Biografía


Francisco Bilbao


Fue un célebre agitador y apóstol, idealista, romántico, iluso y casi lunático, cuya vida y obras han sido y son polemizadas. Fue publicista liberal y herético, excomulgado y masón. Fue mentalmente confuso, pero íntegro y recto en su inconocible y propio credo liberal. Y fue orador hermoso, con sus ojos brillando, la negra cabellera soñadora y la fiebre arrebatadora de su verbo.

Nace en Santiago el 9 de enero de 1823. Hijo de Rafael Bilbao Beyner y de Mercedes Barquín Velasco.

Su padre profesaba un liberalismo inspirado en los filósofos enciclopedistas. Por lo que ejercía actividades políticas contrarias al gobierno conservador de José Joaquín Prieto. Esto llevó a su destierro en 1833 a Perú. Partió llevándose a su hijo Francisco de 10 años de edad. Vuelven en 1839.

Francisco Bilbao ingresa al Instituto Nacional a los cursos de derecho, latín y filosofía con los maestros Andrés Bello y José Victorino Lastarrias, siendo éste último el que más influyó en su formación.

Desde muy joven se familiarizó con las obras de los enciclopedistas y a los 20 años, ya había leído a autores como Rosseau, Lammenais. A los 18 años hablaba perfecto francés, por lo que traduce La Esclavitud Moderna de Lammenais.

A partir de esto Bilbao, ya había llegado a tomar una postura racionalista, contraria a todos tradicionalismo. Y en política habría adoptado un liberalismo avanzado que lo lleva a convertirse en un demócrata activo y militante. Era un fiel convencido de que no existía aún un carácter nacional, de que la sociedad chilena no era conservadora por tradición, sino por la importación de formas coloniales y despóticas foráneas, lo cual lo hacía ser optimista en cuanto a la posibilidad de forjar una sociedad más humana, igualitaria y libre.

Estaba convencido de la grandeza moral contenida en el lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, por lo que buscó con sus escritos y en sus acciones convertir estos conceptos en normas de convivencia social, bajo, siempre, la autoridad de la razón.

Bajo este alero, la autoridad y la Iglesia Católica aparecen ante sus ojos como los principales obstáculos para el desarrollo social y para el triunfo de sus ideas democráticas, igualitarias y racionalistas. No lograba sacarse la idea de que la sociedad chilena no era nada más que una herencia de lo establecido por España en la época de la Colonia, pasado y herencia que repudia.

Por lo tanto se convierte en anti-feudal, anticatólico y anti-español.

Sociabilidad Chilena

Bajo este marco ideológico se desarrolla la vida de Bilbao. Salta a primer plano a los 21 años, con su artículo Sociabilidad Chilena, publicado con su nombre en el periódico mensual El Crepúsculo, el 10 de junio de 1844; con cuya aparición comienza, propiamente, la historia del ensayo en Chile. En el artículo realiza un profundo análisis de la conservadora sociedad nacional de la época y critica la Constitución de 1833, que entre sus disposiciones dejaba en manos de la Iglesia Católica la censura. A su vez reprende la situación de esclavitud de la mujer y su sometimiento al marido en el matrimonio, lo que califica como uno de los punto más atrasados en la evolución que han sufrido las costumbres y las leyes del país.

En el fondo, arremete contra la sociedad de la época, lo mismo que la relación con España y con la Iglesia, a la que consideraba con una excesiva incidencia en la política nacional.

Este ensayo, es el primero y el más polémico de los ensayos publicados por Bilbao, consta de una introducción y de dos partes: la primera, se contrae a `nuestro pasado' y la segunda, `la revolución'. En una se remonta hasta los lejanos orígenes españoles del pueblo chileno, y en la otra discute los sucesivos gobiernos de la República, a la vez que aprecia la ubicación de las fuerzas sociales y sus formas específicas de conducirse en el ejercicio del poder público.

