiciones de su juventud, o estaban casados con mujeres humildes, a través de todo lo cual, se transmitía a los hijos, para quienes la cultura tradicional volvía a ser la norma.
Los aldeanos participaron a menudo en las actividades de los grupos de bandidos, y algunas aldeas seguramente constituyeron una base segura para tales actividades.
Los pequeños propietarios de las aldeas, agobiados por las cargas impositivas reclamadas, entraron también en el movimiento de los patrocinios o simplemente del paso a la dependencia de un Dominus, y a veces aldeas enteras pasaron a formar parte de los grandes fundos.
En la composición social de la ciudad es de destacar la mayor presencia de curiales. Las explotaciones agrícolas de la zona, dedicadas a la agricultura (vid, olivos, cereales, hortalizas) con preferencia a la ganadería, habían permitido el desarrollo de una clase media, equivalente a la clase ecuestre, con posesiones no excesivamente grandes, pero muy productivas, y había otorgado a sus tenedores un nivel de riqueza que les había permitido alcanzar el rango curial, al que también llegaron ciertos comerciantes, profesionales y funcionarios que generalmente poseían tierras. Las cargas que conllevaba el ejercicio de responsabilidades públicas, la presión fiscal, la inflación, la caída del comercio y de los viajes, los había empobrecido y perdieron parte de sus tierras (vendidas o entregadas a los grandes propietarios). La producción descendió por la falta de esclavos y trabajadores, y a menudo por la imposibilidad del amo de supervisar los trabajos personalmente al estar ocupado en tareas políticas o en las prestaciones que exigía el cargo. Aunque la tendencia de muchos era a la proletarización, otros se mantuvieron dignamente, y otros, por fin, se enriquecieron. Podríamos considerar incluidos en esta clase antes de la crisis a un millar de personas (incluyendo las familias), cifra que quedaría reducida a la mitad hacia principios del siglo IV, pero que después se mantendría más o menos estable a lo largo del siglo.
Los pequeños propietarios (incluidos los que tenían la condición de curiales pero se habían convertido en pequeños propietarios) fueron una clase social muy afectada. Primero las pestes y las invasiones los castigaron severamente. Después, al tratarse de propiedades consideradas rentables, quedaron sometidas a una fiscalidad insoportable. Muchos se trasladaron a vivir a sus campos o a las aldeas cercanas. Finalmente, endeudados al limite, la mayoría hubo de entrar en el movimiento de los patrocinios o sus equivalentes, ya en la segunda mitad del siglo IV, y se convirtieron en colonos sujetos a la tierra. En cambio no fueron apenas afectados por el bandidaje, ni participaron en él ni en la agitación social. Solo un pequeño número de pequeños propietarios siguió viviendo en la ciudad (unos doscientos contando las familias), hacia el 409.
Los hombres libres sin tierra también quedaron muy mermados por las pestes y las invasiones y se trasladaron a sus aldeas donde cultivaron huertos diminutos, o entraron al servicio de los grandes propietarios como colonos, o llevando las haciendas de los curiales más ricos y los medianos propietarios (a menudo ambas condiciones se confundían). Pocos quedaron residiendo en la ciudad y su número, incierto, no debió superar las trescientas personas incluyendo a los familiares hacia el final del siglo IV.
Entre la gente sin tierra estaban los que ejercían diversas profesiones típicamente ciudadanas de las que alguna había sido declarado hereditaria. Algunos, al no poder vender sus productos o realizar sus trabajos, regresaron a sus aldeas originarias; otros se convirtieron en colonos o campesinos al servicio de los curiales (que aunque habían reducido el número de contratados precisaban gente al menguar considerablemente el número de braceros o jornaleros disponibles); otros pasaron a ejercer sus habilidades en las grandes haciendas; y finalmente algunos, siguieron en la ciudad ejerciendo sus oficios. Su número no pasaría de unas decenas al final del siglo IV.
Ya hemos indicado las características generales de las ciudades del territorio vascón. Ahora haremos unas breves referencias especificas a las pequeñas ciudades.
Algunas de las ciudades vasconas fueron destruidas y quedaron despobladas con ocasión de las invasiones del siglo III y las pestes de la misma época. No sabemos cuales, pero es posible que quedaran abandonadas Alantone, Bituris, Iturrissa, Muscaria y Nemanturissa, y probablemente alguna más (y entre ellas Ergavia, Cara, Tarraga y Andelos).
Las que sobrevivieron redujeron su población, a causa de las muertes, producidas por las enfermedades, el hambre y los bárbaros. Seguramente pocas o ninguna quedo con capacidad suficiente para mantener un Consejo local, y se convirtieron de hecho en mansiones, mercados o estaciones.
La composición social, desaparecidos los grandes propietarios, quedo formada exclusivamente por pequeños y medianos propietarios (de los cuales los segundos casi siempre estaban en la categoría de curiales, pero algunos se mantendrían en ella aun siendo ahora pequeños propietarios) o por hombres libres sin tierra, que trabajaban en las tierras de los medianos propietarios de algún pequeño propietario, o bien ejercían algunos oficios (carpintero, herrero, tahonero, curtidor, tejedor y batanero debían ser los más habituales). En total unos cientos de individuos.
Hemos dado ya bastantes detalles sobre los Fundus. Éstos habían ido aumentando en extensión durante el Imperio. Los de la Navarra media, dedicados a la ganadería, llegaron a alcanzar grandes superficies (donde al dedicarse mayoritariamente a la agricultura los grandes fundus con actividad ganadera eran un número más reducido).
A partir del siglo III, y seguramente antes, debió ser perceptible en Vasconia, un incremento de la extensión de las grandes propiedades, desarrollada seguramente a través de compras y herencias. La crisis económica (inflación, carestía, inestabilidad monetaria) arruinaron a muchos, situación de la que se beneficiaron algunos grandes propietarios.
Las invasiones de los francos con sus devastaciones, las pestes y la continuación de la crisis y de la agobiante presión fiscal, seguido después de un periodo de bandidaje modificaron parcialmente la extracción social de los grandes propietarios, pero las grandes propiedades salieron a menudo aumentadas, mediante usurpaciones, compras forzadas o a bajo precio, adjudicaciones en pago de deudas, matrimonios de conveniencia, y herencias.
Pasadas las invasiones y surgidos los grupos de bandidos o ladrones, se produjeron ataques llevados a cabo a menudo con la complicidad de antiguos esclavos huidos y de colonos (arrendatarios de tierras en la gran propiedad) rencorosos. Los esclavos de las haciendas, al menos en parte, se unieron a las bandas o se refugiaron en las montañas. Progresivamente los propietarios afectados, con el apoyo de las autoridades romanas, consiguieron asegurar su respectiva zona (quizás a costa de castigar a algunos colonos traidores, una parte de los cuales acabaría en las bandas de bandidos) y controlar la actividad de los grupos saqueadores.
Con la desaparición del papel económico de las ciudades, los propietarios se trasladaron a sus haciendas, que en el siglo III solo visitaban periódicamente (o permanecían en ella unos meses a lo sumo) y fijaron allí su residencia. Las haciendas fueron dotadas de empalizadas y fortificaciones para prevenir nuevos ataques de bandidos o bárbaros, y al trasladarse allí se convirtieron en reducidas ciudades dotadas de la mayoría de los servicios y que vivían autárquicamente. Al mismo tiempo los grandes propietarios pudieron seguir ampliando sus posesiones mediante el sistema de entrega de la tierra por los pequeños propietarios que la devolvían a su poseedor en usufructo, pudiendo llevarla como colono hasta la devolución de la deuda, u otros tipos de colonato, y mediante los mismos sistemas empleados con anterioridad. En las tierras que se adquirían a viudas o propietarios que poseían otras tierras, se colocaban colonos, que salían de los proletarios sin tierra, contribuyendo al vaciado de las ciudades.
Más tarde, al hacerse insostenible la presión fiscal (que seguramente aumento un 100% en la segunda mitad del siglo IV, en relación a la fijada el 297) los campesinos, cargados de deudas que no podían pagar (los intereses eran del 50%), entraron en el movimiento de los patrocinios, del que ya hemos hablado, o sus derivaciones. Así los Fundus, ya grandes, aumentaron su extensión con la agregación de múltiples pequeñas porciones cercanas, las cuales serían llevadas por sus antiguos propietarios como colonos. En el movimiento entraron también numerosos artesanos que al ponerse al servicio de la hacienda (para subvenir a las necesidades no solo del propietario y su familia, sino también de los colonos y esclavos) contribuyeron a hacerla más autónoma y autárquica, lo que unido a las exenciones y privilegios de las que gozaban los grandes propietarios (y que hemos visto en otro apartado) tendían a convertirla de hecho en una entidad separada de la ciudad de cuya jurisdicción dependía nominalmente.
Pero la llegada de los pequeños propietarios hispanos a la condición de colonos, que por ley quedaban sujetos a la tierra y a su destino hereditariamente, había de chocar con el orgullo característico del carácter de los hispanos. En un primer momento la situación parecía adecuada: el movimiento de los patrocinios y sus derivaciones tuvo lugar en todo el Imperio, y fue voluntario. Curiosamente se observa que los individuos prefieren la condición de colonos a someterse a las imposiciones (tributarias y de obligaciones) del Estado, lo que da idea de lo agobiante que llegaba a ser la presión fiscal. Pero cuando se comprueba que su suerte no cambia, y se olvida a menudo las dramáticas circunstancias que les llevaron a acogerse al movimiento, el odio y el rencor predominan en el núcleo familiar. Por ello no es de extrañar que el ejemplo de la Bagaudia de Las Galias, se trasladara en el siglo III a Vasconia (desarrollada solo como bandidaje), y ocurra lo mismo en el siglo IV. La agitación social del siglo III no tuvo fuerza suficiente porque aun los colonos eran una minoría, y además no habían entregado tierra propia. Por ello fue más significativamente un bandidaje (como en otras partes del Imperio) que una Bagaudia. Pero en el siglo IV la situación ya ha cambiado, y los colonos son los hijos o nietos de aquellos campesinos que hubieron de entregar sus tierras y que durante años se han sentido defraudados y han acumulado rencor.
