Religión y Creencias


Concilios ecuménicos


Cristología

Trabajo de Investigación sobre los concilios:

Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia.

Consideraciones globales

Cronológicamente la historia de la dogmática cristológica puede dividirse en cuatro grandes etapas:

1. Conciliación de Jesús con el monoteísmo bíblico: conquista dogmática de la divinidad de Jesús (hasta Nicea: 325).

2. Idea de encarnación. Peligro para la humanidad de Jesús y confirmación del hombre junto con Dios (hasta Constantinopla I: 381).

3. El problema de la constitución de Jesús. Conquista de la unidad (Efeso: 431) y conquista de la dualidad (Calcedonia: 451).

4. Neo_nestorianos y onoteletas. La enhypostasía. Interpretación de Calcedonia en los dos concilios siguientes (hasta III Constantinopla: 681).

Estos periodos pueden esquematizarse en el siguiente cuadro:

Concilio

Problema

Siglo III Divinidad

Nicea

Relación Jesús con Dios

Siglo IV Humanidad

Nicea

Relación Jesús con nosotros.

Siglo V Humanidad

Constantinopla, éfeso y Calcedonia

Simultaneidad de ambas afirmaciones

Siglo VI y VII Apéndices

III Constantinopla

Problemas derivados

De alguna manera, sería mejor considerar toda la historia de la dogmática como la historia de las oscilaciones entre la antinomia Dios-hombre.

1. La primera oscilación se extiende desde la negación doceta de la carne de Jesús hasta la negación judaizante de su divinidad. La fórmula, la da san Irineo: verdadero Dios y verdadero hombre.

2. La segunda, oscila entre la negación “parcial” que hace Arrio de la divinidad de Jesús y la negación “parcial” que hace Apolinar de su humanidad plena. Las fórmulas: perfecto Dios, perfecto hombre. O: consustancial al Padre y consustancial a nosotros.

3. El tercer margen de oscilación se da entre la “negación implícita” de la divinidad de Jesús (Nestorio) y la “negación implícita” de su humanidad (Eutiques). Y su fórmula: una subsistencia en dos naturalezas.

Nicea (325)

Convocado por Constantino, el numero de participantes que se suele citar, 318, es posible reminiscencia del (Gn 14,14), sobre los siervos de Abraham. En realidad es difícil que rebasaran a 250, pero hace notar que venían de todas partes: sirios, cilicios, fenicios, árabes, palestinos, egipcios, tebeos y libios, hasta un persa, todos enviaron lo mejor de lo suyo, estaba Osio el español y de occidente sólo había cinco obispos.

Problemática:

De laico, Arrio estuvo metido en un cisma y halló acogida en el obispo de Alejandría, quien le reconcilió y le ordenó presbítero. El error de Arrio es doble: ni Cristo es hombre como nosotros ni es Dios como el Padre. Arrio le llama Dios pero lo entiende de manera subordinacionista. También le llama hombre, pero negándole un alma humana. Tal vez haya relación entre ambos errores. Al menos así lo entendió Eustacio único que cayó en la cuenta de los dos: “al negar el alma a Cristo, tiene que atribuir a la Palabra de Dios, los sufrimientos y mutaciones de Cristo, puesto que esta Palabra pasible no puede ser igual al Dios inmutable” Lo curioso es que este error relativo a la humanidad de Cristo no se lo combate nadie. El mismo San Agustín, escribirá sobre los arrianos: “menos conocidos son por afirmar que Cristo tenía un cuerpo solo, sin alma. Y no he encontrado a nadie que les haya discutido este punto”. Este silencio, parece indicar que sus contradictores participaban del mismo error; el concilio de Nicea, que supone la condena de Arrio, aborda sólo el error relativo a la divinidad del Hijo: “nacido del Padre antes de Todos los siglos, Dios de Dios, luz de Luz, Dios Verdadero de Dios verdadero”. La doctrina arriana relativa a la humanidad de Jesús se prolongará en el apolinarismo, robustecida, en cierto modo, por la declaración de Nicea. El gran contradictor de Arrio en lo referente a la divinidad de la Palabra, fue San Atanasio, se han suscitado sospechas respecto a si compartiría o no el error arriano sobre la humanidad de Jesús. La argumentación de Arrio para negar la divinidad del Logos, era simple: el Nuevo Testamento está lleno de datos sobre la finitud de Cristo, según los evangelios, Cristo experimenta dolor, turbación, ora, ignora, teme, progresa, se ve abandonado…

