Arte
Catedral de Palma de Mallorca
La Catedral de Mallorca
Forma parte de la vida y las costumbres, son elementos diferentes y diferenciadores de otras villas y culturas. Bajo sus techos y entre sus piedras se encierra la historia con sus triunfos, sus adversidades y su vida cotidiana.
Y siempre cuentan para aquel que quiera ver y oír lo que fuimos, creímos y poseímos, antecedentes de lo que hoy creemos, somos y poseemos.
La primera señal de identidad de la Palma monumental es la catedral. Situada sobre un montículo, si ahora su imagen no se deja ver sobre un espejo del mar, si continua ejerciendo una atracción irresistible por lo estilizado de su volumen y sobre todo la luz interior que la envuelve entre claros y sombras, conjugado entre los alegres colores de sus enormes vitrales expuestos al sol mediterráneo. Así lo han visto y experimentado todos aquellos que la han visitado, que han penetrado en su seno, ya fuera para participar en el culto, para admirarla o simplemente para disfrutar de un tiempo y un espacio. Su magnificencia asombro al anterior presidente de gobierno, Felipe Gonzalez, al entrar en ella junto con el primer ministro de Portugal, Cavaco Silva, se mostró verdaderamente sorprendido ante la gama cromática que los rayos del sol esparcían en su interior. Juego de luz y formas que, durante muchas horas, experimento Joan Miro como fuente de creación para sus famosas constelaciones.
Quien no quiera ser menos que estos insignes personajes puede disfrutar de ella cuando lo desee, pero si le interesa adentrarse en su historia y ver mas de cerca sus recónditos lugares, pregunte al sacristán, le informara de cómo poder asistir a una visita comentada.
Alzada sobre la mezquita del rey moro, la parte más antigua que hoy se conserva es la torre del campanario, posible minarete y desde luego torre de defensa. Dividida en tres cuerpos separados, la parte intermedia fue en un tiempo prisión y asilo de los perseguidos por la justicia. En su interior, todavía, se pueden apreciar los numerosos dibujos e inscripciones que en sus muros dejaron quienes soñaron con la libertad. Uno de los mas claros es un gran barco de vela. Allí inscribieron su firma famosos bandoleros de la isla como Sebastián Isbert y Joan Bennàssar, ambos del XVII. Algunos mas arriesgados, o desesperados, eligieron la parte exterior del campanario para dejar su impronta.
Tras subir los 215 peldaños de la escalera de caracol nos adentramos en la planta de las campanas. N'eloi, la mas grande -4.517 Kgs.-, es la única y solo durante la procesión del Corpus, que vuelve a ser tañida como estaño, dejando de lado el mando a distancia de la electricidad. La acompañan otras ocho, conocidas como Bàrbara, Antonia, Mitja, Nova, Tèrcia, Matines, Picarol y Prima.
N'eloi gozó de tanta admiración que a finales del XVI los "Jurats" crearon un cuerpo de "eloiers" encargados de voltearla. Estos hombre que superaron la docena gozaron de franquicia y estuvieron exentos del servicio militar hasta el reinado de Carlos III.
La catedral es la iglesia del obispo, en la que este tiene su cátedra y su sede -de ahí viene el nombre de Seu-, pero también se dice que es la iglesia donde el rey ha de ser coronado, así es que la Seu la hace el rey y por ese motivo la paga. Pero además es el lugar donde los monarcas han de ser enterrados. A pesar de que Jaume I fue quien ordenó santificar la mezquita tras la conquista de la ciudad, fue su hijo Jaume II, el que encargo el primer proyecto. En el sufragio de esta obra colaboró el pueblo, per no solo el de Mallorca, sino también el de Menorca e Eivissa. La recaudación se hizo tanto en dinero como en especie.
Los verdaderos orígenes de la Seu, se encuentran en unas dependencias adyacentes a la sacristía. En ese lugar fue instalado el primer altar y debajo de su suelo, la cripta donde debían ser enterrados los reyes. Allí se pueden admirar los arcos propios del arte gótico, estilo en el que se fundamento la construcción del edificio. Por entonces tenia dos puertas de acceso, una que hoy da a la calle San Bernardo y otra que, en la actualidad, se halla integrada en los muros de la sacristía, construida posteriormente.
Realizada en piedra de Santanyí, de Sa Font Sana, de Llucmajor… traída a Palma por mar, y teñida con almagre -producto que contiene óxido de hierro para no desentonar con el resto de las edificaciones de la ciudad-, refleja principalmente en su exterior las corrientes y gustos de la sucesivas épocas que se sucedieron en el transcurso de los siglos hasta 1591 en que se pone la ultima piedra, momento en que se inician los trabajos del portal mayor, dedicado a la Mare de Deu.
