Religión y Creencias
Confluencia de religiones en Oriente Próximo (Medio)
LAS SECTAS EN CADA RELIGIÓN
HISTORIA DE LAS RELIGIONES EN ORIENTE MEDIO
Oriente Medio, también llamado Oriente Próximo, es una región situada en el sudoeste de Asia y el noreste de África. Comprende los países de Egipto, Irán, Irak, Israel (país que trataremos más adelante), Jordania, Kuwait, Líbano, Arabia Saudí, Siria, Turquía, Yemen, Bahrein, Omán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos.
Los primeros asentamientos humanos, ciudades, gobiernos, códigos de leyes y alfabetos proceden de Oriente Medio. Cuatro de las principales religiones del mundo -judaísmo, zoroastrismo, cristianismo e islamismo- surgieron en esta región. Estos asentamientos se organizaron a medida que los pueblos antiguos aprendían a controlar los cauces de los grandes ríos de Oriente Medio -Nilo, Tigris, Éufrates e Indo- para desarrollar la agricultura y transformaron en religiones sus creencias sobre el Universo, las relaciones humanas y el significado de la vida y la muerte.
En el siglo VI a. C., los persas conquistaron Oriente Medio y establecieron un sistema de gobierno que se convirtió en modelo de todos los imperios posteriores. Persia, no pudo conseguir la total homogeneidad de todos sus súbditos. Por ello, les permitió conservar sus creencias y prácticas religiosas, siempre y cuando obedecieran las leyes persas, pagaran sus impuestos al estado persa y enviaran a sus hijos a servir en los ejércitos imperiales. Aunque los distintos territorios del imperio persa estaban unidos por buenas vías de comunicación y tenían un idioma de uso administrativo común, los pueblos del imperio gozaban de una amplia autonomía. La religión del Estado era el zoroastrismo, aunque se toleraban otras religiones. En el siglo IV a. C. Persia, debilitada por las rebeliones y los conflictos internos, fue conquistada por Alejandro Magno.
La conquista de Alejandro abrió un periodo en el que Oriente medio formó parte del mundo helenístico. La cultura griega se mezcló con las prácticas locales, cuando Alejandro tomó prestadas ideas y costumbres de Egipto, Mesopotamia y Persia. Alejandría, el puerto de Egipto bautizado así en su honor, se convirtió en un destacado centro cultural y comercial. Mientras el poder macedónico declinaba, en la división de su imperio entre sus generales, los romanos conquistaron la mayor parte de Oriente Medio, con la excepción de Persia, que permaneció independiente bajo dos dinastías: los partos y los sasánidas. El dominio romano aportó a la región leyes comunes y buenas carreteras que facilitaron el comercio con Egipto, Siria y Asia Menor. Varias religiones de Oriente Próximo -el judaísmo, después el cristianismo y el mitraísmo (culto a Mitra)- compitieron en todo el Imperio romano por ganar adeptos. A principios del siglo IV d. C. Prevalecería el cristianismo. Constantino I el Grande, el primer emperador romano cristiano, estrechó los lazos con las regiones orientales del Imperio al trasladar su capital a Bizancio. Rebautizada la ciudad con el nombre de Constantinopla, se convirtió en una gran ciudad y fue la capital del Imperio romano de Oriente.
A principios del siglo VII, Mahoma desarrolló una religión nueva entre los pueblos nómadas de Arabia. Proclamado profeta de Dios, fundó una comunidad de creyentes que se llamaron a sí mismos musulmanes (“los que entregan su alma a la voluntad de Dios”) y a su fe Islam (“sumisión a Dios”). Antes de la muerte del profeta, sus doctrinas basadas en algunas tradiciones judeocristianas y árabes, habían impregnado profundamente las creencias de las tribus árabes.
Los sucesores de Mahoma, llamados califas, extendieron ampliamente los dominios del Islam hacia Siria, Mesopotamia, Persia y Egipto. La rapidez de estas conquistas árabes se debió a la debilidad interna del Imperio romano de Oriente y de la Persia sasánida. Los cristianos y judíos pudieron mantener sus prácticas religiosas pagando un tributo como “pueblos protegidos” y mientras no se sublevaran. Pocos pueblos conquistados se convirtieron al Islam inmediatamente, pero siglos de matrimonios mixtos y de convivencia favorecieron las conversiones que transformaron finalmente el área en una región de predominio musulmán.
Después de la muerte de Mahoma y de sus cuatro primeros sucesores, la dirección política y espiritual del Islam, representada por el califato, fue ejercida por dos dinastías sucesivas: los Omeyas y los Abasíes. Los Omeyas conquistaron el norte de África, la mayor parte de la península Ibérica y Asia central. Los Abasíes promovieron el comercio y la cultura y dieron a los conversos no árabes el mismo tratamiento que a los árabes musulmanes, pero perdieron el control de las áreas periféricas. Así surgieron nuevas dinastías.
A principios del siglo X, Oriente Medio fue invadido por los turcos. Adoptaron la fe, las leyes y la cultura de los musulmanes locales y pronto gobernaron la mayor parte de sus territorios. La dinastía de los Gaznawíes difundió el Islam por toda India. Otra dinastía, los Selyúcidas, arrebató Asia Menor a los bizantinos. Esta invasión precipitó el llamamiento a las Cruzadas. Tropas de Europa occidental llegaron a la costa oriental mediterránea para luchar y recuperar en nombre de la cristiandad Jerusalén y los Santos Lugares. Más dañina para el Islam fue la invasión del Imperio mongol en el siglo XII, que destruyó Irak e Irán.
Después del siglo XVI, los grandes imperios musulmanes entraron en decadencia.Al resurgimiento de Irán durante el siglo XVIII siguieron años de decadencia. El Imperio otomano se mantuvo durante más tiempo. Algunos otomanos del siglo XIX intentaron occidentalizar su ejército y administración y la afluencia de expertos, empresarios y tecnología europea cambió muchos aspectos de la sociedad otomana. Muchos musulmanes que desconfiaban de occidente se resistieron a los cambios, aunque otros aceptaron las corrientes ideológicas nacionalistas y democráticas procedentes de Europa. El territorio bajo control otomano que recibió mas influencia occidental fue Egipto. Sin embargo, fueron incapaces de mantener su independencia y Egipto cayó bajo control británico.
En el siglo XX, aumentó la inmigración judía a Palestina, encendiendo así las protestas de la mayoría árabe, que temía que los judíos alcanzaran el poder. Los esfuerzos británicos por frenar la inmigración encolerizaron a los judíos palestinos, que se rebelaron en contra de Gran Bretaña. En 1.947, las Naciones Unidas aprobaron la división de Palestina entre judíos y árabes, pero todos los Estados Árabes rechazaron el plan. En 1.948, cuando las tropas británicas se retiraron de Palestina, los judíos declararon la independencia del Estado de Israel. Cinco décadas mas tardes y después de numerosas guerras, el problema palestino se mantiene aún sin resolver. Las relaciones árabe-israelíes continúan siendo hostiles, aunque Egipto firmó un acuerdo de paz con Israel en 1.979 (Tratado de Camp David) ante la oposición de los restantes Estados árabes. Los conflictos a partir de la década de 1.980 estuvieron muy determinados por la proclamación de la República islámica en Irán, que impuso un régimen integrista islámico desde postulados shiíes. La intervención de Israel y Siria en el Líbano, arruinado por las luchas entre facciones políticas y religiosas, una guerra entre Irán e Irak y la guerra del Golfo Pérsico son los acontecimientos más destacados. Un aspecto muy importante de este periodo fue el resurgir de los grupos islamistas, principalmente en Líbano, Palestina y Egipto.
EE.UU. y la Unión Soviética apoyaron la celebración de la Conferencia de Paz de Madrid, que estableció el principio de un acuerdo entre israelíes y palestinos. En 1.993, el primer ministro israelí Isaac Rabin y el dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasir Arafat aceptaron la firma de un acuerdo de paz histórico. En 1.994, Rabin y el rey Hussein de Jordania firmaron un acuerdo de paz que estableció las bases de un tratado de paz formal y la cooperación económica entre los dos países.
HISTORIA DE ISRAEL
La fundación del movimiento sionista se produjo como consecuencia del antisemitismo existente en Europa a finales del siglo XIX. Se pensó desde el primer momento en la fundación de un Hogar Nacional Judío, para lo cual se eligió Palestina como el lugar con más significado cultural y religioso, empezaron, inmediatamente, los asentamientos. Durante la I Guerra Mundial se produjo la ocupación británica de Palestina. Los británicos apoyaron la idea del hogar nacional mediante la Declaración Balfour en 1917, pero la inmigración masiva procedente de Europa provocó los primeros enfrentamientos entre las comunidades árabe y judía, por lo que la administración británica restringió el número de inmigrantes. El holocausto judío de la II Guerra Mundial produjo otra gran oleada de inmigrantes y los enfrentamientos llegaron a ser una aunténtica guerra civil, por lo que la administración británica solicitó la intervención de la ONU, que en 1947 aprobó la división de Palestina en dos estados independientes (árabe y judío), y la conversión de Jerusalén en ciudad abierta (Resolución nº 242 del Consejo de seguridad), propuesta que fue rechazada por la comunidad árabe. Al finalizar el mandato británico, en mayo de 1948, un comité ejecutivo judío proclamó el Estado de Israel, cuyo primer jefe de gobierno fue David Ben Gurion, y que automáticamente reconocido por las grandes potencias (Estados Unidos, Reino Unido, Francia). Inmediatamente comenzó la I Guerra Árabe-israelí, con la invasión de los ejércitos de Siria, Egipto, Irak, Jordania y Líbano. Tras la firma del Armisticio en 1949, Israel controlaba un 75% de la superficie palestina. En 1956, aprovechando el conflicto entre Egipto y Francia por el canal de Suez, Israel invadió a Egipto, lo que originó la II Guerra Árabe-israelí o Guerra del Sinaí, pero la intervención de las Naciones Unidas puso fin a los enfrentamientos y el ejército israelí se retiró gradualmente.
