Historia
Sector intelectual chileno
Ya para el siglo XIX, más exactamente dentro de la República Autoritaria, en el gobierno de Manuel Bulnes (1841 - 1851), las actividades culturales y de educación experimentaron un gran empuje, dado a las instituciones y grupos de interés que se crearon. Este periodo se destaca por las ideas liberales, provenientes de Francia e Inglaterra, muchos intelectuales viajaron hacia esas tierras, trayendo las ideas e influencias liberales, por lo cual este movimiento fue creciendo.
Los intelectuales de la época empezarían a atacar el autoritarismo, al gran poder eclesiástico y poco a poco desearían la emancipación de la conservaduría.
Estos primeros intelectuales serían extranjeros que huían de persecuciones en su patria, y que buscaban llegar a países para “profesar la doctrina liberalista”; así, en nuestro país se gestó un movimiento histórico y literario liberal, llamado “La generación del `42”, al cual pertenecían numerosos chilenos y argentinos (que huyeron de la dictadura de Rozas).
Dentro de los extranjeros más destacados se encuentran:
Andrés Bello: venezolano, fue el organizador y primer rector de la Universidad de Chile (1842-1843); además fue el redactor del código civil chileno (1857). Escribió numerosos textos para la educación y consiguió la nacionalidad chilena “por gracia” (méritos).
Domeyko y Gay : se preocupan de los recursos minerales y suelos; enseñaban este saber en la ciudad de La Serena.
Bernardo Philliphi: alemán, se preocupó de enviar colonos de Alemania hacia al sur chileno. Se destacó por estudiar la flora y fauna del sur de Chile.
Domingo Faustino Sarmiento: Oriundo de Argentina, entre sus obras destacó la fundación de la Escuela de Preceptores (1842), que tenía por finalidad formar profesores para la enseñanza básica. Inventó el primer Silabario y escribió la famosa obra “Martín Fierro”.
Los que conformaron parte de la “Generación del `42” serían:
J. J. Vallejo (1811-1858): escritor y periodista chileno. Estudió Derecho y ejerció la profesión; participó fervorosamente en política junto al conservadurismo del bando pelucón y fue dos veces diputado; posteriormente, encargado de Negocios en Bolivia; dirigió el diario El Copiapino y publicaba en periódicos de Santiago, con el seudónimo Jotabeche, artículos que lo consagraron como el primer prosista genuinamente nacional y el mejor escritor chileno de costumbres. De estilo suelto y flexible, aunque no elegante. Reunidos y publicados póstumamente en Obras de don José Joaquín Vallejo (1911) y Colección de los artículos de Jotabeche (1947).
Salvador Sanfuentes: Historiador, autor de “El Campanario”.
José Victorino Lastarria (1817-1888): escritor y abogado (llegó a integrar la Corte Suprema de Justicia), profesor universitario, político (diputado, senador, ministro, diplomático) y periodista, fomentó la literatura nacional en Chile al fundar la Sociedad Literaria de Santiago y explicitar sus fines al inaugurarla en 1842, así como al cultivar consecuentemente la prosa de creación. Echó las bases del cuento chileno (El mendigo, 1843, La monja alférez, Peregrinación de una vinchuca, entre otros títulos), y escribió novelas, como Don Guillermo (1860) y Antaño y ogaño (1885). Entre sus ensayos figuran: Lecciones de política positiva (1874) y además escribió memorias: Recuerdos literarios (1878). Fue primer director de la Academia Chilena de la Lengua (1885).
Francisco Bilbao (1823-1865), intelectual y político chileno. Estudió en el Instituto Nacional, sin llegar a titularse de abogado, debido a las sanciones políticas que se adoptaron contra él. Alcanzó notoriedad política durante el gobierno de Manuel Bulnes (1841-1851), cuando escribió un libro titulado La sociabilidad chilena, en el cual criticaba duramente a la Iglesia, al clero y al sistema autoritario, y donde proponía algunas teorías políticas liberales. Por ello recibió duras sanciones, que incluían la quema de su publicación, el pago de una pena pecuniaria y su expulsión de sus estudios de derecho. Más tarde, se dirigió a Valparaíso, donde pasó a dirigir la Gaceta del Comercio. Al año siguiente (1845), partió a Europa y se radicó en París, donde contactó con destacados líderes del liberalismo. Además, estudió nociones de química, astronomía, geología, matemáticas y economía. A su regreso a Chile en 1849, siguió luchando por sus ideales, dando años después un nuevo paso hacia la concreción del liberalismo, al crear la Sociedad de la Igualdad, desde donde se disparaban los más enconados ataques al gobierno de Manuel Montt y al clero católico. En no poca medida, sus palabras fueron causa de motor para la revolución de 1851, que al ser derrotada le obligó a huir al Perú. Desde su destierro escribió Memorias del proscrito, Vida de santa Rosa y, años más tarde, en París, El dualismo de la Civilización Moderna (1856). En abril de 1857, se radicó en Buenos Aires, donde vivió hasta su fallecimiento, producido el 19 de febrero de 1865.
