Historia


Stalin


GAPJTULO I

INFANCIA Y JUVENTUD

Los, padres de Stalin: Visarión Dzhugashvili y Ekaterii¿a Gueladze. El naermierito (1879), la infancia y los días de escolar de fosif Dzhugashvili (posteriormente Stalin) en Gori, Georgia (Cáucaso). Influencia del fol­klore georgiano. Rusos y georgianos. Stalin en el Seminario Teológico de Tiflís, 1894-1899. La lucha de los georgianos contra la rus~icación. Bajo el nombre de "Soselo>' (Pepito), Stalin publica versos en ¡895. Lecturas clandestinas. ingresa en el Messame Dassy (Tercer Grupo) en 1898. Revo­lución industrial en el Cáucaso. Aprendizaje de Stalin como con ferenciante socialista. Su expulsióii del Seminario. Los estigmas de la servidumbre.

Quizá en 1875, quizá un año o dos antes, un joven caucasiano, Visarión Ivánovich (hijo de Iván) Dzhugashvili, salió de la aldea de Didi-Lilo, cerca de Tiflis, capital del Cáucaso, para establecerse en la pequeña po­blación georgiana de Gori. Allí abrió un modesto negocio de zapatería. Visarión Dzhugashvili era hijo de campesinos georgianos que hacia apenas diez años habían dejado de ser siervos. El mismo había nacido esclavo de algún terrateniente georgiano y, de haber continuado si¿ndolo, nunca habría estado en libertad de abandonar su aldea natal para convertirse en artesano independiente. Ninguno de sus antepasados, ciertamente, po­dría haber hecho algo similar. Todos habían vivido atados a la tierra y a lo sumo podían pasar de las manos de un terrateniente a las de otro. Todavía en los años de la infancia de Visarión, los periódicos georgianos publicaban anuncios en que los terratenientes ofrecían vender o proponían comprar, digamos, "1,000 o 2,000 hectáreas con 50 o 150 almas". El trá­fico de esclavos había sido a menudo fraudulento, y en los archivos de los tribunales georgianos figuraban casos en que una misma familia campe­sina había sido vendida simultáneamente a tres o más compradores.1

Vísarión, pues, debe de haber salido de su aldea con un sentimiento de júbilo y esperanza. Se había convertido en un hombre libre, y ahora. como artesano independiente, esperaba alcanzar cierto grado de proslie­rídad. En Gori contrajo matrimonio con una muchacha de origen tan humilde como el suyo: Ekaterína, la hija del siervo Gueorgui Gueladze, de la aldea de Gambareuelli. Como muchas otras hijas de campesinos pobres, es posible que Ekaterina se haya trasladado al pueblo para trabajar como sirvienta de alguna familia armenia o rusa de clase media. (Las clases medias en el Cáucaso eran rusas, armenias o judías. Por entonces

1 F. Majaradze, "Gruzia v XIX veke", en Trudy Pervol Vsesoyuznoi KonfeTentsii Istoríkov-Marksistov> vol. 1, p. 488.

casi no existía una burguesía georgiana; los georgianos eran hidalgos o

~ Cuando se casó con Visarión Dzhugashvili, Ekaterina sólo tenía anos. Tales matrimonios tempranos no eran raros en un pals donde

los seres humanos maduran tan rápidamente como las uvas Bajo un sol semitropical. La pareja se instaló en una vivienda~para pobres a las afue­ras de Gori, por la que pagaban rublo y medio (aproximadárriente 25 centavos de dólar) al mes. La vivienda consistía en una cocina y otra habitación. Esta últiiiia, que no medía más de cinco metros cuadrad os, era más bien oscura ya que por su única ventanuca entraba poca luz. Su puerta daba directamente a Un patio de aspecto deprimente, desde el cual, en los días de lluvia> se desbordaban en la vivienda el agua y el lodo, ya que el piso de la habitación se encontraba al mismo nivel que el patio. El piso era de ladrillos sin pulir, y todo el mobiliario del matri­minio consistía en una pequeña mesa; un taburete, un sofá y una cama de tablas con un colchón de paja.2 La morada de los Dzhugashvili, trans­formada en muse~ es visitada ahora por numerosos turistas que viajan al lugar. Lo mismo sucede co4 el pequeño taller de Visarión Dzhugash­vili, con su vieja silla desvencijada, su martillo y sus hormas.

Fue en esa vivienda oscura, de rublo y medio al mes, donde Ekaterina dio a luz tres niños entre 1875 a 1878. Los tres murieron poco después de nacer. Ekaterina tenía apenas veinte años cuando, el 21 de diciembre de 1379, tuvo ~n cuarto hijo. Por un capricho de la fortuna, este niño crecería y se convertida en un muchacho saludable, enjuto y voluntarioso. En la pila del bautismo se le dio el nombre de Iosif (José); y así, el sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Griega local, que tenía a su cargo el registro civil, dejó constancia de la aparición en este mundo de Iosif Visariónovich Dzhugashvili, que después se haría famoso con el nombre de José Stalin;

Poco se sabe sobre los primeros años de su infancia. A la edad de seis o siete años enfermó de viruela, y su rostro quedó marcado por la enfer­medad. Enfermó por segunda vez cuando una úlcera en la mano izquier­da le produjo una infección de la sangre. Más tarde habría de recordar que se vio a la puertas de la muerte. "Yo no sé", le diría a su cuñada, A. 5. Allilúyeva, "que me salvó entonces, si mi fuerte constitución o el ungúento de un curandero de aldea". Cuando recuperó la salud, descu­brió que no podía doblar el brazo izquierdo con facilitad a la altura del codo. Debido a este ligero defecto, el futuro Generalísimo fue declarado inepto para el servicio militar en 1916.~

El niño creció entre la escualidez y la pobreza en que había nacido. Visarión Dzhugashvili hizo un intento de ascender al nivel de la baja clase medía, pero no tuvo éxito. Su negocio de zapatería no le producía lo suficiente para vivir, y su mujer "tenía que trabajar duramente diá y

2 E. Yaroslavsky, Landmarks in tAs Life of Stalin, p. 7.

  • S. Al¡ilúyeva, Vospominania> p. 167.

  • noche" para asegurar la subsistencia... y se vio obligáda a salir a traba­jar corno lavandera".4 Incluso el rublo y medio que pagaban por la vi-vienda salía de lo que ella ganaba. Algunos de los biógrafos de Stalin han deducido de esto que Visarión Dzhugashvili debió de gastar en vodka el poco dinero que gana~ba, conclusión que tiene alguna base en las re­miniscencias de los condiscípulos de Stalin.5 La afición a la bebida era, ciertamente, una especie de enfermedad propia del oficio de los zapateros:

    la frase "borracho como un zapatero" existe en la mayoría de los idiomas de Europa oriental. Por otra parte, se afirma que Visarión era cruel con su esposa y su hijo. "Las golpizas inmerecidas y terribles", escribe Ire­mashvili, amigo de infancia de Stalin, "hicieron al niño tan torvo y des­piadado como su padre". Sus defensas contra la crueldad del padre fue­ron la desconfianza, la viveza, la astucia, el disimulo y la paciencia.. Desde muy temprano la vida hubo de enseñarle lecciones -y algunas ruses de guerre- que andando el tiempo le resultarían útiles.

    Quizá esta imagen del borracho pendenciero no le haga plena justicia a Visarión Dzhugashvili. Este debe de haber tenido también mejores cua­lidades, un espíritu de empresa y cierta curiosidad frente al mundo. De no haber sido así, él, hijo de siervos, difícilmente habría cambiado la monótona vida de su aldea natal por las incertidumbres de la existencia urbana. En Europa oriental el "zapatero~filósofo" es tan proverbial como el "zapatero borracho". Ambas frases describen propensiones de un mis-mo oficio que a menudo se daban juntas. Fue de su padre, probable­mente, que Stalin heredó una mente reflexiva, y él mismo nos ha dado,' sin querer, una clave para descubrir el conflicto interior que convirtió a su padre en un hombre huraño, amargado y cruel con su familia. Ha­biendo fracasado como artesano independiente, Visarión abandonó la PC» blación de Gori y su familia y se marchó a Tiflis, donde se hizo obrero en la fábrica de zapatos de un tal Adeljánov. Su nueva condición apa­rentemente lo humiflaba: su ambición había sido la de ser su propio patrón, y ahora había cam'kado la esclavitud del siervo por la esclavitud del asalariado. Visarión luchó contra su destino mientras pudo, aun cuando ya había dejado de ser el sostén de su familia. De ahí, probable-mente, nacieron su irritabilidad y sus arranques de ira. En uno de sus primeros escritos, Stalin utilizó la experiencia de su padre para ejernplífí­car un punto de teoria marxista: "Irnagínese", escribió, "a un zapatero que poseía un pequeño taller, pero que no podía resistir la competencia de las grandes empresas. Ese zapatero cerró su taller y se alquiló, diga­mos> con Adeljánov, en la fábrica de zapatos de Tiflis. No entró en la fábrica dé Adeljánov para ser siempre un obrero, sino para ahorrar algún dinero, para reunir un pequeño capital y volver a abrir su propio tallen

    E. Yaroslavsky, op. de., p. 7.

    ~ 1. Trotsky, Stalin (edición española, trad de 1. R. García), Plaza & Janés, S. A.

