Literatura


La hojarasca; Gabriel García Márquez


LA HOJARASCA

GABRIEL GARCIA MARQUEZ

Vida y obra:

Nació en Aracataca (Colombia) en 1928,cursó estudios de secundaria en San José, a partir de 1940 y finalizó su bachillerato en el Colegio Liceo de Zipaquirá, el 12 de diciembre de 1946. Posteriormente se matricula en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cartagena el 25 de febrero de 1947, aunque sin mostrar excesivo interés por los estudios. Su amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella le permitió acceder al periodismo. Fue después del "Bogotazo" (el asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá, las posteriores manifestaciones y la brutal represión de las mismas), cuando comenzaron sus colaboraciones en el periódico liberal El Universal, que había sido fundado el mes de marzo de ese mismo año por Domingo López Escauriaza. 

      Su trayectoria profesional comienza trabajando desde joven para periódicos locales; posterriormente tarde residiría en Francia, México y España. En Italia  fue alumno del Centro experimental de cinematografía. Durante su estancia en Sucre (donde había acudido por motivos de salud), entró en contacto con el grupo de intelectuales de Barranquilla, entre los que se contaba Ramón Vinyes, ex propietario de una librería que habría de tener una notable influencia en la vida intelectual de los años 1910-20, se le conocía con el apodo de "el Catalán" -el mismo que aparecerá en las últimas páginas de la obra más célebre del escritor, Cien años de soledad (1967). Desde 1953 colabora en el periódico de Barranquilla El nacional: sus columnas revelan una constante preocupación expresiva y una acendrada vocación de estilo que refleja, como él mismo confesará, la influencia de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Su carrera de escritor comenzará con una novela breve, que evidencia la fuerte influencia del escritor norteamericano William Faulkner: La hojarasca (1955). La acción transcurre entre 1903 y 1928 (fecha del nacimiento del autor) en Macondo, mítico y legendario pueblo creado por García Márquez. Tres personajes, representantes de tres generaciones distintas, desatan -cada uno por su cuenta- un monólogo interior centrado en la muerte de un médico que acaba de suicidarse. En el relato aparece la premonitoria figura de un viejo coronel, y "la hojarasca" es el símbolo de la compañía bananera, elementos ambos que serían retomados por el autor en obras sucesivas. 
     
En 1961 fue publicado El coronel no tiene quien le escriba, relato en que aparecen ya  los temas recurrentes de la lluvia incesante, el coronel abandonado a una soledad devastadora, a penas si compartida por su mujer, un gallo, el recuerdo de un hijo muerto, la añoranza de batallas pasadas y... la miseria. El estilo lacónico, áspero y breve, produce unos resultados sumamente eficaces. En 1962 reúne algunos de sus cuentos -ocho en total- bajo el título de Los funerales de Mamá Grande, y publica su novela La mala hora
     
Pero toda la obra anterior a Cien años de soledad es sólo un acercamiento al proyecto global y mucho más ambicioso que constituirá justamente esa gran novela. En efecto, muchos de los elementos de sus relatos cobran un interés inusitado  al ser integrados en Cien años de soledad. En ella, Márquez edifica y da vida al pueblo mítico de Macondo (y la legendaria estirpe de los Buendía): un territorio imaginario donde lo inverosímil y mágico no es menos real que lo cotidiano y lógico; este es el postulado básico de lo que después sería conocido como realismo mágico. Se ha dicho muchas veces que, en el fondo, se trata de una gran saga americana. Macondo podría representar cualquier pueblo, o mejor, toda Hispanoamérica: a través de la narración, asistimos a su fundación, a su desarrollo, a la explotación bananera norteamericana, a las revoluciones, a las contrarrevoluciones... En suma, una síntesis novelada de la historia de las tierras latinoamericanas. En un plano aún más amplio puede verse como una parábola de cualquier civilización, de su nacimiento a su ocaso. 
     
Posteriormente, el autor publicó la que, en sus propias palabras, constituiría su novela preferida:  El otoño del patriarca (1975), una historia turbia y cargada de tintes visionarios acerca del absurdo periplo de un dictador solitario y grotesco. Albo más tarde,  publicaría los cuentos La increíble historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1977), y Crónica de una muerte anunciada (1981), novela breve basada en un suceso real de amor y venganza que adquiere dimensiones de leyenda, gracias a un desarrollo narrativo de una precisión y una intensidad insuperables. Su siguiente gran obra, El amor en los tiempos del cólera, se publicó en 1987: se trata de una historia de amor que atraviesa los tiempos y las edades, retomando el estilo mítico y maravilloso. Una originalísima y gran novela de amor, que revela un profundo conocimiento del corazón humano. Pero es mucho más que eso, debido a la multitud de episodios que se entretejen con la historia central, y en los que brilla hasta lo increíble la imaginación del autor.
     
