Literatura


Cantar del Mío Cid


EL CANTAR DEL MIO CID.

INTRODUCCIÓN:

El cantar del Mío Cid es la obra literaria española más importante del feudalismo.

Ruy Díaz de Vivar, el protagonista de este gran poema épico, es un personaje histórico, noble español, vecino de Burgos de vivar que convivió con los reyes Sancho, Fernando y Alfonso VI.

En el Cantar del Mío Cid, se presenta la lucha entre cruzados y cristianos, la espada y la cruz contra el enemigo común.

Cuenta con el conocimiento característico de los siglos medievales y un hondo sentido espiritual.

Relata todas sus aventuras por las que pasó en su vida desde que llevó a cabo encargos del rey.

Cantar Primero: Destierro Del Cid.

En el S. XI cuando gran parte de España estaba ocupada por los moros, don Alfonso VI, rey de Castilla y de León, le pidió a Ruy Díaz de Vivar Mío Cid, que era un caballero que se encontraba bajo sus órdenes, que fuera hasta Sevilla y luego a Córdoba a recoger los tributos que anualmente los reyes de estas ciudades debían pagarle.

Almutamiz, que era el rey de Sevilla, fue atacado por los hombres de Almudafar, rey de Granada. Cuando Ruy Díaz se enteró, mandó cartas a los de Granada, para que no atacaran Sevilla, o el ataque les sería devuelto.

Ya que estos hombres ignoraron la advertencia y atacaron, Ruy Díaz contra-atacó, saliendo victorioso. Apresó personas durante 3 días y recogió las riquezas que éstos llevaban. Devolvió al rey Almutamiz todo lo que le habían robado los de Granada. Desde entonces, moros y cristianos le llamaron el Cid Campeador, que quiere decir: Batallador.

Almutamiz le dio muchos regalos, y además del tributo, le envió otras riquezas, por lo que el rey Alfonso VI de Castilla, lo recibió con distinciones, y le agradeció todo lo que había hecho.

Esto causó que muchas personas sintieran envidia y odio por Ruy Díaz de Vivar, por lo cual fueron con el rey Alfonso VI, y enfurecidos, le contaron mentiras sobre el Cid Campeador, por lo que el rey de Castilla, se enfureció bastante, desterrando a Ruy Díaz de Vivar, dándole un plazo de 9 días.

El Cid Campeador, se entristeció por lo sucedido, pero no podía hacer nada al respecto; así que fue en busca de sus parientes y compañeros, y les explicó lo que había pasado, y quería saber quienes estaban con él.

Minaya Álvar Fáñez, primo de Mío Cid, respondió que lo seguirían y serían sus fieles vasallos; todos estuvieron de acuerdo y el Cid agradeció su apoyo. Entonces salió de Vivar, para dirigirse a Burgos.

Todos los habitantes se encontraban tristes por la partida de Mío Cid, y querían proveerle de algo, pero no podían, ya que el rey Alfonso VI lo prohibía con una carta que había sido enviada, diciendo que quien lo hiciera o siguiera, sería despojado de sus tierras, ojos y hasta el cuerpo y alma.

Todas las casas estaban cerradas, y al llegar a una, salió un niña de 9 años que le dijo al Campeador que en buena hora ciñó la espada, lo de la carta, y también que mejor se fuera con Dios y siguiera su camino. Con esto, el Cid comprendió que no contaba con el apoyo de su rey. No pudo comprar nada, ya que nadie podía venderle, y se escondían de él.

Martín Antolinez, un excelente habitante de Burgos, con osadía llevó al que en buena hora ciñó la espada y a su gente, suficiente pan y vino de su propia cosecha para el viaje. Pero también le dijo que lo acompañaría, ya que ahora no podría quedarse. Con esto, el Cid, le pidió que fuera con Raquel y Vidas, para dejarles sus riquezas, y que le dieran dinero a cambio. Así sucedió y recibió 600 marcos.

Partieron y llegaron a San Pedro de Cárdena. Allí estaba el abad don Sancho, y a su lado la mujer del Cid, doña Jimena, acompañada de sus 5 damas que la atendían. El que en buena hora nació, dejó 50 marcos al abad, y 100 a su mujer, pidiéndole al abad que no les faltara nada a sus hijas ni a su mujer, ya que por cada marco que gastara en ellas, recibiría 4. Y así se despidió de su mujer y sus hijas y partió.

Cuando se encontraba en Higaruela, tuvo un sueño en el que vio al arcángel Gabriel que le decía que montara su caballo, pues todo le saldría bien mientras viviera. Al despertarse se persignó y al contar sus hombres eran 300, que partieron nuevamente.

