Historia
Roma
Introducción
El Imperio Romano fue fundado en el año 29 a.C. por Augusto, hijo adoptivo de Julio César, después del asesinato de éste; casi cinco siglos después, a la muerte de Teodosio (395 d.C.) el Imperio fue dividido; El Imperio de Occidente, que conservó a Roma como capital, fue destruido por los bárbaros y desapareció definitivamente en el año 476; el Imperio Romano de Oriente, cuya capital fue Bizancio o Constantinopla, que perduró hasta 1453.
El Imperio Romano
La república comienza a languidecer dando paso a la época imperial.
El enorme mundo romano quedó distribuido entre Craso, que se encarga de Siria; Pompeyo de España y César de las Galias.
César, al conquistar las Galias, enriquece a Roma, que recibe un territorio muy extenso.
Craso muere en Oriente en la lucha contra los partos, y Pompeyo intriga al Senado en Roma y provoca que César sea destituido.
César cruza Rubicón (límite de su gobierno) y va hacia Roma. Pompeyo huye a Grecia perseguido por César, quien lo derrota en Farsalia.
Al regresar a Roma, Julio César se erige Dictador, con el anhelo secreto de llegar a tener una monarquía universal; pero es asesinado por Bruto y Casio.
Al morir, se forma nuevamente una inestabilidad de gobierno senatorial y los generales Marco Antonio, Lépido y Octavio tratan de repartirse el poder formando un segundo triunvirato.
Marco Antonio se encarga de Oriente, Lépido de la provincia de África y Octavio de Occidente.
La rivalidad entre Octavio y Marco Antonio lleva a una guerra civil, decidida en la batalla naval de Accio a favor de Octavio. Marco Antonio huye a Egipto y se suicida.
Mientras Lépido se conforma con ser nombrado Pontífice Máximo, Octavio se proclama Emperador con el nombre de Augusto.
Durante el gobierno de Augusto se crean las obras arquitectónicas de Roma, que son el orgullo de su siglo. Roma llega a su máximo esplendor.
El emperador Tiberio, sucesor de su padrastro Augusto desde el 14 d.C., competente gestor, fue objeto del descontento y de la sospecha general; apoyándose en el poder militar, mantuvo en Roma a su Guardia Pretoriana (las únicas tropas permitidas en la capital), siempre prestas a su llamada.
Fue sucedido por el tiránico y mentalmente inestable Calígula (37-41). A su muerte el título imperial pasó a Claudio I, cuyo mandato contempló la conquista de Britania y continuó las obras públicas y las reformas administrativas iniciadas por César y Augusto. Claudio I fue envenenado por su segunda esposa Agripina.
Su hijo adoptivo Nerón inició su gobierno bajo el sabio consejo y asesoramiento del filósofo Lucio Anneo Séneca y de Sexto Afranio Burro, prefecto de la Guardia Pretoriana; sin embargo, sus posteriores excesos de poder le condujeron a su derrocamiento y suicidio en el 68 d.C., lo que supuso el fin de la dinastía Julia-Claudia.
Tras el gobierno de varios emperadores, destacando la dinastía de los Flavios, que dan largos años de paz y prosperidad a Roma, y la de los Antonios que coincide con una de las épocas más brillantes de Roma.
Dinastías de los Flavios y los Antoninos (69-192)
Los breves reinados de Galba, Otón y Vitelio entre los años 68 y 69 d.C. fueron seguidos por el de Vespasiano, que junto a sus hijos, los emperadores Tito y Domiciano, constituyen la dinastía de los Flavios (69-96). Resucitaron la sencillez de la corte en los comienzos del Imperio e intentaron restaurar la autoridad del Senado y promover el bienestar del pueblo. Fue durante el reinado de Tito cuando se produjo la erupción del Vesubio que devastó la zona al sur de Nápoles donde se encontraban las ciudades de Herculano y Pompeya. Aunque la literatura floreció durante el reinado de Domiciano, éste se convirtió en sus últimos años en una persona cruel y un gobernante tiránico. Este periodo de terror sólo acabó con su asesinato.
