Religión y Creencias
Códigos y símbolos de la misa latina
TRABAJO DE CAMPO
“EL RITO DE LA MISA LATINA”
Códigos y Símbolos
CÓDIGOS Y SÍMBOLOS DE LA MISA LATINA
GENERALIDADES:
Nombre y definición: La misa es el conjunto de oraciones y ceremonias que conforman el ritual de la Eucaristía en los ritos latinos. Desde los albores de la primera predicación de la fe cristiana en Occidente, lo mismo que en otros lugares, la Santa Eucaristía ha sido celebrada tal como fue instituida por Cristo en la Última Cena. Y no pasó mucho tiempo antes de que la palabra latina missa, que significa envió o despedida usada en un sentido muy vago, se convirtiera en el nombre técnico y casi exclusivo de ese ritual. El ritual de la misa se ve afectado por: 1.- la persona que celebra: 2.- el día o la ocasión que se celebra, y 3.- el tipo de misa de que se trate (solemne o simple). Pero el esquema general es siempre el mismo. Se puede pensar que el prototipo de ritual es el de la misa solemne, cantada por un sacerdote en domingo o en una fiesta que no contenga características especiales.
Siendo la misa un rito establecido desde hace siglos dentro de la comunidad católica hemos de saber que posee una función, la cual le da una identidad a los individuos —en este caso a los cristianos— y transmite una serie de información, la que se encuentra estructura por varios signos, por lo que podemos decir que posee un sistema epitemológico (significado) y un sistema semiológico (significante). La misa latina posee una carga de códigos científicos, pues estos representan los arbitrarios, los cuales protegen al código de toda contaminación análoga; por otro lado posee una motivación que ayuda a la memoria. Por eso generalmente presenta una estructura homológica y los figurados. Además, siendo la misa un rito, sabes que es la comunicación del grupo, por medio del culto, es decir que la colectividad se comunica con los dioses. Etimológicamente, la religión es un vínculo, entre los fieles y la divinidad. Y a la vez esta posee funciones y sentidos.
El origen de la Misa: La misa occidental, como todas las liturgias, comienza, con la Última Cena del Señor. Tan pronto como llegó la fe a Occidente se comenzó a celebrar la Eucaristía, al igual que en Oriente. Al inicio, el lenguaje usado era el griego. De esa liturgia original, y habiendo cambiado la lengua al latín, nacieron los dos grandes ritos occidentales: el latino y el gálico.
Pero el origen de la misa romana, es una cuestión más difícil de resolver, pues tenemos dos datos ciertos y establecidos: la liturgia griega descrita por san Justino Mártir, que es la de la Iglesia Romana del siglo II y, en el otro extremo del desarrollo, la liturgia de los primeros sacramentarios romanos en latín, del siglo VI. Ambos son diferentes. La descripción de Justino nos muestra un ritual al que hoy llamaríamos del tipo oriental, que corresponde con notable exactitud al de las Constituciones Apostólicas (Cfr. LITURGIA). Los sacramentarios Leoniano y Gelasiano, por su parte, nos permiten conocer lo que hoy es prácticamente nuestra actual misa romana. Por lo que podemos suponer que durante los primeros tres siglos existió una liturgia común a lo largo de toda la cristiandad, cuyas diferencias eran simples variaciones de detalles, pero que era uniforme en sus puntos principales, y que esa liturgia común está representada por el capítulo octavo de las Constituciones Apostólicas, en él encontraríamos el origen de la misa romana y de todas las demás liturgias (Cfr. LITURGIA). Hay, claro, razones especiales para asumir que este tipo de liturgia era el que se utilizaba en Roma.
La actual misa romana: Normalmente la misa debe celebrarse en un templo consagrado o bendecido y sobre un altar consagrado o por lo menos sobre un ara consagrada, aunque esta condición dejó de entrar en vigor después del Concilio Vaticano II, cfr. Institución General del Misal Romano, NT. Puede celebrarse a cualquier hora entre el alba y medio día, cualquier día del año, excepto el Viernes Santo, pues hay restricciones para la celebración privada en Sábado Santo o en oratorios privados en ciertas fiestas.
La misa tiene tres partes fundamentales: Estas son de código cerrado y de código abierto, pues todos los fieles saben como se divide una misa y pero hay algunas partes en donde el significado varia, según el individuo y sus interpretaciones.
1.- Ritos Iniciales: La comunidad está reunida para la celebración de la misa. Todo lo que se hace en este primer momento antiguamente no existía, sino que la misa comenzaba proclamando directamente la Palabra de Dios. A partir del siglo IX se empezaron a añadir estos elementos:
-
El saludo al altar y a la comunidad: Besar el altar es signo de veneración y de respeto. El altar representa a Cristo como la piedra; representa lo que es fijo, lo que no cambia con el paso del tiempo, los cual nos da un ejemplo de código cerrado, pues todos los católicos entienden esta acción, desde la misma perspectiva.
-
El saludo a la asamblea: manifiesta a la comunidad la presencia del Señor.
El sacerdote actúa en nombre de Cristo y los fieles aceptan esa posición, la cual es signo y un código cerrado también. -
El sacerdote saluda: El Señor esté con vosotros y la comunidad contesta: y con tu espíritu; esto es: que el sacerdote necesita que el Señor esté con él para realizar bien su ministerio. Esta acción es de una gran pues es la invocación de Dios por parte del sacerdote y de los fieles, lo cual nos muestra también un código cerrado.
-
El acto penitencial: Se introduce en la misa en el siglo X.
