Religión y Creencias
Cuaresma
CUARESMA
Miércoles de Ceniza
Este día abre una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la preparación del misterio pascual, o sea, el recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "matanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.
La sugestiva ceremonia de la Ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.
Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.
Juan Pablo II Discurso del 16-2-1983
Prácticas del Miércoles de Ceniza
El Miércoles de Ceniza la Iglesia procura marcar el inicio de la Cuaresma recordándonos a los cristianos que somos creaturas, que esta vida es tan sólo una preparación y que nuestro verdadero destino es llegar a Dios en la vida eterna. Por lo tanto ese Miércoles recomienda hacer penitencia guardando el ayuno y absteniendose de comer carne, procurando confesarse y participando en la liturgia de la imposición de la ceniza.
Ofrecimiento de la Cuaresma
Señor Dios, Padre nuestro. A ti que te has dignado redimirnos con la preciosa sangre de tu Hijo, al iniciar la Cuaresma te ofrecemos durante todo este tiempo hacer oración más frecuentemente, leer y meditar más tu Palabra en la Biblia, analizar las raíces de nuestros pecados para convertirnos más a tu Hijo Jesucristo, a quien deseamos imitar y seguir para toda nuestra vida. Te ofrecemos también contemplar los misterios de la Pasión, Muerte y Resurección de Jesús, acompañándolo por su vía dolorosa hasta el monte Calvario. Nos vamos a privar de comida y gustos lícitos en memoria de los dolores de la Pasión; vamos a perdonar para que nos perdone, vamos a amar más a los necesitados, donde tu estás y para que borres las penas merecidas por nuestros pecados. Bendice nuestra Cuaresma y derrama tu presencia sobre nosotros que nos amparamos en la cruz de Cristo. Amén.
Tradición del Miércoles de Ceniza
El Miércoles de Ceniza en la Iglesia Católica es el primer día de la Cuaresma, cuarenta días antes de la Pascua. En la Iglesia primitiva , variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.
Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el Jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fué simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación.
Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. Esta tradición de la Iglesia ha quedado como un simple servicio en algunas Iglesias protestantes como la anglicana y la luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza.
Significado de la Cuaresma
En la profecía de Isaías está expresada toda la verdadera significación de la Cuaresma.
Este tiempo de cuarenta días no es sino un periodo de duelo, de consternación y de ayuno.
Es una larga preparación para la fiesta de Resurrección. Pero entre el Miércoles de Ceniza, en que se recuerda al hombre su humildad, y la mañana gloriosa de Pascua, está todo el drama de la Pasión.
Esta cuarentena de recogimiento tiene un origen lejano en las Escrituras. Se prefigura e incluso se enseña y predica en el libro de Jonás. La Cuaresma de los cristianos ha actualizado, vivificada por el Evangelio, la cuarentena de los ninivitas.
Ocurrió que la suerte de Nínive había interesado a Jonás.
Esta ciudad era tan grande, que para recorrer todas sus calles había que andar tres días. Jonás anunció a sus habitantes: "Dentro de cuarenta días será destruida Nínive."
PROPÓSITOS DE CUARESMA
1a Semana
1. Miércoles de Ceniza
Todavia es tiempo, dice el Señor, arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mi, que soy compasivo y misericordioso (Joel 2, 13)
No hay pecado que no pueda ser perdonado si nos acercamos al trono de la misericordia con un corazón contrito y humillado (J.P. II)
Guardaré el ayuno y abstinencia del día de hoy con alegría y espíritu de reparación.
Día 2
Arrepentios, pues, y convertios, para que sean borrados vuestros pecados. (Act. 3,19)
El que prometió el perdón al penitente, no prometió al pecador el día de mañana. (San Gregorio Magno)
Haré una visita al Santísimo para pedir mi conversión y la de mi familia en esta Cuaresma.
Día 3
Vuélvase a mí de todo corazón con ayuno, con lágrimas y llanto, enluten su corazón y no sus vestidos (Joel 2,12)
La vida terrena es para luchar, para caer en el polvo mil veces y levantarse otras mil veces (M.M.)