Lo escrito no era posible de soportar en una época como la que le tocó vivir. Se vio envuelto en una polémica política, pues no fueron los círculos académicos los que polemizaron con él, sino los poderes y los poderosos: todos en contra de un joven de 21 años. Su audaz contenido literario, igualitario y anticatólico, provocaba una violenta reacción en la prejuiciosa y pacata sociedad santiaguina de entonces.

Es acusado de sedicioso, blasfemo e inmoral en tercer grado; es llevado a juicio, para el que no encuentra defensor y debe hacer él mismo su propia defensa.

El Juicio

El 20 de junio de 1844, con una gran claridad en sus ideas de reivindicaciones sociales, es sometido a juicio Francisco Bilbao B. Temprano por la mañana, la Plaza Mayor empieza a colmarse de diversos grupos.

Con serenidad y altivez, propia de las más nobles causas, con su melena suelta al viento y su corbata bohemia caída sobre el pecho, Bilbao atravesó la plaza hasta avanzar frente a la sala para tomar asiento en la banco de los acusados. A un lado, los aristócratas con sus lujosos trajes y enjoyados dedos. Más allá, los liberales pacatos luchando entre su posición y su conciencia. Y en otro sector, la gente del pueblo, sencilla y los estudiantes del Instituto Nacional, quines comentaban la actitud del joven acusado. Al fondo, el jurado.

El fiscal, en forma apasionada y parcial empezó a referirse al artículo publicado en El Crepúsculo, que motivaba aquella acusación.

El joven acusado escuchaba sereno, sin inquietarse, toda aquella larga y fastidiosa charla jurídica. Mientras tanto, desde las calles vecinas, llegaban los gritos de la muchedumbre: “¡Viva Bilbao!”, “¡Viva el defensor del pueblo!”.

Terminada la acusación, Bilbao se para y con voz fuerte y segura, se trasforma de acusado en acusador y exclama: “Señores del Jurado, no soy blasfemo, porque amo a Dios; no soy inmoral, porque amo y busco el deber que se perfecciona; no soy sedicioso, porque quiero evitar la exasperación de mis semejantes oprimidos...” “...diviso un día en que mi Patria, impulsada por la actividad humana, arrojará una mirada sobre mí y esa mirada iluminará mi nombre. La Sociedad ha sido conmovida en sus entrañas. El lugar en que nos hallamos y la acusación que se me hace, revelan el estado en que nos encontramos en instituciones y en ideas. Aquí hay dos nombres enlazados por la fatalidad histórica y que rodarán, en la historia de mi Patria. Entonces veremos, el señor fiscal y yo, cual de los dos cargará con la bendición de la posteridad. La filosofía tiene también su código y este código es eterno. La filosofía os asigna el nombre de retrógrados y bien: ¡innovador! ¡he ahí lo que soy! ¡retrógrados! ¡he ahí lo que sois!.

Con los ojos centellantes de emoción, seguía de pie. Tieso como un mástil, pálido, revuelto el cabello, esperaba al jurado. Al cabo de un rato, ceremoniosamente, éste entraba en la sala para entrega su veredicto: se le condena en tercer grado como blasfemo e inmoral y, además, a pagar una multa de $1.200 pesos, cantidad bastante apreciable en esos tiempos, lo que fueron cancelados con una colecta pública; lo cual muestra que sus ideas fueron populares o, mejor aún, que había ya suficientes hombres en Chile dispuestos a defender su derecho a expresarlas.

Luego, los partidarios de Bilbao, lo sacaron en andas por las calles de la cuidad, cantando y pregonando la nueva verdad, por todas las principales calles de Santiago. Su artículo fue quemado públicamente al mismo tiempo que era excomulgado por los sacerdotes más exaltados de la época.

Las ideas expuestas y discutidas públicamente ante el jurado, por Bilbao, si bien no constituían nada nuevo y original en el campo de las doctrinas políticas, religiosas o sociales, tuvieron sí la virtud de inquietar la conciencia del pueblo, que vibró de entusiasmo, escuchándolas en labios de un joven romántico y apasionado.

