Religión y Creencias


Teresa de Calcuta


INTRODUCCIÓN.

L

a Madre Teresa de Calcuta, desde que comenzó a trabajar en esta ciudad en 1948, hasta que la muerte la sorprendió a principios de 1998 se dedicó a trabajar en uno de los lugares más pobres del mundo, con todos aquellos que se encontraban en el fondo de la sociedad humana: los pobres, los enfermos, los desamparados y los moribundos, víctimas de la lepra.

Entonces, contaba con una profunda convicción y una fuerza tan grande, que solamente podía provenir de Dios. Cambió sus hábitos de la Orden de las Hermanas de Loreto por un sari blanco, vistiendo así el vestido tradicional de cualquier mujer hindú y convirtiéndose en otra más de las habitantes de las calles de Calcuta. Conjugó la oración una acción más directa para ayudar a los desprotegidos a tener una existencia más llevadera.

Han transcurrido casi 50 años y la Madre Teresa, antes de Calcuta, lo fue de todo el mundo. La orden que ella fundó (las Hermanas de la Caridad) trabaja con los recogedores de basura de El Cairo, los leprosos de Tanzania, los alcohólicos de los tugurios de las grandes ciudades y los moribundos de SIDA en Nueva York.

Donde quiera que haya grandes necesidades, ahí están las Hermanas de la Caridad que, más que un fenómeno religioso, es uno de los alcances humanísticos más elevados de nuestros tiempos.

En el siguiente trabajo, se pretende mostrar una pequeña crónica de su vida, desde su nacimiento en Skopje, Albania acaecido el 26 de agosto de 1910, hasta su fallecimiento, ocurrido el de septiembre de 1997. Se intentará hacer un breve recorrido por lo que fue su carrera religiosa y cómo llegó a formar la congregación que hoy conocemos por el distintivo sari blanco con líneas azules; asimismo se hará una breve mención del conmovedor momento que se vivió cuando la encorvada figura de 69 años recibió el más alto premio que se otorga a una persona: el Premio Novel y la muestra de lo que fue su vida al destinar el premio en efectivo y aún el banquete oficial a acciones de beneficencia. Se hará un recorrido por su obra y se mostrará las diversas reacciones que hubo después de su muerte y una breve cronología de su tan ejemplar paso por este mundo.

MADRE TERESA

Antes del convento

Agnes Gonxha Bojaxhiu, verdadero nombre de la madre, nació el día 26 de agosto de 1910 en la ciudad de Skopje, Albania; fue la menor de tres hijos. Su familia era devota y muy religiosa, asistían con frecuencia a misa y hacían obras de caridad.

Agnes quedó huérfana de padre a los 9 años de edad y su familia perdió todo menos su casa, pero gracias al esfuerzo de su madre, lograron salir adelante vendiendo telas y haciendo bordados. Así, Agnes aprendió a combatir la pobreza con un espíritu emprendedor.

En 1924 su hermano Lazar ingresó al servicio militar. Sus dos hermanas ingresaron a la secundaria local, donde les fue muy bien. Agnes tenía el talento para escribir y se pensó que su vida seguiría por ese camino, pera su ilusión era convertirse en misionera en la India, y, por ende, en monja. Su madre sabía que de ser así, no la volvería a ver, pues en ese entonces las monjas no hacían visitas, de cualquier modo, comprendió a su hija y le brindó todo su apoyo.

Se convierte en religiosa

Debido a que la orden irlandesa de las Hermanas de Loreto era la encargada de el área de la India, Agnes y otra aspirante se entrevistaron exitosamente con la madre superiora en París, Francia. Fueron enviadas a Dublín para comenzar su noviciado y aprender el inglés. Agnes tenía 18 años. Partió hacia Calcuta el 10 de septiembre de 1928.

Llegó a Calcuta el 6 de enero de 1929, dándole a la ciudad el mejor regalo de Día de Reyes que hubiera podido pedir. En mayo 23 de 1929 se convirtió en Teresa, tomando el nombre de una religiosa de la orden de las Carmelitas que había vivido su corta existencia en un convento en Lisieux y tomó sus primeros votos temporales de pobreza, castidad y obediencia el 24 de mayo de 1931.

Durante su entrenamiento fue trasladada a Darjeeling, un pueblo de las colinas del Himalaya donde enseñaba en la escuela del convento y ayudaba en el hospital. Aquí se encontró por primera vez con una pobreza que nunca pensó que existiera: gente con las orejas y pies llagados por la larga caminata de tres horas, sus espaldas con tumores y lesiones, además numerosas úlceras, algunos ni siquiera salían de casa, pues la fiebre tropical se los impedía.

Cuando terminó su temporada en Darjeeling, fue transferida a Calcuta, donde se dedicó a enseñar historia y geografía, tiempo después, el 14 de mayo de 1937 tomó sus votos definitivos y se convirtió en directora de la escuela de Santa María, entrando más en contacto con la pobreza que se vivía en las calles de Calcuta.

La vocación de Teresa

Vivió durante 19 años, primero como novicia y luego como hermana, una vida enclaustrada como monja de Loreto, mientras que, afuera, la India cambiaba violentamente.

A un año de su llegada, Gandhi había hecho su primera marcha pacífica protestando por el impuesto a la sal; en 1943 la hambruna atacó Bengala, y las calles de Calcuta se llenaron de hambrientos y moribundos; luego de la ocupación de Birmania por parte de los japoneses, hubo bombardeos y las hermanas tuvieron que evacuar a sus estudiantes y la casa Loreto se volvió un campamento de refugiados. Sin embargo, la madre Teresa siguió enseñando en otro colegio de la ciudad y ayudando a los enfermos hasta que todo se hubo calmado.