En 1306 el rey Jaume II, desde Perpinyà, hace testamento y señala expresamente su deseo de ser enterrado en la capilla de la trinidad y envía 2.000 libras para que se inicien las obras. Cinco años mas tarde muere. Tuvieron que pasar mas de seis siglos para que su deseo se viera realizado.
La capilla de la trinidad se levanta a siete metros del suelo de la capilla real, es la más antigua de las construidas en la Seu. Presidida por la Mare de Déu del Sagrari, en ella descansan los restos de Jaume II y Jaume III. Sus sepulcros tallados en alabastro fueron realizados por Frederic Marés e instalados tras la ultima reforma, en 1947. En el suelo se encuentran restos de mosaico de Valencia, del siglo XIV.
La capilla Real o mayor ya que por si sola tiene proporciones de iglesia, situada en el ábside mayor sobre los arcos de crucería se encuentra la cátedra del obispo realizada en alabastro, y en este lugar fueron coronados los reyes Sancho, Jaume III y Pere el Cerimoniós.
Mas alto que el resto, y en el centro de la capilla, se encuentra la mesa del altar del que se dice que ya era utilizado en la antigua mezquita. Suspendido sobre ella, el baldaquino de Gaudí, una alegoría sobre el descenso del Espíritu Santo bajo una llamarada, aunque el ave que lo representaba, que al igual que el resto de la maqueta era de cartón, cayo un día y ya no volvió a ocupar su lugar.
Como desde principios de este siglo continua manteniéndose en el aire el baldaquino que corona el altar mayor, quizás la obra mas controvertida de las que realizo Antonio Gaudí para la catedral por encargo del obispo Campins, nadie se lo explica.
El izado de esta corona-lampadario, que es solo la maqueta a tamaño natural del proyecto, no le ahorro disgusto al genial artista. A pesar de estar realizada en cartón, madera, corcho, cordeles….el peso desafiaba la ley de la gravedad. Así se demostró por tres veces consecutivas al romperse, como si de un hilo se trataran, dos gruesas cuerdas y un cable de acero.
Era la noche del 7 de diciembre de 1912 y debía de estar dispuesto para el día siguiente, fiesta de la Inmaculada. Desolado y sin mediar palabra, Gaudí, se fue a dormir.
Y fue su ayudante, Juan Rubio, quien volvió a intentarlo a requerimiento de Martín Llobera, mayordomo de palacio. Pero de nuevo los cables se rompieron. "Dejémoslo" dijeron quienes allí estaban. Sólo el maestro Miguel Sans perseveró y dijo saber donde y quienes les prestaría un cable lo suficientemente grueso para aguantar. Y así fue como el baldaquino subió a las alturas y allí permanece.
Rubió no asistió a la "presentación en sociedad" de esta creación gaudiana, pero si se paseo nervioso, junto con Sans, por encima de la muralla frente al mirador, rogando para que no ocurriera una desgracia.
El baldaquino consta de tres partes: un repostero de brocado antiguo, una corona de forma octogonal adornada con espigas, pámpanos, racimos y un calvario con un crucifijo procedente del retablo barroco y el lampadario con 35 lámparas. La muerte del obispo Campins y la rescisión del contrato a Gaudí han prolongado su provisioinalidad.
Rodean al altar cuatro columnas que culminan cada una en un ángel con un instrumento musical. Estas figuras habían sido donadas por la familia Oleza en el siglo XV y recuperadas en el XVIII al ser retiradas del presbiterio. Con la reforma promovida por el obispo Campins se consiguió que los Oleza las volvieran a ceder.
La intervención de Gaudí en la Catedral tiene su mayor exponente en esta parte del edificio. Así, interpretando el expreso deseo del obispo Campins, el artista catalán acerca a los representantes de la iglesia al pueblo y viceversa. Despeja la visión del obispo y retira de la parte central el retablo barroco, que ahora se encuentra en la iglesia se Sant Magí, y el de los siete gozos de la virgen, instalado hoy sobre la puerta del mirador.
Sin duda el mayor riesgo de Gaudí fue desmontar el coro que se encontraba en medio de la nave central e instalar la sillería a ambos lados del presbiterio y a la que despojo de todos aquellos elementos que no fueron góticos. La puerta de entrada la puso en el umbral de una de las capillas de la nave lateral izquierda.
Gaudí, junto con Josep Maria Jujol, imaginó una catedral llena de luz y color, de ahí que su fantasía desbordante se haya reflejado especialmente n la capilla real. Un ejemplo de ello es el muro frontal que rodea la cátedra del obispo donde las hojas de olivo, se entremezclan con las de palmeras, dátiles y los 55 escudos de armas de todos los obispos habidos hasta el momento en que se acomete dicha reforma -1904-. La popular fábrica de azulejos y cerámicas, La Roqueta, fue la que plasmo la idea.
