Filosofía y Ciencia
El príncipe; Nicolás Maquiavelo
Hª MODERNA I
Contexto Histórico:
A-)Cambios Socioculturales en Florencia:
Florencia se encontraba entre los siglos XIII-XIV-XV, en el corazón de una zona muy fragmentada políticamente, y en el interior de la cual no deja escapar jamás las ocasiones que se le presentan de ampliar su propio territorio. Hacia 1450, la república de Florencia alcanzará una superficie de 15.000 Km cuadrados (aproximadamente), llegando desde los alrededores de Bolonia hasta la Umbría. La extensión de la soberanía florentina se obtuvo con frecuencia, gracias a la compra de ciudades (Livorno, Borgo San Sepolcro); otras veces se conquistaban por la fuerza de las armas (Pisa).
Florencia aumento de forma considerable su población, pasando de 50.000 habitantes a casi 100.000 habitantes hacia el año 1300; pero la curva demográfica florentina se orientó en ese momento hacia un descenso, en parte provocado por las epidemias que azotaron las poblaciones de Europa en los siglos XIV-XV. Ante este panorama, el hecho de convertirse en el centro político de un territorio más vasto no favoreció la evolución de Florencia. La demografía de los dominios florentinos fue siguiendo poco más o menos una tendencia análoga a la de su capital.
La mayor preocupación del Común radicaba en asegurar la libertad y la seguridad de las vías comerciales que lo unen a su vastísima área económica. La situación política italiana durante este período está en un momento de transición continua; a los antiguos Comunes (cuyas dimensiones, en general apenas sobrepasaban los límites de la ciudad), los van sustituyendo poco a poco las Señorías, que englobaban varios burgos y ciudades y que dominaban las familias más ambiciosas, que imponían a menudo organizaciones autoritarias a sus territorios.
La ciudad toscana nos ofrece el caso de una zona dominada por un sistema Común, que trata de erigirse en Estado territorial, pero manteniendo su base republicana.
En su constitución interior Florencia, siguió apocada a las fórmulas comunales que habían madurado durante el siglo XIII; en los próximos siglos le afectara todo un proceso de transformaciones que no logrará hacerla desparecerla.
Las magistraturas que regentaban Florencia, permanecerán invariables hasta el siglo XV; las características principales de estas magistraturas serán la brevedad de sus funciones y el ejercicio colegiado del poder. Tratándose de una comunidad soberana, la autoridad de sus magistrados emanaba directamente de la misma. No todos eran electores, ya que no todos gozaban de derechos políticos (los ciudadanos con tales derechos, eran sólo una minoría). A los habitantes de las campiñas próximas se les denegó la participación en el poder, ya que sólo podrían ser electores aquellos que hubieran sido inscritos en algunas de las asociaciones corporativas de oficios (Artes), y que fuesen contribuyentes en regla con los impuestos. Los florentinos designaban a sus magistrados a suerte, haciendo sacar sus nombres de cierto número de bolsas en los que habían sido metidos con anterioridad; para formar parte de esos elegibles era preciso haber obtenido dos tercios de la votación, cuando eran renovados los candidatos. La duración de los cargos políticos era muy breve, como muchos de los comunes italianos de la Edad Media que imponían un sistema rápido de rotación para las magistraturas.
En Florencia los nueve miembros de la magistratura suprema, alcanzaban un mandato de sólo dos meses de duración y tan sólo después de dos años podían nuevamente formar parte de ella. Se les llamaba priores, siendo además representantes de las Artes ante el gobierno. Uno de éstos priores era llamado gonfaloniero y cumplirá funciones como: la de ser portaestandarte del Común, presidía la jefatura de las fuerzas armadas, y el consejo de priores.
El gobierno era en fin colegiado, y las decisiones de la Señoría no eran viables sin la mayoría de los dos tercios de los magistrados, tales decisiones se tomarán a menudo con el concurso de otros dos consejos restringidos: el Colegio de los Buenos-Hombres (compuesto por doce miembros); y el Colegio de los Gonfalonieros (cuatro por distrito y dieciséis en total, cada distrito aportaba cuatro compañías ciudadanas armadas). Desde 1329 la corporación legislativa se componía de dos Consejos, el del podestá (formado por doscientos cincuenta ciudadanos), y el del capitán del pueblo (formado por trescientos ciudadanos). Estos órganos habituales del poder eran regidos a veces (en momentos políticamente cruciales), por una asamblea soberana (Balia), a la que se confería una especie de dictadura provisional. Este órgano era elegido por el pueblo (reunido en la plaza de la Señoría), y se le confería el poder de tomar decisiones sin apelación (si bien los magistrados seguían en sus puestos).
