Filosofía y Ciencia


Ludwig Wittgenstein


Wittgenstein, Ludwig (1889-1951)

Filósofo austríaco-británico, nacido en Viena en una familia de la alta burguesía industrial de ascendencia judía, rica y culta. Educado por tutores en su propia casa hasta los catorce años, tras acabar los estudios secundarios en Linz, estudia ingeniería aeronáutica en Technische Hochschule de Berlín-Charlottenburg y posteriormente en la universidad de Manchester, hasta 1911. Sus intereses se desplazaron de la aviación a la matemática y, de ésta, a sus fundamentos; la lectura de Los principios de matemática, de Russell le lleva a la filosofía. Visita en 1911 a Frege y estudia con Russell, en el Trinity College de Cambridge, durante el curso de 1912 a 1913 -conocido es el enorme impacto que la brillantez de su inteligencia causó en Russell-, forma parte del famoso grupo de «The Apostles», y conoce y trata también a G.E. Moore y a J.M. Keynes.

Acabados estos estudios, se marcha a vivir como un solitario a Noruega, donde se dedica a sus primeras investigaciones lógicas, hasta que al iniciarse la Primera Guerra mundial se enrola como voluntario en la artillería austríaca y, en 1918, es hecho prisionero de guerra del ejército italiano en el frente del Tirol. Para entonces ya había redactado en notas, escritas durante la campaña y guardadas en cuadernos en su mochila, el que había de ser su Tractatus Logico-Philosophicus. Encerrado en Monte-Cassino, logró enviar una copia del manuscrito a Russell y, ya liberado, ambos filósofos se citaron en La Haya, en 1919, para analizar su contenido. Dando por acabado el libro, cuyo título inicial era La proposición, pero que se publica primero en alemán en 1921 con el título, inspirado por G.E. Moore, de Logisch-philosophische Abhandlung, y luego en inglés en 1922, abandona la filosofía, renuncia a la sustanciosa herencia familiar y trabaja, hasta 1926, como maestro en diversos pueblos de la baja Austria, época que no consideró especialmente feliz. Poco después conoce a Moritz Schlick, iniciador del Círculo de Viena y a Rudolf Carnap y a otros miembros del Círculo, y reinicia su actividad filosófica, presentando su Tractatus como trabajo para el doctorado, que obtiene en Cambridge. Da clases durante unos años en Cambridge y escribe Anotaciones filosóficas y Gramática filosófica, y del trabajo intelectual de esta época surgen nuevos enfoques filosóficos que cristalizan en Los cuadernos azul y marrón (publicados después de su muerte, en 1958, y así llamados por el color de las tapas de los cuadernos de notas). Tras un viaje a Rusia, con la intención quizás de establecerse allí, se dirige de nuevo en 1936 a Noruega, donde permanece nueve meses e inicia la redacción de Investigaciones filosóficas, su obra más importante, que supone además, un cambio de orientación en su filosofía. Regresa a Cambridge y, tras la anexión de Austria por Alemania, en 1938, adquiere la nacionalidad británica, se le concede la cátedra de filosofía, en Cambridge, como sucesor de G.E. Moore, que no ocupa por tener que prestar servicios como ayudante de hospital durante la Segunda Guerra mundial. Acabada la guerra, reanuda su actividad como profesor en Cambridge, que abandona en 1947, ahora definitivamente. Pasa un tiempo en Irlanda, donde retirado de toda actividad académica termina la redacción de Investigaciones filosóficas (que se publica en 1953), y ocupa parte de su tiempo en amaestrar pájaros. En 1949 se le manifiesta un cáncer y pasa sus últimos años con sus amigos en Cambridge y Oxford, conversando y trabajando dentro de lo posible en cuestiones de teoría del conocimiento. Su obra De la certeza corresponde a apuntes de estos últimos tiempos.

En su pensamiento filosófico se distinguen claramente dos etapas: la que corresponde a la redacción de Tractatus Logico-philosophicus y la que se inicia a partir de 1929 y culmina con la redacción de su obra más importante, Investigaciones filosóficas (ninguna de las obras de este segundo período se publicó en vida de Wittgenstein); ambas tienen su correspondiente influencia posterior, sobre el Circulo de Viena la primera y sobre la filosofía analítica la segunda.

