Historia
Caída del Imperio Romano y Génesis de Europa
LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO Y LA GÉNESIS DE EUROPA
I. EL ÚLTIMO SIGLO DEL OCCIDENTE ROMANO: CLAVES POLÍTICAS
1. APROXIMACIÓN CRONOLÓGICA
En Historia, la cronología sólo nos da un valor indicativo. El Imperio de Occidente había dejado de existir como tal varios decenios antes, pero su pervivencia en cierto modo duró hasta varias décadas después de la oficial fecha 476 d.C. Aun pareciendo arriesgado establecer una fecha precisa, los historiadores no deben, por ello, renunciar a proponer datos alternativos ni, por supuesto, a la cronología.
2. UN SIGLO DE LÍMITES DIFUSOS ¿EL IV O EL V?
Fijar los límites precisos del último siglo romano resulta harto complicado, ya que si así se hiciera se tendría como año preciso de la caída del Imperio romano el año 476 d.C.
Además, el último siglo romano de Occidente no siempre es el mismo, ya que debemos considerar la situación de las diferentes regiones y/o provincias. Así, en Britannia e Hispania el control efectivo romano apenas duró unos años después de la llegada del siglo V d.C. Sin embargo, en otras como África o Italia se mantuvieron bajo dominio romano todavía durante gran parte del siglo. La fecha 476 d.C hace referencia a la deposición del último emperador romano Rómulo Augusto por Odoacro, de ahí que esta fecha se haya considerado como el final del Imperio de Occidente. No tuvo tanta repercusión la fecha 376 d.C cuando es por estas fechas cuando se produce la penetración de los godos en territorios danubianos e incluso por la muerte de Quinto Aurelio Símaco. Más repercusión tuvo el año 378 d.C con el desastre romano en Adrianópolis frente a los godos. Esta última fecha no la podemos separar de la profunda división existente entre Oriente y Occidente, que se remonta a época tetárquica (293-305). A todo ello hay que añadirle las diferencias que existían en las diversas regiones y/o provincias; mientras que en unas el inicio del último siglo romano empezó con la tetrarquía, otras se mantuvieron fieles y leales al Gobierno imperial todavía a mediados del siglo V.
3. ORIENTE Y OCCIDENTE: HISTORIA DE UNA RUPTURA
3.1 Precedentes tetrárquicos y giro constantiniano
No fue hasta la época de Diocleciano (284-305) cuando se dieron cuenta de los problemas que asolaban al Imperio. Las reformas que durante la época de Diocleciano se llevaron a cabo, fueron un intento de mantener vivo al Estado. En efecto, las reformas administrativas y medidas económicas adoptadas durante la Tetrarquía lograron recomponer por algún tiempo una situación económica y social sumamente deteriorada, recomposición que a la larga pagarían de forma cara.
Una de las consecuencias políticas del siglo III fue la búsqueda -o recuperación- del modelo de gobierno autocrático perdido, capaz de garantizar la paz en el interior, reforzar la vigilancia de las fronteras frente a las presiones externas y de hacer cumplir las leyes emanadas del legítimo Gobierno imperial.
Uno de los cambios más significativos de la Tetrarquía fue la creación de varias sedes imperiales: Tréveris, Milán, Sirmium/Tesalónica, Nicomedia y Roma. Esta situación fue quizá el primer indicio de una ruptura de la unidad largamente anunciada. Un paso más hacia la ruptura entre Oriente y Occidente fue la creación de una nueva capital del Imperio, Constantinopla, por el emperador Constantino, en el estrecho del Bósforo y frente a Nicomedia. A la larga, la nueva capital, del 330 d.C, debía dotarse de un nuevo senado, una nueva Administración y hasta de un nuevo Ejército, sin olvidar la escisión de la comunidad cristiana entre un Oriente arriano y un Occidente niceno -o católico- que se consolidaría a lo largo del siglo.
3.2. La división de hecho: los Valentinianos
Un hecho que supuso la división de facto a nivel político y militar entre Oriente y Occidente, fue llevado a cabo por la propuesta de Valentiniano I (364-374) a favor de su hermano Valente como co-emperador. Mientras esta cuestión se discutía, los alamanes presionaban con fuerza las fronteras occidentales hasta el punto de que se hacía necesaria la intervención imperial. La consumación de separación de facto entre las partes orientales y occidentales del Imperio fue, por las circunstancias militares especialmente, por la larga presencia de Valentiniano I en la zona occidental para defender la integridad territorial del Imperio en los puntos más vulnerables del limes ranano-danubiano. Es a partir de entonces, aun existiendo una misma unidad legislativa, monetaria y fiscal, cuando hubo dos Senados, dos Ejércitos e, incluso, dos Iglesias.
3.3 La “partitio imperii”: Teodosio
El 19 de enero de 395 moría en Milán Teodosio. Es ahora cuando el Imperio aparece de iure en pars Occidentes gobernada por su hijo Honorio desde Milán; y en pars Orientis gobernada por Arcadio desde Constantinopla. Ello implicaba dos cosas. En primer lugar se reponía el principio dinástico; y en segundo lugar la división de iure intensificaba la separación de facto ya existente entre ambas partes del Imperio.
4. EL PRECIO DE LA SUPERVIVENCIA
4.1 Cambios en la estructura del poder
En teoría, la estructura política del Bajo Imperio Romano se presenta como uno de los regímenes más consistentes de todo el mundo antiguo y, desde luego, muchos más evolucionado y complejo que los sistemas políticos precedentes. A pesar de que fuera el cumplimiento de la ley la base, a priori, de la fuerza del Imperio, en la práctica el mantenimiento del régimen imperial se garantizaba mediante el uso de la fuerza, la coerción o las armas. Son frecuentes, por otra parte, en la legislación de la época las quejas de unos y otros sobre los abusos de sus inmediatos superiores. Tradicionalmente una de las formas más genuinas del declive del Imperio Romano derivaron de la represión y coerción a formas de corrupción política.
Desde fines del siglo IV asistimos a lo que se ha llamado situación política tardorromana o tardoantigua. Ésta se caracterizaba por la emergencia de poderes locales capaces de evadir el control de los funcionarios imperiales así como un Ejército semibarbarizado que no era el instrumento más adecuado para preservar la integridad territorial del Imperio.
En las ciudades romanas en general y, particularmente, las de tamaño mediano a partir del siglo III fueron testigo de cambios externos (urbanísticos) e internos (sociopolíticos). Las elites dejaron paso a nuevos grupos sociales; se restringieron tanto el evergetismo local como la liberalitas imperial, y las ciudades dejaron de ser un polo de atracción para las poblaciones menores del entorno.
Debemos hablar también de las relaciones Iglesia-Estado en ambas partes del Imperio. A pesar de que en un principio sus relaciones fueran fructíferas, en no pocas ocasiones la Iglesia se negó a acatar la autoridad del emperador, como el conflicto entre Teodosio y el obispo de Milán Ambrosio a fines del siglo IV saliendo reforzado el obispo. La lectura que podemos hacer de ello es que ante momentos de inseguridad en las ciudades y municipios, a principios del siglo V, tanto en unas como otros los obispos ocuparán su lugar como representantes de los intereses de los ciudadanos.
4.1. El nuevo Ejército bajoimperial
El Ejército bajoimperial experimentó una profunda transformación desde la época de la Tetrarquía. Pero los cambios esenciales en la organización y estructura tardorromana se vinculan con tres momentos fundamentales de la evolución del Ejército tardorromano.
El primer momento se remonta a la época de Diocleciano. Su reforma implicaba la existencia de dos legiones, como máximo, en las provincias, ya fueran fronterizas o del interior. Con este esquema, muchas provincias quedaron sin tropas legionarias, desplazadas desde entonces a posiciones de frontera o limitáneas.
El segundo momento se desarrolla bajo Constantino. Éste hizo separar las funcionas civiles y militares en la Administración. Con ello, para los funcionarios civiles dejó de tener interés la carrera militar o ecuestre, mientras que para los oficiales del Ejército dejaron de ser atractivos los cargos civiles al servicio de la Administración imperial. Este hecho produjo la militarización de los cargos civiles y civilismo de los efectivos militares y, por otra parte, los soldados se convirtieron en propietarios y los propietarios de tierras en soldados.
Finalmente tenemos el tercer momento de reforma del Ejército tardoantiguo. Ahora el Ejército estará integrado por fuerzas auxiliares (auxilia) así como por cuerpos mixtos de romanos y bárbaros e incluso por Ejércitos bárbaros actuando como federados (foederati) de los romanos.
Con todo ello, el nuevo Ejército tenía poco o nada que ver con el antiguo. Otro problema del Ejército tardoantiguo era la defensa de las fronteras, muchas veces defendidas por campesinos no muy alejados de su residencia. Hasta fines del siglo IV el Ejército tenía como base el campesinado; sin embargo la llegada de los bárbaros infiltrados y que eran ante todo guerreros, se incorporaron al Ejército romano como soldados e incluso como oficiales.
