Filosofía y Ciencia
Sócrates
Prólogo
Ubicándonos en Grecia en los siglos IV y III AC. Una época donde se podría decir que la filosofía era centro de discusión, en donde se estaban dando a conocer las respuestas a muchas preguntas, y la gente comenzaba a experimentar nuevas formas de democracia, podemos encontrar a un hombre el cual “lucho” por su principios, y murió por ellos. Ya de por si, el no seguía el ideal de belleza de ese momento (no solo se tenia que ser inteligente sino también la belleza física importaba), y tampoco acompañaba los pensamientos del momento. El enseño sus ideas, tenia una gran habilidad para el habla, y para manejarse con la gente, lograba entrar a la persona y ayudarla a sacar su conocimiento hacia fuera, el creía que todo el mundo tenia su propia conocimiento y para sacarlo solo bastaba en cuestionar a la gente, esto es la mayéutica socrática. Sócrates no solo emplea la mayéutica en sus enseñanzas, también usa la ironía.
No documento ninguna de sus idea, en otras palabras nunca escribió nada, lo conocemos hoy gracias a su mas famoso discípulo: Platón. El escribió diferentes obras en las cuales Sócrates aparece, en distintos diálogos, o en la mas conocida que es la Apología de Sócrates, en la cual este es llevado a juicio, por diferentes acusaciones, y lo terminan declarándolo culpable.
Sócrates no fue el único filosofo de esa época, también encontramos a los Sofistas, que se puede decir que serian el lado opuesto a Sócrates. Ellos pensaban que eran sabios y no necesitaban saber nada mas, mientras Sócrates se creía ignorante, como bien dice su frase: “solo se que no se nada”.
¿Pero que tan ignorante era frente a los demás?. Esta es una pregunta que la vamos a poder ir respondiendo en el desarrollo de este trabajo.
Vida de Socrates
Sócrates, nacido en 469 a.C.,hijo de Sofronisco (escultor) y su madre Fenarete (partera). Era un hombre sencillo, pobre en sus últimos años, que ejerció influencia sobre muchos atenienses, no por su riqueza ni por su belleza, sino por su virtud y su sabiduría. Era un valiente soldado y había combatido en la Calcídica. En la batalla de Delion le salvó la vida a Alcibíades. Sócrates fue primero un científico. Hasta se dice que estudió con Anaxágoras. Pero el estallido de la guerra del Peloponeso, con sus locuras y desastres, parece haberle convencido de que el enemigo del hombre no es el Universo, sino el hombre, y que era mucho más importante estudiar al hombre que estudiar el Universo.
Durante el resto de su vida, reflexionó sobre las creencias y el modo de vida del hombre. Discutió el significado de la virtud y de la justicia; meditó sobre dónde reside la verdadera sabiduría, etc. Reunió a su alrededor discípulos que le admiraban y, en lugar de explicar, interrogaba. Pedía a aquellos con quienes discutía que definieran los términos que empleaban y explicasen qué creían ellos que es la justicia, la virtud o la sabiduría. Luego hacía nuevas preguntas y ponía de relieve que las cosas no eran tan simples, que lo que se daba por sentado no era tan seguro como se suponía y que hasta las opiniones más aceptadas merecían un examen detallado y sumamente crítico. («Una vida no examinada -decía- no vale la pena de ser vivida».)
Para Sócrates, lo esencial era la dialéctica. La argumentación estaba dirigida a descubrir la verdad, y no, como en muchos sofistas, un recurso al servicio de intereses personales.
Sócrates desarmaba a sus adversarios arguyendo ignorancia y pidiendo que se le instruyera; luego, a medida que realizaban su exposición, los hacía caer en profundas contradicciones. Se dice que el oráculo délfico proclamó a Sócrates el más sabio de los hombres, y Sócrates respondió que si él era más sabio que otros hombres era porque sólo él sabía, entre todos los hombres, que no sabía nada. Esta pretensión de ignorancia es llamada la «ironía socrática».
El más famoso discípulo de Sócrates fue Aristocles, comúnmente conocido por su apodo de Platón. Sócrates nunca puso por escrito su filosofía, pero Platón escribió una encantadora serie de descripciones de las discusiones que Sócrates mantenía con otros. Son los Diálogos de Platón. Algunos de ellos reciben el nombre de las personas con quienes Sócrates discute. Por ejemplo, «Gorgias», en el que Sócrates conversa con el sofista Gorgias, de Leontini. En esta discusión, Sócrates exalta la moralidad en el gobierno y describe a Arístides el Justo como al único gran dirigente político de la democracia ateniense. En el «Protágoras», Sócrates y el sofista Protágoras polemizan sobre la naturaleza de la virtud y discuten si puede ser enseñada.