El Tractatus, obra escrita en forma de aforismos enumerados según el sistema decimal de clasificación, contiene siete proposiciones fundamentales. De ellas, las dos primeras -«El mundo es todo lo que acaece»; «Lo que acaece, el hecho, es la existencia de los hechos atómicos»- se refieren al mundo y a la realidad, mientras que las cuatro siguientes son el desarrollo de su lógica y de su teoría del lenguaje; la última proposición, la conocida y enigmática frase «De lo que no se puede hablar, mejor es callarse», cierra el libro marcando el límite de lo que se puede pensar y decir (la proposición)

.Aunque la mayor parte del Tractatus habla de lógica y lenguaje (de la proposición), los párrafos iniciales tratan del mundo y de la visión metafísica del mundo, en términos de lo que Russell llama atomismo lógico. Mundo -totalidad de los hechos (2.4 La totalidad de lo hechos atómicos existentes es el mundo [], 2.5 La total realidad es el mundo.*)- y lenguaje -totalidad de las proposiciones (4.001 La totalidad de las proposiciones es el lenguaje.*)- comparten una misma estructura lógica común y Wittgenstein relaciona realidad, lógica y lenguaje mediante tres conceptos fundamentales: hecho atómico, figura lógica y proposición.

El constituyente último del mundo son los objetos, o cosas, las entidades que percibimos con los sentidos; los objetos son simples y forman parte de los hechos atómicos. El hecho atómico (en alemán, Sachverhalt; en inglés, atomic fact) es la combinación o relación de objetos o cosas; éstos son la sustancia de que está hecho el mundo, su constituyente básico. Pero lo que puede conocerse de las cosas del mundo es sólo «lo que acaece», esto es, las combinaciones o relaciones de cosas y objetos: los hechos atómicos, o hechos simples y los hechos compuestos de simples, o simplemente hechos, cuyo conjunto constituye la realidad (1 El mundo es todo lo q acaece. 1.1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.*). En general, las cosas, sus propiedades o sus relaciones tal como son en la realidad, independientemente de la interpretación humana. En principio, el término no es preciso y su significado depende de aquello a que se oponga en un contexto determinado. Normalmente se entiende que un «hecho» es lo que describe un enunciado verdadero, o su referencia, o aquel estado de cosas que hace verdadero a un enunciado, sin que importe el grado de realidad que el estado de cosas pueda tener. En teoría de la ciencia, el hecho es el fenómeno o suceso singular que se opone a la teoría que se formula con una ley: es el objeto de que trata la ciencia, que no pretende sino explicar los hechos naturales. Según el positivismo lógico los hechos se determinan mediante «enunciados protocolarios», o «enunciados de base» y, a partir de ellos, han de establecerse las hipótesis. Pero este planteamiento se critica en cuanto se cree que no es posible fundamentar la ciencia en meros hechos aislados observados, sino que, de algún modo, el hecho científico es ya una construcción teórica o el resultado de una conjetura o hipótesis, y llevan siempre una «carga de teoría».

Paralelamente, el lenguaje (Facultad, según algunos innata, propia del ser humano, instrumento del pensamiento y la actividad, y el más importante medio de comunicación. Es un instrumento sumamente elaborado y complejo, organizado en diversos niveles y creativo, con el que el hombre puede expresar verbalmente un número no limitado de ideas, sensaciones, situaciones, etc., y que permite aludir a las cosas y situaciones en su ausencia. Con él reduce y ordena el hombre las percepciones del entorno y está vinculado al pensamiento hasta tal punto que la total falta de lenguaje, o de un sistema de signos equivalente, hace que no aparezcan en el ser humano indicios de inteligencia.) opone, a las cosas del mundo, nombres; a los hechos atómicos, proposiciones simples y a los hechos complejos, proposiciones compuestas. El lenguaje tiene la propiedad de representar, como en un espejo, la realidad del mundo; el lenguaje es imagen del mundo porque tiene capacidad pictórica, o capacidad de representación o configuración (Abbildung); cuando por medio de proposiciones describe hechos, sus elementos «reproducen» y «representan» la misma relación que establecen los objetos en los hechos atómicos. Lo que hace posible este isomorfismo entre lenguaje y realidad es la participación en una misma figura lógica, o estructura, común.