La población de las montañas, aisladas, donde viven grupos semi salvajes, ha aumentado en los últimos años. Hacia el 250 debía acercarse a las veinte mil personas. La falta de comunicaciones y contactos, impidieron que fueran afectados por las pestes, y evidentemente los invasores no entraron en sus tierras.
Consecuencia de ello fue que la población siguió creciendo, aumentada además por refugiarse entre ellos esclavos huidos, procedentes de las zonas devastadas, y más tarde grupos de bandidos.
Así la población debió llegar al menos a las treinta mil personas hacia mediados del siglo IV, y probablemente continuó creciendo.
Las montañas casi no podían alimentar a un numero tan elevado. Seguramente a la influencia de los bandidos refugiados en los valles y caseríos recónditos, hay que atribuir el que algún grupo cometiera actos de expoliación y que pudieran ser calificados de salvajes y ladrones hacia el 390. La pobreza natural de los montañeses, y también de los aldeanos (el aspecto exterior de ambos grupos debía ser esencialmente idéntico) les empujaba al latrocinio.
En otra parte de esta exposición hemos tratado sobre la clase social de los Potentes. Constituían la clase latifundista surgida de los altos cargos militares y políticos y los sobrevivientes de la antigua clase más alta (los Senadores), junto con algunos enriquecidos durante los conflictos del Siglo III, surgidos de la clase alta de las ciudades (homines novi o clarissimi novi), y en Vasconia llevaban predominantemente el título de clarissimi.
A la clase de los Potentes se accedía por nacimiento o por promoción (sobre todo a través del ejercito). Los Potentes conformaban el grupo de los divites (ricos), en el que se ubicaban también otras categorías de honestiores (entre ellos los curiales y ciertos funcionarios).
El dueño (dominus = señor) del fundus pertenecía a la clase de los Potentes. Se dedicaba a los paseos, las cacerías, las finanzas de su propiedad, y los contactos externos, a menudo con gente culta.
Su poder derivaba de su poderío económico (resultante de la posesión de oro y tierras y exenciones de impuestos), y de los múltiples servidores (colonos o arrendatarios, esclavos). Este poder le aseguraba una influencia política importante, y le permitía acceder ocasionalmente a los altos cargos imperiales.
Desde la segunda mitad del siglo III se produce un acercamiento de los menos romanizados al poder. En las ciudades aquellos que alcanzan un cierto nivel de riqueza pueden entrar en la categoría de curiales. Cierto es que cuando los que no están integralmente romanizados alcanzan este poder, ya los romanizados buscan dejarlo, y que ha perdido su dignidad, prestigio y poder de antaño. En las épocas confusas las fortunas cambiaban de manos con cierta facilidad, y así algunos, antes pobres, que apenas hablaban latín, que seguían practicando su religión ancestral, que vestían, comían y actuaban como los tradicionales, llegaron a poseer una riqueza que los colocó en posiciones de privilegio (oportunistas, comerciantes, jefes de banda, taberneros o panaderos, etc.). Algunos jefes, por otra parte, habían conservado sus posesiones hereditarias en ciertas zonas (tal vez incluso las aumentaron), y si éstas estaban aisladas no se habían romanizado, y formaban ahora parte del grupo de los Potentes. Finalmente llegaron a las clases altas algunos promocionados por su servicio en el Ejercito al que llegaron desde sus aldeas. Es cierto, no obstante, que la mayoría de los que llegaron a las clases altas estaban romanizados totalmente o se romanizaron.
Hemos hablado extensamente de los curiales. Su destrucción como clase dinámica y productiva fue uno de los factores que más contribuyeron a la decadencia del Imperio. Eran los medianos propietarios, generalmente curiales, en sus actividades privadas, quienes daban trabajo en sus haciendas (de medianas dimensiones) a los proletarios; quienes ejercían actividades importantes para el desarrolló económico como la importación y exportación, la elaboración de vinos o productos para la fabricación de vestidos y calzado, y otras. Someter a esta clase media a unas prestaciones y cargas fiscales insoportables no solo los alejó de los cargos que conllevaba su posición (para los cuales eran designados por el Consejo, y que les impedía dedicarse a sus actividades privadas) sino que tendía a arruinarlos (muchos debían vender sus tierras o posesiones para hacer frente a los depósitos, los gastos y las responsabilidades) y con ello amenguaba el comercio y la actividad agrícola e industrial.
El comercio sufrió una reducción muy importante en los años de las invasiones, cuando la inseguridad en los caminos hacía inviable el traslado de los productos a grandes distancias. Pero esto solo fue una desgracia añadida, pues las cargas y tributos exigidos a los ciudadanos, la inflación y la carestía de la vida habían hecho disminuir el número de compradores.
Así los comerciantes fueron perdiendo margen. Ante la imposibilidad de vender productos importados de otras regiones o provincias, se recurrió a los productos de la zona, pero como en Vasconia, a la etapa de las invasiones siguieron después unos años de bandidaje, el comercio no pudo normalizarse hasta bien entrado el siglo IV, y para entonces se habían reducido los consumidores, y continuaban los altos impuestos y la escasa capacidad adquisitiva.
Muchos comerciantes se arruinaron, y como en general poseían tierras, se convirtieron en pequeños propietarios o en colonos.
Pero aquellos que comerciaron con el producto adecuado (seguramente vino y telas) pudieron llegar a enriquecerse, y aprovechar la bajada de los precios de las tierras para adquirir nuevas posesiones.
A finales del siglo III y principios del IV la mayoría de los fundus carecían de artesanos, quizás con la excepción de los escribientes que llevaban la administración, y los encargados de los diversos productos producidos en la finca. Pero los fundus tendían a la autarquía y poco a poco los propietarios fueron admitiendo a profesionales salidos de la ciudad, que actuaban como colonos, si bien en vez de dedicarse principalmente a la agricultura (de los cual seguramente no estaban excluidos) se dedicaban a trabajos más especializados. Por ello no era raro encontrar en alguno de estos fundus a los siguientes trabajadores:
Alguna de estas profesiones era hereditaria.
Al hablar de las ciudades ya hemos indicado que quedaron muy pocos artesanos en ellas, Los oficios que más predominaban eran los tejedores, bataneros, trabajadores de la piel y el cuero, carpinteros, herreros y alfareros. A lo largo del siglo IV, los artesanos, reducidos en número, fueron abandonando las ciudades para establecerse en las grandes haciendas. Cuando ejercían una profesión hereditaria ésta debía ser ejercida por los hijos o descendientes pero podía elegirse el lugar donde se desarrollaba.
Junto a la destrucción de la clase media que constituían los curiales. la destrucción de la pequeña propiedad (los curiales se estaban colocando simplemente en la escala más alta de los pequeños propietarios o en la más baja de los grandes), motivada por las facilidades de extensión del gran latifundio que fue concediendo el Estado, constituyó una causa decisiva para el debilitamiento de la estructura social del Imperio romano y su desaparición.
Al tratar de los grandes fundos hemos analizado el crecimiento de estos. Simultáneamente a tal crecimiento se producía la desaparición de la pequeña propiedad: ventas forzadas o a bajo precio, perdidas por deudas, entregas o cesiones para soportar las cargas fiscales y las obligaciones impuestas, incapacidad para llevar la tierra al faltar varones, extinción de la familia, particiones excesivas y otras causas, redujeron la pequeña propiedad (constituida habitualmente por unas pocas hectáreas) a un número y una capacidad de producción que al final del siglo era marginal en relación a las grandes propiedades.
No obstante la pequeña propiedad no desapareció del todo, y los campesinos que evitaron convertirse en colonos, aun siendo minoritarios, siguieron presentes en las ciudades y aldeas.
Los campesinos sin tierra trabajaban durante el Imperio para los grandes y medianos propietarios. Los grandes propietarios explotaban la tierra mediante esclavos, y recurrían a los campesinos para complementar a los esclavos y para ayudarles en las épocas de recogida. Trabajaban principalmente para los medianos propietarios y curiales, que normalmente disponían de pocos esclavos, y para pequeños propietarios que por diversos motivos no podían atender al cuidado de sus posesiones. Ocasionalmente constituían el peonaje para las obras públicas de las ciudades, vías y calzadas, etc.
Pero progresivamente algunos fueron estableciéndose en los dominios del amo, en calidad de arrendatarios de una parte de las tierras. A cambio del arriendo entregaban una parte de la cosecha y otras prestaciones personales. Los curiales practicaron este sistema en menor medida.
El sistema de colonato se extendió en el siglo III, seguramente en ocasión de las invasiones que vaciaron las ciudades, y de las diversas epidemias de peste que llevaban a la gente hacia lugares más aislados, y la huida de muchos esclavos.