Ofreceré las dificultades, dolores y contrariedades del día de hoy uniéndome a Cristo crucificado, para que todos los hombres conozcan y amen a Dios.
Día 4
El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no a tu propia carne (Is. 58, 6-7)
El ayuno es humildad de la mente, castigo de la carne, molde de la sobriedad (Ambrosio)
Rezaré con otra persona un misterio del Rosario pidiendo a María que Cristo reine en todos los hogares.
Día 5
No quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva
(Ez 32,11)
La palabra de Dios es el árbol de vida que ofrece fruto por todas partes (Efrén)
Leeré y meditaré durante 10 minutos en el capítulo 6 del Evangelio de San Mateo.
Día 6
Marzo 1998
Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones, cesad de obrar el mal, aprended a obrar el bien (Is 1, 16)
Retira de mí, Dios, estas dos tinieblas: el pecado y la ignorancia (Santo Tomás de Aquino)
Invitaré a otra persona a vivir estos propósitos de Cuaresma.
Día 7
Oigo en mi corazón: "Buscad mi rostro". Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. (Salmo 26, 8-9)
Que te busque, Señor, invocándote; que te invoque, creyendo en Tí (San Agustin)
Ofreceré el día a Dios reconociendo y dando gracias por todos los beneficios recibidos (especialmente la fe) ante una imagen de Cristo crucificado.
Día 8
Os doy a conocer el Evangelio que os he predicado, que habéis recibido, en el que os mantenéis firmes, y por el cual sois salvos si lo retenéis tal como yo os anuncie (I Cor 15, 1-2)
El evangelio de Cristo anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes (Gaudium et Spes 41)
Haré un pequeño sacrificio en la comida por la persona de mi familia que más lo necesite.
Día 9
Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones: yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. (Jer 31, 33)
No importa caer mil veces si se ama la lucha y no la caida. (M.M)
Me acercaré a recibir la comunión ofreciendola por el incremento de las vocaciones misioneras.
Día 10
Volveos a Aquél de quién profundamente os apartasteis, hijos de Israel (Is 31, 6)
Serás miserable donde quiera que estés, si no te conviertes a Dios (Kempis)
Para que mi fe se mantenga y se fortalezca, hoy dejaré de ver la televisión.
Día 11
¿Por qué recitas mis preceptos y pones en tu boca mi alianza; tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos? Esto haces tú, ¿he de callarme?" (Salmo 49).
Debeis ser hombres de fe profunda, y a un tiempo oyentes y operadores de la Palabra" (J.P. II)
Iré a confesarme siguiendo los 5 pasos:
Examen de conciencia,
Dolor de los pecados,
Proposito de enmienda,
Decir los pecados al confesor y
cumplir la penitencia.
Domingo de Ramos
Historia
La liturgia de la Semana Santa comienza con la bendición de las palmas y una procesión el Domingo, con una solemne proclamación de la narración de la Pasión según San Mateo en la misa.
La procesión de Ramos viene evidentemente del recuerdo de lo que pasó en la vida de Jesús días antes de su pasión y muerte. Como ya mencionamos, en los primeros siglos, en Jerusalén se comenzó a venerar los lugares donde había sucedido algún acontecimiento en la vida de Jesús.
"Por eso el domingo anterior al Viernes Santo todo el pueblo se reunía en el Monte de los Olivos junto con el obispo y desde allí se dirigían a la ciudad con ramos en las manos y gritando Viva, como habían hecho los contemporáneos de Jesús".
La famosa monja peregrina o turista española nos cuenta como se celebraba el Domingo de Ramos y nos detalla que el obispo de Jerusalén, representando a Cristo, se montaba en un burro y que la gente llevaba a sus recién nacidos y a los niños a la procesión.
Pero cada Iglesia fue tomando esta costumbre y celebrándola en particular. En Roma para el siglo IV se le llamaba a este día "Domingo de la Pasión" y en él se proclamaba solemnemente la Pasión del Señor, haciendo ver que la cruz es el camino de la resurrección. Sólo hasta el siglo XI se comenzó allí también la costumbre de la procesión. Se nos dice que en Egipto la cruz era cargada triunfalmente en esta procesión. En Francia y en España en el siglo VII se habla de la bendición de ramos y de la procesión.
