Religión y Creencias


Religión islámica


INTRODUCCIÓN

Islam, religión monoteísta surgida en el siglo VII en la península Arábiga a partir de las enseñanzas de Mahoma, llamado el Profeta. En su acepción literal, la palabra árabe islam significa 'entregarse', pero el Corán establece su sentido religioso, `sumisión' a la voluntad o a la ley de Dios. La persona que profesa y practica el Islam es un musulmán (en árabe muslim, 'el que se somete a Dios'). Según el Corán, el Islam es la religión universal y primordial. Incluso la propia naturaleza es musulmana ya que obedece las leyes que Dios ha establecido en ella. Para los seres humanos, que tienen libre albedrío, la práctica del Islam no implica obediencia sino la libre aceptación de los mandatos divinos.

El musulmán es un seguidor de la revelación divina (recogida en el Corán) formulada por el profeta Mahoma, lo que le convierte en miembro de la comunidad islámica (umma). Para algunos autores basta dar testimonio y pronunciar la shahada (profesión de fe) que se expresa al afirmar “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”. La fórmula es exclusiva. Ya que el propio Corán cita a los seguidores de Mahoma como “musulmanes” (Él os ha llamado musulmanes, Corán 22,78), estos se sienten ofendidos cuando son denominados “mahometanos”, en tanto que este término implicaría un culto personal que el Islam prohíbe.

La población musulmana mundial se estima próxima a los mil millones de personas. El Islam ha florecido en muy diversas regiones geográficas, culturales y étnicas. Los principales grupos étnicos que componen la comunidad musulmana engloban a los árabes (la mayor parte del norte de África y Oriente Próximo), pueblos turcos y otomanos (Turquía, regiones de la antigua Unión Soviética y Asia Central), iraníes, afganos, indo-musulmanes (Pakistán, India y Bangladesh), comunidades del Sureste asiático (Malasia, Indonesia y Filipinas) y un pequeño porcentaje de chinos. En Europa, el Islam es la segunda religión más profesada después del cristianismo.

ORIGENES

En tiempos de Mahoma, la península Arábiga estaba habitada por beduinos nómadas dedicados al pastoreo y al bandidaje, y por árabes que vivían del comercio en las ciudades. La religión de los árabes era politeísta e idólatra aunque existía una antigua tradición de monoteísmo, o por lo menos la creencia en una divinidad suprema. Las comunidades judías y cristianas quizá contribuyeron a crear una mayor receptividad hacia las doctrinas monoteístas, aunque ni el judaísmo ni el cristianismo atrajeron a los árabes. A Mahoma lo precedieron algunos predicadores monoteístas aunque con poco éxito.

Mahoma

Mahoma tuvo su primera experiencia profética a los 40 años de edad cuando, según afirmaba, se le apareció el arcángel Gabriel en una visión. Mahoma confió a su familia (perteneciente a la tribu quraysh, que disfrutaba del poder político en La Meca) y amigos íntimos el contenido de ésta y de sucesivas visiones. Después de cuatro años, había convertido a unas 40 personas y luego comenzó a predicar en público en su ciudad natal de La Meca, principal núcleo comercial de Arabia. Ante la hostilidad de esta ciudad, marchó a Medina en el año 622. Este acontecimiento, la Hégira o `emigración' marca el primer año del calendario islámico. En Medina, Mahoma adquirió muy pronto autoridad espiritual y temporal, y llegó a ser reconocido como legislador y profeta. Tras vencer la oposición árabe y judía que había encontrado en Medina, emprendió entonces una guerra contra La Meca. Poco a poco las tribus árabes le declararon su lealtad y La Meca se rindió en el año 630. Cuando murió en el 632, Mahoma era el máximo dirigente de un Estado árabe que incrementaba su poder con una gran rapidez.

Las enseñanzas centrales de Mahoma eran la bondad, omnipotencia y unidad de Dios, y la necesidad de que la generosidad y la justicia rigieran las relaciones humanas. A esta emergente religión se incorporaron importantes elementos del cristianismo y del judaísmo, y otros elementos arraigados en la tradición árabe preislámica: instituciones tan importantes como la peregrinación y el santuario de la Kaaba fueron absorbidas en forma modificada del paganismo árabe. Mahoma, al reformar la tradición árabe preislámica, también la confirmó.

El periodo clásico

Durante los siglos VII y VIII se produjo la expansión territorial del Islam y durante esas dos centurias y las dos inmediatamente posteriores se desarrollaron las cuestiones legislativas y teológicas básicas del Islam ortodoxo. Aunque no tan esencial como en el cristianismo, en el Islam la Teología es casi tan importante como el Derecho. Los debates y las discrepancias teológicas comenzaron muy poco después de la muerte de Mahoma. El primer conflicto importante lo desencadenó el asesinato del tercer califa, Utmán ibn Affan, y su posible sucesión. Se planteó la cuestión de si un musulmán seguía siéndolo después de cometer pecados graves. Un grupo fanático, cuyos miembros fueron llamados jariyíes, sostenía que la comisión de pecados graves, sin el debido arrepentimiento, podía llevar incluso a la exclusión del musulmán (aunque siguiera observando los restantes artículos de fe) de la comunidad islámica. Para ellos, las buenas obras, y no sólo fe, eran esenciales para el Islam. Los jariyíes llegaron a considerar impías a casi todas las autoridades políticas musulmanas y, tras numerosas rebeliones, fueron eliminados. Una facción jariyí más moderada, los ibadíes, consiguió sobrevivir y pervive en el norte y este de África, y en algunos países de Oriente Próximo (Siria y Omán).

