Historia
Restauración Meidyi
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN
INSTITUTO DE HISTORIA
HISTORIA Y RELACIONES INTERNACIONALES EN EL ESTE Y SUDESTE DE ASIA
La restauración Meidyi:
los alcances del proceso modernizador
-Diciembre 2003-
“El proceso de modernización de Japón responde a cambios dramáticos realizados desde arriba. Recibieron desde arriba los principios de justicia social, igualdad, libertad, ello no respondía a reclamaciones ni necesidades, no fueron la recompensa a ningún esfuerzo”
“los japoneses pensaron en llegar de un vuelo a ese concepto de una vida más humana y a ese equilibrio entre los derechos y los deberes a los que llegamos nosotros penosamente por caminos escarpados y jalonados de calvarios”
“Libertad justicia, respeto a los derechos de los individuos son ideales de occidente... los japoneses no los han encontrados en el devenir de su historia, se los hemos llevado y a hora los buscan, a tientas y sin método”
“El Parlamentarismo japonés vaciló y tropezó como un hijo degenerado a quien precoces excesos han vuelto débil y violento. Nació corrompido por haber heredado los efectos del feudalismo”
Fragmentos: Andrés Bellessort, La Sociedad Japonesa, Editores Montaner y Simon, Barcelona 1905.
INTRODUCCIÓN
La restauración Imperial del año 1868 marca para Japón los inicios del proceso modernizador. La historiografía considera al año mencionado como punto de partida de la modernización japonesa, ya que a partir de ese momento se llevan a cabo una serie de reformas que tienen como objetivo lograr el fortalecimiento de Japón frente a las potencias occidentales, las que, debido a su supremacía tecnológica-militar han podido imponer sobre el gobierno japonés una serie de tratados evidentemente desiguales, que ponen de manifiesto la debilidad del Japón feudal frente al industrializado occidente.
Nuestro objetivo en el presente trabajo es lograr dilucidar el significado y alcance que tuvo la Restauración imperial y las medidas renovacioncitas adoptadas en la era Meidyi, a la que da origen la mencionada restauración. Para ello nos detendremos en los siguientes aspectos: el fin del Shogunato Tokugawa, los protagonistas o impulsores del proceso restaurador, las bases sobre las que fueron sostenidas las reformas implementadas en la era Meidyi, los medios utilizados para lograr los objetivos y las principales reformas implementadas por el nuevo gobierno.
Finalmente nos ha parecido de gran interés analizar las apreciaciones que nos entrega Andrés Bellessort acerca de la sociedad japonesa del año 1900. La riqueza de este documento radica esencialmente en que nos presenta la visión de un contemporáneo occidental, enviado desde Francia con el encargo expreso de averiguar cómo es realmente la sociedad japonesa y qué alcances han tenido las reformas implementadas por el gobierno Meidyi en los treinta años transcurridos desde la Restauración Imperial.
Debido a lo expuesto es que nuestro trabajo se divide en dos apartados. En el primero de éstos intentaremos lograr una explicación respecto del significado de la denominada “Renovación, Restauración o Revolución Meidyi”; mientras que en el segundo apartado nos dedicaremos a analizar las apreciaciones expuestas por Andrés Bellessort acerca de la sociedad japonesa.
Nuestro trabajo ha de finalizar con un balance que nos permita poner en perspectiva los objetivos propuestos por los impulsores del proceso modernizador de Japón, las reformas implementadas para tales efectos y los alcances concretos de dichas reformas. Todo ello con el fin de subrayar que si bien, los logros obtenidos por quienes se propusieron modernizar a Japón fueron espectaculares en el sentido de que le permitieron salir de su aislamiento y llegar a ser una potencia asiática y mundial, en muchos aspectos el proceso modernizador podría catalogarse de incompleto, debido a que en algunos casos las reformas implementadas tendían a parecerse más a una máscara que a un verdadero cambio o reforma modernizadora.
LA RENOVACIÓN MEIDYI
1. Crisis y fin del shogunato Tokugawa
Con la restauración imperial del año 1868 tuvo lugar el comienzo de un proceso que haría de Japón una potencia asiática y mundial. La restauración significaba poner fin a 265 años de gobierno del shogunato Tokugawa, este último se había encargado de crear un régimen feudal centralizado, en donde todos los señores feudales debieron someterse al gobierno shogunal. La política implementada por los Tokugagua respecto del exterior fue cerrar las puertas del país y aislarlo de todo contacto. En lo concreto dichas medidas habían significado monopolizar en las manos del shogún el comercio y las relaciones internacionales.
Fue así que Japón comenzó el siglo XIX con un sistema de gobierno arcaico e incapaz de responder satisfactoriamente a los problemas que se le presentaban. Estos problemas se manifestaban tanto en el ámbito interno como en el externo. Respecto de los problemas internos podemos mencionar que hacia 1860 “cundía el descontento social por la escasez de víveres y el alza de precios de los bienes de consumo básico atacaron duramente las masas populares de las ciudades y a las zonas de agricultura comercial, especialmente a aquellas de la cría de gusanos de seda”, mientras que en lo referente a la política exterior se veía forzado a ceder ante las demandas occidentales, que fueron haciéndose patentes con la firma de una serie de tratados desiguales.
En efecto, la apertura hacia el exterior no fue producto de una evolución interna del gobierno shogunal, sino que respondió a la imposición por parte de las potencias occidentales, las que por medio de la demostración patente de su poderío y supremacía tecnológica-militar, demostraron a Japón lo débiles que eran sus arcaicas estructuras defensivas y tecnológicas frente al mundo occidental.
Para lograr comprender el proceso que culmina con el periodo Tokugawua creemos necesario hacer referencia al proceso en el que se encuentran insertas las potencias occidentales hacia mediados del siglo XIX. En este período, occidente ha comenzado un proceso expansivo en busca de nuevos mercados que permitan absorber la creciente producción industrial de sus países. Debemos recordar que prontamente comenzarán la loca carrera por repartirse el mundo, como nos indica Eric Hobsbawm “allí donde no logren repartirse concretamente el territorio, buscarán asegurar el dominio económico, o al menos asegurar su influencia”.
Occidente se encontraba en plena expansión industrial, y los territorios chinos eran vistos como un gran mercado hacia donde podían ser dirigidos los excedentes de producción. “Si bien Japón no presentaba grandes atractivos comerciales era necesario contar con puertos de recale para el abastecimiento de combustibles y provisiones. El archipiélago quedaba en la ruta traspacífica que debían recorrer los buques que realizaban el comercio con China.”
Bajo estas circunstancias es que Japón comienza su forzoso período de apertura hacia occidente. Forzado por la diplomacia armada de Estados Unidos, en 1854 el shogunato Tokugagua comienza la firma de los tratados desiguales que prontamente se harán extensivos al resto de las potencias occidentales, se ponía fin de ese modo, a más de doscientos años de política aislacionista del Japón. La firma de dichos tratados significó para el Shogunato no sólo el sometimiento ante los occidentales, sino también la rebelión de algunos señores influyentes dentro del Japón feudal. La demostración concreta de la debilidad del shogunato era la oportunidad que estaban esperando algunos de los clanes rivales, como nos Indica Omar Martinez “los clanes rivales del sur, encabezados por
Satsuma y Choshu, utilizaron la oportunidad de la imposición de tratados al gobierno shogunal para dar el golpe definitivo al shogunato”.