Los florentinos vivieron mucho tiempo ciñéndose a su constitución comunal (esta constitución comunal había tomado sus bases de los Ordinamenti di giustizia de 1293),
hasta la segunda mitad del siglo XV; no hubo tentativas serias de modificación debido a que habían sido creadas (la constitución comunal), a costa de grandes conflictos y esfuerzos, lo que provoco que acabaran siendo algo intocable a los ojos de la mayoría de los ciudadanos.
Así es como desde el siglo XIII, el régimen florentino se presenta, a la vez como popular, democrático y republicano; y sin embargo, desde sus orígenes hasta su final, la república de Florencia, fue fundada sobre la exclusión de una parte importante de sus habitantes en la participación activa en la vida política.
Toda la historia de Florencia, se inscribe bajo el signo de la ofensiva más o menos victoriosa de una élite social que consigue hacer ilusorias las conquistas políticas de la constitución comunal. El pueblo de Florencia (sus hombres de empresa, los comerciantes y los artesanos), habían hecho de la ciudad toscana uno de los centros más importantes de la producción textil de Occidente; toda una serie de actividades diversas (desde el comercio hasta la banca), se habían desarrollado en torno a este motor de la vida económica ciudadana.
La gran debilidad del proletariado florentino era que se mantenía aferrado al sistema corporativo (que consideraban como una estructura válida a la que era preciso acudir), consiguiendo los burgueses vaciarlo plenamente de sus substancias tanto en el terreno económico como en el político. La industria florentina tenía caracteres particulares que dividían a asalariados de empresarios, pues estos últimos, sin que tuviesen en sus manos la actividad textil; disponían de casi todos los medios para asegurarse la solidaridad de los patronos de las empresas complementarias. Aunque no eran los jefes de las industrias, los burgueses eran los que importaban las materias primas, gestionaban las tareas productivas intermediarias, y los que revendían y colocaban el producto acabado. Estos hombres, que se hicieron con el control del sector clave de la economía urbana, se veían designados para dirigir la política de su ciudad. Florencia no vivía gracias a las grandes instituciones (religiosas o culturales), la base de su poder residió en su economía (y los que manejaban sus hilos no podían dejar de constituir su clase dirigente); resultando inevitable que poco a poco sus miembros fueran superando las encarnizadas rivalidades familiares y de clase (que les habían enfrentado), llegando a unirse en la vida social, para conseguir un dominio casi total sobre la ciudad.
Florencia, que desde un principio constituyó uno de los polos más activos de la Península italiana, seguirá jugando uno de los papeles dominantes en el campo cultural (Dante, Petrarca, Bocaccio, Brunelleschi, Donatello, Masaccio, Leon Battista Alberti, Andrea del Castagno, Filipo Lippi, Piero della Francesca, Andrea del Verrocchio, Benozo Gozzoli etc...). Gracias a estos artistas Florencia se convertirá en un verdadero centro artístico, al cual miraran las diversas áreas europeas como una referencia a seguir.
B-)Italia y la cuestión del Estado absolutista:
El Estado absolutista surge en la era del Renacimiento, pero en Italia debido a las instituciones universales (Papado y al Imperio Germánico) no se llegó nunca a una formación de una monarquía territorial unificada. El determinante fundamental del fracaso absolutista recae en el prematuro desarrollo del capital mercantil en las ciudades del norte de Italia, que impidió la aparición de un poderoso Estado feudal reorganizado en el plano nacional.
La riqueza y la vitalidad de las comunas lombardas y toscanas derrotó el más serio esfuerzo por establecer una monarquía feudal unificada, que podría haber echado las bases de un absolutismo posterior. El eclipse simultáneo del Imperio Germánico (Federico II, Manfredo) y del Papado (Alejandro III, Inocencio IV y Urbano IV), convirtió a Italia en el eslabón débil del feudalismo occidental.
Desde mediados del siglo XIV hasta mediados del siglo XVI, las ciudades (ubicadas entre los Alpes y el Tíber), vivieron una revolucionaria experiencia histórica (llamada en esa época Renacimiento), el renacimiento de la civilización de la Antigüedad clásica.