DOCTRINA ISLÁMICA

Las dos fuentes fundamentales de la doctrina y la práctica islámicas son el Corán y la Sunna o tradición, así como la conducta ejemplar del profeta Mahoma.

El Corán

Los musulmanes consideran el Corán como la palabra eterna e “increada” de Dios revelada a Mahoma por medio de Gabriel, el arcángel de la revelación. Creen que su autor es el mismo Dios, y no el Profeta, por lo que el Corán es inimitable e infalible. La palabra procede del árabe al-qur'n, 'la lectura' o 'la recitación'. Recoge las diferentes revelaciones de Alá a Mahoma durante los casi 20 años de su vida profética (612-632). Está dividido en 114 suras (capítulos) divididas en poco más de 6.200 aleyas (versículos). La sura más breve contiene sólo 3 versículos y la más amplia 286 versículos largos. Las 114 suras aparecen ordenadas en orden decreciente, con alguna ligera oscilación. Tanto investigadores islámicos como no islámicos coinciden en la integridad que sustancialmente ha mantenido el texto del Corán a lo largo de la historia.

La Sunna y el Hadit

La segunda fuente esencial del Islam, la Sunna o ejemplo del Profeta, es conocida a través del Hadit, la recopilación de tradiciones basadas en los hechos y dichos del Profeta. A diferencia del Corán, que fue memorizado por muchos seguidores de Mahoma y que fue compilado en forma escrita muy pronto, la transmisión del Hadit fue en gran parte oral y las actuales colecciones autorizadas datan del siglo IX.

A diferencia del Corán, el Hadit no es considerado infalible. En el periodo islámico primitivo la infalibilidad del Profeta (aparte de las revelaciones del Corán) constituyó un punto de controversia. Pero más tarde el consenso de la comunidad islámica fue que tanto él como los profetas anteriores fueron infalibles. Debido a que el Hadit fue transmitido de forma oral, se admitió que la intervención humana pudo introducir errores durante dicho proceso, por lo que es una fuente secundaria respecto al Corán. Según algunas investigaciones no musulmanas, una gran parte del Hadit no procede en sí del ejemplo del Profeta, sino que recoge las opiniones de las primeras generaciones de musulmanes, opiniones que fueron después atribuidas a Mahoma. En determinados casos se habrían conservado sus declaraciones genuinas, aunque después se añadieran opiniones teológicas o legales expuestas por musulmanes.

La Sharía

La motivación inicial que Mahoma dio a sus seguidores fue la de preocuparse por la ley; querían conocer la “forma correcta” de hacer todas las cosas. Mientras se hacía la recopilación de las tradiciones o Hadiz, los juristas estaban desarrollando una amplia gama de leyes que cubrirían cada eventualidad de la vida. El entendimiento musulmán es que estas leyes serían el camino a la vida, o sea, que guardarlas les aseguraría un lugar en el paraíso para siempre.

En Arabia, caracterizada por ser altamente desertica, el agua lo es todo. La senda hacia el agua es literalmente la senda hacia la vida. La palabra árabe para la senda del agua es sharía. Por eso se les llama a estas Sharía. Desde entonces, tanto Mahoma como los musulmanes, han creído que guardar estas leyes los llevaría a la vida.

Escuelas Jurídicas

Eruditos jurídicos surgieron por varias partes del imperio musulmán en expansión, cuatro de ellos fueron reconocidos como autoridades. El resultado fue que en lugar de tener u8n cuerpo de ley estandarizado, surgieron cuatro escuelas jurídicas oficialmente reconocidas. No había gran diferencia entre éstas en el cuerpo central de sus reglas.

Las fechas de estos hombres nos dá una idea del tiempo que llevó al Islam purificar sus leyes. El primero de ellos murió en el 767, unos 145 años después de la muerte de Mahoma; y el último en el 855, unos 232 años luego de desaparecido el “Profeta”.Los nombres y la fecha de estos fundadores son:

* Hanifa (m. 767), su ley se practica en Asia Occidental, el Bajo Egipto y en Paquistán

* Malik (m 795), su ley se practica en el Alto Egipto y en el norte y el oeste de Africa.

