Literatura


Yerma; Federico García Lorca


TEATRO ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO
SIGLO XX

El siglo XX se inaugura en un clima de tensión entre un teatro comercial, retórico, simplón y mediocre, destinado a una burguesía acomodada a los usos más trillados del siglo anterior, y un teatro experimental, inquieto, vanguardista y difícil de representar.

Los intentos por esta renovación son varios y no siempre clara la frontera entre un teatro y otro. Autores como Benavente participan de las dos tendencias: frente a obras conservadoras impulsa un teatro modernista, defiende el Teatro del Arte y ampara un Teatro para los Niños.

Necesidades obvias fomentan la creación de teatros privados o semiprivados, como El Mirlo Blanco, ligado a los Baroja; El cántaro roto, a Valle-Inclán o El caracol, a Azorín. Estas iniciativas culminarían con el apoyo oficial al teatro clásico durante la Segunda República, con la fundación de La Barraca, dirigida por García Lorca, o con las iniciativas de Gallego Burín

Frente a los autores que siguen el exilio, quienes permanecen en la Península realizan un teatro de evasión, carente de interés y proyectado sobre la comedia burguesa de dudoso humor.

La renovación vendrá del drama social que, a menudo, choca con la censura. Las prohibiciones son causa de que otros dramaturgos abandonen el país circunstancialmente, como Alfonso Sastre, o casi definitivamente, como Fernando Arrabal, cuya actividad se distancia del teatro español. Los últimos años del franquismo dan lugar a un teatro independiente, reacio a la representación. Como en épocas anteriores, las revistas -Primer acto, Pipirijaina- y editoriales especializadas -Espiral, Antonio Machado- se encargan de difundirlo, ya que los escenarios no querrán ni podrán hacerlo.

Cuando la crisis del teatro se plantea como un hecho alarmante en nuestros días, una generación vuelve al teatro más tradicional -teatro de autor-, mientras otros dramaturgos se encierran en salas minoritarias donde representan para un público restringido que, a menudo, no excede del ámbito familiar.

La Generación del 27

Reciben este nombre un conjunto de autores que escribe en torno al año 1927 y que se conocen en la conmemoración del tercer centenario de la muerte de Góngora, celebrado en dicho año.

Características

· Utilizan prioritariamente la poesía.

· Admiran a Góngora y otros escritores del Siglo de Oro.

· Rescatan la poesía y la música tradicionales y populares.

· Utilizan recursos de las vanguardias: verso libre, métrica y rima irregulares.

· Saben combinar lo anterior con lo tradicional: romances y canciones populares. Combinan lo tradicional y lo vanguardista.

BIOGRAFIA

García Lorca, Federico (Fuente Vaqueros, 1898-Víznar, 1936) Escritor español. Hijo de un rico agricultor granadino y de una maestra de Fuente Vaqueros, empezó a escribir versos en su adolescencia y estudió música con Manuel de Falla. En 1918 publicó su primer libro, Impresiones y paisajes. En 1919 marchó a Madrid para continuar sus estudios universitarios. Allí conoció y trabó amistad con Salvador Dalí, Emilio Prados, José Moreno Villa y Luis Buñuel. En 1920 estrenó su primera obra dramática, El maleficio de la mariposa, y en 1921 publicó su primer poemario, Libro de poemas. En 1927 estrenó el drama Mariana Pineda. Su primer gran éxito lo obtuvo con la publicación del Romancero gitano (1928). En la primavera de 1929, viajó a EE UU, experiencia que dejó plasmada en Poeta en Nueva York (1940). En América escribió también La zapatera prodigiosa (1930). Pasó a La Habana, donde dio conferencias y recitales. A este período pertenecen El público (1930) y Así que pasen cinco años (1930). La proclamación de la República en 1931 y su amistad con Fernando de los Ríos le permitieron crear un teatro universitario, La Barraca, con el que viajó por muchas regiones españolas. Algunas de sus mejores obras dramáticas y poemas son de este período: Bodas de sangre (1933) y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1933), Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1934). Estuvo en Buenos Aires de octubre de 1933 a marzo de 1934. Otras obras notables suyas son: Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936). Le sorprendió la guerra civil en Granada. El 19 de agosto fue fusilado por las milicias franquistas en Víznar.