Y es un acto de humildad e invoca el perdón y la ayuda de Dios, aquí nuevamente podemos observar en acción un código cerrado. -
Señor ten piedad…Pedimos a Cristo su misericordia, porque por nuestra parte sólo podemos ofrecer pobreza, la cual representa un código cerrado, pues tanto celebrante como fieles lo hacen con el mismo propósito.
-
El Gloria: Es un himno antiquísimo, probablemente de los siglos I o II.
Es una oración que habla de alegría, confianza y humildad. La mirada de la comunidad está puesta en la gloria de Dios, al igual que la del sacerdote, lo cual nuevamente nos da como resultado un código cerrado. -
La oración colectiva: Apareció en el siglo V. El sacerdote invita a la comunidad a rezar diciendo: Oremos, y recita la oración que siempre es de confianza y de petición propia. Lo que nos da de nuevo un código cerrado.
2.- La Liturgia de la Palabra: En este segundo momento de la misa la comunidad se sienta y pasamos a escuchar la Palabra de Dios. La comunidad cristiana ha organizado la celebración con dos partes integradas:
-
La proclamación de la Palabra de Dios.
-
El Sacramento.
La Palabra de Dios crea el ambiente de fe para la eucaristía. La comunidad acoge primero a Cristo como Palabra, comulga con Él, para celebrar después el memorial de su muerte salvadora. Cristo, por su palabra, también se hace presente en la comunidad. Pero esta parte de la misa representa los códigos abiertos, pues en ella, el fiel es libre de interpretar lo que el desee, a pesar de lo que le pueda decir el celebrante de la misma.
Las lecturas de la Palabra de Dios: La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura como lo ha hecho con el cuerpo de Cristo. Por eso el magisterio de la Iglesia ha podido hablar de una presencia real de Cristo también en su palabra. En los primeros siglos se leían más lecturas que ahora. Hubo tiempos en los que se proclamaban cinco o seis lecturas en la misa. Desde el siglo VIII se hacen tres lecturas.
Las lecturas están distribuidas en tres libros llamados leccionarios. Cada leccionario es para un año, de esta forma la lectura que escuchamos cada domingo en misa va rotando cada tres años. Esta parte de la misa, a pesar que es una lectura, cada receptor entenderá lo que considere adecuado a su persona, por ende será un código abierto, a pesar de que el sacerdote trata de que todos tengan el mismo aprendizaje, sin embargo todos están de acuerdo con el fundamental, y es el echo que es la palabra de Dios, por lo que podemos argumentar que posee un significado cerrado.
Normalmente en los domingos la Palabra de Dios tiene cuatro momentos:
Primera lectura: Es del Antiguo Testamento, esto es, de los libros de la Biblia que se escribieron antes de nacer Jesús. Esta primera lectura se escoge para que esté en sintonía y tenga alguna referencia con el evangelio que vendrá después.
El salmo responsorial: Es la respuesta de la comunidad a esta lectura. El salmo también es del Antiguo Testamento.
Segunda lectura: Presenta las cartas del Nuevo Testamento, o sea, de los libros de la Biblia que se escribieron después de la muerte y resurrección de Jesús.
El Evangelio: Se proclama un fragmento de alguno de los cuatro evangelios (puede ser de san Mateo, san Marcos, san Lucas o san Juan).
La homilía: Es uno de los elementos más antiguos de la liturgia de la Palabra. La homilía ya estaba en el siglo II. El sacerdote hace una explicación de lo leído a sus hermanos. El celebrante invita a sus hermanos a vivir en nuestra vida el mensaje de las lecturas bíblicas que hemos escuchado, siendo esta una representante del código y del significado abierto, pues a pesar que todos saben que es la palabra de Dios, cada quién entenderá lo que desee o lo que crea conveniente.
El credo: Antiguamente la oración del credo sólo se usaba en el proceso de formación para recibir el bautismo y en la celebración de los mismos. En el siglo V o VI se introdujo ya en la eucaristía. En el Credo el pueblo da su consentimiento y su respuesta a la Palabra de Dios oída en las lecturas y la homilía. También en el Credo la comunidad dice en qué cree antes de empezar la propia celebración eucarística. Pero este representa un código cerrado, pues es una oración que se enseña su significado y todos la interpretan de la misma manera
La oración universal: Es la conclusión de la liturgia de la palabra.
Después de que Dios dirige su palabra al pueblo cristiano y éste le ha acogido, los cristianos se ponen a rezar para que lo que hemos oído se haga eficaz y se cumpla en nosotros. En la oración de los fieles, el pueblo ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todas las necesidades de la humanidad y de la propia comunidad. Siendo esta parte de la misa de un código cerrado, pues todos lo hacen con la misma finalidad, pero es claramente de significado abierto, pues cada individuo la aplicara a sus necesidades.
3.- La Liturgia Eucarística: En esta parte comenzamos a prepararnos para la Eucaristía. Ya nos hemos saludado, hemos alabado a Dios, hemos escuchado su Palabra, hemos proclamado juntos el credo de nuestra fe, hemos pedido al Señor por nuestras necesidades y ahora continuamos acercándonos más a Él. Siendo estos en su mayoría de código y significado cerrado, pues todos saben lo que significa cada detalle, y no se pueden interpretar de manera distinta.