Tras el concilio de Trento se quiso que en todas partes de la Iglesia Latina se celebrara de la misma manera este domingo y entonces se juntó lo que se hacía en Jerusalén (procesión de Ramos) con lo que se hacía en Roma (celebración de la pasión, como si fueran cosas distintas, ya que cada una se celebraba con ornamentos de distinto color y con oraciones iniciales y finales propias.
Con las reformas que hizo el Papa Paulo VI a las celebraciones de Semana Santa después del Concilio Vaticano II, se unificó la celebración con oraciones y ornamentos comunes haciendo ver mas claramente que en ella se vive el único misterio pascual de vida y muerte y que una y otra de sus partes se relacionan y se enriquecen mutuamente: no hay verdadera celebración del Domingo de Ramos sin procesión y sin lectura solemne de la Pasión en Una misma Eucaristía.
El Papa Juan Pablo II ha querido darle un sentido más a esta celebración lanzando el reto a los jóvenes a participar en esta ceremonia celebrando la Jornada Mundial de la Juventud. La intención de este hecho es invitar a los jóvenes a dejar entrar a Cristo en su vida y que proclamen su presencia y soberanía sobre el mundo con su testimonio.
SEMANA SANTA
Lunes de la Semana Santa
Tema: La Misión
Fruto - Petición:
Jesucristo concédeme un corazón sensible, generoso y valiente para ayudarte a cambiar el mundo. Que me crezca ante la Dificultad. Que quiera poner mi granito de arena en la construcción de un mundo más humano y cristiano.
Puntos a Meditar:
1. Descripción de la situación del mundo: vivimos en una sociedad rota, donde los individuos débiles se desorientan, se vuelven inseguros, presas fáciles para cualquier ideología ( de ahí, en parte el éxito de las sectas). Sociedad donde los valores máximos son el dinero, la comodidad, el placer... Una sociedad donde se afronta una profunda y angustiante crisis de identidad personal.... Una sociedad donde la vida pierde sentido. Como diría Pablo VI, el hombre moderno ha salido de casa, ha perdido la llave y no sabe cómo volver. "... Cuántos jóvenes envejecidos prematuramente por el vicio, con el alma lacerada por el hastío, por el desengaño, por la frustración o el aburrimiento; su vida ha perdido la brújula, ¿ para qué y por qué vivir? No tiene respuesta. De aquí al suicidio no hay sino un paso lógico, que muchos, por desgracia dan. ¡Y sin embargo Cristo es el camino, la verdad y la vida...!".
2. Presentar la situación de la Iglesia.
Una Iglesia que sufre los momentos más tristes de su historia; en la que los enemigos de Dios quieren acabar con ella valiéndose de todos los medios, tratando de arrancar la fe del pueblo cristiano y hasta buscando la apostasía de sus ministros. Cuánta confusión doctrinal... cuánta contestación y oposición a su doctrina; el gravísimo problema de las sectas...
Martes de la Semana Santa
Tema: Predicar el Evangelio, misión y obligación de todo cristiano
Fruto - Petición:
Jesucristo, que viva consciente y agradecido por el privilegio de llamarme a la fe católica. Que viva convencido de ésta en la verdad; que desee ardientemente repartir la luz de tu verdad a todos los hombres.
Puntos a Meditar:
1. Consagrado al apostolado por los sacramentos.
El bautismo y los demás sacramentos no solo configuran la vida personal del cristiano, sino que también lo consagran para la misión apostólica. Todo el pueblo de Dios participa en la triple misión de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Por eso San Pedro puede hablar de un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes. Esto no solo da idea de la dignidad del cristiano, sino también de la tarea que esta llamado a realizar en el mundo.
El cristiano se debe esforzar por ser adorador de Dios en espíritu y en verdad, realizando la voluntad de Dios en su vida, uniendo todas sus actividades esfuerzos y sacrificios a la oblación redentora de Cristo y participando, con estas disposiciones, en el ministerio de la Celebración Eucarística.