Con el progresivo engrandecimiento de los fundos, esta mano de obra fue absorbida por ellos y también quedaron fijados como colonos en las tierras de los curiales. La extensión del colonato, sustituyendo al sistema de esclavitud, continuó, acogiéndose al mismo muchos pequeños propietarios, y hasta aldeas enteras. Con ello dejó de ser necesaria una mano de obra eventual, por lo cual muchos campesinos sin tierra que no pudieron obtener una parcela de tierra para llevarla como colonos, hubieron de regresar (o emigrar) a sus aldeas, donde cultivaban minúsculas porciones de tierras inicialmente yermas o abandonadas; una pequeña parte se mantuvo en las ciudades cultivando también pequeños huertos en los alrededores, viviendo de cacerías, y de trabajos eventuales, sobre todo en las tierras de los curiales, propietarios medianos y pequeños propietarios, o participando en obras públicas, generalmente reconstrucciones u obras encaminadas a la defensa.
Los primeros colonos no llevaron únicamente este nombre. Eran más bien aparceros que arrendaban la tierra y entregaban la cosecha y ciertos servicios (munera) al propietario. No está claro si su condición era vitalicia, aunque en todo caso tendía a serlo.
Estos colonos figuraban en las indicciones periódicas con diversos nombres: adscripstitii, censiti, coloni, censibus obnoxii, dumtaxad adscripti, cuando no poseían nada propio y cuyo impuesto tanto de la tierra como de la persona corrían a cargo del Dominus. Solo podían adquirir para su amo (adscripti vel censiti) y solo podían tener un peculio.
Junto a ellos surgieron colonos temporales que asumieron esta condición hasta satisfacer sus deudas, en cuyo caso se les llamaba obaerati. Tras permanecer treinta años como colonos, si no habían devuelto la deuda, adquirían tal condición por prescripción.
El colonato como tal surgió posteriormente cuando un campesino libre (a diferencia de los esclavos, el colono tenía personalidad jurídica y era libre) entregaba su tierra al amo y este le permitía quedarse en ella. El colono debía entregar una parte de la cosecha y diversas prestaciones, y a cambio el amo asumía el pago de los impuestos y prestaciones al Estado. Los colonos de las tierras agrícolas recibieron el nombre de coloni y los de los prados ganaderos la de inquilini. Los colonos acogidos al movimiento de los patrocinios eran llamados suscepti. Estos colonos se distinguieron de los que no poseían nada propio en que podían adquirir tierras para sí y por tanto se les distinguía con el apelativo de coloni liberi.
Los colonos en segunda o posterior generación, independientemente de su procedencia, eran llamados originales. Como la condición de colono se hizo hereditaria se estableció el principio de origen (origo) para la continuación en la clase. Los colonos que habían nacido en el mismo fundo se llamaban rustici, alumni saltorum o vernulae. Al quedar sujetos a la tierra en virtud de un edicto imperial se les dio a todos en general el nombre de Conditionales o obnoxii conditioni.
Los deberes del colono eran los siguientes:
Cuando la condición se hizo hereditaria quedaron obligados a no abandonar la tierra y se les prohibió tomar a su cargo el cultivo de otra. El que acogía en sus tierras a un colono huido era sancionado con una fuerte multa. El señor podía vender al colono pero solamente con la tierra; sin embargo podía cambiar a los colonos de parcela o heredad, o intercambiar unos colonos con otros.
Los colonos, independientemente de que aportaran tierras o no, entraban voluntariamente en el colonato, y debían formalizar su decisión ante el magistrado local encargado. No obstante los consejos locales podían sancionar a los vagos y mendigos con su entrada en el colonato. La condición de colono era en general vitalicia, aunque podía pactarse por tiempo limitado. Posteriormente se hizo perpetua y hereditaria y solo podía salirse de ella obteniendo la dignidad de Obispo.
Los orígenes de la institución en su conjunto quedan fuera del marco de este estudio. Nos limitaremos a indicar que se vincula a diversas causas: por un lado al empobrecimiento que facilitó la sumisión de los hombres libres a una institución que lo convertía casi en esclavo pero le preservaba la libertad personal; por otro lado a la progresiva manumisión de esclavos y a la necesidad de colocarlos en puestos vinculados a su antiguo amo, e incluso la manumisión masiva de los esclavos de los fundus imperiales, con la condición de su vinculación perpetua a la tierra (que podría ser una de las causas de la Bagaudia en Las Galias en el siglo III); un tercer efecto es la disminución del número de esclavos, al casi desaparecer de los mercados y tener un alto índice de mortalidad; también se atribuye a la influencia de la Iglesia cristiana que criticaba la existencia de esclavos (no obstante parece que la institución del colonato sería algo anterior a la consolidación de la Iglesia Cristiana); al establecimiento de prisioneros bárbaros en ciertas tierras; y finalmente se atribuye a la imitación de formas similares existentes en Egipto y otros lugares.
En primer lugar las explotaciones que no estaban entre las que contenían millares de esclavos. El número de esclavos era limitado. Aunque hacia el 240 dejan de tenerse noticias sobre el impuesto de manumisiones, éste probablemente no desapareció, por lo que tampoco cabe suponer un gran número de manumisiones. Los años terribles entre el 260 y el 280 eran poco propicios a las manumisiones: esclavos que se rebelaban o que huían, devastaciones que era preciso subsanar. La rebelión se extendió en el tiempo y la situación no se normalizó hasta bien entrado el siglo IV. En este momento la institución del colonato ya existe (de hecho una condición de aparcero parecida al de colono debía existir desde como mínimo la época de Augusto, y probablemente el colonato perpetuo surgió en el siglo II aunque no tuvo su repercusión jurídica hasta mucho después; una ley relativa a la aparcería fue promulgada por Constantino). Creemos que se inició en Vasconia en el siglo III cuando algunos hombres hubieron de someterse a tal condición incapaces de hacer frente a la carestía, probablemente desde antes de las invasiones.
Después de estos orígenes, la institución fue extendiéndose a mayor número de personas y sobre todo después del 280 para cubrir la falta de esclavos, momento además en el cual aquellos que habían sido quebrantados seriamente por las devastaciones de los francos, estaban predispuestos a convertirse en colonos. Además, de alguna forma la clase de los curiales favorecía esta institución, pues al vincular a las personas a la tierra se aseguraba la recaudación (de la que respondía personalmente). Como los curiales habían de buscar sustitutos para las tierras que eran abandonadas es posible que los sustitutos buscados fueran obligados a asumir la condición de colonos, y que se les impusiera esta condición a través de condenas o presiones (aunque también pudo asumirse voluntariamente). Sin duda algunos curiales se quedarían con las tierras y después colocarían en ellas colonos.
Cuando entraron en vigor las nuevas medidas fiscales de Diocleciano la institución estaba consolidada. Las nuevas medidas supusieron un golpe muy duro para algunos pequeños propietarios, cargados de deudas, que se sometieron a un colonato temporal con ciertas particularidades (que normalmente, además, se convirtió en colonato definitivo por prescripción), mientras en otras regiones del Imperio se iniciaba el movimiento de los patrocinios, que convertía a los hombres en colonos de los grandes.
Más tarde el movimiento de los patrocinios llegó a la región. De hecho no es seguro que cuando se extendió el movimiento no hubiera ya pequeños propietarios que se hubieran convertido voluntariamente en colonos perpetuos, pues para entonces los colonos temporales ya habrían consolidado su condición por prescripción. En todo caso el movimiento de los patrocinios y el de paso voluntario de los pequeños propietarios a la condición de colonos se confunden.
Las referencias que tenemos sobre la milicia en el siglo IV son muy generales. Es de suponer que tras la reorganización de Diocleciano, se reforzarían las fuerzas en Vasconia, en las guarniciones en las ciudades y en las estaciones.
Tras la victoria de Maximiamo sobre los bagaudas de La Galia se emprendería la pacificación de Vasconia, donde el bandidaje tenía mucha menos entidad. Pero lo accidentado del terreno hacía difícil las operaciones. Seguramente, a través de múltiples operaciones de pequeña envergadura, el bandidaje fue circunscrito a ciertas zonas, y después, ya con Constantino, se lo convirtió en un fenómeno marginal.
En los inicios del Siglo V las tropas romanas fueron prácticamente retiradas de toda la Tarraconense para atender a la defensa de las fronteras y las luchas civiles que se desarrollaron entre el 407 y el 409. El 408, ante la inminente incursión de hordas de bárbaros hacia la Tarraconense, no son tropas regulares ni auxiliares, ni infantes ni caballeros, ni mucho menos tropas de defensa fronteriza, las que defenderán los pasos Pirenaicos (téngase en cuenta que estos pasos no eran una frontera imperial, sino que se pretendían utilizar como barrera natural). Parece que para la defensa hubo de recurrirse básicamente a milicias reclutadas entre los grandes propietarios y las ciudades.
En cuanto al funcionariado no debió ser muy numeroso en Vasconia. Aunque es difícil precisar que tareas desempeñaba las principales eran el control de la recaudación, la administración, y las funciones judiciales.
El cursus publicus funcionó regularmente durante todo el siglo IV, seguramente tras unos años de funcionamiento irregular (260-300), y añadió a sus actividades el transporte de los tributos en especie entregados por los contribuyentes.
Los acueductos seguramente quedaron dañados en las invasiones del siglo III, y al reducirse el tamaño y población de las ciudades en general no se reconstruyeron. Las ciudades se abastecían del agua del río más cercano y de fuentes y pozos.
Las vías romanas mantuvieron en general un estado aceptable (de hecho persistieron durante siglos) y no fue necesario reconstruirlas, aunque tampoco se construyeron de nuevas.