A partir de mediados del siglo XIX la vida del gobierno Tokugawa comienza su irreversible decadencia. A pesar de los esfuerzos por modernizarse e introducir cambios en la quejumbrosa estructura administrativa, social y económica, no logrará sobreponerse a las dificultades, pues han comenzado a gestarse en el interior fuerzas disolutivas que se propondrán como objetivo derribar al gobierno shogunal e instalar en su lugar nuevamente al Emperador, que si bien había sido cuidadosamente preservado como institución, por siglos había sido relegado a un segundo plano.
Según el análisis que nos entrega Bellesort, el ya mencionado viajero francés, “Entre 1852 y 1868 se prepara la revolución formidable a partir de la cual se restablecería la autoridad imperial, destronando de su poder a los Tokugawa. A la primera batalla el shogunato estuvo en el suelo. El último Tokugawa Keiki abandonó a sus vasallos del norte y se rinde sin pensar en sus barcos y regimientos esparcidos. La revolución estaba consumada con gran asombro de los revolucionarios. La enorme maquina shogunal se derrumbaba por sí sola.”. Es por tanto en estas circunstancias en que se inicia el periodo al que se ha denominado Renovación Meidyi.
¿Renovación, Restauración o Revolución? Diferentes conceptos con los que la historiografía ha denominado al proceso que conducirá a Japón hacia la modernización de sus estructuras sociales, económicas y políticas. Respecto a las disidencias conceptuales baste para nosotros esclarecer que quienes denominan renovación ponen énfasis en los cambios novedosos implementados en el periodo Meidyi, los que prefieren enfatizar la restitución del Emperador como figura central del poder en Japón dan mayor relevancia al concepto Restauración, y finalmente hay quienes ven en el periodo Meidyi una auténtica Revolución por tanto prefieren denominar al periodo como revolución Meidyi.
2. Los promotores de la restauración imperial
Los promotores de la restauración imperial fueron los jóvenes Samuráis. Fueron éstos los que impulsaron la revolución política que se extiende entre 1867 y 1889, se encargaron de destruir el Shogunato, despojaron del poder y posesiones a los Tokugawua, a la vez que restauraron en el poder al emperador como gobernante supremo, abolieron el feudalismo y dieron a su nación un gobierno constitucional centralizado aunque no democrático. .
En efecto son hombres pertenecientes a esta clase los que se encargaron de derribar el gobierno Tokugawua e instalar en su lugar al joven Emperador MutsuHito, de tan solo 15 años de Edad. Entorno a la figura del emperador organizaron su nueva idea de Estado y gobierno. Utilizando los dotes místicos y milenarios de la institución imperial lograron la adhesión de las fuerzas antishogunales entorno a una causa común, la de lograr sacar a Japón de su condición de inferioridad y debilidad frente a las potencias occidentales.
Para Whitney es necesario precisar que la revolución emprendida en Japón a partir de 1860 no puede ser vista bajo ninguno de los parámetros occidentales, ya que los estereotipos de revolución burguesa o campesina no son válidos en el caso japonés, pues ninguno de estos grupos es el que conduce el movimiento revolucionario antishogunal. En efecto según este autor “la Restauración Meidyi no fue una revolución burguesa ni campesina, aunque entre los que atacaron al shogunato se encontraran campesinos y comerciantes. Los jefes del movimiento reformador procedían de otro origen, de la clases Samurai. La mayor parte de ellos procedía del Japón occidental, y por ello compartían tradicional antagonismo con la casa Tokugawa. Casi todos pertenecían a la clase inferior de los Samurai y eran notablemente jóvenes.
Las características de este grupo según la clasificación elaborada por Whtney en su mayoría corresponden a las siguientes: Casi todos poseían instrucción militar e intelectual elevada, muchos de ellos habían sido agentes diplomáticos, consejeros, organizadores de unidades militares o interpretes. Algunos habían estado en el extranjero o habían tenido contacto con occidentales en Japón.
Otra de las singularidades del grupo que condujo el proceso restaurador es que “si bien la mayor parte de los que lucharon por la restauración imperial comenzaron siendo antiextranjeros y preferían asegurar la impenetrabilidad del país ente los occidentales, hacia 1868 habían sido convencidos de la superioridad de la civilización occidental, por ello es que de estrictamente restauradores se transformaron en reformadores, dispuestos a asumir toda la influencia de occidente mientras ello fuera necesario para modernizar y fortalecer a Japón”
3. Pilares fundamentales de la Renovación Meidyi: la figura del Emperador y la Educación
3.1 El emperador
El poder mágico que conservaba el emperador les sirvió a los jóvenes revolucionarios para legitimar restauración. La oligarquía se apoderó del emperador como pieza clave, hizo del emperador la figura central de la religión nacional Chinto, caracterizado por el culto a los antepasados, exaltación del origen divino del emperador de Japón y también de su gente, mezclado con elementos Budistas. Los reformadores utilizaron estos elementos para lograr la lealtad de las masas hacia la institución imperial.
Lo esencial de la figura imperial no se basaba en el emperador en sí, sino en lo importante de la institución como símbolo de unidad. Witney nos señala el modo en que los Shogunes se encargaron de preservar el mito del emperador, cada uno de los Tokugawa mantenía cuidadosamente la ceremonia de investidura por parte del Emperador par con ello demostrar que su poder era recibido de las divinas manos imperiales, y por tanto era legitimo su gobierno sobre los demás señores feudales. Lo que realizaron los líderes de la Renovación fue “apropiarse de la figura imperial” y utilizarla como símbolo de unidad y autoridad frente al poder decadente del Shogunato Tokugawa. Ello explica el interés por auspiciar y desarrollar ampliamente el culto de veneración a al emperador, ya que lo que antes había sido lealtad a cada señor feudal, pretendía ser ahora lealtad única y centralizad en las manos del gobierno imperial.
Como apreciaremos a partir de los fragmentos de la constitución que presentamos a continuación, los poderes del emperador fueron definidos por ley. Esta ley venía a ser la carta fundamental sobre la cual se sustentaría el gobierno imperial.
Este texto corresponde a la primera constitución de Japón, fue promulgada en 1889, Según nos indica Whitney su impulsor fue el prominente político del clan Choshu, Itô Hirobumi. Su inspiración estuvo en el modelo prusiano, de donde fueron traídos asesores con el fin de colaborar en la redacción de la constitución Japonesa. En la Constitución se establecía la creación de dos cámaras legislativas: la Cámara Alta, constituida por la nobleza, y la Cámara Baja, electiva, aunque solo tenían derecho a voto medio millón de habitantes varones sobre una población de cuarenta millones y en última instancia siempre se encontraba el poder absoluto del Emperador. Este último además contaba con un Consejo Privado, presidido por Itô, quien estaba encargado de garantizar la constitucionalidad de las leyes promulgadas, lo que significaba de hecho conservar el monopolio del poder.
En el extracto que presentamos puede ser apreciado con claridad el rol preponderante del emperador en el gobierno. En última instancia de él dependen todas las decisiones relevantes del Estado. La constitución fue un documento otorgado por el emperador, es decir no fue producto de ningún procedimiento democrático, no obstante era la respuesta a las demandas de participación exigidas por algunas facciones que influidas también por el pensamiento occidental, crían necesaria la existencia de un marco legal para el gobierno. Además debemos recordar que la constitucionalidad del gobierno Meidyi fue también un a de los motivos que permitió a Japón Reclamar un trato de igualdad ante las naciones occidentales.
