Pedagogía


Sexismo. Feminismo liberal. Androcentrismo


SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN

FEMINISMO

EXAMEN 2º CUATRIMESTRE

  • Criticas al Feminismo Liberal desde el resto de feminismos y sus consecuencias educativas.

  • El feminismo liberal surge en la época de la Ilustración con el movimiento sufragista en EE.UU., por el cual las mujeres demandaban el derecho al voto y que las leyes les reconocieran, es decir, demandaban una igualdad de derechos tanto para hombres como para mujeres ya que hasta el momento la mujer había sido discriminada en todos los sentidos.

    El movimiento feminista, en general, surgió por una escisión en los partidos de izquierdas entre mujeres y hombres por que las mujeres, incluso dentro de su propio partido, se sentían desplazadas y sin ningún poder.

    La 2ª ola del feminismo se produce en los años 60, cuando se producen movilizaciones cuya base principal son los problemas a los que se enfrentan las mujeres en el ámbito privado y con el patriarcado.

    Este impulso feminista da lugar a tres perspectivas: el feminismo liberal, el feminismo radical y el feminismo socialista. Tienen en común la idea de una ampliación de derechos, la plena igualdad y la reivindicación de una libre sexualidad; aunque con más profundidad, cada feminismo establece un enfoque diferenciado y una reflexión propia.

    El feminismo liberal, al igual que los demás feminismos, reclama el derecho al aborto, derecho a la educación, igualdad de oportunidades, etc. Demandan autonomía e igualdad frente a los varones.

    El objetivo del feminismo liberal es la incorporación de las mujeres al campo público, por ello es por lo que conceden una mayor importancia en su discurso a la distinción entre lo público y lo privado y por lo que es criticado por los demás feminismos ya que el feminismo liberal no discute la dicotomía de las dos esferas, ni el hecho de que las mujeres pertenezcan a la esfera privada.

    El feminismo, en general, hace una distinción entre el mundo público, que es el del Estado, la política, el gobierno, que está regulado mediante unas leyes; y el mundo privado, que engloba la familia, el hogar, etc., que es desde donde las mujeres se ven sometidas bajo el poder del varón.

    Carole Paterman critica este feminismo, ya que deja que las mujeres acudan al espacio público sin abandonar el privado mediante la firma de un contrato sexual a través del matrimonio y que les hace estar sujetas al hogar (“la pauta de entrada al ámbito público es el matrimonio”); es una historia de sujeción diferente a la del contrato social que es una historia de libertad.

    Este feminismo revindica el acceso al mundo laboral de las mujeres pero sin abandonar el mundo privado, las tareas del hogar, lo cuál hace que las mujeres se sientan culpables al no poder cumplir con todas sus “obligaciones”. La mujer se incorpora al espacio público sin abandonar el espacio privado, es decir, el rol de ama de casa, un espacio de sujeción, el cual no tiene valor social y se encuentra devaluado y silenciado.

    La mujer liberal debe ser en primer término esposa y madre, y para encontrar su identidad debe acudir a la esfera pública pero sin abandonar la privada, esto es, que la problemática del feminismo liberal radica en su intento por conciliar la esfera pública y la privada ya se quiere unir las obligaciones como madre y esposa con las de trabajadora asalariada y profesional (lo que ha llevado a la mujer a padecer el “síndrome de la mujer 10”)

    Es por ello por lo que Betty Friedan reclama que el trabajo de ama de casa se reconozca como un trabajo remunerado, así puede que no se considere a la ama de casa como un modelo degradado y sin valor.

    Betty Friedan es una de las autoras más representativas del feminismo liberal, y con su obra “La mística de la feminidad” explica el malestar de las mujeres tras la postguerra en los años 40-50, debido a su introducción en el trabajo en la guerra y su posterior retiro al hogar de nuevo con la llegada de los soldados.

    En el campo privado se denuncia que se carece de libertad ya que las mujeres se ven sometidas a estar continuamente en movimiento, no dejan nunca de estar activas en el trabajo del hogar porque siempre se tienen obligaciones y nunca están libres.

    A las mujeres se las sitúa en al campo privado por estar ligadas al campo de reproducción que esta relacionado con las necesidades; mientras que los hombres están más relacionados con el campo de producción que se sitúa en el campo público.