La proposición -el signo con que expresamos el pensamiento- representa un estado de cosas (=hecho atómico); si este estado de cosas es real, la proposición es verdadera, y el conjunto de todas ellas describe el mundo (4.26 La enunciación de todas las proposiciones elementales verdaderas describe el mundo completamente. El mundo está completamente descrito por la especificación de todas las proposiciones elementales más la indicación de cuáles son verdaderas y cuáles falsas.*).

Sólo las proposiciones, y no los nombres, son significativas y muestran la forma lógica de la realidad (4.121 [] La proposición muestra la forma lógica de la realidad.*); por ser «como flechas orientadas a las cosas» las proposiciones tienen sentido, aun en el caso de que sean falsas, porque siempre describen lo que acaece en el mundo. Y sólo describiendo lo que acaece puede una proposición tener sentido. Las que no describen hechos, carecen de sentido (aunque puedan ser verdaderas). Éstas son de dos clases: la primera clase comprende las tautologías, o enunciados necesariamente verdaderos, que nada dicen respecto del mundo (o sus negaciones, las contradicciones); la segunda clase comprende aquellas proposiciones que no comparten la figura lógica con la realidad que pretenden representar. Y esto último sucede de dos maneras: porque se da «a un signo un sentido falso», una mala orientación, construyendo enunciados que contienen signos carente de significado (5.473 []Todo lo que en lógica es posible, está bien permitido, (<<Sócrates es idéntico>>no quiere decir nada, porque no hay ninguna propiedad que se llame <<idéntico>>. Tal proposición no tiene sentido porque no habíamos establecido ninguna determinación arbitraria, pero no porque el símbolo sea en sí mismo ilícito.), 5.4733 Frege dice: Toda proposición legítimamente construida debe tener un sentido: y yo digo: Toda proposición posible está legítimamente construida, y si no tiene sentido esto se debe únicamente a que no le hemos dado un significado a cualquiera de sus partes constitutivas. (Aunque creamos habérselo dado)., Así <<Sócrates es idéntico>> no dice nada, porque no habíamos dado ningún significado a la palabra <<idéntico>> como adjetivo.*), como sucede con las proposiciones mal construidas o con las de carácter metafísico, o, simplemente, porque apuntan a objetos que quedan fuera del mundo, trascienden el mundo, queriendo expresar lo inexpresable, como pasa con las proposiciones sobre ética (6.41 El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo. En el mundo todo es como es y sucede como sucede: en él no hay ningún valor, y aunque lo hubiese no tendría ningún valor., Si hay un valor que tenga valor, debe quedar fuera de todo lo que ocurre y de todo ser-así. Pues todo lo q ocurre y todo ser-así son causales., Lo que lo hace no causal no puede quedar en el mundo, pues de otro modo sería a su vez causal., Debe quedar fuera del mundo., 6.42 Por lo tanto, tampoco puede haber proposiciones éticas,[]., 6.421 Es claro que la ética no se puede expresar., La ética es trascendental., (Etica y estética no son lo mismo).*), y aquellas que quieren esclarecer el sentido del mundo ( 6.522 Hay, ciertamente, lo inexplicable, lo que se muestra a sí mismo; esto es, lo místico.*).

En resumen, sólo las proposiciones de las ciencias empíricas tienen sentido; la lógica consta únicamente de tautologías, y toda proposición sobre ética o metafísica es carente de sentido. El análisis filosófico ayuda a esclarecer el sentido de las proposiciones del lenguaje ordinario; las del lenguaje filosófico, en cambio, las declara carentes de sentido; aun las del propio Tractatus, una vez comprendidas y aplicadas, deben desecharse como carentes de sentido (6.53 El verdadero método de la filosofía sería propiamente éste: no decir nada, sino aquello que se pueda decir, es decir, las proposiciones de la ciencia natural -algo, pues, que no tiene nada que ver con la filosofía-; y siempre que alguien quisiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que no ha dado significado a ciertos signos en sus proposiciones. Este método dejaría descontentos a los demás- pues no tendrían el sentimiento de que estábamos enseñándoles filosofía-, pero sería el único estrictamente correcto., 6.54 Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido)., Debe superar estas proposiciones; entonces tiene la justa visión del mundo. *).

La segunda etapa filosófica, aquella que permite hablar de un «segundo Wittgenstein», se polariza en torno a Investigaciones filosóficas y algunas obras o apuntes de obras que las preparan, como Los cuadernos azul y marrón (de 1933-1935).