“Artículo III. El Emperador es sagrado e inviolable.
Artículo IV. El Emperador es la cabeza del Imperio; reúne en sí los derechos de soberanía, que ejercita de acuerdo con las disposiciones de la presente Constitución”
La Constitución Meidyi es la constatación más clara de la notable combinación entre elementos occidentales y las tradicionales ideas políticas japonesa. A través del marco legal occidental fue legitimado el Emperador como un monarca absoluto y sagrado, superior al gobierno. Como vemos en el fragmento expuesto, todos los japoneses eran sus súbditos y debían servirle lealmente. A pesar de todos los elementos reaccionarios que pueden ser evidenciados en la Constitución, Whitney subraya la idea de que de todos modos es un documento moderno, sobre todo si se valora el contexto de la sociedad japonesa. Al tener en cuenta ese factor, la Constitución viene a se el primer paso hacia un Estado de Derecho, sobre el cual se llevaría a cabo el posterior desarrollo político de Japón. Además abre os primeros causes de participación política en donde la comunidad puede expresarse y deliberar de cuestiones referentes al gobierno. Además es tremendamente innovadora sobre todo si se presta atención al artículo IV, este dispones que “El Emperador es la cabeza del Imperio; reúne en sí los derechos de soberanía, que ejercita de acuerdo con las disposiciones de la presente Constitución.” Esto permitía a los teóricos afirmar que en realidad el emperador se encontraba por debajo de su propia constitución, y por tanto el gobierno sí era responsable ante la voluntad popular. Por otra parte la existencia de la Dieta y el proceso electoral facilitaban el marco adecuado para la participación política de los partidos que habían surgido en Japón.
A pesar de las aclaraciones que nos presenta Whitney acerca de las virtudes que pueden ser evidenciadas en el documento constitucional de 1889, es preciso señalar que éste adolecía de un gran defecto, que a nuestro parecer resulta esencial en el comportamiento que manifestará posteriormente la sociedad Japonesa, una vez que logre situarse entre las potencias. El principal defecto es que se consagra y sacraliza a través del documento constitucional el mito de la divinidad del emperador y también de la sociedad japonesa. Creemos que cuando una sociedad se convence a sí misma de su superioridad y hasta divinidad frente a las demás, está solo a un paso de emprender su expansión sobre sociedades más débiles, ya que asume la tarea casi como una tarea divina. Esta última reflexión sírvanos sólo a modo muy sucinto para intentar proyectar lo que sucederá con Japón a lo largo de las primeras décadas del siglo XX, ya que los marcos cronológicos que hemos dado a nuestro trabajo sólo contempla hasta inicios del siglo XX.
3.2 La Educación
La educación fue el instrumento a partir del cual los restauradores esperaban hacer salir a Japón de su condición feudal para pasar a ser un estado moderno. A partir del sistema educacional se creo un pueblo letrado a la cabeza de la ciencia y la tecnología, mientras que no creó ni intentó crear una filosofía democrática, al contrario a través de la educación se pretendió alcanzar la lealtad incuestionable de la nación hacia un sistema Imperial autocrático, que era venerado principalmente por la instauración legal de la doctrina que afirmaba la categoría divina del emperador.
Según nos indica Omar Martínez, la forma en que se organizó el sistema educacional es la fiel aplicación de los principios establecidos ya en 1868 en el Juramento Imperial, en éste se establecía como deber nacional la búsqueda del conocimiento por todo el mundo. Así fue que a partir de la creación de la base administrativa del sistema de instrucción con el Ministerio de educación el año 1871, se fue creando una estructura educacional copiada de los distintos modelos ofrecidos por occidente. La educación primaria y secundaria siguió con algunas modificaciones el modelo norteamericano, mientras que las universidades se organizaron a partir del modelo francés.
Como ya hemos indicado los propósitos u objetivos con los que se fueron creando estas distintas estructuras educacionales eran primordialmente dos. En primer lugar se esperaba contar con la educación con el fin de hacer de ésta un medio eficaz para lograr la unidad nacional, pues a partir de la inculcación de valores se podía generar en el pueblo japonés la adhesión fiel y leal al sistema de gobierno y esencialmente al emperador, frente al que se debía demostrar lealtad, respecto y sumisión incondicional. En segundo lugar, pero con un igual grado de importancia estaba el objetivo de crear en Japón las bases sobre las que debía sustentarse la modernización económica, por tanto la educación cumplía el rol crucial de preparar a los japoneses en los métodos y técnicas industriales. Con ello se esperaba poner a Japón a la cabeza de la ciencia y la tecnología.
4. Las reformas de la Renovación Meidyi:
4.1 Reformas políticas, económicas y sociales
La finalidad de la restauración Meidyi había sido establecer un estado moderno y centralizado, mediante la destrucción del feudalismo Tokugawa, junto a esto también fue preparado el camino para la transformación de la sociedad japonesa, transformaciones que pretendían a su vez conducir a la sociedad por las sendas de la modernización. Existía la urgente necesidad de desligarse de las ataduras del feudalismo y para ello los líderes renovacioncitas optaron por abrazar las influencias occidentales.
No obstante si bien su objetivo último era alcanzar la modernización económica de Japón habían reconocido que para ello eran necesarias previas reformas que permitieran servir de sustento y base a las futuras reformas económicas. Es así que lo primeros cambios que se establecen son políticos y sociales. El primero de estos esperaba centralizar el poder en manos del emperador y por supuesto del séquito que se encarga de su asesoramiento. El modo en que este proceso fue emprendido ya se analizó en las páginas anteriores, por ello en este caso sólo lo hemos de mencionar como uno de los elementos principales en que se fundamentó el nuevo gobierno que surge luego de la derrota de los Tokugawa.
La primera gran reforma política fue el traspaso del poder al emperador, quien ahora era reinstaurado como jefe máximo de gobierno. Esta tarea fue emprendida por el grupo de renovacioncitas que se oponían al gobierno del Shogunato Tokugawa. Como ya hemos analizado, este grupo estaba compuesto esencialmente por Samuráis jóvenes, éstos se fueron encargando de la tarea de ir destruyendo poco a poco la figura del Shogún, despojándolo de su posición e instaurando en su lugar al emperador como única persona con poder ejecutivo en la nación.
En el plano político, durante la era Meidyi penetraron en Japón las ideas liberales que lograron establecer una monarquía constitucional hereditaria y con dos cámaras de representantes elegidos por
sufragio censatario. No obstante, a pesar del funcionamiento de instituciones características de un régimen político liberal, éstas en muchos casos sólo eran la fiel muestra de los intentos vanos por imitar todo los occidental no importando si existían para ello los sustentos básicos sobre los cuales asimilar e implementar las teorías occidentales.
Para lograr una síntesis respecto de las reformas emprendidas durante la era Meidyi a continuación exponemos el resumen que nos entrega K. Eidus, profesor y japonólogo que forma parte de los encargados de escribir la historia de Japón en el proyecto “UNESCO, Historia dela Humanidad.”
Las reformas de la era Meidyi se refirieren a todos los ámbitos de la vida japonesa. Los daymyo o señores feudales, junto a los samuráis fueron privados de sus derechos, se suprimieron los feudos provinciales se reemplazaron por prefecturas gobernados por funcionarios nombrados por autoridad central. Todas las clases de la sociedad recibieron los mismos derechos ante la ley. Se anularon los antiguos reglamentos feudales referentes al comercio y las ocupaciones, se instituyó un servicio ,militar general que destruyó los privilegios de los samurai, hasta entonces únicos con derechos a llevar armas (1871).