Todo esto es incompatible con la idea del Absoluto, de ahí que el hombre no encuentra en Cristo al Absoluto. San Atanasio responde: “El Logos se ha hecho hombre para divinizarnos en él… La carne de Cristo, por estar unida al Logos, ha sido salvada y redimida la primera. Nosotros hemos sido salvados en él, ya que somos unidad con él”. San Atanasio se esfuerza en probar que los rasgos aducidos por los arrianos no dañan la Trascendencia del Logos y como trata de debilidades anímicas, no sólo corporales, comienza por quitarle el carácter de verdadera debilidad: así afirma que la angustia era sólo pretextada, la ignorancia sólo aparente, el llanto sólo corporal. Siempre habla de separación cuerpo-Logos, pero cuando habla del resto de los hombres, concibe la separación como cuerpo-alma.

Estos errores cuestionan si Atanasio negaba el alma de Cristo al igual que los arrianos.

Constantinopla (381)

El emperador Teodosio I concibió el plan de poner término a la tensión existente y lograr la paz que Nicea no pudo lograr del todo, sellándolo con un concilio de estado, que a la vez redondearía el símbolo trinitario incorporándole la divinidad del Espíritu Santo, ya que los arrianos habían hecho una criatura del Hijo. Reunía solo obispos de Oriente, por lo cual no logro el número de participantes del Niceno, eran éstos unos 150. El papa Dámaso no asistió ni envió representantes; los obispos de occidente se reunieron en Aquilea en la primavera del 381. Tenía la presidencia del patriarca Melecio de Antioquia, patrocinado por Teodosio. Se hallaban presentes san Gregorio Nacianceno y san Cirilo de Jerusalén.

Problemática:

Los discusiones se da entre Apolinar y san Dámaso y entre Nestorio y san Cirilo. En seguida de Nicea rebrota el error de Arrio, con más fuerza y mejor elaborado filosóficamente por un discípulo de San Atanasio: Apolinar de Laodicea (310-390). Apolinar dice: “Jesús es perfecto Dios; ahora bien, dos cosas acabadas, perfectas, no pueden constituir una única realidad. Por consiguiente, la humanidad de Cristo no puede ser perfecta”. Niega a Cristo un principio intelectual humano (Nous), aunque le concede un alma sensitiva. Apolinar no tiene inconveniente de llamar a Cristo hombre, por cuanto hay en Él un cuerpo movido por un principio espiritual, que es la palabra de Dios. En el Sínodo de Alejandría, los apolinaristas aceptarán las expresiones cuerpo racional, verdaderamente hombre, etc., pero entendiéndolas en sentido ambiguo, hay entonces un acuerdo falso, por ser sólo verbal.

Apolinar no rechaza la concepción filosófica del hombre (es decir: llama hombre a cualquier cuerpo organizado por un principio que no sea lo que llamamos el alma), sino que rechaza la afirmación de una diferencia entre Cristo y nosotros. La afirmación de hombre puede variar según épocas y culturas. Pero no puede variar el que Cristo era hombre exactamente de la misma manera como lo somos nosotros. En concreto, la argumentación de san Dámaso repite el modelo usado en Tertuliano u Orígenes: “Si Jesús, no tenía un alma como la nuestra, no podemos decir que haya sido salvada nuestra alma, en la cual reside el principio de nuestro mal. Porque le confesamos Salvador del hombre entero, confesamos que asumió al hombre entero, cuerpo y alma”.