    Desde este feminismo, el autor Stuart Mill afirma que las mujeres están sujetas al dominio del varón, no por su determinada anatomía sino debido a una privación cultural mediante la que se les niega su propia cultura, es decir, se oculta la función de la “madre” como la que mantiene a los hombres, que son los que ejercen de ciudadanos libres. Por el contrario, desde el feminismo radical, y según Shulamith Fireston, los orígenes de la opresión no están en el patriarcado como estructura social y cultural, sino en la propia biología de la mujer que la vincula inexorablemente a la función reproductora.

    Lo malo, es que este feminismo (el liberal) substituye lo macro, que será el patriarcado, por lo micro, que serían los problemas con el cónyuge.

    A partir de los años 60-70 comienzan a darse cuenta de que sus peticiones no habían sido atendidas y seguían estando marginadas y oprimidas. Es por ello por lo que surge una nueva concepción del feminismo, el feminismo radical, y se plantean la incorporación de la mujer a la vida pública además de una igualdad formal; pero no lograban poner de manifiesto y denunciar la estructura de relaciones de poder entre hombres y mujeres.

    También, desde el feminismo radical se critica que las leyes, las que solicitaban las feministas liberales, son igualitarias pero que en realidad se sigue manteniendo la desigualdad social mediante el sistema patriarcal ya que éste es un problema de conocimiento (Popper) desde una mirada androcéntrica y distorsionada, por ello piden politizar también el espacio privado con el lema “lo personal es político”, con el que pretendían llamar la atención sobre los conflictos y problemas a los que se enfrentan las mujeres en el ámbito privado; idea que también apoya el feminismo socialista. Además ponen de relieve el que las feministas liberales no tuvieron en cuenta la violencia sexual, sobre la que se asienta fundamentalmente el patriarcado; término que hace referencia a la sumisión de la mujer frente al hombre por el simple hecho de pertenecer al sexo femenino.

    Del feminismo radical surge una escisión que pasa a denominarse el feminismo de la diferencia, por el que las mujeres buscan el diferenciarse del varón por el mero hecho de que son diferentes, sobre todo en el factor biológico que para algunas autoras, como Fireston, marcan irremediablemente la naturaleza femenina y el sistema de roles basado en el sexo (como anteriormente se había dicho).

    A partir de los años 80, aproximadamente, surge el llamado feminismo cultural que se ocupaba de los intereses de las mujeres, de sus vínculos afectivos y sus preocupaciones; en definitiva, de la cultura femenina exclusivamente y ya no de la opresión masculina como los anteriores feminismos ya que este era más un análisis psicológico de los vínculos sociales y culturales que marcan la forma en que las mujeres se relacionan.

    Sin embargo, desde el feminismo postmoderno se hace más bien un análisis filosófico que se va extendiendo al ámbito social. Se rechaza la concepción de “la mujer” como sujeto único ya que hay una diversidad (lesbianas, negras,...); es por ello por lo que desde este feminismo se denuncia la razón entendida como “razón masculina” en la filosofía racionalista o en el pensamiento científico al igual que en los relatos históricos sesgados por la perspectiva patriarcal e impregnada por un universalismo que en realidad oculta la diferencia, la particularidad de la perspectiva femenina.

    El feminismo socialista surge del marxismo pero lo critica por no contar con la desigualdad sexual.

    Al contrario que el feminismo liberal, analizan la opresión en términos económicos, es decir, igualar para hombres y mujeres los términos de producción, ya que los hombres ganan un salario más alto en comparación con las mujeres. Además, con la teoría del doble sistema denuncian que la causa y el origen de la subordinación de las mujeres se explica mediante la unión del capitalismo y el patriarcado, lo cuál el feminismo liberal ni menciona.

    También afirma que la dominación está en el espacio público además de en el campo privado o familiar que también es sexista.

    Este feminismo afirma que es la capacidad de reproducción es lo que hace valiosas a las mujeres.

    En definitiva, se podría afirmar que desde el feminismo socialista se expone que la opresión es fundamentalmente una consecuencia del capitalismo pero que desde el feminismo liberal es debido a una injusta adjudicación de derechos y oportunidades.

