Filosofía y Ciencia
¿Qué es esa cosa llamada Ciencia?; Alan Chalmers
RESUMEN EXPLICATIVO
En su libro ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, Chalmers empieza con la frase “En la era moderna se siente un gran aprecio por la ciencia”. Pero dicha afirmación es modificada por el mismo autor en este libro ya que la ciencia deshumaniza porque no trata como es debido a las personas y a la naturaleza.
Si hacemos un balance de los que defienden y los que atacan a la ciencia, encontraremos un elevado número de personas que están en contra. Estas personas consideran que los avances tecnológicos ponen en peligro nuestra sociedad y nos destruyen a nosotros mismos.
Sin embargo, existen (aunque en menos número) las personas que le tienen una elevada consideración a la ciencia.
A pesar de este claro desagrado hacia la ciencia por parte de la sociedad, muchos filósofos y sociólogos se interesan por ella, ya sea para venerarla o para ridiculizarla. Entre ellos se encuentra Paul Feyerabeud que se opone a la ciencia y lo demuestra de la siguiente manera :
“ ... las actitudes corrientes con respecto a la ciencia equivalen a una ideología que desempeña un papel semejante al que desempeñaba la Cristiandad en la sociedad occidental hace unos cuantos cientos de años y de la que necesitamos liberarnos”.1
Existe una especie de debates entre los que rechazan y los que veneran la ciencia.
Entre estos últimos, se encontraban los positivistas lógicos, que defendieron la ciencia y la distinguieron del discurso religioso y metafísico. El objetivo de éstos fue construir una definición general de la ciencia y de sus métodos y criterios. Una vez conseguido esto, pretendían desafiar la pseudociencia, de la que hablaremos más adelante.
Esta definición general o concepción general trataba de ser universal y ahistórica. Universal porque intentaba aplicarse a todas las afirmaciones de la ciencia por igual y ahistórica porque se aplicaría tanto a las teorías pasadas como a las presentes y futuras. Estos fueron los rasgos más significativos del positivismo lógico.
El positivismo persiste y lo podemos apreciar fijándonos en filósofos de la ciencia tan destacados como Imre Lakatos y Karl Popper. Lakatos consideraba que el problema de la filosofía de la ciencia era establecer las condiciones universales.
Actualmente podemos encontrar científicos que están de acuerdo con utilizar una concepción universal del método científico para así, de esta manera, mejorar y defender la ciencia.
Chalmers considera que la estrategia positivista está equivocada si lo que pretende en realidad se defender la ciencia. Los positivistas no distinguen entre normas y método universal absoluto, por un lado, y normas y métodos contingentes sujetos a cambio, por otro.
Por otra parte, si las normas se hallan implícitas en las prácticas que tienen éxito, no se puede evaluar dichas prácticas sin aquella. Por ejemplo, si comparamos la física aristotélica y la física galileana, nos damos cuenta que para argumentar cuál de las dos es superior, necesitamos alguna norma superior, ya que las normas aristotélicas nos llevan a adoptar un aposición a favor de la física de Aristóteles, mientras que las otras normas van a favor de Galileo. Esto nos lleva a la necesidad de un método universal.
Como dice Chalmers, tenemos normas absolutas o tenemos el relativismo escéptico. Pero esto, en cualquier caso, es cuestión de gusto.
Chalmers intenta encontrar un término medio entre el método universal y el relativismo escéptico.
Primeramente, hace falta la finalidad de la ciencia, que es establecer teorías y leyes generales aplicables al mundo. Si establecemos estas teorías y leyes de la manera más exigente posible, obtendremos en qué medida son aplicables al mundo y, por tanto, la medida en que son útiles. La finalidad de la ciencia se evalúa según los distintos intereses.
Para Chalmers, la física es una empresa objetiva y progresiva. Su argumentación se apoya en lo que ha logrado la física y cómo lo ha conseguido. Todo auténtico conocimiento se ha de conformar a los métodos y normas de la física. De manera que, hay cuestiones que se presentan como científicas porque se supone que han sido construidas con métodos similares a los de ésta.
Tales cuestiones son las que son criticadas por Chalmers y llamadas pseudociencia. Chalmers tan sólo evalúa las disciplinas con finalidades y métodos similares a los de la física y deja de lado las demás disciplinas.
El ser humano es quien evalúa el conocimiento y para comprender de qué maneras se puede hacer, se debe analizar los aspectos relevantes de la naturaleza humana, que son : la capacidad que tienen los humanos de razonar y de observar el mundo mediante los sentidos.
Descartes era partidario del primero de los aspectos y, según él, había que liberarse de muchos errores que nos podían confundir y no llegar a entender la naturaleza del conocimiento y sus límites.
