Filosofía y Ciencia
Diccionario y personajes filósóficos
DICCIONARIO
DE
FILOSOFIA
A posteriori: Se opone a priori. Proviene de la experiencia.
A priori: se opone a posteriori. Es a priori lo que no procede de ninguna experiencia. Para Kant, las formas y razonamientos a priori son aquellos que hacen referencia ala sensibilidad y al entendimiento, al margen de cualquier experiencia. Al provenir de la razón, a priori es, pues, para Kant, “universal y necesario”
Abstracto: Lo abstracto es, propiamente, lo general que sólo tiene existencia propia en la mente y que no mantiene una relación de identidad con lo sensorialmente intuido de donde procede.
Accidente: aquello que en una cosa o en una sustancia, puede ser modificado o suprimido sin alterar por ello su naturaleza.
Acto: el hecho de actuar o el resultado de una acción. En metafísica, y en Aristóteles, dsigna el resultado de lo que estaba “en potencia”. Pasar de la potencia al acto. Lo que hace que un ser sea como es.
Agnosticismo: del griego ðγððσððσ, de ðγððððð, no saber, ignorar. Término acuñado por Thomas Henry Huxley (1825-1895), en 1869, para diferenciar su sistema de ideas del de los metafísicos, en el seno de la Metaphysical Society, que mantenían poder probar la existencia de Dios o sostenían la racionalidad de la fe. En general, supone la afirmación de que no hay que creer en aquello para lo cual no existen suficientes pruebas. En sentido estricto, suele entenderse como la afirmación de que no es posible afirmar racionalmente la existencia de Dios ni su no existencia.
Agnóstico: persona que cree que no le es posible al hombre el conocer la razón última del universo.
Alma: del griego ðððð que significa aliento de vida, sinónimo de pureza
Amistad: procede de una afinidad. Sentimiento de afecto entre dos personas. Tiene una dimensión sexual pero, a diferencia del amor, nunca es genial, animal, ni bestial.
Amor (odio): sentimiento que experimenta un sujeto hacia un objeto que considera bueno o deseable. Platón, igual que Freíd, vio una dimensión sexual en el amor. “El amor es una alegria que acompaña a la idea de una causa exterior” dice Spinoza para quien “el amor intelectual de Dios” constituye el súmmum del conocimiento y de la felicidad.
Analítico: es una proposición analítica, el atributo se halla ya contenido en el sujeto. Para Kant, la “analítica transcendental” es la parte de la “lógica transcendental” que trata de las condiciones a priori de los conocimientos desde el punto de vista del entendimiento, es decir, de las categorías “Filosofía analítica”: positivismo lógico.
Aporía: callejón sin salida del pensamiento cuando no se halla solución posible
Areté: virtud
Átomo: unidad más pequeña de un ser
Atributo: en una proposición lógica designa aquello que se afirma o se niega de un sujeto mediante una cópula (es). Se designa también al atributo con el hombre de predicado. En la filosofia clásica el atributo es frecuentemente un carácter esencial de la sustancia. En general, perfección “Atributos entitativos” de Dios, para Santo Tomás son las perfecciones de Dios que se refieren a sus operaciones.
Autonomía: el hecho de tener en sí su propia ley y su principio.
Axiomático: designa un conjunto de axiomas que forma un sistema. Es también la reflexión que trata sobre los axiomas y las reglas que presiden su utilización y las consecuencias que pueden extraerse de su existencia.
Belleza: valor fundamental de la estética. Para Kant, la belleza “agrada universalmente sin necesidad de conceptos”; finalidad sin fin, procura una satisfacción desinteresada.
Bien:valor fundamental de la moral. Cada moral determina la naturaleza del bien que busca y constituye su ideal.
Cambio: devenir observado en el mundo(es decir, el hecho de que una cosa puede llegar a ser otra) Según Popper, se trata del problema fundamental planteado por los presocráticos y también del problema fundamental de la filosofía de la naturaleza (cuyo lugar y función ocupó más tarde la ciencia), en tanto que cuestión central de la cosmología.
Caos: desorden
Categoría: conceptos generales que expresan el tipo de relación que podemos establecer entre nuestras ideas y nuestras representaciones. Las tablas de categoría varian según los filósofos. Para Aristóteles hay diez: esencia o sustancia, cualidad, cantidad, relación, sensación, pasión, lugar, tiempo, posesión y situación o postura. En Kant, las categorías son conceptos pocos, a priori, unificadoras respecto a la sensibilidad, que hacen posible el conocimiento objetivo y la formulación de leyes con valor universal y necesario.
Causa: lo que produce un efecto. Aristóteles distingue cuatro clases de causas: la “causa material”: la materia de la que está hecha una cosa; la “causa formal”: el modelo que se corresponde con a cosa; la “causa eficiente”: lo que produce la cosa, y la “causa final”, el objetivo hacia el que tiende la cosa. Se habla también de “causa primera”: aquella que no necesita de otra causa y que, por tanto, es causa de sí misma. En teología, Dios es esta “causa primera”.
Causalidad: la idea de causalidad implica la necesidad de una relación entre una causa y un efecto. La causalidad está regida por un principio, el principio de causalidad, que afirma que “todo tiene una causa” y que, en condiciones idénticas, “las mismas causas originan los mismos efectos”.
Ciencia: designa el conjunto de los conocimientos, el sabor en general una ciencia particular se fija un objeto preciso de investigación. Existen ciencias de la naturaleza y ciencias del hombre.
Comprensión: designa el conjunto de características que pertenecen al concepto mientras que la extensión enuncia el conjunto de objetos a los que puede aplicarse el concepto.
Compuesto: en lógica, se dice que un proposición es compuesta cuando tiene diversos sujetos o diversos atributos.
Concepto: idea abstracta y general y permite pensar la realidad. Los empiristas piensan que el concepto emana de la experiencia y los racionalistas que provienen de la razón.
Condensación: compresión
Conocimiento: acto de conocer y, al mismo tiempo, el resultado de este acto. Los conocimientos constituyen el conjunto del saber en un campo determinado. Se habla de teorias del conocimiento para evocar los problemas que se plantean durante la constitución del saber. En filosofia suele distinguirse a veces entre el conocimiento, que hace referencia a la teoria, y la acción, que se orienta más bien hacia la práctica.
Cosmología: estudio del orden de la naturaleza
Cosmos: orden en griego.
Costumbre: hace referencia a las prácticas más generales admitidas por un grupo social y que se remiten a la tradición. A falta de derechos, la costumbre puede tomar fuerza de ley: se habla entonces de “derecho consuetudinario”. Maneras de actuar y comportamientos que comparte el conjunto de m9embros de una sociedad.
Creación: acto divino por el que Dios crea al mundo. Conjunto de cuanto Dios ha creado. Santo Tomás y Descartes hablan de “creación continuada” para designar el acto permanente por el que Dios hace que la creación se conserve y persevere en su ser.
Critica: evaluación de una cosa fundada en el examen de su valor. Para Kant, concepción que consiste en interrogarse sobre las condiciones a priori que posibilitarian el conocimiento. Se habla también de “espiritus críticos” para designar a las personas que no aceptan con inmediatez todo cuanto se les propone.
Deducción: forma de razonamiento lógico que permite pasar de una proposición dada a consecuencia que aquella se desprende necesariamente.
Demiurgo: Para Platón especie de Dios que organiza e introduce un orden en el universo, aun sin ser su creador.
Demostración: utilizada principalmente en matemáticas, la demostración consiste en aportar pruebas lógicas, casi siempre por la via deductiva.
Derecho natural: es el que se aplica a todos los hombres por el hecho de ser tales.
Derechos humanos: derechos “iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana” (Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948), que estipulan la dignidad y el valor de la persona humana, así como la igualdad de derechos de todos los seres humanos.
Deseo: en filosofía, el deseo puede ser pensado de una manera negativa como señal de una carencia que caracteriza al hombre.
Destino: fuerza más o menos determinada a la que se considera como responsable de acontecimientos que intervienen en la vida a historia de los hombres.
Determinismo: conjunto de condiciones necesarias para la existencia de un fenómeno principio que afirma que entre los fenómenos existen relaciones necesarias. En metafísica y de una manera más general, doctrina según la cual todo procede de causas necesarias, incluso los efectos de la voluntad.
Dialéctica: para los socráticos la dialéctica es el arte del diálogo de la discusión mediante preguntas y respuestas. Para Platón, gracias a la dialéctica puede pensarse del mundo sensible al de las ideas. Aristóteles limita el sentido de la palabra y reserva para los razonamientos que conciernen a las opiniones probables.
Dialogo: Búsqueda filosófica de la verdad consistente en el análisis de alguna hipótesis por medio de preguntas y respuestas. Sócrates fue quien dio los primeros ejemplos de este método.
Dios: designa a un ser situado por encima de todos los seres.
Dogmatismo: concierne a los dogmas religiosos. Un espíritu será dogmático, o al menos recibirá ese nombre, si caen de espíritu crítico y filosófico y se contente con afirmar los dogmas de su religión a los que considera como únicos, verdaderos e intocables.
Duda: estado del espíritu que impide el hecho de pronunciarse. Para Descartes la duda toma un sentido positivo convirtiéndose en “duda metódica”, método para buscar la verdad. “Pensé que tenia que reclamar como absolutamente falso todo aquello en lo que podía imaginar la más mínima duda”. La duda es, pues, un medio de conocimiento científico y filosófico.
Educación: proceso por el cual se inculcan en la persona los conocimientos y valores que le resultaran imprescindibles para su vida social, por tratarse de normas y saberes que forman parte del bagaje cultural del colectivo en que vive.
Eleatas: filósofos de Elea (sur de Italia) lugar que da nombre a la escuela y a los estudiantes de ésta.
Elemento: eso que está compuesto de todo, para los filósofos los elementos son físicos
Empirismo: doctrina filosófica que considera que toda verdad proviene, directa o indirectamente de a experiencia.
Enciclopedia: conjunto de conocimientos humanos La enciclopédia o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios fue publicada entre 1751 y 1772 bajo la responsabilidad de Diderot y d'Alembert.
Entendimiento: de manera general, facultad de comprender. En filosofia clásica se opone a la sensación y se distingue de la razón ya que ésta última abarca los objetos más elevados, mientras que para el entendimiento quedan reservados los dominios de la lógica y de las ciencias. Para Kant, el entendimiento que no se confunde con la razón tiene como función el elegir los datos de la sensibilidad con la ayuda de las categorías a priori: “Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, allí pasa al entendimiento y concluye en la razón.”
Escepticismo: concepción filosófica según la cual, la certeza no puede obtenerse. Se opone a dogmatismo cuando niega la posibilidad, y por tanto la existencia, de todo conocimiento.
Escuela de Elea: Elea es una colonia jónica de la Magna Grecia fundada en la costa italiana del mar Tirreno hacia el a. 540 a. C., a raíz de la conquista de Jonia por los persas (a. 546). Allí se desarrolló durante el s. V a. C. una escuela filosófica. En El sofista de Platón el extranjero de Elea habla de su ciudad como todavía existente. Son conocidos como eleatos Jenófanes de Colofón, Parménides de Elea, Zenón de Elea y Meliso de Samos. Jenófanes de Colofón es uno de los filósofos a quien la conquista persa obligó a trasladarse de Jonia a la Magna Grecia. Vivió ca. 570-470 a. C. Según los testimonios de Platón (El Sofista, 242d) y de Aristóteles (Metafísica, 1,5,986b21), la orientación de la e. de E. fue iniciada por Jenófanes. Pero es muy improbable que haya sido su fundador (Diels, 21B,8). Quizá esos testimonios sólo signifiquen que Parménides (v.) recogió la corriente de pensamiento iniciada por Jenófanes. Aunque tal vez ni siquiera llegasen a conocerse, el hecho es que algunos elementos de la filosofía de Parménides existían ya en potencia en lenófanes, y esos elementos dan impulso a la e. de E. Jenófanes afirmaba un Dios único (ib. 23), que parece identificarse con el universo, inmóvil y eterno (ib. 26). El verdadero fundador de la e. de E. es Parménides, que negó la multiplicidad y el devenir, reducidos a simple apariencia (doxa), y afirmó como única verdad (aleteia) un Ser uno, inengendrado e incorruptible, inmóvil, eterno, necesario y perfecto o finito. El principio (arque) o sustancia primordial, el Ser, se convierte por primera vez en principio metafísico (meta-físico, transfísico, que va más allá de las apariencias sensibles de las cosas), y se establece la oposición e incompatibilidad entre las dimensiones sensibles de la experiencia y las exigencias racionales o lógicas del ser. Sus discípulos, Zenón de Elea (v.) y Meliso de Samos, desarrollan aspectos de su doctrina o le aportan algunas modificaciones. Zenón es el dialéctico de la e. de E., que defiende la doctrina de Parménides reduciendo al adversario al absurdo, mediante sus célebres aporías. Meliso de Samos, de procedencia jónica, no debió conocer la filosofía eleática sino después de la doctrina jónica. Es diez años más joven que Zenón. Defiende también la doctrina de Parménides, pero parece haber querido a la vez precisarla y limitarla, y la modifica en dos puntos: 1) El Ser es una duración ilimitada y, por tanto, infinita en el tiempo, en oposición al Ser finito y eterno (todo a la vez) de Parménides: «Así como el ser es siempre, debe ser siempre de magnitud infinita» (ib. 30,3) 2) El Ser es incorpóreo: «Si el Ser es, es preciso que sea uno; siendo uno, es preciso que no tenga cuerpo; porque si tuviera espesor, tendría partes y no sería uno» (ib. 9). Meliso es el único presocrático en el que aparece explícitamente lo incorpóreo, aunque idéntico a la verdadera realidad del mundo. La orientación de la e. de E. es muy distinta a la de los jónicos, sobre todo por la negación de realidad a la experiencia sensible de pluralidad y movimiento. Es distinto el mismo medio geográfico y étnico, la dura y áspera raza dórica de la Magna Grecia, y sus tendencias intelectuales. Los eleatas se inclinan hacia la matemática, la lógica y el misticismo, se apartan de las especulaciones estrictamente relativas a la materia y llegan a conceptos más abstractos. Hasta la misma forma literaria es distinta: Parménides es el primer escritor de una obra filosófica en verso. «Con Parménides vemos dibujarse dos corrientes opuestas en el pensamiento griego: por una parte, el positivismo jónico; intuitivo, experimental, que ignora la matemática física y es enemigo declarado de los mitos, de las tradiciones religiosas y de los nuevos cultos de iniciación, por cuya razón es poco popular y nada hace por serlo; y por otra parte, el racionalismo de Parménides y de Pitágoras que intentan construir lo real mediante el pensamiento, que se inclinan hacia la dialéctica, son poco simpatizantes de la experiencia directa, y, por la misma razón, cuando se trata de cosas sensibles, son amigos de mitos; están dispuestos a prestar gran atención al problema del destino, son naturalmente populares y les agrada la propaganda. La solidaridad íntima entre el racionalismo y la imaginación mítica contra el positivismo parece ser el rasgo saliente de este periodo» (E. Brehier, Historia de la Filosofía, 1, 5 ed. Buenos Aires 1962, 265). La importancia histórica de la e. de E. es enorme. Todos los físicos presocráticos posteriores (Empédocles, Anaxágoras, y los atomistas, con Leucipo y Demócrito, fundador de la Escuela de Abdera) parten de las conclusiones del eleatismo: la sustancia del mundo es un Ser único e inmutable; el devenir es sólo aparente y el testimonio de los sentidos engañoso. Pero la realidad de los fenómenos no ha quedado así salvada ni explicada. Esos físicos conservan la inmovilidad del Ser de la e. de E.: el ser no puede nacer ni perecer; no existe verdadera transformación ni nacimiento, porque nada viene de la nada. Pero fieles a la inspiración y sensibilidad jónicas por la multiplicidad y el movimiento, intentan explicarlos de algún modo, buscando su conciliación con el ser en sí mismo inmutable. Esto sólo puede conseguirse afirmando que el principio de la realidad no es único, sino múltiple, es, decir, fraccionando el Ser de Parménides en una multiplicidad de elementos o principios. La diversidad de las cosas consistirá en la diversa combinación, orden o disposición de esos principios, que en sí mismo conservan las características del Ser de la e. de E. (eternos e inmutables o enteramente permanentes); y el movimiento, nacimiento y muerte, no será otra cosa que su mezcla, composición o unión (nacimiento), y su disolución, disgregación o descomposición (muerte). La diversidad entre estos físicos dependerá del modo de concebir esos elementos. Para Empédocles (v.) y Anaxágoras (v.) son cualitativamente distintos entre sí; visibles y en número finito para el primero, invisibles y en número infinito para el segundo. Para los atomistas (v.) los elementos son invisibles y en número infinito, y difieren sólo cuantitativamente unos, de otros, por su forma y magnitud. Pego el influjo de la e. de E. llegará más lejos. Los caracteres esenciales del Ser de Parménides y el problema de su conciliación con la experiencia influirán en Platón (v.) y Aristóteles (v.), aunque éstos orientarán mejor la investigación filosófica y científica. A través de éstos, su temática se desarrollará también mejor en la Edad Media, y después de alguna forma se adicalizará en el intelectualismo (v.) y racionalismo (v.) moderno, que se superará en el realismo (v.).
Esencia: lo que hace que una cosa sea lo que es. El contenido de la definición. “Digo que pertenece a la esencia de una cosa aquello dado lo cual la cosa resulta necesariamente dada, y quitando lo cual la cosa necesariamente no se da; o sea, aquello sin lo cual la cosa no puede ni ser, ni concebirse” (Spinoza)
Especie: conjunto del género. Una misma especie presenta algunos caracteres esenciales que la distinguen: en biología, conjunto de seres vivos que pueden reproducirse entre si.
Esquema: figura que simplifica los elementos de un objeto. Para Kant medio por el que opera el esquematismo.
Eternidad: concepción temporal de la eternidad: lo que no tiene principio ni fin. Concepción intemporal de la eternidad, la de Santo Tomás de Aquino: se piensa absolutamente, fuera de toda idea de tiempo. Allí no hay sucesión, es tota simul “toda entere al mismo tiempo”, según la expresión atomista.
Ética: reflexión filosófica que versa sobre la moral.
Evidencia: Aquello que se impone como verdadero, como algo que se ve evidencia sensible. Descartes critica esa evidencia y en su lugar propone la evidencia racional que para él es una idea clara y distinta.
Existencia: dícese de toda realidad que existe. Aplicada al ser humano viene a precisar q todo hombre es una realidad concreta y vinculada a un tipo concreto. El existencialismo considera al hombre en este sentido.
Existir: aquello que es un ente. La filosofía griega no distinguió abiertamente entre existencia y esencia, lo cual indica que la antigua mentalidad griega consideraba tan necesaria la esencia como la existencia para que un ser fuera real: nada puede ser sin ser algo y el hecho de ser algo implica ya su existencia.
Experiencia: modo de conocimiento que procede de la intuición sensible o de la intuición psicológica. El recurso a la experiencia puede llegar a convertirse en un método científico, en cuyo caso se rige por las reglas del método experimiental.
Experimento: operación artificial y controlada de un fenómeno, destinada a descubrir, comprobar o demostrar hipótesis científicas.
Extensión: conjunto de seres a los que puede atribuirse un concepto. La extensión se opone a la comprensión. Para Descartes materia y extensión se identifican, lo cual hace imposible la existencia del vacío. Descartes opone la “sustancia pensante” (la mente), a la extensa (la materia).
Facultad: capacidad para actuar. La filosofía tradicional utilizó el término como sinónimo de “potencia” y adjudicó al alma su posesión. Platón citó tres facultades -o potencias- del alma humana: la racional, la irascible y la concupiscible. Según Aristóteles, tres clases de almas se repartían entre los humanos, cada una de ellas con sus facultades características, que fueron sistematizadas más tarde por santo Tomás de Aquino. Siguiendo el modelo platónico, san Agustín también distinguió tres potencias del alma: memoria, inteligencia y voluntad.