4.2 La fragmentación del poder
El sistema imperial tenía dos soportes básicos: uno, político (la centralización administrativa), y otro, económico (las pequeñas comunidades). El Gobierno central protegía a los numerosos Gobiernos locales. Así, el Estado actuaba como protector de todos y garante del bienestar común. El Estado dependía muy mucho de los recursos económicos. Recursos que debían destinarse al sueldo de los soldados. Si no se pagaba a los soldados no sería posible el Ejército y sin éste no se podría mantener la paz, que era una obligación del Estado.
A mediados del siglo IV las comunidades locales se sintieron desprotegidas y trataron de evadir el control del Gobierno central. Es ahora cuando vuelve el fenómeno de las usurpaciones de poder sin que el Gobierno central pudiera evitarlo. Todo ello hizo que hubiera un poder escindido en dos, una Administración duplicada, un Ejército fragmentado así como una economía estrangulada. Ante ello, al usurpador no le quedaba más remedio que enfrentarse al emperador, como fue el caso de Magnencio contra Constante en el 350 o el de Magno Máximo contra el emperador Graciano en 383.
5. EL COMIENZO DEL FIN: UN FINAL PAUTADO
5.1. Adrianápolis (a. 378)
La derrota del emperador Valente frente a los godos en agosto de 378 en Adrianápolis demostró, entre otras cosas, que el Ejército romano no era invencible y que la división militar -si no política- entre Oriente y Occidente era ya una realidad. Esta derrota tuvo una clara incidencia en la mentalidad de la época, ya que muchos romanos comenzaron a pensar que la aeternitas de Roma no era más que una entelequia del pasado.
Tras la derrota de Adrianópolis, los godos se instalaron definitivamente en territorio romano, primero de hecho, después mediante un foedus (382), mientras que algunos romanos provinciales no dudarían ya en prestarles su colaboración.
5.2. El test bárbaro
Durante casi dos siglos romanos y bárbaros convivieron en el Imperio, y cuyo proceso de integración de estos últimos fue lenta pero progresiva. Además, la población romana local adoptó vestidos, usos y costumbres propias de los bárbaros. En el siglo IV, los bárbaros asentados eran considerados simplemente extranjeros que aún no habían adquirido la ciudadanía romana. Hoy día se tiende a pensar que los bárbaros penetraron en el Imperio en grupos reducidos y en territorios diversos, para poder integrarse fácilmente en las formas de vidas romanas.
La entrada pactada de los godos en 376 y su posterior asentamiento en tierras limitáneas del Danubio oriental, supuso a la larga un síntoma más de la debilidad del Gobierno imperial. Además, esta debilidad había quedado patente con la usurpación de Magno Máximo en 383. A comienzos del siglo V Roma tuvo que hacer frente al test bárbaro en Galia, Iliria, Italia e Hispania.
En el año 401 el rey visigodo Alarico decidió mover hacia Italia al grupo asentado en tierras de Tracia, lo cual anunciaba tiempos y comportamientos futuros. Italia sería un objetivo de las penetraciones bárbaras, y como prueba de ello es la invasión en 401-402 de Alarico así como en el 406 cuando Estilicen reprimió una expedición militar de ostrogodos dirigida por Radagaes, quien alcanzó el norte de Italia.
En agosto del 410 las tropas visigodas de Alarigo saquearon Roma ante las reiteradas negativas de Honorio a buscar una solución al conflicto romano-visigodo. Ante la pasividad de Honorio sus tropas saquearon e incendiaron la ciudad de Roma cometiendo todo tipo de abusos. En los sucesos fue tomada como rehén Gala Placidia, hermana de Honorio. Alarico abandonó Roma y se dirigió con todo su séquito hacia el sur de Italia, probablemente en busca de avituallamiento en África, ero fracasió y se dirigió de nuevo hacia el Norte, controlado por el patricio Constancio. La muerte de Alarico en el regreso convirtió a Ataulfo en nuevo rey de los visigodos, quien se alió con los usurpadores galso Jovino y Sebastiano, a quienes eliminó posteriormente para congraciarse con Honorio. Al no conseguir ello, se casó con Gala Placidia y, tras una breve estancia en Burdigala (Burdeos) se dirigió con su séquito a Hispania, estableciendo su sede en Barcino (Barcelona). Pero un complot al año siguiente acabó con su vida. Sigerico, primero, y Walia, después, se hicieron cargo del trono visigodo en 415. Éste concertó un acuerdo con los romanos (foedus Walia-Constanci), en virtud del cual quedaron establecidas las relaciones en el futuro con los romanos, que incluían la devolución de la viuda Gala Placidia a Honorio a cambio de una importante cantidad de grano y el compromiso de considerar como foederati romanos a los visigodos para luchar contra sus correligionarios germánicos establecido en la Península en los años siguientes.
5.3. Las usurpaciones
Desde el 407 hasta el 413 los gobiernos paralelos de los usurpadores fueron casi permanentes: Constantino III, Constante, su hijo, y probablemente Geroncio, su general. El fenómeno de la usurpación implica casi siempre fraccionamiento del potencial, autonomía financiera, pérdida de recursos fiscales, etc., y ante todo, una guerra civil.
En el año 406 las provincias de la prefectura de las Galias estaban en una delicada situación y el Gobierno central, dedicado a la defensa de Italia, no pudo prestar la ayuda demandada por lo que los soldados aclamaron como emperadores a sus propios jefes, considerados como usurpadores por el Gobierno de Ravena.
El primero fue Constancio III, quien se asentó en Arlés, al sur de la Galia, dirigiendo su atención hacia Hispania, adherida al Gobierno de Rávena y obstáculo en los deseos independentistas de Constancio III. En el año 408 murió decapitado Estilicón ante la negativa de enfrentar sus tropas contra las romano-germánicas del usurpador y fue sustituido por Constancio quien acabó con la resistencia de Constantino III en Arlés en 411.
En este año es nuevo usurpador Jovino. El rey visigodo Ataulfo, tras la muerte de Alarico (su cuñado) llevaría una política con el emperador Honorio así como con los usurpadores. En el año 415 hubo la usurpación de Juan, el primicerius notariorum de Honorio, siendo proclamado emperador en el 423 con la muerte de Honorio, frente a los sucesores oficiales como Constancio. Teodosio, emperador de Oriente y en contra de la usurpación de Juan, reconoció la legitimidad de Constancio -a título póstumo- de Gala Placidia y de Valentiniano III para gobernar Occidente. Finalmente sus tropas capturaron a Juan en Rávena, y fue depuesto y mutilado.
También África tuvo intentos de usurpación, como las de Heracliano en 413, así como la de Bonifacio en 423 y proclamado como emperador en el 427.
5.4. Fuerzas y debilidades
La derrota de un adversario puede ser debida a la fuerza de unos o a la debilidad de otros. A pesar de que el Ejército estaba diezmado y fragmentado, consiguió hacer frente a las invasiones bárbaras. Se ha propuesto que éstas no eran tan numerosas. Además éstas más bien deberían tratarse como penetraciones realizadas en virtud de un pacto con los romanos.
6. LA HIPÓTESIS DE LA CAÍDA
6.1. ¿Caída, disolución o transformación?
Que ningún imperio cayó el 476 es hoy ya un lugar común de la historiografía a pesar de que la idea de caída está presente en la mayoría de las visiones modernas. El análisis histórico de la caída no consiste en una reconstrucción de la situación política del año 476, ni tampoco económica o social, sino en el proceso de disolución del Imperio Romano de Occidente, que se inició en algunos aspectos casi dos siglos antes y que, desde luego, continuó varias décadas después de esta simbólica fecha.
En cuanto a la disolución, constituye también un proceso histórico en el que la evolución política viene a ser determinante. Finalmente es evidente que hubo una transformación en el Imperio a nivel religioso, de Occidente a Oriente, de la unidad a la división del Imperio… Todas estas transformaciones, deberían ser consideradas e integrarlas de forma coherente en el proceso histórico de desintegración del Imperio.
6.2 El cambio geopolítico
La caída del Imperio Romano y la génesis de Europa coinciden de forma significativa con el cambio geopolítico más importante del Mediterráneo occidental durante el primer milenio de nuestra era. El Imperio Romano atravesaba una situación difícil, por lo que era necesario negociar con los jefes bárbaros, acceder a sus peticiones económicas e incluso pactar mediante un foedus las condiciones de su asentamiento temporal en territorio urbano.
6.3. El proceso de desintegración: la disolución del Imperio
El Imperio occidental había dejado de existir desde hacía varias décadas, por lo que la deposición del último emperador romano fue tan sólo la última consecuencia de un lento proceso de disolución, en el cual se integra la dejadez de la sociedad romana por la política exterior; la incapacidad del Estado a la hora de contener las penetraciones bárbaras, así como la transformación de las estructuras políticas y sociales del Imperio Romano que fueron conformando lo que se ha llamado Antigüedad tardía.
