Historia
Revolución Mejicana
The English Institute.
Historia de América Latina contemporánea.
LA REVOLUCIÓN MEXICANA.
Índice.
Índice. Pág.2
Introducción. Pág.3
Antecedentes de la Revolución. Pág.4
-
Era de Porfirio Díaz. Pág.4
-
Plan de San Luis Potosí. Pág.5
Insurrección de Pancho Villa, Pascual Orozco, Emiliano Zapata.
Caída de Díaz. Pág.13
Presidencia de Madero. Pág.14
-
Plan de Ayala. Pág.16
-
Madero es abandonado por los antireeleccionistas. Pág.23
-
Pequeñas revoluciones. Pág.25
Caída de Madero. Pág.26
-
Decena trágica. Pág.26
-
Intervención de EE.UU., Alemania, España e Inglaterra Pág.28
-
Muerte de Madero. Pág.28
Ascensión y caída de Huerta. Pág.30
-
México pionero en el bombardeo aéreo. Pág.30
Triunfo de Carranza. Pág.32
-
Reformas agrarias. Pág.33
-
Constitución de 1917. Pág.34
Muerte de Zapata. Pág.37
Caída y muerte de Carranza. Pág.38
Ascensión de Obregón. Pág.39
México y el futuro. Pág.40
Biografías. Pág.41
-
Emiliano Zapata. Pág.41
-
Pancho Villa. Pág.49
Literatura de la Revolución mexicana. Pág.51
Material gráfico Pág.52
Conclusión. Pág.55
Bibliografía y fuentes de información. Pág.56
Introducción.
La historia de México se ha visto marcada por una serie de conflictos y frecuentes cambios. Las raíces de la nación se encuentran en pueblos cuyos legados se remontan a los principios de la historia escrita. Estas civilizaciones habitaron en territorio mexicano hasta la llegada de la primera expedición española en el siglo XVI. Ante la constante opresión española que duró hasta principios del siglo XIX, los nativos pelearon violentamente por recuperar su independencia y asegurar el respeto de sus derechos fundamentales.
Sin embargo esta lucha fue sólo la precursora de la verdadera Revolución Mexicana, que tuvo lugar durante el primer cuarto del siglo XX. El antecedente más antiguo de la Revolución Mexicana ocurrió cien años antes y fue liderada por dos pobres sacerdotes: Miguel Hidalgo y José Morelos. Esta lucha llevó a la independencia de México.
En las próximas páginas intentaremos dar una explicación de la Revolución Mexicana, que se llevó a cabo entre los años 1910 y 1920.
Antecedentes de la Revolución.
La era de Porfirio Díaz (1876 - 1910).
Los líderes liberales que siguieron a Benito Juárez no fueron lo suficientemente fuertes como para retener unido a México, es así como en 1876, Porfirio Díaz, un general militar mexicano toma el control de la nación, derrocando al entonces presidente Lerdo de Tejada. Es elegido presidente hasta 1910 sólo interrumpiendo su gobierno entre 1880 y 1884. Este nuevo régimen estaba totalmente centralizado, lo cual fomentó la aparición de grupos revolucionarios. El régimen dictatorial de Díaz crea una muy poderosa clase alta.
Cuando el general Díaz llegó al poder tenía las mejores intenciones para el futuro de México y estableció un sistema que eliminaba el crimen de la nación, pero la calidad de vida de Díaz fue mejorando, así como sus ansias de mayor poder.
La red de gobierno comenzó a expanderse cuando Díaz despachó a sus más leales y fuertes aliados a las áreas rurales como gobernadores. Las Fuerzas Armadas se hicieron más poderosas, al profesionalizar y el entrenamiento. De esto surgió una policía militarizada llamada Los Rurales, quienes mantuvieron el orden y dieron fuerza a las leyes de Díaz. Díaz también contó con los consejos de un grupo de intelectuales aristócratas llamadas Los Científicos, inspirados por personajes como Sabino Barreda, Justo Sierra y José Yves Limantour, quienes adoptaron el positivismo francés como filosofía, la cual Díaz utilizó para justificar su política y para su lema de “Libertad, Orden, Progreso”, aunque posteriormente la palabra libertad fue removida. Otros lemas fueron el de “Pan o Palo” y el de “Poca política, mucha Administración”.
Porfirio Díaz dictaminó que "la libertad era función fisiológica en un organismo social perfecto", que "cuando un pueblo no sabe gobernarse a sí mismo toda la autoridad que el gobierno cede por sentimental complacencia la recoge la demagogia para fundar la tiranía", y que "en la América Latina es imposible un gobierno basado en el sufragio popular".
Díaz nunca se atrevió a derogar los preceptos democráticos de la Constitución de 1857, por lo que cada 4 años fingió celebrar elecciones, todas ellas fraudulentas, aplastando la libertad política, al igual como lo hizo con la libertad religiosa, mediante la política de conciliación.
Gracias a la estabilidad estructural y política de México, muchas inversiones extranjeras se llevaron a cabo, lo cual dio a Díaz los fondos necesarios para la construcción de industrias, vías férreas, líneas telegráficas y nuevos caminos. La ciudad de Veracruz creó pozos petroleros y también se revitalizó la minería. Así, México fue visto como un país en vías de desarrollo. Además, se acarrearon colonos para que poblasen las zonas vírgenes del país, para ello el gobierno costeo el establecimiento de colonias y cedió terrenos baldíos a muy bajo precio, lo cual no tuvo la reacción esperada (una corriente migratoria), sino que posibilitó la formación de nuevos y vastos latifundios de políticos, aristócratas, extranjeros, etc.
No obstante todo lo que esto significaba para el progreso de la economía, a la postre, fue lo que sepultó a Díaz, ya que la clase alta se hacía cada vez más rica, y las masas, más pobres. Además, ambos bandos se sintieron invadidos por los inversionistas extranjeros, quienes llegaron a tener la cuarta parte de México. Otro factor fue que la generación de mexicanos estaba llena de ambiciones políticas y el gobierno de Díaz no permitía que nadie nuevo accediera al poder.
Es así como en 1910, a cuya cabeza iba Francisco I. Madero.
Francisco Madero era un rico propietario agrícola del norte del país, que en 1908 publicó el libro “La Sucesión Presidencial en 1910”, donde planteaba la participación del pueblo en las elecciones para dar una salida democrática a la dictadura. Además a principios de 1909 organizó el Partido Antireeleccionista, que postulaba el principio de “Sufragio No Reelección”. En este partido participaron, aparte de Madero, Emilio Vásquez Gómez y Filomeno Mata. Este partido lo formaba una parte de población Mexicana que aspiraba a participar en la dirección del gobierno, pero con apoyo popular. Es así como Díaz aceptó la candidatura de Madero en 1910 y el 26 de junio de ese año gana los comicios, pero el gobierno dictador le robó el triunfo, declarándose a Porfirio Díaz como presidente del sexenio de 1910 - 1916. Entonces Madero denuncia el fraude ante la nación por lo cual es perseguido y detenido en Monterrey, desde donde fue trasladado a la Penitenciaría de San Luis Potosí. Ahí escribió el Plan de San Luis Potosí, luego se fugó y se refugió en San Antonio, Tejas, E.E.U.U., donde firmó el plan el 5 de octubre de 1910. En este se llama a los mexicanos a tomar las armas el día 20 de noviembre de 1910, con lo cual se da inicio a la Revolución Mexicana.
Plan de San Luis Potosí.
“Los pueblos, en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de libertad y justicia, se ven precisados en determinados momentos históricos a realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida Patria ha llegado a uno de esos momentos: una tiranía que los mexicanos no estabamos acostumbrados a sufrir, desde que conquistamos nuestra independencia, nos oprime de tal manera, que ha llegado a hacerse intolerable. En cambio de esta tiranía se nos ofrece la paz, pero es una paz vergonzosa para el pueblo Mexicano, porque no tiene por base el derecho, sino la fuerza; porque no tiene por objeto el engrandecimiento y la prosperidad de la Patria, sino enriquecer un pequeño grupo que, abusando de su influencia, ha convertido los puestos públicos en fuente de beneficios exclusivamente personales, explotando sin escrúpulos las concesiones y contratos lucrativos. Tanto el poder Legislativo como el Judicial están completamente supeditados al Ejecutivo; la división de los poderes, la soberanía de los Estados, la libertad de los Ayuntamientos y los derechos del ciudadano sólo existen escritos en nuestra Carta Magna; pero, de hecho, en México casi puede decirse que reina constantemente la Ley Marcial; la justicia, en vez de impartir su protección al débil, sólo sirve para legalizar los despojos que comete el fuerte; los jueces, en vez de ser los representantes de la Justicia, son agentes del Ejecutivo, cuyos intereses sirven fielmente; las cámaras de la Unión no tienen otra voluntad que la del Dictador; los gobernadores de los Estados son designados por él, y ellos a su vez designan e imponen de igual manera las autoridades municipales. De esto resulta que todo el engranaje administrativo, judicial y legislativo obedecen a una sola voluntad, al capricho del general Porfirio Díaz, quien en su larga administración ha demostrado que el principal móvil que lo guía es mantenerse en el poder y a toda costa. Hace muchos años se siente en toda la República profundo malestar, debido a tal régimen de Gobierno; pero el general Díaz, con gran astucia y perseverancia, había logrado aniquilar todos los elementos independientes, de manera que no era posible organizar ninguna clase de movimiento para quitarle el poder de que tan mal uso hacía. El mal se agravaba constantemente, y el decidido empeño del general Díaz de imponer a la Nación un sucesor, y siendo este el señor Ramón Corral, llevó ese mal a su colmo y determinó que muchos mexicanos, aunque carentes de reconocida personalidad política, puesto que había sido imposible labrársela durante 36 años de Dictadura, nos lanzaremos a la lucha, intentando reconquistar la soberanía del pueblo y sus derechos en el terreno netamente democrático. Entre otros partidos que tendían al mismo fin se organizó el Partido Nacional Anrireeleccionista proclamando los principios de SUFRAGIO EFECTIVO Y NO-REELECCIÓN, como únicos capaces de salvar a la República del inminente peligro con que la amenazaba la prolongación de una dictadura cada día más onerosa, más despótica y más inmoral. El pueblo Mexicano secundó eficazmente a ese partido y, respondiendo al llamado que se hizo, mandó a sus representantes a una Convención, en la que también estuvo representado el Partido Nacional Democrático, que así mismo interpretaba los anhelos populares. Dicha Convención designó sus candidatos para la Presidencia y Vicepresidencia de la República, recayendo esos nombramientos en el señor Dr. Francisco Vázquez Gómez y en mí para los cargos respectivos de Vicepresidente y Presidente de la República. Aunque nuestra situación era sumamente desventajosa porque nuestros adversarios contaban con todo el elemento oficial, en el que se apoyaban sin escrúpulos, creímos de nuestro deber, para servir la causa del pueblo, aceptar tan honrosa designación. Imitando las sabias costumbres de los países republicanos, recorrí parte de la República haciendo un llamamiento a los compatriotas. Mis jiras fueron verdaderas marchas triunfales, pues por donde quiera el pueblo, electrizado por las palabras mágicas de SUFRAGIO EFECTIVO Y NO-REELECCIÓN, daba pruebas evidentes de su inquebrantable resolución de obtener el triunfo de tan salvadores principios. Al fin, llegó un momento en que el general Díaz se dio cuenta de la verdadera situación de la República y comprendió que no podía luchar ventajosamente conmigo en el campo de la Democracia, y me mandó reducir a prisión antes de las elecciones, las que se llevaron a cabo excluyendo al pueblo de los comicios por medio de la violencia, llenando las prisiones de ciudadanos independientes y cometiendo los fraudes más desvergonzados. En México, como República democrática, el poder público no puede tener otro origen ni otra base que la voluntad nacional, y esta no puede supeditada a fórmulas llevadas a cabo de un modo fraudulento. Por este motivo el pueblo Mexicano ha protestado contra la ilegalidad de la últimas elecciones; y queriendo emplear sucesivamente todos los recursos que ofrecen las leyes de la República en la debida forma, pidió la nulidad de las elecciones ante la Cámara de Diputados, a pesar de que no reconocía a dicho cuerpo un origen legítimo y de que sabía de antemano que, no siendo sus miembros representantes del pueblo, sólo acatarían la voluntad del general Díaz, a quien exclusivamente deben su investidura. En tal estado las cosas, el pueblo, que es el único soberano, también protestó de un modo enérgico contra las elecciones en imponentes manifestaciones llevadas a cabo en diversos puntos de la República, y si estas no se generalizaron en todo el territorio nacional fue debido a la terrible presión ejercida por el gobierno, que siempre ahoga en sangre cualquiera manifestación democrática, como pasó en Puebla, Veracruz, Tlaxcala, México, y otras partes. Pero esta situación violenta e ilegal no puede subsistir más. Yo he comprendido muy bien que si el pueblo me ha designado como su candidato para la Presidencia, no es porque haya tenido la oportunidad de descubrir en mi las dotes del estadista o del gobernante, sino la virilidad del patriota resuelto a sacrificarse, si es preciso, con tal de conquistar la libertad y ayudar al pueblo a librarse de la odiosa tiranía que lo oprime. Desde que me lancé a la lucha democrática sabía muy bien que el general Díaz no acataría la voluntad de la Nación, y el noble pueblo Mexicano, al seguirme a los comicios, sabía también perfectamente el ultraje que le esperaba; pero a pesar de ello, el pueblo dio para la causa de la Libertad un numeroso contingente de mártires cuando estos eran necesarios, y con admirable estoicismo concurrió a las casillas a recibir toda clase de vejaciones. Pero tal conducta era indispensable para demostrar al mundo entero que el pueblo Mexicano está apto para la democracia, que está sediento de libertad, y que sus actuales gobernantes no responden a sus aspiraciones. Además, la actitud del pueblo antes y durante las elecciones, así como después de ellas, demuestra claramente que rechaza con energía al Gobierno del general Díaz y que, si se hubieran respetado esos derechos electorales, hubiese sido yo electo para la Presidencia de la República. En tal virtud, y haciéndome eco de la voluntad nacional, declaro ilegales las pasadas elecciones, y quedando por tal motivo la República sin gobernantes legítimos, asumo provisionalmente la Presidencia de la República, mientras el pueblo designa conforme a la ley sus gobernantes. Para lograr este objeto es preciso arrojar del poder a los audaces usurpadores que por todo título de legalidad ostentan un fraude escandaloso e inmoral. Con toda honradez declaro que consideraría una debilidad de mi parte y una traición al pueblo que en mi ha depositado su confianza no ponerme al frente de mis conciudadanos, quienes ansiosamente me llaman, de todas partes del país, para obligar al general Díaz, por medio de las armas, a que respete la voluntad nacional. El gobierno actual, aunque tiene por origen la violencia y el fraude, desde el momento que ha sido tolerado por el pueblo, puede tener para las naciones extranjeras ciertos títulos de legalidad hasta el 30 del mes entrante en que expiran sus poderes; pero como es necesario que el nuevo gobierno dimanado del último fraude no puede recibirse y del poder, o por lo menos se encuentre con la mayor parte de la Nación protestando con la armas en la mano, contra una usurpación, he designado el DOMINGO 20 del entrante NOVIEMBRE para que de las seis de la tarde en adelante, en todas las poblaciones de la República se levanten en armas bajo lo siguiente:
Plan.