Los edificios públicos destruidos (templos, termas, teatros, gimnasios, etc.) quedaron a menudo sin reconstruir. En cambio se reforzaron las murallas y se realizaron diversas obras defensivas (torres de vigilancia, pasos subterráneos, depósitos, etc.).
La estructura económica romana surgida de las reformas de Diocleciano propició el surgimiento de unos colectivos privilegiados: los miles de romanos y constantinopolitanos que eran abastecidos gratuitamente; los quince mil funcionarios imperiales que percibían su sueldo en oro; y los cientos de miles de soldados (entre 250. 000 y 450. 000) que debían ser abastecidos y además cobraban su sueldo en oro, Incluso un colectivo como el de los esclavos se veía favorecido por estar exentos del reclutamiento y el pago de tributos. Aunque el número global de esclavos descendió, muchos soldados disponían de dos o más esclavos. Hacia el año 400 los esclavos volvían a ser numerosos, procedentes de las campañas de Panonia y Mauritania, y el precio había descendido y era notablemente bajo. Además los germanos vendían a sus prisioneros de guerra (a menudo de otras tribus germanas) como esclavos. Pero la mano de obra libre hacía competencia a la servil, pues su rendimiento era mayor (no solo en el campo, también en las minas, canteras, textiles, herrerías, etc.). Para evitar descensos de producción (y por tanto los de recaudación), Valentiniano (364-375) prohibió la venta de esclavos separadamente de la tierra que cultivaban; al parecer muchos propietarios de esclavos se deshacían de estos por el bajo rendimiento, y a menudo las tierras que trabajaban no eran rentables para un trabajador libre. Muchos esclavos, sobre todo germanos, fueron liberados e instalados en parcelas en zonas fronterizas, con la obligación de defender la tierra como soldados; otros muchos esclavos pasaron a ser colonos vinculados a una tierra. Por ello los grandes grupos de esclavos de las haciendas (a los que se usaba a menudo para hacer frente a posibles ataques) disminuyeron.
Pero mientras la situación de los esclavos, considerados globalmente, tendía a mejorar (lo cual era fácil ya que partían del extremo más bajo de la estructura social), la de los colonos tendía a agravarse. Los colonos eran hombres libres que tenían arrendada una porción de tierra o que eran propietarios de ella pero se sometían al estatuto del colonato que implicaba una vinculación a la tierra. Sujetos a impuestos (que pagaban al dueño de la tierra y éste a su vez lo entregaba al Estado; o pagaban directamente al Estado cuando eran dueños) y al reclutamiento como hombres libres, vivían en cambio como esclavos, sin disfrutar de las pequeñas ventajas de estos. El endeudamiento, las malas cosechas, las particiones de tierras en las herencias, y otras causas, llevaban a la quiebra. Entre los colonos, el grupo de los llamados terrazgueros (que además de los tributos pagaban el alquiler), perdían con sus pagos hasta dos terceras partes del producto de la tierra. Como además debían permanecer en el lugar donde habían nacido para facilitar la percepción fiscal, muchos tenían que huir abandonando sus tierras, por lo que el Estado dicto leyes severas que les fijaban al suelo, aun siendo hombres libres.
Al no poder hacer frente a las deudas, los pequeños campesinos libres empezaron a vender sus tierras a los grandes propietarios a cambio de que les pagaran las deudas y los impuestos y ellos reintegraban al señor con la cosecha y les efectuaban diversas prestaciones. Algunos conservaron la posesión de las tierras, pero pagaban los impuestos y un arrendamiento en especie al señor, pero conservaban los beneficios de la cosecha. Aunque conservaban su status de hombres libres se asimilaban a unos esclavos llamados Caratus que cultivaban una tierra para su señor a cambio de un arrendamiento.
Los datos que se poseen sobre la cristianización de la zona vascona son escasos, y a menudo difíciles de ubicar cronológicamente. Trataremos de hacer una exposición distinguiendo el periodo anterior al 311-313, y los años siguientes, a lo largo del siglo IV.
La cristianización de Vasconia fue obra de los romanos o romanizados, limitándose a las ciudades. El campo (pagus) mantuvo sus creencias ancestrales o, en algunas zonas, la antigua religión politeísta romana (por ello se les llamo paganos, del latín pagus = campo).
La tradición sostiene que el apóstol Santiago predico en el Valle del Ebro, pero esta información no solo no tiene ninguna apoyatura histórica, sino que por el contrario ciertos hechos inducen a creer que es totalmente incierta.
En cambio si pudieron tener lugar, aunque afectando más bien a la Bética y zona costera de la Tarraconense, las predicaciones de San Pablo, sobre las que también existen dudas fundadas. Hacia el año 65 parecen haberse fundado iglesias en Acci (Guadix), Urci (cerca de Almería), Bérgium (Berja), Iliturgi (Andújar), Ilíberis (cerca de Granada), Carteya (Algeciras) y Abula (Ávila), gobernadas respectivamente por Torcuato (Guadix), Ctesifonte (Berja), Segundo (Ávila), Indalecio (Urci), Cecilio (Ilíberis) ), Hesichio (Algeciras) y Eufrasio (Andújar). Poco después aparecen obispados en Sevilla (con San Geroncio). Tortosa (con San Rufo), Braga (con San Pedro) y Evora (con San Mancio) y progresivamente (Siglo II) aparece en otras ciudades de la Tarraconense.
Donde se fundaba una iglesia se organizaba el "Presbyterium" (el Obispo y el clero) y esta organización eclesiástica tuvo un carácter municipal - ciudadano y no se extendió a las pequeñas villas y a las explotaciones del campo salvo en algún caso individual aislado. En las mismas ciudades su existencia no las hacia en modo alguno mayoritarias. Eran a lo sumo un culto más, a menudo clandestino, que arraigaba en un pequeño porcentaje de la población. Las persecuciones y martirios de los cristianos tuvieron el efecto contrario típico de aumentar el número de adeptos pero siempre como minoría.
La organización de la Iglesia se hacía mediante un orden jerárquico (Obispos, presbíteros, diáconos y ministros), y entre los adeptos se distinguía a los bautizados y a los catecúmenos.
Hacia el 300 o 301 el Concilio de Ilíberis registra la asistencia del Obispo de Cesaraugusta, y no cabe dudar de la existencia de Obispados en Calagurris, Tarraco, Barcino, Gerunda y Dertosa.
El 311 la religión cristiana entro en la legalidad y el 313 se convirtió en la religión co-oficial del Estado, y mas tarde en religión oficial, lo que hizo posible su extensión.
Durante todos estos años los hispanos del campo y algunos de las ciudades, mantuvieron sus cultos. Los hispanos adoraban la luna, a los muertos, al fuego, a las fuerzas de la naturaleza, y seguramente a otras cosas. Algunos de sus dioses fueron adoptados por los romanos y divinidades como Lacubegis, Losa y Selatse tendrían un carácter local. Junto a ellos se introdujo el culto a Júpiter, a las Ninfas, a Marte, a los Manes, a Ceres, a Juno, a Mercurio, al Emperador Augusto y sin duda a otros dioses. En sus practicas religiosas se cree que desarrollaban ocasionalmente practicas de canibalismo.
Es posible que el culto a la luna se desarrollara en base a un dios lunar que recibiría el nombre equivalente del posterior Jaungoikoa, que podría ser el mismo dios llamado Eacus del que constan algunas inscripciones. Eacus podría derivar del celta Eag (luna), y de igual raíz provendría la palabra vasca roncalesa Goiko (luna). La posibilidad del culto a los ríos deriva de la palabra celta Deva, que significa divina, y que fue atribuido a dos ríos (uno de ellos, en Guipúzcoa, aun lo conserva) en el Norte de la península. Esta documentado el culto al Ebro.
Seguramente la palabra Tutela de la que deriva Tudela, fue asignada para indicar que la ciudad estaba protegida por un dios o genio de los habitantes de la zona. En Calagurris se conoce a la Stelatesa. Asimismo cabe citar al numen (divinidad) de Tullonium y el genio o Tutela de Iruña.
Conviene recordar ahora los pasos de la revolución religiosa de Constantino que ya han sido expuestos en el capitulo anterior.