John Locke explica que es necesario examinar nuestras propias capacidades y ver a qué se puede enfrentar nuestro entendimiento. La más importante de dichas capacidades es la de observar el mundo mediante los sentidos.
Tanto las teorías racionalistas como las empiristas padecen serios problemas internos. Así lo argumenta Chalmers :
“Los racionalistas, que intentan justificar como verdades del mundo las proposiciones a las que llegan a través de la claridad y nitidez del pensamiento, se vieron de hecho obligados a adoptar una noción problemática de autoevidencia. (Merece la pena recordar que la mayor parte de la física de Descartes, que intentaba justificar apelando a su método racionalista, resultó ser totalmente falsa).”2
También los empiristas se enfrentaron con sus problemas : la inexactitud y el alcance restringido de los sentidos.
Estos problemas son suficientes para desacreditar los intento de basar la teoría de la ciencia en la naturaleza humana. Sin embargo, no se deben rechazar como concepciones adecuadas de la ciencia.
Los humanos somos capaces de pensar y sentir. Sin embargo, no se puede justificar la naturaleza del conocimiento científico apelando a la razón, ya que, de esta manera, cambia históricamente pues el razonamiento y la experimentación implicados en la ciencia evolucionan también históricamente.
Algunos filósofos deducen que para comprender la ciencia y sus método, debemos centrarnos en la propia ciencia y los métodos que incorpora. Estos filósofo consideran que la física y su historia ilustran la ciencia en todo su esplendor. De manera que, se intenta desarrollar la teoría que más se asimile a la física. Pero nos encontramos con un problema : no disponemos de ninguna teoría adecuada a la ciencia y sus métodos que sea compatible con la historia y la práctica contemporánea de la física. Y así lo señala Feyerabeud en su libro “Contra el método”.
Los sentidos no son un método seguro para identificar la ciencia, pues los enunciados observacionales son contrastables y revisables y, por lo tanto, son modificables. Como bien dicen los positivistas, la ciencia tiene una base observacional, sin embargo, las teorías científicas no pueden ser verificadas por esa base.
El principal rival del positivismo es la concepción falsacionista de la ciencia de Popper. Popper dice que las teorías científicas son susceptibles a ser mejoradas o sustituidas. Pero algunos de los criterios falsacionistas tienen problemas semejantes a los del positivismo, pues si los aplicamos, muchas de nuestras teorías más admiradas dentro de la física dejan de quedar calificadas como científicas.
Popper no cree que hay que descartar las teorías cuando presentan algunos síntomas de dificultad, pues, según él, si hacemos esto nunca llegaremos a descubrir dónde se halla el auténtico poder de las teorías. El criterio de demarcación popperiano para distinguir lo que es ciencia de lo que no es, se puede dividir en dos partes : una lógica y otra metodológica. La parte lógica reconoce que si una teoría ha de efectuar alguna afirmación sustantiva sobre cómo es el mundo, debe haber formas posibles de reconocer que el mundo es diferente a como afirma la teoría. En este aspecto se nos muestra una falsabilidad, entendida como posibilidad de conflicto entre las predicciones de una teoría y algún resultado observable.
El aspecto metodológico está ideado para solucionar la falsabilidad que acaba de aparecer.
Tiene que ver con el carácter de la estrategia adecuada que hay que adoptar ante las falsaciones aparentes : hay que someter a crítica las teorías, pero no deben ser modificadas introduciendo supuestos incontrastables para solucionarlas porque este es un método acientífico.
Pero aparece un problema : si se formula el criterio de demarcación de Popper lo suficientemente fuerte para que actúe, entonces, la física no puede ser considerada científica, porque nuestras más preciadas teorías físicas se enfrentan a problemas que los físicos solucionan de la manera que el aspecto metodológico critica.
A estas dificultades y a las de la estrategia positivista se enfrenta Lakatos con su metodología de los programas de investigación científica. Según Lakatos, un programa es científico si abre vías de investigación y si dicha investigación conduce a algún éxito en forma de predicciones nuevas que se confirman. Por lo tanto, si existe algún conflicto en algún aspecto de una teoría, no debe clasificarse como falsación, sino como anomalía. Pero este programa de investigación tiene también problemas. Uno de ellos es que carece de fuerza normativa porque nunca podrá ser rechazada una teoría, ya que el éxito puede estar siempre muy próximo.
Esto nos demuestra que es un método ineficaz para combatir la pseudociencia. Podemos notar que Lakatos y todos los que siguen estrategias similares suponen que todo conocimiento científico debe compartir los métodos y normas de la física.