Wittgenstein renuncia a la concepción especular del lenguaje; el lenguaje no refleja el mundo ni tiene como único objetivo describir el mundo: no es sino una forma de conducta entre otras, con pluralidad de funciones: ordenar, describir, informar, hacer conjeturas, contar historias, hacer teatro, contar chistes, adivinar enigmas, etc., cada una de las cuales puede describirse como un «juego de lenguaje» (Sprachspiel). Las proposiciones son significativas no porque sean (sólo) «figuras» de la realidad, sino porque son expresiones de estos «juegos de lenguaje»: los diversos y variados usos a que sirve el lenguaje, que, igual como sucede con los juegos, manifiestan como característica común un cierto aire de familia que los asemeja, a saber, se someten a reglas, pero cada cual a las suyas propias. Por esto, el significado hay que buscarlo, no en la verificabilidad de lo que se dice, sino en el «uso» que se hace de las palabras: «El significado de una palabra es el uso que de la misma se hace en el lenguaje» (Investigaciones, § 43). En definitiva, es el contexto lo que da sentido a las palabras. La mayoría de errores filosóficos provienen de confundir los contextos o de juzgar un contexto por las reglas de otro (como en los juegos, las reglas se respetan; cambiarlas es cambiar de juego). Todo el lenguaje consiste en multitud de juegos de lenguaje, y el lenguaje correcto es aquel que observa el recto uso de las reglas. Pero toda palabra tiene sentido, si es empleada en su contexto. El sentido lo dan las reglas de uso, tal como, en el ajedrez, el sentido de cada una de las piezas lo dan las reglas que describen sus movimientos.

Wittgenstein abandona la posición del Tractatus, que enfoca el lenguaje como representación de la realidad, entendida desde la perspectiva metafísica del atomismo lógico, para explicarlo, en la etapa de las Investigaciones lógicas, como un producto de la conducta humana, que debe interpretarse gramaticalmente, esto es, desde la pragmática; como tal producto, los «juegos de lenguaje» son parte de una actividad humana o de una «forma de vida» (Investigaciones, § 23).Muchos autores creen que no se interrumpe una continuidad de base entre una y otra etapa. La primera insistiría en la clarificación del lenguaje mediante el análisis de la estructura lógica oculta de las frases del lenguaje ordinario; la segunda, en descubrir y describir cuáles son los juegos de lenguaje, esto es, los contextos, que suponen las diversas proposiciones. En ambos casos desaparecen los problemas filosóficos; en el primero como resultado de una actividad terapéutica que consiste en aclarar las proposiciones a través de un lenguaje lógico ideal ( 4.112 El objeto de la filosofía es la aclaración lógica de pensamiento., Filosofía no es una teoría, sino una actividad., Una obra filosófica consiste esencialmente en elucidaciones., El resultado de la filosofía no son «proposiciones filosóficas», sino el esclarecerse de las proposiciones., La filosofía debe esclarecer y delimitar con precisión los pensamientos que de otro modo serían, por así decirlo, opacos y confusos.*); en el segundo, aclarando el significado recurriendo al contexto. Desaparecen en el Tractatus, porque el metafísico ha de percibir que usa palabras sin sentido determinado; en las Investigaciones, porque se obliga al metafísico a usar sus palabras de acuerdo con los contextos originarios del lenguaje común: «Cuando los filósofos usan una palabra -«saber», «ser», «objeto», «yo», «proposición», «nombre»- y procuran captar la esencia de la cosa, hay que preguntarse siempre: ¿se usa realmente así, en algún caso, en el lenguaje de donde toma origen?» (Investigaciones, §116).