Fantasía: actividad mental creadora de carácter desbordado. Se la considera como una de las clases de imaginación. Según Aristóteles, primer filósofo que reflexionó en profundidad sobre la fantasía, era ésta una facultad del alma capaz de formar imágenes en la conciencia -los fantasmas- sin que estuvieran presentes los objetos. El estagirita consideró que la fantasía cumplía una función ligada a la facultad apetitiva de los animales superiores, puesto que sus imágenes producían una anticipación de los objetos deseables; la fantasía humana formaba parte de su sensibilidad interna, aunque las imágenes producidas sirviesen de soporte a los conceptos. El pensamiento estoico entendió la fantasía en su sentido más literal, como aparición o representación, por lo que de hecho fue equiparada a la percepción. Los estoicos distinguieron dos clases de imágenes: 1) las verdaderas o “catalépticas”, que se correspondían con los objetos que las producían, y 2) las falsas, generadas fortuitamente. Las fantasías catalépticas llevaban en sí, según los estoicos, la señal inequívoca de la verdad (una suerte de evidencia). La escolástica -y sobre todo, los tomistas- siguieron la concepción aristotélica del sentido interno, a partir de la cual se explicó cómo se producía el paso del conocimiento sensible al conocimiento intelectual. Kant identificó la fantasía con la imaginación en general. Más tarde, Freíd la caracterizó como un mecanismo de defensa que sirve para satisfacer simbólicamente, en el plano imaginario, un deseo reprimido.
Fe: creencia en algo indemostrable. Desde san Pablo tiene un sentido teológico, por lo que se entienden comúnmente por la adhesión a los dogmas de una creencia religiosa. La fe figura entre las virtudes teologales del catolicismo (junto con la esperanza y la caridad); además es considerada por los cristianos como un don de Dios, que sólo se posee cuando el fiel entrega su confianza a la divinidad. La relación entre la razón y la fe fue la cuestión principal del análisis filosófico cristiano, desde los primeros Padres de la Iglesia hasta finales de la Edad Media; las actitudes más abiertas consideraron que la razón, aunque subordinada a las verdades de la fe, podía ayudar a la comprensión de ésta, pero otros despreciaron la capacidades de la razón en aras del ensalzamiento de la verdad revelada.
Felicidad: estado de ánimo que colma al sujeto de satisfacción (las connotaciones materiales del término suelen diferenciarlo de la beatitud, que sería un estado de paz interior en sentido religioso o sobrenatural). A lo largo de la historia de la filosofía, numerosos autores han considerado la felicidad como fin último de la conducta humana; sin embargo, más que definiciones de la felicidad, existen desde antiguo afirmaciones de que el hombre busca la felicidad y descripciones del modo de llenar el contenido de la felicidad o de la manera de alcanzarla (ora por la posesión de bienes más o menos externos al sujeto, ora por medio de algo que se halla en el interior del ser humano). Demócrito afirmó que “la felicidad no consiste en ganados ni en oro. El alma sí es residencia de la suerte” Sócrates y Platón introdujeron definitivamente la idea de que el hombre no halla la felicidad en la satisfacción de sus necesidades físicas, sino en la armonía interior que produce la aceptación de un mundo moral. La felicidad, como indicaba la palabra eudaimonia, era algo relacionado con el buen daimon interior, el carácter o la personalidad del hombre que lo hace excelente en areté: el justo es feliz, el injusto es desgraciado. Por ello, el tirano, el más injusto de los gobernantes, es también el más infeliz de los hombres. Boecio volvió a señalar la felicidad como fin último, al definirla como “cifra y causa de todo lo que se desea”. Siglos más tarde, el formalismo kantiano prescribió que lo importante no era llegar a ser feliz, sino ser digno de ello
Fenómeno: aquello que es captado por los sentidos. Puede tener dos significados distintos y casi opuestos. Tomando como pura apariencia (lo que se manifiesta a la sensibilidad), fenómeno se opone a lo que se considera que es la realidad en sí, que no corresponde a lo que se nos aparece en los sentidos, pues esto puede incluso encubrirla.
Filosofo: persona que ama a la sabiduría
Forma: configuración por la cual las cosas se diferencian entre sí
Genero: clase con mayor extensión que las especies, a las que incluye (por tener mayor extensión que éstas, tiene menor comprensión)
Genio: facultad creadora del artista y el pensador. El Renacimiento valoró especialmente la capacidad creadora del artísta, cuya actividad se iban distanciando de la mera imitación (mímesis) de la naturaleza.
Gobierno: órgano que ejerce el poder ejecutivo de un Estado.
Helenismo: período de la antigua civilización griega que abarca desde el fallecimiento de Alejandro Magno (323aC) hasta la batalla de Accio (31aC), que supuso la definitiva conquista romana de Egipto.
Hipotético: dícese del conocimiento conjetural, que no ha sido totalmente verificado. En las ciencias empíricas, todo conocimiento es hipotético.
Historia: ciencia que estudia y expone los acontecimientos del pasado que tengan relación con la humanidad (“la ciencia del pasado humano”, en palabras de Raymond Aron).
Hombre: Animal dotado de raciocinio.
Humanismo: por extensión, el adjetivo “humanista” se aplica a toda la doctrina filosófica que hace del ser humano centro de su reflexión.
Idea: pensamiento s objetivos que pueden expresarse mediante proposiciones o enunciados.
Idealismo: doctrina filosófica que concibe la realidad -y pretende explicarla- como una idea. El idealismo reduce la realidad al pensamiento o considera que el conocimiento de la realidad parte del pensamiento.
Ilustración: movimiento filosófico e intelectual del siglo XVIII (o Siglo de las Luces), caracterizado por su racionalismo práctico. La ilustración coincidió con el período histórico de la revoluciones burguesas (transcurrió entre la inglesa de 1688 y la francesa de 1789).
Imaginación: facultad de la mente para producir imágenes relacionadas con anteriores percepciones. Descartes definió la imaginación como la facultad del intelecto para representarse las cosas sensiblemente (frente al entendimiento, que es capaz de formar ideas claras y distintas).
Impresión: sensación producida por los objetos en los órganos sensoriales.
Indeterminado: aquello que no tiene definición
Individualismo: corriente filosófica que atribuye la primacía al individuo frente a la colectividad.
Infinito: aquello que no tiene fin
Inmanencia: dependencia del objeto con respecto a la conciencia.
Inteligencia (Nous): del griego ðððð se emplea en varios sentidos: a) como facultad de pensar, b) como pensamiento objetivo; c) como una entidad que rige todos los procesos del universo
Inteligible: dícese de aquello que el entendimiento puede conocer. Como concepto se opone a lo sensible (cuanto los sentidos pueden conocer).
Juicio: la lógica clásica entiende el juicio como una atribución -o negación- de algo a algo, y la doctrina sobre esta actividad del entendimiento es uno de sus temas fundamentales
Justicia: como virtud particular, puede distinguirse entre las justicia general -o legal- y la justicia particular, que a su vez se divide en justicia conmutativa y justicia distributiva (tal división se debe a Aristóteles y fue aceptada por la tradición escolástica).
Ley: En un sentido social más general, disposición que expresa y regula lo que debe ser. La ley puede entenderse en un doble sentido, según se relacione con las normas sociales o se derive de la necesidad; en el primer caso será una prescripción dirigida a un sujeto libre (ley moral), en el segundo supondrá la expresión de una realidad universal que indica lo que no puede ser otro modo (ley moral)
Ley natural: ley que expresa un orden racional plasmado en el universo. No se trata de una ley escrita, fruto del pacto y susceptible de cambio, sino de un principio rector deducida por el ejercicio de la recta razón.
Libertad: en la historia de la filosofía, el término “libertad” ha tenido dos significados principales: autonomía y autarquía (ðððððððρðð), atributos de que goza el ciudadano libre (ðððððððρðð en la antigua Grecia, liber entre los romanos) porque vive en un Estado que es independiente.
Mal: Aquello que causa perjuício, doloro pena, sea en el ámbito físico, psíquico o moral, e incluso en un sentido metafísico (cuando afecta a los sentimientos y creencias religiosas).
Maniqueo: persona que sigue las enseñanzas del persa Manes.
Materia: Aquello de lo que las cosas están compuestas. Se tradujo al latín como materíael concepto designado por la palabra griega hyle: ambas se aplicaban, aunque por extensión, al conjunto de de materiales utilizados por los artesanos (es decir, aquello sobre lo que actúa el trabajo humano, y que es anterior al mismo).
Materialismo: corriente filosófica que sólo admite la existencia de los principios inmanentes y materiales, tanto en la naturaleza como en el ser humano.
Mayéutica: método dialéctico empleado por Sócrates, consistente en suscitar la duda con preguntas aparentemente sencillas, destinadas a despertar la racionalidad interior de sus interlocutores.
Mecanicismo: doctrina filosófica que concibe el mundo como una inmensa máquina
Metafísica: disciplina que estudia los primeros principios que rigen la existencia de las cosas
Método: disposición racional de una actividad para la obtención de un fin determinado. Suele relacionarse con el conocimiento científico.
Mito: relato alegórico protagonizado por humanos, dioses y seres imaginarios, que a menudo narra el origen del mundo, o el nacimiento de un pueblo o sociedad.
Modo: orden que pueden tomar los enunciados que forman los silogismos de la lógica clásica del silogismo, en la suposición de que cada uno de ellos puede ser cualquiera de las cuatro clases posibles (A,E,I y O).
Monismo: doctrina filosófica que asigna a una principio único el origen de toda la multiplicidad y diversidad de lo real.
Movimiento: en su sentido más general, variación de un cuerpo en el tiempo y en el espacio. En su sentido más filosófico, movimiento equivale a cambio y devenir, tal como era entendida la palabra griega kinesis (ððððσðσ).
Mundo: conjunto de todo lo existente. Puede entenderse como sinónimo de universo, de realidad o de naturaleza (esta última sinonimia se emplea de modo más restringido); también como conjunto de cosas de una misma clase (mundo de las ideas, mundo de la física, etc) o de un período histórico (mundo antiguo medieval, etc), de modo que el concepto se vincula siempre a algún tipo de totalidad.
Nada: lo que no es que Parménides opone al ser
Naturaleza: todo lo que nace que no puede producir el hombre
Necesidad: resultado del destino o de la ley sobre la naturaleza
Nóumeno: término con el que Kant designó la realidad que trasciende la experiencia humana; en otras palabras, la cosa que puede ser pensada pero que no es producto del juego combinado de la percepción y el entendimiento.
Ontología: otra manera de decir metafísica. Tiene el ser como objeto “el ser en cuanto ser” para Aristóteles, el ser como existencia para los existencialistas.
Opinión: creencia que es considerada probable o verdadera.
Orfismo: doctrina propagada por los adeptos de los misteriosos órficos y los ritos ligados a tal doctrina.
Origen: en sentido cronológico, inicio.
PPanteísmo: doctrina filosófica y religiosa que propugna la identidad última entre la naturaleza -el mundo- y Dios.
Participación: presencia de una realidad superior en un ente.
Pasión: sentimiento de gran intensidad y breve duración, caracterizado por la alteración del ánimo, hasta el punto de que prácticamente anula la inteligencia y la voluntad.
Pecado: falta moral inserida en una perspectiva religiosa.
Pensamiento: designa cualquier actividad de la mente.
Percepción: proceso mental por el que el sujeto aprehende la realidad a través de sus sentidos.
Perfección: completo, que goza de la plenitud del ser, que no tiene defectos.
Pitagorismo: doctrina de Pitágoras (S VI aC) se caracteriza esencialmente por la importancia concedida al número y a la tendencia a utilizarlo para explicar todas las cosas en el marco de un idealismo matemático omnipresente.
Pluralista: personas que siguen una doctrina la cual dice que solamente hay una realidad.
Postulado: proposición que se toma como punto de partida la demostración de teoremas dentro de un sistema axiomático, sin que se trate de una proposición deducible de otros enunciados.
Potencia: capacidad o posibilidad de hacer algo (es decir, de realizar, actuar o recibir algún cambio).
Predestinación: doctrina religiosa, de cariz determinista, según la cual el destino del hombre no depende de sus acciones, sino de la voluntad divina.
Principio: lugar donde salen todas las cosas
Privación: ausencia de algún atributo o predicado.
Racionalismo: concepción filosófica que consiste en no conceder un valor más que a la razón, considerada como independiente de la experiencia.
Racionalista: persona que no concede un valor más importante que el de la razón
Rarefacción: extensión
Razón: facultad humana de pensar y discurrir.
Religión: Sistema solidario de creencias y prácticas relativas a cosas sagradas, que une en una misma comunidad moral a todos los que comparten esas creencias.
Reminiscencia: según Platón, recuerdo que el alma tiene de las ideas. Este recuerdo procede de la estancia del alma en el mundo inteligible, donde estuvo antes de encarnarse en el mundo sensible; allí pudo el alma contemplar los arquetipos ideales que constituyen el conocimiento verdadero.
Renacimiento: período histórico que supuso el final de la Edad Media y el arranque del movimiento intelectual que culminó en la formación de la ciencia y el espíritu de la modernidad.
Saber: relación establecida entre un sujeto y un objeto, por la cual el primero capta mentalmente la realidad del segundo.
Sabiduría: disposición o arte racional para la ejecución de cualquier comportamiento o tarea.
Sensibilidad: facultad de percibir estímulos a través de los sentidos y de reaccionar ante las sensaciones originadas en el interior del propio cuerpo.
Sentimiento: reacción psicofísica que sucede a los fenómenos de la conciencia.
Ser: lo que es, lo que tiene una existencia
Síntesis: Acto y resultado de la unificación de lo diverso.
Sistema: conjunto de procedimientos, normas o métodos integrados para la consecución de un fin.
Sofista: filósofos que integraron un movimiento desarrollado en Grecia entre los siglos V y IV aC
Sustancia: aquello que existe por si mismo, dotado de materia y forma.
Técnica: conjunto de habilidades y procedimientos organizados según ciertas reglas, a fin de realizar algo en función de un fin concreto.
Todo: aquello en lo cual no falta ninguna de sus partes constitutiva.
Trascendencia: condición de aquello que se halla más allá de la experiencia sensible.
Trascendental: en un sentido más ámplio, dícese de todo aquello que trasciende.
Universo: la naturaleza en su totalidad. Como tal es estudiado por la cosmología.
Uno: elemento de un todo
Verdad: cabe distinguir la verdad formal; la que proviene del carácter lógico y coherente de las proposiciones que se han enunciado, y la verdad material, la que implica la conformidad de los enunciados con los hechos, con la experiencia. A veces verdad se indentifica con realidad.
Virtud: capacidad humana para realizar un propósito o cometido.
Voluntad: capacidad para determinarse uno mismo.
Yo: individualidad percibida de modo autoconsciente (es decir, la conciencia reflexiva de si mismo).
PERSONAJES
DE
LA
HISTORIA
DE LA FILOSOFIA
(POR ORDEN ALFABETICO)
ANAXAGORAS:Filósofo griego. Es uno de los últimos exponentes de la escuela jónica. Renuncia a sus privilegios aristocráticos para dedicarse al estudio y enseñanza de la filosofía. Escribe y participa en el siglo de oro de su discípulo, el estadista Perícles. Sus principios se oponen a las creencias religiosas de su época, hecho que le ocasiona enemistad de sus conciudadanos, quienes lo obligan a recluirse en Lámpsaco. Afirma la imposibilidad de que las cosas surjan de la nada o que ellas mismas se conviertan en la nada, porque provienen de algo preexistente, las «homeomerías» o especie de gérmenes, de manera que existen de todo un todo. La formación y aparición de los objetos se da por la unión y separación de las homeomerías y resultan diversas porque éstas se reúnen de distinta forma. El cosmos en su comienzo era el caos y las homeomerías se encontraban mezcladas. El paso del caos al cosmos se efectúa mediante una fuerza exterior y superior a las homeomerías que denomina nous (mente) y se asimila a la idea de Dios. Sostiene, contra la opinión de su época, que el nous superior es «espíritu». La idea de una mente suprema aparece por primera vez en la doctrina de Anaxagoras, aunque de manera imprecisa, y será este el punto inicial del razonamiento de los grandes pensadores griegos. Muere en Lámpsaco.
ANAXIMANDRO:Discípulo y sucesor de Tales en la Escuela de Mileto, de la que fue jefe hacia la mitad del S. VI. N. en Mileto, vivió ca. 610-609 y 547 a. C. No sabemos nada preciso sobre su vida. Es el primer autor de escritos filosóficos en Grecia, con su obra en prosa que se ha titulado más tarde Peri Physeos (Sobre la Naturaleza), de la que se ha conservado sólo un pequeño fragmento. Poseemos, sin embargo, un cierto número de pasajes de los doxógrafos (escritores que han referido las opiniones de los filósofos antiguos) que permiten hacerse una idea suficientemente precisa de su sistema y de su filosofía. Además de filósofo fue también político, matemático y, sobre todo, geógrafo y astrónomo. Es tal vez la personalidad más eminente de los milesios. Ofrece una concepción general del universo que prescinde de elementos míticos, y sus ideas influirán considerablemente en los siguientes presocráticos. Es también el verdadero iniciador de la astronomía griega. Su cosmología, perfeccionada por los pitagóricos, Platón y Aristóteles, servirá de base a la explicación del mundo que será admitida hasta Copérnico. Como todos los milesios, A. busca el principio (arjé) de todas las cosas; fue él, por lo demás, el primero que introdujo este término de arié. Lo hace consistir, no en el agua o en algún otro elemento determinado, sino en lo que llama infinito (ápeiron). Ha habido muchas discusiones y poco acuerdo acerca del significado preciso de este término. Parece ser:
l) Lo que no es un elemento determinado, lo indefinido o indeterminado (aóriston), que, permite comprender la derivación de todas las cosas como determinación de esa sustancia primordial indeterminada. No parece que deba entenderse como una mezcla confusa de los distintos elementos en la cual esté cada uno comprendido con sus cualidades peculiares, sino más bien como la materia indefinida en la que aún no se han diferenciado los elementos, que está privada de toda determinación. En este sentido pronuncia lo que será la materia primera de Aristóteles. Tal vez es una forma milesia del mito hesiódico del Caos, anterior a los dioses, a la tierra y al cielo, del mismo modo que la tesis de Tales (el agua como principio) se refería a una antigua cosmogonía; pero en ambos casos es presentada de una manera no mítica. A. es el primero en plantearse el problema del proceso a través del cual las cosas se derivan de la sustancia primordial. Tal proceso es la separación. La sustancia infinita está animada por un movimiento eterno en el que se separan los contrarios. Por medio de esta separación se engendran infinitos mundos, que se suceden según un ciclo eterno. Del mismo proceso de separación procede la distinción de los elementos y la formación de todas las cosas. Esta doctrina influirá más tarde en Anaxágoras.
2) La sustancia única primordial tiene también el sentido de lo infinitamente grande, la cantidad infinita de materia, lo ¡limitado, que abraza todas las cosas. Surge así la oposición entre la sustancia primordial infinita e indeterminada y los mundos finitos y determinados, que influirá en los posteriores presocráticos. De aquí procede la tesis de A. de la existencia simultánea - no sólo sucesiva, como ya se ha visto- de una pluralidad infinita de mundos: solamente en relación con infinitos mundos parece concebirse la infinitud de la sustancia primordial, que lo abraza y trasciende todo.