Marco Coceyo Nerva (96-98) fue el primero de los denominados `cinco buenos emperadores' junto a Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Cada uno de ellos era elegido y adoptado legalmente por su predecesor según su habilidad e integridad.
Trajano llevó a cabo una campaña contra los dacios, armenios y partos, permitiendo que el Imperio alcanzara su mayor extensión territorial, llamado “El último de los Césares conquistadores” que agregó a Roma la región de Dacia, que actualmente es Rumania; también destacó por su excelente administración. El escritor satírico Juvenal, el orador y escritor Plinio el Joven y el historiador Tácito vivieron bajo el reinado de Trajano.
Los 21 años de gobierno de Adriano también fueron un periodo de paz y prosperidad; tras ceder algunos de los territorios más orientales, Adriano consolidó el resto del Imperio y estabilizó sus fronteras. El reinado de su sucesor, Antonino Pío se caracterizó igualmente por el orden y la paz. Las incursiones de varios pueblos emigrantes sobre diversas zonas del Imperio agitaron el reinado del siguiente emperador, el filósofo estoico Marco Aurelio, que gobernó junto a Lucio Aurelio Vero hasta el fallecimiento de este último. Marco Aurelio fue sucedido por su disoluto hijo Lucio Aurelio Cómodo, considerado como uno de los más sanguinarios y licenciosos tiranos de la historia. Fue asesinado en el 192 y con él finalizó la dinastía de los Antoninos (96-192).
Condición del Imperio
Ciudadanía:
La ciudadanía de Roma se extendía al principio a toda Italia, es decir, a cuantos habitaban desde el Faro hasta el Rubicón y hasta Luca; y luego hasta los Vénetos y los Galos cisalpinos. Los siervos emancipados adquirían los derechos de los ciudadanos, si bien estaban excluidos de los empleos de la milicia y del Senado. Augusto restringió esta admisión, concediéndola solamente a los magistrados y grandes propietarios de las provincias.
El Senado:
Conservaba el derecho de proclamar, censurar y deponer al jefe del Estado; pero o viles, o vendidos, o cobardes, magistrados y senadores no hacían más que secundar las pasiones y legalizar las iniquidades de los déspotas.
La plebe:
Protegida por su oscuridad y deslumbrada por el esplendor y las munificencias, amaba aquellos emperadores, aunque fuesen monstruos. Porque, en suma, ellos la habían librado de la tiranía de 20 mil patricios, de ellos recibía justicia directamente.
Pretores:
Permanecían en poder de los pretorianos, ejército acuartelado en Roma, contra la antigua constitución, para tener sumisa a la muchedumbre; era acariciado por los emperadores, que toleraban su indisciplina; después el prefecto del pretorio asumió además una autoridad civil como ministro de Estado, presidió el consejo del príncipe y fue primera dignidad del imperio.
El Ejército:
Su gobierno se había reservado el emperador, fue reducido a fuerza permanente por Augusto y distribuido en las provincias fronterizas. Los soldados se reclutaban entre las legiones de las provincias y entre los súbditos. La legión componíase aún de 5000 hombres.
Hacienda:
Al principio, la hacienda de Roma se nutría de los despojos de los vencidos. Después cesaron las victorias, y el comercio exportaba de Italia los tesoros acumulados. Muchos bienes pasaban al fisco o por falta de herederos, o por confiscación, o por legado; lo cual era frecuente bajo los malos emperadores dispuestos a anular los testamentos donde ellos no fuesen considerados. Los impuestos se subastaban.
Leyes:
Las determinaciones tomadas por los patricios y los plebeyos de común acuerdo, y en los comicios de las tribus llamábanse plebiscitos y eran las leyes más importantes. Más tarde se tuvieron por leyes los actos de los emperadores. Los edictos emanaban de los pretores o de los ediles, como reglas según las cuales juzgaban durante sus magistraturas, corrigiendo con la equidad la rigidez del derecho.