En 1946 hubo un nuevo desastre en Bengala. Antes de la separación de Paquistán e India, hubo mucha violencia. Musulmanes e hindúes pelearon hasta la muerte. A pesar de los disturbios, la hermana Teresa tenía que conseguir comida para sus alumnas y salió a la calle a conseguirla y quedó horrorizada al ver cuerpos por doquier. A donde volteaba, sólo veía muerte y destrucción.

Un destacamento de soldados la detuvo y le ordenó volver al convento pero ella contestó que tenía que conseguir comida para 300 niñas y los soldados le ayudaron a conseguirla, además de llevarla a la escuela y desempacar la comido. Teresa por fin había demostrado para qué estaba destinada.

Como todos los años, las monjas viajaban a Darjeeling con el propósito de orar, buscar la paz, y de cierto modo, tener un descanso de todas su ocupaciones. En el camino, la hermana Teresa se convenció de que Dios la llamaba para algo importante. Ésto ocurrió el día 10 de septiembre de 1946 y las hermanas celebran esta fecha como el “día de la Inspiración”.

Salida del Convento

Una vez que regresó a Calcuta, habló con un sacerdote de su confianza sobre lo que tenía en mente, y éste prometió hablar con el arzobispo, cosa que ocurrió antes de que terminara el año. Al arzobispo no le agradó la idea de una monja solitaria recorriendo los sucios tugurios de Calcuta y por un tiempo, a Teresa le pareció que no la dejarían cumplir su vocación a menos que dejara de ser religiosa. Sin embargo su permiso fue concedido el 12 de abril de 1948, pese a que ella se enteró hasta julio de ese año.

Salió del convento el 16 de agosto de 1948 vistiendo su característico sari blanco con líneas azules. Tenía un año para demostrar si su idea había sido un verdadero llamado, y, de no ser así, la orden la recibiría de nuevo con los brazos abiertos. Estaba convencida de su vocación, pero debía aprender a tratar a los pobres y a ayudarlos, así que se fue a vivir con las hermanas de la Misión Médica de Patna para aprender enfermería.

Se integró a sus rutinas y aprendió a inyectar, a suministrar medicinas, atender partos y aprendió que la comida más importante del día era el desayuno, pues fue reconvenida cuando pretendió desayunar sólo arroz con sal.

Al regresar a Calcuta, se instaló con las Hermanitas de los Pobres, orden que ampara a los ancianos más desprotegidos del mundo. Durante un tiempo, preparó su mente para lo que vendría y posteriormente comenzó a visitar los tugurios regularmente.

Comenzó su acción en Motijhil en donde encontró una casa pequeña que con el tiempo y ayuda de la gente, convirtió en una pequeña escuela. Sabía que la única manera de entender a los pobres, era siendo pobre y también esta era la manera de que ellos la aceptaran. Sus alumnas de Loreto se enteraron de lo que hacía y acudieron a ayudarle. La gente era cada vez más y la madre sabía que debía conseguir otro lugar, pues la casa ya no era suficiente y mediante el padre Van Exem, consiguió una habitación en el piso superior de la casa de un hombre llamado Michael Gomes.

La gente le obsequiaba dinero ocasionalmente, pero lo que más necesitaba era medicinas para sus enfermos, de modo que, acompañada por Gomes, pedía donaciones en las farmacias, y donde no los ayudaban, se sentaban pacientemente, sin hacer ruido y al final les ofrecían hasta cajas llenas de medicina y otras cosas útiles.

Había mucha miseria en las calles de Calcuta. Una vez, por ejemplo, encontraron a una mujer que abrazaba a su pequeño, ardiente en fiebre, y trataba de protegerlo de las inclemente lluvia monzónica que había puesto agua hasta sus rodillas. Su casa estaba demolida, pues no pudo pagar al dueño las ocho rupias que le debía. Si no la hubiera encontrado, seguramente su hijo habría muerto por la enfermedad.

Las Primeras Misioneras

El 19 de marzo de 1949, llegó a la puerta de la madre Teresa una joven que había sido su alumna. Provenía de familia acomodada y decidió sacrificar su ropa fina y joyas para ayudar a la madre en su labor. Se convirtió en la hermana Agnes, como homenaje al nombre de pila de la madre Teresa y fue la primera hermana de la que sería la Congregación de las Misioneras de la Caridad.

Unas semanas después, llegó otra estudiante llamada Magdalena, quien contra la voluntad de sus padres, abandonó la carrera que ellos le habían escogido y se unió a la tarea de la madre Teresa bajo el nombre de Gertrudis y continuó sus estudios después. Teresa le ayudó con sus estudios de matemáticas y su carrera de medicina y en unos años se fue a Yemen para establecer una ayuda médica para los pobres de allá.

La madre Teresa siempre estuvo al pendiente de sus asistentes, cuidándolas siempre y procurando que estuvieran en buen estado de salud. Pronto llegaron dos mujeres jóvenes a unirse a Teresa: la hermana Dorothy y María Margarita.

Gomes y su familia sacrificaban cada vez más espacio para las religiosas; nunca aceptó dinero por el arriendo y con mucha frecuencia les daba comida y cosas útiles. Luego de éstos primeros días en la calle Creek, la Madre Teresa, como ya la llamaban en ese tiempo, había establecido una escuela para niños que tenían problemas con la policía y que dormían en las calles o robaban. El señor Gomes enseñaba allá y estaba orgulloso de su trabajo.

