Literatura


El misterio del eunuco; José Luis Velasco


EL MISTERIO DEL EUNUCO

RESUMEN:

Todo comienza una noche de lluvia en Córdoba. Hantal Idrissi, esperaba impaciente a su hijo Fernando. Al poco rato este llegó y los dos se pusieron a cenar; era una cena especial con pastel de hojaldre con pichón, pasta de almendras y sopa, ya que hoy Fernando cumplía 14 años. Durante la cena, Fernando recordó a Hantal dos promesas que le hizo hace algún tiempo y que dijo que cumpliría en el 14 cumpleaños de Fernando. Hantal le prometió que le explicaría porque siendo él musulmán a Fernando le había enseñado la religión de los cristianos, la segunda promesa fue que le enseñaría su cueva secreta.

Hantal comienza a contarle a Fernando que lo recogió del borde de un camino y que traía una nota en la que ponía entre otras cosas que quien lo recogiera, le educara en la fe de Jesucristo. Cuando termina la bella historia, Hantal y Fernando, se dirigen hacia la cueva secreta para cumplir la segunda promesa. A partir de ese día, Fernando podría bajar con Hantal para que éste, poco a poco, le fuese enseñando todo lo que sabía.

De repente, se escuchó la puerta, eran hombres de la guardia del alcázar que tenían órdenes del califa para que Hantal les acompañara, Fernando también fue con ellos.

Llegaron al alcázar y el califa, al-Haken II, les estaba esperando. Se dirigieron a una ventana con rejas de forja, a través de la cual se podía ver una habitación en penumbra, con un hombre tumbado sobre una alfombra ensangrentada y con una daga clavada en el pecho, el hombre estaba muerto. En ese momento, otro hombre se tiró sobre las rejas; Hantal lo reconoció enseguida, se trataba de Rodrigo Santibáñez. El califa le dijo a Hantal, que Rodrigo había pedido que él viniera a defenderle. El califa le explicó a Hantal que el hombre que había visto muerto era Hemné Sudri, su eunuco favorito. La daga que atravesaba el corazón de Sudri era de Santibáñez. Todos se dirigieron a la sala donde se juzgaba a las personas. Entonces, unos hombres trajeron a Rodrigo y el califa le ordenó que explicara todo lo que había ocurrido en la habitación aquella noche.

Lo iban a juzgar y condenar allí mismo. Éste empezó a explicar que esa mañana, Sudri se le acercó y le citó en aquella habitación esa misma tarde para hablar con él. Cuando llegó a la habitación, Sudri la cerró con llave. Cuenta que comenzaron a hablar de un asunto que no podía revelar, que tomaron pastel, y que se quedó dormido; cuando despertó Sudri yacía muerto en el suelo con su daga clavada en el pecho. No podía salir de la habitación porque estaba cerrada con llave y fue cuando se puso a gritar y los guardias lo encontraron. Entonces Hantal le preguntó que si tenía algo en contra de Sudri, a lo que Santibáñez respondió que no. De pronto un esclavo negro dice que un día oyó al acusado amenazar al eunuco. Santibañéz admite que es cierto, pero añade que es una forma de hablar y que él nunca mataría a nadie. Seguidamente Hantal le pregunta que por qué le amenazó, a lo que el acusado responde que no puede decírselo, se trataba de un tema que no podía revelar. El califa ya creía tener la sentencia: dice que nadie pudo matar a su eunuco nada mas que Rodrigo, porque si alguien hubiera entrado en la habitación mientras Rodrigo dormía no hubiera podido salir ya que el cerrojo estaba echado por dentro, y la daga era la del acusado. Rodrigo justifica él por qué de llevar esa daga; porque no se fiaba de Sudri. De pronto, Al-Haken condena a Rodrigo a ser decapitado de inmediato pero Hantal lo convence de para que no lo haga por que no hay pruebas suficientes. Nadie vio a Rodrigo clavarle la daga a Sudri y le propuso al califa, aplazar la sentencia diez días. Si en esos diez días, Hantal no era capaz de demostrar la inocencia de Rodrigo, se cumpliría su sentencia. Rodrigo quedó libre bajo la responsabilidad de Hantal, pero el califa dice que, que esté bajo la responsabilidad de Hantal, no le impide que pueda escapar; así que decide que Sulaima, la prometida de Rodrigo, quedará en el alcázar como rehén. A Rodrigo se lo llevaron para pegarle. Y a Hantal le dieron un salvoconducto para que pudiera moverse con total libertad por el alcázar.