La civilización renacentista que apareció en Italia fue de una gran vitalidad; su evolución política fue diferente a la de sus prototipos de la antigüedad clásica. Mientras que las repúblicas municipales de la época clásica dieron lugar a imperios universales, sin ninguna ruptura básica de su continuidad social, debido a que el expansionismo territorial era una prolongación natural de su inclinación militar y agraria; las ciudades del renacimiento siempre estuvieron en desacuerdo con el campo; sus leyes de movimiento se concentraban en la propia economía urbana. Eran repúblicas con sufragio formal y gobernadas por grupos restringidos de banqueros, manufactureros, mercaderes y terratenientes, cuyo denominador común era la riqueza, la posesión de un capital móvil o fijo.
El protagonismo económico de las ciudades del Renacimiento italiano, se mostró precario (dependencia de las cortes internacionales, competencia con los paños ingleses y franceses, competencia con las marinas holandesas e inglesas, las bancarrotas españolas); siendo al mismo tiempo la estabilización política de las oligarquías republicanas (que habían surgido de las luchas entre los patriciados y los gremios), difícil. El conjunto de estas tensiones (en las ciudades del norte y del centro de Italia) constituyó el marco para el auge de las Señorías.
La expansión de las comunas, condujo a la conquista de las ciudades por los señores rurales cuyos territorios se habían incorporado a ellas. La mayor parte de los primeros tiranos del norte, fueron feudatarios o condottieri, que tomaron el poder valiéndose de su posesión de la capitaneria de las ciudades.
La soberanía de las Señorías, fue siempre ilegítima se basaban en el fraude personal y la fuerza; sin tener detrás ninguna sanción colectiva en la jerarquía o los deberes aristocráticos.
A pesar de su modernismo, las Señorías fueron de hecho incapaces de generar la forma de Estado característica de la primera época moderna, el absolutismo monárquico unitario.
El problema de la unidad italiana en el Renacimiento, era la ausencia de una nobleza feudal dominante, lo que impidió la aparición en Italia de un absolutismo peninsular; y de ahí la de un Estado unitario contemporáneo de los de Francia o España.
C-)Contenido de la obra “El Príncipe”:
Fue escrito en 1513 y dedicado a Lorenzo de Médicis, publicado después de la muerte del autor (1527). Esta compuesto de veintiséis capítulos, aunque el libro se puede dividir con mayor o menor justificación, en tres partes muy desiguales en la extensión:
1-)Clases, adquisición y conservación de los principados (Caps. 1-11)
2-)Defensa militar de los principados (Caps. 12-14)
3-)El “Especulum principis” (Caps. 15-26)
CAPITULO 1.- CUANTAS CLASES DE PRINCIPADOS HAY Y POR CUALES MEDIOS SE ADQUIEREN.
Hay dos formas de Estados: principados y repúblicas. Los primeros son hereditarios o nuevos. Los nuevos, completamente nuevos o añadidos a los dominios hereditarios de un príncipe (p. 17).
CAPITULO 2.- DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS.
Son más fáciles de conservar que los nuevos: basta con respetar la organización establecida por los predecesores y contemporizar con los acontecimientos (p. 18).
CAPITULO 3.- DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS.
Son los nuevos incorporados a dominios hereditarios. Más difíciles de conservar. O son de la misma lengua y comarca que los anteriores o no; si lo son, son más fáciles de conservar: basta con aniquilar a la dinastía reinante (p. 21). Si no lo son, son muy difíciles de conservar: se necesita gran fortuna y gran talento para hacerlo (p. 22).
CAPITULO 4.- POR QUE EL REINO DE DARIO, CONQUISTADO POR ALEJANDRO, NO SE REBELO MUERTO ESTE, CONTRA SUS SUCESORES.
Todos los principados se han gobernado de uno o de dos modos: por un príncipe (siendo todos los demás habitantes siervos, como Turquía); o por un príncipe y una clase aristocrática (clase que tiene tierras y vasallos propios, como Francia). Los más fáciles de conservar (aunque no de conquistar) son los primeros (p. 32). Francia, en cambio, puede ser más fácil de conquistar, pero más difícil de conservar (porque todos los notables, reyezuelos, etc, tienden a sublevarse) (p. 34).
CAPITULO 5.- COMO HAN DE SER GOBERNADOS LOS ESTADOS O LOS PRINCIPADOS QUE, ANTES DE SU CONQUISTA, SE REGIAN POR LEYES PROPIAS.
Hay tres formas de conservarlos: 1-) destruirlos; 2-) trasladar a ellos la propia residencia; 3-) dejarlos gobernarse por sus propias leyes (p. 37).