La madre Teresa parecía estar en todos lados. Cuando podían conseguir harina de los almacenes del gobierno, ella viajaba sentaba en la parte posterior del camión sobre las bolsas, pues de otro modo, habrían llegado muy pocas de las que llevaban. Era tal el temple de la madre Teresa que a sus setenta y tantos años seguía trabajando 21 horas al día. Sólo descansaba cuando el médico y las hermanas la obligaban y regresaba al trabajo tan pronto como podía poner los pies en el suelo.

Las Misioneras de la Caridad

A pesar de toda su labor, las hermanas no estaban aún reconocidas como una orden religiosa por parte de la Iglesia católica pero vivían como monjas y tenían la certeza de que un día las aceptarían oficialmente.

Había pasado menos de un año desde que sor Teresa dejara Loreto; organizó el trabajo de las hermanas de tal modo que no interfiriera con su educación. Algunas de las niñas encontraron esa vida muy complicada y decidieron regresar, pero no fue tiempo perdido. La madre Teresa sabía que no todas tenían vocación y podrían encontrar su camino por otro lado.

El número de hermanas creció y Gomes les dio una habitación más grande y luego el ático; las hermanas tenían hasta baños adicionales hechos de bambú y madera y seguían llegando más. Las mujeres del sari blanco llegaban a los lugares más miserables de Calcuta sin importarles lo que les pudiera pasar y ayudaban a todos los enfermos y moribundos que encontraban a su paso.

Mientras tanto, la madre Teresa seguía colaborando activamente en todo lo que podía. Se hacía cargo hasta la limpieza de los baños y nunca pidió a nadie nada que no pudiera hacer ella misma.

Cuando terminó el año, el arzobispo reunió toda la información que pudo acerca de la madre Teresa y sus asistentes. No todos comprendían lo que hacían y algunos sacerdotes tradicionales decían que les iría mejor encerradas en el convento.

La hermana se convirtió en una de las pobres del país, cuando tomó la nacionalidad hindú. Escribió las reglas y los objetivos que perseguía con su grupo y agregó que se trataba de una ayuda gratuita de todo corazón a los más pobres de entre los pobres. El arzobispo quedó impresionado con lo que había logrado y más con lo que tenía planeado hacer en un futuro.

El Vaticano aceptó y el 7 de octubre de 1950 la Orden de las Misioneras de la Caridad fue reconocida por la Iglesia Católica y aprobada por el Papa. Las hermanas prometieron buscar a los más pobres del mundo, a los enfermos, los parias, los moribundos y cuidar de ellos y ayudarles dándoles el amor de Cristo.

La hermana Teresa, que fue rectora de Loreto, ahora era la Madre Teresa, fundadora de las Misioneras de la Caridad. Ni siquiera ella pudo haber imaginado hasta qué punto las promesas de la misión se realizarían. Al comienzo de su misión, ella sabía que estaba comenzando algo importante pero no tenía idea de hasta dónde llegaría su mensaje.

Su gente eran los que no tenían importancia para nadie, los despreciados, los bebés que se hallaban en la basura, los adictos, los enfermos mentales, todos eran preciosos para ella y no sólo los ayudaba, también los amaba.

Continuaban las tensiones entre musulmanes e hindúes y algunos musulmanes estaban tristes por tener que ir a Paquistán, la parte de la India que les pertenecía. Uno de ellos era un amigo del padre Van Exem. Este musulmán, mientras hablaba con el padre frente a su casa, entró a una mezquita y luego le dijo al padre: “Obtuve la casa de Dios y se la devolveré”. Así, la Madre Teresa por fin tuvo una casa propia y una casa matriz de toda la orden. Esta casa se convirtió en el centro mundial de operaciones para cientos de hermanas de la orden y todo gracias a la caridad de un musulmán. La Madre Teresa sabía que si todos los caminos llevan a Roma, todas las religiones llevan a Dios.

Esta casa matriz es un lugar donde las hermanas pueden tomar un descanso antes de enfrentarse al mundo de sufrimiento de afuera. Las hermanas detestan tanto desperdiciar que caminan en vez de tomar el autobús, ayunan para que más pobres coman y llegan a despreciar invitaciones a comer para continuar ayudando a los pobres.

Las Estaciones de la Congregación

Si la casa matriz es un lugar de descanso, los lugares de trabajo como el Shishu Bhavan no lo son. Éste se ubica cerca de la calle Creek y se entra a él a través de una puerta lateral que lleva a una estancia donde los necesitados permanecen mientras son atendidos por las hermanas, quienes preparan la comida en ollas abolladas pero limpias, en la cocina contigua o reparten y administran medicinas.

Todos los necesitados son bien recibidos y atendidos, pero los niños son especialmente preferidos por las hermanas. A veces hay tantos bebés abandonados que tienen que dormir más de dos en la misma cama, y en ocasiones son tan débiles y pequeños que, aún para las hermanas, es inevitable que mueran, no sin antes conocer el amor y la gentileza de las hermanas.

A pesar de que encuentran bebés de hasta un kilo de peso que no tienen fuerza ni para arrastrarse, los ayudan a sobrevivir y hoy viven felices. Llegan ulcerados y raquíticos, a causa de su desnutrición o llenos de parásitos. Las madres los alimentan y les dan amor hasta que puedan elegir su carrera. Incluso los que tienen problemas mentales son amados y valorados. Todos importan por igual.

Afortunadamente, cada vez se adoptan más niños. Los franceses, según las hermanas, son particularmente buenos, pues reciben a niños con problemas serios. Los niños van a diferentes ciudades del mundo con sus familias adoptivas y hasta hay quien los adopte allí mismo en la India. Sin embargo, algunos pequeños tienen tantos problemas que no llegan a ser adoptados, por lo que son cuidados por las hermanas durante toda su vida y con frecuencia les encuentran algo para hacerles la vida más llevadera.