En 1982 le había sido concedido, no menos que merecidamente, el Premio Nobel de Literatura. Una vez concluida su anterior novela vuelve al reportaje con Miguel Littin, clandestino en Chile (1986), escribe un texto teatral, Diatriba de amor para un hombre sentado (1987), y recupera el tema del dictador latinoamericano en El general en su laberinto (1989), e incluso agrupa algunos relatos desperdigados bajo el título Doce cuentos peregrinos (1992). Nuevamente, en sus últimas obras, podemos apreciar la conjunción de la novela amorosa y sentimental con el reportaje: así en Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1997). Ha publicado también libros de crónicas, guiones cinematográficos y varios volúmenes de recopilación de sus artículos periodísticos: Textos costeños, Entre cachacos, Europa y América y Notas de prensa
     
Recientemente, la editorial Alfaguara ha publicado una completa biografía de Gabriel García Márquez, Viaje a la semilla, de Dasso Saldívar. Finalmente, a quien le interese la voz directa de García Márquez, podrá consultar el libro de entrevistas El olor de la papaya (1982). O, mejor aún, los sucesivos tomos que constituirían la extensa autobiografía del autor, Vivir para contarlo, cuyo ejercicio, según el propio García Márquez constituye, básicamente, una garantía para mantener "el brazo caliente" entre dos  novelas.

RESUMEN DE LA OBRA:

La hojarasca, trata de la historia del entierro de un hombre, un médico misterioso y odiado, al que sus vecinos quieren dejar insepulto. Al mismo tiempo es la historia del odio acumulado durante veinticinco años en Macondo, un lugar llamado a ser, pocos años después, famoso en el mundo entero.

La obra comienza con la muerte de un médico innominado, que cayó en desgracia con el pueblo de Macondo y que un buen día decidió ahorcarse, para mostrarse por primera vez, como dice Gabo, "cómodamente muerto", en el velatorio del doctor del pueblo.

La historia es narrada a través de los monólogos de tres personajes de una misma familia: un viejo coronel (el abuelo), Isabel (hija del coronel), y el hijo de Isabel.


A través de los ojos del niño, te puedes pasear por los fríos y tristes alrededores de la muerte y del velatorio (la muerte de una persona y su cortejo, la muerte del pueblo y su procesión); los mismos ojos te cuentan el ocaso del pueblo; fundidas sus riquezas y apagado su esplendor por las guerras y las crisis; esas mismas que llenaron las calles y las casas de "una hojarasca formada de desperdicios naturales y humanos".
 De pronto, llegó la compañía bananera perseguida por “la hojarasca”(era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil.) La hojarasca era implacable, contaminando todo de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte.

        En el texto coexisten dos fuerzas antagónicas e irreconciliables que presentan dos visiones del mundo, igualmente opuestas.  "Nosotros", paradigma del orden (conformado por las familias fundadoras de Macondo y representado por la figura mítica del Coronel), tiene como oponente al cantante "hojarasca" (formado por los desplazados de las guerras civiles alentados por la oportunidad de trabajo que abre la llegada de la compañía extranjera a Macondo), paradigma de lo entrópico que instituye nuevos héroes contradictores de los valores occidentales y lleva a cabo un proceso de organización desintegradota.

        Todo enmarcado dentro de un proceso de evolución histórica de la región del norte-costera de Colombia, basado en la "eliminación del elemento autóctono y en la importación de población nueva.  Como resultado obtenemos una sociedad básicamente compuesta por gente recién llegada “ los recién llegados” ( expresión aparece en el prólogo de la novela) y un sincretismo cultural y racial que genera esa visión del mundo completamente nueva y original.

    La Hojarasca nos muestra, la ideología de un patriciado liberal en crisis es, en apariencia, el punto de vista ideológico que organiza el desarrollo del relato, pues el verdadero propósito de la novela es la "representación-evaluación" del advenimiento (¿de la postergación?) de la modernidad en Colombia.