Se podría entender la finalidad de la ciencia como la producción de conocimiento del mundo y, por lo tanto, la finalidad de la física como la producción de conocimiento del mundo físico. Cabe distinguir entre dos tipos de finalidades: la de producir conocimiento y la de servir los intereses políticos o económicos de clases y grupos específicos.
En las ciencias físicas se han desarrollado técnicas para producir conocimiento que afrontan la finalidad de la ciencia.
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Un rasgo importante del conocimiento científico es la generalidad. Hay una cierta conexión entre generalidad y utilidad. Aunque ha aumentado la importancia de la ciencia como medio de ofrecer un control ampliado y mejorado sobre la naturaleza, existe una cierta resistencia a aceptar una identificación entre la ciencia y su aplicación práctica. La ciencia busca entendimiento y la mejora tecnológica es un subproducto de este entendimiento ampliado.
Si nos aferramos demasiado a la imagen de la ciencia como búsqueda de generalidades teóricas, se pierden importantes características de la ciencia, porque muchos descubrimientos han sido conseguidos de manera experimental y práctica, y no contrastando teorías.
Cabe una distinción entre ciencia matemática y ciencia experimental (o baconiana en el siglo XVII). La ciencia matemática conllevaba leyes matemáticas con un elevado grado de generalidad, mientras que la ciencia baconiana implicaba un saber-cómo práctico, basado en el experimento de ensayo-y-error.
Existen dos razones por las que la existencia de la ciencia baconiana no valida el hecho de centrar la atención en la generalidad científica. La primera razón responde a la cuestión de cómo se pueden explotar los efectos prácticos fuera de las situaciones en las que han sido creados. La respuesta requiere una comprensión teórica adecuada de la situación. La segunda razón es que las generalizaciones teóricas científicas han constituido el blanco principal del ataque escéptico o relativista, más que su eficacia práctica.
Si adoptamos como finalidad de la ciencia, el establecimiento de generalizaciones, nos damos cuenta de que existe un problema: cómo establecer dichas generalizaciones.
Las filosofías de Platón y Aristóteles incluían respuestas a este problema. La solución de Platón era suponer que nuestras afirmaciones sólo se aplican con certeza a un mundo ideal. Pero la postura de Platón no aporta una solución al problema, ya que buscamos conocimiento del mundo real.
Aristóteles distinguió entre propiedades y comportamiento esencial y accidental. Y tan sólo es posible el conocimiento de lo esencial. Su razonamiento ex suppositionne elude al problema. Sin embargo, sigue habiendo una dificultad básica: el método en que se llega a las explicaciones causales de los hechos.
Ni Aristóteles ni sus sucesores disponían de la respuesta a las técnicas que distinguen lo esencial de lo accidental. La experiencia también es incapaz de llegar hasta las causas necesarias para distinguir lo esencial de lo accidental.
En la física de Galileo encontramos una nueva solución al problema de cómo validar las generalizaciones científicas. No se puede verificar la teoría de Galileo apelando a la experimentación, pues sus afirmaciones no nacían, por lo general, de la experiencia. Sus teorías y leyes científicas describen las tendencias que tienen los sistemas a comportarse de maneras determinadas. No existe una garantía de que las leyes identificadas en la actividad experimental continúen aplicándose fuera de las situaciones experimentales.
La ciencia moderna ha reemplazado la finalidad utópica de la certeza por el requisito de desarrollo o mejora continua. Este desarrollo implica que una buena teoría nos diga algo que antes no se sabía.
Los individuos no construimos el conocimiento partiendo de cero, sino que tenemos muchos métodos para producirlo y mejorarlo. Lo que debemos hacer es intentar añadir o mejorar el conocimiento disponible. Las nuevas afirmaciones han de ser juzgadas por la medida en que suponen una mejora de lo que había antes. Los requisitos de la ciencia moderna (desarrollo continuo y novedad cualitativa) son más exigentes que los de los antiguos.
Como conclusión de la finalidad de la ciencia podemos decir que las generalizaciones científicas no pueden ser justificadas a priori y que la exigencia de certeza es utópica, mientras que la exigencia de transformar y ampliar continuamente nuestro conocimiento no es utópica. La ciencia puede ser practicada de una manera que sirve, predominantemente, el interés de producción de conocimiento y no otros intereses de clases.