3) El infinito es también lo que gobierna a los mundos. No es, pues, sólo sustancia, sino también ley. Todas las cosas que proceden de la sustancia primordial se disuelven en ella cuando terminan el ciclo que tienen impuesto por una ley necesaria. Cada una tiene señalado el tiempo de su nacimiento, de su duración y de su fin. Esta ley cósmica necesaria no es concebida como necesidad ciega, sino como norma de justicia, que tiende a restablecer la unidad entre los contrarios. El predominio en la lucha entre los contrarios iguales equivale a una injusticia. Así, el calor comete una injusticia en verano y el frío en invierno. Pero la reparación de todos los desequilibrios y el restablecimiento de la igualdad cósmica se verifica mediante la ley cíclica que preside el nacimiento y la destrucción de los seres y que hace retornar las cosas a su primer principio. Según Jaeger, esta idea del eterno retorno es la idea fundamental de A. Se expresa en el único fragmento que conservamos de su obra: «De donde proviene el nacimiento de las cosas, de allí proviene también su corrupción por necesidad. Deben pagarse recíprocamente la expiación y la pena de su injusticia, según el orden del tiempo» (Diels, 12 B l). La ley de justicia que Solón consideraba predominante en el mundo humano, ley que castiga la prevaricación y la prepotencia, se convierte en ley cósmica que regula el nacimiento y la muerte de los mundos y de las cosas. La injusticia fundamental, que todos cometen y deben expiar igualmente por necesidad, es la rotura de la unidad del infinito homogéneo, la separación por el nacimiento, que engendra la diversidad y el contraste; y esta injusticia se expía con la muerte o el retorno a la unidad. Esta idea, muy extendida entre las civilizaciones orientales, desempeñará un papel de primer plano en la filosofía griega.
4) El infinito es eterno y sin vejez (sin movimiento); sin principio, que sería su límite; es inengendrado e indestructible o inmortal, porque toda generación y corrupción tienen un término; comprende en sí todas las cosas sin ser abarcado por ellas; es ley de justicia; es, por tanto, de carácter divino.
ANAXIMENES: Filósofo griego. Uno de los últimos exponentes de la «filosofía jónica», grupo de pensadores que contrapone sus tesis filosóficas a la «serie itálica» de los pitagóricos, formado por Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes, Anaxágoras, Arquelao, Sócrates y los filósofos socráticos. Los filósofos jónicos nacieron y desarrollaron su actividad intelectual en Jonia, costa occidental del Asia Menor. Su pensamiento se ubica en una perspectiva cosmológica y constituye una aproximación a la física, cuyo objeto es la indagación y el descubrimiento de la materia y no su medición. Al igual que Tales, Anaxímenes plantea su pregunta metafísica por el se de las cosas, qué es la materia y qué le acontece en la búsqueda de un principio originario o Arjé y sostiene que el aire es el elemento fundamental, produce la vida y sus movimientos y sus transformaciones dan origen a los otros elementos. Sostuvo discrepancias filosóficas con Anaximandro sobre el problema del movimiento y sus principios, pues para Anaxímenes, el movimiento puede apartar las cosas mezcladas pero no generarlas como creía Anaximandro.
Berkeley : (1685-1753) Filósofo irlandés, uno de los principales representantes del empirismo británico. Nació en Kilkenny, Irlanda; estudió en el Trinity College, de Dublín, y se ordenó como clérigo anglicano. Su primera obra filosófica es un Ensayo sobre una nueva teoría de la visión (1709) y, en 1710, a los veinticinco años de edad, publicó su obra capital, Tratado sobre los principios del conocimiento humano, en la que presenta su filosofía, empirista e idealista a la vez, que él llama «inmaterialismo», y a la que en aquel momento se prestó poca atención. En 1713 marcha a Londres, donde escribe Tres diálogos entre Hylas y Philonus, e inicia una época de viajes por el continente europeo. En esta gira europea conoce a Malebranche, pierde los originales de la segunda parte de su Tratado, que ya no completará, y escribe De motu, un libro en latín en el que critica a Newton y a Leibniz. Concibe luego la idea de fundar en las Bermudas un colegio de misiones; marcha a América en 1728 y, mientras espera (en vano) la ayuda económica del gobierno, pasa dos años viviendo primero en Rhode Island, donde escribe Alcifrón, su obra más extensa, y luego en Newport, donde conoce al que sería el primer presidente del King's College, de Nueva York -en la actualidad universidad de Columbia-, Samuel Johnson, uno de los pocos que prestó atención en su tiempo a la filosofía de Berkeley, de la que dijo que podía refutarse dando un puntapié a una piedra. En memoria de Berkeley se le puso este nombre a la que, con el tiempo, sería la universidad de California. Vuelve a Londres y, en 1734, es nombrado obispo de Cloyne; en 1752 renuncia al cargo y se retira a Oxford, donde muere al cabo de un año. Pese a que su filosofía se ha considerado excéntrica y extraña, pocos filósofos han despertado tanto interés como Berkeley en el mundo anglosajón.
En consonancia con su profesión de clérigo, Berkeley se propone como objetivo de su filosofía combatir tanto el ateísmo como el escepticismo. El empirismo de Locke, según él, lleva precisamente a ambas cosas. Toda teoría del conocimiento débil es causa de dudas (escepticismo) y de ellas la peor es no poder tener certeza de la existencia de Dios (agnosticismo); por otro lado, suponer distintas las ideas y las cosas y tener que pasar de aquéllas a éstas es causa de escepticismo en general. Berkeley sostiene que el idealismo es la única forma coherente de ser empirista. Por idealismo, o más propiamente, «inmaterialismo», Berkeley entiende la afirmación de que sólo existen nuestras ideas; existen también las cosas, pero éstas no son más que las mismas ideas o sensaciones. Lo que ciertamente no existe es aquello que los filósofos llaman materia o «sustancia corporal»; lo que sería como la causa de nuestras ideas y sensaciones.
He ahí el error, dice Berkeley: tener que distinguir entre lo que percibimos y la causa de lo que percibimos, y pasar de una cosa a otra mediante una inferencia. Decir, como Locke, que nuestras ideas provienen de las sustancias corporales como de su causa es remitirse a una teoría de conocimiento insegura y negar la evidencia de que percibimos objetos sensibles y que no tenemos necesidad alguna de hacer inferencias. Si, como decía el mismo Locke, las cualidades secundarias son subjetivas, ¿por qué no han de serlo igualmente las cualidades primarias? Así que percibimos objetos sensibles, y lo que percibimos es la realidad. No hay los «objetos percibidos» y las «causas de los objetos percibidos», sino sólo los «objetos percibidos» y la «mente que los percibe»: la mente y las ideas de la mente, de modo que «ser» no consiste en otra cosa que en «percibir» o «ser percibido». Es verdad que vemos un orden regular en nuestras percepciones, hasta el punto de que podemos hablar de un «orden de la naturaleza»; pero no existe una naturaleza distinta al mundo de nuestra percepción, aunque existe la regularidad que una mente divina impone a nuestras percepciones.
Por esta razón, hay plena coincidencia entre lo que afirma esta filosofía inmaterialista y las afirmaciones de las ciencias de la naturaleza: éstas no estudian otra cosa que la regularidad entre ideas o sensaciones. Las ciencias, y con ellas los términos teóricos, no se refieren a realidades externas a la mente; son conceptos abstractos que se afirman de regularidades de la conciencia. Las mismas hipótesis de Newton sobre la gravitación universal no describen las propiedades de una fuerza oculta de la naturaleza que sea la causa de la atracción entre masas; la gravitación no es más que el comportamiento de las cosas -o de las ideas-, las cuales son a su vez nuestras sensaciones; la teoría de la gravitación es un cálculo matemático que explica correctamente las regularidades entre ideas. A esta filosofía de la ciencia se le ha dado el nombre de instrumentalismo.
Dios, en quien el mundo de nuestras sensaciones halla estabilidad y orden, no es una idea nuestra; no llegamos conocerlo a través de las sensaciones, porque un «espíritu» no es una «idea», sino que lo conocemos por la conciencia de que la regularidad de nuestro mundo percibido no puede tener origen en nosotros mismos. Dios produce realmente las ideas en nuestra mente y la regularidad que les es propia. Pese a la aparente extravagancia que puede caracterizar a todo idealismo, Berkeley siempre afirmó que en su sistema había tanto rigor filosófico como sentido común: si el filósofo inmaterialista afirma que las cosas son ideas, el hombre común cree que lo que percibimos es la realidad.
Descartes : [Cartesius] (1596-1650) El mayor filósofo francés de todos los tiempos, padre de la filosofía moderna, e iniciador del racionalismo. Nació en La Haye, en Turena, en el seno de una familia de la pequeña burguesía. Tercer hijo de Joachim Descartes, consejero en el parlamento de Bretaña y de Jeanne Brochard, que murió de parto al año siguiente. Tras casarse de nuevo su padre en 1600 con Anne Morin, pasó al cuidado de su abuela, quien le educó hasta 1606, fecha en que ingresa en el colegio de los jesuitas de la Flèche, fundado dos años antes, y una «de las más celebres escuelas de Europa», y cuyas enseñanzas, en particular la filosofía escolástica aprendida de 1612 a 1614, Descartes enjuicia en su Discurso. Abandona esta escuela y en el año 1616 se halla en Poitiers cursando estudios de derecho. En 1618, queriendo leer el «libro del mundo», se enrola en el ejercito de Maurice de Nassau, príncipe de Orange, y participa así en la guerra de los Treinta Años. Este mismo año conoce a Isaac Beeckman, un investigador holandés, momento a partir del cual Descartes se interesa por la investigación científica, que une la matemática y la física. Por la correspondencia de Beeckman se sabe que Descartes por esta época buscaba ya, como había hecho Ramon Llull, un «arte general para resolver todas las dificultades». Rota la amistad con Beeckman, Descartes abandona Holanda y se enrola en el ejército católico de Maximiliano de Baviera. En noviembre de 1619, en Ulm, según su propio relato, descubre «los fundamentos de una ciencia maravillosa», tras interpretar el sentido de tres sueños habidos la noche del 11 de noviembre, que se considera el punto de arranque de su nuevo método. Sigue de 1620 a 1629 un período de 9 años de viajes, de los que hay que destacar que, en 1622, adquiere un patrimonio familiar que le permite autonomía económica y que, pese a llevar a cabo un viaje a Italia, no llega a conocer a Galileo. Hacia 1625-1627 se halla en París, donde llega a ser conocido entre los medios literarios, científicos y filosóficos, como «excelente matemático» y perfecto hombre de mundo. Entre sus amigos, se cuentan sobre todo Mersenne y el cardenal de Bérulle. En este ambiente participa en la discusión entre el valor y sentido de la filosofía tradicional escolástica y los métodos innovadores de la «nueva ciencia» que, por aquel entonces, se hallaba mezclada con las llamadas «ciencias curiosas» (magia, alquimia, astrología). Por esta época Descartes comienza a redactar las Reglas para la dirección del espíritu (en 1628) aunque fueron publicadas póstumamente. En ellas consta ya la conocida afirmación cartesiana de que, al menos una vez en la vida, conviene poner todo en discusión, y el rechazo frontal y total de la filosofía escolástica y, con ella, del aristotelismo. Frente a las confusiones y ambigüedades de la mezcla de la nueva ciencia con las ciencias curiosas, propia del Renacimiento, Descartes presenta los puntos esenciales de su método deductivo de razonar, esencialmente matemático, proponiendo como ciencia ideal aquella que primero justifica el método en que se fundamenta, cuyos puntos esenciales son: la intuición, la deducción, la enumeración o inducción y la memoria o recuento de todos los pasos dados. Tras una importante discusión pública, en casa del nuncio y ante la flor y nata de todo París, en la que expone su método, que él denomina «método natural» de razonar, y en la que el cardenal de Bérulle le dedica grandes elogios y le anima a desarrollar una filosofía fundada en dicho método, Descartes se marcha a la región de Bretaña y luego, hacia 1629, se instala definitivamente en Holanda. En este país, extrañamente aislado, aunque en contacto epistolar con científicos y filósofos, con Mersenne sobre todo, y cambiando continuamente de lugar de residencia para no ser hallado, encuentra la paz de espíritu necesaria para desarrollar sus investigaciones, matemáticas primero y luego filosóficas, con la intención de hallar razonamientos filosóficos más evidentes que los geométricos.
En 1637 aparece Discurso del método, que publica en Leiden, en francés, sin su nombre, junto con tres ensayos científicos, Dióptrica, Meteoros y Geometría, que él afirma que son ensayos hechos según su nuevo método. Mientras tanto, en 1633, el Santo Oficio condena las afirmaciones de Galileo sobre el movimiento de la tierra, por lo que Descartes interrumpe la redacción de Mundo; en 1635, de Helène Jans, mujer que le cuidaba, tiene una hija (Francine) a la que legitima; en 1640, mueren su padre, su hermana y su hija de cinco años («el dolor más grande de su vida»). En 1641 publica una redacción en latín de Meditationes de prima philosophia -iniciadas hacia 1628-, junto con las objeciones que Mersenne había podido recoger previamente, sobre todo de Gassendi y Hobbes, y las respuestas de Descartes.Descartes va siendo cada vez más conocido en Holanda, y mayor es el número de amigos, científicos y filósofos que le visitan, pero arrecian también las críticas y la oposición a su filosofía. Hobbes le visitará pero no lograrán ponerse de acuerdo; Hobbes se alinea con la nueva ciencia, mientras que Descartes, que no acepta ni la filosofía escolástica ni la nueva ciencia, pretende que su filosofía llegue a substituir a la antigua escolástica. De hecho, sus Meditaciones van precedidas de una carta dirigida a los profesores de la Sorbona de París para captarse su benevolencia. En realidad, lo que obtiene son ataques, principalmente de Pierre Bourdin, jesuita influyente, y de Gilbert Voët, profesor de la universidad de Utrecht. Tuvo que intervenir la autoridad política para lograr que cesaran los ataques contra Descartes en las universidades holandesas, que lo acusaban de ateísmo y pelagianismo. En 1644 aparecen, también en latín, los Principia philosophiae: con ellos intenta ofrecer un manual de su propia filosofía, redactado al estilo de los que entonces se utilizaban. Los dedica a la princesa Isabel, hija de Federico V, rey de Bohemia y elector del Palatinado, refugiado entonces en Holanda, tras la batalla de la Montagne Blanche (1620). La princesa había conocido y tratado a Descartes y mantenía con él correspondencia sobre temas de filosofía; en sus Cartas a Isabel, puede apreciarse la moral definitiva cartesiana. El interés de esta princesa por cuestiones psicológicas hizo que Descartes compusiera en 1649 un tratado sobre Las pasiones del alma, que es interesante para comprender las relaciones entre mente y cuerpo en su sistema. Durante los años 1647-1649, aparecen las traducciones al francés de las Meditaciones y los Principios y, en 1648, vuelve por última vez a París, donde coincidió con los tumultos de la Fronda. En 1649 aceptó no de muy buen grado la invitación de la joven reina de Suecia, Cristina, interesada en su filosofía desde 1646, a trasladarse a su corte. El clima riguroso de Suecia y el horario intempestivo - las cinco de la mañana- de las lecciones que debía dar a la reina acabaron con la vida de René Descartes, que murió el 11 de febrero de 1650, a los 53 años de edad. Tras la muerte de Descartes, en las universidades holandesas comenzaba el cartesianismo.
El núcleo de la filosofía cartesiana es el estudio del fundamento en que se basa el conocimiento humano, hasta el punto que se puede decir que con él aparece la epistemología o teoría del conocimiento como tema central de la filosofía moderna. ¿Cuáles son las verdades que podemos conocer con certeza ? Ésta es la cuestión central del Discurso del método y, sobre todo, de la primera de las Meditaciones. Desechando la filosofía escolástica y aristotélica como incapaz de dar respuesta a las exigencias científicas de su época, Descartes se inspira en las matemáticas para desarrollar un método que aporte certeza al espíritu humano en todas las cuestiones. Tendrá por ciertas sólo aquellas ideas que se ofrezcan claras (ciertamente presentes a la conciencia) y distintas (bien analizadas) a la consideración de la mente.
La búsqueda del fundamento parte de la duda. Es posible, dice, dudar de todas las percepciones de los sentidos, porque a veces engañan y, además, a los hombres nos sucede que en ocasiones no sabemos si lo que nos pasa es en sueños o estando despiertos, con lo que la duda abarca no sólo una determinada sensación, sino la misma vida corporal en conjunto: puede que todo no sea más que un sueño. De esta enorme duda asoma temporalmente una certeza: ni en sueños es posible dudar de las verdades matemáticas, según las cuales 2 y 3 hacen 5 -también durante el sueño- y un cuadrado no puede tener más de cuatro lados. Es decir, es posible dudar de todo cuanto se conoce a posteriori, pero no parece posible dudar de lo que conocemos a priori. No obstante, la duda metódica de Descartes busca otra alternativa a esta situación: el genio maligno. Nadie nos dice que sea imposible que estemos sometidos al dominio de un dios maligno, «artero, engañador y poderoso» que nos confunda en lo tocante a la certeza de las nociones matemáticas. Es decir, nuestra naturaleza puede ser tal que nos confunda cuando creemos entender que algo es verdadero o falso. También es posible, pues, dudar de la certeza de las matemáticas. Con todo, hay algo que escapa al poder del genio maligno y a la posibilidad misma de que la naturaleza humana funcione mal: si el dios maligno me engaña, existo; si me engaño a mí mismo, también existo. En resumen, la duda lleva a la conciencia de pensar, por lo que afirma: «pienso, por tanto existo» (cogito, ergo sum).
En el hecho de pensar se nos muestra, por intuición o por razonamiento inmediato, que existimos. Ésta es la primera verdad que el método de la duda cartesiana permite hallar, y éste es el inicio de la filosofía de Descartes, así como el fundamento de la filosofía racionalista moderna: la inmediatez de la propia conciencia o la subjetividad; de las ideas de las cosas se pasa inmediatamente al conocimiento de la existencia de las mismas. Conocida, según Descartes, la propia existencia como verdad primera y fundamental, se somete a análisis primero la razón por la que se acepta como verdadero que «pienso, por tanto existo», y luego la conciencia misma de pensar, con lo que el sujeto se conoce como sustancia pensante; del primer análisis surge el criterio de certeza o de evidencia: se aceptará como verdadera toda idea que sea clara y distinta; del segundo, que entre las ideas del sujeto pensante destacan las que Descartes denomina ideas innatas, que no proceden de la experiencia ni son simples imaginaciones mentales, y en realidad son las únicas claras y distintas. De ellas destaca la idea de Dios, como ser perfecto, de la que el espíritu humano parece que no puede prescindir.
Pero no puede, sin más, aceptar cualquier idea que se le presente como evidente: el genio maligno, incapaz de hacerle dudar de la propia existencia, sí puede confundirle en cualquier otra idea que le parezca evidente. Ha de probar, pues, que no puede existir un genio maligno empeñado en estas tareas, sino que el hombre, y con él la razón humana, es obra de un Dios omnipotente y bueno. Descartes ofrece dos pruebas de la existencia de Dios en las Meditaciones. La de la tercera Meditación es una versión de la llamada prueba cosmológica; la segunda, en la quinta Meditación, es una versión del llamado argumento de san Anselmo, o prueba ontológica. Probada la existencia de Dios, desaparece la duda que podría originar un posible genio maligno y, con ello, cualquier duda acerca del criterio de evidencia. Además, la sustancia infinita de Dios le sirve a Descartes como telón de fondo contra el que cree entender su propia naturaleza: Dios sustancia pensante infinita y el hombre sustancia pensante finita, pero como él, capaz de abarcar todas las cosas con el pensamiento, esto es, con el conocimiento.