    Con todo ello, el ecofeminismo destapa una nueva forma de opresión que los demás feminismos no habían tenido en cuenta: el dominio de los varones sobre la naturaleza, con la que las mujeres mantienen una analogía (caótica, salvaje), como símbolo de poder androcéntrico.

    Critica la ciencia y la razón tecnológica que se produce desde la perspectiva masculina ya que producen nuevas substancias contaminantes.

    Las teóricas feministas hablan de una ciencia que defienda tanto su emancipación e igualdad como la protección de la naturaleza.

    La principal diferencia de este feminismo es que introduce la naturaleza, y se cuestiona la separación entre esta y la sociedad que afecta de forma negativa al medio ambiente.

    Desde esta perspectiva se busca un modelo escolar que no devalúe la naturaleza ya que el modelo actual considera la naturaleza como ilimitada lo cuál conllevará a la destrucción total del medio ambiente. Con ello se busca concienciar a las nuevas generaciones en el trato respetuoso a la naturaleza a la vez que también se les enseñe a respetar como ser humano a la mujer.

    Para cerrar, se podría afirmar que estos enfoques son macroestructurales, es decir, que no aclaran como viven las mujeres reales sino que son teorías que intentan sacar a la luz los problemas que, desde el punto de vista de cada orientación, se le plantean a las mujeres.

    La repercusión del feminismo en la educación ha sido transformarla, no sólo para lograr la total incorporación de la mujer a la sociedad, sino también como elemento de concienciación feminista, por ser la educación un factor fundamental en la socialización de los más jóvenes. Es por ello por lo que desde el feminismo siempre se ha demandado una coeducación, para dar las mismas oportunidades a los hombres que a las mujeres; así, las mujeres, entrarán al mundo laboral a través de la educación y podrán conseguir así una independencia económica.

    Desde la crítica feminista se pide la revisión de la política escolar para corregir la parcialidad androcéntrica que se da en la escuela.

    Desde el modelo liberal se pide la eliminación de los estereotipos de género de determinados tipos de estudios y profesiones, para ello se ha de persuadir a las niñas a que se dirijan a opciones curriculares tradicionalmente dominadas por niños, la revisión de los estereotipos de género en los libros de texto la garantía de igualdad entre los sexos en el uso de los recursos educativos. Así este feminismo valora sólo la esfera pública en la escuela a partir de una idea homogénea de cultura.

    Desde el modelo radical se demanda que se reconozcan la existencia de relaciones de poder entre hombres y mujeres, y el papel de la escuela en su reproducción y legitimación. Las políticas de cambio radical deben dirigirse a construir una educación basada en la experiencia femenina.

    En contraposición al feminismo liberal, el feminismo radical critica no sólo la esfera pública sino también a la familia como espacio social en donde se produce la desigualdad sexual; así mismo las leyes y derechos democráticos no son suficientes para eliminar el poder del mundo masculino sobre el femenino.

    Sin embargo, la escuela no recoge la cultura ni la doble socialización sino que la homogeniza bajo una masculinización o bajo la cultura masculina, es decir, la experiencia femenina no se reconoce en la institución educativa y por lo tanto no la valora y la invisiviliza; lo cuál conlleva a la negación y la devaluación de la cultura del mundo doméstico.

    En definitiva, en la escuela se ofrece una cultura homogenizante que niega la genealogía femenina, por lo tanto la igualdad escolar se consigue a través de la masculinización ya que se obvia la cultura femenina en el currículum escolar. Además, la escuela invisiviliza el mundo privado y lo utiliza como mecanismo de dominación ya que ni el espacio privado ni las clases sociales están incorporadas en el currículum escolar.

  • Androcentrismo en la educación:

  • Una definición aproximada del androcentrismo respondería a: un concepto que remite al sexismo, ya que coloca al hombre (andros) en el centro, construyendo alrededor del sexo una jerarquía en la que ellos son los que dominan al “sexo débil”.

    El androcentrismo hace referencia a las formas de saber distorsionadas que se imponen desde la cultura dominante, en este caso la masculina. Además, no sólo se distorsiona la realidad sino que también se hace una reducción de ésta ya que se imponen ideas universalistas a partir de ideas o hechos particulares, teniendo sólo en cuenta el punto de vista masculino.