Sobre el Círculo de Viena

El nombre que recibe un grupo de filósofos, hombres de ciencia y matemáticos que, habiendo iniciado contactos intelectuales mutuos hacia 1907, se organizan en 1922 en torno a la figura de Moritz Schlick, catedrático de filosofía de la ciencia de la universidad de Viena, y se convierten en un movimiento filosófico internacional, principal promotor del positivismo lógico. Según el manifiesto publicado en 1929, redactado por Neurath, Hahn y Carnap, el primer escrito que llevaba el nombre de Círculo de Viena, La concepción científica del mundo: el Círculo de Viena, los principales miembros del Círculo eran, además del propio Schlick, H. Hahn, Ph. Frank, O. Neurath, V. Kraft, H. Feigl, F. Waismann, K. Gödel, R. Carnap y otros; Ramsey y Reichenbach eran considerados miembros simpatizantes y otros, entre los que destacan Einstein, Russell y Wittgenstein, miembros honoríficos del mismo. El logicismo de Russell y las ideas del Tractatus de Wittgenstein sobre la demarcación entre ciencia y filosofía influyeron notablemente en las ideas filosóficas del Círculo de Viena, cuyos rasgos fundamentales fueron la defensa de una visión científica del mundo a través de una ciencia unificada, y el empleo del análisis lógico en la línea de Frege, Whitehead y Russell, aplicado a una orientación científica de la misma filosofía, junto con la impugnación de la posibilidad de la metafísica. El mismo año 1929 tuvo lugar su primer congreso internacional en Praga, al que siguieron otros entre 1930 y 1940. Tras la ascensión al poder del partido fascista austríaco, en 1934, el asesinato de Schlick por un alumno nazi, en 1936, y la invasión final de Austria por Hitler el 12 de marzo de 1938, se produjo la diáspora definitiva de la totalidad de los miembros del Círculo a países de habla y cultura inglesas y su desintegración como grupo, ya iniciada unos años antes por traslados o fallecimientos de sus componentes. Las ideas del Círculo de Viena, que se han denominado también neopositivismo, o empirismo lógico, se expanden a partir de este momento por diversos países -pero no en Alemania-, y en esta labor colaboran principalmente filósofos ingleses y americanos que habían asistido a anteriores reuniones del Círculo en Viena, en especial Willard Orman Quine, de Harvard, y Alfred Jules Ayer, de Oxford. Desde 1930 el Círculo edita su propia revista: «Erkenntnis» (Conocimiento), denominada, a partir de 1938, «The Journal of Unified Science», publicación suspendida en 1940 a causa de la guerra. Establece asimismo contactos con otros grupos filosóficos de otros países, como por ejemplo, el «grupo de Berlín» (Reichenbach, Hempel, etc.) y un grupo de filósofos polacos (Lukasiewicz, Kotarbinski, Lesniewski, Tarski y otros. ).

Sobre la filosofía analítica

También llamada «análisis filosófico», es el conjunto de tendencias de filosofía del lenguaje, resultado del giro lingüístico producido en las primeras décadas del s. XX, que como característica común sostienen que los problemas filosóficos consisten en confusiones conceptuales, derivadas de un mal uso del lenguaje ordinario y que su solución consiste en una clarificación del sentido de los enunciados cuando se aplican a áreas como la ciencia, la metafísica, la religión, la ética, el arte, etc. Por lo general, los autores que siguen estas tendencias entienden que la filosofía es una actividad -para unos terapéutica, para otros clarificadora- cuyo objeto es esclarecer el significado de los enunciados. En palabras de Habermas, se produce un cambio de paradigma, al pasar de una filosofía de la conciencia, o de una epistemología, -en la que importan las relaciones entre el sujeto y el objeto- a una filosofía del lenguaje, en la que importan las relaciones entre el enunciado y el mundo, esto es, a una teoría del significado. Una cuestión tan clásica, por ejemplo, como la que puede formularse en teoría del conocimiento acerca de «qué es conocer» se reformula y reinterpreta como una cuestión sobre el significado, referente a «qué se quiere decir cuando se dice que conocemos algo».

La actividad dilucidatoria de los enunciados, característica fundamental de todo el movimiento analítico, comienza con las tareas de fundamentación lógica de la matemática, emprendidas por Russell y Whitehead con la publicación sobre todo de Principia mathematica (1910-1913), obra que, siguiendo los estudios iniciales de G. Frege, funda el lenguaje riguroso de la lógica que permite evitar las ambigüedades y confusiones del uso del lenguaje ordinario; a esta obra se añade la de Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus (1921), dedicada también a la estructura lógica del lenguaje y centrada en la cuestión de lo que «se puede decir»; Russell y Wittgenstein comparten una misma perspectiva lingüística de la realidad, la del atomismo lógico, según el cual mundo y lenguaje muestran una misma estructura común o «figura lógica»; por ser el lenguaje el espejo del mundo, en él se refleja su naturaleza. De ahí surge la idea fundamental de que la realidad sólo se comprende a través del lenguaje, porque éste es el reflejo de la realidad (teoría especular del lenguaje, que sustituye a la teoría especular de la idea del s. XVII) y que el conocimiento no consiste más que en el análisis del lenguaje. En un primer momento, el análisis del lenguaje se confía a la lógica sistematizada en los Principia mathematica, esto es, a un lenguaje formal de lógica de enunciados y de predicados, con el que Russell reduce los enunciados compuestos a enunciados simples a fin de descubrir en ellos los elementos simples que se corresponden con los hechos simples del mundo o con los hechos atómicos (Wittgenstein); también el Tractatus sigue por la senda de descubrir la estructura lógica del lenguaje.

