Sociología y Trabajo Social
Violencia juvenil
PRESENTACIÓN
El equilibrio obtenido en la segunda infancia, se rompe de nuevo en el umbral de la adolescencia. Bajo el efecto capital de las hormonas virilizantes en proporción diferente pero presentes en ambos sexos y que tienden a excitar las zonas de agresividad, y además con unas estructuras sociales ambivalentes para los adolescentes en donde se les exige unas responsabilidades y no se reconocen derechos como a los adultos, estructuras frustrantes para los adolescentes, no es raro que aparezcan episodios de agresividad.
La situación de conflicto que vive: necesidad de amar y ser amado, narcisismo y necesidad de grupo, tendencia a replegarse e impulso a enfrentarse, actitudes de sumisión y de dominio, lo lleva frecuentemente a mostrarse agresivo con sus padres, hermanos, profesores y compañeros.
DATOS DE INFORMACIÓN
Esta hoja provee estadísticas sobre la violencia juvenil.
Cada mes del año 1994 fueron víctimas de homicidio el equivalente de más jóvenes menores de 18 años, que los que pueda cargar un avión "Jumbo jet". Esto equivale a más de 12 aviones estrellados en un sólo año, sin que haya sobrevivientes.
Los asesinatos de jóvenes de las edades entre 12 y 17 años, aumentaron en un 95% entre 1980 y 1994.
La mayoría de los jóvenes menores de 18 años asesinados en 1994 (53%), fueron asesinados por adultos, 19% por otros jóvenes y 28% por ofensores cuya edad se desconocía.
En América, los jóvenes víctimas de homicidio son en mayor proporción hombres Afroamericanos. Entre 1980 y 1994 el número de jóvenes Caucásicos asesinados aumentó un 15%, mientras que el número de jóvenes Afroamericanos asesinados aumentó 97%.
Los jóvenes de edades entre 12 y 17 años están más expuestos a ser víctimas de crímenes durante las horas de 3 a 11 de la noche, que a cualquier otra hora del día.
Entre jóvenes menores de 21 años, los homicidios en California aumentaron 111%, de 499 en 1985 a 1.051 en 1993. El crecimiento poblacional por sí sólo no explica este aumento. Durante ese mismo período la población de jóvenes entre 16 y 20 años de edad (el grupo que comprende la gran mayoría de las víctimas de la violencia), aumentó 1%. La población total de jóvenes menores de 21 años aumentó 19%.
Durante 1994 en California, los jóvenes Afroamericanos de 16 a 20 años de edad sufrieron heridas no-fatales de escopeta a razón de 681.1 por cada 100,000; los jóvenes Latinos a razón de 329; los Asiáticos y otros grupos de jóvenes a razón de 85.1; y los jóvenes Caucásicos a razón de 26.4.
En California, la tasa de homicidios para jóvenes menores de 18 años aumentó 60.6% de 1985 a 1994. La tasa de homicidios para víctimas de 40 años y mayores se redujo un 25.3%.
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Condenan a 111 años al menor que disparó en un colegio:
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EUGENE (OREGON.)- Kip Kinkel, el menor que asesinó a disparos a sus padres, a dos estudiantes e hirió a otros 24 el año pasado en un colegio de Springfield (Oregón), fue sentenciado ayer a 111 años de prisión. Antes del fallo, Kinkel declaró su arrepentimiento por primera vez. «Siento mucho lo sucedido», dijo.
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Al conocer la sentencia, el padre de un estudiante asesinado estalló en gritos y tuvo que ser atendido. Kinkel, de 17 años, no se enfrentará a la pena de muerte por su condición de menor, pero estará en la prisión juvenil hasta los 25 años, momento en que ingresará en la prisión de adultos.