Todo esto demuestra que, si bien su cultura era superior a la del medio en que vivía, en el fondo de sus ideas no eran, como algunos han querido creer, una flor exótica en el Chile de esos años.

Con la Sociabilidad Chilena, la fracción liberal de la naciente generación literaria se enfrentó resueltamente a la tradición política y acentuó la lucha por la libertad y la tolerancia religiosa. Por que la Sociabilidad, si bien es el producto del alma romántica, religiosa y atormentada de Bilbao, así como de sus concepciones teóricas, es también la expresión de un espíritu de inconformidad con las instituciones de la época.

Bilbao es un fiel representante de la generación de '48, como precursor del pensamiento social en Chile. De hecho, una de las mayores importancias de la Sociabilidad Chilena radica en que sirvió a la porción liberal de la generación del '48 para rebasar los límites de los estrictamente literario y presentar sus criterios sobre la realidad social. A la vez, le ofreció la oportunidad de participar en el debate público, en torno a temas de tanto interés como los relacionados con las instituciones del Estado y la Iglesia.

A pesar de todos los castigos del juicio la persecución siguió. La lucha ideológica no se hizo esperar. Los adversarios de Bilbao (autoridades, clero, fiscalía) no quedaron conformes con el fallo y la sanción impuesta. Continuaron su acción contra el joven, sus amigos y simpatizantes. Como resultado se adoptaron medidas que afectaron al prestigio del escritor. Fue expulsado del Instituto Nacional, en donde seguía sus estudios de leyes. Por lo que en octubre de ese año se embarca, en Valparaíso, rumbo a Francia, a donde llega en febrero de 1845.

Francia

Vive en París los cinco años siguientes (1845-50), donde se nutrió de las revueltas sociales acontecidas en Francia durante 1848, sucesos en los cuales también se encontraba otro joven llamado Carl Marx.

En la capital francesa, Bilbao se integró a la rica vida cultural y política de esos años, con los profesores Jules Michelet, Edgar Quinet, el poeta polaco Adam Mickewicz y Leammenais, a quien admiraba, con los cuales entablaría una estrecha amistad. Se dedicó al estudio y asistió a las clases de Víctor Considerant, autor del El Manifiesto de la Democracia.

Viajó a los países de Europa Central, volviendo a París al estallar las agitaciones revolucionarias de junio de 1848, en las que participa activamente. El 23 de junio de ese año lucha en las barricadas, defendiendo las conquistas obreras y los Talleres Nacionales, cuya disolución había resuelto el gobierno.

Su permanencia en Francia durante esos años agitados lo afirmó en sus ideas de liberalismo avanzado y republicano igualitario.

Francisco Bilbao vuelve a Chile el 1 de febrero de 1850. Decide unirse a aquellos avanzados que aspiraban a constituir una agrupación política que pudiera enfrentar al Partido Conservador, que era el partido de Gobierno. Llega impregnado de las ideas renovadoras del liberalismo, sólo deseaba sembrar vientos de libertad, agitar al pueblo y predicar la revolución contra los tradicionalistas.

En esa época la burguesía en ascenso disputaba a la aristocracia sus privilegios provenientes de la colonia; busca organizar la sociedad de acuerdo a sus intereses, tratando de impregnarla del ropaje ideológico liberal que los envuelve. Son los comienzos de la pugna entre liberales y conservadores que agitará la segunda mitad del siglo XIX. Grupos de jóvenes, burgueses, avanzados y elementos de las nacientes capas medias que se suman a la pugna, influidos por la ideología liberal individualista y por concepciones utópicas románticas en boga en Europa, haciendo suyas sentidas aspiraciones populares, movilizan importantes sectores de trabajadores, principalmente artesanos, organizándolos y lanzándolos a la lucha por la democracia y la república igualitaria.

Eran tiempos difíciles, convulsionados, de constante lucha ideológica y variaciones en la correlación de fuerzas. Había alzamientos en las provincias y la revolución se extendía por el país. Coquimbo y Concepción alcanzaron a marchar sobre Santiago. La Serena y San Felipe eran focos de revueltas; el destierro era el consecuencia habitual de las insubordinaciones.