A esta fase inicial de la filosofía del análisis, sigue una segunda fase de decisivo influjo del Tractatus sobre el Círculo de Viena, de donde surge el neopositivismo. Éste añade al movimiento analítico una clara postura antimetafísica, al establecer la verificabilidad como criterio de significado, considerando que todo enunciado metafísico carece de sentido, una vez sometido al análisis lógico (tal como sostiene Carnap en La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje, 1931). W.V.O. Quine ha atribuido a esta fase el procedimiento, que él denomina «ascenso semántico», mediante el cual en vez de hablar de cosas y objetos, hablamos del lenguaje con que hablamos de las cosas para evitar las engorrosas cuestiones que se refieren a la existencia de las cosas. Es también el período más significativo de la filosofía analítica.

Sigue una tercera fase que corresponde a la vuelta de Wittgenstein a Cambridge, en 1929, y al cambio de su filosofía, que se conoce como «segundo Wittgenstein», expuesta sobre todo en Investigaciones filosóficas (publicadas póstumamente en 1952) y que se centra, no en el análisis lógico del lenguaje, sino en los usos cotidianos del llamado lenguaje ordinario. Son también los años de las críticas de Gödel al formalismo lógico. Esta filosofía analítica, llamada del «lenguaje ordinario» tiene en cuenta la pragmática del lenguaje y contempla el lenguaje, no en su aspecto de reflejo especular de la realidad, sin en una perspectiva más amplia como una actividad y hasta una «forma de vida»; el análisis del lenguaje no busca su reinterpretación según una sintaxis lógica rigurosa -un cálculo lógico-, sino su esclarecimiento a través del reconocimiento de las características naturales del lenguaje vivo, que integra múltiples «juegos del lenguaje», diversas funciones del lenguaje, y la pluralidad de usos y contextos lingüísticos. En los años cincuenta esta filosofía analítica influida por el «segundo Wittgenstein» se desarrolla sobre todo, pero no exclusivamente, en la llamada escuela de Oxford.

Richard Rorty, siguiendo críticas hechas a la filosofía analítica por Quine, Putnam y Davidson, entre otros, considera ya periclitado el supuesto fundamental en que se funda la filosofía analítica y la filosofía del lenguaje en general, esto es, el carácter representacional del lenguaje mismo, como si éste fuera en sustancia un esquema de lo que es el mundo, y que determina que la principal cuestión filosófico-lingüística sea la relación del lenguaje con el mundo: el significado. Así desaparecen, según este autor, por la fuerza de los acontecimientos, las ambigüedades y los problemas lingüísticos filosóficamente no resueltos, irresolubles incluso por mal planteados, y se afirma el sentido de una filosofía que, en general, ya no se atribuye la misión de fundamentar el conocimiento, sino simplemente la de describir, para un ámbito determinado de personas, determinados problemas y escribir acerca de ellos sin un perfil excesivamente definido, y con una misión no más esencial que la de las demás especialidades humanísticas (historia, crítica literaria, poesía, periodismo, etc.): participar, como una más, en lo que denomina la «conversación de Occidente» o «conversación de la humanidad».

Sobre la proposición

Del latín propositio, oración, parte de un discurso, que traduce el griego lógos apofantikós, o bien prótasis, la oración asertórica, que afirma o niega algo de algo. En general, la oración asertórica, que afirma o niega algo de alguna cosa, y es susceptible de ser verdadera o falsa, identificándose así con enunciado. En un sentido más estricto, es el significado de un enunciado .