YERMA

En Yerma, Federico García Lorca explora el conflicto interno de una mujer casada que anhela y busca infructuosamente ser madre. La tragedia de la protagonista, Yerma, es anunciada por su nombre y materializada por la posible esterilidad de su pareja. Juan, su esposo, no puede ni quiere engendrar hijos. El hecho de que Yerma mata a su marido hace oficial su realidad y su tragedia. Sus convicciones morales no le permitían tener hijos con otro hombre que no fuera Juan, mientras éste viviera. Irónicamente, la acción de Yerma es una respuesta radical y tradicionalista al mismo tiempo.

Por un lado, a través de un gesto radical, se libera de la esterilidad de Juan aunque no de su tragedia personal. Por otra parte, la determinación de Yerma de matar a Juan obedece en parte a su deseo de cumplir con una función impuesta por la sociedad; quiere tener hijos como las mujeres casadas que viven a su alrededor.

El paso del tiempo tiene repercusiones psicológicas en Yerma y va determinando su destino ya que ésta ve que la posibilidad de ser madre se aleja poco a poco.
Al principio de su matrimonio, cuando ya habían pasado un par de años, Yerma mantenía las esperanzas de que pronto sería madre. Sin embargo, la acotación que introduce la obra anuncia la tragedia y conflicto de la protagonista. El sueño en donde aparece el niño de blanco pronto se convierte en una pesadilla para Yerma. La misma Yerma empieza a preocuparse por no haber quedado embarazada en el tiempo que lleva de casada y así se lo expresa a Juan, " ¡ No tenemos hijos. . . Juan ! " agregando ingenuamente, "¿Es que yo no te quiero?" (60).


La angustia de Yerma incrementa cuando ve que María, quien lleva cinco meses de casada, le comunica que está esperando un hijo. Yerma queda sorprendida ante la noticia y exclama, " ¡A los cinco meses! " (65). A partir de entonces, la ansiedad de Yerma crece porque sus temores de no procrear un hijo se van confirmando. Usualmente todas las mujeres quedaban en cinta al poco tiempo de contraer nupcias. En ese sentido, el contorno ejerce una influencia negativa sobre Yerma porque ella mide la gravedad de su situación a través de los embarazos de las demás. Adelantando las fatales consecuencias de su angustia por no tener a su tan deseado hijo, Yerma le confiesa a María, "Pienso que no es justo que yo me consuma aquí. Muchas veces salgo descalza al patio para pisar la tierra, no sé por qué. Si sigo así, acabaré volviéndome mala," (69). De tal forma, la lenta espera empieza a consumir y a llenar de resentimiento a Yerma.
Adelantándose a la maternidad que por naturaleza espera, Yerma incluso actúa con instintos maternales. Da consejos a otras de cómo cuidar a sus hijos y les advierte de peligros que los pequeños pueden correr. En una ocasión le advierte a una muchacha, "Los niños no se pueden dejar solos. ¿Hay cerdos en tu casa?"(83). Yerma también tiene su propio concepto de la maternidad. De acuerdo a ella,

"Tener un hijo no es tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para verlos crecer. Yo pienso que se nos va la mitad de nuestra sangre. Pero esto es bueno, sano, hermoso. Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos, y cuando no los tiene se les vuelve veneno, como me va a pasar a mí," (70).

El tono de madurez en sus palabras se combina con el creciente resentimiento que crece dentro de ella. Implícitamente, Yerma cree que la naturaleza dicta que una mujer debe de procrear hijos y que aquella que no cumple con su función reproductiva algo malo pasará.
Sin embargo, posiblemente Yerma cree que tiene que tener hijos para cumplir su función como esposa y para ser una mujer completa como resultado de las presiones sociales. Incluso su unión con Juan fue resultado de la continuación de la tradición de arreglar los matrimonios. Ella misma admite que lo único que desea de la relación con Juan es tener un hijo, "Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y lo acepté. Con alegría(...)el primer día que me puse novia con él ya pensé(...)en los hijos," agregando después, "Yo pienso muchas cosas, muchas, y estoy segura que las cosas que pienso las ha de realizar mi hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme," (80).