    Barcelona, 1960, p. 13. Viodas las citas de esta obra en el presente libro están toma-

    das de la edición española. N. del T.]

    Como puede verse, la posición de ese zapatero es ya la de ún proletario, pero su conciencia todavía no es proletaria, sino pequeño-burguesa de cabo a rabol'.6 No cabe duda acerca de cuál fue el zapatero que le sirvió al autor como ejemplo para su tesis. El pequeño taller, la mala suerte en los negocios, incluso el nombre del patrón, todo era parte de la his­toda de Visarión. Lo que deformó la mentalidad de Visarión fue el con­flicto entre su posición social y su ambición "pequeñ~burguesa".

    Visarión no logró "reunir un pequeño capital'> y volver a abrir su taller. Múrió en Tifus en 1890, cuando su hijo tenía once años de edad. Su muerte probablemente no afectó la situación material de su familia, pues la lavandera que quedaba viuda estaba acostumbrada a ganarse su vida y la de su hijo. En la mente de José, más tarde, la imagen del difunto se hizo borrosa: casi nunca mencionó a su padre. El recuerdo de las "terribles golpizas" puede explicar, desde luego, la gran reticencia de Sta­lin y sus biógrafos oficiales acerca de Visarión.7

    Es mucho más lo que se sabe acerca de Ekaterina Dzhugashvili. Pocas cosas la distinguían de la gran masa de sus contemporáneas, sobre las cuales dijo un poeta ruso:

    Su destino les reserva tres desgracias.

    La primera es casarse con un esclavo;

    La segunda, ser madre del hijo del esclavo;

    La tercera, obedecer al esclavo hasta la muerte.

    - Y todas estas terribles desgracias

    Agobian a la mujer de la tierra rusa.

    Ekaterina poseía la paciencia y la sumisión infinitas de la campesina oriental. Sufrió su destino con fortaleza de ánimo, sin guardarle rencor a su marido. Puso toda su ternura en el único de sus hijos que había sobrevivido. Era profundamente religiosa; en la iglesia encontró consuelo para sus aflicciones. También era analfabeta. Sólo en la ancianidad hubo de aprender a leer, para mostrarse digna de su famoso hijo. Cuantos la conocieron coincidieron eá la admiración de su "apacible y contenida dig­nidad, que las personas adquieren después de una larga vida de vidsitu­des cuya amargura no ha deformado su carácter'1.8 Bábushka Keke (la Abuelita Catalina) continuó siendo una modesta campesina aun después del ascenso de su hijo al poder. Mientras vivió con él durante un tiempo en el Kremlin, anhelaba regresar a sus parajes más familiares del Cáu­

    - caso soleado, y así lo hizo. Con todo, a su manera medio cómica pero conmovedora, trató de comportarse a la altura de su condición de madre de un gran hombre. Allilúyeva relata cómQ hallándose una vez en 'sc»

    6 J Stalin> Obras> Ediciones en Lenguas Extranjeras> Moscú, 1953, vol. 1, p. 122. En las memorias de los Mlilúyev, que contienen mucha información sobre la

    vida personal de Stalin y de su madr; nunca se menciona a su padre.

    ~ A. 5. Allilúyeva, op. cit., p. 81.

    ryom, el balneario caucasiano, se encontró con la anciana señora Dzhu­gashvili, vestida con pesadas y solemnes ropas negras a pesar del calor insoportable. Al preguntársele por qué vestía de manera tan incómoda, la anciana contestó: "Tengo que hacerlo... Vean ustedes, todo el mundo aquí sabe quién soy".9

    Fue una decisión verdaderamente heroica, por parte de Ekaterina, la de énviar a su hijo de nueve años a la escúela eclesiástica de Gori. No era raro que los hijos de los padres pobres se hicieran aprendices de car­pintero o de zapatero a esa edad, pero no era ésa la carrera que Ekate­rina deseaba para su hijQ aun cuando pudiera haber aliviado sus pe­nurias. Ella quería que su Sosó10 triunfara donde Visarión había fracasado y que se alzara por encima de la humilde condición de sus progenitores. En los más audaces vuelos de su fantasía, sin duda lo veía convertido en cuYa párroco al que los vecinos saludaban respetuosamente. La visión era deslumbrante: hacía pocos años que las escuelas eclesiásticas se ha­bían abierto para los alumnos de extracción campesina.

    Sosó asistió a la escuela de Gori durante cinco años, de 1888 a 1893. Por lo general fue uno de los mejores alumnos, y a veces el mejor, de su clase. Tanto los prpfesores como los demás estudiantes descubrieron en poco tiempo que el muchacho pobre y picado de viruelas tenía una mern~ ria extraordinaria y aprendía sus lecciones casi sin esfuerzo. También des­cubrieron una vigorosa tendencia a imponer su personalidad y a destacar sobre los demás, ¿tendencia que se acentuaba en la medida en que Sosó se hacía consciente de que la mayor parte de sus condiscípulos procedián de hogares más ricos que el suyo, y de que algunos de ellos, conscientes también de la diferencia, no le ocultaban su desprecio. Ello no obstante, él les llevaba la ventaja en las aulas, donde podía recitar sus lecciones con mucho mayor facilidad que los vástagos consentidos de los mercade­res de vino o trigo, mientras que en el patio de recreo los superaba de tal modo en agilidad e intrepidez que se veían obligados a aceptar la jefatura del hijo del zapatero. Fue en esta oscura escuela parroquial don­de el futuro Stalin conoció por primera vez las diferencias y el odio de clases.

    Allí también vislumbró por vez pnmera un problema que habría de preocuparlo en sus años de madurez: el problema de las minorías nacio­nales. El georgiano era la lengua vernácula de los Dzhugashvili. Ekate-rina no sabía absolutamente nada de ruso, y es dudoso que su marido conociera algo más que los rudimentos de 'este idioma. Én la escuela, la mayor parte de las lecciones se impartían en ruso; el programa de estu­dios incluia sólo unas cuantas recciones semanales en georgiano. Sosó absorbió el idioma extraño con la facilidad propia de su edad. Pero fuera de la escuela y en el hogar continuó hablando georgiano. La lengua

    9 A. S. AIlilúyeva, op. cit., p. 82.

    ~0 Sosó equivale a Pepe en georgiano. Soselo es el diminutivo, equivalente a

    Pepito.

    materna de algunos de sus condiscípulos puede haber sido el armenio, el turco o algún dialecto caucasiano. En la escuela, todos los idiomas ver­náculos eran reprimidos y el ruso reinaba supremo. Esta política de rusi­ficación, impuesta por el Gobierno, causaba resentimiento. Sucedió en varias ocasiones que los escolares, muchachos que apenas entraban en la adolescencia, llevaron a cabo huelgas y otras manifestaciones en defensa de su lengua materná. En la década de los setentas, los motines escolares fueron frecuentes en Georgia: los maestros rusos eran asaltados y golpea­dos y las escuelas incendiadas por los estudiantes.11 Durante los años en que Dzhugashvili asistió a la escuela de Gori no existió tal turbulencia, pero debe de haber habido mucho resentimiento oculto.

    Entre las influencias que afectaron sus años de infancia y adolescencia deben haber contado la naturaleza, la tradición y el folklore de su pue­blo natal. Gori se encuentra ubicado en un punto donde confluyen tres fértiles valles dedicados al cultivo de trigales y viñedos. Los roquedales a las afueras de la población, las márgenes del río Kurá y otros dós ríos, los muros de una antigua fortaleza bizántina y los campos situados entre las tortuosas callejuelas del propio pueblo. que era mitad aldea y mitad ciudad, ofrecían al muchacho espacio abundante donde jugar libremente y la oportunidad de escapar del triste ambiente del hogar paterno. La propia naturaleza resarcía en parte el tedio y la estrechez que lo oprimían en su vivienda del arrabal. La campiña abundaba en animales, pájaros, plantas y frutas: no en vano se creía que ésta habla sido la tierra del Vellocino de Oro. Esta atmósfera saludable contribuyó a formar la vigo-rosa constitución del futuro Stalin. La región era también proverbialmente rica en fábulas y leyendas. Alejandro Magno y Gengis Khan habían com­batido allí. En los textos escolares se encontraban relatos de las invasio­nes persas y turcas. Las canciones y los cuentos populares narraban las aventuras de los famosos bandoleros caucasianos. En el folklore, estos bandidos eran a menudo héroes nacionales o populares: nobles georgianos que luchaban contra los zares rusos, o caudillos de siers'os, vengadores del pueblo, con grandes y tiernos corazones para los pobres y los opnmi­dps y odio solapado para los ricos. Sus guaridas se encontraban en las cumbres nevadas de las montañas y en las cuevas de los roquedos, desde donde descendían sobre los caminos para atrapar y destruir a sus enemi­gos. Todo este folklore no estaba muy alejado de la realidad. El territorio que rodea a Gori se hallaba. todavía en esos años, infestado de saltea­dores de caminos. Había multitud de hidalgos georgianos empobrecidos, que carecían de una posición social definida e ingresos regulares, pero que aún vivían mentalmente en un mundo de clanes y feudos que desapa­recía lentamente. A menudo se énfrascaban en caprichosas luchas entre sí o contra otra gente que los hubiera herido en su orgullo o que de alguna manera hubiese incurrido en su enemistad. Toda la región se llenaba en­11 Istoria tiasovol boTb>' v Zakavkazi, vol. J, Apéndice, PP. 89-90.

    tonces con' las historias de las incursiones, hazañas que bordeaban en el bandidaje pero que no carecían de cieno atractivo romántico. Estos Robin Hoods locales ofrecían ejemplos que los muchachos que jugaban "a los bandidos" entre los peñascos y en las campiñas de Gori deb~n de haberse sentido ansiosos de imitar.