Sobre el Atomismo Lógico

Nombre que B. Russell da a su primera teoría filosófica expuesta en Lecciones sobre el atomismo lógico (1918), cuyo origen atribuye a ideas de L. Wittgenstein, discípulo suyo, que éste más adelante expondrá también en su Tractatus Logico-Philosophicus (en alemán1921, en inglés 1922). También nombre que se da a la teoría filosófica sobre el mundo que aparece en el Tractatus de Wittgenstein; a la versión wittgensteiniana del atomismo lógico se le da el nombre de «teoría pictórica de la realidad». Según esta teoría, el mundo consta de «hechos atómicos», o simples, que son el referente de los enunciados simples o «enunciados atómicos», de modo que el lenguaje viene a ser como una «pintura» del mundo, a la manera como un mapa dibuja un terreno o región determinados; el mundo posee, igual que el lenguaje, una estructura lógica, cuyos elementos se manifiestan mediante el análisis lógico. Este isomorfismo entre lenguaje y mundo supone que a cada nombre corresponde, como referente, una entidad concreta, llamada en este caso dato sensorial (sense-data), y a cada predicado, sea una cualidad o una relación, una propiedad real, absoluta o relativa.

El atomismo lógico lleva a la consideración de un lenguaje ideal, característica que no es posible hallar en los lenguajes ordinarios, y que es sólo propia de un lenguaje formalizado. El atomismo lógico influyó notablemente en el positivismo lógico; tanto Russell como Wittgenstein abandonaron esta teoría.

Sobre el isomorfismo

(Del griego, isos, igual, y, morphé, forma, estructura) En lógica y en matemáticas indica las relaciones homogénea entre dos o más términos consistente en la correspondencia entre término y término (aplicaciones biyectivas). Se aplica esta terminología en la teoría de grupos cuando, dado un grupo, cada uno de sus elementos (x1,x2,x3, etc..) es sustituido a partir de un modelo definido por los elementos de otro grupo. En general, designa la propiedad de los sistemas que tienen la misma estructura. Un sistema, A, tiene idéntica estructura que otro, B, con lo que A y B son isomórficos o isomorfos, si y sólo si existe una correspondencia uno-a-uno entre las propiedades de A y B, de modo que a cada elemento de A corresponde uno y sólo uno en B. Por ello, dos sistemas isomórficos tienen igual número de elementos, es decir, poseen igual cardinalidad. La noción se aplica, por ejemplo, a una teoría científica y al modelo o interpretación y representación de dicha teoría. De manera semejante puede decirse que un mapa es isomorfo al terreno que representa. En la historia de la filosofía se ha utilizado esta noción para afrontar el problema de la relación entre una entidad «real» y una entidad «representada» y, en particular, para estudiar las relaciones entre pensamiento, lenguaje y realidad. Así, Wittgenstein defendió una teoría de un cierto isomorfismo entre lenguaje y realidad.

En biología se aplica a las semejanzas que se deben a un antepasado común inmediato. Cuando este antecesor no es inmediato, las semejanzas se llaman paralelismo. Estos conceptos biológicos suelen aplicarse a la explicación evolutiva del homo sapiens. Desde otra perspectiva, W. Köhler supuso un amplio isomorfismo entre la psicología y la fisiología.

En química se denominan isomorfas aquellas sustancias de diferente composición química pero igual forma cristalina.

En glosemática indica la semejanza estructural entre los aspectos fónicos y semánticos de una lengua.

Sobre el lenguaje ordinario

Es el lenguaje cotidiano, común o natural. En las primeras fases del movimiento analítico, se le consideró, por su ambigüedad e imprecisión, fuente de los problemas filosóficos, razón por la que se insistió en fundamentar un análisis del lenguaje según el modelo de un cálculo lógico o un lenguaje formal, y por la que se consideraba que la filosofía consistía en el «esclarecimiento de proposiciones». Cuando la filosofía analítica sintió el influjo de las teorías del «segundo Wittgenstein», las expresadas en Investigaciones filosóficas, se abandonó el aprecio por un análisis fundado en la sintaxis lógica, para considerar que el lenguaje ordinario «está bien como está» y que la misión de la filosofía estriba en mostrar los múltiples usos del lenguaje, que Wittgenstein llama «juegos del lenguaje». En esta segunda fase de la filosofía analítica, el lenguaje se considera, no como representación o figura de la realidad, sino en su perspectiva natural, como un producto de la actividad humana en sociedad; en esta perspectiva, los problemas del lenguaje se esclarecen, no desde el análisis de sus formas lógicas, sino por el conocimiento de los diversos usos y contextos a que pertenecen las palabras. Ryle, Austin y Searle son los más notables representantes de la filosofía del lenguaje ordinario.