Esto tiene también una versión a la inversa: el verdadero conocimiento es el que se efectúa mediante el pensamiento. Por ello, Descartes no admite que sean los sentidos los que nos comunican verdadero conocimiento del mundo, y así lo explica con el ejemplo del trozo de cera (segunda Meditación) que podemos ver arder hasta consumirse del todo: sólo el entendimiento nos da una idea clara y distinta de lo que sucede. De igual manera, en general, sólo por el entendimiento podemos tener certeza de que existe un mundo material y cuáles son sus características esenciales. El mundo en principio lo captamos mediante las ideas adventicias, aquellas que parece que nos llegan de fuera a modo de representaciones de las cosas. Pero, ¿existen en verdad cosas? ¿No podemos imaginar que todo sea un sueño? Creer en la existencia real de tales objetos ha de poder fundamentarse en alguna idea clara y distinta. Para ello supone Descartes que son tres las posibilidades de explicar que tengamos ideas adventicias, que imaginamos son representaciones del mundo material. La causa de tales representaciones puede ser:1) uno mismo, 2) Dios, o 3) los objetos materiales. No somos nosotros mismos, porque sentimos que somos pasivos y receptivos al respecto; no es Dios, porque nos engañaríamos, y él sería responsable de este engaño, al creer, llevados por una «fortísima inclinación», que las ideas proceden de las cosas exteriores. Existen, pues, tales cosas externas y materiales, por lo menos en cuanto las percibimos con claridad y distinción; esto es, como sustancia extensa. He aquí el dualismo de Descartes: sólo existe sustancia pensante y sustancia extensa, pero el hombre es la vez ambas cosas.Descartes tuvo dificultades para explicar cómo interactúan en el hombre estas dos sustancias distintas, o cómo el hombre es a la vez mente y cuerpo. Los animales, pura sustancia extensa, no son más que partículas materiales en movimiento, igual que el cuerpo humano: pero el hombre es además espíritu, libre e inmortal según la religión cristiana, que domina sobre un cuerpo. Ha de haber algún punto de unión que explique la interacción entre alma y cuerpo en el hombre, y Descartes creyó verlo en el cerebro humano, más concretamente en la glándula pineal. La debilidad de esta solución al problema de la relación mente/cuerpo será el punto de partida de grandes discusiones en el cartesianismo posterior y en el mismo racionalismo.
EMPEDOCLES: Filósofo griego. Orador, político, médico, poeta y hombre de ciencia. Su formación académica está influida por la tradición filosófica jónica. Sus contemporáneos lo consideran extraño, vidente y místico. Su renombre se debe a la teoría de los cuatro elementos. En sus obras De la naturaleza y las Purificaciones retoma el problema clásico del Arjé, que define como cuatro raíces o elementos; fuego, aire, agua y tierra, y afirma que todo el universo se ha originado en ellos. Estos elementos estarían mezclados en un todo al que llama esfera. El odio y el amor, en constante lucha, producen sus cambios, mezclas y separaciones en un proceso continuo y eterno, que constituye la ley cósmica. Empédocles, precursor de la ciencia experimental antigua, plantea la teoría del conocimiento, una de las primeras en la Antigüedad, en la que postula que conocemos el objeto siempre por lo semejante. Una leyenda afirma que se suicidó al arrojarse al cráter del Etna.
Erasmo de rotterdam: Desiderio Erasmo de Rotterdam, originalmente llamado Geert Geertsz, fue un pensador holandes nacido en Gonda, cerca de Rotterdam, hacia 1467 y fallecido en Basilea en 1536.
Fue el más grande humanista del Renacimiento y sin duda el escritor más elegante y agudo de su tiempo. Hombre esencialmente de letras, su doctrina dio origen al movimiento erasmista. Abierta su mente a todas las cuestiones y erudito ingenioso, Erasmo es un precursor del espíritu moderno. Su ideal fue únicamente ético: reforma gradual y pacífica de la Iglesia y la sociedad civil, hasta conseguir una sociedad humanizada, donde el hombre pudiera desarrollarse al máximo. Amigo de Tomás Moro, le dedica su Elogio de la locura, que es una sátira a las costumbres retrógadas y un canto a la libertad, al ingenio, a la rebeldia, al atrevimiento, es decir, a la cultura libre.
Huérfano a los 14 años, ingresó sin vocación en el convento de los agustinos de Steyn, cerca de Guda, siendo ordenado sacerdote el mismo año que Colón llegaba a América. El papa Julio II, le dispensaría de los votos posteriormente. Viajó en varias ocasiones a París y a Inglaterra, donde trabó amistad con Juan Colet y el utópico Tomás Moro. En Italia se relacionó con el humanista e impresor Aldo Manucio, dedicado entonces a divulgar mediante la imprenta los clásicos griegos y latinos. Residió en Roma haciendo amistad con gran número de humanistas. Se doctoró en Teología por la universidad de Turin y enseñó esta disciplina en la universidad de Cambridge (Inglaterra). Fue consejero de Carlos V. En 1521 se estableció en Basilea donde imprimió una edición general de sus obras.
Gran conocedor del pensamiento de Lutero, mantuvo un debate sobre sus ideas religiosas. Escribió contra él Sobre el libre albedrío, y el pensador alemán le replicó en un tratado titulado Sobre el albedrío esclavo.
Aunque las obras de Erasmo no llegaron a figurar en los Indices inquisitoriales, la Iglesia catolica mantuvo sus reservas ante sus escritos, sobre todo a partir de su traducción del Nuevo Testamento (1516) y se le ha llegado a acusar de haber preparado la Reforma, que en España dio origen a la Contrarreforma.
Manucio publicó algunas de sus obras, pero la primera edición completa salió de los talleres de Frobenio: Opera omnia Desidérii Erasmi.
Entre sus obras escritas en latín destacan: Adagios (1500); Elogio de la locura (1511), dedicada a su amigo Tomás Moro; Manual del caballero cristiano (1502); Doctrina del príncipe cristiano (1516), que escribió para Carlos V; Coloquios (1518); El ciceroniano (1527) y Sobre la pureza de la iglesia cristiana (1536).
GORGIAS: Filósofo y retórico griego. Pertenece a la escuela Sofista; hábil orador, logra gran fama en Tesalia y Atenas. En Sobre el no ser o Sobre la naturaleza, manifiesta influencias de la escuela eleática de Parménides. En una posición escéptica y nihilista, sostiene que nada existe y si algo existiera, sería incognoscible; si algo existiera, sería incognoscible; si algo existiera y fuera cognoscible, seria incomunicable. Otros críticos lo incluyen entre quienes niegan la existencia de un criterio de verdad. Rechaza el ser inmóvil y eterno propuesto por Parménides, pues es incognoscible por la limitada capacidad de conocimiento del hombre. Si fuera posible el conocimiento verdadero, éste resultaría intransmitible, porque el lenguaje no es capaz de expresar a cabalidad el pensamiento. Su ética plantea al moral como un don que permite al entendimiento discernir lo bueno de lo malo pero sin leyes generales. Esta moral es ocasionalista e imposible de enseñar; sólo se pueden transmitir la ciencia o el arte reducibles a leyes generales. Platón lo inmortaliza en el diálogo Gorgias.
HERACLITO: Pocos datos nos han quedado acerca de la vida de uno de los filósofos más importantes del mundo antiguo, especulándose sobre su origen real o aristocrático. Debido a su despreció hacia la vida política, se retiró a las montañas donde dedicó su vida a la meditación. Su filosofía se estructura en que la realidad consiste en un devenir, no en un ser, en la variabilidad. El origen de este movimiento continuo es el fuego al igual que el fuego es origen y fin de todas las cosas. El movimiento y el fuego serán los promotores del ritmo en que se funda el orden y la razón del mundo. Considera que "la guerra es el padre de todas las cosas" ya que la constante lucha entre tierra, aire, agua y fuego son el origen de los elementos. La guerra provoca el movimiento y el movimiento las cosas.
Hobbes : Nacido en Wesport (Inglaterra) en 1588, hijo de un vicario, cursa estudios en Oxford y posteriormente se desplaza al continente, donde conocerá a Descartes y Galileo. Su enfrentamiento con Cromwell le conducirá al exilio. Su filosofía postula la experiencia como base del conocimiento y, por tanto a los sentidos como herramienta única del hombre hacia el saber. Es, junto con Bacon, el impulsor del empirismo pragmatista inglés. Afirma que todo el universo está compuesto de materia y aspectos de materia, que pueden llegar a ser conocidos por el hombre mediante la percepción sensorial y, en segunda medida, las pasiones, siendo ambas herramientas reducidas a meros movimientos somáticos y moleculares. Más conocidas son sus tesis sobre el hombre y la sociedad. Según Hobbes, el hombre en estado natural es un ser salvaje y egoísta, condición que es refrenada cuando se establece la vida en sociedad y surge el Estado. Sin embargo, la sumisión del hombre al agregado social sólo nace del temor y las medidas coercitivas que impone la institución estatal, nacida de un contrato para controlar el estado natural inherente al individuo. Así, el individuo hace una dejación de derechos a favor de una asamblea o un individuo representativo, siendo Hobbes partidario de la última solución -el monarca absoluto- por cuanto las asambleas favorecen la disensión y ceden a los intereses particulares. El rey absolutista representa entonces la razón, capaz de dirigir a la sociedad de manera racional y ajena a partidismos. Este postulado sirve de apoyo para movimientos totalitarios posteriores. Considera que el conocimiento se establece mediante la identificación y nominación de los objetos, y por ello los nombres de las cosas son universales mientras que las cosas son singulares. Los conceptos se hacen, pues, sobre palabras, y no sobre cosas. Su lógica empirista y materialista reduce el universo a objetos y relaciones puramente materiales, susceptibles de ser conocidas racionalmente y, por tanto de ser predichos en virtud de su determinación
Hume : (1711-1776) Filósofo empirista escocés, figura máxima de la Ilustración inglesa y del empirismo británico, y uno de los pensadores de mayor influencia en la filosofía posterior. Nació en Edimburgo (Escocia), y estudió en la universidad de esta misma ciudad, más interesado por la literatura y la historia que por la abogacía, profesión a la que quiso dedicarle su familia. Tras un intento frustrado de emplearse en un comercio en Bristol, a los 18 años decide marchar a Francia para dedicarse a los estudios literarios y filosóficos, creyendo que debía dar un cambio radical a su vida. Durante los años que pasó en Francia, primero en Reims y luego en La Flèche (1734-1737), escribió el Tratado sobre la naturaleza humana, publicado en dos volúmenes (1739), que pasó totalmente inadvertido, y que, según su misma opinión, fue una obra prematura que «salió muerta de las prensas». En 1740 intentó publicar una recensión de este libro que acabó siendo un Compendio del mismo, publicado con el título de Abstract. Refundió luego la primera parte del Tratado, publicándola con el título de Investigación sobre el entendimiento humano (1751), así como la tercera con el título de Investigación sobre los principios de la moral (1752). Ninguna de estas obras le dio la fama literaria que ansiaba, que sólo comenzó a llegar con la publicación de sus Discursos políticos (1752). Nombrado bibliotecario de la facultad de derecho de Edimburgo, comenzó a publicar una Historia de Inglaterra (1754) que suscitó polémica y que, según su propio autor, resultó un éxito rentable.
Viajó a París (1763-1766) como secretario privado de Lord Hertford, embajador en Francia. Regresó de Francia con su amigo Jean-Jacques Rousseau, cuya obra Emilio le causaba problemas. Ocupó el cargo de subsecretario de Estado (1767-1768) y se retiró finalmente a Edimburgo, donde murió de cáncer, aceptando su enfermedad con un sentido totalmente epicúreo de la vida. En su autobiografía, editada por su amigo Adam Smith, se definió como hombre de disposición cordial, con sentido del humor, jovial y social, cuyo carácter no lograron agriar los reveses de fortuna contra su deseo de fama literaria. Sus Diálogos sobre religión natural, obra considerada clásica en filosofía de la religión, escritos hacia 1752, se publicaron póstumamente en 1779.Según dice en su Tratado sobre la naturaleza humana, que lleva el subtítulo de Intento de introducir el método experimental de razonamiento en los asuntos morales, Hume quiso llevar a cabo, en el mundo moral humano, lo que Newton había hecho con el mundo físico (investigación basada en la observación y experimentación). Pretendió, por tanto, investigar la capacidad del entendimiento humano con métodos diametralmente opuestos a los del racionalismo, y partiendo de la base de que el conocimiento humano no se basa en verdades innatas y a priori, sino en un conjunto de creencias básicas, o suposiciones sobre el mundo exterior, -las relaciones entre los hechos-, que son a modo de «un instinto natural, que ningún razonamiento o proceso de pensamiento puede producir o impedir». De modo que «no es, por lo tanto, la razón la que es la guía de la vida, sino la costumbre», en el bien entendido de que las creencias surgen de la costumbre. Los materiales básicos (los «átomos» de la mente) de que se nutre el conocimiento son percepciones de la mente. Estas percepciones son impresiones, si son sensaciones o sentimientos (por ejemplo, oír, ver, sentir, amar, odiar, desear, querer), y son percepciones vivaces e intensas; o son ideas, si son recuerdos o imaginaciones de sensaciones. Las ideas son siempre débiles y oscuras, y son copias de las impresiones, mientras que éstas, afirma Hume, provienen de causas desconocidas. Las palabras, a su vez, representan a las ideas, por lo que, para saber si una palabra tiene significado, hay que averiguar cuál es la idea que representa, y se conoce la idea averiguando la impresión de donde procede.
Este principio, que suele llamarse el microscopio de Hume, lo aplicará Hume cuidadosamente al análisis de palabras tales como sustancia, causa, libertad, y otras, que suelen considerarse palabras clave de la filosofía tradicional. Por consiguiente, el origen de las ideas es la sensación, interna o externa. Ahora bien, las ideas se entrelazan espontáneamente entre sí, constituyendo un mundo ordenado. Desde Platón insisten los filósofos en que pensar es ordenar ideas. Las leyes por las que se asocian las ideas en la mente son la semejanza, la contigüidad en el espacio o en el tiempo, y la relación de causa y efecto. A esta asociación o relación, por su importancia en la ciencia de la naturaleza, dedicará Hume un análisis especial. Toda idea deriva, por tanto, de una impresión y, por lo mismo, no hay ideas innatas. Pero sí que la mente posee cierta tendencia natural a la asociación de ideas, cuyo resultado principal es la constitución de ideas complejas. La idea de sustancia es, por ejemplo, una idea compuesta por asociación: no se deriva de ninguna impresión, interna o externa; no es más que «la colección de ideas simples unidas por la imaginación», que atribuye el conjunto de características a algo desconocido, como si fuera su soporte permanente. ¿Mediante qué sentido se capta la sustancia de una manzana? ¿Con los ojos, con los oídos, con el paladar? Toda idea abstracta no es más que una idea particular, a la que corresponde, por tanto, una impresión; asignando un nombre distinto a esta impresión, la hacemos capaz de representar a todas las ideas que mantienen cierta semejanza entre sí. La idea general de «hombre» es la idea particular de «Pablo», por ejemplo, a la que, cambiándole el nombre, le damos el significado de representar a «Julián», «María», «Ana», etc.
El hombre, además de percibir, razona, o construye frases. Así, si se considera las diversas proposiciones con las que la mente expresa la verdad, vemos que hay dos clases: aquellas cuya verdad consiste en relaciones de ideas y aquellas cuya verdad es una cuestión de hecho. Estas dos clases de verdades constituyen la denominada «horquilla» de Hume; toda proposición o es necesaria o contingente (analítica o sintética, en la expresión de Kant). Hay cosas que son verdad en virtud de las mismas ideas que pensamos y de éstas hay verdadero conocimiento o ciencia, que se obtiene por intuición o demostración. Es el mundo de la verdad matemática o lógica. En cambio, en todo cuanto se refiere a la existencia de objetos, a las cuestiones de hecho, no hay posibilidad de ningún conocimiento demostrativo: todo cuanto sabemos, lo sabemos por observación directa, cuando nos atenemos a los hechos, o por inferencia inductiva, cuando vamos más allá de los hechos. La inferencia que nos lleva más allá de lo directamente observado se basa en el principio de causalidad, y él mismo es una cuestión de hecho que sólo llegamos a conocer por experiencia. Todo lo que se afirma por el principio de causalidad, o por una relación entre causa y efecto, puede no suceder, por lo tanto no es un saber demostrativo, sino inductivo. Todo razonamiento sobre la experiencia, dice Hume, se basa en la suposición de que la naturaleza transcurre de un modo uniforme. Pero este supuesto no tiene ninguna base racional (no se funda en una demostración); se funda en una mera creencia, que se debe a la observación de una conjunción constante de los hechos en la experiencia. A la idea de «causa», que aplicamos a hechos de los que decimos «A es causa de B» no corresponde ninguna otra impresión sensible que la presencia contigua en el espacio y sucesiva en el tiempo de A (causa) y B (efecto). Pero, en realidad, a la idea de causa atribuimos otra característica que es la de conexión constante entre A y B. Esta idea no corresponde a ninguna impresión sensible, es sólo fruto de la asociación de ideas debida a la costumbre o hábito de observar que «siempre que A, entonces B», o bien de que «no se produce B, si no existe previamente A». Tenemos por costumbre asociar lo que hemos observado que se produce repetidamente, y traducimos la asociación como una conexión necesaria. A esta conexión necesaria debería corresponder alguna impresión externa o interna: externamente, no hay nada más que la conjunción de A y B; internamente, no hay nada más que la inclinación, que produce la costumbre, de pasar de un hecho a otro que normalmente le acompaña. La «necesidad» es meramente mental, no está en las cosas, ni en la naturaleza, «pertenece por entero al alma». Si se añade que, poniendo la confianza en el principio de causalidad, creemos que lo que ha sucedido en el pasado sucederá igualmente en el futuro, entonces es preciso que nos demos cuenta de haber argumentado dentro de un círculo vicioso, o con un argumento circular: sólo podemos suponer, esto es dar por supuesto, y no probar, que el futuro será semejante al pasado; o bien, todo lo que sabemos del futuro lo sabemos por experiencia, por argumentos que son sólo probables y, por tanto, no demostrativos. Esta crítica de Hume al principio de causalidad opone directamente Hume no sólo a Descartes y a los racionalistas en general, sino al mismo Locke y a los supuestos de la física de Newton. Por un lado, según el empirismo de Hume, el conocimiento de la naturaleza no es demostrativamente cierto, como lo es en el racionalismo, pero, por el otro, sabemos que la ciencia de la naturaleza se basa en la observación y la inferencia inductiva, la cual, por definición, sólo ofrece un conocimiento probable. Y así nace, históricamente, el llamado problema de la inducción, que ha de tener repercusiones directas en la teoría de la ciencia.Cuando se dice, por ejemplo, que «los metales funden a temperaturas determinadas», ley de la naturaleza que se expresa mediante una generalización, no se quiere indicar que exista una relación necesaria o causal entre determinadas temperaturas y los puntos de fusión de los diversos metales, debidas a cosas no observables, sino que entre un fenómeno y otro, existe una conjunción constante en la que basamos las predicciones para el presente y el futuro, porque la naturaleza humana tiene la costumbre de sentirse influida por la repetición de hechos y tiende a creer que lo que ha sucedido hasta el presente continuará sucediendo en el futuro. Hume, no obstante, mantiene que los razonamientos inductivos, si provienen de observaciones regulares y uniformes al curso de la naturaleza, constituyen auténticas pruebas que no permiten una duda razonable y distingue entre demostraciones, pruebas y probabilidades; aquéllas son los razonamientos por relaciones de ideas, mientras que la diferencia entre las dos últimas consiste en si la conjunción que se manifiesta entre dos acontecimientos puede considerarse constante o simplemente variable. Lo que sostiene Hume definitivamente, frente a las pretensiones del racionalismo, es que el conocimiento de la naturaleza debe fundarse exclusivamente en las impresiones que de ella tenemos. De esta conclusión, en sentido estricto, se deriva el fenomenismo y el escepticismo: el hombre no puede conocer o saber nada del universo; sólo conoce sus propias impresiones e ideas y las relaciones que establece entre ellas por hábito, costumbre, principio de asociación o sentimiento de la mente. No hay impresión alguna que corresponda a «cuerpo» o a «objeto material», y mucho menos a «yo», «mundo», «causalidad», «sustancia»; todo lo que el hombre sabe, por discurso racional, acerca del universo se debe única y exclusivamente a la creencia, que es una especie de sentimiento no racional.