Uno de los diálogos más famosos describe una discusión general en una reunión en la que se bebe. Es el Simposio (bebiendo juntos) y la discusión general trata de la naturaleza del amor. En ella se elogia la forma de amor más elevada, la que tiene como objeto una persona virtuosa y sabia, y no la que inspira meramente la belleza física. La opiniones de Sócrates no agradaban a todos los atenienses. En primer lugar, perturbaba a las personas, estimulándolas en un principio para luego enredarlas en sus propias palabras. Asimismo, parecía poner en tela de juicio la vieja religión, por lo que muchos conservadores atenienses pensaban que era impío y corrompía a los jóvenes atenienses. Aristófanes, el satírico conservador escribió una obra titulada Las Nubes, en 423 a. C., en la que se burlaba acremente de Sócrates. Podría pensarse que si Sócrates era tan impopular entre los conservadores, sería muy popular entre los demócratas. Por desgracia, también les dio motivos de recelo, pues parecía ser pro espartano. Así, el diálogo más largo de Platón, «La República», trata del intento de Sócrates de examinar la cuestión «¿qué es la justicia?». En el curso de la discusión, Sócrates describe su imagen de la ciudad ideal y en muchos aspectos ésta se parecía mucho a Esparta y muy poco a una democracia.
Además, entre sus discípulos se contaron varias personas que hicieron mucho daño a Atenas. Estaba Alcibíades, por ejemplo, que es uno de los personajes importantes del «Simposio». Otro de sus discípulos fue Critias, el líder de los odiados Treinta Tiranos.
Uno de los diálogos de Platón se llama, precisamente, «Critias», y en él, como en otro, se describe a Critias hablando de una isla que habría existido hacía mucho tiempo en el Océano Atlántico. Había tenido una elevada civilización, pero fue destruida por un terremoto y se hundió bajo el mar. Platón llamó a la isla la «Atlántida». Es indudable que el relato de Platón sólo era una obra de ficción de la cual podía extraer algunas moralejas sobre las ciudades ideales. Sin embargo, desde entonces ha habido personas que han creído en la existencia de la Atlántida y elaborado todo género de teorías más o menos absurdas sobre ella.
Finalmente, Sócrates fue llevado a juicio ante un jurado de unos quinientos hombres, en 399 a.C.,y fue acusado de impiedad y de corromper a la juventud, aunque su crimen real era el de ser, o aparentar ser, anti-democrático. Probablemente Sócrates habría sido absuelto si no hubiera insistido en usar su método socrático con el jurado hasta enfadarlo y hacer que lo considerase culpable por una estrecha mayoría de 281 contra 220. Por entonces, las ejecuciones se llevaban a efecto haciendo beber a la persona juzgada culpable cicuta, extracto venenoso de una planta que mata sin dolor. Por razones religiosas debían transcurrir treinta días antes de que Sócrates tuviese que beber la cicuta. En ese intervalo podía haberse escapado fácilmente; sus amigos lo tenían todo arreglado y hasta los demócratas de buena gana habrían hecho la vista gorda. Pero Sócrates tenía setenta años y estaba preparado para morir, de modo que prefirió cumplir con los principios del ciclo vital y de adhesión a la ley, aunque ésta pareciesen injusta.
La diferencia entres Sócrates y Los sofistas
La palabra sophistes significaba maestro en sabiduría. Como tales se presentaban estos señores que andaban de lugar en lugar, participaban en la política y cobraban por sus lecciones. Sabían o simulaban saber de todo: astronomía, geometría, aritmética, fonética, música, pintura. Pero su ciencia no buscaba la verdad sino la apariencia de saber porque ésta reviste de autoridad.
No eran, pues, propiamente filósofos pero tenían en común una actitud que sí puede llamarse filosófica: el escepticismo y relativismo. No creían que el ser humano fuese capaz de conocer una verdad válida para todos. Cada quien tiene "su" verdad.
Para Sócrates su vida fue filosofar y enseñar. Pero no le interesaron las preguntas sobre la physis que habían interesado primordialmente a Anaxágoras y a los filósofos anteriores porque su preocupación era la conducta degradada de sus conciudadanos; en consecuencia, enfocó su curiosidad intelectual en el ser humano y en su capacidad de conocer la verdad.