    El elemento responsable del sentido en el texto de la novela, es una formación social que enmarca el desarrollo histórico de la región caribeña colombiana dentro de la caracterización de Pueblo Nuevo y la opone a la de los "Pueblos Testimonios" de la región Andina.  Esta formación social implica, como ya se dijo, la eliminación-obliteración de la población autóctona y la importación de mano de obra esclava, en primera instancia, y luego, asalariada, producto de los flujos migratorios tan importantes en la conformación de todas las sociedades del Caribe.

        En la novela, esta formación social se ve a través de tres articuladores semióticos: la figura del extranjero, la desaparición de Meme y la deshumanización de los guajiros, y a través de la técnica del metarrelato o relato espejo.

        Macondo, pueblo reciente conformado por recién llegados (solo tiene unos 30 años, la edad de Isabel) y el propósito último de la novela es precisamente mostrar ese origen cercano, esa "novedad" y su evolución.  La intención del autor probablemente es buscar su origen, escudriñar su identidad, responderse a la pregunta: ¿De donde vengo?  "De extranjeros, de recién llegados", parece ser la respuesta.  Por eso son ellos los dinamizadores de la trama de la novela.  El relato gira en torno al extranjero médico; el liderazgo en el pueblo es ejercido por el cachorro, otro recién llegado; Martín ejerce singular atracción sobre las mujeres de Macondo, e incluso, sobre el coronel; el coronel mismo es un recién llegado.  Las uniones en el pueblo de las que tenemos conocimiento se dan siempre con extranjeros: Meme-Médico, Isabel-Martín, Genoveva-Titiriteros, signo inequívoco de la tendencia integracionista y de la tendencia al sincretismo de las sociedades caribeñas.

En el texto aparece una semiótica referida a lo foráneo como elemento integral y constitutivo de Macondo: "La hojarasca volteó y salió a recibirlo y con la vuelta perdió el impulso, pero logró unidad y solidez; y sufrió el natural proceso de fermentación y se incorporó a los gérmenes de la tierra."

        Si uno de los rasgos de los pueblos contiguos al mar Caribe fue el extermino casi total de la población autóctona, nos preguntamos por qué aparecen indígenas en un texto que pretende erigirse como imagen especular de la región donde se desarrolla; y, adicionalmente, y aún más intrigante: ¿Por qué guajiros?  Cabe recordar, señalar que "el contacto de los españoles con la población indígena, tuvo drásticos efectos sobre ésta" y como el mismo autor continúa diciendo "los indígenas fueron reemplazados por negros traídos de las antillas y del Africa, con lo cual se incidía en la modificación de la encomienda como sistema de producción ante la impresionante desaparición de los indígenas."

En el texto se convierte este proceso de exterminio a partir de un articulador semiótico: la desaparición de la india Meme y su descendencia.  Este, a su vez, se articula discursivamente a través de la oposición del discurso oficial del extranjero "causante del exterminio": "en cuanto a Meme nos dio una explicación que habría podido parecer pueril, pero que fue dicha por él con el mismo acento con que habría dicho su verdad.  Dijo que Meme se había ido, eso era todo". Así,  a través del discurso no-oficial portado por un pasquín: "Pero en el pasquín que apareció en esta esquina se decía que el médico asesinó a su concubina y le dio sepultura en el huerto"

      En la obra se utiliza la técnica del dato escondido, en cuanto a la descendencia indígena, es decir, "narración por omisión o por omisiones significativas, silenciando temporal o definitivamente ciertos datos de la historia para dar más relieve o fuerza narrativa a esos mismos datos que han sido momentánea o totalmente suprimidos", principio de organización narrativa muy apropiado para este caso, pues el discurso oficial, el del extranjero, es el que oculta y omite el dato: "Dígame una cosa, doctor: ¿Qué fue de la criatura?  El no modificó la expresión: ¿Qué criatura, coronel?", "Tiene razón, coronel.  Hasta me había olvidado de eso", con esto, el autor y su región, se explican, se piensan.  Sin embargo, aún queda por resolver el hecho más intrigante en este sentido: ¿Por qué guajiros? La respuesta parece residir, en mi opinión, en una formación social mucho más específica que se presenta en el departamento del Gran Magdalena, una de las subregiones de la costa Caribe colombiana, compuesta hasta los años sesenta por las regiones del Magdalena, La Guajira y El Cesar, territorios sobre los cuales la ciudad de Santa Marta ejercía importante influencia como capital.  Según Adriana Mercedes Corso, "las actividades administrativas de la gobernación, las sesiones de la Asamblea Departamental, la oferta de servicios financieros (v. gr. la Caja Agraria) para esos territorios se realizaban en Santa Marta y se ofrecía educación de calidad en el Liceo Celedón, claustro en el cual se formaron muchos cesarenses y guajiros." Producto de esa situación de primacía, encontramos una formación ideológica que señala la superioridad de los samarios y la inferioridad de los guajiros, tendencia xenofóbica que señala la categorización de vasallos para los últimos y señores para los primeros.  Es por eso que el pueblo ve con 'malos ojos' la actitud de Meme de pretender ser una señora y está a punto de apedrearla: "Meme se había presentado a la iglesia, adornada como una cualquiera elevada a la categoría de señora".  Y por eso Isabel la ve "vestida más como un pesebre de navidad que como una señora"