* Shafii (m. 819), su ley se practica en Indonesia

* Hanbal (m. 855), su ley se practica en el norte y en el centro de Arabia

Dios

El monoteísmo es una cuestión central para el Islam, que admite la existencia de un solo Dios (llamado Alá), único y omnipotente. Rechaza el politeísmo, así como la extensión de la divinidad de Alá a alguna persona. Dios creó el hombre y la naturaleza a través de un primordial acto de misericordia, de lo contrario existiría la nada. Además, dotó a cada elemento de su creación de su propia naturaleza y de leyes que gobiernan su conducta. El resultado es un conjunto armónico y ordenado, un cosmos en el que cada cosa tiene su propio lugar y sus limitaciones, por lo que en la naturaleza no aparecen desequilibrios, trastornos o rupturas. Dios preside y gobierna el Universo, que con su ordenado funcionamiento es el signo y la prueba principal de la existencia de Dios y de su unidad. En el pasado pudo haber alteraciones del orden natural, en forma de milagros, pero aunque el Corán acepta los milagros de los profetas anteriores (Noé, Abraham, Moisés, Jesucristo y otros), los declara caducos; el milagro de Mahoma es el Corán, prodigio que ningún humano puede realizar o repetir.

Según el Islam, Dios cumple cuatro funciones fundamentales respecto al Universo y a la humanidad en particular: creación, sustento, dirección y juicio. Dios, que creó el Universo por su absoluta misericordia, está obligado también a mantenerlo; toda la naturaleza ha sido subordinada a la humanidad, que puede explotarla y beneficiarse de ella. Sin embargo, el último objetivo de la humanidad consiste en existir al “servicio de Dios”, es decir, para adorarle sólo a Él y construir un orden social ético, justo y libre de corrupciones.

Ética

El Corán declara que “reformar la Tierra” es el ideal que debe guiar todo esfuerzo humano. La crítica básica que se hace de la humanidad en el Corán es que es demasiado orgullosa y demasiado insignificante, de miras estrechas y egoísta: “El hombre es por naturaleza timorato”, dice el Corán. “Cuando le acontece una desgracia sufre pánico, pero cuando experimenta sucesos afortunados no los comparte con los demás”. Este egoísmo motiva que los individuos estén tan sumergidos en la naturaleza terrenal que pierdan la visión de su Creador y que sólo cuando la naturaleza les falla, ellos, en su total frustración, vuelven a Dios. A consecuencia de su imperfección, las personas temen que la caridad y el sacrificio por los demás redunden en su propio empobrecimiento. Esto es, sin embargo, obra de Satán, ya que Dios promete prosperidad a cambio de practicar la generosidad con los pobres. El Corán insiste, por lo tanto, en que los individuos trasciendan sus defectos y se superen. Al hacerlo desarrollarán su carácter moral interior, que el Corán llama taqiyya (que suele traducirse como 'temor de Dios', pero que significa en realidad 'precaución, defensa ante el peligro'). Gracias a este don, los seres humanos pueden discernir el bien del mal y, sobre todo, evaluar sus propias acciones con objetividad, evitando engañarse, peligro al que siempre están expuestos. El valor real de las obras de una persona sólo se puede juzgar a través de su taqiyya, y la intención de los individuos debería ser el beneficio último de la humanidad, no los placeres inmediatos ni las ambiciones personales.

Profetas

Dios ha enviado profetas a la Tierra a causa de la debilidad moral de la humanidad, para enseñar tanto a los individuos como a los estados el correcto comportamiento moral y espiritual. Tras la creación y los medios de subsistencia, la misericordia de Dios se manifiesta en estos actos de orientación. Aunque el bien y el mal estén impresos en el corazón humano, la incapacidad o el rechazo de muchas personas a descifrar ese registro hace necesaria la dirección profética. Esta guía es universal: nadie en la Tierra ha sido despojado de ella. Adán fue el primer profeta; tras su expulsión del Jardín del Edén, su falta recibió el perdón de Dios (por esta razón el Islam no acepta la doctrina del pecado original). Los mensajes de todos los profetas emanan de una misma fuente divina, las tablas de la revelación, la palabra de Dios desde el principio de los tiempos. También se le conoce como el Libro Celeste, trasmitido al profeta Mahoma por la intervención del arcángel Gabriel. Las religiones, por lo tanto, son en síntesis una, aunque adquieran diferentes formas institucionalizadas. Los profetas constituyen una unidad indivisible y se debe creer en todos ellos, ya que aceptar a unos y rechazar a otros equivale a negar la verdad divina. Todos los profetas son humanos; no participan de la divinidad, pero son los modelos más altos y valiosos para la humanidad. Sin embargo, algunos profetas se consideran superiores a otros, sobre todo por su constancia ante el sufrimiento. De esta forma, el Corán describe a Mahoma como el “primero de los humanos” (39,12), “enviado” de Alá (4,62) o “sello de los profetas” (33,40). Acatar sus enseñanzas es obedecer al propio Dios. Es, además, una inmensa manifestación de la misericordia divina respecto a los hombres, pues se considera el último mensajero de su voluntad. El versículo del Corán donde se interroga a los profetas humanos (93,7): “¿Acaso no te encontró extraviado y te guió?” exalta la primacía de Mahoma como profeta máximo del Islam, aún cuando ha desencadenado diversos conflictos teológicos, sobre todo entre los shiíes, quienes parafrasean esta aleya como: “Un extraviado te ha encontrado y te ha guiado” (los suníes leen, en cambio: “No te encontró extraviado en un viaje y te guió”). De aquí procede la creencia islámica de que los profetas se extinguieron y acabaron con el Corán. El Islam es la última y más perfecta revelación de Dios, y se impone a todas las anteriores.