Los poderes de la razón son, pues, sumamente limitados. Sobre cuestiones de hecho, no tenemos auténtico conocimiento; sólo la regularidad de los fenómenos nos hace creer en conexiones necesarias. No obstante, las creencias religiosas no se explican por la regularidad de los fenómenos, puesto que varían de religión a religión; se fundamentan en muy diversas causas, como son la ignorancia, el temor, la esperanza y hasta la manipulación de todas estas cosas con vistas a mantener el poder. En modo alguno la creencia religiosa se fundamenta en el razonamiento, más bien quien tiene fe experimenta en sí mismo la determinación de creer lo más opuesto a la costumbre y a la experiencia. Contra quienes creen que la religión es el sostén de la moral, Hume emprende la tarea de someter a revisión las creencias morales en su Ensayo sobre los principios de la moral, para precisar que también ellas, igual que las leyes de la naturaleza, se sustentan en la experiencia universal. Desarrollando ideas de Francis Hutcheson (1694-1747) y Joseph Butler (1692-1762), Hume funda la moral en el sentimiento universal de los hombres de hacerse la vida agradable. Los hombres desean actuar moralmente porque la vida buena produce satisfacción y placer, mientras que la vida deshonrosa produce insatisfacción y malestar. Éstas son cualidades de la naturaleza humana y en todas partes los hombres se conducen con idénticos criterios. Según Hume, son cuestiones de hecho no descubiertas por la razón humana, sino por el sentimiento. Pero, además, el hombre no tiende sólo individualmente a su felicidad, de una manera hedonista y egoísta, sino que, por ser capaz de compasión (o simpatía) sintoniza con la felicidad y el malestar de los demás, que es capaz de percibir como propios. Por eso la moral de Hume tiene una perspectiva social muy parecida a la del utilitarismo inglés. De esta regularidad de sentimientos morales nacen las diversas creencias morales; aprobamos lo que es agradable y desaprobamos lo que es desagradable: y en esto consiste el sentimiento moral y a lo primero llamamos bien y a lo segundo mal. La razón no tiene aquí otra función que la de discernir las consecuencias sociales de los actos llamados morales.
JENOFANES:Jenófanes nació hacia el año 570 antes de Cristo en Colofón, una ciudad costera de Asia Menor. Parece que fue desterrado el año 546, cuando los medos la ocuparon, y desde entonces peregrinó durante decenios, como poeta y cantor ambulante, por las ciudades de Grecia, hasta llegar a Elea, donde se estableció y fundó la escuela de filosofía de esa ciudad, a la que pertenecen Parménides y Zenón.
Esa actividad viajera debió de acentuar ese sentimiento de libertad y liberación, imposible de experimentar por quien vive encerrado entre los estrechos límites de su aldea real o ideológica. Su vida errante, de recitador de poemas homéricos o de sus propias obras, aumentaron su independencia frente a sectas más o menos religiosas. No es extraño, pues, que este genial solitario despierte todavía nuestra curiosidad.
Su obra, de la que nos han llegado bastantes fragmentos, nos lo presenta como un crítico de la sociedad y de alguno de los productos mentales que le sirven de alimento. Por eso reaccionó ante la religión que enmascaraba en su forma y en su uso determinados intereses. Esta relativización de las creencias era también, frente a un posible pensamiento dogmático, una manifestación más de inteligencia y libertad: «Los etíopes sostienen que sus dioses son chatos y negros y los tracios que tienen azules los ojos y son rubios como ellos» (DK 21B16).
«Pero es que si los bueyes, caballos y leones pudieran tener manos y pintar con ellas como los hombres, los caballos pintarían a sus dioses como caballos y como a bueyes los bueyes» (DK 21B15).
Es posible que la crítica a determinadas creencias fuese un fermento decisivo para acentuar la racionalidad, la claridad y la comunicación intelectual. A ello se debe, tal vez, su crítica a los juegos deportivos, en los que veía la exaltación, sin sentido, del apasionamiento: «Pues más valiosa que la fuerza de los hombres y corceles es nuestra sabiduría. […] Pues si se contara entre los ciudadanos un buen púgil o uno excelente para competir en el pentatlón no por ello estaría la ciudad en mayor orden […] ni se llenan con tales cosas sus graneros» (DK 21B2). Probablemente, la larga experiencia política de Jenófanes le llevaba a intuir esa alienación con que, a veces, la tiranía entretiene a sus súbditos.
Pero el pensamiento de Jenófanes abordó también otras cuestiones que le aproximaban a los filósofos de Elea, y en las que resonaban las inquietudes teóricas de sus predecesores: «Jenófanes fue el primero que afirmó la unidad de todo y se dice que Parménides fue su discípulo» (DK 21A30).
Esa idea de unidad parece asomar en uno de sus propios fragmentos: «De la tierra nacen todas las cosas y en la tierra terminan todas». «Porfirio dice que Jenófanes consideraba como principios lo seco y lo húmedo, es decir, tierra y agua, y menciona un pasaje que muestra esto: tierra y agua son todas las cosas que nacen y crecen» (DK 21A29). Este pensamiento, unido a su crítica teológica, le aproximaba al parecer a esa forma de panteísmo que Aristóteles le atribuye: «Jenófanes, con la vista puesta en el universo entero dijo que lo uno es la divinidad» (Metafísica, I, 986 b21). Pero esa unidad, que está llena de inteligencia y orden y que se manifiesta en la naturaleza, deja abierta a los hombres la esperanza de irla poco a poco entendiendo y conociendo: «A los mortales no se lo enseñaron todo los dioses desde el principio, sino que ellos, en su búsqueda a través del tiempo, van encontrando lo mejor» (DK B18). Igual que su vida tan aventurera en el espacio, Jenófanes nos abría, en el tiempo, la aventura del conocimiento y el progreso.
Kant: (1724-1804) El mayor filósofo alemán de todos los tiempos y uno de los que mayor influencia ha tenido en la historia del pensamiento, a la que dio un giro de 180 grados, metafóricamente llamado «revolución copernicana». Nació en Königsberg (Prusia oriental entonces y, en la actualidad, provincia rusa), cuarto hijo de una familia humilde de once hermanos. Los biógrafos describen a los padres de Kant, Johann Georg Kant y Regina Reuter, como personas sumamente honestas, rectas y amantes de la concordia, y a la madre en particular, que Kant perdió a los trece años, como a una mujer que imprimió en su familia el espíritu y las normas del pietismo. A los seis años, Kant asiste a la escuela local del Hospital suburbano y, luego, dos años más tarde, ingresa en el Colegio Fridericiano. Königsberg, que debe su origen a la fusión, ocurrida el mismo año del nacimiento de Kant, de tres núcleos urbanos, uno de los cuales había sido antigua fortaleza de la Orden Teutónica y posteriormente residencia, durante casi un siglo, de los duques de Prusia, era, en el s. XVIII, uno de los focos principales del pietismo en Prusia. Franz Albert Schultz, director del colegio y pietista destacado, aunque de orientación moderada, se encarga de la formación del pequeño Kant, continuando la educación iniciada por la madre.
A los 16 años, Kant ingresa en la universidad Albertina de Königsberg, donde Martin Knutzen, wolffiano heterodoxo de ideas renovadoras y conocedor, además, de la física newtoniana, le inicia no sólo en la filosofía de Wolff, entonces ya en plena crisis, sino también en las teorías físicas de Newton. La situación de crisis de la metafísica racionalista de Wolff según la tradición de Leibniz y los problemas que surgen de los nuevos planteamientos de la física de Newton, junto con el pietismo ambiental vivido desde la infancia, configuran el ambiente intelectual de la juventud de Kant; no es extraño, pues, que las primeras obras de Kant cultivaran cuestiones científicas más que filosóficas, que luego intentara una nueva manera de hacer filosofía y que la ética kantiana contenga algo de aquellos primeros rigores y entusiasmos morales. Al morir su padre, en 1746, Kant se ve obligado a abandonar la universidad y ha de ganarse la vida como preceptor, o tutor, en familias de los alrededores de Königsberg. Por entonces había comenzado a cambiar el panorama filosófico de Alemania: Federico Guillermo I priva a Wolff de su cátedra en Halle y le manda salir del país; Maupertuis, científico y filósofo francés ilustrado, es llamado por Federico II de Prusia para organizar la Academia de Ciencias de Berlín (1744-1759); hacia 1740, las obras de Christian August Crusius (1715-1775) comienzan a extender el empirismo inglés por Alemania.
Kant publica, en 1749, en alemán, no en latín, su primera obra: Ideas sobre la verdadera valoración de las fuerzas vitales, inspirada en la física de Leibniz, iniciando así el denominado «período precrítico», que durará hasta 1770, durante el cual predominan las obras sobre temas científicos. A esta primera obra sigue, en 1755, vuelto ya a Königsberg, otra publicada anónimamente, Historia general de la naturaleza y teoría del cielo, en la que propone una cosmogonía mecanicista, de inspiración newtoniana, que anticipa la hipótesis que luego se llamó «de Kant-Laplace» sobre el origen del universo. En este mismo año, obtiene el doctorado en filosofía, con una tesis Sobre el fuego, y luego, con Nueva elucidación de los primeros principios del conocimiento metafísico, obra de crítica a la metafísica de Wolff, escrita para obtener el permiso para la docencia como profesor no titular, inicia la serie de sus escritos propiamente metafísicos. Entre 1762 y 1764 publica obras que le dan a conocer como filósofo en Alemania: Investigación sobre la claridad de los principios de la teología natural y de la moral; La única prueba posible para demostrar la existencia de Dios; Intento de introducir en la sabiduría del universo el concepto de las magnitudes negativas. Es una época de gran actividad intelectual que combina con una intensa actividad social -a la que dedicaba media jornada, por las tardes-, que le hace merecer el título de «Maestro elegante», que llama la atención por la agudeza de espíritu y la profundidad y amplitud del saber; época a la que se refiere el encendido elogio de Johann Gottfried Herder, alumno suyo durante varios años, hasta 1764. En Sueños de un visionario esclarecidos por los sueños de la metafísica (1766), que escribe contra el visionario sueco, Emanuel Swedenborg (1689-1772), rechaza definitivamente el tipo de metafísica, tan alejado de la experiencia, que se practicaba por aquel entonces, y se inclina ya por una concepción de la filosofía, de la metafísica -dice- «de la que el destino me ha hecho enamorarme», como la ciencia de los límites de la razón humana, y no como un sistema de saber; la filosofía, más que conocimiento, es para él crítica del mismo.
Por estos años se va extendiendo por Alemania el escepticismo ilustrado inglés y francés, uno de cuyos principales promotores es el ya mencionado Christian August Crusius y, a través de él, conoce Kant las ideas escépticas del empirismo de Hume. A esto hace probablemente referencia cuando, más tarde, dice Kant que debe a Hume haberlo despertado «del sueño dogmático». Kant se adhiere, pues, a una crítica de la metafísica que se inspira en Hume, pero no va a admitir sus planteamientos escépticos. Así, en 1770, con ocasión de pasar a ser, a los 46 años, profesor ordinario de lógica y metafísica en la universidad de Königsberg, redacta la llamada Disertación de 1770, cuyo título es Sobre la forma y los principios del mundo sensible e inteligible, en la que distingue claramente entre conocimiento sensible y conocimiento inteligible, de modo que el conocimiento no queda limitado meramente a la experiencia, debiendo reconocer, por lo mismo, un conocimiento metafísico que debe justificarse. Aquí empieza la construcción de la que será llamada filosofía trascendental, edificada sobre la idea de un sujeto que impone sus condiciones subjetivas a la posibilidad de que las cosas sean conocidas y pensadas; la «gran luz» que dice haber percibido hacia el año 1769. Con esta fecha comienza el llamado «período crítico» que Kant inicia con un silencio de 10 años, que dedica al análisis de las objeciones que se le formularon a su propuesta inicial de señalar las características del conocimiento sensible y del intelectual. La «gran luz» no es otra que la noción de sujeto trascendental, o de subjetividad trascendental, a saber, aquella que impone a la materia del conocimiento la manera o forma de conocer o de representarnos las cosas.
La Crítica de la razón pura, que aparece en mayo de 1781 (segunda edición en 1787), tras un período de maduración de 12 años, pero escrita casi a vuela pluma, en cinco o seis meses, representa la investigación -la crítica- a la que Kant somete a la razón humana. La obra más fundamental de Kant despierta escaso interés y los críticos ponen de relieve su oscuridad y dificultad; poco después, sin embargo, suscita un enorme interés que la convertirá en el libro que habrá de cambiar radicalmente la orientación de la filosofía. A modo de introducción a su obra, publica Kant, en 1783, Prolegómenos a toda metafísica futura que pueda presentarse como ciencia. Siguen Idea para una historia general concebida en un sentido cosmopolita (1784); Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? (1784); Fundamentación para una metafísica de las costumbres (1785); Principios metafísicos de la ciencia natural, con un título que recuerda la obra fundamental de Newton, en el centenario de su publicación; la segunda edición, en 1787, de la Crítica de la razón pura; la Crítica de la razón práctica (1788), cuyo tema es la vida moral del hombre libre, y la Crítica del juicio (1790), que intenta mediar entre naturaleza y libertad, o armonizar las dos Críticas anteriores. En 1793, la publicación de La religión dentro de los límites de la mera razón (1793) y, luego, de El fin de todas las cosas (1794), obras ambas sobre filosofía de la religión, es acogida con disgusto por las autoridades prusianas, en una época en que Federico Guillermo II (1786-1797) había restringido la libertad de enseñanza e imprenta, a diferencia de lo hecho por sus antecesores, Federico Guillermo I, el Rey Sargento (1713-1740) y Federico II el Grande (1740-1786), quienes habían sido sumamente tolerantes. El emperador ordena a Kant que se abstenga de tratar de temas religiosos, cosa que promete Kant y que cumple hasta la llegada del nuevo emperador, Federico Guillermo III, cuando publica El conflicto de las facultades (1797). Antes había publicado, en 1795, Por la paz perpetua. En 1797, aparece Metafísica de las costumbres, obra sobre filosofía del derecho y de la moral, que hay que distinguir de una anterior Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785), obra introductoria a las teorías éticas de la Crítica de la razón práctica.
En 1796 Kant, a los 73 años de edad y fatigado ya, abandona la docencia a la que se había dedicado durante cuarenta años, a lo largo de los cuales había tratado en sus lecciones de la mayoría de temas que podían entonces enseñarse: lógica, metafísica, matemática, geografía física, antropología, pedagogía, filosofía de la historia, filosofía de la religión, moral y filosofía del derecho. Kant había seguido la costumbre de utilizar en sus clases manuales que, según cuentan sus biógrafos, seguía muy a distancia y la mayoría de las veces para destacar la magnitud de los errores que contenían. Escribía anotaciones al margen en estos manuales y sólo con las contenidas en la Metafísica de Baumgarten, utilizada de 1758 a 1796, se publicaron posteriormente dos volúmenes de comentarios críticos hechos por Kant. De cómo eran estas clases, destaca J.G. Herder el recuerdo de que Kant «coaccionaba gratamente a pensar por cuenta propia», idea que concuerda de lleno con la exhortación de Kant, en su Lógica, según la cual «nadie aprende a filosofar sino por el ejercicio que cada cual hace de su propia razón» y en la respuesta que da a ¿Qué es la Ilustración?, definiéndola como la mayoría de edad que una época alcanza cuando se atreve a pensar por propia cuenta. A la par que la actividad escolar, mantuvo también la académica: fue varias veces decano de la facultad y, por dos veces, rector de la misma.
En 1799 aparecen ya síntomas de decadencia en Kant y éste abandona la tarea emprendida de revisar toda su obra; le ayuda y ordena sus papeles su discípulo, amigo y biógrafo Wasianski: la revisión iniciada pasó a denominarse Opus postumum. El tema fundamental del conjunto de esta obra es la cuestión del «paso» de los principios metafísicos de la ciencia de la naturaleza a los principios empíricos de la física.
Kant murió el 12 de febrero de 1804, pronunciando las palabras: Es is gut [está bien]. En la lápida de su tumba se grabaron posteriormente las palabras con que inicia la conclusión de su Crítica de la razón práctica: «Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se ocupa de ellas mi reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí».
El pensamiento de Kant: el «giro copernicano» en filosofía El sistema filosófico de Kant recibe el nombre general de «criticismo» o «filosofía crítica» y se halla expuesto, sobre todo, en las tres obras fundamentales de la Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Critica del juicio. Los elementos introductorios de este sistema los denomina propiamente filosofía trascendental y los expone Kant, principalmente, en los Prolegómenos y en la primera de las tres Críticas mencionadas. Por «filosofía trascendental» entiende el examen a que hay que someter a la razón humana para indagar las condiciones que hacen posible el conocimiento a priori, o bien el mero intentar responder a la pregunta de «¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?», o a la de «¿cómo es posible la experiencia?», o bien a la de «¿cómo es posible la naturaleza?». Kant dice también que la filosofía trascendental pretende saber «sólo si es en principio posible alguna cosa parecida a lo que se llama metafísica».
A fin de entender cualquiera de estas preguntas, planteémonos las cosas como hace Kant en la introducción a sus Prolegómenos y en las primeras páginas de la Crítica de la razón pura. Hume sostuvo que, en lo tocante al conocimiento de las cosas, no era posible ir más allá de lo que nos dan a conocer los sentidos y la memoria. Kant supuso que esta manera de argumentar desproveía de todo fundamento, no sólo a las teorías físicas de Newton, sino a cualquier conocimiento de la experiencia. Hume centró su crítica en torno a la cuestión -metafísica por excelencia- de si podemos pensar alguna relación necesaria y universal entre los sucesos de la naturaleza, esto es, en torno a la noción de «causa». No podemos fundamentar su noción -argumenta- ni en la sola razón ni tampoco en la experiencia; se debe sólo a una especie de fe irracional basada en la costumbre. No es posible, en consecuencia, la metafísica. Pero es que tampoco habrá verdadera física -comenta Kant-, es decir, no podrá haber ninguna ciencia de la naturaleza o de la experiencia en general, si no es posible fundarla en un conocimiento causal. A la afirmación de Hume de que no es posible un conocimiento universal y necesario de las cosas, porque tal necesidad y universalidad no se hallan en la experiencia, Kant opone la suposición de que, no pudiendo venir de la experiencia esta necesidad y universalidad y siendo por lo demás condiciones necesarias de un verdadero conocimiento, han de ser un elemento a priori del mismo. Pero amplía el alcance de la afirmación de Hume: no sólo la idea de causalidad no proviene de la experiencia, sino que de ella no proviene ninguna de las nociones fundamentales de la metafísica, de igual forma que ninguna de las nociones fundamentales para entender la experiencia puede provenir de la misma experiencia; provienen del entendimiento sin más, de la misma estructura del conocer. Por esto dice Kant que debe a Hume «el haber salido ya hace muchos años del sueño dogmático».
Kant determina que, para entender la experiencia (conocimiento a posteriori), es necesario tener conocimientos que no provengan de la experiencia (conocimiento a priori): «aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia». Sólo así puede tener el conocimiento empírico aquellas condiciones que exige el verdadero conocimiento (universalidad y necesidad) y que la sola experiencia no puede otorgar. Esto equivale a un cambio de método y a afirmar que no es el entendimiento el que se deja gobernar por los objetos, sino que son éstos los que se someten a las leyes del conocimiento impuestas por el entendimiento humano: un «giro copernicano», según suele decirse, un cambio de 180 grados, una perspectiva radicalmente nueva. Según Kant, este planteamiento sólo es parcialmente nuevo en la historia, porque un planteamiento similar se hizo en la matemática, en tiempos de Euclides, y en las ciencias de la naturaleza, en tiempos de Galileo.
Las matemáticas griegas fundaban su certeza en la construcción de la figura que el geómetra concebía en su mente; la ciencia moderna funda su innovación en el hecho de que es ella la que interpela a la naturaleza mediante sus hipótesis. En uno y otro caso, «la razón sólo reconoce lo que ella misma produce según su proyecto». Igual ha de hacer la filosofía si ha de progresar como ciencia, y ha de hacerlo en un doble plano: en el de la sensibilidad y en el del entendimiento. Por la primera son dados los objetos a la experiencia humana, por la segunda son pensados. En uno y otro nivel ha de haber conocimiento a priori, de modo que «sólo conocemos a priori de las cosas lo que nosotros mismos ponemos en ellas». En esto consiste el giro copernicano del pensamiento, que debe hacerse en filosofía a ejemplo de la intuición de Copérnico: si éste, para explicar los movimientos celestes, entendió que era mejor suponer que era el hombre espectador quien giraba, de manera parecida Kant cree que, en el supuesto de que sean los objetos los que se regulan por la manera como los conocemos y no al contrario, se explica mejor que lleguemos a conocerlos de un modo necesario y universal. A la filosofía le incumbe, pues, como primer objetivo averiguar si, antes de toda experiencia, es capaz de conocer algo aplicable a todo objeto de la experiencia. El tipo de conocimientos a priori a que se refiere Kant es el que ponen de manifiesto los juicios sintéticos a priori.