Jurisprudencia:
Era una filosofía enteramente práctica, y el derecho se derivaba de una ley perenne de justicia, innata en el hombre, de la cual emanan tres cánones fundamentales: vivir honradamente, no ofender a los demás, y dar a cada uno lo que es suyo. La determinación histórica de las leyes, que de tanta importancia nos parece, era despreciada por ellos.
Riqueza:
Los emperadores consumían tesoros en fiestas, edificios, ornatos, inciensos y afeites. Hasta el calzado se adornaban con perlas; se pagaba la seda a peso de oro; se traían a exorbitantes precios tapices orientales, ébano y ámbar. Los edificios de aquella época causan todavía nuestra admiración, aunque solo veamos sus ruinas; y todo el esplendor aparecía en las ciudades, pues del campo nadie se cuidaba. Extensas posesiones, tan grandes como provincias, se dejaban al cuidado de esclavos. Los latifundios arruinaron la Italia.
Decadencia del Imperio
La decadencia del mundo Romano empieza en el siglo III; después de un largo período de anarquía, en la que se producen guerras civiles por los aspirantes al trono imperial.
Los breves reinados de Publio Helvio Pertinax (193) y Didio Severo Juliano fueron seguidos por el de Lucio Septimio Severo (193-211), primer emperador de la breve dinastía de los Severos. Los emperadores de este linaje fueron:
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Caracalla (211-217)
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Publio Septimio Geta (211-212, compartiendo el primer año de reinado de su hermano Caracalla)
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Heliogábalo (218-222)
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Severo Alejandro (222-235)
Septimio Severo fue un hábil gobernante; Caracalla fue famoso por su brutalidad y Heliogábalo por su corrupción. Caracalla otorgó en el año 212 la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio romano a fin de poder grabarlos con los impuestos a los que sólo estaban sometidos los ciudadanos. Severo Alejandro destacó por su justicia y sabiduría.
El periodo posterior a la muerte de Severo Alejandro (235) fue de gran confusión. De los 12 emperadores que gobernaron en los 33 años siguientes, casi todos murieron violentamente, por lo general a manos del Ejército, quien también los había entronizado.
Los emperadores ilirios, nativos de Dalmacia, lograron que se desarrollara un periodo breve de paz y prosperidad. Esta nueva dinastía incluyó a Claudio II el Gótico, que rechazó a los godos, y Aureliano, quien entre el 270 y el 275 derrotó a los godos, germanos y a la reina de Palmira, Septimia Zenobia, la cual había ocupado Egipto y Asia Menor, restaurando la unidad del Imperio durante algún tiempo. A Aureliano le siguieron una serie de emperadores relativamente insignificantes hasta el ascenso al trono en el año 284 de Diocleciano.
Diclesiano y Constantino
Gobernante capaz, Diocleciano llevó a cabo un buen número de reformas sociales, económicas y políticas: eliminó los privilegios económicos y políticos que habían disfrutado Roma e Italia a costa de las provincias, intentó regular la creciente inflación mediante el control de los precios de los alimentos y de otros productos básicos, así como del salario máximo de los trabajadores, instituyó un nuevo sistema de gobierno en el cual él y Aurelio Valerio Maximiano compartieron el título de augusto, a fin de establecer una administración más uniforme en todo el Imperio. Sus poderes fueron reforzados por el nombramiento de dos césares, Galerio y Constancio, instaurando así el régimen de tetrarquía (dos augustos y dos césares).
Diocleciano controlaba Tracia, Egipto y Asia, mientras que su césar Galerio gobernaba las provincias danubianas. Maximiano administraba Italia y África y su césar Constancio, Hispania, la Galia y Britania. La tetrarquía creó una maquinaria administrativa más sólida pero aumentó la ya enorme burocracia gubernamental con cuatro sectores imperiales y sus correspondientes funcionarios, lo que supuso una enorme carga financiera para los limitados recursos imperiales.