1°. Se declaran nulas las elecciones para Presidente de la República, Magistrados a la Suprema Corte de la Nación y Diputados y Senadores, celebradas en junio y julio del corriente año.
2°. Se desconoce al actual Gobierno del general Díaz, así como a todas las autoridades cuyo poder debe dimanar del voto popular, porque además de no haber sido electas por el pueblo, han perdido los pocos títulos que podían tener de legalidad, cometiendo y apoyando, con los elementos que el pueblo puso su disposición para la defensa de sus intereses, el fraude electoral más escandaloso que registra la historia de México.
3°. Para evitar hasta donde sea posible los trastornos inherentes a todo movimiento revolucionario, se declaran vigentes, a reserva de reformar oportunamente por los medios constitucionales aquellas que requieran reformas, todas las leyes promulgadas por la actual administración y sus reglamentos respectivos, a excepción de aquellas que manifiestamente se hallen en pugna con los principios proclamados en este Plan. Igualmente se exceptúan las leyes, fallos de tribunales y decretos que hayan sancionado las cuentas y manejos de fondos de todos los funcionarios de la administración porfirista en todos los ramos; pues tan pronto como la revolución triunfe, se iniciará la formación de comisiones de investigación para determinar acerca de las responsabilidades en que hayan podido incurrir los funcionarios de la Federación, de los Estados y de los Municipios. En todo caso serán respetados los compromisos contraidos por la administración porfirista con gobiernos y corporaciones extranjeras antes del 20 del entrante. Abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojado de sus terrenos, por acuerdo de la Secretaría de Fomento, o por fallos de los tribunales de la República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de que se les despojó de un modo tan arbitrario, se declara sujetas a revisión tales disposiciones y fallos y se les exigirá a los que adquirieron de un modo tan inmoral, o a sus herederos, que los restituyan a sus primitivos propietarios, a quienes pagarán también una indemnización por los perjuicios sufridos. Sólo en caso de que esos terrenos hayan pasado a tercera persona antes de la promulgación de este Plan, los antiguos propietarios recibirán indemnización de aquellos en cuyo beneficio se verificó el despojo.
4°. Además de la constitución y leyes vigentes, se declaran Ley Suprema de la República el principio de NO- REELECCIÓN de Presidente y Vicepresidente de la República, de los Gobernadores de los Estados y de los Presidentes Municipales, mientras se hagan las reformas constitucionales respectivas.
5°. Asumo el carácter de Presidente Provisional de los Estado Unidos Mexicanos con las facultades necesarias para hacer la guerra al Gobierno usurpador del general Díaz. Tan pronto como la capital de la República y más de la mitad de los Estados de la Federación estén en poder de las fuerzas del Pueblo, el Presidente Provisional convocará a elecciones generales extraordinarias para un mes después y entregará el poder al Presidente que resulte electo, tan luego como sea conocido el resultado de la elección.
6°. El Presidente Provisional, antes de entregar el poder, dará cuenta al Congreso de la Unión del uso que haya hecho de las facultades que le confiere el presente Plan.
7°. El día 20 de noviembre, desde las seis de la tarde en adelante, todos los ciudadanos de la República tomarán las armas para arrojar del poder a las autoridades que actualmente gobiernan. Los pueblos que estén retirados de las vías de comunicación lo harán desde la víspera.
8°. Cuando las autoridades presenten resistencia armada, se les obligará por la fuerza de las armas a respetar la voluntad popular, pero en este caso las leyes de la guerra serán rigurosamente observadas, llamándose especialmente la atención sobre las prohibiciones relativas a no usar balas explosivas ni fusilar a los prisioneros. También se llama la atención respecto al deber de todo Mexicano de respetar a los extranjeros en sus personas e intereses.
9°. Las autoridades que opongan resistencia a la realización de este Plan serán reducidas a prisión para que se les juzgue por los tribunales de la República cuando la revolución haya terminado. Tan pronto como cada ciudad o pueblo recobre su libertad, se reconocerá como autoridad legítima provisional al principal jefe de armas, con facultad de delegar sus funciones en algún otro ciudadano caracterizado, quien será confirmado en su cargo o removido por el Gobierno Provisional. Una de las principales medidas del Gobierno Provisional será poner en libertad a todos los presos políticos.
10°. El nombramiento de Gobernador Provisional de cada Estado que haya sido ocupado por las fuerzas de la revolución será hecho por el Presidente Provisional. Este Gobernador tendrá la estricta obligación de convocar a elecciones para Gobernador Constitucional del Estado, tan pronto como sea posible, a juicio del Presidente Provisional. Se exceptúan de esta regla los Estados de dos años a esta parte que han sostenido campañas democráticas para cambiar de gobierno, pues en estos se considerará como Gobernador provisional al que fue candidato del pueblo siempre que se adhiera a este Plan. En caso de que el Presidente Provisional no haya hecho el nombramiento de Gobernador, que este nombramiento no haya llegado a sus destinos o bien que el agraciado no aceptara por cualquiera circunstancia, entonces el Gobernador será designado por votación de todos los Jefes de las armas que operan en el territorio del Estado respectivo, a reserva de que su nombramiento sea ratificado por el Presidente Provisional tan pronto como sea posible.
11°. Las nuevas autoridades dispondrán de todos los fondos que se encuentren en todas las oficinas públicas para los gastos ordinarios de la administración; para los gastos de la guerra, contratarán empréstitos voluntarios o forzosos. Estos últimos sólo con ciudadanos o instituciones nacionales. De estos empréstitos se llevará una cuenta escrupulosa y se otorgarán recibos de debida forma a los interesados a fi de que al triunfar la revolución se les restituya lo prestado.
Transitorio.
Los jefes de las fuerzas voluntarias tomarán el grado que corresponda al número de fuerzas a su mando. En caso de operar fuerzas voluntarias y militares unidas, tendrá el mando de ellas el mayor de graduación, pero en caso de que ambos jefes tengan el mismo grado, el mando será del jefe militar. Los jefes civiles disfrutarán de dicho mientras dure la guerra, y una vez terminada, esos nombramientos, a solicitud de los interesados, se revisarán por la Secretaría de Guerra, que los ratificará en su grado los rechazará, según sus méritos.
Todos los jefes, tanto civiles como militares, harán guardar a sus tropas la más estricta disciplina, pues ellos serán responsables ante el Gobierno
Provisional de los desmanes que cometan las fuerzas a su mando, salvo que justifiquen no haberles sido posible contener a sus soldados y haber impuesto a los culpables el castigo merecido. Las penas más severas serán aplicadas a los que saqueen alguna población o que maten a prisioneros indefensos.
Si las fuerzas y autoridades que sostienen al general Díaz fusilan a los prisioneros de guerra, no por eso y como represalias se hará lo mismo con los de ellos que caigan en poder nuestro, pero en cambio serán fusilados, dentro de la 24 horas y después de un juicio sumario, las autoridades civiles y militares al servicio del general Díaz que una vez estallada la revolución hayan ordenado, dispuesto en cualquier forma, transmitido la orden o fusilado a alguno de nuestros soldados. De esta pena no se eximirán ni los más altos funcionarios, la única excepción será el general Díaz y sus ministros, a quienes en caso de ordenar dichos fusilamientos o permitirlos, se les aplicará la misma pena, pero después de haberlos juzgado por los tribunales de la República, cuando ya haya terminada la Revolución. En caso de que el general Díaz disponga que sean respetadas la leyes de guerra, y que se trate con humanidad a los prisioneros que caigan en sus manos, tendrá la vida salva; pero de todos modos deberá responder ante los tribunales de como ha manejado los caudales de la Nación y de como ha cumplido la ley.
Como es requisito indispensable en las leyes de la guerra que las tropas beligerantes lleven algún uniforme o distintivo y como será difícil uniformar a las numerosas fuerzas del pueblo que van a tomar parte en la contienda, se adoptará como distintivo de todas las fuerzas libertadoras, ya serán voluntarias o militares, un listón tricolor, en el tocado o en el brazo.
Conciudadanos: Si os convoco para que toméis la armas y derroquéis al Gobierno del general Díaz, no es solamente por el atentado que cometió durante las últimas elecciones, sino para salvar a la Patria del porvenir sombrío que le espera continuando bajo su dictadura y bajo el gobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin escrúpulo y a gran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales, y si permitimos que continúe en el poder, en un plazo muy breve habrán completado su obra: habrá llevado al pueblo a la ignominia y lo habrá envilecido; le habrán chupado todas sus riquezas y dejado en la más absoluta miseria; habrán causado la bancarrota de nuestra Patria, que débil, empobrecida y maniatada se encontrará inerme para defender sus fronteras, su honor y sus instituciones. Por lo que a mi respecta, tengo la conciencia tranquila y nadie podrá acusarme de promover la revolución por miras personales, pues está en la conciencia nacional que hice todo lo posible para llegar a un arreglo pacífico y estuve dispuesto hasta a renunciar a mi candidatura siempre que el general Díaz hubiese permitido a la Nación designar aunque fuese al Vicepresidente de la República; pero, dominado por incomprensible orgullo y por inaudita en una revolución antes de ceder un ápice, antes de devolver al pueblo un átomo de sus derechos, antes de cumplir, aunque fuese en las postrrerimas de su vida, parte de las promesas que hizo en la Noria y Tuxtepec. Él mismo justificó la presente revolución cuando dijo: “Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder y esta será la última revolución”. Si en el ánimo del general Díaz hubiesen pesado más los intereses de la Patria que los sórdidos intereses de él y sus consejeros, hubiera evitado esta revolución, haciendo algunas concesiones al pueblo; pero ya que no lo hizo… ¡Tanto mejor!!, el cambio será más rápido y más radical, pues el pueblo Mexicano, en vez de lamentarse como un cobarde, aceptará como un valiente el reto, y ya que el general Díaz pretende apoyarse en la fuerza bruta para imponerle un yugo ignominioso, el pueblo recurrirá a esa misma fuerza para sacudirse ese yugo, para arrojar a ese hombre funesto del poder y para reconquistar su libertad.
San Luis Potosí, octubre 5 de 1910.
Francisco I. Madero.
Insurrección de Pancho Villa, Pascual Orozco y Emiliano Zapata. Caída de Díaz.
La publicación del “Plan de San Luis Potosí” de Francisco Ignacio Madero provocó un levantamiento que aunque careció de fuerza en los ambientes urbanos, adquirió gran importancia en el ámbito rural.
En el norte de México, este movimiento era dirigido por Pascual Orozco y Francisco “Pancho” Villa (que originalmente se llamaba Doroteo Arango), un ex bandido que organizó a los campesinos mexicanos en un poderoso ejército. En tanto, en Morelos, una provincia en el sur de México, el movimiento campesino era dirigido por Emiliano Zapata. Zapata pretendía terminar con el sistema de haciendas, pero cuando se dio cuenta que no podría lograrlo muy fácilmente, él y su hermano Eufemio, organizaron una poderosa guerrilla de campesinos. Esta guerrilla se hizo conocida como los “Zapatistas” y pronto contó con más de 5.000 hombres.
En los comienzos de 1911 Pascual Orozco y Pancho Villa comenzaron con los movimientos revolucionarios en el norte de México, mientras que los zapatistas tomaban el control del pueblo de Cuautla, en Morelos. Una vez que Zapata se aseguró el pueblo, cortó el camino hacia Ciudad de México. Una semana después, Porfirio Díaz se dio cuenta que estaba siendo dominado, entonces renunció y se fue a Europa. Sin embargo, antes de dejar México dejó a un Presidente Provisional y a un gran ejército federal al mando del General Victoriano Huerta. Tiempo después de que Díaz dejó México, Zapata tomó Cuernavaca, la capital de Morelos. Después se dirigió a Ciudad de México donde se reunió con Madero, a quienes los revolucionarios nombraron Presidente. Esta victoria, sin embargo, fue sólo el principio del conflicto que sucedería en México.
Presidencia de Madero.
Una vez que Porfirio Díaz renuncia al poder y huye a Europa, el objetivo inicial de la revolución ya se había cumplido lo cual no significa que halla terminado. Esto ocurrió por que las necesidades sociales y políticas del país no estaban totalmente satisfechas.