El FBI «retrata» al estudiante criminal. Profesores y psicólogos de EEUU tendrán pistas sobre muchachos violentos:
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Cientos de distritos escolares de EEUU han acudido al FBI para localizar a los alumnos que puedan cometer crímenes contra sus profesores y compañeros. La matanza de Littleton (Colorado) ha dejado una profunda huella en las escuelas de este país y, por eso, directores, educadores y profesores quieren identificar a las bombas en potencia.
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Los educadores han acudido a la unidad especial del FBI encargada de perseguir a criminales en serie, terroristas o narcotraficantes. Son los profilers, que crean un retrato psicológico de un criminal para meterse en su cabeza, analizar sus próximos movimientos y adelantarse a sus acciones.
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Con estos métodos, profesores y psicólogos de colegios asisten a cursos en los que los agentes del FBI les dan pistas sobre los muchachos que pueden responder con violencia a un insulto, a los comentarios de sus compañeros sobre su aspecto, a una crítica de un maestro o a problemas en el hogar.
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«El mayor problema es que los adolescentes cambian constantemente de humor, de ideas, de ropa, de música, de lenguaje...», asegura una experta del FBI. Pero hay características que no desaparecen y el FBI quiere que los maestros detecten a los alumnos que se sienten aislados, rechazados por la familia o los compañeros y que creen que los demás los persiguen. Además, los estudiantes peligrosos tienen una conducta agresiva hacia los animales, juegan con programas violentos de ordenador, escuchan música con letras que incitan a matar y piensan en el suicidio constantemente. Otro grupo es el de los alumnos que presumen de conocer el manejo de armas y que tienen pistolas o rifles a su alcance en casa.
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Pero no todo el mundo cree que estos retratos son una cura mágica de la violencia. La Asociación Nacional de Libertades Civiles se queja de que con la histeria de la violencia juvenil los derechos de los estudiantes están siendo pisoteados: hay estudiantes que tienen derecho a ser diferentes del resto.
Iban vestidos de camuflaje y portaban varias armas. Dos niños matan a tiros a cuatro niñas en una escuela de Arkansas:
ESTUDIOS SOBRE VIOLENCIA.- Del simple ataque con armas blancas o el asesinato individual, los jóvenes de Estados Unidos parecen estar aprendiendo las más sofisticadas tácticas de terror organizado.
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Campaña en los colegios para luchar contra las pandillas. Algunos alumnos van a clase armados para defenderse de los matones que les acosan.
DATOS DE ANÁLISIS Los periódicos suelen informar, en más ocasiones de las deseadas, de actos de violencia protagonizados por menores, algunos demasiado niños, que por su reiteración y, sobre todo, por su forma, están llevando la preocupación a los responsables sociales. En centros escolares e institutos de enseñanzas secundarias ubicados en el extrarradio de grandes ciudades, no es extraño que el lunes amanezcan contemplando algún aula destrozada, paredes "engalanadas" y tal o cual chapuza realizada por grupos de chavales que, por lo visto, se aburren durante la fiesta y no se les ocurre mejor baza que "cargarse el cole". Luego, para mas reiterar, no sólo no se ocultan, sino que alardean, entre la muchachada que les rodea, de la gracia que han realizado. Durante la semana, es decir, los días de clase, la juerga de tales mozalbetes se realiza a costa de sus propios coleguis. A este de acá le abordan entre diez o doce a la salida del cole, le forran a guantazos y le quitan la cazadora, el reloj o las pocas pelas para el cubata que pudiese tener en el bolsillo. A aquel de allá, que al parecer "les ha mirado mal", tres de lo mismo, es decir, tortas y saqueo. Y así hasta el viernes en que, después de largos tragos y pastillas, vuelta al asalto militar a la