Contemporáneo de los sofistas, muchos creyeron que era un sofista más, pero era exactamente lo contrario. Como ya sabemos nunca intervino en la política. no pronunciaba discursos, ni escribió nada. Según él, nunca fue maestro de nadie. Simplemente se dedicaba a conversar con quien quería conversar con él; creía que la sabiduría se adquiere en el intercambio vivo de la conversación, haciéndose preguntas y buscando juntos respuestas. Así y sólo así enseñó a pensar, a buscar la verdad y a saber que es posible alcanzarla. A diferencia de los sofistas, no cobraba por sus enseñanzas.
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Las diferencias entre la artete de Sócrates y el de los sofistas
Los Sofistas enseñaban la areté requerida para estar a la altura de las nuevas circunstancias sociales y políticas (recordemos que la palabra areté, traducida generalmente por virtud.
La primera exigencia de esa areté era el dominio de las palabras para ser capaz de persuadir a otros. "Poder convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles", dice Protágoras. Gorgias dice que con las palabras se puede envenenar y embelesar. Se trata, pues, de adquirir el dominio de razonamientos engañosos. El arte de la persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que habla. Llamaban a ese arte "conducción de almas". Platón dirá más tarde que era "captura" de almas.
Como los sofistas, hablaba y enseñaba sobre la areté, pero mientras los sofistas decían que no podemos conocer nada Sócrates enseñaba que la areté era conocimiento. Si el zapatero quería ser buen zapatero (tener la areté del zapatero) debía conocer primero qué es un zapato, para qué se usa, cuál es su fin, el propósito que tiene el hombre cuando lo usa; conocido esto, hay que pensar qué forma debe tener el zapato y de qué materiales debe estar hecho; conocido esto, hay que pensar cuál es el mejor método de fabricarlo, qué habilidades hay que desarrollar para hacerlo bien. Cuando se tienen todos estos conocimientos y se han conseguido las habilidades requeridas, se tiene la areté del zapatero. Hoy decimos que tal persona "entiende de zapatería" o "entiende de electricidad" y lo que está en nuestras mentes es lo que estaba en la de Sócrates cuando enseñaba que la areté era conocimiento.
Con el ejemplo de los oficios útiles y cotidianos (en el diálogo Gorgias de Platón se dice que Sócrates "siempre está hablando de zapateros, bataneros, cocineros y médicos") enseñaba que la areté de cualquier actividad o posición comienza por conocer su fin, su propósito.
Ahora bien, si se trata de la areté de todo hombre -de la que pretendían ser maestros los sofistas- Sócrates insistía que había que comenzar por el conocimiento del fin o propósito del hombre -no como general o político o panadero- sino simplemente como hombre, e invitaba a los que conversaban con él a pensar juntos cuál es el objeto del ser humano.
Sócrates no contestó él mismo a esa pregunta, pero su gran mérito estriba en haber hecho que los hombres se la hicieran y en motivarlos a tratar de responderla en la creencia de que era posible darle respuesta. Platón no sólo escribió las enseñanzas de su maestro sino las hizo avanzar por cuenta propia.
Tan convencido estaba Sócrates de que la areté era conocimiento que le parecía evidente que si los hombres llegaban a entender qué era el bien o lo justo escogerían el bien y lo justo. Nadie escogería conscientemente el mal. Los que escogen el mal lo hacen por ignorancia. Si un panadero hace mal pan es porque no sabe hacer pan y no porque quiere hacer mal pan.
MÉTODOS DE SÓCRATES
Sócrates no predicaba la virtud directamente, sino más bien, invitaba a reflexionar sobre ella. No ofrecía las recetas acabadas sino convidaba a la búsqueda. Por eso, son de suma importancia los dos métodos, o para ser más correcto, los dos momentos del mismo método, que Sócrates empleaba en la mencionada búsqueda de la verdad y de la virtud, las mismas las llamaba: ironía y mayéutica, respectivamente.
Ironía
Sócrates pertenece a una especie de hombres que no tienen amor propio en las discusiones, y que aceptan encantados la refutación si así se descubre la verdad. Confiesa que su única cualidad es la ironía, consistente en interrogar a los sabios y procurar sacar la verdad que hay en el fondo de sus respuestas. [ Ver Hipias Menor., 372 a-c ]
En Sócrates la Ironía se mezcla con la cortesía cuando éste extrema su modestia hasta decir de que él es lento y gárrulo, y que no llega a poner en claro las cosas. El alcance de la Ironía o modestia socrática se hace patente una vez que en el descubrimiento de la verdad nos encontramos ante la siguiente alternativa: o llegamos a alcanzarla o, por el contrario, nos debemos convencer de que no sabemos lo que ignoramos, y esto no sería, en verdad, un premio despreciable de nuestro trabajo.