Un niño fue llevado a las hermanas por su abuela, quien, sabiendo que moriría, quiso que estuviera seguro. El niño era bien educado y solía decir: “Cuando crezca quiero ser la Madre Teresa”. Obviamente no lo logró, pero se convirtió en un sacerdote que hace el mismo trabajo que la Madre.

Muchas familias viven huérfanas en la calle y sin las hermanas de la Caridad, su máxima aspiración sería vivir en un cuarto lleno de gente con una comida al día cuando tuvieran suerte. Una madre, que no comía para que sus hijos los hicieran, enfermó y murió dejando a cargo de sus hermanos a la hija mayor de 14 años. Los niños fueron atendidos por la Madre Teresa. Se recolectaron 7, 000 rupias para éstos niños y la Madre puso 5, 000 en el banco, para que formaran la dote de la niña. El resto lo destinó a los hermanitos. Al periodista le indignó este modo de repartir el dinero, pero la Madre había pensado a la forma hindú, pues sin una dote, la niña no tendría la oportunidad de casarse y encontrar tranquilidad y protección.

La niña se educó en los colegios de las hermanas, al igual que sus hermanos y se casó felizmente. Sus hermanos fueron atendidos por las hermanas y uno de ellos, que no podía llorar y apenas se movía, fue adoptado por una familia.

La Madre encontró a un muchacho que vivía bajo un árbol. Había vivido con sus tíos pero lo maltrataban, lo ponían a trabajar y no le daban suficiente alimento; vivía como podía entre mendigo y ladrón. La Madre lo llevó a una de sus escuelas y recibió educación. Una vez le dijo a la Madre Teresa que quería casarse, pero era muy joven, así que la Madre le compró una parcelita y cuando creció llegó a casarse teniendo a dos hermanas en sustitución de la familia que no tenía. Mucha gente cree que encontrará servidumbre barata con las hermanas; gente que trabajará por cualquier sueldo, y que hará cualquier tarea aunque sea humillante; la Madre no se ofende ni enoja, sólo los despide diciendo: “Si no pueden pagarle a un sirviente un sueldo decente, entonces no pueden darse ese lujo. Si estos días son malos para ustedes, lo son más para ellos. No les hagan más difícil la vida”.

La vida en las calles es dura y triste pero hay lugares particularmente duros y tristes, como la estación Sealdah, la terminal de un ferrocarril oriental, donde en el piso de concreto, cerca de 10, 000 personas viven, cocinan, duermen y mueren en las salas de espera y las gigantescas áreas abiertas mientras los trenes entran y salen y los pasajeros pasan por encima de ellos.

Diariamente, los funcionarios de gobierno recogen a algunos de estos huérfanos para llevarlo al campo, pero también llegan más y más familias diariamente. Las hermanas hacen lo que pueden y tratan de mantener vivas a estas personas dándoles una mezcla de soja y trigo, donada por instituciones de beneficencia. Cocinan esta mezcla en grandes ollas y las reparten entre los que nada tienen con enormes cucharones. A pesar de que el gobierno brida ayuda, hay demasiadas bocas hambrientas y muy pocos salen en busca de trabajo. El agua disponible es la que sale de los baños de la estación. Hay olor a suciedad, enfermedad y comida podrida que se guarda para la ración del día siguiente y, por todos lados, pequeños fogones que humean. Los que son más necesitados, se mandan al Shishu Bhavan.

Una vez, la Madre encontró a una mujer medio devorada por las ratas y las hormigas, tan débil que no podía moverse. La Madre Teresa la alzó y la llevó a la clínica más cercana, donde no fue atendida, pues no tenía dinero, a pesar de estar moribunda. Los encargados pensaron que la pequeña mujer se iría pronto, pero se equivocaron, pues nada pudo convencerla y no se fue hasta que le dieron una cama.

A pesar de su tenacidad, las cosas no siempre le salen bien a la Madre. Algunas veces los lleva en taxis de hospital en hospital, y aunque le cierran todas las puertas sin dejarla pasar y hay veces en que ni los taxistas la quieren llevar, nunca se rinde. Cuando no encuentra más transporte, sube a su paciente a una carretilla y ella misma lo lleva a la clínica más cercana, en donde no siempre la atienden, pues en los hospitales no cabe un alma y menos si tiene una enfermedad contagiosa que requiere tratamiento prolongado.

Una vez, rentó una habitación, a donde llevó a varios enfermos que nadie quiso aceptar. Sin importar lo repulsivos o sucios que se vieran, la Madre no podía dejarlos morir en la calle como animales, y aunque no podía hacer nada por ellos, quiso que murieran rodeados del amor que nunca conocieron. Solicitó ayuda al gobierno para ubicar a los pobres en algún lugar alegando que ni a las mascotas se les dejaba morir así. El oficial de sanidad se encontró con una mujer que había renunciado a dinero, libertad y hasta a su nacionalidad, para atender a los pobres de su país: tenía que encontrarle algo.

Se examinó un edificio que servía para dar refugio a los peregrinos que iban hacia el templo de la diosa hindú Kali. Estaba vacío y sucio, pero contaba con habitaciones, luz y gas, de modo que las religiosas comenzaron sus labores de limpieza y una semana después de que llegaron comenzaron a recibir a los primeros pobres en el hospicio. La Madre Teresa llamaba a este lugar Nirmal Hriday, que significa “el Hogar de los Corazones Puros”. Se dividió un corredor por un pasaje en donde a los lados se construyeron unas plataformas de cemento con colchones, donde se alberga y atiende a jóvenes, viejos, hindúes, cristianos, musulmanes, angloindios, todos por igual. Ahí encuentran paz y tranquilidad. Las hermanas procuran que los que mueren allí, sean enterrados según los ritos de su propio religión.

