Filosofía y Ciencia


Diálogos; Platón


Como ya es característico, en el compendio “Los Diálogos de Platón”, Sócrates es la figura principal de éstos, fungiendo como líder en el proceso de búsqueda de la verdad. El diálogo “Teetetes o de la Ciencia” no es la excepción. En este diálogo Sócrates se describe a si mismo como el asistente en el alumbramiento de las almas, aceptando humildemente que el no produce nada pero que gracias a su experiencia y conocimiento de la situación puede distinguir cuando un alma está fecunda y lista para producir. En ese momento, y solo si el alma esta dispuesta, él la ayudará a llegar a la verdad mediante el cuestionamiento continuo. En este proceso, conocido como Mayéutica, el alma no aprende nada de Sócrates sino que ella misma encuentra los conocimientos mediante este cuestionamiento y no mediante la adquisición. Este es el caso de Teetetes de quién Sócrates descubre su alma fecunda y lista para producir y, ante la disposición del muchacho y la advertencia sobre el dolor que produce la búsqueda de la verdad y la producción de algo nuevo, comienzan a conversar y poco a poco Sócrates comienza a cuestionarlo.

El centro de la conversación, la búsqueda de la diferencia entre el saber y la ciencia; el punto de partida, olvidar el creer lo escuchado para examinar los hechos y poder descubrir la verdad. Conceptos de gran importancia que han sustentado al Método Científico. La conversación parte de la palabra ciencia, a la que se le describe como todo lo que se puede aprender sobre un tema específico. Esta descripción produce, según la peculiar forma de examinar de Sócrates, un nuevo cuestionamiento; es difícil comprender el objetivo de un ciencia particular, si no se conoce qué es la ciencia en si. Me atrevería a sugerir que el pensamiento que Platón pretende propiciar, o describir, a través del cuestionamiento de Sócrates, es del tipo del Raciocinio Lógico Deductivo que Aristóteles definió, años mas tarde, como “la deducción lógica que va de lo universal a lo particular”.

Ahora se tiene claro el objetivo de Platón; descubrir qué es la ciencia y cuál es su naturaleza y esto lo lleva a otros cuestionamientos y exámenes. En este diálogo el examen se basa en tres diferentes opiniones ya existentes. La opinión de Teetetes quién afirma, influenciado por las lecturas que ha hecho sobre Protágoras, que “si se siente que se sabe una cosa, la ciencia no se diferencia en nada de la sensación” y la propia opinión de Protágoras quien dice que “el hombre es la medida de todas las cosas, de la existencia de las que existen, y de la no existencia de las que no existen”, es decir que las cosas son en relación a como el hombre las ve. La opinión de Heráclito quien dice que las cosas son producto del movimiento continuo. Y por último la opinión de Parménides quien afirma que “todo es uno y que ese uno es estable en si mismo, no teniendo espacio donde moverse”.

Es sabido que Platón afirmaba que “nuestros sentidos nos engañan” por lo que hace que Sócrates dirija su examen hacia las sensaciones, hacia como el hombre ve las cosas y hacia el movimiento y dice que lo que el ser humano percibe es una mezcla entre las sensaciones y el movimiento ya que este es el que rige lo que nos parece existir y que debido a nuestra ignorancia es necesario examinar si nuestros pensamientos se contradicen o si están de acuerdo; esto es, examinar y estudiar los diferentes aspectos bajo los que se presentan las cosas para así poder comprenderlas siguiendo tres principios básicos:

Nada crece o disminuye por si misma sino que permanece igual.

Si no se le aumenta o disminuye de manera deliberada, permanecerá igual.

Lo que existe ahora es producto de un proceso de formación inicial.