El ofertorio: Traer el pan y el vino es un símbolo de la vida humana, de nuestra historia de cada día y de nuestra auto-ofrenda a Dios. Toda la celebración eucarística quiere expresar que la comunidad entera se incorpora a este sacrificio de Cristo. En el pan y el vino ofrecemos simbólicamente algo de nosotros mismos., por lo que podemos interpretar esta parte de la misa como un código cerrado, pues todos saben el significado de la misma.
La plegaria eucarística: Con la plegaria eucarística empieza el centro y culmen de toda la celebración. La plegaria eucarística es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El sacerdote invita al pueblo a elevar el corazón hacia Dios, en oración y acción de gracias, y se le asocia en la oración que él dirige, en nombre de toda la comunidad, por Jesucristo, a Dios Padre. El sentido de esta oración es que toda la comunidad de los fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio. El uso de la plegaria eucarística es antíquisimo. A partir del siglo XIII se comenzó a realizar la elevación del pan, después de las palabras de la institución, y más tarde se extendió el gesto al cáliz y al vino. Más tarde se añadieron otros elementos como el toque de campanas y el arrodillarse, los cuales representan también un código y un significado cerrado, pues tanto el celebrante, como los fieles lo hacen para y por lo mismo.
La plegaria eucarística la proclama para la comunidad y en nombre de la comunidad, el que en la celebración está haciendo las veces de Cristo y el que ha sido designado y ordenado por el obispo como presidente de esta celebración.
Esto no quiere decir que la plegaria es del sacerdote: es de toda la comunidad y todos deben poder escucharla en las mejores condiciones. La comunidad participa en la plegaria, ante todo, escuchándola con atención y haciendo como propia las cosas que en ella se dicen, por lo que representa un signo y un código cerrado.
Ritos de comunión: La comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo es la culminación de la eucaristía. En estos pasos se juega entre los signos abiertos y los códigos cerrados, o viceversa. Antes de llegar a este momento de la comunión tenemos:
-
El Padrenuestro: Esta oración la utilizamos desde los comienzos de nuestra fe. Es una oración educativa para la comunidad que se dispone a participar. Esta posee un significado cerrado, pues todos saben este, pero puede ser de código abierto, pues cada quien lo puede interpretar según sus sentimientos.
-
El gesto de la paz: Con este gesto imploramos la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana y sirve para expresar mutuamente el amor antes de participar en un mismo pan. Antes de acudir a la comunión, la comunidad hace un gesto de reconciliación, como poniendo en acto simbólico lo que acaba de pedir y prometer en el Padrenuestro: ser perdonado y perdonar. Al igual que al rito anterior podemos observar: un significado cerrado, pues todos saben este, pero puede ser de código abierto, pues cada quien lo puede interpretar según su condición.
-
El partir el pan: El pan que nos da Jesús es su cuerpo entregado, roto, partido. El canto Cordero de Dios invoca a Cristo como el cordero, como el Siervo que se entrega por nosotros para quitar el pecado del mundo. Siendo quizá esta parte de la misa, la perfecta representa de código y signo cerrado.
-
Comunión: Antes de comulgar el sacerdote se prepara con una oración en secreto para recibir con fruto el cuerpo y la sangre de Cristo. La comunidad hace lo mismo rezando en silencio. La postura adecuada para recibir la comunión parece que es la de que el fiel se mantenga en pie, y recibir en la mano abierta, lo cual nos da la pauta de un signo cerrado, pero a su vez representa un código cerrado.
-
Oración después de la comunión: Después de la comunión y de un momento de silencio, el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración contestando: Amén. Siendo ello un signo y un código cerrado, pues la intención de todos es la misma.
Ritos de conclusión: El rito de conclusión tiene dos momentos, los cuales son de signo abierto, pues cada quien los ve como desea, pero son de código cerrado, pues todos lo hacen con la misma intencionalidad, siendo estos:
-
saludo y bendición por parte del sacerdote.
-
despedida con la que se disuelve la asamblea.
GESTOS Y SÍMBOLOS DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA:
Los colores: El color como uno de los elementos visuales más sencillo y eficaces, quiere ayudarnos a celebrar mejor la fe. Su lenguaje simbólico ayuda a penetrar mejor en los misterios celebrados: “La diversidad de colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aún exteriormente tanto las características de los misterios de la fe que se celebran como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico.” (Misal romano - IGMR 307). Pero el echo que para los sacerdotes signifique algo, no quiere decir que para los fieles también, por ello puede ser la representación de un código y significado abierto. Los colores actuales de nuestra celebración:
Blanco: Es el color privilegiado de la fiesta cristiana y el color más adecuado para celebrar: La Navidad y la Epifanía, La Pascua en toda su cincuentena, Las Fiestas de Cristo y de la Virgen, a no ser que por su cercanía al misterio de la Cruz se indique el uso del rojo, fiestas de ángeles y santos que no sean mártires, Ritual de la Unción y Unción y el Viático
Rojo: Es el color elegido para: La celebración del Domingo de Pasión (Ramos) y el Viernes Santo, porque remite simbólicamente a la muerte martirial de Cristo, En la Fiesta de Pentecostés, porque el Espíritu es fuego y vida: Otras celebraciones de la Pasión de Cristo, como la fiesta de la Exaltación de la Cruz, Las fiestas de los Apóstoles, Evangelistas y Mártires, por su cercanía ejemplar y testimonial a la Pascua de Cristo. Y La Confirmación (Ritual Nº 20) se puede celebrar con vestiduras rojas o blancas apuntando al misterio del espíritu o a la fiesta de una iniciación cristiana a la Nueva Vida
Verde: El verde como color de paz, serenidad, esperanza se utiliza para celebrar el Tiempo Ordinario del Año Litúrgico. El Tiempo ordinario son esas 34 semanas en las que no se celebra un misterio concreto de Cristo, sino el conjunto de la Historia de la salvación y sobre todo el misterio semanal del Domingo como Día del Señor.