A pesar de las divisiones internas luego de la caída de Díaz, las distintas tendencias políticas lograron unirse en una Convención Nacional donde se llevaron a cabo las elecciones generales. En ellas, Francisco I. Madero resulto ganador. Su gabinete fue integrado de la siguiente manera:
Manuel Calero como secretario de relaciones exteriores; Abraham González de gobernación; Ernesto Madero de hacienda y crédito público; José González Salas de guerra y marina; Licenciado Manuel Vásquez Tagle de justicia; Licenciado Rafael Hernández de fomento, colonización e industria; el ingeniero Manuel Bonilla de comunicaciones y obras públicas y Miguel Díaz Lombardo de instrucción pública y bellas artes. Este equipo de gobierno se caracterizó por ser más afín con el porfirismo que con la revolución. Sólo Abraham González y Manuel Bonilla se identificaban con esta.
Entre tanto, Zapata esperaba que el cambio de gobierno trajera una diferente actitud con sus tropas y por otro lado esperaba que las promesas de Madero se cumplieran.
El señor Madero asistió a la toma de posición al congreso el 6 de noviembre acompañado por Pascual Orozco representando a los revolucionarios del norte y por Ambrosio Figueroa representando a los de sur.
Pero Zapata pronto se dio cuenta que las cosas no se veían bien para él y los suyos. Tal como lo relata Magaña: "El general Figueroa se había convertido en el más encarnizado enemigo del General Zapata y de cuantos le acompañaban; sus fuerzas perseguían a los zapatistas con gran tenacidad. De los revolucionarios que rodean a señor Madero, los pocos que más convencidos estaban de la justicia que asistía al señor Zapata, trataron de que el conflicto provocado en Morelos tuviera una solución razonable"
El licenciado Robles Domínguez viajó a Cuautla con el fin de ser intermediario en el conflicto. Zapata aun no olvidaba la nota que le había dejado Madero la última vez que se reunieron en aquella ciudad. La nota decía: "En atención a los servicios que me ha prestado usted a la causa durante la revolución y la dificultad para mí de recompensarlo debidamente en los actuales momentos, quiero que sepa que no he dado crédito a las calumnias que han lanzado contra usted sus enemigos; que lo considero un leal servidor mío; que aprecio debidamente los servicios que usted prestó a la revolución, en atención con lo cual cuando yo llegue al poder le aseguro que le recompensaré debidamente sus servicios". Zapata confiado ordena sus tropas, las cuales habían crecido desde que burló el asedio de Morales en Chinameca, que detuviesen sus acciones y que se reunieran en Villa de Ayala con Robles Domínguez. Una vez que Zapata se reunió con él, le manifestó las condiciones que debían cumplirse para que él se rindiera. Las condiciones eran:
Se retirará del gobierno del estado el general Ambrosio Figueroa.
Se retirará del estado las fuerzas que manda Federico Morales.
Se concederá general a todo los lanzados en armas.
Se dará una ley agraria procurando mejorar las condiciones del trabajador del campo.
Las tropas federales se retirarán de las poblaciones del estado que actualmente ocupan.
Mientras se retiran las tropas federales de las poblaciones del estado quedarán armados 500 hombres de las fuerzas del general Zapata. Esta fuerza tendrá el carácter de fuerza rural y dependerá, por lo tanto, del ministerio de gobernación.
El jefe de las fuerzas será designado por el señor Madero, pero el general Zapata por si y en representación de sus segundos jefes, respetuosamente pide que la elección recaiga en la persona del señor Raúl Madero y Eufemio Zapata.
El general Zapata no intervendrá en los asuntos del gobierno del estado y procurará emplear su personal influencia para hacer respetar las autoridades constituidas.
El gobernador del estado será nombrado por los principales jefes revolucionarios del estado de acuerdo con el señor Madero.
Como estas habían sido las exigencias que Zapata le había pedido a De la Barra. En un principio habían agradado a Madero pero ahora que era presidente no. Madero no aceptó las exigencias que el caudillo sureño le pedía y le respondió con una dura carta diciéndole: "Suplico a usted que haga ver a Zapata que lo único que puedo aceptar es que inmediatamente se rinda a discreción y que todos los soldados depongan las armas. En este caso indultaré a los soldados del delito de rebelión y a él se le dará pasaporte para que pueda radicarse temporalmente fuera del estado. Manifiéstele que su actitud de rebeldía está perjudicando mucho a mi gobierno y que no puedo tolerar que se prolongue por ningún motivo; que si verdaderamente quiere es el único modo que puede hacerlo. Hágale saber que no puede temer nada por su vida si depone inmediatamente las armas".
Luego de esto Madero manda las tropas de Casso López, el cual rodea Villa Ayala y no permitió que Robles Domínguez hiciera entrega personal de la carta. Se dice que Casso López dijo al emisario que "conforme a las instrucciones recibidas de México, había ya girado ordenes y dispuesto la movilización de fuerzas para cercar al general Zapata y lograr su captura si era posible". Robles Domínguez que sentía una gran simpatía por Zapata, logró comunicarse telefónicamente con él. En su conversación, Zapata le relata lo que está ocurriendo y le dice que el hecho de que lo estén rodeando las tropas federales rompe lo acordado. Robles Domínguez acepta la situación y le cuenta que va en camino un correo, el cual lleva la carta que Madero le escribió junto con la descripción de los momentos difíciles que ocurren. Zapata recibe esta carta cabalgando. Al darse cuenta que todas las promesas de Madero han sido rotas, se indigna y despacha al correo su respuesta. Se dice que ahí fue cuando él se dio cuenta de que esta iba a ser una larga lucha, cruenta y sin cuartel. Los enemigos del general comenzaron a disparar por ordenes de Robles. Zapata ordenó la retirada y en la noche nuevamente se escapó de los federales por las montañas, empuñando la bandera de los campesinos y aumentando el número de partidarios en el camino. Luego se da a conocer el Plan de Ayala con el que se desconoce a Madero.
Existieron también otros planes como el de Tacubaya, el 31 de octubre, en el cual se propone como mandatario a Emilio Vasquez Gómez. A pesar de que no se le dio mucha importancia se mandó a perseguir al creador de él.
Plan de Ayala.
Plan liberador de los hijos del Estado de Morelos, afiliados al Ejército Revolucionario que defiende el completo cumplimiento del Plan de San Luis, con las reformas que se ha creído necesario agregar en beneficio de la Madre Patria Mejicana.
Nosotros los que firmamos, constituidos en una junta revolucionaria para sostener y llevar a cabo las promesas que la revolución del 20 de noviembre de 1910 pasado, hizo al país, declara solemnemente frente al mundo civilizado que nos juzgará y frente a la nación a la que pertenecemos y que amamos, proposiciones que hemos formulado para terminar con la tiranía que nos oprime y redimir a la Madre Patria de la dictadura que nos ha sido impuesta, cuyas proposiciones son determinadas en el siguiente plan:
Teniendo en consideración que el pueblo mexicano liderado por Don Francisco I. Madero fue a derramar su sangre para reconquistar sus libertades y recobrar sus derechos que han sido pisoteados, y no por un hombre para tomar posesión de poder, violando los sagrados principios que él juró defender bajo la consigna “Sufragio Efectivo No Reelección”, ultrajando de este modo la fe, la causa, la justicia y las libertades de la gente: teniendo en consideración que el hombre al que nos referimos es don Francisco I. Madero, el mismo que inició la antes mencionada revolución, que impuso su voluntad e influencia como una norma de gobierno en el Gobierno Provisional del ex Presidente de la República el abogado Francisco L. de la Barra, causando con este hecho repetidos derramamientos de sangre y múltiples infortunios para la Madre Patria de una manera engañosa y ridícula, no teniendo otras intenciones que satisfacer sus ambiciones personales, sus ilimitados instintos de tirano, y su profundo irrespeto por el completo cumplimiento de las leyes preexistentes emanadas del inmortal código del '57, escrito con la sangre revolucionaria de Ayutla;
Teniendo en cuenta que el so llamado Jefe de la Revolución Libertadora de México, Don Francisco I. Madero, con falta de integridad y una gran debilidad, no llevó a buen fin la revolución que tan gloriosamente inició con la ayuda de Dios y de la gente, ya que mantuvo en pie la mayoría de los poderes de gobierno y corruptos elementos de opresión del gobierno dictatorial de Porfirio Díaz, que de ninguna manera puede representar la Soberanía Nacional, y que, para ser los más amargos adversarios nuestros y de los principios que incluso ahora defendemos, y provocando la disconformidad del país y abriendo nuevas heridas en el seno de la Madre Patria, para dar su propia sangre a beber; teniendo también en cuenta que el susodicho Sr. Francisco I. Madero, actual Presidente de la República, trata de evitar el completo cumplimiento de las promesas que hizo a la nación en el Plan de San Luis Potosí, ciñendo las antes mencionadas promesas a los acuerdos de Ciudad Juárez, por medio de falsas promesas y numerosas intrigas en contra de la Nación anulando, persiguiendo, aprisionando, o matando elementos revolucionarios que lo ayudaron a ocupar el tan alto puesto de Presidente de la República;
Teniendo en consideración que el tan repetido Francisco I. Madero ha tratado por medio de la fuerza bruta de bayonetas de callar y ahogar en sangre los pueblos que pidieron, solicitaron o exigieron de él el completo cumplimiento de las promesas de la revolución, llamándolos bandidos y rebeldes, condenándolos a una guerra de exterminación sin concederles ninguna de las garantías que la razón, justicia, y la ley prescriben; teniendo igualmente en consideración que el Presidente de la República Francisco I. Madero ha hecho del Sufragio Efectivo un sangriento truco en la gente, ya en contra de la voluntad de la gente imponiéndoles al abogado José M. Pino Suárez como Vicepresidente de la República, o imponiéndoles como Gobernador de los Estados hombres designados por él, como el so llamado General Ambrosio Figueroa, azote y tirano de la gente de Morelos, o entrando en escandalosas cooperaciones con el partido científico, terratenientes, y jefes opresivos, enemigos de la revolución proclamada por él, para forjar nuevas cadenas y continuar con el modelo de una nueva dictadura más vergonzosa y más terrible que la de Porfirio Díaz, porque ha sido clara y evidente en que él ha ultrajado la soberanía de los Estados, pisoteando las leyes sin ningún respeto por las vidas o intereses, como ha pasado en el Estado de Morelos, y en otros, llevándolos a la más horrenda anarquía que se registra en la historia contemporánea.
Por estas consideraciones declaramos al antes mencionado Francisco I. Madero inepto en la realización de las promesas de la revolución de la que él fue autor, porque él ha traicionado los principios con los que engañó la voluntad del pueblo y le fue posible acceder al poder: incapaz de gobernar, porque no tiene ningún respeto por la ley y la justicia de los pueblos, y es un traidor de la Madre Patria, porque él es humillante para los mejicanos que quieren libertades, y también por complacer a los científicos, terratenientes, y jefes que nos esclavizan, y de hoy en adelante comenzamos a continuar la revolución empezada por él, hasta que alcancemos el derrocamiento de los poderes dictatoriales existentes.
Se retira el reconocimiento al señor Francisco I. Madero como Jefe de la Revolución y como Presidente de la República, por las razones expresadas anteriormente, se intenta derrocar a este oficial.
Se reconoce como Jefe de la Revolución Libertadora al Ilustre General Pascual Orozco, el segundo del líder Don Francisco I. Madero, y en caso de que él no acepte este delicado puesto, se reconocerá como Jefe de la Revolución al General Don Emiliano Zapata.
La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos manifiesta a la Nación bajo juramento formal: que ha hecho propio el Plan de San Luis Potosí, con todas las inserciones que se expresan a continuación en beneficio de los pueblos oprimidos, y se hará a sí misma la defensora de los principios defendidos hasta la victoria o la muerte.
La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admitirá transacciones o compromisos hasta que alcance el derrocamiento de los elementos dictatoriales de Porfirio Díaz y Francisco I. Madero, ya que la nación está cansada de hombres falsos y traidores que hacen promesas como libertadores y que al alcanzar el poder se olvidan y se convierten ellos mismos en tiranos.
Como parte adicional del plan que invocamos, damos aviso que: con respecto a los campos, madera y agua que los terratenientes, científicos y jefes han usurpado, los pueblos o ciudadanos que tengan títulos correspondientes a esas propiedades entrarán inmediatamente en posesión de los territorios de los que han sido despojados por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo bajo cualquier costo con armas en la mano las mencionadas posesiones; y los usurpadores que se consideren con algún derecho hacia esas propiedades lo deducirán ante los tribunales que serán establecidos con el triunfo de la revolución.
En virtud del hecho de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos son dueños sólo de la tierra sobre la que caminan, sufriendo los horrores de la pobreza sin ser capaces de mejorar su condición social en algún modo o de dedicarse a la Industria de la Agricultura, porque las tierras, maderas y agua están monopolizadas en unas pocas manos, por esta causa se expropiará la tercera parte de los monopolios de los poderosos propietarios, con previa indemnización, de modo que los pueblos y ciudadanos de México puedan obtener ejidos, colonias y fundar pueblos, o campos para sembrar o trabajar, y la falta de propiedades y buen vivir de los mexicanos mejorará en todo y para todos.
Respecto a los terratenientes, científicos, o jefes que se opongan al presente plan directa o indirectamente, sus bienes serán nacionalizados y los dos tercios de los que les corresponda irá para indemnizaciones de guerra, pensiones para viudas y huérfanos de las víctimas que sucumban en la pelea por el presente plan.
En orden de que se ejecuten los procedimientos con respecto a los propietarios mencionados anteriormente, las leyes de nacionalización serán aplicadas como calcen, para servirnos como norma y ejemplo pueden ser las leyes puestas en práctica por el inmortal Juárez en propiedades eclesiásticas, que castigaban a los déspotas y conservadores que en algún momento hayan tratado de imponernos su ignominioso juego de opresión y retraso.
Los insurgentes jefes militares de la República que levantaron las armas a la voz de Don Francisco I. Madero para defender el Plan de San Luis Potosí, y que se opongan con las armas al presente plan, serán juzgados como traidores a la causa que defendían y a la Madre Patria, ya que el presente muchos de ellos, para complacer a los tiranos, por un puñado de monedas, o por soborno, o por no querer ver, están derramando la sangre de sus hermanos que claman por el completo cumplimiento de las promesas que Don Francisco I. Madero hizo a la nación.