    Lon cinco años de escuela en Gori no fueron, pues, del todo desdicha-dos para el joven Dzhugashvili. Pero ya entonces empezaba a desarrc» llarse en él la conciencia de las desigualdades sociales y nacionales que habrían de convertirlo en el rebelde y el revolucionario de los años pos­teriores. Es imposible decir cuán clara era esta conciencia. Los biógrafos soviéticos oficiales pretenden que ya en Gori su héroe había leído a Darwin y se había hechQ ateo. Es de dudar que a una edad tan temprana hu­biese leído a Darwin, pero sí podría haber adquirido una vaga nocion de la nueva teoría en los resúmenes populares, y es posible que su metite se haya vuelto contra la religión. El hecho de su precoz desarrollo men­'tal está confirmado, pues en 1895, sólo un año después de abandonar la escuela de Gori, publicaba poemas en uno d~ los periódicos georgianos importantes. Debe 'de haber empezado a escribir versos cuando todavía se encontraba en Gori. Sus biógrafos oficiales pretenden también que fue allí donde tuvo su primer contacto con las ideas marxistas. Esto pa­rece sumamente improbable: por aquel entonces el marxkmo sólo había ganado unos cuantos adeptos en Tiflis, la capital de la Transcaucasia, y su influencia difícilmente podía haberse extendido a la escuela de Go­ri.12 Los apologistas de Stalin se muestran demasiado dispuestos a pro­yectar la ortodoxia "marxista-leninista'1 de éste casi hasta su infancia. Los acontecimientos posteriores no parecen justificar más que la siguiente hipótesis: el joven Dzhugashvili salió de la escuela de Gori animado de una cierta rebeldía en la que se mezclaban la protesta contra la injus­ticia social y el patriotismo georgiano semirromántico. Cuando cunaba los grados superiores, lo había impresionado mucho más el nostálgico na­cionalismo de la poesía georgiana que cualesquiera otras ideas sociológicas. "En los cursos superiores de la escuela de Gori", escribe uno de sus~con­discípulos, Vano Ketsjoveli, "nos familiarizamos con la literatura georgia­na, pero no tuvimos ningún mentor que orientara nuestro desarrollo y diera dirección definida a nuestros pensamientos. El poema de Chavcha­vadze, 'Kakó el Salteador', nos impresionó vivamente. Los héroes de Kaz­begui despertaron en nuestros corazones juveniles el amol a nuestro país, y cada uno de nosotros, al abandonar la escuela, estaba inspirado por el ávido deseo de servir al país. Pero ninguno tenía una idea clara acerca de la forma que este servicio debería tomar".18 Puesto que Dzhugashvili tuvo buen cúidado de ocultar sus sentimientos de rebeldía frente a sus

    12 L. Beria, On the Hístor,' of tite Bo¡shevik Organizations in Transcaucasia> p.

    11; F. Majaradze, Istoria ?abochevo duizhenia u Gruzil> PP. 114-128; S. T. Arkomed, Rabocheye dwízhenie 1 sotsia¡-¿emokratia na Kaukaze, pp. 49-50.

    i: E. Yaroulavsky, op. cit.> Pp. 9-10.

    maestros, éstos lo consideraron un alumno ejemplar y lo ayudaron a llegar a la siguiente etapa de su carrera.

    Esa nueva etapa fue su inscripción, en el otoño de 1894, en el Semina­rio Teológico de Tifus. Parecía que el sueño de su madre se iba convir­tiendo en realidad. Dado que la pobre lavandera no erá capaz de con­tribuir a su sostenimiento en el serninario, el director de la escuela de Góri y el sacerdote local lograron conseguirle una beca. El prometedor adolescente debe de haberse sentido estimulado por las perspectivas que se abrían ant& él. El mero cambio de la pequeña y soñolienta. población a la extendida y turbulenta capital del Cáucaso era deslumbradon A Ja edad de quince años tenía la suficiente madurez para comprender las ven­tajas de su nueva posicio'n, ventajas que muy poco antes eran inaccesibles para los jóvenes de origen campesino. Debe de haber recorrido los seten­ta kilómetros que separan a Gori de Tiflis con un alborozado sentido de su progreso social, infinitamente más real que el que había. conocido su padre durante el viaje de Didi-Lilo a Gori unos veinte años antes.

    Su estadía en el Seminario Teológico duró desde octubre de 1894 hasta mayo de 1899. Para su desarrollo intelectual estos años de formación fue­ron decisivos. ¿ Qué influencias más amplias hubieron de moldeár ahora su mentalidad?

    Dos problemas agitaban a la sociedad georgiana durante la última dé­cada del siglo diecinueve: las relaciones georgiano-rusas y las consecuen­cias de la abolición de la servidumbre en el Cáucaso.

    A lo largQ de todo el siglo Rusia es$uvo empeñada en la conquista del Cáucaso y en la consolidación de esa conquista. Georgia, que había sido Estado vasallo de Rusia desde 1783, perdió completamente su indepen­dencia. La suerte de los georgianos fue similar, en algunos aspectos, a la de los polacos. Pero, a diferencia de éstos, que en cada generación em­puñaron las armas para luchar por su independencia, los georgianos nQ hicieron ningún intento serio por separarse de Rusia. En ellos, el senti­miento antirruso se combinaba con una relativa indiferencia a las aspira-dones nacionales. Su querella con Rusia estaba atenuada por la concien­cia de que Georgia en todo caso no tenía la posibilidad de mantener su independencia y de que, entre todQs sus posibles conquistadores, el me­nos temible era Rusia. Los últimos reyes georgianos se habían rendido al zar de Rusia cuando Turquía y Persia amenazaron conquistar a su país. La elección estuvo determinada por consideraciones religiosas: Georgia, al igual que Rusia, pertenecía a la Iglesia Ortodoxa Griega.14 A los ojos de Rusia, el Cáucaso era una plaza de armas contra el Imperio Otomano,

    14 En 1899, Ilya Chachavadze, el dirigente liberal nacionalista y escritor georgiano más destacado, resumía así la cirperiencia de un siglo de dominación rusa: '£No había otra salida. Jorge XII [el último rey de Georgia oriental] tenía que inclinarse o a Turquía o a Irán o a Rusia para salvar a ....... Tuvo que elegir rápida-mente. Jorge, naturalmente, se volvió hacia la Rusia correligionaria. Tal decisión le

    segunda en importancia únicamente a los paises del Danubio.. Rusia cons­truyó la gran carretera militar georgiana y después la red de ferrocarriles caucasianos, estimulando con ello el desarrollo industrial de la provincia. lSste fue uno de los aspectos positivos de la dominatión rusa.

    Otro de ellos' fue la influencia cultural rusa en Georgia. Aunque los georgianos se eno~gullecian de su antigua civilización, mucho más vieja que la rusa, su visión deL mundo era la de una comunidad oriental semi­tribal y semifeudal. Frente a Georgia, Rusia representaba a Europa. "Bajo el influjo de la civilización de Europa Occidental, y especialmente de Ru­sia", escribe el historiaddt O. Jachapuridze, "las costumbres y las actitu­des europeas penetraron en la vida de las clases superiores de Georgia".15 La politica de los zares estaba plagada de contradicciones. Por una parte, se esforzaban por rusificar el país; por la otra, trataban de asegurarse la lealtad de la nobleza y el clero georgianos. Las últimas. dinastías geor­gianas fueron deportadas a la Rusia central o a Siberia; pero a los hijos de los reyes deportados se les permitió llevar a cabo una importante labor cultural en beneficio de su pueblo... desde San Petersburgo. Algunos de ellos, como los hermanos Bagrationi, se convirtieron en los portavoces de la "ilustración" georgiana, tradujeron muchas obras literarias europeas al georgiano y dieron a conocer a la sociedad rusa la literatura y la historia georgianas. El zar Nicolás I llegó incluso a nombrar a Teimuraz Bagra­tioni miembro honorario de la Academia Imperial.