Morado: Este color que remite a la discreción, penitencia y a veces, dolor, es con el que se distingue la celebración del Adviento y la Cuaresma y las celebraciones penitenciales y las exequias cristianas.
Negro: Que había sido durante los siglos de la Edad Media el color del Adviento y la Cuaresma, ha quedado ahora mucho más discretamente relegado: queda sólo como facultativo en las exequias y demás celebraciones de difuntos.
Rosa: El color rosa, que no había cuajado en la historia para la liturgia, queda también como posible para dos domingos que marcan el centro del Adviento y la Cuaresma: el domingo “Gaudete” (3º de Adviento) y el domingo “Laetare” (4º de Cuaresma).
Azul: Con sus resonancias de cielo y lejanía es desde el siglo pasado un color privilegiado para celebrar en España la solemnidad de la Inmaculada, aunque en el misal romano no aparezca.
El fuego: En las celebraciones de la misa, es igual que el de los colores, pues para algunos puede ser algo insignificante, pero para los fieles más allegados puede ser algo que posea significado, por lo que podemos decir que este representa un código abierto.
El fuego en estas celebraciones aparece en forma de lámparas y cirios encendidos durante la celebración o delante del sagrario. Aparte del simbolismo de la luz entra aquí también esa misteriosa realidad que se llama fuego: la llama que se va consumiendo lentamente mientras alumbra, embellece, calienta, dando sentido familiar a la celebración.
El simbolismo de la luz está realmente muy aprovechado en el lenguaje festivo de la Noche Pascual. Pero en su raíz está el fuego que tiene sus direcciones propias y riquísimas. Su simbolismo natural. El lenguaje del fuego tiene en nuestra sensibilidad humana y social, una interesante serie de sentidos. El fuego calienta, consume, quema, ilumina, purifica, es fuente de energía. Es origen de innumerables beneficios para la humanidad, pero también destruye, castiga, asusta y mata. Es un elemento bienhechor pero a la vez peligroso. Un rayo o un incendio pueden generar calamidades enormes. Sin el fuego no podemos vivir, pero puede causarnos también la muerte. No es nada extraño que en torno a este misterioso elemento natural se haya creado todo un simbolismo: Para expresar la presencia misma de la divinidad, invisible pero fuerte, incontrolable, purificadora, castigadora, o para designar los sentimientos humanos, como la pasión, que está escondida pero que puede alcanzar una fuerza inaudita, para bien o para mal: el amor, el odio, el entusiasmo, entre otros. El fuego es también la imagen del calor familiar, el crepitar de la llama en el hogar ilumina la vida, ahuyenta el frío, da alegría y sensación de bienestar.
La imposición de manos: En el Nuevo Testamento la acción e imponer sobre la cabeza de uno las manos tiene significados distintos, según el contexto en el que se sitúe. Ante todo puede ser la bendición que uno transmite a otro, invocando sobre él la benevolencia de Dios. Así, Jesús imponía las manos sobre los niños, orando por ellos. Por ello esta representación que realiza el sacerdote nos da la pauta de un código abierto.
Imponer las manos sobre la cabeza de una persona, significa en muchos otros pasajes, invocar y transmitir sobre ella el don del Espíritu Santo para una misión determinada. Así pasa con los elegidos para el ministerio de diáconos en la comunidad primera: “hicieron oración y les impusieron las manos” (Act 6,6). Hay dos momentos en la celebración de la Eucaristía en que el gesto simbólico tiene particular énfasis.
-
Ante todo cuando el presidente, en la Plegaria Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu (epíclesis), extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: “santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu”.
-
La Bendición Final es el segundo momento en el que el gesto de la imposición adquiere especial énfasis.
Este gesto nos habla también del don de Dios y la mediación eclesial: Estupendo binomio: la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del mismo don divino a estas criaturas. La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la ,mano de un ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere santificar.
El saludo de la paz: El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles “imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan” (IGMR 56b). Pero esta acción es la representación de un código abierto y un signo abierto, pues cada quien la puede interpretar de distintas maneras, pues para algunos será solamente un saludo, para otros será algo más profundo y complejo.
El sacerdote besa el libro de los evangelios: Al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: “Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados”. Esta frase expresa el deseo de que la Palabra evangélica ejerza su fuerza salvadora perdonando nuestros pecados. Besar el Evangelio es un gesto de fe en la presencia de Cristo que se nos comunica como la Palabra verdadera. Esta parte de la misa también representa un código abierto para los fieles, pero para el sacerdote este será un código cerrado.
La señal de la cruz: La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana. La Cruz es todo un discurso: Nos presenta a un Dios trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor; un Cristo que es juez y Señor, pero a la vez siervo, que ha querido llegar a la entrega total de sí mismo, como imagen plástica del amor y de la condescendencia de Dios; un Cristo que en su Pascua - muerte y resurrección- ha dado al mundo la reconciliación. Los cristianos con frecuencia hacemos con la mano derecha la señal de la Cruz, o nos la hacen otros, como en el caso del bautismo o de las bendiciones. Es un gesto sencillo pero lleno de significado, que representa un código cerrado. Esta señal de la Cruz es una verdadera confesión de fe: es un signo de pertenencia, de posesión del y para el cristianismo.