6.4 El final político del Imperio Romano de Occidente
La deposición del último emperador romano Rómulo Augusto por Odoacro en septiembre de 476 apenas tuvo eco en la sociedad de la época. Se ha relacionado esta circunstancia con la ausencia de una verdadera literatura germánica en esta época, que hubiera convertido en gesta nacional esta situación. Se ha llegado a decir que en esta fecha el imperio cayó sin que la trascendencia histórica de este hecho encontrara el eco debido en la sociedad tardoantigua. El final político del Imperio no causó impresión entre los contemporáneos romanos ni germanos, porque la noticia era ya esperada desde hacía varias décadas.
II. LAS PENETRACIONES BÁRBARAS
1. LA IMPLICACIÓN DEL BÁRBARO EN EL FIN DE LA CIVILIZACIÓN ANTIGUA
Se ha considerado la penetración bárbara como el motivo principal de la desaparición del Imperio Romano de Occidente así como de la destrucción de la civilización antigua. Por ejemplo, en 1947 A. Piganiol consideraba que el cambio de etnia política suponía el paso hacia un período histórico radicalmente diferente. Sin embargo, frente a las teorías que culpan a los bárbaros como causa de la desaparición del Imperio, hay otras ideas como las de A. Momigliano que definía la caída como un “rumor” historiográfico que oculta importantes transformaciones en el mundo tardío.
1.1 El concepto de barbarie como arma política contra el bárbaro
La concepción que se tenía del extranjero era la del paradigma de crueldad, aislamiento, primitivismo e incapacidad para la creación de formas de gobierno, de desarrollo y de cultura comparables a los de la Romanizad. Por ello, el bárbaro, culpable de la inestabilidad fronteriza, es capaz de las mayores aberraciones en sus hábitos, sus formas de vida y organización y en el desarrollo de sus formas de religiosidad. Además, los autores clásicos como Heródoto nos presenta esta civilización como salvaje y guerrera. Pero debemos tener en cuenta que Heródoto, así como otros autores clásicos, nos dan la visión griega o romana.
La presentación de esta manera del bárbaro responde principalmente a una intencionalidad claramente política, con una fuerte carga maniqueísta no exenta de desprecio hacia el “otro” que sigue vigente en las fuentes tardías.
A partir del siglo V veremos en las fuentes cierta disposición hacia los pueblos que han abrazado el cristianismo, lo que les introduce por el camino de las creencias de la cultura romana de Occidente.
Así, la existencia de una religión universal y única para todos los pueblos será la base principal de la integración, y es el triunfo de la idea cristiana de la existencia de virtudes entre los bárbaros. Es ahora cuando el bárbaro comienza a ser aceptado como parte integrante del mundo civilizado, llegando a ser defendidos por el obispo Salviano de Marsella en cuanto a su moralidad y sus costumbres, frente a la corrupción política depredadora de la Administración romana.
1.2. Las rutas exóticas y los bárbaros orientales
Eurasia fue definida étnicamente con nombres de pueblos de mayor o menor extensión geográfica desde Heródodo bajo la denominación genérica de escitas (nómadas) y localizados principalmente en la zona más meridional del Asia Central. Heródoto nos dice que tenían dos formas de vida: los agricultores, más cercanos a la costa del Mar Negro y Crimea; y por otro lado los nómadas de las estepas septentrionales. Inciertos se presentaban aquellos que sólo dormían seis meses, los arimaspos de un solo ojo, los hiperbóreos de regiones misteriosas y las amazonas matadores de hombres. En la frontera común del Fístula, se diferenciaba un mundo escita de otro sármata.
Tácito situaba a los godos entre los escitas y los sármatas, mientras los textos posteriores los consideran germanos en migración. Diferentes procesos de sinecismo darían como resultado las formaciones de alanos y hunos.
Las fuentes nos definen a estos pueblos con una vida predominantemente nómada lo cual ha servido a las fuentes antiguas para explicar los movimientos poblacionales y el empuje sobre las fronteras del mundo desarrollado, presentándoles como aves carroñeras ante los despojos de la civilización.
Su existencia a lo largo de las principales vías comerciales que conformaron la posterior Ruta de la Seda, las convirtieron en focos aglutinantes de las poblaciones dispersas. Las relaciones con India están también recogidas por las fuentes grietas y las vemos bien desarrolladas en el mundo romano y en la tardoantigüedad a través de Amiano. El nivel de desarrollo de algunos de estos pueblos lo tenemos atestiguado sobre todo en sus ricas manufacturas.
1.3. Las regiones inhóspitas y los bárbaros occidentales
Los bárbaros occidentales se situaban al este del Rin y del curso alto del Danubio, en los territorios fríos, prácticamente inhabitables, de grandes ríos y espesas selvas plagadas de pantanos. Grupos étnicamente mal definidos por sus continuos desplazamientos y mezclas entre sí o con los galos y los escitas. Tácito nos habla de la pureza racial de los germanos, al no haberse mezclado con otras naciones. Tras estos, sitúa a los burgundios como importantes, como aliados del Imperio en su lucha contra los hunos. En torno al Oer tenemos a los marsignos, buros y ligios y hacia el Vístula como los vandilios o vandalos que Plinio divide en silingos y hasdingos. Hay pueblos marineros como los sajones o suiones del Elba asociados a los frisios y anglos.
Por otro lado tenemos a los alamanes que aglutinaron distintos grupos del Main y Neckar hasta el Elba para protagonizar las incursiones fronterizas más agresivas del siglo IV en estas zonas.
Mientras que Tácito niega a estos pueblos la existencia de ciudades así como aldeas bien organizadas, la arqueología nos muestra poblados agrícolas y ganaderos así como lugares estratégicos. También la rica metalúrgica de sus poblados y tumbas es demostrativa de una importante actividad artesanal y comercial. Las fuentes indican que su rico armamento es fruto del comercio o de regalos a personajes destacados, negándoles la capacidad de explotar sus propias minas de cobre y hierro, pero vemos que son fabricados por ellos mismos.
También los intensos intercambios comerciales con sus vecinos del Sur y del Oeste sacan a estos pueblos del aislamiento referido en los textos. Vemos que hay dispersión de productos y monedas desde Escandinavia hasta el Mediterráneo y las estepas euroasiáticas, sobre todo a través de las grandes rutas fluviales. Por ello, algunas tribus como los ubios se habían enriquecido por el control de las rutas comerciales de su territorio y muchos poblados al otro lado de los ríos habían alcanzado un nivel económico importante.
1.4. La barbarie institucional y los señores de la guerra
El rasgo definitivo en las presiones de los bárbaros en las fronteras era su carácter guerrero y bárbaro. Un salvajismo que será históricamente canalizado en la guerra irracional y sistemática contra sus vecinos más ricos, guiados por los “señores de la guerra”, personajes carismáticos en la cúspide del poder que fomentaron y sostuvieron a la vez los intercambios comerciales y la explotación de los recursos necesarios para significarse con una serie de rasgos diferenciales dentro de una ideología y una estructura militar aristocrática.
Jefes sustentados por las propias estructuras sociales y enterrados con su rico armamento, ofrendas y los sacrificios de hombres y animales a ellos inmolados.
Entre los germanos, estas aristocracias fueron la causa principal de las transformaciones operados en el antiguo sistema igualitario tribal, basado en las relaciones de parentesco de carácter patriarcal. Dicho carácter se plasma en sus formas de vida e instituciones que evolucionaron desde unos hábitos tribales de época de César hasta la existencia de una jerarquización social en época de las grandes migraciones de corte casi monárquico, lejano ya el tiempo en que Tácito basaba su importancia en el valor y limitaba su poder frente al de sacerdotes y jueces a la dirección de la guerra.
Fue con este tipo de organización social y militar con la que se enfrentó Roma en siglos de conflictos, pero también fue la condición indispensable para el reclutamiento de mercenarios y el mantenimiento de su Imperio.
2. LAS RELACIONES DE VECINDAD Y LOS MODELOS DE PENETRACIONES BÁRBARAS
Las relaciones entre Roma y los bárbaros responden a distintas formas de comportamiento entre vecinos. Dichas relaciones están sintetizadas en tres fases: la “crisis fronteriza”; la de la migración de parte de las poblaciones a las provincias romanas, principalmente como mercenarios y, finalmente, de las invasiones violentas de las provincias de Occidente.
2.1. El ajuste de fronteras en tierras de nadie, como factor clave de los conflictos tardoantiguos
Los conflictos entre romanos y bárbaros parten de la creación de fronteras fijas y estables por parte de los primeros frente a los segundos, en momentos históricos en que muchos pueblos se encontraban en un proceso de búsqueda de tierras para colonizar y donde la idea de unos límites de tal envergadura era inexistente en Occidente y muy frágil en Oriente.