fortaleza colegial a ver que puede mandarse a freír monas (destrozar, para entendernos.). Cuando las "gracias" se exageran un poco, alguien acaba en el hospital y todos ponen (ponemos) el grito en el cielo. Pero es que las cosas al respecto están tan "jorobadas", que ya hasta las chicas hacen sus pandas con iguales o parecidos fines y méritos y así refuerzan eso de la igualdad de derechos de los sexos. A ellas no les puede faltar, faltaría más, (y esto no es redundancia, sino cachondeo) el derecho a ser bestias. Bueno, pues la pregunta del millón: ¿Quién es el culpable?. La respuesta del millón: Más fácil de lo que parece. Al que conteste, ha de saber que el millón se ofrece, no por la dificultad de la respuesta, sino por lo que cuesta ser sinceros. Los culpables, responsables y, a grado máximo, hasta involuntarios inductores, son los padres, tutores, profesores que se han dejado "comer el tarro" por una mal entendida libertad y nos hemos creído a pie juntillas lo que nos han contado de cómo educar a nuestros retoños en "libertad y democracia". Ahora bien, si la anterior era la pregunta del millón, ésta lo es al menos, del ciento por uno: ¿O es que ese educar en libertad nos resulta "cómodo"?. En España nos hemos pasado años voceando desde las Asociaciones de Padres, Sindicatos estudiantiles, organizaciones educativas, etc., un foro donde poder ser, cuando menos, escuchados en los debates del mundo docente. Cuando por fin se consiguió y los Consejos Escolares, órganos consultivos que determinan políticas generales educativas a niveles de estado, autonomía, provincia, municipio y hasta centro, resulta que le damos la espalda. En las últimas votaciones para elegir los miembros de estos consejos en el ámbito escolar, sólo participó una media del SIETE por ciento de los posibles votantes. Los profesores se quejan unánimemente porque, afirman, que suelen ver a los padres de sus alumnos sólo cuando les protestan por las malas notas que dan a sus criaturitas. Algunos no se quejan: están asustados. Denuncian que en las mismas aulas existen enfrentamientos brutales entre alumnos, importándoles un ardite la presencia de su profesor. Es más, como el buen hombre intervenga, puede alcanzarle algún mamporro, más que perdido, sabiamente aplicado. Si al actor o actores se les denuncia a sus progenitores, estos no sólo los exculpan sino que suelen revolverse contra el denunciante. Y cuidado que en defensa de su integridad, profesor no alargue mano, pues entonces, aunque el receptor sea un fornido chavalón, grande como un castillo, al buen docente se le ha caído el pelo. Lo menos, un expediente, y lo casi seguro, juicio y traslado, amén de algún que otro artículo en la prensa local que lo trata poco menos que de siervo destacado del huno Atila. Así, todos a callar y mirando al otro lado, que, buen refrán, ojos que no ven, corazón que no siente. Y otro mejor, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y acudiendo a Sancho Panza: mal enfermo el que se lo cree. Por supuesto, los que piensan que sus hijos son casi angelicalmente tontos de puro inocentes, no nos damos cuenta de que son más listos que las ardillas y las cazan al vuelo. Saben de nuestro deseo de comodidad, que se ve que nacimos de generación cansada, y de ello obtienen el provecho debido. Y los padres, tutores, profesores, en general, en posición descanso, mirando a las estrellas. Veamos, ahora, datos concretos:
Analicemos algunas de las causas que supuestamente originan este fenómeno. En primer lugar, ha de hacerse constar que, existiendo el caso y siendo frecuentemente denunciado alguno de sus efectos en las páginas de toda la prensa nacional, ha tratado, hasta ahora, de minimizarse por las autoridades responsables. Hoy, estos mismos responsables, en una reunión presidida por la reina de España, ya no sólo reconocen su existencia, sino que le dan la justa importancia que tiene y proponen iniciar la búsqueda de soluciones. Las causas motivadoras de tan triste fenómeno sociológico han sido tratadas por pedagogos, psicólogos, sociólogos y tantos "gos" como se recuerde. Unos