Las campanas: Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para señalar con su sonido la fiesta o la convocatoria de la comunidad. Dentro de la celebración se utilizaron las campanillas, a partir del siglo XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre su uso) porque ya la celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se quieran hacer servir, no tanto para avisar de un momento -por ejemplo, la consagración sino para darle simbólicamente realce festivo, como en el Gloria de la Vigilia Pascual.
Las campanas del campanario convocan a la comunidad cristiana, señalan las horas de la celebración (la Misa mayor), de oración (el Angelus o la oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o la defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con su repique gozoso anuncian las fiestas, siendo estas un código cerrado, pues todos los católicos saben lo que estas significan. Y así se convierten en un "signo hecho sonido" de la identidad de la comunidad cristiana, evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una sociedad que puede estar destruida. Como también el mismo campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que debería tener nuestra vida.
El canto: Este expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Tanto en la vida social como en la religiosa, el canto no sólo expresa sino que en algún modo realiza los sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica. "No ha de ser considerado el canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios" (IGLH 270). El canto hace comunidad, al expresar más validamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en la vida familiar y social como en la litúrgica, pero este es de código abierto.
La colecta: La palabra "colecta" viene del latín "collecta, colligere", "recogida, recoger". Se aplica ante todo a la reunión de la comunidad para la Eucaristía dominical o para las asambleas "estacionales" en Cuaresma. También se llama “colecta" a la recogida de dinero o de dones en el ofertorio, a la que alude Pablo (1 Cor 16, 1-2). Pero esta es de código y significado abierto, pues cada fiel sabrá como la interpreta y como reacciona ante ella.
El momento de la comunión: De la palabra latina "communio", acción de unir, de asociar y participar (correspondiente a la griega "koinonía") "comunión" significa la unión de las personas, o de una comunidad, o la comunión de los Santos en una perspectiva eclesial más amplia, o la unión de cada uno con Cristo o con Dios. Aquí la miramos desde el punto de vista eucarístico: la participación de los fieles en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Este es el momento en verdad culminante de la celebración de la Eucaristía. Después de que Cristo se nos ha dado como palabra salvadora, ahora, desde su existencia de Resucitado, se quiere hacer nuestro alimento para el camino de nuestra vida terrena y como garantía de la eterna. La comunión tiene a la vez sentido vertical, de unión eucarística con Cristo, y horizontal, de sintonía con la comunidad eclesial. Por ello la "excomunión" significa también la exclusión de ambos aspectos y a la vez es la representación total de la misa, por ello podemos afirmar su carácter de signo y código cerrado.
Comer el pan: Tiene connotaciones simbólicas muy expresivas de código abierto, pero de significado cerrado: comer como fruto del propio trabajo, comer en familia, comer con los amigos, comer en clima de fraternidad, comer con sentido de fiesta. En el contexto cristiano de la Eucaristía, el comer tiene igualmente varios sentidos. Al comer el pan, estamos convencidos de que nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo. Su palabra ("esto es mi Cuerpo") sigue eficaz y su Espíritu es el que ha dado a ese pan que hemos depositado sobre el altar su nueva realidad: ser el Cuerpo del Señor glorificado, que ha querido sé nuestro alimento. Este es el primer sentido que Cristo ha querido dar a la comida eucarística: "mi carne es verdadera comida". Él es el “viático", el alimento para el camino de los suyos. Pero también hay otros valores y gracias que Cristo expresa en el evangelio con este simbolismo de la comida: el perdón, la alegría del reencuentro, la fiesta, la plenitud y la felicidad del Reino futuro. Además, Pablo entenderá la comida como símbolo de la fraternidad eclesial. El pan de la Eucaristía, además de unirnos a Cristo, participando de su Cuerpo, es también lo que construye la comunidad: "un pan y un cuerpo somos, ya que participamos de un solo Pan" (1 Cor 10,16-17).
Partir el pan: El origen de este gesto en nuestra Eucaristía lo conocemos todos. La cena judía, sobretodo la pascual, comenzaba con un pequeño rito de código abierto, pero de significado cerrado: el padre de familia partía el pan para repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios. Este gesto expresaba la gratitud hacia Dios y a la vez el sentido familiar de solidaridad en el mismo pan. Muchos Siendo este el rito simbólico que vino a dar nombre a toda la celebración Eucarística en la primera generación. Primer significado de este gesto: el Cuerpo “entregado roto” de Cristo. La fracción del pan puede tener, ante todo, un sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan que vamos a recibir es el Cuerpo de Cristo, entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la última donación, en la Cruz. En el rito bizantino hay un texto que expresa claramente esta dirección: “se rompe y se divide el Cordero de Dios, el Hijo del Padre; es partido pero no se disminuye: es comido siempre, pero no se consume, sino que a los que participan de él, los santifica”. Segundo significado: Signo de la unidad fraterna.
Los golpes de pecho: Gesto penitencial y de humildad. Cuando para el acto penitencial al inicio de nuestra Eucaristía elegimos la fórmula “Yo confieso”, utilizamos también nosotros el mismo gesto cuando a las palabras “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” nos golpeamos el pecho con la mano derecha en cada frase (“por mi culpa”). Este gesto es de código cerrado.
Arrodillarse: Estar de rodillas es una actitud de humildad. Expresa arrepentimiento y penitencia. Nos recuerda a Pedro cayendo de rodillas y exclamando: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador” (Lucas 5,8). Pero el cristiano se arrodilla ante Dios porque él es un signo de Adoración que da a la oración un acento muy particular, sin embargo este gesto es de código abierto.