En Occidente los primeros testimonios sobre enfrentamientos de pueblos parten del siglo IV a.C. Para las fuentes republicanas, las causas de los primeros movimientos poblacionales desde la Galia hacia territorio itálico fue el aumento demográfico de ciertas tribus, fenómeno que no difiere demasiado en sus planteamientos del más conocido de la colonización griega y fenicia en Occidente.
Estos primeros movimientos supusieron el principio de la creación de una primera línea fronteriza en los ríos Danubio y Rin que dio paso a una nueva etapa en las relaciones entre mundo romano y mundo bárbaro, la de migraciones básicamente controladas por Roma, sobre todo después del fracaso de la política imperial de expansión territorial más allá de los dos grandes ríos, cuyo pilar fue el desastre de la pérdida de las tres legiones de Quintillo Varo en el año 9 d.C.
A partir de entonces asistimos al fracaso del sueño imperial de traspasar la línea trazada de manera natural por los dos grandes ríos. La plena conciencia de la extensión de los territorios del otro lado del limes y del amor a la independencia de sus habitantes desvió la política de conquista a otras zonas, evitando así el tremendo desgaste de energías que suponía la empresa en Germania.
El primer gran levantamiento de pueblos fronterizos contra Roma fue por el sometimiento del rey Decébalo quien se oponía a ser cliente incondicional de Roma en época de Trajano y a garantizar la vigilancia del paso de oleadas sármatas por el Danubio y el Mar Negro. Ahora quedaba la herida abierta para siempre en la política exterior romana y hacía su aparición el problema del mantenimiento de unas fronteras con los bárbaros.
2.2 Las primeras migraciones y la integración del bárbaro
La segunda etapa de los contactos entre Roma y los bárbaros se da entre los siglos II y IV d.C., principalmente contactos comerciales y diplomáticos, así como relaciones de amistad, hospitalidad y clientelaje.
Ambos fenómenos supusieron en principio para Roma una ayuda imprescindible en el esfuerzo de mantener controlada una frontera de más de seis mil kilómetros, en teoría modélica, pero en la práctica con múltiples agujeros de paso, cuyas defensas fueron incapaces de ser efectivas ante poblaciones locales sin interés por mantenerlas.
Los lazos que se establecían tuvieron como mediadoras a las aristocracias militares bárbaras. Pero como los cambios internos podían ponerlos en peligro, los armisticios se garantizaban con la entrega de rehenes, hombres y mujeres que acababan siendo criados y educados en territorio romano. Algunos de estos rehenes después de ser educados a la romana, volvieron a sus lugares de origen como reyes impuestos por Roma, en principio partidarios de la misma, como el querusco Itálico.
Por otro lado, los pactos suponían una serie de derechos y obligaciones para ambos bandos, en aras de una política de planificación racional para el mantenimiento de las fronteras. Este clientelaje era un pacto entre aliados y no implicaba una situación de inferioridad, sino que estaba tutelado por tratados y por ello no se veía menospreciada la integridad de las naciones bárbaras presentes en él.
Esta estrategia, basada en el principio de igualdad, se afianzó con emperadores como Calígula y Trajano y, después de dos siglos, confirió a las tropas bárbaras el protagonismo que antes tuvieran las legiones y las tropas auxiliares de las provincias en la defensa del Estado frente a otros bárbaros.
En cuanto al proceso de romanización, éste fue lento si tenemos en cuenta que su mayor concentración estuvo en el limes, precisamente en los centros militares donde la complejidad cultural, lingüística y étnica de las legiones y tropas auxiliares que los formaban nos impide admitir la pureza del proceso de adaptación a la cultura romana.
Las fuentes tardías dejan constancia de la presencia de tropas bárbaras en ciudades del interior, sobre todo las situadas en las principales vías de comunicación y comercio. Sin embargo ello, también suponía que otras zonas fronterizas quedaran desprotegidas y el interior precariamente defendido.
La cada vez mayor barbarización del ejército, unida a la propia situación interna del Estado, culminó con la utilización de las tropas con fines distintos a aquellos para los que habían sido creadas. De protectoras pasaron a causantes de los desequilibrios políticos, económicos y sociales. Por ello, los grandes pronunciamientos surgieron de las fronteras continuamente amenazadas ya desde el siglo I d.C.
Con todo ello, podemos admitir la cada vez mayor dependencia imperial del ejército con la entrega de importantes parcelas del poder militar y civil a los grandes “señores de la guerra”, bárbaros que impregnaron de “barbarismo” el aparato del Estado.
2.3. El auge del bárbaro y la desmembración del Imperio Romano
Esta tercera etapa está caracterizada por la pérdida de fuerza e importancia política de lo romano a favor del elemento bárbaro.
La zamarra y la toga o la erótica del poder
Sinesio de Cirene nos habla de la influencia cada vez mayor del bárbaro en el ejército y las instituciones. Nos habla de la presencia de una mayoría extranjera dentro del ejército y señalaba el peligro que ello podía suponer en la defensa del Estado. Su consejo al emperador Honorio era la creación de un ejército de ciudadanos bien preparados y reclutados entre los campesinos, artesanos, comerciantes y zánganos de las ciudades, paralelo al del alejamiento de los bárbaros de las magistraturas y el consejo senatorial; la exención de las cargas fiscales que llevaban al pueblo hacia la miseria, la selección de gobernadores por su valía. En suma, su discurso viene a sintetizar parte de la realidad social y política del mundo tardorromano, a la vez que nos enfrente a lo que W. Hagl, ha denominado un discurso de ideales antigermánicos.
Hasta el siglo IV los jefes se habían contentado con apoyar a ciudadanos romanos en su carrera por la toma del poder político, a partir de este siglo comienzan a ser acusados ellos mismo de esta aspiración, precisamente frente a emperadores que ni eran buenos militares ni surgieron del capricho de los ejércitos fronterizos como en épocas pasadas. Así, su intromisión en la política imperial les permitió una vida de intrigas en cortes demasiado apegadas al lujo y los placeres. Otros jefes bárbaros participaron activamente en las luchas civiles tardías, como los letos de Juliano en la Galia frenta a Constancio, el franco Arbogastes, que dio su apoyo al usurpador Eugenio, y los jefes honoriacos que se sumaron a Constantino III en Galia, en ambos casos frente a la distancia teodosiana. De esta manera quedaba abierta definitivamente la vía a la desarticulación final del Estado de ciudadanos romanos, que culminó con la deposición de este último emperador en el año 476 d.C. por el bárbaro Odoacro.
b) Las migraciones masivas y las invasiones
El asentamiento de grandes masas de población en las provincias se confunde en la historiografía antigua con las invasiones violentas que, en realidad, son sólo su consecuencia.
Los primeros testimonios de migraciones de pueblos, los tenemos en el reinado de Marco Aurelio (161-180), después de sofocados los grandes conflictos internos de la primera mitad del siglo II: burgundios, catos, marcomanos…, encontraron unas provincias de tal manera desguarnecidas militarmente y obligaron al emperador a varios frentes de lucha. Y donde se apreciaba el fracaso político y militar se tuvo que llevar a cabo los primeros tratados que permitieron el asentamiento de pueblos enteros en territorio romano.
Estas grandes incursiones que tuvieron como centros los territorios orientales se vieron acompañadas muy poco tiempo después por otras de carácter masivo en Occidente, protagonizadas por godos, alamanes, francos, cuados y sármatas. Parece ser que algunos bárbaros fueron absorbidos mediante pactos en el ejército romano, y otros continuaron con el pillaje. A fines del siglo III se había consolidado la práctica imparable de donación de territorios a los bárbaros, después de que éstos presionasen de manera violenta sobre las fronteras, a la manera que los romanos de la época entendían como invasión.
3. PROVINCIALES Y BÁRBAROS A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD PROPIA
El contacto entre los diversos mundos se produjo en un marco mucho más local que el proporcionado por un Estado universalista como el romano. En principio el bárbaro no era un extraño para los provinciales que habían tenido cinco siglos para acostumbrarse a su existencia como vecinos más o menos lejanos, comerciantes, mercenarios a veces unidos a sus mujeres y con hijos arraigados…
En el fenómeno de las migraciones la clave está en el fenómeno político-jurídico del foedus y en la organización fiscal del Estado romano, además del interés de los bárbaros en formar parte del Imperio conservando sus formas de vida.
En principio lo que movilizó a las grandes masas fue ponerse al servicio del Estado romano para la defensa de las fronteras y recibir a cambio alimentos y tierras donde habitar. Por tanto, no hubo una primera intención de invadir territorios, sino de emigrar a ellos; aunque en situaciones límites, y ante la imposibilidad o la negativa de los emperadores a establecer tratados, se generase violencia.
El foedus según G. Wirth implicaba una imposición de condiciones previas y la libertad de romper el pacto en caso de que los emperadores les traicionasen o por intereses propios, siendo una aceptación como un mal menor que hubiera sido mejor evitar relegándolos a los espacios inhóspitos de más allá de las fronteras.
