Literatura
Teniente Bravo; Juan Marsé
COMENTARIO DE:
TENIENTE BRAVO
(JUAN MARSÉ)
Escuela Suiza de Barcelona
Barcelona, Abril 2001
12ª Clase B
En la siguiente monografía se realizará un comentario de la obra de Juan Marsé “TENIENTE BRAVO”. Dicha Monografía pretende comentar el carácter militar reflejado en la obra.
Juan Marsé (Barcelona 1933), huérfano de madre en el mismo parto fue adoptado por el matrimonio Marsé. No muy buen estudiante empezó a trabajar como aprendiz de joyero. Fue en 1947 cuando publicó sus primeros relatos. La década de los 90 supuso su consagración con la recepción de numerosos premios literarios.
TENIENTE BRAVO transcurre en un campamento militar en Ceuta. El teniente Bravo pretende mostrar a sus reclutas como saltar un potro de gimnasia, en sus intentos por saltarlo cae más de cinco veces, hiriéndose en cada intento y sin permitir la ayuda de nadie para incorporarse. Es en el sexto y último intento en el que se desploma tan fulminadamente que debe ser llevado por los reclutas a la enfermería.
Teniente Bravo acontece a principios de marzo de 1955, en mitad de la dictadura militar del General Francisco Franco. A pesar de ser un relato corto, muestra el espíritu, el ambiente y todos los clichés militares de la época.
El mismo potro de gimnasia obtenido para el adiestramiento de los soldados es sin duda una pieza obtenida al estilo militar. Después de cursar numerosas peticiones ante la Comandancia reclamando un aparato de gimnasia, el teniente decide comprar un potro de gimnasia con su propio dinero.
“Después de cursar diversas solicitudes a la Comandancia reclamando un aparato de gimnasia, cansado de esperar, el teniente había decidido adquirir este potro de segunda o tercera mano en un modesto gimnasio de Ceuta, pagándolo con su dinero y con la complicidad del sargento Lecha.”
Se observa aquí como los medios de los que disponía el cuerpo militar de la época eran precarios. El mismo cuartel se asemejaba a una granja:
“Debido a la proximidad con las porquerizas, unas cercas de cañas y Uralita donde el brigada Gómez criaba cerdos con las sobras de rancho, frecuentaban la explanada (...) tres gallinas viejas, dos patos resabidos y una cabra negra y esbelta que los veteranos llamaban Carmencita.”
Se observa como los reclutas debían levantarse muy pronto e ir esquilados.
“Un pelotón de reclutas soñolientos y atolondrados corría a formar delante del potro. (...) Salvo el tenue rubor del alba en las azulinas cabezas rapadas de los reclutas.”
La inflexibilidad y poco tacto de los oficiales es también una situación que se repite incesablemente a lo largo de toda la historia.
“¡A cubrirse! ¡Rápido, si no queréis que os meta un paso ligero de buena mañana! ¡Estáis dormidos coño! ¡Los cuatro últimos, imaginaria!”
La discriminación de ciertas comunidades autónomas es también un hecho remarcable durante el relato. Los reclutas de provincias con dialectos propios(en este caso Gallegos y Catalanes) son tratados con poco respecto y más bien son humillados por los demás soldados. Los del centro de España(mayoritariamente Madrileños) se creen saberlo todo y se comportan como capataces, todo y estando fuera de su propia región. En el relato, Folch es un catalán del Berguedà que ha visto poco mundo y Amores un madrileño muy coqueto y sabelotodo:
“<<¿Y tendremos que saltarlo cada día, tú?>>, se lamentó Folch, y Amores sonrió burlón: <<Está chupado, pardillo. ¡Que eres un pardillo, catalán cagá, que t'han fotú y no t'han pagá!>>.”
El carácter militar es introducido en la obra a través del potro de gimnasia que se lo puede considerar junto al teniente Bravo el protagonista principal. El teniente demuestra a sus reclutas como debe ser el perfecto soldado español. Quiere demostrar sus capacidades atléticas a pesar de su edad. Según el teniente existen dos tipos de saltos, el fácil y el difícil. Para demostrar su valentía declina directamente el salto fácil y opta por hacer el salto más difícil:
“Hay dos maneras de hacerlo; una, con las piernas abiertas, como si jugáramos a saltar y parar, y la otra con los pies juntos, pasándolos por encima del aparato. Este salto presenta una mayor dificultad, así que -sonrió por un lado de la boca, divertido-, como todos sois unos valientes, no hay más que veros, empezaremos por él.”