El Juicio Final

Las acciones divinas de creación y dirección concluyen con el acto del Juicio Final. En este día en que la humanidad será reunida y todos los individuos serán juzgados tan sólo por sus hechos. Los “elegidos” irán al Jardín (el paraíso) y los “perdedores” irán al infierno, aunque Dios es misericordioso y perdonará a los que sean merecedores de ello. Además del Juicio Final, que afecta a los individuos, el Corán reconoce otra clase de juicio divino, que afecta a la historia de naciones, pueblos y comunidades. Las naciones, como los individuos, pueden estar corrompidas por la riqueza, el poder y el orgullo, y si no se reforman serán castigadas con la destrucción o sojuzgadas por pueblos más virtuosos. (Corán 39,67-75 y 22, 1-24.)

PRÁCTICAS E INSTITUCIONES: LOS CINCO PILARES

La comunidad islámica considera fundamental la práctica de cinco deberes, conocidos como los cinco pilares del Islam.

Profesión de fe

De acuerdo con el absoluto compromiso del Islam con el monoteísmo, la primera obligación es la profesión de fe o testimonio (shahada): “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”. Esta profesión, que debe ser hecha pública por cada musulmán al menos una vez en su vida “de forma verbal y con total asentimiento de corazón”, señala el ingreso de un individuo en la comunidad islámica.

Oración

La segunda obligación es la salat, que consiste en realizar cinco oraciones diarias. La primera oración tiene lugar antes de la salida del sol; la segunda, al mediodía; la tercera, entre las tres y las cinco de la tarde; la cuarta después de la puesta del sol y la quinta antes de acostarse y antes de la medianoche. Durante la oración, los musulmanes miran en dirección a la Kaaba, una pequeña estructura de forma cúbica situada en el haram o 'lugar inviolado' de la Gran Mezquita de La Meca. Para orar hay que permanecer al comienzo de pie, acto seguido hacer una genuflexión a la que suceden dos postraciones, y, por último, ha de tomarse asiento. En cada una de estas posiciones se recitan determinadas oraciones y fragmentos del Corán.

Como paso previo al inicio de la oración, el devoto tiene que hacer las abluciones pertinentes. Antes de cada oración comunitaria, el almuédano (del árabe al-mu'addin, 'el que llama a oración') o muezín hace una llamada pública desde un minarete (o alminar) de la mezquita. En tiempos recientes, la llamada se hace a través de sistemas de megafonía para que se pueda oír a distancia.

El viernes es el día santo para el Islam. En dicho día, a primera hora de la tarde, se realizan en las mezquitas oraciones especiales de carácter comunitario. Son precedidas por un sermón desde el púlpito pronunciado por el imán, llamado también el jatib. En los dos días de fiesta religiosa anual, llamados ids (uno de ellos tan pronto concluye el mes de ayuno del Ramadán y el otro después de la peregrinación a La Meca), se celebran por la mañana oraciones especiales seguidas de sermones.

Limosna

La tercera obligación fundamental de un musulmán es pagar la denominada zakat o limosna (Corán 2, 263/64 a 275/74). Éste fue en un principio el impuesto exigido por Mahoma (y después por los estados musulmanes) a los miembros acomodados de la comunidad, sobre todo para ayudar a los pobres. También se utilizó para captar conversos al Islam, así como para la redención de cautivos de guerra, para el auxilio de personas con grandes deudas, para la financiación del yihad (la guerra por la causa del Islam o guerra santa), que según los comentaristas del Corán engloba el bienestar y la educación. Sólo cuando se ha entregado la zakat se considera legítima y purificada el resto de la propiedad y fortuna de un musulmán. En la mayoría de los estados musulmanes la zakat ya no es recaudada por el gobierno y se ha convertido en una limosna voluntaria, aunque su pago sigue siendo considerado como una obligación esencial de todos los musulmanes.

Ayuno

La cuarta obligación es el ayuno, o saum, durante el mes del Ramadán. Puesto que el calendario islámico es lunar, las festividades no son fijas. Incluso durante los cálidos veranos la mayoría de los musulmanes observa con rigor el ayuno. Durante el mes de ayuno las personas deben abstenerse de comer, beber, fumar y mantener relaciones sexuales desde el amanecer hasta la puesta del sol, y evitar todo pensamiento o acto pecaminosos. Quienes puedan permitírselo deben, además, dar de comer como mínimo a un pobre. Si una persona no puede cumplirlo por encontrarse enferma o de viaje, no es necesario que ayune en ese momento, aunque deberá hacerlo en días posteriores.

Peregrinación

La quinta obligación del musulmán es el hach, la peregrinación a la Kaaba, en La Meca. Todo musulmán adulto, capacitado físicamente y dotado de bienes suficientes debe realizar esta peregrinación por lo menos una vez en su vida. Celebrado durante los primeros 10 días del último mes del año lunar, el rito exige que los peregrinos se encuentren en un estado de absoluta pureza. Los elementos principales de este prolongado rito son dar siete vueltas a la Kaaba, correr por siete veces a paso ligero entre los dos túmulos próximos al santuario, separados entre sí unos 400 metros. Con ello se completa la denominada “peregrinación mayor”. La “peregrinación menor” incluye la visita a los lugares próximos de Mina y Arafat, y la realización de diversos ritos como la lapidación con siete piedrecillas de tres puntos que evocan las tres veces que Abraham fue tentado por el demonio.