Tal es el fundamento del famoso sólo sé que no sé nada, la afirmación socrática más concluyente e indubitable, resultado de una fundamental desconfianza. Y es que si Sócrates discute siempre para descubrir si efectivamente sabe o no, es porque no quiere hacerse ilusiones de que sabe algo cuando nada sabe. Por todo ello, con una modestia que es la más firme base de todo método de conquista de la verdad, grita Sócrates: Atenienses que me escucháis; no sé nada, y ante vosotros me presento desnudo y sin los adornos de una mentirosa certeza.
Además, la ironía o modestia socrática es grande en cuanto que por ella se traza límites. Así no incurre en la insensatez de discutir de omni re scíbili, como por principio hacían los sofistas. Y es que el vino de los saberes recién descubiertos no se le subió a Sócrates a la cabeza. Conservó un afán tan grande de saber que la apariencia de sabiduría en los maestros-sábelo-todo le parecía mera elocuencia. En este sentido, la ironía socrática representa también un afán de sinceridad que le aleja de todo culto a las meras apariencias.
Mayéutica
Del griego maieutiké (arte de las comadronas, arte de ayudar a procrear). La mayéutica es el método filosófico de investigación y enseñanza propuesto por Sócrates. Consiste esencialmente en emplear el diálogo para llegar al conocimiento. Aunque Sócrates nunca sistematizó la mayéutica, seguramente es correcto destacar las siguientes fases en este método:
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en un primer momento se plantea una cuestión que, en el caso del uso que Sócrates hizo de este método, podía expresarse con preguntas del siguiente tipo ¿qué es la virtud?, ¿qué es la ciencia?, ¿en qué consiste la belleza?;
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en un segundo momento el interlocutor da una respuesta, respuesta inmediatamente discutida o rebatida por el maestro;
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a continuación se sigue una discusión sobre el tema que sume al interlocutor en confusión; este momento de confusión e incomodidad por no ver claro algo que antes del diálogo se creía saber perfectamente es condición necesaria para el aprendizaje, y Sócrates lo identifica con los dolores que siente la parturienta antes de dar a luz;
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tras este momento de confusión, la intención del método mayéutico es elevarse progresivamente a definiciones cada vez más generales y precisas de la cuestión que se investiga (la belleza, la ciencia, la virtud);
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la discusión concluiría cuando el alumno, gracias a la ayuda del maestro, consigue alcanzar el conocimiento preciso, universal y estricto de la realidad que se investiga (aunque en muchos diálogos de Platón no se alcanza este ideal y la discusión queda abierta e inconclusa).
La idea básica del método socrático de enseñanza consiste en que el maestro no inculca al alumno el conocimiento, pues rechaza que su mente sea un receptáculo o cajón vacío en el que se puedan introducir las distintas verdades; para Sócrates es el discípulo quien extrae de sí mismo el conocimiento. Este método es muy distinto al de los sofistas: los sofistas daban discursos y a partir de ellos esperaban que los discípulos aprendiesen; Sócrates, mediante el diálogo y un trato más individualizado con el discípulo, le ayudaba a alcanzar por sí mismo el saber.
El arte de la mayéutica implica la teoría platónica de la reminiscencia pues al considerar al discípulo competente para encontrar dentro de sí la verdad debe suponer que el alma de aquél la ha debido conocer en algún momento antes de hacerse ignorante.
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Sócrates define su actividad y su método
“¿Sabéis que me dedico al mismo arte que mi madre? No se lo digáis a nadie, porque nadie sabe que yo tengo estas mismas habilidades de, estando estéril yo mismo, servir de PARTERA a quien está embarazado... Yo soy nada más que un luchador por la sabiduría, y ya me suele la gente echar en cara que no hago sino preguntar, sin descubrir nada sabio, porque me dicen que no sé nada. Los que conmigo hablan, al pronto parece que no saben nada: pero en la conversación dan a luz cosas sorprendentes, gracias a un arte mayéutica en la que yo y algún dios tenemos parte”
PLATÓN: Teeteto, 150 b - 151 c.
La Apología de Sócrates.
La “Apología de Sócrates” esta escrita por uno de sus discípulos, llamado Platón, la obra esta situada en el año 400 a.C. La obra narra los tres discursos de la defensa de Sócrates en tres sesiones diferentes para defenderse ante el tribunal y sus acusadores. La acusación que havia sobre Sócrates era falsa y la principal acusación hacia él, es que cuestionaba a los dioses del estado y corrompía a la juventud.