En 1946, algunos exiliados palestinos fundaron la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), con el propósito de recuperar el territorio palestino y acabar con el Estado de Israel. Los conflictos fronterizos hicieron estallar nuevamente la guerra en 1967 (Guerra de los Seis Días), tras la cual pasaron a dominio judío toda Jerusalén, Judea y Samaria en Jordania, la franja de Gaza y la península del Sinaí en Egipto, así como los Altos del Golán en Siria, Jerusalén. Este fue inmediatamente incorporado al Estado de Israel, y el resto fue calificado como Territorios Ocupados. Debido a la oposición creciente de la Unión Soviética y algunos países occidentales, contrarios a la posición intransigente tomada por el estado judío hacia el componente árabe, Israel acabó por encontrarse en una posición de extremo aislamiento, en la que, rodeado de países claramente hostiles, sólo se mantenía gracias al apoyo militar y financiero de los Estados Unidos de América. El siguiente conflicto fue la guerra del Yom Kippur (1973), provocada por Egipto y Siria al intentar reconquistar los territorios anteriormente ocupados por Israel. Los países árabes fracasaron de nuevo en el intento, tras lo cual se iniciaron conversaciones de paz que culminaron con la firma de los Acuerdos de Camp David(1978), en los que Egipto consiguió recuperar la península del Sinaí a cambio de la promesa de no intervención y el reconocimiento diplomático del Estado de Israel. Desde los acuerdos de Camp David se han producido nuevos enfrentamientos armados, como la invasión israelí del sur del Líbano en 1982. En diciembre de 1987 comienzan los brotes de violencia espontánea en Gaza y Cisjordania (intifada), que se van transformando en una situación de desobediencia civil permanente, con continuos enfrentamientos entre la población palestina y el ejército israelí.
La OLP que apoyaba la revuelta en los territorios ocupados, aprovechó la repulasa internacional por la represión israelí sobre la población palestina para conseguir la legitimación internacional que hasta entonces le había sido negada. En 1988 se sucedieron las llamadas al diálogo en distintos foros internacionales, realizadas por el líder de la OLP, Yasir Arafat, que realizó importantes concesiones, como método de lucha. Paralelamente, el Consejo Nacional Palestino declaraba en Argel la creación del Estado palestino. En 1989 hubo distintas iniciativas para la solución del problema árabe-israelí: Jordania abandonó sus reivindicaciones sobre los territorios ocupados con el fin de forzar una negociación bilateral entre palestinos y judíos. También el presidente egipcio, Hosni Mubarak, diseñó un plan de paz como paso previo a la celebración de elecciones en dichos territorios, para lo que se contemplaba, además, la concesión de un alto grado de autonomía. Este proyecto fue rechazado por el gabinete israelí. En 1989, se creó por parte de Estados Unidos un plan de 5 puntos (plan Backer) de compromiso entre ambas partes, inspirado en la propuesta egipcia. El punto de desacuerdo que impedía el diálogo era la negativa de Israel a aceptar como interlocutores a personas relacionadas con la OLP. Las diferentes actitudes frente a este plan entre los miembros del gobierno israelí pusieron fin al gabinete de coalición; los laboristas, que habían condicionado su permanencia a la aprobación de dicho proyecto de pacificación, salieron del gobierno en marzo de 1990 y provocaron la caída del gabinete mediante una moción de censura planteada en el Parlamento.
Se constituyó un gabinete extremadamente conservador y nacionalista, presidido por Isaac Shamir, que cerró las posibilidades de una negociación bilateral entre judíos y palestinos y agravó las tensiones en los territorios ocupados. Al mismo tiempo, continuó la política de asentamientos judíos, a los que llegaron los numerosos judíos procedentes de la extinta Unión Soviética. En este conflictivo panorama se produjo la ocupación militar de Kuwait por Irak en agosto de 1990. El jefe de Estado iraquí, Saddam Hussein, ligó la resolución del conflicto al problema de Israel, al hacer un llamamiento a la Guerra Santa a todas las naciones árabes con el fin de liberar los territorios sagrados del Islam ocupados por el Estado judío. Hussein amenazó con atacar Israel si el bloqueo comenzaba a dañar la economía iraquí. Los palestinos de los territorios ocupados apoyaron desde el principio la acción de Irak, en un momento en el que su lucha parecía haber quedado relegada debido al fracaso de las conversaciones de paz. Esta situación puso en estado de máxima alerta el Gobierno israelí y acrecentó las tensiones entre las poblaciones judía y palestina. En ese contexto se produjeron los violentos sucesos del 8 de octubre de 1990 en Jerusalén, ante las mezquitas Al Aqsa y Omar y Muro de las Lamentaciones. La intervención del ejército para reprimir la violencia causó la muerte de 21 palestinos a lo largo del día. Se produjo una reacción internacional de condena, incluida la del Consejo de Seguridad de la ONU, y se multiplicaron las acciones de protesta en los campos de refugiados de Jordania y Líbano y en los territorios ocupados. El gabinete de Shamir respondió con el establecimiento del toque de queda en los territorios ocupados de Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán.
El final de la Guerra del Golfo supuso el relanzamiento internacional de la causa palestina y la iniciativa de la ONU de encontrar una solución negociada al conflicto. En las conferencias de paz sobre Oriente Próximo celebradas en Madrid y Washington, no se consiguió que las condiciones del gobierno de Israel fueran aceptadas por los palestinos. Con la victoria de los laboristas en las elecciones generales de 1992 se produjo un cambio en la tradicional política israelí, que flexibilizó su postura frente al problema palestino. El nuevo primer ministro, Isaac Rabin, propuso a Siria la celebración de una cumbre para reanudar las conversaciones de paz, bloqueadas por el problema de los Altos del Golán. Por primera vez el gobierno israelí planteó la posibilidad de crear una confederación israelo-palestina, como culminación a un proceso previo de autonomía de los territorios palestinos ocupados. En noviembre de ese mismo año, Jordania e Israel hicieron público el acuerdo por el cual Israel se comprometía a una solución del problema palestino basado en las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que obligaba a este país a devolver los Altos del Golán, Gaza y Cisjordania, a cambio de una primera autonomía palestina en la franja de Gaza en la ciudad cisjordana de Jericó, convirtiéndose así en el inicio de lo que podría llegar a ser una solución global al contencioso árabe-israelí.
PRINCIPALES GUERRAS ÁRABES-ISRAELÍES:
Guerra de 1947-1949:
Surgió como consecuencia inmediata de la situación creada por la decisión de Gran Bretaña de renunciar a su mandato sobre Palestina y de transferir a la Organización de las Naciones Unidas sus responsabilidades sobre este territorio. El 29 de noviembre de 1947, la ONU elaboró un plan de partición de Palestina, que fue aceptado por los judíos, pero inmediatamente rechazado por el conjunto de los países árabes. La primera fase del conflicto se desarrolló en el invierno de 1947-1948, durante la evacuación de las tropas británicas, y adoptó la forma de guerra civil entre judíos y árabes, que llegó a crear un auténtico clima insurreccional en palestina, pero, tras la proclamación en Tel-Aviv del estado de Israel por Ben Gurión (14 de mayo de 1948), se produjo un ataque masivo contra el nuevo estado, en el que intervinieron los ejércitos egipcio, iraquí, sirio, libanés y jordano, a los que hicieron frente 60.000 judíos. Las fuerzas israelíes supieron resistir victoriosamente en las fronteras y dominaron, además, en el corazón mismo del país, los ataques de la guardia nacional árabe, levantada por el muftí de Jerusalén. Ante estos reveses, los estados árabes obtuvieron el 11 de junio de 1948 una tregua de cuatro semanas. A su término, los judíos pasaron a la ofensiva y, en una rápida campaña llamada de “los diez días” (9-19 de julio de 1948), rechazaron a sus adversarios en los frentes de Jerusalén, Galilea y Siria.
Se acordó una nueva tregua, prolongada hasta octubre de 1948, que permitió el éxodo de más de 500.000 árabes, que buscaron refugio en Jordania, Líbano y Siria, mientras que otros 180.000 se quedaban en Palestina, privados de todo medio de subsistencia. Durante esta tregua, la ONU no pudo hallar una solución política aceptable. El conde Folke Bernadotte, que actuaba como mediador en nombre del organismo internacional, murió asesinado el 17 de septiembre. El 15 de octubre, los israelíes reanudaron la ofensiva concentrada esta vez con los egipcios, en tanto los otros países árabes se mantenían a la expectativa. Muy pronto, las fuerzas judías ocuparon la totalidad del Néquev, mientras los egipcios se replegaban sobre Al-Aris (enero de 1949). En posición difícil, Egipto solicitó el armisticio, que le fue seguido el 23 de marzo por el Líbano, el 3 de abril por Jordania y el 20 de julio por Siria. Solamente Iraq se negó a negociar, pero de todas formas retiró sus tropas, a través de Jordania. Estos armisticios, impuestos por la ONU, no fueron seguidos de ningún tratado de paz, ya que los países árabes se negaban a reconocer a Israel como estado. En cualquier caso, estas negociaciones permitieron a Israel fijar nuevas fronteras en Galilea y en el Néguev y apoderarse de la parte nueva de Jerusalén, mientras que los Santos Lugares caían bajo el control de Jordania. Estas convenciones de armisticio fueron controladas por representantes de la ONU.