    Paralelamente a estas influencias, las ideas revolucionarias rusas se di­fundieron en el Cáucaso. El hombre que conquistó la provincia para los, zares fue el General Yermolov, el héroe de la batalla de Borodino en 1812. Este "procónsul del Cáucaso" mostró cierta inclinación a los De­cembristas, los dirigentes de Ja revuelta liberal que tuvo lugar en San Petersburgo en diciembre de 1825. ~io albergue a los grandes escritores que estuvieron complicados con los rebel4es: Pushicin y Griboyedov, que fue su ministro y consejero político, Bestuzhev (Marlinsky) y otros. Todo un regimiento que tomó parte en la rebelión fue deportado al Cáucaso, y en él sirvieron Como rasos muchos oficiales-intelectuales degradados. Los deportados se mantuvieron en contacto con los pocos georgianos cul­tos e influyeron vigorosamente en ellos. Estos oficiales rebeldes simpati­zaban, desde luego, con el patriotismo georgiano, y siendo hombres de ideas más avanzadas que sus amigos georgianos, abogaron por la emanci­pación de los campesinos georgianos.

    Estos primeros contactos prepararon el terren'o para una continua in­fluencia de' las ideas liberales y revolucionarias rusas. Los propios zares contribuyeron a esto en gran medida, si bien involuntariamente, al escoger

    fue dictada por la voluntad de sus antecesore~ que desde 1491 habían negociado repetidamente con Rusia, con la esperanza de obtener su apoyo". Citado del ensayo de G. Jachapuridze sobre "Georgia y Rusia en el Siglo XIX", en Voprosy mor::, núms. 5-6, 1946.

    15 Ibid.

    el Cáucaso como uno de los lugares de deportación de los reos politicos. Cada generación vio aparecer nuevos revolucionarios rusos, y nuevas ideas, en Tiflis, Kutaís y otros lugares de. la provincia. A los militares rebeldes y a los escritores de la primera parte del siglo les sucEdieron los narodníkí (p¶» pulistas), socialistas agrarios, provenientes de las filas de la aristocracia y de los funcionarios de la administaación pública. Posteriormente vinie­ron los insurgentes polacos y los terroristas rusos, a los que siguió, hacia fines del siglo, un nuevo tipo de revolucionario: obreros industriales mar­xistas deportados de la Rusia central. Entre éstos se encontraban Mijalí Kalinin, el futuro Presidente de la Unión Sovi¿tica, y Sergo Allilúyev, organizador bolchevique y futuro suegro de Dzhugashvili-Stalin.

    En tanto que la oposición rusa exportaba así sus ideas avanzadas al Cáucasó, los zares hacían todo lo que estaba a su alcance para mantener la estructura social del país tan atrasada como pareciera compatible con el interés estratégico.16 En Rusia se abolió la servidumbre en 1861. La eniancipación de los canipesinos georgianos se retrasó hasta 1864-1869, y aun más tarde -hasta 1912, cuando meno~ la servidumbre persistió en Georgia bajo la forma cíe "vasallaje temporal". La administración rusa, ansiosa de conservar el apoyo de la nobleza georgiana, pospuso la refor­ma. Se' vio obligada a llevarla a cabo sólo cuando las noticias sobre la emancipación de los campesinos ?usos se difundieron por los campos del Cáucaso. Los siervos asumieron una actitud de rebeldía; y, en vista de su larga historia de jacquerk, resultaba demasiado peligroso seguir retrasando su emancipación.17 Pero la reforma allí fue mucho más favo­rable para los terratenientes que en la propia Rusia. Los campesinos obtu­vieron la libertad personal, pero aproximadamente la mitad de la tierra que habían poseído como siervos les fue quitada. Por la tierra que se les permitió conservar tuvieron que pagar una compensación que no guar­1~ La dificultad de hacer un balance entre las influencias benéficas y perjudiciales

    de Rusia en Georgia puede advertirse señalando un incidente, no exento de cierta agradable comicidad, que tuvo lugar en un congreso de historiadores soviéticos en 1929. El destacado marxista georgiano F. Majaradze dictO una conferencia en la que se refirió con cierto énfasis a los mejores aspectos de la asociación de Georgia con Rusia. Ello provocó una protesta del Profesor Pokrovsky, que entonces era el historiador ruso más importante: "El camarada Majaradze se ha mostrado dema-dado indulgente con nosotros los rusos. En el pasado> nosotros Zos rusos -y estoy hablando como un gran ruso de la más pura sangre-, en el pasado nosotros, los rusos, hemos sido los peores saqueadores que se pueda imaginar". Trudy Pervol Vsesoyuznoi Konferentsíi Istorikov-Marksístov, vol. 1> PP. 494-495.

    ~ En Georgia se produjeron levantamientos carnpesinos en 1804, 1811, 1812, 1820, 1830, 1837, 1841, 1857 y 1866. Durante la guerra de Crimea los comandantes rusos se mostraron muy desconfiados de la actitud de los siervos caucasianos. Se sostuvo que el emisario británico en Trebizonda los estaba armando para que se rebelaran. Véase P. 1. Lyashchenko, Istoria narodnouo oziaistva SSSR> vol.!, p. 557,

    F. Majaradze en Tru¿y, etc., vol. I> PP. 485 sigs., y G. V. Jachapuridze '<Kres­tianskove dvizhenie v Gruzii", en Ocherki po istoril rabochevo i trestianstovo dvii­henya u Cruzil, PP. 13-105.

    daba ¡'roporción alguna con sus recursos económicos. La dependencia 'eco-nómica de los campesinos respecto de sus antiguos amos sc manifestó, al cabo de poco tiempo, en la conversión de aquéllos en a¡>arcems, como sucedió en el sur de los Estados Unidos después de la abolición de la esclavitud, o en los contratos de "vasallaje temporar'. Todavía en 1911, una autoridad insospechable de hostilidad al zarismo escribía: "En Rusia, la esclavitud se recuerda actualinente corno una pesadilla que hace mucho pasó a la historia. Pero en la Transcaucasia, especialmente en Georgia, no se ha aprobado aún ninguna ley que ponga coto al vasallaje tem­poral... La dependencia económica de nuestros campesinos... ha atimen­tado en los últimos cincuenta años y ha tomado una nueva forma de ser­vidumbre".'8

    La serv3dumbre viciaba así toda la atmósfera en que vivía el joven Dzhu­gashvili. Pésaba no sólo sobre los campesinos a los que afectaba directa-mente, sino también sobre' las relaciones humanas en general, sobre la familia, la Iglesia, la escuela, las actitudes psicológicas y todo el modo de vida.19 Hasta cierto punto, desde luego, éste era el caso de todo el Impe­rio Zarista. Al comparar la abolición de la servidumbre en Rusia con la emancipación de los negros nórteamericanos, Lenin señaló que la reforma rusa de 1861 había sido mucho menos radical qúe su equivalente norte-americana: "Por lo tanto, en la actualidad, medio siglo después", con­cluía, "los rusos muestran muchas más marcas de la esclavitud que los negros".20 Lenin sin duda exageraba cuando hacia esta amarga observa­ción. La exageración era natural en el propagandista revolucionario. im­paciente por ver a la sociedad rusa despojarse de una vez por todas del lastre de su pasado feudal. Pero lo que no era exactamente cierto en el caso de los rusos, sí lo era en el caso de los caucasianos. Su existencia social mostraba muy abundantes y evidentes "marcas de la esclavitud". La burda y abierta dependencia del hombre respecto del hombre, una jerarquía social rígida y desembozada, la violencia primitiva y la falta de dignidad humana caracterizaban él modo de vida a que había dado origen la servidumbre. La simulación, el engaño y la violencia eran las mejores armas de los oprimidos, que habían sido mantenidos en la oscuri­dad y eran incapaces, por. lo generál, de defenderse a través de la acción abierta y organizada.

    El Seminario Teológico de Tifus era una' institución extraña. Era la es­cuela superior más importante, aunque no la única, de Georgia y de todo

    18 La autoridad citada e: el Kavk4zkoy~ joziaistvo> órgano del Instituto Imperial de Agricultura. Véase Istoria klasouoi borby v Zakavkazi, vol. 1, pp. 10-15.

    1~ El poeta georgiano G. Leonidze, autor de un adulatorio poema épico sobre la infancia y juventud de Stalin, sugiere que el abuelo siervo de Stalin fue tortu­rado hasta la muefle por su amó terrateniente. (El poema fue traducido al ruso por N. Tijonov y publicado en forma de libro en 1944.)

    ~ Lenin, Obras (cd. rusa), vol. XVIII, p. 508.

    el Cáucaso, el semillero principal de la intelectualidad' locaL Era también algo así como un bastión de la servidumbre. Era allí donde las ideas co ciales y políticas avanzadas se infiltraban y chocaban más' directamente cón los hábitos mentales feudal~clesiásticos.