Dice Sócrates, utilizando la opinión de Heráclito, que efectivamente todo está en movimiento y que este puede ser activo o pasivo y de la interacción de ambos surgen la sensación y la sensibilidad, no pudiendo darse una sin la otra. La sensación se refiere a lo que nuestros sentidos captan y a nuestras emociones, mientras que la sensibilidad surge como consecuencia de la sensación; juntas producen una idea diferente cada vez que interactúan. Por lo que si todo está en movimiento y nada es estable y no pude solamente ser o existir, como diría Parménides, sino que más bien se hace, se engendra o se produce gracias a su interacción mutua y que el hombre también esta en movimiento y es cambiante, ya sea por el estado de vigilia o de sueño en el que se encuentre o por su condición de enfermedad o locura. Por esto es que las sensaciones son diferentes para cada ser humano debido a que este, influenciado por el movimiento, es diferente. Este movimiento o cambio hace que cada causa activa produzca distintos efectos sobre la causa pasiva, en este caso el hombre, con respecto a la causa activa. El ejemplo de Sócrates sobre el vino es bastante ilustrativo; en un estado de salud el vino producirá una sensación dulce, mientras que en un estado de enfermedad producirá una sensación amarga. El vino, la causa activa, produce diferentes efectos sobre Sócrates, la causa pasiva, como resultado del movimiento o cambio de la causa pasiva que se verá reflejado en el efecto que provoca la causa activa. Así que en efecto, nuestros sentidos nos engañan pero no solamente por que sí, sino porque hay una causa que produce este engaño.

Examinadas las tres posturas el paso siguiente será el de comprobar si estas son ciertas o si son producto de la fantasía y ante el titubeo de Teetetes, quien afirma que las tres posturas son verdaderas, Sócrates comienza un nuevo examen; ¿son las cosas producto de que existen en relación al hombre, o son producto del constante cambio o son producto de las sensaciones? El primer examen se centra en la opinión de Protágoras de quién Sócrates se mofa y refuta su idea desde dos ángulos. Primero, si la sensación es la medida de todas las cosas y tanto los hombres como los animales tienen sensación la conclusión lógica sería que no existe diferencia entre ambos y que el hombre no supera al animal. Segundo, si nuestras opiniones solo son producto de nuestras propias y únicas sensaciones, ¿cómo podemos saber que es verdad y que es mentira si todo es diferente para cada quien?, por lo que no existiría una verdad sino que muchas verdades. Aclarada de manera general la falacia sobre la existencia de que las cosas son como el hombre las ve, Sócrates examina la opinión de Teetetes acerca de la igualdad entre la sensación y la ciencia. De nuevo por medio del cuestionamiento, se acuerda que el recibir la sensación de algo o el sentir las cosas no significa el poderlas comprender; el ver las letras no significa el poder entender la lectura, ya que además de la sensación existe la memoria, y el objeto de esta es lo que se ha aprendido y sentido. No siempre se necesita sentir para saber puesto que recordar lo ya sentido es suficiente. Con esto la conclusión lógica del examen de estas dos opiniones es clara, la sensación no es lo mismo que la ciencia y por lo tanto se continuará buscando una definición para ciencia.

Para continuar esta búsqueda, Platón deja a un lado la Mayéutica para utilizar su propio método que es la Dialéctica y a través de Sócrates plantea la postura de Protágoras para después poder discutirla y llegar a una concusión. El punto de partida es este; ¿ es posible que la persona misma que sabe una cosa, no sepa que la sabe? , es decir que si se puede saber algo y no saber que se sabe. A este respecto la postura de Protágoras es la siguiente: cuando la impresión no subsiste, las cosas que se han sentido no se conservan en la memoria ya que la memoria y la sensación tienen la misma naturaleza así que lo que se experimento ya no se experimenta. Así sigue defendiendo su punto acerca de que las sensaciones le son propias al que las siente y que cada hombre es la medida de lo que es y de lo que no es y que la diferencia entre los hombres es que a pesar de que las cosas son, parecen diferentes a cada uno y que se distingue a aquel que sabe por que este último es capaz de hacer que el que cree en algo distorsionado cambie a creer que es verdadero. Para clarificar esto, Protágoras, citado por Sócrates, retoma el ejemplo anterior del vino y opina, el que sabe, o sabio, sabe lo que es el vino y el enfermo que lo percibe diferente no es que sea ignorante sino que lo percibe diferente. Por esto todas las opiniones son verdaderas, aunque unas sean mejores que las otras, pero son diferentes ya que cada quién siente de forma diferente y el trabajo del quien sabe es hacer que el que piensa mal pase del estado malo al bueno; hacer que el bien parezca bien. A este respecto y antes de examinar los nuevos cuestionamientos de Sócrates me atrevería a resumir la opinión de Protágoras en que el que sabe es aquel que tiene la facilidad de convencer a los demás con sus palabras de lo que este cree que sabe para así unificar el criterio de aquellos que lo escuchan en torno al de él. No en vano Protágoras perteneció a la escuela Sofista de la primera etapa. La cual se centraba solo en la introspección y el análisis intrapersonal del hombre olvidándose de la totalidad del cosmos.