El teniente para chulear aún más de su condición física supuestamente maravillosa, tan sólo se saca las espuelas para realizar el salto, lo que sorprende al sargento y a los reclutas:
“El sargento permaneció a su lado en espera de lo demás, pero el teniente no se desprendió de las botas ni de la pistola ni de la fusta, ni tan sólo se aflojó el correaje, así que los reclutas pensaron: debe ser un salto muy fácil.”
Tras el primer intento fallido en el que el teniente con poca velocidad tropieza con el potro y cae, lo intenta una segunda vez en la que fracasa de nuevo rascándose la barbilla con el suelo. Después de este segundo intento fallido, el teniente se da cuenta que quizás son las botas que pesan excesivamente pero para no demostrar flaqueza ante los soldados no se las saca. En un diálogo con el sargento observamos como el teniente subestima la opinión de una persona inferior a su rango:
“Son las botas, se dijo a regañadientes, lamentando no habérselas quitado.
El sargento carraspeó a su lado:
-Son las botas, mi teniente. Pesan lo suyo. Debió quitárselas antes de venir.
-Sé muy bien lo que pesan mis botas, sargento. (...) No hay ningún problema con las botas, sargento. Estoy calculando mal la distancia, eso es todo.”
Con esta actitud el teniente Bravo demuestra a sus soldados lo orgulloso e insistente que debe ser un buen militar. El tercer intento, se convierte en el derrumbamiento del teniente. Tras el intento otra vez fallido y con aún más contusiones, el teniente pierde la paciencia y no permite que nadie se le acerque a ayudarlo:
“¡Quietos, coño! ¡Me cago en la leche puta, quietos! (...)
¡Que nadie se mueva o le meto un paquete! (...)
¡Quieto ahí, sargento, no le necesito para nada!”
El sargento en vistas del estado en que está el teniente, decide perder un poco de tiempo explicando tonterías del potro: sobre una pata torcida, o que si lo habitaba un ratón... También hace referencia a sangre en la cara del teniente a lo que él contesta irritadísimo para demostrar que a pesar de tener sangre no le duele nada:
“-Tiene usted sangre mi teniente.
-¿Dónde cojones ve usted sangre, sargento?
-Aquí mi teniente, (...) Con su permiso es sangre. Convendría...
-Narices. ¿Dónde está la sangre, eh? -tanteándose la frente el teniente-. ¡¿Dónde ve usted sangre, joder, dónde?!”
El teniente salta varias veces más; ante cada intento el sargento pierde tiempo intentando convencer al teniente para abandonar el salto, incluso propone dejarlo para el día siguiente cosa que enfurece al teniente, ya que si se empieza una cosa debe acabarse. Estas son las palabras del teniente ante la propuesta del sargento:
“<-¡¿De qué me está hablando, sargento?! ¿¡De qué cojones está hablando?!”
El teniente vuelve a darse cuenta que el problema quizá resida en las botas pero sigue en su postura de tener que realizarlo igual que lo ha intentado la primera vez:
“<<Las botas, bueno, seguramente es eso>> pensó otra vez
<<Pero no verán quitármelas>>!”
En el último salto cae fulminado al suelo y deben ser los soldados quienes lo lleven a la enfermería.
A lo largo del relato, se observan multitud de aspectos sobre el carácter del teniente, es un hombre orgulloso y no permite perder su reputación por nada, el miedo a que se le pierda el respeto, le lleva a lastimarse hasta tal punto de casi perder la conciencia. También se ha observado el respeto y frialdad militar, en que un inferior puede ser maltratado por un superior, pero este no puede tomar represalias por ello.
Personalmente he encontrado Teniente Bravo un libro divertido y me ha recordado historias explicadas por familiares y amigos acerca del servicio militar.
TENIENTE BRAVO
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JUAN MARSÉ
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Enviado por: | Marc Llopart |
Idioma: | castellano |
País: | España |