Conflicto con Egipto
El problema de los refugiados y la persistente negativa de los países árabes a reconocer al estado de Israel mantenían en Palestina una tensión que la ONU procuraba impedir que degenerara en enfrentamiento armado .
Bajo la influencia de Estados Unidos , Gran Bretaña intentó liquidar el contencioso con los países árabes : el 19 de octubre de 1954 , los británicos llegaban a un acuerdo con Egipto( se comprometían a evacuar sus tropas del Canal de Suez) . El 24 de febrero de 1955 se firmaba en Bagdad un pacto de Alianza para la defensa de Oriente Medio. La URSS proporcionó armas a Nasser.
Contando con el respaldo soviético , Nasser intentó arrastrar a Arabia , Jordania y Siria a una cruzada contra Israel. Esta vez , el estado judío pudo beneficiarse de la ayuda de Gran Bretaña y Francia. El 31 de octubre los israelíes se hallaban a treinta kilómetros del Canal de Suez , mientras que el 3 y 4 de noviembre otra columna se apoderaba de nuevos territorios.
El 30 de octubre , Gran Bretaña y Francia habían lanzado un ultimátum a los beligrantes conminándolos a retirar sus tropas, en el plazo de doce horas , a 16 kms de la orilla del canal. Israel lo aceptó pero la negativa de El Cairo llevó a Paris y a Londres a la decisión de intervenir militarmente contra Egipto.
En cuatro días , las fuerzas aéreas francoinglesas destruyeron en el suelo la totalidad de la aviación egipcia. La ONU condenó esta acción y las fuerzas invasoras tuvieron que detenerse. Esta orden salvó a Egipto que estaba al borde del colapso total.
Nasser consiguió una victoria diplomática cuyo eco resonó en todo el mundo árabe.
Los “cascos azules” ocuparon el Sinaí y restablecieron la línea de armisticio de 1949.
Guerra de los seis días: (5 - 6 de junio de 1967)
Denominación de la tercera Guerra Árabe-israelí, que enfrentó en junio de 1967 a Israel con los siguientes países árabes: Egipto, Jordania y Siria, con el apoyo de Irak, Kuwait, Arabia Saudí, Sudán y Argelia.
Tras años de relativa calma volvieron a surgir dificultades entre Israel y los estados árabes a propósito de la explotación de las aguas del río Jordán. En 1964 hay una creación de un mando árabe unificado y del nacimiento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP ) y de su ejército (ELP ) . Las unidades de este ejército se instalaron en los estados árabes de Israel. Los comandos árabes multiplicaron sus incursiones en territorio israelí. Los judíos replicaron con acciones de represalia.
Sólo la presencia de los “cascos azules” impedía que los incidentes desembocaron en lucha abierta.
El 19 de mayo de 1967 “los cascos azules” se retiraron de la línea de demarcación del Sinaí con la consecuencia de impedir de nuevo la navegación por el golfo.
Nasser pronunció un violento discurso en el que ponía en entredicho la existencia misma de Israel. Argelia decidió enviar unidades a Oriente Medio, mientras que Huseyn de Jordania se reconciliaba con Nasser y concluía con Egipto un acuerdo militar. Estados Unidos protestaba contra la actitud agresiva de Egipto , la URSS tomaba partido por los estados árabes y rechazó la proposición francesa de una conferencia a cuatro para buscar una solución pacífica en el Oriente Medio.
Las hostilidades se iniciaron el 5 de junio con un masivo ataque preventivo israelí que destruyó la capacidad aérea de los países árabes. Las tropas israelíes avanzaron rápidamente, ocuparon la franja de Gaza y alcanzaron el Sinaí. Al mismo tiempo luchaban contra los jordanos en la parte antigua de Jerusalén y avanzaban hacia Siria. Los israelíes bordearon la orilla oriental del Canal de Suez. Desde el 6 al 8 de junio infligieron graves pérdidas a la legión Arabe del rey Huseyn que tuvo que replegarse al este del Jordán ; Jerusalén fue totalmente ocupada por los judíos el día 8. Los días 9 y 10 las fuerzas victoriosas en los frentes egipcio y jordano entablaron duros combates y ocuparon Al -Qunaytira y los altos del Golán . Cuando el 10 de junio cesaron los combates, Israel controlaba la totalidad de la península del Sinaí, la franja de Gaza, Cisjordania (con la totalidad de la ciudad de Jerusalén) y los estratégicos altos del Golán en Siria. Había conquistado un territorio cuatro veces mayor que el suyo propio en 1949, y albergaba en sus nuevas fronteras una población árabe de 1,5 millones de personas. Otra consecuencia de la guerra fue el bloqueo del tráfico en el canal de Suez, que duró hasta 1975.
El 28 de junio , Israel decidió la anexión de Jerusalén a su territorio , pero los estados árabes proclamaron la voluntad de no firmar la paz con Israel . La O.N.U. condenó las iniciativas israelíes de anexionarse Jerusalén y el sur del Sinaí.
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Guerra árabe-israelí (octubre de 1973):
El 6 de octubre de 1973, mientras Israel celebraba la fiesta del Yom Kippur, las fuerzas egipcias atacaron por sorpresa al frente israelí del canal de Suez. Al mismo tiempo, los ejércitos sirios, muy pronto secundarios por unidades iraquíes (9 de octubre) y luego jordanas, se lanzaban sobre el Golán. El 9, los egipcios controlaban la orilla oriental del canal, pero las fuerzas israelíes contraatacaron con vigor, primero en el frente sirio y luego en el canal, donde el día 15, lograban crear una cabeza de puente, al noroeste de Suez. El 17, el conflicto, agravado por los espectaculares suministros de armas soviéticas a los árabes y norteamericanas a los israelíes, se complicó aún más en virtud de la decisión adoptada en Kuwayt por la Organización de los Países Exportadores de Petróleo de reducir su producción petrolera y sus exportaciones hacia Europa y Estados Unidos. Pero tras un viaje de Kissinger a Moscú, el Consejo de Seguridad adoptó el 22 y renovó el 23 una resolución soviético-norteamericana para un alto el fuego inmediato, aceptado al momento por Israel y Egipto y luego Siria. El día 25, tras una nueva tensión provocada por la decisión de Nixón de poner en estado de alerta a las fuerzas nucleares norteamericanas para revenir toda intervención militar soviética en el Medio Oriente, el Consejo decidió enviar a los frentes de batalla una fuerza de 7 000 cascos azules, a las órdenes del secretario general de la ONU, y reclutados entre los países que no fuesen miembros permanentes del Consejo. La “guerra del Kippur” provocó una grave crisis interna en Israel.
LAS CUATRO RELIGIONES MÁS IMPORTANTES DE ISRAEL
JUDAÍSMO
Religión de los judíos, para la que es esencial la creencia en un solo Dios, creador transcendente del mundo, que liberó a los israelitas de la esclavitud de Egipto, les reveló su ley (Torá), y les eligió para ser luz para toda la humanidad.
La Biblia hebrea es la fuente fundamental del judaísmo. El siguiente en importancia es el Talud, que consta de la Misná (codificación de la Torá oral) y de cuna colección de un extenso comentario rabínico primitivo. Varios comentarios posteriores y el código oficial de la ley y ritual judíos (Halaká), elaborados en la baja Edad Media, han sido importantes en la configuración de la praxis y pensamiento judíos.
A pesar de la variedad de sus comunidades, todos lo judíos se consideran miembros de una comunidad cuyos orígenes descansan en el periodo patriarcal.
Este pasado vive en sus rituales, y existe una marcada preferencia por expresar creencias y actitudes más a través del ritual que de doctrina abstracta. La familia es la unidad básica del ritual judío, aunque la sinagoga* ha llegado a ocupar cada vez un papel más importante. El shabbat, que comienza el viernes a la caída del Sol y termina a la caída del Sol del sábado, es la observancia religiosa central. La sinagoga es el centro de culto y estudio comunitario. Su rasgo principal es el “arca” que contiene rollos del Pentateuco* escritos a mano. El rabino es principalmente un maestro y guía espiritual. Hay un ciclo anual de fiestas religiosas y días de ayuno. La primera de estas es ROSH HASHANAH, el día de año nuevo; el día más santo del año judío es YOM KIPPUR, el día de la expiración. Otras fiestas anuales son la HANUKA y PESACH, la fiesta en familia de la Pascua. El moderno judaísmo está enrazado en el judaísmo rabínico, y su desarrollo histórico ha sido diverso.
La mayoría de los judíos son descendientes, bien de los askenazis o de los sefarditas, cada uno con sus acusadas diferencias culturales.
Existen también varias ramas religiosas de judaísmo. El judaísmo ortodoxo intenta preservar el judaísmo tradicional. El reformista representa un intento de reinterpretación del judaísmo a la luz del saber y conocimientos modernos, un proceso que el judaísmo liberal lleva más lejos. El judaísmo conservador intenta modificar la ortodoxia por medio del énfasis en los elementos históricos positivos de la tradición judía.
La trascendencia de Israel
El judaísmo se ha visto seriamente afectado por la matanza de los judíos europeos a manos de los nazis, y por la fundación del moderno Estado de Israel. Hoy en día, y para la mayoría de los judíos, Israel y el Holocausto están fuertemente unidos, y representan un símbolo de la muerte colectiva y del renacer, en un sentido profundamente religioso. Israel tiene una dimensión religiosa que encarna la dignidad de los judíos y la promesa de la realización mesiánica. Durante las ultimas décadas, todos los distintos movimientos del judaísmo, exceptuando a los fanáticos ultraortodoxos, se han orientado más hacia esa idea de Israel. Tanto el movimiento reformista como el conservador han hecho esfuerzos para conseguir ser reconocidos legalmente, y para conseguir el mismo nivel de importancia que tiene la ortodoxia en el Estado de Israel, donde el matrimonio, el divorcio y la conversión están controladas por rabinos ortodoxos, quienes dentro del gobierno reciben el respaldo de los partidos religiosos ortodoxos.