Hantal sale de la sala y empieza por revisar la escena del crimen. Fernando le acompaña siempre. Mientras se alejaban oían los gritos que Rodrigo daba.

Cuando llegaron a la habitación Hantal comienza a mirarlo todo y se fija en que Sudri tenia una mancha amarilla en la frente, y también tenia manchados los dedos. Coge la cajita de la que procedía esa sustancia amarilla, y la echa en el zurrón que los guardias le proporcionaron, para posteriormente analizarla. También le saca la daga a Sudri y se da cuenta de que estaba clavada de una forma un tanto extraña, como si se la hubieran clavado estando de rodillas, o con una fuerza extraordinaria, la echa también. Se fija, que encima de una mesilla, estaban los restos del pastel que Santibáñez había nombrado en su declaración, y esto también decide llevárselo. Cuando termina de mirarlo todo, Fernando y él marchan a casa en una mula que les presta el califa.

Al llegar, Huki, el esclavo de Hantal, les estaba esperando, pero éste le dice que se acueste, y Fernando y él, bajan a la cueva para analizar las sustancias obtenidas. Primero saca la cajita en la que se encontraba la pasta amarilla que Sudri llevaba en la frente y en los dedos. Después de extenderla por una tablilla, olerla y mirarle con una lente; deduce que aquella pasta era un amarillo natural, que procedía de fuera del reino; pero no sabía porqué tenía esa marca en la frente, ni de donde la había sacado Sudri, ni para qué. Después de pensar un rato, Hantal prueba un buen trozo de pastel y de pronto pierde el conocimiento. Le dice a Fernando que no se asuste, y poco a poco va cayendo al suelo. El muchacho le trae unas mantas para que se eche, y él también se queda dormido.

Mientras Hantal dormía, los guardias fueron a casa de Rachid al Farisi, a por Sulaima y se la llevaron al alcázar.

A media mañana, Huki despertó a Hantal, y éste se dio cuenta de que el pastel que Sudri ofreció a Rodrigo llevaba narcótico, y por so se había quedado dormido.

Hantal y Fernando se fueron para casa de Rodrigo y le dijeron a Huki, que si algún paciente venía, que se lo mandara a Ben Barra; otro médico muy amigo suyo.

Cuando llegaron allí, el padre de Rodrigo les recibió. Hantal hizo una pasta con hojas que había recogido anteriormente y se la untó a Rodrigo por todo el cuerpo, que lo tenía muy lastimado por todos los golpes que había recibido. Después le pidió a los padres de Rodrigo que salieran de la habitación porque quería hablar con él a solas. Le dijo que ya sabía que no había mentido cuando en su declaración dijo que se había quedado dormido. Después se marchó diciéndole que vendría todas las mañanas a curarlo.

Por la tarde, Hantal y Fernando asistieron a las exequias de Hemné Sudri. Y por la noche, fueron la cena funeraria en el alcázar. En esa cena, el califa anunció la llegada del general Yamal al-Katib, que traía riquezas de la última acefia de ese año por tierra de cristianos.

Hantal hablaba con Fernando y le decía que debían investigar sobre la vida privada de Sudri.

Al día siguiente, por la mañana, Hantal y Fernando, se dirigieron de nuevo al alcázar para entrevistar a todos y a cada uno de los eunucos del califa, para ver si alguno podía aportar alguna prueba que le ayudara a resolver el misterio.

El primero de los eunucos con los que habló, le dijo que no conocía a ninguna persona con la que Sudri hablara fuera del alcázar, que su trabajo era el de vigilar a Bouchra, la favorita del califa. También le dijo que hablaba con él a menudo. Los demás eunucos con los que habló no le aportaron ninguna nueva información. Hantal obtuvo dos conclusiones: la primera, que Sudri no tenía amigos en Córdoba; y la segunda, que muchos de sus compañeros lo envidiaban por el trato que tenía con el califa.