Los gastos de guerra serán sacados en conformidad con el artículo II del Plan de San Luis Potosí, y todos los procedimientos que se lleven a cabo en la revolución serán en conformidad con las instrucciones que dicho plan determine.
Una vez que triunfe la revolución que llevamos por el camino de la realidad, una Junta de los principales jefes revolucionarios de los diferentes Estados nombrará o designará un Presidente de la República interino, que convocará a elecciones para la organización de los poderes federales.
Los principales jefes revolucionarios de cada Estado designarán en Junta al Gobernador del Estado al que pertenecen, y este oficial convocará a elecciones para la organización de los poderes públicos, el objeto es evitar los nombramientos impuestos que provocan la desgracia de los pueblos, como el tan conocido nombramiento de Ambrosio Figueroa en el Estado de Morelos y de otros que nos llevan al precipicio de sangrientos conflictos, sostenidos por el capricho del dictador Madero y del círculo de científicos y terratenientes que lo han influenciado.
Si el Presidente Madero y otro elemento dictatorial del presente y anterior régimen quiere evadir la inmensa desgracia que aflige a la Madre Patria, y si posee verdaderos sentimientos de amor por ella, déjenlos presentar su inmediata renuncia a los puestos que ocupan y con eso algo sanarán las graves heridas que han abierto en el seno de la Madre Patria, ya que si no lo hacen, sobre sus cabezas caerá la sangre de nuestros hermanos.
¡Mexicanos: consideren que la astucia y la mala fe de un hombre es el derramamiento de sangre de una manera escandalosa, porque es incapaz de gobernar, consideren que su sistema de gobierno consiste en sofocar a la Madre Patria y pisotearla con la fuerza bruta de bayonetas en nuestras instituciones; y así, de la misma manera que levantamos nuestras armas para elevarlo al poder, nuevamente las levantaremos, ahora en su contra por no cumplir sus promesas al pueblo mexicano y por haber traicionado la revolución comenzada por él, no somos personalistas, somos partidarios de principios y no de hombres!
Pueblo mexicano: apoyen este plan con las armas en la mano y lograrán la prosperidad y el mejor vivir de la Madre Patria.
Ayala, 25 de noviembre, 1911.
Libertad, Justicia y Ley.
Firman, General en Jefe Emiliano Zapata; Generales Eufemio Zapata, Francisco Mendoza, Jesús Morales, Jesús Navarro, Otilio E. Montaño, José trinidad Ruiz, Próculo Capistrán; Coroneles Felipe Vaquero, Cesáreo Burgos, Quintín González, Pedro Salazar, Simón Rojas, Emigdio Marmolejo, José Campos, Píoquinto Galis, Felipe Tijera, Rafael Sánchez, José Pérez, Santiago Aguilar, Margarito Martínez, Feliciano Domínguez, Manuel Vergara, Cruz Salazar, Lauro Sánchez, Amador Salazar, Lorenzo Vázquez, Catarino Perdomo, Jesús Sánchez, Domingo Romero, Zacarías Torres, Bonifacio García, Daniel Andrade, Ponciano Domínguez, Jesús Capistrán; Capitanes Daniel Mantilla, José M. Carrillo, Francisco Alarcón, Severiano Gutiérrez; y más.
Aprovechando la oscuridad de la noche Zapata volvió a escapar de las tropas federales que habían tratado de capturarlo. Todo esto produjo una gran decepción en Zapata ya que le impresionó mucho que Madero cambiara tanto.
En ese momento fue cuando Zapata decidió hacer un plan en el que se explicara el motivo social de su lucha y aclarar que ellos no eran quienes “dando rienda suelta a los más bajos instintos se dedicaban al pillaje, a la destrucción y a la violación de mujeres”, que era como el gobierno los había definido. Fue así como durante los tres días que estuvieron escondidos en la sierra, que bien conocían, se redactó, junto al profesor Otilio Montaño, el Plan de Ayala.
Ayoxustla, fue un pequeño poblado que albergó al caudillo. Según se cuenta, luego de que Montaño dio lectura al Plan, Zapata dijo que pasaran a firmar aquellos que no tenían miedo, ya que ese plan debía ser sagrado para los hombres del campo.
Para poder tener copias de este documento, Zapata mandó a buscar al cura de Cuautla para que él, junto con la máquina de escribir copiara el texto. Si es que el cura oponía resistencia debían obligarlo a ir caminando con la máquina en la cabeza pero eso no ocurrió ya que el cura fue rápidamente e incluso felicitó a Zapata una vez que había leído el plan.
Si miramos el plan desde nuestro actual punto de vista, nos puede parecer tímido e incluso insuficiente para resolver el problema agrario. Pero, no hay que olvidar que fue la primera toma de conciencia que tuvo el campesinado. Este documento fue llamado una LOCURA por Madero y sólo algunos intelectuales entendieron el problema. Para el resto, modificar el concepto tradicional de propiedad privada era horroroso.
Hubo grandes ataques injustificados contra Madero, se le acusó de traidor a la patria y más tarde se le acusará de entregar a México a los vecinos del norte. Debemos comprender que estos ataques se produjeron porque Zapata estaba enojado con madero debido a que este olvidó la promesa de la reforma agraria.
Madero representó fielmente a lo que era su clase, la clase acomodada, por lo que creía que todo se iba a solucionar con orden político. En cambio Zapata no. Él era campesino y conocía perfectamente la necesidad de pelear por los de su clase, llamados desheredados. Zapata cometió errores políticos pero jamás falló a sus principios.
También hay que destacar que a Madero se le puede acusar de mucho, pero según los documentos existentes, él tuvo un gran respeto por la vida humana por lo que no se le puede acusar de matar a sus adversarios políticos.
En el plan se desconoce a Madero como Presidente y a Figueroa se le trata de “verdugo y tirano del pueblo de Morelos”. Se le da el puesto de Jefe de la Revolución a Pascual Orozco el cual, si no aceptara el cargo inmediatamente se reconocerá como Jefe Revolucionario a Emiliano Zapata.
El caudillo del sur no tenía la intención de llegar al gobierno. Es por eso que se habían enfocado en el partido Maderista.
En el Plan de Ayala, se refiere a como se puede llegar a “solucionar” el problema agrario. Dicen que la Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admitirá transacciones ni componendas políticas hasta que no se derroquen los elementos dictatoriales. Esto lo hacen porque dicen que la nación está cansado de hombres falaces y traidores que hacen promesas y las olvidan al llegar al poder transformándose en tiranos.
Se dice que con el Plan de Ayala comenzó la revolución social en México y que se abre la etapa agraria.
Con todo esto, el gobierno de Madero fue muy difícil. En un principio los observadores decían que eran naturales que surgieran bandoleros. Pero esos movimientos no tenían características bandoriles sino que obedecían a mejoras económicas de los más sufridos y otros porque querían satisfacer sus ambiciones políticas.
Hubo muchos hombres rebeldes y los más importantes fueron los orozquistas en el norte y los zapatistas en el sur. También hubo muchas otras personas que ayudaron formando juntas en diferentes lugares del país. El 27 de febrero, se proclamó a Orozco como Jefe de la Revolución, comprometiéndose a luchas para que se lleven a cabo los ideales del Plan de San Luis.
El Licenciado Emilio Vázquez Gómez que ya le había pedido una vez antes la renuncia a Madero, a fines de febrero, le mandó un telegrama el cual decía: “Medite usted este asunto serenamente, y para salvar al país de una menor desgracia, le pido que entregue la suprema autoridad a la revolución en lugar de seguir gobernando contra la opinión pública como lo hizo el General Díaz. De este modo se obtendrá inmediatamente la paz y la tranquilidad cesando todos los males y el derramamiento de sangre”. Madero no contestó. Pese a los levantamientos armados, el aún se sentía seguro porque su popularidad era grande debido a que había podido derrocar a Díaz y porque había logrado que el Plan de Ayala no obtuviera el apoyo que este demandaba.
Madero es abandonado por los Antireeleccionistas.
Luego de muchos años de dictadura porfirista, cuando Madero llega al poder existía una gran ilusión. Madero fue una persona que respetó mucho la libertad de expresión y pensamiento, a pesar de que fue duramente criticado por la prensa. También hubo un gran numero de situaciones confusas e incluso contradictorias que no definían hacia donde tiraba el nuevo gobierno. Por un lado, los más humildes creyeron que era el momento de las reivindicaciones populares; la clase media pensó que finalmente iba a participar activamente en la política del país y que su opinión se escucharía; los poderosos económicamente tenían el temor de perder todos los privilegios.
En los primeros meses del gobierno de Madero nada se encontraba claro: la esperanza de los pobres desaparecía, ya que nada indicaba que su miseria desaparecería, por otro lado la reforma agraria no había sido tocada y los agraristas, fundamentalmente del sur, luchaban mediante las guerras y las guerrillas.
Las luchas de Zapata ocurrían rápidamente y luego huían. Orozco protestaba en el norte, elaborando ideas justas, pero era derrotado a los pocos días. Por otro lado los obreros empezaban a organizarse.
Lo que finalmente se logró con todo esto, fue que ningún sector social se sentía representado por él, ya que en un principio todos lo habían visto como la salvación del régimen porfirista, pero cuando ya había triunfado, ninguno de los sectores lo vio como su fiel representante. Esta imagen fue creada por el mismo Madero porque quería gobernar para todos y no logró entender que era imposible satisfacer las necesidades de la casta dominante con los intereses populares. Ya se había terminado la paciencia del pueblo porque el hambre era real.
A esta altura, los poderosos que en un principio temían del gobierno de Madero, ahora se sentían confiados, porque se daban cuenta de la distancia que había entre el gobierno y el pueblo. Entonces empezaron a promover las ambiciones de los porfiristas supuestamente desplazados, pero que en realidad estaban muy presentes en la estructura económica y política del país.
Las condiciones que se estaban dando eran propicias para que ocurriera cualquier desastre. Existía un gobierno que no era popular, un ejército que había sido heredado de los enemigos y no se contaba con el apoyo del imperialismo norteamericano debido al impuesto que México había puesto sobre el petróleo que extraía de su subsuelo.
El gobierno norteamericano al notar esta intranquilidad en México decide intervenir en los asuntos internos de éste, lo cual terminaría con el asesinato de Madero y Suárez.
Emiliano Zapata luchaba en el sur pensando que el gobierno de Madero no podía continuar. Es por eso que se mantenía con sus hombres en la zona ocupada, pero no se había organizado como para tomar el poder. Él esperaba que la suma de fuerzas revolucionarias pudieran finalmente llevar a cabo el Plan de Ayala. Es por eso que el 12 de marzo de 1912 le escribe a Emilio Vasquez Gómez (otro candidato que peleaba en el norte). La carta dice: "…Estoy enterado del movimiento revolucionario del norte, por lo cual felicito a usted y espero que de esta manera combinemos los 2 movimientos hacia la Ciudad de México para terminar con el desastroso gobierno del traidor Madero. Ya usted sabe que mis partidarios y yo proclamamos a usted como nuestro futuro presidente de México pues tenemos fe en usted como el hombre que sabrá cumplir el Plan de San Luis y que de esa manera se hará la felicidad del pueblo mexicano y será cimentada la positiva paz nacional…". Ésto no se llevó a cabo.
Pero en el sur también surgieron ladrones que hacían llamarse revolucionarios. Por esto Zapata escribió y dijo muchas veces a sus partidarios que respetaran las haciendas y autoridades. También que debían resguardar pueblos y caminos, esto era porque creían que mientras mejor se comportaran, más ayuda tendrían de los pueblos, por lo que el triunfo sería más rápido. Es por eso que llamó a los ladrones "enemigos", ya que decía que ellos no querían su triunfo.
Madero reemplazó a Figueroa por Francisco Naranjo, para el puesto de jefe militar del Estado de Morelos. Naranjo asumió como jefe militar debido a que durante el gobierno de Díaz, él había estado en prisión por haber fundado el Partido Liberal. Naranjo trató de convencer a su viejo amigo Antonio Díaz Soto y Gana para que aceptara la Secretaria de gobierno, pero éste la rechazó, diciendo que a pesar de que no aspiraba a un comunismo agrario ni a la utopía de igualdad absoluta, no quería ser cómplice de la "guerra a muerte contra las víctimas del capital".
En el segundo y último informe que Madero dio al poder legislativo, demuestra lo satisfecho que se encuentra al haber logrado con la revolución de 1910 la no-reelección. Madero, seguía sin comprender el verdadero sentido de la revolución y no sospechaba que México se cubriría con sangre, como nunca antes. También comunicaba que había logrado un préstamo de Europa y EE.UU., de 10 millones de dólares, con el cual combatirían a los zapatistas, ya que ellos se encontraban muy fuertes a pesar de todo.
Madero, muy preocupado por la lucha zapatista, cambia nuevamente de jefe militar de Morelos. Ahora designa a Juvencio Robles, el cual había sido especialista en genocidio cuando Díaz lo había mandado al norte para aniquilar a los indios rebeldes. Para hacer esto, Robles pescaba a la gente pacífica que estaba en sus ranchos y los metía en campos de concentración donde los federales pudieran vigilar. Luego, incendiaba las casas y los ranchos, y las pocas personas que estaban aún libres (en su mayoría mujeres y niños), veían como quemaban sus casas.
Madero se caracterizó por ser una persona indecisa y falta de energía cuando debía cambiar estructuras económicas de México, mientras que para cambiar las políticas era muy osado y firme. Es por eso que se dice que si Madero no hubiese muerto asesinado, él hubiese ido tan despacio en la reforma que no se hubiese podido calmar a la gente y no se lograría la paz.
A pesar de que los revolucionarios eran fuertemente combatidos y los porfiristas se afirmaban más fuertemente de sus puestos, existía un malestar general por lo que ocurría. Es por eso que el problema agrario se discutía en la cámara de diputados. José Lorenzo Cassio y los ingenieros Manuel Marroquín Rivero y Roberto Gayol presentaron iniciativas para resolverlo, pero esto fue rechazado por ser considerado equivocada.