Ponerse de pie: Es la postura más usada en la Misa. Al orar de pie los cristianos “significan” nuestra dignidad de hijos de Dios. Como tenemos en nosotros el Espíritu que nos hace exclamar “Abba” (nos atrevemos) a llamar a Dios “Padre” y estar de pie delante de él. Es una actitud de cariñosa confianza hacia Dios a quien vemos, sobre todo, como Padre. Es una actitud que indica “prontitud”, estar disponible, preparado para la acción. Por tanto indica decisión y voluntad para seguir al Señor. Desde el comienzo fue la actitud general de los cristianos: orar de pie, con los brazos extendidos (o levantados) y mirando hacia el oriente (a la salida del sol). Es también señal de alegría. Durante el primer milenio, los cristianos tuvieron prohibido arrodillarse en la liturgia de los domingos, pues como sabemos el día del Señor conmemora la Pascua, la Resurrección de Jesús. Así como la muerte es “estar postrado”, la resurrección es un levantarse, un “volver a estar de pie”. Por eso esta postura manifiesta también nuestra fe en Jesús resucitado. Pero esta postura representa un significado y un código abierto.
El sacerdote se lava las manos antes de la consagración: Lo hace como gesto de purificación. El sacerdote se lava las manos para pedirle a Dios que lo purifique de sus pecados. Lo cual representa a su vez un código y un significado abierto para los fieles.
Las gotas de agua en el vino: Con este signo el sacerdote le pide a Dios que una nuestras vidas a la suya. AI momento de preparar sobre el Altar el pan y el vino "el Diácono u otro ministro, pasa al sacerdote la panera con el pan que se va a consagrar; vierte el vino y unas gotas de agua en el cáliz.." (Misal Romano Nº 133). El instante en que se echa el agua se acompaña con una oración que se dice en secreto: "El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana. Pero esta es un código abierto, por lo menos para los participante y observadores de la misa.
El agua: El agua es una realidad que ya humanamente tiene muchos valores y sentidos: sacia la sed, limpia, es fuente de vida, origina la fuerza hidráulica. También nos sirve para simbolizar realidades profundas en el terreno religioso la pureza interior, sobre todo. Para los cristianos el agua sirve muy expresivamente para simbolizar lo que Cristo y su salvación son para nosotros: Cristo es el "agua viva" que sacia definitivamente nuestra sed (coloquio con la samaritana: Jn 4); Sirve también para describir la presencia vivificante del Espíritu (Jn 7, 37-39) y para anunciar la felicidad el cielo (Apoc7, 17; 22, 1). Sin embargo esta representa un código y un significado abierto, debido a sus distintas connotaciones.
LOS VESTIDOS LITÚRGICOS: SIGNIFICADO Y SENTIDO
La vestimenta es una ley cultural, que tiene su fuerza pedagógica, el llevar especiales vestidos para especiales ocasiones, sean éstas reuniones políticas, fiestas sociales o simplemente la distinción de un domingo en relación con los días de trabajo. El vestido diferencia las personas (autoridades, militares, jueces, distintas clases de familias religiosas...) y las circunstancias (luto, fiesta). Es un elemento, no esencial, pero muy expresivo en todo el complejo de las comunicaciones humanas y sociales. Este a su vez nos da la pauta de un código y un significado abierto.
No es extraño que también en la celebración cristiana el vestido tenga su importancia. Además de obedecer a las leyes de la psicología humana o de las diferenciaciones sociales, en este caso el vestido apuntará a la naturaleza del misterio que los cristianos celebramos. Una Misa en la que el presidente no se reviste de modo especial, "valdría" igual: pero ciertamente sería una celebración muy poco digna y poco expresiva de lo que la comunidad cristiana entiende de la Eucaristía. Se puede celebrar el sacramento de la Reconciliación sin vestidos litúrgicos. Pero el nuevo Ritual indica que, si se hace en la iglesia, el ministro reciba a los penitentes revestidos de alba y estola: el vestido quiere de alguna manera expresar que lo que allí sucede no es un mero diálogo entre amigos, sino una "celebración" eclesial.
Los vestidos de los ministros: Pero son los ministros, sobre todo el presidente de la celebración, los que tradicionalmente se revisten con atuendos especiales en el ejercicio de su ministerio. A medida que el traje civil fue cambiando acortándose se prefirió que para el ministerio litúrgico continuara usándose la túnica clásica. Con ello a la vez se denotaba el carácter diferente de la actividad celebrativa, la distinción de los ministros y el tono festivo de la celebración. Actualmente es distinta la costumbre respecto a los varios ministros de la celebración: mientras el organista y los cantores no se revisten, los lectores y ministros de la comunión sí lo hacen a veces; los monaguillos generalmente tienen su vestidura especial; pero los que como norma se revisten son los ministros ordenados: diáconos, presbíteros y obispos. Pero estos para los fieles son de código abierto, pero para los representantes religiosos serán de código cerrado.
