Geografía


Geografía humana


GEOGRAFÍA DE LA POBLACIÓN

(GEOGRAFÍA HUMANA)

I.- INTRODUCCIÓN

La Geografía de la Población surgió en los años cincuenta, a partir de la aparición en 1951 del libro Introduction a l´etude géographique de la population du monde, de Pierre George, y de las obras de Trewartha. Influyeron en ello los problemas poblacionales de la posguerra, el desarrollo metodológico de la Demografía y la mejora de la información estadística.

La Geografía de la Población comparte con la Demografía métodos y contenidos, aunque el enfoque da prioridad a los aspectos espaciales de los fenómenos y fragmenta el espacio en territorios de distinta naturaleza y escala.

El campo específico de la disciplina no está completamente delimitado pero se considera aspectos nucleares a la dinámica y estructura demográfica, la distribución espacial o las migraciones. En cada territorio se presta mayor atención a los problemas que les afectan (por ejemplo, en Europa Occidental a la inmigración y al envejecimiento).

Con los años, la metodología ha ganado en rigor y profundidad, ha aumentado el uso de técnicas cuantitativas que utilizan estadísticas cada vez más complejas y los ordenadores permiten automatizar la cartografía o confeccionar gráficos con gran rapidez. Se utilizan modelos predictivos y teorías explicativas. Se investiga el origen de los fenómenos, su cómo y su porqué. Los estudios pasan del enfoque macro al micro, se ocupan de los procesos y se estudian fenómenos concretos en áreas reducidas.

La Geografía de la Población explica comportamientos pasados, pero también diagnostica la actualidad y detecta problemas subyacentes que ayudan a predecir la evolución futura de la población, por lo que es de gran utilidad en estudios de mercado y en la actuación política (P.G.O.U., programación educativa, servicios sociales...)

II.- LAS FUENTES DEMOGRÁFICAS

Los países más avanzados disponen de datos fiables desde comienzos del siglo XIX. La época anterior, o precensal, dispuso de datos cada vez más fiables conforme se aproximaba a la era contemporánea.

La aparición de censos modernos o de registros civiles no siempre garantiza una información adecuada; a veces, las fuentes son incompletas, erróneas o deformadas interesadamente. Por ello, deben usarse con mucha precaución y espíritu crítico.

1.- Fuentes precensales y métodos para su estudio

El estudio de las poblaciones del pasado corresponde a la Demografía Histórica. Pero también la Geografía analiza el pasado cercano, primando la dimensión espacial de los hechos al analizar asuntos como la fecundidad, la mortalidad o las migraciones.

Las fuentes de la demografía histórica pueden ser directas e indirectas.

Las fuentes indirectas no son demográficas pero proporcionan información utilizables en estudios de la población: volumen de impuestos, repartos (de la sal, del médico, del equivalente...), efectos de una epidemia o listados de la misma. Están sujetas a una fuerte posibilidad de error.

Las fuentes directas son principalmente los recuentos generales, los padrones municipales o listas de vecinos y los registros parroquiales.

Los recuentos son el precedente de los censos modernos, pero:

- suelen contar vecinos y no habitantes

- tener una finalidad fiscal o militar, lo que puede originar exenciones.

[En Castilla destacan el Catastro de Ensenada (1749-53) o los censos de Aranda (1768-69) y Floridablanca (1786-87)].

Los padrones municipales o listas de vecinos eran elaborados por los ayuntamientos. En general:

- eran para repartir cargas por lo que contabilizaban vecinos, no habitantes;

- el concepto de vecino expresa una unidad fiscal, normalmente una familia;

- son importantes para los estudios locales, aunque adolecen de ocultamiento;

- es necesario encontrar un coeficiente multiplicador: depende de tiempo, lugar, grado de ocultación, contabilización de viudas y huérfanos. (Existe una amplia variedad de coeficientes).

Los registros parroquiales son el precedente de los actuales registros civiles:

- recogen información sobre bautismos, matrimonios y defunciones;

- son obligatorios desde el Concilio de Trento (1563), y desde 1614 los de defunciones, pero ya existían antes;

- la explotación demográfica ha dado lugar al método de reconstrucción de familias, de L.Henry y M.Fleury, que vacían la información en fichas individuales.

2.- Censos, padrones y registros de población

Reúnen, resumen, analizan y publican datos de tipo demográfico, cultural económico y social de los habitantes de un país y de sus unidades político-administrativas, referidos a un instante o período concreto.

En España es el Instituto Nacional de Estadística quien lo realiza cada 10 años desde 1857 (desde 1900, en los años acabados en O; desde 1981, en los acabados en 1).

Los censos se diferencian de los anteriores recuentos porque:

- su finalidad es estrictamente demográfica;

- la enumeración es individual, no por vecinos;

- es universal, sin excepciones ni duplicaciones;

- los datos son simultáneos y su periodicidad determinada.

Los censos se inician en la Europa nórdica a mediados del siglo XVIII.

La realización de un censo es muy gravosa. Requiere previamente:

- la preparación de mapas y listas de lugares,

- la determinación de los datos necesarios,

- la elección de preguntas y tabulaciones,

- la forma de enumeración,

- el diseño del cuestionario,

- la elección del procedimiento de proceso de datos y

- la formación de los agentes censales.

Después viene la propia ejecución del censo, mediante entrevista con el agente o autoenumeración, en la que los cabezas de familia (o persona principal) rellenan los datos; las preguntas deben ser claras, hay obligación de contestar, pero los datos son confidenciales.

Posteriormente se codifican y graban los datos, se detectan y corrigen errores y, finalmente, se obtienen las tablas y se publican los datos.

La principal ventaja del censo es que es la fuente demográfica que suministra una información más detallada con gran número de variables.

Son imprescindibles (según las recomendaciones de la ONU):

- el lugar de residencia habitual o en el momento censal,

- el lugar de nacimiento,

- la antigüedad de la residencia actual,

- el lugar de residencia en fecha anterior,

- la relación con la persona de referencia,

- el sexo, la edad, el estado civil,

- la nacionalidad,

- el número de hijos nacidos con vida,

- el nivel de instrucción, la instrucción elemental,

- los estudios en curso,

- la relación con la actividad, la profesión, la rama de actividad y la situación profesional.

El censo español, además de casi todas las anteriores, incluye otras cuestiones investigadas mediante pregunta directa o derivada por agregación de datos.

Algunos países incluyen aspectos étnicos, lingüísticos, religiosos o socioeconómicos.

Otras ventajas son la amplitud de la muestra (teóricamente, toda la población), la existencia de pocos apartados no contestados y el carácter periódico de su realización.

Las limitaciones principales son:

- la fiabilidad varía según países, (el nivel de preparación de los agentes censales es muy diferente, las dificultades económicas o políticas condicionan los censos en algunos países)

- la falta de sincronismo en la realización,

- no se adoptan las mismas definiciones de variable;

- las formas de agregación son sólo las unidades administrativas.

Muchas veces, el Censo utiliza dos conceptos para definir el número de habitantes:

a) La población de derecho, o residente en el municipio, aunque esté ausente en el momento en que se realiza la inscripción (por viajes laborales, de estudio o de ocio). Se halla sumando presentes y ausentes.

b) La población de hecho, aquella que efectivamente está en el municipio en el momento del recuento aunque resida habitualmente en otro lugar. Se halla sumando a los presentes los transeúntes.

El Padrón contiene la relación de personas de los términos municipales, con expresión de algunas características.

Son realizados por los ayuntamientos cada cinco años, pero cada año se realiza una Revisión del Padrón, que contabiliza las altas y bajas producidas (por nacimiento e inmigración y defunción y emigración, respectivamente), para conocer el total de efectivos del municipio en cada año del período intercensal.

Además de la periodicidad, Censo y Padrón se diferencian en que:

- el Censo es estadístico y estático (refleja la población en un momento dado) mientras el Padrón se actualiza constantemente;

- los habitantes deben comunicar los cambios de residencia y las alteraciones;

- la información es diferente, aunque hay aspectos comunes (el Censo es igual para todo el país y tiene mayor amplitud y precisión, aunque los ayuntamientos pueden incorporar algún tipo de pregunta a sus padrones).

- el censo es secreto y su publicación sólo numérica; el padrón es público y sus resultados pueden ser ofrecidos individualmente.

Los registros de población son instrumentos de carácter público que varían continuamente la información sobre la población, manteniéndose permanentemente actualizados.

El registro, en la época de los ordenadores y los números de identificación personal, podría haber sustituido a censos y padrones, pero su creación supone graves problemas de carácter burocrático, legal y económico.

Funciona en unos pocos países desarrollados, casi todos pequeños, y sus informaciones se han reducido.

3.- Estadísticas vitales

Se refieren a nacimientos, defunciones, matrimonios y aspectos relacionados con ellos.

Desde el Concilio de Trento estuvieron en manos de la Iglesia, pero en el siglo XIX se estableció en Europa el Registro Civil (en 1806 en Francia, en 1837 en Inglaterra y Gales, en 1871 en España), aunque su implantación fue lenta.

La información actual incluye datos sobre nacidos vivos, muertes fetales tardías, fallecidos, divorcios, abortos, legitimaciones, adopciones, separaciones, etc.

En España, hasta 1990, era obligatorio inscribir los sucesos biométricos en el lugar en que sucedían, no en el de residencia (en caso de muerte o parto en hospitales fuera del municipio del sujeto); hoy ya es posible hacerlo.

Existen grandes diferencias en contenido y calidad entre los países desarrollados y los países pobres. En los primeros, las cifras son completas, ofrecen una amplia desagregación espacial y mayor número de variables analizadas.

En el Tercer Mundo existe un subregistro importante, por variadas razones. Los principales factores explicativos del subregistro son:

- el analfabetismo de una parte de la población,

- la topografía accidentada y grandes distancias al Registro,

- las condiciones climáticas adversas,

- la ilegitimidad de buena parte de la población,

- el que no sea obligatorio en algunos países.

4.- Estadísticas de movilidad espacial

La movilidad espacial es más difícil de analizar que el movimiento natural de la población, tanto por la definición de migrante como por las numerosas fuentes existentes.

Las primeras estadísticas disponibles fueron las de los movimientos internacionales. No eran completas, ni exactas, ni comparables entre sí.

Recientemente ha mejorado mucho el conocimiento sobre trabajadores extranjeros, debido al fuerte control.

Los criterios son diferentes según épocas y países (temporeros, permanentes, definitivos...)

Las estadísticas sobre migraciones interiores son escasas. Los censos proporcionan informaciones útiles pero escasas e indirectas. Las fuentes directas se extraen de los cambios de residencia cuando es obligatorio declararlos y, aunque subestiman el número de migrantes, proporcionan datos útiles sobre las direcciones y características de estos fenómenos.

Las migraciones pendulares o habituales son todavía peor conocidas, por reducirse a encuestas o a métodos de estimación indirecta.

5.- Sondeos y encuestas

El sondeo es un censo parcial. Permite averiguar características con bastante exactitud pero impide conocer el volumen total. El método, por su baratura, se emplea en el Tercer Mundo. El problema es la adecuada elección de la muestra, bien eligiendo una subpoblación con idénticas estructuras que la población total o por azar.

Las encuestas se utilizan para obtener un tipo de información que no se recogen en las estadísticas generales. Son básicas en demografía cualitativa y sus finalidades y métodos son variados.

6.- Errores en los datos

Las estadísticas contienen errores, voluntarios o involuntarios, de quienes suministran información o de los agentes. También hay errores en el procesado y en la publicación.

Los errores de cobertura se refieren a personas no contabilizadas y otras contadas dos veces; en los censos se estima un error de cobertura del 1,5-2% en países desarrollados y puede superarse el 5% en los países pobres.

Los errores de contenido afectan a las características de los contados.

Existen diferentes procedimientos de verificación. El más simple consiste en considerar que la diferencia entre dos censos consecutivos debe ser igual al balance entre nacimientos y defunciones y la emigración neta.

Pt+n = Pt + Nt,t+n - Dt,t*n + Int,t+n - Emt,t+n

La comparación entre la población esperada y la censada permite detectar la existencia de errores en uno de los dos censos o en ambos. (Aunque también puede significar errores en el registro de nacimientos, defunciones o migraciones).

Otro segundo método es comparar los resultados con los obtenidos por otros fuentes. Por ejemplo, el subregistro de algunos países atrasados puede confrontarse con otros datos, como los de los libros parroquiales.

Otros sistemas pueden ser la reenumeración de una muestra de la población censada o el examen de la consistencia interna de la estadística manejada.

7.- Fuentes secundarias

Entre las fuentes demográficas secundarias se incluyen una variedad de diarios, informes, atlas, revistas periódicas, hojas de datos, etc.

La O.N.U. y sus organismos son los principales impulsores y productores de estas estadísticas. Entre sus publicaciones destaca, desde 1948, el Anuario Demográfico, con datos generales y estadísticas vitales; además, cada Anuario analiza detalladamente algún aspecto demográfico concreto. Sus datos proceden de la última operación estadística importante de cada país. La calidad varía en función de la naturaleza de los datos y de la antigüedad de los datos básicos; a escala global, el conocimiento es mediocre, porque la mayoría de los países del Tercer Mundo -que incluyen a tres cuartas partes de la población mundial- cuentan con estadísticas poco seguras o incompletas.

Otras publicaciones importantes son el Calendario Atlante de Agostini (desde 1904) y las Images economiques du monde, aunque frecuentemente utilizan como fuente las estadísticas procedentes de la O.N.U.

III.- DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LA POBLACIÓN

La distribución de la población, y los factores de que depende, son un tema que ha interesado desde siempre a los geógrafos para la ordenación del territorio y la planificación regional.

1.- Conceptos básicos

La densidad de población es la relación entre habitantes de un territorio y superficie de éste. Es un elemento descriptivo e impreciso, pero sencillo y práctico sobre la ocupación del espacio por la población. Al establecer comparaciones, ni los espacios son homogéneos, ni están uniformemente ocupados, ni las necesidades o niveles de vida son semejantes: establecer conclusiones sobre la superpoblación o no de un área a partir de la densidad bruta es arriesgado.

Para solucionar esos inconvenientes se ha ideado el concepto de densidad corregida. La población total se sustituye por una categoría de ella y la superficie sólo por una parte.

Ejemplos:

Población rural

Densidad rural: ---------------------

Superficie

Población que vive de la agricultura

Densidad agrícola: --------------------------------------------------

Superficie

Población que vive de la agricultura

Densidad agrícola específica:---------------------------------------------------

Superficie cultivada

El concepto de densidad crítica de población (C.D.P.), definido por W.Allan en 1965, mide la capacidad poblacional de un área en relación a un determinado sistema de utilización del suelo, expresado en términos de habitante por unidad de superficie.

c

C.D.P.= 100 b . --

a

Donde: a= porcentaje de tierra cultivada por métodos tradicionales.

b= factor de uso del suelo, o relación entre la duración de los cultivos y el barbecho.

c= factor de cultivo o superficie plantada cada año por persona.

2.-Métodos cartográficos de la distribución espacial de la población y el poblamiento

Los mapas coropléticos indican cantidades calculadas a partir de valores medios por unidad de superficie, que generalmente son unidades administrativas, por medio de tonos de color, sombreados, rayados, punteados o signos convencionales. Este tipo de mapas requiere observar una serie de precauciones generales y otras específicas cuando se usan en trabajos de población:

- sólo tienen algún sentido cuando se utilizan unidades espaciales pequeñas;

- los marcos administrativos son de fácil manejo cartográfico y estadístico, pero las variaciones de sus límites y la existencia en su interior de zonas deshabitadas les restan significación;

- exigen la elección de una buena escala de valor (pocos y bien contrastados) y una adecuada gama de sombreados.

Los mapas de puntos representan la población mediante puntos de igual o diferente tamaño, según el valor que se les asigne, los cuales se sitúan de la forma más precisa posible sobre los lugares correspondientes. Los puntos iguales son útiles para el poblamiento disperso y los territorios poco urbanizados. Para las zonas más concentradas y urbanizadas se utilizan círculos proporcionados (u otras figuras geométricas).

Los mapas de líneas isopletas son aquellos en los que las cantidades vienen indicadas por líneas de valores iguales; responden a una representación continua. Tienen ventajas e inconvenientes:

mitigan las variaciones bruscas y casi siempre irreales de la densidad en torno a una línea administrativa o convencional;

presuponen un gradiente que no siempre se da en la población, porque se puede pasar de sectores con fuerte concentración humana a zonas casi vacías.

La representación en tres dimensiones, pese a su expresividad, plantea problemas de lectura e interpretación: la identificación exacta es difícil; las porciones ocultan zonas deprimidas; la lectura exacta en dimensión vertical no es fácil.