Por otro lado tenemos que hablar del reparto de tierras, que no se sabe si se produjo el trasvase de la propiedad que estaba exenta de tributos y cargas; si eran tierras baldías o abandonadas o si se despropiaron tierras de grandes y medianos propietarios. El modelo jurídico de las tercias y suertes ha sido calificado como J. Duliart un “salario de la paz social”; los bárbaros recibirían un tercio de la recaudación fiscal de las tierras imperiales, expropiadas, o vacías trabajadas por esclavos. Ello supone, según W. Liebeschuetz como una relación entre ambos grupos en un plano de mayor igualdad.
Por otro lado tenemos que hablar de la presión fiscal que ejercía el Imperio en sus tierras. Ante ello, ante la excesiva presión fiscal nos cuenta Salviano de Marsella que las provincias occidentales, hartas de la presión fiscal, opten por ponerse bajo la protección de un señor (los conocidos patrocinio vicorum y vicanorum), aumentando aún más el poder de la nobleza territorial que habría de ser la interlocutora perfecta de los bárbaros. Quienes rechazaron esta opción se pasaron al bárbaro, recobrando con ello la libertad perdida en aras de un Imperio con el que no se identificaban.
Además, hay que considerar que la permanencia de los invasores en los territorios no se habría dado sin la cooperación estrecha de esos provinciales. Debemos hablar ahora de la tercera forma de reacción ante los invasores: la huida a la revuelta o bagauda, cuyo comienzo se da en el siglo III y es más habitual en el siglo V, coincidiendo con las invasiones, en oposición al poder establecido en Occidente, por lo cual apoyaron a los bárbaros.
En síntesis, por encima de todos los conflictos existentes entre bárbaros, provinciales y romanos en la tardorromanidad, siempre perduró, y finalmente triunfó, el deseo fuertemente arraigado en los tres colectivos de vivir en paz y en armonía en unos territorios que las guerras prolongadas sólo podían agostar.
III. EL CRISTIANISMO Y LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO
1. INTRODUCCIÓN: EL CRISTIANISMO COMO CAUSA DE LA “CAÍDA” DE ROMA
Un factor más al que se ha aludido como partícipe en la “caída” del Imperio Romano ha sido el cristianismo, cuya difusión y consolidación coincidió con el período de la “decadencia”. Es en el siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, cuando diversos autores acusen al cristianismo de haber contribuido al desastre del Imperio, imponiendo la irracionalidad y la intolerancia frente a la tolerancia del sistema religioso romano.
1.1 El punto de partida: las consecuencias de la conversión de Constantino
La conversión de Constantino al cristianismo, cambió el rumbo de la historia de Occidente, según la tradición, en el año 312 d.C., año de su conversión. Así, el cristianismo dejaba de ser un credo perseguido. Ello suponía una verdadera revolución, ya que se reconocía a la Iglesia como una institución dentro del Imperio con notables privilegios, siendo favorecida y protegida por el Estado.
Con, y a partir de, Constantino, en Roma comenzaron a levantarse iglesias a expensas de las arcas del Estado, así como la demolición de viejos edificios para levantar iglesias, como la de San Juan de Letrán; junto a ella, la esposa del emperador, Fausta, cedió unos terrenos donde se alzó un palacio destinado a ser la residencia del papa de Roma hasta el tardo Medievo.
En el verano del año 325 d.C., tuvo lugar el Concilio de Nicea, en Asia Menor, como un instrumento de unificación y para resolver la controversia teológica arriana, sin zanjar el problema. Además, la presencia de los sacerdotes implicaba que éstos habían aceptado la tutela y la sanción imperial. Desde época de Constantino en adelante no será nada extraño encontrarlos en la corte formando parte del grupo de los consejeros del César.
En cuanto a los motivos de su conversión al cristianismo, hay varias ideas. Para la historiografía cristiana Constantino fue presentado como un modelo de piedad y un instrumento de la Providencia divina; y para la opinión pagana un oportunista y que su conversión fue el inicio que condujo a la ruina al Imperio.
A pesar de su conversión, siguió manteniendo el cargo de pontífice máximo, el de mayor responsabilidad de la religión romana y la fundación de Constantinopla como contrapunto a la Roma pagana se hizo siguiendo los ritos paganos tradicionales. En el año 337 murió y fue enterrado en un gran mausoleo que él había hecho construir junto a la iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla.
2. UN SIGLO MÁS TARDE: EL CRISTIANISMO, RELIGIÓN OFICIAL DEL ESTADO
Fue a fines del siglo IV d.C., cuando el Estado se convirtió en un Estado cristiano confesional. Ello implicaba una religión monoteísta, cuando desde sus inicios la religión romana había sido politeísta. El mismo día que se publicó el Edicto de Tesalónica, el emperador Teodosio (380) emitió una ley contra el paganismo.
En la época de Teodosio el cristianismo había alcanzado a todas las clases sociales. A los pobres ofrecía protección material; a los ricos oportunidades socioeconómicas para hacer carrera. El Senado de Constantinopla estaba compuesto por una abrumadora mayoría de cristianos desde su origen.
En el año 382 Graciano mandó que el altar de la Victoria (símbolo de la lucha de los Senadores que se habían opuesto al cristianismo) fuera retirado, y rechazó el cargo de pontífice máximo, retiró los privilegios de que gozaban otros colegios sacerdotales, como el de las Vírgenes Vestales y retiró las subvenciones a los templos.
A fines del siglo IV el Senado de Roma era un órgano formado en su mayoría por paganos. Sin embargo, las leyes que se hacían contra el paganismo hicieron que muchas familias senatoriales se convirtieran.
3. UN MUNDO TRANSFORMADO: EL IMPACTO DEL CRISTIANISMO EN LAS ESTRUCTURAS DEL IMPERIO
El cristianismo hizo emerger varias figuras: obispos que disputaban el poder con funcionarios del Estado; ascetas; monjes de alta espiritualidad; peregrinos que viajan de un lugar a otro del Imperio… A partir de Constantino se asienta la idea de que el poder imperial depende de Dios, convirtiéndose los asuntos de la Iglesia en competencia del Estado. Como contrapartida, el Emperador cristiano es protector de la Iglesia.
La conversión del Imperio al cristianismo hizo que la organización de las festividades, ceremonias… antes asociadas al paganismo fueran mutadas por las cristianas, lo cual también implicaba un cambio en las fechas de dichas ceremonias. También cambió la morfología de las ciudades con la proliferación de la construcción de basílicas, monasterios, edificios en memoria de los santos y los mártires… También la vida familiar, las relaciones sociales y tantos otros aspectos de la vida cotidiana se vieron transformados lentamente por el cristianismo.
4. UNA FECHA PARA LA “CAÍDA” DE ROMA: LA PERCEPCIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA MODERNA
Para la historia actual, el año 476 d.C., supone el paso de la Antigüedad a la Edad Media. Ello no fue percibido por la gente de esa época ya que lo sentían como una continuidad, a pesar de que algunos vieron la crisis del Imperio, y que éste se había “trasladado”, como así pensaba Carlo Magno.
Diversas son las fechas propuestas para establecer la “caída” de Roma: el año 180 d.C., con la muerte del emperador Marco Aurelio se habla de “Antigüedad tardía”; el año 395 d.C., con la separación del Imperio por parte de Teodosio; otros el año 330 d.C., con la fundación de Constantinopla; el año 312 d.C., con la conversión de Constantino al cristianismo; y finalmente el año 476 d.C., con la deposición del último emperador Rómulo Augústulo por parte de Odoacro.
5. PERCEPCIONES PAGANAS Y CRISTIANAS DE LA DECADENCIA
Los hombres de la Antigüedad tuvieron una percepción de la “decadencia”, del envejecimiento del Estado mucho antes de que Roma diera síntomas claros de decrepitud, tales como Polibio (siglo II a.C.), Salustio, Cicerón o Tito Livio.
Para los antiguos, tanto paganos como cristianos, el fin de Roma suponía el fin del mundo. En época cristiana se compusieron varios Apocalipsis, el más importante e influyente de todos el Apocalipsis de Juan del siglo I d.C. Por su parte Hipólito de Roma propuso la fecha del fin del Roma el año 500 d.C., y no iba desencaminado, al menos en lo que respecta al Imperio de Occidente.
Por otro lado, muchos de los males que asolaban a Roma eran vistos por la pérdida de religiosidad. Así entendieron la derrota en la batalla del lago de Trasimeno contra Aníbal: los romanos habían olvidado sus compromisos religiosos. Además, las desgracias se achacaban al monoteísmo de los cristianos y éstos respondían que mucho antes que apareciera el cristianismo ya Roma había sido asolada por muchas desgracias.
El siglo III d.C., era un siglo malo para todos, pero especialmente para los cristianos, que sufrían con particular violencia en el norte de África las persecuciones del emperador Decio. Nos dice Cipriano que estas persecuciones provocaron la ira divina y los males del Imperio.