afirman que son puntuales, únicas, concretas. Otros, por contra, hablan de conjunto de causas entrelazadas. La filosofía de la discusión, lo único cierto que tiene es que no resuelve el problema. Aún siendo, como parece lógico suponer, un hecho provocado por múltiples causas, lo que sí, también por lógica, ha de esperarse es que en el conjunto, algunas tengan más incidencia que otras. Desde un principio se habló, al menos en España, de una violencia generada por "tribus urbanas" identificadas con ideologías ultraderechistas de marcada tendencia nazista. Los cabezas rapadas eran el paladín de la crítica. Se llegó a afirmar que ultraderecha y violencia eran sinónimos. Que existan ejemplos en estas agrupaciones que parezca demostrar tal aseveración es indudable. Algunos sectores de la ultraderecha política española organizaron secciones juveniles que querían imponer sus teorías por la fuerza bruta sin más razones. Pero no fueron todas ni fueron únicas. El concepto ULTRA puede ir seguido de la determinación derecha o izquierda y hasta centro. Porque en las demás tendencias pueden encontrarse ejemplos tan claros como los primeros. El fenómeno ocurrido, y en eso parece que todos están al fin de acuerdo, es que se confundió el término ULTRA con el SINRAZON. La imposición del sí porque sí. Y de esta forma se alcanzó la intolerancia. Una intolerancia que no admite el razonamiento contrario al propio porque se ha imbuido a sus miembros la idea de la posesión de la verdad absoluta. Esta es, precisamente, una de las principales causas. El admitir una verdad como absoluta ya, de por sí, es un disparate, pues el matiz cabe aún en la teoría más perfecta si es que tal existiera. El admitirla en esas condiciones y, además, no permitir la réplica, pasa del disparate al suicidio mental. Quien no admite contrastar sus opiniones lo único que demuestra es su propia inseguridad y, por muy aleccionado que el individuo esté a este respecto, la subconsciencia reconoce tal situación y refuerza aún más su cerrazón. Un ejemplo, aún fuera de la violencia: los miembros de la organización de los Testigos de Jehová. Reconocemos en ellos valores encomiables, en su "cuerpo llano" o "militantes de a pie". Su fe, constancia y sacrificio son encomiables. Podremos o no estar de acuerdo en sus creencias, pero, siendo justos, hemos de reconocer su valor y respetarlos con la misma fuerza que pedimos nuestro propio respeto. Sin embargo, es absolutamente cierto que sus dirigentes les PROHIBEN entrar en polémica con personas que no piensen como ellos. Esto no es más que una barrera protectora contra otra verdad que no sea la suya. Igual ocurre con los partidarios de tendencias ultras extremistas y violentas. Imponen por la fuerza lo que con razón sería difícil. Si a ello unimos que en un momento dado entienden que quien no es como ellos es su enemigo, tendremos la primera semilla para este despilfarro de violencia hoy existente. El objetivo de la violencia no es ya aquel que no piensa igual, ni tan siquiera el que no haciéndolo lo demuestra, sino, simplemente, el que NO ES IGUAL. Por eso este tipo de violencia se convierte en indiscriminada y, consecuentemente, en incomprensible. ¿Cómo se traduce este fenómeno a la juventud en formación?. Pues como una simple consecuencia de lo contrario en lo que están. Por deformación. En la actualidad, y cada vez con carácter mayoritario, la idea de formación integral ha sido canjeada por la formación técnica. La importancia dada al aprobar una asignatura según sus exigencias y programación ha superado a la que tiene el aprobado en otra asignatura, esta no reglada oficialmente, pero que, a nuestro juicio, es mucho más importante que cualquiera otra: convivencia social. Cierto es que, por nuestra relación, todos convivimos. En esta convivencia, que ya se entiende como obligada, hay más de posición forzada que de deseo propio. Y si no, respondamos sinceramente: ¿a cuántos de nuestros vecinos conocemos "de verdad"?. O aún más allá: ¿qué nos ha hecho ese pobre conductor para que, por el simple hecho de circular junto a nosotros con