Palabras claves en el Judaísmo:
Pentateuco*:
Libro que engloba los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, a saber: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. El término fue utilizado por el teólogo cristiano Orígenes para designar lo que los judíos de su época denominaban "Cinco volúmenes de la Torá (ley o enseñanza)". Pentateuco es la traducción al griego del término hebreo que designa este concepto. La Torá incorpora las escrituras sagradas más santas de los judíos. "Los cinco libros de Moisés", como designación del Pentateuco, fue utilizada por primera vez en la Iglesia occidental por san Jerónimo y el teólogo cristiano Rufino de Aquilea. En los propios libros no se afirma que Moisés haya sido su autor, aunque ello quedó aceptado de forma tácita por la ortodoxia cristiana. El Pentateuco incluye varios estratos textuales de estilos de escritura, siendo los más destacados el yahvista y el elohísta. El sacerdote y reformador hebreo Esdras, cuya obra está asociada a otro importante componente textual del Pentateuco conocido como sacerdotal, impulsó la observancia de las normas del Pentateuco.
Sinagoga*:
En griego, `lugar de asamblea'; en hebreo beit kneset, en el judaísmo, casa o asamblea para la oración comunal, el estudio y el encuentro; institución central comunal. Los judíos de la Europa central y oriental llamaban a sus sinagogas shules (en yidish, `escuelas'); a veces los judíos reformistas usan la palabra templo.
Características
La arquitectura de la sinagoga nunca ha reflejado un único modelo, pero los siguientes elementos son casi invariables y poseen gran importancia: el arca que acoge los rollos de escritura de la Torá (Cinco Libros de Moisés escritos en hebreo arcaico y en pergamino), la cual está siempre en la pared orientada hacia Jerusalén; el Ner tamid (`llama perpetua'), luz siempre encendida ante el arca; la gran mesa en una plataforma elevada (bimá), donde se lee la Torá ante la congregación; un pequeño atril de lectura desde donde se preside y se anima el servicio y desde donde reza el rabino; también se distinguen los asientos para la congregación. Por tradición, los hombres y las mujeres se sientan en secciones separadas, pero las sinagogas conservadoras y las reformadas no observan esta costumbre. Un candelabro de siete brazos (menorá) es un signo habitual en el culto.
Orígenes
Los orígenes de la sinagoga como institución son oscuros. La muestra arqueológica más antigua es una inscripción egipcia del siglo III a.C. El vestigio más antiguo en Palestina es una inscripción griega del siglo I a.C. que exalta las enseñanzas de la sinagoga (“para la lectura de la Ley y la enseñanza de los mandamientos”). Las sinagogas más antiguas descubiertas en Palestina (en Masada y Herodium) son del siglo I d.C., anteriores a la destrucción del templo de Jerusalén. Los vestigios literarios del siglo I (como las obras del filósofo Philio Judeo y del historiador Flavio Josefo, así como las del Nuevo Testamento) representan la consolidada sinagoga como una institución, pero su verdadero origen es incierto, a pesar de las numerosas teorías académicas. El templo de Jerusalén constituyó el centro del culto judío mientras se mantuvo en pie, pero la sinagoga tenía una función diferente, puesto que servía como lugar de encuentro local para el estudio y, probablemente, para la oración. Cuando el templo fue destruido, la sinagoga ocupó su lugar. Gran parte de la liturgia del judaísmo rabínico, como durante las horas de la oración estatutaria y el número de servicios celebrados en el shabat y otras festividades judías, se encuadraba en los rituales y ritmos del culto del extinto templo de Jerusalén. Desde época muy temprana, la sinagoga también sirvió como centro comunal e incluso como posada para los judíos viajeros.
ISLAM
Palabra árabe que significa “sumisión” a la voluntad de Dios(Alá); nombre de la religión que nace en Arabia durante el siglo VII por medio del profeta Mahoma. Los seguidores del islam son conocidos como musulmanes o mahometanos, y su religión abarca todos los aspectos de la vida. Creen que los individuos, sociedades y gobiernos deberían todos obedecer la voluntad de Dios como está establecido en el Corán, que ellos consideran como la Palabra de Dios revelada a su mensajero, Mahoma.
El Corán enseña que Dios es uno y no tiene compañeros. Es el creador de todas las cosas, y posee el poder absoluto sobre ellas. Todas las personas deben comprometerse a llevar vidas de obediencia grata y que dé alabanza a Dios, por que en el día de la resurrección serán juzgadas.
Aquellos que hallan obedecido los mandamientos de Dios habitarán para siempre en el paraíso, pero los que hallan pecado contra Dios y no se hayan arrepentido serán condenadas eternamente a los fuegos del infierno. Desde el principio de la creación, Dios a enviado profetas, incluyendo a Moisés y a Jesús, para proporcionar la guía necesaria con el fin de alcanzar la recompensa eterna; una sucesión que culmina en la revelación a Mahoma de la Palabra de Dios perfecta. Existen cinco deberes religiosos esenciales conocidos como los “pilares del Islam”:
1º La shahadah (profesión de fe) es la recitación sincera del doble credo: “no existe más dios que Dios”
2ª El salat (oración oficial) debe realizarse en horas fijas cinco veces al día mientras se mira hacia la ciudad santa de La Meca.
3ª La limosna por medio del pago de del zakat (purificación) es considerada antes de nada como un acto de culto, y es el deber de compartir la propia riqueza por gratitud al favor de Dios, según los usos establecidos en el Corán.
4º Existe el deber de ayunar (sawm) durante el mes de Ramadán.
5ºel Hajj o peregrinación a La Meca debe realizarse al menos una vez en la vida.
La shariah es la ley sagrada del Islam y se aplica a todos los aspectos de la vida, no sólo a las prácticas religiosas. Describe la forma de vida islámica y prescribe el camino para que el musulmán cumpla los mandatos de Dios y alcance el cielo. Hay un ciclo anual de fiestas. No existe sacerdocio organizado, pero se otorga un gran respeto a la familia Hashim, descendientes de Mahoma, y otros santos, eruditos* y maestros públicamente reconocidos como los mullahs y ayatolás. Existen dos grupos principales en el Islam. Los musulmanes sunnitas son la mayoría, y reconocen a cuatro primeros califas como legítimos sucesores de Mahoma. Los chiítas componen el grupo minoritario más numeroso, y consideran al imán como la principal autoridad religiosa.
Islam y sociedad
El concepto islámico de sociedad es teocrático en tanto que el objetivo de todos los musulmanes es el "gobierno de Dios en la Tierra". Sin embargo, esto no implica gobierno clerical, aunque las autoridades religiosas hayan tenido una considerable influencia política en determinadas sociedades musulmanas. La filosofía social islámica se basa en la creencia de que todas las esferas de la vida —espiritual, social, política y económica— constituyen una unidad indivisible que debe estar imbuida por completo de los valores islámicos. Este ideal inspira conceptos tales como Derecho islámico y Estado islámico, y explica el acentuado énfasis del Islam en la vida y en las obligaciones sociales. Incluso los deberes religiosos fundamentales establecidos en los cinco pilares del Islam tienen nítidas implicaciones en lo que afecta a la comunidad.
El Islam en el mundo moderno
El estancamiento de la cultura islámica tras la edad media condujo a una renovada insistencia en el pensamiento original (ijtihad) y a movimientos de reforma religiosa. A diferencia de los principales movimientos doctrinales y filosóficos medievales, los movimientos modernos se preocuparon de una forma fundamental de las reformas sociales y morales. El primer movimiento de este tipo fue el wahhabí, llamado así por su fundador Ibn Abd al Wahhabi, que surgió en Arabia en el siglo XVIII para convertirse en un vasto movimiento integrista con ramificaciones en todo el mundo musulmán (véase Wahhabíes). El movimiento wahhabí pretendía reactivar el Islam purificándolo de sus influencias no islámicas, y en particular de las que habían comprometido su monoteísmo original, subrayando la responsabilidad de los musulmanes para pensar con independencia en lugar de la aceptación ciega de las tradiciones que tendían a la universalidad.
Otros reformadores islámicos han estado marcados por las ideas de Occidente. El reformador más influyente del siglo XIX fue el egipcio Muhammad Abduh, para quien razón y pensamiento moderno occidental confirmarían la doctrina del islam en lugar de socavarla, y esa doctrina islámica podría ser reformulada en términos modernos. Muhammad Iqbal es el más importante filósofo moderno que abordó la reinterpretación de las doctrinas islámicas. Otros intelectuales en Turquía, Egipto y la India trataron de reconciliar las enseñanzas del Corán con las ideas surgidas tras la expansión de la democracia constitucional, la ciencia y la lucha por la emancipación de la mujer. El Corán enseña el principio de "gobierno por consulta" que en tiempos modernos, afirmaban, puede ser mejor realizado por gobiernos representativos que por monarquías. Advirtieron que el Corán favorece el estudio y la explotación de la naturaleza aunque los musulmanes, tras varios siglos de brillante trabajo científico, lo transmitieron a Europa para abandonarlo tiempo después. Sostenían que el Corán había dado a la mujer los mismos derechos aunque éstos hubieran sido usurpados por los hombres, que abusaron de modo ostensible de la poligamia y otros privilegios semejantes.