El desarrollo del transporte aéreo en nuestros días ha permitido realizar la peregrinación a musulmanes de todas las regiones del planeta. En 1977 se registró ya una cifra de dos millones de peregrinos. A través de los siglos, la Kaaba ha desempeñado un importante papel como punto de reunión de investigadores islámicos que pueden intercambiar, discutir y difundir sus ideas. Durante las décadas de 1980 y 1990 la peregrinación ha servido también para promover la solidaridad política en el mundo musulmán.

Aparte de estas cinco instituciones básicas, el Islam prohíbe el consumo de alcohol y de carne de cerdo. Además de la Kaaba, el principal santuario musulmán, los centros más importantes de la vida islámica son las mezquitas, donde se realizan oraciones a diario.

ISLAM Y SOCIEDAD

El concepto islámico de sociedad es teocrático en tanto que el objetivo de todos los musulmanes es el “gobierno de Dios en la Tierra”. Sin embargo, ello no implica necesariamente la existencia de un régimen político confesional, aunque a veces las autoridades religiosas hayan tenido y tengan una considerable influencia política en determinadas sociedades musulmanas. La idea de un modelo de sociedad islámica se basa en la creencia de que todas las esferas de la vida —espiritual, ritual, política y económica— constituyen una unidad indivisible que debe estar imbuida por completo de los valores islámicos. Este ideal inspira conceptos tales como Derecho islámico y Estado islámico, y explica el acentuado énfasis del Islam en la vida y en las obligaciones sociales. Incluso los deberes religiosos fundamentales establecidos en los cinco pilares tienen nítidas implicaciones en la vida de la comunidad.

LOS CHIÍTAS

Los shiíes o chiítas son el único grupo disidente de importancia con respecto a la ortodoxia suní que sobrevive en el Islam. Surgieron a consecuencia de una turbulenta disputa familiar sobre la sucesión política de Mahoma a la muerte de Alí. Los shiíes afirmaban que gobernar a la comunidad es un derecho divino de los descendientes del Profeta a través de su hija Fátima y su marido Alí, quien inaugurara el periodo denominado de los “cuatro califas justos” (658-750). Dentro del grupo de los shiíes hay quienes creen en una serie de 12 caudillos religiosos infalibles que arranca con el imán Alí, por lo que a este grupo también se le conoce como duodecimanos. El duodécimo y último imán desapareció en el año 873, y los shiíes esperan que a su regreso el mundo se vea presidido por la justicia; teniendo en cuenta que proclamaban la infalibilidad absoluta de los jefes de la comunidad, éstos debían ejercerla con autoridad. El imán —de carácter semidivino— es, por su propia condición, el único designado por la luz divina “para explicar la ley de Dios”. Hasta ese momento, incluso el mejor gobernante no tendrá la legitimidad absoluta. Además de los duodecimanos, otros grupos shiíes han sido los zaydíes, los ismailíes o los nusayríes.

EL ISLAM Y OTRA RELIGIONES

Convencidos de la verdad absoluta del Islam, los musulmanes no han buscado entablar diálogo con representantes de otras confesiones, aunque algunos investigadores islámicos medievales escribieron obras bastante imparciales sobre ellas. Desde la década de 1960, sin embargo, los musulmanes han iniciado un diálogo con representantes del cristianismo y del judaísmo, reconocidos por el Islam como las otras dos “religiones del libro” (basadas en la revelación). Pero el recuerdo del colonialismo occidental ha generado desconfianza y frustrado todas las tentativas ecuménicas.

LIGA ÁRABE

Liga Árabe, nombre formal de la Liga de los Estados Árabes, organización voluntaria de países independientes cuyos pueblos son en su mayoría de lengua árabe. Sus objetivos manifiestos son reforzar los vínculos entre los estados miembros, coordinar sus políticas y promover sus intereses comunes.

La Liga fue creada en El Cairo, en 1945, y sus países fundadores fueron Egipto, Irak, Líbano, Arabia Saudí, Siria, Transjordania (Jordania, a partir de 1950) y Yemen, a los que se unirían más tarde Argelia (1962), Bahrein (1971), Comores (1993), Djibouti (1977), Kuwait (1961), Libia (1953), Mauritania (1973), Marruecos (1958), Omán (1971), Qatar (1971), Somalia (1974), Yemen del Sur (1967), Sudán (1956), Tunicia (1958) y los Emiratos Árabes Unidos (1971). La Organización para la Liberación de Palestina fue admitida en 1976. Egipto dejó de pertenecer a la Liga en 1979 a raíz de la firma del tratado de paz con Israel, con lo que la sede de la organización fue trasladada de El Cairo (Egipto) a la ciudad de Túnez. En 1987 los líderes árabes decidieron restablecer los lazos diplomáticos con Egipto, que fue readmitido en 1989 y la sede de la Liga volvió a trasladarse a su lugar original. En octubre de 2002 Libia anunció su retirada de la Liga Árabe, que se haría efectiva un año después.