La estructura ideológica se refleja en la obra a partir de la deshumanización de los guajiros vasallos del Coronel.  Así, para Isabel son "animales amaestrados en un circo" , para el niño "cuatro cuervos en un caballete" y para el Coronel, una posesión, por eso los llama "mis hombres" .  Como señala Vargas Llosa, los guajiros "apenas son personas: meras presencias, se confunden con las vigas, con el catre solitario, con el ataúd."

 El relato espejo:

       La parte mas importante de la mise en abime de la región caribeña hecha por el autor esta en la narración hecha por el niño.  La pregunta obligada parece ser: ¿Por qué es el niño quien inicia y termina narrando en La Hojarasca, si el desconoce en su mayoría los datos de la historia?  Mi hipótesis se orienta a que la inserción de su narración no tiene nada que ver con la historia del doctor narrada por los otros dos personajes, y  a que, más bien, estamos en presencia de un metarrelato o relato espejo que pretende ser una explicación, una revelación del propósito central de la novela: la formación de un pueblo nuevo o pueblo caribeño.

       Los monólogos del niño son la representación de un despertar, de una iniciación: "Por primera vez he visto un cadáver", "He pasado frente al espejo de la sala y me he visto de cuerpo entero", "...Y he pensado: ese soy yo, como si hoy fuera domingo".  El niño aparece, entonces, como símbolo de ese pueblo naciente, nuevo, inocente, en proceso de aprendizaje. Un pueblo sin pasado mítico y sin conciencia de futuro.  De ahí que la narración del niño se desarrolle casi siempre en presente.

        Si bien el personaje que tiene relación con el Mersault de Camus es el médico, el discurso existencial aflora, de manera explícita, en los monólogos del niño como signo inequívoco de esa búsqueda identitaria, de esa filosofía del ser.  García Márquez, al igual que Hector Rojas Herazo, poeta y compañero del grupo de Cartagena, "sigue la línea heidegeriana del existencialismo ateo en la que el ser no se concibe de modo indirecto por vía del pensamiento intelectivo sino tan solo directamente revelándose al hombre a través de su existencia personal". Como en el autor sucreño, el conocimiento del mundo se hace a través de los sentidos así lo vemos en frases como : "veo que tienen la cabeza acerada y un pañuelo amarrado a la mandíbula.", "veo que tiene la boca un poco abierta" , "Y sentí ese olor a desperdicios" , "y oigo a lo lejos el pito del tren que se pierde en la última vuelta", "Yo conozco los cuartos por el olor".

       La aparición del discurso existencial se explica, "en razón a una formación ideológica asociada al centralismo como actitud dominante en Colombia desde la década del 40 que de acuerdo con Jacques Gilard, se mostraba 'inmune a las disonancias de unas periferias cuya existencia no se reconocía sino en dosis homeopáticas' y que a finales de los 40 fue defendida y sustentada por el suplemento literario del periódico El tiempo, por unos años la publicación cultural de más amplia difusión en el país y cuyos colaboradores (Germán Arciniegas, Eduardo Caballero Calderón, entre otros) eran enemigos acérrimos del pensamiento existencialista". El mismo García Márquez corrobora su apego al existencialismo en una entrevista con José Luis Díaz-Granados, al ser consultada su opinión sobre un cuento de éste último: "Está bueno el cuento.  Pero no es existencialista."

        Asi vemos que, la narración del niño se constituye en metarrelato, es decir, relato que habla de sí mismo; en relato espejo que se constituye en 'señal' del texto básico que ayuda a clarificar el propósito central de éste.