Ya que el hospicio se encuentra cerca del templo de Kali, los hindúes protestaron por la presencia de la Madre Teresa, que era cristiana. Fueron amenazadas violentamente. Por esos días, un sacerdote del templo enfermó de tuberculosis y fue rechazado en todos los hospitales, pero recibido por la Madre Teresa. En el hospicio fue atendido como todos los demás, y cuando murió sus compañeros sintieron respeto por aquellas mujeres que lo daban todo sin pedir nunca nada.

A pesar de sus servicios, sus problemas continuaron, pues los hindúes pensaban que la Madre Teresa convertía a los pacientes a su religión y le pidieron al comisario que la lanzara a la calle. El comisario entró con toda la intención de hacerlo, pero cuando se encontró dentro y vio lo que hacían la Madre y las Hermanas, les dijo a los que protestaban que con gusto las haría desalojar el lugar si sus madres y hermanas se ponían a hacer ese trabajo, día y noche. Los manifestantes se fueron y nunca regresaron.

Podría creerse que el Nirmal Hriday era un lugar desagradable, pero no es así. Las hermanas hacen bromas y motivan a comer a los débiles; apoyan a los temerosos y doloridos, y lo hacen con todo gusto, como si se tratara del trabajo más agradable del mundo, brindando a los pacientes el amor que nunca tuvieron. Para ellos, una humilde habitación es un hotel de lujo. Incluso, michos de los enfermos que están en posibilidad de hacerlo, ayudan a los que tienen junto.

Las hermanas saben que este hospital no es de los que la gente llega, sana y se va, pero hay poca tristeza. Un visitante preguntó qué les gustaría que les llevaran y una hermana contesto “Oh, uvas”, y es que hay tanta tristeza que hacen lo posible por darles felicidad en sus últimos momentos de vida. La gente llega como esqueletos vivientes, con la ropa hecha un nido de bichos, son recibidos sin vacilación y amabilidad. Un hombre enfermo estaba asombrado con esta actitud y le preguntaba a una hermana “¿Cómo puede acercárseme si mis heridas huelen tan mal?”, la hermana no mintió y le contestó “sí huelen mal, pero usted está sufriendo y su puedo aliviar su dolor, qué importa un poco de olor”.

Cómo ser una Hermana de la Caridad

En primer lugar, se debe tener un fuerte deseo de trabajar con la Madre Teresa. Las jóvenes son probadas durante un año, durante el cual trabajan en el Shishu Bhavan y Nirmal Hriday bañando y dando de comer a los que llegan de las calles y a los moribundos. Si están convencidas y son aceptadas en la orden, escogen su nombre religioso y comienzan su preparación en Teología, Historia de la Iglesia y toda lo formación religiosa, además de aprender inglés si es que no lo saben y seguir ayudando a los más pobres de entre los pobres. Las hermanas se reemplazan unas a otras constantemente en las diferentes estaciones de Calcuta y la casa matriz. Mientras son novicias, usan un sari blanco sin líneas azules y después de dos años renuevan sus votos y reciben el sari con líneas. Al final del sexto año, las nuevas hermanas van a Calcuta o a Roma a tener un año de intensa preparación espiritual para los sacrificios que les esperan. Hacen su promesa final y se consagran como Misioneras de la Caridad. En total, toma nueve años prepararse de todo a todo.

A cada hermana se le permite tener tres saris, un par de sandalias, dos juegos de ropa interior (que es confeccionada con costales viejos y tiene que lavarse hasta 10 veces antes de que sea suave y se pueda usar), un rosario, un pequeño crucifijo que usan pegado al hombro izquierdo, una cuchara de metal y una bolsa hecha por los niños de los tugurios y una Biblia. En los países fríos se les permite usar un saco, abrigo y sombrilla, pero son propiedad comunal. Nunca llevan medias, ni siquiera cuando andan en la nieve.

La vida en la casa matriz comienza a las 4:40 a.m. cuando las hermanas bajan a la capilla y el tablero a la entrada de ésta les indica el santo al que venerarán ese día, los himnos que cantarán y las personas que les pidieron que los incluyeran en sus oraciones. En el interior, está, como en todas las capillas de las hermanas de la Caridad en todo el mundo, un Cristo sobre el altar, con las palabras “Tengo sed”. Como no hay sillas, rezan de rodillas.

A las seis de la mañana se celebra la misa y luego se desayuna con té y arepa hindú, luego, las hermanas salen a diferentes puntos de la ciudad a pie, o si es posible, en autobús. Caminan rezando rosarios y llevan en su bolso una botella con agua. Regresan al mediodía a la casa matriz para lavar, comer y dormir un poco y a las dos, están nuevamente en las calles, para regresar a las seis y tomar la comida mientras rezan y conversan. Es una norma que ninguna religiosa pase la noche fuera de la comunidad, salvo alguna circunstancia en verdad excepcional, por tanto, las hermanas hacen turnos para un trabajo nocturno en Shishu Bhavan. Desde el comienzo, Teresa sabía que era posible perder el sentido de comunidad que une a la orden, así que al final del día rezan juntas y a las diez todas están durmiendo, todas menos la Madre Teresa quien organiza el día siguiente, escribe cartas y toma decisiones.

El dinero de la orden, siempre proviene de ricos, o del gobierno, pero ocasionalmente recibe regalos que la ayudan, como un Rolls Royce que habían obsequiado al Papa cuando visitó Calcuta, el cual fue rematado por la Madre para obtener dinero. En otra ocasión le regalaron un edificio que se construyó como laboratorio químico y que ahora alberga enfermos mentales que trabajan las cáscaras de coco que se les obsequia y las convierten en tapetes y ropa. Este lugar se llama Prem Daan que significa “Regalo de amor”.