La hipótesis que plantea Kant es, pues, si existen juicios sintéticos a priori (ver texto ). Pero puesto que las matemáticas y la física se consideran verdadero conocimiento, la pregunta se transforma en cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en estas dos ciencias. Por otro lado, el verdadero conocimiento en general se logra a través de la sensibilidad y del entendimiento, por lo que, coordinando estos diversos pero coincidentes objetivos, el plan de trabajo de la Crítica de la razón pura se dispone en los siguiente niveles: 1) a: ¿Qué condiciones a priori supone el conocimiento sensible? b: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática?2) a: ¿Qué condiciones a priori supone el conocimiento intelectual? b: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la física? Demostrando, tanto para el primer punto como para el segundo, que hay elementos a priori (A: exposición metafísica) y que tales elementos son condiciones de posibilidad de todo juicio sintético a priori (B: exposición trascendental), Kant se plantea si también para la metafísica, y para la razón pura, existen elementos a priori con los que puedan formarse juicios sintéticos a priori. Debe añadir, por tanto, una tercera pregunta:3) a: ¿Hay elementos a priori de la razón pura? b: ¿son posibles los juicios sintéticos a priori en metafísica? Las respuestas son afirmativas para la primera y la segunda parte, y negativa para la tercera. La filosofía trascendental no tiene más remedio que reconocer los límites de la razón humana; ignorarlos es caer en las redes engañosas de la metafísica «natural». Por ello, estas tres preguntas pueden enunciarse de otra (cuádruple) manera: 1) ¿Cómo es posible la matemática pura? 2) ¿Cómo es posible la ciencia natural pura? 3) ¿Cómo es posible la metafísica como disposición natural? 4) ¿Cómo es posible la metafísica como ciencia? Kant responde a la pregunta (1) en la estética trascendental; a la pregunta (2) en la analítica trascendental y, a las preguntas (3) y (4) en la dialéctica trascendental; las tres partes fundamentales en que se divide conceptualmente la Crítica de la razón pura.
Ahora bien, si la Crítica de la razón pura responde a la primera de las grandes preguntas que se formula Kant (¿qué puedo saber?), las otras las intenta contestar en la Crítica de la razón práctica, en la Crítica del juicio, y en el resto de sus obras, en las que aborda los grandes temas de la filosofía.
Kepler: (1571-1630) Astrónomo alemán, nacido en Weilderstadt, en Würtemberg, hijo -hemofílico y miope- de un soldado de fortuna, Heinrich Kepler, y de Katherine Guldemann, su mujer, que lo seguía en la guerra. Tras cursar sus estudios en la escuela popular del convento de Maulbronn, una beca le permite estudiar, de los 13 a los 16 años, en el seminario de Tubinga. A los 20, se gradúa en la universidad de Tubinga y estudia luego teología, que abandona por un puesto de matemático y astrónomo en Graz, que se le ofrece en 1594. Se dedica inicialmente a las predicciones astrológicas y a los horóscopos, pese a considerarlos «sortilegios y hechicerías», pero concibe al mismo tiempo la posibilidad de una nueva astronomía, cosa que persigue, en un primer momento, por la vía del misterio y de los símbolos.En Mysterium Cosmographicum (1596), obra que, aunque de carácter simbólico muestra genialidad, intenta mostrar la relación existente entre las distancias de los planetas al Sol y el tiempo de rotación, que no era simplemente proporcional a la distancia, sino mayor, dado que al aumentar la distancia disminuía la velocidad. Cree descubrir la ley estableciendo una relación entre los sólidos regulares platónicos y las distancias de los planetas al Sol, inscribiendo estos sólidos en sucesivas esferas: cubo, tetraedro, dodecaedro, icosaedro y octaedro, de modo que la esfera de Saturno quedaba circunscrita a un cubo en el que se inscribía la esfera de Júpiter, que circunscribía el tetraedro, etc. Siguiendo este orden: Saturno -Cubo-Júpiter -Tetraedro- Marte -Dodecaedro- Tierra -Icosaedro- Venus -Octaedro- Mercurio.
Esta obra, pese a su apariencia místico-pitagórica, era la primera aceptación pública y argumentada del sistema de Copérnico, hecha por un astrónomo; partía del supuesto, en su primera parte, de que, puesto que el mundo es perfecto y no existen sino cinco sólidos perfectos, debía haber una relación entre una cosa y otra. Pero la segunda parte de la obra intenta probar con demostraciones geométricas el planteamiento que considera sólo «probable» de la circunscripción de las órbitas según los sólidos regulares y del giro de la Tierra en torno al Sol, y estas demostraciones matemáticas se consideran el semillero de la nueva teoría astronómica que él mismo iba a fundar. El libro le dio a conocer en toda Europa y, sobre todo, llamó la atención de Tycho-Brahe, que en 1600, le encargó que continuara sus trabajos.Debido a la persecución religiosa, Kepler, luterano, fue expulsado de Graz. Aprovechando el viaje del barón Hoffmann, de Graz a Praga, que le aceptó en su séquito el 1 de enero de 1600, Kepler pudo ponerse en contacto con Tycho-Brahe, quien le encargó investigar la excentricidad de la órbita de Marte. Nombrado matemático imperial a la muerte de Tycho-Brahe, en 1601, permanece en Praga hasta 1612, año de la muerte de Rodolfo II. En este tiempo funda la óptica -que llamó dióptrica- y la astronomía física.
Su gran obra de astronomía, Nueva astronomía o Física del cielo (1609), señala el inicio de la astronomía moderna. Presenta las dos primeras leyes de Kepler (la tercera la publicará en Harmonices Mundi, 1619; ver la formulación de las leyes).Atribuye el movimiento del sistema solar a una fuerza «magnética y material muy simple», que ejerce el Sol sobre los planetas. Al año siguiente puede enterarse de los descubrimientos que Galileo lleva a cabo con su telescopio, y que narra en el Sidereus Nuncius (1610), y acerca de los cuales Galileo le pide la opinión. Sobre estas observaciones escribe Kepler Conversación con el mensajero de las estrellas, como carta (laudatoria y retórica) a Galileo.En septiembre de este mismo año, gracias al telescopio prestado por un matemático imperial, pudo Kepler contemplar los planetas medíceos. Sobre ello escribió Informe de las observaciones de los cuatro satélites errantes de Júpiter, primer reconocimiento oficial que un astrónomo hacía de los descubrimientos de Galileo. Éste, en cambio, ignoró hasta el fin de sus días las leyes de Kepler.Dioptrice (1610), que quiere decir «refracción», es la obra en la que Kepler, completando una obra anterior, Ad Vitellionem paralipomena (1604), desarrolla correctamente los principios de la óptica geométrica e instrumental, aunque sin llegar a formular la ley de la refracción de la luz. En 1611, tras la muerte del emperador Rodolfo, el rey que se había educado en España, de la mujer de Kepler y de uno de sus hijos, iniciadas ya las luchas intestinas entre los Habsburgo, que darán lugar a la Guerra de los Treinta Años, se traslada a Linz, en Austria, con el cargo de matemático provincial. Allí tuvo que soportar el ominoso proceso por brujería iniciado contra su madre, que se hallaba en Leonberg, población cercana a su ciudad natal de Weilderstad, y que duró de 1615 a 1621. Su madre murió poco después de terminado el proceso.
En esta época, Kepler escribe Harmonices Mundi Libri V (1619), obra en que intenta la síntesis final de su visión cosmológica: la armonía -en el más puro sentido pitagórico- total entre la geometría, la música y la astronomía. En ella formula la tercera ley de Kepler. Publica todavía un comentario al sistema copernicano, con el título de Epitome Astronomiae Copernicanae (1621), y las Tablas Rudolfinas, obra de astronomía práctica, útiles para el astrónomo y el astrólogo y como calendario y guía para la navegación, que según testimonio del propio Kepler estuvo construyendo durante 22 años y que tras numerosas dificultades de impresión logró tener dispuestas para el mercado anual del libro de la Feria de Francfort de 1627. En ellas utiliza muchos de los datos observacionales registrados por Tycho-Brahe.Aún añade a este conjunto de obras Somnium, inacabado y asombroso sueño de un viaje a la Luna. Murió en Ratisbona, en el viaje que emprende hacia Leipzig, cargado de libros, pero sin su segunda mujer ni los hijos, en plena Guerra de los Treinta Años, en busca del dinero que le debía el emperador.
La Mettrie : (1709-1751) Médico y filósofo francés mecanicista y materialista. Nació en Saint Malo, y estudió en Coutances, Reims, Caen y París. Trabajó en Leiden y, de vuelta a Francia, obtuvo una plaza de médico militar. Justamente sus experiencias en este terreno le encaminaron hacia la observación de la estrecha relación entre los estados fisiológicos y los físicos, lo que, a su vez, le condujo al estudio de las relaciones entre espíritu y materia, y a la conclusión de que los estados psíquicos dependen de los físicos, tesis que le llevó a recusar toda forma de dualismo psico-físico y a negar la afirmación de un alma espiritual independiente del cuerpo. Esta tesis ya comienza a perfilarse en su primera obra la Historia natural del alma (1745, que posteriormente fue conocida como Tratado del alma), en la que sostiene una doctrina sensualista, según la cual toda la actividad psíquica procede de las sensaciones y, por tanto, del cuerpo. Estas tesis provocaron un gran revuelo y una gran oposición. Por ellas fue perseguido y tuvo que marchar de Francia (donde sus obras fueron prohibidas y terminaron en la hoguera), y refugiarse nuevamente en Leiden, donde en 1747 escribió su obra principal, El hombre máquina que, aunque obtuvo un gran éxito, provocó que también fuese perseguido en Holanda. Acabó hallando refugio en la corte de Federico II de Prusia, quien escribió un Elogio de Julien Offroi de la Mettrie. Desde entonces fijó su residencia en Berlín, ciudad en la que murió.Mientras en sus primeras obras La Mettrie se mostró seguidor del mecanicismo cartesiano, en El hombre máquina desarrolla las tesis de la identidad entre funciones psíquicas y estados corporales. A partir de ahí radicalizó la posición de Descartes que consideraba el cuerpo vivo de los animales como máquinas, extendiendo esta tesis también al ser humano. Por eso rechaza el dualismo cartesiano que oponía alma y cuerpo puesto que, en base a sus observaciones médicas, La Mettrie sustentaba que en el hombre todos los estados de lo que se ha llamado el alma son completamente dependientes del cuerpo y correlativos a las funciones fisiológicas de éste («el alma no puede dormir -decía-, cuando la sangre circula demasiado deprisa»). De esta manera, en contra del dualismo cartesiano opone un monismo materialista: lo único real es la naturaleza bajo toda la gran riqueza de sus diversas formas. Para poder explicar los fenómenos psíquicos correlativos a las funciones corporales, La Mettrie rechazó el concepto pasivo de materia que sustentaba Descartes, para quien ésta es simple extensión completamente ajena al pensamiento. En lugar de esto, afirmó que la materia ya posee en sí misma el principio del movimiento del que pueden surgir tanto el pensamiento como todas las diversas formas de vida que, en última instancia, son fruto de las diversas maneras de organización de la materia. La materia, pues, está animada, lo que le permitía explicar las correlaciones psico-físicas sin tener que defender ninguna forma de dualismo ni ninguna forma de paralelismo.
De esta manera, los hombres, y todos los seres vivos, son máquinas, pero tan perfectas que «se dan cuerda a sí mismas». La metáfora del reloj (paradigma de máquina más desarrollada en el siglo XVIII, y que aparece a menudo como modelo de las explicaciones mecanicistas de la época) la sustituyó y desarrolló más en otra obra, El hombre planta (1748), en la que propuso una analogía diferente a la de la máquina, puesto que ésta, como el reloj, parece necesitar de algún elemento externo que le proporcione el movimiento. En cambio, el modelo de la planta ofrece el de un organismo que, surgido de la tierra y alimentado por ella y el sol, despliega toda su vida, indicando con ello que la naturaleza se basta a sí misma, puesto que, conforme a su monismo, solamente existe una única sustancia con diversas modificaciones y un principio de movimiento que es inmanente a la materia misma. ( Por ello se ha dicho que sus tesis son semejantes a las del hilozoísmo). «El alma es -decía- una palabra vacía a la que no corresponde ninguna idea, y que los hombres razonables solamente usan para referirse a la parte pensante que hay en nosotros. Una vez aceptada la existencia de un principio de movimiento, los cuerpos animados poseen todo cuanto necesitan para moverse, sentir, pensar, arrepentirse, en una palabra, comportarse tanto en la vida física como moral, que depende de aquélla».
De esta manera también afirmó, adelantándose a tesis desarrolladas posteriormente por los evolucionistas, que entre los animales y el hombre y, en general, entre los seres vivos, solamente se dan diferencias de gradación, no de naturaleza. Al mismo tiempo, esta tesis la extendió a la continuidad entre naturaleza, moral y arte. Por ello afirma que la misma naturaleza es la que nos proporciona las pautas del comportamiento moral. La Mettrie concibe una moral hedonista, muy influida por el epicureísmo. En 1748 publica Discurso sobre la felicidad, en 1750 El sistema de Epicuro y en 1751 El arte de gozar o escuela de la voluptuosidad, obras en las que desarrolla su concepción moral, según la cual la naturaleza nos impulsa al goce sensorial -razón por la cual también se le ha considerado como un pensador libertino-, aunque el goce no contradice el verdadero amor al prójimo. De hecho, y en contra de los que pensaban que sin la creencia en Dios no habría verdaderos valores morales, consideraba más bien que las religiones son las auténticas enemigas de la moral y atemorizan a la humanidad, razón por la cual las rechazaba todas. Se declaró partidario de la versión epicúrea formulada por Lucrecio en su De rerum natura.
Laplace : (1749-1827) Matemático, físico y astrónomo francés. Nació en Beamonton-Auge, en Normandía. A los diecinueve años se trasladó a París con una carta de recomendación de d´Alembert, que destacaba sus grandes dotes matemáticas. Fue profesor en la Escuela Militar y en 1773 fue elegido miembro de la antigua Academia de Ciencias, donde desplegó una gran actividad relacionada con el cálculo integral, la astronomía matemática y la teoría de las probabilidades. Napoleón le nombró ministro del interior a partir del 18 brumario (9 de noviembre de 1799). La Restauración le nombró par de Francia y se le otorgó el título de marqués. La actividad científica de Laplace se centró en la astronomía matemática, en la física del electromagnetismo y, especialmente, en el cálculo de probabilidades. Como astrónomo pudo explicar las anomalías que todavía persistían en el sistema newtoniano sin necesidad de apelar a hipótesis divinas (Newton todavía creyó necesaria la actividad de Dios para mantener el orden del universo y subsanar sus anomalías). Ante ello se cuenta que Napoleón le objetó que no había encontrado a Dios en su Sistema del Mundo, a lo que Laplace replicó: «Sire, no he tenido necesidad de esta hipótesis». Investigó la trayectoria de los planetas y la estabilidad del sistema solar, y en su obra Mecánica celeste (1798-1825) elaboró una completa síntesis de los trabajos de d´Alembert, Newton, Euler y Halley sobre la gravitación universal, basados en el método analítico formulado anteriormente por Joseph Louis Lagrange. También formuló una teoría acerca del origen del sistema solar, semejante a la formulada anteriormente por Kant, en la que se expone el origen de dicho sistema a partir de la condensación de una nebulosa primitiva que se rige por las leyes de la física newtoniana y se desarrolla de una forma puramente mecánica y completamente determinista. Dicha teoría, conocida posteriormente como hipótesis de Kant-Laplace, está contenida en su obra Exposición del sistema del Mundo (1796).
Como físico formuló las leyes fundamentales del electromagnetismo, y como matemático destaca su obra Teoría analítica de las probabilidades (1812), en cuyo prefacio está contenido un célebre pasaje, cuya tesis es conocida como ideal de Laplace o demonio de Laplace, considerado como la formulación más estricta del determinismo mecanicista y según la cual «debemos considerar el estado presente del universo como efecto de su estado anterior y como causa del que seguirá», de forma que nada sería incierto «para una inteligencia que conociera en un momento dado todas las fuerzas que actúan en la naturaleza y la situación de los seres de que se compone y que fuera suficientemente vasta para someter estos datos al análisis matemático,... tanto el futuro como el pasado estarían presentes ante su mirada». Es el desconocimiento de todas estas condiciones el que, según Laplace, nos obliga a recurrir al cálculo de probabilidades, brillantemente desarrollado por él.
Leibniz: Nacido en Leipzig en 1646, hijo de un profesor de universidad, se formó en su localidad natal en Filosofía y en Derecho en Jena y Altdorf, doctorándose a los veinte años. Erudito, sus contribuciones tocan los campos de la historia, las leyes, la lengua, la teología, la física y la filosofía. Al mismo tiempo que Newton descubre el cálculo infinitesimal. Continuador de la filosofía de Descartes, para quien existían dos clases de sustancias -corporal y espiritual-, para Leibniz sólo existe la segunda, que además será simple, indivisible y actuante, es decir, motor de la acción. Establece que el mundo está compuesto de "mónadas", unidades mínimas cargadas de atributos, con capacidad para percibir y actuar. Cada una de ellas es única y refleja en sí el universo, configurando a su vez un universo en pequeño. Las mónadas no se influyen o interactúan entre sí, sino que actúan de manera independiente y sin comunicación. Por otro lado, Leibniz postula la teoría de la armonía preestablecida, según la cual Dios es el creador de las cosas que hay en el universo, pero son las cosas las que, dotadas de movimiento, se mueven por sí mismas. Defensor de Dios en su "Teodicea", critica los argumentos de Bayle según los cuales un mundo imperfecto, en el que existe el mal, no puede haber sido realizado por un Dios perfecto y bien supremo. Leibniz argumenta que, si bien el mundo no es absolutamente perfecto, sí es el más perfecto de los posibles, como expresa un famoso personaje del "Cándido" de Voltaire. El "optimismo metafísico leibniziano" se formula también preguntas acerca del origen del mal y de la relación entre predestinación y libre albedrío, concluyendo que Dios permite la existencia del mal, si bien no la quiere, y que el destino y la libertad del individuo funcionan conjuntamente. En el campo de la matemática, realizó contribuciones a la teoría de los números, al cálculo mecánico, álgebra, etc. Es el iniciador de la lógica matemática y de la topología. Enuncia el principio según el cual la masa por el cuadrado de la velocidad se mantiene constante. Falleció en Hannover el 14 de noviembre de 1716, siendo el primer filósofo alemán de repercusión universal.