Las ideas de este proyecto eran:
Parcelar los ejidos que aún continuaban indecisos.
Fraccionar terrenos nacionales para venderlos en lotes medianos o pequeños, para crear la pequeña propiedad.
Comprar algunas haciendas de los grandes terratenientes para fraccionarlas y venderlas con iguales facilidades que en el caso anterior.
A pesar de que esto no dañaba a los grandes hacendados, los terratenientes se negaban a vender las tierras.
Con todo ésto, uno se puede dar cuenta como las ideas fueron evolucionando a través de los años. En un principio la Reforma agraria se veía como algo demasiado utópico, pero poco a poco se fue volviendo una realidad.
Madero fue por su inacción abandonado por el partido que lo apoyaba: el de los Antireeleccionistas.
Pequeñas revoluciones.
Cuando el gobierno de Madero estaba llegando a su fin, muchos levantamientos armados se produjeron en pequeñas localidades del país. Esto fue una de las consecuencias que tuvo el Plan de Ayala. Es así como en marzo de 1912, en Chihuahua, Orozco se subleva, tras ser nombrado jefe supremo de la revolución, a esto se sumaron Bernardo Reyes en Nuevo León y Félix Díaz en Veracruz. El ejército federal reprimió estos levantamientos con rudeza, estableciendo campos de concentración, quemando aldeas, ejecutando a los campesinos, etc.
Caída de Madero.
El liderazgo de Madero llegó rápidamente a su fin. Su primer error fue alentar a los revolucionarios, en los primeros días de su presidencia.
Durante el primer encuentro entre Madero y Zapata, quien quería eliminar las haciendas, Zapata intentó convencerlo de dividir las tierras entre los campesinos mexicanos. Madero no quiso irse hacía ese extremo, pero para no enemistarse con Zapata, lo intentó “comprar” ofreciéndole un gran pedazo de tierra. Esto hizo que Zapata se volviera contra su gobierno.
Se podría decir que Madero cayó porque quería complacer a todos, lo cual lo llevó a no hacer nada por el país y no lograr ninguna solución a los problemas de México. Así los activistas revolucionarios del norte (Villa y Orozco) abandonan a Madero y a Zapata.
El líder del ejército federal del conservador, Victoriano Huerta, y un pequeño grupo de oposición liderado por Félix Díaz (sobrino de Porfirio Díaz), combatió contra Madero y su ejército por diez días en Ciudad de México, en una batalla conocida como “La Decena Trágica”.
<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//IETF//DTD HTML//EN">
La Decena Trágica.
Lleva el nombre de "decena trágica" el lapso de diez días que va del 9 al 19 de febrero de 1913. Desde mediados de 1912 se fraguaba una conspiración en la que participaban elementos netamente conservadores. Los más conspicuos eran: Rodolfo Reyes, consejero político de su padre Bernardo Reyes; el general Manuel Mondragón, representante de Félix Díaz; el general Gregorio Ruiz, y Cecilio Ocón. Huerta permanecía al margen de ello, aunque los conspiradores intentaron atraérselo por mediación de su médico, Aureliano Urrutia, que era su consejero. El grupo se reunió en Tacubaya para planear el golpe de estado. El objetivo era liberar a los dos generales prisioneros, Reyes y Díaz, para utilizarlos como líderes del movimiento que tendría en el Ejército a su principal apoyo.
El 9 de febrero se sublevaron los alumnos de la Escuela de Aspirantes de Tlalpán y la tropa de un cuartel de Tacubaya. De aquí partieron dos columnas, una hacia Santiago Tlatelolco y otra hacia Lecumberri, donde libertaron a los militares traidores a la República. Reyes se dirigió al Zócalo, donde esperaba que la guarnición de palacio lo secundara. El general Lauro Villar, jefe de plaza, a la vista del enemigo ordenó el fuego, y prontamente sucumbió el jalisciense ex gobernador de Nuevo León. Por su parte, Félix Díaz se retiró a la plaza de la Ciudadela, donde estableció su cuartel. Entre tanto, Madero se hizo acompañar por una escolta de cadetes del Colegio Militar, de Chapultepec, al centro de la ciudad. Como Lauro Villar resultara herido, Victoriano Huerta fue nombrado jefe militar de la plaza.
Dado que había pocas fuerzas leales en la capital, el presidente ordenó la concentración de mayor número de tropas y se marchó al encuentro de Felipe Angeles en Cuernavaca. Durante el viaje, en la Ciudad de México continuaron los combates. Henry Lane Wilson, junto con los ministros de España, Alemania e Inglaterra, se dirigió al secretario de Relaciones para preguntar si el gobierno podía ofrecer garantías a los extranjeros. Por otra parte, Félix Díaz conferenció con un representante de Huerta. A partir de este momento, Gustavo A. Madero confirmó sus sospechas de que Victoriano Huerta participaba en la conspiración.
Madero regresó de Cuernavaca con optimismo porque contaba con Felipe Angeles y con Rubio Navarrete, habiéndose trasladado este último de Querétaro a la capital. El general Beltrán también se encontraba en México y entre todos cercaron al enemigo en la Ciudadela. Henry Lane Wilson siguió haciendo presiones diplomáticas ante el poco confiable secretario de Relaciones, Pedro Lascurain. Wilson amenazaba con responsabilizar al gobierno federal de cualquier daño causado a los extranjeros. Un grupo del Senado, en sesión privada, acordó pedir la renuncia de Madero y Pino Suárez. Wilson llegó a palacio con el ministro español Bernardo Cólogan y Cólogan, a los que Madero respondió que los diplomáticos no debían inmiscuirse en asuntos nacionales. Después de lo cual, Wilson y Von Hintze, el embajador alemán, trataron de hablar con Huerta, pero Madero sólo permitió que se hiciera en presencia de Pedro Lascurain.
En virtud de que la situación militar no avanzaba favorablemente al gobierno pese a la superioridad de sus fuerzas, Gustavo A. Madero hizo prisionero a Huerta. Cuando el presidente tuvo noticia de ello ordenó que el general Huerta fuera a defenderse de las acusaciones de Gustavo, quien hacía ver a Francisco que Huerta tramaba la derrota de sus propias fuerzas. Huerta juró fidelidad y el presidente reprendió a su hermano por impulsivo. Esto ocurría el 17 de febrero. En la Ciudad de México el número de decesos era ya considerable. El tránsito se había interrumpido en muchas calles y eran frecuentes los bombardeos, los cañonazos y las ráfagas de ametralladora. Por fin, el día 18 se celebró un pacto abierto entre Huerta y Félix Díaz, conocido como Pacto de la Ciudadela o Pacto de la Embajada, debido a que fue firmado en el local de la representación diplomática norteamericana, en presencia de Henry Lane Wilson. Antes de que esto aconteciera, Gustavo A. Madero fue hecho prisionero en el Restaurante Gambrinus, donde se le ofrecía una comida de despedida con motivo de su viaje a Japón. Conducido a la Ciudadela, fue entregado a la tropa que, en medio del más cruel salvajismo, lo sometió a las peores torturas y finalmente lo asesinó.
Por medio del Pacto de la Ciudadela, Huerta se comprometía a hacer prisionero al presidente y, enseguida, a desconocer al Poder Ejecutivo. La situación se resolvería nombrando presidente al propio Huerta, con un gabinete formado por Francisco León de la Barra, Toribio Esquivel Obregón, Manuel Mondragón, Alberto Robles Gil, Alberto García Granados, Rodolfo Reyes, Jorge Vera Estañol, David de la Fuente y Manuel Garza Aldape. La idea consistía en que Huerta fungiera como presidente provisional para que en las elecciones obtuviera el triunfo Félix Díaz.
Intervención de Estados Unidos, Alemania, España e Inglaterra.
Debido a la complicada situación que se vivía en México en el lapso de diez días que va del 9 al 19 de febrero de 1913, también conocido como la “decena trágica”, el embajador de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, junto con los ministros de España, Alemania e Inglaterra, se dirigió a donde el Secretario de Relaciones, Pedro Lascurain, para preguntar si el gobierno podía ofrecer garantías a los extranjeros. Sin embargo, el señor Lascurain se hizo el desentendido y no tomó en cuenta sus exigencias.
Henry Lane Wilson siguió haciendo presiones diplomáticas ante el poco Secretario de Relaciones. Wilson amenazaba con responsabilizar al gobierno federal de cualquier daño causado a los extranjeros residentes en México. Wilson llegó al palacio de gobierno con el ministro español Bernardo Cólogan y Cólogan, a los que Madero respondió que los diplomáticos no debían inmiscuirse en asuntos nacionales, después de lo cual, Wilson y Von Hintze, el embajador alemán, trataron de hablar con Huerta, pero Madero sólo permitió que se hiciera en presencia de Pedro Lascurain.
Pasaban los días y la situación en México no mejoraba. Por fin, el 18 de febrero de 1913, el noveno día de la “decena trágica”, se llevó a cabo un pacto entre Félix Díaz y Huerta. Ambos se reunieron con el embajador norteamericano, la posición de Estados Unidos en esos momentos era que Madero estaba muy íntimamente relacionado con los “salvajes revolucionarios”. Durante la reunión, los tres firmaron un documento llamado “El Pacto de la Embajada”, debido a que fue firmado en el lugar donde funcionaba la embajada norteamericana. Por medio de este Pacto, Huerta se comprometía a tomar prisionero al presidente y, enseguida, desconocer al Poder Ejecutivo. Luego de eso, Huerta sería nombrado Presidente de México.
Muerte de Madero.
El día 18 de febrero de 1913, Madero y el vicepresidente mexicano, Pino Suárez, son obligados a presentar sus renuncias, las cuales son aceptadas por el Congreso y el día 22 de febrero de ese año son arrestados. Esa misma noche mientras ambos “trataban de escapar” son asesinados.
Al día siguiente, los habitantes de la capital se decían unos a otros “ya mataron a Madero” enfatizando el “ya” como algo que todos esperaban. Las palabras de Carranza, cuando se celebraron los Tratados de ciudad Juárez, habían resultado proféticas. La advertencia de los renovadores no logró hacer reaccionar al presidente idealista.
Ascensión y caída de Huerta.
Gracias a la intervención del embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, con quien Huerta y Félix Díaz se reunieron el 8 de febrero de 1913, Huerta llegó a ser el nuevo presidente de México.
Estados Unidos apoyó a Huerta porque consideró que Madero estaba estrechamente asociado con los "revolucionarios salvajes", lo cual era contrario a sus intereses y a los de los capitalistas extranjeros.
Huerta alcanzó a ser presidente sólo por un año. Ese año estuvo marcado por la cada vez más sangrienta violencia de los revolucionarios y por el odio de la gente, debido a su alcoholismo y a su tiranía. El gobierno de Huerta no fue reconocido por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, quien el 26 de marzo de 1913 proclamó el Plan de Guadalupe.
Tres grandes fuerzas se levantaron en contra de Huerta en el norte, lideradas por Pancho Villa, Alvaro Obregón y Venustiano Carranza. Éste último tomó el control del ejército de Madero. En el sur, Zapata siguió peleando.
Entre 1913 y principios de 1914, huerta y su ejército sufrieron derrota tras derrota, finalmente el 15 de agosto de 1914, las cuatro grandes fuerzas revolucionarias convergen en Ciudad de México. Así Huerta es vencido y obligado a renunciar, terminándose su presidencia y el 20 de agosto de ese año, Venustiano Carranza, a pesar de las objeciones de Pancho Villa, se declara a sí mismo presidente de México.
México, pionero en el bombardeo aéreo.
A nivel mundial, México fue el primer país que utilizó la aviación para llevar a cabo un bombardeo. La guerra desde el aire, que hoy representa una de las estrategias más cruciales en los conflictos bélicos, tuvo su origen en la República Mexicana.
En abril de 1914, durante una batalla entre contitucionalistas y huertistas, en Topolobampo, Estado de Sinaloa, el capitán Mexicano Gustavo Salinas, sobrino de don Venustiano Carranza, llevó a cabo exitosamente el primer bombardeo aéreo y además puso en práctica el primer aparato lanzabombas.
Al iniciarse la revolución constitucionalista, don Venustiano Carranza autorizó al capitán Salinas a comprar un aeroplano en los Estados Unidos para enfrentar el régimen de Victoriano Huerta.
Este, junto con su hermano Alberto, había estudiado aviación en la Moisant Aviation School, de Garden City, en Nueva York, donde el gobierno americano preparaba a los pilotos que pelearían en la ya inminente Primera Guerra Mundial. En esta escuela, salinas obtuvo la licencia número 171 y con ella volvió a México donde ofreció sus servicios al Presidente Francisco I. Madero, quien lo puso bajo las órdenes del general Gonzalo Salas, como piloto aviador.
El capitán Salinas compró dos aviones de la marca “Curtis-Pusher”, para el Ejército Constitucionalista. Los aviones alcanzaban una velocidad de sesenta kilómetros por hora, y fueron llamados “Sonora “ y “Pájaro Azul”.
Durante los primeros días de abril de 1914, el cañonero “Tampico” se había unido a Carranza bajo las órdenes del capitán Hilario Rodríguez Malpica. En el puerto de Topolobampo fue recibido con fuego por los cañoneros huertistas “Morelos” y “Guerrero”.
El 14 de abril, el general Obregón, acompañado de su Estado Mayor, se separó del grueso de sus tropas y marchó a Topolobambo para saber que había sucedido con el “Tampico”. Cuando llegó hasta la embarcación, saltó a cubierta y el capitán Hilario Rodríguez Malpica ordenó que se le rindieran los honores militares correspondientes y se procedió a izar la bandera Mexicana en lo más alto del barco.
Tan pronto como los huertistas vieron que el buque constitucionalista había izado la bandera reanudaron el bombardeo, al que el capitán Malpica contestó con sus cañones mientras el general Obregón observaba el combate en espera de una sorpresa para el enemigo, pues había ordenado al capitán Salinas que con su biplano saliera en ayuda del “Tampico” si es que era necesario.