Sócrates analiza estas opiniones y responde de la siguiente manera; primero dice que si ver es saber, no es posible saber algo y no saber que se sabe ya que las cosas que se saben no solo se saben por que entran por nuestros sentidos. Segundo, los sabios superan a otros no porque los pueden convencer mediante palabras sino por que pueden discernir entre lo mejor y lo peor. Tercero, si lo que le parece a cada uno es para el tal como le parece y hay hombres a los que les parece que saben mas que otros, como los especialistas en un oficio en especial y que por eso son escogidos por otros par mandar en ese oficio, entonces si existen los ignorantes. Cuarto, entonces si existen sabios e ignorantes eso significa que no todas las opiniones humanas son verdaderas sino que las hay falsas y verdaderas y que las opiniones de uno no pueden ser verdaderas para uno y falsas para todos los demás por que entonces se afirmaría que la verdad no existe. Mas aún, si lo que parece a cada uno es verdadero y el que la contradice, en este caso el sabio, cree que la suya es la verdadera y logra convencer al otro para que la cambie cabe la posibilidad de que la opinión del sabio sea falsa ya que habrá otro que lo crea y de esta forma todo puede entonces ser puesto en duda. Si la verdad de Protágoras es lo que le parece a el entonces esta verdad propia puede ser puesta en duda. Quinta; si la verdad fuese individual, ya que la verdad de uno no es verdadera para nadie, y ya se aclaró que los ignorantes si existen, cuál sería entonces la diferencia entre la sabiduría y la ignorancia.

Para ejemplificar la diferencia entre la sabiduría y la ignorancia, y quizá para probar la ignorancia de Protágoras y de los sofistas, Sócrates hace un pequeño paréntesis en su examen sobre la ciencia y la sensación y se enfoca hacia dos puntos; en la diferencia entre ambos conceptos y en la diferencia entre los filósofos, claro está que excluyendo a los sofistas, y los hombres dedicados a otros menesteres como el gobierno y la política. La diferencia primigenia entre la sabiduría y la ignorancia, dice Sócrates, radica en la capacidad de discernimiento entre lo bueno y lo malo y es precisamente con esta capacidad con la que se supera al otro y la que diferencia a los filósofos de los otros hombres. Los filósofos, opina él, son libres ya que tienen tiempo para discutir y utilizan el tiempo y los discursos a su favor para buscar y descubrir la verdad. Los otros en cambio son esclavos del tiempo, de sus discursos y de lo que ya está escrito por lo que no disciernen buscando la verdad ya que ni siquiera se preguntan si esta existe. Saben mucho de cosas comunes pero son incapaces de discernir o discutir. Se enfocan hacia sus riquezas, posición social y demás cuestiones particulares y, el ver solo lo que tienen enfrente sin ver la totalidad del ser humano es lo que los hace ignorantes. El tiempo y la libertad de la que gozan los filósofos les permite mirar más allá de su propio cuerpo; hacia el universo y hacia la búsqueda de qué es el hombre y qué es lo que lo hace distinto a los demás hombres. El filósofo busca la justicia, la sabiduría y la santidad, no para evitar la mala reputación ante los hombres sino para asemejarse a Dios. Para Sócrates, el verdadero mérito del ser humano es llegar a ser justo pues de esta manera conocerá a Dios y esto lo llevará a saber y a ser virtuoso; el que no es justo no llegará a conocer a Dios y permanecerá ignorante y no virtuoso. Estos últimos serán castigados ya que caerán en un camino desgraciado que los alejará de Dios viviendo conformemente gracias a la imitación que ellos mismos se han fijado y estarán rodeados siempre de hombres como ellos, y aunque se burlen de los discursos creerán que son personas hábiles. Sin embargo cuando se encuentren ante una discusión, como las que llevan los filósofos, no serán capaces ni de comprender lo que ellos mismos discuten confirmando así que de hábiles no tienen nada.