Pero la creatividad de los dos artistas catalanes no solo se reflejo en la disposición de los elementos y en la instauración de otros nuevos, también se pueden ver detalles inacabados como las pinturas realizadas sobre el respaldo de la sillería, o los dibujos florales que enmarcan las figuras de San Juan Evangelista y Santiago el Mayor, situados sobre la pequeña capilla de la izquierda, o los de delfines del respaldo de la cátedra episcopal….
Gaudí colocó las tribunas laterales, que también formaban parte del coro, al lado de los púlpitos y allí dispuso además todos aquellos detalles platerescos que Juan de Salas había realizado en la sillería. En el techo de la parte interior se puede ver el artesonado de estilo mudéjar que, hasta que Gaudí lo retiro, remato el alero de mas de un metro de ancho que constituía el corredor de los cirios y servia para iluminar la Seo. Con la recién llegada electricidad el artista catalán debió considerar que ya no era necesario.
Separa la capilla real del resto de la nave central, una verja de hierro forjado, también obra de Gaudí, en la que se puede ver el escudo de Mallorca disgregado en dos partes.
Descubrir la magnificencia del interior de la catedral, un desafío a las leyes de la gravedad, es un lujo para los ojos y el resto de los sentidos. La ligereza de las 14 columnas que separan las naves laterales de la central, su extremada altura, la enorme sensación de espacio y la riqueza cromática de sus vitrales envuelven el paseo en un sin sentir el tiempo.
Si alzamos la vista, lo primero que nos llama la atención es el gran rosetón que preside todo el edificio. Es el mas grande del mundo gótico. Tiene 11,5 metros de diámetro. Lo integran 1.236 cristales y en el se dibuja la estrella de David. Ha tenido que ser repuesto en tres ocasiones, la ultima tras caer una bomba en La Almudaina durante la guerra civil. Y siempre ha costado 10 años arreglarlo. Como por arte de magia y del sol, dos veces al año el interior de la fachada principal de la catedral dibuja en su seno dos rosetones, uno de cristal y otro de ilusión. A mediados de noviembre y en los primeros días de febrero son los momentos en que se pueden apreciar este efecto si el tiempo lo permite. La hora, antes de las ocho de la mañana. Durante unos segundos los 1.236 cristales del rosetón mayor depositan su luz y color sobre el muro opuesto ofreciendo un espectáculo único y efímero a los ojos y los sentidos humanos.
El proyecto inicial apuntaba 87 ventanales los que tenían que dar la luz a la catedral, y aunque en los últimos años se ha dado un fuerte empuje a su apertura, los de las capillas serán difíciles que vean la luz ya que se ocultan tras valiosos retablos barrocos.
Gaudí también dejo su impronta en los vitrales de la Seu. Es suyo el rosetón del ábside de la capilla mayor y y los dos primeros que lo rodean a cada lado. Su técnica fue colocar cinco vidrios superpuestos, cada uno de un color que permitieran entrar a la luz pero tamizándola de un modo especial, para dar sensación de recogimiento.
Además de las capillas mencionadas, la catedral dispone de otras 16, ocho en cada nave lateral, a las que se suman las dos abiertas en la fachada principal, aunque de menor tamaño. Dedicadas cada una de ellas a un tema religioso distinto, encierran en su interior una importante representación de la imaginería española, en especial barroca.
Entre ellas podemos señalar la de la virgen de la corona, que se cree fue patronato de al familia de Ramon Llull, y en la que, prácticamente escondido tras el retablo, se encuentra el sepulcro policromado de Antoni de Galiana, primer obispo mallorquín y artífice del gran rosetón; la de Sant Bernat que, a principios de este siglo sufrió, un terrible incendio destruyendo por completo el retablo de Francisco de Herrera. Se repuso, si bien esta vez se hizo en alabastro. La dedicada a Sant Sebastià -patrón de la ciudad-, propiedad del ayuntamiento de Palma, también sufrió un incendio en el XVIII, cuya restauración fue costeada por los jurados.
El Museo de la catedral merece atención aparte, ya que en el se guardan importantes pieza de orfebrería, pintura medieval y reliquias. El acceso al recinto se realiza a través de la casa de l'Almoina, junto a la torre del campanario, y se llama así porque en ella, el cabildo repartía limosna y pan a los pobres. En la entrada aun esta la mesa en la que se guardan las piezas.
En el interior del museo destacaremos especialmente los "rimmonims", fabricados en plata en el siglo XIV, proceden de la Sinagoga de Cammerata de Sicilia y que se utilizaban en la lectura de las Sagradas Escrituras. Piezas únicas en el mundo han sido repetidas veces objeto de deseo, como lo demuestra que ya a principios de siglo quisieron comprárselos al obispo Campins y, solo como paso previo a las negociaciones, le regalaron una momia egipcia, que hoy se encuentra expuesta en el museo del seminario. Pero no hace muchos años un representante del gobierno de Adenauer, pretendió hacerse con ellos. El objetivo era regalárselos al pueblo de Israel para compensar los horrores nazis, para ello trajo cartas de recomendación de Castiella, ministro de asuntos exteriores de Franco y de familiares de los borbones. Solo para abrir la boca ofrecieron al obispado un hospital o un instituto, después se hablará del precio, acuerdo para el que en palabras de un portavoz alemán no existirían obstáculos. Pero hubo uno importante, no estaban en venta.