La persona del Emperador alcanzó con Constantino la representación de Dios en la Tierra. El proceso que llevó a Constantino a asumir como propia la religión cristiana, convertida por ende en religión del Imperio (aunque sin carácter oficial), fue largo y complejo. Inicialmente fue un seguidor probablemente convencido del Sol Invictus, acercándose después a un culto de Apolo, con tendencias monoteístas. La progresiva asunción del monoteísmo por la sociedad (no solo a causa del cristianismo, que era una religión minoritaria, solo estimable en la parte oriental del Imperio) le llevarían poco a poco al conocimiento de las religiones monoteístas orientales, y entre ellas el cristianismo. Esta religión salió fortalecida de la persecución de Diocleciano, con renovada confianza en su fuerza; frente al ejercito los cristianos oponen su fuerza colectiva como “Milicia de Cristo”. Cuando un cristiano es ejecutado, a menudo lleva su muerte con dignidad, recibe el calor de sus correligionarios, y muchos de éstos se ofrecen también para el “martirio”. Inútil es la persecución, pues con cada muerto la secta se fortalece y se desarrolla, y opone a la injusticia el perdón y el amor. Galerio, furibundo anticristiano, se percató de la imposibilidad de destruir la secta, y de que en caso de continuar su persecución la haría más fuerte. Por ello el 311 promulgó el Edicto de tolerancia de Sárdica, que permitía libremente las actividades del culto cristiano, en igualdad a las demás religiones, con la condición de que rezaran a su Dios por la permanencia y bienestar del Imperio. Galerio, en sus últimos meses, comprendió que era mejor tener a la fuerza cristiana y a su Dios al lado del Imperio, que gastar energías en combatirlo: la extensión del Imperio y su diversidad hacía muy difícil que por medios violentos se hubiera logrado suprimir la creencia en un tiempo limitado. A lo largo de las persecuciones Constantino entraría en conocimiento de la doctrina cristiana, y probablemente la admiración de los sectores cultos de la época hacia la política de resistencia pasiva de los cristianos, había ido calando tanto en él como en personas influyentes de su entorno. Por ello el 313, Constantino y Licinio confirmaron en Milán el edicto de tolerancia de Sárdica y precisaron sus términos. En las palabras de este edicto aun no se detecta un decantamiento del Emperador hacia los cristianos, decantamiento que se operará con posterioridad. ¿Utilizó Constantino a la religión cristiana para sus fines de renovación? Esta tesis prevaleció durante mucho tiempo, pero en la actualidad se tiende a desestimarla por cuanto, siendo el cristianismo una religión minoritaria, era imposible aventurar su posterior florecimiento; no obstante téngase en cuenta que ya se habían hecho diversos intentos de establecer una religión estatal (el último protagonizado por Diocleciano con el Sol Invictus) dentro del sistema del paganismo, con dioses inicialmente con pocos seguidores, y Constantino pudo simplemente cambiar el sistema: un dios preferente dentro de un conjunto con cabida para otros muchos dioses, y unas enseñanzas moralmente superiores y con gran fuerza y atractivo. Será probablemente la profundización en la religión, y el exclusivismo cristiano, los que obligaran a Constantino a asumir personalmente la religión cristiana como propia y a favorecerla por encima de las demás.
Extraordinariamente conocida es la noticia de que el año 213, a las puertas de Roma, Constantino tuvo un sueño que le indicaba que vencería a Majencio con el signo de la cruz, y que ordenó colocar la cruz en sus estandartes, obteniendo la victoria. La versión de lo ocurrido nos ha llegado por vía de cristianos y por tanto es incierta. Se sugiere que Constantino pudo hacer una prueba para ver si la nueva religión le ayudaba y por tanto la favorecía (lo que indicaría que realmente no creía en ella), aunque es dudoso que se aventurara a hacer una prueba en un momento tan decisivo. Existía el peligro de que sus soldados no quisieran combatir bajo un signo cristiano, o que el dios cristiano no influyera en el curso de las batallas. Tal vez Constantino sabía que entre las filas de su rival había cristianos (más o menos en secreto), y que con la cruz les hacía saber su deseo de favorecer a los cristianos, y les pedía implícitamente que desorganizaran las filas de Majencio. Aun un año después (313) no se advierte en Constantino una convicción cristiana, y el edicto de Milán es promulgado conjuntamente con Licinio que gobernaba una zona donde el cristianismo era numeroso. En el texto del Edicto según Lactancio, puede leerse: “Que a los cristianos y a todos los demás les sea dada la posibilidad de confesar libremente la religión por ellos elegida, para que lo de divino y celestial que exista sea propicio a nosotros y a nuestros súbditos”. El 313 el cristianismo entró en una situación de religio licita (como la practica totalidad de las demás religiones) perdiendo su carácter de culto ilegal, y recobrando los bienes confiscados, pudiendo operar desde entonces libremente y hacer proselitismo, y su jerarquía pudo alcanzar los mismos privilegios jurídicos que el clero pagano. Entre el 313 y el 319 se operó en Constantino el cambio ideológico que le llevó a asumir personalmente el cristianismo como religión propia, y prácticamente del Estado, y que le convirtieron en un cristiano decidido y claramente convertido integralmente, aunque sin la espiritualidad que podemos esperar en un cristiano, y vinculando siempre sus decisiones políticas y religiosas. Aunque no renunció a su cargo de Pontifex Maximus de la religión pagana (y el paganismo no fue perseguido y muchos funcionarios paganos siguieron detentando casi todos los puestos importantes). En sus monedas aparecen los signos cristianos, y en sus leyes se favorece claramente a los miembros de esta religión. Constantino presionó a los donatistas y arrianos, desgajados de la Iglesia principal, para reunificarse. Fue enterrado en un mausoleo dispuesto por el mismo en Constantinopla, junto a la Iglesia de los Santos Apóstoles decorado con símbolos cristianos. La situación de formal tolerancia de todas las religiones duró hasta el 378, pero pocos años después del Edicto de Milán el cristianismo podía considerarse la religión del Estado y la del soberano. El decantamiento de éste hacia una religión concreta, favoreció el espectacular desarrollo de ésta, y al mismo tiempo propició el declive de las religiones politeístas (paganas) y de las religiones de misterio o revelación de Oriente.
Constantino benefició con sus leyes a los cristianos: el domingo (de dominus = señor), fiesta de los cristianos, fue convertido en fiesta oficial del Estado; las comunidades cristianas podían recibir legados y herencias y constituir sus patrimonios, para lo cual recibían además donaciones (algunas de la propia casa imperial); los Obispos obtuvieron el derecho de decidir en algunos juicios civiles. La política de los consejeros del Emperador se orientaba a la consecución de una unidad entre el Imperio y el Cristianismo (el lema era: un Imperio, un Emperador, un Dios), vinculando al cristianismo a la eternidad del Imperio Romano. La iglesia, al vincularse al Estado, perdió una parte de su independencia (como más tarde pudo comprobarse cuando los Emperadores intervinieron en las decisiones religiosas), pero gano en poder y riqueza, aunque ya no podía hacer gala de la superioridad moral con la que se había presentado tras las persecuciones de Diocleciano y Galerio. Las divergencias teológicas provocaban a su vez la formación de partidos apoyando una u otra interpretación, y no hubiera sido extraño que se hubiera llegado a la guerra en defensa de las respectivas posiciones.
El lenguaje oficial revela asimismo el carácter teocrático del poder supremo: su autoridad le viene de dios; el palacio pasa a ser el Sacrum Palatium; las promulgaciones imperiales divina institutiones; y el presupuesto anual impositivo pasa a ser divina delegatio.
Con Constantino se facilitó por tanto la cristianización de todo el Imperio (completada en el siglo VI), pero por el contrario en Vasconia no solo no avanza, sino que de ser ciertas las noticias que se poseen, se produciría un retroceso, coincidente con una vuelta de los hispanos a sus costumbres ancestrales, y la perdida de influencia de los sectores romanizados. A pesar de ser la religión favorecida, los hispanos siguen manteniendo sus creencias (paganismo local los hispanos humildes, y paganas los romanizados), sin que se den las condiciones sociales para su expansión. Puesto que los caminos son inseguros las predicaciones son muy difíciles. En caso de contactos con cristianos, los hispanos humildes serían demasiado rudos para asumir las doctrinas de aquello.
El establecimiento del sistema del Dominado, que conllevaba un poder absoluto del Emperador, y casi simultáneamente la llegada del cristianismo a religión co-oficial (y de hecho religión principal), alteraron las formas de vida de los hombres. Los adeptos al cristianismo llevan sus practicas con alegría y tienen un futuro prometedor. Se les unen nuevos seguidores. Surge un arte figurativo cristiano, con representaciones de los símbolos cristianos (el rostro de Cristo no era representado pues nadie lo conocía, pero más tarde se impuso el diseño bizantino de un hombre con barba).
La novedad de la religión y su extensión a amplias capas urbanas, hicieron que la gente se interesara por las cuestiones teológicas. Un problema que se planteó desde el inicio fue la contradicción entre una religión monoteísta que tenía más de un dios: el Padre y el Hijo. La tradición pagana, con sus múltiples santos, derivó también en la santificación de los varones y mujeres ilustres de la iglesia, que eran adoptados como Patronos (como antes lo fueron los Genios). La cuestión de la unidad entre Padre e Hijo interesó a los ciudadanos, especialmente en las ciudades, y se discutió sobre ello apasionadamente como podría discutirse en la actualidad sobre una pena máxima dudosa en un partido de fútbol de máxima rivalidad. El fenómeno fue más intenso por la novedad que suponía entrar en cuestiones de esta naturaleza, en las cuales todo el mundo quería terciar. No obstante en la parte occidental del Imperio fue mucho menos acusado que en Oriente, y en las ciudades vasconas debió tener poca trascendencia y pequeños debates afectarían a lo sumo a alguna ciudad de la zona del Ebro.