Terminado este paréntesis, Sócrates retoma el tema principal de la conversación; examinar la pretensión de que toda cosa es siempre para cada uno tal como le parece. Para seguir examinado más a fondo ahora toma el tema de la justicia en relación a esta pretensión y menciona que siguiendo este principio “lo que una ciudad erige en ley, por parecerle justa, es tal para ella, mientras subsiste la ley”. Para él sería muy atrevido asegurar que esta ley siempre será justa mientras este en vigor pues aunque las leyes se proponen para que sean ventajosas en el momento y en el tiempo que seguirá mientras el Estado esta en poder, esto no siempre sucede y para probar su punto continúa refutando la opinión de Protágoras quién dice que la opinión del hombre será verdadera y real en relación a si mismo; por lo tanto garantiza la certidumbre de las opiniones de los demás. A este respecto Sócrates lo refuta asegurando que no todas las opiniones de los demás son verdaderas y utiliza para probar esto varios argumentos. Las opiniones de los hombres cree él que serían más acertadas si esta opinión es dada por alguien que se dedica al oficio del que se opina y por esto la opinión del experto y la del no experto serán diferentes por lo que ambos no pueden estar de acuerdo en un mismo punto ya que uno es experto y el otro no. Así es como un hombre es más sabio que otro. Por lo tanto, en el caso del Estado no pueden darse leyes sin faltar frecuentemente a lo ventajoso. Y por eso el hombre no es la medida de todas las cosas a menos que sea un hombre hábil.

Concluido esto, Sócrates ahora examina la opinión de Heráclito acerca del movimiento contra la opinión de Parménides sobre que todo es estable con el fin de continuar refutando tanto la opinión de Protágoras como la de Teetetes.. Para Sócrates existen dos clases de movimiento; el de alteración que se refiere a cuando una cosa cambia y el de translación que se refiere a cuando algo se mueve sin mudar de lugar. Las cosas se mueven y pasan de estas dos maneras, no subsisten. El problema se presenta cuando uno quiere definir o determinar algo si este algo se mueve sin cesar, y en el caso de las sensaciones sería imposible definirlas ya que estas no subsisten pues están en constante movimiento y por eso no se puede afirmar que se ve o que se siente algo. “En el caso de la ciencia sería una cosa que no es ciencia ni deja de serlo”. Y por eso si todo está en movimiento la sensación no puede ser la ciencia.

En relación a la opinión de Parménides, Sócrates prefiere reservarse, tal ves por respeto y admiración, sus opiniones y prefiere continuar cuestionando a Teetetes sobre si la ciencia y la sensación son una misma cosa desde el punto de vista de que todo es estable. La respuesta de Teetetes es la siguiente; Los objetos existen por separado y los órganos por los que los sentimos también existen por separado; sin embargo, existe algo que nos da a conocer las cualidades comunes a todos los objetos y este algo es el alma. Mientras los órganos examinan los objetos por separado, el alma examina lo que los objetos tienen en común, lo que son y lo que no son ya que esta combina el pasado, y aquí Teetetes esta de acuerdo con Sócrates sobre la memoria, y el presente con el futuro. El sentimiento entra por el cuerpo y el alma es la que lo reflexiona para descubrir la esencia del sentimiento y así llegar a la verdad.

Por esto la ciencia no se basa en la sensación sino mas bien en el razonamiento de la sensación y solo por medio de este se puede llegar a la ciencia y a la verdad, y quien examina las cualidades comunes a todos los objetos no es el alma sino el juicio.