    El Seminario tenía el aspecto de un cuartel. En su interior la vida es­taba estrictamente reglamentada por monjes austeros. Una vez que la puer­ta se cerraba tras el novicio, éste debía cortar todos sus vínculos con el mundo exterior. Los seminaristas debían permanecer enclaustrados día y noche, aunque el monje encargado de la clase tenía autoridad para con-ceder permisos de salida por un término de dos horas. El programa del día estaba llerio de lecciones de teología escolástica y' de interminables plegarias.21 Los alumnos que procedían de hogares pobres llevaban una vida semihambrienta, y en los dormitorios se hacinaban veinte o treinta alumnos. Espiritualmente, la escuela era mitad monasterio, mitad cuartel. "La vida era tnste y monótona", dice un antiguo alumno. "Encerrados día y noche dentro de los muros cuartelarios,, nos sentíamos como prisio­neros obligados a pasar años allí, sin ser culpables de nada. Todos está­bamos abatidos y taciturnos. Ahogada en las aulas y los corredores.. la alegría propia de la juventud nunca tenía ocasión de manifestarse. Cuan­do de tiempo en tiempo el temperamentq juvenil alcanzaba a expresarse de algún modo, era inmediatamente reprimido por' los monjes y los admo­nitores".22 A los estudiantes no se les permitía sacar libros de las biblio­tecas seculares; sólo podía leerse la literatura autorizada por los monjes. El Seminario era tambi¿n, desde luego, un instrumento de rusificación. Cualquier transgresión de los reglamentos era castigada con la reclusión en las celdas. Los monjes espiaban constantemente los pensamientos y los actos de sus alumnos, registraban sus pertenencias, escuchaban sus con­versaciones y los denunciaban al Director a la primera sospecha.

    Este sombrío Seminario era también, sin embargo, un centro importan-te de oposición política. Muchos hombres que más tarde fueron figuras nacionales y jefes de la opinión pública, no sólo georgiana sino también rusa, pasaron sus años de formación entre sus muros. En 1930 la Facultad de Historia de la Universidad Comunista Transcaucásica publicó los ar­chivos de la gendarmería de Tiflis, en los que figuraban informes sobre manifestaciones de "deslealtad política" en el Seminario. Estos informes, que cubrian un periodo de veinte años, desde 1873 hasta la época en que Dzhugashvili hizo su ingreso, dan uña buena imagen del fermento ideo-lógico que existía entré los estudiantes.28

    En fecha tan, temprana como 1873, un coronel de la gendarmería informaba a sus superiores que ciertas cartas interceptadas revelaban que algunos de los estudiantes habían leído las obras de Darwin, Buckle, Mill

    21 "Los estudiantes tenían que escribir ensayos sobre temas como '¿En qué idioma hablaba el asno de Balaam?'", afirma uno de los biógrafos de Stalin.

    22 Citado en L. Trotsky1 Stalin, p. 21.

    25 Istoria klasovoi borby u Zatantad, voL 1, Apéndice, PP. 31-100.

    y Chernislimid. Se ordenó un registro que tuvo por resultado el hallaz­go de otros dos libros "sediciosos": la Vida de Jesús de Renán y Napo­k.ón el Pequeño de Victor Hugo. Se determinó que tres maestros impar-fl'an sus lecciones "con un espíritu liberal", delito por el cual el Director los despidió y los denunció ante la gendarmería. Varias personas fueron sentenciadas, algunas de ellas porque habían tenido conocimiento de los actos delictuosos y no delataron a los culpables.24 El informe recalca que éstos obraron movidos por el patriotismo georgiano.

    El fermento tuvo como resultado un acontecimiento dramático en junio de 1886, cuando José Laguiyev, un alumno expulsado por su actitud anti­rusa, asesinó al Director, Pavel Chudetsky. El asesino era hijo de un la­cerdote del condado de Gori. El jefe de la gendarmería de Tiflis informó:

    "En comparación con los seminarios rusos, el Seminario de Tiflis se en­cuentra en las condiciones más desfavorables. Los alumnos que vienen al Seminario... a menudo dap muestras de... una disposición antirreli­giosa y son hostiles al elemento ruso. Frecuentemente es imposiblé reformar a tales alumnos, debido a la extrema irritabilidad y al morboso amor propio de los nativos".25 Añadía el funcionario policíaco que varios pe­riódicos georgianos recientemente clausurados hablan incitado al público contra Rusia y hablan hecho del Seminario un baluarte del patriotismo georgiano. El Seminario fue cerrado durante varios meset En este inci­dente desempeñó un papel curioso Su Eminencia el Exarca de Georgia, Pablo, quien le sugirió al jefe de la gendarmería que el asesinato no había sido obra de un individuo, sino de una organización secreta. Mencionó como principal sospechoso a un tal Silvestre Dzhibladze, que un año antes había realizado un atentado contra el Director. Dzhibladze habría de con­vertirse, andando el tiempo, en uno de los fundadores de una organización socialdemócrata y en uno de los mentores políticos de Dzhugashvili. Entre los estudiantes expulsados en 1886 figuraba también Mijail Tsjakaya, hijo de un sacerdote y más tarde amigo de Lenin, miembro del Comité Central bolchevique y Presidente de la Georgia soviética.

    Unos pocos meses antes de 1a admisión de Dzhugashvili tuvo lugar una huelga -formal de todos los alumnos georgianos del Seminario. El 4 de diciembre de 1893 el general Yankovsky, de la gendarmería de Tiflis, tele­grafió a San Petersburgo: '<La mayoría de los alumnos del Seminario Or­todoxo han declarado una huelga, exigiendo la destitución de varios tuto­res y la creación de una cátedra de literatura georgiana".26 El Exarca de Georgia pasó todo un día con los alumnos, tratando en vano de per­suadirlos a poner fin a la huelga. El Director pidió la ayuda de la poli­cía, y ésta clausuró el Seminario y envió a los alumnos a sus hogaret Pero el jefe de la policía informó con cierta aprensión que "muchas per­sonas inteligentes consideran que la clausura del Seminario es un acto

    24 Istoria klasovoi borby v Zatautazí, p. 83. -

    25 ibid., pp. 89-90.

    20 Ibid., p. 92

    de injusticia contra los alumnos que defendían sus intereses nacionales, de acuerdo con sus ideas". Al abandonar la escuela, los estudiantes hicie­ron un juramento de solidaridad. Sin embargo, ochenta y siete de ellos fueron expulsados del Seminario antes de que terminara el período esco­lar. Mijail Tsjakaya fue mencionado una vez más como el principal or­ganizador de la revuelta. Entre los expulsados se encontraba Lado Kets­joveli, antiguo alumno de la escuela de Gori, que sólo le llevaba tres años a Dzhugashvili y pronto se convertiría en su mentor político.27 En ninguno de estos informes se menciona que haya habido propaganda so­cialista. El motivo principal de las mánifestaciones fue el patriotismo georgiano ultrajado.

    Cuando el adolescente Dzhugashvili, que, entonces contaba quince años, de edad, hizo su aparición en eJ Seminario, los recuerdos de la huelga eran todavia muy vivos. Los alumnos deben de haber discutido el acon­tecimiento y comentado la expulsión de los ochenta y siete, y el recién llegado no podía menos que simpatizar con la demanda de que en el Seminario se enseñara su literatura nativa. Así, pues, desde un comienzo se vio afectado por el fermento político. Pero, al igual que en Gori, tam­bién en Tiflis ocultó sus sentimientos ante sus maestros. Al igual que en Gori, también en Tiflk fue un alumno modelo, capaz, diligente y atento. Sin duda alguna observó su nuevo ambiente con ávida curiosidad. El Director era el monje ruso Hermógenes; el Inspector era el georgiano Aba­shidze, quien, precisamente porque era georgiano, se esforzaba por con­graciarse con las autoridades rusas mediante un extravagante despliegue de servilismo. El joven Dzhugashvili pudo observar de cerca el funciona-miento de un régimen autocrático en pequeña escala. Las propias autori­dades vivían en medio de la tensión y el miedo: el Director ruso recor­daba a su predecesor asesinado; el Inspector georgiano se sentía tan aterrorizado ante la más leve señal de disgusto de sus superiores como por la idea de las conjuras que podían estarse fraguando en los rincones de los largos y oscuros corredores y en los dormitorios de los alumnos. Y, ello no obstante, mientras más. estrechamente vigilaban los monjes a sus alum­nos; mientras más asiduamente los espiaban, mientras más frecuentemente registraban sus pertenencias en busca de libros prohibido~ más efectiva­mente se difundía la herejía dentro de los muros del Seminario. Los está­diantes recientemente expulsados ganaron autoridad moral ante los ojos de los alumnos más jóvenes, y de un modo u otro lograron mantenerse en contacto con sus antiguos colegas y hacer sentir st' influencia dentro de la fortaleza eclesiástica.