su vehículo por una calle, le miremos con un no sé qué ni no sé cuánto de odio contenido?. No nos enseñan, no enseñamos a convivir. No hay tiempo. O no sabemos utilizar aquel del que disponemos. Un niño español ve una media de tres horas diarias la televisión. Si está escolarizado durante seis horas, se desplaza en una, come en tres, se asea y viste en otra y duerme ocho, ¿cuándo se relaciona?. Y de este primer punto de aislacionismo sólo hay unos responsables: los propios tutores de la criatura. Y sólo hay un motivo: la comodidad. Y una realidad: no nos gusta reconocerlo. Durante esas tres televisivas horas, raro es el caso en que, admitiendo tal adicción, al menos se selecciona la programación. Cada hora visualizada contiene una media de seis escenas claramente definibles como violentas o de sexo incontrolado. Y esto en forma indirecta. En forma subliminal los casos se duplican. Si a ello añadimos una media de once minutos por hora de mensajes consumistas, el cuadro es perfecto... para lo contrario que se pretende: formar. Como además ha de reconocerse que el poder convictivo de las imágenes televisivas es superior a cualquier otro medio, el proceso de aceptación de lo anormal como normal, en otras palabras, el deseo de imitación, es prácticamente irrefrenable. Los conceptos individuales de "lo infantil" han ido perdiendo terreno en los menores. Lo que hace algunos años era "bien visto" por un chaval, pongamos de doce años, hoy, para esa misma edad es considerado como "ñoñería propia de críos". Ha habido una regresión en el concepto paralelo edad-estímulo. Ha llegado a tal punto que, si exceptuamos los niños de hasta seis o siete años, la idea de "juego" ha cambiado tan drásticamente que casi se podría afirmar que ha desaparecido. Sólo algunos juegos colectivos se mantienen. Y no precisamente los más inocuos. Porque hasta los tradicionales juegos "en equipo" se han cargado de un volumen increíble de violencia por muy jóvenes que sean sus practicantes. Y aquí aparece otra de las claves: la anteriormente considerada confrontación de juego, deporte o programa ha pasado a ser "enfrentamiento" auspiciado por un exagerado concepto de la competitividad. Competir ya no es participar, por mucho espíritu olímpico teórico que se mencione. Hoy, ya en el siglo XXI, competir en lo que sea es sinónimo de vencer sin mirar el precio de esa victoria. Al contrario ya no se le gana, se le machaca. Esto es así en el mundo adulto, profesional, laboral o recreativamente hablando. El perdedor, hoy, no "vale nada". Como, desgraciadamente, los vencedores son siempre menos que los derrotados, el ejemplo que se da a quienes nos siguen, es así de lamentable. A lo anterior se ha de unir aún algo más. El concepto "vencedor" actualmente se asocia al "económico", con lo que ya no sólo buscamos un ganador nato, sino también que el esfuerzo de victoria, caiga quien caiga y como caiga, se junte al triunfo económico que es el único que cuenta socialmente. Si una inteligencia no se vuelca hacia el logro material, no sirve. Es genio quien es capaz de traducir su genialidad en monedas. Lo demás, son tonterías. De ahí al deseo desaforado de consumo y posesión hay un corto recorrido. Quien no puede caminarlo por lo derecho, lo hace por lo torcido, de tal manera que un chaval, imitando lo que ve, desea y consigue, por buenas o por malas, lo que quiere. O al menos lo intenta si ocurre que antes alguien no se ha preocupado de explicarle cual es la verdad. Que eso no es así. Que existen unas limitaciones, unos derechos y unos deberes que han de respetarse. En una palabra, que existen unas normas de convivencia que han de cumplirse. Claro que eso, hoy, cuesta un tiempo que o no hay o no se sabe buscar y, sobre todo, un esfuerzo que se estima infrautilizado si el mes que viene ha de aprobarse las "mates" del curso. O sea, que aun concediéndole toda la importancia que tiene la regla de tres, digan lo que digan, para nosotros, es mucho más transcendente la regla del convivir. Pero además resulta que, al menos en España, uno de cada tres mozos o mozas de trece años no