3.- Las grandes desigualdades del reparto

La distribución de los habitantes sobre el planeta muestra un fuerte desequilibrio ante cualquier gran unidad geográfica de clasificación (hemisferios, continentes, altitud, países). Ejemplos de ello son que:

- casi el 90% de la población vive en el hemisferio norte, donde se sitúa la mayoría de las tierras emergidas;

- por continentes, las diferencias son aún mayores: Asia concentra el 58% de la población; Oceanía, sólo el 0,5% El Viejo Mundo sigue siendo la principal zona de asentamiento humano;

- en cuanto a latitudes, en el hemisferio norte, la mitad de la población vive entre los 20º y los 40º, mientras que sólo el 1,5% vive por encima de los 60º;

- en casi todos los continentes la mayoría de la población tiene una localización periférica y se sitúa por debajo de los 500 m de altura;

- los países desarrollados sólo cuentan con alrededor del 25% de la población.

Existen cuatro grandes focos de concentración:

Asia Oriental, que concentra la cuarta parte de la población del mundo con sólo el 3% de las tierras emergidas. Ahí se encuentran China y Japón.

Asia meridional, con un quinto de la población en menos del 2% de las tierras. Allí se encuentran India y algunos países musulmanes como Indonesia, Bengala Oriental o Paquistán.

Europa, con concentraciones importantes como la zona del cuadrilátero con vértices en París, Hamburgo, Londres y Milán.

El sector nororiental de Norteamérica, con la fachada atlántica y la zona de los Grandes Lagos, en la que se localiza la megalópolis norteamericana.

Existen, también, tres grandes vacíos demográficos:

Las zonas frías de ambos hemisferios.

Los grandes desiertos.

Algunas zonas cálidas y húmedas cercanas al ecuador.

El resto de la población se sitúa casi siempre en zonas favorecidas por algún factor físico o humano: franjas litorales, oasis, lagos interiores, cursos fluviales, recursos minerales...

Existen grandes contrastes a nivel continental, nacional o regional.

Los factores explicativos de la desigual distribución de la población, tanto físicos como humanos, son muchos y variados; pero actúan combinadamente y es difícil medir la influencia de cada uno.

Los hechos físicos ejercen gran influencia sobre la distribución especialmente en los vacíos demográficos: ciertos aspectos del clima (bajas temperaturas y oscuridad, fuerte aridez o calor húmedo y constante) explican los grandes desiertos humanos.

El efecto de la altitud es más complejo. Hay hechos evidentes: a partir de cierta altura, la presencia humana no es posible (por eso, en zonas cálidas existen asentamientos a mayores alturas que en las templadas y frías); la población absoluta disminuye con la distancia a la costa y la altitud media.

En cuanto a la proximidad al mar, en 1950 el 27,6% de la población vivía a menos de 50 kms del mar (frente a un 24,6% un siglo antes), 50,3% a menos de 200 kms y 73,8% a menos de 500 kms. Sólo algo más del 8,5% vivía a más de 1.000 kms de las costas.

También las formas topográficas o la orientación de las vertientes, por su influencia sobre los cultivos, son factores explicativos. La montaña crea condiciones especiales en torno a ella, que favorecen la ocupación; los piedemontes aprovechan ciertos recursos (reservas de agua, acumulación de tierras fértiles); los valles favorecen el desarrollo de las actividades agrarias, industriales y comerciales.

También cabe destacar la naturaleza del suelo, por su mayor o menor aptitud para los cultivos.

Si los hechos físicos explican los vacíos demográficos, los hechos humanos (económicos, sociales, políticos...), combinados a lo largo del tiempo, explican los grandes focos de concentración y las diferencias de densidad.

El proceso de ocupación responde a tres factores básicos:

- la mayor o menor antigüedad de la ocupación inicial.

- el nivel de crecimiento interno de la población (influido en cada etapa histórica por el balance entre la vida y la muerte).

- los movimientos migratorios.

La ocupación más antigua suele coincidir con efectivos numerosos. Los grandes focos de concentración humana (Europa y los dos asiáticos) tuvieron un poblamiento temprano, al menos desde el mesolítico. A final del paleolítico se calcula un habitante por cada 10 km2. Asia fue el polo difusor de las primeras migraciones importantes: hacia Europa, ocupación de América y hacia el mundo mediterráneo. Luego sería Europa quien se extendería hacia América y algunos enclaves de Asia y Africa. Las migraciones intercontinentales fueron las más decisivas sobre el poblamiento, especialmente las oleadas de emigrantes ultramarinos hacia América. Respecto a la intensidad del crecimiento natural ha habido etapas clave, definidas por importantes revoluciones técnicas y económicas; por ejemplo, el Neolítico, con la agricultura sedentaria y la domesticación de animales que aumentaron la disponibilidad de alimentos. También la revolución industrial (y técnica, urbana y demográfica, a la vez) determinó cambios decisivos en el crecimiento y en el reparto, especialmente porque favoreció la lucha contra la mortalidad y desencadenó migraciones transoceánicas en dirección a ambas Américas y Oceanía; al mismo tiempo, acentuó el vacío rural y el crecimiento urbano.

En Asia, la civilización rural permitió la concentración de efectivos humanos en ciertas áreas; la revolución industrial apenas contribuyó al crecimiento. Sólo tras la II Guerra Mundial, con la difusión de las técnicas de lucha contra las enfermedades y la muerte, se volvió a crecer, manteniendo niveles de fecundidad muy elevados y un alto porcentaje de población rural.

En Europa la revolución industrial provocó el mayor crecimiento, además de fuerte éxodo externo y urbanización, pero después la reducción de la natalidad ha ralentizado el proceso.

El foco norteamericano está ligado a la expansión europea, que también se centró en Latinoamérica; por eso existe oposición entre centro-periferia y mayor poblamiento en la fachada oriental. Hoy, en América del Norte se ha ralentizado el crecimiento por la caída de la natalidad; en el sur, el crecimiento vegetativo es más firme y la tasa de urbanización menor.

En Australia y Nueva Zelanda la población es también de origen europeo, su crecimiento natural moderado, su localización periférica y su tasa de urbanización muy alta.

África, pese a ser la cuna de la humanidad, nunca ha sido un gran foco demográfico. La civilización agrícola no alcanzó el nivel de Asia; la revolución industrial apenas existió; las migraciones del XIX acudieron poco allí, mitigando apenas la trata de esclavos. Sólo los fuertes crecimientos de la revolución demográfica reciente han iniciado un crecimiento rapidísimo. Las concentraciones corresponden a las zonas de agricultura rica, las áreas mineras y las escasas ciudades.

4.- Políticas y programas de redistribución de la población

Los desequilibrios existen a escalas planetaria, continental, nacional, regional e incluso local, dificultando una adecuada ordenación del espacio.

Muchos países, sobre todo del Tercer Mundo, tratan de corregir los desequilibrios mediante programas y políticas. Según un informe de la ONU sólo 19 de 158 países consideraban adecuado su reparto poblacional, 73 proponían medidas rápidas y radicales para corregirlo y 66 no lo creen aceptable y piensan que convendría alguna corrección.

Los programas de redistribución pretenden:

- reducir la presión demográfica sobre territorios de gran fragilidad ecológica;

- asentar a la población nómada o rural para facilitar la prestación de servicios (sanitarios, educativos...);

- repoblar áreas fronterizas por motivos de seguridad; favorecer la integración nacional, redistribuyendo grupos étnicos;

- reducir los desequilibrios económicos entre regiones y favorecer el acceso al trabajo y los servicios;

- evitar la inestabilidad propia de la fuerte concentración y rápido crecimiento en las ciudades.

Las medidas específicas se pueden agrupar en:

- Programas para reducir el crecimiento metropolitano, frenando la inmigración, mediante concesión de permisos de residencia o creación de nuevas empresas.

- Programas para trasladar poblaciones urbanas a zonas rurales mediante medidas coercitivas, como asignación obligatoria de lugares de trabajo y residencia o entrega de cupones de racionamiento sólo válidos en las áreas autorizadas.

- Programas de corrección de los efectos del crecimiento urbano: mejora del hábitat y las condiciones de vida de zonas deterioradas. También descentralizando el crecimiento: áreas metropolitanas con ciudades dormitorio o satélite.

- Programas de dispersión mediante la promoción de ciudades medias o capitales regionales, mediante la creación de infraestructuras o incentivos a empresarios.

- Programas de retención de la población rural, mediante la promoción integral de zonas agrarias.

- Programas de traslado de población rural hacia áreas infrapobladas con grandes disponibilidades de tierra.

Todos estos programas pretenden:

- modificar la tendencia de éxodo rural;

- cambiar la distribución demográfica a escala rural o regional y

- controlar el crecimiento urbano mediante la promoción de ciudades medias.

La eficacia de esa política ha sido limitada, aunque dependiendo de países; a veces las medidas adoptadas han sido costosas e impopulares y han generado resultados indeseables.

Para mejorar estos programas, algunos expertos recomiendan integrar mejor la planificación espacial de la población y la economía, valorar de forma meditada los efectos espaciales y conocer mejor las actitudes, comportamiento, deseos y aspiraciones de los migrantes.

IV.- MOVIMIENTOS NATURALES

1.- La natalidad

a) Tasas e índices

Para calcularla utilizamos dos tipos de índices, los de natalidad y los de fecundidad, según prestemos más atención a los hijos o a las madres al analizar los nacimientos.

El índice más sencillo es la tasa bruta de natalidad (T.B.N.), que se obtiene relacionando el número de nacidos vivos de un año determinado con la población existente a mitad de dicho año y multiplicando el cociente por mil.

nº de nacidos vivos de un año

T.B.N.: 1.000 x --------------------------------------------

población media de dicho año

Esta tasa es la más sencilla disponible, pero debemos considerar que:

- Se trata de una tasa anual, es decir, efectúa un análisis momentáneo, transversal del fenómeno. Si observásemos a un grupo de mujeres nacidas el mismo año y midiésemos los hijos habidos hasta el momento en que pierden la posibilidad de ser madres, estaríamos realizando un análisis longitudinal.

- Relacionamos los nacimientos con toda la población del espacio en que suceden, cuando sólo una parte de la población -las mujeres en edad fértil (comúnmente, se consideran a las que cuentan entre 15 y 49 años)- pueden tener hijos; es decir, están afectados por la estructura por edades y sexos de la población analizada.

La tasa de fecundidad por edad (T.F.E.) relaciona el número de nacidos vivos de madres de cierta edad en un año determinado con el conjunto de mujeres de dicha edad, expresado en tantos por mil. Pueden extraerse para mujeres de una misma edad o para grupos de edades, normalmente quinquenales.

nº de hijos de mujeres de edad x en un año

T.F.E.: 1.000 x ------------------------------------------------------------------

nº medio de mujeres de dicha edad en ese año

La tasa de fecundidad general (T.F.G.) permite obtener una idea global del fenómeno, relacionando los nacimientos de un año con el número medio de mujeres de 15-49 años existentes en dicho año.

nº de nacidos vivos de un año

T.F.G.: 1.000 x -------------------------------------------------------------------

nº medio de mujeres de 15-49 años en ese año

Sumando las distintas tasas de fecundidad por edad (y dividiéndolas por mil si los valores están expresados en tantos por mil) obtenemos el número medio de hijos por mujer. Este dato es significativo para conocer si una población va a ser adecuadamente reemplazada por otra o no; para que ello sea posible, cada mujer de una generación debe tener por término medio algo más de dos hijos, porque siempre mueren algunos antes de llegar a la edad de reproducción. Esta tasa puede situarse en torno al 2,1 en Europa Occidental y algo más en los países más pobres, en los que la mortalidad infantil es superior y, por tanto, se requieren más niños para el reemplazo generacional.

Aunque más laborioso, para conocer si una comunidad tiene asegurada su sustitución existe la tasa bruta de reproducción, que calcula el número medio de hijas habidas por cada madre de una determinada generación. Si no existiese posibilidad de muerte hasta el momento de llegar a la edad fértil, cuando el índice es igual a 1, la población permanece estacionaria; si es mayor, la población tenderá a aumentar; si es menor que uno, la población decrecerá. Como existe la posibilidad de pérdida de efectivos por mortalidad en edades tempranas, la tasa neta de reproducción multiplica la tasa bruta de reproducción por la posibilidad que tiene una mujer de sobrevivir desde el nacimiento hasta la edad fértil.

El análisis de los valores de distintos países (fundamentalmente, la tasa bruta de natalidad y el número medio de hijos por mujer), permite detectar fuertes desigualdades a escala mundial. Si podemos considerar valores medios los que se aproximan a 25 nacimientos por cada 1000 habitantes y 3,5 hijos por mujer, muchos países europeos no alcanzan los 12 nacimientos y los 1,5 hijos, mientras que países africanos como Kenya pueden superar los 50 y los 6, respectivamente.

Es difícil definir numéricamente una fecundidad natural, correspondiente a una ley teórica de reproducción de la especie, ya que los casos de ausencia total de factores limitativos son muy raros. Sobre la fecundidad natural, el número de hijos que puede tener una mujer durante su período de fertilidad, pueden intervenir causas naturales que limitan su número: mortalidad femenina antes del término del período de fertilidad, esterilidad accidental o crónica, prohibiciones sociales, emigración de hombres, retraso de la edad matrimonial... El límite de la natalidad, en una sociedad tradicional normalmente repartida, estaría en torno al 55%o

Tampoco existe un límite teórico inferior de la tasa de natalidad en países con fecundidad voluntariamente restringida. Los valores más bajos se registran durante cortos períodos en países en que, por razones históricas o sociales, fue llevada hasta el mínimo, y también en países demográficamente viejos.

Los países desarrollados presentan tasas bajas y relativamente uniformes, siempre inferiores al 20%, aunque lo normal son valores mucho más bajos, con un número de hijos por mujer que no garantiza el reemplazo generacional. Tasas inferiores al 10%o ya son posibles en determinados ámbitos de alguno de estos países desarrollados.

Entre los países del Tercer Mundo existen países en transición hacia valores de fecundidad moderados (como Cuba, China o México) y otros que todavía mantienen niveles muy altos de fecundidad y mortalidad, a veces con tasas estabilizadas en valores superiores al 50 %o o cercanos a ellos, como algunos países africanos o asiáticos. Las tasas nacionales son valores medios, aunque existen contrastes regionales, diferencias entre el campo y la ciudad, o variaciones en función de las clases sociales.

b) Los factores de la fecundidad

No resulta fácil explicar las variaciones de natalidad o fecundidad, porque interviene una amplia variedad de valores. Los factores de la fecundidad se suelen clasificar en dos grupos: los estrictamente biológicos y los que podríamos denominar sociales (sociológicos, económicos, culturales...)

Los factores biológicos influyen poco en la distribución planetaria de la fecundidad, aunque existen influencias ligadas a hechos como la lactancia, el clima, la raza o la alimentación. Las influencias pueden ser ocasionales, como en el clima, e incluso contradictorias, como las razas; en general, los componentes biológicos se ven afectados por hechos de tipo social (por ejemplo, la lactancia o la alimentación).

Entre los factores agrupados como sociales influyen las circunstancias económicas. Existe una relación entre grado de desarrollo económico y fecundidad, aunque no siempre se puede identificar a los países pobres con alta fecundidad y a los países ricos con la baja (Cuba y Kuwait serían ejemplos de ello). De cualquier manera, en general, se comprueba que cuando las sociedades se desarrollan económicamente experimentan una reducción progresiva, incluso peligrosa en la actualidad, de sus tasas de fecundidad. Pero a veces la reducción de la fecundidad se produce sin un paralelo progreso económico, porque las técnicas de control se importan y pueden aplicarse a sociedades atrasadas. Muchas veces, las transformaciones económicas ayudan a modificar otros factores extraeconómicos.

Existe una cierta relación entre la reducción de la mortalidad infantil y el descenso de la mortalidad; la mayor probabilidad de conservar vivos a la práctica totalidad de hijos de una familia ha reducido la fecundidad, tanto porque aumentan las cargas familiares como porque casi se garantiza la supervivencia familiar; muchas familias se plantean el dilema de tener un nuevo hijo o aumentar el nivel de vida. Aunque esta reducción viene de lejos, la crisis económica actual (en especial, sus aspectos vinculados al desempleo y a la precarización del trabajo) la ha reafirmado y adaptado a las circunstancias actuales. En el Tercer Mundo, por contra, la mortalidad infantil sigue siendo más alta, los niveles educativos bajos y las aspiraciones materiales muy inferiores.

Entre los factores de tipo social, en los actuales países desarrollados cabría destacar la tendencia emancipatoria de la mujer, el individualismo competitivo y la mayor tardanza en contraer matrimonio e incluso el incremento de la soltería entre las personas de ambos sexos.