Aunque las ideas modernas estaban basadas en interpretaciones plausibles del Corán, los fundamentalistas islámicos se opusieron con energía a ellas sobre todo a partir de la década de 1930. La reacción contra el modernismo ha tomado impulso desde esos años por varias razones. Los fundamentalistas no se oponen a la educación moderna, la ciencia y la tecnología per se, pero acusan a los reformadores de ser los proveedores de la moralidad occidental. Creen que la emancipación de la mujer, tal como se concibe en Occidente, es responsable de la desintegración de la familia y de una moral sexual permisiva en exceso. Algunos fundamentalistas sospechan de la democracia porque no confían en el sentido moral de las masas. Por otra parte, los dirigentes y funcionarios de algunos países musulmanes no han logrado mejorar de un modo significativo la situación económica de la mayoría de la población ni el rápido aumento de la población. En último extremo, y quizá resulte lo más importante, el resentimiento que los musulmanes sienten hacia el colonialismo occidental ha originado que para muchos de ellos todo lo relacionado con las culturas de Occidente sea sinónimo y representación del mal.
Durante la época moderna el Islam ha continuado incorporando nuevos creyentes a sus filas, de forma muy acusada entre los negros africanos y entre algunos grupos negros de Estados Unidos, atraídos por su igualitarismo fundamental y su estricto sentido de la solidaridad.
El Islam y otras religiones
Convencidos de la verdad absoluta del Islam los musulmanes no han procurado entablar diálogo con representantes de otras confesiones, aunque algunos investigadores islámicos medievales escribieron obras bastante imparciales sobre ellas. Desde la década de 1960, sin embargo, los musulmanes han iniciado un diálogo con representantes del cristianismo y el judaísmo, reconocidos por el Islam como las otras dos "religiones del libro" (basadas en la revelación). Pero el recuerdo del colonialismo occidental ha generado sospechas y frustrado todas las tentativas ecuménicas.
Palabras claves en el islamismo:
Mezquita*:
Edificio destinado a la oración de los musulmanes, que puede variar en tamaño y tipología arquitectónica. Entre todas siempre destaca la mezquita de los viernes o jami, una especie de catedral donde se reúne la comunidad de fieles para realizar la oración ritual de este día de la semana. Los ejemplos más importantes de la historia se construyeron entre el siglo VII, poco tiempo después de la aparición del Islam en Arabia, y el siglo XVI.
La primera mezquita estaba constituida por el patio y la propia casa de Mahoma en Medina (622), situada en el territorio de la actual Arabia Saudí. El muro del patio que miraba en dirección a La Meca —conocido como quibla— disponía de un santuario cubierto desde el que se recitaban las oraciones, mientras que el resto de los muros estaban flanqueados por soportales de arquerías para proporcionar sombra en el caluroso desierto. Esta tipología se trasmitió a las mezquitas posteriores, en las que se distinguen los mismos elementos: el patio de abluciones o sahn, el muro de la quibla y el espacio cubierto para la oración. En el centro de la quibla se situaba el mihrab, un nicho cuya única finalidad es distinguir este muro de los restantes y enfocar así la oración hacia La Meca. A su derecha suele aparecer el mimbar, púlpito desde el que el imán o jefe religioso predica el sermón y dirige la oración de los viernes.
En las sociedades islámicas, las mezquitas no sólo se han empleado con fines religiosos, sino también políticos y sociales. Estos edificios llegaron a convertirse en muchas culturas en un auténtico foro para múltiples cometidos, como tribunales de justicia, escuelas, salas de asambleas e incluso como lugar de desfiles. En torno al espacio sagrado suelen aparecer otras habitaciones subsidiarias, que acogen en su seno bibliotecas, hospitales o cámaras de tesoros.
A medida que el islam se expandía fuera de Arabia, las mezquitas fueron incorporando elementos de la arquitectura de los países conquistados. Las tipologías basilicales, heredadas de la tradición cristiana, comenzaron su existencia con la mezquita mayor de Damasco (siglo VIII), construida sobre una antigua iglesia cristiana que a su vez se asentó sobre un templo pagano. Siguiendo esta misma trayectoria, la nueva tipología musulmana tuvo su origen en la basílica romana, así que finalmente la tradición arquitectónica islámica hunde sus raíces en la clásica. La única diferencia que incorpora la mezquita basilical es la equivalencia de sus tres naves, tanto en anchura como en altura, que produce un efecto espacial más parecido al de las salas hipóstilas. Las cubiertas planas de estos edificios se apoyan en dos pisos de arcadas, el primero de ellos compuesto por grandes arcos de medio punto sustentados sobre columnas romanas, y el segundo, dispuesto para acrecentar la altura del espacio de oración, más pequeño y transparente. Esta disposición propia de los califas omeyas se trasladó a la península Ibérica con la caída del poder omeya en Damasco. Abd-al-Rahman I comenzó hacia el año 780 la mezquita de Córdoba, donde se incorporaron numerosas novedades, como la disposición de once naves perpendiculares a la quibla, en lugar de las tres paralelas de la tipología siria. Otra de las características emblemáticas de la arquitectura califal cordobesa fue el arco de herradura decorado con franjas rojas y blancas (véase Arco y bóveda), un modelo constructivo heredado de los romanos que se conservó durante el periodo visigodo. El edificio cordobés se fue ampliando sucesivamente hasta el año 990, incorporando otras soluciones originales como la compleja estructura de pilastras sobre columnas, los arcos lobulados y entrecruzados, o las peculiares cúpulas de nervios entrecruzados que cubren las capillas junto al mihrab.
La decoración en el mundo islámico se vio reducida a los motivos geométricos y vegetales, como los arabescos o los mocárabes, ya que el Corán prohibe cualquier representación religiosa de hombres o animales para evitar los cultos idólatras. Sin embargo, la tradición oriental generó todo tipo de elementos ornamentales de gran riqueza, aplicados en las pinturas, bajorrelieves, tallas, estucos, taraceas, mosaicos, azulejos y revestimientos cerámicos de todo tipo.
En las mezquitas primitivas, el almuédano llamaba a la oración de los fieles desde la azotea de la propia mezquita. Más tarde se comenzaron a edificar torres especiales para este fin, llamadas alminares o minaretes, la primera de las cuales aparece en la mezquita de Sidi Ocba en Kairuan (Túnez, siglo VIII). El origen de estas construcciones parece remontarse a las torres de planta cuadrada de las iglesias paleocristianas sirias. Su empleo se extendió por todo el mundo islámico, y todas las mezquitas acabaron incorporando uno o varios de estos elementos verticales, que pueden variar su forma desde la sección cuadrada a la circular, espiral u octogonal, y su tamaño desde las bajas y planas a las altas y esbeltas, características del Imperio otomano.
Las mezquitas de planta cruciforme se comenzaron a emplear en Irán durante el siglo XII, y las cupuliformes de planta centralizada se adoptaron en Turquía después de la caída de Constantinopla (Estambul a partir de entonces) en 1453 y el subsiguiente empleo para el culto musulmán de la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla (532-537). En este modelo el espacio de oración se compone de una sala libre cubierta por una gran cúpula, flanqueada por salas subsidiarias cuyas semicúpulas o cupulillas descargan los empujes de la cubierta central. Con este nuevo concepto espacial desaparece el patio de abluciones, que ya entró en desuso en las mezquitas iraníes. El constructor más importante del periodo otomano fue el arquitecto Sinan, entre cuyas más de trescientas obras destaca la mezquita de Solimán (1550-1557) en Estambul, un edificio centralizado rodeado por cuatro esbeltos minaretes.
El cristianismo en Oriente
Uno de los actos del emperador Constantino que tuvo más repercusión dentro del mundo cristiano, fue su decisión, en el año 330, de trasladar la capital del Imperio desde Roma hasta una “Nueva Roma”, la ciudad de Bizancio, en el punto más oriental del mar Mediterráneo. La nueva capital, Constantinopla (actual Estambul), así llamada en honor al emperador, se transformó también en el centro intelectual y religioso del mundo cristiano de Oriente. Mientras tanto, el mundo cristiano de Occidente se fue centralizando de forma progresiva: una pirámide cuya cima la constituía el papa de Roma, y los principales centros del mundo oriental, Constantinopla, Jerusalén, Antioquía y Alejandría, se desarrollaron de forma autónoma. El emperador de Constantinopla tenía una posición muy destacada en la vida de la Iglesia. Por ejemplo, él era quien convocaba y presidía los concilios generales de la Iglesia, órganos supremos de legislación eclesiástica con respecto a la fe y a los códigos morales. Esta relación especial que surgió entre la Iglesia y el Estado, se denominó, aunque con algunas simplificaciones excesivas, cesaropapismo. Fomentó una cultura cristiana, que unió y sintetizó elementos cristianos y de la antigüedad clásica.
El problema radicaba en que esta simbiosis podía significar que la Iglesia se subordinara a la autoridad del Estado. La crisis del siglo VIII respecto a la legitimidad del uso de imágenes en las iglesias cristianas significó también un choque entre la Iglesia y el poder imperial. El emperador León III el Isaurio prohibió las imágenes, precipitando así un conflicto en el que los monjes de Oriente se convirtieron en los principales defensores de los iconos. Más adelante, se restauró el culto a los iconos, lo que supuso una medida de independencia para la Iglesia respecto al Estado. Durante los siglos VII y VIII, tres de los cuatro centros orientales cayeron bajo la influencia expansiva del islam; el único núcleo que quedó sin conquistar fue Constantinopla, ciudad que fue sitiada en repetidas ocasiones, hasta que cayó en manos de los turcos en 1453. Sin embargo, la lucha con los musulmanes no era tan sólo de carácter militar. Tanto los cristianos de Oriente como los seguidores del profeta Mahoma trataban de aumentar su mutua influencia en aspectos de índole intelectual, filosófica, científica e incluso teológica.