Crecimiento de la Orden

En 1963, ingresaron a la orden los primeros hermanos, que hacen el mismo trabajo que las hermanas, vestidos como civiles y ayudando con gentileza a la gente que recogen de las calles. En la década de los 60's el mundo comenzó a conocer a la Madre Teresa y su obra fue tan reconocida que en 1979 le entregaron el premio Nobel de la Paz. Pero no todo el mundo es como la Madre Teresa así que decidió que tenía salir de su nación y en 1965 el Papa Pablo VI permitió a las misioneras trabajar fuera de Calcuta en países donde la miseria está más escondida. En 1965 se abrió una misión en Venezuela; en 1967, una en Ceilán; en 1968 visitó Roma y encontró que aún en una ciudad llena de edificios, hospitales y refugio, la pobreza existe. Encontró en Barrachí casas hechas de basura en las afueras de Roma, y ahí también ayudaron.

La soledad se encontraba con la Madre a donde fuera y encontró una pobreza peor que la falta de comida y calor en Londres y Nueva York, donde halló gente aislada por una sociedad rica. Y fue en América donde se encontró por primera vez con el problema de las drogas. Continuó expandiendo la orden por todo el mundo y con frecuencia pedía a los ricos que reconocieran la miseria de su país y que vivir sin esperanza no era exclusivo de Calcuta, también ocurría junto a sus casas y aún en sus propias familias.

La Madre Teresa estaba consciente de que no podía llegar a todo Calcuta, pues hay pobres que viven donde nadie más lo haría. Sabía donde estaban las zonas de pobreza, todo el asunto era sacar a los pobre de allí, y con una donación de 25, 000 dólares construyó una clínica móvil para llegar a los pobres a los que les era imposible viajar. Cada día partía con un destino diferente.

Además de ayudar a los niños, moribundos y pobres, había quienes sufrían más al ser los más rechazados por los hombres: los que sufrían lepra. La Madre Teresa acordó no aceptar a los enfermos de lepra en el Nirmal Hriday, pero ellos golpeaban las puertas de la casas matriz suplicando ayuda. Para 1956 estableció clínicas de tratamiento que visitaba cada semana con su camioneta azul de salubridad. Debido a que mucha gente ocultaba su mal a los demás e incluso huían de sus hogares al darse cuenta de que lo padecían, sólo podían ayudarlos si se daban cuenta de que el tratamiento funcionaba y cuando uno sanaba, más y más seguían su ejemplo y se dirigían a las clínicas.

La gente de Calcuta comenzó a tomar consciencia del problema y con avisos de “Toque un leproso con su compasión” se recolectó bastante dinero. Finalmente, el gobierno regaló a la Madre Teresa un terreno de 60 hectáreas a 40 kilómetros de Calcuta. “El pueblo de la paz” (Shanti Nagar) se estableció allí para que familias infectadas pudieran establecerse allí viviendo útil y felizmente.

Principios de vida

Castidad, pobreza, obediencia y dedicación, son los votos que hacen todas las religiosas. Sin embargo, no son suficientes para cumplir con la misión que se impuso la Madre Teresa de Calcuta. Es aspecto que diferencia su Orden de todas las demás radica en que se requiere de una entrega total, de un amor ilimitado hacia los más pobres de entre los pobres.

Las colaboradoras de la Orden deben sufrir y resistir, con la completa convicción de que su vida será una lucha constante para alcanzar la santidad. Atrás quedan los lujos y la vida plácida para darle cabida a una renuncia total a los bienes de este mundo y olvidar por completo los intereses personales para ver por los intereses del prójimo.

La misionera actúa según lo que le dicta su corazón; su vida la rige el imperativo del amor hacia quienes realmente lo necesitan. Esto no quiere decir que se pierda la alegría, pues el verdadero regocijo reside en el servicio a los demás, en dar antes que recibir. La vida para la misionera es más sencilla porque se aleja del dinero y de los bines terreno, por eso, cada pequeño que obtiene cobra un valor enorme. La pobreza, entonces, no es un infortunio: es el camino más indicado para llegar a Dios.

Muchas mujeres sentirán una llamado como el que sintió Teresa cuando veía los tugurios que rodeaban el convento de Loreto, pero muy pocas ingresarían a las filas de su Orden. No es fácil cerrar los ojos y abandonarse; no es fácil dejarlo todo para vivir entre moribundos.

La Madre Teresa vivió con el objetivo de socorrer al pobre no sólo con vestido, alimento y techo, sin también reconfortar el alma del que sufre con una sonrisa, una mano extendida, unas palabras de aliento. Ella sabía que el dolor del alma es mucho más intenso que el producido por las heridas física.

Cuando le preguntaron sobre el futuro de la congregación después de su muerte, ella respondió: “Déjenme morir primero y luego Dios proveerá, encontrará alguien que tenga más voluntad para ayudar y mayor esperanza que yo para hacer su trabajo”.

El Máximo Premio

Una religiosa delgada y de corta estatura, vestida con liviano sari blanco, se puso de pie en la plataforma de los oradores, ante una audiencia de gente importante, bien alimentada y elegante. Ella no tenía un discurso preparado para la ocasión, así que se dirigió a ellos con palabras sencillas. Les habló sobre la gran miseria que se vive en Calcuta, tras las paredes de los edificios y en sus calles; miseria que circunda el corazón de algunas de las ciudades más ricas del mundo.