La Iglesia tenía un orden jerárquico sólidamente establecido. En los primeros tiempos dirigieron las comunidades consejos de ancianos, que después fueron sustituidos (Siglo II) por obispos, figura que simbolizaba la sucesión de los apóstoles, desde los que se habían transmitido las enseñanzas de Cristo. Primero los obispos fueron elegidos por los fieles de su jurisdicción y más tarde (en el siglo IV) por los sínodos. El obispo tenía autoridad sobre los cargos inferiores y sobre las propiedades eclesiásticas. En materia religiosa disponía de autoridad para decidir en las cuestiones presentadas por los fieles, y Constantino añadió el derecho a emitir fallos inapelables en juicios civiles. Su autoridad llegó a ser tan importante que superó a las autoridades civiles del lugar. La autoridad del obispo abarcaba la diócesis, cuyo territorio era coincidente con el de la ciudad y sus aldeas dependientes. Cada ciudad en la que había un núcleo cristiano, poseía su obispo. El obispo de la capital provincial (metropolitano) tenía cierta jurisdicción sobre los obispos de su provincia. El gobierno religioso era paralelo al gobierno político, y prácticamente coincidente en sus territorios; el aumento de poder de la Iglesia permitía que su autoridad supliera en algunos aspectos a la autoridad política. Más tarde se organizaron los Patriarcados, a imitación de las sedes territoriales de los Augustos y Césares, que fueron al principio Roma, Antioquía y Alejandría (y más tarde Jerusalén y Constantinopla), los obispos de las cuales recibieron el título de Patriarcas, y jurisdicción sobre un grupo de provincias. Los obispos de las diversas diócesis eran iguales en rango, incluidos los metropolitanos, y para decidir sobre una cuestión dogmática se reunían todos los obispos de la provincia en los llamados Sínodos (que en caso de abarcar a los obispos de una provincia se llamaban Sínodos metropolitanos, mientras que si abarcaban a los de varias provincias eran Sínodos patriarcales). Para las cuestiones muy importantes el Emperador Constantino estableció los Concilios Ecuménicos, Sínodos generales de los Obispos de todas las provincias, llevados a efecto bajo la presidencia del Emperador.
Los obispos, presbiterios, diáconos, y el clero en general disfrutaban de un beneficio notable: estaban exentos de las cargas comunales y del servicio militar. Estos beneficios hacían que muchas personas, incluso de las clases más altas de Senadores y Curiales, ingresaran en el estado sacerdotal, que les liberaba de cargas considerables (como se ha visto en el capitulo anterior, fue preciso dictar normas para impedir el paso de los curiales al servicio religioso).
Los donativos de los fieles, especialmente de las clases más altas (incluso del Emperador) convirtieron algunos obispados en centros de lujo, en el cual los cargos principales de la Iglesia se caracterizaban por una ostentación casi escandalosa. No obstante la Iglesia contribuía con sus fundaciones a atender a los necesitados, enfermos, marginados y pobres, y se crearon hospitales y centros de beneficencia. Sin duda estas actividades contribuyeron también a su extensión.
El favor imperial permitió a la Iglesia reclutar nuevos fieles, y extender su área de acción a todos los lugares del Imperio. No obstante la situación en general fue de tolerancia, y no se obligó a casi nadie a convertirse, mientras que las provocaciones fanáticas entre cristianos y paganos fueron puntuales y menores. Como los paganos seguían disfrutando de la totalidad de derechos (acceso a los cargos públicos, organización, etc.) el paganismo pudo mantener su fuerza relativa durante un cierto tiempo hasta el punto de que el Emperador Juliano pudiera intentar su restauración como religión oficial. Las intervenciones de Constantino, si bien favorecieron claramente al cristianismo, no estaban dirigidas contra el paganismo (que debía ser la religión mayoritaria de la sociedad), sino únicamente contra ciertas sectas orientales que preconizaban comportamientos escandalosos desde el punto de vista de la moral cristiana. Solo durante el reinado de Constantino II se legisló contra los sacrificios paganos y se cerraron algunos templos, pero después (Emperadores Joviano, Valentiniano y Valente) se volvió a la política de tolerancia (aunque dándose preferencia a los cristianos). La coacción directa no existió por tanto, pero sin duda debió existir la indirecta: los beneficios y exenciones de que disfrutaban los jerarcas cristianos, arrastraba a muchos notables hacia esta religión, y con ellos entraban sus esclavos, arrendatarios, colonos, clientes, etc. Si no hubiera sido así como podría explicarse que el politeísmo tradicional hubiera sido suplantado por las religiones orientales en las cuales la vida después de la muerte esta condicionada a elevadas exigencias de comportamiento en la vida presente. Y entre estas religiones, el cristianismo, religión simple y absoluta, con unas revelaciones de los misterios transmitidas por escrito, y un cuerpo dirigente sólido y eficaz pudo encontrar su lugar. Una vez obtenido el favor imperial su expansión ya fue relativamente fácil, sin precisar coacciones directas.
La extensión del numero de adeptos supuso un descenso de la fe e hizo necesario reforzar los dogmas frente a los llamados herejes, que interpretaban las revelaciones de los Evangelios de forma no aceptada por el conjunto. Según Agustín de Hipona (354-430) en su tiempo se contabilizan 88 herejías.
Los cristianos introdujeron costumbres que tendían a asegurar la vida después de la muerte: la celebración de los sacramentos y ceremonias litúrgicas, las fiestas religiosas, los días de ayuno, las peregrinaciones, etc. Las imágenes sagradas hicieron su aparición, junto al incienso, el agua bendita, las velas encendidas. El culto a la Virgen asumió las formas del culto a la Luna y a la diosa Isis y la Navidad se fijo en el aniversario del nacimiento del dios Sol (25 de Diciembre). La vida de los santos y mártires es continuamente leída en las reuniones religiosas y los fieles los invocaban para interceder en sus peticiones y erigían monumentos a su memoria, y pronto se les asimiló a los buenos espíritus y fue preciso crear las figuras demoniacas como genios del mal. Se atribuyó a las reliquias de los santos un poder mágico y sobrenatural (a imitación de algunas practicas paganas), y surgieron las bodas de amor nocturnas ante las tumbas de ciertos santos, que pronto degeneraron en las antiguas bacanales. Las peregrinaciones a ciertos lugares donde se desarrollaron episodios de la vida de Cristo o de los santos, tienen un origen judío y no se dieron en el cristianismo hasta el Siglo III). La peregrinación de la Emperatriz Elena (madre de Constantino) a Palestina, en busca de las reliquias de la pasión (que oportunamente encontró) llevó a miles de peregrinos a la zona, y se sabe de algunos procedentes de Aquitania entre otros muchos lugares del Imperio.
Probablemente las predicaciones y conversiones coincidieron con el agitado periodo de las invasiones de los francos, lo que da idea del vuelco que sufría la mente de la gente.
En un momento dado estas predicaciones pudieron tener cierto éxito y arrastrar a algunos notables, y con ellos a una masa de gente humilde, pero lo cierto es que no arraigaron y desde luego no dejaron huellas históricas. O bien el cristianismo se extinguió por falta de fe verdadera de los conversos y los consiguientes cambios que experimentaba la sociedad (esto en caso de que nunca hubiera llegado a implantarse parcialmente), o fue tan minoritario que no ha dejado huella histórica. Acaso el cristianismo desapareció en el siglo IV (aparece probable que fuera con motivo de la persecución de Diocleciano), cuando menos en la Media y Alta Navarra, aunque debió persistir en la Baja Navarra.
En esta zona (Baja Navarra) se documenta hacia 297 (inicio de la persecución de Diocleciano) el martirio de los hermanos Emeterio y Celedonio, soldados de la Legión VII, en Calagurris, Emeterio y Celedonio eran hijos de Marcelo, centurión romano también mártir, aunque su muerte en Calagurris pudo ser accidental pues fueron apresados en Legio (León) y trasladados a Calagurris (según otros Emeterio acompaño a su hermano para sufrir el martirio). Resulta difícil deducir si fueron llevados a Calagurris como ejemplo para detener la cristianización en la zona, como lugar donde las ejecuciones de cristianos eran bien vistas, o por cualquier otra causa casual.
Hacia el 390 San Paulino de Nola vivió en tierras vasconas, a cuya gente llama bárbaros y fieros por naturaleza, opinión compartida por su maestro y preceptor Ausonio, y les atribuye muy malas cualidades. Ya hemos mencionado en el capitulo anterior la carta que Ausonio envió a su discípulo Paulino, en el que le reprocha que no le escriba y atribuye su cambio de carácter, de natural delicado, a su trato con las gentes del Bosque de los Hispanos. Paulino le contestó que aunque otras tierras de la Hispania eran mejores, y que aunque los hispanos eran fieros, salvajes y ladrones por naturaleza, podía vivir perfectamente entre ellos sin adoptar sus malas calidades y vicios y conservándose puro e inocente.
Parece que por entonces el cristianismo, si nunca existió, estaba totalmente extinguido (o casi) en la Alta y Media Navarra, y en todo caso poco arraigado al Sur en la Baja Navarra. Tal vez Paulino intento predicar entre los hispanos (sin mucho éxito, pues al cabo de algún tiempo vivía en Barcelona, y no guardaba muy buen recuerdo de los hispanos, que tal vez incluso acabaron exasperándole), pero por la misma época se documenta una progresión del cristianismo en Calagurris y probablemente ocurría algo similar en toda la zona del Valle del Ebro.
Restablecida la tranquilidad en Vasconia, y convertidos los caminos en vías más seguras, en la segunda mitad del siglo IV pudo volverse a predicar en la zona. Las predicaciones se iniciarían en la zona del Valle del Ebro, seguramente después del 320, creándose algunos núcleos cristianos, aunque las conversiones no tuvieron carácter masivo. Los avatares de la política imperial provocaron un cierto vaivén entre cristianos y paganos, pero la regla general de tolerancia, los errores de la Iglesia en el periodo y su falta de organización en Vasconia, hicieron que las conversiones no tuvieran carácter de mayoritarias, aunque seguramente se desplazaron hacia el cristianismo los elementos más romanizados e influyentes de las ciudades, sobre todos los que pretendían beneficiarse de las exenciones. El hecho de que los romanizados de la Navarra Media no se decantaran hacia la nueva religión, a pesar de los beneficios y exenciones que comportaba, indicaría una presión social muy fuerte y a la vez una menor rigidez de la autoridad imperial en la zona.