Al llegar a Castejón, decidieron preparar un ataque, por lo que Minaya Álvar Fáñez le sugirió a Mío Cid que se quedara en el bosque junto con 100 hombres, mientras que él iba con 200 hombres a la vanguardia, y así tendrían mayor oportunidad de ganar la batalla contra los moros de Castejón. Ganaron esa batalla y el que en buena hora ciñó la espada, le agradeció a Minaya y le ofreció la quinta parte del total de las riquezas obtenidas, pero Minaya se las regresó diciéndole que las tomaría hasta que se sintiera satisfecho por haber luchado.

Llegaron cerca de Alcocer, a un otero en las orillas del río Jalón, para preparar el ataque a Alcocer. Los habitantes cercanos estaban temerosos, por lo que Ateca, Terrer y Alcocer comenzaron a pagarle tributos sin pelear. Pero los de Alcocer aún no se rendían por completo, así que el Cid fraguó un plan, en el que pidió a sus hombres que marcharan como si ya abandonaran el campamento. Los de Alcocer creyeron que ya estaban rendidos, por lo que decidieron atacar a los del Mío Cid, y con esto, el que en buena hora nació, dio la orden a su tropa de atacar, y así lo hicieron, ganando la batalla. Se establecieron en el castillo de Alcocer y obtuvieron grandes riquezas.

Esto molestó mucho a los de Ataca, pero más a los de Terrer y Calatayud, quienes enviaron mensajes al rey de Valencia, quien también era señor de esas tierras. Éste se enfureció y mandó 3 mil moros armados a luchar bajo el mando de los reyes Fáriz y Galve.

Ante esta situación, los del Cid, decidieron salir y atacar al cumplir casi la cuarta semana en el castillo de Alcocer. En cuanto salieron, los moros también estaban preparados para atacar. Pedro Bermúdez no pudo contenerse, ya que llevaba la insignia de Mío Cid y comenzó a atacar, en seguida salieron los demás en su ayuda. A Minaya lo despojaron de su caballo, pero el Cid le consiguió otro y continuó luchando; hirieron a ambos reyes y salieron victoriosos de la batalla campal, mientras los moros, que continuaban con vida, salieron huyendo.

El que en buena hora ciñó la espada, envió a Minaya a Castilla, a que se encontrara con el rey Alfonso VI, y le dio los regalos que el Cid le enviaba, que eran 60 caballos y riquezas. Con esto, el rey se alegró y le dio las gracias, y al mismo tiempo perdonó a Minaya, pero no al Cid Campeador, pero dio permiso a hombres de seguir a Mío Cid, sin peligro alguno.

Mientras tanto, el que en buena hora nació, conquistó Molina, Terrel y Cella. Llegó a Poyo y luego a Tévar. Zaragoza comenzó a darle tributo, por el temor que sentía. Finalmente llegó Minaya con 200 hombres que lo siguieron, gracias al permiso del rey; lo que alegró al Cid. Escogió a 200 hombres y atacaron tierras de Alcañiz, excepto Zaragoza, puesto que le pagaba tributos, y vencieron.

Don Ramón, conde de Barcelona, que era muy hablador, le envió una carta al Cid, diciéndole que se fuera de esos territorios, pero el Cid le contestó que a él no le estaba haciendo daño alguno, por lo que los hombres del conde comenzaron a perseguirlos, por lo que los del Cid atacaron y los vencieron. Capturó al conde don Ramón, y le dijo que comiera algo, pero se negó, por lo cual le prometió que si comía algo que hiciera feliz al Cid, y así lo dejaría ir junto con otro caballero. El conde accedió al trato, y lo cumplió, al igual que el Cid.

Cantar Segundo: Bodas de las Hijas del Cid.

El campeador ganó las tierras de Jérica, Onda y Almenar, y todo lo que rodeaba a Burriana. También tomó Murviedro, que causó temor a todo los habitantes y señores de Valencia, quienes decidieron sitiarlos; por lo que el Cid Campeador manda mensajeros a Jérica, Olocan, Onda, Almenar y Burriana, para que se juntaran y prepararan para la batalla campal. La que ganaron y mataron a 2 reyes de Valencia.

Así siguieron ganando territorios durante 3 años, y los de Valencia iban muriendo de hambre, por lo que desesperados, enviaron cartas de auxilio al rey de Marruecos, pero ya que se encontraba en guerra contra los de la cordillera marroquí de Atlas, no les atendió.

Cuando se enteró de esto el Cid, se puso alegre y mandó llamar más aliados para conquistar Valencia, y así lo hicieron. Cuando el rey de Sevilla se enteró de que el que en buena hora ciñó la espada, había tomado Valencia, enfurecido salió con 30 mil hombres para atacar al Cid; al principio estaba ganando, pero pronto las tropas del Cid tomaron fuerzas y finalmente vencieron.