El capitán Salinas despegó, acompañado sólo de un voluntario de apellido Madariaga, y una vez a 3 ó 4 mil pies de altura, dio la orden a su artillero para dejar caer el artefacto bélico sobre el enemigo, dando así la victoria a su causa cuando parecía que el “Tampico” estaba derrotado.
La acción fue elogiada internacionalmente, tanto, que en el Museo de Aviación de Londres, se colocó años más tarde una placa simbólica honrando al valiente capitán Mexicano con la siguiente leyenda: “Al capitán Gustavo Salinas, Mexicano, primer hombre que usó la aviación como arma de guerra”.
Triunfo de Carranza.
Después de que Venustiano Carranza se declaró a sí mismo presidente de México, una cruenta lucha entre él y Villa comenzó. Esto se debió a las diferencias ideológicas entre los villistas, que ofrecían un programa político y social poco definido y los carrancistas, vinculados a la burguesía y deseosos de preservar los beneficios obtenidos por los generales, empresarios y abogados partidarios de Carranza. Las fuerzas de Villa presionaron por el sur, para que las de Carranza retrocedieran hacía la capital. Carranza contraatacó, causando grandes daños en el ejército de Villa. Mientras tanto, Zapata, quien mantenía los principios del Plan de Ayala, se aprovechó de la situación y el 14 de noviembre de 1914, los zapatistas tomaron Ciudad de México. Las luchas armadas continuaron hasta que Villa, Zapata y Obregón se dieron cuenta de que sería imposible instalar un consejo para solucionar los problemas sin paz. Así en la Convención de Aguascalientes, se acordó el cese de Carranza como jefe del ejército constitucionalista y de Villa como comandante de la División del Norte y se instaló a Eulalio Gutiérrez como presidente interino. Con esto, Zapata se retiró de la capital, lográndose una paz momentánea, que pronto se vio quebrantada por la formación de alianzas. Villa y Zapata se mantuvieron leales entre sí y apoyaron a Gutiérrez, mientras que Obregón se unió a Carranza y lo apoyó en su deseo de reclamar la presidencia. Con esto se reanudan las hostilidades entre los distintos grupos.
A finales de 1914, con unos decretos y en enero de 1915, con la Ley Agraria, Carranza se ganó a amplios sectores de la población, mientras sus ejércitos, al mando del general Obregón ocuparon Puebla el 4 de enero de 1915. En abril de ese año, las fuerzas de Obregón y Villa convergieron en la batalla de Celaya, donde éste último perdió parte importante de su poder. Enfurecido, Villa se dirigió a la ciudad de Colón en Nuevo México y mató a 18 personas. En tanto el presidente de los EE.UU., Woodrow Wilson, reconoció en octubre de ese año el gobierno de Carranza y en 1916 envió una tropa liderada por John J. Pershing para atrapar a villa, lo cual nunca consiguieron.
Inmediatamente después que Carranza asumió como presidente, un período de desordenes y anarquía comenzó. Los actos violentos y sanguinarios eran comunes.
En el sur, Zapata realizó repartos de tierras en Morelos y decretó algunas medidas legales para intentar consolidar las reformas agrarias y las conquistas sociales logradas, con esto, Carranza despachó tropas para tomar el Estado de Morelos en diciembre de 1915.
Durante otra reunión entre Obregón, Zapata y Villa, se intentó encontrar una solución para los problemas entre Villa y Carranza. Ahí comprendieron que México no podría alcanzar la paz si la lucha entre Villa y Carranza continuaba, para lo cual eligieron otro presidente interino. Desafortunadamente Obregón se "re-alió" con Carranza, para ganar poder y superar a Villa. A fines de 1915, Villa y Zapata sufrieron numerosas baja, mientras peleaban contra las tropas de Obregón y Carranza. A principios de 1917, Zapata respondió tomándose Morelos.
Así en septiembre de 1916, Carranza convoca a un Congreso Constituyente en Querétaro, con el fin de restaurar la paz y el orden, que elabora la Constitución de 1917. Esta Constitución es, en esencia, la misma que gobierna al México actual. Gracias a esto, Carranza ganó nuevamente apoyo popular, por lo que en elecciones posteriores resultó electo presidente de la República y tomó posesión de su cargo el 10 de mayo de 1917.
Reforma agraria.
Formas de distribución de tierras antes de la revolución:
Desde la época azteca, la tierra había sido repartida por medio de un sistema institucionalizado. Este sistema distribuía las propiedades en 2 formas: los de la clase dominante y la comunal de la clase baja.
En el s. XV, el Papa Alejandro VI donó las tierras americanas (mediante las bulas alejandrinas) a los Reyes de Castilla y de León “con libre, lleno y absoluto poder, autoridad y jurisdicción”
En la Nueva España, las instituciones administrativas otorgaron un sinnúmero de mercedes, lo cual favoreció la política de “composición de tierras”, que consistía en expedir nuevos y definitivos títulos de propiedad a cambio de efectivo, con ello se consolidaron los grandes latifundios.
El 25 de junio de 1856 se expidió la Ley sobre Desamortización de Fincas rústicas y urbanas, propiedad civil y religiosa. Con esta ley se liquidó el latifundismo no eclesiástico, pero no corrigió la mala distribución de la tierra.
La revolución mexicana:
Poco antes de 1910, el proceso de concentración de la propiedad en el campo llegó al máximo nivel. La revolución mexicana tuvo como principal objetivo la restitución de tierras a los campesinos, por ello el lema zapatista de Tierra y Libertad.
El 5 de Octubre de1910, con el Plan de San Luis de Francisco I. Madero se postulaba, en su artículo 3º. La restitución de tierras a los campesinos. El 28 de Noviembre de 1911, Emiliano Zapata proclama el plan de Ayala, donde se exige la devolución de las tierras a los pueblos y el fraccionamiento de los latifundios.
Luis Cabrera, en su discurso del 3 de Diciembre de 1912 frente a la cámara de Diputados, menciona que tomaría la tierra de donde la hubiera para reconstruir el patrimonio territorial del pueblo. También intervino en la redacción de la ley de Agraria del 6 de Enero de 1915 expedida en Veracruz por Venustiano Carranza, donde se declara de utilidad pública la reconstrucción y dotación de ejidos a los pueblos (art.1º) y facultó al poder ejecutivo para expropiar los terrenos necesarios para el cumplimiento del art.1º (art.2º) con estos antecedentes, los diputados del Congreso Constituyente de 1916-1917 redactaron el art.27º de la constitución de 1917.
En la actualidad, los Derechos individuales de los ejidatarios mexicanos se acreditan por medio de un certificado expedido por la Secretaria de la Reforma Agraria. Esta Reforma ha sufrido muchas modificaciones, que sólo han dejado su esencia, pero por eso mismo está en constante revisión. De esta manera, la causa de Emiliano Zapata sigue vigente hasta nuestros días, alcanzando una relativa justicia en la distribución de las propiedades agrarias.
Constitución de 1917.
Esta Constitución, si bien no tuvo muchas reformas en lo político, consolidó algunas de las reformas económicas y sociales defendidas por la revolución, en especial la propiedad de la tierra, la regulación de la economía, la protección de los trabajadores, etc. A pesar de esto, el presidente seguía teniendo una autoridad dictatorial.
Es un documento que permite al Estado confiscar y redistribuir la tierra de los latifundistas, además que el poder de la Iglesia Católica es drásticamente reducido.
Ella logró la consagración histórica de Carranza, Alvaro Obregón y Lázaro Cárdenas.
Sus artículos más importantes son el artículo 3º, que trata de la educación, el 27º, que regula la propiedad de tierras y aguas, el 28º, que trata de la intervención del Estado y el 123º, que regula los Derechos del trabajador.
ARTICULO 3º : La educación impartida por el Estado federal debe ser diseñada para desarrollar armoniosamente todas las facultades del ser humano y además amor a la patria, conciencia solidaria internacional, en independencia y justicia.
I. Libertad de creencia religiosa garantizada por el artículo 24, indica que el estándar que debe guiar esa educación debe ser mantenido completamente aparte de cualquier doctrina religiosa y, basada en los resultados del progreso científico, debe alejar de la ignorancia y sus efectos, servidumbre, fanatismo y prejuicios…
V. La educación primaria debe ser obligatoria.
VI. Toda la educación dada por el Estado debe ser gratuita.
ARTICULO 27º: La propiedad de tierras y aguas dentro de los límites del territorio nacional está concedida originalmente por la Nación, la cual ha tenido y tiene el Derecho de transmitir títulos (de propiedad) a privados, constituyendo así propiedad privada.
La propiedad privada no puede ser expropiada, excepto por razones de uso público y para pagar indemnizaciones.
La Nación debe tener, todo el tiempo el Derecho de imponerse en la propiedad privada.
En la Nación la propiedad de las aguas de los mares territoriales se viste igualmente, dentro de los límites y términos arreglados por ley internacional; las aguas marinas interiores; aquéllos de albuferas y estuarios permanentemente o intermitentemente conectadas con el mar; aquéllos de lagos naturales, interiores que se conectan directamente con arroyos que tienen un flujo constante; aquéllos de ríos y sus afluentes directos o indirectos del punto en su fuente donde las primeras aguas permanentes, intermitentes, o torrenciales empiezan, a su boca en el mar, o un lago, albufera, o estuario que forman una parte del dominio público; aquéllos de constante o arroyos intermitentes y sus afluentes directos o indirectos, siempre que la cama del arroyo, a lo largo del todo o una parte de su longitud, sirva como un límite del territorio nacional o de dos divisiones federales, o si fluye de una división federal a otro o cruces la línea del límite de la República.
I. Sólo mexicanos por nacimiento o naturalización y compañías mexicanas tienen el derecho para adquirir propiedad de tierras, aguas, y sus pertenencias, o para obtener concesiones para la explotación de minas o de aguas. El Estado puede concederles el mismo derecho a los extranjeros, con tal de que ellos estén de acuerdo antes con el Ministerio de Relaciones Extranjeras para considerarse como nacionales con respecto a tal propiedad, y pueden ligarse para no invocar la protección de sus gobiernos en materias que se relacionan con ello.
VII. (11)Los centros de población que, por ley o por hecho, posea un estado comunal tendrá capacidad legal de disfrutar posesión común de las tierras, bosques, y aguas que pertenecen a ellos o qué ha sido o puede restaurarse a ellos.
Artículo 28. En los Estados Unidos Mexicanos no habrá ningún monopolio o estanco de cualquier tipo; ni exención de los impuestos; ni prohibiciones bajo la guisa de protección a industria; exceptuando sólo a aquéllos relacionados a la acuñación de dinero, las correspondencias, telegrafía, y radio-telegrafía, a la emisión de dinero de papel por un solo banco para ser controlado por el Gobierno Federal, y a los privilegios que durante un tiempo especificado se conceden a los autores y artistas para la reproducción de sus trabajos, y a aquéllos que, para el uso exclusivo de sus invenciones, puede concederse a inventores y aquéllos que perfeccionan alguna mejora.
Las asociaciones de obreros, formadas para proteger sus propios intereses, no constituyen monopolios.
Artículo 123. El Congreso de la Unión, sin contravenir los siguientes principios básicos, debe formular leyes de trabajo que se deben aplicar a:
Obreros, obreros del día, sirvientes domésticos, artesanos (obreros, jornaleros, empleados domésticos, artesanos) y en manera general todos los con contratos de trabajo:
La duración del máximo de trabajo para un día será de ocho horas.
(51) la duración máxima del trabajo nocturno será de siete horas. Lo siguiente se prohibe: El trabajo no saludable o el trabajo peligroso para mujeres y por menores de dieciséis años de edad; el trabajo nocturno industrial por cualquiera de éstos; el trabajo por mujeres en establecimientos comerciales después de las diez por la noche y trabajo (de cualquier tipo) por personas bajo dieciséis después de las diez por la noche.
El uso de menores bajo los catorce años de edad se prohibe. Personas sobre esa edad y menos de dieciséis tendrán un día de trabajo de máximo de seis horas.
Cada seis días de trabajo un obrero debe tener por lo menos un día de descanso.
Se pagarán sueldos iguales por un trabajo igual, sin tener en cuenta sexo o nacionalidad.
El salario mínimo estará exento de la atadura, compensación, o deducción.
Muerte de Zapata.
Con Carranza en el poder, Zapata seguía necesitando cada vez más tropas. Es así como el 10 de abril de 1919 Zapata se entrevistó con un general el cual se suponía que quería volverse Zapatista. Sólo cuando se encontraron Zapato se dio cuenta que era una emboscada, pero ya era muy tarde porque finalmente lo balearon y luego murió.
El espíritu de Zapata se supone que se ha visto en los cerros de su ciudad natal, Morelos. Con esto Zapata se convirtió en una leyenda e incluso hoy en día el “Ejército Zapatista por la Liberación Nacional” (E.Z.L.N), pelea por la misma causa. También su frase ha sido recurrentemente ocupada. Esta era. “Es mejor morir en tus pies que vivir en tus rodillas”.
Caída y muerte de Carranza.
Luego de que Venustiano Carranza asumiera como presidente de México y de reducir las insurrecciones agrarias de Pancho Villa y de Emiliano Zapata, Carranza convocó al Congreso de Querétaro, que promulgó la constitución de 1917, una de las más avanzadas de la época, que orientó al país en el sentido revolucionario, reconoció el derecho de los trabajadores a organizarse y disminuyó la influencia de la Iglesia.
A pesar de que esta Constitución beneficiaba a las masas mexicanas, Carranza se convirtió en una persona muy odiada por el pueblo después del asesinato de Zapata.
Cuando comenzó a sonar el nombre de Obregón, Carranza hizo todo lo posible por impedir que su popularidad aumentara, pero cuando, en 1920, el general Obregón se subleva, Carranza se dio cuenta que era poco lo que podía hacer, por lo que se ve obligado a dejar el poder. Escapó por la sierra cercana a Ciudad de México y el 21 de mayo de 1920 fue asesinado.
