Tras la caída de la tiranía de Ulises Heureaux, se desató una nueva lucha por el poder. Las fuerzas históricas sobresalientes de estas luchas fueron dos: el caudillismo y el intervensionismo norteamericano. Este último logró imponer una dictadura de ocho años sobre la sociedad dominicana.
Caudillos y política liberal
El nuevo liderazgo político a continuación del desplome de la tiranía de Heureaux surgió de las fuerzas que se le había opuesto. Este liderazgo se encarnó en los caudillos, que reaparecieron en la escena política nacional para enfrentarse por el poder del Estado.
Los conflictos entre los caudillos no tenían por base diferencias de programas políticos: todos eran liberales. Las tendencias políticas de los caudillos tampoco respondían, como antes, al anexionismo y al nacionalismo; buscaban por igual organizar un Estado nacional independiente.
El motivo de los conflictos estaba dado más bien por el deseo de los distintos grupos de hacerse con el poder del Estado, para desde ahí favorecer sus intereses económicos y ascenso social.
Jimenistas o “bolos” y Horacistas o “coludos” fueron grupos de seguidores con los que prácticamente se identificó toda la población. También existieron otros caudillos en torno a los cuales se agruparon y expresaron simpatías regionales. Este fue el caso de Luis Felipe Vidal, Demetrio Rodríguez, Desiderio Arias y otros.
Ocupación militar de los estados unidos
El gobierno de los estados unidos dio un nuevo paso cuando justificó la intervención en bases a la supuesta violación de la Convención de 1907, lo cual era totalmente falso. Cuando se llevó a cabo un empréstito interno en 1913, se contó con el consentimiento de Washington. En 1916, el vicealmirante Knapp lanzó una proclama desde el Buque Olimpia en que desconocía, a nombre de su gobierno, al Estado dominicano y anunciaba el establecimiento de un régimen militar de ocupación.
Varios núcleos de dominicanos se opusieron al avance de las tropas. Por ejemplo, a lo largo de la ruta Montecristi y Santiago, guerrillas dominicanas salieron al frente de los marines. En la Barranquita, cerca de Mao, se escenificó el principal encuentro. En Puerto Plata, el gobernador Apolinar Rey dirigió la resistencia nacional. La lucha no fue mayor, dado que Arias decidió retirarse hacia Santiago, donde depuso las armas. En el Este se formaron nuevos grupos de resistencias, tras la hazaña del joven Gregorio Urbano Gilbert, quien ultimó a un oficial norteamericano.
Desde diciembre, los ocupantes empezaron a dictar leyes en inglés, con el nombre de “Ordenes Ejecutivas”. Las primeras de ellas impusieron el estado de sitio en todo el país y el desarme de la población. Se formó un cuerpo militar “nativo”, comandado por oficiales de la Infantería de Marina de Estados Unidos, que recibió el nombre de Guardia Nacional Dominicana, que tendría la misión de auxiliar en el establecimiento del orden, es decir, en quebrar la resistencia nacional.
Estados Unidos buscaba dos cosas al ocupar militarmente la República Dominicana. Por una parte, tomaba otro eslabón de la cadena de países de la cuenca del Caribe (Canal de Panamá, Puerto Rico, Haití, Base de Guantánamo en Cuba), en vista de su previsible participación en la Primera Guerra Mundial. En segundo lugar, aprovechaba la ocasión para establecer los cambios constitucionales considerados necesarios para controlar política y económicamente el país y así favorecer el desarrollo capitalista a través de inversiones directas de compañías norteamericanas.
El gobierno militar apoyó abiertamente las corporaciones azucareras, que fueron beneficiadas con privilegios de impuestos. A esas corporaciones les interesaba ampliar su producción y aumentar sus ganancias. Eran los años de la bonanza de los precios del azúcar, que entonces se denominó “la danza de los millones”.
Durante el gobierno militar, se impulsaron los programas de obras públicas interrumpidos desde la dictadura de Cáceres. Se continuaron las carreteras, completándose las principales vías que unieron el Cibao, el Este y el Sur del país.
Resistencia de los campesinos
La ampliación de las tierras para el cultivo, de la caña fue un interés primordial de las corporaciones azucareras. Para ello se obligó a parte de la población de los campos del Este abandonar sus posesiones. Incluso, se incendiaron varios pueblos para que sus habitantes los desalojaran y permitir así el crecimiento del latifundio cañero.
El Este fue la región más afectada por esta expansión desde fines del siglo XIX. Allí había surgido un movimiento campesino de protesta armada que a veces se expresó políticamente como lucha caudillista. Estos eran los llamados “gavilleros”, término que incluía desprecio hacia los campesinos, puesto que era equivalente a bandido. En realidad protestaban por la expansión del latifundio cañero que los desalojaba de sus tierras de labranza.