Los sacerdotes: Con su simbolismo enseñan a proveerse de armas espirituales en el combate contra el espíritu del mal. Como dijo el apóstol: Las armas de nuestra milicia no son materiales, pero sí poderosas para derribar lo que se le opone. A la par de la reina, adecuadamente ceñida de sus diversos ornamentos, el sacerdote adornado exteriormente con las vestimentas sagradas, debe cuidar que su interior, su alma, esté revestida de buenas costumbres, según lo escrito: Que los sacerdotes estén revestidos de justicia. Que se coloque al principio el amito como un casco de salvación y que descienda sobre sus hombros. Esto indica que no debe adormecerse en la ociosidad sino consagrarse fortalecido a las buenas obras y, además, demuestra que deberá tomar para sí las cargas. Que ligue los cordones del amito sobre el pecho, recordando que esta acción a punto de comenzar, que es buena por su intención y el objeto perseguido, se lleve a cabo según el querer de Dios. El sacerdote adapta convenientemente el alba e torno a su pecho, para evitar las superfluidades en su vida y costumbres. Que el alba sea blanca, resplandeciente por la pureza de sus obras; amplia para la justicia, a fin de dar a cada uno lo que es debido; sus riñones sean ceñidos por un cordón, para que comprometido en el camino estrecho, no caiga en la lujuria y que no se sienta entorpecido por la embriaguez y la glotonería. Para volver a encontrar la vestimenta de la alegría y la inmortalidad, y llevar con paciencia el yugo del Señor, poniendo la estola sobre el cuello, que lleve con paciencia el yugo del Señor: es por la paciencia que se posee el alma. Que esté atento a su derecha y a su izquierda, así como él debe estar fortalecido en ambos lados con las armas de la justicia, y sea exaltado por la prosperidad o abatido por la adversidad.
En el brazo izquierdo donde coloca el manipulo o pañuelo, una vez rechazadas la languidez y cansancio de la vida presente, que pueda enjugar, en cierto sentido, el sudor de su espíritu con el lienzo de la vigilancia y sacuda la torpeza de su corazón. Los ministros del Señor no deben desanimarse ante el trabajo: tengan siempre presente en el espíritu, que luego volverán alegremente cargando sus manojos (manipulus). Por último se reviste de la casulla que es la vestimenta nupcial, designa a la caridad y cubre la multitud de los pecados. El sacerdote debe desbordar de caridad, extendiendo los dos brazos, en gesto de amor, a derecho e izquierda, hacia Dios y hacia el prójimo. Y así adornado de todas las virtudes, por sobre ellas ponga el lazo de una perfecta caridad. De esta manera, con la gracia del Señor, podrá obtener lo que pide. Pero estos para los fieles son de código abierto, pero para los representantes religiosos serán de código cerrado
Los obispos: Sus pies calzan sandalias para preparar el evangelio de la paz, según está escrito: Que sean hermosos los pies de aquellos que anuncian el evangelio de la paz. Las suelas por debajo de las sandalias, es para que no se ensucien con las cosas de la tierra. Por encima el cuero tiene una abertura como ventana, para que abran los ojos del corazón al conocimiento de las realidades celestiales. Debe estar esa abertura significando la conveniencia de revelar a algunos los secretos del cielo, y mantenerlos ocultos en parte, a otros. Usan también caligas apretadas en torno a las rodillas, pues quien predica a los demás, debe conducir sus pasos por caminos rectos y afirmar sus rodillas vacilantes. El obispo reviste sobre el alba, una larga túnica llamada toga que significa la perseverancia de los prelados.
Sobre la túnica se coloca la dalmática. La amplitud de las mangas recuerdan la liberalidad: que el prelado no tenga la mano extendida para recibir y cerrada para dar, él que debe abundar en obras de misericordia y tender sus manos para ponerlas a disposición de los presentes. Por lo común, esta prenda tiene franjas en su parte izquierda.
Que el obispo tenga guantes en las manos, según lo escrito: Cuidad de no hacer buenas obras delante de los hombres, para ser vistos. Si es lícito que se hagan públicamente, la intención debe quedar oculta, a fin que la mano izquierda ignore lo que hace la derecha. Que tenga la mitra en la cabeza, pues quiere decir que lleva la ciencia de ambos Testamentos, así como el rostro de Moisés mostraba haces luminosos sobre su cabeza. Con los cuernos de los Testamentos, el obispo debe combatir a los enemigos de la Iglesia. Que tenga un anillo en el dedo, para que pueda decir por la voz de la esposa: “Nuestro Señor Jesucristo ha puesto el anillo como signo de alianza” No sólo deberá llevarlo como muestra de fidelidad, sino principalmente para demostrar que vela para dar a Cristo como único esposo, a las almas que le fueron encomendadas.
Que lleve en la mano el bastón pastoral o báculo para corregir, sostener y empujar. Es recto en su parte vertical para dirigir y sostener a los débiles; y es curvo en su parte superior para atraer a los pecadores y reunir a lo que erran. Los arzobispos, además, llevan sobre sus vestimentas un collar de lana blanca (Palio), de forma circular que rodea pecho y espaldas. La lana es la aspereza de la reprensión a los rebeldes; el color blanco, la benevolencia hacia los humildes y penitentes, pues el prelado debe mostrar rostro de león y cara de hombre. La forma circular que encierra los hombros es el temor del Señor, por quien las obras se cierran a fin de que su perfume cubierto no se vaya desvaneciendo, como sucede si se descuidan las pequeñas cosas que, poco a poco, se cae en las grandes. El palio (Pallium) tiene cuatro cruces situadas delante y detrás, a la derecha y a la izquierda. Así el obispo debe poseer vida, ciencia, doctrina y poder. Se relaciona también con las cuatro virtudes cardinales, teñidas de púrpura por la fe en la Pasión del Cristo. En la parte anterior se representa la justicia: el prelado debe velar para dar a cada cual lo suyo. En la parte posterior, la prudencia: el prelado debe cuidarse de dudas y pensamientos nocivos. A la izquierda, el coraje, para no sucumbir en la adversidad. A la derecha, la templanza, para no descontrolarse en la prosperidad.