Sobre la conducta

La actividad externa y observable que desarrolla un organismo vivo. Como que los actos «psíquicos» son internos, cuando la psicología toma por objeto de estudio la conducta, como propone el conductismo, no incluye los actos psíquicos. Se refiere, por tanto, a cosas como movimientos musculares, de traslación, reacciones de los sentidos, reacciones vasomotoras, secreciones, sonidos, lenguaje, etc., observables desde el exterior, pero no a pensamientos, intenciones, motivos, sensaciones internas, etc., sólo observables por introspección. Reciben el nombre de ciencias de la conducta todas aquellas ciencias, como la psicología, la sociología, la pedagogía, la antropología, la etología, etc., que toman la conducta externa de los organismos vivos como objeto de observación y estudio.«Conducta» es el término con que se traduce habitualmente el término inglés behavior, o behaviour; más difundido, equivalente de «comportamiento». A veces se reserva el término de conducta para el comportamiento consciente y motivado, y el de comportamiento para aspectos parciales de la conducta Skinner la llama «característica primaria de las cosas vivas».

Sobre pragmática

(Del griego, relativo a los hechos) Disciplina que estudia el uso del lenguaje, por oposición al estudio del sistema lingüístico, del que se ocupa propiamente la lingüística. La pragmática nace de la noción de acto de habla, formulada por John L. Austin a partir de 1955. Según Austin, la función del lenguaje en la comunicación no es meramente descriptiva, sino que al hablar realizamos actos. Paralelamente a las teorías de Austin, Paul Grice, a partir de 1967, sostuvo la tesis de que los contenidos comunicados indirectamente en la comunicación corresponden a los aspectos no veritativo-condicionales de los enunciados, es decir, lo que está implícito no depende únicamente del contenido informativo del enunciado del que se podrá decir, según las circunstancias, que es verdadero o falso. Una distinción fundamental en pragmática es la oposición entre frase y enunciado. La frase, caracterizada por su estructura sintáctica y su significado, es una entidad abstracta y constituye el objeto de estudio de la lingüística. En cambio, un enunciado es una frase completada por las informaciones que se obtienen de la situación en la que es enunciada; es el producto de la enunciación de una frase y constituye el objeto de la pragmática. La necesidad de introducir la dimensión pragmática en el estudio del lenguaje se pone en evidencia a la hora de explicar determinados enunciados que no tienen función referencial, sino autorreferencial (enunciados performativos), que tienen la propiedad de implicar otros enunciados (la inferencia puede producirse por información lingüística: «Si no me hubiera casado habría sido feliz» implica «Me he casado y no he sido feliz», o bien contextual: «Este hombre es un lince»), o que contienen algunos elementos, como conjunciones, adverbios sin significado referencial, cuya función parece variar según su entorno lingüístico. En la tradición de Paul Grice la pragmática se concibe como una teoría de la actuación, en cambio, en la tradición francófona, a partir de Benveniste, depende de la competencia: es la teoría de la pragmática integrada a la semántica. A la concepción integrada de la pragmática se opone una concepción no integrada: la pragmática radical, que sostiene que la interpretación de los enunciados hace que intervengan aspectos a la vez condicionales y aspectos no vericondicionales.

Citas

*1- Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus, Alianza, Madrid 1973, p 43.

*2- Ludwig Wittgenstein, Ibid, p 69..

*3- Ludwig Wittgenstein, Ibid, p 35..

*4- Ludwig Wittgenstein, Ibid, p 102.

*5- Ludwig Wittgenstein, Ibid, p 87.

*6- Ludwig Wittgenstein, Ibid, p 139.

*7- Ludwig Wittgenstein, Ibid, p197.

*8- Ludwig Wittgenstein, Ibid, p 203.

*9- Ludwig Wittgenstein, Ibid, p 203.

*10- Ludwig Wittgenstein, Ibid, p 85.

Ludwig Wittgenstein

Asignatura: Lenguaje y Metodología Moral




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Enviado por:Bel Urizar
Idioma: castellano
País: España

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