La edad media en que se contrae matrimonio es un factor social importante para la fecundidad. Los matrimonios tempranos tienen más oportunidades de tener hijos que los tardíos. La edad media del matrimonio es más elevada entre los países desarrollados que entre los más pobres; para la cultura occidental resultan excesivamente precoces los matrimonios de algunos países árabes o del África negra. En Europa son escasos quienes contraen matrimonio antes de los veinte años de edad. El celibato definitivo es sumamente raro en algunos países del Tercer Mundo, mientras supera el 30% en algún país europeo.

Las formas de unión de la pareja (unión de hecho, matrimonio monogámico o poligámico) tienen repercusiones diferentes en la fecundidad.

También influye el nivel de instrucción, tan diferente de unos países a otros; el mayor tiempo de duración de los estudios, especialmente entre las mujeres, suele coincidir con una menor fecundidad. El desarrollo educativo reduce la mortalidad infantil, alarga el momento de contraer matrimonio las mujeres, condiciona el uso de métodos de regulación de la natalidad y modifica las expectativas de promoción profesional de los individuos.

También influye la religión y el grado de religiosidad de los distintos pueblos. La mayoría de las religiones mayoritarias (caso de la musulmana y la católica) son pronatalistas y contrarias al derecho al aborto. Pero el grado de permisividad ante métodos anticonceptivos es muy variable entre distintas prácticas religiosas; por lo general, entre los cristianos, la natalidad es mayor entre los católicos (tradicionalmente reacios a la utilización de los medios anticonceptivos más comunes) que entre los protestantes, mucho más permisivos y tolerantes en estos aspectos. Pero la fuerte reducción reciente de las tasas de natalidad en países como Italia, España o Portugal indican claramente que las actitudes no son inmutables en el tiempo.

c) La reducción de la fecundidad en los países desarrollados

Hasta el siglo XIX la fecundidad se mantuvo elevada en casi todos los países, con tasas brutas de natalidad casi siempre superiores al 30%o El descenso comenzó en Francia a principio de ese siglo, primero entre la aristocracia y después entre la burguesía y las clases populares, de forma bastante lenta; después se sumaron la mayoría de países industrializados. En todos los casos hubo grandes variaciones en función de clases sociales, regiones y zonas rurales y urbanas. Durante los años treinta del presente siglo se produjo un cierto incremento tanto en países totalitarios (Italia, Alemania) como democráticos, que continuaron después de la guerra mundial con el llamado "baby boom". Pero desde mediados de los sesenta se inició un nuevo descenso, cada vez más intenso, que en nuestros días afecta especialmente a los países mediterráneos.

El declive se ha producido por múltiples factores:

  • Se ha adoptado un conjunto de innovaciones técnicas para controlar la natalidad.

Algunos autores explican que se trata de un proceso de ajuste ante la disminución previa de la mortalidad, especialmente la infantil, tendiéndose a un nuevo equilibrio de fecundidad controlada.

- También se explica el descenso en función de procesos de industrialización, modernización, secularización e incremento de los niveles educativos.

- Otras explicaciones aluden a "estrategias familiares", especialmente entre las clases medias, limitando los nacimientos como forma de mantener la posición social y conservarla para sus hijos.

Becker, economista de la escuela de Chicago, lanzó en los sesenta la "teoría de la demanda", en la que los hijos aparecen tratados como bienes de consumo que exigen de sus padres tiempo y dinero. Se supone que cada pareja actúa con racionalidad económica y practica un control de natalidad casi seguro: el deseo de las parejas de tener hijos compite con el tiempo y el dinero de los padres. La paradoja es que el tamaño familiar disminuye con el desarrollo económico, aunque esto también puede estar en función del conocimiento y uso de métodos anticonceptivos. La teoría es muy discutible; Weeks piensa que no se actúa con tanta racionalidad, no existe ese uso óptimo de los medios anticonceptivos, no se poseen las mismas actitudes ante los hijos y tampoco se consideran bienes de consumo.

La “teoría socioeconómica” de Leibenstein, de 1975, relaciona el status social con los gustos, preferencias y aspiraciones de los individuos. Los costes de mantenimiento están relacionados con el grupo socioeconómico al que pertenecen los padres y el desarrollo económico produce un declive sostenido de la fecundidad. Eastenlin cree que el nivel de vida de una persona en los años finales de la adolescencia condiciona sus posibilidades como adulto; si puede mejorar en ese momento sus ingresos respecto al nivel familiar tiene más posibilidades de casarse pronto y tener hijos; en caso contrario, aplazará su matrimonio o limitará el número de hijos. Una mejora sostenida de la economía puede facilitar los niveles de nupcialidad y fecundidad, si la estructura demográfica no es excesivamente joven y no hay que competir excesivamente por los puestos de trabajo.

Coale elaboró una ”teoría de síntesis” afirmando que el descenso sustancial de la fecundidad es posible cuando, aceptándose que existe una elección calculada del tamaño familiar, se percibe que la fecundidad reducida representa una ventaja social y un beneficio económico y, además, se conocen y utilizan técnicas efectivas de control.

En cualquier caso, se trata de un proceso complejo basado en transformaciones económicas, sociales, culturales y técnicas, que tienden a homogeneizarse espacialmente en torno a valores reducidos.

d) La fecundidad en el Tercer Mundo

Es bastante elevada, aunque no espacialmente uniforme: en las regiones más urbanizadas y de mayor nivel económico se ha producido un declive notable en las últimas décadas pero siguen existiendo áreas rurales de fuerte fecundidad. En Asia, los territorios influidos por la forma de vida occidental (Hong Kong, Singapur, Taiwan) comenzaron a reducir su fecundidad en los años cincuenta y China comenzó un control decisivo de nacimientos pero en otros estados el descenso sólo afecta a las áreas urbanas. En América Latina el descenso es notable en países como Cuba o Argentina y apenas perceptible en zonas como Guatemala o Bolivia. En África el declive sólo afecta a determinadas áreas urbanas y algunas islas.

En muchas zonas subdesarrolladas la fecundidad se considera algo incontrolable o que no debe controlarse, a veces con desconocimiento de las técnicas de control, que alejan claramente el número de hijos habidos y el de hijos deseados. El uso de métodos de control de natalidad ha provocado reducciones evidentes pero ciertas creencias religiosas y la falta de niveles educativos mantienen áreas de resistencia a su empleo. A veces, conocimiento de los métodos de control y uso de los mismos no siempre coinciden, especialmente en aquellas comunidades en los que no interesa reducir el tamaño familiar. Las políticas estatales de control de la natalidad sólo han sido efectivas cuando aumenta el nivel educativo de la mujer, desciende la mortalidad infantil o se producen reformas sociales: las variaciones espaciales de la fecundidad suelen relacionarse con aquellos espacios en que se cumplen o no estas últimas condiciones.

2.- La mortalidad

a) Tasas e índices

La tasa bruta de mortalidad o tasa de mortalidad general se obtiene relacionando el número total de fallecidos en un año con la población media existente en dicho año en el espacio analizado; se expresa normalmente en tantos por mil.

nº de muertes de un año

T.B.M.: 1.000 x -------------------------------------------

población media de dicho año

El mayor inconveniente de esta tasa es que está profundamente afectada por la estructura por edad de la población analizada; en un país con muchos viejos es normal una tasa bruta de mortalidad más alta que en otro con gran cantidad de jóvenes, aunque el estado sanitario o las posibilidades de alimentación sean mejores que los de éste último.

Por eso, también empleamos otros índices. La tasa de mortalidad infantil, también muy simple de calcular, se obtiene relacionando los fallecimientos de niños menores de un año ocurridos en un año determinado con el número de niños nacidos en dicho año, expresando también el resultado en tantos por mil.

nº de muertes de menores de un años

T.B.M.: 1.000 x -------------------------------------------------------

nº de nacidos de dicho año

En función de las causas de la muerte del niño se distinguen las tasas de mortalidad infantil endógena (debida a causas congénitas) y exógena (debida a causas externas, como la alimentación, las condiciones de vida de la familia, las influencias medioambientales...) La mortalidad por causas endógenas suele ser más frecuente en el primer mes de vida y la debida a causas exógenas en los meses restantes. La proporción de niños fallecidos en cada grupo refleja bastante fielmente el nivel sanitario y socioeconómico de un país, especialmente en cuanto a la mortalidad exógena.

La esperanza de vida media al nacer equivale a la duración media que tendría la vida de las diferentes personas de una generación o de un país. Su cálculo es bastante complicado. También se pueden establecer estimaciones sobre la esperanza de vida media esperable entre las personas que llegan a una determinada edad.

b) Factores de mortalidad

Aunque la muerte es un hecho biológico, se pueden clasificar los factores de mortalidad en biológicos y sociales. Los sociales analizan la influencia de ciertos hechos sociales (la profesión o los ingresos, por ejemplo) sobre los factores directos, o biológicos, de la mortalidad.

Entre los factores biológicos debemos considerar:

a) El sexo. Las diferencias entre hombres y mujeres son claras. Normalmente, existe una sobremortalidad masculina que indica que, a cualquier edad, mueren más los varones: la tasa de mortalidad infantil es mayor entre los niños, la esperanza de vida media es menor entre los varones, variando entre los dos o tres años de media en países desarrollados a diferencias temporales mayores en los países pobres.

b) La raza. Existen diferencias en cuanto a mortalidad entre las razas negra, amarilla y blanca, aunque no deben ser atribuidas al hecho de pertenecer a un determinado grupo racial (por otra parte, difícil de distinguir en muchos casos) tanto como a las condiciones socioeconómicas más favorables o más adversas en que se desenvuelven las distintas comunidades: cuando se vive en circunstancias parecidas, no aparecen diferencias significativas. Además, aparecen rasgos distintivos de morbilidad de los distintos grupos raciales, sensibilidades diferentes ante ciertas enfermedades.

c) La alimentación. Sus repercusiones son muy complejas y no siempre coincidentes entre los distintos investigadores. Las hambrunas de carácter agudo y prolongado han ido reduciéndose, pero la subnutrición, es decir el déficit de calorías, es más importante: alrededor de la cuarta parte de la población de los países pobres no alcanza los niveles suficientes; la infraalimentación produce menor resistencia a enfermedades y mayor mortalidad. Finalmente la mala nutrición, el desequilibrio de la dieta, ocasiona trastornos fisiológicos importantes.

Los principales factores sociales son:

a) La vida en zonas rurales o urbanas, que ha influido de forma diferente a lo largo de la historia en las tasas de mortalidad. A comienzos de la revolución industrial (con su consiguiente revolución urbana) la ciudad fue "destructora de hombres": tenía tasas de mortalidad más altas debido a graves problemas higiénico-sanitarios, y tasas de natalidad inferiores. Luego, la concentración de servicios médicos y hospitalarios y la mejora de las condiciones higiénicas cambiaron la situación, igual que sucede hoy en los países pobres. En los desarrollados, hoy las diferencias son escasas, con una cierta sobremortalidad urbana.

b) La profesión también influye, aunque es difícilmente mensurable por su fuerte interrelación con otros factores. Pero ciertas profesiones comportan mayor desgaste físico o mayor siniestralidad laboral, mientras que otras, como religioso o maestro, suelen ser bastante longevas.

c) El nivel de ingresos tiende a influir cada vez menos en la mortalidad, tanto en lo que se refiere a clases sociales como entre países. El hecho de sostenerse servicios médicos y hospitalarios para el conjunto de la población reduce la desigualdad social ante la muerte. Pero la influencia del nivel de ingresos en aspectos como la alimentación o las condiciones higiénico-sanitarias del hábitat continúan siendo apreciables, al menos en los casos más extremos (países extremadamente pobres o grupos sociales marginales).

d) El nivel de instrucción influye en la mortalidad porque el grado de salud de una sociedad (en aspectos como las prácticas higiénicas o las actitudes sanitarias o de alimentación) depende en gran medida del grado de instrucción de sus gentes. Por ejemplo, la mortalidad infantil está vinculada a la instrucción de los padres. Demógrafos como Sauvy piensan que la mortalidad está inversamente relacionada con el saber y que la ignorancia es más mortífera que la pobreza.

c) Las variaciones de la mortalidad

Hasta el siglo XVIII las tasas de mortalidad eran elevadas, con una alta mortalidad infantil, y momentos de graves crisis de supermortalidad causadas por las epidemias (como la peste o el cólera) o las grandes hambrunas. La disminución comenzó entre las clases poderosas de los países del norte de Europa, extendiéndose durante el siglo XIX al resto de Europa y América del Norte. En los países más pobres los mayores retrocesos se producirán después de la II Guerra Mundial.

El retroceso puede explicarse en función de los progresos médicos, especialmente desde el siglo XIX: a la práctica de la vacunación vinieron a sumarse sucesivamente el perfeccionamiento de la cirugía, la mejora de los distintos fármacos o los éxitos de la medicina preventiva. También la mejora de la alimentación, vinculada a las transformaciones agrícolas de los inicios de la revolución industrial, es causa esencial. Como también lo son la elevación del nivel cultural o el perfeccionamiento continuado de la higiene pública. La disminución de la mortalidad infantil fue esencial para explicar tanto la reducción de la mortalidad como el rapidísimo incremento de la esperanza de vida al nacer.

La disminución de la mortalidad se sigue produciendo, especialmente en los países más desfavorecidos: la esperanza de vida aumenta en ellos más aceleradamente que en los países más ricos, aunque sigue siendo más baja; las tasas de mortalidad son ya en muchos casos inferiores a las de los países ricos, puesto que se trata de poblaciones mucho más jóvenes.

Es posible que la tasa de mortalidad infantil sea uno de los indicadores más nítidos de las diferencias a escala planetaria. Frente a las tasas bajísimas de los países ricos, siempre inferiores al 20%o, en muchos países atrasados padecen tasas ampliamente superiores al 100%o. Algo similar sucede con la esperanza de vida al nacer, siempre superior a 70 años en los países desarrollados. Las causas de la mortalidad siguen mostrando amplias diferencias entre países: mientras los países ricos cuentan con un elevado número de fallecimientos endógenos, vinculados principalmente a las llamadas "tres ces" (cáncer, corazón y circulación), los subdesarrollados se ven fuertemente afectados por causas exógenas (subnutrición, malnutrición, infecciones...)

3.- La nupcialidad

a) Tasas e índices

Las características de una población ante la nupcialidad siguen siendo un factor explicativo esencial de las tasas de natalidad y fecundidad. La tasa bruta de nupcialidad se calcula de forma bastante similar a las anteriores, relacionando el número de casamientos realizados en un año determinado con la población existente a mitad de dicho año y multiplicando el cociente por mil.

nº de casamientos de un año

T.B.Nup.: 1.000 x -------------------------------------------

población media de dicho año

En este caso sería necesario diferenciar las primeras nupcias -es decir, aquellas formadas por contrayentes solteros-, que constituyen la mayoría del conjunto de los casamientos, aunque en proporción variable según las distintas sociedades (en función del número de viudos jóvenes, o de la existencia o no del divorcio y de la extensión de este fenómeno).

Existen otras tasas, como la de nupcialidad de los solteros por edad (y por sexos), que puede calcularse tanto respecto al volumen total de la generación como considerando solo a los solteros:

nº de casamientos de edad x en un año

T.Nup.edad x : 1.000 x --------------------------------------------------------------

población media de dicha edad

nº de casamientos de edad x en un año

T.Nup.edad x : 1.000 x ----------------------------------------------------------

población soltera media de dicha edad

También se puede considerar la frecuencia de primeros matrimonios, es decir, el número de hombres o mujeres de una generación que, en ausencia de mortalidad, acaba por realizar su primer matrimonio (normalmente, se considera este dato como definitivo al cumplirse los 50 años para relacionarlo con su influencia en la natalidad). Asimismo, también se origina una frecuencia complementaria, la de solteros definitivos. Son también cálculos interesantes el de la edad media para el primer matrimonio y la tasa de solteros por edad (que, lógicamente, se reduce fuertemente con los años).

Otro factor importante es la divorciabilidad, es decir, el grado de inestabilidad de las uniones efectuadas en una población; este factor, no obstante, depende del grado de aplicación o permisividad, en función de la legislación y del estado de opinión. La tasa bruta de divorciabilidad relacionaría los divorcios de un año con la población media de dicho año, pero se trataría de un dato menos satisfactorio que su relación con el número de personas casadas, Más interesantes parece el cálculo de la frecuencia de divorcios en cada cohorte de matrimonios o la relación entre divorcios y años de duración del matrimonio (por lo general, son escasos los producidos, por ejemplo, después de treinta años de matrimonio).