Era el mes de diciembre de 1979 y la Madre Teresa de Calcuta había llegado a Noruega con el fin de recibir uno de los galardones más elevados que se otorga: el Premio Nobel de la Paz. Estaba feliz, no por ella sino porque el mundo reconoció la pobreza que existía y por la cual trabajaba: “Personalmente, me siento indigna. Lo acepto muy agradecida en nombre del pobre”. El dinero del Premio sirvió para alimentar al hambriento y construir casas para personas abandonadas, solitarias, perdidas, leprosas, sin casta. En efecto, recibió más de US $190, 000 y pidió al Comité que cancelara el banquete oficial y le permitieran utilizar el resto para dar alimento a quienes, hasta una taza de arroz representa un lujo. El costo del banquete dio alimento a 15, 000 personas pobres.

La muerte de la Madre Teresa de calcuta

El trabajo incansable que la Madre Teresa había realizado durante años, comenzó a cansar su cuerpo y tuvo numerosas recaídas de salud, durante las cuales se le sugirió una y otra vez que se jubilara de su puesto. Una y otra vez retrasó la fecha de su retiro, pero finalmente en marzo de el año pasado abandonó su puesto a la cabeza de las Misioneras de la Caridad, la congregación por ella fundada hace casi medio siglo. Su rostro sembrado y surcado de profundas arrugas, su aspecto menudo y frágil eternamente enfundado en su sari blanco con franjas azules ha quedado grabado para siempre en la retina, en el subconsciente, en los corazones de millones de personas en todo el mundo.

Sin duda, quedó grabado de modo especial en los corazones de todos los pobres de Calcuta a quienes ayudó por más de 50 años. Se fue la Madre Teresa de Calcuta. Y se fue luchando contra su propia muerte y contra su viejo corazón cansado de latir y de ver y socorrer tanto dolor, miseria y sufrimiento.

La Madre Teresa de Calcuta murió el 5 de Septiembre de un paro cardiaco en la casa matriz de su comunidad en Calcuta, India a la edad de 87 años. Era primer viernes. Recibió un entierro con todos los honores de estado el 13 de Septiembre, 80ta aniversario de la penúltima aparición de Fátima a quien ella tenia gran devoción. El 10 de Septiembre de 1997 se cumplían 51 años del viaje en tren en el que contemplo a los pobres de la India y escucho la voz del Señor llamándole a entregarse a ellos. Su funeral estuvo lleno contrariedades:

"Era también nuestra madre", exclamaba una angustiada mujer frente al cordón policial que impidió a una multitud de decenas de miles de desheredados acceder al estadio donde se celebraban las exequias de Teresa de Calcuta.

La fundadora de una orden que hoy tiene más de 3.000 religiosas, símbolo universal de la caridad y de la lucha contra la pobreza, recorrió las calles de la Ciudad de la Alegría por última vez en un armón militar y recibió sepultura acompañada de una compañía de soldados gurkas, en un ceremonial mucho más adecuado para homenajear a un general o a un hombre de Estado que a una sencilla monja.

Mientras los dirigentes locales y los dignatarios extranjeros esperaban en un recinto cerrado, los pobres y los mendigos eran intimidados y aporreados por el Ejército que trataba de mantenerles a raya en las avenidas de Calcuta.

Obsesionadas tal vez por el deseo de ofrecer una gran despedida a la religiosa católica que se había ganado el afecto de la población hindú, las autoridades traicionaron el espíritu de su vida y su obra, consagradas al servicio de los más miserables en una zona donde la pobreza y las desigualdades resultan especialmente intolerables.

Teresa de Calcuta trabajó durante más de 60 años en la India con un claro propósito: aliviar el sufrimiento humano y confortar a los desvalidos antes que convertirlos a la fe católica. No era una burócrata de la caridad ni discriminaba a nadie en función de su condición o creencias.

El boato y la pompa de la ceremonia del 13 de septiembre de 1997 desnaturalizan el mensaje de esta santa de las cloacas, que, según confirmó ayer el cardenal Sodano, será elevada a los altares por la Iglesia antes de que transcurran los preceptivos cinco años que exigen las normas vaticanas.

Si algo hay de admirable en la excepcional personalidad de esta monja de origen albanés, es su durísima y silenciosa labor durante décadas en su misión de Calcuta. En un rincón perdido del mundo, lejos de los medios de comunicación y sin el más mínimo reconocimiento social, esta mujer desarrolló un trabajo que le valió el unánime tributo de todas las religiones y etnias que integran este vasto y conflictivo país.

La Madre Teresa no debe formar parte del panteón de personalidades ilustres de la India como Gandhi o Nehru ni debe ser llorada con el sentimentalismo que ha provocado la trágica muerte de Diana de Gales. No era un líder político ni una figura de la prensa del corazón.

La Madre Teresa murió en vísperas del funeral y entierro de Lady Diana Spencer en Londres. Estas dos mujeres, que parecían estar en las antípodas en cuanto a cualquier consideración social y personal de la vida y de sus valores, se conocieron hace poco más de cinco años en Roma, congeniaron de inmediato porque compartían una devoción muy marcada por la ayuda a los necesitados, y la Madre Teresa nunca cuestionó los motivos de la princesa británica.

Ya el jueves antes del entierro de Diana, una portavoz de la congregación había anunciado que Madre Teresa no podría, debido a su mala salud, asistir a las honras fúnebres en Londres, a las que había sido invitada. En las horas posteriores al accidente del domingo en París, y antes de conocerse la muerte de la princesa de Gales, se informó de que la religiosa de Calcuta había estado rezando por ella.

Lo que hubiera procedido en su funeral, es un sencillo entierro en la intimidad de su comunidad o, tal vez, un acto en el que los parias de Calcuta hubieran tenido una especial presencia, aunque fuera simbólica. Los signos son importantes. Y, por ello, habrá que desterrar de la memoria ese cortejo de gurkas, lanceros bengalíes, helicópteros, reinas y bandas de música para recordar la verdadera imagen de una sencilla monja, ataviada de blanco, que supo ganarse en silencio todos los corazones.