  Visión caribe del mundo y panteón de héroes caribeños

Del mismo modo , la novela patenta la emergencia de una visión caribeña sui generis que instituye valores igualmente singulares, en marcada oposición a los valores occidentales fundamentados en la moral cristiana, introduciendo, de paso, un nuevo tipo de figuras "heroicas" que, como lo señala el profesor Avella , no siguen las reglas del juego sino que se juegan la regla. 

PERSONAJES:

        De los personajes que caben resaltar en la novela es, quizá, El Cachorro, la representación del anti-sacerdote, religioso que no preconiza las bondades de la moral cristiana, defiende a un ateo y no lee la Biblia.  El Cachorro es poco ortodoxo y menos doctrinario y, por tanto, muy caribe.  Es uno de los representantes del desorden y aunque nació en el pueblo, también es un extranjero que llegó junto con la hojarasca.  Para todos tiene características heroicas, incluso para el coronel, representante del orden, por ello es uno de los elementos que corrobora la desestabilización de la visión del mundo occidental y de la ideología conservadora-moralista que va de la mano con ella por parte de la visión caribeña.

       La figura del sacerdote en “no religioso" parece surgir de una tendencia social y religiosa escenificada a partir del Segundo Concilio Vaticano en una nueva generación de sacerdotes que, en palabras de Jaime Eduardo Jaramillo, "expresan una visión notablemente más secularizada que muchos de sus antecesores expresada en una enseñanza religiosa más moderna, tolerante y pragmática"

        El cachorro, a su vez, determina otra figura en el panteón caribe: el almanaque Bristol, reemplazando a uno de los símbolos más sagrados del mundo occidental: La Biblia.  El mismo Coronel lo deja ver: "De todos modos, lo que suceda tenía que suceder, como si lo hubiera anunciado el almanaque." Claro está que el ataque de García Márquez a la religión, en este sentido, también se encuentra ligado al papel de la iglesia católica como aparato ideológico y represivo del Estado durante la hegemonía conservadora de mitad de siglo.

        La otro personaje heroico caribeño reflejada en la novela, es la del trickster, tal vez la de mayor recurrencia en las manifestaciones folclóricas de todo el gran Caribe (recordemos a Ananse, por ejemplo).  Martín, el esposo de Isabel, es la clara representación del ser astuto que logra engañar a todos valiéndose de los más ingeniosos ardides, consiguiendo la admiración de todos por ello.  Así, Martín desposa a Isabel con el objetivo de ganarse la confianza del Coronel y llevar a cabo una empresa con el respaldo de los bienes de éste.  A pesar de que ha desaparecido desde hace nueve años, el Coronel piensa: "han transcurrido nueve años pero no por ello tengo derecho a pensar que era un estafador.  No tengo derecho a pensar que su matrimonio fue apenas una coartada para persuadirme de su buena fé." .  Sin embargo, en el fondo, el Coronel sabe que ha sido engañado por un especialista en timos y por eso señala más adelante: "si ambos nos equivocamos al confiar en Martín, corre como error compartido".  Además, el coronel deja entrever cierta admiración por el astuto joven: "llegó a mi casa con un saco de cuatro botones, segregando juventud y dinamismo por todos los poros, envuelto en una luminosa atmósfera de simpatía" .  Isabel advierte esa situación: "Martín parecía vinculado a mi padre por una entrañable y sólida amistad y éste hablaba de aquél como si fuera él y no yo quien iba a casarse con Martín".

        El juego de las reglas se puede ver en la conversación del alcalde con el Coronel acerca del entierro del doctor.  El alcalde se erige como el deshonesto, el hombre que se enfrenta al mundo adverso y sobrevive en una situación precaria jugándose la regla: "Y entonces comprendo que es deliberadamente ilógico, que está inventando trabas para impedir el entierro." Es aquí donde la desestabilización de esa visión del mundo occidental, lógica y racional, llega a su punto máximo.  Es la visión caribe, anti-lógica y entrópica la que organiza claramente el desarrollo del relato y las relaciones de los personajes, pues el Coronel comienza a tener una visión menos ortodoxa: "Coronel, esto podríamos arreglarlo de otro modo.  Y yo, sin darle tiempo a terminar, le digo: «Cuánto»" .

ESTILO:

    Finalmente, cabe resaltar que La Hojarasca es obra fundacional del Caribe Colombiano, en tanto se erige como espejo de su evolución histórica a través de la duplicación de las estructuras socio-históricas que dieron origen a ella.  El texto presenta, paralelamente, una visión del mundo particular a la región caribeña que emerge desestabilizando e imponiéndose, en definitivas, a la visión aparentemente dominante, la visión del mundo occidental, cristiano-moralista, e instaurando, de paso, un nuevo "panteón heróico" que contraviene los valores y patrones axiomáticos introducidos por esa moral cristiana. 