Sobre el palio hay además dos rayas, una delante, en el pecho, a fin de que dedique tiempo a la contemplación, y otra sobre la espalda, para que no rehuya las cargas de la vida activa. El palio es doble en la izquierda, pues es necesaria la firmeza en la vida presente, debido a sus múltiples contratiempos. Es simple a la derecha, en razón de la quietud y uniformidad de la vida futura. Tres hebillas tiene el palio: sobre el hombro izquierdo, delante del pecho y atrás en la espalda, para que el prelado sea movido por un triple aguijón: temor a la pena, temor a la culpa y temor a la ignorancia. Que no sea herido en el pecho por la contrición y por la compasión; en el hombro izquierdo, por la paciencia ante las pruebas; en la espalda por el temor. Si el justo apenas se salvará, ¿qué no le espera al impío? La eterna beatitud no es tiempo de dolor, no tiene hebilla en el hombro derecho. La hebilla tiene el extremo dirigido hacia abajo y es de forma redonda hacia arriba: quien sufre en esta tierra por Cristo, será coronado en la vida eterna.
Pero esta gran carga simbólica de la vestimenta para los obispos —en este caso— posee un gran significado de código cerrado, pero para algunos fieles (quizá la mayoría) serán la representación de un código abierto.
Vestimenta del sumo pontífice:
Báculo: Es el símbolo más antiguo de la autoridad y, en el obispo, proclama al padre, al juez y al pastor.
Mitra: Es la prenda de tela para la cabeza, alta y apuntada que visten los obispos en las grandes solemnidades y en las misas. Hasta el siglo X, era una simple banda de oro con la que los obispos se ceñían la cabeza; ahora es una especie de gorro con dos picos en la parte superior y dos tiras de la misma tela que cuelgan por la espalda. Es un ornamento de honor y una señal de poder.
Casulla: Es la vestidura que se pone el obispo sobre las demás prendas. Consiste en una pieza alargada con una abertura en el centro para pasar la cabeza. Es el símbolo de caridad, que hace dulce y suave el yugo de Jesucristo.
Se usan en diferentes colores:
-
Blanco: Representa las fiestas y solemnidades.
-
Verde: Se utiliza en tiempo ordinario.
-
Rojo: Representa las fiestas de los mártires y misas especiales de los santos.
-
Morado: Para la Semana Santa y cuaresma, así como para la misa de difuntos.
-
Alba: Es una amplia túnica que cubre al celebrante de arriba a abajo y se sujeta a la cintura con un cíngulo, simboliza la pureza del corazón que el sacerdote ha de llevar al altar.
Las insignias propias de un PAPA:
-
La Sotana Blanca.
-
La Banda de Seda Blanca, adornada con el Escudo Papal.
-
El Solideo Blanco en la cabeza.
-
El Anillo del Pescador. (Pastor Supremo de la Iglesia).
-
El Pectoral. (Un crucifijo de oro en el pecho, sobre la Sotana Blanca).
-
La Capa Roja.
-
Las Sandalias color Vino.
-
La tiara: Mitra alta ceñida por 3 coronas.
Todos estos detalles propios de esta representación, nos dan la clave de un código y un signo abierto, aunque debemos tomar en cuenta que para los sacerdotes y / o teólogos representa una simbolización de código cerrado.
CONCLUSIONES:
La misa es un ritual propio de la profesión de fe de la Iglesia Católica, es tan antiguo como la misma, pues este proviene y gira alrededor de la última cena que dio su profeta y centro de su fe —“DIOS”, Jesús, Jehová—.
Este rito es un conjunto de símbolos, los cuales según la antropología simbólica es una armonía entre signos cerrados y abiertos, al igual que códigos cerrados y abiertos. Pero ello no sólo es el conjunto de sus estructuras, sino también se pone en juego, el hecho de que esta está compuesta por dos actores conjuntos, el sacerdote o celebrante y los fieles, para quienes cada acto representa signos y códigos distintos, pues para el sacerdote podemos afirmar que tanto códigos como significados son cerrados, pero para los fieles estos en su mayoría son abiertos, pues este posee la libertad de tomarlos e interpretarlos según los cimientos de su fe. (según nos comento el entrevistado “Fray Padre Victor Parra”).
Además la misa nos proporciona códigos fisiognomónicos, lingüísticos y se expresa también a través del cuerpo y de las emociones, pues ella representa una comunicación expresiva, pero a la vez también una expresión de tipo simbólica. A su vez la misa es una prosodia de ritmo, melodía y exclamación. Por otro lado es importante que mencionemos que esta posee proxemias de espacio y tiempo.
Y sin duda, este rito trata un código que presenta las principales características del lenguaje articulado: transmisión de información, sistema de oposiciones pertinentes (cabeza y ojos bajos / cabeza y ojos levantados) arbitrariamente del signo, variantes cronológica y culturales, variantes entre cuerpo y alma y otos aspectos.
BIBLIOGRAFÍA
Enciclopedia Católica
Aci - Prensa: Barcelona,1907
La Misa. Breve recorrido histórico.
Mario Santana Bueno
Noviembre 2001
BIBLIOGRAFÍA ALTERNA:
http://www.aciprensa.com
http://www.personales.ya.com
http://www.tvazteca.com
Descargar
Enviado por: | Wichita |
Idioma: | castellano |
País: | Guatemala |