Así ocurrió prácticamente en toda América entre 1820 y 1870, décadas en las que se enfrentaron fuerzas políticas y sociales.

Ante esto Bilbao decide unirse a Santiago Arcos. Un hombre que se encontraba embarcado en la misma empresa, dando paso al nacimiento de la “Sociedad de la Igualdad”.

Sociedad de la Igualdad

Fue fundada el 14 de abril de 1850, y es así como nace la primera agrupación popular y democrática que hubo en Chile, y que contaba ya con 200 socios en septiembre de ese año.

Esta organización que planteaba propuestas sumamente progresistas y con un sentido de clase. No es casualidad que entre sus fundadores se encontraran un sombrerero, dos sastres y un zapatero, junto con destacados hombres de la época, tales como: Eusebio Lillo, Benjamín Vicuña Mackena, José Miguel Carrera y Fontecilla, José Victorino Lastarrias.

Bilbao redacta el juramento de esta renovadora institución: “¿Reconocéis la soberanía del pueblo como base de toda política?, ¿Reconocéis el amor y la fraternidad como vida moral?”.

Esta sociedad tenía por objetivo principal la formación de una escuela de educación y propaganda para el proletariado político y social.

Su opción por los poseídos se habían manifestado claramente en el primer número del periódico “El Amigo del Pueblo”, redactado por Eusebio Lillo, donde se podía leer: “que el pueblo se rehabilite de veinte años de atraso y tinieblas”. La plataforma de lucha de la sociedad consideraba la creación de escuelas gratuitas, bancos obreros, montes de piedad y baños públicos.

Dicha organización fue considerada abiertamente subversiva, algunos de sus miembros fueron a parar la cárcel y otros al destierro.

Pero, tiempos después de su fundación, los elementos pipiolos que se fueron afiliando desplazaron paulatinamente de la dirección que en algún momento había planteado la Sociedad de Arcos y Bilbao, y se va convirtiendo progresivamente en una organización dedicada, en forma exclusiva, a combatir la candidatura presidencial Manuel Montt.

El 6 de noviembre de 1850, la Sociedad de la Igualdad de San Felipe se apodera de esa ciudad y establece una junta provisional rebelde, la que, sin saber qué hacer, se entrega al gobierno. Este aprovecha la ocasión para decretar Estado de Sitio.

El 7 de noviembre, el gobierno disuelve la Sociedad Igualitaria y la mayoría de sus miembros son apresados. Arcos, José Victorino Lastarrias, Federico Errázuriz y José Antonio Alemparte son desterrados al Perú.

Bilbao consigue ocultarse y reaparecer tomando parte, el 20 de abril de 1851, en el golpe militar que intentó el coronel Pedro Urriola Balbontín, quien había sido en 1816, uno de los guerrilleros que combatieron junto a Manuel Rodríguez. El levantamiento es sofocado, resultando muerto Urriola. Bilbao logra escapar, y en Valparaíso se embarca hacia Perú.

En Perú participa en las luchas políticas. Toma parte en el movimiento a favor de la emancipación de esclavos, fundando para ello una sociedad de jóvenes. En 1853 es detenidos por sus actividades políticas y relegado a Guayaquil (actual Ecuador). Vuelve a Perú después de 6 meses y toma parte activa en el levantamiento del Mariscal Manuel Castillo contra el presidente Echeñique.

En 1852 redacta un escrito de carácter místico “La vida de Santa Rosa de Lima”, “El Gobierno de la Libertad” y otros en los que ataca a la Iglesia Católica.

Lo llevan nuevamente a la cárcel, de la que sale bajo la promesa de abandonar Perú, partiendo el 26 de mayo de 1855 rumbo a Francia.

La vida de Santa Rosa de Lima

Es una exploración del campo religioso, realizada por el espíritu libertario y animado de un alto sentido de solidaridad social. Se confunde el artista con el poeta, el hombre profundamente religioso y bueno que había en Bilbao. Esto convive con el anticlerical y republicano, el reformador social y el inquietador de conciencias, que nunca dejó de existir dentro de él.