2. Heraldo del Evangelio.
El cristiano no se limita a hacer de su vida la liturgia. Se considera también un heraldo del Evangelio, que acoge en su corazón la fe de la Iglesia y que anuncia a sus hermanos el admirable Plan de Salvación revelado en Jesucristo y transmitido por la Iglesia. Esta misión de heraldo y de maestro del Evangelio es una exigencia de su misma fe: "creí y por eso hablé".
Jesucristo en el Evangelio compara al cristiano con una lámpara encendida que debe ser puesta sobre la mesa para que alumbre a todos los de la casa. El cristiano es testigo del Evangelio y no le es posible callar. "¡Hay de mi si no evangelizo!" decía San Pablo el prisionero de la causa de Cristo.
3. Conocer la Fe.
Por ello todo cristiano tiene como parte esencial de su vocación el conocer su fe, el ofrecer un testimonio coherente y luminoso de la misma en el ejercicio de sus actividades seculares y el prepararse como maestro de la fe para transmitir la doctrina católica entre sus familiares, amistades y entre todos los hombres que el Señor ponga en su camino, y para saber defenderla con oportunidad, decisión y convicción.
Miercoles de la Semana Santa
Tema: La formación de la Conciencia
Fruto - Petición:
Señor, que al verme rodeado de tantos peligros y ante la tentación fácil de seguir cuanto el mundo y mis pasiones me ofrecen, busque, con sinceridad, hacer no lo que me guste, lo que a mi me parezca correcto, sino lo que tu quieres, que es en definitiva lo que me hará sentirme feliz y realizado.
Puntos a Meditar:
1. Mundo agresivo.
La secularización de todo lo sagrado, corrupción del lenguaje, la penetración de todos los ambientes, a través de los medios de comunicación, de un sin número de ideas y posturas secularizantes, racionalistas, naturalistas, existencialistas, psicologistas, socio-políticas,... ; la agresividad del ambiente en que nos toca vivir y actuar es demoledora.
2. Necesidad de formar la conciencia.
Para salvaguardar la autenticidad cristiana, urge formar una recta conciencia, y vigilar, día a día, para vivir nuestra vida de acuerdo a esa conciencia, que nos exige la madurez y la coherencia entre lo que creemos, lo que somos y como actuamos, aún en los mas mínimos detalles... porque el que construye su casa sobre arena solo puede esperar la ruina; los grandes fracasos siempre infaliblemente comienzan con el aflojar en las pequeñas cosas: con la insinceridad, con la duplicidad de vida, con el apartarse de la voluntad santísima de Dios, como única, infalible y segura brújula para llegar a buen puerto, hasta el fin de nuestra vida.
3. Ajustarse siempre a la voluntad de Dios.
Quien no quiera herrar en su destino fundamental y no quiera verse víctima de una conciencia deformada y subjetivamente buena, pero objetivamente corrompida, deberá tener como guía de su vida y como esencia de la misma el buscar y hacer siempre la voluntad santísima de Dios, guste o no a los consejos de la sensibilidad, de las ideas y de los ambientes.
El Jueves Santo
El Jueves Santo es uno de los días más llenos de celebraciones litúrgicas y religioso-populares.
Incluso este día por la mañana en todas las Iglesias Catedrales los obispos que son, como dice el Concilio, "los principales administradores de los misterios de Dios, que regulan, promueven y custodian toda la vida litúrgica de la Iglesia que les ha sido confiada", celebran una misa muy solemne con todos los sacerdotes ("el presbiterio" de sus diócesis) y en ella los sacerdotes con un solo corazón y una sola alma renuevan sus promesas y su obediencia al Obispo.
En esta Misa se consagran los óleos, es decir, los aceites que se emplean en diversos sacramentos: para el bautismo, la confirmación, la ordenación sacerdotal, la unción de los enfermos.
La consagración de los óleos se celebra precisamente este día para indicar que todos los sacramentos nos relacionan con el Misterio Pascual de Jesús y que todos los sacramentos tienen su culmen y su Centro en la Eucaristía.