Una vez comprendido esto, Sócrates decide examinar lo que es un juicio y para comenzar da tres definiciones para tener un punto de partida. Dice él que pensar es un discurso que el alma se dirige a si misma sobre los objetos que considera, que un juicio es la conversación del alma consigo misma en la que se interroga, responde, afirma y niega algo con el fin de poder expresar la propia conclusión, y que juzgar es hablar y opinar consigo mismo. existen dos tipos de juicios, los verdaderos y los falsos, y el hombre emite tanto juicios verdaderos como falsos respecto a cada objeto que se sabe y que se siente, en el caso de los juicios falsos se juzga sobre dos cosas que se saben y nunca sobre lo que no se sabe. El primer análisis se centra en qué son los juicios falsos, si son confusiones, anticipaciones, engaños personales o la falta de sensación de aquello que se sabe. Al respecto Sócrates menciona que no se necesita la sensación de que se sabe para saber, segundo, que al conocer algo y desconocer otra cosa nunca habrá confusión y no se emitirá un juicio acerca de lo que no se sabe y menos sobre dos cosas que no se conocen. El juicio falso se da cuando se sabe algo y teniendo la reflexión, la sensación, el recuerdo y el conocimiento, se aplica esta imagen a la sensación produciendo así una equivocación, esto sería tomar una cosa por otra o imaginarnos que algo es otra cosa que la ya se conoce. El juicio falso es un error entre la interacción de la sensación y el pensamiento. Aquellos que emiten juicios verdaderos tienen el alma profunda, grande y bien preparada, por lo que los objetos que entran por los sentidos se graban en ella dejando huellas tan profundas que permiten que se retenga lo que se ha aprendido para no confundir los signos de las sensaciones; a estos se les conoce como sabios. Los que por el contrario tienen un alma impura, pequeña, muy blanda o muy dura emiten juicios falsos por que el signo de los objetos no es limpio provocando que atribuyan a un objeto lo que le corresponde a otro y a estos se les conoce como ignorantes.

Desde el punto de vista del saber es imposible no saber lo que se sabe pero si es posible equivocarse respecto a lo que se sabe y emitir un juicio falso. Para Sócrates es necesario conducir el diálogo hacia explicar lo que es saber, y esto se torna difícil si no se conoce lo que es la ciencia. Así se producen nuevos conceptos como el de enseñar que significa poner la ciencia en manos de otro, el de aprender que significa recibirla de manos de otro y el de tenerla o poseerla que significa saber. Él dice que saber es poseer la ciencia y con el término poseer se refiere a no sólo tenerla sino a usarla teniéndola presente en el pensamiento y ser capaz de examinar lo que sabe. Desde este punto de vista, sobre el saber, es imposible no saber lo que se sabe, pero si es posible equivocarse respecto a lo que se sabe y emitir un juicio falso; pero desde el punto de vista de la ignorancia se cree saber lo que se ignora por lo se emite un juicio falso creyéndolo verdadero.

Pero para Sócrates el punto de vista del saber no lleva a conocer lo que es un juicio falso así que para entenderlo se debe saber primero que es la ciencia y desde luego que no es lo contrario de un juicio falso, que sería un juicio verdadero. La ciencia no es un juicio verdadero ya que existen grandes oradores, diría yo que se refiere a los sofistas y de nuevo busca refutar a Protágoras, que saben persuadir más no enseñar y de esta forma provocan que algunos formen juicios que no serán producto de la ciencia sino de la persuasión, y si esta está bien fundada los juicios resultantes serán verdaderos pero no será esto ciencia. A este camino cerrado, Teetetes propone que el juicio verdadero debe estar acompañado de una explicación, que sería la descripción del todo por sus elementos, para ser ciencia, a lo que Sócrates agrega que la descripción de los elementos debe ser en orden pero que lo más importante es saber explicar la diferencia entre una cosa y las otras y cuando se puede diferenciar cada objeto entonces si se emite un juicio verdadero pero que al igual que la sensación tampoco este es la ciencia.

Así con estos dos juicios, la sensación no es la ciencia y el juicio verdadero no es la ciencia, Sócrates pone fin a su diálogo, y para darle ánimos a Teetetes concluye con que conocer, ya sea mediante la explicación de un objeto o mediante su diferencia con los demás, es lo más bello que hay en la ciencia.

BIBLIOGRAFÍA

Platón, Diálogos. Estudio Preliminar de Francisco Larroyo. Editorial Porrúa. Colección Sepan Cuantos. Decimoctava Edición. México 1979.

Platón, Diálogos. Estudio Preliminar de Francisco Larroyo. Editorial Porrúa. Decimoctava Edición. México 1979. Teetetes página 302

Idem. Sócrates citando a Protágoras, página 302

Idem. Sócrates citando a Parménides página 327

Idem. Sócrates página 303

La ignorancia a la que Sócrates se refiere es la aceptación de la propia ignorancia y no la ignorancia de aquellos que solo creen lo que pueden ver y tocar, referidos como profanos, y que por lo tanto no son concientes de su propia ignorancia.

Idem. Sócrates página 131

Idem Sócrates página 323

Sócrates, página 327

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Enviado por:Vivian Brouwer
Idioma: castellano
País: México

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