Cuando salía del alcázar, vio como llegaba el general al-Katib. Entre todo la muchedumbre se encontraba Fernando, y de pronto, una mano se posó en el hombro de Hantal; era el esclavo que durante el juicio de Rodrigo dijo que le había oído amenazar al eunuco. Quería hablar con Hantal sobre lo que había andado preguntando toda la mañana a os eunucos en el alcázar, él sabía algo. Se fueron a un bar que había por allí. Le dijo que Sudri, visitaba con frecuencia a un tal Samuel ibn Saprut y le dio la dirección de la casa en la que vivía. Hantal le pregunto que como sabía todo eso, y el esclavo respondió que Bouchra le daba órdenes de espiarlo para ver a donde se dirigía. El esclavo le pidió dinero a Hantal por estas revelaciones, y éste se lo dio y le dijo que se marchara. Se quedó hablando con Fernando en aquel bar, y se preguntaron por qué quería Bouchra que aquél esclavo vigilara a Sudri. La única respuesta podía estar en Samuel ibn Saprut. Y esa misma noche, a la hora que los cristianos llamaban de completas, se fueron a casa de ese señor. Cuando llegaron tocaron a la puerta, pero nadie les abrió. Alguien tendría que haber en la casa, porque se veía luz; así que decidieron ir por la puerta de atrás, que para su sorpresa, estaba abierta. Entraron sigilosamente y descubrieron el cadáver de Samuel ibn Saprut. Encima de su escritorio, había un manuscrito en pergaminos de color púrpura, que eran los que se utilizaban en palacio. En la portada ponía: “Testimonio de la vida, sufrimientos y congojas de Hemné Sudri, esclavo del Emir de los creyentes, nuestro amado señor al-Haken II, contada por él mismo”.

Hantal y Fernando decidieron llevárselo, aunque estaba escrito en una lengua que Hantal desconocía, debía ser eslavo o algo así. Dejaron allí al prestamista, al día siguiente lo descubrirían.

Iban corriendo por las calles, era muy tarde y estaba lloviendo mucho. Por el camino pensaron que debían llevárselo a alguna persona de confianza para que lo tradujera, pero no se les ocurría nadie. Pensaron que podían ir a hablar con Bouchra, pero tenían que pedirle permiso al califa, y no podían porque tendrían que ocultarle los motivos por los cuales querían hablar con ella. Llegaron a casa, y se fueron al un saloncito, al abrir el pergamino de nuevo, Hantal se dio cuenta de que en las tres primeras páginas se habían borrado algunos fragmentos por culpa de la lluvia. Eso a Hantal no le gustó nada.

A la mañana siguiente, Hantal y Fernando se dirigieron otra vez al alcázar, pero no le dejaron hablar con el califa, porque éste había dado órdenes de no molestarle bajo ningún concepto.

Aquella mañana, el califa no se encontraba bien y decidió irse al harén con sus mujeres para ver si se le pasaba ese malestar producido por la muerte de Sudri. Allí estaba Bouchra, y empezaron a jugar a los poemas. El juego consistía en que el califa decía los dos primeros versos de una estrofa y las mujeres la continuaban con otros dos versos; y la que terminara de mejor forma la estrofa, ganaba joyas y regalos que el califa les ofrecía. Empezó al-Haken diciendo: La brisa convierte al río, en una cota de malla. Todas se quedaron pensativas, y a la espalda del califa se oyó la continuación de aquella estrofa: mejor cota no se halla, como la congele el frío. El califa preguntó que quien había dicho aquellos versos que le habían dejado anonadado; había sido Sulaima. Venía vestida de forma vulgar, y sin ninguna joya; enseguida el califa le ofreció ropas y joyas para que se pusiera guapa, pero ella, no las aceptó. A Bouchra le entró una envidia y unos celos tremendos, porque el califa le estaba diciendo que tenia una hermosura y sensibilidad extraordinaria y también que era muy valiente por haberle dicho que no aceptaba los regalos porque ella estaba ahí en contra de su voluntad, que era una rehén.