El conflicto con respecto a la adoración de las imágenes resultó ser tan grave porque amenazaba un hecho fundamental para la Iglesia de Oriente: su liturgia. El cristianismo de Oriente era, y lo sigue siendo, una manera de adoración a partir de la que se crea una forma de vivir y de pensar. La palabra griega ortodoxia se refiere a la manera correcta de alabar a Dios, lo cual resulta indisociable del modo correcto de proclamar la verdadera doctrina de Dios y de vivir de acuerdo con su voluntad. Este énfasis aportó a la liturgia y a la teología de Oriente una categoría que los observadores occidentales, incluso durante la edad media, caracterizarían como mística, categoría que se intensificó por la fuerte presión que ejercía el neoplatonismo sobre la filosofía bizantina. A pesar de que el monaquismo de Oriente por lo general se mostraba hostil ante estas corrientes filosóficas de pensamiento, se llevaba a la práctica una vida de devoción bajo la influencia de los escritos de los Padres de la Iglesia y de teólogos como san Basilio, quien había asumido un cristianismo helenístico a partir del cual desarrollaban muchas de esas ideas filosóficas.
Todos los rasgos distintivos del cristianismo de Oriente, como la ausencia de una autoridad eclesiástica central, la estrecha relación con el Imperio, la tradición litúrgica y mística, el uso continuado de la lengua y de otros elementos de la cultura griega, así como su aislamiento, a consecuencia de la expansión musulmana, contribuyeron a su alejamiento de Occidente, lo que por último desembocó en el cisma entre las iglesias occidental y oriental. De modo general, los historiadores fechan el Gran Cisma a partir de 1054, cuando Roma y Constantinopla se excomulgaron mutuamente, aunque también se puede decir que la fecha fue 1204, cuando ejércitos procedentes de Occidente, de camino para arrebatar la Tierra Santa del dominio otomano, atacaron y arrasaron la ciudad cristiana de Constantinopla. Cualquiera que sea la fecha, la ruptura entre el cristianismo oriental y el occidental se ha mantenido hasta hoy, a pesar de los repetidos esfuerzos por lograr la reconciliación.
Uno de los puntos de conflicto entre Constantinopla y Roma, a comienzos del siglo IX, fue el relativo a la evangelización de los eslavos. Pese a que muchas tribus eslavas, como los polacos, moravos, checos, eslovacos, croatas y eslovenos terminaron envueltas en la órbita de la Iglesia de Occidente, la gran mayoría de la población eslava se convirtió al cristianismo de acuerdo a las normativas de la Iglesia oriental (bizantina). Desde su temprana fundación en Kíev, la ortodoxia eslava impregnó Rusia, donde los rasgos distintivos del cristianismo de Oriente, ya descritos, enraizaron con mucha fuerza. La autoridad autocrática del zar moscovita tomó algunas de sus actuaciones del cesaropapismo bizantino; el monaquismo ruso se dejó influir por el ascetismo y la devoción cultivada por los monasterios griegos del monte Athos. La fuerza que ejercían con respecto a la autonomía cultural y étnica hizo evidente, desde muy temprano, que el cristianismo eslavo tenía su propio lenguaje litúrgico (conocido aún como antigua Iglesia eslava). Por otra parte, esta Iglesia fue incorporando los estilos artísticos y arquitectónicos importados de los centros ortodoxos de las zonas de habla griega. En la Iglesia de Oriente también había algunos grupos eslavos de los Balcanes, albaneses, descendientes de los antiguos ilirios, y rumanos, un pueblo de lengua romance. A lo largo de los siglos de dominio turco en los Balcanes, algunas de las poblaciones cristianas locales fueron forzadas a convertirse al islam, como en el caso de algunos bosnios, búlgaros y albaneses.
CRISTIANISMO
Iglesia de Oriente.
Se incluyen las distintas antiguas comunidades cristianas del Oriente Próximo y del este europeo; hoy en día, aún perviven tres de estos grupos. La primera división importante dentro del mundo cristiano tuvo lugar en 451, producto del Concilio de Calcedonia, convocado para analizar las exigencias de los monofisitas. Las iglesias que rechazaron las declaraciones de fe adoptadas por el concilio son: la Iglesia de Armenia, la Iglesia copta de Alejandría, la Iglesia etíope, la Iglesia siria y la Iglesia siria de la India. Estas iglesias, que en algunas ocasiones han sido llamadas Iglesias ortodoxas orientales, cuentan hoy en día con más de 22 millones de miembros. El grupo mayor, la Iglesia ortodoxa, está en comunión con el patriarca ecuménico de Constantinopla (Estambul, Turquía). Existe un tercer grupo de iglesias, conocidas de modo genérico con el nombre de Iglesias de rito oriental, que reconocen la autoridad de la Iglesia católica apostólica romana.
Iglesias de rito oriental.
Iglesias cristianas orientales compuestas por cinco ritos derivados de antiguas tradiciones de las iglesias cristianas del Oriente. Hoy se encuentran en comunión con la Iglesia occidental y bajo la autoridad del Papa. Esta Iglesia es distinta de las iglesias ortodoxas y de las llamadas iglesias independientes del Oriente, ninguna de la cuales reconoce la autoridad papal. Las iglesias de rito oriental, son conocidas a veces con el nombre de iglesias católicas orientales o iglesias unificadas. Hoy, más de ocho millones de católicos orientales pertenecen a alguno de sus ritos.
Los cinco ritos son: el bizantino, el alejandrino, el de Antioquía, el de Caldea y el armenio. Dentro de estos ritos existen más divisiones, dependiendo del país de donde provenga y de su origen étnico. Por ejemplo, el rito bizantino incluye a un gran número de personas. El grupo autónomo de católicos de Oriente más grande es el de la iglesia maronita (rito de Antioquía); cuenta con aproximadamente un millón de miembros, de los cuales más o menos el 65% vive en el Líbano.
Un rito significa más que una liturgia; hace manifiestas las tradiciones características de cada pueblo, en un amplio espectro. Es interesante resaltar que, dentro de estas iglesias católicas de Oriente, contra la práctica que se observa en las adscritas al rito romano, el clero puede contraer matrimonio. También cuentan con prácticas sacramentales características: los niños que han sido bautizados pueden, acto seguido, ser confirmados y recibir la eucaristía. La lengua que se utiliza en las liturgias de los ritos de las iglesias de Oriente, es la que hablaban los primeros misioneros fundadores o bien las lenguas locales actuales, en vez de el latín. El Concilio Vaticano Segundo, en su decreto con respecto a las iglesias católicas de Oriente, confirmó su compromiso de preservar intactos los ritos orientales. Esta tranquilizadora promesa fue muy bien recibida, ya que había frecuentes críticas de parte de las iglesias de Oriente, referentes a que sus tradiciones se estaban erosionando de una forma paulatina, producto de su contacto con la Iglesia de Roma.
El haber podido hacer efectiva esta comunión fue producto de un largo proceso. Después del gran cisma de 1054 entre los católicos de Oriente y los de Occidente, algunos grupos, como los maronitas y los armenios, se unieron a la Iglesia de Roma durante el siglo siguiente. Sin embargo, la verdadera historia del desarrollo de los ritos de las iglesias de Oriente se inició en el siglo XVI. En 1596, en la Unión de Brest-Litovsk, dos obispos ortodoxos ucranianos reconocieron la primacía del poder papal. Los secundaron otros grupos, tales como los de Caldea en 1681, y otras iglesias de ritos bizantinos (los rutenos en 1592, los rumanos en 1698 y los melquitas en 1724). Los últimos fueron los malancarenses (practicantes del rito de Antioquía) de la India, que lo hicieron en 1930. El desarrollo y crecimiento de estos grupos católicos obligó a Roma a establecer las correspondientes jerarquías eclesiásticas.
Las iglesias de Oriente tienen su propio derecho canónico, por lo que no están regidas por el código de la Iglesia occidental. Cada iglesia está gobernada por un patriarca (los patriarcas de Alejandría, Babilonia y Cilicia, y tres patriarcas de Antioquía). Un patriarca al frente de su sínodo ostenta la más alta autoridad dentro de su jurisdicción, pudiendo llegar incluso a nombrar obispos y crear nuevas diócesis. Sin embargo, la Sagrada Congregación para las iglesias de Oriente, entre cuyos miembros se agrupan los patriarcas del rito oriental, tiene una influencia general sobre los ritos orientales.
CONFLICTOS CRISTIANOS
Cruzadas
Fueron expediciones militares realizadas por los cristianos de Europa occidental, normalmente a petición del Papa, que comenzaron en 1095 y su objetivo era recuperar Jerusalén y otros lugares de peregrinación en Palestina, en el territorio conocido por los cristianos como Tierra Santa, que estaban bajo control de los musulmanes. Por extensión, el término se emplea para describir cualquier guerra religiosa.
Contexto histórico
El origen de las Cruzadas está enraizado en el cataclismo político que resultó de la expansión de los Selyúcidas en el Próximo Oriente a mediados del siglo XI. La conquista de Siria y Palestina llevada a cabo por los Selyúcidas islámicos alarmó a los cristianos de occidente. Otros invasores turcos también penetraron profundamente en el igualmente cristiano Imperio bizantino y sometieron a griegos, sirios y armenios cristianos a su soberanía. Las Cruzadas fueron, en parte, una reacción a todos estos sucesos. Fueron el resultado de la ambición de unos papas que buscaron ampliar su poder político y religioso. Los ejércitos cruzados fueron, la política papal.