Eusebio Lillo (1826-1920): periodista y político chileno. Nació en Santiago el 14 de agosto de 1826. Realizó sus estudios en el Instituto Nacional, y, en 1844, pasó a ser oficial auxiliar del Ministerio del Interior. Fue, además, corresponsal de El Mercurio y El Comercio de Valparaíso. Colaboró también en la Revista de Santiago y escribió en los diarios La Barra y El Amigo del Pueblo. Destacó como uno de los impulsores de la revolución de 1851, primer intento por llevar a los liberales al poder. Por ello, vivió la cárcel durante el gobierno de Manuel Montt, siendo desterrado a Valdivia, de donde se fugó para seguir luchando por la causa liberal, dirigiéndose posteriormente a Lima. Regresó en 1852, siguiendo ligado al periodismo, escribiendo en La Patria. Posteriormente marchó al Perú, y, más tarde, a Bolivia, donde fundó el Banco de la Paz y colaboró en el desarrollo minero. De regreso en Chile, en 1878 fue alcalde de la municipalidad de Santiago y después intendente de Curicó. Participó además en la guerra del Pacífico como secretario de la Escuadra y ministro diplomático en campaña. En 1882, resultó elegido senador por Talca, llegando a ser el vicepresidente del mismo organismo. En 1886, fue nombrado ministro del Interior del gobierno de José Manuel Balmaceda, y elegido presidente de la Alianza Liberal. Balmaceda le confió su testamento político antes de su suicidio, valioso documento político e histórico que Lillo publicó cumpliendo con la voluntad del último mandatario del periodo liberal. Eusebio Lillo es conocido por ser el creador de la letra del actual Himno nacional chileno.
Gregorio Víctor y Miguel Luis Amunátegui: Hermanos historiadores, Miguel Luis fue abogado y escritor. Sus estudios primarios los realizó en el Instituto Nacional, para luego ingresar en la Universidad de Chile, donde se graduó de abogado el 22 de diciembre de 1884. En 1885, publicó su primer libro, titulado Don Andrés Bello y el Código civil. Más tarde, escribió Don Enrique Cood (1889), La Codificación de las Leyes Civiles (1890), Imperfecciones y erratas del Código civil chileno (1894), Borrones gramaticales y observaciones y enmiendas a un diccionario aplicables a otros (1927). Fue elegido diputado suplente por Pisagua (1888-1891). En 1894, fue nombrado profesor de Código civil en la Universidad de Chile. Además, como miembro de la Sociedad de Historia y Geografía, ejerció su presidencia por varios años. Dedicó el último tiempo de su vida a la Academia Chilena de la Lengua.
Alberto Blest Gana (1830-1920), novelista chileno nacido en Santiago y muerto en París, considerado como el creador de la novela chilena. Fue intendente de Colchagua (1864), diputado, ministro de Chile en Francia (1868-1887). Como escritor, aunque inicialmente cultivó el verso y publicó artículos de costumbres en diversas revistas, tiene el principal mérito de haber sido el fundador de la novela en Chile, con obras en que se combinan rasgos románticos y realistas: Martín Rivas (1862), sobre el ascenso social de un joven de clase media; Durante la Reconquista (1897), novela histórica del periodo 1814-1817; El loco Estero (1909), con gratas reminiscencias de la infancia. Su habilidad para retratar personajes y describir costumbres vale más que su estilo, a veces insuficientemente cuidado y propenso a galicismos. Dejó también una comedia: El jefe de familia (1858). Su novela Los trasplantados (1904), en la que cuenta las vicisitudes de los emigrados latinoamericanos en París, se considera un antecedente claro de Rayuela de Julio Cortázar.
Algunos antecedentes del movimiento intelectual del '42 fueron principalmente la existencia de un sector culto y progresista, los llamados “Buenos Discípulos” que aprendieron de los precursores extranjeros; algunos alumnos y otros fieles seguidores. Eran profundamente inspirados por el romanticismo y por ende, reforzaban el liberalismo. La Universidad de San Felipe no tuvo una llegada muy profunda, salvo en el área del derecho; el Instituto Nacional tampoco tuvo un buen desarrollo, y a pesar de estas falencias educacionales, había un grupo criollo muy culto que se había pulido en Europa, tal es el caso de Lastarria y Bilbao, que luchó por dar al país las instancias para desarrollar una buena educación.