Aquella tarde, en la casa de Hantal, mientras Fernando hacía sus deberes, al médico se le vino a la cabeza que su amigo Ben Barra, había estudiado muchos idiomas, y que sabía eslavo. Y enseguida se dispusieron hacia la casa de ese hombre.

Cuando llegaron, Ben Barra, le dijo que qué quería, por que siempre que iba a visitarlo era para pedirle algún favor. Hantal le enseñó el manuscrito, y le dijo que se lo tenía que traducir; y después de bromear un rato, Ben le dijo que se lo tendría en dos días y gratis.

A los dos días Hantal se presentó en casa de su amigo y éste le dio el manuscrito y la traducción. Fernando y él se fueron para casa y el chico empezó a leerla traducción. El principio eran palabras sueltas, que no tenían sentido porque faltaban las que se habían borrado con el agua de la lluvia. Después, continua contando su vida desde que era pequeño hasta que lo compró en el mercado al-Haken, explicando e dice que todos los que iban a comprar esclavos, le miraban la piel, los dientes, los ojos, como si fueran animales; pero que su califa no, que solamente lo señaló con el dedo. A continuación, cuenta que estuvo mucho rato hablando con él cuando legaron al alcázar. Sudri explica que quería mucho a su califa que era la persona que mejor se había portado con él. Continua diciendo que todo en el alcázar era estupendo hasta q, hacía unos ocho meses, la víbora de Bouchra (como él la llama), le empezó a tratar de manera especial, y empezó a pedirle favores. Le pedía que dejara pasar en secreto a una pariente suya una noche. Sudri sabía que estaba terminantemente prohibido que pasara ninguna persona al harén durante la noche, pero Bouchra, consiguió sobornarle; y le dijo que el pasillo estaría libre, que ya había sobornado a los demás vigilantes. Desde aquel día, a Sudri, le remordía la conciencia ¿qué le estaba haciendo a la persona que mejor se había portado con él en este mundo? ¿La estaba traicionando? Se definía a sí mismo como un sucio traidor a todo el amor que su señor le había dispensado. Aceptó dos noches más. Pero la tercera o se retiro, se quedó esperando para ver quien era la persona que esperaba Bouchra. Escuchó unos pasos, y para su asombro, no era una mujer a quien esperaba Bouchra, ¡era un hombre! Con silueta de hombros cargados y aquella cojera... le recordaban a alguien... a Rodrigo Santibáñez. Pero no podía hacer nada, no podía decirle a su señor que le había traicionado, ni tampoco que Bouchra le estaba engañando con otro hombre, ¿qué podía hacer? Cuenta que fue a hablar con Rodrigo y éste le amenazó con matarle como siguiera acusándole de esa manera (lo que contó el esclavo negro en el juicio). Dice que estuvo meditando dos días, y ya había llegado a la solución: no le podía seguir engañando al califa, tampoco podía contárselo, la única solución era la muerte. Decía que citaría a Santibáñez, y cuando Fernando pasó la página, no había más. Ahí se acababa. Faltaba lo mejor, lo imprescindible, ¡el plan!

Al leer el manuscrito, Hantal y Fernando pronto creen saber lo que sucedió en realidad. Piensan que Sudri planeó una trampa para matar a Santibáñez pero que en la pelea es Santibáñez el que mata a Sudri, y como la puerta estaba cerrada se come el pastel en un intento de parecer inocente.

A la mañana siguiente, llegaron a la casa de Hantal unos emisarios con una citación para que Hantal asista a unas justas de caballeros y arqueros. Y Fernando y él se dirigieron hacia donde se celebraba dicho torneo. Primero fue una lucha entre caballeros con lanzas. No podían herirse unos a otros, estaba terminantemente prohibido; pero de pronto, el caballero Walid ibn Abd alcanzó con su lanza a otro caballero, Madian ibn al-Tawil. El juego se detuvo y Walid fue mandado por el califa que lo encarcelaran. A continuación empezó el concurso de arco. Habían venido arqueros de todas partes de España, pero resaltaba un zaragozano que se llamaba Mundir ibn Abd, que siempre daba en la diana. También había uno cordobés llamado Youssef ibn Rushd que no se quedaba atrás. Como finalistas sólo quedaron el zaragozano, y el cordobés. Los dos hicieron diana e la final, pero la flecha del zaragozano quedó unos milímetros más cercana al centro que la del cordobés. Mundir esperó en el centro del campo para ver si alguien del público se atrevía a desafiarle y apareció un hombre vestido de negro montado en un caballo negro también.