Los hechos objetivos están para los observadores (por medio de los sentidos), es decir, las experiencias perceptivas de los individuos no están únicamente determinadas por los rasgos físicos, sino también se ven influenciadas por las expectativas y el marco conceptual del
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observador, incluyendo la base teórica. “Los empiristas suponen que la percepción humana nos proporciona los hechos objetivos sobre el mundo que constituyen los fundamentos de la ciencia. Sin embargo, las percepciones humanas no son objetivas. Se ven influidas y conformadas de una manera importante por la subjetividad de los observadores, su bagaje teórico y cultural y sus expectativas y punto de vista. Los juicios sobre lo que son los hechos observables en una situación determinada variarán de persona a persona, de cultura a cultura y de escuela teórica a escuela teórica. Dada esta relatividad de los hechos observables, la ciencia que se basa en ello es, de modo similar, relativa a las personas, las culturas o las escuelas teóricas.”3
Según Feyerabend, si consideramos la descripción que un observador hace de una situación, podemos distinguir entre sensaciones implicadas y descripción verbal de la situación, aunque, en la práctica las dos etapas van unidas. El proceso ocurre de la siguiente manera: “...cuando un observador se enfrenta a una situación y la describe, conecta automáticamente sensación y descripción, la experiencia mental y la descripción verbal aceptada sobre la base de la sensación. “4
El hecho de que la percepción tiene elementos subjetivos, no ha escapado de los científicos y se ha creado la necesidad de reemplazar la mera observación por observaciones realizadas en circunstancias normalizadas que siguen procedimientos rutinarios.
La adecuación y significado de los enunciados observacionales dependen de supuestos teóricos de diversos tipos y, por lo tanto, son falibles y revisables.
Como señala Popper, lo problemático de los enunciados observacionales sobre el mundo es que son susceptibles de resistir diversas pruebas. Lo que nos conduce a la objetividad de los enunciados son los resultados de nuestras prácticas. La aceptabilidad de un enunciado observacional no se ha de atribuir al simple hecho de que los expertos estén de acuerdo, a pesar de que tengan destreza y entrenamiento en la observación, porque lo fundamental es la medida en que el enunciado es capaz de resistir las pruebas objetivas y que conlleven el uso competente de los sentidos.
Galileo, con su cambio (el telescopio), supuso una transformación de la base observacional de la astronomía y un cambio en las normas que rigen lo que se considera evidencia apropiada en la ciencia. La observaciones que Galileo hizo con su telescopio, posteriormente publicadas, ayudaron a la defensa de la teoría copernicana. Pero hay que plantearse una cuestión: ¿por qué hay que considerar preferentes los datos del telescopio frente a los de los ojos sin más? Galileo no poseía ninguna teoría del telescopio, pero era bien conocido el hecho de que ciertas lentes podían aumentar el tamaño. Se puede demostrar la veracidad de las observaciones telescópicas de los objetos terrestres en virtud del hecho de que se pueden confrontar los datos telescópicos con la observación del objeto visto sin ayuda.
Galileo era consciente de sus posibles errores en lo referente a la observación de los planetas y las estrellas , pues hay una notable diferencia entre observar algo ya conocido, a dirigirse a algo desconocido. Según la concepción filosófica de la percepción sensorial de los opositores a Galileo, los sentidos proporcionan información fiable sobre el mundo, de manera que podemos fiarnos de ellos en condiciones normales. Por el contrario, algunos pensaban que sólo la visión directa tenía el poder de captar la auténtica realidad. La introducción del telescopio de Galileo iba, en efecto, en contra de la percepción sensorial inasistida.
Galileo observó los satélites de Júpiter e ideó un procedimiento objetivo para medir la separación de los satélites con respecto a Júpiter y esto le permitió armar una defensa muy fuerte a favor de la veracidad de las observaciones de los satélites mediante el telescopio y de las órbitas que les atribuía.
Según la teoría copernicana, la distancia de un planeta a la Tierra debe variar durante el traslado de cada uno de ellos alrededor del Sol. Pero las distancias que se observan con el microscopio no son las mismas que las que se pueden apreciar sin ninguna ayuda instrumenta. Ante esta contradicción, Galileo apeló que el ojo introducía un obstáculo propio al ver fuentes luminosas distantes y pequeñas.
Así pues, las observaciones efectuadas por Galileo proporcionan una razón para aceptar los datos del telescopio en el terreno astronómico.
La experimentación debe proporcionar fundamentos seguros a la ciencia. Sin embargo, algunos rasgos de la experimentación resultan inapropiados para constituir una base observacional segura. Los resultados experimentales deben ser apropiados y significativos y cuando dejen de serlo, hay que rechazarlos o reemplazarlos.
Los enunciados observacionales resultan inapropiados para constituir resultados experimentales significativos para la ciencia.
Popper lleva a cabo la elaboración de un componente clave del falsacionismo: la noción de contenido empírico de una teoría. Según él, buscamos en la ciencia teorías con alto contenido empírico y eso equivale a optar por teorías falsables. Popper define el contenido empírico de una teoría como falsadores potenciales, que son los denominados enunciados observacionales que chocan con la teoría.