En el texto, este propósito se refleja al establecerse una red semiótica que apunta hacia el realce de lo extranjero, de lo recién llegado, y al rebajamiento de lo autóctono.  Del mismo modo se logra a partir de la introducción de la técnica del relato espejo y del discurso existencial y a través de la utilización de héroes investidos de anti-valores, anversos de los arquetipos tradicionales.

    La suposición de que Remedios, la bella, poseía poderes de muerte, estaba entonces sustentada por cuatro hechos irrebatibles. Aunque algunos hombres ligeros de palabra se complacían en decir que bien valía sacrificar la vida por una noche de amor con tan conturbadora mujer, la verdad fue que ninguno hizo esfuerzos por conseguirlo. Tal vez, no sólo para rendirla sino también para conjurar sus peligros, habría bastado con un sentimiento tan primitivo, y simple como el amor, pero eso fue lo único que no se le ocurrió a nadie. Úrsula no volvió a ocuparse de ella. En otra época, cuando todavía no renunciaba al propósito de salvarla para el mundo, procuró que se interesara por los asuntos elementales de la casa. "Los hombres piden más de lo que tú crees", le decía enigmáticamente. "Hay mucho que cocinar, mucho que barrer, mucho que sufrir por pequeñeces, además de lo que crees." En el fondo se engañaba a sí misma tratando de adiestrarla para la felicidad doméstica, porque estaba convencida de que, una vez satisfecha la pasión, no había un hombre sobre la tierra capaz de soportar así fuera por un día una negligencia que estaba más allá de toda comprensión. El nacimiento del último José Arcadio, y su inquebrantable voluntad de educarlo para Papa, terminaron por hacerla desistir de sus preocupaciones por la bisnieta. La abandonó a su suerte, confiando que tarde o temprano ocurriera un milagro, y que en este mundo donde había de todo hubiera también un hombre con suficiente cachaza para cargar con ella. Ya desde mucho antes, Amaranta había renunciado a toda tentativa de convertirla en una mujer útil. Desde las tardes olvidadas  del costurero, cuando la sobrina apenas se interesaba por darle vuelta a la manivela de la máquina de coser, llegó a la conclusión simple de que era boba. "Vamos a tener que rifarte", le decía, perpleja ante su impermeabilidad a la palabra de los hombres. Más tarde, cuando Úrsula se empeñó en que Remedios, la bella, asistiera a misa con la cara cubierta con una mantilla, Amaranta pensó que aquel recurso misterioso resultaría tan provocador, que muy pronto habría un hombre lo bastante intrigado como para buscar con paciencia el punto débil de su corazón. Pero cuando vio la forma insensata en que despreció a un pretendiente que por muchos motivos era más apetecible que un príncipe, renunció a toda esperanza. Fernanda no hizo siquiera la tentativa de comprenderla. Cuando vio a Remedios, la bella, vestida de reina en el  carnaval sangriento, pensó que era una criatura extraordinaria. Pero cuando la vio comiendo con las manos, incapaz de dar una respuesta que no fuera un prodigio de simplicidad, lo único que lamentó fue que los bobos de familia tuvieran una vida tan larga. A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa. 
   -¿Te sientes mal? -le preguntó.
   Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima. 
   -Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.
   Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria. 

Para concluir señalar que La Hojarasca , primera novela de García Márquez, cabe analizarla a la luz de los procesos socio-históricos que configuraron la región caribeña colombiana (modernización, procesos identitarios, de urbanización, de poblamiento) y presentar una lectura sociocrítica de la misma que ilustre la emergencia de una visión Caribe del mundo al lado de la mise en abime de un proceso de transformación socio-económica de un Pueblo Nuevo como elementos estructurantes del relato y como manifestaciones de una manera especular de ver la realidad.

Bibliografía:

Bloom, Harold (editor). Gabriel García Márquez. Nueva York: Chelsea Books, 1989. El gran crítico americano recopila aquí 18 importantes trabajos críticos que analizan al novelista desde diversos ángulos metodológicos.

Cebrián, Juan Luis. Retrato de García Márquez. Barcelona: Círculo de Lectores, 1989. Biografía del periodista y del escritor, realizada por otro periodista y escritor.




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Enviado por:Miguel Fijó
Idioma: castellano
País: España

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