Cabe preguntar si su respuesta, responde al problema de la unidad de Cristo. La argumentación soteriológica, parece responder al argumento de Apolinar: “Dos seres perfectos no pueden constituir una única realidad, pero no vale ante Dios y el hombre, entre un ser donación (agapé) y un ser cuya esencia es apertura”.

La intolerancia y la intervención de factores políticos motivaron a los nestorianos a una exageración de sus posiciones: “Jesús será perfectamente Dios y perfectamente hombre, pero de tal manera que Dios y el hombre constituyen en él dos sujetos, incluso en el nivel último del ser”. De este modo, Dios se apropia la personalidad de Jesús, algo así como el actor la de su personaje, pero no se le pueden atribuir al actor los sentimientos de su personaje. Esto es, no se puede decir que Dios haya sufrido en Jesús, o que haya vivido una vida humana en él, la carne y la humanidad de Jesús no pertenecen al Dios ontológico. Así Dios y el hombre quedan afirmados, pero separados.

San Cirilo escribe una carta aprobada en Efeso, dedicada al problema de la unidad de Dios y hombre en Jesús. Frente a las tendencias separadoras nestorianas, la tesis de la carta es que dicha unidad no se da meramente en la forma de presentarse o de aparecer ante nosotros, sino en la realidad misma del ser de Jesús. Esta forma de afirmar la unidad, no implica, una transformación del Logos en un hombre. La divinidad sigue siendo divinidad y la humanidad sigue siendo humanidad. Pero la unidad es tal, que al Logos se le puede llamar hijo de hombre, con toda propiedad y no como a un personaje, sino con verdad. A esta unidad que permite a Dios hacer propio, ser suyo aquello que no es Dios, le llama San Cirilo unión en la subsistencia (intercambio de propiedades).

Éfeso (431)

Está considerado como el III Concilio ecuménico, se celebró en la actual Turquía. Convocado por el emperador Teodosio II para poner fin a la querella suscitada por la doctrina nestoriana, reunió a unos doscientos participantes, fue invitado san Agustín, pero antes de que el supiera de la invitación murió en Hipona, por lo que la presidencia estuvo bajo la dirección del Patriarca de Alejandría, san Cirilo. El concilio en su primera sesión, aprovechando la ausencia de Nestorio que se negaba a comparecer hasta que no llegara a Éfeso; se procedió a condenar la doctrina nestoriana como errónea, decretando que Cristo era una sola persona con sus dos naturalezas inseparables; asimismo decretó la maternidad divina de María. San Cirilo logró además que se aprobara un decreto redactado por él que deponía y excomulgaba a Nestorio. Juan de Antioquía llega a Éfeso celebrando inmediatamente una asamblea paralela en la que acusa a Cirilo de herejía arriana, procediendo a su condena y deposición. El 10 de julio llegan los legados papales (los obispos Arcadio y el representante papal Celestino I, Felipe) que aprueban la sesión celebrada el 22 de junio y con ello la condena de Nestorio. El emperador Teodosio II opta por declarar depuestos a Cirilo y Nestorio y los encarcela para posteriormente ser persuadido por los legados papales para que aceptara como verdadero el concilio que condenaba a Nestorio poniendo en libertad a Cirilo, que vuelve a Alejandría, y a Nestorio que se retira a un monasterio de Antioquía.

Problemática:

Al contrario de los anteriores concilios cuyas cuestiones teológicas se referían principalmente a la unicidad de Dios, el concilio de Éfeso supuso un cambio de dirección pues se debatió sobre la naturaleza de Cristo dada la negación de los nestorianos a la unicidad de la naturaleza de Cristo y considerar que sus naturalezas, divina y humana, se encontraban separadas, prevaleciendo la naturaleza humana sobre la divina, por lo que María no debía ser considerada Madre de Dios (Theotökos) sino sólo "Madre de Cristo" (Khristotokos) ya que había dado a luz a un hombre, en que la divinidad había ido a habitar. El concilio de Éfeso aprobó además de la condena de la doctrina de Nestorio, condenó también como herética la doctrina del pelagianismo, excomulgado a su principal representante, Celestio. Decretó asimismo la excomunión para todos los que no se atuvieran a lo decretado en el propio concilio, y estableció asimismo el anatema para quien no respetara los cánones surgidos del concilio de Nicea, especificando que el texto del credo surgido en dicho concilio no debería sufrir adicción o sustracción alguna.