    Cuando todavía cunaba el primer añQ Dzhugashvili debe haber reali­zado frecuentes y furtivas excursiones a la ciudad para ponerse en con­tacto con los miembros de la oposición. Esta suposición la corrobora el

    27 IstoTi4 tiasovol borby u Z4k4ukazi> p. loo; Raúazy o uelikom Staline> p. 79; S. Mlilúyev, PToidennyi p«t, p. 86.

    hecho de que un poema suyo fue publicado en el periódico georgiano Iberya, que dirigía el patriota liberal Ilya Chavchavadze, el 29 de octu­bre de 1895, casi exactamente un año después de la llegada de Dzhugash­vili a Tifus. Este dedicaba el poema, de carácter patriótico pero teilido de radicalismo social, a un conocido poeta georgianQ R. Eristavi. Los versos aparecieron bajo la firma de "Soselo" ("Pepito"), pues el autor seguramente deseaba ocultar su identidad a las autoridades del Semina­rio.28 Su otro delito consistió en tomar libros prestados de una biblioteca circulante de la ciudad. Aparte la poesía georgiana, las obras maestras de las literaturas rusa y europea constituían sus lecturas predilectas. Ga­naron su estimación, sobre todos los demás autores, los tres grandes satí­ricos rusos, Saltykov-Shchedrin, Gógol y Chéjov, a qmenes más tarde ci­taría frecuentemente en discursos y artículos. Las novelas de Victor Hugo y la Feria de Vanidades de Thackeray, traducidas al ruso, figuran entre las obras extranjeras que leyó por entonces. Más importantes para su desarrollo fueron los libros populares sobre biología danviniana, econo­mía y sociología. En aquellos años las concepciones positivistas y materia-listas de la naturaleza y la sociedad ejercían un gran influjo en los ~& venes liberales y socialistas.

    Casi todos los autores dé memorias, ya sean favorables u hostiles a Stalin, concuerdan con la impresión que de éste guardaba G. Glurzhidze, uno de sus condiscípulos, que, todavía en la década de los treintas de este si­glo, era maestro de escuela en Gori:

    Algunas veces leíamos en la capilla durante el servicio religioso, escon­diendo el libro bajo los bancos. Naturalmente, debíamos tener sumo cuidado de que no nos sorprendieran los maestros. Los libros eran los amigos inseparables de José; no se separaba de ellos ni siquiera a la hora de comer... Cuando se le hacía una pregunta, José por lo ge­neral se demoraba en contestar.

    Uno de nuestros placeres curiosos en la atmósfera intolerablemente asfixiante del Seminario era el canto. Gozábamos lo indecible cada vez que Sosó nos organizaba un coro improvisado y, con su voz agradable y clara, entonaba nuestras canciones populares favoritas.29

    Otro escritor, Iremashvili, subraya, sin embargo, un aspecto menos agra-dable del carácter de Dzhugashvili. El también lo describe como uno de los primeros polemistas entre los alumnos del Seminario, más sagaz que la mayoría de sus compañeros y capaz de sostener sus argumentos con gran obstinación y habilidad polémica. Pero, en su afán de prominencia, Dzhugashvili no podía tolerar fácilmente que otros lo eclipsaran. Se in­29 Bajo esta firma los versos fueron reproducidos en dos antologias de poesía

    georgiana en 1899 y 1907. Véase M. Kelendjeridze, "Stiji Yunogo Stalina", en Rarkazy o velíkom Staline, PP. 67-70.

    " Citado de E. Yaroslavsky, op. cje.> p. 15.

    comodaba cada vez que sus argumentos ¿ran refutados efectivamente, y el menor revés en el debate lo enojaba y lo ponía de mal humor. Algo­nas veces, como recordarían algunos de sus condiscípulos, le guardaba rencor a un adversario victorioso y trataba de vengane haciéndola vícti­ma de murmuraciones y calumnias. Tal comportamiento, que acaso no sea excepcional entre muchachos de' su edad3 hacia que su trato fuera .dif¿cil.

    Fue sólo en los comienzos de su tercer año en el Seminario cuando los monjes empezaron a observar que su prometedor alumno se estaba des­carriando. En noviembre de 1896 uno de ellos hizo la siguiente anota­ción en el libro de conducta: "Parece -ser que Dzhugashvili tiene un bo­leto de la Librería Barata, de la cual saca libros. Hoy confisqué Los trabajadores del mar, de Victor Hugo, en el que hallé el mencionado be­leto". El Directo; al leer el informe, ordenó: "Confínesele a la celda de castigo. Ya en una ocasión lo reconvine acerca de un libro desautoriza~ do: El 93 de Victor Hugo'1.30 Ciertamente, la famosa novela de Hugo sobre la Revolución Francesa difícilmente habría podido' ayudar a pre­parar a su joven lector para la carrera del sacerdocio. Anotaciones' simi­lares aparecieron con frecuencia cada vez mayor en el libro de conducta:

    "A las 11 p. m. le quité a José Dzhugashvili un ejemplar de La evolución literaria de las naciones, de Letourneau, que había tomado prestado de la Biblioteca Barata... Dzhugashvili fue sorprendido leyendo el mencionado libro en las escaleras de la capilla. Esta es la décimotercera vez que dicho alumno ha sido sorprendido leyendo libros sacados de la Biblioteca Ba­rata. Entregué el libro al Padre Supervisor". Estó fue escrito en marzo de 1897, sólo cuatro meses después de la primera acusación. El Director ordenó: "Confinesele a la celda de castigo durante un período prolon­gado y con una severa advertencia" ~ Las acusaciones no mencionan haber hallado libros socialistas; y mucho menos marxistas, en poder del inculpado. Pero, a juzgar por los recuerdos de sus contemporáneos y por sus propias actividades posteriores, Dzhugashvili debe de haber trabado conocuniento con las teorías socialistas y marxistas mientras cursaba los grados superiores. Fue entonces, también, cuando ingresó en un círculo de debates secreto dentro del propio Seminario y en una organización socialista clandestina de la ciudad, llamada Messame Dassy. En esta 'il-, tima ingresó en agosto de 1898.82 Los libros socialistas aparentemente eran demasiado peligrosos para ser introducidos en el Seminario. Y tam­poco se encontraban con facilidad. Yaroslavski nos dice que por aquel entonces en Tíflis sólo existía un ejemplar del Capital de Marx traducido al ruso, y los jóvenes socialistas lo copiaban a mano. Es de suponer que Dzhugashvili leía u hojeaba libros y folletos de autores socialistas durante las pocas horas que lograba pasar fuera del Seminano.

    '~ E. Yaroslavsky, op. cit.> Pp. 16-17.

    81 Ibid., p. 17.

    32 f ~ Stalin (Kratkaya biografía), p. 24.

    Messanie Dassy, la organización en la que ingresó poco antes de cumplir los diecinueve años, fue fundada en 1893. Fue uno de los primeros grupos

    •socialdemócratas en Tiflis, aunque su ideología estaba todavía teñida de patriotismo georgiano. Tomó el nombre de Messame Dassy (El Tercer Grupo) para distinguirse de MeoT£ Dassy (El Segundo Grupo), una or­ganización liberal progresista que había dirigido a la intelectualidad geor-1 giana en la déyada de los ochentas.88 Entre los fundadores de Messame Dassy figurabán Noé Jordania, K. Chjeidze y G. Tseretellí, que pronto se danan a conocer fuera de Georgia como portavoces del socialismo mo­derado. Uno de los enérgicos promotores de la organización era Silvestre Dáiblaciz; el mismo que había sido expulsado del Seminario por agredir al Directon Los dirigentes de Messame Dassy publicaban sus opiniones ea iá~ columnas del periódico liberal Kvali (E~ Surco).

    Mucho más tarde el propio Dzhugashvili recordó asilos motivos de su adhesión al socialismo: "Me hice marxista a causa de mi posición social (mi padre era obrero en una fábrica de zapatos y mi madre era también una trabajadora); pero además... debido a la rígida intolerencia y la disciplina jesuítica que me oprimían tan despiadadamente en el Semina­no... La atmósfera en que vivía estaba saturada de odio a la opresión zarista". Los acontecimientos del exterior proporcionaron el estímulo fi­nal. En aquellos años los obreros de Tifus llevaron a cabo huelgas turbu­lentas, las primeras que tenían lugar en la capital del Cáucaso. El efecto que esas huelgas tuvieron ~n la clase obrera y en la intelectualidad ra­dical es difícil de imaginar en la actualidad. En años posteriores los mo­vimientos huelguísticos vinieron a ser hechos comunes; su misma frecuen­cia los privó de su cualidad incitadora. Pero las primeras huelgas fueron una revelación de la fuerza insospechada del movimiento obrero; eran una nueva arma en la lucha social; y, como sucede por lo general con las armas nuevas, dieron pábulo a esperanzas y temores exagerados. Tan­to Ips gobernantes como los gobernados vieron en ellas la señal de grandes acontecimientos inminentes y de cambios dramáticos, y, por lo que a Rusia se refería, no estaban equivocados.