Locke : (1632-1704) Filósofo empirista inglés, y uno de los iniciadores del liberalismo político, nacido en Wrington, cerca de Bristol, el mismo año en que nace Spinoza; su padre era un abogado que había luchado a favor del Parlamento contra los reyes Estuardos. Orientado hacia la carrera eclesiástica, estudia primero en la Westminster School y luego en la Christ Church, en Oxford, donde recibe el grado de Master of Arts en 1658, aunque queda profundamente descontento del tipo de enseñanza recibida, que considera excesivamente aristotélica. Enseña por un tiempo griego y ética en esta misma universidad y, tras recibir a la muerte de su padre una pequeña herencia y renunciar a la carrera eclesiástica, se inclina hacia la ciencia y en especial la medicina, estudios que no termina, pero en cuya práctica adquiere fama reconocida. Por esta época de orientación a lo empírico, entabla amistad con el químico Robert Boyle y es nombrado miembro de la Royal Society. Cura de una grave enfermedad a Lord Hasley, luego primer conde de Shaftesbury, y entra a su servicio pasando a desarrollar algunas actividades diplomáticas y políticas. Las actividades conspiratorias del conde le llevan a residir por dos veces en Francia, circunstancia que aprovecha para contactar con los seguidores de Gassendi y frecuentar la famosa facultad de medicina de Montpellier. Entre 1683 y 1688 reside en Holanda, donde colabora en la idea política de establecer al estatúder Guillermo de Orange en el trono de Inglaterra, escribe Carta sobre la tolerancia (publicada en 1690) y trabaja en la redacción, iniciada en 1670, de su Ensayo. Tras la revolución llamada «gloriosa» y la expulsión del rey estuardo y católico, Jacobo II, Locke vuelve a Inglaterra, en 1689, con el séquito de la futura reina María Estuardo. En 1690 publica sus dos obras más importantes, Ensayo sobre el entendimiento humano y Dos tratados sobre el gobierno civil. Esta última obra influyó en la teoría política que defendía una monarquía parlamentaria. En 1691, y hasta su muerte, se establece en Oates, Essex, en el castillo de sir Francis Masham y su esposa Damaris Cudworth. Allí toma parte en la controversia que suscitan sus dos obras más notables, que reedita y corrige, y a la publicación de otras, como Pensamientos sobre la educación (1693) y La razonabilidad del cristianismo (1695). En su vida y en sus obras fue, al contrario que Hobbes, un «liberal». En consonancia con su vida, la filosofía de Locke se orienta menos hacia la especulación que hacia la práctica; y práctico es analizar hasta dónde llega la capacidad del entendimiento para conocer, cosa plenamente consistente con el tipo de ciencia que se desarrolla en el s. XVII, sobre todo en Inglaterra. Según sus propias palabras, pretende «investigar los orígenes, el alcance y la certidumbre del entendimiento humano» (ver referencia). A él se debe la formulación clásica del empirismo inglés.
1. Las ideas
Igual que Descartes, Locke sostiene que conocemos ideas, no objetos, pero a diferencia del primero afirma que aquéllas proceden sólo de la experiencia, interna o externa. No hay ni ideas ni principios innatos y el entendimiento es, antes de producir ideas a partir de la experiencia, no más que una tabula rasa, un cuarto oscuro en el que no hay nada, o un papel en blanco en el que nada hay escrito. Éstas son las afirmaciones fundamentales del empirismo inglés clásico. Si tuviéramos ideas innatas, las tendría todo el mundo (niños e incultos incluidos) y seríamos conscientes de ellas. Sin embargo, ni todo el mundo acepta las mismas ideas o idénticos principios, teóricos o morales, ni nadie es consciente de los mismos, antes de aprenderlos por experiencia. Y, en todo caso, aprenderlos por experiencia es siempre una mejor explicación que pretender tenerlos como innatos. Nada hay en el entendimiento antes de la sensación. Ésta consiste en la transmisión, a través de los sentidos, de las cualidades sensibles de los objetos a la mente, para su percepción (primera fuente del conocimiento); y así se producen las ideas de color, calor, dureza, saber, etc. Pero nuestra mente es, además, capaz de percibir su propia actividad mental reflexionando sobre sus ideas (segunda fuente del conocimiento); y así se producen las ideas de percepción, pensamiento, duda, creencia, etc. Respecto a las cualidades sensibles, Locke difundió la distinción, iniciada por Galileo, entre cualidades primarias y cualidades secundarias: aquéllas están realmente en las cosas y las representan tal cual son, como por ejemplo la solidez, la extensión, la forma, el movimiento, etc.; éstas no están en las cosas y no son sino la manera como nos afectan las cualidades primarias. Las primeras son, pues, objetivas y reales; las segundas, subjetivas. Sólo existen las cualidades primarias; las secundarias son sólo modos de las primarias. La teoría de las cualidades primarias y secundarias se funda en la filosofía corpuscular, propia del s. XVII. Las percepción es, en este supuesto, un proceso mecánico: las partículas de materia ejercen un movimiento (un impulso) sobre los sentidos, que éstos transmiten a la mente que los percibe; la percepción de toda cualidad se explica únicamente por el mecanismo de las partículas en movimiento. Pero, por qué a unos movimientos de partículas corresponden determinadas sensaciones y no otras sólo es explicable por intervención de la acción divina. Las ideas pueden ser simples y complejas. En las primeras la mente está pasiva ante la sensación o la reflexión; toda idea que llega a la mente es de por sí simple. La mente, no obstante, puede 1) combinar ideas simples, 2) relacionar dos o más ideas, yuxtaponiéndolas, 3) separar unas ideas de otras, esto es, abstraerlas, y así surgen, respectivamente, las ideas complejas, las relaciones y las ideas generales. Una de las ideas complejas (modos, sustancias y relaciones) cruciales para la historia del empirismo es la de sustancia en general.
2. La sustancia
La idea de sustancia la obtenemos sólo por inferencia, al tener que imaginarla o suponerla como soporte de las cualidades (accidentales) que no subsisten por sí mismas; no tenemos, pues, de ella ninguna idea clara y distinta, por lo que no se trata de un verdadero conocimiento: referida a sustancias particulares, como el hierro, el diamante o el oro, se trata de las ideas simples correspondientes a las propiedades reales de estos cuerpos unidas a una idea confusa de «algo a lo que pertenecen». En general, la idea compleja de sustancia se forma a través de las cualidades secundarias fundadas en las cualidades primarias de las partículas insensibles. Nada, pues, realmente existente podría corresponder objetivamente a la idea de sustancia. Pero Locke no llega a esta conclusión; este substratum desconocido de las ideas simples de las cosas materiales existe, como existe, por lo demás, el substratum de las ideas simples de nuestra reflexión interna: el espíritu.
3. La identidad personal
Su doctrina sobre la identidad personal tiene especial interés. En pura lógica empirista -no hay datos en las ideas de la experiencia interna de la sustancialidad de la mente-, Locke debería haber cuestionado su existencia y decir de ella que se trata, igual que en el caso de la sustancia, de algo desconocido. Sin embargo, pone la esencia de la identidad personal en la identidad de la conciencia. El hombre es idéntico a sí mismo no como lo es un cuerpo material o un organismo -porque se mantiene su estructura-, sino como le incumbe a una persona: por tener una misma e idéntica conciencia de todos los hechos, presentes y pasados.
4. El lenguaje
Al lenguaje dedica Locke la Parte III de su libro: «Las palabras». Así como sólo conocemos ideas, no cosas, representadas en aquéllas, así también las palabras son signos que se refieren a las ideas, no a las cosas. La mayoría de las palabras son generales, pese a que sólo existen cosas particulares, puesto que también la mayoría de las ideas son generales. A las palabras o términos generales -los universales- corresponden las ideas abstractas; éstas representan, no la esencia real de las cosas, sino su esencia nominal, esto es: no algo entitativamente real, abstracto y común a las diversas cosas, sino los «nombres» que damos al conjunto de rasgos comunes que pertenecen a las cosas individuales. Tales esencias nominales, y los nombres que les corresponden, no son sino abstracciones o «recortes» de ideas más complejas. Así, «hombre» no significa ni más ni menos que lo que entendemos por «Pedro», «Pablo» o «Sofía». El entendimiento, pues, piensa las esencias nominales de las cosas, no sus esencias reales; a éstas no corresponde nada en la realidad, porque sólo existen cosas individuales; aquéllas sólo existen en la mente y son obra del entendimiento, pero no son del todo arbitrarias, puesto que se fundan en la semejanza de las cosas existentes; lo arbitrario es la relación que existe entre la palabra y el pensamiento. Por esto mismo, las definiciones no son la señalización, por género y diferencia, de la esencia de una cosa, sino la «indicación del significado» de una palabra mediante términos no sinónimos.
5. El conocimiento
El libro IV, dedicado al «conocimiento humano» es en realidad muy poco empirista; pese a distinguir en él un conocimiento intuitivo, un conocimiento demostrativo y un conocimiento sensible, la teoría que expone se combina mal con la exposición del empirismo clásico hecha en los dos primeros libros. Sabemos que una cosa existe de tres maneras: por intuición (así conocemos nuestra propia existencia); por demostración (así conocemos, por ejemplo -dice Locke-, la existencia de Dios) y por sensación, esto es, aquella percepción que la mente tiene de que existen cosas particulares finitas (así sabemos, con menor certeza, no obstante, que la que proporcionan la intuición y la demostración, que las cosas externas existen). El conocimiento cierto es escaso; por ello importa el conocimiento probable, esto es, el verosímil y que sólo se acerca a la certidumbre, tanto en lo que se refiere a la teoría como a la práctica.
6. Sociedad y Estado
La filosofía política la expone Locke en Dos tratados del gobierno civil y la moral en Carta sobre la tolerancia (ambas de 1690). El primero de los tratados es una crítica al absolutismo político y a la idea de una monarquía de derecho divino (tal como la entendía Robert Filmer en el Patriarca); el segundo, mucho más importante, trata del origen y de los objetivos del gobierno civil, iniciando así la teoría del liberalismo político.
Toda su filosofía política parte de la idea de una ley natural: a la vez ley de Dios y de la razón, que gobierna la naturaleza y es, al mismo tiempo, la ley moral a que está sometido el hombre; el hombre está capacitado para comprender sus deberes morales y el cumplimiento de éstos es, por lo mismo, razonable. Los deberes/derechos morales a que obliga la ley natural son: la vida, la libertad y la propiedad. Estos derechos/deberes existen ya en el estado de naturaleza en que el hombre se halla antes de iniciar la vida en un Estado político, y cuyos elementos básicos son la libertad y la igualdad; el hombre razonable así lo comprende y admite ambas, pero su situación de mera naturaleza -pese a no ser un estado de guerra de todos contra todos, como en Hobbes- no asegura que estos derechos/deberes se consigan.
Por esta razón, los hombres desean vivir en una sociedad donde el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad esté garantizado a través de la existencia de un «sistema jurídico y judicial».
Se pasa de la sociedad natural a la civil por «consentimiento», por un contrato social (si bien Locke no utiliza esta expresión). Los hombres se unen en sociedad, no para escapar, como en Hobbes, a la amenaza de muerte, sino llevados por la libertad que sienten y quieren proteger, porque la ven amenazada: los hombres libres, iguales e independientes se vuelven ciudadanos por decisión propia, por consentimiento o por convención, aceptan a los demás como asociados para salvaguardar sus vidas, sus libertades y sus propiedades . El objetivo primario que explica el surgimiento de la sociedad es la necesidad de defender la propiedad, que Locke considera un derecho natural que difícilmente puede mantenerse en el estado de naturaleza. En segundo lugar, lo explica la necesidad del juez y de la existencia del derecho, garantía de imparcialidad. Por último, el poder capaz de tomar decisiones adecuadas ante la necesidad del castigo. El empirismo de Locke no ha de entenderse meramente como una teoría (psicológica, para algunos) del origen del conocimiento a partir de la experiencia, sino que ha de ser visto también como una reducción modesta y razonable de los límites de la razón. El «hombre razonable» de Locke deja de lado las optimistas y excesivas capacidades de la razón racionalista de Descartes y se atiene a unas pocas certezas posibles y a muchas conjeturas y probabilidades, tanto en lo tocante a la filosofía teórica, como a la política y la ética : «El candil que nos alumbra brilla lo suficiente para todos nuestros menesteres.»
Newton: (1642-1727) Científico inglés, nacido en Woolsthorpe, Lincolnshire, autor de la teoría más fundamental del universo: la gravitación universal; sus investigaciones y la metodología científica empleada, constituyen la verdadera culminación de la llamada revolución científica. A los 18 años ingresó en el Trinity College, de Cambridge, y a los 26, en 1669, es nombrado profesor Lucasiano de matemáticas de esta misma universidad, sustituyendo a su profesor, Isaac Barrow, que había renunciado a ella en favor suyo. En esta época -la más fecunda intelectualmente de su vida-, ya había realizado investigaciones en matemáticas (entre otras, el cálculo de fluxiones), mecánica celeste (estudios iniciales sobre la gravitación) y óptica (análisis de la luz y de los colores y un telescopio de reflexión).
En 1672, a los 30 años, es nombrado miembro de la Royal Society. En febrero de este mismo año, comunica en carta dirigida a Oldenburg, secretario de esta corporación, su teoría sobre la composición de la luz y de los colores, según la cual la luz blanca puede descomponerse, mediante un prisma, en luces de colores según el índice de refracción, que un nuevo prisma transforma en luz blanca, y, en 1675, envía a la Royal Society su Hipótesis sobre la luz. Esta Sociedad reconstruye con éxito el experimento de Newton en su propia sede, el 27 de abril de 1676. La agria controversia suscitada por su teoría de la luz y el hecho de pasar a representar personalmente a la universidad ante el Parlamento, hacen que Newton se retire de la actividad científica pública, dedicándose sólo a sus investigaciones científicas y a experimentos de alquimia. En 1682, el paso del cometa posteriormente bautizado como «Halley» le incita a reemprender sus estudios de mecánica celeste y la visita del propio Halley, en 1684, le sirve de ocasión a Newton para revelar su descubrimiento de la (demostración matemática de la) teoría de la gravitación universal. Este mismo año inicia la polémica con Leibniz, con motivo de un libro de éste sobre el cálculo, acerca de quién debía ser considerado primer descubridor del cálculo infinitesimal (descubierto por ambos, al parecer, de forma independiente en la misma época); él mismo redactaría, en 1713, el informe Commercium Epistolicum, en que se atribuye a sí mismo la paternidad del descubrimiento.
En 1687 aparece su obra más importante, Philosophiae Naturalis Principia Mathematica [Principios matemáticos de la filosofía natural], conocida simplemente como los Principia, obra que consta de tres libros: los dos primeros (I: «El movimiento de los cuerpos», II: «El movimiento de los cuerpos en medios resistentes») establecen las bases teóricas de la mecánica clásica -expuesta según un método matemático-geométrico, y no en el de las fluxiones, o cálculo, sólo conocido por él en aquella época- que, luego, aplica en el libro tercero, que lleva el subtítulo de El sistema del mundo, a los movimientos celestes, determinando de esta manera, y precisándola cuantitativamente, la existencia de la gravitación universal: fuerza por la que dos cuerpos cualesquiera en el universo se atraen según el producto de sus masas y el inverso del cuadrado de su distancia. Presupuesto y teorema fundamental de la teoría es la consideración de todos los cuerpos a modo de masas puntuales concentradas en su centro.
Por dos veces, en 1689 y 1701, es elegido miembro del Parlamento como representante de la universidad de Cambridge; en 1696 es nombrado inspector de la Casa de la Moneda y luego en 1699 director de la misma, cargo muy bien remunerado que le permite renunciar en 1701 a la cátedra de Cambridge, y en 1703 es elegido presidente de la Royal Society, sucediendo a Robert Hooke (1635-1703) en este cargo, que desempeña hasta su muerte En 1704 publica la Óptica, o tratado de la luz y los colores, que reproduce los estudios realizados en su juventud, y en 1705 es nombrado por la reina «caballero». En 1706 aparecen sus lecciones de álgebra que llevan el título de Arithmetica universalis. En sus últimos 25 años de vida Newton ya no publica investigaciones científicas de importancia, y actúa sobre todo como influyente presidente de la Royal Society y director de la casa de la Moneda. Una serie de manuscritos dejados a su muerte, conocidos como «Colección Portsmouth», lo revelan como hombre interesado por la alquimia, la teología y los textos herméticos y los bíblicos, que interpretaba en sentido literal. Y aunque tales rasgos impiden, de alguna manera, considerar a Newton como el representante más genuino del pensamiento racional e ilustrado -lugar que, por otra parte, parecería tener que ocupar por la enorme trascendencia de sus dos obras científicas de mayor importancia y la rigurosa metodología científica en ellas desplegada-, su aportación en diversos ámbitos de la filosofía es de sumo interés histórico. Desde el punto de vista de la historia de la ciencia, Newton logra explicar el movimiento de los cuerpos celestes con los mismos principios del movimiento con que caen los cuerpos: la órbita elíptica de los cuerpos celestes (según la primera ley de Kepler) es la resultante de un movimiento de inercia (principio formulado por Gali-leo) y la fuerza de atracción del Sol, cuyo valor establece de acuerdo con la tercera ley de Kepler (directamente proporcional al producto de las masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia). Los planetas caen hacia el Sol -o la Luna hacia la Tierra- igual como la manzana sobre la superficie terrestre: «todo cae». Este «sistema del mundo», que unifica bajo las mismas leyes todo el universo, resulta posible gracias a la descripción ideal matemática que de él ha hecho Newton, juzgada como la más cercana a la realidad hasta el momento. El método que sigue Newton es el método galileano de análisis y síntesis, en el que hay que distinguir el momento de la observación, el experimento y la inducción o generalización de lo observado (análisis), mediante el cual se llega a los principios, esto es, a las causas y a las fuerzas a que se atribuyen los fenómenos, y el momento en que se explican desde los principios y causas los fenómenos observados. Él mismo afirma, en su Reglas del filosofar, con las que inicia el libro III de los Principia, que las hipótesis no pueden «debilitar» los razonamientos fundados en la inducción. Se discute en la actualidad si verdaderamente Newton pudo basar en la inducción las leyes del movimiento, o si, por ejemplo, derivó de manera inductiva la ley de la gravitación universal a partir de las leyes de Kepler; Pierre Duhem, por ejemplo, lo niega y sostiene, junto con otros, que en realidad Newton no se atuvo estrictamente al método que describe en la Óptica y que, en diversos momentos de su obra, recurre a hipótesis (por ejemplo, a la del espacio y tiempo absolutos, en modo alguno empíricamente observable, la del sensorium Dei y aún la del «éter» -«cierto espíritu sutilísimo que penetra los cuerpos»-, de que habla al final del Escolio General). La conocida frase de Newton -«no imagino hipótesis» (hypotheses non fingo)-, no ha de interpretarse, por tanto, literalmente. La mecánica clásica newtoniana, junto con el «sistema del mundo» de Newton, no tuvo dificultad alguna para imponerse sobre la visión cartesiana de un universo de vórtices, difundida por aquella época por el Tratado de física (1671) del cartesiano Jacques Rohault; mientras se imponía fácilmente en Inglaterra, donde sólo Berkeley se opuso, en Francia, donde llegó antes la Óptica que los Principia, sus divulgadores fueron Maupertuis y Voltaire.
PARMÉNIDES: Las fuentes nos presentan a Parménides como miembro de una familia acaudalada y nobiliaria. Sería discípulo de Jenófanes, participando activamente en los asuntos políticos de su ciudad. Su pensamiento es el "ser", la verdadera y única realidad; el "no ser" resulta una inestable apariencia. Para Parménides, la verdad es lo mismo que pensar y pensar es lo mismo que ser. El ser es uno, único, inmutable y eterno.
PITAGORAS:Era originario de la isla de Samos, situado en el Mar Egeo. En la época de este filósofo la isla era gobernada por el tirano Polícrates. Como el espíritu libre de Pitágoras no podía avenirse a esta forma de gobierno, emigró hacia el occidente, fundando en Crotona (al sur de Italia) una asociación que no tenía el carácter de una escuela filosófica sino el de una comunidad religiosa. Por este motivo, puede decirse que las ciencias matemáticas han nacido en el mundo griego de una corporación de carácter religioso y moral. Ellos se reunían para efectuar ciertas ceremonias, para ayudarse mutuamente, y aun para vivir en comunidad. En la Escuela Pitagórica podía ingresar cualquier persona, ¡hasta mujeres!. En ese entonces, y durante mucho tiempo y en muchos pueblos, las mujeres no eran admitidas en las escuelas. Se dice que Pitágoras se casó con una de las alumnas. El símbolo de la Escuela de Pitágoras y por medio del cual se reconocían entre sí, era el pentágono estrellado, que ellos llamaban pentalfa (cinco alfas). Debido a la influencia política que tuvo la Escuela en esa época, influencia que era contraria a las ideas democráticas existentes, se produjo, tal vez, después del año 500 una revuelta contra ellos, siendo maltratados e incendiadas sus casas. Pitágoras se vio obligado a huir a Tarento, situada al sur de Italia. Algunos piensan que un año más tarde murió asesinado en otra revuelta popular en Metaponto. Se debe a Pitágoras el carácter esencialmente deductivo de la Geometría y el encadenamiento lógico de sus proposiciones, cualidades que conservan hasta nuestros días. La base de su filosofía fue la ciencia de los números, y es así como llegó a atribuirles propiedades físicas a las cantidades y magnitudes. Es así como el número cinco era el símbolo de color; la pirámide, el del fuego; un sólido simbolizaba la tetrada, es decir, los cuatro elementos esenciales: tierra, aire, agua y fuego.