También es interesante el fenómeno de segundas nupcias, vinculado bien a la viudedad, bien al divorcio, aunque conforme vamos adentrándonos en estos fenómenos la disponibilidad de datos estadísticos suficientes resulta cada vez menor.

b) Dos ejemplos: EE.UU. y España

En Estados Unidos, a finales del pasado siglo más de un tercio de las mujeres y casi la mitad de los varones de más de 14 años estaban solteros; en la primera mitad de siglo, fue reduciéndose el celibato a medida que aumentaron los casamientos tempranos. Sólo desde 1960 volvió a retrasarse la edad de contraer matrimonio.

La rebaja de la edad de matrimonio está relacionada con el aumento del nivel de vida, que permitía una precoz independencia económica de los varones; también con la difusión y disponibilidad de técnicas anticonceptivas, que evitaba la relación rápida entre casamiento y paternidad. Después de 1960, la competencia por los puestos de trabajo ha hecho que se retrase el matrimonio, tratando de aprovechar las oportunidades educativas y de promoción, especialmente ante las dificultades que encontraban las mujeres casadas para ello.

Existen diferencias reales en función de las razas. Un blanco tiene más posibilidades de estar casado y de seguir viviendo con su mujer que un negro. Según Weeks, entre los 25-29 años había en 1978 un 66% de blancos casados y sólo un 43% de negros, un 72% de blancas y un 41% de negras; el 16% de los varones negros estaba divorciado por sólo un 8% entre los blancos; en el mismo año, vivían con su padre y su madre el 84% de los niños blancos menores de 18 años frente a sólo el 44% de los negros.

En España, Salustiano del Campo analizó la nupcialidad a lo largo del siglo XIX. Las tasas de nupcialidad se han mantenido bastante estables en el período comprendido entre 1900 (tasa del 7,4%o) y 1975 (7,1%o), con un mínimo en la época de la guerra civil (6%o entre 1936-40) y un máximo en los últimos cincuenta (8,3 entre 1956-60). Pero desde esa fecha hasta la actualidad la nupcialidad ha ido reduciéndose fuertemente (el 5%o en 1982, último año estudiado). En los años iniciales del siglo, la proporción de casamientos en los que intervenía al menos un viudo era mucho mayor que en la actualidad: en 1900, su porcentaje llegaba al 14,2%, siendo mucho más frecuentes las segundas nupcias entre los varones. La edad de casamiento también ha ido variando a lo largo del siglo, siendo la posguerra el momento en que más se tardaba en contraer matrimonio: en 1940, sólo el 15,2% de los contrayentes varones y el 46% de las mujeres eran menores de 25 años; por el contrario, la reducción de la edad de casamiento fue muy notable a finales de los sesenta: el 51,3% de los varones y el 75,7% de las mujeres ya se había casado antes de los 25 años. Con posterioridad a ese estudio, la edad de casamiento ha ido aumentando notablemente. En todos los casos, la edad del contrayente varón ha sido superior a la de la mujer, al igual que en todos los países occidentales. La edad de casamiento influye en la duración de la vida matrimonial y, por ello, en la fecundidad de la mujer.

La nupcialidad se encuentra relacionada con una gran variedad de factores. Por ejemplo, la juventud de los matrimonios de los años setenta era relacionada con el incremento del nivel de vida, la secularización y el abandono de ciertas normas morales, los cambios en los comportamientos de los jóvenes, las facilidades de acceso a una vivienda. La edad media de acceso al matrimonio fluctúa en relación a ciertas variables: es más alta en la ciudad que en el campo; varía con la actividad laboral de la mujer, porque se casan más tarde las que trabajan y, dentro de ellas, las que ocupan profesiones de mayor especialización y cualificación académica. La tasa de nupcialidad viene también vinculada al tipo de ciudad, siendo mayor en las grandes capitales y menor en pueblos pequeños, aunque ello está en gran medida influido por la estructura de edad de cada lugar.

En los últimos años, la nueva regulación legal ha permitido un incremento notable y todavía no suficientemente estudiado de las segundas nupcias, relacionadas no tanto con la viudedad como con el divorcio. Lógicamente, éstos incrementan la proporción de matrimonios civiles y la edad de casamiento.

V.- MIGRACIONES

Consideramos migración a cualquier cambio permanente de residencia que implique la interrupción de las actividades en un lugar y su reorganización en otro. La población se desplaza en el espacio por motivos diferentes; la mayoría de activos van diariamente de casa al trabajo; en los países industrializados son cada vez más quienes realizan desplazamientos los fines de semana o durante las vacaciones.

La medición real de la migración resulta difícil debido a su complejidad: puede o no producirse, puede o no repetirse, puede retornarse al punto de partida, puede afectar a individuos aislados, a familias o a pueblos enteros, cruzar o no líneas de demarcación política. La misma definición es dudosa respecto a qué se entiende por residencia o por permanente. Todos los desplazamientos forman parte de la movilidad espacial de la población en un estudio geográfico, pero no todos son considerados como migraciones.

Se han efectuado muchos intentos de clasificar las migraciones, utilizando los siguientes criterios:

- la duración: migraciones diarias, de fin de semana, vacacionales, estacionales, plurianuales o definitivas.

- la distancia recorrida desde el lugar de origen: intra e interurbanos, intra e interregionales, interiores (o sin desplazamiento fuera de las fronteras) e internacionales.

- las causas: laborales, de ocio (fines de semana, vacaciones)...

- el grado de libertad con que se emprenden: libres o espontáneas, dirigidas o forzadas.

1.-Teorías migratorias y factores explicativos

Explicar los movimientos migratorios implicaría razonar tanto por qué algunas personas no cambian de lugar de residencia nunca como por qué lo hacen otras. Las teorías explicativas han observado las pautas seguidas por los flujos migratorios y después han tratado de explicar porqué se han trasladado, en qué medida y con qué dirección.

La explicación más popularizada es la llamada teoría de la expulsión-atracción, que afirma que en los traslados influyen tanto factores de expulsión en el lugar de origen de los migrantes como factores de atracción en el lugar de destino. Fue el inglés Ravenstein quien primero formuló esta teoría, en 1889, tras analizar los datos del censo de 1881 de Inglaterra y Gales.

Las leyes migratorias de Ravenstein podrían resumirse de la siguiente manera:

1º La tendencia general de los emigrantes es recorrer la menor distancia posible.

2º La migración se produce de forma escalonada, absorbiendo primero a los habitantes de la zona más cercana y en una segunda etapa a los llegados de áreas más alejadas.

3º Toda corriente migratoria importante genera una contracorriente.

4º Los emigrantes procedentes de zonas más alejadas acuden fundamentalmente a los grandes centros comerciales e industriales y no a los de pequeño tamaño.

5º Los naturales de las ciudades emigran menos que los de las áreas rurales del país. La dirección principal de las migraciones sería desde áreas rurales a zonas industriales y comerciales.

6º Las mujeres emigran más que los hombres, pero estos lo hacen a distancias mayores.

7º La mayoría de emigrantes son adultos; las familias emigran poco a zonas muy alejadas.

8º Las grandes ciudades crecen más por emigración que por crecimiento vegetativo.

9º La intensidad de desplazamientos aumenta más con el desarrollo de los medios de transporte y el desarrollo de las actividades industriales y comerciales.

10º Las causas migratorias principales son las económicas.

Algunas de estas afirmaciones siguen siendo básicamente correctas (como la importancia del factor económico o, en buena parte, el factor distancia), pero otras están vinculadas excesivamente a las circunstancias existentes en la época en que fueron formuladas. Por ejemplo, en cuanto a la contracorriente compensatoria habría que matizar que el deseo de retorno al lugar de origen -muy fuerte en una fase inicial- puede aminorarse debido a la aclimatación en la zona de destino o las dificultades para volver, siendo de destacar el condicionante que pueden suponer los hijos. Por otra parte, en muchos países desarrollados las migraciones interurbanas ya son cuantitativamente más importantes que el éxodo rural. Finalmente, los cambios sociales que han transformado la vida de la mujer en los últimos decenios han influido también en cuanto a su participación en las migraciones.

Algunas de las variables utilizadas por Ravenstein han sido expresadas mediante fórmulas matemáticas. Por ejemplo ZIPF ha definido la ley de la distancia inversa según la cual el volumen de emigrantes entre dos puntos es inversamente proporcional a la distancia que los separa y directamente proporcional al producto de sus poblaciones.

Pi Pj

Mij = K ---------

Dij

donde:

Mij = Número de emigrantes que se mueve entre la zona i y la j

K es una constante n(se han adoptado valores entre 0,4 y 3).

Pi = Población de la zona i

Pj = Población de la zona j

Dij = Distancia menor entre i y j

La teoría cuenta con una argumentación razonable. Una población más numerosa puede suponer una oferta de condiciones atractivas y una distancia larga supone un mayor costo, unas menores facilidades de desplazamiento y de mantenimiento de contacto con el área de partida y una menor información sobre el posible destino. Pero el impacto no es uniforme y depende también de otros muchos factores; por eso, algunos autores han empleado variables socioeconómicas, como la diferencia del número de empleos o la disponibilidad de viviendas. A partir de los años sesenta se utilizaron modelos de regresión múltiple, considerando factores como la edad, la condición socioeconómica, los factores medioambientales, la renta per cápita, el nivel de empleo o los contactos personales entre los lugares de un campo migratorio.

Como reacción contra el carácter impersonal y mecanicista de estos modelos, dentro de la llamada Geografía de la Percepción se desarrolló desde mediados de los cincuenta una perspectiva microanalítica que ve la emigración como resultado de las aspiraciones, necesidades y percepciones de las personas reales. Por ejemplo, Wolpert (1965) entiende las migraciones como el resultado de numerosas decisiones personales adoptadas por individuos tras considerar las alternativas percibidas, valorando lo que se posee en el lugar de residencia y lo que puede obtenerse en un posible destino; hay que diferenciar los estímulos objetivos de la emigración con los percibidos por los posibles migrantes. Jones (1981) afirma que la decisión de emigrar no depende sólo de características objetivas (empleo, vivienda, entorno...) sino del potencial migratorio de cada persona (edad, condición socioeconómica...); al decidirse la emigración se evalúan las condiciones de los posibles destinos, las posibilidades de conseguir las aspiraciones y necesidades que se plantean y la recogida de información, adquirida por muy diversos medios. Aún después, deben superarse ciertos obstáculos físicos, sociales, familiares o institucionales para ello.

El denominado modelo evolutivo, formulado por Zelinsky en 1971, relaciona la categoría e intensidad de las migraciones con la evolución experimentada por las diferentes sociedades desde la revolución industrial:

1º Sociedades tradicionales preindustriales, con una escasa movilidad. Es propia de sociedades de subsistencia, malas comunicaciones, fuerte arraigo en el medio o bajas rentas.

2º Sociedades en fase temprana de transición demográfica, con fuerte éxodo rural, movimientos de colonización interior, emigración exterior hacia zonas favorables y crece la movilidad habitual.

3º Sociedades en fase tardía de transición demográfica, con desaceleración del éxodo rural, menor migración exterior, cese de colonizaciones internas e incremento de la movilidad habitual.

4º Sociedades que han completado la transición demográfica, con fuerte aumento de la movilidad habitual, desaparición práctica del éxodo rural, incremento de los movimientos interurbanos, emigración internacional de trabajadores muy cualificados y recepción de trabajadores extranjeros de escasa cualificación.

Weeks ha analizado una serie de factores diferenciadores de las migraciones (aunque referidos básicamente a los EE.UU.), como son la edad, el estado civil y el nivel educativo. En cuanto a la edad, afirma que la movilidad es muy superior entre los adultos jóvenes que en las demás edades; entre los 20 y 34 años existe la mayor propensión a emigrar, decayendo después considerablemente; las tasas elevadas entre los niños pequeños reflejan el hecho de que, a menudo, la emigración es un proceso familiar y no individual; las tasas de emigración de gentes de edad avanzada se relacionan con la elección de un nuevo espacio para vivir la jubilación.

La relación entre migración y casamiento es muy elevada, al menos entre las mujeres casadas por primera vez, una gran parte de las cuales cambia su residencia por esta causa. Tras el matrimonio, la incidencia de la migración depende en gran medida del número y las edades de los hijos; las mayores posibilidades aparecen en las parejas sin hijos o en las monofiliales; cuanto mayor es la familia, mayores son los obstáculos. Por otro lado, cuando los hijos alcanzan la edad escolar, las posibilidades de desplazamiento disminuyen. Sin embargo, en las parejas en las que el marido contaba 45 a 54 años, la emigración era mayor entre las familias grandes: necesidad de casa más grande, o de un trabajo mejor remunerado, aunque esta circunstancia puede ser un rasgo muy particular de un país con altísima movilidad interurbana.

Las migraciones aumentan con el nivel de estudios y la educación. En la clase media americana, la consecución de un determinado nivel educativo desemboca a menudo en unas determinadas ocupaciones y niveles de ingresos. Por eso, una persona con título universitario tiene en EE.UU. tres veces más posibilidades de cambiar de condado que una persona con educación básica incompleta. No obstante, a medida que aumenta el número de mujeres activas no parece que aumenten las posibilidades migratorias en la misma medida que los varones, porque generalmente ni su prestigio ocupacional ni su contribución relativa al total de ingresos familiares es similar al de su cónyuge.

2.- La medida de las migraciones

Para cuantificar las migraciones se utilizan una serie de tasas parecidas a las anteriormente estudiadas. Uno de los más comunes es el saldo migratorio anual:

(nº emigrantes - nºinmigrantes)

Saldo migratorio anual= 1000 x ----------------------------------------------

Población media del año

El saldo puede ser positivo si la inmigración supera a la emigración y negativo en caso contrario.

De la misma manera, se pueden hallar tasas brutas de emigración o de inmigración en una determinada sociedad y período.

Si se dispone de datos suficientes, se pueden obtener tasas más precisas, en función del sexo, la edad y cualquier categoría social o económica de los migrantes.

En caso de carecer de datos directos, se puede estimar la migración neta de un período intercensal, mediante el balance de los crecimientos real y vegetativo:

Mn = (Pt+n - Pt) - (Nn -Dn)

El inconveniente mayor de estos índices es que no suministran información sobre las direcciones, es decir, información sobre origen y destino de las personas que se mueven en un espacio. Por ello, deben completarse con estudios pormenorizados, para los que no siempre disponemos de información estadística suficiente.

3.- Migraciones interiores

De acuerdo con la duración de la migración, las migraciones interiores pueden clasificarse como estacionales (o temporales) y definitivas (o de larga duración).

Las migraciones estacionales tienen una duración limitada y un carácter cíclico, repetitivo entre los puntos de partida y destino. Normalmente suelen ser realizadas mayoritariamente por población rural, agricultores que siguen ejerciendo la misma o similar actividad laboral en otro punto (caso de segadores, vendimiadores, etc.), pero también puede ir dirigida hacia las ciudades o entornos vinculados a los servicios, sin tener carácter agrícola (campaña turística de verano, por ejemplo).

Las migraciones definitivas (o, al menos, de larga duración) presentan buen número de variantes:

1ª Movimientos entre zonas rurales, debido a trabajos de colonización y puesta en explotación de nuevos espacios o bien a movimientos de aparceros entre zonas relativamente cercanas.

2ª Traslados del campo a la ciudad, migración explicativa tanto del éxodo rural como del proceso de urbanización.

3ª Movimientos entre zonas urbanas, principalmente desde ciudades medianas hacia las grandes. Actualmente suelen producirse desde ciudades con función minera o industrial hacia otras predominantemente terciarias (comerciales y de servicios). El desarrollo generalizado del sector terciario también potencia traslados entre zonas similares, en función de determinadas posibilidades laborales, especialmente entre población de nivel educativo o profesional alto.

4ª Movimiento desde la ciudad al entorno rural más cercano, como parte de un proceso de descentralización de las ciudades centrales de áreas metropolitanas. Caracteriza al proceso de suburbanización propio de las grandes capitales.

a) Migraciones interiores en países desarrollados

En los países desarrollados se han reducido al mínimo las migraciones agrarias de carácter temporero y el éxodo rural definitivo. El proceso masivo de abandono del campo se inició en Inglaterra en el siglo XVIII y continuó durante el XIX y buena parte del XX en la mayoría de Europa y los EE.UU; hoy sólo existe en aquellos países con urbanización moderada y elevados porcentajes de población agraria, como algunas áreas mediterráneas y de Europa del Este.

Por el contrario, en los países más avanzados (caso de Alemania o los EE.UU.) son muy intensas las migraciones interurbanas y la suburbanización. En la sociedad estadounidense, por ejemplo, la movilidad interna es elevadísima, tanto como en las fases de elevado éxodo rural de muchos países pobres, aunque no llega a constituir corrientes excesivamente definidas.

Las migraciones interiores de carácter económico expresan desequilibrios espaciales en cuanto a posibilidades laborales, pero a su vez tienden a acrecentarlos.