Otra reforma importante se refirió a la tierra. La propiedad feudal fue reemplazada por una propiedad privada. Los campesinos, labradores hereditarios se convirtieron en propietarios legales de la tierra que cultivaban. (1872)
Otras de las reformas esenciales implementadas en el Japón Meidyi fueron la medidas concretas emprendidas por el propio gobierno con el fin de modernizar las estructuras económicas. En un primer momento inyectó bastas cantidades de capital en beneficio de la construcción de establecimientos industriales y la construcción de vías férreas, instalaciones portuarias y telegráficas. Como ya hemos mencionado, también puso énfasis en la educación, vimos como fue que Japón conscientemente buscó en occidente todo aquello que le pudiera ser útil para su modernización, y entre los principales elementos llevados desde Europa y Estados unidos estuvieron los sistemas educacionales, a partir de los cuales esperaban crear generaciones instruidas y capaces de dominar las nuevas etnologías, ya que reconocían lo esencial de dominar las técnicas industriales si se pretendía alcanzar la modernización.
En último lugar pero muy unido a todo el programa de reformas emprendidas tenemos la idea expresa de convertir a Japón en una potencia militar. Para ello también fueron estudiadas y asimilados los métodos occidentales tanto en organización, equipamiento técnico e incluso la vestimenta fueron asumidos por el ejército japonés. Su objetivo era llegar a ser una potencia bélica, pues reconocían que con ello podrían enfrentarse a las potencias occidentales evitando ser humilladas y derrotadas como lo estaban siendo las otras sociedades asiáticas.
En efecto, Japón a la vez que se militarizaba, también se industrializaba de una manera vertiginosa. “En los 10 años trascurridos desde la Restauración nacieron en Japón 500 empresas industriales, cifra superior a la correspondiente a todos los siglos anteriores. En 1888 el gobierno vendió todas sus empresas nacionales exceptuando las estratégicas de carácter militar y una parte del sistema ferroviario.” Respecto a este punto Whitney nos señala que la venta más bien significó un traspaso a los hombres más influyentes del gobierno a un precio muy disminuido, entre ellos se encontraban compañías tales como Mitsui, Mitsubishi, Sumitomo, Fujita.
Lo que en definitiva tenemos es un estado en proceso de modernización política, económica y social. Modernización que respondía a objetivos claros y precisos: hacer de Japón un Estado fuerte y capaz de demostrar ante las potencias occidentales que Japón no podría ser sometido ni humillado como sí lo estaban siendo otras países asiáticos en ese período.
4.3 El alcance económico de las reformas
Según nos indica Omar Martínez “los líderes de la Renovación se habían lanzado a la conquista del poder político, como requisito indispensable para lograr los cambios económicos que tenían en mente. Se habían propuesto construir una economía lo suficiente mente industrializada como para colocar y sostener a Japón en un lugar preferente en el mundo moderno”. En efecto, en el transcurso de los primeros años los hombres encargados de dirigir los destinos de Japón, en nombre del emperador habían logrado establecer al menos las bases necesarias para poder posteriormente embarcarse en la tarea de la modernización económica.
Habían asumido y reconocido que en gran parte la inferioridad de Japón frente a las potencias occidentales se debía a sus arcaicas estructuras económicas que habían permanecido inmóviles por siglos. Las anticuadas estructuras feudales frente a la industrialización occidental no tenían oportunidad. Es por ello que la tarea de sacar a Japón de feudalismo se hace conscientemente y a través de vertiginosos cambios propiciados desde las cúpulas de gobierno “se trasforma rápida y artificialmente el régimen señorial y shogunal en un Estado moderno, que pretendía embarcarse en la revolución industrial suprimiendo en primer lugar las restricciones feudales y señoriales, impuestas a la propiedad y a la explotación del suelo”.
Según el análisis realizado por Kohahiro lo que acontece a partir del año 1868 en Japón es una autentica revolución, pues en un período muy corto de tiempo se establecen reformas que logran acabar de golpe con un centenario régimen feudal, del cual occidente tardó siglos en deshacerse. La razón principal de lo drástico de los cambios es que en el periodo denominado Meidyi tienen lugar un conjunto de reformas que pretendían conscientemente modernizar todo el aparato estatal en sus distintos ámbitos, es decir, económico, político y social. No obstante la revolución emprendida por Japón posee significativas diferencias con las revolucione liberales de occidente. En primer lugar porque el objetivo último era fortalecer a Japón frente a occidente y no lograr establecer las teorías liberales ni democráticas.
A ello se debe que en el Japón se estableciera un estado absoluto y oligárquico en reemplazo de feudalismo shogunal. “Es así que en la nueva sociedad capitalista se consagran las viejas relaciones feudales”
Como habíamos mencionado, en menos de 20 años los lideres de la restauración habían creado las medidas necesarias para el desarrollo de la economía capitalista. Las bases para la moderna economía ya estaban hechadas, entre estas Omar Martínez nos indica las siguientes:
Abolición de instituciones feudales
Legalización de la propiedad privada de la tierra
Establecimiento de un sistema de leyes de tipo occidental
Sistema educacional obligatorio
Organización del gobierno central y local en departamentos
Establecimiento de ministerios modernos
Notorios avances hacia la desaparición de barreras legales entre las clases sociales.
Creación de un moderno sistemas ferroviarios, telégrafos, banco central y periódicos
Creación de un aparato industrial capaz de auspiciar el desarrollo económico de Japón.
Ahora bien, producto de todos los cambios suscitados y ya mencionados el gobierno Meidyi quedó asentado en el transcurso de una década. En ese tiempo logró desmantelar el aparato feudal y reemplazarlo por muchos de los elementos fundamentales de toda sociedad moderna. Fue una transformación desde arriba efectuada con una cuota pequeña de violencia.
Como hemos podido apreciar a lo largo del trabajo fue el contexto histórico internacional el que obligó a los japoneses a actuar rápidamente. “Japón tuvo que crear en una generación lo que otros pueblos lograron en siglos. Japón saltó del feudalismo tardío al capitalismo sin haber pasado por el período del liberalismo político. La rapidez con que Japón tuvo que crear un Estado moderno que pudiera defenderse de las invasiones y simultáneamente una sólida base económica, una industria y un sistema educacional compatible con una nación industrializada moderna, determinó que estos cambios los llevaran a cabo un grupo de burócratas autocráticos y no la masa del pueblo a través de órganos democráticos representativos”. El objetivo principal de los líderes Meidyi era evitar que Japón se convirtiera en una colonia más al estilo del resto de Asia.
Por ello es que si bien Japón ingresó al mundo moderno con un régimen de gobierno absolutista, éste fue el que le permitió iniciar de una forma eficaz el vertiginoso proceso de modernización económico-industrial y también lograr la construcción de un poderoso aparato militar, que no sólo le permitió a Japón salvarse del colonialismo occidental sino incluso llegar a obtener un lugar entre las potencias.