    Este punto de vista-el masculino- también se ve representado en el saber científico, ya que la ciencia se construye bajo arquetipos masculinos, es decir, bajo la apariencia de neutralidad se oculta una masculinización. El androcentrismo es un campo cultural y social que se ve reflejado en el conocimiento científico como un tipo de dominación desde el campo de las creencias, esto significa que se impone una violencia simbólica, lo cuál representa la capacidad de imponer significaciones como legitimas (auténticas) para ocultar las relaciones de fuerza impuestas por una cultura “superior”; esas significaciones se tratan de definiciones morales y de realidad que nos indican como debemos de comportarnos social y culturalmente (lo “bueno” y lo “malo”, lo que se “debe” hacer y lo que no)

    Ya desde los tiempos clásicos los rasgos del “superhombre” han sido un referente histórico para toda la humanidad, es decir, el hombre era considerado como la medida de todas las cosas y por lo tanto su máximo representante, y como consecuencia la mujer nunca podrá llegar a ser considerada “un ser perfecto” y por tanto estará siempre infravalorada.

    Esta distorsión y reduccionismo de la cultura y la historia, hacen que la mujer quede relegada a un segundo plano por el efecto de la mirada masculina que lo abarca todo, lo que conlleva a la devaluación de los valores femeninos ¿y, como ha llegado a ser así?. Debido a que el saber, históricamente, ha sido producido por la élite de varones; éstos actúan bajo el concepto del patriarcado que remite a: las formas de poder ejercidas sobre las mujeres desde el ámbito familiar ya que es el hombre el que lo controla todo, desde cada miembro de su familia hasta las relaciones políticas y jurídicas, siendo el patriarcado otra forma de dominación y desigualdad basada en el “detalle anatómico o biológico a través del cuál se establecen dos tipos diferenciados de humanidad. En esta dualidad se distinguen dos grupos claros en los que la humanidad masculina posee los valores positivos como son: la razón, la independencia, la fuerza,...; mientras que la humanidad femenina ostenta los valores negativos como: la debilidad, la indomabilidad, se les relaciona con la naturaleza (salvaje),...; a grandes rasgos se podría definir como: hombres = razón / mujeres = biología. Pero lo se reivindica desde los colectivos de mujeres es que la razón no es una cuestión de género o sexo sino una variable de especie.

    El androcentrismo se fundamenta en el factor biológico (procreación), que diferencia a las mujeres de los hombres ya que en base al sexo se tiene un destino social y cultural u otro; de ahí que se establezca el sistema sexo / género, el cuál acuñó la autora Gayle Rubin. Este sistema se compone por: sexo = por el factor biológico, y género = concepto relacionado con la sociedad y la cultura. A través de este sistema la sociedad transforma la anatomía en un sistema de imposición de un modelo de comportamiento generalizando así a la humanidad; y a partir de esto se deduce que el androcentrismo es un mecanismo cultural que parte de la transformación anatómica para imponer un modelo de socialización según su sexo, lo cuál implica la jerarquización de la humanidad.

    Al estar todo el sistema cultural bajo la autocracia masculina, son aplicados a toda la sociedad los valores masculinos, convirtiéndose así el hombre en el máximo representante de la humanidad (como ya se apuntaba anteriormente), y en consecuencia en el protagonista de los hechos históricos lo cuál significa una ocultación de la identidad histórica de las mujeres frente a la sociedad que a su vez comporta el empobrecimiento de la cultura. Asimismo, al universalizar los valores masculinos se hace una construcción histórica alrededor de una realidad formada por la sociedad y por la cultura, por lo tanto, al ser una construcción esa realidad se puede cambiar (quizás haya esperanza para las mujeres después de todo [OPINIÓN])

    Precisamente, es durante la infancia cuando aprendemos los valores sociales y culturales a través de nuestros padres, y estos valores son los que nos enseñan a actuar y los que nos invitan a pensar en la superioridad o inferioridad de un sexo u otro. Es un proceso de aprendizaje o socialización que a su vez se ve reflejado en el sistema educativo y en el currículum escolar, por tanto esto es una fiel prueba de que en la escuela también hay huella del androcentrismo.

