Filosofía y Ciencia


Confesiones; San Agustín


UNIVERSIDAD DEL GOLFO DE MÈXICO

CAMPUS SAN ANDRES TUXTLA.

LICENCIATURA:

CIENCIAS DE LA COMUNICACIÒN.

MATERIA:

FILOSOFÌA.

FECHA:

8 DE OCTUBRE DEL 2007.

SÌNTESIS DEL LIBRO:

CONFESIONES DE SAN AGUSTÌN.

CONFESIONES DE SAN AGUSTÌN

En todo el libro está escrito como una oración de San Agustín hacia Dios, en la cual el reconoce su pecados y la obra que Dios realizó en su vida convirtiéndolo a la fe católica.

San Agustín era del norte de África, hijo de padre pagano y madre cristiana, estudiante y luego se dedicó a dar clases de Retórica, durante su adolescencia entra en conflicto con la moral cristiana. Pero la lectura del "Hortensio", diálogo hoy perdido en el que Cicerón exhorta a los jóvenes a buscar la sabiduría y marca el comienzo de la vocación filosófica de San Agustín, sin embargo busca la verdad en la secta de los Maniqueos, ya que para el la escritura bíblica era grosera comparada con el estilo de Cicerón.

Los Maniqueos eran seguidores de Mani, un profeta persa que había intentado sintetizar en una sola religión el cristianismo, el zoroastrismo y el budismo. De la religión de Zoroastro, Mani tomaba la idea de los dos principios: el espiritual principio del bien y el material y el principio del mal; lo material era malo, el matrimonio la familia y la procreación eran mayores pecados que el adulterio. Los maniqueos identificaban al "dios malo" con el Jehová del Antiguo Testamento, Creador del mundo material, y lo distinguían del Dios Padre de Jesucristo, el Salvador y sobre esta base atacaban a la Iglesia Católica, pues no admitían el dogma central de la Encarnación del Verbo de Dios, dada su concepción de la maldad radical de la materia. Cautivaron a Agustín con la promesa de que si se iba con ellos no tendría que creer nada sino que todo le sería demostrado. Ya convertido al maniqueísmo, aparto a muchos de sus amigos de la Iglesia Católica, y se dedico a entender las doctrinas de la secta, con el fin de satisfacer su ansia de conocer la verdad.

Le inquietaba el problema del mal, es decir; ¿de dónde venia? Y poco a poco se dio cuenta que la demostración que tanto le habían prometido no llegaba. Al no estar de acuerdo con la conducta de los Maniqueos puso todas sus esperanzas en la llegada prometida de Fausto, uno de los más notables doctores del maniqueísmo y cuando pudo hablar con él, éste desistió de intentar resolver las dificultades que le proponía Agustín, reconociendo su ignorancia sobre estos temas. Y así fue como puso fin a su fe maniquea.

Se dirigió a Roma para mejorar en su carrera como profesor de retórica, sin que su madre lo supiera y de ahí, se fue a Milán donde era obispo San Ambrosio. San Agustín comienza a asistir a sus predicaciones con el interés profesional, pero poco a poco junto con los discursos de Ambrosio, pone atención en el contenido de estos. Agustín comienza a ver que es posible defender inteligentemente el Antiguo Testamento y con él la fe católica.

Por ese tiempo llegan a sus manos algunas obras de autores neoplatónicos. En estos herederos de Platón, San Agustín descubre la posibilidad de pensar en el mundo espiritual. La dialéctica platónica le devuelve la confianza en la existencia de la verdad y la posibilidad de conocerla, el problema del mal, comienza a verlo de otra manera: el mal no es un ser creado por Dios ni un ser independiente de Dios sino que el mal es una carencia del ser. Sin embargo, San Agustín reconoce que entre todas las cosas buenas que encontró en los libros platónicos no nombraban a Jesucristo.

Por lo que vuelve a leer la Sagrada Escritura descubriendo un sentido diferente de aquel que tanto le había chocado en su inexperta juventud en ese momento está a punto de convertirse definitivamente pero lo detiene su cruz más pesada y no era lo teórico lo que le importaba sino la práctica de orden moral.