Los extranjeros contratados (nombrados anteriormente) fueron claves para el funcionamiento y perfeccionamiento de los conocimientos, tanto impartidos en Chile, como los que estaban en el tintero.
Ayudó infinitamente también, fue la fundación de instituciones. Está el caso de las primeras editoriales nacionales (Tornero, en Valparaíso) y la entrada de círculos de discusión literaria, como la “Sociedad Literaria”. Las instituciones educacionales fundadas en esta época fueron :
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La Universidad de Chile: institución pública de enseñanza superior con sede en Santiago. Fundada en 1738 con el nombre de Universidad de San Felipe por el rey de España Felipe V, su nueva denominación data de 1842. Alcanzó la autonomía en 1931, y en 1981 sus nueve ramas regionales se convirtieron en otras tantas universidades. Se sustenta con fondos estatales. El hermoso edificio que alberga en la actualidad, las oficinas principales de la Universidad, la Rectoría y el Salón de Honor, de estilo neoclásico, fueron proyectados por el francés Lucian Henault, y construidos por Fermín Vivaceta entre 1863 y 1872. Frente al edificio se halla la estatua del primer rector de la Universidad, Andrés Bello. Las diferentes facultades y escuelas que la integran están diseminadas por toda la ciudad, que no cuenta con campus universitario.
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Escuela Normal de Preceptores: Obra de Domingo Faustino Sarmiento, su misión sería formar a los profesores de educación primaria. Se fundó en 1842.
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Conservatorio Nacional de música: fundado en 1840.
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El Palacio de Gobierno se traslada a La Moneda (1844)
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En 1849 se fundan: Escuela Nacional de Bellas Artes (pintor Alejandro Cicarelli), la Escuela de Arquitectura y la Escuela de Artes y Oficios, la cual tenía por fin formar técnicos en múltiples campos; institución que llegó a ser la Universidad Técnica del Estado (UTE) y actualmente la Universidad de Santiago (USACH).
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En 1851 aparece el Primer ferrocarril, gracias a Guillermo Wheelwight (él era empresario de barcos a vapor); el tren cumpliría funciones mineras y su tramo sería de Copiapó hasta Caldera. En el mismo año, se crea el Primer cuerpo de Bomberos en Valparaíso.
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Museo Nacional de Bellas Artes: situado en Santiago, fundado en 1880 gracias a la iniciativa del escultor José Miguel Blanco. Inicialmente instalado en la parte superior del Congreso Nacional, fue trasladado, en 1887, al Partenón de la Quinta Normal. Finalmente, el edificio que lo alberga en la actualidad fue inaugurado el 18 de septiembre de 1910, coincidiendo con el centenario de la declaración de independencia de Chile. De estilo neoclásico, fue construido según los planos de Emilio Jequier, imitando el Grand Palais de París. Contiene casi 3.000 obras de arte, en su mayor parte pinturas, grabados, dibujos y esculturas. Especialmente importantes son las pinturas de las escuelas española, italiana y flamenca de los siglos XVI y XVII, con obras de maestros tan significativos como Bartolomé Esteban Murillo, Rembrandt, José de Ribera o Van Dyck. También aloja una valiosa muestra de artistas chilenos como Juan Francisco González o Alfredo Valenzuela Puelma. Posee una gran biblioteca cuyos fondos superan los 15.000 volúmenes. (Lo visitamos en nuestra salida a terreno).
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Biblioteca Nacional: Ubicada en Santiago. Fue fundada por decreto del 18 de agosto de 1813 y sus primeros fondos procedieron de aportaciones de particulares y de una valiosa colección de 5.000 obras pertenecientes a la Universidad de San Felipe, de origen jesuita. Ya en el siglo XX recibió, por donación, las que están consideradas sus más importantes colecciones, constituidas por la Biblioteca Americana de José Toribio Medina y por las bibliotecas privadas de Diego Barros Arana y Enrique Matta Vial. El edificio que la alberga en la actualidad, ocupado durante tres siglos por el convento de las Monjas Claras, fue construido entre 1913 y 1925 sobre diseño del arquitecto chileno Gustavo García del Postigo. En 1929 pasó a depender de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) del Estado chileno. Considerada como una de las mayores bibliotecas de Latinoamérica, cuenta con más de 6 millones de volúmenes. Dividida en secciones, entre éstas destacan las denominadas Referencia y Mapoteca, Hemeroteca, Periódicos, Bibliografía y Documentación, Referencias Críticas, Archivo del Escritor, Chilena, Fondo General, Música y Medios Múltiples, Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares. Dos de sus principales unidades están dedicadas a los que fueran sus benefactores, la Sala Medina y el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. En el interior de la Biblioteca se pueden encontrar murales al óleo, con obras de los pintores chilenos Arturo Gordon y Alfredo Helsby. (la visitamos en nuestra salida a terreno).