El Jueves Santo es como una "profecía" de la Pascua, es decir, en la Última Cena Jesús vivió conscientemente y de manera anticipada su Pasión y Muerte y en ese momento puso en claro el para qué iba a morir, el por qué aceptaba voluntaria y libremente la muerte cruenta. Los primeros datos que tenemos de que el Jueves Santo se celebra la Misa recordando la Cena del Señor los tenemos por el Concilio de Cartago en el año 397 y por lo que cuenta Egeria que fue una peregrina o turista que visitó Jerusalén y que dejó escrito todo lo que allí se celebraba.
Antes, este día era perfectamente un día en que los penitentes celebraban su reconciliación para poder participar ya de lleno en la Pascua.
Son muchos los grandes "acontecimientos salvíficos" que hoy se recuerdan en la vida de Cristo Jesús:
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Su Cena de despedida y su gran Oración por nosotros.
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La Institución de la Eucaristía o Santa Misa como memorial o recuerdo suyo.
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La Institución del Ministerio (servicio) como parte esencial de su Iglesia.
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Su Testamento: el mandato de amar hasta la Muerte.
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El ofrecimiento, anticipado y consciente, de su vida, de su Cuerpo y Sangre, para salvación del mundo.
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El juicio de su Pasión, la traición de Judas, el abandono de sus amigos, la oración del huerto, su noche amarga.
La Misa Crismal
La Misa Crismal que celebra el obispo con todos los presbíteros de la diócesis, es una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del Obispo y como signo de la unión estrecha de los presbíteros con él. En ella se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos.
El Santo Crisma, es decir el óleo perfumado que representa al mismo Espíritu Santo, nos es dado junto con sus carismas el día de nuestro bautizo y de nuestra confirmación y en la ordenación de los diáconos, sacerdotes y obispos.
La palabra crisma proviene de latín: chrisma, que significa unción. Así se llama ahora al aceite y bálsamo mezclados que el obispo consagra este Jueves Santo por la mañana para ungir a los nuevos bautizados y signar a los confirmados. También son ungidos los Obispos y los sacerdotes en el día de su ordenación sacramental.
La liturgia cristiana ha aceptado el uso del Antiguo Testamento, en el que eran ungidos con el óleo de la consagración, los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos prefiguraban a Cristo, cuyo nombre significa "el ungido del Señor". El crisma se hace con aceite y aromas o materia olorosa para significar "el buen olor de Cristo" que deben despedir los bautizados.
Con el óleo de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los bautizados se vigorizan, reciben la fuerza divina del Espíritu Santo, para que puedan renunciar al mal, antes de que renazcan de la fuente de la vida en el bautizo. Este aceite es un jugo untuoso de color verde amarillento que se extrae del olivo o de otras plantas.
El óleo de los enfermos, cuyo uso atestigua el apóstol Santiago, remedia las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal y conseguir el perdón de los pecados. El aceite simboliza el vigor y la fuerza del Espíritu Santo. Con este óleo el Espíritu Santo vivifica y transforma nuestra enfermedad y nuestra muerte en sacrificio salvador como el de Jesús.
Por lo general antes de comenzar la celebración de la Cena del Señor se reciben solemnemente estos Santo Óleos consagrados en la Misa Crismal celebrada en la mañana por el Obispo reunido con el presbiterio. En una procesión solemne los óleos son llevados en tres ánforas preciosas que se guardan en un lugar previamente destinado dentro de la Iglesia.
Institución de la Eucaristía
La Santa Misa es la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26)
El quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).
Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento.
Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).
De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió El mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).
Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya".
Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".
En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.
Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).
Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera.
Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.
Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando el "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le costamos a Cristo. Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.
Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del Exodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).
Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor.
El lavatorio de los pies
Testimonio de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia
Entre los detalles que hacen diferente a la Misa de la Celebración de la Cena del Señor a otras misas durante el año es que en esta se incluye una parte donde se lavan los pies a los apóstoles representado por doce niños o ancianos de la comunidad. En esta parte de la misa resalta la importancia tan grande que tiene el servicio al prójimo.