La obra parece tener tres partes, están diferenciadas ya que son sus tres discursos y están relacionados por que son parte del juicio que se hace en contra de Sócrates.
1ª Parte
En la primera parte de la obra, Sócrates realiza un discurso en defensa contra los que le acusaban. Se defiende de: Meleto, Licón y Ánito. Estos inculparon a Sócrates de:
- Cometer delito al investigar los fenómenos celestiales y subterráneos, ya que según ellos convierte el argumento más débil en el más fuerte.
- Otra acusación es que es un sofista, o sea, que cobra dinero a cambio de en señar.
- Una acusación más es que por la facilidad de palabra que tenia decían que se dedicaba a engañar a la gente.
- El ultimo delito por el cuál es acusado pero no el menos importante, es por pervertir a los jóvenes y por creer en unas divinidades nuevas y no en las que creía la ciudad.
Sócrates hace un discurso de su inocencia, insistiendo en que él claramente dice la verdad. Según él, su mala fama se debía a la sabiduría que poseía, esta mala fama se originó porque él se ponía a examinar a gente que se creía sabia, sin realmente ser personas con una gran sabiduría, y además les hacia conocer su imagen de ignorancia. Sócrates explicaba a los jueces que no poseía ninguna sabiduría, pero, en cambio, se consideraba más sabio que aquellos que presumían de tener una gran sabiduría.
Sócrates en el mismo discurso niega que se dedicase a enseñar y cobrase dinero por ello, lo que realmente era Sócrates era un antisofista (enseñaba, pero con un fin educativo, sin pedir dinero).
Sócrates también niega que tenga un lenguaje tan bueno como para conseguir engañar a las persona que él ensañaba, sino que era todo lo contrario, afirmaba que tenia problemas para expresarse lingüísticamente.
Asegura que cree en los dioses y que la acusación de ser una persona atea es falsa, porque según lo que afirma Meleto es que cree en otras divinidades distintas a los dioses en que cree la ciudad.
Sócrates también niega que este corrompiendo a los jóvenes, porque sino que explique Meleto porque los jóvenes y los que no son tan jóvenes disfrutaban observando cómo interrogaba a los que se creen sabios sin serlo.
Sócrates manifiesta que no teme a la muerte cuando se trata de la justicia, sino todo lo contrario. Si temiera a la muerte, entonces no creería en los dioses. Dice que no teme a la muerte porque él no ha sido como muchos otros acusados que llevaban a toda la familia al juicio para que le ayudasen a que los jueces le absolviesen de las criticas falsas. Sócrates acaba su defensa dejando la justicia en manos de los atenienses, es decir, los jueces y dejando claro que no es una persona atea
2ª Parte
Sócrates es condenado después de que todo el jurado haya votado, y comienza un nuevo discurso que empieza diciendo lo siguiente que si no le hubiesen acompañado Licón y Ànito, Meleto no hubiese osado acusarle ya que no habría conseguido una quinta parte de los votos y tendría que pagar una multa de mil dracmas.
Sócrates aseguro que por falta de tiempo no fue capaz de convencerles y deshacer las acusaciones que se habían producido sobre él, considera que deberían ponerle como condena una multa que estuviese dentro de sus posibilidades, pero los jueces decidieron condenarlo a la pena de muerte que fue la condena propuesta por Meleto.
3ª Parte
Aquí Sócrates lo que hace es despedirse de los jueces que le habían condenado y de los jueces que creían que era inocente. Sócrates les dice que si esperaban un poco más este hecho se daría natural dado la avanzada edad que tenia. Sócrates dice que cuando sé esta apunto de morir se hacen buenas predicciones y les predice que después de castigarle a él recibirán un fuerte castigo mucho más duro que el suyo de parte del dios Zeus.
Sócrates mientras hablaba con los jueces que votaron a su favor, les explicaba que no tenían porque temer a la muerte, sino que si eran hombres de bien nunca les pasaría nada malo en esta vida ni después de la muerte, ya que los dioses nunca se olvidan de sus problemas.
Sócrates, antes de morir, realiza una súplica a los jueces: que cuando sus hijos sean mayores les convenzan y les fustiguen como él hizo con ellos también
Sócrates en sus ultimas momentos de vida.