En ese tiempo vivía de forma ilícita con una mujer que le había dado un hijo y a la que el nunca le había infiel y eso le impedía de cierta manera convertirse a la moral cristiana. Por lo que su madre lo separa de quien era su mujer y con la que había compartido tantos años retirándose ella a un monasterio en África. Debido a esta situación duda entre su conversión y su actual forma de vida, hasta que escucha a algunos amigos cristianos narrar la historia de los Padres del desierto, quienes fueron los primeros monjes cristianos y que en aquellos tiempos habían dejado todo para irse a las desiertos de Egipto o Siria y entregarse a la oración, penitencia y una auténtica vida en santidad, este relato provoca que se tome la decisión definitiva de convertirse.

Enojado con el mismo se retiro a un jardín donde lloro suplicando a Dios le concediera la gracia de la conversión y en medio de su llanto y suplica escucho una voz que le dijo: "Toma y lee". Abrió el Nuevo Testamento que llevaba y encontró el pasaje de la carta de San Pablo:

“Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias y desenfrenos, nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias”.

San Agustín experimento personalmente la acción de la gracia de Dios y formulo la conclusión de su búsqueda hacia la sabiduría. Engañado por el racionalismo de los maniqueos, había adoptado el lema "Entender para creer", y esto en vez de llevarlo a la solución de sus dudas lo dejaba en las puertas del escepticismo. Después de convertirse y ante la luz que la fe cristiana, se pregunta las mismas dudas que antes le parecían inexplicables y formula lo siguiente: "Creer para entender". La conversión libera al hombre de las ataduras del pecado y lo deja libre para encaminarse sin temor al encuentro de la verdad sobre Dios y sobre él mismo. San Agustín sabía que los mayores obstáculos en el camino hacia la verdad no eran teóricos sino prácticos o morales.

Esa fe no era un salto en el vacío y para ser merecedora del hombre tiene que ser razonable y debe estar apoyada en motivos sólidos de credibilidad; motivos que San Agustín desarrolla en varias de sus obras posteriores a su conversión: las profecías del Antiguo Testamento, sus milagros, doctrinas, resurrección de entre los muertos y la expansión de la fe cristiana por todo el mundo como ya estaba profetizado en el Antiguo Testamento. De esta manera San Agustín termina de perfeccionar su principio metodológico: "Entiende para creer, cree para entender".

San Agustín es el más grande de los pensadores cristianos y decía: "Ama y haz lo que quieras”. En su confesión en el libro 10 capitulo. 27, nos dice lo siguiente:

“Tarde os amé, Dios mío, hermosura tan antigua y tan nueva; tarde os amé. Vos estabais dentro de mi alma y yo distraído fuera, y allí mismo os buscaba; y perdiendo la hermosura de mi alma, me dejaba llevar de estas hermosas criaturas exteriores que Vos habéis creado. De lo que infiero que Vos estabais conmigo y yo no estaba con Vos; y me alejaban y tenían muy apartado de Vos aquellas mismas cosas que no tuvieran ser si no estuvieran en Vos. Pero Vos me llamasteis y disteis tales voces a mi alma, que cedió a vuestras voces mi sordera. Brilló tanto vuestra luz, fue tan grande vuestro resplandor, que ahuyentó mi ceguedad. Hicisteis que llegase hasta mí vuestra fragancia, y tomando aliento respiré con ella, y suspiro y anhelo ya por Vos. Me disteis a gustar vuestra dulzura, y ha excitado en mi alma un hambre y sed muy viva. En fin, Señor, me tocasteis y me encendí en deseos de abrazaros.

BIBLIOGRAFÌA:

LIBRO “LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÌN”, AUTOR SAN AGUSTÌN, EDITORIAL SAN PABLO, NO. DE PAGS. 416, XIII LIBROS EN SUS CONFESIONES, IDIOMA CASTELLANO, AÑO 1990.




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Idioma: castellano
País: México

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