Ascensión de Obregón.
Luego de la caída y muerte de Carranza en 1920, de la Huerta asumió la presidencia momentáneamente hasta que las elecciones se pudieran llevar a cabo. Finalmente las elecciones se realizan en noviembre y Alvaro Obregón asume la presidencia.
Dos hechos fueron los principales problemas que ocurrieron en el cuatrienio de Obregón. Uno fue el enfrentamiento, cada día más grave, por motivos religiosos, a haberse agudizado la actitud anticlerical de un importante sector de los revolucionarios que ya se había manifestado con ocasión de la redacción de la Constitución.
El otro problema, fue el de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, que se negaba a reconocer el gobierno de Obregón, y él para lograrlo tuvo que aceptar, en los tratados de Bucareli (1923) que no se aplicase a las propiedades de estadounidenses en México la política de nacionalizaciones alentadas por aquella Constitución.
Tres años más tarde del comienzo del gobierno de Obregón, de la Huerta se levantó en armas contra él, porque Calles, que era su amigo y que había luchado porque Carranza dejara el gobierno, era nombrado como candidato a la presidencia y no él. Finalmente la rebelión fue aplastada.
A pesar de que esporádicamente surgían focos de violencia, la paz ya había comenzado en la mayoría de los estados. Obregón gobierna hasta 1924 y con él se considera el fin de la Revolución Mexicana.
México y el futuro.
Luego del gobierno de Obregón, este hizo elegir presidente a Plutarco Elías Calles. Ante esta imposición se produjo una gran sublevación dirigida por el general Adolfo de la Huerta, que, sin embargo, fue dominada (1924).
Durante la presidencia de Calles la Constitución fue reformada para permitir la reelección de Obregón, pero esto no sucedió ya que fue asesinado siendo presidente electo. Para mantener la calma Calles declaró que el tiempo de los caudillos había terminado y anunció la fundación del Partido Nacional Revolucionario (P.N.R) con el fin de juntar a todas las fuerzas políticas y militares en una sola organización política. Esto da inicio al período llamado “Maximato”, donde los presidentes (hubo tres breves mandatos presidenciales después de la muerte de Obregón: Portes Gil, Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez) consultaban al Jefe Máximo de la Revolución (Calles) para hacer cualquier cosa.
En 1934 fue elegido presidente el general Lázaro Cárdenas. A partir de él, la duración del mandato presidencial fue de seis años. Cárdenas se convertiría en el más importante líder en la historia de la Revolución porque, a diferencia de sus antecesores, que habían adoptado una actitud conservadora, él se propuso llevar a la práctica las ideas formuladas en la Constitución de 1917. Esto produjo, ante todo, su enfrentamiento con Calles, a quien llegó a expulsar de México, demostrando que era el presidente quien efectivamente gobernaba el país y el partido, al que él cambió de nombre para llamarlo Partido de la Revolución Mexicana (P.R.M).
Así, después de casi veinte años de luchas internas, el pueblo Mexicano recobró la paz. Desde entonces México se dedicó a la reconstrucción de su economía, que había quedado muy dañada luego de la Revolución, y a atender asuntos de carácter internacional.
Biografías.
Emiliano Zapata.
Nació el 8 de agosto de 1879 en San Miguel de Anenecuilco en el estado de Morelos, México. Zapata, quien fuera hijo de un campesino, se convirtió en el más famoso líder de la revolución mexicana. Fue dueño de un carisma muy grande, logró llegar incluso a la población indígena, gracias a que hablaba Nahuatl (idioma indígena local). A pesar de esto, sus ideas revolucionarias fueron ignoradas por quienes obtuvieron el poder ganado en la revolución.
Elegido líder de su ciudad en 1909, Zapata comenzó a reclutar un ejército insurgente antes del comienzo de la revolución, en 1910.
Las relaciones entre el dictador Porfirio Díaz y los EEUU, junto con el pasado mexicano, dieron fuerza a este “nacionalismo revolucionario”, lo cual ciertamente ayudó a los planes de Zapata.
El “ejército libertador del sur”, al mando de Zapata, no aceptó al gobierno de Madero.
Los zapatistas lucharon también contra las tropas del ejército federal lideradas por Victoriano Huerta, el general que derrocó a Madero.
En la convención de Aguascalientes, realizada con el fin de decidir el futuro de México, los zapatistas demandaron Tierra y Libertad para su gente. Este fue el "coro" del Plan de Ayala, claramente influenciado por las ideas anarquistas de gente como Ricardo Flores. Zapata ahí demanda la repartición de las tierras.
Zapata siguió siempre leal a sus ideas y se mantuvo en la oposición, luchando contra la represión hasta 1919, cuando fue invitado a una reunión en la hacienda de San Juan Chinameca, el 10 de abril de 1919, para, aparentemente confabular contra el presidente Carranza. Ahí fue víctima de una traición preparada por Pablo González y asesinado. A pesar de esto, los insurgentes siguieron peleando animados por la creencia de que el fantasma de Zapata podía ser visto cabalgando por los cerros de su Estado natal, Morelos.
Los conservadores ganaron y las ideas zapatistas fueron ignoradas hasta la presidencia de Lázaro Cárdenas, a fines de la década de los 30s.
La memoria de Zapata sigue aún vigente en todo México. Su nombre ha sido invocado por el ejército rebelde de indígenas en Chiapas, el Ejército Zapatista por la Liberación Nacional (EZLN), en su lucha contra las mismas "enfermedades" sociales contra las cuales luchó Zapata.
A lo largo de este siglo, gente de todo el mundo se ha levantado contra la opresión, tomando como principios los de Zapata.
Frases célebres de Emiliano Zapata.<div align="center">
1. </big></big><big>Atribuidas a Emiliano Zapata:</big>
2. <big>Acerca de Emiliano Zapata: </big>
|
</div>
<div align="center">
Prologo: "Un pueblo elige a un dirigente".
"En Anenecuilco se abre, como una herida, la historia de un país…" --Gastón García Cantú--
Situada a unos cuantos kilómetros al sur de Cuautla, en el rico Plan de Amilpas, del estado de Morelos, con sus casas de adobe y sus chozas de palma dispersa bajo el sol, en las laderas achaparradas que descuellan sobre el río Ayala, Anenecuilco era, en 1909, una aldea tranquila, entristecida, de menos de 400 habitantes. Era un pueblo que estaba a l borde del colapso, y su crisis era tanto la consecuencia de una historia particular, que tenía 700 años de antigüedad, como el resultado de luchas específicas. Pero era también, destacándose entre los detalles singulares, un paradigma de la crisis que sufrían muchos otros pueblos de Morelos y de toda la República. Durante treinta años, los grandes terratenientes cultivadores de caña de azúcar le habían disputado a Anenecuilco los derechos sobre las tierras y las aguas de la comarca. En los campos, a lo largo de las acequias de riego y en los tribunales, los de Anenecuilco habían luchado por sus derechos a los recursos locales. Pero, por lo general, gracias a que los hacendados influían poderosamente en el gobierno federal de la ciudad de México, a que dominaban el gobierno de Morelos y tenían sujetos a los funcionarios de las cabeceras de distrito, los campesinos perdieron sus pleitos. En 1909, la presión que se ejercía sobre ellos se había vuelto especialmente pesada. En esa primavera, los hacendados de Morelos se apoderaron por completo del gobierno del estado e impusieron la elección de un miembro de su propia banda, notablemente complaciente, como gobernador. Ese verano, el nuevo gobernador decretó una nueva ley de bienes raíces que reformó los impuestos y los derechos a tierras todavía más en beneficio de los hacendados. Este golpe se sintió duramente en todos los pueblos del estado. En Anenecuilco descorazonó por completo a los viejos que eran los regentes establecidos del pueblo. Los cuatro ancianos que componían el Consejo regente de Anenecuilco reconocieron públicamente que no se sentían capaces de dirigir el pueblo hasta que se sortease la crisis. No hay testimonios de que hubiesen fracasado por falta de valor o por negligencia. Por lo que se sabía, seguían siendo hombres de carácter firme y leal. Uno de los concejales, Carmen Quintero, había participado activamente en la política local desde 1884, y su carrera había comenzado antes de que muchos de los hombres adultos de la aldea hubiesen nacido. Otro, Antonio Pérez, había cargado su rifle para defender las tierras del pueblo desde 1887. Los otros dos, Andrés Montes y José Merino (presidente del Consejo), habían cumplido sus deberes firme y fielmente durante más de una década. Tampoco se sabía que los concejales hayan fracasado por no contar con la confianza de las personas a las que representaban. Por lo que se sabe, los aldeanos todavía los respetaban, Por lo menos, los concejales disfrutaban de una confianza "familiar", en la acepción literal del término, puesto que, probablemente, casi todos los de Anenecuilco podían considerar a uno de los cuatro ancianos regentes como tío, tío abuelo,, primo, hermano, cuñado, padre, suegro, padrino o abuelo. A lo largo de toda su difícil historia, la aldea había vivido gracias a la fuerza de voluntad de hombres como ellos, y ahora no contaba con una fuerza mejor en la que apoyarse. Lo que anonadaba a los concejales y los había sentirse desvalidos era, simplemente, un sentimiento de incapacidad física. Eran, como dijo su presidente (que tenía más de setenta años), demasiado viejos. Antes, la fatiga no los había extenuado. Pero ahora, por la nueva fuerza del influjo de los hacendados, la defensa de la aldea exigía una energía que ellos ya no podían generar. Él tener que tratar con los administradores y los capataces de los hacendados, en los términos de la nueva legislación, el enfrentarse al jefe político de Cuautla, él andar contratando abogados, el desplazarse para ir a hablar con el nuevo gobernador de Cuernavaca, él tener que hacer viaje hasta la ciudad de México, inclusive, resultó, de pronto, ser demasiado para hombres viejos. Precisamente porque los concejales eran personales con sentido de responsabilidad, por tradición y por carácter, decidieron traspasar su autoridad a otros que pudiesen dirigir a la gente de la aldea. En la tarde del 12 de septiembre de 1909, los hombres de Anenecuilco se reunieron a la sombra de las arcadas que se levantaban detrás de la iglesia del pueblo. Sabían que la reunión tenía que ser importante. Para que todo el mundo pudiese acudir, los ancianos la habían convocado para este día, que era domingo. YU para que no se enteraran los capataces de la hacienda no habían hecho sonar, como acostumbraban, la campana, sino que ese habían pasado el aviso de boca en boca. Se encontraba allí la mayoría de los que eran cabeza de familia y casi todos os demás hombres adultos, pero solteros. Llegaron de 75 a 80 hombres, parientes, amigos, parientes políticos, rivales. El presidente del consejo, Merino, les explicó las razones por las que ya no podían seguir haciéndose cargo de los asuntos del pueblo. Los ancianos habían servido al pueblo lo mejor que habían podido durante años, y el mejor servicio que ahora le podían hacer era el de renunciar. Los tiempos estaban cambiando tan rápidamente que la aldea necesitaba algo más que la prudencia de la edad. Era necesario elegir hombres nuevos, más jóvenes, para que los representaran. Luego, Merino pidió candidaturas para su propio cargo. Modesto González fue el primero en ser propuesto. Luego, Bartolo Parral propuso a Emiliano Zapata y éste, a su vez, propuso a Parral, se hizo la votación y Zapata ganó fácilmente. A nadie sorprendió. Zapata era joven, pues apenas en el mes anterior había cumplido los treinta años, pero los hombres que votaron lo conocían y conocían a su familia; y consideraron que si querían que un hombre joven los dirigiese, no podrían encontrar a ningún otro que poseyese un sentido más claro y verdadero de lo que era ser responsable del pueblo. Había tenido problemas con las autoridades del distrito, la primera vez cuando sólo tenía diecisiete años, un año o dos después de la muerte de sus padres. Entonces había tenido que salir del estado durante varios meses y esconderse en el rancho de un amigo de su familia, en el sur de Puebla. Pero nadie se lo tomaba a mal: en el campo, los líos con la policía eran casi un grito de libertad. De todas maneras, en los últimos trece años había sido uno de los dirigentes del grupo de jóvenes que habían participado activamente en la defensa del pueblo, firmando protestas, formando parte, como jóvenes, de las delegaciones enviadas ante el jefe político, y ayunando en general a mantener elevada la moral del pueblo. Recientemente, había ayudado a organizar la campaña local de un candidato a gobernador, de la oposición y aunque su partido había sufrido una desastrosa derrota (se había intimidado a los votantes, se habían escamoteado votos, se había detenido dirigentes y se los había deportado a los campos de trabajo forzado de Yucatán), se había establecido relaciones con políticos de todo el estado. Después de la promulgación de la nueva Ley de Bienes Raíces, había comenzado a trabajar regularmente, con el consejo. Según las normas del campo, los campesinos sabían que no era pobre: los Zapata vivían en una sólida casa de adobe y tierra, y no en una choza. Ni él ni su hermano mayor Eufemio, habían rebajado nunca como jornaleros en las haciendas, y ambos habían heredado un poco de tierra y algo de ganado al morir sus padres. Eufemio había vendido su patrimonio para hacerse de un capital con el cual dedicarse a los negocios en le estado de Veracruz, y se había dedicado a buhonero, revendedor, comerciante, ya a quién sabe cuántas cosas más. Pero Emiliano se había quedado en la región de Anenecuilco. Trabajaba su tierra, era aparcero de unas cuantas hectáreas más de una hacienda local, y en las temporadas en las que aflojaba el trabajo llevaba una recua de mulas por los poblados del sur situados a lo largo del río Cuautla. También compraba y vendía caballos, aunque no en grande. Por falta de