CAPITULO 6.- DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS OBTENIDOS CON EL ESFUERZO Y LAS PROPIAS ARMAS DEL ADQUIRENTE.
Sostiene Maquiavelo, que los ejemplos históricos más notables de este caso son los de Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo. De su estudio se deriva que debieron a la fortuna la ocasión favorable para establecer una forma de gobierno según su conveniencia. Sin la ocasión, su talento y su virtud no hubieran servido de nada; y sin su talento y su virtud, de nada habría valido la ocasión (p. 40).
Comienzan por la conquista, de donde se deduce, señala Maquiavelo que los profetas armados suelen triunfar y no, en cambio, los profetas inermes (p. 41).
CAPITULO 7.- DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON FUERZAS AJENAS POR CASO DE BUENA FORTUNA.
Hay dos maneras de ascender a príncipe: por genio o por fortuna. Maquiavelo cita los casos de Ludovico Sforza y César Borgia (p. 45). Lo único que puede reprocharse a César Borgia es el haber permitido que, a la muerte de Alejandro VI, se eligiera Papa a su enemigo Julio II (p. 50),
“Porque quien crea que entre elevados personajes los nuevos beneficios hacen olvidar las antiguas injurias, se engaña” (p.51).
CAPITULO 8.- DE LOS QUE HAN LLEGADO A SER PRINCIPES COMETIENDO MALDADES.
Al margen de la fortuna y del mérito, se puede llegar a príncipe por dos caminos: por alguna maldad o consiguiendo el apoyo de sus conciudadanos pone Maquiavelo dos ejemplos: Agatocles de Sicilia y Oliveroto de Fermo (pp. 55/56). No tiene por qué llamar la atención que Agatocles y otros, tras cometer gran cantidad de crueldades, hayan conseguido reinar largos años; mientras que otros príncipes crueles se han visto despojados:
“Creo que esto sucede por el buen o mal uso que de la crueldad se haga”
De aquí que el usurpador de un Estado hará bien en cometer todas las crueldades de una vez para que pronto se le olviden y pueda pasar a ganarse el favor de sus conciudadanos. De otro modo, tendrá que estar permanentemente con el cuchillo en la mano (p. 58).
CAPITULO 9.- DE LOS PRINCIPADOS CIVILES.
El otro medio de adquirir un principado es por medio del apoyo de los conciudadanos; de ahí que estos principados se llamen civiles. Para ello se necesita una refinada astucia. El principado lo funda el pueblo o la nobleza: en el primer caso, precisamente para resistir a la nobleza; en el segundo, para que la nobleza pueda seguir como clase privilegiada (p. 62).
El que llegue por apoyo del pueblo debe conservar su amistad,
“cosa fácil, puesto que el pueblo sólo pide no ser oprimido...”
quien llega por la nobleza ha de empezar ganándose el afecto del pueblo. En conclusión:
“El cariño del pueblo es para un príncipe absolutamente necesario, por ser en la adversidad su único recurso” (p. 64).
CAPITULO 10.- COMO DEBEN GRADUARSE LAS FUERZAS DE LOS GOBIERNOS.
Los Estados pueden defenderse, si tienen dinero, mediante ejércitos propios y, sino, necesitan ayuda ajena y han de construir fortalezas (p. 68).
CAPITULO 11.- DE LOS PRINCIPADOS ECLESIÁSTICOS.
Son los más tranquilos y felices. Maquiavelo asegura no querer hablar de ellos por estar sujetos a normas que superan el entendimiento normal (p. 71).
CAPITULO 12.- DE LAS DIFERENTES CLASES DE MILICIA Y DE LOS SOLDADOS MERCENARIOS.
Vistos ya los medios de adquisición de principados, se inicia ahora el examen de su defensa.
Afirma Maquiavelo (no contradicción con el Cap. 8) que todo príncipe ha de procurar que los fundamentos de su poder sean buenos. Para ello precisa leyes y un ejercito. Examina el ejercito. Las tropas pueden ser propias, mercenarias o auxiliares y mixtas (p. 75).
Hace una crítica devastadora de las tropas mercenarias: a ellas se debe la decadencia de Italia (p. 76). Los mercenarios no sirven de verdad para la defensa de los Estados (p. 77).
CAPITULO 13.- DE LAS TROPAS AUXILIARES, MIXTAS Y NACIONALES.
Son las que un príncipe poderoso presta a otro. Tan inútiles como las mercenarias. Pueden ser buenas y útiles en sí mismas (a diferencia de las mercenarias), pero dañosas para quien las llama en su auxilio (p.82).