6. “QUANDO CADET ROMA, CADET ET MUNDUS”. EL IMPACTO PSICOLÓGICO DEL SAQUEO DE ROMA POR ALARICO
Tanto en los escritos cristianos como paganos de los siglos IV y V d.C., se advertía un fin inminente de Roma. San Agustín advertía de la pérdida de antiguas virtudes y degradación moral.
En el año 410 d.C., Roma caía ante Alarico, una tragedia sin precedentes, o con precedentes muy lejanos (siglo IV a.C., ocupada por los galos). Sólo es a partir de esta fecha cuando romanos, paganos y cristianos tuvieron una percepción clara de que algo irreparable había sucedido y de que el Imperio nunca volvería a ser el mismo.
La toma de Roma en el 410 d.C. tuvo sus precedentes a partir del 401 d.C. cuando Alarico cruzó los Alpes y puso sitio a la ciudad de Aquileya, mientras Roma reforzaba sus murallas. Unos años después Alarico llegó a las puertas de Roma. Tras dos asedios, el 24 de agosto de 410 d.C. tuvo lugar el tercer y último asedio, y sometió la ciudad al pillaje durante tres días. Tras cometer atrocidades, puso rumbo a Sicilia, a la cual no pudo llegar ya que una tormenta se lo impidió. Esta tormenta fue vista por los cristianos como la intervención de Dios, y los paganos decían que había sido obra del ídolo que estaba situado en el puerto de embarque.
Tal fue el impacto de la caída de Roma que un monje de Edesa, Isaac, escribió un poema a la caída de Roma.
7. LA POLÉMICA ENTRE PAGANOS Y CRISTIANOS SOBRE LA RESPONSABILIDAD DE LA CAÍDA DE ROMA
Paganos y cristianos coincidían en algo: la caída de Roma era un gran desastre, pero cada parte ofrecía diferentes respuestas a la pregunta “quién es el responsable”. Para los paganos, la cristianización oficial del Imperio había sido la causa de la caída de Roma, ya que los cristianos habían renegado de los dioses tradicionales, hasta entonces protectores del Estado. Así, el saqueo de Roma ofrecía un buen argumento para sacar a la luz las críticas de los paganos. Además los paganos decían que de nada les había valido a los cristianos su Dios, pues sufrieron lo mismo que los paganos, murieron igual y quedaron igualmente sin sepultura.
8. LA RESPUESTA DE SAN AGUSTÍN A LAS CRÍTICAS DE LOS PAGANOS: LA CIUDAD DE DIOS
Los argumentos dados por los cristianos respondiendo a las críticas de los paganos se resumen en la gran obra de San Agustín, Ciudad de Dios. Ésta se basa en demostrar a los paganos que sus acusaciones no eran ciertas.
San Agustín decía que las desgracias en Roma se habían sucedido desde antes de la aparición del cristianismo, y que las victorias en la guerra de Roma no eran por la protección de los dioses sino por la pericia y la virtud de los soldados romanos. Además, en cuanto al asalto de Alarico, minimiza los efectos argumentando que los asaltos a las ciudades habían sido siempre así. Además, pone de relieve el hecho inédito de que Alarico respetara las iglesias como lugares de asilo. Además, prosigue, que la catástrofe habría sido mayor sin el cristianismo, debiendo estar agradecidos los paganos.
Por otro lado tenemos la obra de Paulo Orosio (de origen hispano) Historia contra los paganos. Orosio nos dice que los males habían sido peores antes de la llegada del cristianismo y que éste había surgido a la vez que Augusto, es decir: un único Dios y un único Emperador. Así la monarquía se convierte en el instrumento privilegiado del triunfo del cristianismo, constituyendo sobre la tierra el reflejo de la monarquía divina.
Pasado el impacto del saqueo y recuperada la rutina de la vida en la urbe, se volvió a creer en la Roma eterna. Así lo anuncia Rutilio Namaciano en su poeama e reditio suo.
9. LA DECADENCIA DE ROMA VISTA POR LOS INTELECTUALES PAGANOS: LA RESPONSABILIDAD DEL CIRSTIANISMO
Parece ser que las obras paganas del período no hicieron demasiado hincapié en las críticas al cristianismo posiblemente por la tolerancia pagana. Lo que no toleraban los paganos era la pretensión de monoteísmo y la promoción del cristianismo a religión de Estado.
Tenemos al autor Zoísmo, el autor anticonstantiniano más severo. Su Historia empieza en la época de Constantino, momento a partir del cual se iniciaba la decadencia de Roma. Esta obra pretende cubrir la historia del Imperio Romano los cuatro primeros siglos del Imperio concluyendo con el saqueo de Roma de Alarico momento, para él, que suponía el fin del Imperio Romano. Para él las dos causas son el fin del paganismo y la incorporación de los cristianos al Imperio.
Odia, en primer lugar, a Constantino por haber descuidado los ritos paganos y haber introducido el cristianismo; y a Graciano por inaugurar la política de intolerancia hacia los paganos y rechazado el título de pontifex maximus. Y a Teodosio lo culpa de haber impuesto el cristianismo como la religión única. Este último es presentado en el libro IV como un hombre débil de carácter, derrochador, corrupto y apasionado por el lujo, además de cómo un nefasto político al haber introducido a abundantes germanos en su ejército, descripción contraria a la que de él hace San Agustín en Ciudad de Dios.
Son dos versiones que ilustran el encuentro entre dos modos de comprender el universo de la Antigüedad tardía.
10. EL CRISTIANISMO Y EL FIN DEL IMPERIO ROMANO: INTERPRETACIONES MODERNAS DEL PROBLEMA
Es en el Renacimiento cuando se planteó el problema de la relación entre la Iglesia y el Estado romanos. Fue Löwenklav (luterano) quien abrió el camino a un campo de discusión, el de la relación entre la cristianización del Imperio y la crisis del mundo antiguo.
En el siglo XVII, J. Godefroy llevó a cabo el primer estudio crítico de la Vida de Constantino, de Eusebio de Cesarea, cuya autenticidad empezó a ser discutida y resurgió la crítica pagana antigua a Constantino. Es también en el siglo XVII cuando el protestante Hugo Grozio, exaltó la simplicidad, brevedad y claridad de las leyes de los pueblos germánicos, lo cual les había hecho superiores a los romanos y su pureza e inocencia explica por qué Dios les dio tanto vigor y los prefirió a los romanos. Además, tanto Grozio como Le Sueur exaltaban la pureza de la vida religiosa de los cristianos de los primeros siglos.
La conversión de Constantino fue el tema central de estudio y crítica durante el siglo de la Ilustración, el siglo XVIII. Así Voltaire y Montesquieu afirmaban que el cristianismo estaba implicado en la decadencia del Imperio. Por otro lado tenemos al inglés Edward Gibbon, quien creía que el cristianismo actuó en el Imperio con una fuerza destructiva por su carácter irracional e intolerante, teniendo Constantino la responsabilidad principal de la decadencia y caída de Roma.
Finalmente, Arnaldo Momigliano nos dice que la prosperidad de la Iglesia fue a la vez consecuencia y causa de la decadencia del Estado, los mejores hombres trabajaban para la Iglesia y no para el Estado. Concluye diciendo que ninguna interpretación de la decadencia del Imperio Romano puede considerarse satisfactoria si no tiene en cuenta el triunfo del cristianismo.
IV. CLAVES ECONÓMICAS Y SOCIALES DE LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO EN OCCIDENTE
LA HIPÓTESIS ECONÓMICA.
Análisis multifactorial:
Agricultura: producción y productividad.
En la época tardoantigua el poder tradicional de la aristocracia entró en competencia con los nuevos grupos que controlaban el Estado: los ecuestres, los soldados.
El desarrollo agrícola fue la constante preocupación de los agronomistas. Tenían como objetivo real obtener el máximo rendimiento minimizando los costes. En el Bajo Imperio tenemos tres categorías:
Las grandes propiedades rurales. Trabajadas por colonos
Las explotaciones de extensión mediana.
Las pequeñas propiedades. Explotadas por campesinos-propietarios.
El nuevo sistema de explotación era el de la distribución en parcelas (fundi) de la superficie cultivada y la cesión de la a coloni no propietarios a cambio de una renta o un canon. Este nuevo sistema se caracterizaba por la dificultad de producir excedentes comercializables y se generalizó la tendencia hacia una producción de autosuficiencia.
1.2. La fiscalidad
La tesis de la presión fiscal como factor responsable de la crisis social y económica debe ser revisada. Con el nuevo sistema de explotación, ahora la carga fiscal real, de facto, recaía sobre los campesinos libres o sobres los tenentes de la propiedad, y no sobre los grandes propietarios, los cuales evadían pagar la obligtación fiscal impuesta por el Estado. Orosio nos dice que ante la presión fiscal existente, los provinciales prefirieron vivir en pobreza entre los bárbaros. Así también nos lo dice Salviano de Marsella (siglo V d.C.).
1.3. Moneda: el problema de oro
Un amplio sector de la historiografía moderna ha considerado al oro como un factor clave de la economía tardorromana. Recientes estudios permiten establecer una serie de puntos firmes en tres vertientes fundamentales del problema: reservas, moneda e impuestos.