El que en buena hora nació , pensaba que ahora, que muchos de sus vasallos ya eran ricos, iban a querer regresar con sus riquezas, por lo que hizo que Minaya los contara y advirtiera que si se iban sin despedirse del Cid, serían perseguidos y ahorcados. En cuanto fueron contados, resultaron 3600 hombres, lo que alegró mucho al Cid Campeador.

También mandó a Minaya nuevamente a Castilla, para que le diera 100 caballos al rey Alfonso VI, y pedirle que si podía sacar a doña Jimena y a sus hijas. De igual modo envió dinero a San Pedro y al abad don Sancho.

De repente llegó el Obispo don Jerónimo, quien le pidió al Cid Campeador que le dejara pelear a su lado, ya que al igual que él, quería matar a los moros, y le dijo que no dejara de hacerlo, porque si esto sucedía, mucha gente se entristecería. Fue entonces que don Ruy Díaz de Vivar, también le pidió a Minaya que dijera que el Cid iba a establecer un obispado en Valencia, y que el encargado sería don Jerónimo.

Minaya finalmente encuentra al rey Alfonso VI, que se hallaba con Garci Ordóñez. Le comentó todo lo sucedido y le dio los 100 caballos, esta vez, se encontraba mucho más complacido, y le dio el permiso de llevarse a sus hijas y a su esposa, escoltándolas con 100 hombres, y dando nuevamente permiso a hombres de unirse al Cid. Furon 70 hombres lo que se unieron.

Minaya fue también donde Raquel y Vidas, quienes pidieron que se les devolviera el dinero que le habían prestado.

El Cid se entera de que sus hijas y su esposa vienen de regreso, y que se encuentran en Medinaceli, por lo cual envía hombres por ellas. Al llegar los hombres del Cid a Molina, son ayudados por Abengalbón, y cuentan ahora con 300 hombres. Cuando finalmente llegan a Medinaceli, los ve Minaya y ya se les unen.

En cuanto llegan a Valencia, el Cid las recibe y les enseña su territorio, y su castillo, que los pone felices de estar todos reunidos finalmente.

Mientras tanto, el rey Yusof de Marruecos, se enojó y reunió sus tropas, con un total de 50 mil hombres, que en cuanto llegan a Valencia, el Cid y sus tropas se les enfrentan, saliendo nuevamente victoriosos.

Nuevamente, el Cid envía a Minaya junto con Pedro Bermúdez a ver al rey don Alfonso VI. Esta vez le manda 200 caballos. Y esta vez el rey le envía armas y regalos al Cid.

Llegaron Diego y Fernando, los infantes de Carrión, y le piden al rey casarse con las hijas de Ruy Díaz de Vivar, por lo que el rey pide reunirse con el Cid. También le da el perdón, por lo que le permite ir y venir cuando quiera, y recupera sus tierras, al igual que todos sus seguidores.

Finalmente se reunieron a las orillas del río Tajo, donde en la reunión, el rey le pide al Cid las manos de sus hijas, para desposarlas con los infantes de Carrión, así que el Cid les da las manos, pero dice que él (el rey), sería quien entregara a sus hijas, no él. Así es que el rey deja en su representación, para entregar a las hijas del Cid a Minaya Álvar Fáñez. Llegaron a Valencia, y se llevaron a cabo las bodas, y vivieron allí dos años en medio de muchos agasajos.

Cantar Tercero: La Afrenta de Corpes.

Un día, se despertaron y un león que tenían enjaulado, se había escapado, y al verlo, los infantes de Corrión, espantados se escondieron. Al instante, el Cid salió a ver lo que sucedía, y en el momento de ver el león al campeador, se quedó quieto y manso, y así él lo llevó de regreso a su jaula. Por esto, todos se burlaron de los infantes, por su cobardía. Pero el Cid los calló.

En esto, las fuerzas del rey Búcar de Marruecos se acercaban, y al saber esto, los infantes pensaron en huir, y como Muño Gustión los escuchó, se lo contó al Campeador, y él habló con ellos. Ellos, apenados, pidieron que les dejara dar los primeros golpes, y él aceptó. Salió Fernando, pero huyó, y Pedro Bermúdez venció al moro, y le dio el caballo a Fernando, para que hiciera creer a los demás que él había sido el vencedor.

Continuaron la batalla, ahora fue don Jerónimo quien comenzó, pero cuando lo comenzaron a golpear, llegó el Cid, y con él la victoria, ya que todos sus seguidores salieron, mataron y ahuyentaron a los marroquíes. El Cid mató al rey Búcar, y así quedaron victoriosos de nuevo.