Su sistema mantuvo la paz hasta la abdicación, que dio lugar a largas luchas intestinas que se extendieron por todo el imperio.
El problema sucesorio quedó simplificado entre 2 candidatos: Constantino y Majencio. Los cristianos apoyaron a Constantino dándole el triunfo.
Constantino estableció la capital en Bizancio, ciudad reconstruida en el 330 y rebautizada con el nombre de Constantinopla (actual Estambul). La muerte de Constantino (337) marcó el inicio de la guerra civil entre los césares rivales, que continuó hasta que su único hijo vivo, Constancio II reunificó el Imperio bajo su mando en el 351. Fue sucedido por Juliano el Apóstata, conocido por tal nombre a causa de su renuncia al cristianismo, y éste por Joviano (363-364).
La nueva capital se hallaba situada en el punto de paso entre Europa y Asia, favoreció la escisión entre el imperio Oriente y el imperio Occidente, llevada a cabo por Teodosio.
Al morir Teodosio en el 395 d.C., el imperio se repartió entre sus 2 hijos: Arcadio y Honorio. A Arcadio le corresponde la parte Oriental (395-408) y a Flavio Honorio la Occidental (395-423), con lo que se consuma la definitiva división del Imperio.
División del Imperio
Teodosio había. dividido el imperio entre sus hijos; a Honorio, de 11 años, le dio el Occidente; a Arcadio, de 18, el Oriente; y todo el mundo sentía que cayese de las robustas manos de aquel gran hombre, para ir a parar en manos tan débiles e inexpertas. Cierto es que tenían valientes tutores, Estilicón y Rufino; pero estos, hallándose en disidencia, separaron los intereses de los dos imperios.
Se supone que Rufino invitó a los Hunos y a los Godos a invadir el imperio; pero halló la muerte a manos de los soldados del valeroso vándalo Estilicón.
El armenio Eutropio, que le sucedió en el favor de Arcadio, se puso celoso de las victorias de Estilicón, e indujo al emperador a hacer la paz con el godo Alarico y a recibirlo de comandante de las tropas de la Iliria, al mismo tiempo que invitaba al africano Gildón a sublevarse contra Honorio. El África era tenida en gran cuenta, porque surtía de grano a la Italia.
El débil Honorio se dejaba manejar por parientes y ministros, hasta que murió en 423.
Últimos emperadores de Occidente
El imperio agonizaba en 455 d.C.. Siempre sobrevenían nuevos Bárbaros; aplacada y vencida una horda, surgía otra; y a las internas rebeliones se unía la inepcia de los gobernantes.
Muerta Placidia, Valentiniano III se desbocó; asesinó a Aecio, su mejor general, y él, a su vez, fue hecho asesinar por Petronio Máximo, que le sucedió en el trono. La viuda de Valentiniano llamó en su venganza al vándalo Genserico, quien con una terrible flota se trasladó del África a la embocadura del Tíber; y Roma fue saqueada durante catorce días.
Por otras partes, hacían irrupción otros Bárbaros, reclamando hasta permanentes residencias. Para contener a los Francos y a los Godos, Máximo designó a Flavio Avito, noble y honrado hijo de lo Auvernia, quien, a la muerte de Máximo, fue ayudado por los Visigodos a subir al trono; pero el Senado y el ejército lo recusaron y lo sentenciaron a muerte.
Sucediole Mayoriano, animoso y liberal que gobernó bien, dio sabias leyes, reprimió a los Vándalos en África y a los Visigodos en la Galia, hasta que los soldados revoltosos le dieron muerte.
En el 461 todo lo podía Ricimero, comandante de los Bárbaros auxiliares, llamado conde y libertador de Italia. Impuso al Senado la elección de Libio Severo, a quien quitó después de en medio; gobernó dictatorialmente, mientras acá y acullá se alzaban efímeros emperadores, como Marcelino, Ecdicio, Antemio, Olibrio, Julio Nepote, interviniendo siempre la fuerza de Ricimero y la benéfica intervención de los obispos.