Los falsadores potenciales de una teoría son aquellos resultados experimentales que si ocurren, contradicen la teoría. Sólo es posible falsar una teoría mediante la experimentación controlada. Los experimentos que proporcionan estos falsadores potenciales de una teoría con éxito, en vez de ser incorporados, son rechazados como irrelevantes.
Seguidamente trataremos la defensa de la experimentación ante el ataque escéptico. Los resultados experimentales dependen de la teoría. Pero hay quienes extraen conclusiones un tanto escépticas, pues concluyen que los resultados experimentales no pueden constituir la base objetiva de nuestras teorías porque en sí mismos implican la teoría. No podemos contrastar teorías, pues esto no sería racional. Es necesario declarar al escéptico, que los informes observacionales están formulados en un lenguaje que depende de la teoría y que la experimentación no consiste en hablar del mundo, sino en actuar sobre él. Los resultados de estos experimentos están determinados por el funcionamiento del mundo en vez de por las opiniones teóricas de los experimentadores.
Existen algunas dudas escépticas sobre el papel que desempeña la experimentación en la ciencia. Los sociólogos concluyen que “...hay implicada una circularidad cuando se considera que los experimentos proporcionan la base contrastadora adecuada de los teorías científicas.”5
Para acabar con la discusión de estos problemas de una manera objetiva, es necesario emplear algunas tácticas “no científicas” ya que los recursos experimentales solos no son suficientes. Según Collins, para poder considerar un experimento científico, basta con creer en ello. Sin embargo, Chalmers parece no estar de acuerdo con estos sociólogos porque, según él, sus conclusiones no están justificadas ni siquiera por sus propios estudios.
Si somos objetivos, las características de los individuos (raza, sexo, clase) que crean una teoría científica no deben ser tenidas en cuenta, pues proceden de influencia sociales. Sin embargo, son muchos los sociólogos que difieren de esta opinión ya que creen que la ciencia no es inmune a la explicación social. David Turnbull lo argumenta diciendo que no hay nada peculiar en el conocimiento científico, pues está sujeto a influjos y determinantes, como el resto de formas de conocimiento.
Debemos considerar en qué sentido se dice que la ciencia es susceptible de explicación social. Primeramente, hemos de distinguir entre los aspectos “cognitivos” de la ciencia, y los “no cognitivos”. Estos últimos llevan implicada la sociología y poseen un gran dominio legítimo, mientras que los aspectos cognitivos son los conflictivos, pues surgen diversas opiniones al plantearlos. La ciencia puede establecer verdades sobre el mundo natural en forma de leyes universales de la naturaleza, las cuales han sido confirmadas mediante enunciados utilizados para juzgar una teoría no son universales, ya que dependen del contexto y son susceptibles de cambio. “La cuestión lógica de que existen infinitos enunciados universales compatibles con un determinado conjunto finito de enunciados observacionales lleva a los filósofos tradicionales de la ciencia a la conclusión de que existen infinitas teorías científicas compatibles con la evidencia dada.”6
Los sociólogos de la ciencia que quieran argumentar que la ciencia está, en parte, determinada por la sociedad, deben hacer algo más que combatir filosofías de la ciencia extremas.
El conocimiento científico tiene en sus orígenes una concepción sociológica. Muchos de los conceptos y prácticas empleados en la ciencia, tienen sus orígenes en el mundo social ajeno a la práctica científica concebida.
Hay un debate abierto entre sociólogos del conocimiento científico y sus oponentes sobre si hay que explicar o no las creencias de los científicos. Normalmente, no tenemos la posibilidad de conocer el grado de creencia que el científico tiene sobre la teoría que desarrolla. Así pues, pueden haber científicos trabajando en teorías en las que no creen para desacreditarlas, y, sin esperarlo, contribuir a la demostración de dicha teoría. Estas creencias serán racionales si se forman a partir de buenas razones, e irracionales si son producidas por causas psicológicas y sociológicas.
Karin Knorr-Cetina insiste en que resulta inadecuado considerar el desarrollo de la ciencia basándose en las creencias de los científicos. Las explicaciones sociológicas del contenido cognitivo de la ciencia sólo resulta apropiado explicarlas en el caso en que la ciencia se haya equivocado. Sin embargo, si la ciencia ha resultado fructífera, tan sólo hace falta recurrir a una explicación racional para explicar su progreso. Esto es debido a que las explicaciones sociológicas recurre a influencias externas. Sin embargo, Chalmers no comparte esta misma opinión.