También podemos ver el altar que llevaba Jaume I el conquistados. Se trata de un díptico de plata que contiene reliquias de santos.
La custodia mayor, que sale cada año durante la procesión de Corpus Chisti, esta realizada en plata dorada y pesa 120 kilos. Bajo el lugar donde se halla ubicada se descubrió un pozo en el que se encontraron restos humanos, se cree que proceden de quienes vivieron el encierro en la torre del campanario.
Otra obra notable de la orfebrería so los dos candelabros barrocos de plata maciza, diseñados por Joan Roig y labrados por Joan Matons a lo largo de once años, llegaron a la catedral en Octubre de 1721, cien años después estuvieron a punto de ser fundidos como fianza de un préstamo hecho por el gobierno y dos años después, 1823, para acuñar moneda. Quien tambien expreso su deseo de poseerlos fue Haile Helaisse, emperador de Etiopía, durante su visita realizada en 1967.
Dentro de las numerosas reliquias que se guardan en este museo podemos destacar un trozo de cruz de Jesucristo -Vera Cruz-, uno de los mayores del mundo; tres espinas de Cristo, guardadas en un relicario de plata dorada, fabricado en Mallorca y regalado a la catedral por el gremio de los navegantes y el brazo de Sant Sebastià traído en 1523 por el arcipreste de Rodas.
Finalizado el espacio interior de la catedral, realizaremos un breve recorrido por el exterior del edificio. La primera puerta que nos encontramos es la de l'Almoina -junto a la torre del campanario-, cuyas obras se iniciaron una vez terminado el campanario, a finales del siglo XV. De estilo gótico, tiene un tímpano sin terminar, en él solo se halla la imagen de la Inmaculada Concepción. Camino a la fachada principal, podemos ver la mano de Gaudí en las ventanillas de la sacristía y vislumbrar las magnificas gárgolas que además de eliminar el agua, simbolizan la expulsión del recinto sagrado de los malos espíritus.
La fachada principal, la de la Almudaina, hasta mediados del siglo pasado estaba incompleta y su obra se acometió porque la Seu, que empuja hacia esa parte, tenia ya un desplome de 80 cms., problema que agravo notablemente el terremoto de 1851. Hasta entonces ofrecía una imagen rectangular con cuatro torreones, dos de ellos terminados en punta. Peyronnet fue el encargado de acometer la obra de reforma. Consiguió reforzar el edificio, pero no impregnar el espíritu que arquitectos anteriores habían logrado. El caso es que para arreglar el desaguisado Joaquín Pavía modifico los torreones y el frontón donde figura un altorrelieve sobre la Dormición de la Virgen, rematado con una figura de la Asunción.
El portal mayor del escultor Antonio Verger, esta dedicado a la inmaculada rodeada de inscripciones bíblicas marianas. En el suelo se ve un mosaico realizado en piedra, diseño de Gaudí, en el que hay dos ciervos que beben agua de una fuente.
Ya en la fachada que da al mar, se erigen en todo su esplendor los contrafuertes, pináculos y la gran colección de animales fantásticos, hechos gárgolas. Muy especial es la puerta del mirador, antiguamente llamada de los apóstoles, del siglo XIV. Obra de Pere Morey, en ella comenzó a trabajar Guillem Sagrera -autor de Sa Llotja-, cuando solo contaba 17 años, aunque más tarde fue quien dirigió los trabajos. Dedicaba a la Eucaristía, es imprescindible dedicarle tiempo para descubrir la multitud de detalles que guardan sus esculturas. Singular en el tímpano con la imagen del Creador rodeado de ángeles y la escena de la última cena, en la que se puede ver un famélico perro o a San Juan durmiendo sobre el hombro de Jesús. En el parteluz se encuentra una copia de la virgen del Mirador, obra de Sagrera, cuyo original se encuentra en el museo.
Para finalizar rodeamos el ábside, parte primigenia de la Seu, en la que se puede apreciar tanto las construcciones que se fueron añadiendo con el paso de los siglos de acuerdo con las modas, como las que se han quitado. Ese es el caso de la cerería, situada sobre la actual sacristía, en la que se fabricaban todos los cirios que utilizaban la catedral, y de la que en el momento de su derribo se sacaron 70 toneladas de escombros.
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Enviado por: | Xisco Carrillo |
Idioma: | castellano |
País: | España |