Y es natural que así sea, si se recuerda que Bilbao fue un convencido creyente en la existencia de Dios, un apasionado admirador de Jesús; y a su vez fue criado con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad.

Este ensayo no es un trabajo erudito de investigación, ni una relación anecdótica, sino que más bien, según la propia declaración del autor, un estudio sobre el modo y los medios de que se valió su “espíritu para arrebatarse del amor divino y empezar su carrera de santidad”.

La obra comienza con las fiestas que se celebraron en Roma el 12 de abril de 1668. Ese día, el Papa Clemente X proclamó ante el mundo la condición de Santa de la beata Rosa de Santa María, Virgen de Lima, y dispuso su inclusión en el Catálogo de las Santas Vírgenes de la Iglesia.

Bilbao, en páginas inspiradas por un profundo respeto al fenómeno religioso y escritas con veneración, destaca los pasajes más hermosos de esta Santa.

Para Bilbao el fenómeno religioso resultaba del mayor interés: “La sed inextinguible de infinito que forma la gloria y el tormento del hombre” y es la fuerza que mueve “las acciones trascendentales de los hombres y de los pueblos”.

París nuevamente

Se dirige a París, sometido bajo la tiranía de Napoleón III. Viaja a Bélgica para visitar a su amigo Quinet, y a Italia. En la capital francesa, el 22 de junio de 1856, lee su conferencia Iniciativa de la América, Idea de un Congreso Federal de las Repúblicas.

Vuelve nuevamente a América y se establece en Buenos Aires en abril de 1857.

Es aquí donde reiniciaría las luchas políticas en defensa de sus convicciones, a través de campañas periodísticas en La Revista del Nuevo Mundo y El Orden. Enfrentándose a la aristocracia Argentina. Algunos de sus escritos son “La Ley de la historia”, “La Revolución religiosa”, “La América en peligro” en 1862; “Estudios religiosos” y “El Evangelio americano” en 1864, ésta última, su obra póstuma.

El 12 de diciembre de 1862 se casa con Pilar Guido Spano, hija del general Tomás Guido y nieta del héroe Carlos Spanp. En septiembre de 1864 tuvo un hijo, Lautaro, que no alcanzó a vivir más de un mes.

Ya desde 1858 lo aquejaba una afección pulmonar que se agravó en 1865, como consecuencia de haberse arrojado al Río de la Plata a salvar a una mujer que se estaba ahogando.

El 19 de febrero de 1865 muere en Buenos Aires. Sus restos fueron despedidos por José Victorino Lastarrias, que en ese tiempo era embajador de Chile en ese país. Éste se acercó a su lecho moribundo y le escuchó decir: “Mi esperanza era ir a morir a Chile, pero ya usted ve, no puedo moverme”.

En 1873, en Valparaíso, se funda la “Sociedad Republicana Francisco Bilbao”, que según estatutos, toma su nombre como “ un recuerdo de gratitud por los servicios prestados por este ilustre patriota, a los obreros de la República”.

En mayo de 1878, se crea en Coronel la “Sociedad Francisco Bilbao”, compuesta en su mayoría por obreros.

La figura controvertida de Bilbao ha recibido varios ataques de parte de los sectores conservadores y es levantado como bandera en los medios democráticos y laicos. Su pensamiento y voluntad de querer transformar la sociedad de su tiempo, lo convirtieron, para sus contemporáneos más conservadores, en un alborotador. Las autoridades civiles y religiosas lo consideraban un indeseable.

De hecho, afirma Víctor Jara Covarrubias -Consejero Regional del PRSD del año 1997- muchas de las ideas sostenidas por Bilbao fueron la base ideológica que dieron existencia al Partido Radical: “Venid todos y mostraremos que sabremos oponer la calma a la insolencia y el derecho a la fuerza, y el desprecio a la amenazas, levantadas contra los esbirros una muralla de nombres sin mancha que todos consideran dignos de la estimación de sus conciudadanos”.