Al morir, Ricimero dejó el ejército a su sobrino Gundebaldo, príncipe de los Borgoñones. Entonces Orestes, que había servido a Atila como secretario y embajador, y a la muerte de este caudillo había reunido una masa numerosa de combatientes de varios pueblos, llevándola al servicio de los Romanos, se sintió tan fuerte que hizo proclamar emperador a su propio hijo, llamándolo Rómulo Augústulo.
La chusma advenediza pretendía que el emperador se plegase a todos sus caprichos, y habiendo obtenido una tercera parte de los terrenos de la Galia, de la España y del África, la quería también de Italia. Negose, Orestes, y la chusma se dirigió a Odoacro, otro jefe de federados, quien hizo dar la muerte a Orestes y regaló una rica quinta a Augústulo; mandó decir a Zenón, emperador de Oriente, que en adelante creía superflua aquella dignidad imperial en Occidente; y requirió para sí el título de patricio y la administración de la diócesis italiana.
En un niño que reunía los nombres del primer rey y del primer emperador de Roma, terminaba, pues, el imperio de Occidente, 476 años después de Cristo, 1229 después de la fundación de Roma, 507 después de la batalla de Actio que estableció la monarquía, y 310 después de la guerra marcomana donde principió la gran emigración de los Bárbaros. Roma había sido gobernada, primeramente por reyes, después por 483 parejas de cónsules, y al fin por 73 emperadores.
El Imperio Romano de Oriente logró mantenerse aún durante 1000 años, hasta 1453 d.C., en que Constantinopla cayo el poder de los turcos.
Imperio de Oriente
Constantinopla adquirió nueva vida al ser tomada por los Cruzados, y fue rodeada de reinos e imperios como el de Trebisonda, el del Epiro, el de Nicea, donde reinaban los Lascaris, que recuperaron el trono de Constantinopla, terminando con Balduino II el imperio de los Latinos.
Sin embargo conservaron allí posesiones y privilegios Venecia, Génova y Pisa, y se trató de reconciliar a la Iglesia griega con la latina.
Entonces comparecieron los primeros Turcos en Europa (1305), con Azzedin Kaikan, sultán de Iconio, que obtuvo del emperador, la libertad de establecerse en la Dubrucia. Desde allí amenazaron a Constantinopla, por cuyo motivo Andrónico llamó en su defensa a los Almogávares, aventureros catalanes que se ponían a sueldo del que solicitaba su ayuda.
Fueron estos a Constantinopla con una buena escuadra, al mando de Roger de Flor, que obtuvo el título de gran duque de la Rumania, derrotó a los Genoveses y a los Turcos, y causó tales inquietudes a los mismos aliados, que Andrónico lo hizo coser a puñaladas. Los suyos, conservados como «ejército de los Francos que reinaba en Tracia y Macedonia», continuaron las empresas y devastaron a la Grecia, repartiéndola entre sus jefes.
El Imperio disminuía cada vez más, cuando sobrevinieron los Otomanos (1329), de otra raza turca, que ocuparon hasta Brusa. Aladino dio a estos una constitución civil; Orcan organizó el ejército permanente de los genízaros, con los cuales se apoderó de Nicea, y entró por fin en Constantinopla, si bien se contentó con obtener allí fiestas aparatosas con motivo del casamiento de su hija con el emperador Paleólogo. Aprovechándose de las guerras civiles suscitadas por los pretendientes y contra los Genoveses (1360).
Los Otomanos adquirían siempre mayor fuerza, sobre todo bajo Amurates, que extendió sus conquistas sobre la Rumania, la Tracia, la Bulgaria y la Servia, y estableció en Andrinópolis el centro de un gobierno y de una religión contrarios a los de Constantinopla, donde ya mandaba como dueño. El emperador Paleólogo pasó a Italia en demanda de auxilio; el Papa prometió ayudarle, pero murió antes, y Paleólogo llegó a tan miserable estado de fortuna, que en Venecia fue arrestado por deudas.