    El sistema educativo ha ido evolucionando a lo largo del tiempo: desde una educación de roles separados, pasando por una escuela mixta -modelo actualmente vigente-, hasta la escuela que se pretende conseguir que sería una institución “coeducativa”.

    Los modelos educativos se basan en diferentes sistemas culturales con sus valores, normas, legitimaciones y sustentados por un conocimiento empírico; que están definidos y orientados hacia el trabajo educativo y fijan el camino que debe seguir la educación de los niños y las niñas.

    Asimismo, a lo largo de la historia la educación se ha ido acoplando a los distintos sistemas culturales vigentes en cada momento. Por ello, la educación de roles separados encaja en un modelo de escuela tradicional en el que hay una pedagogía y un currículum diferente para niños y niñas. Se basa en un discurso de diferencias naturales en las aptitudes y capacidades de cada sexo. Se asignarán los roles sexuales por medio de un currículo diferenciado y jerárquico en el que los niños aprenden para desenvolverse en el mundo del trabajo mientras que las niñas son educadas para el trabajo doméstico.

    Sin embargo, en este sistema educativo los valores femeninos son visibles, pero de forma devaluada.

    Los valores de este sistema cultural se basan en el desarrollo de cada rol sexual, de los papeles y su socialización; y la norma a seguir es la separación física entre niños y niñas además de las diferentes pedagogías y curriculum para cada sexo.

    Hoy en día se impone el sistema cultural de la escuela mixta, en el que se defiende una educación conjunta para niños y niñas, con una educación igual para ambos sexos tanto en el ámbito curricular como pedagógico.

    En este sistema el profesorado defiende que mantiene una institución neutral con respecto al tratamiento entre niños y niñas, y que las desigualdades son producidas en el exterior de la institución educativa, es decir, son consecuencia de la socialización familiar, así la escuela no se hace responsable ya que se basa en la meritocracia, por la cuál cada individuo obtiene lo que se merece según su rendimiento. Pero la realidad es que la escuela homogeniza a todo el alumnado, tanto a niñas como a niños, bajo una masculinización; así las niñas deben “transvertirse” continuamente y vivir entre el rol masculino, que deben ejercen en la escuela, y el rol femenino, que ejercen en fuera de la institución escolar ya que dentro de éste no esta valorado e incluso se penaliza, es decir, que si quieres ser buena estudiante tienes que aceptar la masculinidad bajo una igualdad formal que a la hora de la verdad se transforma en desigualdad cuando las chicas eligen un futuro en la elección de una carrera u otra, ya que eligen en función de la “ética del cuidado” (Carol Guilligan), producto de su primera socialización, por la cuál las opciones elegidas están basadas en la preocupación por el prójimo, y que están relacionadas con la educación, la enfermería, etc.; mientras que los hicos ostentan carreras con un mayor prestigio social y con una caché más alto.

    El sistema educativo no valora la “ética del cuidado” pero sí que tiene un valor en cuanto a supervivencia social aunque el modelo más valorado socialmente sea el masculino. De este modo, las profesoras pierden autoridad cuanto más se acercan a su modelo cultural, por ello tienen que negar su origen y masculinizarse para poder imponerse a su alumnado.

    Continuando con la línea de discurso de las diferentes escuelas que ha habido a lo largo de la historia se podría decir que: el cambio de escuela segregada en función del sexo a un currículum uniforme se produce hacia los años 70, lo cuál abre las puertas de la institución escolar a las mujeres entrando este colectivo masivamente a los estudios superiores, pero ello no significa que ya no quede rastro del sexismo en la escuela sino todo lo contrario ya que aún se sigue negando la historia y la diversidad de la cultura femenina.

    Es por ello por lo que se demanda una revisión del currículum que incorpore la historia de las mujeres sin generalizar, sino atendiendo a una diversidad, porque no todas las mujeres son iguales.

    Este tipo de sistema cultural estaría dentro de una escuela coeducativa.