Según Hamlyn, los modos en que podemos percibir algo se pueden dividir en: modos adecuados y modos erróneos. La manera adecuada de percibir algo no necesita ninguna clase de explicación porque percibir de forma correcta es su propia explicación. De esta manera lo explica Chalmers: “Es perfectamente legítimo preguntar cómo es que la percepción humana funciona de la forma en que lo hace, tanto cuando funciona correctamente como cuando nos engaña. Sin embargo, no resulta difícil modificar la postura de Hamlyn de manera que conserve la asimetría, pero evitando la afirmación de que percibir de forma correcta es, de algún modo, su propia explicación. En el contexto en que el mecanismo de percepción se da por sentado, no es necesario invocar ninguna explicación especial de por qué la gente ve lo que ve. En ese contexto, si Macbeth afirma que ve una gada ante sí, no se pide una explicación cuando está la daga presente, mientras que se pide una explicación `externa', quizá acudiendo al estado psicológico de Macbeth, si no hay ninguna daga.”7
A continuación, se plantean dos estudios sociológicos.
En el primero, Mackenzie defiende que hay una relación entre la ciencia y el contexto en el que se desarrolla. Existen dos versiones: la débil y la fuerte. Según la débil, los influjos sociales pueden distorsionar la ciencia alejándola del camino correcto y como resultado se obtiene la mala ciencia. La versión fuerte defiende que dichos influjos sociales pueden afectar al contenido de la buena ciencia.
Según explica Mackenzie, a principios del siglo XX, en Gran Bretaña, se distinguía entre los que trabajaban manualmente y los que su trabajo implicaba una actividad mental competente. Estos eran los denominados clase media profesional. La eugenesia fue una teoría social que se desarrolló con el cambio de siglo y que servía a los intereses de la clase profesional. “Según esa teoría social, el `mérito cívico', que se identificaba con `capacidad mental', era una característica natural, fijada, legado de cada individuo humano. Sólo aquellos que poseían un elevado grado de esta característica natural podían soportar las exigencias de una preparación profesional. De este modo, se podían considerar que la clase profesional era totalmente superior, no sólo a la clase trabajadora, que se podía percibir como tal de forma natural y apropiada debido a la falta de capacidad mental de sus miembros, sino también a la clase aristocrática y a los comerciantes, ya que la adquisición de riqueza o la herencia de linaje aristocrático no constituían una garantía de capacidad mental. “8
Se diseñó un programa social en el que se desalentaba a los pobres, criminales y retrasados mentales para impedir el matrimonio y, al mismo tiempo, se fomentaba la natalidad entre la clase profesional mediante subvenciones familiares. De esta manera, se consiguió acentuar el poder de los profesionales.
El segundo estudio sociológico pertenece a Gideon Freudenthal. Hizo una explicación social de algunos aspectos de la física de Newton. Traza el modo preciso en que las relaciones sociales entran en el contenido mismo de la física de Newton. Pretende demostrar que algunos supuestos importantes presentes en los Principia, tienen su origen en las relaciones sociales.
El siguiente es el camino que Freudenthal sigue desde las relaciones sociales hasta el contenido de la ciencia de Newton.
El objetivo de Freudenthal es la explicación de algunos de los principios de Newton, que resultan problemáticos. En lo que se refiere a la concepción de Newton de espacio absoluto, Freudenthal argumenta que el hecho de que Newton nunca explicitase todos los componentes de su afirmación es devido a que los consideraba evidentes, es decir, asumió sus argumentaciones y una vez asumidas, adquieren sentido. El argumenta de Newton pretendía establecer la concepción de libertad como propiedad esencial de los individuos y la pasividad como propiedad esencial de la materia.
Las afirmaciones de conocimiento y la evidencia que se produce son productos sociales y los conforman parte de la ciencia.
La concepción del cambio de teorías de Chalmers es la siguiente. Cuando dos teorías se desafían entre ellas, la teoría que proporcione más oportunidades de desarrollo será la que florezca, mientras que la otra quedará paralizada. De forma general, se debe explicar por qué una teoría suplanta a otra rival en términos racionales de los científicos. Una teoría prospera cuando se aprovechan las oportunidades objetivas que ofrece la investigación.
La política y los intereses sociales están también implicados en la práctica científica. Sin embargo, “El mero hecho de que no se pueda separar la práctica científica de otras prácticas que satisfacen otros intereses no implica por sí mismo que se subvierta la finalidad de la ciencia.”9
A todos nos gustaría que las cosas fueran de otra manera y que la ciencia se pudiera desarrollar en direcciones más en consonancia con los intereses y necesidades de la gente común. “Aunque es importante reconocer que el conocimiento científico constituye una poderosa ayuda para nuestras intervenciones tecnológicas, ingenieriles y medioambientales en el mundo, y para que entendamos sus posibles efectos, reconocer las limitaciones de la ciencia en este sentido es un correctivo necesario para las mistificaciones y exageraciones que acompañan de forma típica las afirmaciones de los tecnócratas.”10
Como última observación, Chalmers señala la necesidad de captar las limitaciones y el alcance del conocimiento científico.