(Platón, Fedón, 114e—118ª)
A mí me llama ya ahora el destino, diría un héroe de tragedia, y casi es la hora de encaminarme al baño, pues me parece mejor beber el veneno una vez lavado y no causar a las mujeres la molestia de lavar un cadáver.
Al acabar de decir esto, le preguntó Critón:
—Está bien, Sócrates. Pero ¿qué nos encargas hacer a éstos o a mí, bien con respecto a tus hijos o con respecto a cualquier otra cosa, que pudiera ser más de tu agrado si lo hiciéramos?
—Lo que siempre estoy diciendo, Critón —respondió—, nada nuevo. Si os cuidáis de vosotros mismos, cualquier cosa que hagáis no sólo será de mi agrado, sino también del agrado de los míos y del propio vuestro, aunque ahora no lo reconozcáis. En cambio, si os descuidáis de vosotros mismos y no queréis vivir siguiendo, por decirlo así, las huellas de lo que ahora y en el pasado se ha dicho, por más que ahora hagáis muchas vehementes promesas, no conseguiréis nada.
—Descuida —replicó—, que pondremos nuestro empeño en hacerlo así. Pero ¿de qué manera debemos sepultarte?
—Como queráis —respondió—, si es que me cogéis y no me escapo de vosotros.
Y, a la vez que sonreía serenamente, nos dijo, dirigiendo su mirada hacia nosotros:
—No logro, amigos, convencer a Critón de que yo soy ese Sócrates que conversa ahora con vosotros y que ordena cada cosa que se dice, sino que cree que soy aquel que verá cadáver dentro de un rato, y me pregunta por eso cómo debe hacer mi sepelio. Y el que yo desde hace rato esté dando muchas razones para probar que, en cuanto beba el veneno, ya no permaneceré con vosotros, sino que me iré hacia una felicidad propia de bienaventurados, parécele vano empeño y que lo hago para consolaros a vosotros al tiempo que a mí mismo. Así que —agregó—, salidme fiadores ante Critón, pero de la fianza contraria a la que éste presentó ante los jueces. Pues éste garantizó que yo permanecería. Vosotros garantizad que no permaneceré una vez que muera, sino que me marcharé para que así Critón lo soporte mejor y, al ver quemar o enterrar mi cuerpo, no se irrite como si yo estuviera padeciendo cosas terribles, ni diga durante el funeral que expone, lleva a enterrar o está enterrando a Sócrates. Pues ten bien sabido, oh excelente Critón —añadió—, que el no hablar con propiedad no sólo es una falta en eso mismo, sino también produce mal en las almas. Ea, pues, es preciso que estés animoso, y que digas que es mi cuerpo lo que sepultas, y que lo sepultas como a ti te guste y pienses que está más de acuerdo con las costumbres.
Al terminar de decir esto, se levantó y se fue a una habitación para lavarse. Critón le siguió, pero a nosotros nos mandó que le esperáramos allí. Esperamos, pues, charlando entre nosotros sobre lo dicho y volviéndolo a considerar, a ratos, también comentando cuán grande era la desgracia que nos había acontecido, pues pensábamos que íbamos a pasar el resto de la vida huérfanos, como si hubiéramos sido privados de nuestro padre. Y una vez que se hubo lavado y trajeron a su lado a sus hijos —pues tenía dos pequeños y uno ya crecido— y llegaron también las mujeres de su familia, conversó con ellos en presencia de Critón y, después de hacerles las recomendaciones que quiso, ordenó retirarse a las mujeres y a los niños, y vino a reunirse con nosotros. El sol estaba ya cerca de su ocaso, pues había pasado mucho tiempo dentro. Llegó recién lavado, se sentó, y después de esto no se habló mucho. Vino el servidor de los Once y, deteniéndose a su lado, le dijo:
—Oh Sócrates, no te censuraré a ti lo que censuro a los demás, el que se irritan contra mí y me maldicen cuando les transmito la orden de beber el veneno que me dan los magistrados. Pero tú, lo he reconocido en otras ocasiones durante todo este tiempo, eres el hombre más noble, de mayor mansedumbre y mejor de los que han llegado aquí, y ahora también sé que no estás enojado conmigo, sino con los que sabes que son los culpables. Así que ahora, puesto que conoces el mensaje que te traigo, salud, e intenta soportar con la mayor resignación lo necesario. Y rompiendo a llorar, diose la vuelta y se retiró.
Sócrates, entonces, levantando su mirada hacia él, le dijo:
—También tú recibe mi saludo, que nosotros así lo haremos.