En definitiva, como nos señala Omar Martínez, se puede afirmar que “la Renovación Meidyi logró revertir en brevísimo tiempo las condiciones ominosas a que fue sometido Japón en su apertura inicial a Occidente”. Por tanto los objetivos con los que habían sido emprendidas gran parte de las reformas fueron alcanzados por Japón en menos de 50 años. Japón pasó de ser una isla de estatus inferior en Oriente a un Potencia económica y militar capaz de competir con las potencias occidentales. Estas últimas tuvieron para Japón una importancia crucial en su proceso modernizador. En primer lugar el poderío y la altanería con que estas se presentaron ante el débil Japón feudal de mediados de siglo XIX le hicieron ver a los lideres antishogunales lo inferior que eran ante las potencias industrializadas. Nada podía hacer Japón con sus arcaicos sistemas defensivos y su retrógrada tecnología frente a tales colosos militares, que con solo pequeñas demostraciones de fuerza hacían caer la dignidad del pueblo japonés. Por otra parte occidente resultó ser para Japón el gran modelo del que decidieron copiar todo cuanto pudiera servir para hacer de Japón una gran potencia.
Decidido y consciente fue el proceso mediante el cual Japón emprende la occidentalización de sus estructuras. Se pretendió emular la grandeza occidental para con ello situarse al mismo nivel de quienes le estaban inflingiendo derrotas e imponiendo tratados desiguales. En efecto se vino a buscar a occidente todo cuanto pudiera servirles, sistemas de educación, teorías políticas, sistemas económicos, métodos y técnicas industriales etc. Se cumplía con ello una de las máximas establecidas en el Juramento Imperial del año 1868, en donde se estipulaba en su ítem 5 “Que la obra imperial sea elevada grandemente, recurriendo a los conocimientos del mundo entero”.
Las limitaciones de las reformas establecidas en el Japón Meidyi serán analizadas en el siguiente apartado, en donde un viajero francés analiza los límites de los cambios instaurados en Japón a partir de 1868. Los límites a los que se refiere el autor se enmarcan principalmente en los cambios políticos implementados a partir de la Restauración, considerando que éstos son más bien una linda máscara a un viejo pasado feudal. Por tanto mientras que en el ámbito económico y militar son innegables los grandes logros de Japón, en el ámbito político adolecen de muchas restricciones.
LOS LÍMITES DEL PROCESO MODERNIZADOR: APRECIACIONES DE UN CONTEMPORÁNEO OCCIDENTAL
Andrés Bellessort fue enviado a Japón a fines del siglo XIX por la revista Revue Deux Mondes de Paris para que estudiara la evolución de la sociedad japonesa. De este relato nos interesa fundamentalmente las descripciones y comentarios acerca del sistema político “parlamentarismo feudal” y el verdadero significado de la restauración Meiji, hacia fines del siglo XIX. A través de este documento podemos conocer los alcances que tuvo el rápido proceso modernizador iniciado a partir de la restauración imperial y los vestigios de un sistema feudal, sobre el cual fueron sobrepuestas nuevas etiquetas que esperaban hacer de Japón una sociedad completamente moderna.
Por supuesto no debemos olvidar que este relato corresponde a las impresiones y análisis realizadas por un occidental. Además todo el libro está orientado en entregar apreciaciones y no a profundizar en detalles investigativos, pues su objetivo es presentar a Francia el significado de vivir en Japón en el año 1900, luego de trascurridos 30 años de la Restauración Imperial.
Del informe presentado por Bellessort al periódico francés nos han interesado especialmente 3 capítulos, de los cuales extraeremos los fragmentos que nos han resultado más interesantes para comentarlos a la luz del conocimiento adquirido a partir de nuestras lecturas de bibliografía actual especializada en el tema.
1. Parlamentarismo y feudalismo
Según las apreciaciones de Bellessort el incipiente Parlamentarismo existente en Japón no es más que una etiqueta con la que han disfrazado al antiquísimo feudalismo japonés. Debido esencialmente a que la sociedad japonesa aún no ha asumido los ideales que sustentan al Parlamentarismo occidental, los electores no obedecen más que a sus preferencias personales y no a los ideales de ningún partido. Éstos existen, pero sus nombres “Liberal, progresista, Nacionalista”, no son más que la etiqueta vacía de contenido.
“No es necesario precisar el programa de los partidos políticos, pues liberales, progresistas y nacionalistas no son más que etiquetas prestadas y vacías. Los electores japoneses no siguen una idea, marchan detrás de un hombre”
No hay nada más patente que la preservación del antiguo feudalismo que las contiendas electorales. Allí es cuando puede verse relucir las adhesiones apasionadas y desprovistas de comportamientos civilizado, ya que los electores e incluso los que no tenían derecho a voto comprendieron que aquello eran las prolongaciones de los pasados enfrentamientos entre señores feudales, a quienes debían defender con su propia sangre.
“En tiempos de elecciones Japón saca a relucir las antiguas guerras civiles. Al principio Las aldeas se armaron, los aldeanos que no sabían siquiera que significaba una papeleta electoral, y los antiguos samuráis cerrados a toda idea política, asediaron las urnas y se entregaron a tumultuosas escaramuzas. Así como antes los escoltas de dos señores que se encontraban por el camino no podían evitar el enfrentamiento a sablazos, hoy no pueden encontrase dos candidatos sin que sus partidarios vengan a las manos”
En definitiva según nos indica Bellesort, ese incipiente parlamentarismo del que se jacta Japón no es algo en que se pueda confiar, ya que además de lo accidentadas que son las constantes elecciones realizadas en Japón, éstas no poseen ninguna validez concreta ya que los diputados elegidos no poseen poder real dentro del gobierno más que como meras válvulas de escape por medio de las cuales el Gobierno puede argumentar que oye a la población. Por ello es que si bien “muchos occidentales han admirado la rapidez con que Japón se sacudió el feudalismo, hay que tener cuidado y mirar con mas detención lo que realmente significa ese disfraz parlamentario... por lo demás por sobre las Cámaras elegidas se encuentra un ministerio sólo responsable ante el emperador”
Respecto a este ultimo factor debemos recordar las bases en que se sustentaba la Constitución promulgada en 1889, en donde por sobre todo el aparato gubernamental se encontraba la persona sagrada e inviolable del Emperador, en manos de quien se concentra en último término el poder absoluto.
2. El carnaval del pasado
En este capítulo Bellessort pretende manifestar que en el Japón Meidyi algunas cosas sí habían cambiado, rompiendo concretamente con el pasado señorial y feudal. En el capítulo al que Bellessort denomina el Carnaval del Pasado nos ilustra la celebración que el pueblo de Tokio ha organizado para festejar los 30 años del comienzo de la Era Meidyi o era de la luz. En esta fiesta tiene un lugar muy importante una comparsa en donde se representa el pasado de Japón. A través de una sátira se va recorriendo la historia pasada de señores y Shogunes, se representan sus cortes y ceremonias, ante las cuales la gente se mofa y ridiculiza. Lo que nos parece interesante de este capítulo es el modo en que este viajero francés se asombra del hecho de que en realidad no hayan pasado más de treinta años del momento que relatan dichas representaciones. En efecto lo que más le impacta a nuestro personaje es ver como muchos de los asistentes fueron protagonistas de aquellas ceremonias de las cuales hoy se ríen y rechazan.
“Aquella comparsa podía parecer cómica, y sin embargo, yo no olvidaba que no habían pasado 30 años desde que los últimos cortejos señoriales danzaron al entrar en las ciudades. Lo que hoy vi no era más que una mascarada, representaba entonces la indiscutible autoridad. En aquel entonces todas las frentes se inclinaban y el Japón cifraba su gloria en desplegar ante los príncipes esos fantásticos homenajes.