La importancia de los hitos visitados (y en general de los expuestos aquí) radica en que desde es mismo momento en que sus puertas se abren, Chile tiene los medios para poder acceder a la cultura y educación de una forma tangible y muy real. Gracias a los extranjeros y buenos discípulos, Chile pudo despertar de aquel sueño de aislamiento e ignorancia en el se encontraba, ya que de no haber sido por ellos, quizás seguiríamos siendo uno de tantos.
El Museo Nacional de Bellas Artes y la Biblioteca Nacional abrieron un espacio de perspectiva amplia, una oportunidad de conocer el trabajo pictórico, literario, histórico de otras latitudes y de nuestros lares; se logra iluminar el camino de quienes estaban sedientos por conocer, por culturizarse o simplemente por tener la oportunidad de mirar la belleza desde el punto de vista humano, libre, romántico. En el primer caso, un edificio precioso, imitación de uno en Francia, en medio de un parque, donde antes corrió sangre indígena y española. En el segundo caso, un hermoso panteón del saber, ubicado al lado de ese cerro maldito al cual los indígenas apodaron Huelén (dolor) y cerca de donde muchos murieron en manos de españoles o indios que una y otra vez destruyeron ese asentamiento maltrecho llamado Santiago... Da la impresión de que ambos hitos son una flor en medio de un desierto; árido, monótono e infértil. Estos monumentos, fuera de la belleza estética de sus estructuras, simbolizan y muestran a las sociedades que nos creían unos salvajes, que esa bruta y primitiva realidad no es más que una cosa del pasado; de la conquista. Pone en claro que este territorio tiene gente que realmente disfruta y aprecia el arte y el saber cuando se da la oportunidad de observarlo. Metafóricamente se podría decir que estos hitos forman parte del grito desesperado y fuerte de que este país, alejado de todo foco de luz, empieza a brillar con lumbre propia; demostrando a los que nos creen burdos que algo queremos lograr en cuanto a cultura y en resumen, es ese sentimiento reflejado en murallas finamente adornadas de concreto lo que queremos decir: que aquí la cosa es distinta, que se quiere aprender, conocer, escribir; cambiar el transcurso funesto de nuestra historia y avanzar, avanzar hacia el progreso; alcanzar el saber para convertirnos en hombres más libres y buenos; para ir hacia delante, siempre adelante en pos de lograr una mejor educación y un mejor lugar en donde poder vivir.
De esta Generación del '42, salieron las primeras actividades revolucionarias liberales, representadas en varios aspectos, y que en 1851 se concretarían en la revolución del mismo nombre.
Después del exilio y retorno de Bilbao a Chile, la situación se había agravado en el país, ya que los conflictos entre conservadores y liberales se hacían insoportables. La resistencia liberal quedó manifestada en dos grandes instituciones y en su gestación:
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Club de la Reforma (1850): Entre 1849 y 1850, Bilbao regresa a Chile (proveniente de Europa), más empapado de las ideas liberales, por lo cual sus camaradas organizaron este Club; el cual tenía como objeto contrariar la próxima candidatura del delfín de Bulnes: Manuel Montt y esto significaba seguir bajo el autoritarismo. Por lo cual, presentan a su candidato liberal, Ramón Errázuriz. Este asunto indignó a los conservadores, quienes bautizaron al club como el “Club de la Patagua”.
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Sociedad de la Igualdad (1850): Lastarria influye a Bilbao y a Santiago Arcos para que formaran esta sociedad, que sería un organismo más liberal en la práctica que en teoría. Proponía educación para el pueblo y cambios sociales profundos; critica al autoritarismo y sentimiento anticlerical. En sí, conformaba una igualdad y libertad para todos. Esta sociedad se transformó en el foco principal de oposición al gobierno, el cual advirtió su peligro. Por lo cual, una noche, policías irrumpieron en la sociedad, golpeando y destruyendo todo, lo cual generó más tensión entre los bandos... El mismo año la sociedad se disuelve.
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Enviado por: | Ita Calvo |
Idioma: | castellano |
País: | Chile |