“En suma, los ejércitos mercenarios son peligrosos por su pereza y cobardía al combatir, y los auxiliares por su valor. Los príncipes prudentes siempre evitan valerse de tales tropas, prefiriendo las propias, y querrán mejor ser vencidos con las suyas que vencer con las de otro” (p. 83).
CAPITULO 14.- DE LAS OBLIGACIONES DE UN PRINCIPE CON RESPECTO A LA MILICIA.
La ocupación preferente de un príncipe ha de ser el arte de la guerra y la organización y disciplina de los ejércitos (p. 87).
En tiempos de paz, los príncipes se ejercitarán practicando el arte de la caza, que es el más parecido a la guerra (p. 88).
CAPITULO 15.- POR QUE COSAS LOS HOMBRES, Y ESPECIALMENTE LOS PRINCIPES, MERECEN ALABANZA O VITUPERIO.
Maquiavelo es consciente de que muchos han escrito sobre este tema. No obstante, se cree legitimado a hacerlo, a su vez, porque le importa decir la verdad tal cual es y no como se imagina. Hay que hablar de los principados reales y no de los imaginarios. El príncipe que quiere conservar su poder tiene que estar dispuesto a ser bueno o no, según aconsejen las circunstancias (p. 91).
CAPITULO 16.- DE LA LIBERALIDAD Y LA AVARICIA.
Es bueno ser liberal, pero no se puede públicamente. Es preferible que se califique al príncipe de avaro, siempre que, así, la gente vea que ajusta los gastos a los ingresos, no tiene por qué robar a los súbditos y puede defenderse sin necesidad de exacciones (p. 94).
De nada debe guardarse más un príncipe que de inspirar desprecio u odio y la liberalidad conduce a una de las dos (p. 95).
CAPITULO 17.- DE LA CRUELDAD Y DE LA CLEMENCIA, Y DE SI VALE MAS SER AMADO QUE TEMIDO.
Más vale ser temido que amado. Ello se deriva de la idea pesimista que Maquiavelo tiene de los hombres, a los que considera:
“ingratos, volubles, dados al fingimiento, aficionados a esquivar los peligros y codiciosos de ganancias”
mientras se les favorece son muy leales y prometen su vida (si está lejano el momento de cumplir la promesa), pero se echan para atrás en la hora decisiva.
El príncipe debe cuidarse, sin embargo, de ser temido sin ser odiado, lo que sucederá siempre que respete los bienes y la honra de las mujeres de sus conciudadanos y súbditos. Si ha de derramar sangre, hágalos con causa justificada. No se confisque,
“porque los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio” (p. 98/99).
CAPITULO 18.- DE QUE MODO DEBEN GUARDAR LOS PRINCIPES LA FE PROMETIDA.
Los príncipes no tienen por qué guardar sus promesas si ello les perjudica. Este mandato se debe a que los hombres no son buenos. Casi es mejor que, en vez de tener buenas cualidades, el príncipe parezca tenerlas. Es decir, es bueno que sea piadoso, fiel, humano, religioso e íntegro, pero con ánimo de no serlo si es preciso (p. 103). El príncipe debe simular estas cinco cualidades (p. 104).
CAPITULO 19.- EL PRINCIPE DEBE EVITAR QUE SE LE MENOSPRECIE Y SE LE ABORREZCA.
Odioso se harán la rapacidad y los atropellos contra los bienes de los súbditos y el honor de sus mujeres. También le hace despreciable el ser voluble, ligero, afeminado, etc (p. 106).
El mejor medio contra las conspiraciones es que el pueblo no odie o desprecie a los príncipes. Muchas son las conspiraciones y pocas las que consiguen su objeto (p. 107). Si los príncipes no pueden evitar que algunos les odien, sí están interesados en que no sea la mayoría y, desde luego, en que no sea la facción más poderosa (p. 110).
CAPITULO 20.- SI LAS FORTALEZAS Y OTRAS MUCHAS COSAS QUE HACEN LOS PRINCIPES SON UTILES O PERJUDICIALES.
Comienza diciendo Maquiavelo que, para garantizar la seguridad de sus Estados, unos príncipes han desarmado a sus súbditos, otros han fomentado la discordia entre las poblaciones, otros han buscado enemigos de propósito, otro trabajan para ganarse la voluntad de los que parecían enemigos al comienzo de su reinado, otros han construido fortalezas y otros las han destruido (p. 120).