En cuanto a las reservas, el Estado fue deficitario. Las reservas de oro en Occidente fueron fluctuantes hasta mediados del siglo IV, pero se incrementaron de forma notable en el último cuarto de siglo y primer tercio del V, descendiento drásticamente a partir de 440. Estas fluctuaciones se obtienen a partir del número y volumen de las emisiones monetarias conocidas entre 294 (reforma monetaria de Diocleciano) y 480 (época post-romana).
En segundo lugar tenemos la moneda. El sistema monetario fue reformado en varias ocasiones, por lo que las emisiones de monedas de oro de los siglo IV y V formaban un conjunto complejo sin que en ningún momento se pueda hablar de monometalismo dado que la convertibilidad de las sumas en estos valores nunca fue exacta ni estable como se requeriría en un sistema monetario de estas características.
Finalmente tenemos los impuestos. La mayor parte de éstos se pagaban en oro por los provinciales, pero el Estado obtuvo oro también de las confiscaciones de los tesoros de los templos paganos realizadas sobre todo por Constantino. Hacia mediados del siglo IV se criticó que la política monetaria se hacía a favor del oro en detrimento de las economías menos acomodadas, basadas en la circulación de plata o bronce.
La política monetaria bajoimperial fue una lucha monetaria entre el bronce y el oro, saldándose dicha lucha a favor de este último metal, por su mayor poder adquisitivo y, hacia el 370 comenzó a frenar la inflación, superándose así una crisis monetaría endémica que había obstruido la formación de nuevos grupos económicos.
1.4. El problema financiero
Las necesidades financieras del Estado debido a las guerras casi continuas en las fronteras, la duplicación de las sedes imperiales de Oriente y Occidente, la recuperación urbana, las obras públicas…todo ello en suma hizo que el Estado necesitara más recursos financieros. Los grandes propietarios residentes en las ciudades tenían latifundios, y sobre éstos recaían los impuestos, pero no daba productividad dichas tierras. Debido a ello, el Gobierno bajoimperial fomentó una serie de instituciones agrarias (colonato, enfiteusis, epibole) que garantizaran, en principio, la conversión del terreno improductivo en productivo.
1.5. Comercio y artesanado
El mercado se localizó casi únicamente en las ciudades o sus alrededores, debido a que las comunidades agrícolas vivían generalmente en un régimen de autosuficiencia. Las necesidades comerciales se mantuvieron en las ciudades, que vivían a expensas de los productos agrícolas. Sin embargo, es muy probable que los mercaderes llevaran sus mercancías hasta las grandes villae rurales, ubicadas generalmente lejos de las ciudades y de las grandes vías romanas.
Los intereses económicos de comerciantes y mercaderes quedaron prácticamente al margen de las necesidades del Estado, aunque Constantino creó el impuesto del crisárgyron para gravar también sus actividades. En otros casos el Gobierno imperial decretó exenciones tributarias a los navicularii que pusieran sus naves a disposición del Estado para el transporte de la annona.
Muy vinculado a los comerciantes era el artesanado, trabajo desarrollado principalmente por esclavos, los cuales se especializaron en su oficio de forma brillante. Sin embargo, la disminución de los esclavos a lo largo del Imperio dejó la producción en manos de libertos, lo que supuso una transformación importante del sector artesanal de las ciudades.
2. DIVERSIDAD REGIONAL
2.1. Oriente
La primera diferencia que hay es que mientras Roma, Occidente, tenía un millón de habitantes, la capital de Oriente, Constantinopla, apenas alcanzó el medio millón en la época de Justiniano. Además, en Oriente los campesinos son generalmente propietarios; en Occidente, en cambio, los grandes propietarios ceden la explotación de sus tierras a campesinos en régimen de arrendamiento (colonato).
2.1. La presión provincial de Occidente
La llegada de pueblos germánicos hacia el Sur por la migración de los hunos hizo que el Estado entregara a los grupos germánicos en calidad de federados de los romanos las tierras anteriormente abandonadas, por lo que se preocupó de fomentar el cultivo de los agri deserti otorgando ventajas fiscales a los cultivadores.
3. ECONOMÍAS DE LA TRANSICIÓN
3.1. ¿Economía monetaria o economía natural?: un debate moderno
Se ha barajado la dualidad entre economía monetaria y economía natural Mickwitz nos dice que coexistió esta dualidad: retribuciones en especia (en natura) y pago a los soldados y funcionariado en dinero. Por su parte, Mazzarino, nos habla de justo lo contrario.
Hacia el 300 las formas de la economía natural ocupaban una parte importante de las relaciones económicas del imperio Romano. Las contribuciones a la annona exigidas se hacían generalmente en natura. No obstante, la práctica de la adaeratio se aplicó primero a la annona y, más tarde, a otras operaciones: impuestos, sanciones, etc.
A comienzos del siglo IV la desmonetización de los sueldos era evidente, ya que las retribuciones se efectuaban en metal no amonedado y en productos en natura. Al pagar en especie el Estado reducía la circulación de moneda devaluada, que quedó restringida a las transacciones entre particulares. De esta forma se apuntaba hacia una de las clavas para superar la inflación: el control de los valores monetarios.
Así, durante el siglo IV los impuestos pagados en un principio en natura, serán pagados en dinero y ya en el 380 en oro.
3.2. Formas de producción e intecambio
Las diferencias entre ciudad y campo en el mundo antiguo se refieren tanto a aspectos cuantitativos (indicador demográfico) como cualitativos. En la ciudad apenas vivía un 25% de la población, mientras que es en el campo donde se concentraba la mayor parte de la población. La proporción entre beneficios derivados de la agricultura y los de producción no agrícola se estimó en 20:1, siendo una vicésima, 5%, la producción no agrícola.
Además, no podemos igualar trabajo agrícola con vivir en el campo. Podría ser que hubiera trabajadores agrícolas que vivieran en la ciudad.
3.3. ¿Estrangulamiento del mercado?
Desde mediados del siglo IV d.C se habían roto los tradicionales circuitos comerciales por lo que el mercado se restringió a ámbitos regionales y locales, por lo que se cambiaron las relaciones económicas, ahora basados en centros de producción y centros de consumo, por lo que hacían innecesario la presencia de intermediarios y la actividad comercial se vio seriamente afectada.
A pesar de ello, el comercio no se interrumpió y como prueba de ello es la relación de tarifas del transporte de productos por vía marítima entre Oriente y Occidente recogido por el Edicto de Precios del 301.
3.3. Régimen de autosuficiencia y autarquía local
Debido a un sistema de mercado tradicional y sobre todo al alza de precios asistimos a la formación de un régimen de autosuficiencia, propio de la economía de subsistencia de un sistema de mercado precapitalista. A pesar de que el comercio no desapareció, sí se redujo considerablemente el mercado urbano a favor de otros mercados rurales.
3.4. Campo y ciudad: una vieja polémica
El fin del Mundo Antiguo debe entenderse con la desaparición de las ciudades. Cada ciudad constaba de un núcleo habitado y su territorium. La civitas fue la célula en torno a la cual se configuró el Estado Romano. Con la centralización del poder en el emperador, el modelo se modificó, pero siguieron creándose ciudades o promocionando a esta categoría a pequeños núcleos preexistentes.
Dos diferencias son las que caracterizan a la ciudad y al campo: la demografía y la economía. Mientras que en el campo vivían de manera dispersa en numerosas aldeas, en el medio urbano la población estaba concentrada; en las ciudades residían entre el 70% y el 90% de la población total del Imperio. Por otro lado tenemos las diferencias económicas. En el campo se producían los excedentes destinados a abastecer los mercados urbanos; en la ciudad predominaban las relaciones económicas establecidas sobre bases monetarias.
Otra diferencia más es que la población agraria aportaba el grueso del Ejército romano. Las ciudades eran también centros administrativos y políticos en las cuales residían las autoridades locales y provinciales.
Desde fines del siglo IV d.C., vemos que hay un cambio. Vemos el progresivo protagonismo de los potentes y las villae rurales es paralelo al debilitamiento de los gobernadores provinciales y de las provincias como unidades organizativas básicas del poder político y económico del Imperio.
4. LA INTERPRETACIÓN SOCIAL
Una sociedad polarizada
4.1. “Honestiores” y “humiliores”
Como en otros momentos de la Antigüedad, las fuentes no hacen referencia a las clases sociales más allá de los honetiores y los humiliores durante la época tardorromana, probablemente motivado por los conflictos que surgieron.
Entre los primeros encontramos al orden senatorial, ecuestre y decurional, así como a los generales rigos y los dirigentes, así como los honorati, veterani, navicularii, y las profesiones liberales. Entre los segundos tenemos a la plebe, pequeños propietarios, coloni, operarii, fabri, libertos y esclavos.