Decidieron alejar las dianas diez varas para que fuera más interesante y difícil, pero siempre quedaban empatados. Entonces el juez pidió que un muchacho del publico saliera a la plaza para tirar naranjas. De repente, Hantal se dio cuenta de que Fernando estaba ya abajo, con las dos naranjas preparadas para lanzarlas al aire; las lanzó y los dos arqueros atravesaron las naranjas con sus flechas. El juez decidió que esta vez sólo se lanzaría una naranja. Fernando se preparó y la lanzó con todas sus fuerzas. El ganador definitivo fue el hombre encapuchado. Por un momento Hantal creyó que ese hombre era Rodrigo, pero no podía ser porque Rodrigo estaba en las gradas; y al quitarse la capucha todos se dieron cuenta de que era el general Yamal al-Katib.

A la mañana siguiente Hantal fue a la Mezquita a buscar a Rodrigo, porque en su casa le dijeron que aunque no se encontraba del todo recuperado, Rodrigo había insistido en irse, y así lo había hecho.

Buscó entre toda la gente que allí se encontraba y divisó la figura de alguien muy parecida a la de Rodrigo, pero no era Rodrigo, era el general al-Katib. Éste le contó que hacía tres días que había llegado a Córdoba y por eso su entrada fue tan espectacular, porque le había dado tiempo a prepararse. Hantal se despidió de general y se puso a dar vueltas por allí. De pronto se encontró con Fernando y Rodrigo. Se puso a mirar detenidamente a su amigo y le dijo que su figura se parecía muchísimo a la del general al-Katib, que incluso los dos cojeaban de la misma manera; y se dirigieron a un bar, ese al que le llevó el esclavo negro, para hablar más tranquilos. Ya en el bar, Hantal lee el manuscrito detenidamente a Rodrigo y éste le convence de que él no era quien asaltaba el alcázar por la noche para visitar a Bouchra. Entonces fue cuando llegaron a la verdadera conclusión: Hemné no mentía en su manuscrito, había una figura masculina de hombros cargados y leve cojera que visitaba a Bouchra, pero no era Santibáñez, era el general al-Katib. De repente llega el esclavo negro y empieza a contarle a Hantal, a Fernando y a Rodrigo; que, el califa está enamorado de Sulaima, la prometida de Rodrigo. Pero que ella, rechaza todos los regalos que el califa le ofrece. Posteriormente se marcha. Rodrigo salió corriendo detrás de él, y Hantal y Fernando salieron detrás de Rodrigo; pero no fueron capaces de alcanzarlo y lo perdieron de vista, así que se fueron a casa y sacaron conclusiones. Ya tenían claro que era el general quien visitaba a Bouchra y no Rodrigo Santibáñez, pero ¿quién había matado a Hemné Sudri? Decidieron acostarse y ya por la mañana irían a hablar con Rodrigo y visitarían de nuevo la habitación del crimen. Fernando no conseguía conciliar el sueño, cuando de pronto, oye unos golpecitos en la ventana; era Rodrigo que le pidió que le acompañase. Necesitaba la ayuda de Fernando, ya le contaría lo que sucedía cuando fueran de camino al alcázar. Y Fernando, sin saber porqué, se vistió y salió sin hacer ningún ruido para no despertar a Hantal. Para saltar la tapia de su casa, había una cuerda, y en lo alto se encontraba Kuraish, que los estaba esperando. Se dirigieron a toda velocidad hacia el alcázar. Rodrigo le explica a Fernando que va a llevarse a Sulaima, todo estaba pensado; tenían un plan que no podía fallarles.

Llegaron a la fachada del alcázar y entraron por una grieta que había. Kuraish se quedó fuera.