Desde la tribuna privilegiada en donde veíamos pasar la historia un hombrecillo regordete nos decía “este es el mismo aparato en el que vi yo a mi padre cuando tenía yo 10 años.
¡Que prueba tan concluyente era aquel espectáculo del rompimiento con el pasado!.”
Estas celebraciones eran la prueba tangible de que el pueblo japonés se sentía orgulloso de los cambios experimentados en los últimos treinta años. Estas impresiones eran las que el viajero francés estaba interesado en registrar, pues debía llevar a Europa noticias de esta sociedad, debía contarle a los europeos quienes eran realmente los japoneses, pues ya existía entre los occidentales la conciencia de que Japón iba a instalarse junto a ellos en el sitial de potencia, y para ello faltaba muy poco, pues si consideramos la fecha en que Bellesort escribe debemos tener presente que dentro de 5 años Japón logrará inflingir la primera derrota asiática a una potencia occidental, en la guerra que emprenderá contra el Imperio Ruso.
3. Los alcances de la restauración imperial y sus consecuencias
En este ámbito son dos los aspectos que preocupan a Bellesort y sobre ellos centra su análisis respecto del periodo Meidyi. En primer lugar le preocupa el trágico destino que deparó la restauración a los propios promotores de la misma. Reconociendo que en el proceso de restauración fueron fundamentales los Samuráis, éstos una vez finalizado el traspaso del poder a manos del Emperador, se vieron en muchos casos desplazados y sin lugar dentro del nuevo sistema de gobierno que se gestaba a partir de la Restauración.
Para el viajero Francés los cambios suscitados en este periodo pueden ser catalogados como una revolución debido a lo que significó para Japón asumir la tarea modernizadora. Pasar de un salto desde un gobierno y un sistema netamente feudal al mundo moderno implicaba necesariamente deshacerse de estructuras arcaicas tanto en el ámbito político, económico como en lo social. En la nueva sociedad que se fue gestando a partir de la restauración se fueron cerrando las puertas para la antiquísima clase Samurai, no había lugar para su trabajo, ni para su sistema de valores, y la tarea de reconvertir a los 450.000 Samuráis no fue posible, pues muchas de las nuevas estructuras incluso iban en contra de su sistema de valores.
“El emperador inauguraba ferrocarriles; los periódicos se multiplicaban, se vulgarizan las novedades occidentales, Japón se embarca en el camino de la modernización.
Pero la terrible consecuencia de aquella revolución japonesa es que la mayor parte de los que la hicieron no encontraron en ella empleo más que para sus cualidades inferiores. Las rígidas virtudes de los samuráis los aislaron en medio de una sociedad en que la curiosidad intelectual empezaba a sobreponerse al puritanismo nobiliario, no había lugar para su valor estoico, para su desprecio al dinero y a la muerte”
Así fue que Los samuráis vieron como su antigua ocupación ya no era parte de los programas reformadores. “Sus ingresos fueron reducidos a la mitad y se les ordenó además despojarse de su distintivo de clase, las dos espadas, y se les impulsó a entrar en el campo de los negocios y las finanzas. Sin embargo ese cambio era difícil para hombres cuya única profesión habían sido las armas y cuya mentalidad estaba restringida por la filosofía militar”
Por otra parte una contradicción más para los Samuráis era que la propia causa por la que se habían levantado en armas contra el Shogunato Tokugawa seguía postergándose, pues debemos recordar que una de las razones por las que los Tokugawua ganaran opositores fue la sesión de soberanía ante las potencias occidentales. Expulsarlas y deshacerse de la influencia de los bárbaros fue uno de los objetivos por los que muchos Samuráis lucharon. Esto según el análisis entregado por Bellessort, pero debemos considerar que según nos indica John Whitney, “si bien la mayor parte de los que lucharon por la restauración imperial comenzaron siendo antiextranjeros y preferían asegurar la impenetrabilidad del país ente los occidentales, hacia 1868 habían sido convencidos de la superioridad de la civilización occidental, por ello es que de estrictamente restauradores se transformaron en reformadores, dispuestos a asumir toda la influencia de occidente mientras ello fuera necesario para modernizar y fortalecer a Japón”.
Respecto de los Samuráis Bellessort nos señala:
“¿Qué hacer en presencia de los bárbaros? Los samuráis preguntaron eso todas las mañanas. Se les invita a la paciencia. Las ideas en la revolución no desempeñaron ningún papel, pues la única que se formula, la expulsión de los extranjeros es irrealizable. Pero sin que nadie se atreva a confesarlo los intrusos llegan a ser el elemento indispensable de la restauración imperial...A partir de 1868 los ministros se encargaron de desmantelar el régimen feudal. Los que más sufrieron las consecuencias fueron los samuráis. La revolución que habían esperado por 15 años y cuyo triunfo les ha embriagado se vuelve contra ellos, ayer eran sus instrumentos y hoy su obstáculo”
El segundo punto en el que Bellessort fija su atención son las limitaciones evidentes del proceso renovador emprendido en el periodo Meidyi. En este aspecto es interesante fijarnos en las contradicciones que se evidencian en las reformas llevadas a cabo en Japón a partir de 1868.
Según nos indica el viajero francés, en muchos aspectos las reformas implementadas en el ámbito político no son más que la máscara con la que han intentado disfrazar de moderna una vieja estructura feudal. Y la razón no es la intrínseca falsedad de los japoneses, sino lo imposible de lograr que una sociedad que no ha experimentado los procesos evolutivos que ha experimentado occidente, pretenda en un lapso de 20 o 30 años lograr lo que a occidente le ha costado siglos de preparación, maduración, batallas y esfuerzo.
“Los japoneses pensaron en llegar de un vuelo a ese concepto de una vida más humana y a ese equilibrio entre los derechos y los deberes a los que llegamos nosotros penosamente por caminos escarpados y jalonados de calvarios. No pidieron a nuestra ciencia y a nuestra filosofía más que aplicaciones materiales y beneficios inmediatos”
Es claro que lo que esta constando Bellessort corresponde a la realidad de los cambios políticos implementados en Japón a partir de 1868. estos tenían como principal objetivo hacer de Japón un igual ante las potencias, y no precisamente hacer de Japón un país democrático. Lo que pretendían era sacudirse la carga que significaban los tratados desiguales firmados con los occidentales. El primer objetivo era fortalecer militarmente al Imperio japonés para poder contar con un respaldo concreto frente a las potencias extranjeras, en segundo lugar era preciso logra convencer a los occidentales que Japón efectivamente se encontraba en las sendas de la modernización, y qué demostración más clara que establecer en Japón instituciones similares o idénticas a las occidentales, sumado además a un discurso copiado de las páginas de la ilustración occidental. Todo ellos debido a que “nada impresionaría más favorablemente a las naciones occidentales que una forma de gobierno constitucional, con instituciones representativas y procedimientos legales justos y claros como los de aquellas naciones...y en efecto esa fue a razón principal por la que Inglaterra renunció a su extraterritorialidad y le siguieran las demás naciones”
En efecto lo que se podía constatar era que en Japón se establecieron en un tiempo muy breve cambios que en lo aparente eran profundos. No obstante muchos de esos cambios carecían de contenido concreto, ya que no se sustentaban en ninguna tradición japonesa, su filosofía recién estaba conociendo los conceptos en los que pretendían fundamentar sus instituciones y leyes. Por ello es que si bien entre algunos llegó a existir la aceptación y comprensión de la conceptualización política liberal, en esos treinta años que habían trascurrido desde que se habían empezado a establecer, no habían logrado aun ser asumidos por una sociedad que en muchos aspectos seguía siendo tan feudal como lo era en el periodo Tokugawa.