Estructura

El órgano supremo de la Liga Árabe es el Consejo, compuesto por todos los Estados miembros. Cada uno de ellos dispone de un voto y las decisiones adoptadas de forma mayoritaria son vinculantes de forma individual, sólo para aquellos miembros que las han aceptado. El Consejo se convoca dos veces al año, en marzo y septiembre, aunque también se reúne en sesiones extraordinarias a petición de dos miembros siempre que la ocasión lo requiera. La Liga nombra, por una mayoría de dos tercios, a un secretario general, que se ocupa de los aspectos financieros y administrativos. La llamada Secretaría General a su vez está dividida en 14 departamentos encargados de cuestiones políticas, económicas, sociales y legales. Otras agencias especializadas vinculadas a la Liga son la Organización Científica, Cultural y Educativa y la Organización del Trabajo.

Actividades

La Liga Árabe participa en programas sociales, culturales, económicos y políticos preparados para promover los intereses de los estados miembros. También sirve de foro para que los países coordinen sus posiciones políticas y deliberen sobre temas de interés común, resolviendo algunos litigios y controlando conflictos como los surgidos durante las guerras civiles del Líbano (1958 y 1975-1976). La Liga Árabe sirvió de plataforma para la redacción y firma de casi todos los documentos decisivos para la promoción de la integración económica entre los estados miembros, como fue el caso de la creación de la Carta de Acción Económica Conjunta Árabe, que establecía los principios por los que se regirían las actividades económicas de la Liga. Ha tenido un importante papel en la elaboración de programas escolares y en la conservación del patrimonio cultural árabe; también ha promovido campañas de alfabetización, reproducido obras intelectuales y traducido terminología técnica moderna. Estimula medidas para luchar contra el crimen y la drogadicción, y se ocupa de temas laborales (en especial de la mano de obra árabe emigrante). La Liga ha auspiciado intercambios culturales entre los países miembros, ha fomentado programas juveniles y deportivos, ha ayudado a potenciar el papel de la mujer en las sociedades árabes y ha promovido actividades destinadas al bienestar infantil.

FUNDAMENTALISMO ISLAMICO ACTUAL

El misticismo, la militancia y la búsqueda de la Jihad perpetua se han convertido en el grito de batalla para la más reciente generación de líderes musulmanes militantes. La Jihad, término que literalmente significa “esfuerzo”, se refiere a una guerra santa emprendida para expandir el dominio del Islam sobre tierras en disputas, especialmente tierras musulmanas ocupadas por no musulmanes (cualquier tierra alguna vez conquistada por el Islam es considerada suya para siempre), así como tierras con una importante población musulmana controladas por no musulmanes. Estos líderes han decidido demostrar sus “credenciales islamicas” mediante la interpretación extremista de la ley islámica. Los extremistas han privado a la civilización musulmana de su futuro, y la han condenado a un aislamiento eterno, de acuerdo a lo considerado por Don McCurry, en su libro Esperanza para los Musulmanes.

La crisis en el mundo musulmán se intensifico en el momento que el aislamiento se convirtió en sometimiento, cuando la civilización occidental penetró en el Eje del Islam: El área comprendida entre Marruecos y la India, donde los musulmanes no solo constituyen la abrumadora mayoría de la población, sino que además deciden sobre el modo de vida y las condiciones sociopolíticas. El proceso dio inicio, con la llega de Napoleón Bonaparte a Egipto en 1789. Después tuvieron lugar las guerras entre rusos y turcos y la conquista del Asia Central en el siglo XIX, seguida por el colapso del Imperio Turco y la ocupación británica en la primera guerra mundial, así como el rediseño artificial del mapa del Medio Oriente por los poderes imperialistas. Esta experiencia ha provocado un trauma del cual el mundo musulmán, especialmente el Eje del Islam no se ha recuperado aún.

Históricamente, los musulmanes se han identificado a sí mismos con base en dos marcos de referencia: el marco supranacional y el subnacional. Ambos marcos de autoidentificación son diferentes del marco de referencia fundamental que utilizamos en el mundo moderno: el Estado Nacional. La identidad supranacional consiste en la identificación de todos los musulmanes con una sola identidad -la nación islámica- que se expresa en el panislamismo.

El crecimiento de la conciencia política en el mundo musulmán condujo al surgimiento de subidentidades, tales como el panturquismo y el panarabismo. La identidad subnacional se refiere a las relaciones de sangre -clanes,tribus,familias- que han dominado la vida cotidiana de los musulmanes a lo largo de la historia. Tras la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, los poderes occidentales no sólo moldearon al mundo musulmán mediante la creación de identidades cuasi-estatales que no tenían relación con el carácter y las aspiraciones de la población nativa, sino que además impusieron a ésta última el dominio de élites nuevas y ajenas, ya mediante la forma de familias reales apoyadas por los poderes coloniales de Occidente o bien mediante élites comunistas respaldadas por los soviéticos.