En definitiva, la sociedad tardorromana estaba configurada básicamente en torno a categorías económicas y políticas, si no ideológicas (cristianos, paganos; romanos, bárbaros).
4.2. “Potentes” y “tenuiores”: ricos y pobres
Los potentes debían su condición al poder económico que les proporcionaba su riqueza. Los textos tardíos se refieren a ellos como personas que obstruyen la administración de justicia, presionan a funcionarios imperiales y provinciales, sobornan…
En el contexto religioso tardoantiguo la división del mundo entre ricos y pobres no era sino expresión de la voluntad divina. La Iglesia se erigió en defensora de los pobres. Pero también hacía una distinción entre ricos buenos y malos, así como entre pobres buenos y malos. Además, no es de extrañar que la pobreza se convirtiera en regla común del monacato cristiano o que los padres de la Iglesia realizaran frecuentes elogios de la pobreza aun cuando no criticaran abiertamente la riqueza, no cuestionando el orden social establecido.
4.3 Protectores y protegidos: patronato y patrocinio
En la configuración progresiva de la sociedad tardorromana tuvieron gran incidencia las relaciones de patrocinio campesino, inspiradas en el modelo tradicional romano del patronato urbano.
La vinculación del colono a partir especialmente de 371 a la tierra transformaron a su vez al colono en usufructuario perpetuo de la tierra, a cuyo cultivo quedaron obligados por ley sus descendientes.
Ante la presión fiscal, muchos colonos huyeron a otros dominios en busca de protección frente a las obligaciones estatales. Así, el dominus fundi se convirtió en patronus de sus colonos y de los colonos ajenos acogidos por él, hasta el punto de que el patrocinio alcanzó no solo a campesinos, también aldeas enteras. Así, el patrocinium bajoimperial ha sido considerado también como una de las claves de la transición al Medievo.
5. MECANISMOS DE INTEGRACIÓN SOCIAL
5.1. Las “villae”
En las villae bajoimperiales se conviertieron en residencias permanentes de los propietarios, sus familias así como el personal vinculado. Ello presupone el cambio de residencia de los potentes de la ciudad a las villae rurales. En este cambio intervino de forma decisiva la presión fiscal y los munera publica asignados a los propietarios de los municipios.
Esta transformación progresiva en las provincias occidentales se operó antes que en las orientales, donde el modelo urbano estaba más arraigado. En las Villae, cerca, se ubicaron mercados periódicos, y se transformaron éstas en centros agrourbano. No parece que en las villae se hayan instalado talleres de producción cerámica, ya que las necesidades de éstas se cubrieron generalmente mediante el abastecimiento de talleres ubicados en aldeas (vici) próximas o no a ellas. Así, se fueron generando nuevos centros de poder en torno a las villae.
5.2. El fenómeno de la adscripción a la tierra
El nuevo sistema fiscal de Diocleciano, iugatio-capitatio se basaba en el impuesto sobre la tierra que recaía tanto en los propietarios de las tierras como los colonos no propietarios. Para la buena recaudación, éstos debían estar localizados o al menos vinculados a la tierra. El colono se comprometía a mantener en cultivo la parcela de la tierra arrendada, mientras que el propietario sería el único responsable ante el Fisco de los impuestos estipulados por el Estado por su posesión de explotación. Esta era una ley que transfería la responsabilidad fiscal de la tierra al propietario del dominio, pero al mismo tiempo adscribía definitivamente a los colonos de la tierra que cultivaban, y el Estado se garantizaba la capacidad productiva y contributiva de colonos y propietarios.
5.3. Vinculación al oficio por ley: los curiales
Los emperadores del siglo IV establecieron por ley la vinculación de cada ciudadano a su oficio. En realidad, estas medidas implicaban, con el fin de evitar la movilidad social y espacial, la conversión de los cargos y oficios en hereditarios.
De esta manera, las familias que se habían dedicado a la vida política ya no querían seguir desempeñando responsabilidades políticas. Se puede afirmar que la pertenencia a la curia dejó de ser atractiva para muchos ciudadanos. Los curiales debían responsabilizarse no sólo de los impuestos del municipio, sino también de financiar los gastos públicas, desde época constantiniana. Además, hacia 330 el cargo de curial se hizo hereditario, pero esta medida no resolvió el problema.
5.4. La figura del obispo
La presencia de obispos en ciudades y pueblos evitó coyunturalmente un inminente vacío de poder en los ámbitos municipales. Los obispos, potenciales autoridades locales, se vieron a menudo implicados en cuestiones de recaudación fiscal, al menos en Oriente. En Occidente, en cambio, los obispos fueron un elemento clave para incitar a los provinciales contra los bárbaros. Algunos obispos, incluso, se vieron implicados en los más importantes conflictos sociales de la época, la bagauda galo-hispánica.
6. DESCONTENTO Y FORMAS DE RESPUESTA SOCIAL
6.1. Grupos sociales descontentos e injusticia social
El sistema económico bajoimperial generó el descontento social en amplios sectores sociales. Salviano de Marsella advierte como lógico que algunos se hayan convertido en bagaudas como consecuencia de las injusticias cometidas por el Imperio. Muchos provinciales, sin dejar de ser romanos, se sentían más próximos a los bárbaros asentados que a las autoridades imperiales, provinciales o locales.
6.2. Movimientos sociales tardorromanos
El denominador común de los movimientos sociales del bajoimperio fue la lucha contra el poder establecido, ya fuera Iglesia, Estado o autoridades locales. Además, el Gobierno central dejó de ser el referente legal para muchos ciudadanos.
6.3. El conflicto social en Occidente
Una diferencia aparente entre el conflicto social tardorromano en Occidente y el oriental es el componente campesino o urbano de las formas en que se manifestó. En las provincias del norte de África se soportó el conflicto donatista durante los dos últimos siglos del Imperio; en Hispania se produjo el conflicto priscilianista; en Galia, Britania y los Alpes el conflicto de los bagaudas a comienzos del siglo V.
6.4. El conflicto religioso
La rivalidad religiosa, la disidencia interna, el cisma… fueron las formas que adoptó el conflicto religioso tardorromano, también con un fuerte trasfondo social. Paganos, donatistas, circumcelliones, agonísticos y priscilianistas fueron algunos de los protagonistas. También afectó a la reciente Iglesia, especialmente en la Iglesia africana escindida en católicos y donatistas, provocando éstos últimos el cisma siendo condenados como cismáticos. El principal conflicto fue el de los circumcelliones (los que merodean por haciendas agrícolas). Eran desocupados, actuando en medios rurales. No debemos olvidar la querella priscilianista que afloró en Hispania en el último cuarto del siglo IV.
6.5. Rebeliones políticas
Algunos de estos conflictos tuvieron un matiz político. Así Firmo, cristiano del norte de África, fue apoyado sobre todo en las provincias occidentales mauritanas y un sector de la de Numidia, opuestos a la administración imperial al convertirse en enemigo de los romanos y ser aclamado rex maurorum. En el 397 su hermano Gildo, cuando se partió el Imperio, tomó parte por el emperador de Oriente, privando así a Roma del granero africano, al tiempo que proporcionaba al dirigente africano mayor autonomía que si se vinculaba a Honorio.
6.6. Revueltas sociales: “bagaudas”
En la bagauda participó la masa de grupos descontentos de diferente extracción social. Salviano nos habla de pauperes, lo que podría interpretarse como el término urbano equivalente a rustici. La lucha se planteó en principio contra el Estado romano o sus representantes provinciales. La rebelión se inició en la Armórica (noroeste de Galia) hacia el 407, reemergiendo con fuerza en la Galia hacia el 417. También en Hispania la bagauda tuvo su presencia, al noreste de la Tarraconense, limitándose al área del valle del Ebro, y localizada las acciones en los centros urbanos y la Iglesia parece estar directamente implicada en el conflicto. Entre los años 441 y 445 los bagaudas de la Tarraconense fueron finalmente derrotados por un ejército de federados visigodos al mando de Federico, hermano del rey visigodo Teodorico II, que actuó militarmente por orden de Roma.
La historiografía marxista, cuestionada, ha dado a esta revuelta un matiz de lucha contra los grandes propietarios. Sin embargo, si así fuera, los colonos deberían haberse mantenido en su bando. Sin embargo, pudieran ser las ansias autonomistas, separatistas e incluso independentistas, además de acciones contra los centros urbanos, las que explicarían esta revuelta.
7. ¿Evolución, colapso o revolución?
En primer lugar, los conceptos de evolución y revolución, antitéticos, aquí podrían haberse dado a la par. Podría ser que en un proceso evolutivo, hubiera pequeños tintes revolucionarios, y viceversa.
En cuanto al colapso, se ha dicho que el colapso romano fue fruto de un Imperio demasiado extenso; que no fue innovador; que no pudo soportar los gastos militares; o que se dedicó a explotar a la plebe, o que la riqueza acumulada por aquélla fue poco a poco minada por ésta.
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Enviado por: | Gustavo Martín |
Idioma: | castellano |
País: | España |