Pero antes de comenzar la Cena Cristo "... sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y , tomando una toalla , se la ciñó. Luego echó agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido." (Jn 13 3-5).
Al igual que los apóstoles, en especial San Pedro, nos quedamos asombrados, como Cristo que tiene todo el poder y que es Dios se pone al servicio del hombre. Un Dios que lava los pies a su criatura. La realidad es que Dios mismo quiere recordarnos que la grandeza de todo cuanto existe no reside en el poder y en el sojuzgar a otro, sino en la capacidad de servir y al darse dicho servicio se da gloria a Dios. Cristo mismo ya se lo había dicho a los discípulos: "... el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido si no a servir y a dar su vida como rescate por muchos." (Mc 10, 43-45).
Con esto queda muy clara la misión de la Iglesia en el mundo: servir. "Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros" (Jn 13, 15) La Iglesia siguiendo el ejemplo de Cristo está al servicio de la humanidad. Por tanto todos aquellos que formamos la Iglesia estamos llamados a servir a los que nos rodean.
El amor que Dios nos manifiesta debe convertirse en servicio que dé testimonio de su presencia entre nosotros. El cristiano siguiendo el "amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15 12) debe ser como esa levadura que transforma al mundo para que este se renueve y se transforme. El egoísmo del hombre se vence con la entrega generosa a los demás. En el servicio resida la verdadera realización personal y la felicidad. Solo el que se dio triunfó.
Si vivimos con profundidad la ceremonia nos daremos cuenta de que Cristo se pone al servicio del Padre para salvar al hombre ofreciendo su propia vida como rescate, bien podríamos decir que esta es su misión. Con el "también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros" Cristo confiere en especial a ese grupo de discípulos conocidos como apóstoles su propia misión, especialmente el consagrar el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre para la remisión de los pecados al decir "haced esto en memoria mía". Es en este momento en el que Cristo designa a este grupo como sacerdotes, es decir instituye el sacerdocio. Cada uno de estos hombres a partir de este momento es copartícipe de la misión de Cristo: salvar al hombre por medio de la entrega total al servicio de Dios.
Este es otro de los grandes dones que en el primer Jueves Santo Dios hace a la humanidad. Cristo desde entonces ha escogido y preparado a una serie de hombres para que siguiendo el ejemplo de Cristo se pongan al servicio de Dios para salvar a la humanidad, impartiendo los sacramentos por Dios instituidos (especialmente la Eucaristía) y guíen con la vivencia de su sacerdocio al pueblo de Dios por el camino de la salvación.
El mundo, especialmente en los albores de un nuevo milenio vive sumido en las tinieblas del egoísmo de una cultura de la muerte. El Jueves Santo es un día en el que Dios nos invita por medio del servicio a ser esas lámparas que lleven la luz de Cristo al mundo. También este día debemos reconocer el amor de todos esos hombres que deciden dejarlo todo por seguir a Cristo en la entrega total al servicio de los demás: religiosas, religiosos, misioneros, hombres y mujeres consagrados a Dios. Pero especialmente celebrar y pedir a Dios por aquellos que con su vida comparten la misión de Cristo y nos administran los sacramentos: los sacerdotes. Pedir por su santidad y fidelidad al servicio de Cristo. No debemos olvidar pedir por mas vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio, pedir por mas hombres y mujeres que tengan por vocación la entrega total al servicio de Jesucristo y de su Iglesia.
El Viernes Santo
En este día la Iglesia celebra la gloriosa Pasión de Jesús, Su Muerte victoriosa. Destaca como símbolo de salvación la Cruz del señor.
El Señor está firmemente clavado en la Cruz. Había esperado muchos años y en aquel día se cumplía un deseo de redimir a los hombres. Lo que había sido un instrumento infame y deshonroso, se convertía en el árbol de la vida y escalera de la Gloria. Una honda alegría le llenaba el extender los brazos sobre la Cruz, para que supiéramos los hombres que así tendría siempre los brazos para los pecadores que se acercaran a Él: abiertos.
Liturgia y Tradición de la Iglesia
Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra los sacramentos en este día ni el siguiente. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros, sin manteles.