    Tiflis era entónces el centro de una revolución industrial en pequeña escala. Su vida reflejaba el impacto reciente del capitalismo industrial en el Cáucaso oriental, tribal y feudal. "El país, escasamente poblado en los años posteriores a la Reforma, habitado por montañeses y aislado del desarrollo de la economía mundial, e incluso de la historia, se transfor­maba en un país de industriales petroleros, mercaderes de vinos y manu­factureros de granos y tabaco". Así describía Lenin, todavía desconocido, la situación del país a fines del siglo. Las industrias petroleras én BÚú y Batum estabán desarróllándose con la ayuda del capital británico y fran­cés. A las industrias enumeradas por Lenin habría de sumarse pronto la

    ~' Pirveh Dassy (El Primer Grupo), apoyado por hombres progresistas de la nobleza georgiana, había abogado por la abolición de la servidumbre desde antes de 1865. L. 'seria, O> cit., p. 203, y S. T. Arkomed, O> c££.> PP. 172-179.

    extracción dcl rico mineral de manganeso de Chiaturi. En 1886-1887 el valor total de la producción industrial de dos regiones georgianas, Tiflis y Kutaís, sumaba tan sólo 10 millones de rublos. En el término de cuatro años esta cifra aumentó a más del triple. En 1891-1892 llegó a los 32 millones de rublos.34 En el mismo periodo el número de trabajadores in­dustriales aumentó de 12,000 a 23,000, sin contar a los ferroviarios. Tifus era la confluencia principal dcl ferrocarril transcaucásico que unía la costa del Caspio con el Mar Negro y a con Batum. Los talleres del ferro-carril se convirtieron en la industria más importante de Tiflis y en el cen­tro principal del movimiento obrero clandestino del Cáucaso que ahora empezaba a desarrollarse. Estos talleres y los ruidosos bazares asiáticos eran los dos elementos de contraste en la vida de la ciudad. Es probable que el joven Dzhugashvili haya pasado algunas horas observando los há­bitos y las costumbres de los mercaderes orientales, que seguramente se grabaron en su mente. Con todo, aquel mundo oriental, "aislado incluso de la historia", no era el suyo; a él lo atraía el nuevo elemento que se hacia presente en la vida caucasiana.

    Dos o tres de los candidatos a clérigos convertidos en revolucionários se habían hecho por entonces sus mentores. Además de Silvestre Dzhi­bladze, que ya era una de las figuras principales del Messame Dassy y por lo tanto demasiado importante para ser amigo intimo del novicio, éste acostumbraba reunirse con otros dos amigos que eran al mismo tiempo sus tutores. Estos eran Sasha Tsulukidze y Lado Ketsjoveli. Tsulukidze, tan sólo tres años' mayor que Stalin, era ya un literato de cierto prestigio en­tre los miembros del Messame Dassy. Servia con fervor a la causa, pero ya lo devoraba la tuberculosis que lo niató cinco o seis años más tarde. Sus ensayos y artículos, publicados en periódicos georgianos locales, re-velaban sus amplios conocimientos sociológicos y estaban escritos con auténtico gusto y brillantez literaria. Entre sus obras figura una notable popularización de la teoría económica de Marx.35 En imión de Sasha Tsu­lukidze, Dzhugashvili visitaba algunas veces la redacción de Kvali y escu­chaba, primero respetuosamente y más tarde con una sonrisa medio iróni­ca, las sabias palabras de sus redactores semiliberales y semisocialistas.

    Su otro amigo-maestro, Ketsjoveli, no era hombre de letras. Su tempe­ramento era mucho más práctico. Habiendo abrazado la nueva fe, le interesaban sobre todo las medidas necesarias para atraer más adeptos. Ketsjoveli ya conocía algo del mundo más allá de las fronteras del Cáu­caso. Después de su expulsión del Seminario con otros ochenta y seis com­pañeros en 1894, se trasladó a Kiev, antiguo centro de vida espiritual y política, menos provinciano que Tiflis. Allí vivió varios años y se puso en

    3~ F. Majaradre, Trudy, etc., vol. 1, PP. 489-490, y Ochertí Po istorjí raboche­vo trestíanstogo dvizhenia u Gruzíl, pp. 115-128.

    ~5 Stalin posteriormente evocó la memoria de Tsulukidze con gratitud. En 1927 hizo que la Editorial del Estado reprodujera en forma de libro los ensayos de Tsulukidze, dispersos en numerosos periódicos georgianos de escasa circulación.

    contacto Con grupos clandestinos de socialistas que mantenían relaciones con sus correligionarios de Petenburgo e iflClUso con los jefes exilados en Suiza, Francia e Inglaterra. Había regresado al Cáucaso con ansias de hacer algo, de sacar de sus andaderas al movimiento de su provincia natal. Investigó las posibilidades de establecer una imprenta secreta, que en su opinión era la primera base sólida para cualquier grupo de propagandis­tas revolucionarios. Los periódicos georgianos locales semisocialistas y se­miliberales no eran de utilidad: sus redactores tenían que cuidarse de cada palabra que escribían y estaban obligados a someter todos los ar­tículos a la censura zarista. La propaganda tímida y castrada que podían hacer no era capaz de convencer a nadie y no conducía a ninguna parte. Los jóvenes revolucionarios debían ganar a toda costa su libertad respec­to de la censura. Esto queria decir una prensa secreta. Y fue hacia tales asuntos prácticos que Ketsjoveli dirigió la actividad de Dzhugashvili cuan-do éste ingresó en el Messame Dassy.

    Ketsjoveli y Tsulukidze se encargaron de que al nuevo aprendiz de re­volucionario se le encomendara una tarea espedfica: la de dirigir unos cuantos círculós de estudios de trabajadores. Su labor consistía en dictar conferencias sobre el socialismo a un número reducido de tabaqueros, al­bañiles, zapateros, tejedores, tipógrafos y conductores de los tranvías tira­dos por caballos que había en la ciudad. Los obreros se reunían en pe­queños grupos de doce a veinte miembros cada uno. A cada estudiante voluntario se le encargaba una tarea similar, pues la joven organización necesitaba con urgencia personas dispuestas a ilustrar a aquellos de sus miembros que no podían darse el lujo de leer los libros y folletos que ex'»-rúan su doctrina. Los círculos se reunían ep las propias viviendas de los obreros, en los arrabales, y saturaban la atmósfera con tI humo picante de la majorka (tabaco barato) y el olor del sudor y la miseria, mientras uno de los miembros vigilaba la calle para proteger a los demás del pe­ligro de una incursión policíaca. El seminarista disertante probablemente derivaba una gran satisfacción moral de su trabajo. Sus esfuerzos eran recompensados por la halagadora conciencia de su propio adelanto. AlII estaba él, una de las mansas ovejas del rebaño del monje Abashidze, acu­mulando dinamita espiritual en los cimientos del Imperio y de la Iglesia. Se 'sentía escucha do respetuosamente por los trabajadores, algunos mucho mayores que él, y aceptado por ellos como su autoridad y su guía.

    Después de tales reuniones era difícil, y aun humillante, apresurarse a regresar al sombrío Seminario para inventar explicaciones y excusas por su prolongada ausencia, asumir un falso aire de beatitud y unirse al reba­ño que entonaba sus plegarias en la capilla. Esta era una doble vida en un doble sentido. No sólo tenía el incrédulo que fingir ortodoxia, sino que el revolucionario que ya era alguien en la ciudad y empezaba a com­portarse como figura pública, tenía que rebajarse nuevamente a su condi­ción de alumno infantilmente sumiso y obediente a las arbitrarias órdenes de sus superiores. ¿ Hasta cuándo podría soportar tal situación?

    Dzhugashvili debe de haberse hecho la pregunta muchas veces durante sus dos últimós años en el Seminario. Estaba engañando a los monjes de la manera más descarada e hipócrita, pero esto no era motivo de escrú­pulos o remordimiento. Sólo combatía el engaño con el engaño. ¿ No le espiaban ellos a él y no registraban sus pertenencias durante su ausencia? ¿ No constituían acaso sus enseñanzas un monstruoso engaño? Su propia hipocresía no era sino una respuesta a la de ellos. En este duelo de men­tiras y encubrimientos, él ciertamente sacaba la mejor parte; y no cabe duda que su éxito y el placer que éste le producía lo ayudaban a tolerar una situación que era casi insoportable. El podía, desde luego, liar sus bártulos un buen día y despedirse para siempre de los monjes. Pero, ¿ y después qué? Fuera del Seminario no tenía medios de subsistenciL La or­ganización era terriblemente pobre y no podía ayudarlo. El no deseaba convertirse en una carga para su madre, y la idea de ganarse la vida como obrero industrial o como oficinista tampoco era atrayente en modo alguno. Desagradable como era el Seminario, le dejaba sin embargo tiem­po suficiente para discutir, soñar y leer, y éstas eran cosas a las que no estaba dispuesto a renunciar fácilmente; Un joven más impulsivo o de ambiciones más idealistas no habría vacilado en abandonar el Seminario y afrontar las consecuencias. Pero él era hijo de antiguos siervos, y aun-que ahora laboraba para cambiar la vida de todo un pueblo, había he­redado algo de la inmovilidad y la inercia campesinas, nacidas del temor al cambio. Era cierto que la permanencia en el Seminario exigía cons­tante fingimiento y disimulo, pero ambas actitudes había tenido que prac­ticarlas desde la infancia y ya eran como una segunda naturaleza en él.