Actualmente, estas migraciones interiores no responden sólo a motivos económicos; cada vez cobran más importancia las migraciones producidas en los años siguientes a la jubilación, que concentra a colectivos numerosos en zonas privilegiadas por sus condiciones climáticas o paisajísticas. La provincia de Alicante es un buen ejemplo de ello.

En estas migraciones predominan los adultos jóvenes (profesionales, estudiantes, personas que acceden al primer empleo...), las parejas recientes y los trabajadores terciarios o secundarios, sin predominio claro en cuanto a sexo.

b) Migraciones interiores en países subdesarrollados

Las migraciones temporales siguen teniendo una gran importancia, tanto por traslado de mano de obra suplementaria ocupada en los momentos punta del ciclo agrícola anual (la recolección, principalmente) como por aprovechar las temporadas de elevado trabajo en algunos oficios urbanos (turismo, construcción...) Estas migraciones están favorecidas por las grandes desigualdades espaciales, especialmente en aquellos países que padecieron la colonización, en los que el litoral (donde se concentra la mayoría de la actividad más rentable y las ciudades más activas) recibe a miles de trabajadores procedentes de un interior rural y superpoblado. La adaptación positiva al nuevo destino puede dar origen a muchas migraciones definitivas.

El éxodo rural sigue siendo el movimiento más importante, sin que parezca haberse reducido. Surgido en el tercio central del siglo, continúa enviando una corriente numerosísima hacia las ciudades, donde tienden a concentrarse en la periferia, muchas veces en barrios míseros y sin que ello suponga mejorar ni su situación económica ni su calidad de vida anterior.

El emigrante típico de estos países es el campesino que llega a la ciudad. Predominan los varones jóvenes y solteros, agricultores que tendrán que aprender un nuevo oficio. El éxodo femenino está limitado por la pervivencia de costumbres ancestrales y por la escasez de empleos para la mujer. La soltería está vinculada al retraso en los matrimonios para quienes carecen de recursos económicos. Se adaptan al peonaje menos cualificado. Además, la emigración expulsa del campo a las personas más instruidas, preparadas y emprendedoras, reduciendo los recursos humanos susceptibles de producir el desarrollo rural.

Las áreas receptoras crecen rapidísimamente y tienden a desarrollarse económicamente de forma más acelerada. En las zonas de partida, el éxodo rural alivia la presión demográfica, reduce el paro endémico y aporta algunas remesas económicas, en general poco elevadas. A medio plazo se convierten en espacios aún más deprimidos.

4.- Migraciones exteriores

También en este caso podríamos hablar de migraciones temporales o permanentes, aunque las primeras son menores y vinculadas por lo general a entorno relativamente próximos (vendimiadores españoles en Francia, magrebíes en algunos campos españoles...). En las otras, el traslado del país, de forma libre y espontánea, dirigida o forzada condiciona este tipo de migraciones.

a) Las migraciones forzadas

Están relacionadas con situaciones especiales como revoluciones, conflictos violentos, persecuciones por motivos diversos (étnicos, políticos, etc.). Estas migraciones originan las figuras del desplazado y del refugiado.

El desplazado es expulsado de su lugar de origen como consecuencia de algún hecho político, transfiriendo población mediante convenios. Puede haber intercambios de poblaciones, realizados por gobiernos sin consultar a las poblaciones implicadas. También hay repatriaciones de minorías, que regresan al país de origen, como ocurrió con buen número de europeos tras los procesos de descolonización.

Los refugiados abandonan voluntariamente su país al considerar que no tiene garantizada su vida, su libertad o sus condiciones materiales.

b) Las migraciones voluntarias

Suelen responde a motivaciones de carácter económico, desde aquellas que tratan de garantizar unos mínimos medios de subsistencia que permitan superar situaciones de hambre o miseria (de ahí su discutible voluntariedad) hasta las que plantean una mejora de la situación económica e incluso el enriquecimiento.

Entre estas migraciones podríamos citar como fundamentales las siguientes:

* Los movimientos transoceánicos, que tuvieron su momento de apogeo entre la primera mitad del siglo pasado y la crisis de 1929. Salieron de Europa unos 50 millones de personas, con dirección a ambas Américas (sobre todo a los EE.UU.) y Oceanía. Están vinculadas al rápido crecimiento demográfico vivido en Europa y a las transformaciones producidas por la revolución industrial, como la disminución del empleo agrario o artesanal. Se beneficiaron del desarrollo de los transportes y de la política de atracción mantenida por algunos país (recordemos la cesión casi gratuita de tierras en EE.UU. o la frase "gobernar es poblar", característica de un período de la política argentina). Fue un fenómeno de masas, integrado por gentes de procedencia rural y escasa cualificación laboral; en un principio predominaron los anglosajones y luego los italianos, aunque hubo europeos de todas las procedencias. La emigración fue libre, salvo la discriminación respecto a los emigrados de Asia Oriental. La época de inestabilidad vivida entre las dos guerras mundiales restringió la emigración; se estableció una política selectiva, con cuotas, tratando de mantenerse en EE.UU. la mayoría anglosajona y protestante entre los emigrantes europeos. También en Australia y Latinoamérica se establecieron restricciones semejantes. En la segunda mitad de nuestro siglo se reanudó la emigración, pero ya no con migraciones masivas de poblamiento sino fuertemente selectivas, en función de ciertos empleos a cubrir en el país de destino. Sin embargo, en EE.UU. los orientales y los hispanos comienzan a predominar, porque también la Europa nórdica reclama mano de obra.

* Migraciones de trabajadores de escasa cualificación a media distancia, típica de la Europa posterior a 1950. Son trabajadores que carecen de empleo en sus países o que reciben salarios muy inferiores a los de destino. Son activos, jóvenes y varones mayoritariamente, que desempeñan actividades no deseadas por los autóctonos por su dureza, peligrosidad o escaso salario y tratan de retornar al lugar de origen porque la adaptación resulta difícil. Se realizan entre países bastante próximos; la mayoría fueron desde los países mediterráneos a los del entonces Mercado Común, pero también hubo movimientos similares hacia Japón, EE.UU. o la República Sudafricana. A las desigualdades económicas se sumaban las diferencias en el crecimiento demográfico. Esta corriente benefició a los países de destino, que dispusieron de mano de obra abundante, barata y sin gastos de formación y alivió el paro de los emisores, que también recibieron fuertes remesas, que en algunos casos fomentaron el desarrollo. Pero en los países de salida, la emigración supuso una merma de elementos jóvenes y emprendedores.

* Como fuga de cerebros se designa a la emigración de personas de elevado nivel de cualificación, que no encuentran en sus países el empleo o la remuneración adecuada a sus características. Suele dirigirse hacia los Estados Unidos o los países europeos más avanzados. Proceden de países del Tercer Mundo que pierden así a sus elementos más cualificados y necesarios para fomentar su propio desarrollo. Estas migraciones son numéricamente escasas pero de gran trascendencia económica y social.

* Las migraciones de trabajadores cualificados desde los países industrializados al Tercer Mundo también es reducida. Se trata de una cooperación técnica y cultural, con una triple finalidad: contribuir al desarrollo de aquellos países, proporcionar una experiencia útil en el momento del regreso y asentar en aquellas naciones la influencia de los países emisores.

5.- Migraciones pendulares o habituales

Se caracterizan por ser repetitivas, de moderada duración y no suponer cambios de actividad. Debemos diferenciar estos desplazamientos en función del ámbito geográfico (países desarrollados y subdesarrollados) y de su relación con el trabajo (y el estudio) o el ocio (fines de semana, vacaciones...)

a) En los países subdesarrollados

Son mayoritariamente laborales, sobre todo ligadas a actividades primarias, especialmente las vinculadas a la ganadería: transhumancia y nomadismo. La trashumancia es estacional y motivada por la necesidad de disponer pastos, realizada entre zonas de características ecológicas diferentes; El nomadismo, hoy en retroceso, implica un radio de acción más amplio y un recorrido más inestable. Los desplazamientos diarios de trabajadores en torno a las ciudades siguen utilizando medios de transportes rudimentarios o deficientes y recorriendo distancias cortas. Los movimientos vinculados con el ocio son muy minoritarios, vinculados a una élite opulenta.

b) En los países desarrollados

Afectan a un sector de población muy numeroso: a medida que aumenta la población urbana y el tamaño de las ciudades, los desplazamientos laborales son más habituales y las salidas de fin de semana, más frecuentes. Las distancias son cada vez mayores, tanto en los desplazamientos laborales como en los movimientos turísticos.

Las migraciones ligadas al trabajo (conocidas como movimientos pendulares) se realizan desde la periferia de las ciudades a las áreas centrales (el sentido más frecuente) o viceversa. Las causas son diversas: laborales, debido a la mayor abundancia de empleos en los centros urbanos; económicas, porque en la periferia existen viviendas de menor coste; ecológicas, por el deseo de habitar zonas no afectadas por los inconvenientes del centro urbano.

Estos desplazamientos afectan cada vez a más personas, pero no resulta fácil evaluar su número. También aumenta la distancia recorrida diariamente, normalmente mayor cuanto mayor es el área metropolitana. Al mismo tiempo, aumentan las congestiones de tráfico en hora punta, el tiempo libre perdido en estos trayectos y los gastos en desplazamiento.

Entre los desplazamientos ligados al ocio, los relacionados con la posesión de una segunda residencia y la estancia en ella durante los fines de semana afectan más a las clases acomodadas, mientras que las salidas dominicales poseen un carácter más popular. El turismo vacacional se ha convertido en un hecho generalizado en los países ricos, especialmente entre la población urbana; si hasta hace medio siglo sólo afectaba a grupos sociales muy minoritarios, su auge reciente está ligado a hechos como el incremento de los salarios o las mejoras en el transporte. El turismo de masas sigue siendo un fenómeno mayoritariamente estival y la distancia recorrida varía fundamentalmente en función de las posibilidades económicas.

VI.- ESTRUCTURAS DE POBLACIÓN

Cualquier colectivo humano encierra en su interior una gran variedad de circunstancias en función de múltiples factores, como el sexo, la edad, el estado civil, la situación laboral, el grado de cualificación académica o muchas otras circunstancias sociales, económicas, culturales y políticas. Sin conocer estas diferencias internas resultaría imposible definir o comprender cualquier tipo de sociedad.

1.- Reparto por sexos y edades. Pirámides de población

a) La sex ratio

El reparto por sexos es el primer factor de diferenciación, un factor biológico que interesa analizar dadas las distintas funciones desempeñadas por los efectivos masculinos y femeninos de una población.

El análisis por sexos del número de efectivos con que cuenta un colectivo poblacional permite conocer, entre otros aspectos, las posibilidades de matrimonio o emparejamiento y, en consecuencia, de reproducción. Si existen desequilibrios se producirá una merma, una pérdida de crecimiento biológico potencial de ese grupo humano, que puede llevar a un envejecimiento de la población por falta de nacimientos. En el aspecto económico interesa también conocer la proporción de hombres y mujeres y su nivel de actividad o dependencia, así como el trabajo oculto o no considerado de las mujeres.

El análisis de la composición por sexos puede considerarse en sí mismo o en relación con la edad, el estado civil y la profesión.

Una primera aproximación al tema consiste simplemente en el conocimiento de sus cifras absolutas: número de mujeres y de varones del colectivo estudiado. Pero, para poder comparar estos resultados con otros colectivos, sería conveniente calcular el porcentaje que estas cifras significan en el total de población. Así se utilizan las tasas porcentuales de masculinidad (Tm) o feminidad (Tf), que responden a las siguientes fórmulas:

Nº de varones Nº de mujeres

Tm=--------------------- . 100 Tf=---------------------- . 100

Población total Población total

Pero, además, se puede emplear otro método más sintético como el de la sex ratio, o relación existente entre los efectivos femeninos y masculinos de una población. Sería lo mismo referir el número de mujeres al de hombres o al revés, pero por costumbre se ha considerado siempre el número de varones por cada cien mujeres, de donde se obtiene la Relación de masculinidad (Rm), calculada con la siguiente fórmula:

Nº de varones

Rm= --------------------- . 100

Nº de mujeres

Por el mismo método se puede hallar la Relación de feminidad (Rf):

Nº de mujeres

Rf= -------------------- . 100

Nº de varones

Las cifras suelen ser muy parecidas en todas las poblaciones mundiales. Es normal que nazcan más niños que niñas, por lo que hasta los 10 años la relación de masculinidad suele ser superior a 100. Pero en los años siguientes cambia la relación, en función de la distinta mortalidad masculina y femenina, tanto infantil como adulta, y en las migraciones diferentes de cada sexo.

En países subdesarrollados, y en épocas pasadas entre los países ricos, existe una sobremortalidad femenina en las edades matrimoniales, debido a la elevada mortandad postparto. Por el contrario, en los países desarrollados esta mortalidad femenina ha disminuido, al tiempo que se mantuvo la pérdida de hombres en un siglo XX afectado por dos grandes guerras mundiales y multitud de conflictos locales. Por ejemplo, Francia perdió 1.380.000 varones en la Gran Guerra. Además, la mortalidad entre los hombres es mayor por los trabajos duros desempeñados y por algunas costumbres sociales que le afectan más: el alcoholismo, la conducción, el consumo de tabaco.

Por ello, dada la desigual sex ratio potencial de cada edad interesa analizar la relación en cada uno de los grupos de edades.

b) La estructura por edades de la población

La edad es un aspecto de gran interés para calificar a las sociedades. Igual que las personas, también las sociedades pueden ser consideradas jóvenes o viejas. Conocer la edad de cada grupo humano interesa para saber cuáles son sus recursos potenciales, como fuente de nuevos efectivos demográficos o como fuerza de trabajo, así como sus necesidades, diferentes según se trata de países subdesarrollados -con alto porcentaje de población joven y elevada natalidad- o avanzados -con una población mucho más envejecida-. Por ejemplo, en el campo de la sanidad, en los primeros harán falta médicos pediatras mientras que los segundos necesitan especialistas en geriatría; a nivel económico, en los primeros existe una gran fuerza de trabajo potencial, mientras que en los segundos escasea y los activos soportan la carga económica de las numerosas pensiones de jubilación.

Generalmente, a la hora de analizar la estructura por edad de una sociedad, se consideran tres grandes grupos que, a grandes rasgos, coinciden con las etapas de formación, actividad y jubilación de las personas. El reparto suele hacerse de acuerdo con las posibilidades de trabajo o sólo conforme a la edad:

Trabajo: Edad:

-------------------------------- ----------------------------------------

0-14 años: Niños 0-19 años: Jóvenes

15-64 años: Activos 20-59 años: Adultos

65 y más: Jubilados 60 y más: Viejos

En la división relacionada con la edad, se suelen distinguir dos grupos entre los adultos: los adultos jóvenes (de 20 a 39 años) y los adultos viejos (de 40 a 59 años).

Suelen presentarse los valores porcentualmente, porque eso permite comparar distintos grupos humanos y definir las características de una sociedad. Normalmente, los países menos desarrollados presentan el 40% o más de su población entre los niños menores de 15 años y sólo un 3-4% supera los 65 años. Por el contrario, en muchos países desarrollados los menores no llegan al 30% y los mayores de 65 superan con frecuencia el 15%

c) Las pirámides de población

Se trata de un sistema eficaz de reflejar la distribución por sexos y edades de una población. Es una tabla estadística que incluye dos ejes de coordenadas, uno para cada sexo, y distribuye los efectivos humanos (representados en el eje de abscisas) por grupos de edad (distribuidos en el eje de ordenadas). Es sólo un instrumento de trabajo que tiene por objeto facilitar el comentario de los datos y la obtención de conclusiones sobre ellos; permite una interpretación dinámica de la situación de una población, tanto respecto al pasado como hacia el futuro. Cada detalle en su perfil, cada grupo de edad, se explica sólo por las causas que lo han provocado, registra todas las variaciones sufridas por una población, y permite imaginar cuáles serán sus efectos en los años venideros.

Para interpretarla hay que relacionarla con su marco histórico, acontecimientos políticos, económicos, sociales, etc. de la sociedad estudiada. En cada rectángulo de edades, aparece representada toda una información sobre nacimientos, defunciones y migraciones.

Un perfil normal de una pirámide debe representar un escalonamiento equilibrado desde la base hasta la cima, pues es normal que exista un volumen mayor de efectivos en las edades más jóvenes y se descienda conforme aumenta la edad, a causa de las defunciones.

Sobre ese perfil, que podríamos llamar equilibrado, pueden aparecer modificaciones debidas al incremento o descenso de los nacimientos y las defunciones, así como a la movilidad espacial de la población, es decir, a las migraciones.