    Sería un sistema cultural que tendrá en cuenta las diferencias entre los grupos sociales y sexuales como un factor relevante para la educación de niños y niñas, es decir, en este sistema se reconocerían como valores culturales importantes el conjunto de valores y prácticas tradicionalmente asociados al mundo femenino. La escuela es considerada como reproductora de la desigualdad entre niños y niñas, y el profesorado ve estas desigualdades y las reconoce pero, por otro lado, intentan introducir los valores femeninos silenciados y extenderlos a todo el alumnado, tanto femenino como masculino.

    Pero este modelo escolar es un modelo hipotético que se pretende conseguir.

    Como conclusión, se podría afirmar que el androcentrismo esta presente en todos los ámbitos de nuestra vida, y más concretamente en el ámbito educativo puesto que a las niñas se les enseña que “nunca podrán llegar a ser el ser humano perfecto”, siempre estarán a la sombra de un hombre[OPINIÓN]

    Por ello, las niñas deben masculinizarse, para llegar al nivel exigido por la institución escolar y así obtener los impuestos meritocráticos que le permitan elegir lo que ellas deseen, pero tropiezan con la elección que todo el mundo (o sociedad) espera que escoja, la que más se ajusta a su rol de mujer: la del cuidado de los demás, el cual estará menos valorado, como todo lo referente a la cultura de las mujeres.

  • Comenta la siguiente frase:

  • Las niñas son invitadas a participar pero no a ser protagonistas en la institución escolar.

    La investigación sobre el sexismo en la escuela tiene lugar fundamentalmente a lo largo de los años 80, ya que anteriormente la sociología de la educación ignoró la cuestión de la desigualdad social; supuestamente debido a que la escuela, hasta los años 60, fue considerada como la mejor forma de garantizar la igualdad de oportunidades ya que permitía que cada individuo alcanzase el nivel de estudios que respondiera a sus capacidades y méritos y, en consecuencia acceder a mejores puestos de trabajo.

    Pero, todo esto se vino abajo con la crisis económica y educativa de los años 70 ya que se destapó que el éxito o fracaso escolar dependía sobre todo del origen social de los sujetos, reproduciendo así las desigualdades entre los grupos sociales.

    Aunque el sexismo funciona de forma implícita (oculta) a través de las expectativas del profesorado o los modelos de género que vienen ya impuestos por la primera socialización-aparte de más cosas- todo ello incide en el comportamiento del alumnado. Pero esa discriminación sexual es más difícil de descubrir debido a que las niñas rinden más que los niños y ello se demuestra en las medias académicas de las niñas, que son más altas pero que no les sirven de mucho porque a la hora de elegir estudios tienden a elegir profesiones menos valoradas y relacionadas con las funciones del cuidado de los demás; tal y como afirma Carol Guilligan, autora que acuña el término de la “ética del cuidado”-como se apuntaba en la anterior pregunta-no como una predisposición natural o biológica sino que viene dada por el contexto natural; al contrario que la opinión de la autora Nel Noddings, que distingue entre un “cuidado natural” y un “cuidado ético” que requiere de una reflexión moral.

    Pero, aunque el índice del fracaso femenino no sea alto hay un sexismo que actúa ocultamente ya que a las niñas se las acepta en la escuela mediante los mismos procedimientos que a los niños, lo cuál supone una masculinización, y, por lo tanto se podría afirmar que las niñas “son invitadas a participar y no a ser protagonistas” ya que no son las protagonistas del sistema escolar, en cambio los niños sí puesto que el sistema escolar esta hecho por y para ellos.

    La primera desigualdad se produce en el currículum explícito, es decir, en el que es currículum propiamente dicho.

    Esto es, que las chicas, a la hora de elegir asignaturas, se inclinan más hacia la rama de humanidades mientras que en FP se decantan por la educación y el cuidado estético. En cambio los chicos se encaminan hacia los estudios matemáticos y técnicos, relacionados con ramas más próximas a los roles masculinos; al igual que en la elección de las asignaturas optativas.

    Esto no es debido al fracaso del sector femenino en los estudios de tipo técnico sino que es causado por las influencias que reciben del exterior como profesores, familiares, medios de comunicación, etc.

    Los libros también son una fuente de discriminación sexual, ya que, en su mayoría, los temas que se tratan están con la historia de los hombres; y sí aparece alguna referencia a alguna mujer ésta se ajusta más a un arquetipo viril que a una postura femenina.