Y, dirigiéndose después a nosotros, agregó:
—¡Qué hombre tan amable! Durante todo el tiempo que he pasado aquí vino a verme, charló de vez en cuando conmigo y fue el mejor de los hombres. Y ahora ¡qué noblemente me llora! Así que, hagámosle caso, Critón, y que traiga alguno el veneno, si es que está triturado. Y si no, que lo triture nuestro hombre.
—Pero, Sócrates —le dijo Critón—, el sol, según creo, está todavía sobre las montañas y aún no se ha puesto. Y me consta, además, que ha habido otros que lo han tomado mucho después de haberles sido comunicada la orden y tras haber comido y bebido a placer, y algunos, incluso, tras haber tenido contacto con aquellos que deseaban. Ea, pues, no te apresures, que todavía hay tiempo.
—Es natural que obren así, Critón —repuso Sócrates—, ésos que tú dices, pues creen sacar provecho al hacer eso. Pero también es natural que yo no lo haga, porque no creo que saque otro provecho, al beberlo un poco después, que el de incurrir en ridículo conmigo mismo, mostrándome ansioso y avaro de la vida cuando ya no me queda ni una brizna. Anda, obedéceme —terminó— y haz como te digo.
Al oírle, Critón hizo una señal con la cabeza a un esclavo que estaba a su lado. Salió éste y, después de un largo rato, regresó con el que debía darle el veneno, que traía triturado en una copa. Al verle, Sócrates le preguntó:
—Y bien, buen hombre, tú que entiendes de estas cosas, ¿qué debo hacer?
—Nada más que beberlo y pasearte —le respondió— hasta que se te pongan las piernas pesadas, y luego tumbarte. Así hará su efecto.
Y, a la vez que dijo esto, tendió la copa a Sócrates.
Tomola éste con gran tranquilidad, sin el más leve temblor y sin alterarse en lo más mínimo ni en su color ni en su semblante, miró al individuo de frente, según tenía por costumbre, y le dijo:
—¿Qué dices de esta bebida con respecto a hacer una libación a alguna divinidad? ¿Se puede o no?
—Tan sólo trituramos, Sócrates —le respondió—, la cantidad que juzgamos precisa para beber.
—Me doy cuenta —contestó—. Pero al menos es posible, y también se debe, suplicar a los dioses que resulte feliz mi emigración de aquí a allá. Esto es lo que suplico: ¡que así sea!
Y después de decir estas palabras, lo bebió, conteniendo la respiración, sin repugnancia y sin dificultad.
Hasta este momento la mayor parte de nosotros fue bastante capaz de contener el llanto; pero cuando le vimos beber y cómo lo había bebido, ya no pudimos contenernos. A mí también, y contra mi voluntad, caíanme las lágrimas a raudales, de tal manera que, cubriéndome el rostro, lloré por mí mismo, pues ciertamente no era por aquél por quien lloraba, sino por mi propia desventura, al haber sido privado de tal amigo. Critón, como aun antes que yo no había sido capaz de contener las lágrimas, se había levantado. Y Apolodoro, que ya con anterioridad no había cesado un momento de llorar, rompió a gemir entonces, entre lágrimas y demostraciones de indignación, de tal forma que no hubo nadie de los presentes, con excepción del propio Sócrates, a quien no conmoviera.
Pero entonces nos dijo:
—¿Qué hacéis, hombres extraños? Si mandé afuera a las mujeres fue por esto en especial, para que no importunasen de ese modo, pues tengo oído que se debe morir entre palabras de buen augurio. Ea, pues, estad tranquilos y mostraos fuertes.
Y, al oírle nosotros, sentimos vergüenza y contuvimos el llanto. Él, por su parte, después de haberse paseado, cuando dijo que se le ponían pesadas las piernas, se acostó boca arriba, pues así se lo había aconsejado el hombre. Al mismo tiempo, el que le había dado el veneno le cogió los pies y las piernas y se los observaba a intervalos. Luego, le apretó fuertemente el pie y le preguntó si lo sentía. Sócrates dijo que no. A continuación hizo lo mismo con las piernas y, yendo subiendo de este modo, nos mostró que se iba enfriando y quedándose rígido. Y siguiole tocando y nos dijo que cuando le llegara al corazón se moriría.
Tenía ya casi fría la región del vientre cuando, descubriendo su rostro —pues se lo había cubierto—, dijo éstas, que fueron sus últimas palabras:
—Oh, Critón, debemos un gallo a Asclepio. Pagad la deuda y no la paséis por alto.
—Descuida, que así se hará —le respondió Critón—. Mira si tienes que decir algo más.