La disminución de nacimientos, provocada por epidemias, hambrunas, guerras o controles artificiales, se refleja en un estrechamiento de la base de la pirámide. Esta generación mermada, al ir aumentando en edad, irá apareciendo en las pirámides posteriores como un rectángulo menor que marcará una muesca en el perfil típico de la figura. Pero, además, la falta de efectivos de esa generación repercutirá también negativamente en la de sus hijos: al existir menos padres potenciales, el número de hijos también tenderá a ser más reducido. Al contrario, un incremento de los nacimientos producirá un efecto totalmente diferente.

Otras modificaciones vienen impuestas por los cambios de comportamiento social en los grupos humanos más avanzados, en los que se introducen prácticas voluntarias de control de nacimientos y en los que los avances sanitarios limitan la incidencias de las defunciones en las edades inferiores.

Sobre estos hechos actúan también los procesos migratorios: las sociedades que reciben inmigrantes ven aumentar sus efectivos de forma artificial, generalmente entre los grupos de 20 a 40 años. Por el contrario, las sociedades emigrantes ven mermadas las cohortes de estas edades.

El interés de la pirámide radica en ese dinamismo, que permite prever, de acuerdo con las cohortes de progenitores, la futura natalidad; conforme a los grupos de mayor edad, el grado de envejecimiento y, según el volumen de adultos y jóvenes, los grados de madurez o juventud de una sociedad. Todo ello posee claras repercusiones sociales en aspectos como el mercado laboral, la escolaridad o la jubilación.

d) Tipos de pirámide

Todas las formas posibles de perfiles de pirámide se pueden sintetizar en tres, que explican las características de una determinada población: tipo de población expansiva (o progresiva), restrictiva (o constrictiva) y estacionaria:

1.- Tipo Pagoda. Representa una población joven con elevada natalidad y mortalidad, por lo que cuenta con muchos efectivos en edades jóvenes y una pérdida continua de individuos por defunción, por lo que pocos acceden a las cohortes superiores y la pirámide culmina en una punta afilada. Es característica de países subdesarrollados o de la Europa preindustrial.

2.- Tipo Bulbo o Urna. Se trata de una población en proceso de envejecimiento: el control voluntario de la natalidad provoca el estrechamiento de la base, al tiempo que una elevada esperanza de vida hace que se mantengan con valores elevados las cohortes de adultos y viejos. Es característica de las sociedades más avanzadas, especialmente de los países viejos de Europa.

3.- Tipo Campana. Se da en sociedades equilibradas entre nacimientos y defunciones, típica de sociedades en las que casi todos los que nacen tienen asegurada su vida hasta la vejez y aún no han puesto en práctica el control voluntario de nacimientos.

La evolución normal seguida por buen número de países europeos a lo largo de su historia ha sido el paso desde una pirámide con forma de pagoda a una de campana, para acabar casi siempre en otra con forma de urna.

Existen, además, otros dos modelos de perfil producidos por procesos ajenos a la dinámica interna de una sociedad, por lo que pueden afectar a cualquier de los tipos anteriores:

4.- Tipo As de Pique. Refleja a un grupo humano que ha padecido una catástrofe natural o una guerra, que ha vaciado las edades centrales, pero que después ha reanudado una demografía normal, con una notable recuperación de la natalidad contenida durante el período crítico.

5.- Tipo en Ocho. Propio de sociedades afectadas por emigración, con reducción de individuos adultos jóvenes, lo que a su vez merma también las nuevas generaciones, produciéndose un doble estrechamiento de la pirámide.

2.- La composición socioprofesional

A grandes rasgos, podríamos distinguir sociedades con diferenciación profesional escasa y sociedades con diferenciación profesional mucho más marcada, lo que nos llevaría de hecho a una división entre sociedades agrarias y sociedades industriales o postindustriales.

La división fundamentalmente separa a las personas que producen y a las que no lo hacen, es decir, a la población activa y pasiva de una sociedad.

A grandes rasgos, se considera activa a aquella persona que ejerce habitualmente una profesión o ayuda en ella a un miembro de la familia, aunque esta actividad sea interrumpida temporalmente por una enfermedad o por el paro. Es decir, se trata de medir la fuerza de trabajo de un país, que en gran medida vendrá determinada por su distribución de edades (especialmente, el porcentaje de personas entre 15-64 años), pero también por otros factores como su composición por sexos o sus costumbres sociales.

Los no activos, o inactivos, según la Encuesta de Población Activa española, comprenden a los siguientes colectivos:

Jubilados o retirados.

Escolares y estudiantes.

Menores no escolarizados.

Personas dedicadas a labores del hogar.

Incapacitados para trabajar.

Personas no ocupadas que no buscan empleo.

Otras situaciones (rentistas, ayudas familiares que no alcanzan un mínimo horario de trabajo, asistencia benéfica...)

La manera de considerar el trabajo femenino y la incorporación o no de la mujer al mercado de trabajo tienen una importancia esencial. Por ejemplo, no se considera productiva a la mujer que trabaja todo el día en su casa al cuidado de la familia, ni suele incluirse como activas a muchas mujeres campesinas, pese a ocuparse de buen número de labores agrarias. En las sociedades industrializadas el trabajo femenino mantiene elevadas diferencias en función de la edad y del estado civil: fuerte ocupación en las edades más jóvenes y entre las solteras y descenso de actividad relacionado con las edades de maternidad. No obstante, los factores que influyen en el trabajo femenino son muy numerosos: por ejemplo, el trabajo femenino es mucho mayor y más continuado en el sector de los servicios (y lógicamente, en aquellas sociedades terciarizadas) y existen muchas profesiones que han ido feminizándose, como la enseñanza.

Las mentalidades sociales y las orientaciones políticas también influyen en la incorporación o no de la mujer al mercado de trabajo. Los gobiernos más conservadores o aquellos que afrontan situaciones graves de crisis o paro desearían que la mujer permaneciese en el hogar, mientras que otros, como los antiguos gobiernos comunistas de la Europa Oriental, facilitaban su incorporación con guarderías infantiles o comedores colectivos.

Además, la población activa depende también del porcentaje de adultos y del adelanto o retraso de las edades de jubilación.

Otras matizaciones necesarias a la hora de definir la población activa es que comprende tanto a la población ocupada (y aún dentro de esta la ocupada en sentido estricto y la activa marginal) y la parada (en la que a su vez suelen considerarse varias categorías). Además, el número de puestos de trabajo no coincide ni con el de personas activas ni con el de ocupados.

Para medir la población activa se tienen en cuanta una serie de tasas e índices, entre los que el fundamental es la tasa de actividad (o tasa global de actividad):

Población activa

Tasa de actividad= ------------------------ . 100

Población total

También son importantes las tasas de actividad por sexo:

Población activa masculina

Tasa de actividad masculina= -------------------------------------- . 100

Población total masculina

Población activa femenina

Tasa de actividad femenina= --------------------------------------- . 100

Población total femenina

Del mismo modo, sería posible calcular las tasas de actividad por edad, o las tasas de actividad de los casados, o las tasas de actividad en el mundo rural...

Más interesante resultan dos tasas complementarias: la de población ocupada y la de paro, que generalmente se expresan en tantos por ciento sobre la población activa:

Población ocupada

Tasa de población ocupada= --------------------------- . 100

Población activa

Población parada

Tasa de paro= -------------------------- . 100

Población activa

Por supuesto, igual que las tasas de actividad, las tasas de ocupación y paro pueden expresarse también por sexos, por edades o por cualquier otra circunstancia.

En función de las tasas de actividad, los países podrían distinguirse en grupos bien diferentes: aquellos que presentan tasas cercanas al 50% (EE.UU., Europa noroccidental, países exsocialistas, Japón y algún otro asiático), los comprendidos entre 30 y 40% (Europa meridional, Latinoamérica, Asia Occidental) y los que ni siquiera llegan a estos porcentajes (muchos países africanos).

a) Clasificación de la población activa

Las clasificaciones de la población activa pueden ser diferente según la finalidad con que se haga, pero las principales son en función de las ramas de actividad o las categorías socioprofesionales.

La clasificación más seguida es la que divide a la población en función de los tres sectores económicos que engloban a las distintas profesiones de acuerdo con su participación en la producción:

  • Sector primario, que incluye a profesiones directamente productoras de materias, como la agricultura, la ganadería, la caza, la pesca, las forestales o la minería (aunque en algunos casos se suele incluir a esta última en el sector siguiente).

  • Sector secundario, que incluye a aquellos que transforman las materias primas en otros productos elaborados, como los obreros industriales, los artesanos o la construcción.

- Sector terciario, que es el único no directamente productivo y el más complejo de todos: comercio, transportes, servicio doméstico, administración, enseñanza, sanidad, turismo, banca y finanzas, actividades culturales, policía, turismo...

Pese a todo ello, las semejanzas entre algunos oficios incluidos en el mismo sector es prácticamente nula. Por ejemplo, en el sector terciario se incluirían desde el último criado al presidente de un país. Actualmente, incluso se tiende a distinguir un sector terciario superior (o cuaternario), que reuniría a profesiones sofisticadas y poco relacionadas con los procesos directamente productivos.

Además, en las últimas décadas las estadísticas intentan combinar los tipos de empleo con su importancia aparente o social. Surgen de esta forma las llamadas categorías socioprofesionales, que distinguen a obreros y empleados de ejecutivos u altos cargos. Así, la Conferencia de Estadísticos Europeos de 1960 clasificó a los activos en cuatro grupos: los empleadores, los autónomos, los asalariados y los trabajadores familiares no remunerados. Hoy es común encontrar clasificaciones más complejas.

A escala mundial, las diferencias entre los distintos países en función de la distribución de su población activa por sectores económicos son enormes. Tal vez sea el porcentaje de activos en la agricultura el dato más claramente diferenciador: en la mayor parte de países desarrollados, menos de un 10% de los activos se dedican a empleos primarios; por el contrario, la mayoría de los países subdesarrollados más pobres superan ampliamente el 50% De cualquier forma, hoy el sector retrocede en todas las naciones, incluso en el Tercer Mundo, gracias al aumento de la productividad y al atractivo de otros trabajos.

El sector secundario, por el contrario, ha ido incrementándose en los países pobres y moderándose y descendiendo en las sociedades llamadas hoy postindustriales. La propia estructura interna del sector varía con el desarrollo: al principio se compone de industrias alimentarias, textiles y mineras, con mucha mano de obra y poco capital, para dar paso seguidamente a industrias necesitadas de mano de obra cualificada, fuertes capitales y mucha investigación. Los países más poderosos se reservan las tareas de gestión, investigación y alta tecnología y transfieren a los más atrasados las que necesitan mucha mano de obra o tareas de montaje. Hoy las empresas multinacionales obtienen muchos productos industriales en países de bajos salarios y abundante mano de obra.

El sector terciario, más complejo que los anteriores, incrementa su importancia laboral conforme crece el desarrollo y la industrialización, sin que hasta la fecha parezca haber alcanzado su límite. En EE.UU. representaba el 15% del empleo en 1820, el 34% en 1900, el 63% en 1975 y sigue aumentando en la actualidad. En el Tercer Mundo también está en expansión, tanto por el desarrollo del aparato estatal y la burocracia como por el fuerte paro y subempleo en las ciudades, que hace aumentar el número de estos empleos, aunque adolezcan de una muy baja productividad.

b) El paro

El paro es un factor revelador de las desigualdades espaciales y regionales y traduce fuertes desajustes entre la oferta y la demanda. Aunque se hable de paro coyuntural, estructural, estacionario o cíclico, los conceptos de empleo, subempleo y paro no están claramente definidos ni siquiera en los países desarrollados, que también lo sufren: la frontera que separa a la persona que tiene una ocupación de la que no la tiene no siempre es nítida, especialmente en los países subdesarrollados, donde no existe distinción clara entre el trabajo familiar y el mercado de trabajo y está muy generalizada la figura del subempleo.

Según la O.I.T. "existe subempleo cuando personas provistas de empleo no trabajan por tiempo normal y podrían y desearían hacerlo, o cuando sus ingresos o su rendimiento se verían aumentados si trabajasen en mejores condiciones de producción o cambiaran de producción".

3.- El nivel de instrucción

El problema de la educación está interrelacionado con el del desarrollo: la mala situación económica de muchos países influye en sus bajos niveles educativos y estos, a su vez, son un obstáculo importante para el despegue.

La geografía del subdesarrollo coincide con la de la ignorancia: el analfabeto es también el peor alimentado, el de salud más frágil, el más marginado, aquel al que se explota con más facilidad. Pese a los grandes avances científicos y tecnológicos posteriores a los años sesenta, el número de analfabetos ha aumentado a escala mundial.

En casi todo el mundo desarrollado la tasa de alfabetización de adultos es superior al 98% Prácticamente, todo el mundo está alfabetizado desde hace años, salvo una minoría muy difícil de instruir. Otro grupo de países ha realizado un gran esfuerzo reciente para difundir la instrucción y sus tasas actuales superan el 80%, caso de muchos estados latinoamericanos y alguno europeo. Finalmente, una gran parte de naciones subdesarrolladas no alcanzan estas cifras. La UNESCO calcula que casi la mitad de la población adulta del mundo es analfabeta.

El analfabetismo es mayor en las zonas rurales que en las urbanas y en la mujer que en el hombre. La OMS calcula que dos tercios de los analfabetos son mujeres. UNESCO y UNICEF calculan que en los países en desarrollo sólo la mitad de los niños que nacen podrá alfabetizarse y que sólo el 40% de los que acuden a la escuela acabarán los estudios primarios. Además, los gastos para escolarización son muy inferiores a los que se destinan a ello en los países ricos y existe una fuerte carencia de profesores y de medios.

VII.-EL CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN

1.- La transición demográfica

La transición demográfica es el proceso mediante el cual una población pasa de una situación de elevados índices de mortalidad y natalidad a otra caracterizada por tasas bajas.

Se consideran tres grandes etapas:

1ª La preindustrial o antigua, anterior a la revolución demográfica, caracterizada por altos índices de natalidad y mortalidad. El crecimiento natural era muy pequeño, e incluso negativo en ocasiones, debido a crisis de supermortalidad (hambrunas, epidemias, guerras...)

2ª La transición, en la que se producen los cambios fundamentales. Dentro de ellas se diferencias tres etapas:

La inicial, en la que empieza el descenso de la mortalidad.

La intermedia, en la que continúa el descenso de la mortalidad pero la natalidad también comienza a descender. La diferencia entre ambos índices es máxima y el crecimiento vegetativo es mayor que nunca.

La final, en la que la mortalidad ya es baja y desciende muy lentamente, mientras que la natalidad retrocede con gran intensidad.

3ª La evolucionada o moderna, caracterizada por un crecimiento muy moderado o estancado, con natalidad y mortalidad muy reducidas.

Sobre esta versión clásica, los avances de la Demografía Histórica han matizado algunas cuestiones. Así, la natalidad tradicional de Europa occidental no era tan elevada debido sobre todo a los matrimonios tardíos y al alto grado de celibato femenino.

Otro aspecto discutible es la importancia fundamental atribuida a los factores económicos: hoy se piensa que también han intervenido otros factores culturales o sociales, como se comprueba comparando los casos de Francia (más precoz en el descenso de natalidad) e Inglaterra (pionera de la revolución industrial).

2.- La explosión demográfica

El crecimiento acelerado de la población que durante la segunda mitad del siglo XX ha caracterizado la evolución demográfica del Tercer Mundo, con mantenimiento de elevadas tasas de natalidad y descenso rapidísimo de la mortalidad, ha recibido el nombre de explosión demográfica.

Existen algunas diferencias significativas entre la evolución demográfica del Tercer Mundo y la transición demográfica vivida por los países ricos, que pone en duda la capacidad de aquellos para controlar eficazmente un crecimiento incontrolado de su número de habitantes y conseguir un descenso de las tasas vitales similar al logrado en el mundo desarrollado.

En cuanto a mortalidad se constata que los países subdesarrollados tienen al final del proceso tasas más bajas que los desarrollados debido a su estructura de edades más joven, debido al mantenimiento de niveles de fecundidad elevados en los primeros momentos de la transición. En los países desarrollados el inicio del declive no se debió tanto a los avances de la medicina como a la mejora de alimentación y de las condiciones higiénicas conseguidas desde el siglo XVIII; en cambio, en el Tercer Mundo el descenso se produce gracias a los avances médicos e independientemente del progreso económico.

También existen diferencias en cuanto a la natalidad: las tasas de los países subdesarrollados al iniciar la transición eran más elevadas que en los países europeos de la época preindustrial. Por el contrario, las posibilidades de descenso rápido son mayores (del 35 al 20 por mil, por ejemplo, en menos de 20 años).

Además, el crecimiento demográfico europeo contó con la válvula de escapa que supuso la emigración transoceánica que posibilitó el poblamiento blanco de los países nuevos (EE.UU., Canadá, Argentina, Australia...) Hoy los países de llegada obstaculizan los desplazamientos, por lo que los países pobres deben resolver su crecimiento demográfico casi únicamente a escala nacional, lo que obliga a una mayor intervención de los poderes públicos en el control de la natalidad.

