La revolución industrial que nació en Europa a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX fue un acontecimiento de repercusión mundial que provocó una transformación radical en la estructura social a partir de la renovación de los sistemas de producción, de los medios de transporte y comunicación y de la tecnología industrial.
El factor determinante de la revolución tecnológica fue la introducción de la mecanización en el proceso productivo. El primer país que paso de la producción manual a la mecanización en gran escala y a la producción en serie fue Inglaterra.
La producción en serie supone la división del proceso de trabajo en diversas fases complementarias; el producto es sometido a una serie de intervenciones combinadas realizadas por una cadena de máquinas. De tal modo, la máquina pasa a ser protagonista principal del proceso productivo, desplazando al obrero y eliminando las diferencias cualitativas del trabajo. Este aspecto marca una diferencia fundamental entre la producción artesanal, donde el obrero desempeña un papel activo y creador en el trabajo, y la producción en serie donde eso pasa a ser una pieza más del enorme complejo industrial.
Las primeras máquinas se introdujeron en Inglaterra en la industria textil, aproximadamente en 1840. La primera hilandería inglesa se construyó en 1771 en la localidad de Cromford. La máquina conocida con el nombre de spinning jenny, manejada por un solo obrero, producía seis veces más hilo que la rueda de hilar. Puesto que el trabajo de la máquina reemplazaba al de muchos obreros, la primera consecuencia de la revolución industrial fue la desocupación de una gran cantidad de trabajadores. Así mientras la miseria de la clase obrera iba en aumento, Inglaterra se convertía en el “taller del mundo” abasteciendo con sus productos a muchos países .
Rápidamente la nación se transformó de un país tradicionalmente agrícola en una nación industrializada que dominaba el mercado mundial. Su estructura social cambió radicalmente dos tercios de la población urbana pasó a trabajar en las fábricas. Pero la brusca transición de la vida rural a la vida urbana provocó graves conflictos debido a la necesidad de asegurarla subsistencia a la creciente población de las grandes ciudades. La afluencia masiva de población de bajo nivel económico originó condiciones miserables de vida, desocupación, marginación, delincuencia y una explotación indiscriminada del trabajador. Las jornadas laborales se extendieron hasta niveles infrahumanos y además se incorporó a las fábricas la mano de obra de las mujeres y niños que eran doblemente explotados, pues percibían salarios inferiores a los de los hombres.
Si la revolución tecnológica produjo un aumento impresionante de la productividad, provocó también un empobrecimiento notable en el nivel de vida de la clase trabajadora. Por otra parte, los salarios disminuían constantemente mientras aumentaba indiscriminadamente el precio de los artículos de primera necesidad, de modo que el poder adquisitivo de la familia obrera se vio notablemente reducido.
Así, las nuevas relaciones sociales intensificaron los conflictos de interés entre una burguesía enormemente enriquecida y poderosa y un proletariado empobrecido y sometido a una explotación indiscriminada. El aumento de la concentración obrera en un mismo lugar de trabajo comenzó a generar la organización de la clase trabajadora mediante la constitución de organizaciones sindicales.
En 1871, en Inglaterra y en 1844, en Francia, los sindicatos adquirieron existencia legal y se reconoció el derecho de huelga. En 1876 se celebró en filadelfia un congreso internacional de la clase obrera. Entre 1890 y 1900 se intensificó la lucha de clases mediante la organización de huelgas locales y generales. La tecnología moderna era compleja costosa y los empresarios se veían obligados a aumentar constantemente su capital para mantener su poder competitivo en el mercado. Así se fue afianzando la prosperidad de las instituciones bancarias, la industria, el comercio y la banca estaban estrechamente ligados entre si y paulatinamente se fueron conformando grandes monopolios conocidos con el nombre de trust o carteles, enormes organizaciones que manejaban la producción, distribución y comercialización de amplios sectores de la industria. Así el antiguo sistema burgués fue reemplazado por un sistema de consejos de dirección de impresionante poder económico.
Los cambios producidos en esta época a raíz de la introducción de la maquinaria en los procesos de producción transformaron desde sus cimientos las estructuras sociales. La consecuencia política de mayor alcance de la revolución industrial fue la toma del poder por la burguesía y la constitución del proletariado como clase.