A esta pregunta de Critón ya no contestó, sino que, al cabo de un rato, tuvo un estremecimiento y el hombre le descubrió: tenía la mirada inmóvil. Al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos.
Así fue el fin de nuestro amigo, de un varón que, como podríamos afirmar, fue el mejor, a más de ser el más sensato y justo de los hombres de su tiempo que tratamos.
(Platón, Fedón, 114e—118a)
Muerte de Sócrates por el pintor francés David
Dos figuras ejemplares: Cristo y Sócrates
La vida, la obra, la muerte de Sócrates son tan excepcionalmente raros que su figura es “comparable” a la de Cristo, cuyo significado histórico rebasa la importancia que pueda asignársele desde el punto de vista estrictamente religioso.
Tanto Cristo como Sócrates eran considerados personas enigmáticas por sus contemporáneos. Ninguno de los dos escribió su mensaje, lo que significa que dependemos totalmente de la imagen que de ellos dejaron sus discípulos. Lo que está por encima de cualquier duda, es que los dos eran maestros en el arte de conversar, en el caso de Jesús, a través de parábolas. Además, hablaban de una manera que fascinaba e irritaba. Y los dos pensaban que hablaban en nombre de algo mucho mayor que ellos mismos. Tenían una misión entre los hombres. Desafiaron a los poderosos de la sociedad, criticando toda clase de injusticia y abuso de poder. Y finalmente: esta actividad les costaría la vida.
También en lo que se refiere a los juicios contra Jesús y Sócrates, vemos varios puntos comunes. Los dos podrían haber suplicado clemencia y haber salvado, así, la vida. Pero pensaban que tenían una vocación que habrían traicionado si no hubieran ido hasta el final. Precisamente yendo a la muerte con la cabeza erguida, reunirían a miles de partidarios también después de su muerte.
Los dos no fueron iguales, pero los dos tenían un mensaje que no puede ser separado de su coraje personal.
Conclusión
Como pudimos ver a lo largo de la monografía, Sócrates no era menos que un gran pensador y un gran filosofo. No lo acompaño el momento, sus ideas probablemente eran demasiado avanzadas con respecto a lo que se vivía, quizás el fue uno de los pocos en ese momento que realmente se detuvo a pensar, que era la verdadera inteligencia y verdadero conocimiento.
Esto nos lleva a contestar la pregunta que establecimos al principio. Si el realmente era tan ignorante como decía lo dudo, pero sí tan ignorante como cualquiera de nosotros, con la capacidad de reconocer que nadie es tan suficientemente inteligente como para saber todo, que la ignorancia siempre existe en cada uno de nosotros, y que si hay uno que cree que lo sabe todo, ese es el mas ignorante.
Aquí se ve claramente la ironía de Sócrates, sabiendo el que los sofistas eran mucho mas ignorantes que el, los dejaba creer al principio que ellos eran mas sabios, y esto poco a poco se iba dando vuelta a medida que las discusiones avanzaban, hasta que era claro que Sócrates podía llegar a dominarte con las palabras, y era por eso que nadie lo quería, todo aquel que se le enfrentara, sabia muy bien que no le iba a poder ganar, que iba a ser una humillación.
Creo yo que la envidia de la gente fue la que lo llevo a juicio, claro esta que las acusaciones de el no eran ciertas, el logro defenderse muy bien, pero nadie lo quería y aunque en el fondo todos sabían que el era inocente, no lo podían dejar vivir, porque su inteligencia los superaba.
Indice
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Prologo ............................................................................. Pág. 01
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Vida de Sócrates ................................................................ Pág. 02
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La diferencia entre Sócrates y los Sofistas ............................ Pág. 03
La arete de Sócrates y la de los Sofistas
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Métodos de Sócrates .......................................................... Pág. 05
Ironía
Mayéutica
Sócrates define su actividad y su método
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La apología de Sócrates ...................................................... Pág. 07
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Sócrates en los últimos momentos de vida ........................... Pág. 09
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Dos figuras ejemplares: Cristo y Sócrates ............................. Pág. 13
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Conclusión ......................................................................... Pág. 14
Bibliografía
Internet:
http://clientes.vianetworks.es/empresas/lua911/html/rincon.html
http://revivir.tripod.com/socrates.htm
http://www.librolibre.org.ni/DocPo./verdad/razon/griegos/socrates.html
http://usuarios.lycos.es/Cantemar/MuerteSocrates.html
Libro:
Apuntes
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Enviado por: | Mecheuy |
Idioma: | castellano |
País: | Uruguay |