Los datos más recientes demuestran que, en muchos países del Tercer Mundo (salvo en algunas zonas del Africa Negra y algún otro país muy concreto), la mayor rapidez en la disminución de la mortalidad empieza a ser compensada con un descenso también muy rápido de la natalidad. Ello significaría una fase de transición más intensa, con mayores desequilibrios en las tasas pero también de menor duración temporal.

Se supone que en las próximas décadas descenderá la tasa de crecimiento anual. Si los países ricos alcanzaron sus mayores tasas de crecimiento en el quinquenio 1955-60, los países pobres lo harán a comienzos del siglo XXI: el Tercer Mundo contará entonces con más de las cuatro quintas partes de la población mundial. Africa será el territorio con mayor crecimiento demográfico, seguida de América Latina. Los países desarrollados supondrán un porcentaje reducido y cada vez menor de la población del planeta.

Al mismo tiempo, tenderá a aumentar todavía más la población urbana, debido al fuerte proceso de urbanización del Tercer mundo, con el crecimiento incontrolado de lo que hoy son ya grandes aglomeraciones. Y todo ello, con fuerte carencia de viviendas, escuelas, hospitales y empleos, con erosión de valores culturales propios y reducción de la calidad de vida.

3.-El envejecimiento de los países ricos: el caso español

Se conoce como envejecimiento de las poblaciones el aumento progresivo de la proporción de personas ancianas en relación con la población total. La existencia de un mayor número de ancianos depende de muchos factores, pero pueden destacarse dos: el progreso de la medicina, que ha elevado considerablemente la esperanza de vida, y la constante disminución de la mortalidad.

Aproximadamente, se consideran países jóvenes aquellos que cuentan con un porcentaje de mayores de 65 años inferior al 7%; países en transición a los que cuentan entre 7 y 11% y países envejecidos a aquellos que cuentan con porcentajes superiores al 11% (aunque existen países muy envejecidos, con porcentajes superiores al 15%).

Los contrastes son muy fuertes a escala global, aunque es común que países jóvenes y envejecidos se correspondan con países subdesarrollados y desarrollados, respectivamente. Noin calculó en 1976 que, si la edad media mundial era de unos 22,9 años, en los países ricos se superaban siempre los 25 y aún los 30, mientras en los subdesarrollados no se llegaba a los 20 años de media. También existen acusadas distinciones dentro de un mismo país, entre la ciudad y el campo, e incluso en el interior de las propias ciudades.

En teoría, el mejor medio para luchar contra el envejecimiento sería fomentar la natalidad; pero, a largo plazo, esa generación numerosa tendería a envejecer y, si la natalidad no continuase aumentando, reaparecería el problema. Por otra parte, no podría mantenerse el método de fomentar la natalidad de forma indefinida, pues se rompería el equilibrio entre población, espacio y recursos.

España es ya un ejemplo de país envejecido; si no se alcanzan los porcentajes de envejecimiento de algunos países nórdicos, sí puede afirmarse que el proceso avanza con una rapidez mucho mayor que en los países anglosajones: en 1986 había un 17,28% de mayores de 60 años y un 4,97% de mayores de 75 años; en 1991, sólo cinco años después, un 19,25% y un 5,67% respectivamente. El rápido envejecimiento español se ha producido porque a una esperanza de vida de las mayores del mundo ha venido a sumársele el fuerte descenso de la tasa de fecundidad en los últimos años, que se ha reducido desde 2,7 hijos por mujer en 1975 a menos del 1,2 en los últimos años (Asturias en 1996 no llegaba a 0,8). El envejecimiento demográfico, muy intenso en amplísimas zonas del territorio (como las zonas rurales de provincias como Avila, Teruel o Soria, por ejemplo) ya afecta con cierta intensidad incluso a algunas ciudades industriales (el 21,3% de los alcoyanos, por ejemplo, era en 1995 mayor de 60 años).

El problema del envejecimiento, económicamente, dificulta la viabilidad de un sistema de pensiones basado en el reparto de cotizaciones de obreros en activo, porque aproximadamente cada tres trabajadores ocupados deben sufragar la pensión de un jubilado, cuando en los años cuarenta la proporción era de cinco a uno. Aunque los demógrafos más sensatos señalan que el problema no es tanto de estructura de edades como de tasas de actividad y, sobre todo, de ocupación, es demagógico negar que el envejecimiento afecte al sistema de pensiones.

Además, dentro de los jubilados habría que diferenciar aquellos que conservan una salud satisfactoria de aquellos que sobreviven con una calidad de vida precaria. Curiosamente, los poderes públicos han desarrollado más las actividades de ocio dirigidas hacia los primeros que las asistenciales al servicio de estos últimos. La construcción de residencias, las empresas dirigidas al apoyo domiciliario, el incremento de los servicios médicos, amén de constituir una necesidad, suponen la aparición de un nuevo sector económico y un incremento de los gastos sociales.

El envejecimiento significa también un incremento notable de las personas solas. En la provincia de Alicante, donde en 1986 sólo el 3,5% de la población vivía sola, ese porcentaje se incrementaba hasta el 20,1% entre los mayores de 70 años, con una mayor incidencia entre las mujeres y los municipios más pequeños.

VIII.- LA POBLACIÓN Y LOS RECURSOS: DOCTRINAS Y POLÍTICAS DEMOGRÁFICAS

El estudio de la relación entre la población y los recursos constituye una de las cuestiones esenciales de nuestra época. Este interés está relacionado con la gravedad de dos hechos actuales: el fuerte crecimiento demográfico del Tercer Mundo y el que una parte sustancial de sus habitantes padezca el hambre o la subalimentación.

Recurso, en sentido amplio, es un concepto que alude a cualquier cosa que pueda satisfacer una necesidad humana. Cabe distinguir entre recursos humanos (trabajo, creaciones intelectuales o materiales) y recursos naturales, que pueden ser renovables o no. La consideración o no de un producto de la naturaleza como recurso dependerá del nivel cultural y tecnológico de una determinada sociedad. Aunque es difícil hacer una relación objetiva de recursos y necesidades humanas en las últimas décadas ya contamos con una amplia información estadística sobre deficiencias y lagunas, que permiten establecer un panorama de las grandes desigualdades humanas.

1.- La geografía del hambre

La producción de alimentos creció en los años setenta a un ritmo medio anual del 2,5%, pero los países más desarrollados crecieron más aprisa que los del Tercer Mundo, en especial si nos referimos a producción per cápita.

La situación es especialmente dura en los denominados países menos adelantados (en Asia, Afganistán, Bangladesh, Bhután, Laos, Maldivas, Maldivas, Nepal y Yemen; en Africa, Alto Volta, Benin, Bostwana, Burundi, Cabo Verde, Comores, Chad, Etiopía, Gambia, Guinea, Guinea Bissau, Lesotho, Malawi, Malí, Niger, República Centroafricana, Tanzania, Ruanda, Somalia, Sudán y Uganda; en América, Haití); en ellos la producción sólo creció el 2,2%, lo que representó un -0.4% per cápita. El conjunto de Africa tiene hoy una disponibilidad de alimentos per cápita inferior a 1960.

Dentro del Tercer Mundo existe una gran diversidad de situaciones nacionales. Hay países que tienen un promedio de producción de alimentos muy superior a la media mundial, como Argentina o Tailandia), otros con una producción similar a la media mundial, como China, Brasil, Colombia, Turquía o Irán; un tercer grupo con una producción baja y estabilizada, como India, Méjico o Paquistán y un último bloque con países en los que la producción ha disminuido, con países como Nigeria, Egipto, Bangladesh, Zaire, Etiopía o Egipto.

El incremento de la producción alimenticia se debe a la obtención de mayores rendimientos en ciertos cultivos y a la ampliación de la tierra cultivada. Después de la II Guerra Mundial ha habido una auténtica revolución tecnológica agraria, con mejora genética de plantas, uso de variedades de alto rendimiento, lucha contra las plagas o uso creciente de fertilizantes y maquinaria. En los países en desarrollo su introducción ha sido más lenta e irregular, debido al coste que supone su introducción. En algunos países pobres, la presión demográfica hace que la superficie cultivable por trabajador esté disminuyendo.

Las desigualdades entre países son patentes en muchos aspectos: así, el consumo de fertilizantes era en 1982 de 50 kg/ha en los países pobres y de 111 kg/ha en los desarrollados; en cuanto a la mecanización, 224 ha por tractor en los subdesarrollados por sólo 36 ha por tractor en los países ricos. La modernización necesaria en los países del Tercer Mundo sólo es accesible actualmente a los agricultores ricos o a las multinacionales que trabajan allí. Mientras, los países recurren a la importación creciente de productos agrícolas.

Al mismo tiempo la necesidad de crecimiento provoca modificaciones del ordenamiento y del equilibrio de los sistemas ecológicos del planeta: prosigue la erosión de los suelos, el avance de la desertificación y la deforestación de los bosques. Con ello, se agravan las dificultades para el necesario incremento del suministro de alimentos.

Es difícil clasificar a la población mundial según el nivel de alimentación, porque las necesidades alimenticias varían en función de las personas (peso, grado de actividad...) y porque las medias nacionales ocultan graves desigualdades. El agrónomo francés Klatzmann, en 1983, partiendo de la noción de alimentación satisfactoria (en torno a las 2.800 calorías y/o 40 gramos de proteínas por habitante y día), estableció la siguiente clasificación:

1º Países con alimentación excesiva (Norteamérica, Australia y casi toda Europa). En ellos una parte importante de la población ve afectada su salud por una alimentación energética elevada y una gran proporción de lípidos de origen animal en su dieta. Sería un 20% de la población mundial.

2º Países con alimentación satisfactoria, con consumos en torno a la media establecida. El ejemplo sería Japón, cuya dieta sería considerada insuficiente por muchos occidentales.

3º Países en situación intermedia, con calorías suficientes pero un volumen de proteínas bajo. Países como Egipto, México o Brasil formarían este grupo.

4º China, caso aparte, con unas 2.400 calorías y una docena de proteínas.

5º Países subalimentados, con unas 2.000 calorías por persona y día y bajísimo consumo de proteínas. Se calcula que un 30% tendría deficiencias alimenticias serias y un 10% estaría en situación de hambre.

Ante el problema de la insuficiencia de recursos alimenticios, un informe del Club de Roma de 1976 planteaba resolverlo mediante cuatro posibilidades:

a) reducir el crecimiento de la demanda, frenando la expansión demográfica o racionalizando el consumo;

b) corregir el desequilibrio de la producción mediante una distribución más adecuada y justa;

c) rebajar las pérdidas que tienen lugar en todas las fases del sistema alimenticio y

d) aumentar la producción.

El crecimiento de los recursos no demanda un aumento equivalente de la producción agraria, pues existen pérdidas en todas las etapas del sistema alimentario (producción, distribución y consumo) pero incrementar la producción sigue siendo imprescindible, bien aumentando la superficie dedicada al cultivo o bien incrementando la productividad. La primera opción, que podría llegar a multiplicar por dos la superficie cultivada, no resultaría suficiente; la segunda es inevitable.

Incrementar la productividad exigiría empleo de semillas de alto rendimiento, incremento de la utilización de abono, multiplicación de la maquinaria, uso más racional del agua. La agricultura biológica es un lujo de los países ricos; el aumento previsible del uso de abono plantea inconvenientes como la contaminación y el precio de su uso. Resultaría también imprescindible el incremento de la superficie regada, aprovechando recursos hoy inexplotados y la economía en el consumo. El uso de la mecanización crearía problemas en los países con mayor presión demográfica, pues podría destruir puestos de trabajo.

Cualquiera de las mejoras técnicas apuntadas requiere dinero, avances educativos y transformaciones sociales para aplicarse.

2.-Los recursos energéticos

El mundo consume actualmente una cantidad de energía tres veces superior a la de 1950, aunque desde 1973 (primera crisis llamada "del petróleo") el crecimiento se ha ralentizado en gran medida. Actualmente, más del 95% del consumo sigue dependiendo de las energías fósiles; las nuevas energías, las consideradas renovables, sólo alcanzarán un uso razonable cuando se reduzcan los costes de producción, supongan un verdadero ahorro energético o puedan ser utilizadas como las tradicionales.

La opción nuclear divide a los ciudadanos. Los partidarios dicen que es imprescindible para mantener los niveles de consumo actuales, que es la única capaz de sustituir a corto plazo al petróleo y que es barata y segura. Los detractores opinan que la seguridad de las centrales es limitada, que no siempre se cumplen los requisitos de seguridad, porque suponen un coste económico, que la eliminación de los residuos no está resuelta satisfactoriamente y que la proliferación de centrales puede generar un auténtico terrorismo radiactivo.

La distribución espacial de la producción y el consumo de energía del mundo está profundamente desequilibrada: en 1983, Africa consumía 287 kep por persona, Asia 427, Europa 2.870, la antigua URSS 4.057 y los EE.UU. 4.581 (para una media mundial de 1.251 kep).

Además, tanto los países ricos como los pobres se diferencian en cuanto a su tasa de independencia energética. Por ejemplo, entre los desarrollados los países de gran dimensión como Canadá, EE.UU., Rusia y Australia tienen recursos enormes y producciones cuantiosas; pero la mayoría de países europeos y otros como Japón tienen una escasa tasa de independencia y deben importar cantidades enormes de energía. Entre los países del Tercer Mundo, existen muchos que producen mucha más energía que la que consumen (países árabes, Sudáfrica, México) y otros que apenas producen y consumen muy poca.

La disponibilidad futura de los recursos energéticos varía notablemente: mientras que el carbón goza de favorables perspectivas a largo plazo, el petróleo podría agotarse en treinta años de seguir el ritmo actual. Unas reservas en torno a 50 años dispondría el gas natural y el uranio utilizado para la energía de fisión. Enormes expectativas sobre su uso energético existen en torno a la fusión nuclear controlada y a la energía solar, aunque todavía carecen de resultados concretos suficientes.

Las posibilidades energéticas son, a largo plazo y teóricamente, optimistas, pero es muy posible que a corto plazo y en ciertas zonas se puedan producir situaciones de escasez. Hoy se piensa que en los países desarrollados el consumo aumentará lentamente, no sólo por razones económicas sino también medioambientales, pero en los países en desarrollo crecerá con rapidez por el crecimiento demográfico, la urbanización y la industrialización.

Siguen existiendo algunos problemas de producción y distribución de la energía. Por ejemplo, los cambios en la estructura de aprovisionamiento son muy lentos, obligando a corto plazo a una política de ahorro energético. Además, el uso de los combustibles fósiles puede influir desfavorablemente sobre el clima. La extracción del carbón también provoca degradaciones medioambientales. La energía nuclear plantea riesgos de accidentes y problemas de destrucción de desechos. Seguirá siendo necesario invertir grandes capitales, tanto para extraer recursos como para limitar el impacto sobre el medio ambiente.

En el período de transición desde el uso excesivo actual de energías fósiles a la puesta en marcha de las nuevas energías será cuando se planteen los problemas de abastecimiento más graves, que van a afectar sobre todo a los países del Tercer Mundo porque poseen menos recursos que los países desarrollados (salvo la OPEP), porque van a necesitar mucha más energía que actualmente y porque carecen de capitales y tecnología para aprovechar los recursos propios de extracción difícil.

También aumenta la utilización de otras materias primas minerales, aunque su peso económico es muy inferior al de la energía. Se calcula que en los últimos doscientos años la producción per cápita se ha multiplicado casi veinticinco veces. En el siglo XX ha aumentado el uso de metales nuevos, como el aluminio, o de las sustancias que abastecen a la industria química (fosfatos, potasa) y recientemente ha crecido la utilización de aquellos metales empleados en sectores industriales avanzados, como vanadio, zirconio, platino o molibdeno. No obstante, oro, hierro y cobre siguen representando la mitad del valor de la producción.

La estimación de las disponibilidades de materias primas debe relacionarse con la del consumo, bien considerando el número de años que tardaría en agotarse un producto si el consumo se considerara constante o dividir las reservas entre el consumo acumulado previsto para cierto tiempo. Además, debe considerarse que un uso amplio y eficaz de las disponibilidades de reciclaje haría disminuir la tasa de utilización de nuevos recursos, preservaría el medio ambiente y supondría un ahorro de energía.

Hay sustancias que no parecen presentar ningún problema de disponibilidad, como el hierro, aluminio, titanio, cromo, vanadio o platino; otras tienen reservas menos abundantes pero suficientes a medio plazo (cobre, plomo, estaño, cinc...) y otras presentan una situación más preocupante (como la plata o el mercurio) No son, pues, previsibles escaseces generalizadas y graves de las principales substancias minerales.