“Ordinariamente son los pueblos los que paciente y sordamente conquistan sus derechos. Aquí los principios de justicia social, igualdad, libertad, caídos de un cielo desconocido, no respondían a las profundas necesidades de los espíritus. No quiero decir que esos principios sean inútiles para la grandeza de una nación; pero para obtener de ellos tanta gloria como provecho hace falta haberlos deseado y merecido. Sus beneficios no fueron para los japoneses la recompensa de un venerable esfuerzo”
Para finalizar nos quedamos con una última frase extraída del libro La Sociedad Japonesa escrito por Andrés Bellessort. En esta fragmento podemos sintetizar gran parte de las ideas desarrolladas por el autor a través del libro en cuestión:
“Creyeron que esas ideas les revelarían la grandeza de nuestra raza y el secreto de su debilidad. Se me ha contado que un día en el Parlamento un orador citaba en apoyo de su opinión ejemplos de Roma Grecia, la Revolución Francesa y de la historia americana, un diputado gritó con impaciencia “cite usted ejemplos japoneses”. Pero los oradores no podían fundar su tesis moderna en el pasado del Japón.
Libertad justicia, respeto a los derechos de los individuos son ideales de occidente... los japoneses no los han encontrados en el devenir de su historia, se los hemos llevado y a hora los buscan, a tientas y sin método”
La búsqueda de todo lo occidental se hizo e forma consciente e incluso sustentado a partir del Juramento Imperial en donde se fundaron las bases sobre las cuales se sostendría el gobierno imperial establecido en 1868. En 5º ítem de dicho juramento se estipula “Se buscará el conocimiento en el mundo para fortalecer el fundamento del Imperio”.
CONCLUSIÓN
La restitución del emperador japonés como figura máxima del gobierno en el año 1868 marcó el inicio del proceso que condujo a Japón por las sendas de la modernización. En efecto la Restauración imperial que desplazó al gobierno del Shogunato Tokugawa es considerada por la historiografía como un hito fundamental en el Japón moderno, ya que sin este hecho no se podría comprender la trasformación que experimentará Japón en los próximo 50 años. En ese breve período de tiempo la desgajada isla oriental logró desprenderse de su pasado feudal y pasar a formar parte del conjunto de potencias mundiales.
Como hemos podido apreciar a lo largo de nuestro trabajo, la modernización de Japón fue impulsada principalmente por el contexto mundial de mediados del siglo XIX. El mundo industrializado de occidente había comenzado su proceso expansivo en busca de mercados y también en busca de territorios factibles de ser colonizados o controlados en beneficio de las potencias Europeas. Se estaba dando origen al periodo conocido como la era del Imperialismo. La expansión experimentada por los países industrializados estaba alcanzando los distintos confines del planeta y existía principal interés por los territorios ubicados en el sureste asiático ya que su inmensa demografía significaba un gran impulso para las crecientes economías industriales.
Frente a las poderosas potencias occidentales Japón seguía siendo una débil entidad política gobernada aún en el siglo XIX por arcaicas estructuras feudales. Los Tokugawas habían gobernado los destinos del país por mas de doscientos años, a lo largo de los cuales se habían encargado de centralizar el poder, desplazar al emperador a un segundo plano y también de aislar a Japón de todo contacto con occidente, pues éste fue considerado como un peligro. Eso aconteció en el contexto de la primera hola expansiva de occidente, la denominada era de los descubrimientos, en donde eran principalmente España y Portugal los que estaban a la cabeza de la expansión europea. De eso habían pasado ya varios siglos, y adentrado el siglo XIX las condiciones habían cambiado bastante. Occidente había experimentado un amplio proceso de industrialización y modernización tecnológica que le permitía imponer su poderío sobre los territorios con menor capacidad tecnológica-defensiva.
Eso fue lo que aconteció a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Occidente, encabezado por Estados Unidos comienza a imponer su fuerza sobre Japón. Exigía la firma de tratados evidentemente desiguales en donde la isla japonesa quedaba en un rango de subordinación frente a las peticiones occidentales. Los Tokugawa no pudieron hacer frente a las presiones y se vieron obligados a ceder.
A través del trabajo fue analizado el modo en que estos hechos significaron para el gobierno del Shogunato Tokugawa una pérdida del control en el ámbito interno ya que las fuerzas opositoras a su gobierno utilizaron la oportunidad para hacer patente su antagonismo. El objetivo de estas fuerzas opositoras fue esencialmente sacar a Japón de la condición humillante a la que estaba siendo sometido por los occidentales. Para lograr tales objetivos era necesario fortalecer a Japón no sólo en el aspecto militar, sino también en el aspecto económico, pues los hombres que se pusieron a la cabeza de este movimiento anti-Shogunato, se convencieron de que lo que había hecho realmente grande y poderosos a los países occidentales habían sido sus estructuras económicas, alcanzadas a partir de la industrialización y tecnologización de sus economías.
Hemos visto como las fuerzas opositoras del shogunato Tokugawa lograron derrocar a éste, legitimando su movimiento en la denominada Restauración Imperial, que significaba devolver al emperador el poder que ostentaban desde el siglo XVII los Tokugawa. En efecto pudimos constatar como el Emperador sirvió como fuerza aglutinante y legitimadora del levantamiento subversivo, pues la institución imperial conservaba desde tiempos milenarios un cariz místico de divinidad que servía para legitimar ante el pueblo japonés los cambios políticos que se estaban llevando a cabo.
Los promotores de la restauración imperial fueron los jóvenes Samuráis. Fueron éstos los que impulsaron la revolución política que se extiende entre 1867 y 1889, se encargaron de destruir el Shogunato, despojaron del poder y posesiones a los Tokugawua. Con la restauración del emperador MutsuHito, se da comienzo a la llamada era Meidyi o era de la Luz. A partir de este momento se empezaron a llevar a cabo en Japón una serie de reformas que trasformaron sus estructuras sociales, políticas y económicas.
Como señalamos a lo largo de nuestro trabajo el objetivo de las reformas había sido modernizar a Japón con el fin de evitar el sometimiento a las órdenes de las potencias occidentales. No se quería correr la misma suerte que estaban corriendo otras sociedades asiáticas como la china y la hindú. Se pretendía alcanzar las grandezas de la civilización occidental, y para ello Japón optó por la vía de copiar de occidente todo cuanto pudiera serles útil. Se pretendió emular la grandeza occidental para con ello situarse al mismo nivel de quienes le estaban inflingiendo derrotas e imponiendo tratados desiguales. En efecto se vino a buscar a occidente sistemas de educación, teorías políticas, sistemas económicos, instituciones, métodos, técnicas industriales etc. Se cumplía con ello una de las máximas establecidas en el Juramento Imperial del año 1868, en donde se estipulaba en su ítem 5 “Que la obra imperial sea elevada grandemente, recurriendo a los conocimientos del mundo entero”.