Tras la Segunda Guerra Mundial, los diversos estados musulmanes experimentaron con diversas ideologías y estrategias de legitimación que copiaron del Este y del Oeste, lo cual condujo al establecimiento de dictaduras militares opresivas que explotaron a sus países y reprimieron a sus pueblos en aras de la gloria, la modernización y el poder militar.

Los líderes islámicos estaban plenamente conscientes de la disparidad de poder entre sus movimientos incipientes y los grupos que se les oponían, que iban desde las dictaduras militares árabes hasta los enemigos de los árabes, como Israel y los estados occidentales. Como resultado, los teóricos islamitas más importantes buscaron métodos alternativos para emprender la jihad desde una posición de aparente inferioridad. En octubre de 1968, sheik Muhammad Abu-Zahra, de la Universidad del Cairo, definió la esencia de la jihad de acuerdo con las condiciones contemporáneas:”La jihad no se circunscribe al reclutamiento de tropas y al establecimiento de grandes fuerzas. Adopta diversas formas. De todos los territorios del Islam debe surgir un grupo de personas imbuidas en la fe, bien equipadas con los medios y métodos; y dejemos que ataquen a los usurpadores, perturbándolos incesantemente hasta que vivan en el tormento eterno…La Jihad no terminará nunca…durará hasta el día del Juicio Final”.Esta definición de una jihad perpetua en contra de fuerzas superiores constituye un dogma central del terrorismo islámico contemporáneo; un principio que ha sido adoptado cada vez más, conforme el mundo musulmán trata de hacer frente a la creciente influencia occidental.

La crisis referida alcanzó por primera vez su punto de ebullición a mediados de los años setenta, cuando el mundo musulmán, fortalecido por la riqueza de los dólares que obtenía por la venta del petróleo, fue expuesto a la civilización occidental como nunca antes, a través de los estudiantes de postgrado en Occidente, los viajes de placer y la televisión vía satélite, que se encontraba en su primera etapa. El impacto fue inmenso. Los más importantes intelectuales islamitas, que conocieron el estilo de vida americano cuando eran estudiantes, llegaron a la conclusión de que las libertades individuales y el materialismo que habían experimentado en Occidente constituían una amenaza mortal para la sociedad tradicional islámica, que se basa en estrictos códigos de conducta. La doctrina islámica establece que la Sharia - la ley que rige sobre la humanidad - es de origen divino y debe ser interpretada solamente por los sabios y los piadosos, quienes han de gobernar sobre los creyentes en calidad de líderes y guías espirituales. En contraste, la esencia de la democracia occidental se basa en el concepto de la existencia de ciudadanos que eligen entre sí a unos pocos representantes para legislar en su nombre y gobernar de acuerdo con leyes de origen humano. Los islamitas estaban convencidos de que esa diferencia con la sociedad occidental en relación con el orden y la autoridad divina del Islam, es el origen de sus problemas sociales.

La crítica de los islamitas a la forma de vida estadounidense ha sido mordaz. Los seguidores del ayatola Jomeini en Irán consideraban que Estados Unidos era un país dominado por la adulación y la veneración del dinero, y Majad Anaraki, un iraní que vivió durante muchos años en el sur de California, describió a Estados Unidos como “una colección de casinos, supermercados y prostíbulos unidos por interminables autopistas que atraviesan una tierra vacía”, un país dominado y motivado por la codicia.”La gente en Occidente pondría a sus propias madres en subasta con tal de obtener una ganancia”, explicó Besad Nabavi, que había sido educado en Estados Unidos, y que entonces ocupaba el Ministerio de Industria Pesada. Jomeini mismo señaló que la obsesión occidental por el dinero hacía que la prostitución fuera “una forma de vida comunitaria”.

Los islamitas estaban decididos a evitar los males sociales que habían “destruido” a la Cristiandad penetraran y corrompieran al mundo islámico. Todos los medios, incluyendo el uso de la violencia y el terrorismo, estaban justificados con tal de evitar dicha corrupción. Sin embargo, los islamitas no podían separar su mundo - el Eje del Islam - de Occidente.

El desarrollo y la explotación de sus recursos petroleros requerían de la tecnología occidental, al igual que su sistema de atención médica. Los musulmanes manejaban automóviles fabricados en Occidente, utilizaban teléfonos instalados por contratistas occidentales y comían alimentos importados mientras veían televisores de importación.

Mientras tanto, sus líderes políticos protegían sus respectivos regímenes dictatoriales con armas compradas en el exterior. Esta contradicción se hizo evidente por primera vez en la revolución islámica de Jomeini, en Irán. Otra luminarias islamitas contemporáneos, cuyos textos constituyen la base teológica del terrorismo actual, vieron e3n la “occidentoxicación” una amenaza mortal a la existencia misma del Islam. “El mundo, tal y como es ven la actualidad, ha sido forjado por los otros (esto es, por los no musulmanes), dijo el académico chiíta, ayatolá Muhammad Batir al-Sadr. “Tenemos dos alternativas: o lo aceptamos en forma sumisa, lo cual significa la muerte del Islam, o lo detruimos, de manera que podamos

construir el mundo que el Islam necesita”.