Toda valoración de su personalidad, por muy objetiva que pretenda ser mostrará siempre el fondo anímico e ideológico del investigador, cuando de conocer la vida de Francisco Bilbao, se trata. La posición vital del que investiga, ante el tema, sensible y polémico, determinará en gran medida la forma de juzgar tanto su vida como su obra.

Es así como pueden ser explicadas las distintas posiciones que a través del tiempo han otorgado diferentes juicios y contradictorias versiones. Estos van desde una negación total a toda relevancia histórica, intelectual o literaria, hasta los que lo ponen en un rango muy elevado dentro de los representantes del libre pensamiento en América.

Aún así se puede sellar que Francisco Bilbao fue una de las grandes figuras en la historia del pensamiento hispanoamericano del siglo XIX. Sobre todo bajo las ideas de liberalismo que postuló hasta el fin de sus días. Es así también indudable su gran participación dentro de la Generación del '48, y la incorporación de los artesanos y obreros a la vida pública. Así lo acreditan las Actas de la Sociedad Literaria; los programas de los partidos Radical, Democrático y Obrero Socialista Francisco Bilbao; y las asociaciones de artesanos y trabajadores organizadas en Santiago, Valparaíso y Coronel. Pero no es sólo su obra dentro de las fronteras nacionales, también hay que agregar el aporte que éste dio a países como Perú (desarrollo del liberalismo peruano), Argentina (formación de la Segunda generación Romántica Argentina) y Uruguay (inspirador de la corriente racionalista).

Hay que destacar que Bilbao corresponde más al plano político social que al estrictamente literario. Aunque sus trabajos caen en el ámbito de lo llamado ensayo e ideas. La literatura fue para él una simple herramienta en la exposición de su ideología. Sin duda como ensayista fue muy comprometido con sus ideas, y como “periodista” se puso al servicio de los fines políticos de su partido argentino: Confederación Argentina.

Es por eso que muchos historiadores y estudiosos no le dan mucho valor a sus escritos, salvo Santa Rosa de Lima. Como crítico literario sus artículos no tiene tampoco mayor interés, aunque es reconocido en sus certezas al momento de hablar de la pobreza de la poesía romántica hispanoamericana.

La importancia de Bilbao en la historia literaria se basa en la naturaleza democrática, social, progresista y anticatólica de sus postulados, y no en la condición de víctima ni en sus formas.

Dentro de sus escritos se muestra como un hombre liberal y democrático. Muchos lo tildan como, quizás, el primer socialista chileno. Investigaciones lo presentan como un precursor del socialismo actual, no obstante su actuación y su ideología se expresaron durante el siglo XIX. De hecho Julio Sepúlveda, en su libro “Francisco Bilbao: precursor del socialismo”, plantea que “para profundizar el problema hay que situarse exactamente en el tiempo en que se actuaba. Marx y Bilbao fueron contemporáneos, si bien Marx había nacido cinco años antes. En 1833 el primero había escrito sus manuscritos económicos filosóficos, ignorados hace 40 años atrás, y el segundo su discutida “Sociabilidad Chilena”. Cuando en 1848 Marx, junto con Engels, suscribían el Manifiesto Comunista, Bilbao se encontraba en París, donde había intimidado con Arcos, cuyas tendencias socialistas son indiscutibles. Pero el Manifiesto Comunista no impacta todavía, a los menos a los franceses. Estos se sentían más influenciados por la “Historia de los Girondinos” de Lamartine, en ese tiempo en el Gobierno y que había publicado un años antes”.

Su pensamiento político y económico se mantuvo dentro de los límites del más fiel liberalismo, aunque preocupado por la igualdad y la sociedad, como consecuencia natural de las corrientes de socialismo utópico de su época.

Su fama no es producto del atrevimiento de las ideas y ni de los hechos históricos en los que participó. Sino que en la inquietudes de su pensamiento fraternal e igualitario, en sus ansias y trabajos por la independencia del pueblo, y en su arraigado sentido de solidaridad americana.