PLATÓN: Filósofo griego. Apodado Platón («el de las anchas espaldas») por su prestancia física, perteneció a una rica familia aristocrática.
A los dieciocho años, y a través de su maestro Cratilo, Platón entró en contacto con Sócrates, abandonando su primer interés por la poesía en favor de la filosofía. Permaneció en estrecha relación con Sócrates hasta la condena y ejecución de éste en el 399 a.C., tras lo cual, descontento con la actuación de los demócratas, se refugió en Megara junto con otros miembros del círculo socrático.
Platón viajó luego por Egipto y visitó también Siracusa, donde conoció a Dión, cuñado del tirano Dionisio el Viejo; según una historia poco fiable, a raíz de un conflicto entre el tirano y Platón, el filósofo acabó siendo vendido como esclavo.
Hacia el 387 a.C., Platón regresó a Atenas y un tiempo después fundó allí su escuela, la Academia. En el 367 a.C. viajó de nuevo a Siracusa, donde permaneció más de un año. De nuevo surgieron tensiones, esta vez con Dionisio el Joven, quien había sucedido a su padre el mismo año de la llegada de Platón; si se considera auténtico el testimonio de una de las cartas tradicionalmente atribuidas a éste, el motivo de su viaje fue, a instancias de Dión, el de contribuir a la reforma del gobierno de la ciudad por su unión con la filosofía, objetivo que se vio frustrado cuando el tirano desterró a Dión; un tercer viaje a Siracusa (361 a.C.) terminó de modo parecido. Afincado ya en Atenas, Platón murió a la edad de ochenta años.
La doctrina de Platón está recogida en su práctica totalidad en forma de diálogos, protagonizados en su mayoría por Sócrates, aunque la doctrina expuesta en ellos se aleja progresivamente de las ideas del maestro, hasta los diálogos de madurez, en que Sócrates se convierte en el portavoz de las teorías de Platón.
La más célebre de ellas es la teoría de las ideas, según la cual éstas poseen el ser propiamente dicho y pertenecen al mundo de las ideas, al que corresponden los caracteres que Parménides atribuyó al ser: entre otros, la inmutabilidad y la eternidad; el mundo sensible es mera apariencia, y sus objetos son sombras de las ideas, con las que se relacionan por participación.
La naturaleza de esta relación entre ambos mundos fue objeto de revisión por el propio Platón en sus diálogos de vejez, especialmente en el Parménides, y en ella se centrarán las críticas de Aristóteles.
La teoría de las ideas, expuesta por Sócrates de forma figurada en el mito de la caverna de La República, ofrece una síntesis que resuelve en parte las paradojas y los debates que habían enfrentado a los presocráticos, a propósito de la naturaleza de la pluralidad y el devenir y su relación con la unidad y la estabilidad exigidas por la razón.
El alma humana es inmortal, procede del mundo de las ideas y se halla caída en el mundo sensible, si bien puede «recordar» las ideas o modelos que conoció antes de su caída; este proceso, que Platón llamó anamnesis, se erige en principio epistemológico en el que se funda el saber.
Su teoría política, enemiga de la democracia ateniense, aparece en La República, donde Platón relaciona el buen funcionamiento de la ciudad con la armonía entre los diversos estamentos de que se compone, los cuales reproducen las partes del alma y cuyo estrato superior lo deberían ocupar los filósofos, que corresponden a la razón en el alma individual.
La filosofía platónica es la base de una de las corrientes más importantes, sin duda, del pensamiento occidental, del que A. N. Whitehead llegó a decir que podía interpretarse en su conjunto como una colección de notas escritas al hilo de la lectura de Platón.
PROTAGORAS:Para Protágoras "el hombre es la medida de todas las cosas" como puso de manifiesto en sus obras. Considera que es imposible alcanzar la verdad, consiguiendo sólo la opinión más favorable y útil. Se autodenomina sofista y es el promotor de esta importante escuela donde destacó como maestro de la virtud. Al afirmar que "la virtud es la destreza del fuerte" se manifiesta dentro del escepticismo.
SOCRATES: Filósofo griego. Sócrates fue hijo de una comadrona, Faenarete, y de un escultor, Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo.
Pocas cosas se conocen con certeza de su vida, aparte de que participó como soldado de infantería en las batallas de Samos (440), Potidea (432), Delio (424) y Anfípolis (422). Fue amigo de Aritias y de Alcibíades, al que salvó la vida.
La mayor parte de cuanto se sabe sobre Sócrates procede de tres contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y el filósofo Platón.
El primero lo retrató como un sabio absorbido por la idea de identificar el conocimiento y la virtud, pero con una personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto vulgares.
Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia, Las nubes (423), donde a Sócrates se le identifica con los demás sofistas y es caricaturizado como engañoso artista del discurso.
Estos dos testimonios matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos, en los que aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser en ocasiones excesivamente idealizada, aun cuando se considera que posiblemente sea la más justa.
Se tiene por cierto que Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo. Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la actividad del marido y propensa a comportarse de una manera brutal y soez. En cuanto a su apariencia, siempre se describe a Sócrates como un hombre rechoncho, con un vientre prominente, ojos saltones y labios gruesos, del mismo modo que se le atribuye también un aspecto desaliñado.
Sócrates se habría dedicado a deambular por las plazas y los mercados de Atenas, donde tomaba a las gentes del común (mercaderes, campesinos o artesanos) como interlocutores para someterlas a largos interrogatorios.
Este comportamiento correspondía, sin embargo, a la esencia de su sistema de enseñanza, la mayéutica, que Sócrates comparaba al arte que ejerció su madre: se trataba de llevar a un interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como alojada ya en su alma, por medio de un diálogo en el que el filósofo proponía una serie de preguntas y oponía sus reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible reconocer si las opiniones iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o un verdadero conocimiento.
La cuestión moral del conocimiento del bien estuvo en el centro de sus enseñanzas, con lo que imprimió un giro fundamental en la historia de la filosofía griega, al prescindir de las preocupaciones cosmológicas de sus predecesores. El primer paso para alcanzar el conocimiento, y por ende la virtud (pues conocer el bien y practicarlo era, para Sócrates, una misma cosa), consistía en la aceptación de la propia ignorancia.
Sin embargo, en los Diálogos de Platón resulta difícil distinguir cuál es la parte que corresponde al Sócrates histórico y cuál pertenece ya a la filosofía de su discípulo. Sócrates no dejó doctrina escrita, ni tampoco se ausentó de Atenas (salvo para servir como soldado), contra la costumbre de no pocos filósofos de la época, y en especial de los sofistas, pese a lo cual fue considerado en su tiempo como uno de ellos.
Con su conducta Sócrates se granjeó enemigos que, en el contexto de inestabilidad en que se hallaba Atenas tras las guerras del Peloponeso, acabaron por considerar que su amistad era peligrosa para aristócratas como sus discípulos Alcibíades o Critias; oficialmente acusado de impiedad y de corromper a la juventud, Sócrates fue condenado a beber cicuta después de que, en su defensa, hubiera demostrado la inconsistencia de los cargos que se le imputaban.
Según relata Platón en la apología que dejó de su maestro, Sócrates pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir, pues como ciudadano se sentía obligado a cumplir la ley de la ciudad, aunque en algún caso, como el suyo, fuera injusta. Peor habría sido la ausencia de ley.
TALES: Tradicionalmente se considera a Tales como el promotor de la filosofía occidental al fundar la escuela de Mileto y plantear cuál era el origen de las cosas. Tales consideró que ese principio sería el agua. También se dedicó a las matemáticas -descubriendo algunos teoremas-, la astronomía - predijo un eclipse de sol que ocurrió en 585 a.C.- y la política, siendo incluido entre los Siete Sabios.
ZENON: Natural de Elea, amigo y discípulo de Parménides, n. ca. 491-486 a. C., según el testimonio de Platón: «En cierta ocasión había venido para asistir a las Grandes Panateneas Zenón y Parménides. Zenón se aproximaba en aquel tiempo a los cuarenta [de Parménides se ha dicho que frisaba los sesenta y cinco], era alto y de agradable presencia y decíase que había sido el favorito de Parménides» (Parménides, 127b). Comprendo ahora, Parménides -observó Sócrates-, que. Zenón no sólo no quiere prescindir de tu amistad, sino tampoco de tu obra. Es realmente tu propio pensamiento lo que repite» (ib. 128a). Intervino en la política de su ciudad. Escribió varias obras en prosa: Erides (Discusiones), Contra los físicos, Sobre la Naturaleza (Peri Physeos) y Explicación crítica de Empédocles,de las que se conservan algunos fragmentos. El mismo Platón (ib. 128b) expone el objetivo del pensamiento de Z. de E.: defender los caracteres esenciales del Ser tal como lo entendía Parménides, frente a los que consideraban que conducían a contradicciones, mostrando que su negación llevaba a contradicciones aún mayores. Aristóteles le considera fundador del arte de discutir, es decir, de argumentar a partir de proposiciones admitidas por el adversario, reduciéndolas al absurdo o refutándolas mediante aporías ( a-poros: sin camino, sin salida), que en general vienen a ser sofismas, es decir, argumentos engañosos. Es, pues, el dialéctico de la Escuela de Elea, que desarrolla el aspecto crítico de la filosofía de su maestro, y como dialéctico gozó de gran fama en la antigüedad.
Los historiadores modernos sostienen, en general, que Z. de E. dirigió sus críticas contra los pitagóricos: éstos afirmaban que las cosas son números (pluralidad, frente al Uno de Parménides), es decir, que están compuestas de unidades discretas, como puntos inexistentes e indivisibles o instantes de tiempo (discontinuidad, frente a la continuidad del Ser de Parménides) en número infinito, y que son, por tanto, infinitamente divisibles. Para Z. de E. las nociones de extensión divisible y de magnitud indivisible son contradictorias. La unidad excluye todo el resto y se basta a sí misma. Pero sus argumentos quieren ser aplicables contra cualquier tipo de pluralismo y movilismo o cambio, de los que pretenden ser refutación completa. Tratan de demostrar que la multiplicidad y el movimiento, tan evidentes en la realidad, son contradictorios para la razón y, por tanto, no pueden ser propios del Ser, es decir, la realidad sería apariencia y en el fondo nada cambiaría y todo sería siempre lo mismo, como decía Parménides con su teoría del «Ser». Sus argumentos fueron refutados por Aristóteles en la Física, y desde entonces han sido objeto del interés y de la crítica de filósofos y científicos y han suscitado un gran número de discusiones y refutaciones, desde distintos puntos de vista. Todos los argumentos de Z. de E. parecen válidos contra las concepciones pitagóricas. Pero, excesivamente proclives al racionalismo, a una identificación del pensar con el ser y la realidad, ni los pitagóricos ni los eleatas supieron salir de sus aporías y antinomias y avanzar por los caminos de una filosofía realista que tenga en cuenta y parta de la multiplicidad y cambios reales de los entes y sus grados de ser, etc. Los argumentos de Z. pueden sistematizarse del siguiente modo:
2. Contra la multiplicidad. 1) Si la unidad es inextensa, ni siquiera existe. Si fuera añadida a una cosa (cualquiera, no la haría más grande, ni la haría más pequeña si fuera sustraída. Es, pues, imposible componer una magnitud con unidades inextensas o con puntos: sería componerla con nadas. Luego la unidad inextensa no puede ser componente de una magnitud. Para que la unidad exista y pueda componer una magnitud debe ser extensa. Pero entonces, por mínima que se suponga su extensión, como en cada cosa existen partes extensas infinitamente divisibles, cada cosa será infinitamente grande. En conclusión: la unidad que compone una magnitud es a la vez extensa e inextensa, porque si es extensa ya está compuesta y no es la unidad, y si es inextensa no compone la magnitud. Luego la discontinuidad o pluralidad de unidades es absurda, porque en tal caso las cosas serían a la vez infinitamente grandes e infinitamente pequeñas o nulas e inexistentes (cfr . Piels FVS, 29B, fr. 1-2). 2) Si las cosas son una pluralidad, su número es al mismo tiempo finito e infinito. Finito, porque no pueden ser ni más ni menos que las que son. Infinito, porque si son una pluralidad de cosas habrá siempre otras cosas entre ellas, y de nuevo otras cosas entre estas últimas; y así las cosas serán infinitas en número (ib. fr. 1 y 3). 3) Si las cosas son múltiples, cada una' de ellas debe ser tan perceptible como lo es su totalidad. Las cosas reunidas en un conjunto no pueden producir un efecto que cada una de ellas por separado no produce. Si un saco de trigo hace ruido, cuando cae, cada grano y cada partícula de grano habría de hacer ruido, lo cual no ocurre (ib. A29). 4) Si todas las cosas están en el espacio, el espacio es algo que, a su vez, deberá estar en otro espacio, y éste en otro, y así hasta el infinito, lo que es imposible. Luego nada está en el espacio, o el espacio no existe (ib. A24).
Crítica. Los argumentos suponen que la magnitud espacial se compone de puntos o unidades inextensas e indivisibles y que puede resolverse en ellas. Pero esto es falso, como lo advierte z. de E.: unidades inextensas no pueden constituir una extensión. Las aporías se basan, entonces, en que esas unidades han de ser al mismo tiempo elementos últimos (puntos inextensos) y magnitudes. Pero esto no es necesario. La infinitud o infinita divisibilidad de la magnitud espacial no es actual, sino sólo potencial y mental, en el sentido de que es indefinidamente divisible mentalmente, porque toda parte será a su vez extensa y divisible ulteriormente. En cuanto es siempre extensa, nunca se llegará a puntos inextensos; en cuanto es siempre ulteriormente divisible, las partes actualmente divididas nunca alcanzarán un número infinito. El argumento 3) desconoce los umbrales de la percepción, o el hecho de que el excitante debe alcanzar un grado determinado de intensidad para poder ser percibido por el hombre. Respecto al argumento 4), no es necesario que el espacio esté en otro espacio, sino más bien que el espacio esté en las cosas, es decir, que las cosas sean extensas.
3. Contra el movimiento. Son los «argumentos» que se han hecho más famosos: 1) El corredor en el estadio o la dicotomía (división en dos mitades). Es imposible que el corredor llegue al final del estadio o a un término cualquiera. En efecto: antes de alcanzar ese término debe alcanzar la mitad, y antes de alcanzar la mitad debe alcanzar la mitad de esa mitad, y así hasta el infinito. Si se da el movimiento debe atravesar una cantidad infinita de puntos, un espacio infinito. Pero el espacio infinito no puede ser recorrido en un tiempo determinado. 2) Aquiles y la tortuga. Aquiles, el de los pies ligeros, no puede alcanzar a una tortuga que le lleva una ventaja inicial. En efecto: necesitará un tiempo para llegar al punto de donde la tortuga ha partido, tiempo en el cual la tortuga ha avanzado y se encuentra ya en otro punto; para alcanzar ese segundo punto necesitará también un tiempo, en el que la tortuga ha avanzado de nuevo; y así hasta el infinito. Debe, pues, atravesar un espacio infinito. Pero el espacio infinito no puede ser recorrido en un tiempo determinado. 3) La flecha. La flecha lanzada en el aire está en realidad inmóvil. En efecto: en cada instante del tiempo ocupa una determinada posición del espacio, y en ese instante no se mueve. «El móvil no se mueve ni en el espacio donde se encuentra, ni en aquel donde no se encuentra» (ib. fr. 4). y como todo el tiempo está compuesto de instantes, de la suma de todos los instantes, en que está en reposo, no puede resultar un movimiento. 4) El estadio. Dos corredores se mueven con igual velocidad en sentidos opuestos, cada uno a partir de un extremo del estadio, y se cruzan ante un objeto inmóvil que está en el centro. Se supone que espacios iguales deben recorrerse en tiempos iguales por cuerpos que se mueven a igual velocidad. Sin embargo, los corredores se encontrarán al cabo de un tiempo que es la mitad de aquel en que se encontrarían si sólo se moviese uno de ellos, y cada uno se mueve en relación al otro dos veces más rápidamente que con relación al objeto inmóvil. O bien: un móvil se mueve primero a lo largo de una magnitud movida a su vez con la misma velocidad en sentido contrario, y después a lo largo de una magnitud igual en reposo. Se supone que tanto el tiempo como el espacio constan de infinitos indivisibles, y que el intervalo entre un punto y otro es pasado en un instante indivisible. Aun siendo iguales en ambos casos la velocidad y la magnitud a recorrer, el tiempo es en el segundo caso doble que en el primero. De donde resulta negado el principio de que espacios iguales se recorren en tiempos iguales por cuerpos que se mueven a igual velocidad. y el instante necesario para pasar de un punto del objeto inmóvil al punto siguiente será la mitad del instante que necesita para pasar de un punto del objeto móvil al punto siguiente. Los corredores que se han cruzado lo han hecho a la mitad de un instante. Cada móvil avanza por números enteros (indivisibles en el tiempo), ya la vez por mitades de tiempo. Luego los indivisibles se dividen, lo que es absurdo, o la mitad es igual a su doble, lo que también es absurdo. Luego el movimiento, que engendraría tales absurdos, es imposible.
Crítica. Antístenes, no sabiendo responder a los argumentos de z. de E. contra la realidad del movimiento, se levantó y se puso a andar (ib. AI5). Representa el sentido común frente a la «lógica» del racionalismo sofista («el movimiento se demuestra andando» ): no sabe defenderse, pero está seguro de su realidad. Los argumentos 1) y 2) son el mismo; ambos suponen que toda distancia está compuesta y se resuelve en un número infinito de puntos, y por tanto es infinita actualmente. Pero esto es falso. Una distancia espacial o temporal infinita -porque está infinitamente dividida o porque sus extremos distan infinitamente- no puede ser recorrida en un tiempo finito, pero sí puede serlo en una distancia finita (indefinidamente divisible lo será sólo mentalmente o en potencia). Los argumentos 1), 2) y 3) suponen que el movimiento y el tiempo están compuestos de instantes indivisibles, lo que es falso. El movimiento es continuidad, y sus partes tienen siempre una duración. Cada paso del corredor del estadio, de Aquiles y de la tortuga es una continuidad, y en cualquier parte del tiempo la flecha estará en movimiento. Además, hay en ellos una confusión entre el movimiento y el espacio recorrido. El espacio puede dividirse, obteniendo así partes simultáneas. El tiempo, no. Sus partes no están presentes simultáneamente ni pueden dividirse y aislarse en acto. En este sentido el tiempo es indivisible. Cada paso del corredor o de Aquiles es indivisible. La flecha no está jamás detenida en un punto de su trayecto; podría estarlo, en el sentido de que pasa y podría haberse parado; pero si se hubiera parado ya no se trataría de un movimiento por ese punto. Si consideramos que está en varios puntos, se para en ellos, y entonces no hay un movimiento, sino muchos. Si consideramos que está en todos los puntos, se para en todos ellos, y entonces no hay movimiento alguno. Estados de reposo yuxtapuestos no equivaldrán jamás a un movimiento. La ilusión consiste en sustituir al movimiento el espacio recorrido y divisible, suponiendo que lo que es verdadero de la línea recorrida es verdadero del movimiento. El argumento 4) no tiene en cuenta que el tiempo empleado por un móvil con la misma velocidad en el mismo espacio es distinto según que este espacio esté en reposo o en movimiento. En último término, se supone que tanto el tiempo como el espacio constan de un número infinito de indivisibles en acto, lo cual es falso; si fueran efectivamente infinitos, habría tantos en la mitad como en el doble, o en dos magnitudes cualesquiera.
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Enviado por: | Nikaya |
Idioma: | castellano |
País: | España |