En un esfuerzo por entender por qué los cruzados las llevaron a cabo, los historiadores han apuntado como razones el dramático crecimiento de la población europea y la actividad comercial entre los siglos XII y XIV. Las Cruzadas, por tanto, se explican como el medio de encontrar un amplio espacio donde acomodar parte de esa población en crecimiento; y como el medio de dar salida a las ambiciones de nobles y caballeros, ávidos de tierras. Las expediciones ofrecían, como se ha señalado, ricas oportunidades comerciales a los mercaderes de las pujantes ciudades de occidente, particularmente a las ciudades italianas de Génova, Pisa y Venecia.
Aunque estas explicaciones acerca de las Cruzadas quizá tengan alguna validez, los avances en la investigación sobre el tema indican que los cruzados no pensaron encontrarse con los peligros de enfermedades, las largas marchas terrestres y la posibilidad de morir en combate en tierras lejanas. Las familias que quedaron en Europa tuvieron que combatir en muchas ocasiones durante largos periodos de tiempo para mantener sus granjas y sus posesiones. La idea de que los cruzados obtuvieron grandes riquezas es cada vez más difícil de justificar; la Cruzada fue un asunto extremadamente caro para un caballero que tuviera el propósito de actuar en Oriente si se costeaba por sí mismo la expedición, ya que probablemente le suponía un gasto equivalente a cuatro veces sus ingresos anuales.
Sin embargo, a pesar de ser una empresa peligrosa, cara y que no daba beneficios, las Cruzadas tuvieron un amplio atractivo para la sociedad contemporánea. Su popularidad se cimentó en la comprensión de la sociedad que apoyó este fenómeno. Era una sociedad de creyentes, y muchos cruzados estaban convencidos de que su participación en la lucha contra los infieles les garantizaría su salvación espiritual. También era una sociedad militarista, en la que las esperanzas y las ambiciones estaban asociadas con hazañas militares.
La primera Cruzada
Las Cruzadas comenzaron formalmente el jueves 27 de noviembre de 1095, en un descampado a extramuros de la ciudad francesa de Clermont-Ferrand. Ese día, el papa Urbano II predicó a una multitud de seglares y de clérigos que asistían a un concilio de la Iglesia en esa ciudad. En su sermón, el papa esbozó un plan para una Cruzada y llamó a sus oyentes para unirse a ella. La respuesta fue positiva y abrumadora. Urbano encargó a los obispos asistentes al concilio que regresaran a sus localidades y reclutaran más fieles para la Cruzada. También diseñó una estrategia básica según la cual distintos grupos de cruzados iniciarían el viaje en agosto del año 1096. Cada grupo se autofinanciaría y sería responsable ante su propio jefe. Los grupos harían el viaje por separado hasta la capital bizantina, Constantinopla (la actual Estambul, en Turquía), donde se reagruparían. Desde allí, lanzarían un contraataque, junto con el emperador bizantino y su ejército, contra los Selyúcidas, que habían conquistado Anatolia. Una vez que esa región estuviera bajo control cristiano, los cruzados realizarían una campaña contra los musulmanes de Siria y Palestina, siendo Jerusalén su objetivo fundamental.
La conquista de Anatolia
Los ejércitos cruzados de la nobleza llegaron a Constantinopla entre noviembre de 1096 y mayo de 1097. El emperador bizantino Alejo I Comneno presionó a los cruzados para que le devolvieran cualquier antiguo territorio del Imperio bizantino que conquistaran. Los jefes cruzados se sintieron agraviados por esas demandas y, aunque la mayoría en última instancia accedió, comenzaron a sospechar de los bizantinos.
En mayo de 1097, los cruzados atacaron su primer gran objetivo, la capital turca de Anatolia, Nicea (la actual ciudad de Iznik en Turquía). En junio, la ciudad se rindió a los bizantinos, antes que a los cruzados. Esto confirmó las sospechas de que Alejo intentaba utilizarlos como peones para lograr sus propios objetivos.
Muy poco después de la caída de Nicea, los cruzados se encontraron con el principal ejército Selyúcida de Anatolia en Dorilea (cerca de la actual Eskisehir, en Turquía). El 1 de julio de 1097, los cruzados obtuvieron una gran victoria y casi aniquilaron al ejército turco. Como consecuencia, los cruzados encontraron escasa resistencia durante el resto de su campaña en Asia Menor. El siguiente gran objetivo fue la ciudad de Antioquía (la actual Antakya, en Turquía) en el norte de Siria. Los cruzados pusieron sitio a la ciudad el 21 de octubre de 1097, pero no cayó hasta el 3 de junio de 1098. Tan pronto como los cruzados hubieron tomado Antioquía, fueron atacados por un nuevo ejército turco, procedente de Mosul (en el actual Irak), que llegó demasiado tarde para auxiliar a los defensores turcos de Antioquía. Los cruzados repelieron esta expedición de auxilio el 2 de junio.
La conquista de Jerusalén
Los cruzados permanecieron descansando en Antioquía el resto del verano, y a finales del mes de noviembre de 1098 iniciaron el último tramo de su viaje. Evitaron atacar las ciudades y fortificaciones con el fin de conservar intactas sus tropas. En mayo de 1099 llegaron a las fronteras septentrionales de Palestina y al atardecer del 7 de junio acamparon a la vista de las murallas de Jerusalén.
La ciudad estaba por aquel entonces bajo control egipcio; sus defensores eran numerosos y estaban bien preparados para resistir un sitio. Los cruzados atacaron con la ayuda de refuerzos llegados de Génova y con unas recién construidas máquinas de asedio. El 15 de julio tomaron por asalto Jerusalén y masacraron a casi todos sus habitantes. Según la concepción de los cruzados, la ciudad quedó purificada con la sangre de los infieles.
Una semana más tarde el ejército eligió a uno de sus jefes, Godofredo de Bouillon, duque de la Baja Lorena, como gobernante de la ciudad. Bajo su liderazgo, los cruzados realizaron su última campaña militar y derrotaron a un ejército egipcio en Ascalón (ahora Ashqelon, Israel) el 12 de agosto. No mucho más tarde, la mayoría de los cruzados regresó a Europa, dejando a Godofredo y un pequeño retén de la fuerza original para organizar y establecer el gobierno y el control latino (o europeo occidental) sobre los territorios conquistados.
El apogeo del poderío latino en el Oriente
Tras la conclusión de la primera Cruzada los colonos europeos en el Levante establecieron cuatro estados, el más grande y poderoso de los cuales fue el reino latino de Jerusalén. Al norte de este reino, en la costa de Siria, se encontraba el pequeño condado de Trípoli. Más allá de Trípoli estaba el principado de Antioquía, situado en el valle del Orontes. Más al este aparecía el condado de Edesa (ahora Urfa, Turquía), poblado en gran medida por cristianos armenios.
Los logros de la primera Cruzada se debieron en gran medida al aislamiento y relativa debilidad de los musulmanes. Sin embargo, la generación posterior a esta Cruzada contempló el inicio de la reunificación musulmana en el Próximo Oriente bajo el liderazgo de Imad al-Din Zangi, gobernante de Mosul y Halab (actualmente en el norte de Siria). Bajo el mando de Zangi, las tropas musulmanas obtuvieron su primera gran victoria contra los cruzados al tomar la ciudad de Edesa en 1144, tras lo cual desmantelaron sistemáticamente el Estado cruzado en la región.
La respuesta del Papado a estos sucesos fue proclamar la segunda Cruzada a finales de 1145. La nueva convocatoria atrajo a numerosos expedicionarios, entre los cuales destacaron el rey de Francia Luis VII y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Conrado III. El ejército germano de Conrado partió de Nuremberg (en la actual Alemania) en mayo de 1147 rumbo a Jerusalén. Las tropas francesas marcharon un mes más tarde. Cerca de Dorilea las tropas germanas fueron puestas en fuga por una emboscada turca. Desmoralizados y atemorizados, la mayor parte de los soldados y peregrinos regresó a Europa. El ejército francés permaneció más tiempo, pero su destino no fue mucho mejor y sólo una parte de la expedición original llegó a Jerusalén en 1148. Tras deliberar con el rey Balduino III de Jerusalén y sus nobles, los cruzados decidieron atacar Damasco en julio. La fuerza expedicionaria no pudo tomar la ciudad y, muy poco más tarde de este ataque infructuoso, el rey francés y lo que quedaba de su ejército regresaron a su país.
Las últimas Cruzadas
Federico II
La Cruzada que llevó a cabo el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico II se diferenció de las anteriores en su forma de enfocar la cuestión. Federico II había prometido dirigir una Cruzada en 1215 y renovó su compromiso en 1220, pero por razones políticas internas del Imperio estuvo posponiendo su salida. Bajo la amenaza de la excomunión del papa Gregorio IX, Federico y su ejército embarcaron finalmente en Italia en agosto de 1227, pero regresaron a puerto pocos días más tarde, cuando el emperador cayó enfermo. El papa, exasperado por otro retraso más, rápidamente excomulgó al emperador. Una vez recuperada su salud, Federico marchó a Tierra Santa en junio de 1228, como un cruzado anónimo, sin la protección de la Iglesia. Federico llegó a Acre, donde encontró que la mayor parte de su ejército se había dispersado. No obstante, no tenía intención de combatir si se podía recuperar Jerusalén mediante una negociación diplomática con el sultán egipcio Al-Kamil. Esas negociaciones dieron como resultado un tratado de paz por el cual los egipcios devolvían Jerusalén a los cruzados, que garantizó una tregua durante 10 años. A pesar de este éxito, Federico era esquivado por los líderes seglares de los estados latinos y por el clero, dado que estaba excomulgado. Al mismo tiempo, el papa proclamó otra cruzada, esta vez contra Federico; reclutó un ejército y procedió a atacar las posesiones italianas del emperador. Federico regresó a Europa en mayo de 1229 para hacer frente a esta amenaza.