La ronda de noche pasaba por la cancela, en la que comenzaba la escalera que llevaba al harén, cada media hora, el tiempo que tenían para subir, rescatar a Sulaima y volver a escapar de nuevo. La única dificultad eran los dos guardias que estaban en la cancela, la ronda de noche y un eunuco sordomudo. No había problema porque Kuraish se había enterado de que esta noche estaría arriba el hombre que visitaba a Bouchra. Eso era una ventaja, porque cuando venía a visitarla ese hombre, los pasillos quedaban libres y podrían pasar. Pasó la guardia de noche y se deshicieron fácilmente de los dos guardias de la cancela. Subieron rápidamente las escaleras que daban al harén. Se encontraron con el eunuco y Rodrigo le dio un golpe en la cabeza como había hecho con los guardias anteriores y se fue a rescatar a Sulaima diciéndole a Fernando que se quedara aquí y que si el eunuco se levantaba que le diera otro golpe. De pronto, detrás de una cortina, Fernando escucha voces, un hombre y una mujer hablaban, no se les entendía de qué, pero pudo entender un par de palabras sueltas como muerto, mancha amarilla, o Svarog. Al instante vio aparecer a Rodrigo con Sulaima cogida de la mano. Nada mas pasar ellos por la cancela, pasó la ronda de noche sin inmutarse de ninguno de los movimientos de los tres asaltantes. Cuando pasaron de nuevo por la grieta de la muralla, Kuraish les estaba esperando fuera con los caballos; en uno, se montaron Rodrigo y Sulaima y se marcharon dándole las gracias a los otros dos por haberles ayudado. Y Kuraish llevó a Fernando a casa en el otro caballo. Estando Fernando en la habitación desnudándose para ponerse el pijama, algo cayó al suelo; era el pañuelo que había recogido, en él, con letras de oro había grabado un nombre: “Yamal al-Katib, general”. Ya no tenía duda de que era el general quien se veía con Bouchra a escondidas, pero ¿quién mató a Sudri? Y con esa pregunta en la cabeza, se quedó dormido.

Cuando Fernando se despertó Hantal empezó a reñirle por lo que había hecho. Hantal era el responsable de Rodrigo, y si éste se escapaba a quien cogerían preso sería a él. Tenía que irse lo más rápido posible al alcázar para revisar de nuevo la habitación del crimen, antes de que el califa se enterase de lo que había sucedido esa noche.

Antes de irse Fernando le enseñó el pañuelo que había encontrado y que demostraba que era el general quien visitaba a Bouchra y también le dijo lo que había escuchado de la conversación entre el general y Bouchra: muerto, mancha amarilla y no sería recibido por Svarog.

Hantal se marchó al alcázar. Llegó de nuevo a la habitación donde se había producido el asesinato del eunuco y le pidió a al-Daula, el guardia que custodiaba la puerta de la habitación, que trajera a un sirviente. Esta vez se dio cuenta de que los azulejos de la viga que había en la habitación, estaban rotos, y que esa rotura había sido producida por la daga. Llegó el sirviente y le explicó quien era Svarog. Hantal salió corriendo para su casa y se metió en la cueva con Fernando para ordenar las pruebas que tenían. Le ordenó a Huki que si venían los soldados del califa a buscarle, que no le abriera, que dejara que derribaran la puerta de la entrada.

Ya lo tenían todo resuelto y unos guardias vinieron a por Hantal, Fernando también fue con ellos. Cuando éstos llegaron a la sala donde se había celebrado el juicio de Rodrigo, ya estaban allí el califa, el general al-Katib y veinte ceñudos arqueros que rodeaban el salón.

El califa le dice a Hantal que Rodrigo se había escapado y que tenía que apresarle porque así lo habían acordado. Pero Hantal desea decir algo antes de que se lo lleven. Comienza diciendo que lo que va a decir le va a doler mucho al califa. Y le dice también que ya sabe lo porqué murió Hemné Sudri. Murió por amor y lealtad a su califa. Hantal le explica al califa que se lleva cometiendo desde hace mas de ocho meses una vil traición contra él. Hantal saca el cartapacio que escribió Hemné y se lo enseña al califa. Después de leerlo, le cuenta que Sudri en la oscuridad confundía la figura del general con la de Rodrigo. También sacó el pañuelo que Fernando había encontrado en la escalera anoche y se lo dio al califa.