    En definitiva, el lenguaje, las ilustraciones, y los contenidos producen una visión androcéntrica y clasista de la historia porque también se excluyen los grupos minoritarios.

    Pero, el sexismo no sólo está presente en el currículum explícito sino también en el currículum oculto, es decir, en la transmisión cultural de los estereotipos de género que se realiza a través de la visión y las expectativas del profesorado hacia el comportamiento del alumnado.

    Todo ello se ve reflejado en el lenguaje que utiliza el profesorado ya que es distintivo para niños y niñas, como por ejemplo: el lenguaje empleado para dirigirse a las niñas es más adjetivado, lo cual conlleva a la construcción de género para así poder identificar rápidamente las conductas desviadas y poder proceder con una mayor eficacia a eliminarlas o etiquetarlas, lo cual lo convierte en un motivo más de discriminación.

    También el profesorado proyecta sus expectativas en relación a la elección de los estudios, lo cuál se basa en prejuicios sexistas debido a que tienen mayores expectativas de que sean los niños quienes puedan tener un futuro más brillante en el ámbito de las ciencias.

    Sin embargo, los profesores no se ven a sí mismos como transmisores de esos prejuicios sexistas, simplemente culpan a la familia; pero la realidad es que son reforzadores de las definiciones de los géneros y los roles sexuales.

    Todas esas ideas (y más) han salido a la luz en la investigación realizada por Marina Subirats y Cristina Brullet en su libro “Rosa y Azul”, en el que se investigan 11 centros de primaria de Cataluña (tanto públicos como privados). Se trata de un estudio complejo en el que se utilizan técnicas cualitativas como: entrevistas abiertas a maestros y maestras, y métodos cuantitativos como son las grabaciones magnetofónicas y de vídeo en el entorno natural, dígase el aula.

    En esta investigación se llegan a conclusiones en relación a las desigualdades que se producen en el aula como:

    • Se sigue dirigiendo a las niñas hacia determinados estudios, que son los que dan lugar a profesiones con una mayor tradición femenina y que, casualmente, son las que tienen menores posibilidades en el mercado del trabajo y las que obtiene menores remuneraciones.

    • La ordenación educativa sexista tiene consecuencias en la internalización de unas pautas de género diferenciadas, las cuales comportan distintos tipos de expectativas y posibilidades, además de una jerarquización de los individuos.

    • ¿Es posible que los docentes traten de forma más favorable a las niñas?. Esta probado que los niños reciben mayor desaprobación y más críticas en voz dura, mientras que a las niñas es con voz más suave. Lo cual nos lleva a la conclusión que a las niñas se las trata de un modo más dulce y a los niños de un modo más rudo (los niños no lloran, deben ser más fuertes y soportar más cosas)

    • En cuanto a los resultados académicos, las niñas tienen una temprana maduración y quizás es por ello por lo que obtengan mejores resultados que los niños.

    • Los docentes prestan mayor atención a los niños, dándoles un mayor número de instrucciones pero también de críticas. Además, los niños interactúan más con el docente que las niñas; probablemente esto sea debido a las expectativas que proyecta el profesor/a a sus alumnos ya que este, el docente, adecua los contenidos según vayan dirigidos a chicas o chicos.

    • Pero, aparte del aspecto cuantitativo del análisis de la interacción también está el aspecto cualitativo que se observa en la exploración del currículum oculto, al tratar de establecer cuál es el sistema de valores transmitido, y así con ello se hace una diferenciación de los individuos, al establecer unas pautas de género, las cuales forman parte del sistema cultural.

    Esto puede ser un indicador de la estructura patriarcal subyacente en el sistema educativo.

    • Se hacen diferenciaciones con respecto al carácter diferente de niños y niñas: ellos son más independientes, agresivos, seguros; mientras que las niñas son ordenadas, pasivas, cursis. Esto conlleva a una interiorización de los roles de género, pero no debemos culpar de ello únicamente al sistema escolar, sino que su adquisición (del género) parece previa a la escolarización, es decir, que se produce en el ámbito familiar. Sin embargo, la relación escolar puede reforzar su construcción, modificación e incluso llegar a su desconstrucción.