No obstante, existen problemas de carácter político o económico que podrían crear dificultades de aprovisionamiento. Los riesgos pueden provenir de la fuerte concentración regional de las reservas y también de que la actividad minera está dominada por grandes compañías multinacionales, que venden estos productos a quien mejor los paga. Por otra lado, la extracción y elaboración de algunas materias primas plantea un serio problema de contaminación atmosférica y marítima. Más grave aún puede ser la explotación de yacimientos situados en aguas extraterritoriales, puesto que es más difícil controlar que la explotación sea compatible con la necesaria protección del medio marino.

De cualquier manera, es imprescindible intensificar la prospección para descubrir nuevos yacimientos, mejorar la tecnología para conseguir materias primas a precios razonables, reciclar los productos utilizados, sustituir las sustancias escasas por otras más abundantes, reducir el despilfarro en todas las fases del ciclo productivo e incrementar la eficacia de uso tanto social como tecnológicamente.

3.- Las doctrinas demográficas

Los estudios de población siempre han valorado las ventajas e inconvenientes del crecimiento, en función de razones de carácter demográfico, económico, social, religioso, político o militar. Las doctrinas se pueden agrupar en dos grandes categorías: las optimistas, que piensan que el crecimiento es bueno y deseable porque estimula la economía y es positivo para la sociedad, y las pesimistas, que creen que un crecimiento sin límites conduce al agotamiento de los recursos y compromete el bienestar económico y la calidad de vida.

Las teorías mercantilistas del siglo XVI consideraban que una población grande y creciente era beneficiosa porque aumentaba el poder político, económico y militar del estado nacional.

Contra esta doctrina se alzó T.R.Malthus (1766-1834), cuya importancia excepcional explica que desde entonces las actitudes pesimistas sean calificadas de malthusianas y las optimistas de antimalthusianas. La obra cumbre de Malthus es el Ensayo sobre el principio de la población, publicado por primera vez en 1798, aunque con documentación escasa y tono polémico y panfletario. La edición de 1803 es ya un trabajo más riguroso y documentado.

Los postulados de los que parte Malthus son que el alimento es necesario para la existencia del hombre y que los seres humanos poseen un impulso natural de reproducción. El problema es que los hombres tienden a multiplicarse más deprisa que las subsistencias, lo cual constituye la causa de su miseria. Afirma que, si no se ve frenada por ningún obstáculo, la población crece en progresión geométrica y los recursos sólo en progresión aritmética.

Malthus piensa que existen unos obstáculos que frenan el crecimiento. El impedimento principal es la falta de alimentos, pero no actúa de forma inmediata, salvo en las hambres agudas. Los otros son la continencia moral, el vicio y los infortunios. La continencia moral la forman la abstinencia del matrimonio, las uniones tardías y la castidad fuera de él. Entre los vicios cita el libertinaje, las pasiones contra natura o el adulterio. Los infortunios son la consecuencia inevitable de las leyes de la naturaleza.

Malthus considera que la continencia moral constituye el procedimiento válido para regular la población. Es contrario a los matrimonios precoces, especialmente entre quienes cuentan con menos medios, y rechaza las formas de contracepción.

Los críticos de Malthus han señalado que el crecimiento simultáneo de la población y la prosperidad económica de Europa durante el siglo XIX es la mejor prueba de la inutilidad de su teoría, pero ha sido en el siglo XX cuando se ha puesto de manifiesto el desequilibrio entre población y recursos.

La crítica marxista acusa a Malthus de defender los intereses de la nobleza terrateniente y la burguesía más reaccionaria, en detrimento de las clases trabajadoras, que son las que deben reducir el crecimiento demográfico general. Malthus fue partidario de abolir las leyes de pobres, afirmaba que la asistencia social debía ir acompañada siempre de algo de vergüenza y cuestionaba la entrega de alimentos a los asilos. Pero, por otra parte, Malthus pensaba que las clases trabajadoras aliviarían su pobreza fijando límites a la descendencia.

El socialismo, tanto el utópico como el marxista, rechazó las ideas de Malthus sobre las soluciones para aliviar la miseria de las clases trabajadoras. Frente a las medidas de continencia moral propusieron medidas políticas y sociales para combatir la pobreza, que no dependía de leyes naturales sino de una mala organización de la sociedad capitalista. Sólo una sociedad socialista, con un reparto justo de la riqueza, evitaría el desequilibrio entre población y recursos. Existía una confianza ilimitada en la abundancia de la naturaleza y una fe ciega en el progreso tecnológico y científico como medio de aumentar los alimentos y los recursos. En el siglo XX, muchos países socialistas, por diversas razones, han adoptado una política de planificación familiar.

Las doctrinas nacionalistas recuperan las creencias mercantilistas, aunque de forma más violenta. Todos los autores nacionalistas eran partidarios del crecimiento de la población de sus países y veían con preocupación el crecimiento de sus vecinos. Estas tendencias se desarrollan sobre todo en la Alemania de Guillermo II (1888-1918), con el culto a la raza alemana y la reivindicación del espacio vital, y en la Francia posterior a la derrota de 1870. Los autores imperialistas, nacionalistas acérrimos casi siempre, pensaban que una salida adecuada al crecimiento demográfico era la adquisición de colonias a las que pudiese emigrar la población excedente, que seguiría por tanto vinculada a la metrópoli.

También en aquellos años la Iglesia católica se alineó con posturas claramente populacionistas, en una línea que partiendo de la encíclica "Syllabus Errorum"(1864) de Pío IX llegó hasta la "Humanae Vitae"(1968) de Pablo VI. Otras iglesias cristianas, como la anglicana en la conferencia de Lambeth de 1908, también denunciaron la caída de natalidad.

En la segunda mitad del XIX comienzan a aparecer los movimientos neomalthusianos, que difieren de Malthus en un punto esencial: la admisión y promoción del control de nacimientos. Entronca con el utilitarismo, por su defensa del derecho de la gente a buscar su propia felicidad, y con el calvinismo, por su visión pesimista del hombre y del porvenir de la humanidad. A finales de siglo, los movimientos feministas llevaron esta teoría a la defensa de la igualdad de sexos y de la emancipación de la mujer. Entre el fin de la Gran Guerra y la crisis de 1929 existió la creencia de que el mundo estaba poblado en exceso y que la densa Europa dependía del abastecimiento externo, lo que hipotecaba su bienestar; el paro de los primeros años treinta ayudó a difundir estas ideas.

En los años treinta, las nuevas ideologías totalitarias consideraron que la caída de la natalidad era manifestación de la decadencia nacional y la relacionaban con el declive del prestigio nacional, la decadencia económica, la subordinación de la raza blanca e incluso la extinción de la civilización occidental. Nacieron con el fascismo italiano, llegaron a su apogeo en la Alemania nazi e influyeron, junto con las doctrinas de la Iglesia Católica, en el franquismo español.

Actualmente conviven dos posiciones contrarias: los optimistas consideran el crecimiento poblacional bueno y deseable, porque estimula la renovación técnica y el cambio social, y piensan que hay suficientes recursos para mantener una población mucho más numerosa. Los pesimistas piensan que la expansión demográfica es un problema que la humanidad debe detener pues, en caso contrario, se agotarán los recursos, incluso los humanos; para evitar el hambre sólo sirven rigurosas políticas de control de natalidad. Otros autores, más moderados, piensan que el desequilibrio actual no puede solucionarse sólo de forma demográfica (controlar el crecimiento) o económica (aumentar la riqueza y repartirla más justamente) sino que deben combinarse ambas soluciones.

4.- Políticas demográficas pronatalistas y antinatalistas

Una política de población es un conjunto de medidas que un gobierno adopta para obtener unos determinados resultados demográficos, que deben tener otras consecuencias políticas, económicas o sociales. El Estado puede influir en muchas variables demográficas (migraciones, distribución, mortalidad), pero es en la natalidad donde ha influido más, tratando de favorecer o limitar el crecimiento de la población.

a) Políticas pronatalistas

Una política natalista incluye generalmente dos tipos de medidas: las consistentes en prohibir o limitar el uso de métodos para controlar la fecundidad, y las que promueven la natalidad con incentivos económicos o una propaganda favorable hacia las familias numerosas. Las políticas más explícitas de este tipo fueron las de los estados fascistas de los años treinta.

La política demográfica nazi tenía una preocupación natalista y racial: no trataba sólo de hacer crecer a la población sino de afirmar la raza aria, esencia misma de la doctrina nazi. Para ello se suprimieron los abortos y la información sobre métodos anticonceptivos; se crearon impuestos especiales para los solteros adultos; se dieron préstamos a matrimonios jóvenes y preferencia en la vivienda a las familias numerosas; se prohibieron los matrimonios mixtos con personas de algunas razas y se esterilizó a personas con enfermedades hereditarias o psíquicas. La tasa de natalidad pasó del 14,7%o en 1933 al 19,7 en 1939, aunque se debió a los primeros nacimientos, tenidos más precozmente, no al aumento del número de descendientes.

En la Italia fascista, desde 1926, la emigración fue severamente limitada y la natalidad promovida con medidas similares a las nazis: se acabó el control de natalidad y el aborto, se desalentó fiscalmente el celibato y las familias pequeñas, se dieron premios y subsidios a las familias numerosas y se dio preferencia en puestos públicos a los casados con hijos.

En España se adoptaron medidas pronatalistas con la llegada del franquismo. Pronto se prohibió el aborto, el divorcio y la venta e información de métodos anticonceptivos. Esto se acompañó con una política de protección familiar basada en subsidios, pluses y premios. La natalidad se mantuvo alta más por las medidas punitivas y la acción cultural de un catolicismo oficial que por la cuantía de las ayudas.

También algunos países democráticos adoptaron medidas pronatalistas, sobre todo Francia, que en 1920 prohibió el abortó, la venta de anticonceptivos y la propaganda sobre control de natalidad. Además, ofreció incentivos financieros a los matrimonios.

En los años sesenta, los países socialistas de la Europa Oriental también diseñaron medidas pronatalistas ante las bajas tasas de natalidad. En general, se restringió la ley del aborto, extremadamente liberal, a supuestos similares a los españoles de ahora. El deseo de aumentar la población respetando la libertad de los individuos hizo que se reforzaran las ayudas familiares: ampliación de los permisos de maternidad, trabajo a tiempo parcial de las madres con hijos pequeños, guarderías y escuelas infantiles, las desgravaciones fiscales, jubilación anticipada a madres con un cierto número de hijos...

También en Europa Occidental los gobiernos practican la llamada política de las dos libertades: se conceden facilidades para el control de natalidad, pero se incentiva la ayuda a las familias. Estas ayudas varían mucho de unos países a otros: son fuertes en Francia y Alemania y escasas y de nula eficacia en Portugal, Grecia o España.

Han existido políticas pronatalistas en zonas del Tercer Mundo, donde tras la descolonización algunos estados consideraron que el crecimiento demográfico era beneficioso para sus territorios o, al menos, nadie se atrevió a proponer una política de control. El caso de China Popular es el más claro: Mao afirmó que el número constituía la fuerza del pueblo chino y que el control de natalidad era una forma de exterminarlo; desde 1956 el régimen variaría bruscamente esta política.

b) Políticas antinatalistas

Aunque son características del Tercer Mundo, también algunas naciones desarrolladas han adoptado en algún momento reciente políticas de este tipo. Es el caso de Japón. Este país experimentó desde los años treinta hasta la II Guerra Mundial una política nacionalista e imperialista, fuertemente populacionista: desde 1931 la venta de productos anticonceptivos fue severamente controlada, en 1940 se limitó el recurso al aborto. Después de la guerra, con la derrota, la depresión económica y la repatriación de seis millones de personas, se produjo un cambio de política, centrada en la permisividad más absoluta del aborto, prácticamente gratuito: a comienzos de los cincuenta, el 70% de los nacimientos evitados lo era por el aborto, y sólo el 30% por métodos anticonceptivos. Por eso, en 1952 el gobierno lanzó un programa de planificación basado en los métodos anticonceptivos. No existía tampoco ningún tipo de ayuda familiar. Por eso, la natalidad descendió desde el 34,3 %o en 1947 al 17,1 en 1961. Sólo desde 1972 se concedieron ayudas familiares, a partir del tercer hijo y para familias con escasos recursos.

El primer país tercermundista que estableció un programa de planificación familiar tendente a reducir la fecundidad fue la India, en 1952. Luego vinieron otros muchos, sobre todo después de que los datos demográficos de la ONU en los años sesenta revelaran que muchos países pobres estaban teniendo crecimientos demográficos capaces de impedir el despegue de la economía nacional. Estos programas se pusieron en práctica cuando se empezó a disponer de anticonceptivos orales y dispositivos intrauterinos, pero pronto se comprobó que su disponibilidad no era condición suficiente para reducir la natalidad: muchas parejas, por muchos medios de que dispongan, no limitan su número de hijos si no encuentran razones convenientes para ello. Al mismo tiempo, se comprobó que las razones para tener una descendencia numerosa eran múltiples: seguridad en la vejez, ayuda para el trabajo, cumplimiento de preceptos religiosos, prueba de virilidad... Para las cifras macroeconómicas, las tasas de natalidad altas entrañan fuertes costos en alimentación y educación de nuevos seres; pero para las familias, los costos son más reducidos y los hijos pueden suponer beneficios a corto o medio plazo.

La política antinatalista inicial fue cuestionada en la Conferencia de Bucarest de 1974. Los países del Tercer Mundo acusaron a los desarrollados de insistir más en las soluciones demográficas que en las económicas para resolver el desajuste entre la población y los recursos. Afirmaron que las políticas no debían emprenderse aisladamente sino integradas en programas más amplios de desarrollo económico y social, pues la elevada fecundidad de estos países no es la causa del subdesarrollo sino su consecuencia fundamental.

Los actuales programas de planificación familiar presentan cambios significativos sobre las primeras experiencias:

1º Se insiste en la reforma de las estructuras socioeconómicas como medio para reducir la fecundidad: mejorar la condición de la mujer facilitándole el acceso a la educación y al empleo, o establecer sistemas de seguridad para la vejez.

2º Tratan de convencer a la población de la importancia social del descenso de la fecundidad y proclaman las ventajas que para los individuos y la sociedad representan las familias reducidas.

3º Diseñan estrategias aplicables en medios rurales, en poblaciones que no comprenden o reprueban el empleo de tales métodos.

China e India, aparte de ser los países más poblados del planeta, son ejemplos de sociedades donde el crecimiento demográfico provocaba o provoca problemas alimenticios y donde las políticas demográficas, de tipo coercitivo, se iniciaron tempranamente.

China es el ejemplo más claro de país de grandes dimensiones donde una política antinatalista ha logrado resultados espectaculares. Pese a políticas previas vacilantes e incluso populacionistas, desde 1969 se establece una política malthusianista vinculada en apariencia con el desarrollo del sistema socialista: planificación demográfica, protección de las madres y los hijos, reducción de la mortalidad infantil, igualdad de hombres y mujeres... Se inicia la educación para el control y se integra la planificación familiar en los dispensarios de las comunas rurales. Todas las técnicas son válidas y aplicadas: dispositivos intrauterinos, píldoras, esterilización, aborto (son los creadores del método de aspiración) con permiso laboral, matrimonios tardíos. La esterilización, aunque libre, se aconseja e incentiva en los matrimonios que ya tienen dos hijos. Finalmente, se llegó a aconsejar el hijo único como tamaño familiar ideal, aunque sin éxito excesivo.

India es el caso de política de control más radical emprendida en un país con libertades públicas. Aunque las acciones se iniciaron a principios de los cincuenta fue durante el gobierno de Indira Gandhi cuando se llegó a las medidas más radicales. Antes ya se habían realizado vasectomías en serie practicadas en campos de esterilización a cambio de pequeñas cantidades de dinero. La edad legal para contraer matrimonio se elevó. Los funcionarios federales con tres o más hijos eran obligados a la esterilización o podían perder ciertas ventajas. Incluso se chantajeo a familias pobres con la posible retirada de la asistencia médica o alimenticia, si el padre rehusaba la vasectomía. En 1976 se esterilizó a seis millones de personas. Todas estas medidas, que contribuyeron a la derrota electoral de la señora Gandhi, no fueron capaces de reducir significativamente la natalidad de un país que en 1990 mantenía una tasa del 30 por mil.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA UTILIZADA:

PUYOL, R.; ESTÉBAÑEZ, J. y MÉNDEZ, R.: Geografía Humana, Ed. Cátedra, Madrid, 1992, 727 p.

WEEKS, J.R.: Sociología de la población, Alianza Universidad, Madrid, 1984, 471p.

PRESAT, R.: Introducción a la demografía, Ed. Ariel, Barcelona, 1985, 212 p.




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Enviado por:Tabata
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