BIBLIOGRAFÍA
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CHALMERS, Alan, La ciencia y como se elabora. Editorial Siglo XXI. Madrid, 1992.
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Resumen Explicativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
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Índice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
1 CHALMERS: obra citada pág. 3
Feyerabend ridiculiza la ciencia y se opone a su veneración ya que cree que desempeña la misma función que la Cristiandad y, por lo tanto, opta por liberarse de ella. Según él, la ciencia no posee rasgos que la hagan superior, de manera que es una especie de esclavitud de la que debemos huir.
Este es el mismo concepto que tenía Nietzche sobre la ciencia y la sociedad. Una vez asumida la muerte de Dios y del Cristianismo, el hombre cree que ya no está ligado a nada pero, en realidad, no es consciente de que se le han establecido otros “dioses” que desempeñan la misma función. Estos “dioses” son la ciencia y la sociedad. Por estas palabras, podríamos clasificar a Feyerabend dentro de los nihilistas activos completos ya que éstos intentan cargarse los valores de la ciencia y la sociedad, pues en realidad, lo único que hacen es quitarnos libertad y negarnos la vida.
En parte, comparto la opinión de Feyerabend porque yo también creo que la ciencia se ha impuesto de una manera semejante al Cristianismo. Sin embargo, de una manera más hábil, pues detrás de la apariencia que da la ciencia, se esconde una especie de “dios” tiene unos valores negadores de la vida.
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2 CHALMERS: obra citada pág. 15
Los racionalistas creen que las ideas a las que llegan a través de sus pensamientos son verdades, pero esto no tiene ninguna base sólida porque el simple hecho de pensar i llegar a unas determinadas ideas no implica que esas proposiciones sean válidas y mucho menos verdades.
Esto explica que se vieran obligados a adoptar una noción problemática de autoevidencia, pues algunas de las ideas a las que llegaban, seguramente, se autodestruirían más tarde al darse cuenta de que no eran correctas y, por lo tanto, no eran verdades.
Como ejemplo nos nombra a Descartes, que justificaba sus teorías físicas recurriendo a su método racionalista. Pero, sin embargo, estas resultaron no ser verdaderas.
Mi opinión acerca de los racionalistas es que no pensaban con detenimiento en lo que creían, porque sino se habrían dado cuenta de que algunas de las que ellos entendían como verdades, pasarían a ser, más tarde, rechazadas como tales.
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3 CHALMERS: obra citada pág. 53
Los empiristas creen que para tener visiones y hechos objetivos del mundo, basta con apelar a la percepción humana. Sin embargo, como muy bien dice Alan Chalmers, la percepción humana no es objetiva en modo alguno, pues está influida por nuestra subjetividad.
La subjetividad de la cada uno de nosotros disponemos es propia, y por lo tanto, los sentimientos, emociones y puntos de vista que tenemos son distintos en cada uno de nosotros, de lo que se podría deducir, que si tuviéramos que llegar a los hechos y visiones objetivos del mundo partiendo de ellos, llegaríamos a hechos que se contradirían los unos a los otros.
Esta es la muestra de que la percepción humana no es un medio cuanto menos eficaz para llegar a conocer los hechos de una manera objetiva y veraz.
También estoy de acuerdo en que la percepción humana está influida por la cultura de cada uno de los individuos, de manera que podemos decir que los hechos observables son relativos al observador.
4 CHALMERS: obra citada pág. 55
Feyerabend nos explica que en el proceso de descripción podemos distinguir entre la situación en la que captamos las sensaciones y la descripción verbal de dicha situación.
Primeramente, captamos una sensación que daría lugar a la experiencia mental y, seguidamente, la describimos, aceptándola previamente. Estas dos etapas se conectan automáticamente, de manera que podríamos decir que son una sola.
El vínculo entre tener una sensación y aceptar una descripción se puede denominar interpretación natural. Estas interpretaciones naturales están muy estrechamente ligadas a los sentidos y están inculcadas en nosotros desde el nacimiento, pero no es hasta el proceso de aprendizaje del lenguaje cuando podemos conectar el lenguaje con las situaciones observables.