A partir de Teodosio la situación cambia en el Imperio, pero éste cambio no será perceptible en Navarra, donde durante años el gobierno de Estilicón mantuvo la tolerancia de las creencias locales y paganas.
Por consiguiente podemos fijar unos periodos determinados para la conversión, el retroceso, la nueva conversión, y la consolidación:
En la Baja Navarra la conversión se lleva a cabo durante el Siglo III, y sufre un retroceso con Diocleciano (después del 303), estancándose hasta mediados del siglo IV, cuando de nuevo prospera. Al iniciarse el Siglo V, está plenamente consolidada, y en la segunda mitad del siglo V se extiende y se convierte la mayoría de la población.
Aparece documentado en el Siglo III d. C. un Obispo en Calagurris y se difundiría a partir del Siglo IV d. C. a través de las vías romanas. El Obispado de Calagurris debió fundarse en la segunda mitad del siglo III siendo más que dudosa la tradición que atribuye su fundación a San Pablo mucho antes (hacia el año 60), durante su presunto viaje a Hispania, y que da como primer titular de la sede a un discípulo de Pablo llamado Felix. Las noticias sobre el obispado desaparecen durante el siglo IV, pero sabemos que a finales de este siglo el cristianismo hacia de nuevo adeptos entre los hispanos paganos de la zona, muchos de ellos completamente romanizados. Las siguientes noticias de la zona son de más de medio siglo después: el 464 aparece un Obispo de Calagurris de nombre Sylvanus. También sabemos de un obispado en Cascante, en la zona de Baja Navarra, que existía el 464. El Obispo de Tarraco, en una carta al Papa, califica el Obispado de Calagurris como el último establecido en la provincia (Tarraconense), pero no es seguro que haya de darse a la palabra último una interpretación cronológica, pues podría referirse también al último en sentido de lugar (es decir el más alejado de la sede metropolitana).
Se llega a ser miembro de la gens por nacimiento, por admisión o por entrar a formar parte de una familia perteneciente a la gens. Más tarde se admitió también a los clientes en las gens. Se deja de pertenecer a una gens por fallecimiento, por entrar en otra gens, o por perder la ciudadanía o la libertad. Todos los miembros de la gens llevaban un nombre gentilicio que se suponía era el del antepasado común, y realizaban un culto común a una divinidad que se suponía protectora de la gens. El jefe de cada gens era el pater. Cada gens podía tener normas especificas y costumbres y usos particulares. Cada gens disponía de un lugar común de enterramiento. Entre los miembros de las gens existía el deber de prestarse mutuamente auxilio y de ejercer la tutela sobre los que carecían de parientes agnados; en caso de fallecimiento sin parientes agnados el pater de la gens era llamado a la sucesión intestada. Los miembros de las gens eran llamados Patricios (esto es, descendientes de patres) y también Quirites (guerreros o lanceros) y durante mucho tiempo fueron los únicos que gozaron del poder político y de la plenitud de derechos en Roma. Su extensión y el aumento del poder del Estado provoco su desaparición como entidad política al cabo de unos siglos.
Las curias al principio era subdivisiones de las tribus fundadoras de la ciudad (cada tribu diez curias) constituyendo distritos administrativos de la ciudad.
Cuando la manumisión de esclavos fue reglamentada, a la clientela antigua sustituyo el patronazgo, que es la misma clientela pero regulada por el derecho. El cliente y sus descendientes estaban sujetos a la potestad absoluta del patrono o sus hijos, tomaban el nombre del patrono al que debían respeto y acompañaban en la guerra; el patrono debía proteger a sus clientes y no podía desampararlos sin infamia; no podían demandarse recíprocamente en juicio, ni testificar en contra. La fortuna propia del cliente pertenecía de derecho al patrono, quien tenia derecho de herencia; el patrono podía exigir ciertas costumbres establecidas por la costumbre (dotes a la hija del patrono, contribución en multas o impuestos extraordinarios, sufragación de gastos de culto, etc.). Los clientes podían adquirir bienes con su trabajo o disponer de otros por concesión del patrono, en precario. El vinculo de la clientela se consideraba perpetuo aunque no lo era de derecho.
Los comicios centuriados nacieron ya en época de la monarquía, para los casos de declaraciones de guerra y delitos de perduelio o alta traición, asumiendo algunas funciones de los comicios calados (otorgamiento de testamento in procinctu); probablemente también tenían la facultad de anunciar los días festivos.
Las reuniones debían ser celebradas fuera de la ciudad, habitualmente en el Campo de Marte y en cada votación sólo podía presentarse una proposición. Debía celebrarse en día hábil y obtener previamente unos auspicios favorables. Las votaciones eran públicas (aunque más adelante fueron secretas).
Los comicios curiados se reunieron cada vez menos, y progresivamente, al ser difícil distinguir la curia a la que se pertenecía, cayeron en desuso, y fueron desapareciendo lentamente.
De estos asuntos citaremos los prodigia y los sacrilegios; el ius feciale; los Collegiata sodalicia; diversos asuntos sometidos por los diversos colegios sacerdotales, especialmente la admisión de nuevos dioses; erección y dedicación de templos; y realización de votos y promesas de los magistrados.
Hacía los llamamientos a filas, fijaba el número de departamentos militares terrestres y marítimos, daba instrucciones o normas sobre la actuación militar de los magistrados, enviaba legados senatoriales a los jefes militares, y confiando títulos u honores a los militares victoriosos.
Vigilancia de las propiedades del Estado, que podía ceder por diversos títulos, decretar contribuciones extraordinarias (tributum inicialmente y luego otras), concesión de una cantidad a los censores para realizar su labor, concesión de cantidades para obras públicas y para el pago del Ejercito, fijar los gastos extraordinarios y aprobar los gastos de los censores y de otros magistrados.
El presidente (o la persona en quien este delegara) exponía la cuestión en primer lugar; después los senadores podían preguntar y exponer sus opiniones; en tercer lugar se hacían las proposiciones y finalmente se votaba. Si la cuestión contaba con el apoyo general se pasaba de la exposición a la votación. El voto era público y bastaba la mayoría (aunque era frecuente la unanimidad) para aprobar una propuesta. En general no se precisaba un número determinado de senadores para hacer valida una votación, pero en algunos casos si estaba establecido un mínimo, si bien podía prescindirse del mismo si ningún senador reclamaba. Una vez aprobada una propuesta por la votación senatorial no podía revocarse más que por un magistrado superior al presidente convocante de la reunión, hasta que más tarde los Tribunos del Pueblo obtuvieron el derecho de veto o intercesión.
Los comicios tribunados no tenían al principio rango de leyes; estaban presididas por un plebeyo y no se tomaban los auspicios previamente. Sus acuerdos no obligaban más que a la plebe. Se reunían en el Foro o en el Capitolio en días de mercado, siendo convocadas por pregoneros. La votación se hacía por tribus, y dentro de cada tribu por individuos, iniciando la votación una tribu designada por sorteo, y dentro de ella el individuo designado por el presidente convocante. Cuando las votaciones adquirieron fuerza de ley se inició la decadencia de los Comicios Centuriados, cuyas funciones acabaron reducidas a la declaración de guerra y conferimiento de la censura.
Según las tasas del valor monetario de la época, el tipo de interés sería equivalente a la mitad en la actualidad, o sea el 6%.
La relación de valor entre el cobre y la plata era de 250:1.
Los Escipiones formaban parte de la Gens Cornelia. Adoptaron el apelativo de Scipio (bastón) porque el Padre de familia, Lucio Cornelio Barbo, era anciano y ciego, y su hijo Lucio Cornelio era su apoyo o bastón, de donde provino el nombre. Dicho hijo, Lucio Cornelio Scipio, fue cónsul el 259 a. C. y conquisto Aleria y parte de Córcega.
Cneo Cornelio Scipio Calvo fue cónsul el 222 a. C. y tomó parte en la guerra contra los insubrios, a los que tomo por asalto su fortaleza de Mediolanum. El 218 a. C. fue enviado a Hispania, y desde Marsella, llego por mar a Empúries, realizando en la Hispania Citerior diversas actuaciones militares y políticas.
Indíbil, atraído por la generosa conducta de Escipión, hizo alianza con Roma, pero al no recobrar la libertad de sus dominios, volvió a pasar al bando cartaginés; como los cartagineses tomaron rehenes entre su familia, Publio Escipión hijo logró atraerlo a la causa romana hacia el 210 a. C., pero después, el 206 a. C., se rebeló contra Roma hasta que el 205 a. C. fue derrotado, y murió algún tiempo después probablemente en una escaramuza.
Asdrúbal Barca era hermano de Aníbal e hijo de Amílcar Barca.
Asdrúbal destrozó la flota romana, pero como solo contaba con unos nueve mil hombres reembarcó hacia Cartago Nova.
Asdrúbal avanzaba por tierra mientras la flota estaba al mando de Himilcón; pero sorprendidas las naves cartaginesas Asdrúbal hubo de regresar a Cartago Nova. Atacado y vencido por los celtiberos al servicio de Roma, solo pudo salvarse gracias a los refuerzos llegados desde África.
Publio Cornelio Scipio fue enviado a Hispania junto a su hermano Cneo Cornelio Scipio Calvo, el 218 a. C., pero estando en Marsella se enteró de la marcha de Aníbal hacia Italia, a fines de Junio de aquel año. Decidió salirle al encuentro cuando Aníbal atravesara el Ródano, pero a causa de perdidas de tiempo no pudo impedir que el general cartaginés cruzara el río citado. Entonces envió a su hermano Cneo a Hispania y el mismo marcho hacia Pisa, de donde había salido, para combatir a los púnicos. Derrotado dos veces, en Tesino y Trebia, fue nombrado procónsul el 217 a. C. y enviado a Hispania con ocho mil hombres para reforzar a su hermano Cneo.