De pronto, el general le ordena a los arqueros que apunten al corazón del califa. Al-Katib pretendía hacerse con el trono y con Bouchra matando al califa y a todo el que le estorbase para ello. En pocos momentos había amenazado a de muerte a todos las personas que allí se encontraban. Y apareció Rodrigo y cogió al general del cuello amenazándole con clavarle la daga si no ordenaba a sus arqueros que tirasen las armas. El general accedió y vinieron los soldados fieles del alcázar. Al general lo llevaron a las mazmorras.

El califa, decepcionado, reconoció los méritos que había hecho Rodrigo, pero aún le quedaba una duda, ¿quién había matado al eunuco? A lo que Hantal respondió rápidamente, el eunuco se había suicidado para que pareciera que lo había matado Rodrigo, y así éste recibiera su merecido sin que el califa se enterase nunca de lo que había sucedido. Lo que Sudri no sabía era que quien entraba por las noches en la habitación de Bouchra era el general.

Dos días mas tarde Hantal celebró una comida en su casa con Ben Barra, Rodrigo y Sulaima. Hantal hizo que Huki también se sentará en a mesa.

Cuando todos se marcharon, Hantal bajó a la cueva y Fernando e acompañó. Le recordó la promesa que le hizo, la de que irían a buscar a sus verdaderos padres. Y Hantal le responde que sí, que se tomará un descanso de unos dos meses y que irían a buscar a sus padres. Finalmente Fernando abraza agradecido a Hantal.

RELACIÓN DE LOS PERSONAJES:

Hantal Idrissi: El médico del califa al-Haken y padre adoptivo de Fernando. Es un musulmán que sobrepasaba los 40 años de edad y bastante delgado. Un hombre serio y muy trabajador pues resuelve el misterio del asesinato del eunuco en ocho días.

Fernando: Es el niño que Hantal recogió. Un muchacho de 14 años, medio rubio, con el pelo muy rizado y una expresión vivaz. Muy valiente.

Hemné Sudri: El Eunuco favorito del califa. La persona que encuentran muerta en la habitación al lado de Rodrigo Santibáñez. Un hombre agradecido y fiel. De corpulencia más bien gruesa de unos 40 años.

Rodrigo Santibáñez: Un señor con anchos hombros y una leve cojera, expresión parecida a la del general Yamal al-Katid. Es el principal sospechoso del asesinato del eunuco. Pero al final queda como un héroe ante los ojos del califa y de todos los demás.

Huki: El esclavo de Hantal, un hombre de unos 35 años, bereber, enjuto y con una barba tan corta que no se sabía si era barba o que no se había afeitado en varios días.

Wafah: Antigua ama de Hantal que cuidaba a Fernando cuando era pequeño.

Al-Haken II: Es el califa. Un señor justiciero y confiado. Le gusta la poesía y las mujeres hermosas. No se entera de lo que sucede realmente hasta el final.

Abulí-I-Walid: Hijo del califa.

Yamal al-Katib: Un hombre de hombros anchos, de voz grave y bien modulada, tenía una leve cojera. Altivo, ambicioso, sin escrúpulos.

Ben Barra: Un médico amigo de Hantal. Un hombre gracioso, divertido y fiel a sus amigos; responsable y trabajador. Una gran persona en todos los aspectos.

Osmín: esclavo de Ben Barra.

Kuraish: Hombre viejo de piel de color. Esclavo del califa y sirviente secreto de Bouchra. Es el negro que facilitaba la información a Hantal y que ayudó a Rodrigo a salvar a Sulaima.

Sulaima: Prometida de Rodrigo, una mujer fiel, ya que no aceptó ni los piropos ni os regalos que el califa le ofrecía. Mujer bastante guapa y sensible.

Bouchra: Mujer del harén favorita del califa. Retorcida, mentirosa, y mala persona. Engaña al califa y soborna a los eunucos y los guardias. Mujer de cabellos largos y rubios, también bastante guapa.

Samuel ibn Saprut: Es el prestamista asesinado en su casa. La única persona con la que Hemné Sudri hablaba.

Al-Dawla: Guardia que custodiaba la habitación en la que sucedió el asesinato del eunuco.




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Idioma: castellano
País: España

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