Regresaron a sus castillo, y los infantes de Corrión comenzaron a fraguar un plan, en el que vieron que eran suficientemente ricos, como ya vivir sin lo que el Cid les proveía. Le pidieron al Cid a sus hijas, para llevarlas a Corrión, a que conocieran sus tierras, aunque lo que en realidad planeaban era irse ellos y abandonarlas.

El Cid aceptó su petición, y hasta les concedió sus espadas y riquezas, para que se llevaran consigo. Partieron, pues rumbo a Corrión, y al llegar a Molina, Abengalbón los atendió muy bien y les dio regalos. Los infantes, al notar que Abengalbón poseía muchas riquezas, comenzaron a planear como traicionarlo; pero un servidor de Abengalbón escuchó esto, y fue y se lo contó a su amo. Así fue que Abengalbón se les puso enfrente y les reclamó. Además les dijo que los dejaría, y tendrían que continuar su camino solos.

Siguieron su rumbo, y en el robledo de Carpes, los infantes pidieron a sus sirvientes ya aféeles Muñoz, sobrino del Cid, que se adelantaran a Corrión, y al hacerlo, los infantes les dijeron a sus esposas que las abandonarían, y que sería en venganza por sus matrimonios, y por la burla de lo del león. Así lo hicieron y las golpearon con sus cinturones dejándolas malheridas. Las dejaron tiradas con tan sólo sus camisas.

Félez Muñoz, tuvo un mal presentimiento, por lo que regresó y se escondió al ver que los infantes regresaban solos, escucho que comentaban lo que habían hecho, por lo que rápidamente fue en busca de sus primas Sol y Elvira. En cuanto las encontró, intentó hacerlas reaccionar, lo logró, les dio agua y las llevó a la torre de doña Urraca. Y se fue el a San Esteban de Gormaz, donde les consiguió caballos y vestidos. Recogió a sus primas y las llevó consigo a San Esteban de Gormaz, donde se les atendió lo mejor posible.

Toda España se enteró de lo sucedido, hasta el rey Alfonso VI, quien sintió mucho lo sucedido, y don Ruy Díaz de Vivar, quien se encontraba destrozado al igual que doña Jimena y Minaya.

Minaya y Bermúdez fueron a recoger a doña Elvira y doña Sol, de regreso cenaron con Abengalbón en Molina, y luego llegaron finalmente a Valencia. En cuanto el Cid supo de su llegada, salió a su encuentro, las abrazó, les pidió perdón por no haber hecho nada en contra de sus matrimonios, y dijo que pronto estarían mejor casadas y vengaría de sus infames yernos.

El Cid, envió a Muño Gústioz con el rey don Alfonso VI, para decirle que tenía que hacer justicia de lo sucedido, y que esto también era deshonra suya, ya que él había sido quien entregó a las hijas del Cid. El rey decidió llevar esto a juicio en la corte de Toledo, mandando llamar a todos. Esta noticia pronto llegó al Cid Campeador.

El día del juicio llegó y todos estaban muy bien preparados. En el turno del Cid para hablar, lo primero que les reclamó fu sus espadas Colada y Tizón, que sin queja alguna le devolvieron, y el Cid se las dio a su sobrino Pedro y a Martín Antolinez. Después les reclamó su dinero y riquezas que se habían llevado, pero ya que todo se habían gastado, tuvieron que darle sus tierras al Cid, y otros objetos de gran valor. Finalmente, les reclamó lo sucedido con sus hijas, y Fernando dijo que él valía más que ellas; a lo que Pedro Bermúdez le respondió que no era cierto, echándole en cara lo de su huída en la batalla y lo del león. Luego Diego también reclamó, diciendo que ellas no los merecían, a lo que Martín Antolinez le respondió con lo del león. Finalmente, su hermano menor también habló, teniendo los mismos argumentos necios, y ahora Muño Gústioz lo calló.

Con esto, don Alfonso VI decidió que lucharían todos aquellos que habían sido retados, y Minaya también los retó. Así tendrían una batalla de tres contra tres.

Repentinamente entraron Iñigo y Ojarra Jiménez, quienes venían de Aragón y Navarra, pidieron las manos de Elvira y Sol, petición que fue aceptada.

El combate se llevó a cabo, y los del Cid vencieron con facilidad. Las hijas del Cid se casaron y llegaron a ser reinas de Navarra y Aragón.

CONCLUSIÓN:

Vivieron felices por la dicha de sus hijas, que ya habían sido vengadas finalmente, y que todos quedaron en honor.

Pero después, con el paso del tiempo, don Ruy Díaz de Vivar, Mío Cid Campeador, murió en Valencia, en tiempos de Pascuas, el día de Pentecostés.

Vivió toda su vida lleno de aventuras, saliendo siempre victorioso, convirtiéndose así en héroe de toda España.




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Enviado por:Chio
Idioma: castellano
País: México

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