Gayo Lucio Marcio Séptimo era un centurión muy popular entre la tropa, y fue aclamado jefe del ejercito y procónsul, pero el Senado no ratificó la elección basándose en que Marcio era solo caballero. Como procónsul fue designado Claudio Nerón. Marcio volvió a su puesto de centurión sin que se le conozca ninguna queja o acto de indisciplina.
Cayo Claudio Nero o Nerón pertenecía a la gens Claudia, rama de los Tiberii. Nero, palabra de origen sabino que al parecer quería decir vigoroso, fue al parecer adoptado por el fundador de la familia Tiberio Claudio Nero, hijo de Apio Claudio Caeco. Nieto de Tiberio Claudio Nero era el procónsul Claudio Nerón (o Cayo Claudio Nero), designado para tal cargo el 211 a. C. a la muerte de Cneo Scipio. Llamado después a Italia ejerció como Cónsul (junto a su enemigo personal Livio Salinator) y tuvo el honor de vencer y dar muerte a Asdrúbal en la batalla de Metauro el 207 a. C. Mas tarde fue censor (201 a. C.) y murió en el Siglo I a. C.
Publio Cornelio Scipio conocido más tarde como Africanus había nacido hacia el 235 a. C.; el 218 a. C. salvo la vida a su padre en la batalla del Tesino. El 216 a. C. fue tribuno militar y combatió en Cannas; el 212 a. C. fue elegido edil curul; el 210 a. C. y a falta de candidatos para ocupar el cargo de general en jefe en Hispania, fue designado para el mismo a petición propia, a pesar de no haber sido anteriormente cónsul. Contaba entonces 24 años de edad. El 209 a. C. salió para Hispania desde el puerto de Ostia con diez mil infantes y mil caballos, y una flota de 30 quinquerremes al mando de su amigo y consejero Cayo Lelio, acompañándoles el nuevo procónsul Marco Junio Silano, sucesor designado de Claudio Nerón. Publiodesembarco en Empúries, e inmediatamente se dirigió a Tarraco.
Marco Junio Silano colaboro con Publio Escipión. Termino su mandato y ejerció otros cargos hasta que el 196 a. C. murió combatiendo contra los bayos.
Cayo (o Gayo) Lelio nació como su amigo Publio Escipión, hacia el 235 a. C. y durante toda su vida desarrollo su actividad al lado de este. Ocupó diversas magistraturas: edil plebeyo el 197 a. C.; Pretor el 196 a. C.; procónsul de Sicilia el 194-193 a. C.; cónsul el 190 a. C., y procónsul de la Galia Cisalpina el 189 a. C. Murió después del 170 a. C.
Mandonio era el jefe de la tribu de los Ausetanos. Aunque se pretende hacerle hermano de Indíbil esto parece poco probable, y en todo caso, si existía alguna relación familiar, sería a través de la esposa de alguno de ellos, que sería hermana del otro. Mandonio se rebeló contra Roma junto a Indíbil el 206 a. C. pero fue derrotado el 205 a. C. y murió crucificado.
Lucio Cornelio Léntulo era miembro de la familia Léntulo, originada en la gens Cornelia. Su padre que llevaba el mismo nombre fue cónsul el 275 a. C., cargo que ya habían ocupado otros ancestros; su hermano mayor Lucio Cornelio Léntulo Caudino fue cónsul el 237 a. C. y destaco al vencer a los ligures, muriendo el 213 a. C.; se hermano Cneo fue edil curul (204 a. C.) y cónsul (202 a. C.) y más tarde procónsul en Hispania (199 a. C.); el mismo fue procónsul en Cerdeña-Córcega (211 a. C.), y después en Hispania Citerior (205 a. C.) cargo que ocupó durante más de cuatro años (205 a 201 a. C.) donde recaudo 44. 000 libras de plata y 2. 500 de oro; después fue cónsul en Roma (201 a 199 a. C.), y murió el 173 a. C.
Lucio Manlio Acidino gobernó la provincia Ulterior en el mismo periodo que Lucio Cornelio Léntulo (205 a 201 a. C.). Parece haber sido menos rapaz que su colega, y solo declaró como recaudado 1. 200 libras de plata y 30 de oro.
Marco Porcio Catón nació en Tusculum el 234 a. C. de familia plebeya. Destaco por sus virtudes militares durante la segunda guerra Púnica. Acabada la guerra administro su hacienda con unos métodos que han llegado hasta nosotros y considerados ejemplos de buena y austera administración. Protegido por Lucio Valerio Flacco, un noble que poseía tierras en Tusculum, llego a cuestor el 204 a. C., enemistándose con su colega Publio Escipión, que desplegaba un gran lujo y boato. El 199 a. C. fue edil curul, y al año siguiente cuestor (cargo antecedente del procónsul) en Cerdeña-Córcega, donde consolidó su fama de honradez, buena administración y austeridad. el 195 a. C. fue designado cónsul junto con Lucio Valerio Flacco, y tras oponerse sin éxito a la abolición de la Lex Oppia (que sancionaba el lujo de las mujeres romanas, y que había estado en vigor durante la segunda guerra Púnica) fue enviado a Hispania. El 191 a. C. ejerció como tribuno militar (y como cónsul en la sombra) de Marco Acilio Glabrio en Grecia. El 189 a. C. desempeño una misión ante la Liga Etolia; el 184 a. C. fue designado censor, de nuevo junto a Lucio Valerio Flacco, al que propuso como Senador en lugar del cruel Lucio Quinto; también expulso del Senado a Manilio por haber abrazado a su esposa delante de su hija, hecho que Catón consideró inmoral; otros cinco senadores fueron excluidos durante su censura, toda la cual se caracterizo por un hostigamiento constante al lujo y a las influencias desmoralizadoras helénicas, y un constante llamamiento a la austeridad, la honradez, el trabajo, y las antiguas virtudes romanas; terminada la censura intento restablecer la ley Oppia, y apoyó la ley Voconia (169 a. C.) y otras leyes encaminadas a frenar el lujo creciente de la sociedad romana; el 157 a. C. fue designado mediador romano entre el rey númida Masinisa y Cartago; esta última desestimó repetidamente todas las propuestas de Catón, quien quedó convencido de que Cartago volvería a ser pronto una gran potencia, por lo que desde entonces, todos los discursos que pronunció, los terminaba con la frase: Ceterum censeo, Carthaginem esse delendam es decir “. y además de esto, Cartago debe ser destruida”. En su vida privada parece haber sido avaro, cruel, especialmente con los esclavos, y mujeriego (vivió algún tiempo amancebado con una esclava en la casa familiar, siendo viudo de su primera esposa, pero después, a ruegos de sus hijos, la dejó; más tarde volvió a casarse por segunda y última vez); acabo practicando muchas de las cosas que criticaba, como la buena mesa y la abundancia de vino. Escribió algunas obras, entre ellas “Re rustica” que nos describe los cultivos y la economía agrícola; “Orígenes”, obra histórica perdida en su mayor parte; escritos sobre arte militar, sobre la educación de los niños y sobre las cartas y cuestiones epistolares; un libro titulado Apotegmas; y una colección de sentencias en prosa; dejó además numerosos discursos. Catón murió el 149 a. C.
Marco Fulvio Nobilior pertenecía a la familia Nobilior, perteneciente a la gens Fulvia, llamada anteriormente Paetinus. Ejerció las magistraturas de edil curul (195 a. C.), pretor (193 a. C.) y procónsul en Hispania Ulterior, donde venció a los celtiberos y capturó a su jefe Hermo, cerca de Toletum. El 189 a. C. fue cónsul y conquisto Etolia, y más tarde fue censor junto a su rival Emilio Lépido.
Lucio Emilio Paulo pertenecía a la familia Paulo de la gens Emilia. Es conocido en la historia como Paulo Emilio El Macedonio. El 192 a. C. fue edil curul, y el 191 a. C. procónsul de la Hispania Ulterior, donde peleó contra los lusitanos (191 a 190 a. C.) por los que fue derrotado en Lico, vengándose después con una victoria (que no fue decisiva) en la Bética. Fue cónsul (182 a. C.) y aun en estas funciones venció a los piratas Ingaunos de Liguria el 181 a. C. El 168 a. C. fue de nuevo cónsul, en cuya época derrotó a los ilirios y conquisto Macedonia tras vencer en Pidna el 22 de Junio de dicho año. El 167 a. C. fue procónsul de Macedonia, y regreso a Roma con un ingente botín. El 164 a. C. ejerció la censura y murió el 160 a. C.
Tiberio Sempronio Graco nació hacia el año 210 a. C. en el seno de la familia plebeya de los Graco, de la gens Sempronia. Fue Tribuno Popular el 187 a. C. y el 179 a. C. sustituyó a Quinto Fabio Flacco como procónsul en Hispania. El 177 a. C. fue elegido cónsul, y en este periodo llevo a cabo una eficaz campaña contra los sardos, capturando miles de prisioneros que fueron vendidos como esclavos (dando origen a la expresión popular de “Sardi venales” es decir, sardos por vender). Fue cónsul por segunda vez el 163 a. C. , y murió hacia el 150 a. C. Dejo dos hijos, Tiberio y Cayo Graco, conocidos en la historia como “Los Gracos”.
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Enviado por: | Adela Girado |
Idioma: | castellano |
País: | España |