tierras, la familia Zapata había comenzado desde hacía años a tratar en ganado, y Emiliano había aprendido desde joven el oficio. También había aprendido a sentir el orgullo que los caballos despiertan en los hombres, y cuando ganaba algo de dinero lo empleaba en ello; se compraba un nuevo, le ponía una silla de fantasía a su caballo favorito, se compraba botas y espuelas de calidad, para poder cabalgar orgullosamente en los lomos brillantes del caballo que más quería. La reputación de conocedor de caballos le dio buenos resultados, pues los dueños de haciendas del centro y este de Morelos, y del oeste de Puebla, y aun de la ciudad de México decían que era el mejor domador de caballos y se peleaban sus servicios. Pero nunca lo conquistaron con sus elogios y advirtieron siempre en él una independencia laboriosa. Los de Anenecuilco se acordaban de una historia de su niñez, según la cual, siendo niño, habían visto a su padre llorar de rabia por causa de la usurpación que la hacienda local había hecho de un huerto que pertenecía al pueblo, y había prometido que su padre recuperaría la tierra. Si ocurrió el incidente, debió tener entonces nueve años de edad, y era el noveno de diez hijos sólo cuatro de los cuales vivieron hasta alcanzar la edad adulta. Si la historia es apócrifa, la determinación de que se habla en ella sí se podía ver en su mirada; y a veces, aunque era duro como la piedra y nadie se atrevía a gastarse bromas con él, parecía estar a punto de derramar lágrimas. Hombre tranquilo, bebía menos que la mayoría de los demás varones del pueblo, y se agitaba también menos que ellos cuando lo hacía. En cierta ocasión, durante varias semanas, se encargó de los lujosos establos que en la ciudad de México tenían un dueño de ingenios azucareros de Morelos. Era una buena oportunidad para comenzar a progresar social y económicamente, para ir haciendo su lucha y terminar siendo dueño de sus propios establos, y tal vez, inclusive, de un ranchito. Pero no era hombre al que le gustase dar con zalamerías, pequeños enredos, dobleces ni adulonas tortuosidades. Inquieto y deprimido, no tardó en hallarse de regreso en Anenecuilco, donde comentó amargamente que len la capital los caballos vivían en establos que podrían avergonzar la casa de cualquier trabajador de todo el estado de Morelos. Aunque los días de fiesta se vistiese de punta en blanco y cabalgase por la aldea y por el pueblo cercano de Villa de Ayala en su caballo con silla plateada, la gente nunca dudó que siguiese siendo uno de los suyos. A pesar de sus excelentes caballos y de sus ricos trajes, los de Anenecuilco nunca lo llamaron don Emiliano, lo cual lo hubiese apartado de las moscas, el estiércol y el barro de l vida local, y hubiese trocado el respeto real que sentían por él en una vaga respetabilidad de señor del campo. En Anenecuilco, sentían que era uno de los suyos, y nunca les hizo sentirse mal por tratarlo como tal. Le llamaban Miliano, y, cuando murió, "pobrecito." Para ellos, era un vecino, un primo joven que podría encabezar el clan, un sobrino amado, firme y verdadero. Éste fue el hombre que los aldeanos eligieron para presidente de su consejo. Pero cuando lo eligieron, también estaban apostando a que no habría de cambiar. Lo que los convencía de que, una vez delegado en él el poder, no habría de cambiar y abusar de su confianza (lo que hizo que la duda no surgiese en la mente de nadie fue la reputación de su familia). El apellido Zapata era importante en Anenecuilco.) Había aparecido por primera vez en los asuntos locales como el nombre de un rebelde durante la guerra de Independencia, de comienzos del siglo. El padre de Emiliano, Gabriel, hombre tranquilo, popular, trabajador, que tartamudeaba ligeramente, y su madre, Cleofas, eran, por todos conceptos gente del común, pero transmitieron a su hijo las cualidades raras y sencillas del valor sin ambiciones y de la integridad empecinada que brillaba a lo largo de la historia de la familia. Los Zapata y los Salazar (la familia de su madre) llevaban en los huesos la historia de México. Cuando un ejército español puso sitio a los rebeldes en Cuautla durante la Guerra de Independencia, los muchachos de las aldeas vecinas cruzaron las líneas durante semanas llevando tortillas, sal, aguardiente y pólvora, a los insurgentes. Uno de los muchachos de Anenecuilco fue José Salazar, el abuelo materno de Emiliano. Dos de los hermanos de su padre, Cristino y José, habían peleado en la Guerra de Reforma y contra la Intervención Francesa en la década de 1860, y años más tarde Emiliano recordaba aún los relatos que le solían contar de sus campañas contra los reaccionarios y los imperialistas. Además, había otro José Zapata, cuya vida, definitivamente, puso a la familia Zapata en m alto lugar en la estimación de la gente de su pueblo. En 1866, durante la Guerra de Intervención, Porfirio Díaz, el joven general republicano, separado de su gobierno, que se había ido a refugiar en el lejano norte, comenzó por cuenta propia a organizar el ataque final contra los franceses. En cada vecindario necesitaba contar con un agente digno de confianza para movilizar y encabezar a las fuerzas locales. Su hombre, en los alrededores de Villa de Ayala, fue ese otro José Zapata. Zapata ya era un viejo, pero conocía la región y a su gente como la palma de su mano, y por dondequiera que pasaba despertaba respeto. Tenía su casa en Anenecuilco, y cuando la guerra terminó con la restauración de la República, la gente del lugar y de Villa de Ayala, naturalmente, pensó en él para que los ayudara a restablecer una paz y un orden populares. Durante los tiempos turbulentos de los últimos años de la década de 1860 y principios de la de 1870 fue el dignatario principal de Anenecuilco y desempeñó cargos electivos también en el gobierno municipal de villa de Ayala. Durante estos años, José Zapata mantuvo fieles conexiones con Díaz, que era entonces un ambicioso político de la oposición, mal orientado y confundido. Organizó un secreto club porfirista en Anenecuilco y mantuvo una correspondencia clandestina con su antiguo jefe en lo tocante a defender las tierras del pueblo contra las haciendas azucareras, las que describió con la frase de una "enfermedad maligna". Los de Anenecuilco lo veneraban: cuando sus camaradas comunicaron a Díaz su muerte, en 1876, le informaron "el fallecimiento de nuestro querido presidente y a quien considerábamos casi como padre." Y durante años siguieron por el camino político que les había trazado, confiando, aun después de que Díaz llegó al poder e incumplió sus antiguas promesas, en que al final se acordaría y los ayudaría a proteger sus cambios. Aún en 1892, durante una reñida elección presidencial, jóvenes de Anenecuilco como Eufemio Zapato, Octaviano Gutiérrez y Teodoro Plascencia, consideraron que era su deber cívico ingresar en los clubes porfirista s locales y votar por el dirigente en quien José había enseñado a los aldeanos a depositar su fe. No se sabe exactamente cómo estaba emparentado Emiliano con este patriarca, que murió tres años antes de que él naciese, pero José Zapata probablemente era hermano de su abuelo, es decir, era su tío abuelo. Sea como fuere, el papel que desempañó en la historia de ese pueblo hizo que el apellido Zapata fuese tenido en alta estima. Finalmente, la seguridad del parentesco se palpaba en el aire mismo de aquella reunión: Emiliano era también sobrino del jefe del momento, José Merino. Los aldeanos sabían que les esperaban duras pruebas en los años venideros. No podían confiar en nadie mejor que Zapata para ayudarlos a salir del apuro. Luego se presentaron otros cargos electorales y fueron ocupados por jóvenes, que habían sido los dirigentes de facto durante los últimos cinco años, de la nueva generación de la aldea. Francisco Franco, amigo íntimo de Emiliano, fue elegido secretario; Eduviges Sánchez y Rafael Merino, hijo de José, fueron nombrados tesoreros, y José Robles fue nombrado vocal. Fue una ceremonia breve y sencilla que consistió en una asamblea, una elección y un traspaso de la autoridad. Realmente, no era excepcional, pues en tiempos difíciles lo tradicional era que los "jueces" ancianos cediesen su lugar a los "guerreros" más jóvenes, y en aquella tarde los tiempos que se avecindaban para Anenecuilco parecían ser especialmente difíciles. Zapata habló brevemente. Dijo que aceptaba el difícil cargo que se le había conferido, pero que esperaba que todo el mundo le diese su apoyo. Treinta años más tarde, Francisco Franco recordaba que alguien le había gritado a Zapata: "Nosotros te sostendremos, sólo queremos que haya un hombre con pantalones para que nos defienda." |
</div>
Pancho Villa.
Este importante personaje de la Revolución Mexicana nació el 5 de abril de 1878, en la hacienda Río Grande, municipio de San Juan del Río, estado Mexicano de Durango. Fue hijo del peón Agustín Arango y de Micaela Quiñones. Fue bautizado con el nombre de Doroteo Arango.
El 22 de noviembre de 1894, a los 16 años de edad, Doroteo hiere al hacendado Agustín López Negrete, por lo que huye a la sierra y, más tarde se convierte en bandido. Es en esta época cuando se cambia de nombre y nace Pancho Villa, hombre que se convertiría en toda una leyenda en México. Se dedicaba a robar y a regalarle a los más necesitados por lo que recibió el nombre de “amigo de los pobres”.
En 1910 Pancho Villa se suma a la revolución que había iniciado Madero en contra de Porfirio Díaz. Fue nombrado capitán del ejército.
En 1912 derrota a Pascual Orozco y, Victoriano Huerta, general a cargo de las tropas, lo toma preso y lo juzga por desobediencia condenándolo a muerte, pero se le conmuta la pena por reclusión, tiempo que aprovecha para aprender a leer y escribir. Sin embargo, tiempo después se escapa y se refugia en El Paso.
El 22 de febrero de 1913 regresa a México y organiza la insurrección contra Huerta en el norte del país. El 30 de mayo del mismo año se casa con Juana Torres.
En 1915, la División del Norte al mando de Villa es derrotada por Alvaro Obregón en cuatro batallas, entre Celaya y Aguascalientes. El 16 de octubre del mismo año se casa con Luz Corral.
En 1920 se retira a la hacienda “El Canutillo” y, el 20 de julio de 1923 a las 9:15 de la mañana, Pancho Villa es víctima de una emboscada en Parral y muerto a balazos por un grupo de hombres.
Literatura y Arte de la Revolución Mexicana.
Debido a la gran cantidad de acontecimientos, personajes y leyendas surgidas durante la época de la Revolución Mexicana, muchos escritores se sintieron inspirados, por supuesto, todo lo que estaba sucediendo les proporcionaba una fuente inacabable de temas para sus libros.
La mayor parte de las obras fueron escritas por quienes participaron en el movimiento armado y se publicaron entre 1928 y 1940. La novela de Mariano Azuela, Andrés Pérez, maderista (1911) inicia el ciclo, pero sin embargo la más importante es Los de abajo (1916) que fue “descubierta” en una polémica periodística entre 1924 y 1925, con la que se acuñó este término.
Además de las obras de Azuela destacan, El águila y la serpiente (1928) de Martín Luis Guzmán, ¡Vámonos con Pancho Villa! (1931) de Rafael Muñoz, Tropa vieja (1931), de Francisco L. Urquizo, Campamento (1931) de Gregorio López y Fuentes, Desbandada (1934) de José Rubén Romero, El resplandor (1937) de Mauricio Magdaleno, Cartucho (1931) y Manos de mamá (1937) de Nellie Campobello, entre otras. Las consecuencias de la revolución hecha gobierno se definen en la más importante novela política Mexicana, La sombra del caudillo (1929) de Guzmán. Quizá el ciclo se cierre con tres novelistas que no participaron en la contienda, pero pudieron reflexionar sobre ella y recrearla mediante una estructura y un lenguaje renovadores: José Revueltas (El luto humano, 1943), Agustín Yáñez (Al filo del agua, 1947) y Juan Rulfo (El llano en llamas, 1953 y Pedro Páramo, 1955).
Otra novela que también se refiere en parte a la revolución es Como agua para chocolate (1990) de Laura Esquivel, en ella se habla sobre la situación política del país y muestra como la mujer se muestra cansada de ser reprimida por la sociedad y por los hombres.
Por otro lado, Vasconcelos, secretario de Educación Pública durante el gobierno del general Obregón, impulsó un gigantesco proyecto educativo y cultural, y gracias a su gestión se crea la Escuela Mexicana de Pintura y se fomenta el muralismo, movimiento en el que destacan Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.
Material gráfico.
Conclusión.
Bibliografía y fuentes de información.
Cruz Barros, Nicolás et alter. “Historia y Geografía Hoy 8°”.
Editorial Santillana.
1990 Santiago.
Chile.
Castillo, Heberto. “Historia de la Revolución Mexicana”.
Editorial Posada.
1977 Ciudad de México.
México.
Cuenca Toribio, José Manuel et alter. “Historia Universal volumen 4”.
Editorial Océano.
1996 Barcelona.
España.
Gispert, Carlos et alter. “Grandes Biografías volumen 4”.
Editorial Océano.
1996 Barcelona.
España.
Matute, Alvaro. “Historia de México volumen 9”, “Madero: del triunfo a la
Decena trágica”.
Salvat Editores.
1974 Ciudad de México.
México.
Womack, John “Zapata y la Revolución Mexicana”.
“Diccionario Enciclopédico Salvat tomo 8”.
Salvat Editores.
1968 Barcelona.
España.
Plan de San Luis Potosí.
Plan de Ayala.
Constitución de 1917.
www.zapatistas.org
www.msstate.edu/archives/history/latin.américa/México/revolution.home.
Ulethca/2gallgr/revmex/index.html
“Crónica Ilustrada Revolución Mexicana.
1966.
<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//IETF//DTD HTML//EN">
A continuación extractos de estos artículos de la Constitución de 1917.
Extracto del libro Zapata y la Revolución mexicana, de John Womack. Este texto muestra la importancia de Zapata en la revolución y es lo más imparcial que hemos encontrado. Al parecer Emiliano Zapata fue un héroe casi divino, porque el único defecto que decían que tenía era no haber sido pobre, según los parámetros de los campesinos.
35
3
Descargar
Enviado por: | El remitente no desea revelar su nombre |
Idioma: | castellano |
País: | España |