En menos de 50 años Japón había logrado sus objetivos. Habían logrado ser aceptado por las potencias occidentales como un igual, manifestado esto principalmente a partir de la aceptación de eliminar el principio de extraterritorialidad estipulado en los tratados firmados con las potencias occidentales. No obstante como pudimos constatar en el último aparatado, la modernización también tenía sus límites. Estos estaban dados principalmente en el ámbito de las reformas políticas. Entre las reformas emprendidas por el gobierno japonés estuvo la idea de copiar también el sistema político occidental, trasplantando a la isla oriental conceptos e instituciones surgidas y desarrolladas por los Europeos. Las ideas de la ilustración y los conceptos del liberalismo político fueron llevados a Japón acompañados también de instituciones netamente occidentales como lo son el Parlamento y los regímenes constitucionales. Se pretendía demostrar a los occidentales que con Japón se podía tratar en plano de igualdad ya que incluso estaba regido por instituciones e ideas iguales a la de las potencias occidentales.
Pero en el proceso de imitación, como nos señalaba Andres Bellessort, no todo fue trasplantado a Japón íntegramente, ya que en muchos casos las instituciones e ideas debatidas en Japón no eran más que una cáscara vacía, que sólo servía para disfrazar con modernos trajes a viejas estructuras y pensamientos feudales. Ello se manifestaba concretamente en el sistema parlamentario existente en Japón y más concretamente en la constitución otorgada por el emperador, donde con un instrumento occidental se legitimaba un orden burocrático y autoritario en donde el emperador era establecido como una persona inviolable e incluso divina. No obstante se debe recordar que algunos de aquellos cambios se habían adoptado con la idea expresa de convencer a occidente y no de aplicar en Japón los ideales del liberalismo democrático.
Por tanto lo que hemos querido demostrar a través de nuestro trabajo ha sido el modo en que Japón se convierte en una sociedad moderna e industrializada, subrayando los principales aspectos e hitos que marcan el proceso desde que se produjo la restauración imperial hasta comienzos del siglo XX. Con ello cabe aclarar que si bien reconocemos que tradicionalmente la era Meidyi se enmarca entre los años 1868 y 1912, nosotros la hemos restringido al marco de 30 años, ya que nuestro principal interés fue constatar por medio de la fuente con la que contábamos (Andres Bellesort) los alcances y limitaciones que había tenido la modernización Japonesa después de 30 años de comenzado el proceso.
BIBLIOGRAFÍA
Kohachiro Takahashi, del feudalismo al capitalismo, Edit. Crítica, Barcelona 1986.
Harold Bolitho, Japón Meiji, Editorial Akal, Madrid 1991.
John Whitney, El Imperio Japonés, Editorial Siglo XXI, México 1992.
Daniel Toledo, Japón: Su Tierra e Historia, Colegio de México 1991.
Hobsbawm, Eric, La Era del Imperio, Editorial Crítica, Buenos Aires 1998.
UNESCO, Historia de la Humanidad, Edith. Planeta, Barcelona, 1979.
Fuentes:
Proclama Imperial, 6 de abril de 1868. (5 artículos)
Constitución de Japón 1889.
Andrés Bellessort, La Sociedad Japonesa, Editores Montaner y Simon, Barcelona 1905.
Andrés Bellessort, La Sociedad Japonesa, Editores Montaner y Simon, Barcelona 1905.
Daniel Toledo, Japón: Su Tierra e Historia, Colegio de México 1991. página 164.
Hobsbawm, Eric, La Era del Imperio, Editorial Crítica, Buenos Aires 1998. página 70.
Daniel Toledo, Ob. Cit. Página 174.
John Whitney, El Imperio Japonés, Editorial Siglo XXI, México 1992. página 237.
Daniel Toledo, Ob. Cit. Página 176.
Andrés Bellessort, Ob. Cit.. página 138
Respecto a esta conceptualización ver: UNESCO, Historia de la Humanidad, Edith. Planeta, Barcelona, 1979. Capítulo 6.
Daniel Toledo, Ob. Cit. Página 178.
John Whitney, Ob Cit. página 245-246-247
John Whitney, Ibidem, página 247
Ibidem, página 256
John Whitney, Ob. Cit, página 270-173-274
Ibidem, página 275
Daniel Toledo, Ob. Cit. Página 182
Idem
Respecto a este punto nos extenderemos en el ultimo apartado “los límites del proceso modernizador”
UNESCO, Historia de la Humanidad, Edith. Planeta, Barcelona, 1979. capitulo 6
UNESCO, Ob. Cit. Página 426
John Whitney, Ob. Cit., página 260
Daniel Toledo, Ob. Cit. Página 197
Kohachiro Takahashi, del feudalismo al capitalismo, Edit. Crítica, Barcelona 1986. “La Revolución Meiji dentro de la historia agraria de Japón” página 87
Kohachiro Takahashi, Ob. Cit. página 86
Daniel Toledo, Ob. Cit. Página 198
Daniel Toledo, Ob. Cit. Página 207
Ibidem, Página 209.
Andrés Bellessort, Ob. Cit. Página 52.
Ibidem, página 53
Idem.
Ibidem, página 104.
Daniel Toledo, Ob. Cit. Página 181
John Whitney, Ob. Cit.. Página 247
Daniel Toledo, Ob. Cit. Página 187.
Andrés Bellessort, Ob. Cit. Página 142
Ibidem, página 143
El Emperador MutsuHito
Luciendo vestimenta occidental, grabado de la época. Biblioteca del museo de Artes Decorativas, París. Foto Agencia Salmer.
En: UNESCO, Historia de la Humanidad, Editorial Planeta, Barcelona, 1979. Página 374.
Capítulo I. El Emperador
Artículo I. El Imperio del Japón será regido y gobernado por una línea de Emperadores ininterrumpida a través de los siglos. Artículo II. El trono imperial será heredado por los descendientes imperiales masculinos según lo establecido por la ley de la Casa Imperial. Artículo III. El Emperador es sagrado e inviolable. Artículo IV. El Emperador es la cabeza del Imperio; reúne en sí los derechos de soberanía, que ejercita de acuerdo con las disposiciones de la presente Constitución. Artículo V. El Emperador ejerce el Poder Legislativo con el consentimiento de la Dieta Imperial. Artículo VI. El Emperador sanciona las leyes y ordena su promulgación y ejecución. Artículo VII. El Emperador convoca la Dieta Imperial, la inaugura, cierra y prorroga, y disuelve la Cámara de Representantes.
Artículo X. El Emperador establece la organización de las diferentes ramas de la administración y los salarios de todos los funcionarios civiles y militares a quienes nombra y despide. Las excepciones especialmente establecidas en la presente Constitución o en otras leyes estarán de acuerdo con las respectivas estipulaciones. Artículo Xl. El Emperador tiene el mando supremo del ejército y de la marina. Artículo XII El Emperador determina la organización del ejército y la marina y su permanencia en tiempo de paz. Artículo XIII. El Emperador declara la guerra, concierta la paz y concluye los tratados. Artículo XIV. El Emperador declara el estado de sitio. Sus condiciones y efecto serán determinados por la ley. Artículo XV. El Emperador confiere títulos de nobleza, grados, órdenes y otras distinciones honoríficas. Artículo XVI. El Emperador ordena las amnistías, perdones, conmutaciones de penas y rehabilitaciones.
(TIEDEMANN, «Breve historia del Japón moderno», Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1965, PP. 141 y ss.)
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Enviado por: | Annyhen |
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