Los Servios, tribu guerrera de origen eslavo, se habían mezclado con las razas griegas sojuzgadas, y parecía que iban a formar un gran imperio, cuando los Otomanos les derrotaron arrebatándoles la independencia. Pero Milosc Kobilovitz, levantándose en medio de los cadáveres, degolló a Amurates, y su nombre se perpetuó en las canciones de los Servios, como las glorias del emperador Esteban y de Marcos Craglievitz.
Bayaceto, sucesor de Amurates, y apellidado el Rayo, emprendió conquistas sobre los Cristianos y los Musulmanes (1389); obtuvo del califa de Egipto la patente de sultán; invadió la Hungría, a pesar de que el emperador Segismundo había reunido 100 mil hombres para impedirlo.
Fin del Imperio de Oriente
La irrupción de los Tártaros dio algún desahogo al imperio griego, pero quedaba reducido a la ciudad de Constantinopla (1413), donde no tardaron los Turcos en amenazarlo, sin que la Europa pudiese o quisiese socorrerlo, por cuanto los papas, y particularmente Eugenio IV, así lo manifestaron. Mahomet es contado entre los mejores reyes como turco; embelleció a Adrianópolis y a Brusa, y favoreció a los literatos.
Amurates, su hijo, sitió a Constantinopla (1440). Sucedió a éste su hijo Mahomet II.
El último de aquellos emperadores fue Constantino XII. Mahomet le declaró la guerra y sitió a Constantinopla con un formidable tren de artillería. El emperador, asistido por Romanos, Genoveses y Venecianos, se defendió con valor; sin embargo la ciudad fue tomada y saqueada, y muerto Constantino, y con éste, el Imperio Romano de Oriente en 1453 d.C.
Sojuzgó a los príncipes de Atenas y Tebas, de Lesbos y Focea, y de Morea; Scanderberg, jefe de una liga de los príncipes latinos de la Albania, se opuso a Mahomet, hasta que murió en Lissa, después de haber procurado a los suyos un refugio en la Calabria.
De la sojuzgada Bosnia, Mahomet se arrojó sobre la Servia y la Hungría, como camino para Viena y Roma; Juan de Capistrano predicó la Cruzada; Pío II procuró empeñar en ella a toda la Cristiandad, poniéndose al frente él mismo, pero la fe había disminuido, y Mahomet procedía con matanzas, cuyo horror podemos creer exagerado por el espanto.
Mahomet arrojó a los Genoveses de Caffa, mató en Transilvania a 30 mil guerreros con el rey Esteban Batori. Los Venecianos se defendieron con intrepidez en Negroponte, pero fue tomada la ciudad, y a Pablo Erizo se le aserró la cabeza que Mahomet había prometido salvar. La sitiada Rodas fue defendida por los Caballeros de San Juan, que se habían refugiado allí después de la toma de Jerusalén, hostigando sin tregua a los Musulmanes, y se defendieron de tal manera, que al cabo de ochenta y nueve días de sitio, los 100 mil Turcos que la atacaban tuvieron que retirarse. Estos, con una formidable escuadra, se apoderaron de Scutari y de Lepanto y llevaron la esclavitud al Tagliamento y al Isonzo, como la habían llevado a Otranto.
Bibliografía
Rosales Camacho, Luis
Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado
8ª Edición
Tomo X
Editorial Reader's Digest México
México 1977
Recursos Electrónicos.
Enciclopedia Microsoft Encarta 2001.
Cantú, Cesare
Compendio de la Historia Universal
Traductor: J. B. Enseñat
Libro VI, VII, VIII
http://cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/57959463245356551876380/index.htm
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Enviado por: | Flor Vargas |
Idioma: | castellano |
País: | México |