Examina el asunto de las fortalezas y, tras considerar dos ejemplos contrapuestos llega a la siguiente conclusión:
“La regla que puede darse consiste en que, si el príncipe tiene más miedo a sus pueblos que a los extranjeros, debe edificar fortalezas; pero si teme más a los extranjeros que a sus súbditos, le conviene prescindir de ellas” (p. 123).
CAPITULO 21.- QUE DEBE HACER UN PRINCIPE PARA ADQUIRIR BUENA FAMA.
Comienza Maquiavelo con una alabanza de Fernando de Aragón, que, siendo príncipe nuevo, ha conseguido, por la fama de sus gloriosas empresas, ser el primer Rey de la cristiandad. De donde se sigue que será el espejo de los demás príncipes (p. 127). Todos sus actos son poderosísimos y extraordinarios.
Un príncipe no debe ser neutral, sino amigo o enemigo, por la cuenta que le tiene, en toda contienda (p. 128).
Debe distraer periódicamente al pueblo con fiestas y espectáculos (p. 130).
CAPITULO 22.- DE LOS SECRETARIOS DE LOS PRINCIPES.
Parte Maquiavelo de la idea de que hay tres formas de comprensión humana: 1-)los que disciernen por sí mismos; 2-)los que comprenden lo que se les demuestra; 3-)los que no entienden por sí mismos ni por ajena demostración (p. 133). El ministro debe ser de la 1ª clase o de la 2ª. A su vez, el príncipe a de enaltecerlo y honrarlo (p. 134).
CAPITULO 23.- COMO SE DEBE HUIR DE LOS ADULADORES.
La única forma es que los propios ministros comprendan que diciendo la verdad a sus príncipes, no les están ofendiendo (p. 136). Maquiavelo nos avisa también de que si el príncipe no es inteligente, puede encontrar (con suerte) un hombre, que gobierne por él. En este caso el reino no le durará mucho (p. 137).
CAPITULO 24.- POR QUE LOS PRINCIPES DE ITALIA HAN PERDIDO SUS ESTADOS.
Debido a una mala elección de su ejército, a su enemistad con el pueblo, a su falta de previsión. (p. 139/140).
CAPITULO 25.- DE LO QUE INFLUYE LA FORTUNA EN LAS COSAS HUMANAS Y DEL MODO DE CONTRARRESTARLA CUANDO ES ADVERSA.
Sin duda, en las cosas de este mundo intervienen Dios y la fortuna. Pero también nuestro libre arbitrio. La fortuna dirige la mitad de nuestras acciones. La otra mitad (o algo menos) la podemos dirigir nosotros (p. 142). Mejor es ser atrevido que circunspecto, porque la fortuna es mujer y más vale tenerla dominada (p. 145).
CAPITULO 26.- EXHORTACION PARA LIBRAR A ITALIA DE LOS BARBAROS.
Exhortación a Lorenzo de Médicis.
“Toda la guerra es justa cuando es necesaria, y es legítima la apelación a las armas cuando éstas son el postrer recurso de un pueblo” (p. 148).
CONCLUSION:
“El Príncipe” es el manual del gobernante renacentista, secular, profesional, nacionalista y expansionista.
Breviario del arte de conservar el Gobierno, desiste de todo intento de buscar una justificación teológico-racional del poder: el poder se justifica a sí mismo y es árbitro absoluto de todo lo que, pretendidamente eran sus reglas, incluida la moral. Tres son los factores que juegan en todo el proceso de adquisición, conservación y pérdida de sus principados: fortuna, virtud y talento / mérito.
Escrito con gran elegancia y en un estilo claro y sencillo, muestra, asimismo, una gran erudición histórica y un intelecto poderosos en la capacidad de extraer conclusiones y de razonar. Probablemente quepa mantener la tesis de que Maquiavelo era republicano (seguramente, también, demócrata) y partidario de un gobierno justo y no despótico, sin necesidad de hacer muchas filigranas para ello: “ Es mejor que el príncipe sea justo (o en todo caso, que lo aparente), etc...” . Gran lucidez en todo lo relativo a las consecuencias políticas de la actuación moral. Notable el nacionalismo Maquiavélico.
MAQUIAVELO, Nicolás
“El Príncipe”
Prólogo de Carlos María García
Buenos Aires, Ediciones Marymar, 1978.- 160 Págs.
TENENTI, Alberto
“Florencia en la Epoca de los Médicis”
Barcelona, Ediciones Península, 1974.- 164 Págs.
ANDERSON, Perry
“El Estado Absolutista”
Capítulo de Italia (Págs.: 142-172).
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