Sin apoyar la violencia física, Bilbao fue un revolucionario de las ideas. Con sus escritos sublevó a las capas conservadoras, autoritarias y católicas de Hispanoamérica del siglo XIX. Excitando, así, la ciencia política, social y religiosa de la época. Jamás abogó en sus escritos por la violencia revolucionaria. Ello no le impidió, por otra parte, comprender y señalar los peligros a que se exponían las sociedades de estructuras cerradas que no propiciaban la evolución de sus instituciones e impedían la participación del pueblo en el disfrute real de la vida económica, educacional y política del país.

Dentro de las disputas entre el pueblo que pide reformas y el poder que las niega encuentra, Bilbao, las causas de las revueltas sangrientas, que destrozan las sociedades y hacen añicos los logros alcanzados por las generaciones anteriores.

“Tuvo la audacia de poner en debate todos los temas tabúes, sin detenerse ni ante el poder (Bulnes, Montt y Echeñique), ni ante las doctrinas y dogmas de la Iglesia Católica Romana, ni ante el prestigio, como en su polémica con Domingo F. Sarmiento. De conformidad con el pensamiento racionalista del siglo XVIII y con el socialismo utopista del XIX, creyó que la bondad natural del hombre habría de prevalecer y crear una sociedad mejor tan pronto como se eliminaran -mediante el convencimiento resultante de una prédica incesante, y el aprovechamiento de las circunstancias políticas favorables- las trabas seculares que le impedían a esa bondad manifestarse espontáneamente”.

No podemos negar que Bilbao, a pesar de ser un constante soñador, fue un luchador insaciable. Luchaba por sus ideales, irrumpía con entusiasmo al enemigo, así como sabía aceptar su derrota y retirarse para nuevas ofensivas. Después de lo ocurrido con Sociabilidad Chilena, ensayo que tanta agitación trajo, abandonó Santiago, para llegar a Francia y vivir lejos del ardor ideológico que había dejado tras de sí en Chile; para luego volver a enfrentarse nuevamente y así defender sus ideas con ahínco y pasión. Por otra parte, en Argentina, al abanderarse con el partido federal, cuidó de no molestar a los católicos de Buenos Aires.

Con su popularidad de irreligioso, fue personalidad religiosa. Convencido creyente en la existencia de Dios y en la inmortalidad del alma, glorificó el valor del sentimiento religioso y destacó la importancia del amor divino. El cristianismo lo consideró como una gran fuerza social renovadora de la humanidad en una etapa de su desarrollo histórico. Este reconocimiento no le impidió negarle todo valor como religión verdadera y como fuerza social capaz de resolver los problemas contemporáneos de las masas.

Entre las figuras liberales del siglo XIX, Bilbao fue, quizás, el más agresivo en sus ataques contra el catolicismo. A éste lo hacía responsable del atraso de los pueblos de América Latina. Fue un pertinaz opositor de la Iglesia Católica. Abogó por la separación de la Iglesia y el Estado.

El fin de su exilio

Los restos de Francisco Bilbao fueron enterrados en el cementerio de La Recoleta en la capital Argentina. Luego de 133 años el Gobierno de Chile, bajo la presidencia de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, sus restos fueron repatriados.

“Este no es un día cualquiera. Es el fin de muchas frustraciones, la culminación de muchos esfuerzos. Felicito sinceramente a estos hombres tenaces, historiadores, políticos e intelectuales de distintas vertientes, que integraron el comité de repatriación de Bilbao y que hoy ven culminado su empeño.

Agradezco también muy sinceramente la disposición de las autoridades argentinas para cooperar en este tardío acto de justicia con este gran chileno y latinoamericano.

Está ahora con nosotros este exiliado e hijo de exiliado, brillante figura del '48, precursor del radicalismo y del pensamiento social en Chile, fundador de la Sociedad de la Igualdad, combatiente en las barricadas de París, prisionero de la Inquisición en Lima, promotor de la Integración de América. Hoy retorna a su patria de origen, 133 años después de su muerte...”. (extracto del discurso pronunciado, por José Miguel Insulza, el jueves 27 de 1998, en el acto de repatriación de los restos de Francisco Bilbao).