Ayuno y abstinencia se incluyen como precepto a obedecer, como lo dice el Código de Derecho Canónico en el número 1251, 1252 y 1253, en el cual los días de guardar ayuno y abstinencia son el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Las edades son de 14 a 59 años.
El ornamento sacerdotal para esta solemnidad es color rojo.
La primera parte es la Liturgia de la Palabra y la Oración Universal. Se lee la Pasión del Señor según el Evangelio de San Juan.
La segunda parte es la Adoración de la Cruz: el leño del Calvario no es sólo un suplicio, sino sobre todo la cruz exaltada. El celebrante, los ministros y los fieles van a postrarse sucesivamente delante del crucifijo en señal de adoración de Cristo, triunfante por la Cruz.
La tercera parte es la Sagrada Comunión se distribuye únicamente a los fieles dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos, que no pueden participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.
Devoción
El Vía Crucis es la devoción propagada sobre todo por los franciscanos a partir del s. XV y s. XVI; que consiste en recorrer un itinerario de representaciones, llamadas estaciones, de las etapas del camino que va del palacio de Pilato al Calvario, deteniéndose a meditar y a rezar en cada una de las estaciones.
Otra devoción muy frecuente es el Sermón de las Siete Palabras.
Tradiciones Populares
Se encuentra la Procesión del Silencio y la compañía de la virgen vestida de luto. Existen muchas tradiciones populares según el lugar y la inculturación.
Tal vez una de las tradiciones populares que ha tomado mucha fuerza es la representación en vivo del Vía Crucis. Sin embargo, esta tradición no substituye la liturgia del Día, pues es un mandamiento de la Iglesia que todos debemos cumplir.
La Pascua
El domingo de Pascua es el día en que incluso la iglesia más pobre se reviste de sus mejores ornamentos y se embellece con las flores mas hermosas, el día en que se reúne ante la sagrada Mesa mayor número de fieles, y en el cual, aun en las parroquias de mas débil cristiandad, la comunidad cristiana se entrega al gozo mas ostensible.
El órgano con sus melodías inimitables, o el modesto armonio, acompañan los cantos que se elevan a la gloria de Jesús resucitado. Los que han olvidado las palabras de los viejos cánticos, las vuelven a recordar.
Pascua es la cima del año litúrgico. Es el aniversario del triunfo de Cristo. Es la feliz conclusión del drama de la Pasión la alegría inmensa que sigue al dolor. Pero dolor y gozo se funden pues se refieren en la historia, al acontecimiento más importante de la humanidad: el rescate por el Hijo de Dios del pecado original.
San Pablo: " Aquel que ha resucitado a Jesucristo devolverá asimismo la vida a nuestros cuerpos mortales.
No se puede comprender ni explicar la grandeza de las Pascuas cristianas sin evocar la Pascua Judía, que Israel festejaba, y que los judíos festejan todavía, como lo festejaron los hebreos hace tres mil años, la víspera de su partida de Egipto, por orden de Moisés.
El mismo Jesús celebró la Pascua todos los años durante su vida terrena, según el ritual en vigor entre el pueblo de Dios, hasta el último año de su vida, en cuya Pascua tuvo efecto la cena y la institución de la Eucaristía.
Cristo al celebrar la Pascua en la Cena, dio a la conmemoración tradicional de la liberación del pueblo judío un sentido nuevo y mucho más amplio. No es a un pueblo, una nación aislada a quien Él libera sino al mundo entero, al que prepara para el Reino de los Cielos.
Las pascuas cristianas celebran la protección que Cristo no ha cesado ni cesará de dispensar a la Iglesia hasta que Él abra las puertas de la Jerusalén celestial.
La fiesta de Pascua es, ante todo la representación del acontecimiento clave de la humanidad, la resurrección de Jesús después de su muerte consentida por Él para el rescate y la rehabilitación del hombre caído.
Este acontecimiento es un hecho histórico innegable. Además de que todos los evangelistas lo han referido, San Pablo lo confirma como el historiador que se apoya, no solamente en pruebas , sino en testimonios.
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