Su muerte impactó a todo el mundo y hubo comentarios diversos tras su muerte, como el pésame del Papa Juan Pablo II, a la superiora general de las Misioneras de la Caridad:

“Profundamente conmovido por la noticia de la muerte de la Madre Teresa, me uno a usted y a toda la familia de las Misioneras de la Caridad, encomendando el alma de vuestra fundadora al amor eterno de nuestro Padre celestial. Elevo una ferviente acción de gracias a Dios, que nos dio a esta mujer de fe inquebrantable como un don a la Iglesia y al mundo para recordarnos a todos la supremacía del amor evangélico, especialmente cundo se expresa a través del servicio humilde a los últimos de nuestros hermanos y hermanas. Como en el recuerdo de la extraordinaria visión espiritual de la madre Teresa, su amor atento y abnegado a Jesús en cada persona, su respeto absoluto del valor de toda vida humana y su valentía para afrontar desafíos tan numerosos, inspire a sus hijas e hijos espirituales a fin de que prosigan su misión mediante su consagración religiosa y a través de la solicitud gozosa e incondicional por los más pobres de los pobres. Como prenda de fuerza y consuelo, imparto de corazón mi bendición apostólica a todos los que lloran su muerte, con la esperanza de la resurrección.

Joannes Paulus PP. II”

CONCLUSIÓN

La Madre Teresa, fundadora de las Misioneras de la Caridad, fue testimonio vivo de amor a Jesucristo por su entrega total a servirle en los "mas pobres entre los pobres". Su ejemplo ha sido un reto a la conciencia de la humanidad. En un tiempo de rebelión contra la Iglesia y crisis en la identidad de la mujer, la Madre Teresa defendió fuertemente la importancia de ser totalmente fiel al magisterio de la Iglesia, la santidad de la vida humana, la familia y la moral. Nos enseñó la verdadera dignidad de la mujer convirtiéndose en madre de todos. Nos enseñó que la mayor pobreza la encontró no en los arrabales de Calcuta sino en los países mas ricos cuando falta el amor, en las sociedades que permiten el aborto:

"Para mi, las naciones que han legalizado el aborto son las mas pobres, le tienen miedo a un niño no nacido y el niño tiene que morir”. En Nueva York, en 1995 propuso: "Si conoces a alguien que no quiere al niño, que le tiene miedo al niño, díganle que me lo de a mi."

¿De dónde sacaba la Madre tanta fuerza para ayudar a tantas personas? La respuesta está en sus propias palabras: "Cuanto menos poseemos, más podemos dar. Parece imposible, pero no lo es. Esa es la lógica del amor." Se hizo pobre para ayudar a los pobres y luchó por lograr curar de la mayor enfermedad a tantos desheredados en Calcuta y en todo el mundo: "La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis sino mas bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos. El mayor mal es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, corrupción, pobreza y enfermedad."

A los que la acusaban de utilizar un método demasiado ingenuo para cambiar el mundo y prestar un peligroso servicio a los culpables de la miseria social, Madre Teresa respondía: "A mí no me interesan las estructuras sociales. No tengo tiempo para pensar en grandes programas. Nuestra misión es el hombre individual que nos necesita ahora". Y es que a pesar de ser una santa viva, no escapaba de los ataques de los que la envidiaban, por ejemplo, una vez un crítico le sugirió que haría mas para terminar con la pobreza si enseñara a pescar en vez de dar el pescado. Ella respondió: "Las personas que yo ayudo no se valen por si mismas, no se pueden parar. No pueden sostener la caña. Yo les daré el alimento y después se los enviaré a usted para que usted les enseñe a pescar".

Ella sí era una monja de verdad; no se quedó nunca sin hacer nada ni siquiera mientras fue maestra, y con el característico estilo de obtener dinero del rico sin agredirlo directamente, logró hacer de Calcuta una mejor ciudad. Ella solía decir a los ricos: “Lo que yo hago, tú no puedes hacerlo, y lo que tú haces yo no lo puedo hacer, pero si unimos nuestros esfuerzos, podremos lograr muchas cosas.”

Si se analiza fríamente cómo estaba el mundo antes de su llegada y cómo está ahora que ha partido, la diferencia práctica no es mucha, pues como ella lo dijo: “Sé bien y lo saben cada una de mis hermanas, que lo que realizamos es menos que una gota en el océano. Pero si la gota le faltase, el océano carecería de algo.”

Una mujer diminuta, un alma inmensa; un mundo lleno de amor y una monja dispuesta a dar más amor del que pudiera recibir; una época, una ciudad, una mujer, una obra, una santa.

“Hay que amar hasta que duela”

BIBLIOGRAFÍA

MADRE TERESA

Por Charlotte Gray

Colección: Genios de la Humanidad

Editorial Cinco S. A.

Colombia 1993.

Enciclopedia Microsoft © Encarta © 1998

Enciclopedia Multimedia Lexi - K ©

www.churchforum.org.mx

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

1

MADRE TERESA

2

Antes del convento

2

Se convierte en religiosa

2

La vocación de Teresa

2

Salida del convento

3

Las primeras Misioneras

4

Las Misioneras de la Caridad

4

Las estaciones de la Congregación

5

Cómo ser una hermana de la Caridad

8

Crecimiento de la Orden

9

Principios de vida

9

El máximo premio

10

La muerte de la Madre Teresa de Calcuta

10

CONCLUSIÓN

12

BIBLIOGRAFÍA

13

ÍNDICE

14

Teresa de Calcuta

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