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5 CHALMERS: obra citada pág. 93
Una supuesta teoría puede intentar demostrarse a través de un experimento. Si esta teoría es constatada, entonces se podría decir que dicho experimento proporciona la base para contrastar y
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comprobar si una teoría es adecuada o no lo es. Es decir, si la teoría es cierta.
Como vemos, existe una implicación mutua entre teoría y experimentación. Esto desata un problema que es denominado `la circularidad del experimentador'.
Esta situación de implicación mutua crea una serie de dudas acerca de que papel desempeña la experimentación en la ciencia.
Estoy de acuerdo con lo que se dice en esta cita, pues para crear una teoría se necesita la experimentación para la comprobación de las afirmaciones que dicha teoría asegura. Pero, a la vez, la experimentación precisa de unas bases ligeramente sólidas de teoría para que dichos experimentos puedan ser llevados a cabo de una manera eficaz.
6 CHALMERS: obra citada pág. 110
Lo que intenta explicar esta cita es que, por una parte, existen infinitos enunciados universales, y por otra, un determinado conjunto finito de enunciados observacionales, que son compatibles entre ellos.
A partir de una observación se pueden extraer diversos enunciados observacionables, que en cualquier caso serían finitos. Pero, sin embargo, se pueden crear infinitos enunciados universales.
El hecho de que estos enunciados sean compatibles es lo que ha llevado a los filósofos tradicionales de la ciencia a concluir que existen, por lo tanto, infinitas teorías científicas.
Sin embargo, yo no estoy de acuerdo con lo que se dice en esta cita, ya que se contradice si comparamos lo que se ha dicho de las teorías científicas con las situaciones que se encuentran en la ciencia real, donde los científicos, muchas veces luchan por encontrar una teoría factible que sea compatible con alguna evidencia problemática.
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7 CHALMERS: obra citada pág. 121
Es aceptable plantearse por qué la percepción humana funciona de la manera en que lo hace, tanto cuando lo hace de forma correcta como cuando no. Hamlyn afirmó que la explicación a esta cuestión es que simplemente percibe de forma correcta.
Chalmers intenta modificar la postura de Hamlyn, pero, precisamente, intentando evitar esta afirmación.
Cuando el mecanismo de percepción funciona correctamente, no se precisa de ninguna explicación especial. Como es el caso de algo que podemos tener presente, que no precisamos de ninguna explicación porque es lo que vemos, es decir, lo que nuestra percepción humana a captado.
Sin embargo, sí que necesitamos una explicación especial cuando dicha percepción no está presente. En tal caso, se podría acudir al estado psicológico.
8 CHALMERS: obra citada pág. 125
Según la eugenesia, todo el mundo posee y hereda una característica natural que se identifica con
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la capacidad mental. Todos los individuos la tenían ya que era natural, pero, sin embargo, tan sólo aquellos que poseyeran un alto grado de esta característica estaban capacitados, según el texto, para una preparación profesional. Los demás no eran considerados adecuados para dicha preparación, sino que constituían la clase trabajadora.
Aquellos con un alto grado de capacidad mental eran superiores, tanto a los trabajadores, como a los aristocráticos y comerciantes. Esto es debido a que ni el poder aristocrático ni el poder económico no eran pruebas con la suficiente garantía porque no aseguraban la capacidad mental del individuo.
No estoy de acuerdo con la manera en que se consideraba a los individuos de la sociedad en aquella época. Creo que no es correcto clasificarlos y considerarlos en base a su capacidad mental, pues así como en aquella época y sociedad era la capacidad mental lo que se valoraba, podría haberse dado el caso de que no hubiera sido esta la característica humana elegida, de manera que las consideraciones hubieran cambiado respecto a los individuos de dicha sociedad.
9 CHALMERS: obra citada pág. 156
El hecho de que la práctica científica va ligada a otras prácticas que tienen otros intereses diferentes a los de la ciencia no implica que la finalidad de la ciencia cambie de valores.
Una persona puede dedicarse a investigar y experimentar con la ciencia sin tener ningún objetivo fuera del evidente: el interés del desarrollo de la ciencia pura. Sin embargo, sin darse cuenta, esa persona se ve implicada en otros intereses sociales, políticos y económicos.
Esto se debe a que los individuos que no se dedican a la ciencia pura (en el sentido estricto de la palabra), pero sí están en contacto con ella, tienen unos intereses muy diferentes a los de la finalidad de la ciencia, pues sus intereses son políticos o bien económicos.
De modo que, a pesar de que la ciencia tiene intereses honestos, puede que se vea envuelta en asuntos que satisfacen otros intereses.
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10 CHALMERS: obra citada pág. 160
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Enviado por: | Mir |
Idioma: | castellano |
País: | España |