    • Los chicos tienden a sentirse más valorados por el hecho de que los maestros les conceden una mayor atención; sin embargo, las niñas se sienten infravaloradas por concedérseles menor atención, lo cuál conlleva una actitud pasiva y por lo tanto ello se traduce en una menor intervención en las relaciones en el aula.

    La escuela uniformiza a los individuos a partir de un único sistema de valores que presenta como universal y que niega la cultura femenina, y por lo tanto la infravalora en el currículum. Lo cual significa que el profesorado tiende a otorgar más protagonismo a los niños, y al hacerlo valora más el modelo masculino al que se transmiten valores de autocontrol afectivos, independencia, de seguridad, etc.; valores para llegar a ser personas con una presencia en la vida pública, lo cuál les hace convertirse en los protagonistas de la vida escolar.

    Por el contrario, las chicas reciben un doble mensaje: podrán participar en el orden colectivo pero no ostentar el protagonismo, sino un segundo plano por ser menos valorada.

    • Con respecto al comportamiento verbal se da una diferencia de 100 a 74 palabras, esto es, que de cada 100 palabras que s dirigen a los niños sólo 74 se dirigen a las niñas.

    “A quien más atención se le da, más valor social tiene”, es decir, hay un valor social implicado en el lenguaje ya que a quien más se habla más se le reconoce. Así, son los niños los que mayor índice de participación tienen y los que toman la dinámica del grupo mientras que las chicas se inhiben.

    • Las niñas no se sienten seguras en sus intervenciones libres en clase si no son superiores en número a los niños.

    • El espacio físico está delimitado sexualmente aunque no como antaño, sino que bajo un presupuesto de neutralidad dejen que los niños se distribuyan a su antojo por el aula. Pero ocurre que las niñas se encuentran situadas en la periferia mientras que los niños ocupan los lugares centrales del aula, dando así una apariencia de poder.

    El profesorado se mantiene en continua contradicción entre los que dicen y luego hacen, puesto que éstos mantienen que en sus aulas no hay discriminación; pero que en realidad, al restar atención a las niñas éstas son menos participativas y activas, y en consecuencia tienen menos iniciativa. Además, los profesores vuelcan mayores expectativas sobre los niños porque parece ser que pueden tener un futuro más brillante que las niñas.

    Los profesores nunca reconocen que promueven un sexismo pero en la investigación expuesta en el libro “Rosa y Azul” se llega a la conclusión de que sí existe una desigualdad ya que, aunque las chicas accedan a la vez que ellos a la escuela no se les dan las mismas oportunidades.

    En la investigación de Marina Subirats también se ve demostrado que los profesores que más discriminan son los mayores de 30 años y sobre todo mujeres, ya que éstas deben adoptar un rol autoritario y más cercano a la masculinización para imponerse.

    También se hacen distinciones en cuanto al tipio de escuela se refiere ya que las escuela activas-o progresistas-, con pedagogías avanzadas y de ideas de renovación liberal, son contradictoriamente las más discriminativas en cuanto al sexo femenino.

    Este tipo de pedagogías son reclamadas por las clases medias que ven la educación como una inversión de futuro en la que el niño tiene que ser un éxito educativo pero que a la vez se reclama un cuidado. Esto significa la exclusión de las actitudes coquetas de las niñas por su no adaptación al rol triunfador y por lo tanto aún se les presta menos atención.

    En conclusión, se podría afirmar que: el discurso de la igualdad, que subyace en la implantación generalizada de la escuela mixta, ha llevado, en la práctica, al desarrollo homogenizado del modelo masculino cuya adopción supone para las niñas una posición secundaria.

    Podemos decir que el orden dominante en el sistema educativo es el masculino, mientras que el modelo femenino no es aceptado.

    Los niños son considerados los protagonistas de la escuela ya que se les prepara para ser protagonistas sociales.

    Por ello se demanda una revisión del currículum, además de la construcción de una escuela coeducativa, lo cuál requiere instaurar una igualdad de atención y rehacer el sistema de valores y actitudes que transmite el profesorado.

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    Enviado por:Lorena Ferris
    Idioma: castellano
    País: España

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