Calcedonia (451)

El concilio de Calcedonia sobrepujó en número de participantes -generalmente se dice 600, aunque eran mucho menos- . Occidente, por lo que se refiere al número, tenía escasa representación: cinco legados pontificios, que conforme a la exigencia formulada por el papa, tuvieron la presidencia, y dos africanos que habían huido de los vándalos. En la 1ª sesión, Dióscuro, organizador del latrocinio de Éfeso, tuvo que ocupar el banco de los acusados. Se desenmascararon sus métodos de violencia y se le depuso. Se leyó la profesión de fe de Nicea y una carta dogmática de san León Magno sobre las dos naturalezas de Cristo.

Problemática:

Las expresiones conflictivas nos permiten formular el planteamiento del problema en continuidad con los concilios anteriores: Supuesto que Jesús es perfecto Dios (Nicea) y perfecto hombre (Constantinopla I) y supuesto que entre Dios y hombre se da en Jesús que son uno y el mismo (Efeso), ¿hay que decir que la unión es tan total que la humanidad de Jesús deja de ser una humanidad plena e independiente, de modo que sólo considerada antes de la unión puede ser tomada por una humanidad plena? ¿O hay que decir que aún después de la unión sigue siendo plenamente humanidad?

Uno y el mismo, pero no una única naturaleza. Esta es la paradoja ante la que no sitúa Calcedonia. La novedad del Concilio está en la expresión en dos naturalezas, frente a la más corriente: a partir de dos naturalezas. No hay nada nuevo, sólo precisan, al juntar el uno y el mismo con el en dos naturalezas.

Este texto conciliar es el primer Símbolo que no consta de un esquema de actos salvíficos (del tipo: nació, murió, resucitó… etc., por nosotros). En este sentido es el primer auténtico dogma. Calcedonia ya no dice creemos o confesamos, como en los concilios anteriores, sino: enseñamos que se debe confesar.

La formula Calcedónica expresa un esquema de unidad y dualidad, pone de relieve la expresión uno y el mismo, que se repite seguida de dos columnas de predicados:

Uno y el mismo

Perfecto en divinidad perfecto en humanidad

Dios verdadero hombre verdadero (alma y cuerpo)

Consustancial al Padre consustancial a nosotros

Engendrado por el Padre engendrado por María

Antes de los siglos al fin de los tiempos

Uno y el mismo

De las derivaciones de este problema sobre la unidad y dualidad, debemos señalar tres etapas: un postconcilio agitado, y dos nuevos concilios que tratan de ser exégesis sobre éste problema planteado: el segundo y el tercero de Constantinopla.

Cfr. GONZÁLEZ, J.F., La humanidad nueva. Ed. Sal Terrea, 7ª edicción 1982.

JEDIN, Hubert., Breve historia de los concilios. Ed. Herder, Barcelona 1963, pp. 22-23.

Cfr. GONZÁLEZ, J.F., La humanidad nueva. Ed. Sal Terrea, 7ª edicción 1982.

JEDIN, Hubert., Breve historia de los concilios. Ed. Herder, Barcelona 1963, pp. 27-28.

Cfr. GONZÁLEZ, J.F., La humanidad nueva. Ed. Sal Terrea, 7ª edicción 1982.

En Wikipedia, concilio de Éfeso. Internet.

JEDIN, Hubert., Breve historia de los concilios. Ed. Herder, Barcelona 1963, pp. 36-37.




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Idioma: castellano
País: México

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