El mundo musulmán se encontró en una encrucijada histórica. Su encuentro con la civilización occidental parece haberlo conducido al fracaso, a pesar de la riqueza sin precedentes que amasó la elite. Los intentos por consolidar los regímenes modernos condujeron a la represión y empobrecimiento de las masas; crearon focos de tensión popular, para los cuales el sistema estatal no tiene soluciones, y que serán exacerbados por una mayor modernización. Y los intelectuales islamitas - comúnmente llamados fundamentalistas - no pueden transformar sus atractivas teorías en soluciones prácticas.

“En el Islam, y especialmente en el Islam de los fundamentalistas, los precedentes lo son todo. Los Principios del Profeta - tan divinos como el Corán y las tradiciones aprobadas - son eternos. Dichos principios pueden ser aplicados a todas las disciplinas”, dice Naipul. “Esta es la opinión de los fundamentalistas educados. Es, por una parte, fe sólida, y por la otra una consecuencia de su furia contra la civilización que los rodea y que ellos, en su carácter de comunidad, desearían dominar”. De esa manera, desde finales de los años setenta, los pensadores islamitas llegaron a la conclusión de que no había otra salida para la crisis del Islam, excepto una confrontación general con occidente, que podía iniciar una vez que obtuvieran una excusa que legitimara la explosión de la violencia. “Estamos en guerra. Y nuestra batalla apenas ha comenzado. Obtendremos nuestra primera victoria cuando alguna parte del mundo se encuentre bajo el completo dominio del Islam”, declaró Abdul - Qadir as- Sufi ad Darqawi, uno de los grandes pensadores y filósofos del islamismo contemporáneo. “ El Islamavanza sobre la Tierra” añadió.”Nada puede detener su expansión en Europa y América”.

Plenamente conscientes del poder de Occidente y de la rapidez con que se difundía, los islamitas buscaron una forma directa de enfrentarlo. Diseñaron una modalidad de guerra total en que la inferioridad tecnológica y militar del mundo musulmán no afectaría el resultado de la jihad. La estrategia fue formulada por el general brigadier paquistaní Malik.

De acuerdo con este último, la guerra de corte “coránico” es “infinitamente superior y más efectiva” que cualquier otra, porque “en el Islam, se pelea la guerra por la causa de Alá”, y en ese sentido, todos los medios y formas de combatir se encuentran justificados. El terrorismo, según Malik, es la quintaesencia de la estrategia islámica para la guerra: “El terror que golpea los corazones de nuestros enemigos no sólo es un medio, sino un fin en sí mismo. Una vez que se ha logrado infundir terror en el corazón del oponente, es muy difícil lograr algo más. Se ha alcanzado el punto en que el medio y el fin se unen y mezclan. El terror no es un medio para imponer una decisión sobre nuestro enemigo, sino la decisión que deseamos imponer en él”

Por algún tiempo pareció que el triunfo estaba al alcance de la mano. El mundo Musulmán celebró la consolidación de regímenes islamitas en Irán y Sudán; o dicho de otra forma, celebró la capacidad del Irán chiíta para mantener al régimen de Jomeni, a pesar del aislamiento internacional y el debilitamiento que había sufrido tras ocho años de guerra con Irak; así como la transformación del Sudán sunnita, a raíz del golpe militar de 1989, en un dominio islamita mediante el ascenso al poder de Hassan al-Turabi, líder espiritual del país. El mundo musulmán también celebró la victoria de las fuerzas islamitas de Afganistán, de origen predominantemente rural, sobre la Unión Soviética; el colapso de esta última y el surgimiento de seis nuevos estados musulmanes en Asia Central. Sin embargo, en 1991 tuvo lugar la guerra del Golfo Pérsico, y Occidente demostró nuevamente su inmensa superioridad tecnológica y militar. Por otra parte, la familia real saudita - encargada de custodiar los lugares santos del Islam, La Meca y Medina - tuvo que invitar a los estadounidenses y a otras fuerzas occidentales a defender Arabia Saudita y derrotar a un Estado hermano árabe-musulmán: Irak. Este hecho constituyó una humillación que aún resiente el mundo musulmán.

Sin embargo, nuevamente los líderes islamitas vieron una alternativa a la decisiva confrontación con Occidente. A finales de 1991, Ahmad Jomeini, hijo del ayatola hizo énfasis en la importancia de la lucha inevitable con Estados Unidos:”Debemos entender que el mundo es hostil a nosotros sólo por nuestro compromiso con el Islam. Tras la caída del Marxismo, el Islam tomó su lugar; mientras exista el Islam, existirá la hostilidad de Estados Unidos, y mientras ésta perdure, la lucha continuará”. Ahmad Jomeini anunció que las campañas del Islam deberán diseminarse más allá de los retos inmediatos en el Medio Oriente, “porque la lucha contra Israel es una guerra contra Estados Unidos y Europa, sin un fin Próximo”.

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Telmo Meléndez, Editor General.

Editorial Ercilla Ltda.

Santiago de Chile, 2001

Primera Edición




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Enviado por:Jose Luis Neira Laporte
Idioma: castellano
País: Chile

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