    Con todo, su posición se iba haciendo cada vez más difícil. Las anota­ciones en el libro de conducta correspondientes a los últimos meses de su estadía en el Seminario no contienen mención alguna de propaganda so cialista por su parte. Aparentemente supo arreglárselas para ocultar este aspecto de sus actividades. Pero sus conflictos con la autoridad se hicie­ron cada vez más graves. Un informe del 29 de septiembre de 1898 asen­taba: "A las 9 p. m. un grupo de estudiantes se reunió en el comedor alrededor de José Dzhugashvili, quien les leía libros no aprobados por las autoridades del Seminario, en vista de lo cual los estudiantes fueron registrados". Unas semanas después se anotaba que "mientras se efectua­ba un registro de los estudiantes... José Dzhugashvili trató en varias ocasiones de iniciar una dkputa... expresando su descontento por los re­petidos registros... y declarando que éstos nunca se hacían en otros Se­minarios. Dzhugashvili es generalmente irrespetuoso y desconsiderado con las personas investidas de autoridad.~. .

    Apenas unos cuantos nieses después de su ingreso en Messame Da&sy su dilema quedó resuelto por los propios monjes. El 29 de mayo de 1899

    ~' E. Yaroslavsky, op. cit.> Pp. 16-17.

    '~ Ibid.

    fue expulsadq del Seminario debido a que "por razones desconocidas" no se presentó a exámenes.37 El mismo afirmó posteriormente que fue expulsado por "propagar el marxismo". Esa no fue la razón que adujeron las autoridades del Seminario, pero éstas indudablemente sospechaban su deslealtad política. El proscrito abandonó sin gran pesar el monasterio-cuartel en que había vivido durante cinco años importantes.

    El hecho de que los padres de Dzhugashvili-Stalin hayan sido siervos de nacimiento distingue a éste de casi todas las demás figuras principales de la Revolución, que procedían de sectores sociales muy diferentes: la pe­queña nobleza, la clase media y la intelectualidad. Lenin, en su años 4e estudiante preuniversitario, vio la vida 'campesina de cerca y con aguda curiosidad intelectual; pero el hUo del inspector de escuelas convertido en noble ~unca participó de esa vid& Trotsky vio por primera vez la pobreza y la explotación desde la ventana del hogar del advenedizo terrateniente judío que era su padre. zinóviev, Kámenev, Bujarin, Rakovsky, Radek, Lunacharsl:i, Chicherin y decenas de otros revolucionarios conocían desde mucho más lejos los males contra los que se habían levantado. Para la mayoría de ellos la explotación capitalista, por no mencionar la servidum­bre, eran fórmulas sociológicas que habían sondeado con mayor o menor profundidad; las realidades que existían tras las fórmulas no eran parte de sus propias experiencias personales. Algunos bolcheviques prominentes, como Kalínin, Tomsky y Shlypanikov, eran obreros, y, al igual que la mayoría de los obreros rusos, todavía tenían raíces en el campo. Pero, aun entre éstos, casi ninguno había respirado en su juventud la atmósfera de la servidumbre tan directa y dolorosamente como Dzhugashvili-Stalin.

    El joven Dzhugashvili de veinte años ciertamente se había elevado por encima de este medio ambiente original. Ahora pertenecía a la intelec­tualidad, aunque nQ desde luego, al estrato bien establecido y respetable que tenía conciencia de su lugar y de su peso en la sociedad, sino a la perifena seminomada de los d¿ctass¿s. Nada, sin embargo, podía privarlo de un sentimiento casi sensual de identificación con aquellos que se en­contraban en el fondo mismo de la pirámide social. Los revolucionarios que provenían de las clases superiores conocían por contacto personal sólo a una ¿lite de la clase obrera, trabajadores inteligentes, susceptibles a la propaganda socialista y deseosos de trabar amistad con los intelec­tuales idealistas. Estos revolucionarios describían a la gran masa inerte que no era tan accesible a las nociones socialistas coMo los sectores atrasa­dos e inconscientes del proletariado. Los revolucionarios marxistas tenían cierta conciencia del peso muerto que representaba ese atraso. Recorda­ban la suerte corrida por los revolucionarios de las clases altas de una generación anterior, que habían "ido al pueblo" llenos de idealismo para luchar por su bienestar en su propio seno, sólo para ser bestialmente ase­sinados o vendidos a la policía por los campesinos suspicaces. Pero los marxistas confiaban en que la ilustración y la experiencia política acaba-

    rían por acercar al socialismo inclúso a los atrasados y a los incorucientet Mientras tanto, ellos, los teóricos y los propagandistas, carecían realmente de un lenguaje común con las masas todavía adormecidas. Por otra parte, los impulsos iniciales que movían a los jóvenes de las clases altas hacia el socialismo eran generalmente los de la simpatía humanitaria mez­clada con un sentimiento de culpa. Tales sentimientos los hacían ver a las clases oprimidas como la encamación de la virtud y la nobleza de es­píritu.

    El joven Dzhugashvili debe de haber tenido una sensibilidad excepcio­nal, casi instintiva, para captar ese elemento de atraso en la vida y la política rusas, sensibilidad que habría de hacerse cada vez más marcada en los aiios futuros. Aun cuando él también centraba ahora su interés en los obreros avanzados, porque sólo a través de ellos era posible acercarse a la masa atrasada para sacarla de su docilidad y de su inercia, no se entregaba de corazón a cándidas esperanzas o a generalizaciones idealistas sobre la clase obrera. Trataba con escéptica desconfianza no sólo a los opresores, terratenientes, capitalistas, monjes y gendarmes zaristas, sino también a los oprimidos, a los obreros y campesinos cuya causa había abrazado. En su socialismo no había el mínimo vestigio de sentimiento de culp& No cabe duda de que sen3ía cierta simpatía por la clase en la que había na­cido, pero su odio a la clase poseedora y gobernante debe de haber sido mucho más fuerte. El odio de clase que sentía y predicaban los revolu­cionarios de las clases altas era una especie de emoción secundaria que se desarrollaba en ellos y era cultivada por ellos a partir de una convic­ción teórica. En Dzhugashvili el odio de clase no era su segunda natura­leza, sino la primerL Las enseñanzas socialistas lo atrajeron porque pare­cían darlé una justificación moral a su propia emoción. En su concepcióh de la realidad no había un ápice de sentimentalismo. Su socialismo era frío, sobrio y rudo 4

    Estos ragos de su carácter habrían de serle muy útiles en el futuro. Pero también estaban ligados con desventajas importantes. Los revolucionarios de las clases altas llegaban al movimiento socialista con un legado de tra­diciones culturales. Se rebelaban contra las creencias y los prejuicios de su medio ambiente original, pero también traían a los círculos revoluciona­ríos algunos de los valores y las cualidades de sus propios círculos: no sólo conocimientos~ino además finura de pensamiento, de lenguaje y de mo­dales. Su rebelión socialista era ciertamente el producto de la sensibilidad moral y el refinamiento intelectual. Esas eran preckamente las cualida­des que la vida no se había dignado cultivar en Dzhugashvili. Por el contrario, había acumulado en su camino suficiente miseria física y moral para embotar su sensibilidad y su gusto. Entre los demás dirigentes, eran pocos los que sufrían a causa de la inferioridad social en cualquier sentido. Si hubiesen escogido modos de vida más apacibles y seguros, la mayoría de ellos habrían hecho carreras brillantes y respetables. Un hombre del genio de Lenin habría llegado a ser una gran figura nacional en cual-

    quier régimen. Trotsky era un hombre de letras de altísima reputación. Un Kámenev, un Lunacharski o un Bujarin hubieran podido alcanzar una elevada posición en el niundo académico. Todos ellos eran oradores o escritores dotados de gran talento, pensadores de gran aliento, imagi­nación y originalidad, de los que dieron muestras a edad excepcionalmente temprana. El joven Dzhugashvili tenía agudeza y sentido común en abun­dancia; pero la imaginación y la originalidad no eran sus características. Era capaz de disertar coherentemente sobre el socialismo en pequeños círculos de trabajadores, pero no era un orador. Y tampoco, como habría de demostrarlo el tiempo, era un escritor brillante. En la Rusia oficial y rígidamente jerarquizada, el hijo de campesinos georgianos no podía al­canzar gran altura en la escala social, aun ~isponiendo de mucha ambi­ción, pertinacia y buena suerte. En la Iglesia hubiera llegado a ser, a lo sumo, otro Abashidze. Las circunstancias desarrollaron inevitablemente en ¿1 cierto sentido de inferioridad, del que no se despojaría ni siquiera en la clandestinidad socialista.




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    Idioma: castellano
    País: Costa Rica

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