Actualmente sus restos descansan en Santiago. Tiene un monumento que lo recuerda, pero no tiene ni siquiera una placa recordatoria por lo que nadie puede saber qué significa este monumento.

Algunas de las aspiraciones, como el matrimonio civil y la separación de la Iglesia y el Estado, se han convertido en realidad. Una de las principales avenidas de Santiago lleva su nombre, sus restos han sido repatriados, pero comparto la opinión de algunos pensadores chilenos, cuando dicen que es el momento para que las fuerzas políticas y sociales recuperen el legado que dejó este ilustre libre-pensador chileno, y no continuemos buscando inclinaciones más allá de nuestras fronteras, olvidando la primordial tarea de rescatar nuestras fronteras y olvidando la primordial tarea de rescatar nuestra propia identidad; y desde allí levantar la plataforma que buscará conquistar el objetivo que soñaron Francisco Bilbao y los integrantes de la Sociedad de la Igualdad.

Para Algunos...

Para Samuel Lillo fue el primer escritor propagandista del libre pensamiento y de las ideas de libertad política y religiosa, por las cuales sacrificó la tranquilidad de su vida. Gozó entre la juventud de un gran prestigio por su contracción al estudio y por la pureza de su vida....Fue un orador popular de gran brillo y un polemista temible. Añade el literato: “poco queda de la obra de Bilbao. Sus artículos apenas se leen, pero permanece su figura como símbolo de autoridad, valor y altruismo, que la juventud contempla con respeto”.

Para Barros Arana, que lo conoció personalmente, estaba “dotado de una hermosa figura, de una carácter suave y bondadoso, franco y espontáneo en sus relaciones de amistad, incapaz de odio y de envidia...Su alma impresionable y generosa no tardó en ser dominada por un orden de ideas que salían de lo común”.

Para Lastarrias, su maestro y en cierta medida su jefe político, escribía después de la muerte de Bilbao, llamándolo “nuestro compatriota, aquel filósofo profundo, gloria de América, que ultrajan los clérigos de Chile y que insultan hasta los liberales de allí, tratándole de loco en `La República', y tratando de borrar así una de las mejores glorias nacionales”.

Encina, con su acostumbrada semblanza sicológica de sus personajes, dice en su Historia: “Bilbao pertenecía al número de los predestinados a reaccionar en sentido fijo impuesto por su estructura cerebral. Lamennais sólo le dio alas a un apostolado que aún no mediando su influencia, años más, años menos, habría surgido idéntico. La madurez intelectual, si puede hablarse de madurez tratándose la estructura cerebral de Bilbao, sólo amplió y exageró el sentido de la orientación primitiva. Bilbao es el mismo a los veinte que a los cuarenta años. Su cerebro de visionario recorrió su órbita del contacto de la realidad y de la experiencia de la vida”.

Armando Donosa, uno de sus últimos biógrafos, se expresa así de Bilbao: “Sus ideas forman estrecho maridaje con su acción de agitador. Fue un revolucionario, un caudillo; un apóstol de reacción. Tronó contra los convencionalismos consagrados, sacudió su época con los relámpagos de su audacia revolucionaria; arrastró multitudes sumisas tras el sueño de hermosas utopías. Fue el apóstol más entusiasta de la libertad. Ingenuo, altivo, convencido, puro como una ala de paloma, su vida es la bondad y la energía mismas. Jamás una sombra empañó la blancura inmaculada de su existencia. Es un verdadero santo laico del calendario republicano de América. Su virtud es una virtud de ejemplo. Su sinceridad es la honradez cabal. Ingenuo y entusiasta, místico y ardoroso en sus ideales, su espíritu y su corazón reflejan sus ideas como el agua clara de una fuente copia el cielo azul. Y en el fondo de ese cielo, la estrella de la fe más ardiente ilumina su vida como un sol”.




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Enviado por:Nicole Douglas V
Idioma: castellano
País: Chile

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