saben hacer una regla de tres. Concluyendo: ni lo uno ni lo otro. ¿Que toda esta historia les parece tremebunda y exagerada?. Pues aquí hay un ejemplo real, de hoy mismo y no precisamente de chavales o colegios de primaria o secundaria, sino en una facultad universitaria de élite: la de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid en su Campus de Somosaguas: Cuando el mundo universitario está inmerso en un cambio trascendente del plan de estudios, cuando las necesidades económicas ahogan a los rectorados, cuando se están planificando sistemas de selección de nuevo profesorado y evaluación del existente, cosas, entre otras, a las que no se puede negar suma importancia, la mitad de los alumnos de esta facultad encuadrados en una asociación estudiantil están virulentamente enfrentados con la otra mitad, encuadrados en otra. ¿Saben el motivo? Un grupo dice sí. El otro no. El motivo de la discusión: un curso de baile de salsa y merengue. ANÁLISIS Ser adolescente no es fácil. Debe adquirir su independencia, emanciparse de sus padres, alcanzar el ajuste heterosexual, elegir su vocación y, por último, nada menos que obtener una adecuada integración de su personalidad. Tareas estas todas que se realizan en medio de una situación de duelo permanente por la pérdida de su cuerpo infantil, de su identidad infantil y de la relación con los padres de la infancia. La patología del adolescente puede definirse como un quiebre en el proceso de integrar el cuerpo físicamente maduro, como imagen mental que sea parte de la representación del sí mismo. En este sentido, la visión y relación distorsionada del adolescente se expresará a través del odio o la vergüenza o la furia con el cuerpo sexual. Se afirma que el adolescente, que ya se ha fijado o regresado para evitar el dolor del desarrollo y en la evolución comparte con otros la fantasía grupal de un mundo sin obstáculos a través de la destrucción de la realidad, da forma a lo que se ha denominada la violencia juvenil. Los cambios de la personalidad surgen de la búsqueda de nuevas figuras de identificación y nuevos valores que, al ser confrontados con los previos, darán nacimiento a valores y mandatos más propios y personales. Se plantea si la sociedad moderna ofrece valores y figuras de identificación que se puedan considerar positivas para los adolescentes. Los efectos de identificaciones adolescentes con un medio social que no provee valores estables, unidos a la internalización de la agresión, pueden llevar a la alienación, al retiro y aislamiento, o a la radicalización y revolución, o a la violencia juvenil. Aquí también el adolescente más perturbado es el que caerá fácilmente en las conductas violentas. La alienación sería una experiencia normal del adolescente, que lo motiva a establecer los grupos heterosexuales tempranos y después a romper el grupo tardío cuando establece la pareja y siente que este grupo lo limita en su desarrollo. Existe también la alienación patológica típica del adolescente con patología grave del carácter y difusión de identidad. Cuando este adolescente es obligado a dejar el grupo porque todos están abandonándolo, en enfrenta a la incapacidad de adaptarse al nuevo mundo, primero de la adolescencia tardía y luego de la edad adulta. La solución para este adolescente es el establecimiento en grupos estables, homogéneos, que mantienen la cultura de la adolescencia temprana hasta la edad adulta. Son los grupos establecidos alrededor de una ideología con características primitivas, que le crean la estabilidad artificial externa que lo protege contra la alienación como síntoma. Son grupos que viven de una forma excesivamente regresiva. Se estima que de allí, se reclutan los adolescentes que más violencia pueden producir. Los jóvenes de hoy se encuentran atrapados en una desconcertante madeja de problemas sociales. La pobreza y las dificultades económicas, padres divorciados, escuelas con demasiados estudiantes, disponibilidad y abuso de drogas y alcohol, conflictos raciales, embarazos y suicidios de adolescentes, SIDA, violencia - todos éstos tienen relación con