Luis IX
Transcurrieron casi 20 años entre la Cruzada de Federico y la siguiente gran expedición al Próximo Oriente, organizada y financiada por el rey Luis IX de Francia y motivada por la reconquista de Jerusalén por parte de los musulmanes en 1244. Luis pasó cuatro años haciendo cuidadosos planes y preparativos para su ambiciosa expedición. A finales de agosto de 1248, Luis y su ejército marcharon hasta la isla de Chipre, donde permanecieron todo el invierno y continuaron los preparativos. Siguiendo la misma estrategia que la quinta Cruzada, Luis y sus seguidores desembarcaron en Egipto, el 5 de junio de 1249, y al día siguiente tomaron Damietta. El siguiente paso en su campaña, el ataque a El Cairo en la primavera de 1250, acabó siendo una catástrofe. Los cruzados no pudieron mantener sus flancos, por lo que los egipcios retuvieron el control de los depósitos de agua a lo largo del Nilo. Los egipcios abrieron las esclusas, provocando inundaciones, que atraparon a todo el ejército cruzado, y Luis IX fue forzado a rendirse en abril de 1250. Tras pagar un enorme rescate y entregar Damietta, Luis marchó por mar a Palestina, donde pasó cuatro años edificando fortificaciones y consolidando las defensas del reino latino. En la primavera de 1254 regresó con su ejército a Francia.
El rey Luis IX también organizó la última gran Cruzada, en 1270. En esta ocasión la respuesta de la nobleza francesa fue poco entusiasta y la expedición se dirigió contra la ciudad de Túnez y no contra Egipto. Acabó súbitamente cuando Luis murió en Túnez en el verano de 1270.
Mientras tanto, las fortificaciones fronterizas que todavía le quedaban al Imperio Latino en Siria y Palestina se vieron sometidas a una presión incesante por parte de las fuerzas egipcias. Una a una, las ciudades y castillos de los estados cruzados cayeron en manos de los potentes ejércitos mamelucos. La última plaza fuerte, la ciudad de Acre, fue tomada el 18 de mayo de 1291 y los pobladores cruzados, junto con las órdenes militares de los Caballeros Templarios y los Caballeros Hospitalarios, buscaron refugio en Chipre. Alrededor de 1306, estos últimos se establecieron en la isla de Rodas, la cual administraron como un virtual Estado independiente y fue la última plaza fuerte en el Mediterráneo hasta su rendición a los turcos en 1522. En 1570, Chipre, por aquel entonces bajo la soberanía de Venecia, también fue conquistada por los turcos. Los otros estados latinos que se establecieron en Grecia como consecuencia de la cuarta Cruzada sobrevivieron hasta la mitad del siglo XV.
Consecuencias de las Cruzadas
La expulsión de los latinos de Tierra Santa no puso fin a los esfuerzos de los cruzados, pero la respuesta de los reyes europeos y de la nobleza a nuevas convocatorias de Cruzadas fue débil, y las posteriores expediciones se llevaron a cabo sin ningún éxito. Dos siglos de Cruzadas habían dejado poca huella en Siria y Palestina, salvo numerosas iglesias, fortificaciones y una serie de impresionantes castillos, como los de Marqab, en la costa de Siria, Montreal, en la Transjordania, el krak de los Caballeros, cerca de Trípoli y Monfort, cerca de Haifa (Israel). Los efectos de las Cruzadas se dejaron sentir principalmente en Europa, no en el Próximo Oriente. Los cruzados habían apuntalado el comercio de las ciudades italianas, habían generado un interés por la exploración del Oriente y habían establecido mercados comerciales de duradera importancia. Los experimentos del Papado y de los monarcas europeos para obtener los recursos monetarios para financiar las Cruzadas condujeron al desarrollo de sistemas de impuestos directos de tipo general, que tuvieron consecuencias a largo plazo para la estructura fiscal de los estados europeos. Aunque los estados latinos en el Oriente tuvieron una corta vida, la experiencia de los cruzados estableció unos mecanismos que generaciones posteriores de europeos usarían y mejorarían, al colonizar los territorios descubiertos por los exploradores de los siglos XV y XVI.
DRUSOS
Secta musulmana de Oriente Próximo cuyos principales asentamientos se localizan en las regiones más montañosas del Líbano, del sur de Siria y de Israel. Se diferencian de sus vecinos sólo en cuanto a la influencia que ejerce la religión en sus costumbres y hábitos de vida. Su fe es impulsada por el islamismo fatimí, una rama de los shiíes. Los drusos creen que Dios se ha encarnado en diversos hombres, en distintas ocasiones, y que la última y definitiva fue la de al-Hakim bi Amri Allah, el sexto califa fatimí, que murió en 1021 d.C.; los drusos creen que él, estando en el Cairo en 1016 d.C., se habría proclamado como la encarnación terrena de Dios. En 1017, el nuevo movimiento encontró en Hamza ibn Alí ibn Ahmad un nuevo apóstol de su religión; Hanza se convirtió en ministro (wazir) de al-Hakim. Hamza es considerado el responsable de haberle otorgado la forma y contenido que actualmente tiene la religión, y de haber codificado sus distintos dogmas en un solo credo unificador. Lo más probable es que el nombre de la secta derive de Muhammad al-Darazi, un seguidor de al-Hakim.
Los drusos consideran que con al-Hakim Dios hizo un último llamamiento para que los seres humanos se redimieran. Y que Dios, encarnado en Hakim, volvería una vez más a la tierra para instituir, de forma definitiva, la primacía de su religión. Esta creencia, a pesar de ser una derivación del islamismo, contiene elementos agregados durante épocas más recientes, provenientes del judaísmo y del cristianismo. Los drusos creen en un solo Dios, cuyas cualidades y virtudes no pueden ser explicadas ni definidas, y que además administra justicia de forma imparcial. Los seguidores de este movimiento no creen en el proselitismo. Los siete principios cardinales, que aceptan con una fe inquebrantable, son los siguientes: 1) rectitud y veracidad en el actuar con respecto al prójimo; 2) ayuda y asistencia mutua; 3) renuncia a otras religiones; 4) fe en la encarnación divina de al-Hakim; 5) aceptación gustosa de los trabajos encomendados por Dios; 6) aceptación de sus deseos; 7) alejamiento de aquellos que van por el camino equivocado y de los demonios. Los drusos creen en la transmigración de las almas, que estarían en un constante avance y desarrollo, hasta que logran llegar a la purificación final. Por prescripción religiosa, deben abstenerse de beber vino y de fumar tabaco, de lo profano y de lo obsceno. Los fieles no rezan en mezquitas; los encuentros que realizan para rezar y para recibir instrucción religiosa se celebran los jueves por la tarde, en edificios muy sencillos, situados en las afueras de los poblados drusos. Con el fin de proteger la religión y de mantener ocultas sus enseñanzas, los drusos celebran el culto al modo musulmán cuando están entre musulmanes, y al modo cristiano cuando están entre cristianos.
Los drusos fueron gobernados, conservando su nombre de pueblo, por el Imperio otomano; esta dominación duró desde el siglo XVI hasta 1918. Poco a poco fueron ganando autonomía, por la fuerte oposición con que enfrentaron al ejército enviado por el sultán otomano para subyugarlos. En 1860 estalló un conflicto con los maronitas sirios cristianos, lucha en la que varios cientos de maronitas fueron asesinados y muchos expulsados de sus hogares. Las fuerzas más poderosas de Europa intervinieron para proteger a los cristianos, llegándose incluso a la creación de una poderosa fuerza francesa que permaneció en el Líbano durante casi un año. En 1864 se nombró un gobernador general cristiano, lográndose así, en gran medida, la autonomía del Líbano. Estos acontecimientos marcaron el fin de la influencia de los drusos libaneses, quienes hasta 1918 se mantuvieron como una comunidad conservadora y apartada. Hasta 1910 los drusos sirios se vieron envueltos en frecuentes conflictos con el Gobierno turco; esta situación, por lo general, se debía a problemas relacionados con los impuestos y el servicio militar. Durante la I Guerra Mundial la mayoría de los drusos se mantuvieron neutrales. Sin embargo, el 1 de septiembre de 1918, un grupo armado, formado por drusos sirios y libaneses, se unió para apoyar al líder árabe Faisal ibn 'Abd al-'Aziz, quien un mes más tarde, y a cambio de esto, ayudó a las fuerzas armadas británicas a someter la ciudad de Damasco. A fines de 1920 los drusos entraron en negociaciones con el Gobierno francés, que por aquel entonces, y bajo la dirección de la Liga de las Naciones, gobernaba Siria. El 4 de marzo de 1921 se firmó un acuerdo que garantizaba la autonomía de la región de la meseta siria de Jabal al-Duruz. En abril de 1925 los drusos solicitaron a las autoridades francesas ser recibidos y escuchados, para discutir las violaciones al acuerdo que estaban cometiendo los franceses. El 11 de julio de 1925, el general Maurice Sarrail, nombrado alto comisionado por el Gobierno francés, ordenó a su delegado en Damasco que convocara a los representantes de los drusos. Apenas llegaron los demandantes, los franceses los desterraron, después de apresarlos, al lejano oasis de Palmira, provocando una violenta revuelta drusa, que favoreció los movimientos independentistas de Siria y del Líbano.
De acuerdo con las últimas cifras estadísticas, el número de drusos en Siria, Líbano, Israel y Jordania, ascendería a unos 350.000. Dada la costumbre de los drusos de acomodar sus prácticas religiosas a las características de la fe del pueblo en que están viviendo, es difícil determinar el número exacto de sus miembros.
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