Yerma admite que no siente amor por Juan. Más aún, tener un hijo no es solamente una obsesión sino que es su única razón para continuar al lado de su esposo.
Para desahogar su pena y para solucionar su problema, Yerma acude a la Vieja. Sin embargo, inicialmente ésta última se muestra renuente a discutir con la joven sobre su problema. Yerma responde a la negativa con una mezcla de ira y reproche,

"Las muchachas que se crían en el campo, como yo, tienen cerradas todas las puertas. Todo se vuelven medias palabras, gestos, porque todas estas cosas dicen que no se pueden saber. Y tú también, tú también te callas y te vas con aire de doctora, sabiéndolo todo, pero negándolo a la que se muere de sed," (81).

Yerma no tiene a quien acudir por ayuda y es por eso que espera que la Vieja la ayude. Sin embargo, las normas sociales acusan de inmorales a todas aquellas mujeres que hablan de su sexualidad. En su casa, las hermanas de Juan la sofocan con su vigilancia continua. Es por eso que tiene que salir a la calle, a un lugar abierto, a buscar respuestas a sus preguntas.
Es precisamente la preocupación por cuestiones de honor y apariencias lo que empeora la situación de Yerma. La obsesión de Juan por conservar su nombre limpio es tan grande que prácticamente quiere que Yerma viva encerrada en su

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casa. Por otra parte, la misma Yerma está convencida de que ella no debe de manchar el nombre de su esposo en ninguna forma. Por lo tanto, rechaza tener relaciones con otro hombre que no sea Juan para conseguir un embarazo. Su educación tradicional le impone un código de normas que no puede romper por ningún motivo. Su deseo de tener un hijo es inmenso pero ella no está dispuesta a pasar por encima de sus propias normas morales. Incluso, aún cuando Yerma admite que Víctor es el único hombre a quien ha querido, no está dispuesta a serle infiel a Juan,

"Creen que me puede gustar otro hombre y no saben que, aunque me gustara, lo primero de mi casta es mi honradez," (120).
Finalmente, el mismo Juan admite que él no desea tener hijos y es esta decepción la que orilla a Yerma a matarlo. Juan le dice, "Sin hijos es la vida más dulce. Yo soy feliz no teniéndolos. No tenemos culpa ninguna," (160). La reacción de la indignada Yerma no se hace esperar, "¡Eso! Buscabas la casa, la tranquilidad y una mujer. Pero nada más. ¿Es verdad lo que digo?", a lo que Juan contesta, "Es verdad. Como todos," (160).

Dolorosamente para ella, Juan no deseaba hijos. Esto empeoraba la situación para Yerma porque ahora enfrentaba dos factores en su contra: Juan podría ser estéril y, peor aún, éste no deseaba hacer nada al respecto. También, con sus palabras, Juan articula la situación de la mujer en la relación conyugal. Mientras él obtiene lo que quiere del matrimonio, Yerma no está satisfecha; sus expectativas no son cumplidas. Incluso, en un momento de desesperación por sentirse estéril, Yerma se queja, "¡ Ojalá fuera yo una mujer ! " (93).

Yerma está convencida que tiene que tener hijos para convertirse en mujer. Sin ellos, su identidad es ambigua.


Al final, la poca esperanza que le quedaba a Yerma de algún día cumplir su deseo se desvaneció al preguntar, "¿Y no podré esperarlo?," ya que Juan simplemente respondió "No," (161). Al no poder cumplir con el designio que la naturaleza y la sociedad impone en ella como mujer, Yerma le quita la vida.

Se puede decir que Yerma fue en contra de las normas sociales ya que las transgredió al quitarle la vida a Juan, al obstáculo de su maternidad. Sin embargo, violación de las normas tiene su origen no solamente en el deseo de Yerma de producir como la naturaleza lo manda en las mujeres sino también en el de seguir la tradición de la mujer casada. La naturaleza de una mujer es ser madre y la sociedad toma ese principio para después presionarla para que lo cumpla.




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