el desesperado pedido de ayuda de una generación. La violencia es un aspecto particularmente trágico de las vidas de los jóvenes hoy en día. En el "Youth Vote '94" (Votó Juvenil), 50% de los jóvenes de San Francisco que votaron, expresaron que se sentirían más seguros si tuvieran un lugar seguro donde llegar al salir de la escuela. Los datos disponibles confirman el sentimiento expresado por estos jóvenes. Jóvenes entre las edades de doce a diecisiete años están más expuestos a convertirse en víctimas de crímenes durante las horas entre las 3 p.m. y 11 p.m., que durante cualquier otra hora del día. Los niños más jóvenes, de 6 a 11 años, están más expuestos a convertirse en víctimas de crímenes a las 3 p.m. que a cualquier otra hora del día. Los jóvenes son más propensos a cometer crímenes violentos a las 3 p.m.(cuando la mayoría de las escuelas terminan sus clases diurnas y cierran las puertas a los estudiantes.) Igualmente, se cometen más crímenes durante los meses de julio y agosto (durante vacaciones escolares) que en cualquier otra época del año. La evidencia es clara: cuando el día escolar tradicional o los períodos escolares llegan a su fin, aumenta la violencia juvenil. La violencia, especialmente la violencia que ocurre cuando las escuelas están cerradas, surge hoy día como una escalofriante amenaza al bienestar de toda la juventud. Para proveer a los jóvenes alternativas positivas para su futuro y un ambiente en el cual puedan convertirse en adultos saludables, no solamente se requiere que se dediquen programas, recursos y energía comunitaria al día de escuela tradicional; requiere el mismo compromiso al salir de la escuela, los fines de semana y durante las vacaciones. El reto hoy día es nada menos que invertir en un futuro para nuestros jóvenes y nuestras comunidades. OPINIÓN PERSONAL La violencia es un problema que va aumentando día a día, no sólo socialmente sino también mundialmente. Es esto también consecuencia del gran bombardeo televisivo que un día tras otro ataca a los niños, en quienes posteriormente se ve reflejado con actos violentos, ya que la violencia sin medida la vemos cada vez más en las caricaturas, cómics y películas infantiles. Es increíble pensar que un niño de corta edad comience a realizar actos de violencia que en muchos casos va mezclado con pandillismo. El aumento incontrolado de violencia juvenil en muchos países actualmente es un tema muy preocupante y que no se sabe como seremos capaces de frenarlo, de superar este gran problema, que en sí se debe a muchas causas: escenas televisivas, aumento de criminalidad en las calles que se puede basar en motivos de subsistencia a causa de la crisis económica que estamos viviendo, las escenas violentas en la familia... en fin. En lo que se refiere a las armas de fuego opinamos que las armas de fuego continúan haciendo la violencia juvenil más letal, sobre todo en los países americanos, y esperamos que esta moda de poseer dichas armas no se trasmita a Europa. La glorificación de la violencia con armas se transmite incesantemente a través de pantallas de cine y televisión, de las portadas de libros de mayor venta, por los anuncios, en el transporte público... En los países más afectados los niños pequeños tienen que padecer el ruido de disparos en sus vecindarios, ver armas en sus escuelas y sufrir cuando amigos y parientes mueren a causa de disparos. Los niños viven con temor. Muchos jóvenes están convencidos que poseer un arma es esencial para sobrevivir. El círculo vicioso de la cultura de las armas continúa. Como sociedad, debemos reducir la disponibilidad de armas de fuego. Simplemente, menos armas significa menos muertes y lesiones. Para lograr esto debemos superar los recursos de los que promueven las armas. Debemos conocer mejor los temas, debemos trabajar con mayor eficiencia utilizando plenamente nuestra tecnología y recursos humanos. Y debemos crear alianzas que tengan efecto de modo que se escuche nuestra voz colectiva. |
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Enviado por: | Bego |
Idioma: | castellano |
País: | España |